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Marcos 4:35-41

Reina Valera Contemporánea

Jesús calma la tempestad

35 Ese mismo día, al caer la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: «Pasemos al otro lado.» 36
Despidió a la multitud, y partieron con él en la barca donde estaba. También otras barcas lo
acompañaron. 37 Pero se levantó una gran tempestad con vientos, y de tal manera las olas
azotaban la barca, que ésta estaba por inundarse. 38 Jesús estaba en la popa, y dormía sobre una
almohada. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos por
naufragar?» 39 Jesús se levantó y reprendió al viento, y dijo a las aguas: «¡Silencio! ¡A callar!» Y el
viento se calmó, y todo quedó en completa calma. 40 A sus discípulos les dijo: «¿Por qué tienen
tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?» 41 Ellos estaban muy asustados, y se decían unos a
otros: «¿Quién es éste, que hasta el viento y las aguas lo obedecen?»

2 Timoteo 1:7-9

Traducción en lenguaje actual

7 Porque el Espíritu de Dios no nos hace cobardes. Al contrario, nos da poder para amar a los
demás, y nos fortalece para que podamos vivir una buena vida cristiana.

8 Por lo tanto, no te avergüences de hablar bien de nuestro Señor Jesús. Tampoco te avergüences
de mí, que estoy preso por servir a Jesucristo. Al contrario, tienes que estar dispuesto a sufrir por
anunciar la buena noticia. ¡Ya Dios te dará las fuerzas necesarias para soportar el sufrimiento!

9 Dios nos salvó y nos eligió para que seamos parte de su pueblo santo. No hicimos nada para
merecerlo, sino que Dios, por su gran amor, así lo planeó. Dios ya nos amaba desde antes de crear
el mundo, pues desde entonces pertenecíamos a Cristo Jesús.

El miedo es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable provocada por la
percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado.

“Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he
de atemorizarme?” (Salmos 27:1).

“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre
te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).

“3 Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante
guerra, yo estaré confiado”. (Salmo 27:3)
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25 Grandes multitudes iban con él, y él se volvió y les dijo: 26 “Si alguno viene a mí y no aborrece a
su padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas y aun su propia vida, no puede ser mi
discípulo. 27 Y cualquiera que no toma su propia cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi
discípulo. 28 Porque ¿cuál de ustedes, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula
los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? 29 No sea que después de haber puesto los
cimientos, y al no poderla terminar, todos los que la vean comiencen a burlarse de él 30 diciendo:
‘Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar’. 31 ¿O qué rey, que sale a hacer guerra contra
otro rey, no se sienta primero y consulta si puede salir con diez mil al encuentro del que viene con
veinte mil? 32 De otra manera, cuando el otro rey está todavía lejos, le envía una embajada y pide
condiciones de paz. 33 Así, pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todas las cosas que
posee, no puede ser mi discípulo.

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