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Oscar del Brutto obtuvo su Máster en Derecho de la Universidad de Pennsylvania y es profesor de Derecho

Corporativo en la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (Guayaquil, Ecuador). DERECHO / 9 DE


ENERO DE 2020

Contratos
Óscar del Brutto Andrade destaca la importancia de los contratos para el
desarrollo de un país.

Un contrato es algo maravilloso. Desde un punto de vista filosófico, los


contratos permiten que nos desarrollemos como individuos porque en virtud
de un contrato ejercemos nuestra libertad creando una ley para
autorregularnos. Desde un punto de vista económico, los contratos generan
eficiencia porque crean un mutuo beneficio entre los contratantes y trasladan
los recursos de un uso menos valioso a un uso más valioso.
Para que haya un contrato resulta esencial que la ley establezca una sanción
para el caso del incumplimiento. Sin esa sanción, el acuerdo es un pacto de
caballeros o una lista de buenas intenciones, pero no un contrato. Tres puntos
resultan especialmente importantes: (1) es necesario que la ley se aplique; (2)
es indispensable que la ley sea predecible; y, (3) es vital que los contratos no
se utilicen como un medio para lograr “justicia social”.
Se necesitan leyes que establezcan la obligatoriedad de los contratos. Pero eso
no basta. Las leyes sobre contratos de los países desarrollados no difiere
mucho de las leyes de los países pobres. El Código Civil de Francia no es muy
diferente al Código Civil de Etiopía. Lo que importa es que las leyes se apliquen
ágilmente. Mientras en Francia ejecutar judicialmente un contrato demora
menos de trescientos días, en Etiopía demora más de seiscientos.
Es necesario que las reglas que regulan los contratos sean predecibles. Un
enemigo de la predecibilidad es el término vago. Esto es especialmente cierto
en países en donde los jueces son intelectualmente limitados y moralmente
laxos. Si la ley dice que los contratos deben “ejecutarse de buena fe” y el juez
que debe aplicar la ley no tiene una sofisticada educación y está presto a recibir
coimas, se crea un amplio margen para que, en nombre de la buena fe, se
termine diciendo cualquier cosa.
La efectividad de los contratos se ve minada cuando la ley es entendida como
un vehículo de revancha social. En algunos países, la ley se asienta en la
premisa de que hay contratos entre poderosos y débiles, y que el trabajo de la
ley es proteger al débil. En Brasil, por ejemplo, se utiliza el concepto de
“función social del derecho de contratos” para negar la validez de contratos
que obligan a personas pobres. Esta práctica es contraproducente porque
inhibe a las personas a contratar con gente pobre. Si sé que usted puede
desconocer el contrato, entonces no voy a contratar con usted.
Hay una palabra que explica qué fue lo que sacó al homo sapiens de las cavernas
y lo puso en la Luna: contratos. Los contratos son la forma más eficiente
de cooperación social. Hay una relación directa entre la cantidad de contratos
y el desarrollo de un país. Por eso usualmente le pido a Papá Noel un país en
donde la ley que regula los contratos se aplique ágilmente, no haya términos
vagos que faciliten las fechorías de los jueces y los contratos no sean
entendidos como un vehículo de revancha social.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 25 de
diciembre de 2019.

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