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27-31
¿A qué se debió la diferencia en el juicio? David cometió un pecado grave por debilidad
carnal. Cuando se le enfrentó a lo que había hecho, se arrepintió, y Jehová lo perdonó, si
bien sufrió una severa disciplina relacionada con problemas familiares. Ananías y Safira
pecaron porque mintieron hipócritamente, intentando engañar a la congregación cristiana
y de este modo ‘tratar con engaño al espíritu santo y a Dios’. Este comportamiento puso
de manifiesto su corazón inicuo. Por lo tanto, se les juzgó con más severidad.
En ambos casos Jehová fue el juez, y su juicio fue correcto porque él puede examinar el
corazón. (Proverbios 17:3.) Los ancianos humanos no pueden hacer lo mismo. De modo
que, ¿cómo pueden percibir si un pecado grave no es una manifestación de iniquidad, sino
de debilidad?
En realidad, todo pecado es inicuo, pero no todos los pecadores son inicuos. Dos pecados
similares pueden deberse a debilidad en el caso de una persona y a iniquidad en el caso de
otra. Ahora bien, el pecado demuestra normalmente una medida de debilidad y de
iniquidad de parte del pecador. Un factor determinante es cómo ve él lo que ha hecho y
qué intenta hacer al respecto. ¿Demuestra un espíritu arrepentido? Los ancianos necesitan
discernimiento para percibirlo. ¿Cómo pueden conseguirlo? El apóstol Pablo prometió a
Timoteo: “Piensa constantemente en lo que estoy diciendo; el Señor verdaderamente te
dará discernimiento en todas las cosas”. (2 Timoteo 2:7.) Si los ancianos ‘piensan
constantemente’ con humildad en las palabras inspiradas de Pablo y los demás escritores
bíblicos, conseguirán el discernimiento necesario para entender debidamente a los
miembros de la congregación que pecan. Entonces, sus decisiones no reflejarán su propio
modo de pensar, sino el de Jehová. (Proverbios 11:2; Mateo 18:18.)
Responsabilizarse y arrepentirse
Los primeros seres humanos que optaron por un proceder de iniquidad fueron Adán y Eva.
A pesar de ser perfectos y tener un conocimiento pleno de la ley de Jehová, se rebelaron
contra la soberanía divina. Cuando Jehová los enfrentó a sus hechos, su reacción fue digna
de mención: Adán culpó a Eva, y esta culpó a la serpiente. (Génesis 3:12, 13.) Compare esta
reacción con la profunda humildad de David. Cuando se le enfrentó a sus graves pecados,
aceptó la responsabilidad, pidió perdón y dijo: “He pecado contra Jehová”. (2 Samuel
12:13; Salmo 51:4, 9, 10.)
Es conveniente que los ancianos analicen estos dos ejemplos cuando traten casos de
pecados graves, especialmente de adultos. ¿Acepta francamente la culpa el pecador —
como David cuando se le convenció de su pecado— y busca arrepentido a Jehová para
que le ayude y perdone, o intenta minimizar lo que ha hecho, quizá culpando a otra
persona? Es posible que la persona que ha pecado quiera explicar lo que la llevó a pecar, y
puede que haya circunstancias, pasadas o presentes, que los ancianos deban examinar
para determinar cómo ayudarla. (Compárese con Oseas 4:14.) Pero debe aceptar
que ella fue quien pecó y que ella es responsable ante Jehová. Recuerde: “Jehová está
cerca de los que están quebrantados de corazón; y salva a los que están aplastados en
espíritu”. (Salmo 34:18.)
Otros perjudicados
Normalmente el pecado afecta a más de una persona. Por ejemplo, el adúltero peca contra
Dios, perjudica a su esposa e hijos y si la persona con la que ha pecado está casada,
perjudica también a su familia; además, mancha el buen nombre de la congregación.
¿Cómo ve todos estos efectos? ¿Siente sincero pesar y arrepentimiento verdadero?, ¿o
manifiesta la actitud descrita en el Salmo 94: “Todos los practicantes de lo que es
perjudicial siguen vanagloriándose. A tu pueblo, oh Jehová, siguen aplastando, y a tu
herencia siguen afligiendo. A la viuda y al residente forastero matan, y a los huérfanos de
padre asesinan. Y siguen diciendo: ‘Jah no ve; y el Dios de Jacob no lo entiende’”? (Salmo
94:4-7.)
Es probable que los pecados que se traten en una congregación no tengan que ver con
muertes ni asesinatos. De todos modos, cuando los ancianos investigan el pecado, puede
evidenciarse el espíritu descrito en estos versículos: estar dispuesto a perjudicar a otros
para beneficio personal. Esto también es arrogancia, una característica de la persona inicua.
(Proverbios 21:4.) Es un espíritu totalmente contrario al del verdadero cristiano, que está
dispuesto a sacrificarse por su hermano. (Juan 15:12, 13.)