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ACTUEL MARX/ INTERVENCIONES N° 6

SEGUNDO SEMESTRE 2006

MEMORIA Y CONMEMORACIÓN DEL


11 DE SEPTIEMBRE DE 1973:
ENTRE EL RECUERDO Y EL SILENCIO
Roberto Fernández Droguett*

Resumen

En el presente texto revisaremos las conmemoraciones del golpe de


estado del 11 de Septiembre de 1973, identificando como un elemento
central de éstas conmemoraciones para la izquierda chilena la marcha
que se realiza desde el centro de Santiago hasta el memorial del Detenido
Desaparecido y el Ejecutado Político que se encuentra en cementerio gene-
ral. Considerando que las conmemoraciones juegan un rol configurador
de las memorias sobre el periodo histórico que se recuerda, revisaremos de
qué modo los gobiernos de la concertación han intentado ir dejando el
golpe y la dictadura militar en el pasado, sobre todo desde el año 2003 en
adelante, fecha que puede considerarse como el máximo esfuerzo de clau-
sura simbólica de dicho periodo. También revisaremos de qué modo la
marcha del 11 se instala como un forma de mantener viva la memoria
del 11, aún cuando esta forma de conmemorar puede llevar en el contexto
actual a convertir el recuerdo en una práctica aislada, propia de un sector
de la izquierda y sin mayores repercusiones en nuestra sociedad.

* Es Magíster en Psicología Social, Universidad ARCIS / Universitat Autònoma de Barcelona.


rfernandez@uarcis.cl - robertof@esfera.cl

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ACTUEL MARX/ INTERVENCIONES Nº6

Introducción.

Ha pasado más de treinta años desde el 11 de Septiembre de


1973, y más de quince años desde el regreso a la democracia, y dis-
tintos sectores de la sociedad luchan por mantener viva la memoria
en relación al golpe y la dictadura militar. En diversas ocasiones las
agrupaciones de derechos humanos, de familiares y de víctimas de la
represión, partidos y agrupaciones de izquierda, movimientos socia-
les y sectores sin vínculos orgánicos pero sensibilizados con el tema,
participan de diversas conmemoraciones, siendo la más importante
de ellas la marcha que se realiza todos los 11 de Septiembre en San-
tiago de Chile. Su importancia está dada por el simbolismo de la
fecha, así como por la masividad de su convocatoria.
En esta conmemoración, se juega un enfrentamiento entre las
memorias que se sienten representadas por la marcha y las memorias
oficiales que pugnan por transformar este día en un momento para la
reflexión y el reencuentro entre los chilenos. Para Del Campo1, la
política de los gobiernos de la Concertación en relación a la memoria
del golpe y la dictadura responde a un modelo cultural caracterizado
por la búsqueda de una paz social que asegure la gobernabilidad. El
fundamento de esta paz social ha estado dado por la idea de reconci-
liación nacional. En esta idea, el golpe militar aparece como el quie-
bre de la tradición democrática chilena, producto de la incapacidad
de nuestra sociedad de conciliar sus diferencias. El regreso a la demo-
cracia abre la posibilidad de una nueva convivencia armónica entre
los chilenos, la que pasa por el reconocimiento de lo sucedido duran-
te la dictadura, al mismo tiempo que se instala la necesidad del per-
dón. El aseguramiento de esta política implica una fuerte restric-
ción a las demandas de justicia sobre los atropellos a los derechos
humanos. Si bien, este modelo se instaura con el primer gobierno
de la Concertación y tiene su expresión más visible en el discurso
del Presidente Aylwin a la nación para referirse a los resultados de la
comisión Rettig, sus fundamentos se siguen manteniendo hasta la
actualidad.

1
Alicia del Campo, Teatralidades de la memoria: rituales de la reconciliación en el Chile de la
transición. Mosquito Comunicaciones, Santiago, 2004.

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MEMORIA Y CONMEMORACIÓN DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1973

En este texto haré una revisión de la historia de las conmemora-


ciones del 11 de Septiembre en general y de la marcha en particular.
Esta revisión no tiene pretensiones de exhaustividad, sino más bien
de establecer los principales hitos de esta conmemoración, de modo
de sentar las bases para analizar el sentido que ha ido adquiriendo y
sus efectos en las memorias sobre el golpe y la dictadura militar. En
este sentido, sostendré que las conmemoraciones desarrolladas con
ocasión de los 30 años del golpe militar fueron un intento de clausu-
rar las memorias del 11. Sin embargo, pese al esfuerzo de silenciar el
11 en el 2004 y el 2005, la marcha sigue siendo una instancia que
promueve el recuerdo desde una óptica de izquierda. No obstante,
también sostendré que esta conmemoración se instala actualmente
en una tensión: por una parte promueve el recuerdo, pero por otra
parte, configura una forma del recuerdo que contribuye a su particu-
larización en un sector determinado, sin mayor incidencia en el con-
junto de la población. Finalmente haré referencia a una experiencia
que promovió una forma diferente de conmemorar el 11 en el año
2005.

Memoria y conmemoración.

Conmemorar viene de hacer memoria juntos. “Memoria o re-


cuerdo que se hace de alguien o algo, especialmente si se celebra con
un acto o ceremonia”2. En estos términos, una conmemoración es
una práctica colectiva que permite que la memoria se estabilice en
ciertas fechas, en ciertos lugares, en los cuales se despliegan diversas
acciones que apuntan a generar el recuerdo. Para construir nuestros
pasados, fijamos la memoria en objetos, fechas y lugares, permitien-
do que ésta se mantenga en la conexión entre el pasado, lo que se
recuerda y el presente. En este sentido, las conmemoraciones juegan
un rol fundamental en la permanencia de la memoria, en la medida
en que la organizan y sistematizan para que no desaparezca. El pro-
blema es que muchas veces, las conmemoraciones también implican

2
Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, Editorial Espasa Calpe, Madrid,
2001. p. 626.

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la instalación de versiones oficiales que la rigidizan, “lo que hace en la


mayoría de las veces que ésta se convierta en algo inerte, uniformiza-
dor y vacío de sentido. Una especie de domesticación del recuerdo”3.
Las conmemoraciones pueden entenderse como prácticas de la
memoria que posibilitan y promueven los recuerdos mediante meca-
nismos institucionalizados, que definen tanto las versiones del pasa-
do como el modo en que deben recordarse. “La conmemoración aporta
marcos de referencia que indican cómo se ha de recordar, qué se ha
de recordar y qué significa esa memoria”4. En este sentido, a la vez
que establecen la continuidad del pasado en el presente en fechas y
lugares establecidos, las conmemoraciones tienen como objetivo fijar
ciertas versiones como verdaderas. “La institucionalización constitu-
ye un referente de legitimidad y legitimación: indica las cosas que
han sucedido y cómo las cosas deben de suceder”5.
Como sostiene Jelin6, esta dimensión normativa de las con-
memoraciones se ancla en la observancia por parte de quienes con-
memoran de ciertos rituales, en los que se reflejan los contenidos
de la memoria que se quiere transmitir. Por lo tanto, el asegura-
miento de los simbolismos adecuados a las versiones de la memoria
que se quiere promover en las conmemoraciones tiene como conse-
cuencia el carácter organizado y normativo de sus ritos. Esto impli-
ca que no se puede conmemorar de cualquier modo, y por lo tanto
las prácticas conmemorativas no tienen un carácter espontáneo, sino
previamente establecido y delimitado, sea por la costumbre o por
normas establecidas por los propios organizadores de la conmemo-
ración, o por una mezcla de ambas. El mantenimiento de la me-
moria en las conmemoraciones supone entonces el respeto y apego
a las tradiciones y ritos que las caracterizan. Esto produce en la
colectividad implicada el efecto de cohesión y continuidad. “Uni-
dad imaginada del acontecimiento conmemorado y unidad imagi-
naria del grupo conmemorante”7.

3
Félix Vázquez y Juan Muñoz, “La memoria social como construcción colectiva”, en Psicología
del comportamiento colectivo, Félix Vázquez Ed. Editorial UOC. Barcelona, 2003, p. 258.
4
Félix Vázquez, La memoria como acción social. Relaciones, significados e imaginario, Paidós.
Barcelona, 2001, p. 130.
5
Ibid 4, p. 129
6
Elizabeth Jelin (comp), Las conmemoraciones: las disputas en las fechas infelices, Siglo XXI de
España Editores, Madrid, 2002.
7
Joel Candau, Memoria e identidad, Ediciones del Sol, Buenos Aires, 2001, p. 141

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No obstante esta tendencia institucionalizadora de las conme-


moraciones, éstas no están necesariamente destinadas a instalar y
petrificar versiones oficiales del pasado. Para Vázquez, “Todo pasado
se rescribe a la luz del presente y, por supuesto, las conmemoraciones
no constituyen una excepción. El significado de las conmemoracio-
nes se remodela, se reactualiza en función de las categorías del pre-
sente” 8. Pero al mismo tiempo, esta reescritura no tiene necesaria-
mente porqué ser dinamizadora de la memoria. Siendo una instancia
en tensión entre la recreación y actualización de la memoria versus
un modo de fijar y estancar la versiones oficiales del pasado, pode-
mos ver que la marcha como conmemoración se ha inclinado hasta
ahora hacia su dimensión institucionalizadora. No hay nuevas for-
mas de apropiación ni del pasado ni de sus formas de conmemorarlo.
Más bien hay una rigidización conmemorativa dada por las normas y
las costumbres que han ido definiendo qué y cómo se conmemora.
En este sentido, considero que la principal rigidización conmemora-
tiva de la marcha es su recorrido.

Breve historia de las conmemoraciones del 11 y


de la marcha.

Si bien la forma como la conocemos hoy día tiene su origen en los


primeros años de la década de los 90, el 11 de Septiembre, al ser la
fecha del golpe de estado, siempre ha estado cargada de significados
que se han ido configurando de diversos modos según cada momento
histórico. Según Candina9, en los años inmediatamente posteriores al
golpe militar, entre 1974 y 1977, el 11 de Septiembre fue una fecha
de celebración pública y masiva de los sectores afines a la dictadura,
orientada a evidenciar los fundamentos que sustentaban la interven-
ción militar de 1973 y los efectos positivos de esa intervención para el
desarrollo del país. “La celebración del 11 buscaba destacar los siguientes
puntos: recuperación de la paz interna del país y de la libertad perdida

8
Ibid 4, p. 130
9
Azún Candina, “El día interminable. Memoria e instalación del 11 de Septiembre de 1973
en Chile (1974-1999)”, en Las conmemoraciones: las disputas en las fechas infelices, Siglo XXI
de España Editores, Madrid, 2001.

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durante el gobierno de la Unidad Popular, demostración al país y al


mundo del apoyo de la población al gobierno militar y descalificación
del gobierno de la Unidad Popular y del marxismo mediante el recuer-
do de lo sucedido en el país durante el período 1970-1973”10. En los
titulares de El Mercurio del 11 de Septiembre de 1974, “Chile res-
ponde al mundo: la civilidad celebra el 11 de Septiembre”, se da cuen-
ta de los festejos masivos, orientados a “una gran celebración de la
unidad nacional” y “una demostración categórica ante el mundo de
que la campaña organizada contra Chile en el exterior tiene el rechazo
abrumador de la mayoría de los chilenos”. Al otro día, este mismo
periódico, bajo el titular “Pobladores: celebramos la libertad ganada el
11”, dará cuenta de la presencia multitudinaria de habitantes de po-
blaciones y habitantes periféricos en los actos de apoyo al gobierno.
Según Joignant11, el pueblo hace su reaparición, “pero un pueblo des-
crito como homogéneo, armónico, unificado por un patriotismo exu-
berante”12, lejos de la imagen de pueblo clasista y combativo de la
Unidad Popular. En 1975 y 1976, según El Mercurio se vuelven a
realizar concentraciones masivas: “pobladores, dueñas de casa, obreros,
empleados y campesinos” en “ambiente festivo, con globos, serpenti-
nas, papel picado y carros alegóricos”.
Mientras tanto, los sectores de oposición vivían los peores años
de la represión, con la desconfianza, el miedo y la desinformación
como elementos constitutivos de su cotidianeidad. Para Moulian13,
este período corresponde a la etapa terrorista de la dictadura, donde
el nuevo orden impuesto por el régimen militar se sostiene sobre el
terror. Este terror es el resultado de diversas estrategias represivas
como la ejecución y desaparición de personas, la cárcel, la tortura y el
exilio para un importante sector de la población.
En 1977 se produce un quiebre en la forma en que la dictadura
recuerda el 11. Se pasa de la celebración festiva, con una fuerte par-
ticipación en las calles, a la conmemoración más sobria y menos

10
Ibíd. 9, p. 13
11
Alfredo Joignant, “Un jour pas comme les autres. De la fête nationale aux luttes commémo-
ratives autour du 11 septembre chilien (1973-2003)”, en Micheline Labelle, Rachad Antonius
y Georges Leroux (sous la direction), Le devoir de mémoire et les politiques du pardon, Presses de
l’Université du Québec, Sainte-Foy: Canada, 2005.
12
Ibíd. 11, p. 4
13
Tomás Moulián, Chile actual. Anatomía de un mito, LOM-ARCIS, Santiago, 1997.

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masiva, donde el énfasis está puesto en destacar los avances del régi-
men, principalmente en infraestructura. Ese año, la portada de El
Mercurio del 11 de Septiembre da cuenta del “4° aniversario del
gobierno: mensaje con énfasis en planes sociales”. Para Joignant14,
esto implica un cambio desde un 11 que se celebra a un 11 que se
conmemora, es decir que se busca fijar esta fecha en la historia del
país, permitiendo inscribirla ya no sólo en un proceso de liberación
del gobierno marxista de la Unidad Popular, sino además identificar-
la con el momento clave de la refundación del país que el gobierno
militar comenzaría a llevar a cabo.
En los años siguientes, entre 1978 y 1981, se produce una
transición entre “los 11 de celebración masiva y los 11 de protesta
desatada contra el gobierno”15. Comienzan a realizarse manifestacio-
nes contra la dictadura para denunciar la represión y las violaciones a
los derechos humanos, y el día 11 se realizan visitas a las tumbas de
Salvador Allende en el cementerio Santa Inés de Viña del Mar y de
Víctor Jara, así como al Patio 29, en el cementerio general de Santia-
go, en las que se expresa el duelo no sólo por la represión sino tam-
bién por la pérdida de la libertad y la democracia.
El 11 de Septiembre de 1980, la dictadura militar organiza el
plebiscito en el cual se aprueba la Nueva Constitución Política del
Estado, con un 67,54% de los votos obtenidos de modo fraudulen-
to, en un ambiente de fuertes restricciones políticas y de represión
por parte de los aparatos del estado. Este hito inaugura el discurso de
la dictadura en torno a la idea de refundar el país a partir de la gesta
del 11 de Septiembre. El año anterior, El Mercurio titulaba su edi-
ción de ese día de la siguiente forma: “Mensaje del Presidente Pino-
chet: termina la reconstrucción nacional; comienza gobierno de la
modernización”, dando cuenta de una serie de cifras que ilustraban
los avances del gobierno y convocando al plebiscito de 1980. Este
proceso de revitalización del 11, en términos de Joignant, se caracte-
riza por la personalización del poder en la figura de Pinochet, en
desmedro de los otros miembros de la junta militar. En 1978 y 1979,
El Mercurio presenta titulares como “Homenaje ciudadano al jefe de

14
Ibíd. 11
15
Ibíd. 9, p. 17

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estado” y “Opiniones sobre el mensaje de Su Excelencia: el presiden-


te está muy bien inspirado”.
En los años posteriores, principalmente entre 1982 y 1987, el
11 de Septiembre se convierte en una fecha de protesta, en el marco
de una creciente oposición al régimen militar, la que va presentando
crecientes grados de organización y masividad. La crisis económica
de 1983 juega un rol fundamental como detonante del descontento
popular, el cual se expresaría con cada vez con mayor radicalidad y
violencia. Ese año, por primera vez en un 11 de Septiembre, El Mer-
curio da cuenta en primera página de estas expresiones de protesta,
“Otros dos muertos: nueva jornada de vandalismo en poblaciones”,
desarrollando en páginas interiores las noticias sobre los múltiples
enfrentamientos violentos en poblaciones de Santiago y regiones. Los
años siguientes el reporte de los desórdenes vinculados a la fecha
serán habituales en El Mercurio.
La creciente oposición al gobierno militar de este periodo se va
viendo conformada por partidos políticos tanto de centro como de
izquierda, y movimientos sociales de diversas índoles: sindicatos, agru-
paciones estudiantiles y poblacionales, así como organizaciones de
defensa de los derechos humanos. Es en este periodo donde se pro-
ducen los primeros enfrentamientos en el Cementerio General. En
1985, El Mercurio da cuenta de 17 detenidos en una romería a ese
lugar. En esta noticia se explica que unas 200 personas, encabezadas
por el presidente de la Comisión Chilena de Derechos Humanos,
Jaime Castillo Velasco, se reunieron en las cercanías del cementerio,
donde se efectuaron las primeras detenciones. En el interior, los ma-
nifestantes colocaron ofrendas florales en tumbas “de personas falle-
cidas en los días posteriores al 11 de Septiembre de 1973”, así como
también “entonaron cánticos y lanzaron panfletos con alusiones po-
líticas”. En el cementerio Santa Inés también se realizaron actos que
terminaron con incidentes y detenidos.
En 1986, considerado por la oposición como el “año decisivo”
para la derrota de la dictadura, el 11 de Septiembre está marcado por
el hallazgo de arsenales de armas y principalmente el atentado a Pi-
nochet, producido unos días antes. Estos episodios se traducen en el
fracaso de la opción armada para derrocar la dictadura, y va dar paso
a la consolidación de la estrategia institucionalista de vencer a la dic-
tadura en su propio marco legal. “Los fracasos militares de 1986

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fueron muy importantes en la lucha de las oposiciones. Permitieron


dar vuelta a los vacilantes y obtener argumentaciones para debilitar
una política que hasta entonces encontraba fuerte justificación ética
en la reiteración de la violencia represiva y justificación política en el
inmovilismo”16. De ahí en adelante se iría configurando el escenario
para el plebiscito de 1988. Este proceso eleccionario, fijado en la
Constitución de 1980, debía dirimir entre la continuidad de Pino-
chet en el poder (opción SI) o el llamado a elecciones democráticas
(opción NO). La gran mayoría de la oposición, unos antes y otros
después, se sumarían a inscribirse en los registros electorales y votar
por el NO. Comenzaba a consolidarse la lógica de hacer lo posible
dentro del restringido marco delimitado por la dictadura, opacando
las perspectivas más contestatarias. En palabras de Moulian, “para
asegurar el retorno a la democracia, para evitar que los militares tu-
vieran argumentos para quedarse, era indispensable mantener la
moderación, la centralización de las decisiones. Cualquier intento de
movilización fue motejado de peligroso en función de la ansiada
materialización de la posibilidad democrática”17.
El 5 de Octubre de 1988 se realiza el plebiscito para decidir la
continuidad de Pinochet y la junta militar en el poder. Evidente-
mente, el 11 de Septiembre de ese año está absolutamente teñido
por este hito, con un masivo llamado por parte del grueso de la opo-
sición a votar por el NO en las elecciones. Esta opción triunfa con
más del 50% de los votos. Al año siguiente se realizan elecciones
presidenciales, en las cuales es elegido por una amplia mayoría Patri-
cio Aylwin, quien encabeza la Concertación de Partidos por la De-
mocracia, coalición de una quincena de partidos que van desde la
centro derecha hasta la izquierda socialista.
El 11 de Septiembre de 1989 se realizan actos masivos en el
cementerio Santa Inés y en el Cementerio General de Santiago. En
ambos casos se registraron enfrentamientos entre manifestantes y
carabineros. El diario La Época da cuenta de los hechos en Santiago
en los siguientes términos: “Multitudinaria romería en homenaje a
los caídos el 11 de Septiembre de 1973”, bajo los lemas de “No a la
impunidad” y “Para que nunca más en Chile. Verdad y justicia”.
También se recalca el hecho de ser el último 11 en dictadura.

16
Ibíd. 13, p. 333
17
Ibíd. 13, p. 352

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En 1990 las conmemoraciones del 11 de Septiembre tienen un


sentido particular, por ser el primer 11 sin Pinochet en el poder y
porque unos días antes se había realizado el entierro de Salvador Allen-
de en el Cementerio General. A diferencia de años anteriores, la mar-
cha comienza en el centro de Santiago, para terminar en el mausoleo
de Allende y en el patio 29. El diario La Época titula en páginas
interiores: “Miles de personas marcharon ayer en dirección al Ce-
menterio General para rendir homenaje a Salvador Allende y visitar
las tumbas del denominado “Patio 29”, donde fueron sepultadas
personas sin identificar con posterioridad al golpe militar del 11 de
Septiembre de 1973”. Otra diferencia importante en este 11 es que
“comenzaron los conflictos en la vía pública y en el Cementerio Ge-
neral, que irían agudizándose en los años siguientes, y que marcan
uno de los principales quiebres de las memorias compartidas por la
oposición en la época de la dictadura: la separación entre la postura
conciliadora y de “día triste y de reflexión” del gobierno concertacio-
nista y la postura de lucha por encarcelar a los culpables de las viola-
ciones a los derechos humanos, que reivindica abiertamente y con-
fronta con la derecha la obra y las figuras emblemáticas de los caídos
en 1973 y en los años siguientes: Salvador Allende, Víctor Jara, Mi-
guel Enríquez, y el conjunto de los ejecutados políticos y los deteni-
dos-desaparecidos” 18.
En 1991 la marcha del 11 convoca a miles de personas bajo la
consigna “Marcha por la dignidad y esperanza del pueblo chileno”.
En La Moneda el gobierno realiza un acto de homenaje a los caídos
el 11, bajo la lógica de la reconciliación. La postura de la concerta-
ción queda claramente reflejada en un titular del diario La Nación de
ese año: “Aylwin: “Es una fecha triste. “Establecer la verdad es básico
para la reconciliación”, afirmó desde Isla de Pascua”. Este titular da
cuenta de tres elementos básicos de esta postura: la búsqueda de
verdad sobre el tema de los derechos humanos, de la mano de la
omisión de la justicia; la idea de la reconciliación; y la ausencia del
presidente de La Moneda.
Desde este periodo hasta la actualidad, el 11 de Septiembre se
ha visto marcado por la presencia de la izquierda extra-parlamentaria

18
Ibíd. 9, p. 35

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y de organizaciones y movimientos de diverso tipo. También conti-


nuaron violentos enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas poli-
ciales, algunos años incluso con resultado de muertes. En una entre-
vista al diario La Nación, el 12 de Septiembre de 1996, el intenden-
te de ese momento, Germán Quintana comenta: “Nuevamente el
Cementerio General fue usado como parapeto por parte de encapu-
chados, quienes escudándose en una actividad en que creemos que
los organizadores cumplieron con su palabra, se dedicaron a comba-
tir a la policía y en algunos casos con acciones muy focalizadas a
efectuar actos de pillaje”. En 1998, para los 25 años del golpe, El
Mercurio titula en primera página: “ Violencia y recuerdos marcaron
el último 11”. En una página interior se da cuenta de “160 deteni-
dos, 14 heridos y cuantiosos daños”.
En este periodo se inauguran una serie de sitios conmemorati-
vos como el Memorial del Detenido Desaparecido y el Ejecutado
Político en el Cementerio General, en el año 1994, y luego la estatua
de Salvador Allende en el 2000 en la Plaza de la Constitución. En-
tretanto, se deroga el 11 de Septiembre como feriado legal, pasando
a ser un día “normal” desde 1999.
En el año 2000 las conmemoraciones tienen dos cambios signi-
ficativos. El primero es que se autoriza el paso de la marcha por calle
Morandé, para que se hicieran homenajes en el lugar donde estuvo la
puerta de Morandé 80, por donde se había retirado el cuerpo del
fallecido Salvador Allende el día del bombardeo y que había sido
clausurada durante la dictadura. Antes de esta fecha nunca se había
autorizado el paso por este sector. El otro cambio fue que por prime-
ra vez durante los gobiernos concertacionistas, el presidente de la
república, Ricardo Lagos, participó en los actos conmemorativos en
La Moneda.

Los 30 años del golpe como clausura de la memoria.

Para la conmemoración de los 30 años del golpe militar, el 2003,


el entonces presidente Ricardo Lagos reabre la puerta de Morandé
80. Al otro día el Diario La Nación titula: “Reabrimos esta puerta
para que vuelvan a entrar las brisas de la libertad. Presidente Lagos

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pidió construir un futuro común para todos los chilenos”. Junto con
este acto, se realizó una misa con más de 1000 invitados. Para La-
gos19, la reapertura de Morandé 80, puerta que “simboliza nuestro
sello republicano” fue considerada por él uno de los actos claves de su
mandato. Es importante destacar que dicho acto, donde Ricardo Lagos
sale caminando por la entrada principal de La Moneda, solo, con un
clavel rojo en la mano, para luego volver a entrar por la puerta de
Morandé 80, fue inspirado en un acto realizado por el presidente
francés François Miterrand cuando éste asumió por primera vez en
1981, a modo de homenaje a una figura del socialismo francés. Como
suscribe el diario La Nación, “El gesto de Miterrand que inspiró a
Lagos. Fuentes de La Moneda confirmaron que Lagos tenía esa ima-
gen en mente cuando se diseñó la “puesta en escena” de la reapertura
de Morandé 80”.
En la tarde del día 11, también se realiza en la Plaza de la Cons-
titución un acto masivo que convoca a más de 10 000 personas, con
la presencia del cantautor cubano Silvio Rodríguez, icono musical de
la izquierda latinoamericana y gestor de una buena parte de la banda
sonora de la resistencia a la dictadura en los años 70 y 80. El domin-
go siguiente, según el diario La Nación, se realiza “una de las más
masivas, y la más ordenada romería de las marchas del 11”. Sólo se
da cuenta de unas pocas escaramuzas y unos cuantos detenidos. Se
estima que asistieron 20 000 personas a la marcha bajo la convocato-
ria “A los 30 años, nada se ha olvidado, nadie está olvidado”.
Este era el momento culmine de la explosión de la memoria so-
bre la Unidad Popular, el golpe y la dictadura militar. No parece haber
ningún otro momento en que la sociedad en su conjunto se haya visto
instalada en un ejercicio tan masivo y profundo de recordar y analizar
los hechos sucedidos desde 1970. Como nunca antes se realizaron una
multitud de actos, debates, reportajes, coloquios, lanzamientos de li-
bros, y todo de tipo de actividades relacionadas con el 11, las que
daban cuenta de una sociedad en pleno ejercicio de su memoria. Todas
estas actividades apuntaban a revisar nuestro pasado reciente, reflexio-
nando sobre lo que había sido el golpe de estado, las causas que lo

19
Ricardo Lagos, Acto de conmemoración de los 30 años del 11 de Septiembre de 1973,
disponible en www.presidencia.cl/upload_documentos/11_09_2003.pdf

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originaron, sus consecuencias, el periodo de la dictadura militar y la


presencia de todos estos elementos en la actualidad.
A juzgar por la casi inexistente presencia mediática del 11 en el
2004 y el 2005, podemos suponer que a la saturación de la memoria
de ese momento le siguió la consolidación del silencio. Como sostie-
ne Nelly Richard20, nos enfrentamos en la conmemoración de los 30
años “a la sobreexposición mediática de las imágenes del Golpe, que
vieron su compleja significación histórica desgastarse en la simpleza
de la repetición y la banalidad del consumo informativo. Septiembre
de 2003 provocó una hipersaturación noticiosa del recuerdo del Golpe
Militar que, más que reparar la deuda de una omisión, sugirió un
acuerdo entre el gobierno y los medios para despedir el pasado mo-
lesto en la clausura final de un ciclo histórico aliviado de cumplir
treinta años, de rematar una época de restos y de restas (los cuerpos
y los nombres que falta; la información de menos que hace falta) en
la hipermultiplicación periodística del más y más: en la sobreabun-
dancia de los flashes que, excitadamente, competían por ponerse al
día en materia de olvidos”21.
Después de tanto acto simbólico cargado de significado, con
una cobertura mediática importantísima, al año siguiente, 2004, el
presidente ni siquiera estuvo en Santiago para la ocasión y no partici-
pó en ninguna ceremonia relacionada con el tema. Por su parte, la
prensa apenas da cuenta de algunos actos recordatorios y de distur-
bios en poblaciones periféricas de Santiago, con una connotación
más policial que política.

Análisis de los efectos actuales de la marcha.

En la actualidad, pese a la creciente invisibilización política y


mediática de las conmemoraciones del 11, la marcha sigue desarro-
llándose, más menos de la misma forma que lo ha venido haciendo
desde principios de los 90. Comienza cerca de La Moneda, desde

20
Nelly Richard Ed., Utopía(s) 1973-2003. Revisar el pasado, criticar el presente, imaginar el
futuro, Universidad ARCIS, Santiago, 2004.
21
Ibíd. 19, p. 12

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ACTUEL MARX/ INTERVENCIONES Nº6

hace unos años pasa por Morandé 80 y luego por la estatua de Salva-
dor Allende en la Plaza de la Constitución. Luego, el trayecto conti-
núa hasta el Cementerio General, donde se realiza el acto central en
el Memorial del Detenido Desaparecido y el Ejecutado Político.
Si bien la permanencia de esta práctica de la memoria parece
como una forma de resistencia al silenciamiento que se ha querido
someter a la memoria del 11, la marcha también va quedando insta-
lada en una tensión propia del contexto actual en que se enmarca. Su
recorrido ha tenido pleno sentido desde la dictadura y los primeros
años de la concertación, porque ponía en el tapete algo que la socie-
dad chilena no tenía plenamente asumido, la violación a los derechos
humanos y particularmente las muertes y las desapariciones forza-
das. Luego de tantos años, y con todos los reconocimientos realiza-
dos, como las comisiones Rettig y Valech o las investigaciones judi-
ciales y periodísticas de los últimos tiempos, la sociedad chilena no
niega la realidad de estos hechos. Evidentemente, siguen habiendo
tremendas insuficiencias en términos de verdad y justicia, y los reco-
nocimientos, frecuentemente mezquinos e insuficientes, también
suelen plantearse en una lógica que busca el silencio más que el de-
bate sobre este periodo de nuestra historia. Pero no es menos cierto
que estos reconocimientos, con toda la parcialidad que conllevan,
han pasado a ser un suerte de verdad oficial. Sin embargo, la marcha
sigue desarrollando el mismo recorrido, podríamos decir casi con
independencia de los sucesos políticos y sociales.
En el contexto actual, donde diversos sectores buscan dejar atrás
el golpe y la dictadura a través del silenciamiento de la memoria, este
recorrido, al mantener su misma lógica y terminar en el cementerio,
parece contribuir a dejar fuera del presente al 11. ¿Porqué razón? Por
que deja al 11 y su conmemoración en el lugar del pasado, de la
muerte, del silencio, y en definitiva del olvido y el silencio. Cual-
quier forma de recordar que termine en un cementerio es una forma
de clausurar el pasado al cual refiere. Pero además, privatiza este re-
cuerdo, ya que lo hace propio de quienes asisten a la conmemora-
ción, la cual ha sido sacada del espacio público. En esta lógica, si el
Memorial del Detenido Desaparecido y el Ejecutado Político, máxi-
ma expresión simbólica de la memoria del golpe y la dictadura, no
estuviera en el cementerio sino que en algún espacio urbano signifi-
cativo, la situación sería necesariamente diferente. El recordar el 11
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MEMORIA Y CONMEMORACIÓN DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1973

sería una práctica pública, del conjunto de la sociedad, desprivati-


zando una memoria que nos pertenece a todos.
En el año 2005, a partir de este diagnóstico, se realizó una
experiencia conocida como MarchaRearme, que consistió en una
marcha de regreso al centro de Santiago desde el Cementerio Gene-
ral, luego de la finalización del acto central. El objetivo de esta mar-
cha fue justamente devolver al espacio público el recuerdo del 11,
sacándolo del cementerio y su particularización a una sector deter-
minado para reinstalarlo como una parte constitutiva del conjunto
de la sociedad chilena. La convocatoria fue asumida por varios cente-
nares de personas, que participaron de este regreso al centro, especí-
ficamente a La Moneda. Sin embargo, la intervención de las fuerzas
policiales no permitió que se alcanzará el objetivo, siendo los mani-
festantes violentamente disueltos en las cercanías de la Plaza de Ar-
mas. El interés de cerrar con esta referencia tiene que ver con mostrar
cómo las prácticas conmemorativas del 11 no están completamente
estancadas y cómo se realizan esfuerzos para generar formas de recor-
dar que tengan efectos sobre la configuración actual de los recuerdos
del golpe y la dictadura militar, promoviendo una memoria pública
que desprivatice el 11 de un solo sector de nuestra sociedad.

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