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Trabajo Práctico: Estado, Sociedad y Universidad, Unidad 1

Profesor: Facundo Alvarez

Alumna: Candela Bernal

Comisión: 4

Estado, democracia y globalización – G. O’Donnell

1. a) Existen dos respuestas básicas y simplistas que responden a lo que llamamos estado. La
primera no tiene en cuenta la globalización y sus consecuentes negativos sobre el estado
soberano y mantiene la idea de que este funciona como una entidad que limita toda actividad
política, económica y cultural de su respectiva nación. Esta definición está muy lejos de ser la
acertada, porque se tiene que constatar del contexto mundial para entender el estado de hoy.
La segunda, por otro lado, establece que el estado no es sino una irrealidad que dificulta el libre
cambio de bienes, servicios e ideas desatadas por el mercado global.

Sin embargo, aunque sea cierto que los países de América Latina han estado condicionados por
la economía, cultura y geopolítica mundial desde hace mucho tiempo, no es correcto decir que
el estado no existe. Es importante entender que para confeccionar reformas institucionales y
sus normativas, es necesario prestarle atención al contexto tanto nacional como transnacional
en el que se estén llevando a cabo y dentro del que se determina su éxito o fracaso. Pero
cuando se habla de democracia (y por consecuente, de ciudadanía) de los poderes
constitucionales, de esquemas de integración social, de reformas judiciales, de desarrollo tanto
local como regional, de la opinión pública o por supuesto de la vigencia de la ley, se entiende
que existe un estado del que se tiene una concepción y además una visión del lugar que ocupa
en la sociedad nacional y en sus relaciones con otros estados, a causa de nada menos que el
mundo globalizado en el que vivimos.

b) Se dice que el estado es una “bisagra” porque funciona como un punto de separación e
intermediación entre un “adentro” y un “afuera”, es decir, entre lo que en América Latina ha
sido una sociedad nacional y el mundo exterior a esa sociedad nacional. El estado aspira a
lograr una total representación de esa sociedad nacional, como también delimitarla y
constituirla, por medio de mapas, fronteras y embajadas, pero también mediante símbolos,
rituales y edificantes historias pasadas de generación en generación. Además, cuando el estado
del que se habla funciona con un régimen democrático, le otorga un componente indispensable
que es la ciudadanía. Los ciudadanos poseen derechos establecidos por el estado y conviven
dentro de un territorio delimitado por ese estado, por lo que gozan del derecho a elegir como
de ser elegidos representantes del pueblo, autoridades temporales de la población de dicho
estado: No hay democracia sin ciudadanía, y no hay ciudadanía sin la base territorial que
provee el estado en el que conviva una población.

2. La globalización es aquel cambio veloz, impactante y de gran magnitud en todo tipo de orden
ocurrido en el mundo que nadie hubiese podido predecir. Abarca muchas áreas diferentes pero
todas tienen aspectos en común y uno de ellos es que operan mediante mercados de bienes,
servicios e ideas. Otro, es que implican un movimiento contrapuesto, dado que se produce un
achicamiento mundial a causa de la enorme velocidad y amplitud de los bienes materiales e
inmateriales que circulan por el planeta. A la vez, ese achicamiento se contrapone y
complementa por un aspecto subjetivo al que refiere el ensanchamiento geográfico y temporal
con que la conciencia moderna se piensa de sí misma y su condición. Esto produce muchas
cosas buenas, pero muchos fenómenos negativos que se hace visible en la angustia y
desorientación contemporáneas. Uno de estos fenómenos es la sensación de que el destino
individual, de nuestros emprendimientos y aspiraciones, o incluso de una nación entera, está
muy influida y condicionada por fuerzas y actores que operan más allá de nuestra capacidad de
controlarlas. El otro fenómeno refiere a la erosión de todo tipo de fronteras, tanto de la vida
individual como, más fundamentalmente, de los estados nacionales. En el mundo
contemporáneo, capitales, transacciones, ideas y personas circulan por el planeta con una
libertad que antes parecía inusitada e inconveniente.

Dicha erosión se contrapone con la tendencia humana a generar y mantener sistemas de


solidaridad territorialmente acotados, en el que un pueblo adquiere nacionalismo y sentido de
pertenencia con su historia y tradición, incluso con la delimitación territorial presupuesta por la
democracia y la ciudadanía. Esto hace que el pueblo deba buscar la forma de digerir las
consecuencias negativas de la globalización, lograr que el estado sea techo acogedor de su
población y construir y expandir regímenes democráticos basados en una ciudadanía que nutra
una sociedad civil activa, creativa y autoconciente de sus derechos y obligaciones.

La existencia de un estado (un tipo de autoridad territorialmente delimitada que pretende


supremacía en el control de la violencia en ese ámbito) conlleva la idea de un bien público o
común para los habitantes de ese territorio. Cuando los estados nacionales son formados,
llevan consigo una historia y símbolos patrios. Esto hace que se cree una imagen que sustente
el proceso constitucional junto con su legitimación. Dicha imagen, no siempre cierta pero casi
siempre efectiva y eficaz, hace referencia a que el estado era verosímil, es decir, que contaba
con poder y voluntad suficientes para procurar el logro de alguna versión del bien común del
conjunto de su población. La idea consecuente fue que si no se avanzaba hacia ese logro, se
debería cambiar el régimen político con el que convivían, o bien los grupos que lo dominaban.
Ahora bien, la globalización hace que la idea del estado nacional como dicha concentración
suficiente de poder y voluntad erosione, lo que causa la pérdida de su verosimilitud que posee
para la gestión del bien común de su población. Igualmente, esta verosimilitud siempre estuvo
mayormente basada en fantasía, es decir, diversas formas de dependencia siempre afectaron a
países de América Latina. Sin embargo es relevante entender que la dependencia de hoy es
mucho más universal, difusa, multidimensional y menos controlable que nunca, aun por los
grandes poderes mundiales.

El achicamiento del mundo por las comunicaciones y el transporte, la porosidad de las fronteras
nacionales a numerosos procesos económicos y culturales, la instantaneidad de los eventos
políticos y de los movimientos de capital, la expansión de los mercados a actividades antes
impensables, la velocidad de circulación de las ideas, y la emergencia de identidades que se
definen por encima y más allá del estado nacional evidencian qué tan erosionado se encuentra
el estado. Esta inmensa ola global niega los límites territoriales impuestos, causando la erosión
de esos límites “por arriba”, en su tendencia a aplanar el mundo y “por abajo”, al conectar
capitales y trabajadores de algunas regiones directamente con los mercados mundiales, con
escasa mediación del respectivo estado nacional. Es el mismo caso cuando estos y otros
procesos ligados a la tecnología, la cultura y las comunicaciones, desarticulan las clases y otras
categorías sociales, haciendo menos posible su acción colectiva como también su
representación en el proceso político. Se lleva a cabo como si “desde arriba” y “desde abajo” se
imposibilitara el hecho de constituir el bien común de una población.

3. Este párrafo hace referencia a que si la población sigue pasivamente ese camino, navegando
a la deriva, sin nadar contra las tan fuertes corrientes del capitalismo globalizado y espera sin
objeción alguna a que sus supuestos beneficios den fruto, la política perderá su mejor sentido:
el de la búsqueda, en diálogos y conflictos, de diversas alternativas de lograr aquel bien común
(o una versión aceptable y respetable de él) que tanto desea dominar el estado. La idea de ir a
la deriva es ficticia y muy probablemente imposible, aunque hay casos en los que la población
se aproxima a esa peligrosa condición.

La globalización no excluye ninguna parte del planeta, ni siquiera a los más poderosos, quienes
luchan por encontrar la respuesta a los dilemas y desafíos con los que se enfrenta un estado
nacional.

Las perspectivas de la democracia – E. Hobsbawn

1. Según el autor, la democracia liberal está compuesta por distintos componentes que no
necesariamente deben vincularse entre sí para constituirla como tal. La forma de estado-nación
que presupone la democracia liberal debe poseer un estado constitucional, que ofrezca la
garantía de imperio de la ley, como también diversos derechos y libertades civiles y políticos,
con autoridades y asambleas representativas que las gobiernen, las cuales deben ser elegidas
por sufragio universal y por la mayoría numérica del conjunto de sus ciudadanos. No puede
aplicarse en cuestiones globales, aunque se intente y se aproxime a lograrlo.

2. La alternativa que se propone la democracia liberal en este capitalismo globalizado es el ideal


de la soberanía del mercado. De hecho, se lo ve como alternativa a todo tipo de política,, ya que
niega la necesidad de tomar decisiones políticas, que son relacionadas con intereses comunes o
de grupo en tanto que intereses distintos de la suma de opciones, racionales o de otra clase, de
unos individuos dedicados a la procura de sus preferencias privadas. Dicho ideal sostiene que el
constante proceso de averiguación que conduce a descubrir que es lo que la gente quiere,
averiguación que brinda el mercado, es necesariamente más eficaz que el ocasional recurso al
burdo recuento de papeletas electorales. La participación en el mercado sustituye a la
participación en la política. El consumidor ocupa el lugar del ciudadano.

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