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Española -
namiento expresivo al construir las ideas, concreta-
mente, cuidar la elocución, o sea, “el modo de elegir
y distribuir los pensamientos y las palabras en el dis-
curso” (ibíd.*).
En la expresión oral y escrita incurrimos con fre-
cuencia en errores que pasan inadvertidos dado que
se consideran formas correctas de comunicar los pen-
samientos. Empero, si deseamos perfeccionar nuestra
redacción debemos afanarnos meticulosamente al ex-
poner las ideas, pues no basta escribir de conformi-
dad con las exigencias gramaticales.
Procuremos hermosear cada una de las locucio-
nes y párrafos para embelesar a los lectores. Esto lo
conseguiremos si nuestro estilo es, además, claro y
preciso.
Sin duda, el contacto con la realidad permite
desarrollar nuestra capacidad a la hora de expo-
ner el trabajo. Cuando se escribe con base en la
práctica el texto alcanza un nivel mayor de per-
feccionamiento en todos los sentidos. Los años de
experiencia al redactar miles de páginas llevaron a
uno de los más grandes pensadores y artistas de la
humanidad, Leonardo Da Vinci, a expresar lo si-
guiente:
* Ibídem (ibíd Dic-
cionario panhispánico de dudas de la Real Academia Espa-
ñola y de la Asociación de Academias de la Lengua Española
acentúa dicho latinismo.
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suntuosos que me tachan de farsante, diciendo que yo
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Verdad es que se puede escribir bien sin conocer las re-
glas gramaticales, sin haberlas estudiado. Pero lo que
sucede en estos casos, es que muchas reglas se conocen
sin saberlo. Es posible que no se estudiaran nunca tales
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II
Algunas notas para mejorar la
redacción y presentación de un texto*
1. . Al escribir debemos afa-
narnos por evitar la reiteración de un vocablo en el
mismo párrafo o en parágrafos contiguos, excepto
cuando lo exija la construcción de la idea o se carez-
ca del sinónimo apropiado. Este descuido, la pobre-
za del lenguaje, se advierte también en puristas del
idioma; a guisa de ejemplo transcribo un acápite de
la obra La fuerza de las palabras (Selecciones del
Reader´s Digest, p. 622):
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es mucha, llegan a desesperarme de veras los errores
esenciales e imperdonables con que aparecen mis car-
tas, a tal punto que los párrafos que, impresos con cui-
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efectos del fenómeno migratorio se advierten
aquende y allende nuestras fronteras”.
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6. La riqueza del idioma español nos permite her-
mosear las locuciones “para que salgan a la calle
con vestido nuevo a embelesar al lector” (Raúl Rojas
Soriano, El arte de hablar y escribir, p. 13).
Ilustremos con ejemplos lo antedicho: “Las gran-
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En el primer caso la palabra prurito tiene dos
sentidos; en medicina: “comezón”, “picazón”; en
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8. Plagio de ideas. Este es uno de los fenómenos
más frecuente en el ámbito académico y político.
Semejante falta la cometen también puristas del len-
guaje, por ejemplo, los autores del texto La fuerza
de las palabras (Selecciones de Reader’s Digest, p.
725), “Caudal de voces, mo-
dismos y giros de un autor”. Ésta es una de las acep-
ciones que consagra para dicho vocablo el Diccio-
nario de la Real Academia Española; los autores de
la obra mencionada (La fuerza de las palabras) no
le otorgan los créditos correspondientes al órgano
rector de nuestro idioma.
El fenómeno del plagio de ideas se ha incrementa-
do con el uso de la Internet. Para mayor información
véase mi libro Trabajo intelectual e investigación de
un plagio (Plaza y Valdés) el cual puede consultarse
en forma integral en Google.
9. Exigencias que deben considerarse al redactar
cualquier texto:
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abuso de la mayúscula al inicio de una palabra.
Únicamente deberá emplearse al comenzar un
párrafo o después de un punto y seguido, y
cuando se trate de siglas ( ), o de nom-
bres propios y de ciertos conceptos abstractos
como Estado, Dios.
b) De conformidad con las normas editoriales si
una cita textual rebasa los cinco renglones de-
berá escribirse con letras cursivas y ponerse
separado del texto principal, dejando una san-
gría (de tres, cuatro o cinco espacios) tanto del
lado izquierdo como del derecho (sólo se rom-
pe con esta regla por razones estéticas).
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Nada podrá medir el poder que oculta una palabra.
Contaremos sus letras, el tamaño que ocupa en un pa-
pel, los fonemas que articulamos con cada sílaba, su
ritmo, tal vez averigüemos su edad; sin embargo, el
espacio verdadero de las palabras, el que contiene su
capacidad de seducción, se desarrolla en los lugares
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ne” (Gonzalo Martín Vivaldi, Curso de redacción,
p. 168).
10. Otro de los escollos que afrontan los escrito-
res es el relativo a la falta de cohesión al expresar
un pensamiento. Al respecto, Hanlet precisa: “para
conseguir la debida cohesión en un párrafo o perio-
do, debe procurarse ligar la idea inicial de una fra-
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a) El salvamento de los habitantes del chalet tuvo
que hacerse en medio de este brasero ardiente.
b) En medio de este brasero ardiente, tuvo que
hacerse el salvamento de los habitantes del
chalet”.
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