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Historia Jero
Historia Jero
La Revolución de 1917 dio vía libre al nacimiento de la Unión Soviética. Su legado marcó
la política del siglo XX y ha dejado una huella indeleble en el mundo contemporáneo. Pero
cuando dio sus primeros pasos en el gélido mes de febrero de aquel año, no fueron pocos
los revolucionarios que la despreciaron.
Lo que sucedió entonces no fue sólo una revolución, sino una multitud de revoluciones; un
rechazo no sólo del Estado, sino de todas las autoridades: jueces, policías, cargos
públicos, oficiales de las fuerzas armadas, sacerdotes, profesores y terratenientes, todos
los padres y maridos de mentalidad patriarcal. Al contrario de lo que había predicho
Shlyapnikov, las protestas no se desvanecieron, sino que a finales de febrero crecieron
como una bola de nieve y empezaron a aparecer las pancartas y banderas rojas que
llamaban a derrocar a la monarquía.
El 4 de julio, multitudes de soldados y obreros prestos a derrocar al gobierno provisional
desfilaron armados por las calles de Petrogrado. Se agolparon frente al cuartel general
bolchevique esperando instrucciones,
pero en aquel momento decisivo Lenin vaciló. No hizo ningún llamamiento a la rebelión.
Tras esta fracasada «insurrección de julio» llegaron las represalias. La policía asaltó la
sede del POSDR, detuvo a cientos de militantes y Lenin tuvo que exiliarse de nuevo, esta
vez a Finlandia.
Alexander Kerenski, el único socialista del gobierno provisional, fue aclamado como la
persona capaz de reconciliar el país y detener la deriva hacia la guerra civil. Era el único
político que gozaba de apoyo popular y a la vez era ampliamente aceptado por los líderes
militares y la burguesía. Al final, el 8 de julio, sustituyó al príncipe Lvov como primer
ministro.
Tras una serie de contratiempos y demoras, durante la madrugada del 25 de octubre (7
de noviembre en el calendario gregoriano) se produjo el legendario asalto al palacio de
Invierno, sede del Gobierno provisional. Por la mañana se anunció la detención de los
ministros de Kerenski ante el Congreso de los sóviets, cuyos 670 delegados –en su
mayoría obreros y soldados ataviados con sus uniformes– decidieron formar un gobierno
con el apoyo de todos los partidos con presencia en ese órgano. Pero la mayoría de
delegados mencheviques y socialistas revolucionarios se marcharon en señal de protesta
por el golpe de los bolcheviques, lo que permitió a éstos monopolizar el nuevo poder.
Pocos pensaban que los bolcheviques pudieran aguantar mucho tiempo. Tenían una
fuerte implantación en la capital, donde la toma de poder desencadenó en su contra las
huelgas del funcionariado, de los servicios de correos y telégrafos y de la banca. Y
tuvieron que luchar por controlar Moscú, mientras que su apoyo en las provincias era
débil.
A pesar de que la toma del poder se había llevado a cabo en nombre del sóviet, Lenin no
tenía intención de gobernar por medio de esa asamblea en la que otras facciones
actuarían como freno parlamentario frente al nuevo órgano de gobierno que había creado,
el Consejo de Comisarios del Pueblo o Sovnarkom. El 4 de noviembre, el Sovnarkom se
atribuyó la capacidad de legislar sin la aprobación del sóviet.
La gran depresión
Podemos señalar como el punto de partida de la Gran Depresión el 29 de octubre de
1929, jornada que es recordada como el Martes Negro.
Durante este día, la bolsa estadounidense cayó hasta valores nunca vistos anteriormente.
Aunque en los días previos las bolsas sufrieron momentos delicados, la caída del 20 de
octubre propició que una sensación de pánico se extendiese rápidamente.
Sobre las causas que dieron lugar a la crisis de 1929, no existe un consenso claro entre
economistas e historiadores.
La perspectiva keynesiana
La Gran Depresión era una recesión más de las que, de forma cíclica, afecta a las
economías capitalistas.
No obstante, el papel de las autoridades monetarias agravó la situación.
Fruto de la política monetaria, especialmente de la Reserva Federal, cayó la oferta
de dinero, lo que no favoreció la economía.
De forma paralela, algunos especialistas, han señalado que se sufrió una deflación
que aumentó el valor real de la deuda.
Lo que, en última instancia, hizo que aquellos que habían obtenido un préstamo o
crédito, debieran, en términos reales, más de lo que recibieron.
Consecuencias económicas
Consecuencias sociales