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RESTAURACIÓN

Este capítulo contiene partes del libro: La verdad sobre la pornografía (LVSLP), libro que
recomendamos leer habida cuenta que es un gran complemento para el presente material.

Todos estos años de trabajo con jóvenes y adolescentes nos ayudaron a comprender más del
mundo en el que viven, pudimos ver con mucha claridad las batallas en las que están inmersos.
Pudimos ver cómo están luchando con la masturbación, la pornografía y, por supuesto, con las
relaciones sexuales prematrimoniales. Tal vez al leer esto pienses: “¡y sí! ¡Obvio!”. Quizás lo que
no es obvio es que antes estos problemas eran de muchas personas pero ahora son una lucha
constante para la mayoría. La realidad es que gran parte de nuestros adolescentes y jóvenes no
viven en santidad. Son pocos los que llegan al matrimonio sin haber tenido relaciones sexuales.
Está más que claro que las relaciones sexuales son un regalo divino, pero las experiencias
sexuales fuera del marco del matrimonio dejan marcas absolutamente intensas y perdurables.
Por eso resulta fundamental reservar ese momento para la persona que te va a acompañar el
resto de tu vida. Vivir en santidad, es una decisión de todos los días. No se trata de una elección
que se hace una vez y que aplica para el resto de la vida. Por supuesto que celebramos y
creemos en esos momentos que son absolutamente trascendentes donde Dios nos habla de
forma clara y produce una fuerte convicción de pecado, creemos que son muy útiles las
reuniones donde se nos desafía a renunciar a los pecados sexuales y a comprometernos con una
vida en santidad. Creemos en lo que Dios hace a través de eventos como los congresos,
campamentos, retiros, etcétera. Pero también entendemos que luego de cada domingo llega el
lunes, que luego de la burbuja espiritual que representa el campamento, vuelve la cotidianeidad
del día a día, y con eso las luchas de siempre; aunque luego de recibir una palabra y tomar
decisiones enfrentamos el día a día más preparados.

DE LA VIDA REAL
Pablo, un joven cristiano hijo de pastor que está recibiendo ayuda (tiene el hábito
de la masturbación), manifestó de forma clara que está esperando la revelación de
Cristo, y que cuando Cristo se le revele en esta área de su vida va a poder tener
victoria completa y nunca más va a ser tentado.
Este tipo de comentarios nos da la idea de que, aunque se refiere a algo espiritual (y que, por
supuesto, es muy valioso), tiene una expectativa como de que algo mágico fuera a pasar. Como
si el cambio en las decisiones viniera desde afuera, y no tuviera nada que ver con la voluntad de
la persona. Ya tenemos en la Palabra toda la revelación necesaria para poder vivir en santidad.
Por supuesto que creemos en los milagros, creemos en el accionar sobrenatural de nuestro
Señor, pero una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa...

Por eso es que queremos que sepas que la pelea es de todos los días.
• ¡Todos los días tenés que ofrecer tu cuerpo como sacrificio vivo santo y agradable a Dios!
(Romanos 12:1).
• Todos los días tenés que someter tus pensamientos para hagan la voluntad de Cristo (2
Corintios 10:5).
• Todos los días tenés que honrar a Dios con tu cuerpo (1 Corintios 6:20).
• Todos los días tenés que huir de las pasiones de la juventud y de la inmoralidad sexual (2
Timoteo 2:22;1 Corintios 6:18).
• Todos los días tenés que elegir pensar en cosas buenas (Filipenses 4:8).

Las ofertas son inagotables. La tentación cobra estatus de casi omnipresente. La comida del Rey
se ve sabrosa y para colmo ¡estamos con hambre! Tenemos que ser verdaderos militantes de la
santidad. Así como Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con la comida del rey
(Daniel 1:8), nosotros también debemos hacerlo, y ¡todos los días! Esta decisión de todos los días
no tiene que vivirse como una simple negación, como una serie de no que vamos acumulando
en nuestro diario vivir. Si lográramos entender lo bello de la santidad, si pudiéramos ver que
nuestra consagración es una manifestación de amor a nuestro amado Dios y que cada vez que
nos negamos a nosotros mismos le estamos diciendo a Él “te amo”, “te pertenezco”, esa idea de
sufrimiento se transformaría en un instante en el gozo de la santidad. ¡Vivir en santidad puede
y debe disfrutarse! Vivir en santidad no es solo un no. Es la elección voluntaria de un estilo de
vida. Vivir en santidad habla acerca de a quién amamos, de quién es nuestro dueño. Esa debe
ser nuestra marca registrada. En definitiva, se trata de una cuestión de enfoque. No vamos a
enfocarnos en los no. Nos enfocamos en un sí gigante a nuestro Dios, pero también es un sí
gigante a nuestra/o futura/o esposa/o, a nuestros futuros hijos, y a nosotros mismos. Es mucho
más fácil tomar decisiones en el presente cuando vemos con claridad el futuro que nos espera.

Saber a dónde voy le da sentido al esfuerzo.


Ahora bien, nadie puede obligarte a transitar este camino; si no tenés la intención de vivir de
manera diferente nadie puede ayudarte. Ni Dios. Ser libre tiene un costo, no es automático ni
sencillo. Dios va a hacer por vos lo que no puedas hacer, pero no va a hacer lo sí puedas hacer.
Tenés que entender que la libertad es un proceso, no es solo una oración. Dos meses viviendo en
santidad es solo el comienzo. Cuando te sientas mejor, tal vez pienses en abandonar el esfuerzo
por cambiar. ¡No lo hagas! A continuación te brindamos algunas claves para tu restauración, los
puntos que abordaremos son solo unos pocos, por eso recomendamos complementar esta
lectura del libro de LVSLP, capítulo seis: “Del pozo se sale”, y siete: “Tips, consejos desde la
práctica”. Estos, si bien abordan de manera específica el tema de la adicción a la pornografía,
aplican perfectamente a los temas abordados desde este libro.

TENÉ PRESENTE QUE SIN LA AYUDA DE DIOS ES MUY DIFÍCIL CAMBIAR

El primer gran paso (y desafío) es restablecer tu relación con Él. Quizás parezca sencillo, sin
embargo no lo es en absoluto. ¿Por qué? Porque debés destruir todo rastro de religiosidad, y el
problema de la religiosidad es que se trata de una especie de costra espiritual que mantiene
nuestro corazón alejado de Dios aun estando rodeado de hermanos en la fe, eventos, reuniones,
ensayos, oraciones, costumbres y hábitos “espirituales”, etcétera. Raro, ¿no? Aun así es más
común de lo que pensás.
Lamentablemente muchas veces somos nosotros, como Iglesia de Cristo, quienes le damos
forma a esa costra espiritual; dejamos de lado lo verdaderamente esencial y nos centramos en
cosas que, aun siendo importantes, nos alejan de nuestra razón de ser. Para ser claros, creo
firmemente que nuestra razón de ser como cristianos está vinculada a dos cosas irremplazables,
medulares, esenciales: buscar a Dios, es decir estar con Él, hablar con Él, tener intimidad,
adorarlo, leer su Palabra sabiendo que ahí no solo conocemos su voluntad sino que también lo
conocemos a Él. Disfrutar realmente de estar en su presencia. Estar, contemplar y amar.

S Ú P E R A C L A R A C I Ó N:
Lo que sigue podría ser mal interpretado, por eso la siguiente aclaración. Desde JEBA creemos
que es absolutamente imprescindible congregarse, que todos necesitamos ser pastoreados. ¡T O
D O S!, pastores incluidos. Creemos en la importancia de las actividades que como Iglesia de
Cristo llevamos adelante (reuniones de grupos pequeños, reuniones de oración, cultos,
campamentos, etcétera). Personalmente creo que todo cristiano debe pertenecer a una
comunidad de fe, congregarse y dejarse pastorear. También creo que la iglesia debe tener un
lugar de referencia donde reunirse (lo que nosotros llamamos “Iglesia”: el edificio, casa, o
espacio físico donde nos reunimos). Dicho esto, lanzamos la bomba.

Y lo segundo es la consecuencia natural de mi real y concreto encuentro con Él: hacer discípulos.
Hacer discípulos es mucho más que ir a predicar el evangelio (y predicar el evangelio no es
entregar un tratadito y decir: “Jesús te ama, te espero en la iglesia” y salir corriendo), implica
invertir tiempo en la persona, ayudarla a transitar su camino de relación con Dios. No obstante,
¿qué le decimos nosotros a la gente?

• “Tenés que venir a la iglesia”.


• “Tranquila, ya va a venir tu esposo”.
• “¿Qué te pasó? Hace dos domingos que no venís a la iglesia”. Cuando uno de los jóvenes falta
a algunos cultos porque está estudiando, ¿qué le decimos?: “Brian, no te olvides, primero el
Señor”.

El problema de la religiosidad es que se trata de una especie de costra espiritual


que mantiene nuestro corazón alejado de Dios, aun estando rodeado de hermanos
en la fe, eventos, reuniones, ensayos, oraciones, costumbres y hábitos
“espirituales”, etcétera.

¿Querés que te cuente algo personal? Cuando hablo con chicos que comienzo a ayudar, una de
las primeras cosas que les pregunto es: “¿cómo está tu relación con Dios?”. ¿Sabés qué escucho
muchísimas veces?: “¡Bien!, estoy yendo a la iglesia”. Esta respuesta es una muestra
contundente de la religiosidad; ir a lo que nosotros llamamos “iglesia” no es sinónimo de buena
relación con Dios, de hecho vos podés participar más que nadie de todas las actividades, no
perderte absolutamente nada, estar prácticamente internado en la iglesia, y ser una persona que
está completamente alejada de Dios, ¿o no? Por otro lado, también es cierto que si tu relación
con Dios es buena, no podés dejar de congregarte; es casi un resultado obvio, natural. Si estás
bien con Dios te congregás, punto.

Ponemos sobre la gente la presión de estar en todas las actividades de la iglesia, haciéndoles
saber de alguna manera que si no participa de ellas tal y como lo esperamos, no están siendo
los cristianos que deberían ser. Entonces ¿qué le sucede a que un joven promedio que estudia y
trabaja, y tiene saturada su vida?

Ejemplo:
Lunes 19 hs: Reunión de su grupo pequeño (donde él es ministrado).
Martes 20 hs: Reunión de su grupo pequeño (donde él es quien ministra).
Miércoles 20 hs: Culto de mitad de semana (como él es músico, tiene que estar).
Viernes 21 hs (cada quince días): reunión de líderes.
Sábado 19 hs: Reunión de adolescentes (él es líder de adolescentes).
Sábado 22 hs: Reunión de jóvenes (él es colaborador).
Domingo 9 hs: Culto general (llega sin dormir, se acostó a las 3 de la madrugada luego de la
reunión de jóvenes, y encima como es músico tiene que estar para el ensayo previo).

Esto, que visto así todo junto parece demasiado, es la vida de muchos chicos de nuestras
iglesias, y hay casos más extremos, ¿o no? ¿Y sabés qué es lo peor? Toda esa actividad genera
en la persona una sensación de saciedad, de tarea cumplida. ¿Tarea cumplida?

PREGUNTAS:

• ¿Cuándo es sal y luz?¿Dónde lo es, en la iglesia?


• ¿Cuándo estudia?
• ¿Cuándo está con la familia?
• ¿Cuándo descansa?
• ¿Cuándo respira? (Recordemos que nuestro joven del ejemplo trabaja y estudia).

Nos preocupamos por demás de que las personas estén presentes en las actividades, pero no
nos preocupamos de la misma manera en cómo está su relación con Dios; nos interesa más una
persona en el culto, que una persona llevando el mensaje de Cristo. Yo sé que ahora miles de
voces se van a levantar negando estas palabras, pero antes de hacerlo pensalo muy bien, ¿no
somos así? (Lo digo una vez más: creo profundamente que todos debemos congregarnos, no te
preocupes, soy cristiano). Esto no es una invitación a la rebeldía, es una invitación a pensarnos.
Para poder ser restaurados es necesario resetear nuestra espiritualidad, volver a empezar
nuestra relación con Dios. Volver a su Palabra buscando dirección, buscando su voluntad,
buscando ¿¡qué significa ser cristiano!? Te invito fervientemente a que leas con detenimiento el
libro de los Hechos de los apóstoles y veas la vida de un cristiano: Pablo.

Reiniciar tu relación con Dios va a implicar necesariamente que pases tiempo con Él, aunque no
“sientas” nada. ¿Quién te dijo que tenías que sentir algo? ¿Quién te dijo que teníass que ver
para creer?

“…dichosos los que no han visto y sin embargo creen” -Juan 20:29 NVI

La religiosidad también tiene una expresión cool, emocional. No me vas a decir que nunca
escuchaste; “Siento de parte de Dios…”, “Siento en mi corazón que…”, “Siento la presencia…”.
Más aclaraciones para aquellos que están por prender fuego el libro. Está b u e n í s i m o
sentir cosas, ¡claro que sí! No obstante no podemos regular nuestra relación con Dios por algo
tan inestable como lo que “sentimos”. Debemos tener fe, no debemos vivir de sensaciones,
emociones y sentimientos. La fe no tiene que ver con lo sentimos, sino con lo que creemos.

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. -Hebreos 11:1
RVR60

Volviendo. En este reinicio también tendrás que ser completamente sincero con Dios, no
guardarte nada; y, por supuesto, estar predispuesto a hacer caso de las indicaciones que Él te va
a dar. Confesá todos tus pecados sabiendo que Dios te perdona.

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos
de toda maldad. -1 Juan 1:9 RVR60

No dejes ninguna puerta cerrada, dale acceso total, sin restricciones. Permití que el Señor entre
en esos lugares oscuros perversos, “inconfesables”, vergonzosos. Soy plenamente consciente de
que este libro lo pueden estar leyendo personas que hicieron cosas de las cuales están
completamente arrepentidas, que incluso el hecho de recordarlas les genera un dolor inmenso y
una culpa insoportable, que prefieren dejar esas historias enterradas en el olvido. Sin embargo
es tiempo de confesar, no intentes tapar lo que Dios ya conoce. La confesión no tiene que ver
con brindarle información nueva y sorprendente a Dios, Él ya lo sabe, ya te vio, incluso ve lo que
nadie ve, ve tu interior, tus pensamientos y sentimientos. Para decirlo claramente: vos no
sorprendés a Dios.

Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de
aquel a quien hemos de rendir cuentas. -Hebreos 4:13 NVI

La confesión en realidad tiene que ver con nosotros: con que reconozcamos delante de Dios
nuestra falta, presentarla delante de Él con un corazón arrepentido. En relación al
arrepentimiento, este implica necesariamente una manifestación práctica, un cambio visible.
Esto debe traducirse no solo en un cambio de actitud, sino también de comportamiento. Hechos,
no solo palabras.

Entonces él se incorporó y le preguntó: —Mujer, ¿dónde están?¿Ya nadie te condena? —Nadie,


Señor. —Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar. –Juan 8:10-11 NVI
Produzcan frutos que demuestren arrepentimiento. -Mateo 3:8 NVI

Tenés que tomar la decisión de cambiar completamente de dirección, y esto puede significar un
gran dolor. Cortar con una vida pecaminosa no tiene que ver solo con el pecado, es un sistema
de vida el que tiene que cambiar, costumbres arraigadas durante años. Muchas veces esas
costumbres/hábitos están vinculados con la búsqueda de un escape, con la intención de
anestesiar el alma frente a realidades dolorosas. De manera tal que cuando se extirpa el pecado
también se elimina la droga. Cambiar ya es en sí mismo algo muy difícil, aun cuando no hay
detrás del cambio ningún ancla emocional, y aun cuando los resultados de dicho cambio son
evidentemente favorables/deseados. Cuánto más va a costar cambiar cuando el hábito está
adherido/incrustado/fundido en la búsqueda desesperante de evitar el sufrimiento.

Es necesario tener en cuenta que la persona que es adicta a la pornografía elaboró


todo un sistema de vida y de gratificación que gira en torno al consumo. La sola
supresión de dicho consumo genera vacío y una sensación de pérdida que afecta de
forma significativa el estado de ánimo y lleva al malestar generalizado. Esta
situación displacentera debe ser abordada de forma sabia y planificada; no se trata
simplemente de la eliminación de una conducta destructiva.La persona aprendió a
caminar y depender de ese veneno, y ahora que la droga desaparece el vacío
resulta insoportable [La verdad sobre la pornografía].
¿Esto es posible? Si, y solo si Dios es tu Señor. Sin Él no vas a poder enfrentar a tu dolor, sin Él
no vas a querer hacerlo. Tenés que saber que Dios está con vos, Él no te deja, no te abandona
(aunque muchísimas veces pensaste que se olvidó de vos, que te dejó “tirado”). Él es el más
interesado en tu cambio. Es mucho más fácil decirle que no al pecado y salir de la tentación
cuando estamos bien cerca del Señor.
Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió, y gemía todo el día. Día y
noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi fuerza se evaporó como agua al calor del
verano. Finalmente te confesé todos mis pecados y ya no intenté ocultar mi culpa. Me dije: “Le
confesaré mis rebeliones al Señor”, ¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció. –Salmo
32:3-5 NTV

RENDIR CUENTAS

Ya no hablamos solo de la confesión; el hecho de rendir cuentas implica la constante


predisposición a dar explicaciones de nuestros pensamientos, actitudes y comportamientos a un
referente espiritual. ¿Por qué es una decisión tan difícil? Porque muy probablemente nunca
hayas hecho esto antes, y acá es donde se establece una lucha de proporciones inusitadas en el
campo de batalla de tu mente. De un lado del campo se encuentra el orgullo, la vergüenza, la
imagen del hombre/mujer de Dios que querés proyectar. Del otro lado se encuentra entre sus
filas: el temor de Dios que aún vive en vos, el arrepentimiento que te empuja a morir a vos
mismo y un profundo deseo de cambiar. ¡Dejá que gane Jesús! Tenés que perder si querés que
las cosas realmente cambien. Por supuesto que hablar ya no solamente de los hechos, sino
también de los pensamientos, conlleva cierto grado de valentía; no resulta sencillo exponer ante
otro lo que durante tanto tiempo guardaste bajo siete llaves. “¿Por qué tengo que contarle todo
a otra persona? ¿Si ya le pedí perdón a Dios, ya me arrepentí, ya lloré demasiado y ahora estoy
totalmente convencido de que ‘mi problema’ forma parte de mi pasado...?”. La realidad es que
solo no podés; además de la obvia ayuda de Dios en todo este proceso, también necesitás ayuda
de personas que, justamente, Dios pone en tu camino para auxiliarte y formarte.

• ¿Ante quién rendir cuentas?


• ¿Cómo debería ser la persona delante de la cual vas a abrirte y confiar tus secretos más
íntimos?

En este sentido el consejero debe tener una vida espiritual y testimonio personal que lo avale.
Por otro lado –y teniendo en cuenta el tenor de las cosas que vas a decir–, resulta
imprescindible que esta persona pueda guardar completa confidencialidad. Asimismo, es
necesario que quien vaya a escucharte sea del mismo sexo que vos (obviamente). La persona
que va a ayudarte, y ante quien vas a rendir cuentas, no debería estar pasando por la misma
situación que vos (Lucas 6:39). Si el consejero tiene experiencia en el tema, tanto por haberlo
vivido, haber aconsejado al respecto y/o estudiado, resulta mejor. Esta persona debe ser alguien
que tenga el pleno derecho otorgado por vos para preguntarte/ perseguirte/insistirte, pero
también para corregirte. Tenés que tener en cuenta que, muy probablemente, tiendas a contar
solo aquellas cosas que no resulten tan perjudiciales a tu reputación y a la imagen que querés
proyectar. Lo mejor que podés hacer es, sencillamente, olvidarte de tu imagen y saltar a la
incertidumbre de la confesión; ya que en el mismo instante en que te abras, habrás perdido el
control de lo que, suponías, era la imagen que los demás tenían de vos. Quizás por un tiempo
logres ocultar eficazmente tu problema, pero tené en cuenta que justamente vas a lograr tapar
tu vergüenza tan solo por un tiempo... Más temprano que tarde, la bomba estalla.

• Contalo todo, aunque no quieras.


• Contalo todo, aunque te cueste.
• Contalo todo, aunque no te guste.
• Contalo todo, aunque te duela.

Contarlo todo es solo una cara de la moneda, la otra cara se llama obediencia. De más está
decir que aplica el mismo principio anterior:

• Obedecé, aunque no quieras.


• Obedecé, aunque te cueste.
• Obedecé, aunque no te guste.
• Obedecé, aunque te duela.

Acá va algo de experiencia personal, en estos años (fundamentalmente desde 2012 hasta el día
de hoy), y luego de haber hablado con muchos jóvenes y adolescentes de distintas partes del
país y también de otros países, encontré algo que se repite una y otra vez. Siempre insisto en la
importancia de que estos temas sean tratados en la iglesia local y sobre todo por algún
líder/referente/pastor. Personalmente no tengo ningún inconveniente en charlar con quien sea;
no obstante, los jóvenes y adolescentes tienen su congregación, su líder, su pastor. Y es
justamente con ellos con quienes deberían hablar de sus temas personales. ¿Qué me responden?

“De esto no se puede hablar en mi iglesia”.


“En mi iglesia son muy cerrados, y esto es un tema tabú”.
“No puedo confiar en nadie, si cuento algo, a los dos segundos se entera toda la iglesia”.
“Intenté hablar con mi pastor/líder pero no me dio mucha importancia”.
“Con mi líder/pastor no se puede hablar”.
“Nunca tienen tiempo para mí”.
“No me generan confianza”.
“Ya hablé, y la respuesta fue: ‘tenés que orar más, tener que leer más la Biblia’”.

Los jóvenes y adolescentes que se ven identificados, en este momento están en éxtasis… Dicen:
“sííí, ¡¡¡tal cual!!!”; pero tranquilo, pequeño millennial/ centennial. No te apresures... Si bien es
cierto que ciertos temas no se hablan en algunas iglesias (soy testigo de ello de manera
constante), decir que no se puede confiar en nadie, que con el pastor o líder no se puede hablar
o que no les dan importancia es una verdadera exageración. Por supuesto que hay excepciones,
y que en algunos casos esas frases son ciertas. Sin embargo, la verdadera razón detrás de estas
frases no encuentra su fundamento en datos de la realidad, sino en la negativa de dar cuenta
de la situación personal delante de una persona no solo conocida, sino que tiene cierta
autoridad sobre uno. Lo que está detrás de estas frases muchas veces es la vergüenza. “Yo soy
el líder de alabanza, nadie puede saber esto”. Como ya sabés, la vergüenza no es otra cosa que
orgullo disfrazado y:

(…) Dios se opone a los orgullosos pero da gracia a los humildes. -Santiago 4:6 NTV
Obviamente es mucho más sencillo hablar con alguien que dio una series de talleres sobre el
tema en cuestión (lo cual lo pone en el lugar de “especialista”), que además es un desconocido, y
que no está en el día a día de la persona. Hablar de temas íntimos con las mismas personas
que ves dos o tres veces por semana no es fácil, no obstante vas a tener que vencer al orgullo,
destrozar la vergüenza.
ANDÁ A LA RAÍZ DEL PROBLEMA

¿Qué hacés cuando en el hermoso césped que tenés en tu casa crece maleza? ¿Cortás el césped
bien al ras? ¡Por supuesto que no! Ya que esta vuelve a crecer.
Si querés erradicar la maleza de tu césped tenés que arrancarla de raíz. Cuando encontramos
una persona que tiene fiebre, no nos centramos en esta, ya que la fiebre no es lo importante, es
tan solo un síntoma de una posible enfermedad. Lo mismo ocurre con el consumo de drogas,
alcohol, tabaco, etcétera. Son síntomas/signos, lo que realmente interesa es atacar la
enfermedad, las razones que llevan al adicto a consumir. El tema es que muchas veces nos
encontramos suministrando ibuprofeno eternamente sin entender que debajo de la maleza está
la raíz, detrás del síntoma hay un mundo por resolver, detrás de la adicción hay un problema
que necesita ser solucionado.
Cuando hablamos de las adicciones sexuales, estas nunca son el verdadero problema; son solo la
maleza visible, el síntoma. El problema real está en la raíz. La masturbación compulsiva, el
consumo de pornografía, la adicción al sexo son signos que apuntan a razones profundas, a
temas que necesitan salir a la luz y ser sanados/resueltos. Es necesario identificar lo que
provocó que te vuelques a esas prácticas en busca de satisfacción, escape, alivio, etcétera. El
apetito sexual desenfrenado, en realidad, evidencia otro tipo de apetito. De lo que en verdad
tenemos hambre es de Dios. Quien se refugia en la adicción sexual, en definitiva busca
desesperadamente a Dios. La necesidad de Dios no puede ser saciada a nivel físico, el vacío no
se llena con la efímera satisfacción sexual. Cuando buscamos a Dios en los lugares equivocados,
el resultado que obtenemos es desilusión, frustración, angustia y esclavitud. Este apetito
físico/emocional, esta presión que se experimenta desde lo más profundo y que lleva en muchos
casos a la desesperación, habla a las claras de un estado interno de enorme insatisfacción y
deseo de intimidad con Dios. Es una necesidad espiritual. Debemos buscar más allá de los
síntomas y entender que el origen de todo es la desconexión, el desconocimiento, la
desconfianza y la rebeldía hacia Dios, el corazón engañoso del hombre, y el pecado que anida en
él. Mucho antes de pecar la persona se “desconectó” de Dios, perdió la confianza en Él como
proveedor, consolador, ayudador, como un Dios que nos ama y tiene cuidado de nosotros (1
Pedro 5:7). No creemos ni confiamos realmente en que Dios nos ama. En definitiva todo pecado
está arraigado en la sospecha de que Dios no es realmente bueno y esto es producto de no
conocerlo. El deseo de ser amado y completado es intrínsecamente humano. Así fuimos
diseñados por nuestro Creador; el vacío es, en definitiva, un vacío de Dios (nada llena lo que solo
Él puede llenar).

El legítimo deseo de ser amado puede ser la excusa perfecta para que esta alma
necesitada, seca y apagada se vuelva totalmente vulnerable a los cantos de sirena
de la adicción.

Cuando el anhelo legítimo de ser amado no es encausado hacia el mismo Dios que lo creó (nos
creó con un vacío que solo Él puede llenar), y tomamos en nuestras propias manos la
responsabilidad de satisfacernos, es cuando lo que en un principio era un anhelo legítimo, se
vuelve pecaminoso. Luego damos paso a la justificación, que por supuesto está asentada en
múltiples problemas/ excusas, en la autocompasión y el egoísmo. Esta incapacidad de esperar y
confiar en Dios, nos entrega en los brazos del enemigo que siempre está dispuesto a recibirnos.

Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa.
Porque esta desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu desea lo que es contrario a ella.
Los dos se oponen entre sí, de modo que ustedes no pueden hacer lo que quieren. –Gálatas
5:16-17 NVI
Más bien, revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de
la naturaleza pecaminosa. -Romanos 13:14 NVI
¿Qué pasaría si hiciéramos caso a las palabras de Jesús?
Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. -Mateo
11:28 NVI

Cada vez que elegimos gratificarnos de manera incorrecta, cada vez que elegimos nuestra
adicción antes que a Dios damos un mensaje muy claro al mundo espiritual: la preferimos antes
que a Dios; le confiamos a ella nuestra felicidad y no a nuestro Señor. Nos volvemos adoradores
de ella, la ponemos en el lugar de Él, y eso se llama idolatría. Cuando ponemos ese camino por
encima del suyo, Él nos entrega a nuestros deseos, y así nos volvemos esclavos. Reclamamos el
gobierno de nuestras vidas, y en ese mismo instante perdemos el control sobre nosotros
mismos. El pecado, en definitiva, es la evidencia del desconocimiento y la desconfianza en Dios.
Debés dejar que el Espíritu Santo tenga total acceso a todos los rincones de tu vida; de hecho, lo
que más quiere Dios de vos es, justamente, lo que no querés entregar, eso que guardás, de lo
que no hablás ni siquiera con Él.
Lo anterior tiene que ver con las razones/motivos profundos de las adicciones sexuales. Lo que
sigue está relacionado con aspectos que, aun no siendo parte de la raíz del problema, no deben
ser soslayados, ni tenidos en poco. Son temas a atender y tratar, cuestiones de gran importancia
que en muchos casos precisan de atención profesional.
La vida no transcurre en la mayor parte de los casos tal y como hubiésemos querido; los
accidentes, los imponderables, las situaciones difíciles y hasta traumatizantes, están en ese
paquete que llamamos “vida”. La vida va dejando huellas en nosotros, imprime sus –muchas
veces azarosos– acontecimientos en nuestra maleable historia. Vivir es ser marcado, y esas
marcas no siempre se disfrutan... La forma en la que reaccionamos ante las situaciones difíciles,
angustiantes, dolorosas, que nos plantea el hecho de simplemente vivir influye en las actitudes,
decisiones y acciones que tomamos. No siempre sucede lo deseado/ esperado/planificado. Las
personas se enferman, los accidentes ocurren, los seres queridos muchas veces nos lastiman,
vivimos decepciones a diario, experimentamos un sinfín de situaciones que atentan contra
nuestra voluntad de tener un devenir tranquilo, placentero y sin sobresaltos. Queremos que la
vida sea predecible y segura, que la felicidad no juegue a las escondidas con nosotros. Deseamos
transitar sin semáforos, sin desvíos, sin baches, sin lomos de burro y en una autopista (y sin
peaje). Tengo malas noticias: eso no es una vida, eso no es real. Eso no es posible.

La manera en la que enfrentamos, toleramos y superamos al dolor, la frustración,


el estrés y los conflictos va a determinar en buena medida si tendremos o no una
tendencia/ predisposición hacia las adicciones.

Cuando la vida duele, cuando afloran viejas heridas no sanadas (abuso, maltrato, abandono,
ausencia de amor, respeto y cariño, o alguna pérdida) es cuando la droga se ofrece como una
salida frente al dolor que no queremos soportar. Cuando hablamos de droga hablamos de todo
aquello que usamos para no pensar, no sentir, no sufrir. Anestesia para el alma, falso escape. Y
las adicciones sexuales son una de ellas. Las “marcas” más profundas y significativas que
reciben las personas, las sufren en el lugar que debería ser el refugio; el espacio de
fortalecimiento, preparación, contención y motivación por excelencia: la familia. En este lugar,
donde se debería sembrar amor, muchas veces se siembra violencia, indiferencia, rechazo. Esto
deja heridas que condicionan la historia de la persona. Estas heridas muchas veces los
incapacitan para encarar las distintas etapas de su vida. Incapacitados, debilitados, heridos,
buscan de alguna manera sobreponerse a un mundo absolutamente hostil con las pocas
herramientas que tienen a disposición. Así como una herida a nivel físico deber ser sanada para
evitar una infección, también las heridas del alma deben ser sanadas. Una persona que no sanó
las heridas de su alma tiene una “infección” que afecta toda su vida. La adicción sexual es una
respuesta a las heridas del alma no sanadas, a las situaciones no resueltas, a la incapacidad de
enfrentar, tolerar y superar el dolor, la frustración, el estrés y los conflictos. La adicción “ayuda”
a tapar y negar la realidad; representa una forma de intentar evitar el dolor.
Cada vez que aparece la tristeza, el rechazo, la soledad, el vacío, cuando los pensamientos se
vuelven insoportables, cuando ya no querés sentir más, un poco de “droga” lo soluciona, aunque
sea de forma temporal... Lastimados, marcados, cansados, buscan que la vida les dé un respiro,
demandan ser satisfechos. Para el adicto, su adicción es mucho más de lo que se ve a simple
vista; de ahí la complicación a la hora de la recuperación, ya que la sola supresión del veneno no
es la solución. Si realmente querés ser restaurado necesitás ir a la raíz del problema.
¡CORTÁ CON LA CONDUCTA PECAMINOSA YA!

Hay ciertas cosas que requieren radicalidad, contundencia, firmeza y al mismo tiempo
inmediatez. En lo que tiene que ver con las adicciones sexuales o conductas que no llegan a ser
adicciones, pero que están dentro del mundo de la inmoralidad sexual (1 Tesalonicenses 4:3, 1
Corintios 6:18) se necesita un corte abrupto, este corte no tiene que ser paulatino, progresivo,
“de a poco”, resulta imprescindible hacerlo de manera inmediata. Por supuesto que va a haber
resistencia, eso lo damos por descontado. La resistencia va a estar dada por vos mismo, ya que
al cortar con una conducta que te produce placer no estás eliminando solamente el placer, junto
a eso se va también la posibilidad de enfrentar tus dolores, soledades, frustraciones,
inseguridades. De alguna manera quedás de cara a tu vida, a tu realidad totalmente
desprotegido (por supuesto que no estás desprotegido, Dios mismo está con vos; no obstante
esa es la sensación que tenés). Por otro lado, la resistencia se da a nivel fisiológico/orgánico.
Imaginate un micro repleto de personas que va por una ruta a una velocidad de sesenta
kilómetros por hora y que de repente impacta con un muro. ¿Qué les sucede a las personas que
van en ese micro? ¿Qué les pasa a esos cuerpos? El micro frena, y se detiene a la fuerza, sin
embargo los cuerpos “siguen de largo” salen despedidos hacia delante por la fuerza inercial. Con
vos pasa lo mismo, cuando establecés un fin a la conducta adictiva; pongamos como ejemplo la
masturbación compulsiva, vos frenás el “micro”, dejas de masturbarte, pero tu cuerpo “sigue de
largo”. Tu cuerpo, acostumbrado a eyacular todos los días produce el semen necesario para
dicho fin, cuando vos dejás de hacerlo, el cuerpo comienza a sentir gradualmente la necesidad
de seguir con la conducta aprendida/ fijada durante tanto tiempo. Quizás los primeros días no
son tan difíciles, sin embargo a medida que va transcurriendo el tiempo se torna cada vez más
complicado mantener el esfuerzo. Por esta razón es que tenés que estar preparado para este
momento, vas a tener que pelear. Vas a extrañar eso que estás abandonando, vas a querer
bajar los brazos, rendirte. La presión que vas a sentir va a parecer insoportable, y te puedo
asegurar que la cantidad de argumentos que van a inundar tu cabeza van a tener una potencia
tal, que muchas veces vas a estar al borde de volver al chiquero. Por eso la importancia de ser
pastoreado en este proceso, por eso lo crucial de reiniciar tu relación con Dios. Y nuevamente en
esta lucha no hay lugar para las transiciones ni medias tintas. Radical, rotundo, tajante,
decidido, absoluto... Así tenés que ser, sin pactos ni negociaciones. A matar o morir. Dejar estas
conductas no es como dejar el cigarrillo. “Antes fumaba diez cigarrillos por día, ahora solo tres”.
“Antes miraba porno cinco veces por semana, ahora solo una vez...”.
El cambio no debe ser paulatino; tiene que ser radical, completo. El arrepentimiento implica
cambios reales, medibles, concretos y, muchas veces, extremos. ¡Sin permisos! Vos sabés muy
bien que cuando te das un permiso, nunca es un permiso. Una vez que la represa se fisura hay
que repararla inmediatamente. Cuando era adolescente dejaba todo para último momento,
siempre estaba al borde con los tiempos. Recuerdo que mi papá me decía una frase muy
conocida por la mayoría de las personas: “No dejes para mañana lo que podés hacer hoy”. No
dejes para mañana los cambios que podés comenzar a producir hoy. Cada día que pasa sin
tomar la decisión que tenés que tomar es un día menos de libertad. En la vida casi todo se
puede comprar o conseguir, pero hay cosas que ni el dinero, ni el poder pueden lograr; una de
ellas es el tiempo. No dejes para mañana tu libertad, no sigas abrazado al pecado, no
postergues la posibilidad de tener una familia sana, no dilates el hermoso futuro que tenés en
Cristo. No permitas que Satanás te siga manipulando.

DECIDÍ ESTAR DONDE QUERÉS ESTAR

La ausencia de rumbo, la imposibilidad de proyectarme hacia el futuro, muchas veces me


transforman en un habitué del aquí y ahora. Cuando acostumbro a vivir sin mayores
expectativas que lo inmediato, todos los recursos se enfocan en la satisfacción de lo deseado.
Para salir de la adicción sexual, el siguiente paso es romper el círculo vicioso que representa el
aquí y el ahora. El proveedor por excelencia de fuerzas es Dios. Y una de las formas en las que
nos da las fuerzas necesarias para enfrentar nuestra recuperación es un objetivo, un sueño, una
visión, una imagen del futuro deseado... El sueño de formar una familia sana, de poder
desarrollar todo nuestro potencial, de ser aquello para lo cual Dios nos llamó, inyecta energía
para el día a día. La imagen del futuro deseado le da sentido al esfuerzo. Invertimos todos esos
recursos en algo muy valioso, si nos negamos a la satisfacción inmediata es porque esperamos
algo muchísimo mejor. Aprender a soñar, o quizás, volver a soñar. Si no existe un horizonte
hacia el cual caminar, el pozo siempre va a estar disponible. La desesperanza en la que se
encuentran muchos adolescentes, jóvenes e incluso adultos, torna muy complejo el proceso de la
restauración. “¿Para qué esforzarme? ¿Qué sentido tiene todo este sacrificio?”.
Para muchos el sueño de una familia sana, la posibilidad de tener un título universitario, la
chance de acceder al trabajo deseado, etcétera, muchas veces tiene carácter utópico, es tan solo
eso... un sueño. El pasado que aún duele, los propios miedos, la mediocridad, la ausencia de
ejemplos cercanos que vuelvan verosímil la posibilidad de desarrollarse, la incertidumbre del
momento en el que vivimos y una multiplicidad de condicionantes más erosionan la esperanza
de un cambio real, de un futuro alentador. Sin embargo, y esto es lo maravilloso de nuestro
Dios, Él te dice que tus limitaciones son la orilla donde te espera para levantarte y manifestar su
poder en vos; cuando no tenés solución aparente Él abre el Mar Rojo frente a tus ojos. Y esto ya
no tiene que ver con tus capacidades, ni con lo que puedas lograr con meros esfuerzos de tu
parte. Él va a llevarte mucho más allá de lo que puedas llegar a imaginar.

(...) No es por el poder ni por la fuerza, sino por mi Espíritu, dice el Señor de los Ejércitos
Celestiales. -Zacarías 4:6 NTV
Y ahora, que toda la gloria sea para Dios, quien puede lograr mucho más de lo que pudiéramos
pedir o incluso imaginar mediante su gran poder, que actúa en nosotros. -Efesios 3:20 NTV
(...) Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente ha imaginado lo que Dios
tiene preparado para quienes lo aman. -1 Corintios 2:9 NTV

Con esto en mente animate no solo a verte limpio y libre de toda adicción, sino también soñate
estando en el lugar al cual Dios te llama, desarrollando todo lo que tenés para dar, siendo lo que
realmente sos. Cuando comenzás a ver ese lugar te resulta mucho más sencillo resignar la
gratificación instantánea. No pierdas la esperanza de estar limpio. Abandoná esa pesada
mochila llena de culpa que no te deja levantar la mirada. Una familia sana no es una quimera,
es una realidad perfectamente alcanzable. Hacer y ser aquello para lo cual Dios te llamó no es
tan solo una frase, es tu deber y tu destino. Pero además es un excelente motivador.
Generalmente se habla en la iglesia de “identidad” haciendo alusión a la identidad de base, al
común denominador, a aquello que somos todos los cristianos (hijos de Dios, sal y luz, reyes y
sacerdotes, etcétera); y muy poco de la identidad específica, es decir aquello que cada uno es de
forma individual, puntual. Esto tiene que ver con lo que Dios nos llamó a ser y a hacer, con lo
que muchas veces denominamos el “propósito”. Soñar con esa posibilidad es otra de las razones
que van a impulsarte a salir adelante, es mucho más probable que tengas mayor éxito en
cambiar cuando tengas bien de nido lo siguiente: “¿Por qué tengo que cambiar?”. Sobre todo
cuando sepas con certeza el lugar hacia dónde vas, definir tu propósito, y fijar objetivos claros.
Luchar de forma impulsiva, motivado solamente por las emociones y desprovisto de la necesaria
planificación de la restauración puede derivar rápidamente en recaída, frustración y abandono
del camino. Tomate ciento veinte segundos, imaginate restaurado, ya habiendo formado una
familia y desarrollando tu llamado. Dejá de leer... tomate ciento veinte segundos. Está bueno,
¿no? Se puede, no es una utopía, ¡es la realidad hacia la que vas! Tal vez muchas de las cosas
que estás viviendo hoy son el resultado de algo que te pasó; no obstante, siempre tenemos la
posibilidad de elegir. Nuestro futuro no está determinado por las situaciones vividas, no importa
de dónde venís, no importa lo que te dijeron, no importa lo que te pasó; las cosas pueden
cambiar. Decidí hoy, dónde querés estar mañana. Somos decisiones del pasado. Si soñás con
una familia sana y en Cristo y que tus hijos amen al Señor y lo sirvan de todo corazón, tomá
decisiones hoy y comenzá a trabajar para que sea así. David, en el tiempo en que los reyes
salían a la guerra, decidió tomarse unas vacaciones y fue ahí cuando se encontró mirando a
Betsabé. No podes distraerte, estamos en guerra.

• Pensá en tu futuro cónyuge, por amor a él/ella hacelo.


• Pensá en tus futuros hijos, por amor a ellos cuídate.
• Pensá en tu futuro, ¡en lo que Dios tiene para vos!
• Pensá en Dios, en tu relación con Él.
• Si es necesario tomá decisiones radicales.
• Caminá lejos del borde.
• Buscá consejo.
• Poné a Dios en el medio de tu relación de noviazgo.
• Salí rápido de las situaciones que te lleven a pecar.

Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león
rugiente, buscando a quién devorar. Resístanlo, manteniéndose firmes en la fe, sabiendo que
sus hermanos en todo el mundo están soportando la misma clase de sufrimientos. –1 Pedro
5:8-9 NVI

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