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CUARTA CATEQUESIS CONFIRMACIÓN 2021

El amor a Dios: el encuentro que transforma la vida

“En mi lecho, en las noches, he buscado al amor de mi alma. Lo busqué y no lo encontré. Me levanté y
recorrí la ciudad por las calles y las plazas buscando al amor de mi alma.
Lo busqué y no lo encontré. Me encontraron los centinelas que hacen ronda en la ciudad.,¿Han visto al
amor de mi alma? Pero apenas los había pasado encontré al amor de mi alma. Lo abracé y ya no lo
soltaré. Yo les pido, hijas de Jerusalén, si encuentran a mi amado, ¿qué le anunciarán?
Que enferma estoy de amor”.
(Cantar de los Cantares 3,1-4a; 5,8).

He sido llamado. Llamado a nacer de nuevo. Llamado a ser persona. Y también he sido llamado al amor.
Llamado a amar a los más cercanos, aunque cueste; llamado al encuentro afectivo en la amistad y el
noviazgo y llamado a ese amor más grande que es el amor a los pobres y a los que sufren.
Pero existe en el fondo de mi ser un llamado aún más audaz, un llamado al primero y más profundo
amor. Y es que estoy llamado a amar a Dios.
Un llamado, un grito

En el fondo de todo hombre, de toda mujer, hay un llamado, un grito.


Es Dios que llama. Es Dios buscándome.
Es un grito en rrì un grito que no puedo explicar. Es una sed profunda, la más grande insatisfacción. Un
día me dijeron que yo era el hijo de un hombre y una mujer; esto me decepcionó..., yo creía ser más. Y
es que algo resuena en mi interior, algo que es más fuerte, más vasto, más total que yo mismo. Una
llamada resuena. Puedo hacerme el sordo. Puedo preferir la comodidad fácil de la vida vulgar. O puedo
rebelarme contra el miedo y darme el derecho de tener sed de felicidad.
Como Zaqueo, que se rebeló contra la prisión de su puesto de recaudador; como la mujer pecadora, que
arrancó de sí su apego a la prostitución; como Pedro, que abandonó sus redes, como ellos, yo puedo
ahora escuchar la llamada.
Dios gime en mi interior preguntando por mí y ha llegado la hora de buscar al que me busca, de amar al
que me amó primero.
"Oigo una voz en mi corazón: 'Busca su rostro'.
Y yo busco tu rostro, Señor; no me ocultes tu rostro. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo
en tu corazón, espera en el Señor".
(Salmo 27, 8-9a. 14).

Este es el primer momento del amor a Dios: aceptar que la llamada está ahí, aceptar el grito de
Dios que trae otro proyecto para mi vida y, sin miedo, atreverme a escuchar.

La radical necesidad

Mas si pongo más atención a lo que clama en mi interior, descubriré una profunda y radical necesidad.
Me han llamado a la vida plena, al nuevo nacimiento, al amor, y yo -ingenuo de mí- me he creído capaz de
responder a ese llamado.
En mi inmensa ignorancia me he creído capaz de cambiar, capaz de ser distinto al ambiente, capaz de
curar mis heridas y mis dolorosos recuerdos, capaz de arrancar de mí mi Pecado, capaz de darme en
amor a los pobres, a los amigos, a la familia, a quien es más especial para mí.
Pero la gran verdad es que no soy capaz, No fui capaz antes, y no lo seré ahora.
Pronto me cansaré, pronto abandonaré mis propósitos de cambio, porque en mí no está la fuente de la
vida y no soy yo el origen del amor.
Y desde aquí descubro que Él sí puede. Que Él, que me creó a su imagen y semejanza, puede ahora
transformarme y hacerme una criatura nueva.
Que Él que es el mismo amor, puede poner su amor en mí. Tengo profunda y radical necesidad de Dios.
Él no es un añadido en mi vida.
Él lo es todo. Sin Él, ya nada es posible, ya nada tiene sentido. Yo no soy capaz; pero para Dios nada hay
imposible,
"porque en Dios está la fuente viva
y su luz nos hace ver la luz".(Salmo 36,10).

Este es el segundo momento del amor a Dios: aceptar que lo necesito, que Él es para mí lo único
realmente necesario, y, entonces, buscarlo sin cesar.

Buscar al Dios de Jesús

Buscar a Dios, pero no a cualquier Dios.


Porque hay dioses que esclavizan, dioses que extravían.
No se trata de buscar los dioses del Ambiente: ese dios de costumbre, o ese dios que es parte de la
misma sociedad, o ese dios que mantiene y permite las injusticias, o ése que no nos exige una vida
auténtica y se conforma con el cumplimiento de ritos externos. No se trata de buscar los dioses del
cuerpo y los sentidos: esos dioses de ver y tocar, esos ídolos (cosas, artefactos, personajes) que me
regala la sociedad y que gustan porque son concretos y tangibles.
No se trata de buscar los dioses de la afectividad: esos dioses en los que creo por impulso, por emoción
espontánea y en los cuales dejo de creer con un simple cambio de temperamento.
Tampoco se trata de buscar los dioses de la mente: esos cuya existencia se deduce fríamente con la
ayuda de dos o tres argumentos, pero que están lejos de mí.

Se trata de buscar al Dios de Jesús, a ése que siento en la profundidad de Lo Mejor de Mí. Y, ¿qué
dice Jesús de Dios?

Jesús dice que Dios es Padre. Más aún, Jesús dice que Dios es "Abbá", un papá, un “apá” lleno de
cariño por sus criaturas. Jesús siempre se sintió ante Dios, como un niño pequeño ante su Padre. Por
eso -decía él- a Dios sólo lo descubren los niños, porque sólo los niños buscan al Padre. El Padre nos
llama a ser sus hijos. Ser hijos de Dios es llevar en nosotros la misma vida de Dios y, por tanto, romper
con el Pecado y con la Muerte y no tener otra ley que el amor. Ser hijos de Dios es ser libres, ser,
sobre todo, libres para amar. "La prueba de que ustedes son hijos es que Dios ha enviado a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá! ¡Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo".
(Gálatas 4, 6-7a).

Jesús dice que Dios es Hijo. Dios es Jesús, pues Dios se manifestó totalmente en la vida de Jesús;
de tal forma que el vivir de Jesús, su amar, su manera de ser, es el vivir, el amar y la manera de ser de
Dios. En Jesús, Dios manifestó ante todo su misericordia. La misericordia es el amor típico de Dios,
amor que se hace esclavo para levantar al caído.
Jesús nos llama a su mismo amor, nos invita a reproducir en nuestro propio ser su vida, para que el
mundo vea a Dios, cuando nos vea amar a nosotros.
"Con Cristo quedé crucificado, y ya no vivo yo, es Cristo mismo quien vive en mí". (Gálatas 2, 19b-20a).

Jesús dice que Dios es Espíritu. La palabra espíritu, viene del griego "pneuma" que significa "aliento
de vida", "viento". El Espíritu es el ímpetu de Dios, la fuerza de Dios que se manifestó en el amor de
Jesús quien entregó su vida por nosotros. El Espíritu es ante todo, el Amor de Dios. El Espíritu nos
llama a abrirle espacios en nuestro interior. Él anhela colarse en nuestro interior para darnos el Amor
de Dios que nos hace semejantes a Jesús, para transformarnos en hijos de Dios.

"En verdad, en verdad te digo: el que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de
Dios. Lo que nace de la carne, carne es. Lo que nace del Espíritu, espíritu es. No te asombres de que te
haya dicho: Tienen que nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere, oyes su voz, pero no sabes de
dónde viene ni adónde va. Así es todo el que nace del Espíritu" (Juan 3, 5-8).
Y con lo que dice Jesús de Dios, viene la invitación a la Plenitud: ser hijos del Padre, llevando en
nuestro ser las marcas de Cristo, impulsados por la fuerza del Espíritu Santo.
Un ser humano así transformado, encuentra el mayor amor que llena de respuestas al alma.
Un ser humano así transformado, recibe el don de ser- capaz de, amar. Este es el tercer momento del
amor a Dios: aceptar que El es el mayor amor y dejarme transformar por el Padre y el Hijo y el Espíritu
Santo.

El camino: Se trata de dejarme transformar por Dios, pero lentamente, porque Dios siempre camina al
ritmo nuestro, nos aguarda, nos espera. Se trata de hacerle espacios a Dios en mi interior, de hacerme
cada día más disponible para que El me pueda ir transformando. ¿Cómo hacerlo?

En la oración: Ese rato diario en el cual miro mi vida y mirándola, descubro lo que Dios ha hecho ese
día en mí y a través de mí y descubro también mi Pecado, las resistencias que yo le sigo poniendo a
Dios, Ese rato diario en el cual miro a Jesús y mirándolo, descubro lo que en mí hay de El y lo que de El
todavía no está en mí. Orar para tomar conciencia del Dios que me habita. Orar para pedir ser aún más
disponible.

En el estudio del Evangelio: Ese mirar el Evangelio para conocer a Jesús y para aprender de El, la vida
auténtica, la sencillez de corazón, el amor que entrega la vida.

En la Eucaristía: Esa fiesta en la que Cristo mismo se me da como pan de vida y de fortaleza; fiesta
que es además, comunión con los hermanos, especialmente con los pobres fiesta en la que voy
aprendiendo a dejarme transformar en pan partido y en sangre derramada por amor.

En la reconciliación. Ese encuentro con mi propio Pecado y con la misericordia de Dios; encuentro en el
que el Señor, a través del otro, me da su fuerza para hacerme capaz de romper con el mal.

En los pobres y sufrientes: Esos hermanos que son la huella de Dios en la tierra y entre los cuales
siempre será posible descubrir el Reino de Dios.

En comunidad, en un grupo: Ese caminar juntos, porque en este mundo dominado por el mal, el que se
queda solo se cansa y, más aún, porque a través de los hermanos, Cristo mismo se hace presente allí
donde dos o tres se reúnen en su nombre.

Este es el cuarto momento del amor a Dios: aceptar que es largo el camino, que le costará mucho a
Dios transformarme en su hijo y poner, por tanto, todos los medios a mi alcance, para ser más
disponible, más dócil a la acción de Dios.

Y habrá un quinto momento, cuando Dios sea todo en todos Ha llegado la hora del más grande amor.
Ha llegado la hora de Dios. Es tiempo ya de buscar el único amor que puede transformar mi ser, el único
amor que puede arrancar de mí la angustia, el único, amor que me puede, liberar del egoísmo y del mal,
el único amor que puede poner amor en mi esterilidad, el único amor que puede hacerme capaz de amar.
Es tiempo de el primer amor y sé, interno saber, que lo encontraré, pues si mucho busco a Dios, mucho
más me busca El a mí.

"Se Levantó un maestro de la ley y le preguntó: - Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la
vida eterna? Jesús le dijo: -¿Qué esta escrito en la ley? ¿Que lees en ella.? Respondió: - Amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu
prójimo como a ti mismo. Le dijo Jesús: -Has respondido bien. Haz eso y vivirás. Y nadie más se
atrevió ya a hacerle preguntas” (Lucas 10, 25-28)

FICHA DE TRABAJO PERSONA

1. ¿Qué fue lo que más me llamó la atención de la charla y del documento? ¿Por qué?
2. ¿Qué actitudes mías son propias de un hijo del Padre, libre del mal, libre de la muerte, lleno de amor?
¿Qué quiero vivir como nueva historia con Dios?
3. ¿Qué actitudes mías son actitudes de Jesús (sencillez, servicio, entrega, misericordia, humildad)? ¿Qué
actitudes mías no son de Jesús? ¿Cómo quiero vivir más “jesúsmente”?

Intenta hacer una historia de la acción de Dios en tu vida. Piensa en toda la historia de tu vida. Mira los
momentos difíciles y siente a Dios ahí, sosteniéndote. Mira los momentos más hermosos y siente a Dios ahí,
dándote su bondad. Mira los momentos en los que te has sentido llamado a darte a alguien o a luchar por algo
noble y siente a Dios ahí, haciéndote enviado suyo. Mira, además, los momentos en los cuales has acogido a Dios y
aquellos en los cuales lo has expulsado de tu vida. Escribe esa historia y preséntasela al Señor, con todo el amor
y la humildad de los que seas capaz hoy.

JUAN 14, 1-6

¨No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas
habitaciones; si no no os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya
preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y
adonde yo voy sabéis el camino.» Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos
saber el camino?» Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí¨

¿Qué me dice Jesús a mí en este texto? ¿Cómo puedo reconocerlo? ¿Es Él el centro de mi vida?

ORACIONES QUE DEBO APRENDER PARA LA EUCARISTIA DE LA CONFIRMACIÓN

YO PECADOR: Yo confieso ante Dios Todopoderoso,


y ante vosotros hermanos
que he pecado mucho de pensamiento,
palabra, obra y omisión.

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a Santa María siempre Virgen,


a los ángeles, a los santos
y a vosotros hermanos,
que intercedáis por mí
ante Dios, Nuestro Señor.
Amén.

CREO en Dios Padre todopoderoso,


creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor;
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen;
padeció bajo el poder de Poncio Pilatos,
fue crucificado, muerto y sepultado;
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos;
subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre
desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo;
la Santa Iglesia Católica,
la comunión de los Santos;
el perdón de los pecados;
la resurrección de los muertos;
y la vida eterna.
Amén.
GLORIA a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria
te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey
celestial, Dios Padre todopoderoso Señor, Hijo único, Jesucristo.

Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de
nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del
Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.

PASOS PARA UNA BUENA CONFESIÓN

1. Examen de conciencia = Es cuando revisamos nuestra conducta para poder saber cuáles
son nuestros pecados.
2. Dolor de los Pecados= Es el sentir arrepentimiento de las cosas malas que hicimos.
3. Decir todos los pecados al confesor = Es el decir TODOS los pecados al sacerdote,
aunque nos de mucha vergüenza.
4. Cumplir la penitencia = Es hacer las oraciones o lo que el padre nos haya impuesto al
finalizar la confesión.
5. Propósito de enmienda = Es tener el verdadero propósito de no volver a cometer los
pecados confesados.

Pedimos al Espíritu Santo que nos ilumine y nos recuerde cuáles son los pecados.
Repasar los 10 Mandamientos.
1. Amarás a Dios sobre todas las cosas ¿Me acuesto o me levanto sin rezar? ¿Me avergüenzo de
aparecer creyente ante los demás? ¿He creído en supersticiones, por ejemplo; amuletos, sales, brujas,
lectura de naipes o de humo de cigarrillo, o espiritistas?
2. No jurarás el nombre de Dios en vano¿He dicho el Nombre de Dios sin respeto y por cualquier
tontería?
3. Santificarás las fiestas¿He faltado a misa los domingos? ¿Cuántas veces? ¿Cuántos domingos voy a
misa cada mes?
4. Honrarás a tu padre y a tu madre ¿He desobedecido a mis padres? ¿No les he querido ayudar?
¿Los he tratado mal? ¿He perdido el tiempo en vez de estudiar o trabajar?
5. No matarás¿He deseado que a otros les vaya mal? ¿He peleado? ¿He dicho groserías? ¿Tengo
resentimientos contra alguna persona y no le quiero perdonar? ¿No rezo por los que me han tratado
mal? ¿Me he burlado de alguien? ¿He puesto sobrenombres? ¿He tratado con dureza? ¿He dicho
palabras ofensivas? ¿He hablado mal de otras personas? ¿He contado lo malo que han hecho o lo que
dicen de ellos? ¿He escandalizado? (o sea, ¿he enseñado lo malo a los que no lo saben?) ¿Cuántas veces?
¿Me he aprovechado de los más débiles para golpearlos o humillarlos?
6. No cometerás actos impuros¿He detenido en mi cerebro por varios minutos pensamientos o deseos
impuros? ¿He mirado películas impuras, o revistas pornográficas o escenas impuras por televisión? ¿He
dicho o celebrado chistes malos? ¿He hecho acciones impuras conmigo mismo o con algunas personas?
¿Tengo alguna amistad que me hace pecar?
7. No robarás¿He robado? ¿Cuánto vale lo que he robado? ¿Pienso devolverlo o dar eso a los pobres?
¿He devuelto lo prestado? ¿He tenido pereza en cumplir los deberes?
8. No mentirás¿He dicho mentiras? ¿He inventado de otros lo que no han hecho o dicho? ¿He hecho
trampas en negocios o estudios? ¿He creído que Dios no me va a ayudar?
9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros¿He codiciado la mujer o el esposo de mi prójimo?
¿He mirado a un hombre a una mujer de manera impura?
10. No desearás los bienes ajenos ¿He deseado los bienes ajenos? ¿He sido evidioso? ¿He sido
avaro? ¿He camido más de lo que necesito? ¿He sido orgulloso?

Pecados Capitales
1. Soberbia u Orgullo: Consiste en una estima de sí mismo, o amor propio indebido, que busca la
atención y el honor y se pone uno en antagonismo con Dios (Catecismo Iglesia Católica 1866)
2. La Avaricia: Inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones. Es uno de los pecados
capitales, está prohibido por el noveno y décimo mandamiento. (CIC 2514, 2534)
3. La Lujuria: El deseo desordenado por el placer sexual. Los deseos y actos son desordenados cuando
no se conforman al propósito divino, el cual es propiciar el amor mutuo de entre los esposos y favorecer
la procreación. Es un pecado contra el Sexto Mandamiento y es una ofensa contra la virtud de la
castidad.
4. La Ira: El sentido emocional de desagrado y, generalmente, antagonismo, suscitado por un daño real
o aparente. La ira puede llegar a ser pasional cuando las emociones se excitan fuertemente. 5. La Gula
Es el deseo desordenado por el placer conectado con la comida o la bebida. Este deseo puede ser
pecaminoso de varias formas:
 Comer o beber muy en exceso de lo que el cuerpo necesita.
 Cortejar el gusto por cierta clase de comida a sabiendas que va en detrimento de la salud.
 Consentir el apetito por comidas o bebidas costosas, especialmente cuando una dieta lujosa está
fuera del alcance económico
 Comer o beber vorazmente dándole mas atención a la comida que a los que nos acompañan.
 Consumir bebidas alcohólicas hasta el punto de perder control total de la razón. La intoxicación
injustificada que termina en una completa pérdida de la razón es un pecado mortal.
6. La Envidia Rencor: o tristeza por la buena fortuna de alguien, junto con el deseo desordenado de
poseerla. Es uno de los siete pecados capitales. Se opone al décimo mandamiento. (CIC 2539)
7. La Pereza Falta culpable de esfuerzo fisico o espiritual; acedia, ociosidad. Es uno de los pecados
capitales. (CIC 1866, 2094, 2733)

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