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ESCUELA DE LETRAS
GRAMÁTICA II
I-
Antes de examinar algunos aspectos de la evolución del análisis del discurso, especialmente
el estatuto de la oposición establecida habitualmente entre la frase y más allá de la frase,
parece útil reflexionar sobre la utilización que se hace de la gramática textual (GT) en la
enseñanza de la lengua materna. Su aplicación en el campo de la didáctica, relativamente
rápida, puede resultar sorprendente, en la medida en que esta forma de análisis del discurso
estaría lejos de presentar el carácter de estabilidad y certeza que se pretende generalmente
en los saberes que se enseñan.
El “éxito” de la GT en la enseñanza del francés como lengua maternal se explica por una
conjunción de factores, entre los cuales debe tomarse en cuenta fundamentalmente el
desarrollo de la lingüística teórica. La emergencia del análisis del discurso bajo la forma del
estudio de la enunciación iniciada por E. Benveniste y la difusión de algunos trabajos
inspirados en los “gramáticos del texto” (van Dijk, etc.) han suscitado algún interés en la
didáctica ya que se han visto posibilidades de “renovación” que ofrece un alternativa a la
aproximación frástica tradicional. El retorno al texto ha parecido un retorno a la autenticidad,
al so real del lengua en situación, una salida al fracaso de la enseñanza gramatical que sólo
tiene en cuenta las actividades metalingüísticas realizadas en las frases aisladas,
desconectadas del contexto.
Por último, es necesario señalar la importancia que pudo tomar, en las aplicaciones de la GT,
el análisis de los textos literarios: especialmente en las clases de Liceo el cambio ha sido
perceptible. Por un parte, el deseo de proponer una alternativa para la explicación tradicional
del texto ha conducido a tareas que privilegian la justificación de una lectura, por parte de los
alumnos, de clasificaciones de índices, etc., conceptos principales de la GT. Por otra parte, la
voluntad, explicitada en las Instrucciones Oficiales, de desarrollar el estudio de la lengua
desde el segundo ciclo, ha encontrado en estos conceptos el medio mismo de evitar
considerar una gramática frástica basada especialmente en la morfosintaxis. A esto hay que
agregar que un buen número de nociones introducidas permiten renovar algo la estilística
tradicional. Debe señalarse, en esta "moda" de la GT, la tipología textual: se clasifican los
textos en tipos para ofrecer el marco de las actividades redaccionales.
Algunos factores, de diverso orden, explican esta decepción. Es importante evocar aquí, en
primer lugar, un malentendido que tiene que ver con la utilización misma del término
"gramática". La denominación de "gramática textual", expresión directamente traspuesta de
una corriente fuertemente inspirada en la gramática generativa (al menos en sus
fundamentos) y muy efímera, ha sembrado en efecto, cierta confusión. Confusión de orden
teórico; la idea de gramática, tal como la han entendido la mayoría de las escuelas
contemporáneas, difícilmente se aplica al texto. Confusión de orden práctico: hablar de GT
agrega una nueva significación a una palabra ya muy rica; de la gramática normativa a la
gramática como una sub-parte del estudio del lenguaje, que corresponde a la morfosintaxis,
pasando por la gramática "implícita", conjunto de reglas que sostienen la actividad lingüística.
Todo esto es ya conocido y ha sido frecuentemente comentado. Además, una cierta ligereza
en el uso del término GT se destaca. La GT, en muchos casos, ha sido comprendida
simplemente como una actividad gramatical, más o menos clásica, "a partir de los textos". La
novedad, si la hay, reside en el cambio de corpus -de la frase al texto- más que en una
modificación de las nociones. Dada la vaguedad del adjetivo "textual", se comprende que la
GT haya podido ser interpretada como "la gramática a través de los textos"; se comprende
también que este cambio de corpus no haya operado sobre los aspectos realmente positivos,
en la medida en que los contenidos enseñados caso no han sido modificados. Qué beneficio
puede extraerse de lecciones de gramática sobre nociones morfosintácticas cuando los
ejemplos, el soporte de las actividades, son sacados de un texto auténtico más que de listas
de frases fuera de contexto? Estos aspectos fueron evitados o abordados bajo un ángulo que
no era adecuado: sería necesario interrogarse, en el plano sicopedagógico, sobre el interés
del texto, y más específicamente de la situación de comunicación en la enseñanza del
sistema gramatical. La respuesta está lejos de ser evidente: las relaciones entre la gramática
intuitiva (el funcionamiento real de la lengua en situación) y la gramática reflexiva, la
actividad metalingüística, quedan en el plano de la hipótesis, y las recomendaciones,
sugerencias de los textos oficiales no pueden apoyarse en estudios precisos que autorizarían
privilegiar una perspectiva textual. La introducción de la GT en el dominio didáctico casi ha
ocultado cuestiones de fondo: toda la gramática es el estudio de los textos.
Este primer inconveniente debido a la falta de claridad en las denominaciones, pudo ser
evitada y sería injusto ignorar los aportes en su propio ámbito: fenómenos como la anáfora, la
progresión temática, las marcas enunciativas, la oposición de planos, han podido tener así
derecho de ciudadanía y la consideración de estos puntos, estrechamente ligados con las
actividades de producción y de comprensión de textos, pueden ser vistos como un avance.
Sin embargo, este aspecto innovador ha sido fuertemente limitado por la ausencia de cambio
del lado didáctico y pedagógico. Aquí entonces, la generalización de la etiqueta de
"gramática" debe ser cuestionada; si la tarea de "descubrimiento" preconizada por el estudio
de la lengua, tarea que está lejos de ser mayoritaria en la práctica, es sin dudas deseable y
coherentes en el dominio frástico, no puede considerarse una aproximación idéntica cuando
se trata de la lingüística del texto; la diferencia de naturaleza de los contenidos impone casi
una diferencia en la aplicación. Las regla, suponiendo que se pueda hablar de ellas en el
dominio textual, no son del mismo orden que la morfosintácticas. En el plano del discurso, no
se puede apelar sólo a determinaciones exclusivamente lingüísticas, sino a mecanismos de
regulación comunicacional heterogéneos en los cuales los fenómenos lingüísticos deben ser
considerados en relación con otros sicolingüísticos, cognitivos y sociolingüísticos. Es normal
que la mayoría de los profesores se hallen confundidos ante tal diversidad y sobre todo, por la
ausencia de reglas estrictas e idénticas. ¿Pueden operar sólo con actividades prácticas de
producción y de lectura, sin considerar las actividades metalingüísticas? Las dudas son
muchas ante este tipo de cuestiones y los documentos oficiales y los manuales escolares no
aportan respuestas precisas.
Para que tal análisis tenga sentido, es necesario suponer que existen ciertas regularidades no
sobre el modo como las frases se articulan entre ellas en el discurso sino por el modo como
los sujetos hablantes son conducidos a actualizar el código lingüístico para expresar en el
marco de sus intereses comunicativos, lo que intentan decir a su interlocutor. Este es, en
general, el pensamiento de Benveniste.
En el seno del discurso, las frases mantienen lazos de cohesión que contribuyen a lo que los
autores llaman su "textura" y las relaciones entre frases que participan en la actualización de
esta textura están marcadas por las expresiones o construcciones que tienen por función
expresarla. Partiendo de este cuadro general, Halliday se proponen elaborar el repertorio y
clasificar las expresiones léxico-gramaticales que ofrece el inglés para expresar los lazos de
cohesión semántica entre los diferentes ítems que participan en la composición del discurso.
Esta clasificación opera con cinco grandes familias de relaciones: relaciones de referencia, de
sustitución, de elipsis, de conjunción y de cohesión léxica .
El proyecto de una gramática textual es muy ambiciosa porque se trata, para un investigador
como van Dijk, no sólo de dar cuenta de las capacidades de los sujetos para diferenciar las
series de frases que forman un texto coherente de aquellas que conducen uno incoherente,
sino también de reconocer los parentescos estructurales entre textos superficialmente
diferentes y de resumir correctamente y de modo riguroso y texto dado. Esto supone que la
gramática del texto integra, en el espíritu de la gramática generativa de fines de los 60, en las
reglas de formación las de transformación. Este programa de gramática generativa del
discurso para tomar la denominación de Kummer (1972), no tiene en realidad mucho que ver
con lo que habitualmente se entiende por una gramática (morfo-sintáctica) generativa. Lo que
toman los gramáticos del texto del paradigma generativista es, por un lado, la idea de
competencia que se extiende al nivel textual -lo que implica la dimensión semántica y
pragmática- y, por otro, la idea de que la gramática o más exactamente "la teoría del texto"
debe presentarse bajo la forma de un modelo, de una arquitectura formal que comprende
diferentes componentes articulados entre sí y capaces de conducir a predicciones (de
aceptabilidad, de parentesco estructural y semántico), falsables empíricamente.
Partiendo de estas orientaciones generales, las diferentes gramáticas del texto que pueden
distinguirse, especialmente las de van Dijk y Petöfi, se presentan como edificios que integran
varios subdispositivos como dar cuenta de todos los aspectos de interpretación o producción
de discursos -orales o escritos, comunes o literarios- que comprenden, en Petöfi (1989)
aspectos semióticos (visuales, gráficos) de los textos como soportes materiales. Más allá de
la complejidad intrínseca y sus diferencias, esos modelos comprenden también un
componente sintáctico concebido como una gramática generativa sobre el modelo estándar
de Chomsky 81972). Este componente puede ofrecer una división del texto en unidades de
base que, basada en una descripción sintáctica canónica, sirven de inputs para la
interpretación semántica y pragmática del texto. Esta interpretación supone que los términos
que aparecen en las frases estén asociados con una o más significaciones y la integración,
en la teoría, de un léxico de la lengua.
En van Dijk (1972, 1977, 1985) cuyo modelo es el más conocido (en particular por los
sicolingüistas, especialmente por la colaboración de Kintchs), la interpretación semántica del
discurso conduce, en una primera etapa, a la asignación de una o más significaciones a las
frases, frases que son expresadas por una (o algunas) representación(es) proposicional(es)
compuesta(s) cada una por un predicado con argumentos etiquetados (roles semánticos) así
como de un valor ilocucionario que especifica el tipo de actos de lenguaje que cumplen
(interpretación pragmática). En una segunda etapa del análisis semántica, estas
representaciones proposicionales son reagrupadas en sub-estructuras (microestructuras) que
corresponden a los hechos y articuladas entre ellas (especialmente a nivel temporal). Esta
etapa que corresponde a una interpretación extensional del texto supone una exploración
intensiva de los tiempos verbales, los conectores temporales, las diferentes formas de
indicación referencial (pronombres), en síntesis, de todas las expresiones cohesivas que
aparecen en el texto, así como a las relaciones de cohesión internas en las construcciones
gramaticales. También en esta etapa se incorporan las inferencias que permiten establecer
los lazos entre las diferentes proposiciones. El desarrollo de estas inferencias puede estar
guiado por el dato textual, pero muy frecuentemente moviliza conocimientos propios del
sujeto, conocimientos supuestamente compartidos y activados por los lectores en el momento
en que operan con los textos.
En la semántica del discurso tal como la presenta van Dijk (1985), la construcción de una
representación semántico-pragmática de la base del texto explícita depende del nivel local o
microestructural. En un nivel más global -macroestructura- correspondiente a la secuencia,
intervienen otras operaciones. La idea que motiva la existencia de un nivel de organización
macroestructural más allá de la proposición reposa sobre consideraciones cognitivas. Van
Dijk (1977, 1980, 1985) defiende la idea de que el análisis semántico del discurso debe
ofrecer una modelización de las operaciones implicadas para su comprensión o producción.
Esta exigencia implica en particular que se la integra en una teoría de las estrategias de
tratamiento y que se pase de notaciones estrictamente estructurales (que no toman en cuenta
la organización de un producto finito y previamente interpretado) a notaciones procedurales
que tienen en cuenta las actividades desarrolladlas por los sujetos.
Cuando se considera el análisis del discurso desde tal perspectiva, una de las primeras
restricciones que se impone, señala van Dijk con Kintsch, es que nuestra memoria operatoria,
a diferencia de la memoria a largo plazo, tiene una capacidad limitada. Si entonces la
capacidad de esta memoria está limitada a unas cuantas unidades (las cifras varían según las
publicaciones, de 2 a 5) y si se quiere considerar que la proposición constituye el formato bajo
el cual se acomoda el contenido del discurso, se está obligado a suponer que las
proposiciones son acomodadas –manipuladas-. Como evidentemente esta operación no
puede traducirse por una pura y simple eliminación de las proposiciones, no hay otra solución
que imaginar que las proposiciones ya tratadas son "recicladas" bajo una forma más
compacta y acomodadas en un "buffer" de la memoria de trabajo afectada en esta tarea.
Estas son las proposiciones, que van Dijk llama macroproposiciones, las que constituyen la
macroestructura del texto. Postular este nivel macroestructural tiene motivaciones sicológicas,
no lingüísticas, de modo que " una macroestructura es una reconstrucción teórica ",
reconstrucción que se relaciona con la idea intuitiva de tema o tópico de un discurso o
secuencia de discurso, La macroestructura no se obtiene por la creación de lazos locales
suplementarios sino que es resultado de "una suerte de transformación semántica que asocia
las secuencias de proposiciones del texto a las macroproposiciones de un contenido más
abstracto, más general, más global" (p. 116).
Las indicaciones precedentes deberían ser suficientes para dar una idea de los fenómenos
que, en este modelo, dependen del nivel macroestructural. Las macrorreglas que intervienen
en este nivel exigen conocimientos léxicos y sobre todo el saber enciclopédico de lectores, y
su aplicación es estratégica, la integración de una nueva proposición o serie de proposiciones
que pueden conducir a una modificación de la estructura en curso. La actualización de estas
operaciones representa para el lector un costo cognitivo importante. Su tarea puede ser
facilitada por el reconocimiento de que el discurso tratado depende de un género determinado
al cual se le atribuye un esquema de texto convencional que comprende diferentes episodios
o temas, Cuando un discurso es asociado a lo que van Dijk llama "superestructura", "es
posible que las macroestructuras estén organizadas por principios de ordenamiento (un tipo
de sintaxis particular del discurso) que especifica la categoría y la función esquemática de las
secciones (párrafos) del texto, como por ejemplo el estado inicial, la complicación y la
resolución en un relato, o las premisas y la conclusión en una argumentación" .
Cuando se comparan las tres aproximaciones del discurso o del texto, se percibe que el
modelo desarrollado por van Dijk a mediados de los 80 (como el de Petöfi) es más próximo a
la propuesta de Halliday y Hasan que a los trabajos de Benveniste sobre la enunciación. Los
gramáticos del texto acuerdan, como Halliday y Hasan, un lugar central a los problemas de
coherencia y cohesión, mientras que estos problemas no son abordados desde la perspectiva
de la enunciación. Hatakeyama, Petöfi distinguen, como así también Halliday y Hasan y van
Dijk, las relaciones de coherencia que se refieren a los " lazos entre estados de cosas
expresados en el texto" tal como los reconstruyen los interpretantes y las relaciones
señaladas en la "construcción verbal del texto" , relaciones en el seno de las cuales se oponen
los lazos de cohesión propiamente dicha (repeticiones, referencias anafóricas que marcan
tanto una identidad como una asociación referencial), y los lazos de conexidad que expresan
una relación de causalidad, finalidad, ejemplificación, que pueden jugar a nivel micro y
macroestructural.
En su esfuerzo por comprender lo que hace que un texto sea algo más que una sucesión de
frases producidas una después de otra, los gramáticos del texto quieren ir más lejos que
Halliday y Hasan.