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Extractos del diario de Egidio van Broeckhoven

(publicados por H. U. von Balthasar en Communio, ed. alemana, 1972)

En las Navidades de 1967 moría con treinta y cuatro años un joven jesuita
flamenco y sacerdote obrero, aplastado por una placa de acero en la fábrica. Es
descrito como un camarada jovial, siempre de buen humor, vital, animoso y
poco convencional. Dejó un extenso diario, con frecuencia difícil de descifrar,
del que ha aparecido una selección (en flamenco y francés, editada por Georges
Neefs SJ, Lumen Vitae/Foyer Notre-Dame, Bruselas 1972. Más amplia en
edición alemana, Johannes Verlag Einsiedeln, Otoño 1972).
La vocación y el mensaje de van Broeckhoven son sorprendentemente
simples y actuales: perfecta penetración del amor trinitario de Dios y amor
humano de amistad, como condición ineludible para la continuación del
cristianismo en el mundo actual. Él repite en su existencia la elección del
fundador Ignacio: ¿Cartuja o los caminos del mundo? Y escoge éste: clausura
en el mundo: la más profunda apertura a la vida trinitaria en la más profunda
apertura al tú del prójimo. Las influencias de la mística flamenca –Ruysbroeck,
Hadewijch- son orientadas por la propia vocación.
Es sorprendente la unidad de profundidad mística (y el intento de
valorarla también especulativamente) con el realismo sobrio y decidido en la
vida cotidiana más dura. En la fábrica el proyecto espiritual es llevado a cabo
con los no creyentes, mahometanos, hombres con frecuencia rudos.
El diario sigue las consecuencias de este amor trinitario hasta el detalle;
la breve selección que se ofrece aquí muestra algunas líneas, sin poder
redondearlas suficientemente; pero el lector sospechará la fecundidad de lo que
se dice en modo tan inicial. Muchos textos que aquí faltan se ocupan de la
integración psicológica de las esferas del amor (sensible-espiritual) en el acto
religioso total. Lo que sigue puede sólo mostrar el impulso fundamental.
HUvB

La vocación

Me sentí vigorosamente impulsado por el amor divino a llevar a los


trabajadores sencillos más cerca de Dios; ellos están tan solos en la tierra del
amor (las mujeres que se dedican a la limpieza en la estación de tren, etc.). Yo
debo acudir al amor de Dios más profundo y tomar de él en la más profunda
oración y comunicarlo a los hombres de una manera que se encarna sin reservas,
diligens in finem [amando hasta el final, cf. Jn 13, 1].

Me siento muy movido a vivir de nuevo mi decisión existencialmente:


cartujo o jesuita. Buscar al otro en el desierto de la noche, en los bordes del

1
abismo. Yo he de vivir mi llamada a ser cartujo aquí y ahora: entrega total al
Dios que trasciende todo y que me atrae.
Señor, enséñame a conocer existencialmente cómo debo poner en juego
todo para el encuentro contigo –cómo debo poner en juego la experiencia
concreta de la vida de cartujo, para vivir en la búsqueda de los más
abandonados, de los más perdidos. Enséñame a ser consecuente en esto.

He visto qué importante es recordar la historia de la propia vocación; esto


se debe desarrollar hacia una continua contemplación para alcanzar amor1. Ésta
es la clave para la única oración verdadera.

Después de una conversación con X. sobre el apostolado: Señor, quiero


vivir y amar como un puro contemplativo en el mundo más alejado de Dios,
para amarte, suplicarte y anunciarte como el que está allí presente, y para remitir
el mundo a Ti y Tú al mundo en la oración, en el amor y en el anuncio.

El celibato es un salto al amor, de ninguna manera es apartarse del amor.


Es un sumergirse en la fuente de la vida.

La verdadera confianza en los otros es muy costosa y rara; significa


hacerse indefenso y saber que uno puede ser herido, esperando, sin embargo,
que no ocurra.
La falta de confianza muestra que el hombre aún quiere recibir y no dar.

Yo he visto que el gran problema del apostolado consiste en la superación


de la poderosa resistencia que causa el cerrarse y el miedo a los otros. Uno se
encierra en su pequeño círculo de amigos de dos maneras: no se alarga el círculo
y no se profundiza la amistada ya dada; uno permanece seguro en lo que es y
tiene.
El místico, el peregrino, el que descubre la vida divina, tiene que avanzar
más para hallar a Dios en todo y en todos. El cerrarse se encuentra en camino
hacia lo satánico; en la otra dirección está la apertura trinitaria de la vida llena
de amor.

Debo vivir mi más íntima profundidad – y el hecho de que esto no tome


demasiado tiempo es normal: la cúspide de un árbol crecido es también sólo un
lugar pequeño, pero central, importante para la vida, el núcleo de la vida que
debe descansar en una base amplia de capas inferiores– principalmente en dos
formas: mi oración completamente perdida en Dios y mi más hondo contacto
con N. y con todos los que puede alcanzar en profundidad.

1
La última contemplación de los ejercicios de San Ignacio.
2
Si no es verdad que el amor más profundo a un hombre se encuentra en el
más profundo amor a Dios, mi vida entera es una contradicción insostenible.
Felizmente es verdad, por eso no puedo vivir nunca lejos de Dios.

El mensaje

Éste es el mensaje que yo he de anunciar a los hombres: que un contacto


más profundo entre los hombres es el inicio del contacto divino; esto debo
aprender a tener en cuenta para ver la trascendencia celestial que de ello resulta
y actuar en consecuencia.

La idea de que cada encuentro tiene un significado místico me penetra,


lenta pero seguramente.
El encuentro tiene un valor místico porque en cada contacto entre dos
hombres se abre camino el encuentro celestial; esto era claro para mí respecto de
la amistad desde hace tiempo, ahora se me muestra claramente para todo
encuentro.

Dios puede ser experimentado, se deja experimentar: esto creo yo, esto
espero yo. Tal es el fundamento de mi vida, su fuego central.

Señor, Te agradezco por la comprensión de que cada hombre al que yo


encuentro en el camino está llamado por Ti a una amistad celestial conmigo.
Esto me ha llenado de profunda felicidad contemplativa. Una visión de
horizontes ilimitados se me ha abierto.

«La intimidad de los hombres reside en Dios»: la expresión de este


pensamiento puede parecer que niega lo personal, lo propio de cada uno, lo
autónomo del hombre; de esa manera se comprendería mal la expresión. Debe
ser comprendida de modo totalmente positivo.
Lo mismo vale cuando se dice que hay que «llevar un hombre a Dios» (es
decir, a la intimidad propia más profunda). Por un lado Él está siempre ya allí, a
pesar de que todavía tiene que entrar en ellos de modo personal, como uno que
aún está fuera. Desde el punto de vista de Dios, el hombre ya es recibido en su
casa; desde el punto de vista del hombre, aún queda por recorrer un trayecto de
camino; en el apostolado el apóstol ha de tener en consideración ambos puntos
de vista de la realidad.
Esto se refiere a la palabra de Cristo: «Voy a preparaos un lugar»; con
otras palabras, Dios nos ha amado primero; nuestra intimidad está por anticipado
en Dios, desde su punto de vista. Pero el hombre es todavía un peregrino hacia
Él.

3
Mi amigo es como una ciudad en un monte lejano, hacia donde yo voy en
peregrinación.
En el corazón de la ciudad hay un templo habitado por Dios, por el Dios uno y
trino.
Desde Dios se me ha mostrado esto, yo tomo conmigo en mi
peregrinación a cada amigo que no habita en la ciudad como en un viaje de
regreso a casa e intento llenarlo con la misma nostalgia, y lo llevo al corazón de
la ciudad y lo amo en la dirección del amor uno y trino de Dios.
De camino yo encuentro a Cristo. Él vino a mi encuentro y me mostró el
camino.
Desde entonces yo he intentado alcanzar siempre más profundamente el
interior del templo, atraído por el amor de Dios, y siempre siento más penetrante
el anhelo y todo lo que me sale al encuentro me señala hacia allí.

En la amistad santa el amigo es uno que, por decirlo así, penetra en una
ciudad fortificada.
Mientras con frecuencia ésta se defiende encarnizadamente hacia fuera, el
amigo espera ya en el interior del otro y no puede hacer mucho más; porque en
primera línea está Dios, que debe atraer a los hombres hacia su intimidad más
honda. «Nadie puede venir a mi si el Padre, que me ha enviado, no lo atrae».
De esta manera la tarea más esencial del amigo es la de penetrar en lo más
interior de la ciudad y dejar que su amigo sea atraído por Dios a su intimidad: en
esto consiste lo más esencial del apostolado.
El amigo teme encontrar al otro en la periferia de la ciudad; porque tiene
prisa de encontrarlo en casa, en su intimidad más honda.
El santo amigo es uno en el que Dios se encuentra como en casa.

Apostolado: D., Ch., Nic. S.2: su búsqueda de Dios es su más profundo


deseo; quisieran ellos hacer la experiencia (y así encontrar la fe en la vida), de
que alguien los toma en serio (a ellos mismos, como lo que son y como son: el
yo de D., de Ch. y de Nic.) en lo más íntimo (en modo concretísimo y
experimentable), que los ama, los respeta, los reconoce, que se considera feliz de
encontrarse con ellos, como con personas apreciables por causa de sí mismas, tal
como son: anhelo del amor (que es lo mismo que experiencia de Dios).
Algunas veces uno penetra en un hombre hasta esta nostalgia
fundamental, que tal vez ya está perturbada en su fundamento; allí se topa uno
con la fe en la vida o con la desesperación, con la fe en el Dios que existe o con
la increencia, con el anhelo del amor o con la desilusión... Lo que ellos desean
no es la bondad en general, sino el amor concretísimo, el ser amados como
dignos de amor, y aunque sea así sólo en un único encuentro, ésta es tal vez la
experiencia profunda que los hará seguir adelante, que les otorgará fe en la vida,

2
Nombres de trabajadores de la fábrica.
4
en el amor, en Dios, que los hace seguir esperando, llenos de expectativa, en la
vida, en el amor, en Dios, y quizás les regalará la fuerza para amar ya ahora la
vida, el amor, Dios, e irradiar por su parte el amor en las tinieblas.

Yo poseía un perla preciosa,


y dijo Dios:
arrójala a lo más profundo de mi corazón.
Y lo hice
y me sentí miserable;
porque no conocía lo profundo del corazón de Dios:
Para mí fue como arrojar todo a la oscuridad.

El anuncio hoy

El anuncio del Cristo histórico, de los hechos salvíficos de su vida y muerte, es


la concreción última, propia de todo amor, de la vida divina que hemos
conocido. Es el cumplimiento del más hondo anhelo que vive en nosotros en la
forma actual de la esperanza, que ha animado al Antiguo Testamento y al pueblo
judío. La respuesta de Dios ha venido ahora plenamente, en verdad
humanamente, en el hecho histórico de la salvación que es Jesucristo.
Esto presupone en el apóstol de hoy que conoce la más profunda nostalgia
de los hombres desde dentro: vivir con los hombres.
¿No nos falta la primera cosa necesaria para sostener el Evangelio: el
anhelo del Antiguo Testamento?
Si Cristo ha de decir algo a los hombres de hoy, eso es la respuesta a su
anhelo más interior, que no pasa por encima de sus cabezas ni evita sus
corazones. Si Él quiere comunicar algo a los hombres de hoy, los alcanzará en lo
profundo, les dará respuesta invenciblemente convincente como ha respondido
al anhelo de siglos que animaba la existencia entera del pueblo.
Debemos hallar, por tanto, cómo los hombres añoran hoy a Dios con todo
su corazón, su ser, su vida; o, mejor, cómo Dios infunde a los hombres el anhelo
de él. Pero, ¿cómo podemos saber esto si no conocemos a los hombres de
nuestro tiempo, con un conocimiento tan profundo como sólo puede darlo el
amor? ¿Cómo podríamos amarlos así si no vamos a ellos y los dejamos venir a
nosotros con una incondicionalidad semejante a aquélla que hizo a Dios
hombre?

Nuestra generación suscitará la admiración de todos porque ya no ofrecemos


nada sino lo que nosotros mismo sentimos como auténtico. Y, sin embargo, es
una generación pobre [que no tiene qué ofrecer], porque sólo acoge como
auténtico lo que ella puede tocar directamente y captar con su inteligencia
individual.

5
Nueva teología: su fuerza está en cómo está orientado el ahora al Omega (en
esperanza, etc.); su punto débil y su pobreza: el ahora está ciertamente orientado
hacia el Omega, pero el Omega ya ha venido, y esto es difícil para la nueva
teología: no lo incluye con gusto en su sistema.
La debilidad de la teología antigua era que el Omega había aportado ya
todo en el ahora, y, en consecuencia, no teníamos ya que ir hacia el Omega.
Pero el Omega no nos dispensa del trabajo aun por producir, del camino aún por
recorrer, sino que lo hace ligero. Mi carga es ligera. Como un amigo que viene a
tu encuentro y te resulta fácil responder sinceramente a su amistad.
Omega ahora nos muestra el camino, y el camino ilumina nuestra noche.
Yo soy la luz del mundo. La nueva teología emprende la tarea también de
iluminar la noche. La antigua alababa y proclamaba sólo la luz, la noche
existencial apenas tenía presencia; en consecuencia, resulta que ella ya no tiene
nada que decir a la existencia humana, porque ésta es noche.

Hechos evangélicos:
el valor absoluto de cada hombre concreto;
dar la propia vida, junto con él, hasta la muerte concreta.

El apostolado debe ser una ampliación del vínculo místico de amistad, de


esa amistad que llega a la intimidad de Dios; por eso el apostolado empieza
entre nosotros3.
La esencia del apostolado es, dicho brevemente, quitar de en medio todo
esto que hay entre mí y el otro; entre mi intimidad y la suya, entre mi ser a partir
de Dios y su ser a partir de Dios, entre Dios y su amigo.
Esto ocurre primero en el plano psicológico-humano y luego sigue
adelante, se hace más inmediato de persona a persona, de intimidad a intimidad
y alcanza así la profundidad del corazón de Dios, de su amor trinitario.
Para esto uno debe abrirse psicológicamente a los hombres y atrapar todas
las posibilidades correspondientes; también hay que poseer una profundidad
religiosa, de otro modo uno se queda fijo en lo humano, en lo abstractamente
humano (abstractamente, es decir, separado de la realidad más profunda).

La vida aquí en la fábrica es bella, bella con todo su realismo; comunión


plena con este mundo, con este mundo concreto de hoy, esto es, con la creación
de Dios hoy. Cuando hablamos de la creación de Dios, pensamos siempre de un
pasado épico o de un futuro santo; pero es una alegría por descubrir el que esta
creación épica y santa de Dios es el mundo concreto de hoy: Bruselas, estos
hombres reales, que en la sucia fundidora de acero, también nuestros amigos,

3
El P. van Broeckhoven se refiere aquí a sus hermanos jesuitas de la pequeña comunidad en la que
vive.
6
todo lo que es la realidad, y la realidad es santa, porque es el único lugar en el
que Dios puede alcanzarnos y de hecho nos alcanza. Incluso si yo pudiera
escoger entre la zarza ardiendo y Bruselas, escogería Bruselas.

Amar trinitariamente

Ningún impulso de marcha pone al hombre ante un sacrificio tan extraño como
la búsqueda de Dios; siempre de nuevo uno está ante el gran misterio; el que
hace un viaje de exploración, debe poner continuamente su vida en juego.
En este viaje uno está solo; porque uno se aventura mucho más profunda y
lejanamente que en todo amor humano (es decir, que en la amistad); para
encontrar al amigo en su más honda intimidad, uno debe buscar a Dios y por eso
dejar de tanto en tanto la forma de la amistad, precisamente para acercarse más
al amigo. Esto constituye una privación (a veces) muy profunda y dolorosa;
porque es tan real que uno deja ir por Dios, junto con la amistad, también al
amigo. Pero frecuentemente sólo así uno podrá encontrar la más profunda
intimidad del amigo (en la fe, esperanza y caridad).
Jn 16, 5 s: «Ahora yo voy a Aquél que me ha enviado... Es bueno para
vosotros que yo me vaya...».
He visto que en el amor hacia el otro hay un movimiento doble: el del
Hijo hacia el Padre y el del Padre hacia el Hijo: el Hijo ama al Padre hacia
nosotros4, nosotros debemos amar al Hijo hacia el Padre.
El primer amado ama al amigo hacia el otro; el otro ama al amigo hacia el
primer amado: así llega él a la amistad; porque de este modo el primer amado y
el amigo puede amar su amistad plenamente hacia los demás. Es decir, el otro
puede recibir realmente la amistad (el amor verdadero del Padre y el Hijo), sólo
si él ha amado a su vez al Hijo hacia el Padre.

La amistad se completa sólo cuando los otros le aman a uno hacia el


amigo. Esto es propiamente amor “espiritual”. Tal es la obra del Espíritu Santo
en la vida trinitaria de amor: Él ama al Padre y al Hijo, a cada uno en la
dirección del otro.
Esto debe ser también nuestro amor trinitario hacia los demás: amar a los
unos en dirección de los otros. Esto se logra tanto mejor cuando ellos son

4
Egidio empieza a usar una expresión gramaticalmente difícil: amar a un amigo hacia un tercero. Tal
es el amor de amistad. La expresión tiene múltiples aplicaciones: amar a Dios hacia los hombres, amar
a un hombre hacia Dios, amar un hombre hacia otro, amar a un hombre hacia su mujer si está casado...
En el amor de amistad siempre hay un tercero. La tradición conoce esta idea: la Trinidad es la del
Padre que ama, el Hijo amado (dilectus) y el Espíritu Santo co-amado (con-dilectus). En la amistad se
requieren dos amigos y un tercer elemento en el que se unen (Sto. Tomás). La amistad nace cuando
dos hombres se descubren interesados en lo mismo (C. S. Lewis). El amor no es mirarse a los ojos,
sino mirar juntos en la misma dirección (A. von Speyr). Creo que se puede decir que la exclusión del
tercero en el amor es impureza, porque es posesión.
7
nuestros amigos. Así el amor redentor del Padre pasa al amor del Espíritu, en la
amistad.
El Padre ama al Hijo hacia los amigos de éste; si el Hijo es recibido por
ellos, el amor redentor del Padre y el Hijo es conformado en un amor según el
Espíritu que ya no es dolorosamente “redentor”: es amor de amistad del Espíritu
a los demás, es el amarse uno hacia el otro de dos amigos.
Hay un amor trinitario del Espíritu, que es paterno en su origen y filial en
su dirección hacia el Padre, como en su referencia hacia Él.

«En el amor sobrenatural se alza una torre que alcanza el cielo».


Cuanto más alto se sube, tanto más uno puede dar, porque tanto más se
recibe.
En un primer escalón el amigo es amado hacia los demás.
En un segundo escalón los amigos aman su amistad hacia los demás.
En un tercer escalón el amigo ama desde la amistad hacia el otro (esto es
entonces “en modo incarnatorio”, ya no en “modo redentor”, como en el primer
escalón).
Finalmente, y esto es el amor más grande, en el amor del amigo que
promana de la amistad hacia el otro en el amigo y por el amigo, y con el amigo
el Padre (el amigo, del que surge toda amistad) es amado hacia el todo, de modo
que la amistad completa ahora también está presente en el (nuevo) amigo. Esto
es la amistad trinitaria más profunda (más plena).
Dios nos ha amado así desde el comienzo (sin embargo, el amor ha
penetrado hasta nosotros sólo poco a poco): Mt 1, 18 –«María había concebido
del Espíritu Santo»- Mt 1, 20 –«el niño que está en su seno viene del Espíritu
Santo»; Mt 1, 21 –«Ella dará a luz un hijo al que pondrás el nombre de Jesús,
porque Él salvará a su pueblo de sus pecados»; Mt 1, 23 -«Emmanuel: Dios con
nosotros»...
Desde la amistad (desde el Espíritu Santo), el amigo (Cristo) es amado
hacia el otro (el hombre), y en el amigo (Cristo), el Primero (el Padre) se dona a
los hombres (Emmanuel).
El primer paso redentor: Él salvará a su pueblo de sus pecados.
Finalmente este primer paso y todos los siguientes son una irradiación desde el
centro más profundo del amor y de la luz más profunda dentro de las tinieblas
(el pecado de los hombres). Por tanto, eso que vemos en su origen y en sus
caminos es el mismo amor y la misma luz en todos los puntos.
Por parte del Señor, el amor era perfecto desde el comienzo; y por nuestra
parte, el amor se oscurece como un amor redentor (sufriente).

Los grados trinitarios en la amistad (en nuestro nivel) pueden ser


experimentados en forma paternal, filial y espiritual. La más elevada forma de

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amistad se da cuando uno es amado por el otro de tal modo que Dios es amado y
Dios ama a uno.

Señor, si Tú me quieres dejar ir contigo de una manera distinta de la que


yo he seguido hasta ahora, por mi parte está bien; porque no es el modo como
me acerco a Ti. Para mí lo importante eres Tú mismo.

En nuestra unidad trinitaria (se pueden distinguir en el hombre, si bien no


se pueden separar, una unidad sensible, espiritual, divina y trinitaria)... es decir,
en el punto focal trinitario del amor en nosotros vive el amor del Padre, del Hijo
y del Espíritu en un movimiento doble: 1. hacia el Padre, hacia el Hijo y hacia el
Espíritu y en cada una de ellos hacia los demás; 2. hacia los hombres de modo
paterno, filial y espiritual.
El amor que ama en nuestro punto focal más profundo fluye desbordante
hacia los puntos focales más exteriores, pero sin ahogarlos ni asfixiarlos, sino de
modo que ese amor, de modo natural, no conceptual (también en el amor
conyugal), los hace más intensos y verdaderos.

¡Dios mío, concédeme la apertura y la magnanimidad de tu amor


trinitario!
Para poder amar realmente a su amigo hacia los demás, como el Padre
ama a su Hijo, uno debe tener una amistad muy profunda.
Para poder compartir la amistad con otros, como el Padre y el Hijo
(comparten) al Espíritu Santo, uno debe tener una amistad muy profunda, una
amistad trinitaria.
Estos son los modos trinitarios de compartir su amistad:
1. El Padre comparte el Hijo, que es su único amado y por eso su más
profunda intimidad.
2. Padre e Hijo comparten el Espíritu Santo, que es su vida más íntima de
amor. Pero sólo en el encuentro con uno que es suficientemente puro o puede ser
hecho tal.

Nosotros podemos encontrar la intimidad trinitaria de los demás, pero sólo


oculta. Sin embargo, en las irradiaciones y concesiones de esa intimidad
nosotros los amamos con nuestra fe, esperanza y caridad.

Como se da una noche en el amor que se aproxima a Dios y en el amor


que se aproxima al otro, se da también una noche en el amor a Dios hacia los
otros: ésta es (en sentido estricto) la noche apostólica; puede ser paternal, es
decir, noche del Padre, que ama a su Hijo hacia los demás en el amor redentor
(para esto hay que vivir profundamente en la intimidad de Dios: el Padre); puede
ser filial: acercarse al otro en Cristo según el amor redentor (es decir, no ser
acogido, ser herido por la falta de amor precisamente cuando uno ofrece el amor
9
de Cristo); pues ser noche del Espíritu: esto es, no ser acogido en la
aproximación del amor del Espíritu; esto no es dolorosamente salvífico en Dios,
pero sí en el apóstol.
El amor a Dios orientado hacia el otro es el amor más profundo al otro;
porque entonces uno ama desde su más honda intimidad, que sólo se posee en fe
y esperanza: es un amor veladamente celestial.

Alguien me había dicho que no podía haber una amistad profunda con uno
por el que no se tenga atracción natural de amistad. Esto no es verdad. Si alguna
vez se ha bebido la amistad inmediatamente en su fuente, se puede superar el
obstáculo, sólo aparentemente invencible. (El que alguna vez ha subido a una
montaña, ya no se asusta ante una pequeña elevación de terreno).
El que alguna vez ha sentido la atracción del fondo todavía inexplorado de
una intimidad, se siente en todos los puntos y en todo tiempo movido por una
nostalgia incalmable.
Desierto: somos, unos para otros, un desierto. Debemos hacernos
habitables como una casa hospitalaria: todo en todos en Dios = cielo (nadie ya
ajeno a nadie: al decir “en”, no es como la semilla en un fruto, sino
complemente dentro, interior, no detrás. Nadie es ya ajeno a nadie).

Tal vez no nos damos cuenta suficientemente de que Dios, cuando habla,
nunca interrumpe el silencio; Dios nunca habla yéndose por las ramas, acerca de
cuestiones, personas, de nuestra vida en todas sus dimensiones; tal vez nos
gustaría, pero felizmente Él no lo hace. Porque si uno consigue una relación de
parloteo con un hombre, tal vez queda impedido durante años un diálogo
auténtico. Quizás nosotros hablamos demasiado con Dios, o ya no oramos
porque pensamos que orar sea cháchara y no diálogo que llega a lo más hondo
de nuestra persona. Tal vez no vivimos lo suficiente en o desde de lo más
profundo de nuestra persona; tal vez no oramos auténticamente porque toda
nuestra vida es demasiado parloteo, un vivir que no es el vivir de nuestra vida
más profunda.

Dios con nosotros

Experiencia de trascendencia de Dios (nunca se puede agotar), de la santidad de


Dios, de Dios en su bondad, de su amor: todas estas experiencias son resumidas
y realizadas concretamente en el acto más simple de amor al prójimo: en ese
acto actúa el Dios del amor, trascendente, santo, bueno, como el todo en
nosotros. Porque en el amor concreto al prójimo actúa algo de Dios en mí, y
«algo de Dios es Dios entero» (Hadewijch de Amberes).
Por eso son hombres como X. y muchos cristianos sencillos, que tal vez
en la contemplación nos son tan «avanzados», los que a veces van más adelante

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que algunos contemplativos de altos vuelos. Por eso también en la verdadera
caridad no hay ningún peligro de error.

Visita de Ahm.: él es tan bueno, tan pobre y tan abierto, que


inmediatamente será recibido en los brazos del Padre, aun cuando no pertenezca
a la Iglesia concebida aún en crecimiento. En todo caso él pertenece a la Iglesia
definitiva.

Visita de Ahm.: largamente nos damos la mano. «Nosotros somos


“pobres”5». El Señor estaba allí, sin que nosotros fuéramos conscientes de Él.

Gracias, Dios mío, por este día ordinario; es para mi más amable que
cualquier gran acontecimiento y experiencia, porque en él yo sé especialmente
que Tú estás conmigo en todo tiempo, que la vida ordinaria tiene un sentido,
nada de ella está fuera de ti... Gracias por estos hombres ordinarios...

Experiencia ayer temprano: cuando llegué del trabajo, en la calle que lleva
al centro de Bruselas, vi cómo este mundo tan concretísimo es una creación del
Padre en el Hijo por el poder del Espíritu: por tanto no es un mundo profano,
sino creación de Dios, en la que Él se comunica y revela, Le Milieu divin6. Aquí
y ahora el Padre expresa su Palabra con poder.

Como un varón necesita a una mujer (a la mujer), así yo necesito a Dios.


Como un marido necesita a su mujer, así yo necesito a mi Dios.

La encarnación es prueba del amor de Dios en su movimiento que siempre


está llegando a nosotros,
como cuando uno que camina siempre más profundamente hacia dentro
del mar,
encuentra continuamente una ola nueva, que no es nada sino el mar que
viene a él.
Pero el mar inmenso sigue estando fuera de él en su infinidad misteriosa,
que es lo que atrae al hombre.

Cuanto más camina –y es atraído por la marea que fluye-, el oleaje del
mar se vuelve tanto más misterioso y profundo y abundante;
hasta que él desaparece completamente en el amor y es recibido en su
movimiento íntimo sin riberas.

5
En español en el original. Ahm. puede ser un inmigrante español en Bruselas.
6
Título de una obra de Pierre Teilhard de Chardin, a quien Egidio leía con frecuencia.
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Nota del traductor:

El interés de HUvB en la mística de la amistad de Egidio van Broeckhoven, me


parece que reside en la unión de amor al Dios uno y trino y amor a los hombres
en el mundo, porque, como fundador de un Instituto Secular, esto es
precisamente en el centro de la atención. En el siguiente párrafo, tomado del
libro Estado cristiano de vida, se puede ver su opinión sobre la experiencia de
los sacerdotes obreros, que se puede resumir en la afirmación de que lo que no
fue posible mediante el sacerdocio, debe serlo mediante los consejos
evangélicos.

«Toda gracia cristiana contiene siempre también su misión hacia el mundo. Pero
si, como se dijo, las grandes misiones cualitativas requieren el estado de los
consejos para que el enviado sea libre en todos los aspectos y disponible para su
tarea exclusiva, nada impide entonces que precisamente el arco total sea llevado
desde el estado de los consejos hasta el señorío -¡competente!- también de los
órdenes mundanos. Esta síntesis la quieren realizar establemente los miembros
de los institutos seculares (Instituta saecularia), mientras que un intento análogo
en el estado clerical, el experimento de los sacerdotes obreros, finalmente sólo
pudo ser un signo, algo provisional, porque mientras el sacerdote realiza un
trabajo en la fábrica no puede ejercer sus funciones sacerdotales normales. En la
forma de vida de los institutos seculares, por el contrario, no hay compromiso
ninguno entre “Iglesia” y “mundo”, tampoco entre “estado de los consejos” y
“estado de los laicos”; se intenta sólo mantener la tensión del arco total de la
misión. Que esto sea incondicionalmente posible es lo que ha mostrado la figura
más clara de esta forma de vida, Madeleine Delbrêl, viviéndolo y adelantándose
tanto a los sacerdotes obreros como a los institutos seculares».

Para los S de J, me parece que el interés es sobre todo lo relativo al amor de


amistad. En el diario de Egidio podemos encontrar criterios muy valiosos sobre
el Amor de amistad que es Dios mismo, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y que se
nos da para también nosotros amemos con ese mismo amor de amistad.

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