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Remigio Clemente Mbá Ntutumu Mangue

3º Curso / 2º Cuatrimestre
EXÁMEN MISTERIO DE DIOS TEMAS 1-3 // 23/04/2023

Segunda cuestión

¿FELICIDAD O AMOR DE DIOS?


Conversando con Kasper, W., Gesche,A., Brotons,E., y
Cordovilla,A., en “MIS AMBIGÜEDADES”
Entendiendo a Brotons, la felicidad es algo interno y personal, y aunque las cosas externas
pueden contribuir a ella, la verdadera felicidad la encontramos en nosotros mismos,
amando a Dios y a los demás. La felicidad no se puede comprar ni consiste en tener
mucho, sino en gozar y valorar lo que se tiene. La felicidad es una actitud, una manera de
vivir, no un destino. Viene de adentro, cuando vivimos en paz con Dios, con nosotros
mismos y con los demás. El amor es la clave para la felicidad, entre más amemos, más
felices seremos, pues Dios nos hizo por amor y para el amor. La felicidad es algo que
Dios nos ofrece, pero con nuestra libertad podemos elegir ser felices o no. La actitud que
tomemos ante la vida, las ganas con las que hagamos las cosas, la voluntad que pongamos
en crecer como personas, es lo que nos va a llevar a ser felices o no. Yo puedo escoger
hacer mi jornada de trabajo de buena gana, pensando en los beneficios que obtendré si
cumplo con mis responsabilidades y hasta disfrutando o por el contrario puedo hacerlo
con desgane y hasta con coraje. El ser positivo, me ayudará a ver todas las cosas buenas
que hay a mi alrededor, a ver las cualidades de los que me rodean y las mías. Esto me va
a dar felicidad.
Dice Cordovilla en Misterio de Dios trinitario que la experiencia de Dios es el
acontecimiento del encuentro entre Dios y el hombre afectando a la raíz de la vida humana
y a la totalidad de su ser. La afectación es el dejarse influenciar por la experiencia del
encuentro - ¡claro que es personal! – es decidir asumir el cambio de vida en la totalidad
de tu existencia con respecto a un modelo: el modelo que te ha sugerido la experiencia de
Dios, vivida desde esa experiencia humana que eres tú a diario y que ahora se realiza y
se completa con el tú religioso. Eso significa que en tu experiencia humana has realizado
un viaje del que has adquirido la comprensión y que en la medida en que se hace y se
vive, te abandonas a ti mismo y te pones cada vez más en marcha hacia la transcendencia,
y que transciendes cuando sales al encuentro y de esa alteridad te encuentras a tu Yo
personal que hace comunión. Eso es felicidad.
En palabras de Kasper, Hay una identidad más crucial entre ambos sistemas o
experiencias con el pensamiento cristiano: todas realizan una apertura del ser en el
pensamiento y en el lenguaje. Dios se comunica y su acto de manifestación genera
espiritualmente a su Hijo, sin disminución, y al amor que los une y distingue a la vez, sin
ninguna disminución. Gracias al ser trinitario de su manifestación, Dios es un Dios vivo.
La cristología nace del Logos, de la palabra, en tanto inserto preexistente en la concepción
trinitaria. De ahí que, el que conoce a Jesucristo, conoce al padre, conoce la verdad última
del hombre, de todas las cosas, su para que, y por qué. Es decir, encuentra el apoyo para
contestar a las preguntas del problema de Dios. Pero Kasper da un paso más, la teología
debe progresar aún, y debe concebir a Dios como trinidad en Diálogo, y no solo palabra.
Porque un diálogo es encuentro personal, es metanoia interior del alma. Para Kasper, no
debemos quedarnos en la palabra inmanente, debemos ir a la palabra externa que se
enajena, Dios mismo hecho Carne; esta carne representa un compromiso radical con la
existencia que ni la teología clásica conservó como parte central de su doctrina. Hay que
rescatar este sentido trinitario, no como apéndice, o índice.
A todo esto, ¿Qué decir sobre el enfoque de A. Gesche sobre su obra “DIOS”? yo imagino
que, como la mayoría, soy mucho más cicatero en los juicios. Conmigo mismo y con los
otros. Hay gente en la que me cuesta ver el espíritu. De esta persona digo que es un caso

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perdido. De esta otra, noto que no me gusta. De aquella, que me cae mal. Y terminas
tratando mejor o peor a las personas por afinidades. Pero no es ese el testimonio que da
Jesús. Jesús es testigo de que Dios está con nosotros, de que el amor verdadero es posible
en nuestras vidas, y de que cada uno de nosotros somos amables porque estamos habitados
por el espíritu. Afortunadamente, tenemos mucho que aprender y crecer (cada uno). A
eso lo llamamos de conversión. Y quizás lo aprenderemos dejando que Jesús nos cuente
quién es Dios, cómo es el mundo y cómo nosotros mismos podemos llegar a ser. Porque
solo escuchándole y creyéndole, decidimos seguirle.
Sigo creyendo que, la vida cristiana es esencialmente relación: ser hijo y hermano. Ser
cristiano es vivir en comunión. Quien entra en comunión con Dios, entra necesariamente
en unión con los hermanos, con los que también Dios está comunicado. Sólo quien ama
está en Dios y en los demás. No hay cristianismo sin comunidad. Ser Iglesia es vivir en
fraternidad es ser y llamar “hermanos” a los otros. La riqueza de valores en la vida
cristiana y humana es siempre el resultado de los encuentros que hemos tenido en la vida.
La relación en el amor es el banquete y el manjar por excelencia en la vida de todo
hombre.
Dios nos ama inmensamente y nos creó para ser felices. Nos hizo POR amor y PARA el
amor, por eso la felicidad la vamos a encontrar en el AMOR o sea amando: Amor a Dios,
Amor al prójimo y Amor a mí mismo. Amar quiere decir buscar el bien del ser amado.
El esfuerzo de todo cristiano, es que nuestra fe, no quede reducida a lo especulativo, y
esto solo puede ocurrir, si realmente vivimos la experiencia de la fe, de Dios, que por
medio de su hijo, quien ha salido al encuentro de cada persona, y que a través del espíritu
santo, permite que todo hombre, de cualquier raza, religión y pensamiento, pueda realizar
la experiencia más grande a la que es capaz todo hombre, pero a la que muy pocos llegan,
la de poder decir, plenamente: Abba, Padre, mío y tuyo, de todos. Sólo así, el hombre
quedará apto para humanizar su propia vida y para hacer de la historia un momento real
de recapitulación nueva de bien y de verdad. De felicidad y de encuentro entre todos los
hombres, culturas e ideologías, por más diversas que sean.

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