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Orientaciones para

la dirección espiritual
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Amedeo Cencini, religioso canosiano, es especialista en ps'.coterapia Presentación
analítica. Autor de numerosas publicaciones, en esta colecc16n ya ha
producido (en lengua italiana) los siguientes títulos:
«La consagración: desafío para los
«Mira al cielo y cuenta las estrellas: el
jóvenes de hoy• (1998);
El presente texto es una reelaboración de mi ponencia en
sueño de la animación vocacional
hoy• (2000); «El mundo de los deseos: orientaciones el XIII Seminario de formación para la dirección espiritual al
para la dirección espiritual» (] 998);
«Los jóvenes desafían la vida consa­ servicio de la orientación vocacional, organizado por el Centro
grada: preguntas y problemas• «El padre pródigo: historia de una
(1996); vocación perdida y reencontrada• Nacional Vocaciones y llevado a cabo en Calambrone (Pisa),
(1999);
«Reencontrar el misterio: camino de del 14 al 17 de abril de 1998.
formación para la decisión vocacio­ •El arte del discípulo: ascesis y dis­
nal» (1997); ciplina, itinerario de belleza• (2000);
La reflexión que propongo parte de la conciencia de que
«La historia personal, cuna del misterio: «La cruz, verdad de la vida: Búsqueda
indicaciones para el discernimiento vocacional y experiencia de la cruz• tal vez este tema no es uno de los que más se acostumbra
vocacional» (1997); (2002);
«La fascinación siempre nueva de la
tratar en un seminario de formación para la dirección espiri­
«Un Dios para amar: La vocación para
virginidad: Del silencio «impuro• al todos a la virginidad» (2001). tual; o, para ir aún más a la raíz de la situación, parte de la
coraje juvenil• (1997);
conciencia de que generalmente no tenemos un buen con­
cepto de lo que es un «deseo».
Demasiado apresuradamente pensamos que «deseo» quie­
ra decir «espontaneísmo» y, por ende, arbitrariedad y, final­
mente, irresponsabilidad; establecemos un equivalencia in­
Titulo original en italiano:
'11 mondo dei desideri" mediata, no correcta en realidad, entre deseo e instinto; con­
Orientamentí per /a guida spirituale
sideramos el deseo como una fuerza bruta que, una vez deja­
PAOLINE Editoriale Libri - © FlGLIE DI SAN PAOLO. 1998 da libre, podría llevarnos quién sabe adónde; o como algo
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irracional que, apenas se le da un poco de confianza, le gana
Traducción al español: Francesco Pini Rodolfi en seguida la delantera a la lógica racional, e incluso impide
Revisión: Mariarosa Piensi, fsp
escoger opciones inteligentes.
ISBN: 9972-686-96-5
Depósito Legal: 1501302003-3186 Quizás dentro de nosotros, tal vez a nivel inconsciente,
Primera Edición, 2003 existe la idea de que el deseo se opone a lo que racionalmen­
te hemos escogido como proyecto de vida; o llevamos en nues­
:::> Asociación Hijas de San Pablo, Urna · Perú
Jr. Callao J 98, Lima - Ap. 982. tro corazón el temor o la sospecha, siempre inconscientes, de
felf. 427-8276, Fax 426-9496
E-mail: pau1inased@terra.com.pe
que, si paradójicamente se nos diera licencia para hacer lo
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que queramos, sin control alguno, ni externo ni interno, sin Nuestro ensayo se divide en tres partes: partiremos de un
restricciones ni reservas, sin puniciones o recompensas ... análisis del concepto de deseo, visto desde diferentes ángu­
¿quién sabe si seguiríamos fieles a nuestras opciones funda­ los, para luego preguntarnos si es posible educar el deseo, y,
mentales?' consiguientemente, identificar algunas lineas que orienten su
He aquí la razón por la cual el concepto de deseo aparece formación, para que el deseo dé lugar a una decisión conse­
un poco desfasado respecto de los gustos y las preferencias cuente y creyente, sobre todo en la perspectiva vocacional.
de cierta temática espiritual clásica, o es tratado, eventual­
mente, en términos casi exclusivos de control y contención. Al
menos hasta hace poco.
Hoy el deseo, en el plano teórico, ha vuelto a encontrar
una connotación positiva y dignidad conceptual. En el plano
de la praxis, o de aquella praxis que se halla estrechamente
ligada al imaginario colectivo, sobre todo juvenil, aún per­
manecen pesados equívocos sobre la interpretación y la ges­
tión de los deseos personales, sobre la conexión práctico­
operativa entre deseo y libertad, y sobre la valencia del de­
seo en relación con la opción-decisión vocacional. Lo que es
suficiente, en pocas palabras, para hacer del deseo el objeto
de un análisis como el nuestro.
En particular, quisiéramos comprender cómo el guía espi­
ritual debe enfrentar este misterioso «mundo de los deseos»,
de sus propios deseos, antes que nada, y luego de aquellos
del joven, para ayudar a este último a poner su propio deseo
en relación con la opción de su vida, hasta el punto de...
«escoger lo que le gusta».

1 Cfr. Mancnti, A. Vivere gli ideali:fra paura e desiderio. Bolonia, 1988, p. 59-60.

6 7
El hombre, «animal deseante»

Es conocida la concepción antropológica de San Agustín,


según la cual el hombre no es un animal exclusiva o peculiarmen­
te racional, sino un «animal deseante». Agustín combate todo
lo que pueda disminuir la intensidad del desear humano; comba­
te cierta mentalidad de contraposición a las pasiones humanas
que quisiera hacer tabla rasa de ellas y que por el contrario ter­
mina privilegiando la apatía, la constante tranquilidad de ánimo,
la artificiosa impasibilidad, o todo lo que, en nombre de una
improbable perfección, conduce implícitamente a la muerte del
deseo o a su decaimiento, o a una vida interior marcada por el
empobrecimiento o deterioro cualitativo del deseo.
Comparemos brevemente este dato, esta definición del hom­
bre como «animal deseante», con el pensamiento de la Sagra­
da Escritura y con la reflexión psicopedagógica.

Perfil bíblico
El pensamiento de Agustín parece estar perfectamente en lí­
nea con lo que dice la Escritura, con la exacta interpretación de
Gen 2, 7: el hombre es un ser viviente que desea; es tensión pe­
renne hacia algo que está siempre «más allá>>; es deseo intenso
que puede y debe volverse pasión y que sólo Dios puede col­
mar.2

2 Cfr. Westermann, C. «Nephesh>,. anima. En: «Oizionario teológico dcll 'Anlico


Testamento>l. Casale Monferrato, 1982, Vol. 11. p. 66-89.
Si la perfección suprema para el budismo es «matar el de­ que este deseo, por su propia naturaleza, es imposible de satis­
seo», los hombres de la Biblia, empezando por los que más cer­ facer por el hombre en esta tierra. Él mismo lo ha puesto en su
ca de Dios están, aparecen extremadamente lejos de este sue­ corazón, como una sed de algo que siempre estará más allá de
ño. Por el contrario, la Biblia está llena del tumulto y conflicto de la posesión y la satisfacción definitivas, algo que el ser humano
todas las formas del deseo. Ciertamente está muy lejos de apro­ no podría abarcar.Así sucede con Moisés: «Tú no podrás ver
barlas todas, al mismo tiempo que los deseos más puros deben mi rostro, porque no puede verme el hombre y seguir viviendo>>
conocer una purificación radical, pero de esta manera toman (Ex 33, 20). Más aún, será Dios mismo quien proveerá a prote­
toda su fuerza y dan valor y originalidad a la existencia de cada ger la criatura frente a una visión teofánica cuya luz podría ser
individuo. excesiva, demasiado luminosa para el ojo camal: «Tú te coloca­
rás sobre la peña. Y, al pasar mi gloria, te pondré en una hendi­
De esta «riquísima teología bíblica del deseo» quisiera subra­
dura de la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya
yar solamente dos puntos.
pasado. Luego apartaré mi mano, para que veas mis espaldas;
pero mi rostro no se puede ver» (Ex 33, 21-23).
1. El único deseo: ver a Dios
Entonces, es un deseo profundo y radical, universal e impo­
A la raíz de todos los deseos del hombre hay aquello que
sible de extirpar, pero también insaciable y nunca saciado.
para la Biblia es el único, verdadero, profundo deseo humano:
Dios; y ver su rostro: «Como anhela la cierva tras las corrientes
de agua, así anhela mi alma en pos de ti, mi Dios» (Sal 42, 2); 2. Perversiones y conversión
«Sed de ti tiene mi alma...» (Sal63, 2-3); «Mi alma se consume Si es verdad que el deseo de Dios y de ver su rostro es el
deseando tus preceptos» (Sal 119, 20); «Como los ojos de la único deseo innato y radical del hombre, en realidad el corazón
sierva en la mano de su señora, así nuestros ojos en el Señor nuestro de este hombre está atravesado y poblado por aspiraciones y
Dios» (Sal 123, 2); «Mi alma aguarda al Señor más que los cen­ seducciones de muy diferente signo. La Biblia, así como registra
tinelas la aurora» (Sal 130, 6); «Tu nombre y tu recuerdo son el la unicidad del deseo divino, también registra y narra con igual
anhelo del alma» (Is 26, 8); «¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22, 20). realismo todas estas deformaciones, como perversiones de aquel
El hombre de la Biblia está imbuido de este solo deseo , tal único deseo. De esta manera, desde Eva y David, desde el Is­
rael de la travesía por el desierto hasta el Israel de los tiempos
como resulta evidente en la historia de Moisés: «...Que yo te
de Jesús, desdeAjab hasta los dos magistrados que acosan a
conozca ... Déjame ver, por favor, tu gloria» (Ex 33, 13.18).
Dios responde a este deseo, no se sustrae, viene al encuentro Susana, es toda una historia de deseos que son muy diferentes
del hombre que le busca, pero al mismo tiempo deja entender del deseo divino y que, atrayendo el corazón, se ubican cada
vez más en el centro de la vida y progresivamente la dominan. se consumen: / ¡Roca de mi corazón, mi porción, Dios por siem­
pre!» (Sal 73, 25-26; cfr. 42, 2; 63, 2).3
El esquema parece ser siempre el mismo: atracción que se­
duce, ilusión de felicidad, acción correspondiente (de posesión
3. Los deseos del Hijo
o conquista), y luego, de manera progresiva, dominio por parte
del deseo que quita la libertad y lleva hacia la muerte. Así San Finamente, también Dios desea. No es únicamente aquel que
Pablo distingue los «deseos de la carne», que «llevan a la muer­ satisface el deseo humano, sino, aún más, aquel que desea ma­
te» (Rm 8, 6), de los «deseos del Espíritu», cuyo fruto es «amor, nifestar su amor hacia el hombre ya desde ahora, no sólo en el
alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedum­ «éscathon» (es decir, en «el último día»); es aquel que, como ya
bre, dominio de sí» (Gal 5, 22). dijimos, ha sembrado en el corazón del hombre la nostalgia del
Creador, porque, como dice una vez más San Agustín, «...nos
Consecuentemente es necesaria una conversión, a través de has creado para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta
la cual el creyente trata de «crucificar la carne con sus pasiones que no descansa en Ti»4 •
y sus apetencias» (Gal 5,24; cfr. Rm 6,12; 13,14; Ef 4,22) y
El ejemplo más alto, y en cierto modo visible, del desear
aprende a dejarse «conducir por el Espíritu» (Gal 5, 16).
divino en un corazón humano nos es dado por el Hijo encama­
Es decir que se trata de traer nuevamente a flote, de redes­ do. Jesús es imbuido, en su vida terrenal, de un deseo ardiente,
cubrir dentro de sí aquel único deseo que Dios mismo ha puesto angustiado, por partida doble, en cierto modo: respecto del Pa­
en el corazón de todo ser humano y que es indestructible, a dre y respecto de los hombres. Por un lado, su deseo de dar
pesar de todas las defom1aciones y adulteraciones que pueda gloria al Padre será aplacado sólo por su Bautizo y por su Pa­
tener y sufrir en el curso de la vida. Bajo el deseo de adquirir la sión (cfr. Le 12, 49)5; por el otro, este deseo «filial» es insepara­
sabiduría (Sap 6, 13), bajo la nostalgia por Jerusalén (Sal 137, ble del correspondiente deseo «fraterno» de mostrar a los hom­
5), bajo el deseo de subir a la ciudad santa (Sal 128, 5) y al bres hasta qué punto Dios los ama, hasta qué punto el amor del
templo (Sal 122, 1), bajo el deseo de conocer la palabra de Padre puede manifestarse en el Hijo: por eso Jesús, mientras se
Dios a través de todas sus formas (Sal 119, 20.131.174) fluye acerca a la Pasión, manifiesta «haber deseado con ansia comer
en profundidad un deseo que polariza todas las energias, que da
1
la capacidad de desenmascarar las ilusiones y adulteraciones Cfr: �alopin, P. M.; Guillel, J. Desiderio. En: Lcón-Dufour. X.; y otros (Dir.).
«Diz iona rio di Teología Biblica>l. Casale Monferrato, 1984, p. 267.
(cfr. Am 5, 18; Is 58, 2) y de superar todas las decepciones, el • San Agustín. Confesiones, l
1, .
único deseo de Dios: «¿Quién hay para mí en el Cielo? /Estan­ s «He venido a arroJa · r ,uego
� • .
sobre la tierra y ¡ cuánto desearla que ya estuviera
.
do contigo no hallo gusto ya en la tierra. / Mi carne y mi corazón encendido!».
esta Pascua» (Le 22, 15) con los suyos. Jesús, en una palabra, za que atañe a la falta de la cosa que amamos»9 .
Hombre-Dios cual es, manifiesta en su desear humano, con co­ Un nuevo significado es introducido por Dewey, quien en­
razón humano, los deseos divinos, lo que Dios desea para el tiende el deseo como «la actividad que busca proceder a rom­
hombre y lo que el hombre desea como objetivo originario y per el dique que la detiene. El objeto que se presenta en el pen­
final de su existir. samiento como meta del deseo es el objeto que, si estuviese
Si . todo esto es cierto, como lo es, entonces podemos y presente, aseguraría una reunificación de la actividad y su res­
debemos llegar a una conclusión muy importante, en el plano tauración» 10 .
psicológico y espiritual: en los deseos humanos, de todo hom­ En el ámbito pedagógico, con el término «deseo» se designa
bre, siempre hay una huella del deseo divino, de lo que Dios la tensión psíquica con la que se aspira a bienes que aún no se
desea para el hombre (Dios como sujeto del desear humano), y posee, relativos sea a las necesidades fisiológicas de autoconser­
de lo que el hombre desea como deseo primero y último, es vación y homeostasis, sea a las necesidades de autorrealización
decir Dios (Dios como objeto del desear humano). y autosuperación 11 •
Desde el punto de vista psicológico, el discurso se hace más
Perfil antropológico
rico y articulado, porque el desear se encuentra en la confluen­
En general, desde un punto de vistafilosófico, el deseo «se cia de diferentes actitudes interiores y en el origen de precisas ma­
refiere a la falta del objeto hacia el cual está dirigida la apetencia, neras de ser y de actuar. Veamos todo esto de forma ordenada.
y es pensado como el principio que empuja a la acción»6 . Esta
naturaleza compuesta (entre un elemento negativo y otro diná­ 1. Definición
mico positivo) es subrayada de manera diferente por los diver­
sos autores. Aristóteles, por ejemplo, prefiere enfocar el deseo El deseo, o el desear, significa concentrar-canalizar todas
como «apetencia de lo que es placentero»7• Descartes define el las energías hacia algo importante en sí y central para su
deseo como «agitación del alma causada por los espíritus que la propia vida. El «deseo» no es, pues, un ciego impulso o «unas
disponen a querer para el porvenir las cosas que ella se repre­ ganas locas», sino una tendencia significativa hacia algo que es
senta como convenientes»8; para Spinoza, el deseo es «la triste- apreciado en sí mismo y también en relación con la propia per-

• Spinoza, B. Etica. Turín, 1958, ni, p. 36.


s Gaimberti, U. Desiderio. En: Id . «Dizionari o di Psicologiil)). Turín, 1992, p. 273. 10 Dewey, J. Natura e condotta dell'uomo. Florencia, 1966, p. 249.
7 Aristóteles. Sull 'anima, TI, 3, 414b. 11 Cfr. G atti, G. Desiderio. En: Autores Varios. «Dizionar
io di Scienze
' Desc artes, R. Le passioni de/l'anima. Bari , 1986, p. 86. dell'Educazione». Roma, 1997, p. 2 7 9.
sona. No es un simple quedar impresionados o excitados por lo Normalmente, el deseo nace de una situación de no satisfac­
que es agradable aquí y ahora, sino un aspirar con todas las ción, de un vacío, de la conciencia del propio límite, y lleva a una
fuerzas hacia algo que vale en sí mismo y que el individuo descu­ sensación opuesta, la de la plenitud, de la reducción de tensión.
bre, y quiere al centro de su propia vida y de su propio futuro. Sin embargo, a estas alturas, en el deseo auténtico se activa una
nueva sensación de insatisfacción: el deseo crece mientras se
2. Componentes constitutivos realiza, y cuando se realiza hace sentir una nueva insatisfacción.
Por un lado, se halla ya satisfactorio y satisfecho en su tensión
Un deseo «está hecho» sustancialmente de verdad y liber­
continua y creativa; por el otro, es insaciable, porque señal de la
tad: es decir, de la capacidad de percibir algo como intrínseca­
dimensión trascendente del hombre. Es la naturaleza contradic­
mente significativo, verdadero-hermoso-bueno en sí; y de la li­
toria del deseo: pretende ser atendido y, apenas lo es, se da
bertad, luego, de sentirlo como tal para su propia vida, experi­
cuenta de que el objeto que lo puede satisfacer es inasible. En
mentando en sí mismos su atracción. Desear quiere decir, antes
un sentido, entonces, señala el límite existencial de la criatura·' en
que nada, saber, en el sentido latino de «sapere», o sea, experi­
otro sentido, indica su vocación trascendental.
mentar el sabor; es la reacción intra-psíquica al «veritatis
splendor» (esplendor de la verdad). El deseo, por un lado, no
4. Proceso de desarrollo
es sensación o seducción subjetiva e incontrolada, sino capaci­
dad de descubrir algo como rico de sentido; por otro lado, tam­ Generalmente el deseo sigue esta línea de desarrollo. En la
poco es únicamente contemplación extática o gusto estético, sino base, como condición, tal como dijimos, tiene la experiencia
descubrimiento de su propia identidad en aquel conjunto sig­ del límite o de lo que hace sentir cierta insatisfacción; nace como
nificativo. La atracción nace de la síntesis entre verdad objeti­ deseo en la medida en que la persona, al menos, vislumbra un
va y libertad subjetiva; y es tanto más fuerte cuanto más intensa objetivo, un objeto, un modo de ser, un don, una palabra... algo
es la conexión. Por esta razón se puede perfectamente decir que en condiciones de atender su problema o de responder a su
la capacidad de desear y la calidad de los deseos son índice de propia limitación: por ende, algo verdadero en sí mismo, no
la libertad interior del individuo. sólo, sino también para la propia vida de uno; madura y se
refuerza en la tensión hacia ese objetivo; no se detiene antes
3. Componentes fenomenológicos de alcanzarlo, contentándose con algo inferior; no cede a la ten­
tación de reducir la expectativas, y resiste a la frustración de no
El deseo tiene algo así como dos vertientes: la satisfacción y
poseer inmediatamente el objeto deseado.
la no satisfacción. Ambas son indispensables y, más allá de la
apariencia, pueden coexistir juntas. El deseo se cumple, de por sí, no cuando el objeto es poseí-
do, sino cuando aquel que desea decide tender hacia el objeto Finalmente, en la tensión del deseo ya hay satisfacción, como
concentrando la energía en la tensión 12 • Ésta es la señal creí­ hemos recordado antes, pero una satisfacción que se abre hacia
ble y eficaz de que la atracción es real y toca e invade todo el una nueva búsqueda y, por ende, hacia una nueva tensión y una
psiquismo, corazón-mente-voluntad. Hay, pues, una relación nueva libertad. El deseo es satisfecho cuando la tensión de bús­
estrechísima entre el deseo y la decisión, una especie de vínculo queda hace entrar a aquel que desea en un espacio nuevo, algo
constituido por la sensación de la atracción: el deseo auténtico así como uri mundo nuevo, cuyos confines se pierden en el hori­
lleva a la decisión, es intensidad y exuberancia interiores que zonte, donde no sólo experimenta el gusto de la conquista del
mueven y «con-mueven», impulsando a actuar consecuentemente. objeto ansiado, sino que también descubre cómo éste remite a
otro objeto, cada vez más elevado, cada vez más verdadero­
El deseo que no lleva a la decisión es veleidad estéril y ficción
hermoso-bueno, y consecuentemente a nuevos gustos y sabo­
engañosa; la decisión sin deseo es voluntarismo que no conven­
res; un mundo nuevo donde se abren de par en par, delante de
ce y que no puede durar mucho tiempo. La decisión, desde este
sus ojos, horizontes insospechados y se le proponen recorridos
punto de vista, es «un modelo de acción y de vida que ha sido inexplorados; y donde, entonces, nacen también nuevos deseos
suscitado por el deseo y afirmado por la voluntad» 13 • Sólo el y una nueva inquietud de búsqueda, la nostalgia de un secreto
deseo, en todo caso, puede poner en movimiento el dinamismo confiado a cada ser y de un misterio cada vez más grande y, sin
psíquico entero. embargo, cada vez más cercano, dentro del cual se esconde la
O, en palabras del psicólogo Rollo May: «... sin deseo la vo­ vocación de uno.
luntad pierde su savia vital y tiende a extinguirse en la autocontra­
dicción. Si ustedes tienen sólo voluntad sin deseo, tienen al es­ 5- Condiciones
téril y neopuritano hombre victoriano. Si tienen sólo deseo sin
La condición de partida para desear es la capacidad de cap­
voluntad, tienen a la persona forzada, aprisionada, infantil, que,
tar las cosas y darles sentido, o de descubrir su aun í11fima
cual adulto que se ha quedado niño, puede volverse hombre
verdad, tal como ya hemos mencionado. Pero existe otra con­
robot» 14 •
dición, siempre fundamental, durante el recorrido del deseo: es
12 Es el sentido del siguiente cuento de los místicos sufíes: «Cuando el pájaro se la capacidad de renuncia, de renuncia a lo que de alguna ma­
pone sobre un muro y ve allí las semillas colocadas como cebo en la trampa, el nera terminaría por detener precisamente el recorrido mismo,
deseo lo impulsa hacia esas semillas. Las mira, luego mira hacia los vastos
altip lanos. El pájaro que resiste a esa tentación levanta el vuelo hacia los altiplanos,
bloqueándolo en un nivel inferior con respecto al objetivo del
lleno de felicidad» (Racconli suji. Como, 1995). deseo inicial. Es por eso que muchos parten con deseos y aspi­
u Manenti, A. Ob. cit., p. 71. raciones de un cierto nivel, pero luego no soportan la inevitable
" May, R. L'amore e la volonta. Roma, 1971, p. 213. renuncia a los bienes inferiores, o aquel determinado período
18 19
necesario de «abstinencia y ayuno», o de soledad y desierto, del por recibir: entonces tú ensanchas aquel bolsillo, costal u odre u
todo naturales, antes de que el deseo alcance su meta Y prefieren otro recipiente parecido; tú sabes cuán grande es lo que debes
volver a las cebollas de Egipto... guardar allí; estirándolo, aumentas su capacidad. De la misma
Otra condición, estrechamente relacionada con ésta, es la manera Dios, haciéndonos esperar, ensancha el deseo; hacien­
paciencia y constancia en esperar el cumplimiento del deseo. do desear, engrandece el alma; y, engrandeciendo el alma la
Estas dos actitudes virtuosas son importantes no sólo en sí mis­ vuelve capaz de recibir. Deseemos, entonces, hermanos mí�s
mas, sino también porque vuelven útil y precioso el tiempo de porque debemos ser colmados»16.
espera e intervalo durante el cual está en suspenso la gratifica­ � también: «Dios va acumularido lo que no quiere darte en
ción del deseo, como tiempo de purificación y crecimiento del segmda, para que aprendas a desear grandemente las cosas gran­
deseo mismo. En efecto, en este tiempo el sujeto es constreñido des»17.
de alguna manera a preguntarse qué hay realmente en el centro
de su coraz.ón, qué quiere verdaderamente realiz.ar; y, asimismo, 6. Perspectiva temporal
el tiempo de la espera es un tiempo que intensifica el deseo. Es
Desear significa abrir su propia vida a algo nuevo que aún no
interesante lo que dice San Gregorio Magno comentando el pa­
se con �ce _ del t odo,
_ pero que, de todos modos, es percibido
saje evangélico acerca de la visita de la Magdalena al sepulcro:
«Buscó, entonces, una primera vez, sin encontrar; perseveró bus­
c?mo s1gruficat:1vo; quiere decir proyectarse hacia el.futuro, ha­
cia algo que aún no se posee, pero en el que uno se reconoce.
cando, y le fue dado hallar. Sucedió así que sus deseos,
prolongándose en el tiempo, crecieron, y creciendo alcanzaron �s un decidir que el futuro se perfile de un modo u otro, según un
ideal u otro.
el objeto de sus búsquedas. Los santos deseos crecen al dilatar­
se el tiempo de la espera. Si, por el contrario, en el tiempo de �esear es de alguna manera anticipar el futuro y buscar los
espera se debilitan, es se.ñal de que no eran verdaderos deseos»15. med10s para hacerlo presente. Precisamente por eso el deseo
vuelve creativa a la persona, activa la voluntad, despi
Aún más explícito al respecto es San Agustín: «Indudable­ erta las
e?ergías, da la fuerza para enfrentar y superar las
mente lo que tú deseas no lo ves aún, pero el deseo te hace inevitables
dificultades de este recorrido, infunde valor para soste
capaz de ser contentado, cuando llegue lo que debes ver. Su­ ner la es­
pera del cumplimiento del deseo sin pretender inmediatamente
pongamos que tú quieras llenar algún recipiente en forma de lo que se desea. Y se vuelve sobre todo, en nuest
bolsillo y que tú conozcas la sobreabundancia de lo que estás ro contexto, un
,. san Agustín.
"Grcgorio Magno. Omelie sui Vangeli. Homilía 25, 1-2. 4-5; PL LXXVI, 1189- /11 Episto/0111 Joannis ad Parthos. PL XXXV IV 6
. , .
1193. " ldem. Sermo 61, PL
XXXVIU, V, 411.
elemento indispensable para mantener alta la tensión de la bús­ que está por encima de sus fuerzas; no teme sus propios deseos;
queda y la realización de la vocación personal. por el contrario, tiene el sentido del riesgo y la valentía de esco­
ger también aquello que lo supera.
7. Fuerzas psíquicas implicadas El deseo, precisamente por no tener límites, es siempre un
Tal como ya dijimos, únicamente el deseo puede activar el poco loco también ...
entero aparato psíquico. No es la voluntad, sino el deseo el que
sugiere la acción. Una persona puede también querer 8. Deseo y vida sobrenatural
forzadamente una cosa o un ideal, pero, si no hay el deseo de
Por todo lo que hemos venido diciendo, el deseo tiene un
esa cosa o ese ideal, su capacidad de perseverar se tambalea,
papel importante en el equilibrio psíquico y espiritual de la per­
porque lo que no atrae no puede volverse meta estable de una
sona La valía y la calidad de un individuo, tanto en el bien como
vida 18•
en el mal, no dependen de lo que él es visiblemente y de hecho,
«El deseo aporta calor, contenido, imaginación,juego infan­ sino de lo que él desea ser.
til, frescura y riqueza a la voluntad. La voluntad da la autodirección
Cada uno de nosotros, en el bien y en el mal, es medido por
y la madurez del deseo, y lo tutela, permitiéndole seguir sin co­
la calidad de su propio deseo. En otras palabras, «un comporta­
rrer excesivos riesgos. Pero, sin deseo la voluntad pierde su sa­
miento es válido en la medida en que es fruto del deseo de la
via vital, su vitalidad...»19•
bondad. Más que ser buenos, es importante tener el vivo deseo
El ser que desea es inteligente y curioso; intuye y busca el de ser buenos»20. De la misma manera que, más que compor­
sentido «revelador de la verdad» de las cosas; examina y dis­ tarse con mansedumbre, es típicamente cristiano el desear ser
cierne cada cosa, casi exprimiendo su sentido y potencialidad; mansos, porque se ha empezado a experimentar que es hermo­
admira y contempla la realidad; no se detiene frente a las dificul­ so serlo, que nos hace bienaventurados...
tades, ni se conforma con objetivos de poca monta o, en todo
Por eso, según Santo Tomás: «Dios considera el deseo como
caso, inferiores a su capacidad de apuntar a mayores; al mismo
un hecho cumplido»21 • O, como afirma San Francisco de Sales:
tiempo, sabe gozar por cada vibración de verdad-belleza-bon­
«No podemos saber si amamos al Señor sobre todas las co­
dad que descubre alrededor de sí.
sas... , pero podemos saber si deseamos amarlo así. No apenas
No cesa de desear, cuando el deseo le hace pregustar algo hemos formulado el deseo de amar, inmediatamente empeza-
" Cfr. Mancnti. A. Ob. cit., p. 60. "' Mancnti, A. Ob. cit., p. 200.
1Y May, R. Ob. c11., p. 213. 21 Tomás
de Aquino. Summa Theo/ogiae. 111, 68, 2 ad i/111111.

22 23
mos a tener un poco de amor: y, a medida que este deseo va calidad y del desear comofacultad. En términos más simples
creciendo, va aumentando también el amor. Quien ardientemente y particularmente en referencia a la generación juverúl, se tiene la
desea amar, muy pronto amará ardientísimamente» 22• sensación de que los jóvenes de hoy desean poco y todos de
la misma manera: parecen contentarse con esos tres o cuatro
O, como también dice San Agustín acerca de la oración y el
deseos, siempre los mismos, sin mucha fantasía ni originalidad, y
deseo de orar: «Tu deseo es tu oración; si continuo es tu deseo,
al interior de perspectivas de corto alcance, de necesidades
continua es tu oración ... El deseo es la oración interior que no
inmediatas, de gustos elementales, de ambiciones primitivas. En
conoce interrupciones»23 •
general, desean en grupo, el uno copiando del otro y, a veces, el
Esto por lo que atañe a la modalidad dinámica del desear. uno en competencia con el otro (para tener y exhibir la moto
Desde el punto de vista de los contenidos, los deseos del cre­ más veloz, la chica más atractiva, la situación económica más
yente son y deberían ser cada vez más los mismos deseos de ventajosa...) en función de modelos que se imponen cada vez
Dios, es decir, lo que el Creador desea para la criatura o incluso más a los gustos de la manada25 y, a veces, parecen incluso
su misma manera divina de desear. Sólo Dios, por un lado, pue­ dictar un sabor común.
de indicar al hombre lo que es digno de ser deseado. Por otro
Acerca del contenido, parece que en general los deseos ju­
lado, el deseo de Dios está escondido en cada conciencia.
venil es responden sobre todo a las necesidades de
Por eso, se puede muy bien decir que «el deseo y la capaci­ autoconservación y homeostasis o, en el mejor de los casos, de
dad de desear son el órgano o el lugar por excelencia de la afirmación de sí frente a los demás (y siempre según los criterios
experiencia humana de Dios»24 • fijados por la manada), y mucho menos a tendencias más
específicamente espirituales o a exigencias de autotrascendencia.
Un fenómeno inquietante: la caída del deseo
Las consecuencias de este fenómeno a nivel vocacional son
Es la constatación de muchos observadores, sobre todo en evidentes. La vocación, en el fondo, es un deseo, pero con ca­
el ámbito de la cultura juvenil o de la cultura en general. Hoy racterísticas exactamente opuestas a la tendencia del actual de­
esat mos asistiendo al fenómeno de la caída del deseo como sear juvenil: en primer lugar, no representa por cierto un ideal

22 San francisco de Sales. Teótimo. xn, 2. 2.1 Dígase esto de manera no ofensiva para seftalar el fenómeno hoy cada vez más
21 San Agustín. Enarrationes in Psalmos. Salmo 37, 14. PL XXXLVI. Cfr. también evidente de cierto «neo-borrcguismo», por el cual parecen haber cambiado,
respecto de antaño, los puntos de referencia, pero quedando sin variar o volviendo
ldem, Sermones. Sermón LXXX, 7. PL XXXVIll. a emerger la tendencia a agruparse y a depender conjuntamente no tanto de un
2' Cencini, A. Vida Consagrada. Itinerario formativo por el cami no de Emaús. llder, cuanto el uno del otro y todo juntos de la entidad social (gratificados por
San Pablo, Madrid 1996, p. 223. lo que Fromm llama «el calorcito del establo»).
colectivo, ni en sí misma, ni en los requisitos que presupone; Sucede así que, cuanto más una persona es regulannente gra­
además, se sitúa en una dimensión netamente trascendente, y tificada y contentada en sus requerimientos, tanto menos apren­
supone familiaridad con lo espiritual, valentía en el tender hacia de a sufrir la falta de algo, así como aquella renuncia que se halla
lo alto, e incluso una pizca de locura en decidirse por algo que implícita en todo camino de realización de los deseos y que lue­
está más allá de las fuerzas de uno y de cierta lógica «garantista>>. go abre al gozo de la conquista; es decir que no aprende nunca
Todos aspectos que parecen ausentes en el identikit del joven y a desear de manera intensa lo que es digno de ser deseado. En
del «no joven» de hoy. efecto, ya Ovidio decía: «No se desea lo que es fácil de obte­
Entre l as muchas causas de este fenómeno, señalamos algu­ nern.
nas, indicando por cada una de ellas también la consecuencia Hoy, según diría el experto en psicología evolutiva L.
deformante acerca de la capacidad de desear. Castellazzi, podemos paradójicamente decir que «al niño y al
adolescente no se le reconoce el derecho al sufrimiento. Me
1. Vacío educativo y vacío existencial refiero naturalmente a un sufrimiento sano, que ayuda a cre­
Nos referimos sobre todo a cierta tendencia de estos últimos cer...» , aquel sufrimiento sano que deriva de la capacidad pro­
26

decenios en fuerza de la cual, también por las cambiadas condi­ gresiva de oponerse a la lógica o al chantaje del placer obligado.
ciones socioeconómicas, se ha iIDstaurado en las familias un cli­ A confirmación de tal hipótesis, el escritor Carlo Castellaneta,
ma más bien pe1misivo y condescendiente con relación a los hablando desde el punto de vista de los padres (casi una
hijos (cada vez menos numerosos y cada vez más en el centro autoacusación), explica así este equívoco educativo: «La feroz
de la atención), un clima de cumplimiento casi inmediato de los competitividad a la que la vida de hoy expone a nuestros mu­
deseos, sin ya intervalo alguno entre su manifestación y su grati­ chachos nos induce a protegerlos, a anticipamos a sus deseos, a
ficación. ahorrarles posibles decepciones antes de que la edad adulta se
encargue de hacérselas experimentar, sin preocuparnos dema­
Ha habido quien ha dicho que estos hijos de hoy tienen más
siado por forjar su carácter, para que tengan esa «personalidad»
cosas que deseos, y sin embargo parece que no saben gozar de
fuerte y valiente cuya ausencia a menudo les reprochamos. Aho­
ell as, también debido a unos padres que, a su vez, representan
ra yo digo: ¿es culpa nuestra si nuestros hijos tienen muchas más
«la última generación de hijos que han obedecido a sus padres,
cosas que deseos? Tal vez sí, desde el momento que, como
y la primera generación de padres que obedecen a sus hijos»,
padres de familia, les hemos quitado la gran experiencia de La
satisfaciendo sus requerimientos, pero sin activar en ellos cami­
no alguno de búsqueda o de conquista, sin abrirles nuevos espa­ 26 Castcllazzi, L. La crisi ad olescenziale. Problemi di diagnosi diflerenziale ira
cios significativos. crisi evoluliva e psicosi. En: «Orientamenti pedagogici», 37 ( l 990) p. 242.
,.\-11 "I�
26 ,ty�;� 27
(alta, y luego de la conquista, el placer de saborear una pose­ 2. Cultura de la prevención y sociedad del miedo
sión largamente suspirada ... Porque los deseos... es bonito El deseo -según dijimos- se nutre de belleza o, mejor dicho,
empollarlos, cortejarlos, acariciarlos largamente con lafantasía»27. de aquella belleza que está estrechamente ligada a la verdad de
Quien trabaja en la formación conoce muy bien la conse­ las cosas y es su esplendor, que por lo general se manifiesta en
cuencia de todo esto, aquel extraño fenómeno de la mortifica­ bondad de vida, de gestos y de corazón. Pero precisamente
ción de los deseos y de la libertad de los jóvenes, que también éste es hoy un discurso incierto y precario: en tiempos de pensa­
Aristóteles definía naturalmente «proclives a los deseos»28• He miento débil, es exactamente la conexión entre verdad, belleza y
aquí la razón por la cual el joven de hoy desea poco, en un solo bondad lo que aparece inestable y ya no tan evidente. De esta
sentido y de manera repetitiva. Es como si se hubiese alojado en manera, la belleza es privada de sus raíces naturales y es hecha
la planta baja, autocondicionándose a pensar-desear-obrar en incapaz de alcanzar su fin: el de expresar la fascinación de la
pequeño y a corto plazo. «La edad del deseo» 29 corre el riesgo verdad, hacerla bella y atractiva, deseable, punto de referencia
de volverse la edad del vacío existencial o de la pobreza de los de las opciones y decisiones personales.
deseos. Una existencia carente de deseos es una vida vacía... Puede parecer una interpretación abstracta y poco adherida
No quisiéramos reducir el problema a un discurso moralista, a la realidad y a la praxis juvenil, pero están a la vista de todos el
pero está claro que allí donde no se respeta el «derecho al sufri­ decaimiento del gusto estético, que se ha vuelto ambiguo, y la
miento» o no se consiente «la gran experiencia de la falta y luego debilidad del criterio estético, que ya no es capaz de ofrecer
de la conquista», tampoco se consiente la formación de aquellas motivaciones a la decisión de un individuo. Hoy el joven escoge
ilisposiciones estructurales internas que hemos mencionado an­ o es provocado (casi constreñido por la cultura dominante) a
tes30 , que permitan desear y desear mucho, y escoger así un escoger sobre la base de la funcionalidad de la cosa escogida y
proyecto de vida coherente e intensamente «deseado». de su utilidad, en vista de su interés personal, a través de cálcu­
los que miden y pretenden medirlo todo y en los cuales ya no es
concebible que algo salga de uno sin que regrese con los corres­
pondientes intereses, o donde se vuelve incluso ridícula y risible
27 Castellaneta, C. /o sognavo una banana, loro vogliono / 'e/icottero. En: «Oggi», la decisión por una opción ideal, hecha simplemente porque ...
15 de diciembre de 1990, p. 60. es hennoso pensarse así, es hennoso, por ejemplo, darse a Dios,
2' Aristóteles. Retorica. En: «Opere», IV, Bari, 1973, p. 421.
ser totalmente suyos, cantarlo, celebrarlo, anunciarlo, amarlo,
" Es el título que el ya citado Castellancta le da a su ensayo sobre la adolescen cia servirlo en los hermanos...
(L 'eta del desiderio. Milán, 1990).
311 Véase p. 18. Entonces el deseo es pobre y débil, él también, igual que el
pensamiento; parece como si no hubiese tiempo ni espacio para reactivo, el desear es creativo, <<proactivo»; el primero nace del
desear, como si fuese una actividad inútil o un lujo, el lujo de una miedo, el segundo nace de la atracción; quien prevé actúa cau­
libertad hoy cada vez más rara y sustituida por el miedo. Hay teloso; quien desea se deja conquistar; el prevenir tiene que ver
tanto miedo en la sociedad de hoy, y muy visible en el ánimo con lo que es feo y repugnante, mientras que el desear tiene que
juvenil, aun cuando asume actitudes aparentemente bravuconas ver con lo que es bello y fascinante, etc.
o que ostentan seguridad. Miedo de un mundo que percibe como Luego, respecto de nuestros adolescentes de hoy, ellos son
hostil, que no lo acoge y no le da espacio; miedo del futuro, que bombardeados por una miríada de informaciones preventivas
vislumbra incierto y que no puede pensar y escoger según cier­ que son muy precisas en sugerir qué cosas no hacer, pero no
tos ideales; miedo de lo que ve alrededor de sí, de la fealdad y dan ningún contenido positivo al obrar cotidiano. Entonces el
chabacanería que lo rodea; miedo de la sociedad misma, de la miedo de la sociedad genera un replegarse sobre sí mismos,
violencia que hay en las relaciones, de la injusticia, de la delin­ sobre lo familiar, lo conocido, lo acostumbrado, aunque carente
cuencia, de la superchería, de las diversas infecciones o epide­ de vitalidad, evitando tantas experiencias, mortificando inevita­
mias (cada cierto tiempo aparece una...). blemente también la capacidad y la libertad de desear3 1 •
No es fácil ni obvio tener el valor de desear en semejante Es un poco un círculo vicioso: allí donde no hay belleza y
contexto; parece casi prohibido, como si uno que tiene los pies verdad, también el individuo, inevitablemente, pierde poco a poco
bien plantados en la tierra no debiera abandonarse a las ilusio­ su natural libertad de dejarse atraer por la hermosura de las co­
nes. Se tiende más bien a defenderse de esta realidad enemiga: sas y de los ideales, y por la esperanza de construirla en su pro­
no acaso laprevención es hoy asumida como modelo de todas pia historia personal, aunque en pequeña y limitada medida. Ésta
las relaciones sociales; es el nuevo mito, la nueva palabra de orden. es la señal de que el cáncer sutil de la fealdad, del desaliento y
del miedo está penetrando en el corazón del hombre. Un cáncer
En los últimos tiempos hemos asistido a un proliferar de pre­
que mata también el deseo...
venciones (desde la prevención de la caries hasta aquella de la
droga, desde la prevención de los riesgos sexuales hasta aquella
3. De la ingratitud al hastío
de los riesgos vinculados con diferentes tipos de enfermeda­
des), pero -parece lícito preguntarse- ¿basta prevenir, para ir al Otra causa determinante la caída del desear podemos identi­
encuentro de la vida? ¿Basta dar informaciones, para prevenir, ficarla en una situación que hoy es cada vez más frecuente. La
como si fuera cierto que «si lo sabes, lo evitas»? En cierto senti­ sociedad actual es una sociedad del bienestar, totalmente cons­
do, il prevenir indica un movimiento interior exactamente con­ truida alrededor de la centralidad de cada individuo y de sus
trario a aquel que está implícito en el desear: el prevenir es 11 Bramucci, A. Giov ani ne/la socieli1 della paura. En: «Rocca», 6 (1998), p. 45-46.
necesidades. Tal sociedad ha creado un clima cultural en donde ¡ Resarcir, indemnizar por haberla hecho existir! Una especie
todo parece debido y todo debe ser perfecto. De esta manera, de nuevo pecado sin posible absolución, que alimenta en tantos
si por un lado rige el principio de la gratificación inmediata y padres de familia aquella coacción a seguir proveyendo acrítica
total, por el otro, todo esto se está volviendo cada vez más un e indiscriminadamente, y a veces incluso solícita e ilimitadamen­
derecho del individuo, y esto ya no permite reconocer con gra­ te, todo capricho o antojo juvenil.
titud el bien recibido.
Si no hay gratitud, -aquí viene otra variante- la vida no se
Consecuentemente, llega a faltar otro componente :fundamen­ abre a la esperanza y se cierra en un presente que se repite, casi
tal equilibrio psíquico humano: la gratitud; la conciencia de
del una clonación infinita de tantos pequeños instantes todos iguales
que lo que he recibido no era ni es un derecho que yo tengo; la a sí mismos, instantes que huyen hacia el vació. Es el aburri­
conciencia de la desproporción entre el eventual mérito mío per­ miento, el tedio que vemos reflejado en tantos rostros jóvenes,
sonal y lo que efectivamente me ha sido dado; la libertad de en una generación que ha pasado demasiado rápido de la fiebre
emocionarse frente a la bondad de la vida y de tantas personas del sábado por la noche al hastío del domingo por la tarde, inca­
que han sido buenas conmigo... Todo esto es indispensable para paz incluso de divertirse, de gozar, de inventar algo bonito y
mirar con confianza hacia el futuro; porque es únicamente una entretenido ... ; o que, por reacción o por desesperación, para
memoria grata y agradecida (la memoria es el órgano del pasa­ no confrontarse con el vacío interior de ideas y perspectivas, va
do) que da una mirada optimista y esperanzada respecto del buscando emociones fuertes, emociones intensas... y, precisa­
porvenir, una mirada interior capaz de desear (el deseo es el mente para sentirse viva, termina por jugar con la muerte, propia
órgano del futuro), de hacer proyectos, de confiar en la reali­ y ajena. Algo querrá decir, en este sentido, el hecho de que, tan
dad, de madurar la certeza de poder realizar algo bueno, en la menudo en estos jóvenes, una orgía de vida se transforme en
correspondiente certeza de que la vida seguirá siendo buena... loca transgresión y termine en muerte sin sentido. Lo dice el
Si no hay gratitud, hay a veces la obstinada pretensión de IS TAT que, en las edades debajo de los 21 años, en Italia, el
seguir teniéndolo todo de los padres, «culpables» precisamente suicidio es la segunda causa de muerte, después de los acciden­
de esto (de haber dado la vida), que debería suscitar sentimien­ tes automovilísticos.
tos de gratitud en quién la recibió, y que por el contrario es Es un joven, el de hoy, que «podría ..., pero no le da la gana»,
considerado como una culpa. Tal es el caso de aquella minúscu­ decepcionado o herido por el bienestar, y un poco deprimido y
la joven, an�réxica y aparentemente dulcísima, que seguía pre­ enfadado32, o saciado e insatisfecho, como puntualmente seña-
tendiendo todo de sus padres y, melancólicamente cínica, expli­
caba: «¡Sólo (se trata de) resarcimiento por los daños, papá!». n Cfr. Manenli. A. Ob. cit., p. l 11-118.
lan los diferentes análisis sociológicos33• Es sutilmente frágil: basta «Resulta dificil, en tal contexto, tener una concepción o vi­
una bofetada del papá, una mala nota en la escuela, el «no» de la sión del mundo unitaria, y por ende se vuele débil también la
joven amada, y el futuro es borrado. Y con él todo posible capacidad «proyectual» de la vida, no obstante las múltiples
deseo. oportunidades ofrecidas por esta sociedad. En efecto, cuando
una cultura ya no define algunas supremas posibilidades de sig­
4. El gran «pantheon» y el uniformismo general nificado, o no logra crear convergencia alrededor de algunos
valores como particularmente capaces de darle sentido a la vida
Finahnente, hay otro factor muy influyente, señalado por el
sino que pone todo en el mismo nivel, allí cae también toda po­
documento final del Congreso europeo sobre las vocaciones al
sibilidad de opción <<proyectual», y todo se vuelve indiferente y
sacerdocio y a la vida consagrada (Nuevas vocaciones para
monocorde»34 •
una nueva Europa).
Decir que todo es colocado y propuesto en el mismo nivel
En la parte inicial, donde describe la situación cultural de la
significa que llegan a faltar las premisas para tener y alimentar
nueva Europa, se exprime en estos términos: «Otro aspecto ca­
deseos; también porque, en este contexto del bienestar, todo se
racteriza la actualidad sociocultural europea: las excedentes po­
da y todo es hecho posible (más aún,hay un excedente de posi­
sibilidades, ocasiones y solicitaciones, frente a la carencia de
bilidades). La consecuencia a nivel vocacional -sigue afirmando
focaliza.ción, de «propositividad>> y de «proyectualidad>>. Es algo
el documento- es que «en la Europa culturalmente compleja Y
así como un nuevo contraste que aumenta el grado de compleji­
carente de precisos puntos de referencia, semejante a un gran
dad de este período histórico, con una recaída obviamente ne­
'pantheon ', el modelo antropológico prevaleciente parece ser
g,ativa en el plano vocacional.
el del 'hombre sin vocación'»35 • Es decir que, donde no nacen
«Al igual que Roma antigua, también la Europa moderna pa­ deseos y capacidad de desear, allí es muy dificil que nazcan op­
rece semejante a un 'pantheon ',a un gran 'templo' donde to­ ciones y disponibilidades vocacionales.
das las «divinidades' están presentes,es decir, donde todo 'va­
Además' otra consecuencia de este clima de confusión gene-
lor' tiene su lugar y su nicho. 'Valores' diferentes y contrastantes ral es el estado de ignorancia en la que viven los Jóvenes
están presentes de manera simultánea y coexisten, sin una preci­ acerca de ellos mismos, de quiénes son y de lo que quieren.
sa jerarquización, al igual que códigos de lectura y valoració n de
signo y comportamiento totalmente disúniles entre ellos. " Pontificia Opera per le Vocazioni Ecclesiastiche. Nuove _voc_azioni per i_ ma
nuova Europa. Documento finale del Congresso su lle Vocaz1om al SaccrdOLIO e
3' Cfr. en particular los iofonnes anuales CENSlS, especialmente de estos úlúmos alla V ita Consacrata (Roma, 5-1 O maggio 1 997), 11-a.
años. " Allí mismo, 11-c.
34 35
Hasta hace algunas décadas circulaban, entre los más reflexi­ que dure más de un día, ningún interés que supere el tiempo de
vos, estos versos deMontale (aquí traducidos lo más fielmente una emoción. «Generación desperdiciada», -se aventura a de­
posible): «No nos preguntes la fónnula que pueda abrirte mun­ cir alguien más-, «generación de los marginales», de los «sacrifi­
dos: Sí, alguna torcida silaba y reseca como un ramo. Esto sólo cados>>, de los «no partícipes»36, según las diversas etiquetas
podemos hoy decirte: lo que no somos, lo que no queremos». que la investigación de turno, a intervalos regulares. se permite
endilgarles.
En aquella época de certezas contrapuestas, aquellos
«montalianos» eran vistos con suspicacia, como profesionistas Por otro lado, hay que decir también que ya no se está hoy
de la incertidumbre. acusados de ser culpables cultores y detrás de los jóvenes por parte de las diferentes agencias: ¡esto
difusores de la duda. Había unos jóvenes «empeñadoS)> en criti­ ya acabó! También porque «los jóvenes ya no abren nuevos
carlos, -aunque desde posiciones diferentes-, ligados como es­ caminos, sino que prefieren mirar hacia atrás, volviendo a reco­
taban a agencias diversas, pero en todo caso seguras en su afir­ rridos seguros, a caminos incluso demasiado trillados o a circui­
mación de la verdad y más que nunca interesadas y decididas a tos que siempre regresan al mismo punto de partida (es decir, ¡ a
estar detrás de los jóvenes, de sus gustos y de sus intuiciones mamá y pápá ! )»37 .
para atraerlos asu lado (así actuaba también la «agencia»-Igle­ ¿Qué hay, entonces, del deseo como creatividad, sentido del
sia). riesgo, valor para soñar lo imposible, fantasía y novedad ... ?
Hoy, cuando ya no vivimos tiempos de certezas, en cierta No quisiera que, frente a este cuadro. desesperáramos tam­
medida también nuestros jóvenes ya no se reconocen en los ver­ bién nosotros los educadores y formadores. Muchos jóvenes
sos de Montale: no saben siquiera «lo que no son» o «lo que no no son así, y conservan intacta su gana de vivir y esperar y de­
quieren». Los creemos vacunados contra el racismo. Los supo­ sear en grande. ¡ Menos mal! Pero, de todas maneras, es impor­
nemos contrarios a la guerra. Pensamos encontrar en ellos una tante tener en cuenta estas observaciones, porque ésta es la cul­
condena a priori de toda atrocidad pasada: colonialismo, ma­ tura en la que vivimos y que todos respiramos, incluyendo a
chismo, campos de concentración, gulags, etc. Pero no es así. aquel que ha sido ayudado a no ceder al vacío existencial y al
Sus «no» son tan inciertos como sus eventuales « sí». No saben desbande, ni al miedo y al hastío, o que ha visto reconocido su
lo que quieren ni lo que no quieren. Quizás es éste el vacío del
que habla algún magistrado de vez en cuando, al chocar con 36 Cfr. Presbyteri, 9/ 1997.
absurdos gestos de menores aún adolescentes. " Bramucci, A. Art. cit., p. 44. Da precisamente esta indicación la reciente
«investigación acerca de la condición de lo mfancia y la adolescencia»
«Planeta de las cabezas huecas», ha sentenciado alguien, cla­ promovida por el Depanamento de Asuntos Sociales. de la Presidencia del Consejo
sificando a los jóvenes de los 14 a los 24 años. Ningún proyecto de Ministros (cfr. a/11 mismo).

36 37
derecho al sufrimiento y ha aprendido a desear. Es con esta cul­ Educación de los deseos
tura y con estas y otras desviaciones del auténtico desear, seme­
jantes a «tentaciones» o pruebas, que deben confrontarse nues­
tra fe y nuestra educación a la decisión vocacional, con la segu­ Veamos ahora, puestas estas premisas, cómo educar los de­
ridad de que la primavera se esconde en este invierno. seos: en qué dirección y según cuál recorrido pedagógico.

Justamente desde el interior del ánimo juvenil puede fructifi­


«E-dúcere» los deseos
car la semilla de la reanudación y el repunte, porque dentro de
su negativismo se halla también -como siempre, en toda genera­ Digamos en seguida que entendemos el término «educación»
ción- la semilla de una nueva esperanza, la posibilidad de ser según el significado etimológico, como tentativa de «e-dúcere»,
palabra nueva y diferente en un mundo (o en un teatrín) de solas «sacar afuera», a nivel de conciencia, los verdaderos deseos de
réplicas; en el ánimo de nuestros jóvenes hay todavía una gana una persona. Resulta claro que esto se vuelve el prime_ r objetivo
irresistible de quebrar lazos y sobrepasar normas, pero también de cualquier camino _pedagógico.
de descubrir qué hay detrás de la valla, de no conformarse con
No siempre es una operación tan simple, ni puede ser pensa­
fáciles certezas y manidas realiz.aciones; hay un deseo indestruc­
da como obvia. Muchas veces, en efecto, el joven no está cons­
tible de verdad y libertad que ninguna cultura o sociedad podrá
ciente de lo que realmente desea; cree desear algo, o lo quiere,
borrar.
sí, pero sólo a nivel intelectual o voluntarista, porque en realidad
su corazón está habitado por otro deseo. No basta, entonces,
expresar lo que se siente dentro, contentándose con ser since­
ros.
La sinceridad, en este campo, es inmediata y muy subjetiva:
se limita a registrar lo que uno advierte a nivel consciente, o a
subrayar el objetivo inmediato de los anhelos personales.
La verdad del deseo es otra cosa: es aquel particul ar deseo
que realmente atrae corazón-mente-voluntad y que a veces no
es evidente de manera inmediata, sino que funciona como moti­
vación oculta e incluso inconsciente que impulsa a actuar en un
sentido bien definido. Uno, por ejemplo, puede escoger cierta
profesión porque -según dice- le permite vivir cierto ideal. Y es un regreso a casa, a sus propias raíces, a aquel santuario que
sincero mientras afirma esto, pues dice lo que siente. Pero po­ existe en nuestro corazón, donde Dios está presente con su Es­
dría no ser toda la verdad; o, a la raíz de esta decisión, podría píritu que suscita en nosotros el ser y el obrar, el desear y el
haber el deseo de afirmarse frente a Jos demás, o de brindar un querer. En todo caso, es indispensable que el guía haya hecho
servicio al prójimo sobre todo para eclipsar su proprio egoísmo esta experiencia; que sepa lo que realmente quiere, lo que ver­
frente a sí mismo. daderamente tiene a pecho; pero que también conozca cómo
discernir los deseos aparentes de los reales.
O, en clave negativa., uno puede negar cualquier interés para
una vocación de consagración, y no darse cuenta de que su ne­ Nadie puede presumir de acompañar a otros allá donde é� �a
gativa está determinada sobre todo por el miedo. no ha estado. De otra manera sería muy peligroso y, como nuru­
mo , no llevaría a nada positivo.
Muchas veces hay deseos auténticos en lo más profundo del
corazón, pero ni el joven sabe identificarlos ni educador alguno Excavar los deseos del joven
sabe «sacarlos a la luz»... Por consiguiente, nunca sale a flote la
Veamos ahora algunas indicaciones pedagógicas acerca de
verdad de la persona. Sin embargo, ¿no debería ser ésta preci­
cómo «e-dúcere» los deseos del joven en situación de búsque­
samente la tarea del educador?
da. Proponemos un movimiento fundamental: excavar el de­
seo38, para llegar al descubrimiento de su verdad.
El guía y sus propios deseos personales
Excavar es identificar la historia, de alguna manera, de un
La norma preliminar o la condición básica para cumplir efi­ deseo: es descubrir su origen, remontando los años a lo largo de
cazmente este servicio es que el guía se conozca a sí mismo y la experiencia de vida del sujeto. Es responder a la pre� unta:
que en particular conozca aquel camino que conduce al descu­ ¿Qué hay detrás de este deseo? ¿Qué dice acerca de la vida de
brimiento de sus propios deseos. Un buen educador debe co­ este joven? ¿Es realmente lo que tiene a pecho, o encubre algu­
nocer los muros y los subterráneos del corazón humano partien­ na otra cosa de la que ni siquiera él está consciente?
do de los de su propio corazón, si quiere conducir a otros a lo
largo de este misterios viaje.
1. La verdad más allá de la apariencia
A veces este viaje parece asumir características y perfiles de Se trata, en primer lugar, de buscar la manera de ir en pro-
una bajada a los infiernos, porque expone a uno a la visión de
sus propios «monstruos» y de todo Jo que quizás no pensaba •
n La expresión es de Godin, A. Psicología del/e esperienze rerigi·ose
1/ desiderio
encontrar dentro de sí; otras veces, por el contrario, será como e la rea/ta. 13rescia. 1983, p. 181-227.
41
profunda) la
fun dí dad . sin contentarse de tomar por «verdaderas» las afirma­ De esta manera, podría d escubrir la realid ad
ciones del joven. o sin confundir. como decíamos antes, la sin­ � esis del vacío existencial. d
g;n el hastío, del miedo .. de los que
. adu-
ones de inm
ceridad con la verda d. o la realidad con lo q ue parece Un edu­
. hablábamos antes, o de todas aquellas expresi
cador vocacional no puede 1 imitar su percepción e interpreta­ rez O inconsistencia ju venil (que no son
ni patología ni pec�do)
eseos y la capacidad
ción d e la persona a lo que es visible. a los comportamientos, a que tan a menudo terminan con inhibir los d
os, o con hacerles
las cosas que ella dice, a los proyectos que manifiesta explícita­ de desear O con mortificarlos y empobrecerl
salid a. El joven es
mente, sino que, de alguna manera, siempre debería tener una tomar c�inos equi"ocados y senderos sin
desea poc� Y �al o
actit ud d e cierta sospecha respecto de todo ello, y ser sagaz y sensible a esto; no le gusta que le digan que
valor o md1gn�s
curioso, es decir, con la disposición y capacidad para llevar más que su corazón está adherido a cosas de poc?
allá, más en profundidad. su propio análisis. del hombre, 0 que algún «mo
nstruo», que habita en las pro�nd1-
Una vía práctica podría ser aquella que desde los comporta­ d ades más oscuras de su cor
azón y que por eso no se deJa ver.
o. Y, si luego e� lleva­
mientos trata de pasar a las actitudes (los estilos de vid a, las lo obliga a desear en el sentido equivocad
predisposiciones a actuar, las maneras ya aprendidas de reac­ do o constreñido a constatar
que cuanto cree desear es diferen­
ga y enfada mu-
cionar frente a las diversas circunstancias de la vida ...). y dentro te de lo que desea realmente, entonces se amar
de éstas trata de observar los sentimientos (los expresad os y chísimo consigo mismo...
más patentes, pero también los que son tenidos un poco ocultos
y reprimidos) para buscar la manera de identificar las motiva­ 2. La oración, lugar de la excavación
ciones, los verdaderos «por qué», que explican las acciones y a la exca�ación del
La oración es el lugar por excelencia par
los proyectos. y que comienzan a desvelar los deseos que están oración le p ide _algo al
deseo. Cuando un creyente ora y en la
a pecho a la persona, los que no sólo a veces sino nonnalmente d ien do, en realid ad . �
Señor sea lo que sea lo que le esté pi
no son tan evidentes al propio individuo, aunque todos, en todo a la raíz de tod o_ le esta
aunq�e no lo sepa- antes que nada y la
caso, derivan de una opción o de un equívoco defondo que se . . or. La constancia ·en
p1 d 1en do ver su rostro, gozar d e su am _ . 1 �
pone en el centro de la vida del joven y repre senta el verdad ero . . y ven 1ca­
. , al mteno
orac1on, r de un camm· 0 de acompanam1ento
y radical motivo de su obrar. El educador «e-duce» la verdad l eva normalmente a esta
ción guiado con inteligencia y tacto, �
del joven en la medida en q ue está disp ue sto a hacer este reco­ e te a la ver-
. 0rar, en efiecto, quiere decir poners fren .
. ia.
conc1enc
rrido, a realizar esta excavación de lo humano, con una investi­ sí mismos: son l� dos polan_da�es
dad de Dios en la verd ad de
gación paciente y ojo agudo, prestan do atención a la historia ispensables para que esta sea autentica.
de la oración, ambas ind
del sujeto, para captar la evolución del d eseo en cuestión o de
n es sobre tod o pene-
su d esear en general. En la fase de la excavación, la oració ,.
' ,. 1
• ;.,, 43
42 'l"',;a:"f-
tración trabajosa del orante dentro de su propia realidad, pero Es oración de discernimiento, pero de un discernimiento no
siempre a partir de aquella provocación que le viene del estar tanto de la vocación, al menos inmediatamente, cuanto de los
delante de Dios. Nada como la luz proveniente de su Palabra, deseos personales y de aquello que los oscurece o deforma. En
de la Palabra del día, o de la verdad de la Cruz y del misterio un sentido, entonces, es oración de bajada a las profundidades
pascual celebrado en la Eucaristía, tiene el poder de excavar más tenebrosas; y, en otro sentido, es como un retorno a casa, a
dentro la conciencia humana para traer a la superficie los deseos su propia imagen incontaminada. Implica la capacidad de exa­
ocultos, las tendencias inconfesadas, los miedos nunca enfrenta­ minar su propia conciencia, pero también de contemplar el mis­
dos cara a cara ... para luego, con el pasar del tiempo, recono­ terio en su propia historia.
cer aquella palabra o aquella voz del Señor que llama.
En tal sentido, el documento final del Congreso europeo so­ 3. La vocación más allá de la negación
bre las vocaciones afirma: «La oración es también lucha, ten­ Este camino hacia las raíces del y o y del propio ser y obrar
sión ..., sufrida «excavación» de las ambiciones de uno mismo siguiendo la ruta de los deseos no permite sólo conocerse mejor
para acoger expectativas, demandas, deseos del Otro: del Pa­ y embaucarse menos, sino también descubrir lo que algunos jó­
dre que en el Hijo puede decirle, al que busca, el camino a se­ venes, o tal vez la mayoría de ellos,jamás «quisieran» admitir o
guim39_ que y a han excluido desde un principio o que sienten
Entonces, cuando en la oración el joven llega a la raíz de sus instintivamente como distante de su sensibilidad y de sus gustos,
propios deseos humanos (tal como debería siempre suceder, en es decir, la realidad ontológica de la vocación, el hecho de ser
un determinado momento, en la oración, porque de lo contrario llamados y de tener que responder. Pero permite descubrirlo no
ésta sería una ficción) descubre a Dios en la raíz de su vida simplemente como un dato, como algo que se impone y que se
,
p:esencia familiar, Aquel a quien el alma busca desde siempre, debe aceptar o sufrir, sino como un deseo.
smcesar...
Y aquí está lo hermoso, o precisamente aquí está todo el arte
La oración, -este tipo de oración- es un paso fundamental del animador-educador vocacional: hacer ver que, más allá de
en la educación vocacional y, particularmente, en la excavación miedos, resistencias, censuras interiores y todo cuanto sirva para
de los deseos. Es precisamente esta excavación, como la que se negar la vocación, existe en lo profundo del corazón humano lo
da en la oración, la que abre a un ulterior descubrimiento y per­ que podríamos llamar un indestructible deseo de vocación,
mite una nueva admisión. como un fenómeno universal, que concierne a todos y está pre­
sente en todos como una exigencia, una necesidad natural de la
J• Nuove vocazioni... , 35-d. criatura «llamada» a la vida y desde entonces continuamente lla-
dad de poner la pregunta adecuada, aquella que permite volver
mada a realizar su propia existencia al máximo. El educador
a transitar el camino del deseo adormecido y negado, capaci­
vo�cional, antes que nada, debe estar convencido de esto: hoy
dad de volver a visitar la historia personal para nuevamente ha­
existe una demanda de vocación y, por eso, un consiguiente de­
llar el misterio perdido de la llamada.
seo-búsqueda de vocación que a menudo queda sepultado, no
expresado, precisamente porque nadie lo capta, comenzando Y todo esto puede hacerlo a partir de cada deseo humano
por aquel que lo lleva dentro de sí sin saberlo, o porque no se expresado por el joven. Cada deseo humano esconde un deseo
sabe usar con suficiente destreza los instrumentos necesarios vocacional; se puede partir de todo deseo humano para reco­
para... desenterrarlo. nocer y traer a flote el proyecto de Dios sobre ese hombre. Al
igual que todos los caminos llevan a Roma, así también todos los
El educador vocacional es, antes que nada, un intérprete de
deseos esconden el deseo de la propia vocación, de buscarla,
esta demanda-deseo, es alguien que cree en ella y que sabe
de entenderla y de realizarla. No existe joven alguno sin este
reconocerla en sus diferentes formas y... disfraces, en sus ex­
deseo; mientras que, lamentablemente, existen (des)educadores
presiones lineares y también en las contradictorias, a veces in­
vocacionales que creen muy poco en esto.
cluso «excavándola» debajo de lo que en el transcurso del de­
sarrollo la ha enterrado, y sacándola a la luz. Repetimos: aquí se ve el arte del educador vocacional, que
en esta fase es como un espeleólogo, que excava y ayuda a
Hoy son muchísimos los jóvenes que «a la fuerza» deben excavar, para saber reconocer en cada deseo la tensión voca­
inhibir cierto deseo o cierta disponibilidad a buscar en una de­ cional, aun en aquel deseo que parecería el más alejado de la
terminada dirección, y «deben» hacerlo «a la fuerza» porque raíz o desviante respecto de la matriz; aun en aquel deseo tan a
son supercondicionados por cierta mentalidad corriente, por la menudo implícito y oculto en ciertas ansias, luchas, demandas y
filosofia juvenil reinante, por el sentido de pertenencia al grupo tensiones, o también en ciertos miedos, dudas y conflictos, o
de sus iguales, o por lo que hemos visto antes como causa del incluso en los instintos y pulsiones naturales.
fenómeno de la caída de los deseos. Y así aquel deseo y aquella
disponibilidad terminan por ser sumergidos y negados, aunque No existe una demanda demasiado pequeña, W1 ansia insig­
nunca desaparecen del todo, porque en el fondo pertenecen al nificante o una lucha baladí de las cuales no se pueda partir para
misterio del hombre y al misterio personal de estos jóvenes. este viaje hacia la fuente del desear hwnano, donde el joven se
topa inevitablemente con el proyecto de Dios sobre él. ..
A este pWlto la educación vocacional se vuelve de veras aten­
ción, paciencia en esperar los tiempos de maduración sin apu­ La excavación es un movimiento en profundidad, es una es­
pecie de camino en retroceso, en dirección al origen del deseo,
rarlos, mirada que sabe penetrar en profundidad más allá de la
de la lucha. de la demanda, de la tensión, de la tentación del
apariencia, intuición que percibe lo esencial, sobre todo capaci-
1' \· '/�
,\�.�,,. .t�."'(_.; • 47
46 .1�1.
hombre, como un viaje hacia atrás, hacia la recuperación de las tante pedir, aquello de lo cual la salud fisica es únicamente una
propias raíces (una especie de «vuelta a casa») sin nunca consi­ señal y una parte, es decir, aquella salvación integral que está en
derar como obvio que el objetivo de la demanda o el motivo de el origen del pedido mismo, -aunque ellos no lo sepan-, y que
la tensión o la atracción de la tentación o el objeto del deseo se habla del proyecto originario del Padre.
identifiquen con lo que declara el sujeto o con lo que aparece
como más evidente, considerando más bien como obvio preci­
samente lo contrario, es decir la no identificación, o el compo­
nente «mistérico» de todo lo que es humano.
Cuando esta operación es llevada a cabo con calma y rigor
lógico, procediendo de deseo en deseo (sin saltos ilógicos) se
logra remontar a la fuente, se llega a identificar el deseo de Dios
(Dios como objeto), aquel deseo que todo hombre lleva dentro
de sí como una mujer encinta. A condición de que no aborte.

4. Las preguntas de Jesús


Un espléndido ejemplo de esta excavación del deseo huma­
no son los encuentros de Jesús con aquellos que eran curados
por él, enfermos que a él recurrían con tanta confianza y espe­
ranza. A menudo, en el Evangelio, Jesús responde al pedido de
curación preguntándoles a estos enfermos qué es lo que quieren
(«¿Qué quieres que te haga?»). Parecería una pregunta inútil,
¡tan evidente es su situación y el motivo de su ansiosa súplica!

Por el contrario, la pregunta no es inútil, sobre todo no lo es


para los peticionarios mismos: Jesús quiere que estas personas
se interroguen a sí mismas y tomen conciencia de sus reales de­
seos, o que, partiendo del pedido de curación fisica, hagan aquel
saludable viaje en retroceso para percibir lo que es más impor-
Formación de los deseos

Una correcta animación vocacional no está hecha únicamen­


te de educación, -en el sentido que antes le hemos dado a este
término-, como tentativa para lograr que emerja la verdad del
sujeto. Hay una segunda fase, que es aquella de la formación.en
la que se propone una«forma» (en el sentido de 'horma' o 'es­
tilo') como norma de vida,y en la que,junto con el joven, se
llega a delinear y reconocer en un objetivo la identidad vocacio­
nal del joven mismo. Es la fase,en nuestro contexto,de la for­
mación de los deseos. Aun los deseos pueden ser formados,
para que aquella forma-norma de vida que en un determinado
momento es propuesta al joven, sea también objeto del deseo
de este joven, y en ella no haya huella alguna de imposición o
coerción.
Veamos brevemente, también aquí, cómo realizar este objetivo.

Escalar los deseos


Si en la fase educativa se trataba de excavar los deseos, aho­
ra se trata de poner en acción el movimiento opuesto: escalar
los deseos.
Escalar significa escudriñar la posible dirección de un deseo
humano, su futuro, a la luz de los deseos divinos. En concre to,
qujere decir preguntarse, delante de cada deseo: «¿Adónde pue­
de llevar este deseo? ¿Qué hay, más allá de una inmediata grati­
ficación? ¿Cómo podría ser realizado en plenitud? ¿Cuál es su
V"rdadero punto de llegada?».
menudo dividida
1. De la multiplicidad a la unidad y que recompone en unidad la vida del joven, a
oculta como
Aquí es importante recordar Jo que hemos subrayado en la y distraída. Tal inspiración, muchas veces, queda
todo caso. está den­
primera parte del ensayo: el único deseo del hombre es el de ver en un invisible doble fondo, pero existe en
a todo hombre.
a Dios. Esta convicción es fundamenta] para el fonnador voca­ tro del horizonte humano e imbuye y atraviesa
su destino. su raíz
cional: le da una orientación general segura, no para imponer su pasado, su presente y su futuro, su origen y
al�o. si�o para darle una dirección precisa a su búsqueda y. al y su vocación ...
el trabajo. el
mismo tiempo, para hacer que él tenga paciencia durante la pro­ Toda experiencia auténticamente humana como
rte misma pone
pia búsqueda, a fin de que llegue gradualmente a su natural con­ dolor, el amor, la libertad, el tiempo libre, la mue
Cómo prescindir
clusión. al hombre en comunicación con el Tú divino.¿
onal?
Así como antes el educador hacía el papel de espeleólogo, de este Dios, al formular el plan existencial pers
lto un experto
ahora el fo nnador hace un poco el papel de andinista, para El fonnador vocacional es aquel que se ha vue
allá de su propia
mostrar cómo no sólo en el origen, sino también en el término en llevar al sujeto más allá de sí mismo. más
el don gratuito de la
final de las demandas y de los innumerables deseos humanos manera de pensar y sentir, para que acoja
pia "ida
haya el único deseo de Dios, de ver su rostro, de realiz.arse en su fe, y descubra en la fe el misterio de su pro
perspectiva. dicho acerca de la
También aquí es verdad lo que hemos
el más terrenal o el
Escalar pacientemente la demanda y el deseo quiere decir, excavación de los deseos. Todo deseo, aun
sfonnarse en camino
entonces, descubrir e impedir, en la medida de lo posible. todas que luego sigue otra dirección, puede tran
mismo está_lejos de
aquelJas tentativas mezquinas y «rcductivas» de dar respuestas que lleva a Dios, incluso cuando el hombre
ente. No existen. lo
que de hecho se quedan en la superficie del problema y que, por darse cuenta de ello o lo niega explícitam
o menos nobles. sólo
lo pequeñas y parciales que son. en realidad ofenden la dignidad repetimos, deseos demasiado pequeños
verdad que todo deseo
humana y volatilizan sus potencialidades; escalar quiere decir terrenales o demasiado materiales. Si es
del desear divino. así
insistir inteligentemente hasta percibir y hacer percibir aquella es inmediatamente marcado por la huella
orientado hacia Dios, el
exigencia radical de bien. de verdad, de felicidad, de libertad y también es verdad que todo deseo está
humano.
de «definitividad» que está presente en todo ser humano y que único que puede satisfacer el desear
es la expresión inmediata del deseo aún más radical de Dios. de
imo
aquello que Dios quiere hacer en el hombre. 2. Mirar en alto para desear al máx
ir, entonc es, tener el coraje
Formación vocacional quiere dec
Hay que hacer emerger esta inspiración divina, que es única,
..
, • .:.:.• 53
52 r -,,..¿¡,
luces
de elevar la núrada y la tensión del joven y mantenerla en alto ta nbién para él. En efe cto, cuando se apagarán aquellas
no
pero haci�ndole entrever siempre q ue esta tensión ya está pre� artificiales y a menudo agresivas, y el ruido y el estruendo ya
ión
s� te en el Y e cada uno de sus deseos, y que sería u na trai­ podrán cubrir la voz interior, volverán a emerger la insatisfacc
y la
� _ �
c1on s1 pretendiera satisfacer un deseo con el objetivo inmediato y, junto con ella, la tensión y la búsqueda, y luego la ilusión
la
que aqu el deseo parece b us car. frustración, en u n c írculo vicioso que liga la excitación por
ediata­
ilusoria gratificación con la decepción y el hastío que inm
se re­
�na bús�ueda de prestigio o de autoafinnación podría ser mente le siguen, muy puntualmente, en una secuencia que
no pue­
sat1sf�cha s1mple?'1ente c on el éxito logrado frente a todos y la pite siempre idéntica, que aprisiona y sofoca, pero que
eseo hu-
sucesiva ªp�obac16n por parte de todos; cierto director espiri­
, de destruir ni eliminar la fuente y el desemboque del d
tual podría sm1plemente considerarlo un deseo pagano: en reali­ mano...
_
dad, ¿no contiene acaso la búsqueda de algo más? ¿No podría sprecia
tal vez ser interpretado como lugar y señal de un desear q u e El inteligente formador vocacional no subestima ni de
que es aquel
abre �¡ homb�e a proyectos de otro tipo, m uy superiores a los ninguna búsqueda de gozo y distensión humana, sino
hay algo
de qmen persigue o está obligado a perseguir un incierto con­ qu e hace comprender cómo dentro de esa búsqueda
más, hay mucho más; más aún, hace comprender cómo
esa fiesta
se �s? o aplauso únicame nte h umano? La exigencia misma de que Dios ha
fchc1dad, ¿acaso no indica, ya en sí misma, autotrascendencia? es tan sólo la pregustac ión de una fiesta diferente,
n está bus­
La clásica exige ncia o deseo de amor, de ser amado y de amar preparado para el hombre, que el corazón del jove
c ando y q ue pu ede sin duda hallar
y gozar. Como dice aqu ella
¿acaso no señala ya de por sí la célebre inquietud agustiniana?' Bianchi trata de
simpática y menuda parábola con la que Enzo
El joven que cele bra su noche en la r uidosa evasión de la ca: «Los monjes son como
. explicar el sentido de la vida monásti
de una alegre
d�scoteca, po� ejemplo, es impulsado por la evidente gana de
_ aquellas personas que, en el momento cu lminante
salir afuera en la
d1vert1rse, y piensa poder satisfacer allí su exigencia O necesi­ fiesta, se sienten irresistiblemente atraídas a
tas son tan sólo una
dad; es �ro:ocado, por eso, por un deseo que parece pequeño noche, porque comprenden que estas fies
irn40 •
� de baJo rnvel, por no decir equívoco, pero que en realidad pregustación de la fiesta de Dios que debe ven
tiene un origen y un destino que superan en gran medida lo que irresistible atrac­
1 a d"1sc oteca le puede ofrecer, y que el joven usualmente no co- Escalar el deseo significa transmitir aquella
ción noc turna ... Así como tod
a pregunta es conde y contiene
no ce y está mu y lejos de sospec har. eo humano es deseo
una pregunta sobre Dios, también todo des
Su m�virniento interior pare ce opuesto a l de quien busca la
e u/la cillii. Fn: «Av-.cnirc». 28 de:
luz d� Dios y se ha dejado il um i nar por ella; sin embargo, él "' llianchi, E. JI monaco ne/ desato di Jrom
julio de 1995. p. 15.
tambtén está en la búsqueda de una luz, y hay una luz que brilla
54 ,/'::.&1
de Dios, teniendo a Dios como objeto y sujeto. Porque lo que el Dios puede revelarle qué cosa debería tener a pecho, y que
Hombre desea puede ser satisfecho de manera plena y definitiva entonces se pone de rodillas y se lo pide al Espíritu Santo, aquel
sólo por Dios, aquel Dios que es la fuente y el destino, la patria Espíritu que es la expresión de los deseos divinos.1:oda voca­
y el regazo del desear hwnano. ción nace «de la 'in-vocación' orante, de una oración que es
Mirar en alto y ayudar a mirar en alto quiere decir sencilla­ plegaria más de confianza que de petición, oración como sor-
mente esto: acoger y explotar todos estos deseos, todo desear presa y gratltuw>41
• ,.1,

hwnano, para mostrar su natural y sobrenatural punto de llega­ Pero no es sólo esto. Oración no es únicamente petición o
da. súplica, sino también dramática confro�tación con los deseos
_
Es la condición, ésta, o el camino para pedirle al joven que divinos o, como dice Godin con un térrruno smgular Y eficaz, la
desee en grado máximo, que no se conforme con gratificaciones oración es el lugar de torsión de los deseos del hombre, que «se
parciales o ilusorias, con metas engañosas..., sino que llegue a enrollan sobre deseos diferentes».42 Torsión como transforma­
desear para sí lo que Dios desea para él. La fuente de los de­ ción o, literalmente, como el darse una vuelta el tronco sobre sí
seos para un creyente no puede estar en la opinión de la mayo­ mismo, queriendo decir que no se trata de anular o enervru: los
ría, en la cultura general, en la fascinación de ciertos objetivos deseos humanos, sino todo lo contrario, pues se trata d� on�n­
sólo terrenales, o en lo que sugiere únicamente el yo actual, sino tar el deseo hacia su destino natural u objetivo final, que inevita­
que está en los valores revelados, es decir, en la persona de blemente hace añicos la medida simplemente humana de las as­
Cristo. piraciones juveniles y abre de par en par el espacio ilimitado del
desear divino.
El formador vocacional debe tener la valentía de señalar este
horizonte, a pesar de que pueda parecer que llegue a causarle Si la excavación está orientado hacia el origen Y la raíz d� l
vértigos al joven. Éste debe aprender a desear con el corazón desear humano, la torsión orienta la atención hacia su ?�ph­
de Dios. miento y realización. Si excavar el deseo significa percibir algo
que ya existe, consignado desde siempre en n�es�a na�e� Y
en nuestro pasado, la torsión de los deseos s1grufica d:c1dirse
3. La oración, lugar de torsión de los deseos
libremente a pensar y realizar el futuro personal en la lmea del
A este punto, entonces, formación vocacional quiere decir desear divino.
oración, y un cierto tipo de oración. Quiere decir, antes
que
nada, un joven que suplica a Dios para que le transmita sus
mis­ " Nuo,·e voca:,oni.... 35-d.
mos deseos; quiere decir un joven que comprende cómo
sólo " Godin. A. Ob. cit . p. 194.
56 •.�-f
Obviamente esta operación suscitará miedo y deseo de aban­ Actividad
Nivel Dirección Refe-
donarlo todo, confonnándose con mucho menos y escuchando del yo rencia
Oración pedagó- Objeto
gica
consejos más moderados; entre otros, la torsión es también do­
Hacia el
lorosa como movimiento en sí. Por este motivo, es importante cumpli- Los Oración de El deseo 1
Escalar Yo ideal miento proyec- torsión. y que Dios
que el joven viva todo esto en la oración, en el redescubrimiento tos de del deseo Formar tiene para
del deseo
de una nueva relación con Dios. Es únicamente en la oración Dios humano el hombre
divino
donde el ser humano puede abrirse a esta realidad diferente,
impensada e impensable, porque la oración, en este momento, Oración de El deseo
Hacia la excavación
es sobre todo acción de Dios en aquel que ora, es palabra y raiz del La
y discerní- que el
Excavar Yo actual historia Educar hombre
deseo
amor y energía de Dios en el orante. del sujete miento del tiene de
humano deseo Dios 1
humano
Y el amor es siempre transfonnante; elimina poco a poco los
miedos e infunde la fuerza para enfrentar riesgos; y, entre todos Excavar y escalar los deseos
ellos. el mayor riesgo que el joven pueda encarar es el de desear
con el corazón de Dios.
La torsión de los deseos indica, en fin, este movimiento oran­
te y contemplativo: volver la mirada hacia el corazón de Dios, La chispa de la decisión vocacional
justamente como nos lo recuerda la Escritura: «Mirarán al que A estas alturas, el deseo podría y debería volverse decisión.
traspasaron» (Jn 19, 37)43• Hemos visto, en la primera parte, que hay un estrechísimo vín­
«Este tipo de oración 'in-vocatoria 'no se aprende espontá­ culo entre deseo y decisión: el uno abre a la otra; la segunda
neamente, sino que necesita de un largo aprendizaje, y no se confirma al primero. Así sucede también en la formación voca­
aprende por sí solos, sino con la ayuda de quien ha aprendido a cional.
escuchar los silencios de Dios. Tampoco puede enseñarla cual­ Nuestros «campamentos vocacionales», nuestros retiros vo­
quiera tal oración, sino únicamente quien es fiel a su vocación»44. cacionales o catequesis vocacionales y otras variadas iniciativas
vocacionales, aun de valiosa calidad, alcanzan e interesan a mu­
chos jóvenes, pero muchos de estos jóvenes, a pesar de que
viven intensamente la experiencia, no llegan a decisión alguna.
H Cfr. Ccncini, A. Ob. cit., p. 226 Tal vez hacen esta experiencia y después la repiten durante largo
,Vuove vocazioni .... 35-d.
tiempo, pero sin decidirse jamás.
4

58
59
Sin pretender explicar este fenómeno (que inquieta y depri­
me a no pocos animadores vocacionales), decimos que una de
sus causas podría ser una no suficiente atención al proceso diná­
mico del desear, especialmente en la relación que existe entre el
excavar el deseo y el escalarlo. En efecto, los dos movimientos,
ideal y sustancialmente, deberían hacer emerger el deseo del fNDICE
hombre y el deseo de Dios: el primero, purificado de tantas
incrustaciones e interferencias; el segundo, como raíz y destino PRESENTACIÓN 5
del desear humano. Por lo general, tales movimientos son EL HOMBRE, «ANlMAL DESEA TE» 9
inversamente proporcionales entre sí: cuanto más profundo baja Perfil bíblico 9
el uno. tanto más alto sube el otro; cuanto más se excava, tanto J. El único deseo: ver a Dios 10
más se escala. 2. Perversiones y conversión 11
En todo caso, el encuentro entre los dos deseos debería ha­ 3. Los deseos del Hijo 13
cer saltar la chispa de la que nace la decisión vocacional. O sea: Perfil antropológico 14
el deseo del joven coincide con el deseo de Dios; la llamada de J. Definición 15
Dios atrae corazón-mente-voluntad del joven, quien, en este 2. Componentes constitutivos 16
momento, puede decir que escoge lo que le gusta. 3. Componentes fenomenológicos 16
.J. Proceso de desarrollo 17
¡ Y el deseo humano expresa y manifiesta la belleza y verdad
5. Condiciones 19
del deseo divino!
6. Perspectiva temporal 21
7. Fuerzas psíquicas implicadas 22
8. Deseo y vida sobrenatural 23
Un fenómeno inquietante: la caída del deseo 24
DECISIÓN
VOCACIONAL J. Vacío educativo y vacío existencial 26
2. Cultura de la prevención y sociedad del miedo 29
3. ¡')e la ingratitud al hastío 31
4. 1:,/ gran «pantheon» y el uniformismo general 34

la chispa de la decisión vocacional


EDUCACIÓN DE LOS DESEOS 39
«E-dúcere» los deseos 39
El guía y sus propios deseos 40
Excavar los deseos del joven 41
l. La verdad más allá de la apariencia 41
2. La oración, lugar de la excavación 43
3. La vocación más allá de la negación 45
4. Las preguntas de Jesús 48
FORMACIÓN DE LOS DESEOS 51
Escalar los deseos 51
l. De la multiplicidad a la unidad 52
2. Mirar en alto para desear al máximo 53
3. La oración, lugar de torsión de los deseos 56
La chispa de la decisión vocacional 59
1;.cc1ol'I

���
J.t¡�
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'

Subsidio para la formación Y e 1 compromiso

• Mira al cielo y cuenta las estrellas.


• los jóvenes desafían la vida consagrada.
• Reencontrar el misterio.
• la historia personal, cuna del misterio.
• la fascinación siempre nueva de la
virginidad.
• la consagración: desafío para los
jóvenes de hoy.
• El arte del discípulo.
• la cruz, verdad de la vida
• Un Dios para amar
t,¡ El mundo de los deseos

lli�l]IDI
9789972686962

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