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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN


UNIVERSITARIA
UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL RAFAEL MARIA BARALT
PROGRAMA: INGENIERÍA Y TECNOLOGÍA
PROYECTO: INGENIERÍA DE GAS
ASIGNATURA: TALLER DE ACCIÓN ORIENTADORA II
SEDE SAN FRANCISCO.
ESTADO. ZULIA

RESILIENCIA Y SU RELACIÓN CON EL PROCESO DE ENSEÑANZA Y


APRENDIZAJE

Estudiantes
Blanco, José
C.I
Quevedo, Geraldine
C.I 28.268.941

Profesor:
Martin Leal

San Francisco, abril de 2022


Análisis
De acuerdo con el diccionario de la RAE, la resiliencia es la capacidad
de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o
situación adversos. Trasladada al contexto educativo, donde está tan de
actualidad, se entiende por resiliencia la capacidad del estudiante de superar
las dificultades y retos que conlleva obtener buenos resultados en un hogar en
situación poco favorecida.
Para Munist et al. (1998), la resiliencia “es el resultado de un equilibrio
entre factores de riesgo, factores protectores y la personalidad del ser humano.
Esto último permite elaborar, en sentido positivo, factores o circunstancias de la
vida que son desfavorables” (p. 14).
Por su parte, Grotberg como se cita en Peña (2009) afirma que “la
resiliencia es la capacidad humana universal para hacer frente a las
adversidades de la vida, superarlas, salir de ellas fortalecido o incluso
transformado positivamente por ellas” (p. 59).
Por otro lado, se entiende la resiliencia como un proceso dinámico que
trae como consecuencia la adaptación positiva en contextos de adversidad; se
presenta como herramienta que permite a las personas hacer frente y
sobreponerse a las situaciones de desequilibrio en sus vidas ocasionado por
cualquier tipo de afectación (Akl, Pilar y Aponte, 2016).
Podemos conceptualizar de forma general que, la resiliencia, vista como
“la capacidad de recuperarse, sobreponerse y adaptarse con éxito frente a la
adversidad, y desarrollar competencia social, académica y vocacional pese a
estar expuesto a un estrés grave o simplemente a las tensiones inherentes al
mundo de hoy” (Henderson y Milstein, 2004), abre posibilidades de compresión
para acompañar a los niños y jóvenes en sus conflictos vitales y los capacita
para afrontar posibles adversidades de la vida. En este sentido, se necesitan
Centros Educativos que construyan un aire general de solidaridad, así como
relaciones benéficas entre los estudiantes, los maestros y las familias, como un
factor social que promueva resiliencia en ellos.
En el concepto de resiliencia anteriormente citado, se evidencian dos
elementos que componen este término: uno que resalta el contexto adverso y
el otro que le da fuerza a la manera de afrontar dicho contexto. En el primer
caso, se expresa en términos como: adversidad, adversidades de la vida, a
pesar de todo, un medio insano, bajo destrucción, bajo presión, en
circunstancias difíciles, problemas y adversidades, factores de riesgo, factores
biológicos de riesgo o eventos de vida estresantes, circunstancias de la vida
severamente estresantes y acumulativos. En cambio en el segundo caso, se
expresa cómo se afronta lo anteriormente dicho en términos de: hagan posible
resistir, arrancar placer, procesos sociales e intrasíquicos que posibilitan vida
sana, habilidad para resurgir, capacidad para resistir y reconstruir, capacidad
del ser humano para hacer frente, combinación de factores para afrontar y
superar, capacidad de proteger la propia integridad, es una conjunción entre los
factores ambientales y el temperamento, un tipo de habilidad cognitiva que
tienen algunas personas, y proceso dinámico que tiene por resultado la
adaptación positiva. Dentro de esta última manera, se habla de capacidad y si
es una capacidad puede ser educable, precisamente aquí es donde la
educación tiene un importante papel en la promoción y formación de la
resiliencia en la escuela.
Para algunos investigadores, como Wolin y Wolin, (citado por Rodríguez,
2004: 79 - 80) los siete factores que caracterizan la Resiliencia son:
1. La capacidad para observar y observarse a sí mismo
simultáneamente, para hacerse preguntas difíciles y darse
respuestas honestas.
2. La capacidad para mantener distancia física y emocional con
respecto a los problemas sin caer en el aislamiento.
3. La capacidad para crear vínculos íntimos y fuertes con otras
personas.
4. La capacidad para la auto-regulación y la responsabilidad personal
necesarios para lograr autonomía e independencia.
5. El humor y creatividad, entendidos como capacidad para encontrar el
lado divertido de una tragedia, y para crear orden, belleza y objetivos
a partir del caos y del desorden. Generalmente son manifestación de
que la adversidad ya ha sido superada.
6. La capacidad para desearle a otros el mismo bien que se desea para
sí mismo y comprometerse con valores específicos.
7. La capacidad para darle sentido a la propia vida. Unido a estos siete
también en consonancia a ellos está la autoestima como la
apreciación realista que una persona tiene de sus fortalezas y sus
debilidades y la sensación que mantiene en forma más o menos
constante de que es querible, valiosa y capaz.
Grotberg (en Melillo y Suárez, 1995: 21 - 22) ha creado un modelo
donde es posible caracterizar una persona resiliente a través de la posesión de
condiciones que en el leguaje se expresa diciendo: “yo tengo” como expresión
de apoyo, “yo soy”, “yo estoy”, como expresión de las fortalezas intrapisiqicas y
“yo puedo” que hace referencia a la adquisición de habilidades y resolución
conflictos.
Existen diferentes dimensiones dentro de la resiliencia donde, la escuela
constituye una segunda dimensión relevante de la resiliencia. El clima escolar,
y en especial la relación con profesores y compañeros, influye de manera
decisiva en las probabilidades de éxito académico de estudiantes que se
encuentran en situaciones de adversidad; las escuelas pueden aportar
elementos clave: equipos directivos con capacidad de liderazgo, presencia de
profesores motivados, apoyo de mentores, actividades extracurriculares, etc.
También puede ser clave la capacidad de la escuela de forjar complicidades
con agentes comunitarios y con las propias familias. La mejora de los vínculos
familia-escuela es una de las estrategias más importantes establecidas por
organismos internacionales.
En vista de la creciente necesidad de trabajadores saludables y
competentes que puedan hacer frente al contexto actual de trabajo dinámico y
cambiante, resulta fundamental educar y motivar a los estudiantes
universitarios con el fin de preparar las personas que serán los futuros
protagonistas de nuestra sociedad, y por tanto de la economía del país. Con
este objetivo, debemos de crear un nuevo reto relacionado con el estudio
del bienestar y el éxito académico en los estudiantes universitarios,
centrándose en encontrar respuestas sobre cómo mejorarlos, optimizarlos y
favorecer su pleno desarrollo.
Sabemos que los estudiantes universitarios se enfrentan a muchos
desafíos en el contexto educativo, y el impacto de éstos ha demostrado poder
tener una variedad de efectos negativos tanto a nivel psicológico (como
depresión y burnout), así como sobre la salud (alteraciones en el sistema
inmunológico) y la conducta (fracaso escolar y bajo rendimiento académico).
Sin embargo, la evidencia nos muestra que algunos estudiantes tienen la
capacidad de enfrentarse con éxito a estos desafíos y no dejarse abatir por
experiencias académicas negativas. Estos estudiantes se animan más
fácilmente tras los reveses y en general consideran los eventos negativos como
superables. Sin embargo, poco se sabe acerca de los varios factores que
promueven dicha adaptación positiva.
En este sentido, el concepto de resiliencia académica nos ayuda a
explicar este proceso y entender por qué algunos estudiantes que
experimentan altos niveles de estrés son capaces de resistir e incluso pueden
prosperar en esas condiciones. Nos referimos a la resiliencia académica como
el proceso de hacer frente a la adversidad en contexto académico y el logro de
resultados positivos en situaciones de estrés. Hasta la fecha, los estudios que
se han ocupado de la resiliencia académica suelen centrarse en los grupos de
minorías étnicas, con dificultades de aprendizaje y bajo rendimiento extremos.
Sin embargo, la resiliencia académica es relevante para todos los estudiantes,
porque en algún momento todos ellos pueden experimentar adversidades,
desafíos o situaciones de presión durante su vida académica. Pero… ¿Cómo
sabemos que la resiliencia es importante para enfrentarse y superar de manera
exitosa esas situaciones? De cara a la relación entre resiliencia y éxito
académico, hasta ahora, las investigaciones indican que los estudiantes con
mayor resiliencia académica son los que sostienen altos niveles de rendimiento
y motivación de logro a pesar de la presencia de eventos y condiciones
estresantes. Asimismo, y centrándonos en variables más subjetivas de
bienestar, un nivel alto de resiliencia está positivamente relacionado con mayor
niveles de satisfacción y de engagement académico en sus tres dimensiones
(vigor, dedicación y absorción con los estudios).
Ahora bien, teniendo en consideración todos estos efectos beneficiosos
¿Qué podemos hacer para desarrollar la resiliencia de los estudiantes
universitarios? ¿Qué variables influyen en este proceso? Desde una
perspectiva de superación del estrés, numerosos estudios han puesto de
relieve la importancia de las diferentes estrategias de afrontamiento (coping)
que los estudiantes utilizan para afrontar las demandas académicas. Las
estrategias de coping son los esfuerzos cognitivos y conductuales que se
desarrollan para responder a las demandas específicas externas y/o internas.
De esta forma, del tipo de estrategias utilizadas dependen el éxito o fracaso
ante la situación. Desde esta perspectiva, unas estrategias de coping
adecuadas se convierten en un recurso fundamental para promocionar el
desarrollo de la resiliencia y, por ende, en bienestar y el éxito académico.
En concreto, se han identificado dos estrategias de coping que están
positivamente relacionadas con la resiliencia. En primer lugar, el coping
centrado en la resolución de problemas, debido a que implica tomar medidas
activas para modificar las circunstancias o abordar el problema para buscar
una solución (me surge un problema y me centro en solventarlo). Por otra
parte, el coping centrado en la reinterpretación positiva, que subyace a las
estrategias cognitivas que se utilizan para gestionar el significado de una
situación, regulando y generando emociones positivas. Es decir, los
estudiantes que tienden a afrontar activamente el problema, ya sea de manera
conductual (resolución de problemas) o cognitiva (reinterpretación positiva)
tienen mayores niveles de resiliencia. Por lo contrario, se ha encontrado que
las estrategias centradas en la regulación de las emociones negativas se
relacionan negativamente (valga la redundancia) con la resiliencia.
Específicamente, aunque el coping centrado en la búsqueda de apoyo social y
el de evitación en un principio ayudan a reducir el estrés, esas estrategias
pueden ser disfuncionales si los estudiantes se centran demasiado en la
situación que creó la tensión y en las emociones negativas asociadas o, por lo
contrario, tratan de ignorarla por no pensar en ello.
En este sentido, por parte de las organizaciones educativas es
importante tener en cuenta cómo los estudiantes universitarios pueden ser
educados al uso de estrategias de coping adecuadas para enfrentarse a las
situaciones adversas y así apoyar el desarrollo de su resiliencia, con el fin de
lograr resultados académicos positivos, como el bienestar y el éxito académico.

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