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Ensayo Final de América Latina en las Relaciones Internacionales

Laura Camila Torres Garzón 08/11/2021

Haití, un “Estado fallido”


Introducción

Haití, la primera República negra independiente en América Latina, para muchos un ejemplo
de revolución, para otros un caso de “Estado fallido”. Mucho y al mismo tiempo poco, se ha
hablado de Haití, recientemente volvió a ser tema en el sistema internacional tras el asesinato del
presidente Jovenel Moïse y el terremoto en agosto de 2021 que dejó 2.207 muertes. Sin embargo,
Haití continúa siendo el Estado violento, miserable y olvidado de América Latina.

La República de Haití, tiene una historia independentista singular dentro del contexto histórico
latinoamericano. Se remota al año de 1791, en la isla de Saint-Domingue; colonia francesa, donde
un grupo de esclavos africanos inicia un movimiento revolucionario, dando origen años después a
la abolición de la esclavitud en 1794, y la creación de un nuevo Estado- Nación en la isla de
Saint-Domingue en 1804. De este modo, se genera un hito en el desarrollo de Latinoamérica,
donde se rompen los estigmas y nace una revolución no solo territorial, sino acerca del modelo de
dominancia en la coyuntura latinoamericana de la época. No obstante, a pesar de los esfuerzos de
cambio y revolución, hoy en día Haití es un país con inestabilidad y crisis política, económica y
social.

Sin embargo, la lucha por la libertad haitiana no terminaría ahí. A mediados del siglo XX, en
1915, cerca al periodo de la revuelta, llegaron a ocupar los puertos haitianos 500 barcos
norteamericanos, trayendo consigo la ocupación militar estadounidense en el territorio, con el
pretexto de poner un orden en la isla. Es así como:

Desde finales del siglo XIX, y una vez terminada la conquista de los territorios del oeste,
Estados Unidos se enfrentaba a la inevitable responsabilidad de asegurar las rutas marítimas y
por ende las nuevas fronteras que podían dar paso a los enemigos de la nación. Para entonces,
navíos alemanes, británicos y franceses rondaban las costas haitianas poniendo
supuestamente en riesgo la estabilidad comercial estadounidense, cuestión que obligaba al
gobierno norteamericano a proteger sus “nuevas fronteras” (Fonseca, 2010)

No obstante, la intervención norteamericana, no fue completamente un suceso desfavorable


para la isla, es más, permitió que la República Negra desarrollara cierta modernización en su

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proceso de democratización y reformas económicas impuestas por el gobierno norteamericano.
Como afirma Suzy Castor en su libro La ocupación norteamericana de Haití y sus consecuencias
(1915-1934): “dejó como saldo un “cierto logro modernizador, el fortalecimiento de las
estructuras de la dependencia, un reacondicionamiento de las fuerzas sociopolíticas y la
implantación de un sistema bastardo de “democracia representativa que evolucionó, bajo los
efectos de la crisis económica latente, hacia el fascismo duvalierista” (Tomado de Fonseca, 2010)

Posteriormente, para 1934 las tropas estadounidenses deciden retirarse totalmente de Haití,
principalmente por la creciente violencia y crisis social que existía en el país. Es así como, Haití
termina con las mismas condiciones y crisis sociales que tenía desde antes de la invasión. Sin
embargo, no pasó poco tiempo, hasta que, en 1994, el gobierno de Clinton intervino militarmente
en la isla, con el fin de restaurar la democracia. En fin, como se puede evidenciar, la historia de
Haití ha estado marcada principalmente por el colonialismo tanto europeo como norteamericano,
que ha intentado transformar la nación a su conveniencia.

Hoy, a pesar de su lucha revolucionaria por más de 200 años, Haití es considerado el hoyo
negro de Latinoamérica, como expresa Michael Dash: “(...) Haití surge como un símbolo
inagotable, diseñado para satisfacer las necesidades materiales, así como las psicológicas. Las
imágenes de misterio, la decadencia, el romance y la aventura no son arbitrarias [...], sino que
constituyen un código especial, un sistema de valores contrarios que establece distinciones
radicales, que son imposibles de erradicar entre el Sujeto y el Otro, Occidente y Oriente, los
Estados Unidos y Haití” (Tomado de Fonseca, 2010). En este sentido, vale la pena cuestionarse,
¿Hasta qué punto se puede afirmar que la denominación de Haití como “Estado Fallido” es el
resultado de los acontecimientos históricos del país?

Empero, Haití no fue el único país latinoamericano que soporto las consecuencias del
colonialismo, las doctrinas norteamericanas, la imposición de la democracia; se puede afirmar,
que hoy en día el país el país no ha logrado avanzar, es un país débil política, económica y
socialmente. De este modo, en el presente ensayo, se pretende analizar como La realidad
haitiana es inherente a los acontecimientos históricos ocurridos desde la construcción de un
Estado con un movimiento auténticamente revolucionario.

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I. ¿Qué es un Estado Fallido?

“La crisis política haitiana de inicios de los años noventa se cimentó desde el discurso
hegemónico con base en dos únicas posibilidades: por un lado, la democracia liberal y, por otro,
el mantenimiento de una dictadura militar proclive a un “Estado fallido”.” (Fonseca, 2018). Antes
de deliberar sobre si la República de Haití se puede considerar como un Estado fallido, es
primordial conocer los orígenes del concepto.

Según Tovar en Estados Fallidos o por colapsar (2009), el concepto de Estado Fallido nace
por la preocupación del sistema internacional durante el siglo XX pasadas las dos guerras
mundiales por “Aquellos países cuyos Estados plantean una amenaza a la estabilidad y
continuidad del Estado moderno y de la democracia liberal”. Ahora bien, esta amenaza que
impone un desconcierto en el sistema internacional fue delimitada por primera vez por los
internacionalistas Herman y Ratner los cuales emplean el concepto de Estado Fallido como:
“aquellos que son ineficientes en proveer bienes públicos a su población y en mantener control
institucional y social en el marco de su territorio. Por ende, encarnan una amenaza para sus
ciudadanos, para Estados vecinos y para la comunidad y el orden internacional” (tomado de
Chapaux, 2009)

Teniendo en cuenta las anteriores consideraciones, es posible afirmar que estos denominados
Estados Fallidos que, por su incapacidad para administrar y generar recursos para mantener un
control estatal, ocasionan una inestabilidad en el orden internacional, convirtiéndose en un riesgo
para los demás Estados. Es así como, de alguna forma el concepto de Estado fallido crecía con la
necesidad de imponer un modelo de gobernanza universal, con la excusa de contrarrestar la
amenaza, donde teorías como las de Herman y Ratner propusieron:

Tomar medidas drásticas que podrían ir hasta la restauración de las administraciones


fiduciarias utilizadas para gobernar los territorios separados de la soberanía de los perdedores
de la Segunda Guerra Mundial (…) los mecanismos de gestión de estos Estados Fallidos
deberían aspirar a tornar el Estado en una estructura más efectiva mediante la imposición de
un modelo de gobernanza en lo cual las relaciones entre Estado, sociedad civil y mercado
serían parecidas a las presentes en Europa y EE.UU. (Chapaux, 2009)

Ahora bien, para conocer las principales razones por las que un Estado es incapaz de mantener
un control y eficacia estatal, Bartolomé en Redefiniendo la Seguridad Internacional

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Contemporánea (2004) dice que el factor principal es la ingobernabilidad la cual es: “un concepto
político que básicamente consiste en la capacidad del Estado de contar simultáneamente con
legitimidad y eficacia, condiciones esenciales para garantizar su existencia. En última instancia,
la existencia misma de Estado se plasma en su posibilidad de ejercer en forma continua el poder
político legítimo mediante la obediencia cívica del pueblo” (Tomado de Mancero y Múnera
2018).

De igual forma, Mancero y Múnera mencionan la corrupción y otros conjuntos de actos


delictivos como factores que contribuyen a un fallo estatal. La corrupción como fenómeno que
afecta a la mayoría de los países latinoamericanos, la cual deslegitima la democracia, debilita el
gobierno y por lo tanto genera una inestabilidad en el desarrollo del país. Según Transparency
International en el Índice de Percepciones de la Corrupción (2021): “Con una puntuación media
de 43 por quinto año consecutivo, las Américas es un polo de corrupción y mala gestión de
fondos siendo una de las regiones más afectadas por la crisis de la covid-19. Por su parte, Canadá
y Uruguay mantienen las puntuaciones más altas, con 77 y 71 puntos respectivamente.
Nicaragua, Haití y Venezuela obtienen el peor desempeño, con 22, 18 y 15 puntos
respectivamente”.

Por otro lado, países subdesarrollados y en su condición de “premodernos” como indica


Cohen (2011): “Por la situación de pobreza, la alteración del orden público y el conflicto armado
o guerra civil, (…) son países que adolecen de una autoridad central capaz de asumir los desafíos
y dinámicas de los ámbitos económico y político y del desarrollo transnacional, generados por la
globalización” (Tomado de Mancero y Múnera 2018). Junto con estos factores, López (2011) en
Los Estados fallidos y sus implicaciones en el ordenamiento jurídico internacional, opina que,
para calificar a un Estado como fallido, este debe de caracterizarse por:

1. La ruptura de la ley y el orden producido cuando las instituciones estatales pierden el


monopolio del uso legítimo de la fuerza y se tornan incapaces de proteger a sus ciudadanos.
2. La escasa o nula capacidad para responder a las necesidades de sus ciudadanos, proveer
servicios públicos básicos y asegurar las condiciones mínimas de bienestar y de
funcionamiento de la actividad económica normal. 3. La ausencia de entidad creíble que
represente al Estado ad intra frente a sus ciudadanos, ad extra más allá de sus fronteras. 4.
Asentamiento de grupos armados, cárteles, mafias, milicias, señores de la guerra que son

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quienes realmente ostentan el monopolio del uso de la fuerza y actúan, en general, en
sustitución del Estado. (Ana López, 2011)

Ahora bien, conociendo el contexto histórico en el que la República de Haití surgió, se


evidencia una incapacidad del país por mantener una estabilidad política, económica y social, lo
que conlleva afirmar la falla estatal que tiene el país desde principios de su independencia. Sin
embargo, es importante aclarar que una causa que coadyuvo en la situación de Haití es la
intervención por parte de los Estados “legítimos” dentro del país, el famoso discurso colonial,
que ha perseguido a todos los países latinoamericanos desde su nacimiento.

II. El famoso discurso colonial

En primer lugar, es importante resaltar la similitud de todas las colonias a lo largo de la


historia; como se puede evidenciar, el Estado colonizador interviene dentro del Estado “rebelde”
que se encuentra por fuera del orden internacional para establecer un control, la denominada
“buena vecindad”. Sin embargo, dicha cooperación es simplemente un pretexto para intervenir y
aprovecharse geopolítica y geoeconómicamente del Estado débil, y de esta forma transformar el
Estado a su conveniencia, siempre apuntando al Estado colonizado como un Estado fallido, el
cual necesita de agentes externos para cultivar la verdadera democracia.

En este sentido, la colonización de Haití no es ajena al suceso. Como afirma Fonseca (2010):

En las fechas cercanas a la invasión estadounidense los medios de comunicación fueron


allanando el terreno de la opinión pública divulgando artículos periodísticos en los que se
afirmaba la situación “anárquica” por la que pasaba el pueblo haitiano (…) Se plasmaba la
imagen de un Haití cercano y lejano a la vez, aislado del comercio mundial y proclive a la
extinción de los pocos remanentes que la civilización francesa pudo dejar allí, es decir, un
Haití colapsado al que le urgía civilizarse para no desaparecer.

Es así como, surge el denominado discurso colonial, como una excusa o justificación por parte
del colonizador para dominar las tierras fallidas. Del mismo modo, el discurso colonialista esta
arraigado a la visualización del otro, del diferente, del débil como una amenaza, para ello Aimé
Césaire en Discurso sobre el colonialismo describe la razón de la colonización, en el sentido en

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que el Estado colonizador, como potencia tiene mayores capacidades y por lo tanto deberes que
debe ejercer frente a los otros:

“…un ciego, un mutilado, un enfermo, un idiota, un ignorante, un pobre (no se podría ser más
considerado con los no occidentales) no son respectivamente iguales, en el sentido material
del término, a un hombre fuerte, clarividente, completo, saludable, inteligente, cultivado o
rico. Éste tiene mayores capacidades que, por lo demás, no le otorgan más derechos sino
únicamente más deberes […] Igualmente, en la actualidad existen diferencias de nivel, de
potencia y de valor entre las diferentes culturas, ya sean causas biológicas o históricas […]
Les confieren sobre todo [al hombre blanco] cargas suplementarias y una responsabilidad
acrecentada” (Caillois en Césaire 2006, tomado de Fonseca, 2010)

En este sentido, Haití crece con un rechazo a su propia identidad, una identidad que no
concuerda con los estándares occidentales y que va en contra del orden sistémico, y por lo tanto
dando paso a la colonización para establecer el control. De esta forma, Fonseca (2010) expone la
creación de “el otro haitiano” donde afirma que:

En ambas circunstancias, Haití y los haitianos, representaron esa otredad, esa contradicción
entre el rechazo y el deseo, entre el conocimiento de los haitianos a través de los estereotipos
y el absoluto desconocimiento de su “barbarie” por ser “única de las razas negras”. En ambos
contextos la colonización/ neocolonización es “inevitable”, pues esa construcción del otro
haitiano como adulador de la anarquía y de la violencia que es supuestamente parte de su
„cultura‟ llevó –y sigue llevando– a la justificación de la acción civilizatoria/democratizadora
por parte de Estados Unidos en Haití.

Lo anterior, trae a colación las causas de un Estado fallido y su relación con el discurso
colonial, en la forma en que la incidencia de la colonización transciende en el comportamiento y
debilitamiento del Estado colonizado. Para ello, López (2011) explica que entre los factores que
coadyuvan a la situación de falla Estatal están en el mismo pasado colonial de la mayoría de los
países: “muchos de esos países o a sus dificultades para constituirse como Estados
independientes. Con carácter general, los regímenes coloniales erosionaron los modelos sociales
y económicos tradicionales sin que llegaran a nacer y consolidarse otras formas que permitieran
que el nuevo Estado estuviera dotado de una identidad real”.

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De esta forma, la colonización torna un papel fundamental en la construcción del Estado,
cuyas repercusiones tienen tal magnitud que se evidencian en el desarrollo del Estado a lo largo
del tiempo. López (2010) trata sobre un tipo de herencia que la colonización provoca, donde:

La herencia de las fronteras coloniales supuso un serio obstáculo para la integridad territorial
y para la construcción de la unidad nacional de los nuevos Estados. (…) En el ámbito
económico el legado colonial fue origen de políticas al servicio de los intereses de las
antiguas metrópolis y nocivas para el desarrollo local. En estas circunstancias en los Estados
multiétnicos se tiende a politizar la pertenencia a un grupo étnico, y las minorías
desfavorecidas, a menudo oprimidas, que no controlan el poder pueden considerar que el
control del gobierno es el único medio para garantizar su supervivencia.

En suma, se evidencia como la República de Haití se fue construyendo a partir de unos


lineamientos exógenos, ajenos a la identidad de la nación, lo que a su vez trajo consigo una
inestabilidad e incapacidad para mantener un orden institucional. En este sentido, la singular
revolución haitiana del siglo XIX torna un papel secundario en la historia de Haití, en vista del
discurso colonial que llega a imponer sus propias formas de gobernanza.

III. Las revoluciones pueden terminar “fracasando”


Ahora bien, para entender el contexto actual de Haití, es necesario hacer hincapié en la
revolución haitiana, particular a las demás revoluciones, con un deseo radical de cambio, sus
resultados fueron casi nulos en el desarrollo de Haití. Sin embargo, vale la pena preguntarse ¿Por
qué la revolución de Haití fue diferente a las de de la región?, para ello Pantojas (2014) explica
que:

Debe quedar consignado desde un principio que Haití no sólo fue la primera república de
América Latina de la historia, sino que, sin su solidaridad con las fuerzas libertarias del siglo
XIX, es posible que no se hubieran conmemorado las independencias del continente para
estas fechas (2012). No sólo la Revolución haitiana sería la prueba para los libertadores de
América Latina de que la independencia y el republicanismo eran viables más allá de la
América anglosajona, sino que los revolucionarios haitianos serían más que simples
inspiradores de la gesta de liberación de América Latina.

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En primer lugar, la revolución haitiana dio el primer paso para la abolición de la esclavitud,
un paso gigante a nivel mundial en el concepto de los derechos humanos y de la igualdad, cómo
afirma Grüner (2011): “Es esa revolución la que fuerza a la Asamblea Nacional Francesa, en
1794 como decíamos, a abolir la esclavitud en las colonias. En efecto, la Declaración de los
Derechos Universales del Hombre y del Ciudadano (ella misma producto de esa gran revolución
estallada en Francia en 1789) no había contemplado en absoluto la posibilidad de la abolición”.

Como se puede evidenciar, fue la primera revolución en la que un grupo de esclavos negros
triunfa en su totalidad por su independencia, convirtiéndose en la primera República
latinoamericana, un suceso impensable para la elite de la época. En efecto, Grüner (2011) afirma
que: “la haitiana es la única revolución americana del siglo XIX que cumple con el requisito más
riguroso para definir un movimiento como auténticamente revolucionario: que el poder político y
económico no solo cambie de manos, sino que cambie de clase”.

Sin embargo, como dice Grüner, muy poco queda de esa revolución, si es que queda algo. La
promesa de un cambio se vio arrebatada de la Isla por razones externas e internas que llevaron a
Haití a un desasosiego político, económico y social. En prime lugar, la economía haitiana
evidencio una caída que la llevo a la desestabilización y endeudamiento del país. Pantojas afirma
que:

Aunque la Revolución haitiana cumpliría la promesa de dar tierra a los esclavos libertos, esta
acción se convertiría en una de las bases de la pobreza del país. Junto a las sanciones
económicas impuestas por Francia, la pequeña tenencia de tierra convertiría a Haití en una
economía de subsistencia, de reproducción simple, que, frente a una economía de consumo,
de reproducción ampliada, se representa pobre. Ambas revoluciones enfrentaron grandes
obstáculos para alcanzar un proyecto de sustentabilidad económica. Las dos optaron por
modelos semi-autárquicos que a largo plazo no pudieron satisfacer las necesidades de sus
poblaciones.

Además de, el neocolonialismo anteriormente nombrado que ejerció Estados Unidos con la
ocupación de sus tropas en 1915, como la inestabilidad política con la que el país se fue
construyendo. En últimas, Grüner (2011) resume que: la modernidad se tomó una gigantesca
venganza contra ese cuestionamiento radical que implicó la revolución haitiana. Sin embargo, lo
que ocurrió, ocurrió. Las revoluciones pueden terminar “fracasando” (y habría que ver qué

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significa eso exactamente) pero dejan huellas subterráneas que en cualquier momento pueden
reactivarse y resurgir del olvido a que ha sido sometidas.

En definitiva, Haití jugo un papel muy importante en la época revolucionaria de la región


latinoamericana, incentivando en los demás países, ese sentimiento de rebelión y lucha por la
independencia. Sin embargo, el sueño duro poco para la República, y poco a poco Haití fue
convirtiéndose en la realidad más espantosa de América Latina (Paul Farmer, tomado de Fonseca,
2010). Como se puede evidenciar, por desgracia Haití hoy es un Estado inestable, donde la
corrupción, la violencia y la pobreza se han apoderado del país.

IV. La realidad haitiana hoy

En la coyuntura actual, Haití no ha pasado desapercibido en el sistema internacional, el país


lleva años en una constante crisis institucional y constitucional, en el que la debilidad,
inexperiencia y falta de recursos por parte de las instituciones han encarecido el progreso del
país, como afirma Sabine Manigat (2021) en Entre vientos de cambio y ruido de botas:

La vida política haitiana ha transcurrido entre la instrumentalización de la justicia, las


derivaciones y las manipulaciones de los principios del Estado de derecho, la
desnaturalización de las libertades individuales y, sobre todo, el saqueo de los recursos
públicos. Además, la corrupción ha convertido la gestión gubernamental en un verdadero
sistema de connivencia entre los representantes políticos y un sector privado monopolista con
extensiones mafiosas. El resultado ha sido una caricatura del sistema democrático montada
sobre los resortes del viejo sistema autocrático-clientelista.

Además de, las consecuencias que dejó una de las peores catástrofes de la historia, en 2010
con el terremoto de Haití que arrasó con la vida de más de 316.000 personas, llevó a un
empobrecimiento extremo del país y del mismo modo, contribuyo al involucramiento y control
norteamericano en el país. Como afirma Manigat:

El terremoto de enero de 2010 reforzó este control y aumentó el involucramiento


estadounidense a través de Bill y Hillary Clinton, quienes integraron la Comisión
Internacional de Reconstrucción de Haití. Desde 2004 no ha habido ninguna elección sin una
abierta intervención externa. Mientras que en 2006 la elección de René Préval fue
«confirmada» rápidamente, en 2010 la primera vuelta electoral fue «rectificada» por la OEA,

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favoreciendo a Michel Martelly, el candidato de Estados Unidos, quien es finalmente
proclamado presidente en una muy dudosa segunda vuelta.

Por último, el acontecimiento más reciente, el cual demostró la incapacidad de gobernanza en


la República y el descontento por parte del conglomerado social contra el ineficaz gobierno de
Jovenel Moïse que generó simplemente la agudización de la crisis económica, llevaron a que el 7
de julio de 2021, el mandatario fuera asesinado. Como se evidenció anteriormente, el país está
pasando por un momento de incertidumbre acerca del futuro del país. Como afirma García: “La
ola de violencia y secuestros han llevado el hartazgo a una población que cuenta en su poder con
más armas que nunca, tal y como señalan los expertos a este diario. Paralelamente, la
descomposición social mantiene inalterable su macabro ritmo y cada día siguen aterrizando en
Puerto Príncipe aviones procedentes de Estados Unidos con centenares de deportados, muchos de
ellos niños.

Conclusión

En definitiva, la República de Haití cuenta con una historia singular en comparación con los
demás países de la región latinoamericana. Principalmente por su intento de revolución desde el
siglo XIX y convertirse en la primera República negra independiente del mundo. Sin embargo,
los hechos de la revolución no fueron suficientemente efectivos puesto que hoy, el Estado se
encuentra en una fuerte inestabilidad política, económica y social.

Para ello, el concepto de Estado Fallido juega en papel muy importante, teniendo en cuenta la
situación de Haití, puesto que la falla estatal cumple con ciertas características para considerar, en
primer lugar, la falta de ingobernabilidad, que genera un fallo en la administración los recursos a
su población, junto con una debilidad en las instituciones. Del mismo modo, factores como la
corrupción, la pobreza, la desigualdad y el conflicto armado, son significativos en la falla estatal.

De igual forma, es evidente que el proceso de colonización, las doctrinas norteamericanas y la


imposición de un sistema que no amenace a los demás miembros del sistema internacional,
fueron determinantes en la construcción de un Estado débil, incapaz de administrar y proveer sus
recursos a sus habitantes y vulnerable institucionalmente. De esta forma, se puede afirmar que los
acontecimientos históricos de Haití son el reflejo de las consecuencias por las que atraviesa el
país actualmente y por lo tanto en la consideración de Haití como un Estado Fallido.

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Bibliografía

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