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Quien es fiel al Señor no puede tolerar que el pecado reine sin que
sea amonestado. El que practica la rectitud no ha de permanecer
indiferente ante el mal; no puede permanecer callado al ver cómo
se denigra del nombre de Dios, y cómo se pisotean los principios
establecidos por él en su Santa Palabra.
Ser leal a Dios era la meta de su vida. Poder cumplirle al Señor era
motivo de alegría. Independientemente de las consecuencias, su
gran propósito era ser fiel a Dios. Complacer a los hombres no
estaba en su lista de prioridades.
Es hora de reflexionar:
Por mucho que tengan que sufrir los fieles en esta tierra, algún día
el Señor levantará su mano para recompensar sus actos de
lealtad.
“El rey procedió a investir a José con las insignias de su elevada posición.
Entonces el faraón se quitó el anillo de su mano y lo puso en la mano de
José; lo hizo vestir de ropas de lino finísimo y puso un collar de oro en su
cuello. Lo hizo subir en su segundo carro, y pregonaban delante de él:
“¡Doblad la rodilla!”
CONCLUSIÓN
El Señor necesita líderes fieles y leales, que no cedan a las
tentaciones de esta tierra y que más bien mantengan en alto la
bandera de la fidelidad en momentos de crisis,