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pleno o cerámico ● Expansión de las técnicas productivas que alcanzaron las altiplanicies anatólica e
irania y las tierras aluvionarias de Mesopotamia.
● Inicio de la irrigación artificial de los cultivos a escala modesta y la manufactura
de cerámicas y tejidos de lana y lino.
● Aparecen los más antiguos vestigios de muestras de religiosidad relacionadas
con un culto a los ancestros y a la fertilidad.
● Intercambio de plantas y animales domesticados a zonas donde no habían
existido en estado natural.
● A mediados del sexto milenio, se fabricaban cerámicas con decoración incisa o
pintada.
● Aparición de las necrópolis.
La división del trabajo por sexos fue reforzada por el desarrollo y la consolidación de una ideología sexista
ensalzadora de la agresividad masculina que utilizaba la guerra como forma de SUMISIÓN DE LA MUJER,
mediante el rapto y violencia en los primeros estadios de la evolución agrícola. De acuerdo a esta situación, la
GUERRA más que una predisposición biológica o psicológica de los humanos, fue un factor socio-cultural,
cuya aparición en aquellas primeras comunidades aldeanas obedeció a la necesidad de controlar la función
procreativa de las mujeres a fin de asegurar el AUMENTO DEMOGRÁFICO que garantizaba la transferencia
de la subsistencia de una generación a otra, y, en parte, también para hacer frente a los efectos crecientes de la
presión demográfica por medio de la creación de una especie de zonas de reserva ecológica y regulando el
tamaño de la población mediante el INFANTICIDIO preferencial femenino. En el Neolítico imperaba esta
necesidad de conseguir mujeres fuera del propio grupo, y con una creciente competencia por los RECURSOS
ante el crecimiento de la población y la relativa escasez de tierras, en que la guerra hizo su aparición y se
desarrolló por vez primera de forma importante.
3- ¿Cuál era la legitimidad de los “ancianos” para mantener y reproducir el orden social?. ¿Cómo se
materializó esa legitimidad?
El buen funcionamiento del orden social descansaba sobre la ideología que sanciona la posición predominante
de los “ancianos”. Los «ancianos» eran, en su calidad de descendientes directos del ancestro común, las
personas en torno a las que se vertebra la filiación y la descendencia. Como tales ocupaban un lugar central en
las ceremonias relacionadas con el culto a los antepasados y a las fuerzas proveedoras de la fertilidad, similar al
de su preeminencia social como portadores de los conocimientos adquiridos mediante la experiencia y de los
medios de subsistencia que transferirán a sus hijos, lo que facilitó el control que vinieron a ejercer sobre los
matrimonios, asegurando la perpetuación de las condiciones sociales de existencia de la comunidad.
Las aldeas neolíticas se vieron forzadas a intensificar sus esfuerzos en la producción de alimentos a fin de
mantener el equilibrio población/recursos y reducir la presión demográfica. La intensificación de la producción
agrícola fue en última instancia el medio que facilitó la aparición de las élites y de los primeros síntomas de
desigualdad social. Era necesaria la existencia de un excedente para que pudiera darse su apropiación por parte
de un grupo o un sector social determinado. Los estímulos, que actuaron de una forma combinada, pudieron ser,
la necesidad de hacer frente a las necesidades sociales (ceremoniales y ritos comunitarios), el crecimiento de la
población, el descenso de los rendimientos en la producción agrícola como consecuencia del progresivo
agotamiento de los suelos al reducirse la frecuencia de los barbechos, la disponibilidad de cultivos más
rentables y la aparición de nuevas técnicas.
5- Diferencia:
b- Reciprocidad y redistribución.
Dado que el modo de producción doméstico tiende a limitar la obtención de recursos a unos mínimos
aceptables de subsistencia, fueron la reciprocidad y el ceremonial las fuerzas sociales que estimularon una
producción más allá de tales límites, a fin de garantizar un aprovisionamiento colectivo con el que hacer frente
a los diversos imprevistos y situaciones graves de emergencia. La reciprocidad, como forma de distribución e
intercambio de bienes y servicios, empezó por practicarse dentro de los propios grupos de parentesco (linajes) y
al emanar de ellos hacia el exterior creó los vínculos necesarios a fin de asegurar la cooperación y la solidaridad
social. Cuando la reciprocidad se centralizó, cuando alguien (por ejemplo, los «ancianos)) asumió el control
sobre la forma en que debía ser ejercida, se convirtió en redistribución, que resultaba más eficaz para asegurar
la distribución de bienes, información y servicios en poblaciones que habían aumentado de tamaño y densidad.
Una vez surgidas en el marco de la economía redistributiva de aldea, las elites tendieron a consolidar su
posición mediante sanciones ideológicas y la creación de un fondo de poder integrado por los objetos de
prestigio y ostentación que servían para definir su rango. La posesión de tales objetos no sólo expresaba de
forma simbólica el lugar jerárquico ocupado por la élite, sino que implicaba una apropiación del excedente a
través de una redistribución asimétrica y de contraprestaciones matrimoniales. Por otro lado, la aparición de las
elites estimuló la producción misma de bienes de prestigio, constituyendo de esta forma un estímulo para una
mayor división del trabajo (especialización) que podía ser dirigida también hacia el intercambio lejano
(comercio). El incremento de la especialización del trabajo provocado por la demanda de bienes de prestigio
por parte de las elites originó un mayor desarrollo de las actividades comerciales para la obtención de materias
primas que sirvieran de base a su elaboración.