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ESTUDIO TEOLOGÍCO DE COMO AFECTA EL MAL EN EL

COMPORTAMIENTO SOCIAL DEL HOMBRE BAJO EL


PENSAMIENTO DE ADOLPHE GESCHÉ
A. Rodas Aponte1
UPB- Medellín 2014

Resumen

Para entender el comportamiento del hombre y como este actúa “mal” se debe comprender como
ha adquirido este concepto, como el hombre lo ve y desde donde lo ha desarrollado en su vida.
Entender el porque es importante un estudio teológico del mal y su relación con el hombre y su
comportamiento social se hará con el desarrollo de este artículo. Se iniciara por entender como el
hombre ha adquirido sus comportamientos sociales para luego conectarlo en como relaciona a
Dios con este cuestionamiento. Para lograr hacer esto, me guiare en el pensamiento de Adolphe
Gesché y su línea de Dios para pensar I, El Mal. El Hombre2.

INTRODUCCIÓN

“No cabe duda de que el mal es lo más irritante que hay en el mundo. Perturba a la vez el
corazón y la razón, poniéndolos frente a los últimos interrogantes”.

Con esta frase Gesché da inicio a esta obra, y la cito igualmente, porque logra expresar que es el
mal un problema que afecta no solo al hombre sino a la sociedad a la que hace parte el hombre.
El comportamiento del hombre no se debe solo al hombre, se debe también a todo lo que lo rodea
y como esto lo ha llevado a interactuar en su medio. Gesché escribió este primer tomo de una
forma que el lector sea quien escoja el tema que desee tratar inicialmente, como el autor mismo
lo indica, esto no significa que en su obra se hayan dispuesto los capítulos en una secuencia en la
que pueda encontrar cierta progresión; se desarrollará entonces siguiendo un orden propio para
poder tratar esta cuestión en particular.

OBJETIVO

Realizar un estudio teológico de como el mal afecta el comportamiento social del hombre
siguiendo el pensamiento de Adolphe Gesché.

1
Rodas Aponte Allison Tatiana, estudiante de Ingeniería Aeronáutica, UPB sede Medellín
2
A. Gesché, Dios para pensar I, El Mal. El Hombre, en Ediciones Sígueme, Salamanca 1995
PREGUNTA PROBLEMATIZADORA

¿Cómo se puede hacer un análisis teológico del mal para entender como este afecta el
comportamiento social del hombre, tratándolo desde el pensamiento de Adolphe Gesché?

REFERENTE

Adolphe Gesché:

Nace en 1928 en Bruselas. Sacerdote diocesano. Doctor y maestro en teología por la Universidad
católica de Lovaina. Ha sido profesor de teología en el Seminario de Malines y Bruselas y en la
Escuela de ciencias religiosas y filosóficas de las facultades universitarias de St.-Louis
(Bruselas). Profesor de la Facultad de teología en la Universidad católica de Lovaina en Lovaina-
la-Nueva. Muere el 30 de noviembre de 20033.

MARCO TEÓRICO

El hombre y su enigma

El hombre no es malo por su ser o su naturaleza, su naturaleza le indica que debe seguir ciertos
pasos para lograr crecer y formarse, y en este proceso es donde la idea del mal se engendra y se
adhiere a él. Como lo dice Gesché “A todos, en cuanto somos, se nos ha puesto en el mundo
gracias a una tradición, que nos transmite una herencia, nos propone proyectos y nos inicia en la
invención”. Esta herencia entonces, es la que se nos ha transmitido a lo largo de todo el
crecimiento social que ha tenido la humanidad.

Gesché cita a Thierry Maulinier: “El mundo nos envuelve con la triple dimensión de lo sensible,
lo racional y lo incompresible”4, y con esta quiere que sepamos desde el principio que el hombre
debe mantenerse en un equilibrio constante para poder vivir y no mal vivir. Sabiendo que el
hombre se encuentra en una búsqueda para responder a tres preguntas con las que se puede medir
según el pensamiento de Kant, “¿Qué puede saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué se me permite
esperar? cada una de estas preguntas enmarca un sector culturar bajo el cual el hombre se
desarrolla. Son la ciencia, la filosofía y la teología con las que se logran responder a cada una de
respectivamente, entonces, estas son las tres estructuras fundamentales de la construcción del
hombre, según Gesché.

3
Adolphe Gesché, Ediciones Sígueme, citado en línea: http://www.sigueme.es/autores/adolphe-gesche.html
4
Th. Maulnier, Les matins que tu ne verras pas, Paris 1989, 79.
El hombre entonces, se desarrolla no solo ante el mismo sino hacia el mundo entero y como lo
dice el autor “nadie de entre nosotros es enteramente transparente a sí mismo”, afectando el
comportamiento que se tiene hacia los demás, hacia el mundo y hacia Dios.

Es en el continuo afán de responder a estas preguntas hace que el hombre trate de buscar
respuestas rápidas y para obtener estas recurre a dioses falsos. Porque como nos lo dice Gesché:
“Dios, aun dando sentido, no está ahí para dar sentido, para prestar el servicio de dar sentido […]
Dios mismo habita en una nube (cf. Ex 13,21), una oscuridad, y nosotros mismos tenemos que
cohabitar con la nuestra”.

Los hombres buscan un dios falso por el simple hecho de tener una idea mítica de poder absoluto
y de poseer las respuestas a todo en el mundo. El problema de esto, es que el hombre no logra ver
que todos debemos “soportar lutos y cargas” que conlleva el enigma que es el hombre, como lo
dice Gesché, “Nuestra educación sería, pues, falsa y destructora, si creyese o permitiese creer que
uno puede quitar de en medio lo inabarcable mediante las maquinaciones de la racionalidad (los
“ardides de la razón”) o los logros de la técnica.”

El hombre no está solo y no debe soportar solo cualquier inquietud que lo agobia pero que le
permite crecer como ser, no puede abordar la vida creyéndola evidente ni tampoco debe generar
la ilusión de respuestas sin vuelta de hoja. Lo que el hombre debe hacer es como lo explica
Gesché:

El hombre, aun construyéndose con la racionalidad, el sentido, la afectividad, con la acción y con
Dios (si le confiesa), se construye también con lo “insoportable”, que es lo indecible, lo
indescifrable (el hombre desearía siempre desgarrar el velo, pero ha de saber, poder y deber
sumirlo). Si no está preparado para este cara a cara, será realmente imposible vivir la vida, será un
mal vivir (Gesché 1995: 200).

Hay que recordar entonces, que el hombre es por lo que su herencia lo ha hecho ser, gracias a
como el sistema le ha permitido recibirla y esta será la misma forma en la que él la devolverá al
mundo.

Tenemos necesidad de iniciación que nos ilumine en el laberinto de nuestro pasado y de nuestra
génesis, para ser capases (¡bello y sublime juego las tres en raya!) de nuestro futuro y de algo
novedoso. Ser de cultura, el hombre es el ser que nace a su humanidad aprendiendo, decía santo
Tomás. […] En este sentido, hay una cosa que todos nosotros tenemos, de entrada, en común,
seamos o no creyentes: aprendemos y enseñamos. (Gesché 1995: 205).

El hombre se llenara de mal si es parte de su educación y lo devolverá porque es su naturaleza


hacerlo, por eso también se debe analizar como el hombre afronta este problema que afecta a su
sociedad, debemos entonces, analizar como el hombre se apoya en Dios para resolverlo.
Tópicos de la cuestión del mal

Gesché inicia proponiendo una hipótesis que consiste en la falta de interrogantes del hombre
hacia Dios y su respectiva tesis basada en el replanteamiento de la relación entre Dios y el mal.
Se trata entonces de llegar a la tesis desde el Contra Deum, Pro Deo, In Deo, Ad Deum y Cum
Deo. Cada uno de estos tópicos aporta vistas diferentes para este tema en particular.

Con el Contra Deum y el Pro Deo, se ilustran las posiciones del creyente y el no creyente, su
relación con Dios y frente a él, ya que en la primera, excluye a Dios por defecto (No hay Dios) y
en la segunda lo excluye por exceso (Está encima de la cuestión). La postura que poseen algunos
cristianos de defender a Dios cuando tratan de justificar la existencia del mal debe preguntarse si
“¿No será mejor dejar que Dios sea Dios y escucharle a él mismo?” y con ello no recurrir a la
justificación y alegar a favor de Dios, como lo pide Gesché.

La comunicación del hombre con Dios es un tema importante, ya que gracias a esta se logrará
involucrar a Dios de la manera más adecuada, tal como nos lo pide en el planteamiento de la
tesis. Como lo expone, el ateo tiene problemas al tratar de comunicarse.

Se trata del problema, para el hombre, de expresar, aunque sea de forma chocante y exagerada,
ilógica, el escándalo del mal gritando con todas sus fuerzas, llegando hasta pronunciar el nombre
de Dios con ribetes de blasfemia para señalar su repulsa y condena del mal 5. […] La blasfemia
suele ser más bien un grito contra el mal (que me niega a mí mismo) que un grito contra Dios (al
que me gustaría no tener que negar) (A. Gesché 1995: 22).

Pero blasfemar es un error sano, porque como más podría hacerlo uno si no es con este acto ya
que es una de las únicas formas de poder aprender6 y avanzar en este proceso mediante la
modificación de la idea que nos hacemos de Dios seamos creyentes o no, porque si no se hace,
ambas partes se encuentran en la misma ilusión, explica Gesché.

La teología es la mejor manera de abarcar esta cuestión del mal, como lo explica Gesché, la
teología, a diferencia de la filosofía, la que está más cerca del hombre. “Porque se encuentra a
imagen de su Dios. Reclama acá que tanto nosotros7 los creyentes como los no creyentes dejan al
margen a Dios para la explicación del porque el mal, y es quizás porque hay entonces una mayor
preocupación por Dios, que por el mal y por el hombre.”

Para aplacar esta falta de “interés” en involucrar a Dios, en In Deo se explica el por qué Dios es
esencial para obtener una respuesta, ya que el Dios cristiano no exige que lo neguemos, pero

5
El autor cita a E. Wiechert (La grande permission, Paris 1973,179) para expresar esta idea.
6
“¡Cállate, cállate! ¡Deja al menos de blasfemar!. –Pero, ¿Qué derecho tengo yo a condenar tu lenguaje cuando
hablas de Dios, si ni siquiera él podría condenarlo, ya que es el único lenguaje que él te ha puesto en condición de
aprender?, A. Camus, Théâtre. Adaptions. Réquiem pour une nonne, de W. Faulkner, Paris 1957, 302-303.
7
Conservo en varias citas y explicaciones el “nosotros” para referirme a los creyentes, ya que formo parte de estos al
igual que el autor.
tampoco pide que lo dejemos al margen. Nos explica entonces, como la blasfemia cambia de
dirección:

No está ya en dirigirse violentamente contra Dios, sino en no creer que Dios puede soportar
(tollere) la cuestión y que no puede hacer aquí nada por nosotros. Así pues, la teología, a
diferencia de la filosofía, la que está más cerca del hombre. […] Que la cuestión pase por Dios
no es simplemente algo que esté permitido o que sea interesante, sino algo que resulta necesario,
que pertenece a la naturaleza ya a la exigencia misma de la cuestión. Si hay una cuestión
teológica, es está (A. Gesché 1995: 29-30).

La teología cumple el reto de llegar al fondo de la cuestión del mal, cuestión humana, porque
llega a hacer de ella una cuestión de Dios, haciendo de él un problema interior de su propia
lógica, y quizás de su propia credibilidad. Se renueva entonces el tema de la comunicación de
ambas partes. Gesché nos da tres ejemplos de buena comunicación entre el hombre y Dios, los de
Jacob, Job y Jesús.

El creyente se habla con Dios. En este sentido, el Ad Deum es en el fondo el Contra Deum
cristiano: una actitud que no se detiene en el mal, sino que hace de él una pregunta (como no lo
hace el no creyente). […] Esta actitud vincula la fe (“Expecta Dominum…”) con el coraje
(“viriliter age”, Sal 26,14), lo cual es aquí el mejor camino de la verdad: sin maldecir, pero sin
callarse. Hablar diciendo algo (A. Gesché 1995: 30-31).

Muchas veces, el hombre deja de creer, deja que sus pensamientos y acciones simplemente
fluyan sin basarse en Dios, dejan de lado ese equilibrio que deben mantener en sus vidas, dejan
de lado su relación con Dios trayendo consigo desorientación y alejándolo de conseguir las
respuestas verdaderas y propias que puede lograr si se comunica y apoya con y en Dios. Con el
hecho de ponerse a hablar, es creer en una presencia y creer en una presencia es creer en la
posibilidad de una respuesta, porque la negación no resuelve tampoco nada, “porque la
eliminación de Dios tampoco explica el sufrimiento ni mitiga el dolor”8, nos dice Gesché.

Al asumir como creyente, el escándalo del mal, ayudara a Dios con su acusación, permitiéndole
ser vencedor en vez de ser vencido. Luchando contra él, en vez de dejar que otros le combatan,
como hicieron Jacob, Job y Jesús, le permitirá mostrarse tal como es: como aquel que, cargando
con el mal, lo combate y es su mayor adversario (A. Gesché 1995: 35).

Es entonces como “el hombre descubre que el combate que ha emprendido, por ser el mismo
combate que el de Dios, lo lleva a cabo con Dios, Cum Deo”, asocia Gesché.

Así pues, en esta cuestión del mal, hemos de ver a Dios como aquel que se enfrenta como primer
interesado, […] no para darle una respuesta cualquiera de explicación o de permisión, sino para
darle la única respuesta verdadera, por estar compuesta de acción y porque no supone ninguna
justificación para el mal. […] Esta es la posición de Dios ante el mal, una posición radical y que
deja pequeñas a todas las demás. Dios es un cierto modo la respuesta personal al mal (la respuesta

8
J. Moltmann, Trinidad y reino de Dios, Salamanca 1983, 63
hipostática, podríamos decir en vocabulario teológico). La respuesta in persona (A. Gesché 1995:
38-39).

El Contra Deum del hombre se hace aquí superado, ya que es Dios mismo el que asume la
rebelión. Gesché entonces plantea una “respuesta” definitiva al mal:

El unde salus ha dejado sitio a la única cuestión verdadera: unde salus. En la salvación, el mal es
finalmente respondido. El mal ofende ante todo a Dios y Dios se sitúa como su adversario. ¿Y no
habrá que añadir: como el único adversario a la (des)medida de semejante maldad? Sólo un
Irracional (la “locura de Dios”) puede enfrentarse con un irracional. […] Ciertamente, lo
reconozco, no se ha resuelto por ello el problema de la aparición del mal […] En todo caso, yo no
puedo responder (A. Gesché 1995: 41).

Pero la intención realmente no era responder o buscar la causa del mal, era de mostrar la
legitimidad de un grito ante Dios, y que por eso permite al discurso teológico descubrir mejor el
rostro de su Dios y situarse ante el misterio del mal en una coyuntura muy distinta.

CONCLUSION

El mal, Dios y el hombre tienen entonces una relación más complicada y profunda de lo que
cualquiera podría llegar a suponer, cada uno se liga al otro de maneras diferentes, se pueden
abordar de diferentes maneras y todos son dependientes entre sí.

Se desarrolló el mal y como afecta el comportamiento del hombre ante la sociedad desde el
punto teológico como sé que se planteó. Incluyendo a Dios en el análisis de esta problemática ya
lo convierte en un estudio teológico, pero no es solo eso, es toda la invitación y todo el análisis
que se ha hecho que podemos concluir que Dios es parte esencial para responder y afrontar el
mal.

Dios debe permanecer en todo punto del análisis, porque no solo afecta la forma en como se
mire, afecta también la parte histórica, su naturaleza y su definición como nos lo hace ver
Gesché. Él nos señala entonces, como ha cambiado y debe cambiar la percepción e inclusión de
Dios en este problema, porque cada vez más podemos constatar que nuestros días cómo el mal,
que era antes una objeción contra Dios, se convierte en lo que yo llamaría una “objeción contra
el hombre”, se expresa Gesché.

Gesché no sabe (y no era su propósito) como se originó el mal, pero con el planteamiento
teológico se pone a Dios ya como parte activa de la situación y al recordar que la doctrina
propuesta Dios-Salvador debe estar presente desde el inicio. Gesché expone que “La afirmación
de Dios se presenta, en esta tremenda cuestión, como la salvación para el hombre. Y esto
equivale hoy a decir que quizás sea menester que Dios viva para que el hombre no muera.”
Pero entonces, ¿Qué significado puede tener que el hombre dependa de Dios para todo dentro de
su existencia y por tanto que el mal sea también dependiente de Dios? Gesché se ha basado en la
propuesta del mal de Leibniz que no excluye enteramente lo que ha querido decir Gesché a lo
largo de su pensamiento. Leibniz desarrolla en la Teodicea que el mal es necesario para que
exista la armonía en el universo, que Dios nos ha dado el mejor mundo que ha podido pero sin
que este sea totalmente perfecto. La existencia del mal en el mundo es consecuencia de la no
perfección de nuestro mundo9. Entonces el mal es porque no somos perfectos ya que nuestro
mundo no lo es o puede ser porque como lo trataban el mismo Leibniz o San Agustín con la
propuesta de que “Dios no permitiría el mal si no sacara de éste un bien mayor” y esta propuesta
involucra entonces las acciones que debe asumir el hombre para enfrentarse a cierto tipo de
situaciones en las que se envuelva.

En la Teodicea, Leibniz responde al problema del mal diciendo que Dios no quiere el mal sino que lo
permite con miras a lo mejor. Para esto distingue tres clases de males: el metafísico, el físico y el moral
[…] el mal moral es el pecado, pues los hombres pueden dañar a otros hombres mediante sus acciones
como consecuencia del mal uso de su libertad (Cg. Leibniz (2009), 140-264, 302-303).

El mal es algo que acompaña al hombre y que se le puede llegar a atribuir a Dios pero sin llegar
a desmeritar el fin con el cual Él permite su existencia. Es cierto que cada uno reprocha de las
situaciones malas o del mal del mundo, de la sociedad negra y perdida con la no existencia de
Dios por el simple hecho de que Él no lo detiene. Recordemos que nuestro Dios no es un dios
falso, es un Dios que es bondadoso y que le ha permitido al hombre crecer bajo sus “reglas” sin
llegar a dejarlo del todo al descubierto. No permitamos que el simple hecho de que no se nos
permita obtener las respuestas fácilmente o de manera rápida desacredite todo su poder y
omnipotencia.

Deseo terminar este artículo citando una vez más a Gesché donde expresa que el hombre ha de
recordar que necesita a Dios pero también necesita de las demás herramientas que le ha dado
para poder entenderlo.

No somos seres calculables. […] Pero Él está ahí también para decir que el hombre, por más que
se construya con la racionalidad, el sentido, la afectividad y la acción, ha de contar también con
otra cosa. Sin la función de la ciencia y de la razón, el hombre quedaría a merced de la sinrazón,
del absurdo y de los falsos dioses (Gesché 1995: 206).

9
Nicasio Lagunes Oscar, El problema del mal en la filosofía Leibniciana. Reflexiones a 300 años de la publicación
Teodicea, Revista Philochristus, Núm 11, (2011), pp 9-15

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