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CASO JOSE VIDADO.

José Vivado, fue un inmigrante italiano de aproximadamente 27 años, encarcelado en 1877 por
el asesinato de su padre. Había llegado al país unos años antes, dejando a su madre y a varios
hermanos en su pueblo, para reunirse con su padre y un hermano que atendían en Buenos
Aires en un almacén. Después de trabajar un tiempo con ellos y a raíz de conflictos con su
padre quien le recriminaba su desidia y haraganería, José abandona a su padre y prueba suerte
como vendedor ambulante. Hasta que se arruina porque vende los artículos a un menor precio
del que le costaban. Vuelve entonces a la casa paterna donde se reinician los conflictos con su
padre, imprevistamente sin previa discusión y sin previa palabra, lo mata.
En la actualidad tomando la nueva ley de Salud Mental, se estaría violando el Articulo 3 de
dicha ley. El cual plantea que en ningún caso puede hacerse diagnostico en el campo de la
salud mental sobre la base exclusiva de:
-Status político
-Status socioeconómico
-Pertenencia a un grupo social, cultural o religioso.
Con relación a lo anteriormente dicho, a José Vivado se le hace una condena en base a los
aspectos morales, es decir, es una condena moral. Se lo encarcela por ser pobre, inmigrante,
ocioso, etc.
La justicia pone el ojo en quien era José Vivado, que hacía y de dóndeprovenía, y no en el
crimen que había cometido.

Nos pareció interesante tomar el caso de Ricardo Barreda, sucedido en Argentina en 1992,
para analizarlo en relación al caso mencionado.
Barreda es un odontólogo que en 1992 asesinó a su esposa, a sus dos hijas y a su suegra. El
hecho ocurrió en la ciudad de La Plata. El acusado relató en su juicio:

“Aquel domingo bajé lo más tranquilo. Ellas acababan de almorzar. Pasé por la cocina y le dije
a mi esposa: voy a pasar la caña en la entrada, el plumero en el techo, porque está lleno de
insectos atrapados que causan una muy mala impresión. O sino, le digo, voy a cortar y atar un
poco las puntas de la parra que ya andan jorobando. Voy a sacar primero las telas de araña de
la entrada, que es lo que más se ve. Me dice: “mejor que vayas a hacer eso. Andá a limpiar que
los trabajos de conchita son los que mejor te quedan, es para lo que más servís.” No era la
primera vez que me lo decía y me molestó sobremanera. El asunto viene a que yo me atendía
mi ropa, si se me despegaba un botón me cosía el botón. Es decir, me atendía personalmente
en todo lo referente a mi indumentaria. Al contestarme ella así, sentí como una especie de
rebeldía y entonces le digo: el conchita no va a limpiar nada la entrada. El conchita va a atar la
parra. Para hacer eso había que sacar una escalera del garaje. Voy a buscar un casco que
estaba en el bajo escalera, porque tuve dos conocidos que haciendo cosas similares se vinieron
abajo y tuvieron lesiones serias en la cabeza. Entonces yo me había comprado un casco de esos
de obreros de la construcción y voy a buscar el casco y encuentro que afuera del bajo escalera,
entre una biblioteca y la puerta, estaba la escopeta parada. Los cartuchos estaban al lado, en
el suelo, en una caja, y así habían estado desde hacía mucho tiempo. Y ahí, bueno, fue extraño.
Sentí como una fuerza que me impulsaba a tomarla. La tomo, voy hasta la cocina, donde
estaba Adriana, y ahí disparo.”
A diferencia de José Vivado a Ricardo Barreda se lo condena a cadena perpetua, en base al
hecho criminal que había cometido y no teniendo en cuenta los aspectos morales antes
mencionados.

De los tres jueces que tomaron su caso (Carlos Hortel, Pedro Soria y María Clelia Rosentock),
solo Rosentock estuvo a favor del perito Capurro que planteo que Barreda padecía una psicosis
delirante y por este cometió el crimen. Rosentock lo consideraba inimputable por sufrir un
delirio de reivindicación ya que Barreda dijo “eran ellas o yo”, además señaló que él era un
fanático de la unión familiar que sucumbió cuando la vio desintegrarse. Los otros dos jueces
señalaron que Barreda era consciente de sus actos y por este motivo lo consideraban
imputable.

En 2004 Barreda y sus defensores hacen una apelación por su libertad, además de sus
nuevas declaraciones de arrepentimiento, Barreda acusó al perito psiquiátrico Folino de
haberle completado un formulario de preguntas y aclaró: “mientras estaba detenido en la
comisaria Primera de La Plata, Folino me llevó un cuestionario de 100 preguntas y había
muchas ambiguas que no conteste, entonces concurrí a la Asesoría Pericial y comenzó una
discusión con el perito; se puso molesto porque no entendía las preguntas y me dijo “vamos
hacerlo rápido”. Y entonces puso las cruces él y listo.

Esta mención de Barreda hacia el perito en su apelación, no fue casual ya que, tanto en el
juicio realizado en 1995 como en esta revisión de la sentencia, el eje del debate era si el
odontólogo era imputable o inimputable en el momento de cometer el asesinato. Es que fue
precisamente en el informe elaborado por Folino, en que se apoyaron dos de los jueces de la
Cámara Penal de La Plata para declararlo imputable y condenarlo a reclusión perpetua por
considerar que padeció “una manía transitoria pero no provocó que perdiera su consciencia
por completo”.

Retomando el caso de José Vivado encontramos otro punto de comparación con el de Barreda.
El Consejo de Higiene le propuso a Vivado un “plan de evasión” en el cual le recomendaban
hacerse pasar por loco, y que en realidad lo que querían probar era su capacidad de
razonamiento, ya que si este podía entender y discutir tal propuesta se comprobaba que era
consciente de sus actos. Cuando Barreda llegó a la seccional 1 declaró ante el comisario Ángel
Petti que había ocurrido un robo en su casa y habían asesinado a su familia cuando él se
encontraba de viaje; Petti tenía una leve sospecha de que lo que Barreda relataba era mentira
así que tuvo la idea de darle un Código Penal abierto en la página donde el artículo 34
establece la inimputabilidad. Es decir, donde se indica que no son castigados aquellos que no
entienden (por locura u otra causa) lo que hacen. Acto seguido Barreda comprendió el
mensaje y a las pocas horas llamó a Petti y le declaró la verdad de todo lo sucedido.

A modo de cierre, pudimos observar la importancia de la psiquiatría con 100 años de


diferencia entre un caso y otro; en el caso Vivado recién comenzaba a instalarse esta disciplina
en el Derecho Penal, y también los términos de locura y peligrosidad empezaban a tomar peso
en la idea de individuo peligroso. En la sentencia de Barreda, por el contrario, la condena fue
apoyada explícitamente en un diagnostico psiquiátrico, que descarta la locura en el imputado.

En la actualidad, el discurso médico-psiquiátrico ha vuelto a ganar mucha influencia,


respondiendo a una lógica mercantilista producto de la globalización de los últimos tiempos,
incidiendo en el ámbito jurídico y demarcando los motivos por los cuales una persona puede
considerarse inimputable o imputable.

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