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JURISPRUDENCIA

Roj: STS 805/1887 - ECLI:ES:TS:1887:805


Id Cendoj: 28079120011887100591
Órgano: Tribunal Supremo. Sala de lo Penal
Sede: Madrid
Sección: 1
Fecha: 10/11/1887
Nº de Recurso:
Nº de Resolución:
Procedimiento: Recurso de casación
Ponente: EDUARDO MARTINEZ DEL CAMPO
Tipo de Resolución: Sentencia

Nüm. 224.
ADMISIÓN.-SALÍ SEGUNDª.
Parricidio. - Sentencia do 10 de Noviembre, declarando no haber lüg-ar á la admisión del recurso de casación
interpuesto por José García Robledo contra la pronunciada polla Sala de justicia de la Audiencia de Puerto
Príncipe, eu causa seguida al mismo por el expresado delito.
En sus considerandos se establece:
Que es inadmisible el recurso de casación que tiende suslan-cialmenle á nºar los hechos establecidos
de consecuencia del juicio formado por el Tribunal a quo sobre las pruebas procesales sin razonarse
jurídicamente >j sin señalar determinadamente ninguna infracción legal.
En la villa y Corte de Madrid, á 10 de Noviembre de 1887, en el recurso de casación por infracción de ley,
que ante Nos pende, interpuesto por D. José García Robledo contra la sentencia de la Sala de justicia de la
Audiencia de Puerto Príncipe, en causa instruida al mismo y otro en el Juzgado de Holgtiín por parricidio:

Resultando
Resultando que la indicada sentencia, dictada en segunda instancia el 22 de Marzo último, contiene los
resultandos siguientes:
Primero. Que á la una del día 21 (así dice) del año de 1884 se presentaron los vecinos D. Tomás Santos Marty y
Gaspar Ochoa al Alcalde del barrio de Camasán, D. Leopoldo Roca, participándole que, llamados por Doña Rita
de Peña en momentos en que se encontraban cortando leña próximo á su casa para que corrieran en auxilio de
su hija Doña Marina, que poco antes había salido con dirección á la casa de su esposo D. José García Robledo,
próxima á la de su madre Doña Rita, y que al presentarse como ála mitad del trillo que va de una á otra casa,
que mide unas 800 varas, y cerca de un cayito de manigua ó monte habían encontrado el cadáver de Doña
Marina, y sentado á su lado, á corta distancia, á su esposo D. José García Robledo; hechos probados.
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Segundo. Que constituido el Alcalde de barrio D. Leopoldo Roca en el lugar indicado con una pareja de la
Guardia civil, encontró efectivamente el cadáver de Doña Marina, y á su lado á Iíobledo, cuya detención ordenó,
remitiéndolo á este Juzgado, á virtud de inspirarle sospechas de que pudiera ser el autor de aquti crimen, ya
por los antecedentes que tenia de que maltrataba de obra y palabra á su esposa, ya por haberlo encontrado
en aquel sitio en actitud al parecer tan tranquila; hechos probados.
Tercero. Que practicado reconocimiento judicial, se encontró á la mitad de un trillo que conduce de la casa
vivienda de los señores de Andrés de Peña á la del procesado el cadáver de una que, identificada por los
testigos Gaspar Ochoa y Rafael Batista Cadalso, resultó ser el de Doña Marina Santos Peña, observándose
además un gran charco de sangre en la parte correspondiente al hombro y costado izquierdo del cadáver,

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cuyas partes descansaban sobre una sábana de crea blanca de algodón, que, al igual de las demás ropas,
estaba tinta en sangre; á 10 varas del lugar del hecho, y en dirección al Este, se encontró tras unos matorrales
de bejucos y caisintos marchitada la hierba en tres distintos puntos, en señal de haber descansado en ellos
alguna persona; y más distante, en distinta dirección, ó sea al Nordeste, como á 20 metros del sitio del suceso,
un paraguas cerrado de tela de algodón, color verde oscuro, con una de sus varillas separadas de la armazón,
por haberse cortado látela que la unía con un instrumento de palo; en el mismo sitio un pañuelo formando un
lio, que contenía un paletot de señora y cuatro tabacos, y por último, á cuatro varas del lugar en que descansaba
el cadáver y en dirección ál Norte un par de zapatos de niño: hechos probados.
Cuarto. De la diligencia de autopsia que en su exterior presentaba el cadáver una herida incisa en la parte
superior y posterior de la cabeza, como de seis centímetros de longitud, de delante atrás, interesando el cuero
cabelludo y la lámina externa de los huesos parietales en la sutura que los une, y otra herida de bordes regulares
en la región anterior del cuello por debajo de la laringe, en dirección casi horizontal, de derecha á izquierda,
como de nueve centímetros de extensión y profundizando hasta interesar la tráquea, cuyas dos heridas eran
la primera menos grave y la segunda mortal, y que |abiertas las visceras, contenía la matriz un feto como de
cinco meses, sexo femenino.
Quinto. De lo declarado por D. Leopoldo Roca, Alcalde de barrio, que al personarse en el lugar del suceso, se
hallaba á corta distancia del cadáver, sentado bajo un árbol, el esposo728 TRIBUNAL SUIÜUMO.
D. José García Robledo con su Lijo, llamado Antonio, de ocho años de edad: que dispuso !a prisión del primero
por las sospechas que quedan indicadas; que registró el cayo de manigua próximo al trillo adonde estaba el
cadáver, donde se hallaban señales ó rastros de haber andado alguna persona; que Robledo le merecía mal
concepto por la conducta que había observado con algunos trabajadores de su finca, á quienes había echado
de su casa sin pagarles, pretextando que eran queridos de su mujer, con la cual mantenía una lucha constante
por razón de los celos, injuriándola, golpeándola y amenazándola con quitarla la vida, según era público y
notorio, produciendo escándalos, en los cuales ha tenido que intervenir como Autoridad, á fin de poner paz en el
matrimonio; que Robledo decía que su mujer era una puta, y que todos los que iban á su casa eran sus queridos;
ha tenido también graves disgustos con su suegro, Don Antonio Santos, á quien ha desafiado y amenazado
con quitarle la vida, siendo público y notorio que tiene en el barrio una querida, llamada l?osa Rodríguez, á quien
ha hecho varios regalos de objetos propios de su mujer, como una máquina de coser y un sillón de montar;
hechos probados con las declaraciones de D. Tomás Santos Peña, Gaspar Ochoa, Doña Dolores Hidalgo, Ü.
Diego Benítez, D. Juan Pérez Vidal, D. Pedro Peña Aguilar, D. Tomás Mora, D. Eduardo Ramírez, D. Antonio
Santos Martí, Doña Rita de Peña, Doña Juana Santos, y los dos niños, hijos de la interfecta, Antonio y José.
Sexto. Que examinado el niño D. Antonio García Santos, Vínico testigo presencial, declara: que yendo con su
madre desde la casa de su abuelo, y habiéndose quedado diez ó doce pasos hacia afras en el camino, salió un
negro alto, flaco, sin barba, á quien reconocería si lo viera, y le pegó de machetazos á su madre, arrancándole
del primero una varilla de la sombrilla; que echó á correr para casa de su abuelito, y por el camino encontró á su
hermano Pepe, á quien dijo estaban matando á su mamá; y como éste le dijese: "Júralo, y si no no lo creo, » le
contestó: "Por Dios Santo;» y á poco, al pie de una lomifa, encontraron á su padre, á quien refirieron el suceso,
y entonces aquél dio un g-rito, diciendo: "D. Antonio,» y se dirigió con ellos adonde estaba su madre, y allí se
sentó bajo una guásima junfo con él y su hermano; que al decirle que á su madre la había matado un negro, le
contestó su padre que á cualquiera que le preguntara dijera que habían sido cuatro ó cinco enmascarados; y
á poco de esto llegaron Gaspar Ochoa y su tío Tomás, que se marcharon en seguida. Refiere también el niño
que su padre peleaba muy á menudo con su madre, á quien decía que todos los hombres que iban allí eran
sus queridos, y que
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se fuera á la nieta de limón con el Chino á moler la caña; que la pegaba, y que una noche quiso matarla con
un cuchillo.
Séptimo. De lo declarado por el Juez municipal D. Antonio González, Alcalde de barrio D. Leopoldo Roca, D.
José Gira bao y Gaspar Ochoa, que el niño Antonio refirió ante ellos al día siguiente del suceso que su padre
le había dicho que si le interrogaban no dijera que un negro había matado á su madre, sino que habían sido
tres ó cuatro enmascarados.
Octavo. De lo declarado por el otro niño José, hijo de la interfecta, que yendo en compañía de su madre y de
su otro hermano Antonio hacia su casa, y desde la de su abuelo, como á medio camino le mandó aquélla que
volviera á casa del abuelo en busca de una botella de manteca; que así lo hizo, y al llegar á la talanquera, su
padre le gritó desde la casa, que está cerca, que se volviera, que ya él llevaría la manteca; y que entonces, á
poco rato vino corriendo su hermano Antonio, y le dijo: "Ahí están matando á mamita;» á lo que le contestó:
".Mentiroso;» y aquél le dijo: " ¡Por Dios Santo!;» y echando á correr, dando voces, llamando á su padre, el cual

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vino entonces y se encontraron al pie de una loma; siendo lo demás que declara acerca del hecho conforme
con lo dicho por su hermano Antonio.
Noveno. De lo declarado por D. Antonio Santos, padre de la víctima, que sospechaba fuese 1). José García
Robledo autor de la muerte de su hija, por la frecuencia con que la maltrataba, y ilegándola, amenazándola con
matarla, hasta el punto de que el 23 de Abril último se presentó su hija en su casa buscando amparo, de lo cual
dio parte al Alcalde de barrio por escrito, presentándose también en esta ciudad al Juez que le interroga, en
súplica de que la protegiera y la diera sus consejos sobre la forma de separarla de su marido; contestándola el
Si*. Juez, que, siendo graves los malos tratamientos y amenazas, diera el parte oportuno á la Autoridad local,
y se procedería á lo que hubiere lugar, y en cuanto al divorcio que intentaba, se consultase con un Abogado
para que éste propusiera la demanda en forma; (pie el Alcalde de barrio dio parte de lo que sucedía entre su
hija y Robledo al celador D. Julio Bidofia, el cual mandó lia mar á Robledo y le amonestó y aconsejó; que desde
entonces, y por lo que respecta á su persona, cesaron las amenazas que varias veces le había hecho el Robledo
de cortarle el pescuezo, siempre que intentaba intervenir entre él y Doña Marina, continuando, sin embargo,
con ésta sus disgustos; que dos ó tres días antes del suceso, Robledo con su esposa y niños fueron á vivir
á su casa, y el día 21 observó (en cuya observación están conformes Doña Rita Peña, Doña Juana Santos y
Gaspar Ochoa) que desde muy temprano el acusado García Robledo ordenó dis730
TRIBUNAL SLPKKMO.
tintas veces á su esposa Doña Marina que se marchara en unión de los niños, insistiendo, á pesar de que sus
padres, y especialmente su madre, le pedían la dejase con ellos, pudiendo obtener únicamente de él que no
marchara hasta después del almuerzo, en cuyo tiempo salió distintas ocasiones de la casa con pretexto de ir á
mudar su caballo al potrero de su finca, volviendo, con asombro de todos, sin haberse mojado, siendo así que
el día antes había llovido y el rocío era muy fuerte, lo que motivó que Gaspar Ochoa le dijera: "Hombre, D. José,
extraño mucho que no se haja mojado con el rocío yendo á mudar el caballo al potrero;» á lo que contestó él:
"Ya ve, he andado y y no me he mojado nada;» que después del almuerzo repitió la orden de marcha á su mujer,
negándose á la súplica de que la dejara ir á caballo, y que cuando se 03-eron las voces de auxilio de los niños,
Robledo, que se había quedado en la casa, no corrió, como era natural lo hiciera, sino que, por el contrario, tuvo
que instarle á ello su suegra Doña Rita de Peña; que Robledo se levantó y llegó hasta la talanquera segunda, y á
pocos momentos oyó que gritaba y decía: "D. Antonio, corra acá;» que entonces su esposa salió corriendo con
Gaspar Ochoa y su hijo Tomás, á quienes había llamado cuando los gritos de los niños, saliendo también el
declarante apoyado en su bastón, pues apenas podía caminar, y á medio camino encontró á Tomás y Gaspar,
que de regreso traían á su hija Juana con un accidente, oponiéndose á que siguiera, diciéndole que su hija
Marina les parecía que estaba muerta y que los niños estaban juntos con su padre; que al regresar éstos, el
más chico le dijo que á su madre le habían salido cuatro ó cinco hombres enmascarados; hechos todos que
se declaran probados respectivamente por los familiares de la finada, Gaspar Ochoa, D. Leopoldo Roca y D.
Julio Bidofia.
Décimo. Que á consecuencia de noticias confidenciales al celador de policía de esta ciudad, de que cercano ó
en los mismo.- terrenos pertenecientes á Doña Cupertina Ochoa (la cual había estado viviendo en la finca de
Robledo y era su amiga) vivía un moreno llamado Pascual, de señales parecidas á las que había dado el niño
acerca del matador de su madre, se decretó y llevó á efecto la detención del expresado moreno, que resultó
ser Pascual Loaces, el cual, interrogado convenientemente, manifestó en cuanto útil: que antes del día 24 de
Junio último le mandó á buscar Doña Cupertina Ochoa, á quien conocía, y le propuso que había un matrimonio
muy mal avcnidu, y que el marido daba tres onzas y una yunta de bueyes para que le mataran la mujer, á lo
que le contestó que buscara quién lo hiciera; que no pudo enterarse ni le dijo Doña Cupertina quién
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fuera el matrimonio, sólo sí le encargó el secreto, recordando que tuvo lugar la proposición que ha dicho
después del San Juan, y asegura que no conoce ni ha visto nunca á Robledo; probado con las declaraciones
combinadas de Loaces \ la Ochoa, que ésta habló á aquél del proyecto de Robledo de matar á su mujer.
Once. Que recibida declaración indagatoria á Doña Cupertina Ochoa por los méritos de autos, manifestó
conocer á la familia de Robledo y á la de su suegro D. Antonio Santos Martí desde el mes de Enero, en que su
esposo D. Emiliano Rubio se hizo cargo del trapiche del primero, el cual dejó por un disgusto de la declarante
con el D. Antonio, motivado á que no consentía que éste dispusiese á su antojo de lo que había en la finca; que
después de haber salido de ésta volvió á ella con objeto de buscar unos animales, presentándosele Robledo
con ademán modesto, proponiéndole que le buscase alguno que le quitase del medio á su esposa, pues á toda
costa (leseaba deshacerse de ella, á cuya proposición no accedió la declarante, y que recuerda que Robledo le
manifestó que un tal Herrán, vecino de Jesús María, se había comprometido á efectuar la muerte, tomando por

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adelantado el precio de ella, sin que cumpliera su compromiso; que la declarante conoce al moreno Pascual
Loaces hace tiempo, y lo veía con frecuencia, habiendo estado en su casa por última vez en el mes de Julio,
á consecuencia de haberlo mandado buscar para que le limpiara un platanal, y hablando con el de! disgusto
que había ocasionado su salida del trapiche de Robledo, le manifestó el moreno Loaces que aquél andaba
buscando quién matara á su mujer, ofreciendo a! efecto tres onzas y una yunta de bueyes, á lo cual contestó
que también había oído decir, pero que era una barbaridad, que Robledo le hizo mucha recomendación para
que encontrara quién matase á su mujer, por todo lo cual sospecha que al fin encontrara quién cumpliera su
encargo, ignorando, sin embargo, quién fué el que consumó el hecho; probado que el moreno fué llamado por
Doña Cupertina Ochoa, que le habló del proyecto de Robledo, y que éste propuso á aquélla buscara quién se
encargara de matar á su mujer Doña Marina.
Doce. Que puestos en rueda de presos los morenos Pascual Loaces y José Orama, alias Herrán, se practicó
sin resultado útil un reconocimiento por el niño Antonio Santos, y que de igual manera dejaron de producir
resultado satisfactorio dos careos celebrados entre el acusado y Doña Cupertina Ochoa, uuo, y el otro entre
ésta y el moreno Loaces.
Trece. Que los morenos Pascual Loaces y José Orama, alias Herrán, fueron detenidos por sospechas de que
pudieran haber732 TTtTBUNAL -XPHRMO.
sido instrumento de Robledo en el asesinato de su esposa; y que Orama declara que no conoce á Doña
Oupertina Ochoa ni á Loaces y si á Robledo hacía más de cuatro años, con el que no ha tenido otro trato que el
comprarle un caballo rubio hacía tres años, en precio de tres onzas, el cual hacía seis ú ocho meses le había
pagado, y que sólo hacía como tres meses que le entregó la propiedad por conducto de D. Néstor Feria; que
la última vez que estuvo en la finca de Robledo, fué en Mayo de 1884, yendo para Ñipe, recibiendo una carta
de Robledo para este punto, dirigida á un chino, dulcero: y que hacía tres me ses empleó Ib reales en géneros
para una mangancila y un pantalón; que Robledo nunca le propuso le matara su mujer y darle una onza y un
caballo, y que se enteró del suceso de autos al saber en esta ciudad que Robledo estaba preso, expresándose,
tanto por Orama como por Loaces, que el día 21 de Julio nu se movieron de su casa á parte alguna.
Catorce. Que interrogado D. José García Robledo, á tenor de los cargos que de autos le resultan, negó
rotundamente haber tomado parte ni directa ni indirectamente en la muerte de su esposa Doña Marina Santos,
á la que quería entrañablemente, siendo incierto que la maltratara, ui que el día del hecho la ordenara la marcha
de la casa de su suegro, donde permanecían desde el día 19, sino que por el contrario, se oponía á ello,
contrariando los deseos de su esposa, que se empinaba en ir á su morada con objeto de salar las carnes de
un cerdo; que tampoco es cierto que se opusiera á que su señora fuese á caballo, pues ésta tenía un miedo
terrible á esos animales desde que uno de ellos la tumbó; que de igual manera es falso que tratara la muerte
de su esposa, con el moreno Herrán ni con Doña Cuper-tin i Ochoa, y sólo es positivo y cierto que el día de
autos, y después de la marcha de su esposa, estando el declarante sentado á la puerta de D. Antonio Santos
conversando con éste, oyó gritos, saliendo precipitadamente al lugar donde salían, y encontrando en el tránsito
á sus hijos menores José y Antonio, los cuales le manifestaron que cuatro individuos enmascarados habían
dado muerte á su madre Doña Marina; que seguidamente dio voces llamando á D. Antonio, y continuó con sus
hijos hacia el lugar del hecho, donde encontró ya cadáver á su esposa; que allí, indeciso y trastornado por tan
desgraciado suceso, permaneció sentado á la sombra de una guásuma, hasta que se presentó el Alcalde de
barrio D. Leopoldo Roca, acompañado de una pareja de Guardia civil, llegándose á él uno de los que componían
ésta para ordenarle, se diera preso "por que estaba loco;» que seguidamente marchó á la casa del Alcalde de
barrio, en la que reconvino al Alcalde porque no practicaba las dili-
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genoias oportunas con objeto de dar alcance al asesino de su espesa, diligencias que Imbieran dado resultado
en aquellos instantes en que, por estar húmedo el piso, era fácil de iescu-brir la más ligera huella; que de la casi
del Alcalde marchó con la pareja hacia esta ciudad, pasando por su inorada, á la cual entró con permiso de
uno de los guardias, observando al abrir un baúl para buscar una muda de ropas, que le faltaban 35 centenos
y 2 doblones: que como la pareja le previno buscase un caballo, envió por el suyo á su cuñado D. Tomás, el
cual regresó poco después, manifestándole que su caballo no estaba eu el sitio donde el declarante lo había
dejado amarrado la tarde anterior, y que en él sólo había advertido un pedazo de soga amarrado á una palma;
que habiendo conseguido otro caballo, continuaron la marcha, pasando por el sitio donde estaba amarrado el
suyo y cuyo sitio enseñó á los expresados guardias, así como también el caballo, al que encontraron suelto
poco antes de llegar á la Cuala, advirtiendo al montar que le faltaba una herradura.
Quince. De lo declarado por el guardia civil Antonio Iglesias, que habiendo acudido con el Alcalde de barrio
D. Leopoldo Roca al lugar de la ocurrencia, vio el cadáver en una vereda, cerca de una guásima, y próximo
á él, á un individuo que luego supo era el marido de la finada, en compañía de unos niño-, el cual se puso á

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temblar y notablemente pálido cuando le fué á prender por orden del Alcalde, á cuya casa lo condujeron; que
al verle temblar, le dijo si estaba loco, sospechando fuera el autor de aquella muerte, contestando Robledo:
"Hombre, guardia, ¿por qué me hace Vd tal pregunta?» que al conducirlo á esta ciudad, camino de la Cuala,
le suplico, al pasar por las inmediaciones de su casa, le permitiera entrar en ella á sacar una muda de ropas,
á lo cual accedió, añadiéndole que buscara un caballo para que viniera montado, pues se hacía tarde, con lo
cual mandó Robledo á buscar un caballo que había dejado atado eu una palma el día antes; que el Robledo
penetró en su casa, abrió un baúl y salió diciendo: "¡De aquí me han robado 200 pesos!» y buscando por otros
baúles, sacó una muda de ropas; que cuando regresó su cuñado, dijo no haber encontrado el caballo, y que la
soga estaba cortada en la palma que le había indicado; pero que Ochoa le proporcionó una caballería para que
viniera montado, y siguiendo el camino, pasaron por el lado de la citada palma, donde dijo Robledo: "Vea Vd.,
guardia, aquí estaba amarrado mi caballo, y ese pedazo de soga era suyo;» que el sitio ó la palma de referencia,
se encontraba como á unos veinte pasos del camino real, donde desemboca la vereda donde mataron á Doña
Marina; que antes de llegar á la Cuala734
TiUBUNAL SUPKlilUO.
vieron venir un caballo suelto, que dijo Robledo era el suyo, y lo montó, dejando el otro con recomendación
á dos hombres que pasaban, de que lo arrearan para casa de Ochoa, y que á poco de caminar, el mismo
Robledo observó que á sn caballo le faltaba una herradura y se dolía mucho de una mano, como si hubiera
acabado de hacer una marcha; en iguales términos declara el otro guardia, á excepción de que Robledo le
infundiera sospechas cuando lo vio próximo al lugar del suceso; hechos todos que se declaran probados con
las declaraciones de los guardias referidos y del mismo Robledo.
Diez y seis. Que pasada la causa en vista al Promotor lis-cal, evacuó su dictamen pidiendo la pena de muerte
como reo de parricidio y la absolución para la otra procesada Doña Ou-pertina Ochoa, por falta de prueba de
participación en el hecho.
Diez y siete. Que en el período de prueba declaró Doña Cu-pertina Ochoa que sus manifestaciones anteriores
no eran ciertas en cuanto á las proposiciones que le hiciera Robledo para conseguir, mediante precio, privar de
la vida á su esposa, y que si lo declaró así, fué bajo el temor que la inspirara el celador de esta ciudad, quien
le hizo creer que si no declaraba en esa forma, la ahorcarían á ella y á Robledo.
Diez y ocho. De la demás prueba pedida por el procesado y practicada, que coutra D. Antonio Santos Martí se
ha seguido y sigue procedimiento contra marcada de D. José García Robledo; y por declaraciones de varios
testigos, que Robledo era exacto en sus tratos y que nunca le vieron maltratar á su esposa.
Diez y nueve. Que vencido el término que se pidió para la prueba, se declaró conclusa esta causa y se citaron
las partos para vista pública y sentencia, celebrándose la primera sin assi-tencia de las mismas.
Veinte. Que elevada esta causa á la Superioridad en consulta y apelación de la sentencia dictada, se dejó ésta
sin efecto, mandando evacuar varias diligencias, de las que aparecen que no consta en el Registro pecuario la
propiedad á favor de la Doña Rosa Rodríguez de la vaca que Robledo se supone le regalara, de lo declarado por
Doña Eugenia Rodríguez que Robledo prestó un sillón de montar á D. Pedro Rodríguez, padre de Doña Rosa,
pero no lo regaló á ésta; que el Alcalde de barrio no hizo constar en la diligencia de reconocimiento el rastro
que observó, por creer bastante que apareciese de su declaración; que el rastro observado desde el sitio donde
se hallaba el cadáver, y por entre el cayo de monte era en dirección contraria á la casa de Robledo y de un
pedestre; que el celador D. Juan Bidofia informó en la conducta del procesado por los datos y referencia que
obtuvo del Alcalde de barrio, en vista de no haber antece-
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dente en la oficina de su cargo acerca de Robledo; que el día de la muerte de Doña Marina, según declaran
varios testigos, había carne de cerdo en la casa de Robledo; que otros varios declaran que Doña Marina hacía
sus viajes en carreta, porque le tenía miedo á los caballos; que el caballo de Robledo, encontrado por la Cuala y
montado por éste al venir preso, no dio motivos á diligencias algunas por su hallazgo en aquel lugar á distancia
del en que lo dejó atado Robledo el día antes; que el niño Antonio declara que no hizo manifestación alguna de
que al llamar á su padre le dijera que el negro que había estado hablando con él en la tranquera había cogido
á su mamá, y que tampoco lo dijo en casa de su abuelo; que el camino de la casa de Santos Martí á la de
Robledo es un trillo que á corta distancia tiene un cayo de monte espeso sin casas en el trayecto.
Veintiuno. Que por auto de 18 de Julio de 1885 se dejo sin efecto la forma instructiva, en que declaran
los testigos morenos Pascual Loaces y José Orama, los cuales ratificaron con juramento, y en concepto de

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testigos, los que prestaron indagatoriamente; cuyos morenos fueron pue.-;íos en libertad por auto de 15 de
Septiembre de 1884.
Veintidós. Que conferida vista al Promotor fiscal, reprodujo en todas sus partes la anterior acusación, por la
que pidió la pena de muerte contra D. José García Robledo, en virtud de no ser el resultado de las diligencias
practicadas útil al desvanecimiento de los cargos que contra aquél resultan; y conferido traslado al procesado,
lo evacuó en súplica de su libre absolución.
Veintitrés. Que elevada la causa á la Superioridad en consulta de la sentencia, se dejó sin efecto por auto de
5 de Julio del corriente año, para que se le hicieran en el fallo las declaraciones que se acordaron en proveído
del 26 de Junio del año próximo pasado; y recibida la causa se mandó citar nuevamente las partes para oír
sentencia.
Resultando que aquel Tribunal, aceptando los considerandos de la sentencia de primera instancia, en los cuales
se califica de autor de parricidio á García Robledo, por haber inducido, mediante sugestión directa ó precio á
otra persona, que es desconocida, amatar á su mujer; y apreciando también la concurrencia de la circunstancia
agravante de premeditación y la atenuante de haber obrado á impulso de los celos, condenó á dicho García
Robledo, á la pena de cadena perpetua, accesorias, indemnización y costas:
Resultando que contra esta sentencia se ha interpuesto á nombre del procesado recurso de casación, fundado
en los números 1.° y 4." de la regla 56 de la ley provisional para la apli-786
TltlJSl.'NAI. SUtlüOYiO.
cación del Código penal en la isla de Cuba, citando como infracciones
El art. 12 y el 413 de dicho Código, porque no cabe, dentro de los lénunos estrictamente legales calificar como
autor del crimen al procesado, puesto que los indicios señalados en la sentencia no tienen las condiciones
legales, y porque en caso de que pudiera atribuírsele alguna participación en el delito, procedería que se le
considerase solamente como cómplice.
Visto, siendo Ponente el Magistrado D. Eduardo Martínez del Campo.

Considerando
Considerando que el recurso deducido tiende en sustancia á negar los hechos establecidos á consecuencia
del juicio formado por el Tribunal a quo sobre las pruebas procesales, y cousig-nados de manera categórica,
aunque no en el lugar debido de la sentencia, puesto que se declara que el procesado indujo, por sugestión ó
por precio, á persona desconocida para que matara, como mató, á su mujer:
Considerando que por esta causa no puede admitirse, dí tampoco abrirse discusión acerca del grado de la
participación que en el delito tuviera el recurrente, porque la declaración de cómplice, en vez de la de autor,
que en último término se pretende, no se establece sino sobre las pruebas, no se razona jurídicamente, ni se
determina con señalamiento especial de infracción legal;

Fallamos,
Fallamos, que debemos declarar y declaramos no haber lugar á la admisión del recurso interpuesto por José
García Robledo, á quien condenamos en las costas y á la pérdida del depósito constituido; lo que se comunique
al Tribunal sentenciador para los efectos procedentes.
Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la Gaceta de Madrid é insertará en la Colección
legislativa, lo pronunciamos, mandamos y firmamos.=Emilio Bravo.=Eduardo Martínez del Campo. =José de
Aldecoa.=Rafael Alvarez.=Miguel de Castells.- Antonio Garijo Lara.=Jiuni Manuel Romero.
Publicación.
Leída y publicada fué la anterior sentencia por el Excelentísimo Sr. D. Eduardo Martínez del Campo, Magistrado
del Tribunal Supremo, celebrando audiencia pública su Sala segunda, en el día de hoy, de que certifico como
Secretario Relator de ella.
Madrid 10 de Noviembre de 1887.- Licenciado José María Pantoja.

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