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En las Navidades de 1967 moría con treinta y cuatro años un joven jesuita
flamenco y sacerdote obrero, aplastado por una placa de acero en la fábrica. Es
descrito como un camarada jovial, siempre de buen humor, vital, animoso y
poco convencional. Dejó un extenso diario, con frecuencia difícil de descifrar,
del que ha aparecido una selección (en flamenco y francés, editada por Georges
Neefs SJ, Lumen Vitae/Foyer Notre-Dame, Bruselas 1972. Más amplia en
edición alemana, Johannes Verlag Einsiedeln, Otoño 1972).
La vocación y el mensaje de van Broeckhoven son sorprendentemente
simples y actuales: perfecta penetración del amor trinitario de Dios y amor
humano de amistad, como condición ineludible para la continuación del
cristianismo en el mundo actual. Él repite en su existencia la elección del
fundador Ignacio: ¿Cartuja o los caminos del mundo? Y escoge éste: clausura
en el mundo: la más profunda apertura a la vida trinitaria en la más profunda
apertura al tú del prójimo. Las influencias de la mística flamenca –Ruysbroeck,
Hadewijch- son orientadas por la propia vocación.
Es sorprendente la unidad de profundidad mística (y el intento de
valorarla también especulativamente) con el realismo sobrio y decidido en la
vida cotidiana más dura. En la fábrica el proyecto espiritual es llevado a cabo
con los no creyentes, mahometanos, hombres con frecuencia rudos.
El diario sigue las consecuencias de este amor trinitario hasta el detalle;
la breve selección que se ofrece aquí muestra algunas líneas, sin poder
redondearlas suficientemente; pero el lector sospechará la fecundidad de lo que
se dice en modo tan inicial. Muchos textos que aquí faltan se ocupan de la
integración psicológica de las esferas del amor (sensible-espiritual) en el acto
religioso total. Lo que sigue puede sólo mostrar el impulso fundamental.
HUvB
La vocación
1
abismo. Yo he de vivir mi llamada a ser cartujo aquí y ahora: entrega total al
Dios que trasciende todo y que me atrae.
Señor, enséñame a conocer existencialmente cómo debo poner en juego
todo para el encuentro contigo –cómo debo poner en juego la experiencia
concreta de la vida de cartujo, para vivir en la búsqueda de los más
abandonados, de los más perdidos. Enséñame a ser consecuente en esto.
1
La última contemplación de los ejercicios de San Ignacio.
2
Si no es verdad que el amor más profundo a un hombre se encuentra en el
más profundo amor a Dios, mi vida entera es una contradicción insostenible.
Felizmente es verdad, por eso no puedo vivir nunca lejos de Dios.
El mensaje
Dios puede ser experimentado, se deja experimentar: esto creo yo, esto
espero yo. Tal es el fundamento de mi vida, su fuego central.
3
Mi amigo es como una ciudad en un monte lejano, hacia donde yo voy en
peregrinación.
En el corazón de la ciudad hay un templo habitado por Dios, por el Dios uno y
trino.
Desde Dios se me ha mostrado esto, yo tomo conmigo en mi
peregrinación a cada amigo que no habita en la ciudad como en un viaje de
regreso a casa e intento llenarlo con la misma nostalgia, y lo llevo al corazón de
la ciudad y lo amo en la dirección del amor uno y trino de Dios.
De camino yo encuentro a Cristo. Él vino a mi encuentro y me mostró el
camino.
Desde entonces yo he intentado alcanzar siempre más profundamente el
interior del templo, atraído por el amor de Dios, y siempre siento más penetrante
el anhelo y todo lo que me sale al encuentro me señala hacia allí.
En la amistad santa el amigo es uno que, por decirlo así, penetra en una
ciudad fortificada.
Mientras con frecuencia ésta se defiende encarnizadamente hacia fuera, el
amigo espera ya en el interior del otro y no puede hacer mucho más; porque en
primera línea está Dios, que debe atraer a los hombres hacia su intimidad más
honda. «Nadie puede venir a mi si el Padre, que me ha enviado, no lo atrae».
De esta manera la tarea más esencial del amigo es la de penetrar en lo más
interior de la ciudad y dejar que su amigo sea atraído por Dios a su intimidad: en
esto consiste lo más esencial del apostolado.
El amigo teme encontrar al otro en la periferia de la ciudad; porque tiene
prisa de encontrarlo en casa, en su intimidad más honda.
El santo amigo es uno en el que Dios se encuentra como en casa.
2
Nombres de trabajadores de la fábrica.
4
en el amor, en Dios, que los hace seguir esperando, llenos de expectativa, en la
vida, en el amor, en Dios, y quizás les regalará la fuerza para amar ya ahora la
vida, el amor, Dios, e irradiar por su parte el amor en las tinieblas.
El anuncio hoy
5
Nueva teología: su fuerza está en cómo está orientado el ahora al Omega (en
esperanza, etc.); su punto débil y su pobreza: el ahora está ciertamente orientado
hacia el Omega, pero el Omega ya ha venido, y esto es difícil para la nueva
teología: no lo incluye con gusto en su sistema.
La debilidad de la teología antigua era que el Omega había aportado ya
todo en el ahora, y, en consecuencia, no teníamos ya que ir hacia el Omega.
Pero el Omega no nos dispensa del trabajo aun por producir, del camino aún por
recorrer, sino que lo hace ligero. Mi carga es ligera. Como un amigo que viene a
tu encuentro y te resulta fácil responder sinceramente a su amistad.
Omega ahora nos muestra el camino, y el camino ilumina nuestra noche.
Yo soy la luz del mundo. La nueva teología emprende la tarea también de
iluminar la noche. La antigua alababa y proclamaba sólo la luz, la noche
existencial apenas tenía presencia; en consecuencia, resulta que ella ya no tiene
nada que decir a la existencia humana, porque ésta es noche.
Hechos evangélicos:
el valor absoluto de cada hombre concreto;
dar la propia vida, junto con él, hasta la muerte concreta.
3
El P. van Broeckhoven se refiere aquí a sus hermanos jesuitas de la pequeña comunidad en la que
vive.
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todo lo que es la realidad, y la realidad es santa, porque es el único lugar en el
que Dios puede alcanzarnos y de hecho nos alcanza. Incluso si yo pudiera
escoger entre la zarza ardiendo y Bruselas, escogería Bruselas.
Amar trinitariamente
Ningún impulso de marcha pone al hombre ante un sacrificio tan extraño como
la búsqueda de Dios; siempre de nuevo uno está ante el gran misterio; el que
hace un viaje de exploración, debe poner continuamente su vida en juego.
En este viaje uno está solo; porque uno se aventura mucho más profunda y
lejanamente que en todo amor humano (es decir, que en la amistad); para
encontrar al amigo en su más honda intimidad, uno debe buscar a Dios y por eso
dejar de tanto en tanto la forma de la amistad, precisamente para acercarse más
al amigo. Esto constituye una privación (a veces) muy profunda y dolorosa;
porque es tan real que uno deja ir por Dios, junto con la amistad, también al
amigo. Pero frecuentemente sólo así uno podrá encontrar la más profunda
intimidad del amigo (en la fe, esperanza y caridad).
Jn 16, 5 s: «Ahora yo voy a Aquél que me ha enviado... Es bueno para
vosotros que yo me vaya...».
He visto que en el amor hacia el otro hay un movimiento doble: el del
Hijo hacia el Padre y el del Padre hacia el Hijo: el Hijo ama al Padre hacia
nosotros4, nosotros debemos amar al Hijo hacia el Padre.
El primer amado ama al amigo hacia el otro; el otro ama al amigo hacia el
primer amado: así llega él a la amistad; porque de este modo el primer amado y
el amigo puede amar su amistad plenamente hacia los demás. Es decir, el otro
puede recibir realmente la amistad (el amor verdadero del Padre y el Hijo), sólo
si él ha amado a su vez al Hijo hacia el Padre.
4
Egidio empieza a usar una expresión gramaticalmente difícil: amar a un amigo hacia un tercero. Tal
es el amor de amistad. La expresión tiene múltiples aplicaciones: amar a Dios hacia los hombres, amar
a un hombre hacia Dios, amar un hombre hacia otro, amar a un hombre hacia su mujer si está casado...
En el amor de amistad siempre hay un tercero. La tradición conoce esta idea: la Trinidad es la del
Padre que ama, el Hijo amado (dilectus) y el Espíritu Santo co-amado (con-dilectus). En la amistad se
requieren dos amigos y un tercer elemento en el que se unen (Sto. Tomás). La amistad nace cuando
dos hombres se descubren interesados en lo mismo (C. S. Lewis). El amor no es mirarse a los ojos,
sino mirar juntos en la misma dirección (A. von Speyr). Creo que se puede decir que la exclusión del
tercero en el amor es impureza, porque es posesión.
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nuestros amigos. Así el amor redentor del Padre pasa al amor del Espíritu, en la
amistad.
El Padre ama al Hijo hacia los amigos de éste; si el Hijo es recibido por
ellos, el amor redentor del Padre y el Hijo es conformado en un amor según el
Espíritu que ya no es dolorosamente “redentor”: es amor de amistad del Espíritu
a los demás, es el amarse uno hacia el otro de dos amigos.
Hay un amor trinitario del Espíritu, que es paterno en su origen y filial en
su dirección hacia el Padre, como en su referencia hacia Él.
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amistad se da cuando uno es amado por el otro de tal modo que Dios es amado y
Dios ama a uno.
Alguien me había dicho que no podía haber una amistad profunda con uno
por el que no se tenga atracción natural de amistad. Esto no es verdad. Si alguna
vez se ha bebido la amistad inmediatamente en su fuente, se puede superar el
obstáculo, sólo aparentemente invencible. (El que alguna vez ha subido a una
montaña, ya no se asusta ante una pequeña elevación de terreno).
El que alguna vez ha sentido la atracción del fondo todavía inexplorado de
una intimidad, se siente en todos los puntos y en todo tiempo movido por una
nostalgia incalmable.
Desierto: somos, unos para otros, un desierto. Debemos hacernos
habitables como una casa hospitalaria: todo en todos en Dios = cielo (nadie ya
ajeno a nadie: al decir “en”, no es como la semilla en un fruto, sino
complemente dentro, interior, no detrás. Nadie es ya ajeno a nadie).
Tal vez no nos damos cuenta suficientemente de que Dios, cuando habla,
nunca interrumpe el silencio; Dios nunca habla yéndose por las ramas, acerca de
cuestiones, personas, de nuestra vida en todas sus dimensiones; tal vez nos
gustaría, pero felizmente Él no lo hace. Porque si uno consigue una relación de
parloteo con un hombre, tal vez queda impedido durante años un diálogo
auténtico. Quizás nosotros hablamos demasiado con Dios, o ya no oramos
porque pensamos que orar sea cháchara y no diálogo que llega a lo más hondo
de nuestra persona. Tal vez no vivimos lo suficiente en o desde de lo más
profundo de nuestra persona; tal vez no oramos auténticamente porque toda
nuestra vida es demasiado parloteo, un vivir que no es el vivir de nuestra vida
más profunda.
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que algunos contemplativos de altos vuelos. Por eso también en la verdadera
caridad no hay ningún peligro de error.
Gracias, Dios mío, por este día ordinario; es para mi más amable que
cualquier gran acontecimiento y experiencia, porque en él yo sé especialmente
que Tú estás conmigo en todo tiempo, que la vida ordinaria tiene un sentido,
nada de ella está fuera de ti... Gracias por estos hombres ordinarios...
Experiencia ayer temprano: cuando llegué del trabajo, en la calle que lleva
al centro de Bruselas, vi cómo este mundo tan concretísimo es una creación del
Padre en el Hijo por el poder del Espíritu: por tanto no es un mundo profano,
sino creación de Dios, en la que Él se comunica y revela, Le Milieu divin6. Aquí
y ahora el Padre expresa su Palabra con poder.
Cuanto más camina –y es atraído por la marea que fluye-, el oleaje del
mar se vuelve tanto más misterioso y profundo y abundante;
hasta que él desaparece completamente en el amor y es recibido en su
movimiento íntimo sin riberas.
5
En español en el original. Ahm. puede ser un inmigrante español en Bruselas.
6
Título de una obra de Pierre Teilhard de Chardin, a quien Egidio leía con frecuencia.
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Nota del traductor:
«Toda gracia cristiana contiene siempre también su misión hacia el mundo. Pero
si, como se dijo, las grandes misiones cualitativas requieren el estado de los
consejos para que el enviado sea libre en todos los aspectos y disponible para su
tarea exclusiva, nada impide entonces que precisamente el arco total sea llevado
desde el estado de los consejos hasta el señorío -¡competente!- también de los
órdenes mundanos. Esta síntesis la quieren realizar establemente los miembros
de los institutos seculares (Instituta saecularia), mientras que un intento análogo
en el estado clerical, el experimento de los sacerdotes obreros, finalmente sólo
pudo ser un signo, algo provisional, porque mientras el sacerdote realiza un
trabajo en la fábrica no puede ejercer sus funciones sacerdotales normales. En la
forma de vida de los institutos seculares, por el contrario, no hay compromiso
ninguno entre “Iglesia” y “mundo”, tampoco entre “estado de los consejos” y
“estado de los laicos”; se intenta sólo mantener la tensión del arco total de la
misión. Que esto sea incondicionalmente posible es lo que ha mostrado la figura
más clara de esta forma de vida, Madeleine Delbrêl, viviéndolo y adelantándose
tanto a los sacerdotes obreros como a los institutos seculares».
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