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EL ARTE PALEOLÍTICO: LA PINTURA

FRANCO - CANTÁBRICA 1/4


ISBN-84-9714-059-1
María García Yelo

EL NEOLíTICO
Las primeras comunidades agrícolas y ganaderas. -Las teorías acerca del origen del
Neolítico. -Las áreas “nucleares”. El Próximo Oriente asiático (“Creciente Fértil”), el
subcontinente indio, Extremo Oriente y sureste asiático, y Mesoamérica y el área andina.

Las primeras comunidades agrícolas y ganaderas


El concepto de Neolítico, que antes se interpretaba como un gran cambio”revolucionario” y
uniforme y una ruptura drástica con el pasado Paleolítico, ha cambiado después de varias
décadas de investigación en las diversas partes del mundo donde el proceso parece generarse.
Hoy, a través de la información obtenida por la arqueología de campo y los estudios
especializados, se tiene una visión algo más detallada del proceso, que nos permite apreciar una
transformación paulatina y diversificada que, partiendo de los logros sociales y técnicos del final
del PaleolÍtico y del Mesolítico, se inicia en diversas partes del mundo, cambiando el panorama
cultural de las sociedades. Estas transformaciones se iniciaron en el Creciente Fértil poco antes
de 8000 a.C., en India, Europa balcánica, sureste asiático y Mesoamérica, hacia 7000 a.C; en
China, hacia 6000 a.C. y en América del Sur, hacia 4500 a.C.

Más que una ruptura con el pasado, el Neolítico se nos presenta como la superación de una
cierta forma de entender la relación del hombre con la naturaleza, consistente en obtener de
ella los productos básicos para la subsistencia, sin aportar más que los medios necesarios para
recogerlos, pasando a iniciar otro tipo de relación en la que, mediante el desarrollo y aplicación
de las técnicas adecuadas, los grupos humanos del Neolítico intervienen en la naturaleza,
transformándola en beneficio propio.
Los cambios, sin embargo, no fueron repentinos, sino que comenzaron con una fase de
experimentación que en algunas zonas se inició en pleno Paleolítico final. Tuvieron especial
importancia (aunque no fueron los únicos) los que afectaron a la vida en comunidad, a la
agricultura y a la ganadería, ya que los cazadores-recolectores se vieron obligados a intensificar
la búsqueda de recursos alimenticios en diversas áreas, experimentando con plantas y animales,
desarrollando una tecnología acorde con Ias nuevas necesidades y transformando el medio para
obtener de él lo necesario para la subsistencia. El desarrollo de las técnicas y los procesos de
experimentación propiciaron el inicio de la primera agricultura y, casi inmediatamente después
(algunos opinan que al mismo tiempo), de la ganadería. En ambos casos influyeron distintos
factores, sin que por ahora podamos definir uno que fuese determinante por sí sólo.

El término «Neolítico» lo utilizó por primera vez J. Lubbock en 1865, para delimitar un período
distinto y a continuación del Paleolítico, que se caracterizaba por el uso de la piedra
pulimentada, en vez de la tallada. Poco después se fueron añadiendo otros rasgos
característicos, como la invención y uso de la cerámica, la domesticación de plantas y animales,
el sedentarismo en pequeñas aldeas y el principio de un proceso de organización de la sociedad
en el nuevo modelo de convivencia que suponía la aldea agrícola y ganadera.

Estos rasgos no tienen por qué darse todos juntos en un mismo sitio para definir
arqueológicamente a una comunidad como neolítica. Incluso algunos pueden estar ausentes.
De hecho, las primeras cerámicas aparecen antes del Neolítico--en el Paleolítico superior de
Fukui (Japón), por ejemplo--o pueden aparecer en un abrigo del Epipaleolítico final que recibe
las primeras importaciones de otros grupos neolíticos. Pero lo que sí se considera como un rasgo
imprescindible y determinante es la evidencia de un tipo de economía productora de alimentos,
agrícola y/o ganadera, para que un grupo humano acceda a un determinado nivel que le permita
desarrollar un modelo de convivencia y unas prácticas económicas propias de las sociedades
neolíticas y claramente diferenciadas de los períodos precedentes.

La primera recolección intensiva de cereales y su siembra en un lugar distinto al de su hábitat


natural se documenta por vez primera en Siria y Palestina, entre 9000 y 8000 a.C. Los primeros
cereales plenamente cultivados se recogieron en el valle del Jordán, hacia 8000 a.C. Sin
embargo, las primeras aldeas de carácter plenamente agropecuario se desarrollaron algo más
tarde, en distintas áreas del Viejo Mundo, entre 7500 y 6000 a.C.

En otras latitudes donde el Neolítico se desarrolló independientemente las primeras plantas


cultivadas fueron otras: en China, el mijo, hacia 4.500 a.C. y el arroz, un milenio después; en el
sureste asiático, habas y guisantes (Cueva del Espíritu. Tailandia), hacia 6800 a.C.; en América,
la calabaza (Tehuacán), hacia 7000 a.C; las judías, hacia 6000 a.C. y el maíz (Andes centrales),
hacia 5500 a.C.

La «invención» de la agricultura y la ganadería fue un proceso largo y complejo, que tiene


antecedentes en el Mesolítico y en algunas partes en el Paleolítico final. Según se deduce de los
estudios de genética de la domesticación de los vegetales, al principio se provocaron cambios
simples mediante prácticas agronómicas de carácter familiar, con procedimientos relativamente
sencillos, tal y como ha expuesto Jean Pernés. De hecho, en pleno Epipaleolítico, se comenzó
recogiendo periódicamente espigas silvestres para sembrar después parte de los mejores granos
que se habían seleccionado, provocando así una selección artificial que propició una paulatina
mejora genética que incluía la eliminación de la mayor parte de los híbridos. Esta práctica
pervive hoy día en Chad, donde se sigue recogiendo Oriza breviligulata (arroz silvestre), que se
mejora mediante este sistema.
Las variedades de trigo silvestre que existían (y aún existen hoy día) en el Próximo Oriente eran
la escaña (Triticum dicoccoides) y la escanda (Triticum dicoccoides). También existía, en zonas
más amplias, la cebada silvestre (Hordeum spontaneum). Todas estas especies fueron las
«domesticadas» por los primeros agricultores.

La domesticación de los animales fue un proceso paralelo o, en todo caso, no muy posterior. Los
primeros animales, domesticados fueron: la oveja, que ya aparece domesticada en Shamdar
(Iraq)., hacia 8500 a.C; la cabra, en Ganj Dareh (Irán), hacia 7500 a.C.; el cerdo, en Cayonü Tepesi
(Turquía), hacia 7000 a.C, y el buey, en Tessalia (Grecia), hacia 6500 a.C.

Parece evidente que no todos los intentos de domesticación tuvieron éxito, En el Natufiense,
siendo la gacela el animal salvaje más consumido, nunca llegó a ser un animal doméstico. Los
éxitos iniciales de las primeras sociedades agropecuarias se generalizaron muy pronto por
distintas zonas, permitiendo la obtención segura de alimentos y, en consecuencia, la estabilidad
de los grupos sobre los territorios de explotación, el desarrollo de las aldeas, el aumento de la
población y del número de asentamientos estables y la aparición de un nuevo y complejo orden
social. Si, en principio, tanto la agricultura como la ganadería fueron solamente complementos
alimenticios de los obtenidos habitualmente con la depredación en los asentamientos
preagrícolas, muy pronto fueron ganando terreno, hasta superarlos, de tal manera que los
productos agropecuarios pronto constituyeron la base alimenticia, que se complementaba con
la caza, la pesca y la recolección, ahora casi siempre especializada. Pero la adopción de este
nuevo modo de vida no fue igual en todas partes, ni se desarrolló al mismo tiempo. En algunas
áreas el proceso fue, más bien, un incremento paulatino de la dependencia de las plantas
cultivadas y del ganado doméstico, sin abandonar la depredación. Pero, en todo caso, la
agricultura y la ganadería significaron un cambio considerable en las formas de subsistencia, de
consecuencias extraordinarias, que provocaron a su vez, con el tiempo, cambios muy
significativos en todos los aspectos. Si bien es cierto que lo que más llama la atención en este
proceso son, justamente, los cambios que se aprecian en la organización de la sociedad, es
preciso entender también los logros sociales y tecnológicos que los propiciaron, ya que éstos
desempeñaron un papel primordial. La agricultura requería preparar la tierra, desbrozarla,
horadarla para plantar las semillas, segar, transportar, almacenar, distribuir… y la ganadería
exigía una dedicación semejante. La vida aldeana necesitaba organizarse, construir edificios,
obras de protección y defensa, graneros, establos, abastecimiento... , en fin, todo un mundo de
actividades más o menos especializadas que requería medios técnicos, artesanos, organización
del trabajo y control de las actividades. Todo eso originó una nueva forma de vivir y fue creando
un ambiente cultural bien definido que, aunque es sensiblemente diferente en cada parte del
mundo por donde se impuso, tenía también muchos rasgos en común.

El Neolítico no se define, pues, por un único tipo de material arqueológico, por muy importante
que éste sea, ni siquiera por la simple presencia de un puñado de cereal o de un animal
domesticado, que podrían ser el resultado de un intercambio, sino que se define por un
ambiente cultural preciso, con distintos grados de evolución, del que los ingredientes anteriores
forman parte, junto a otros más. En ese sentido, sí podría interpretarse como una ruptura con
el pasado. Pero es evidente que, en los lugares del Viejo Mundo donde se origina, ese pasado
paleolítico y epipaleolítico parece haber desempeñado un importante papel en la formación de
este nuevo modelo de vida.

Hace algunos años V. Gordon Childe denominó a este proceso “revolución neolítica” tal vez
deslumbrado por las repercusiones que tuvo. Redman la denomina ahora “la revolución
silenciosa”, aunque sabemos que su carácter “revolucionario” debe ser matizado, ya que no fue
un proceso rápido o violento que cambiase repentinamente la situación anterior, sino una serie
de costosas transformaciones que, a lo largo de más de cuatro milenios (entre 10000 y 5000 a.C)
fueron modificando aspectos importantes en la conducta humana.

El resultado final fue, en todo caso, un cambio generalizado en la concepción de las relaciones
del hombre con el medio, que afectó a todos y cada uno de los aspectos de su vida. La
producción de alimentos ofreció a los grupos humanos seguridad y estabilidad. En
consecuencia, se produjo un proceso de sedentarización y surgieron las primera aldeas
agropecuarias en las zonas más desarrolladas, como el Creciente Fértil, Afganistán, India, China,
América Central y del Sur, en un largo proceso que luego se extendió por todas las zonas
habitadas del planeta.

Las teorías acerca del origen del Neolítico


Para explicar el origen de las sociedades neolíticas y el cambio cultural que las propicia se han
manejado distintas teorías que podemos aglutinar en dos fases: (1) desde el origen de los
primeros estudios hasta 1960, en la que prevalecen las tesis deterministas sobre el medio,
insistiendo en la idea de que, tras los cambios climáticos de finales del Pleistoceno, la
generalizada degradación ambiental en las tierras meridionales obligó a los grupos humanos a
concentrarse en las zonas menos afectadas, como los grandes valles fluviales de Mesopotamia.
Levante, Egipto, India y China, donde existían mayores posibilidades de iniciar una economía
productora basada en la agricultura y la ganadería doméstica, y (2) desde 1960 a la actualidad,
en la que, tras las evidencias arqueológicas de que en otras zonas menos favorecidas existían la
agricultura y la ganadería en fechas tan elevadas, incluso más elevadas, que en los teóricos
centros fluviales, se buscan otras explicaciones en las que se consideran factores diversos y no
exclusivamente el climático o ambiental.

De la primera fase son las teorías de R. Pumpelly, A. Toynbee y, sobre todo. V. Gordon Childe
que pueden denominarse “teoría del oasis “.

La teoría del oasis. Sostiene que las comunidades de finales del Pleistoceno (epipaleolíticas y
mesolíticas) se vieron obligadas a recluirse en las zonas más fértiles con abundancia de agua,
ante el deterioro ambiental que produjo la desecación del cambio climático del Holoceno. Estas
zonas fértiles eran los «oasis» de refugio, donde pudieron establecerse, iniciar un modelo de
vida sedentaria e iniciar las prácticas agrícolas y ganaderas. Este modelo conduciría, un par de
milenios después, a la civilización urbana en esos mismos escenarios.

A este proceso lo denominó Childe “revolución neolítica”o “primera revolución”, significando


así la importancia del cambio cultural que condujo a la “segunda revolución” o “revolución
urbana” en Mesopotamia.

Sin embargo, a partir de 1950, se empiezan a desarrollar diversos proyectos arqueológicos en


tierras del Próximo Oriente asiático, especialmente en Jordania, Palestina, Siria, Turquía, Iraq e
Irán (coincidentes en buena medida con otros en México. China y la India). Entre ellos, el
proyecto de Qalat Djarmo (vertiente de los montes Zagros, al norte de lraq), dirigido por Robert
Braidwood, tuvo especial relevancia, ya que, tras casi una década de excavaciones arqueológicas
y los datos obtenidos de otros yacimientos de Oriente Próximo., se pudo llegar a la conclusión
de que en las vertientes de los Zagros en Iraq e Irán, en el este de Anatolia y los territorios de
Levante en Siria y Palestina, las comunidades mesolíticas habían iniciado el cultivo de cereales y
la cría de ganado doméstico en fechas muy tempranas y fuera de los territorios considerados
como “oasis” culturales.
A partir de esas evidencias, la búsqueda de una explicación de cómo, cuándo y por qué ocurrió
el proceso ha propiciado la aparición de diversas teorías, entre las que podemos destacar:

La teoría de la presión demográfica (E. Boserup. 1965). Las innovaciones tecnológicas,


económicas y sociales promovidas en el Neolítico son consecuencia de la presión demográfica,
tras el espectacular aumento de la población propiciado con el inicio de la vida sedentaria y la
necesidad de obtener nuevos recursos para su mantenimiento. El crecimiento de la población
en áreas favorecidas comenzó en el Epipaleolílico. Esta teoría coincide en muchos aspectos con
la siguiente, del “área nuclear”, aunque poniendo más énfasis en la demografía.

La teoría del área nuclear (R. Braidwood. 1967). Se apoya en evidencias arqueológicas y dice
que el origen del Neolítico aconteció en las áreas ecológicamente favorables, en las que existían
previamente en estado salvaje las especies vegetales y animales que fueron domesticadas. Esos
lugares estarían en las tierras altas del este de Anatolia y en las vertientes montañosas de los
montes Taurus y Zagros, en tierras del norte de Iraq (las zonas altas del Creciente Fértil), a las
que se denomina “área nuclear”. Allí se inició un proceso al que Braidwood denominó “de
agricultura incipiente “. La teoría se apoya en unas premisas ecológicas y tecnológicas, ya que
requiere, como condición previa, un medio ambiente favorable en el que existan las especies
luego domesticadas, así como un adecuado nivel de desarrollo cultural.

La teoría de las zonas marginales (L. Binford, K. Flannery y J. Perrot, 1968-1972). Mezcla
contenidos de las teorías precedentes, ya que, reconociendo las áreas nucleares, se centra en la
presión demográfica sobre zonas periféricas. Las deficiencias alimentarias y las privaciones en
esta periferia se producían allí donde había escasez de recursos, por lo que fue necesario
promover nuevas estrategias de abastecimiento. Para ello era imprescindible cambiar ciertos
aspectos del medio físico y otros de la organización social de los grupos humanos, modificando
localmente las estructuras demográficas. No fue tan importante la invención de la agricultura y
la ganadería como el comportamiento de los grupos y su capacidad de adaptación al medio.

La teoría ideológica (J. Cauvin, 1994). Valora el comportamiento humano, sin rechazar las ideas
precedentes. Los protagonistas del proceso, conscientes de las necesidades surgidas del
aumento de población y de la necesidad de obtener más recursos para mantenerla, se adaptan
ideológicamente a través de mecanismos psicológicos que van formando una concepción
cósmica en la que la creación de mitos, divinidades y creencias actúan como incentivos de sus
acciones, de tal manera que "el nacimiento de las divinidades y el nacimiento de la agricultura”,
guardan una estrecha relación.

Cada una de estas teorías tal vez no puedan explicar la complejidad del proceso por sí solas, ya
que en cada una podrían encontrarse diversos aspectos más o menos cuestionables que ya han
sido sometidos a debate. Sin embargo, todas ellas aportan ideas muy fundamentadas que deben
ser tenidas en cuenta. Por eso, hoy se está imponiendo, cada vez más, una “teoría conciliadora”
en la que se toman en consideración todas las aportaciones enumeradas, aunque se haga
imprescindible un cierto orden de prelación.

La conclusión sería que: (I) el proceso ocurrió en diversas partes del mundo de forma
independiente: (2) pero para que pudiera producirse se requerían unas condiciones previas de
cierto nivel de desarrollo cultural y tecnológico y un medio ambiente adecuado; (3) sin embargo,
el proceso fue lento, diacrónico y desigual y requirió una larga etapa de experimentación, en
todos los sentidos; (4) pero, una vez producido, ya no hubo regresiones y los logros obtenidos
se expandieron por todas partes.
El sentido “revolucionario” childeano sólo puede aceptarse hoy como una imagen dialéctica que
nos indica la importancia del cambio cultural producido, pero no su carácter rápido y anulador
de todo lo precedente.

Las áreas «nucleares»: El Próximo Oriente asiático (“Creciente Fértil”), el sub. continente
indio, Extremo Oriente y sureste asiático, y Mesoamérica y el área andina

Con esta denominación se quieren reconocer aquellas zonas del mundo donde el proceso se
desarrolló por primera vez y que hoy son paradigmas ineludibles en el estudio del período .De
entre ellas, las más conocidas y mejor estudiadas hoy son:

EL PRÓXIMO ORIENTE ASIÁTICO (“CRECIENTE FÉRTIL”) Los cambios climáticos que propiciaron
la necesidad de búsqueda de nuevos y más variados recursos alimentarios se iniciaron a fines
del Pleistoceno, cuando las últimas oscilaciones climáticas de la glaciación Würmiense señalaron
la transición al Holoceno. El proceso, con su cronología aproximada, lo podemos resumir así:
Entre 25000 y 13000 a.C. Clima más seco y frío que el actual.

Entre 12000 y 1000 a.C. Mejoría climática .Ambiente de más calor y humedad. Estepa de robles,
pistachos, cereales silvestres.

Hacia 9000 a.C. Gradual desecación ambiental.

Entre 6000 y 4000 a.C. Fase húmeda (“pluvial neolítico»). Las zonas menos fértiles fueron las
desérticas a menos de 250 metros de altitud y la estepa semiárida de entre 250-500 m, desde el
Sinaí hasta el Kurdistán iraní, a través de la fosa del Jordán.

La zona de los montes Zagros era algo más húmeda y propicia para especies vegetales y
animales.

El principio de la readaptación de los cazadores-depredadores del mesolítico se inició en la


etapa comprendida entre 12 000 y 10000 a.C, con Ia mejoría climática que, sin embargo,
propició la paulatina desecación de grandes áreas.

Cronología del Neolítico sirio-palestino

La terminología que se utiliza para designar las fases del Neolítico en el Próximo Oriente fue
propuesta por R. Braidwood, considerando cuatro fases en el desarrollo del proceso, desde el
Natufiense hasta la plena economía de producción:

Fase 1. De simples recolectores epipaleolíticos .Kebariense.

Fase 2. De recolectores especializados. Natufiense.

Fase 3. Primeros ensayos de cultivo y domesticación. Pre Potery Neolithic A (PPNA): Neolítico
precerámico A.

Fase 4. Primeros agricultores y ganaderos. Pre Potery Neolithic B (PPNB): Neolítico Precerámico
B.

A continuación se desarrollarían las fases con cerámica (PN). La cronología ge-neral podría
resumirse en la siguiente secuencia:

Cronología general

8500-7500 a.C. PPNA. Base en Jericó .Cambios técnicos del epinatufiense.


Facies industriales: Negev. Facies de puntas Harif; Palestina y Éufrates. Facies: El Khiam.
Yacimientos. Tell Murcybit. Abu Salem (Negev). Jericó, Nahal Oren (Israel), Tell Aswad
(Damasco), Cheik-Hassan (Éufrates medio).

75OO-65OOa.C. PPNB (Antiguo y medio) .Tell Abo Hureyra (Siria).

Facies: Damasco (Aswad (1), Palestina (Jericó y Beidha), Tauro y Anatolia oriental (Cayonu
Tepesi, Cafer Hoyük. Asiliki y Hacilar).

Hacia 6500. PPNB reciente. Expansión del Neolítico a áreas periféricas. Neolítico en plenitud.
Yacimientos: Siria (Bouqras) y Jordania (Beidha).

A partir de los trabajos de A. T. Moore en Siria este autor hizo una propuesta de fases neolíticas
para el Levante mediterráneo, con las siguientes denominaciones:

Neolítico arcaico 1: 8500-7600 a.C.

Neolítico arcaico 2: 7600-6000 a.C.

Neolítico desarrollado 3: 6000-5000 a.C.

Neolítico desarrollado 4: 5000-3750 a.C. Esta secuencia, que puede complementar la que vemos
en el cuadro de cronología general, parece tener en cuenta la continuidad de las tradiciones
neolíticas hasta bien entrado el Calcolítico en el área, así corno las diferencias regionales.

El Neolítico del Próximo Oriente se desarrolló en cuatro grandes fases culturales, desde los
primeros ensayos de agricultura, con la recolección especializada o selectiva, hasta la
culminación del proceso, con la generalización de la vida sedentaria y la utilización ya habitual
en todas partes de la cerámica.

Evolución cultural

. Fase 1. De recolección selectiva o de producción incipiente. Natufiense tipo El Kiam, Abu Gosh,
niveles inferiores de Jericó y Beidha.

Fase II. Protoneolítico. Jericó, Nahal Oren.

Fase 1/1. Neolítico precerámico A y B (PPNA Y PPNB). Jericó. Beidha, Rama. Bouqras. Tell
Mureybit.

Fase IV, Neolítico cerámico A y B (PNA Y PNB). Niveles finales de Jericó. Ramad. Bouqras. Byblos
y Ras Shamra.

El Neolítico Precerámico A (PPNA) se sitúa en los yacimientos sobre los niveles natufienses. Las
dalaciones absolutas sitúan el proceso entre 8500 y 7500 a.C. y los yacimientos más importantes
de esta fase son Jericó (Palestina); Nahal Oren. El Khiam 2-3. Seikh Ali (Israel): Beidha (Jordania);
Tell Aswad. Tel Mureybit y Tell Abu Hureyra (Siria).

Esta fase es fundamental para comprender el proceso de neolitización de la zona, ya que es


cuando se abandona definitivamente el hábitat en cuevas y los grupos humanos empiezan a
establecerse en pequeñas aldeas. El caso más espectacular es el de Jericó, que en poco menos
de mil años pasa de ser un minúsculo lugar natufiense, situado junto a un manantial de aguas
permanentes, a convertirse en una aldea de más de cuatro hectáreas de extensión y unos 2000
habitantes, en un proceso en el que no hay rupturas desde la fase natufiense ni evidencias de
que hubieran llegado pobladores de otras partes. Jericó se convierte en un pueblo con casas de
adobe, generalmente de planta circular de cuatro o cinco metros dc diámetro, con el piso por
debajo del nivel del exterior, una puerta de acceso y un par de escalones de bajada. Antes de
8000 a.C. los habitantes de Jericó protegieron la población con una muralla de 3 m de anchura
y de más de 700 m de perímetro, con una altura aproximada de entre 4 y 5 m. Poco después, un
foso exterior reforzó las defensas del pueblo. La muralla tenía una torre de planta circular de 10
m de diámetro y más de 8 m de altura, que fue construida hacia 8300 a.C.

En otros yacimientos se aprecia una concentración de población parecida. En Beidha (sur de


Jordania), se construyó un poblado con casas de piedra y adobe que tenían paredes sostenidas
por postes de madera: en Nahal Oren las casas estaban pavimentadas con piedras, y en Tell
Mureybit, situado junto al río Éufrates, las casas de planta circular ligeramente rehundidas
también tenían un pavimento de piedras y un hogar interior.

En las vertientes de los Montes Zagros los asentamientos eran distintos, ya que allí el medio
imponía otras fórmulas de adaptación. Hacia 9000 a.C. ya existían algunos campamentos más o
menos permanentes en las vertientes montañosas del norte de lraq, como Karim Shair, Zawi
Chemi y Shanidar, donde se estaba desarrollando el proceso del cambio en las estrategias de
abastecimientos, desde la recolección especializada a las plantas cultivadas y el ganado
doméstico. Por esas fechas la fauna doméstica (ovejas) de Zawi Chemi ya suponía el 80 % de la
dieta.

Estos grupos se encontraban, entre las fases II y III de la evolución cultural, entre 8500 y 7000
a.C., aproximadamente, en pleno estadio de ensayo de cultivo y domesticación de plantas y
animales, pero la concentración de la población en las aldeas denota un grado de organización
social que no tiene precedentes en la zona y que sólo es explicable en el contexto de una
economía de producción incipiente.

Poco después, a partir de 7500 a.C. (PPNB), aparecerá la cerámica en algunos sitios (Tell
Mureybit 111), que no obstante, aún tardará algún tiempo en generalizarse en la región. Por
entonces también aparecieron las primeras aldeas estables en las vertientes de los Zagros, al
norte de Iraq., como Djarmo, en el valle de Chemchemal, que ocupaba 4 hectáreas de extensión
y tuvo su fase de plenitud a principios del VII milenio a.C. alojando a unas 200 personas. Los
restos arqueológicos más notables de Djarmo, además de sus viviendas, eran el conjunto de
estatuillas de barro cocido que representaban animales y personas.

Durante el Neolítico Precerámico B (PPNB), que se considera una fase crucial en el desarrollo de
las comunidades neolíticas, se observan algunos notables cambios que afectan a la población y
a sus formas de vida. El número de aldeas aumenta, así como el número de personas que residen
en ellas. En Tell Mureybit las casas circulares son sustituidas por otras de planta rectangular y
en Beidha el poblado se hace mucho mayor y las viviendas más amplias y más cuidadas, ya que
las paredes tienen un revoco interior de arena y cal pintado de color verde, ocre o rojo. En
Cayonü Tepesi (Turquía) ya hay un santuario situado en una sala de dimensiones excepcionales
(9x 10m), con un pavimento de cantos de diversos colores, ordenados como un mosaico, entre
7250 y 6700 a.C. Pero los cambios más notables se aprecian en la producción de alimentos, ya
que la mayor parte de la fauna es doméstica, habiéndose aumentado el número de especies, ya
que a las ovejas y cabras se añaden los cerdos, y la agricultura los abastece de diversas especies
de cereales y legumbres, representando el mayor porcentaje de la dieta alimenticia. La caza y la
recolección pasan a aser complementos de la dieta básica.

Entre los yacimientos de esta fase hay que añadir el de Tell Halula (Siria, alto ëufrates), que
excava una misión arqueológica española de la UAB. Los niveles del PPNB se fechan entre 8700
y 7400 a.p , y han revelado la existencia de una aldea agrícola y ganadera, en la que se cultivaban
cereales y árboles frutales y se criaban cabras y ovejas. Las casas eran de adobe o tapial y tenían
las paredes enlucidas con cal, un hogar interior, esteras de esparto en el suelo y hornos
domésticos. El hábitat estaba protegido por un muro exterior. Los paralelismos con otros
yacimientos de la zona parecen evidentes.

Es en esta fase cuando las creencias religiosas toman cuerpo y se manifiestan en el legado
arqueológico en forma de objetos rituales, estatuillas de diosas hechas de arcilla, amuletos y
un preciso ritual funerario, en el que no falta el culto a los muertos.

Uno de los yacimientos más reveladores de esta etapa es el poblado de Ain Ghazal (Jordania),
fechado entre 7250 y 6000 a.c. En esta comunidad se documenta un continuado aumento de la
población, que llega a su máximo hacia 6500 a.C., con unos 2.000 habitantes. Numerosas
estatuillas de arcilla, a veces decoradas con pintura roja o betún, revelan el culto a las diosas de
la fecundidad o a los dioses protectores del ganado. El culto a los antepasados incluía la
recuperación del cráneo del cadáver, al que se le reconstruían las facciones con yeso, pasando
a formar parte del panteón familiar. La vida de este poblado se prolongó hasta bien avanzado el
Neolítico cerámico, siendo abandonado hacia 5000 a.C. debido al agotamiento de los suelos
agrícolas y de las zonas de pastos para el ganado.

Esta situación de prosperidad aldeana pronto se extiende por una amplia periferia que llega por
el oeste hasta la cuenca del Tigris y las vertientes orientales de los Zagros, en Irán y, por el este,
hast:r el centro y sur de Anatolia. Los núcleos de población se han multiplicado y muchos han
establecido redes de intercambio de productos, como la obsidiana de Anatolia y las conchas del
Mediterráneo.

La vida aldeana se extiende también hasta zonas alejadas de la franja levantina y de las
vertientes de los Zagros, hacia las tierras llanas mesopotámicas. El proceso se conoce bien
gracias a aldeas como Ali Kosh (Juzistán. Irán), donde se empezó a cultivar el trigo de escaña
melliza, desconocido antes en esa región, a partir de 7200 a.C. Poco después, hacia 6000 a.C .
aparecerá la cerámica en la misma zona, como vemos en Tell-es-Sawwan.

En estas zonas llanas de Mesopotamia las aldeas agropecuarias del Neolítico se extienden por
todo el territorio susceptible de ser explotado en agricultura y ganadería, propiciando un
paulatino aumento de la población y la aparición de núcleos cada vez mayores. Ya en el Neolítico
tardío (entre 6000 y 5000 a.C.) estas poblaciones estarán preparadas para dar, poco después, el
gran salto hacia el modelo de vida urbana. Yacimientos como Tell es-Sawwan, Choga Mami.
Samarra. Arpachiyah y otros, representan el último tramo en el camino hacia la «revolución
urbana» que poco después, hacia 5000 a.C., iniciará sus primeros pasos con la ocupación de las
tierras del sur de Mesopolamia y el comienzo de la cultura de El Obeid, ya preurbana.

Desde el centro nuclear del Neolítico del Próximo Oriente y Anatolia los logros de la agricultura
y la ganadería, con los avances culturales del modo de vida en aldea, se fueron extendiendo
hada otras latitudes, primero a los territorios más próximos del occidente de la península de
Anatolia, a la isla de Chipre y, por fin, a través del estrecho del Bósforo y las costas del mar
Negro, al ámbito balcánico y griego.

En Anatolia, tras las fases de transición del Mesolítico al primer Neolítico, apreciable en
yacimientos como Cayonü Tepesi y Beldibi en la región de Antalya y Kerain y Sogut Tarlasi, en
Ergani, el Neolítico antiguo se expande por el centro y sureste de Anatolia, por las regiones de
Cilicia, llanura de Amuk, cuenca del Tuz GoIü y valle del Kizilirmak.
De esta etapa de plenitud conocemos abundantes ejemplos de asentamientos aldeanos, como
Hacilar, Can Hassan y Gozuklu Tepe y Mersin. En este último las cerámicas impresas con conchas
y cuerda (como las de Tarsus y Biblos) denotan contactos con la costa siria, que se prolongaron
hasta los inicios del Calcolítico. Pero el más extraordinario de todos es el gran poblado de Catal
Hüyük (región de Konya, centro de Anatolia), descubierto y excavado por J. Mellaart en 1958,
que ocupaba 13 hectáreas de extensión, con casas de unos 25 m2 construidas con ladrillos,
unidas entre sí por tabiques medianiles. Dentro de las viviendas había todo tipo de
comodidades: hogares, bancos, suelos de argamasa, hornos para cocer pan, despensas. etc.,
aunque lo más espectacular de lodo eran sus 40 santuarios. En uno de ellos, el más importante
descubierto hasta ahora, había una gran sala decorada con pinturas rupestres y esculturas de
barro cocido de toros y diosas de la fecundidad. La existencia de estos lugares de culto, junto a
la planificada estructura del poblado, denotan una elevada organización social, ya muy cercana
al modelo de las sociedades complejas.

EL SUBCONTINENTE INDIO, EL EXTREMO ORIENTE Y SURESTE ASIÁTICO Y MESOAMÉRICA Y EL


ÁREA ANDINA.

En el sur de Asia es el subcontinente indio donde se produce un proceso que, en muchos


sentidos, guarda ciertos paralelismos con el del Próximo Oriente asiático. En esa zona, en las
tierras altas del noreste y centro de la India, las comunidades mesolíticas comenzaron también
las primeras prácticas de la agricultura y la ganadería en pequeñas aldeas estales.

Al comenzar el séptimo milenio antes de Cristo en las aldeas de esa zona se comenzó a cultivar
el trigo y la cebada y los animales domésticos, en un proceso que parece tener origen autóctono.

Se destaca el poblado de Mehergarh, en la llanura de Kacchi, situado en una terraza del río Bolan.
Estaba formada por casas construidas con ladrillos de adobe que cubrían el exterior e interior
de las paredes con un revestimiento de barro. En este poblado se descubrieron diversas
sepulturas que contenían cadáveres colocados con brazos y piernas flexionados, junto a los que
se había colocados un ajuar funerario compuesto por finos elementos líticos, microlitos
geométricos, láminas de sílex sin retocar, así como cuentas de collar de hueso, conchas y piedra
caliza.

A finales del sexto milenio antes de Cristo la agricultura y la ganadería se extendió por el sur de
la India, ocupando las tierras llanas de las principales cuencas fluviales, formándose entonces
los principales centros de concentración de la población sobre la que, poco después, se iniciaría
el camino hacia el modelo de vida urbana, que culminará hacia 2000 a.CF con la civilización de
Harappa en el Bajo Indo.

En Asia oriental es China la que, en las regiones del norte, en las zonas loessicas de la cuenca
alta y media del río Amarillo, ha revelado la existencia de un foco autóctono donde el Neolítico
parece haberse desarrollado, desde finales del VII milenio a.C Allí, en la cuenca alta del río
Amarillo, un grupo de yacimientos que iniciaron sus actividades entre fines del VII e inicios del
VI milenio denotan actividades agrícolas tempranas en las que el cultivo del mijo
complementado con el de otros productos agrícolas como panizo, repollos, ciruelas y avellanas
está documentado. Los primeros animales domésticos fueron el cerdo y el perro, ambos como
componentes básicos de la dieta alimenticia, aunque el perro fuera utilizado igualmente como
animal para la caza.

De entre los yacimientos de China debe destacarse el poblado de Bampo, situado en el norte, a
orillas del río Zhuan. Era un poblado formado por casas de planta rectangular, ovoide o circular,
con suelos de yeso. Las casas se hicieron con paredes de postes de madera y un entramado de
ramas secas de matorral, recubiertas de un enlucido de barro interior y exterior. La puerta de
entrada daba acceso a un pequeño vestíbulo por el que se accedía a la habitación principal, en
la que había un hogar central y un banco. La techumbre era de ramas entrelazadas y paja y
estaba sostenida por postes de madera.

El poblado estuvo rodeado por un foso de protección, fuera del cual había una zona de hornos
domésticos y un cementerio para adultos, ya que los niños eran enterrados dentro de vasijas en
los espacios situados entre las casas.

En tanto en América se contemplan dos centros originales en los que la agricultura parece haber
surgido de forma autóctona: el foco mesoamericano, en México y el de los Andes en Ecuador y
Perú.

El foco mesoamericano.

En México existen dos zonas en las que la agricultura aparece en época temprana: el valle de
Tehuacán y la sierra de Tamaulipas.

En estos dos sitios puede verse el paso de una población recolectora y cazadora a una agrícola,
a través de un proceso lento que se desarrolla durante siglos.

Los dos focos fueron estudiados por R. MacNeish, que encontró en el valle de Tehuacán el paso
de una población recolectora y cazadora a una agricultora, mientras que Tamaulipas presenta
una evolución distinta, tal vez más marginal.

El valle de Tehuacán está situado en el suroeste de la Sierra Madre oriental, en el estado de


Puebla (México) y en él se han establecido fases que irían de 7.200 años antes de C al 1.500 o
900 a.de C., con comienzos propios de una fase europea de la época epipaleolítica
evolucionando con cambios propios del Neolítico.

En la sierra de Tamaulipas, estado de Tamaulipas, (norte de México), los yacimientos estudiados


muestran un proceso semejante, aunque seguramente independiente del valle de Tehuacán.

En México asistimos a un proceso de sedentarización de comunidades de productores desde,


por lo menos, el VI milenio a. de C, a partir del foco de Tehuacán. Pero en México central los
primeros asentamientos estables sobre suelo fértil aparecen entre 3000 y 1000 a. de C como
vemos en la plataforma circular de Cuicuilco (El Pedregal). De estos centros surgirán, antes de
500 a. de C, las primeras sociedades urbanas de México Central.

En el foco andino de América del Sur, durante el Período Arcaico (5000-1800 a.C) aparecieron
los primeros asentamientos estables en yacimientos del tipo de Valdivia y Real Alto, en la
Península de Santa Elena, en Ecuador, y en otros del tipo de Huaca Prieta, en el norte de Perú,
coincidiendo con un paulatino crecimiento de la población. Es la aparición de las primeras aldeas
estables, de carácter agropecuario, que a veces suelen tener ya construcciones de tipo
ceremonial (pirámides y plataformas) y significan la aparición de las primeras obras de carácter
colectivo.

EL NEOLÍTICO EN EUROPA
Desde Anatolia, los logros culturales del Neolítico se expanden hacia la periferia, llevando a otros
lugares el modelo de vida aldeana con agricultura y ganadería. Esta expansión alcanza la isla de
Chipre, donde se inicia un Neolítico precerámico en Shillourokambos y en la islita de Petratu
Limniti, a inicios del VII milenio a.C ., que terminará germinando en un Neolítico pleno que está
representado en los poblados de Khirokitia, Sotira y Kalavasos-Tenta. Khirokitia, situado al sur
de Chipre, es un poblado con cabañas de planta circular construidas con barro, que tras una fase
precerámica tiene otras con cerámicas lisas y, después, pintadas. Su modo de vida y materiales
arqueológicos recuerdan mucho al ambiente del Neolítico de la franja siriopalestina. Enterraban
a sus muertos en fosas en las que los depositaban en posición fetal y tenían productos, como la
obsidiana, fruto del intercambio con Anatolia. Según V. Karageorghis, Khirokitia se fecha entre
5800 y 5000 a.C. Hacia 5000 a.C. se abandona y no vuelve a ser habitada hasta mil quinientos
años después. Contemporáneo de Khirokitia es el poblado de Cap Andreas-Kastros, en el que se
han definido seis niveles del Neolítico precerámico, con casas de planta circular con zócalo de
piedra y alzado de adobes, en las que se han hallado molinos de mano y elementos líticos para
hoz. El C-14 lo fecha a mediados del VI milenio a.C. El Neolítico se prolonga en Chipre hasta el IV
milenio, con una fase de cerámicas pintadas, pasando poco después al Calcolítico.

También llega el Neolítico a la isla de Creta, donde ha sido identificado en los niveles inferiores
del gran complejo palacial de Cnossos, desde una fase inicial sin cerámicas, hacia 6000 a.C., hasta
varias fases cerámicas que llegan hasta el Neolítico final, para pasar a ser después un
asentamiento calcolítico y, por fin, un importante centro del período Minoico. Por el Bósforo y
las costas del mar Negro los avances neolíticos llegan hasta Europa continental, donde se van a
desarrollar importantes focos de neolitización en el norte de Grecia y en el interior de los
Balcanes.

Fases culturales del Neolítico en Europa.


Fase I. Desde fines del VII milenio a.C. Aparición del Neolítico en el continente, como posible
difusión del Neolítico del Próximo Oriente, en el ámbito del Egeo septentrional.

Fase II. VI milenio a.C. Formación del neolítico antiguo en el norte de Grecia y propagación hacia
el norte. Dos grandes complejos: (1) de las cerámicas pintadas de los Balcanes: (2) de las
cerámicas impresas de las costas mediterráneas.

Fase III. Hacia el V milenio a.C. Neolítico medio. Nuevas influencias de Oriente hacia los
Balcanes., de posible procedencia anatólica. Formación de entidades culturales de Europa
central. Cerámica de bandas. Infiltraciones hacia las estepas pónticas.

Fase IV. Desde la primera mitad del IV milenio a.C. Neolítico final o reciente. Neolítico en las
regiones alpinas. Neolítico danubiano evolucionado. Influencias en Europa nórdica. Inicios del
desarrollo del megalitismo en Europa occidental. Inicios del Calcolítico en los Balcanes.

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