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LOS MOMOYES

En Trujillo, estado Truijillo, Venezuela, relatan nuestros ancestros, habitan seres, no humanos,
muy parecidos, que por temor o sencillamente para preservar su privacidad y autenticidad se
radicaron en cuevas profundas y ocultas. En montañas habitadas, también, por serpientes
venenosas, guardianas de sus hospedajes, a las que alimentan para aumentar su prole y tener
protección natural y evitar el acercamiento.

Son oriundos de agrestes moradas, tales como de la formación rocosa Tucutucu, protectora
natural de la ciudad de Trujillo, y en las lagunas: Negra y Los Cedros del parque Guaramacal, del
municipio Boconó; el también hogar del oso frontino en peligro de extinción.

Los Momoyes que habitan el páramo la Culata del estado Mérida, son siempre agresivos, su plan
estratégico es hacer que los visitantes se extravíen, acumulando con su poder densas nubes para
impedir la visual mas allá de un metro de radio.

En el Táchira, en Colón de las Palmeras, ha habido contacto, en estos extraños y escurridisos seres,
en la laguna encantada de Vegones, en las cercanías de Boca de Monte, en la ruta al páramo el
Zumbador. Allí los momoyes castigan ahogando a todos aquellos que perturban el silencio de la
laguna lanzando piedras a las cristalinas aguas.

Quienes fortuitamente tienen un encuentro con algún Momoy, quedan atrapados en una especie
de encantamiento adormecedor, al inspirar el perfume que vierten sus cuerpos, producto de años
de evolución biológica, que les ayuda protegerse de sus paralelos humanos a quienes consideran
ambiciosos de poder y gloria.

Los que son atrapados, en profundo trance, se convierten en presas para sus designios
particulares, de no ser así, pues, hay humanos protegidos contra encantos, son sometidos a
escuchar gritos estridentes que los obliga huir del lugar de encuentro sin que queden recuerdo
alguno del lugar donde ocurrió.

Si el humano es una mujer hermosa, de temprana edad, ya fecunda, es llevada a sus moradas sin
dejar huellas del rapto; habilidad madurada con los años y con la práctica. Por ello, no se ha
logrado ubicar con precisión donde residen. Aún no se ha sustentado las razones de los
secuestros, aunque el imaginario popular cuenta que son para que sean evolucionadoras
biológicas y así tener prole parecidos a los humanos para que, educados par tal fin, transiten
mezclados con la hermana especia, sin ser descubiertos.

Los humanos-momoyes dotados de la sensibilidad irresistible de regresar a su hábitat de


nacimiento, pueden permanecer, por periodos largos, en estado de jinas, cual yoguis en el
hiperespacio, para lograr la aparición o desaparición del espacio tridimensional..

Los momoyes tienen forma humana, sin serlo, si lo desean, estatura menor a los cuarenta
centímetros, con largas barbas amarillentas, todos sus dientes son colmillos afilados, su cuerdas
vocales tan agudas que las envidiaría Farinelli, el castrato, el medieval hombre soprano.
Siempre están ataviados de enorme sombrero de cogollo. Pueden vivir muchos años, diez o más
generaciones humanas, por ende su manejo de los recurso naturales y las habilidades de hacerse
invisibles.

Tienen el don de la inmortalidad, de la que escapan a voluntad, ese es uno de sus fines anhelados,
descubrir la ventana de acceso a un nivel superior de existencia, entrar en la muerte y salir de ella.

Cuando, en forma consciente abandonan el cuerpo, conservan los conocimientos adquiridos para
ser usados en los universos paralelos en los que habitan en consecuencia.

A ninguno de ustedes lectores les deseo un encuentro con ellos, con los momoyes.

Dr. Edgar B. Sánchez B.

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