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HISTORIA DE LA GUERRA

JOHN KEEGAN

1. ANTECEDENTES DEL AUTOR:

NACIONALIDAD: Inglesa.
Fue lector decano de Historia Militar en la Real Academia Militar de Sandhurst
(Gran Bretaña). Es editor de temas militares de The Daily Telegraph. Está
considerado como uno de los mejores especialistas en historia militar del Reino
Unido.
OTRAS OBRAS: “The Face of Battle”, “The Mask of Command”, “The Price of
Admiralty”, y “The Second World War”.

2. DATOS DEL LIBRO:

AÑO: 1995.
EDITORIAL: Planeta.
EDICIÓN: Primera.
PAÍS: Gran Bretaña . Impreso en España.
CANTIDAD DE PÁGINAS: 449.
CAPÍTULOS:
- LA GUERRA EN LA HISTORIA DE LA HUMANDIDAD.
- Primer Interludio: LIMITACIONES DE LA GUERRA.
- PIEDRA.
- Segundo Interludio: FORTIFICACIÓN.
- CARNE.
- Tercer Interludio: EJÉRCITOS.
- HIERRO.
- Cuarto Interludio: LOGÍSTICA Y ABASTECIMIENTO.
- FUEGO.

3. SÍNTESIS DEL TEMA ANALIZADO:

La presente obra es una nueva interpretación de la guerra a través de la Historia,


desde la Edad de Piedra hasta Saddam Hussein.

Aborda desde el extraño ritual de los pueblos en la antigüedad, las batallas de las
legiones romanas, las guerras santas del islam, la desenfrenada agresividad de
Atila y Gengis Kan hasta la destrucción masiva de las guerras modernas.

Hace hincapié en que la guerra, siempre ha sido un rasgo inevitable de la cultura


humana. Pero reconoce, que no queda otra alternativa que conseguir una
limitación eficaz si se desea garantizar la supervivencia del género humano.

4. RESUMEN:

El autor inicia su extenso relato sobre la Historia de la Guerra con una pregunta, ¿
Qué es la Guerra?, esperando al culminar su obra, haber sembrado la idea de
que el hombre no está condenado a hacer la guerra, ni que todo conflicto mundial
se soluciona con la violencia.

Expresa que las causas de la guerra son muy complejas; el guerrero no es un


agente con voluntad desenfrenada, ya que la guerra fue y será limitada, no
porque el hombre la elija, sino que así lo determina su naturaleza.
Corrige la interpretación dada a la famosa frase de Clausewitz que define la
guerra, potenciando el accionar de la Política, afirmando sin embargo, que la
historia escrita del mundo es la historia de las guerras. Los estados en que
vivimos se fundaron en guerras de conquista, de independencia, civiles, etc. y los
grandes estadistas de la historia fueron partidarios de la violencia para alcanzar
sus fines.

Continuando su relato, el autor hace referencia a la guerra primitiva y sus


características limitativas, alcanzando su pensamiento hasta el desarrollo nuclear,
que le imprimió a la humanidad una cultura dirigida al pacifismo, percibiendo que
la humanidad no está dispuesta a solucionar las diferencias o choques de
intereses mediante el esfuerzo bélico.

Hace referencia, a que existía antes que en occidente una dimensión oriental de
hacer la guerra, denominada dimensión ideológica e intelectual y que la
restricción bélica ha sido una constante en Asia, incluyendo a la civilización del
Islam. Con relación a la modalidad oriental de hacer la guerra, expresa que sus
rasgos peculiares fueron la evasión, la dilación y el sesgo.

El modo chino de hacer la guerra incluyó una conducta ética: “El hombre superior
debe ser capaz de conseguir sus fines sin violencia”. Las características
particulares de este pueblo lo llevó a no acoger la ciencia y la industria occidental,
luchando con sus arcos contra rifles y cañones de los invasores europeos. Todas
las restricciones y culturas de la guerra oriental sucumbieron ante la cultura bélica
occidental, que contenía tres elementos fundamentales de índole moral,
intelectual y tecnológico. Entre el siglo XIX y la mitad del siglo XX la mayoría de
los pueblos asiáticos cayeron en manos del imperialismo de occidente, aún China
en manos del occidentalizado Japón.
En el devenir del libro, se hace referencia a que la libertad de maniobra era el
meollo de la revolución de la caballería, que la multiplicidad de plazas fortificadas
construidas por los ingenieros buscaban resistir los ataques artilleros y que en los
empantanados terrenos la caballería cedió el primer puesto a la infantería, que
era la única con libertad para maniobrar en estrechos espacios entre canales,
estuarios y ciudades amuralladas.

Sintetiza y compara en otro capítulo a Clausewitz y a Marx a través de textos de


sus obras: "la guerra cuanto peor, mejor, porque lo peor se aproxima más a lo
verdadero que lo que es la guerra real" expresaba el primero, y para Marx “lo
peor es el estallido de la lucha de clases, que da paso a la verdadera sociedad
con el triunfo del proletariado”. “De la Guerra” y “El Capital”, por muy distintas que
sean los contenidos de las obras, pueden considerarse en último extremo
similares.

La capacidad y complejidad de las industrias armamentísticas europea y


americana surgidas en el siglo XIX no tiene paralelo ni precedentes. El
desarrollo de la industria en serie comprendió gran diversidad de materiales
como tanques, camiones, armamento liviano y pesado, piezas de artillería,
buques de toda clase, aviones, etc.

Hitler fue un obsesionado de la tecnología bélica, enfrentando radicalmente a la


tradición germana que daba la primacía a la capacidad de combate del soldado y
el Estado Mayor, siendo conciente que la cadena de fisión atómica definiría el
conflicto. Con referencia a este pensamiento Churchill, después de su primer
ensayo en Julio de 1945 llegó a exclamar: “esta bomba atómica es la ira en un
segundo”.

El triunfo occidental de hacer la guerra acarreó grandes desastres. La Ira GM


librada por naciones europeas puso fin al dominio occidental en el mundo. La IIda
GM completó la ruina iniciada por la Primera y trajo el desarrollo del Arma
Nuclear, negando a partir de ese momento que la guerra es la continuación de la
política por otros medios. La política debe continuar, la guerra no.

El advenimiento de lo nuclear no fue, ni será el fin de las guerras. Durante la


segunda mitad del siglo XX, el desarrollo nuclear evitó una nueva guerra a escala
mundial, pero persiste la amenaza de que si se produce, será el fin de todo.

Finalmente, expresa que no se podrá vivir en un mundo sin ejércitos disciplinados,


obedientes y sumisos a la ley. Estos deben ser instrumentos y señal de
civilización, y sin su existencia la humanidad tendría que vivir primitivamente, en
un caos sin ley en que los hombres y las masas entrarían en guerra unos contra
otros.

El guerrero no desaparece. Más que nunca los requiere la comunidad como


aliados, para proteger la civilización, para encontrar el modo de combatir a los
fanáticos racistas, los intransigentes ideológicos, los vulgares saqueadores o el
crimen internacional.

Los futuros mantenedores de la paz, deberán aceptar que la sabiduría está en la


capacidad de impugnar que la política y la guerra constituyen una continuidad.
Negarlo, nos condenará a un futuro de violencia y horror.

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