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Personajes:
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ESCENA I
ALEJANDRO MONTIEL: “El vals del recuerdo”, en radio “El Faro de las Lilas”
auspiciado por CAMPANITAS, la colonia de los astros, en la voz de quien les
habla (Suena un coro de voces femeninas ): Alejandro Montiel. (Vuelve a
sonar el coro de voces femeninas). Hoy contamos con la presencia de nuestros
nonagenarios, orgullo de LAS LILAS, maestros de vida, para nosotros. A mi
lado tengo a las hermanitas Doré, Adela
AURORA: Aurora
ALEJANDRO MONTIEL: Aurora y Emilita
AURORA: Almita
ALEJANDRO MONTIEL: Almita. Bello nombre por cierto. Aurora y Almita Doré.
AURORA: Aurora Doré, viuda de Fiorelli.
ALEJANDRO MONTIEL: Y Emili…Almita
ALMITA: Almita Doré, viuda de nadie, a Dios gracias.
ALEJANDRO MONTIEL: Dos ilustres damas de nuestra comunidad. La señora
Aurora Doré de Fiorelli es la organizadora de nuestra tradicional kermesse
anual para caridad. ¿Verdad, señora?
AURORA: Todos los años.
ALMITA: Desde el año 1948.
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AURORA: La primera fue en el 49.
ALMITA: 1948. 20 de junio de 1948.
AURORA Y ALMITA: (Al unísono) Día de la Bandera.
ALEJANDRO MONTIEL: Día de la bandera, día muy especial, si se me
permite, para la Señora Emilita.
AURORA: Almita. Al-mi-ta. Y es señorita.
ALEJANDRO MONTIEL: La señorita Almita Doré. Eminente maestra de
nuestra escuela primaria.
AURORA: Quince años en primer grado, quince años en sexto grado.
ALEJANDRO MONTIEL: Tres décadas dedicadas a la educación de nuestros
niños. ¿Verdad, Almita?
ALMITA: Los niños, los niños. Los niños son una porquería.
AURORA: Contenete.
ALEJANDRO MONTIEL: Emili-Almita, lo que quiero decir
ALMITA: Que no me hable de los niños, entonces. Esas sanguijuelas,
parásitos inmundos que cuando no berrean están sucios y cuando no
AURORA: ¡Almita, basta, que el señor te está hablando!
ALMITA: Bendito el nombre del Señor, padre nuestro
AURORA: Éste señor, Almita, no el de la iglesia.
ALMITA: Entonces aclará.
ALEJANDRO MONTIEL: Bueno, bueno, Almita es todo un carácter, ¿eh? Una
mujer de carácter, miembro de la cultura, adalid de la educación.
ALMITA: Seguite metiendo conmigo, basura, vas a ver.
AURORA: Terminala, Almita. No se mete, está hablando bien de vos.
ALMITA: ¿Cómo bien?
AURORA: Almita, ¿Otra vez?
AURORA: ¿Dónde la pusiste? ¿Dónde? Acá está. Ahí tenés. Ponele la pila al
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audífono y dejate de jorobar. Disculpe, Alejandro. Tiene una manía con esto.
ALMITA: Por lo que hay que oir.
ALEJANDRO MONTIEL: Caramba, caramba. Pícara ha resultado nuestra
querida maestra. ¿La recuerdan sus alumnos? Pueden llamar a nuestros
teléfonos, si desean dejar un mensaje para esta anciana docente, que
seguramente instruyó a más de un profesional, a más de un artista, a más de
un funcionario en nuestra querida comunidad.
ALMITA: Todos burros.
AURORA: Ya no sé qué hacer con ella, todo el tiempo peleando. ¡Peleona!
AURORA: No, Luisito, la señora preferirá estar allá y no acá. (Luisito cambia a
la Sra. de Barrutia de lugar.) Este muchacho es atolondrado.
ALEJANDRO MONTIEL: Bueno, bueno, bueno. La señora Aurora de Fiorelli se
refiere a otro de nuestros invitados, el señor Luis Barragán, aquí conocido
como Luisito, diminutivo con el que nuestra comunidad revela el gran afecto
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que se le tiene. ¡Bienvenido a nuestro programa! Luisito Barragán ha sido un
maestro excelente, y más tarde director de la Escuela Normal de Maestras, ¿no
es así, Luisito?
LUISITO: (Se acerca al micrófono) Tuve cuarto grado hasta el año 1952, luego
tuve quinto de 1952 hasta el 56, y después en el 60 me dan el nombramiento
como Director Interi
ALEJANDRO MONTIEL: (Interrumpiéndolo) También nos acompaña Patrocinio
Hernández, que conoce las cabezas femeninas de Las Lilas, ¿eh, Patro? Ja,
ja, ja.
PATRO: Luisito, ponga a la señora aquí, por favor, junto a mí.
ALMITA: Patro, vení, sentate acá.
ALEJANDRO MONTIEL: Ya tenemos un programa ¡qué programa! Con
quienes han sido flor y nata de Las Lilas. Flor y nata, ¿eh, Luisito?
LUISITO: ¿Señor?
ALEJANDRO MONTIEL: Digo que es un honor tenerlos aquí a todos reunidos.
Son ustedes las personas más longevas en Las Lilas. Los nonagenarios.
AURORA: Si yo ni cumplí los ochenta.
ALMITA: Dale un sosegate, Aurora, haceme caso. ¡Nonagenarios! Pero qué
atrevido!
ALEJANDRO MONTIEL: ¡Ja, ja, ja! Pero con mucho espíritu ¿eh? ¿A que
podrían participar en la competencia de baile de la kermesse? ¡Claro que sí!
¿Era de bailar, usted, Señora de Barrutia?
ISABEL: De joven, bailé tango.
AURORA: Yo gané dos competencias de baile
ALEJANDRO MONTIEL: ¿Con su marido?
AURORA: El finado no sabía dar un paso
ALEJANDRO MONTIEL: ¿Entonces?
AURORA: Se sorteaban las parejas.
ALMITA: A vos siempre te tocaba con el primo Rodolfo.
AURORA: ¿Y?
ALMITA: Digo
AURORA: Era por sorteo.
ALMITA: También te tocaba de pareja en los carnavales.
AURORA: El destino.
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ALMITA: Y en los bailes del club.
AURORA: ¡Basta Almita!.
PATRO: Yo recuerdo los bailes del club.
ISABEL: Eran preciosos, con orquesta en vivo. TOSE
ALEJANDRO MONTIEL: ¿Le puedo ofrecer un caramelo?
KEVIN le acerca una bolsita con caramelos a ALEJANDRO MONTIEL, quien a
su vez se la da Patrocinio. Ésta toma uno, le quita el papel y se lo da a la Sra.
ISABEL.
ALEJANDRO MONTIEL: Haga circular la bolsita Doña Patro, hay para todos.
AURORA: La orquesta de Osmar Maderna vino dos veces acá.
PATRO: Porque él era de acá nomás. Tenía la familia en Casares.
ALMITA: Pehuajó.
PATRO: Sí, Pehuajó.
LUISITO: También se hacía para la fogata de San Juan.
PATRO: El baile y la carrera de embolsados.
ISABEL: Y el campeonato de canasta.
ALEJANDRO MONTIEL: ¡Un pueblo pletórico de diversión! Luisito: y los
hombres, ¿cómo se divertían?
LUISITO: Bueno, estaba el campeonato de truco.
PAUSA
PATRO: Había unas cuatreras, también
ISABEL: Para el 25 de mayo y el 9 de julio. Pero después ya las hicieron en
Casares.
ALEJANDRO MONTIEL: Y el resto del año, ¿con qué se entretenían los
hombres?
AURORA: Mi marido iba a jugar a los naipes en la intendencia.
PATRO: Algunos iban a la intendencia, otros jugaban en otro lado.
LUISITO: Cosas de la política.
ALEJANDRO MONTIEL: ¿Dónde jugaba usted a los naipes, Luisito?
LUISITO: (Incómodo) No recuerdo.
ALEJANDRO MONTIEL: Luisito Barragán es todo un caballero, y tal vez por
eso no quiere hablar de esos lugares donde solamente ingresaban hombres,
¿eh, Luisito?
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A LUISITO le comienza a temblar la pierna que se sacude contra la mesa,
haciendo ruido.
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CAPITAL, PARA VOS MUJER, PARA VOS JOVEN, PARA VOS NIÑA.
ESCENA II
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franceses que avanzaban sobre Italia por ejemplo y que llevaban mujeres para
atender a los soldados y fue tal la infección, que se demoraron y retrocedieron.
Pero por acá sífilis no, gonorrea sí.
ISABEL: (Desviando el tema) ¡El doctor Aróstegui! ¡Qué médico, qué persona
de bien! Había una placa en la estación en memoria suya.
PATRO: Se la robaron a la placa, porque era de bronce. Todo lo de bronce que
había en la estación se lo robaron. Gente que no es de acá.
ISABEL: Habría que volver a hacer una placa en su honor. Y ponerla en la
plaza. Con más vigilancia. De la plaza no se pueden robar nada. ¿Cómo decía
la que se robaron?... “Al Dr. Luciano Aróstegui, médico y filántropo…la
comunidad a su memoria”.
PATRO: Él iba a cualquier hora y a cualquier lugar. Donde lo llamaban estaba.
Si tenían plata para pagarle, bien. Y si no, no cobraba. Una vez operó a un
chacarero arriba de una mesa nomás.
ALEJANDRO MONTIEL: El Dr. Aróstegui tuvo también una actividad política
muy importante ¿no?
LUISITO: El era radical, de los de la primera hora. Pero en el momento de
atender, no se fijaba en el color político de nadie.
AURORA: Mi finado era peronista, y sin embargo, eran amigos con el doctor.
¡Las veces que habrá ido a la tabaquería!. Hasta una vez lo revisó ahí, en el
mostrador, cuando se le bajó la presión. Y mi marido le pagó con una caja de
cigarros importados. Eran adversarios, pero amigos.
ALMITA: Tu finado se enfiestaba en la intendencia y el doctor en el peringundín
enfrente de mi casa.
AURORA: ¡Almita! (a Alejandro Montiel) ¡Ay! Podría por favor traerle un vasito
de agua. Se emociona con esto de estar en la radio y dice cualquier cosa
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ALEJANDRO MONTIEL: Aquí tiene Señora. (Le sirve un vaso de agua a
ALMITA)
ALMITA. Se-ño-ri-ta!
(ALMITA traga la pastilla. Tose.)
ALEJANDRO MONTIEL: Un caramelo para almita, por favor. (PATROCINIO le
alcanza la bolsita)¿Y Usted Señora Isabel qué dice?
ISABEL: (Se sobresalta.) ¿Respecto a qué? (Tose).
PATRO: ¿Le sirvo un poquito de agua doña Isabel?
PATROCINIO intenta tomar la jarra, pero llega KEVIN corriendo, se la arrebata
y le sirve agua. ISABEL bebe.
ISABEL: Gracias. Ya estoy mejor.
ALEJANDRO MONTIEL: Le preguntaba Señora Isabel qué opinión tenía usted
sobre la actividad política de aquéllos momentos
ISABEL: Ah…la actividad política. En esa época todo era confuso, injusto.
Usted se acordará, Luisito, porque ya estaba dando clases. Las chicas se
recibían de maestras y por más que fueran excelentes personas, no podían
conseguir trabajo.
ALMITA: Yo apenas me recibí tuve el nombramiento
ISABEL: Usted porque habrá tenido un político arriba que le avaló la ficha,
porque así eran las cosas, todo por acomodo. ¨Pero a las que no eran
peronistas, nadie les avalaba la ficha de inscripción, les cerraban las puertas.
ALMITA: Maldita la hora que me nombraron ¡Una tortura! Esos chicos de
porquería
AURORA: ¡Almita! La boca.
ALEJANDRO MONTIEL: Así que los partidos se repartían entre la intendencia y
la casa de enfrente de la Señora Almita.
PATRO: Había también una casa cerca de donde yo tenía la peluquería, por la
transversal. .
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PATRO: Una casa de citas es algo bien distinto que un prostíbulo.
AURORA: Bah, bah, es todo la misma basura.
ALMITA: Luisito ¿no podés dejar esa pierna quieta? ¿Tenés el parkinson?
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ALEJANDRO MONTIEL: ¿Y el apellido?
LUISITO: No. El apellido no
ALMITA : ¿Vos estás seguro de que se llamaba Carmen? Si nunca te acordás
de nada.
AURORA: Tiene razón mi hermana, mire que acordarse de una noticia tan
chiquitita… de hace tanto tiempo.
LUISITO: Carmen se llamaba. Estoy seguro.
ALEJANDRO MONTIEL: Así que su marido viajaba seguido a Europa Señora
Isabel. ¿Y usted lo acompañaba?
ISABEL: No. No. Sólo para la luna de miel. Estuvimos en Venecia, Florencia.
Pero después eran viajes de negocio, mucho trajín. Yo prefería quedarme.
Además, ya tenía a las nenas,,, eran chicas.
ALEJANDRO MONTIEL: Volviendo al tema de la muchacha. ¿Alguno de
ustedes la había conocido, o visto quizás alguna vez?
Suena un teléfono.
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CON PASAS DE UVA Y EL PICANTE CON AJÍES DE LA MALA PALABRA.
*¡ASÍ SE COMIENZA EL DÍA! NO SALGA DE SU CASA SIN HABER TOMADO
SU CAFÉ CON VAINILLAS “DELICIA BELGA”.
* LA CARRERA DE BICICLETAS A BENEFICIO DE SANTA CECILIA TIENE
ABIERTA SU INSCRIPCIÓN HASTA EL ÚLTIMO DÍA DEL MES. INSCRÍBASE,
Y ENTRE TODOS LOGRAREMOS HACER REALIDAD EL SUEÑO DE UNA
CAMPANA NUEVA.
*JABÓN “CAMPANITAS” TIENE DOS NUEVAS FRAGANCIAS: CÍTRICOS Y
JAZMÍN. ATRÉVASE A PROBARLOS.
*LA INTENDENCIA DE LAS LILAS INFORMA QUE EL IMPUESTO DE
ALUMBRADO, BARRIDO Y LIMPIEZA DE ESTE MES TIENE UN
SUPLEMENTO POR ÚNICA VEZ PARA AYUDAR A PALIAR LOS DAÑOS DEL
TORNADO. COLABORE PAGANDO EN TÉRMINO.
ESCENA III
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putas. Él decía que a un hombre que no va de putas de vez en cuando, se le
pone espesa la sangre, y después no puede ni trabajar bien, ni nada… Lo
extraño mucho al abuelo.”
ALEJANDRO MONTIEL: Bueno, bueno, bueno. Por favor, producción. Es un
mensaje muy insultante para estas adorables damas. Les pido disculpas,
señoras.
Silencio tenso.
ALMITA: Bueno, che, no hay por qué saberlo, tampoco. Quién se iba imaginar.
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AURORA: Luisito con amores ocultos.
ALMITA: ¡Luisito Barragán, mirá que habías resultado un tapado!
ALEJANDRO MONTIEL: ¡Y siguen llegando los mensajes! Creo, Luisito, que
nos debe una explicación. Aquí hay gente que se preocupa por usted. “Señor
Luisito:” dice la señora Elisa di Fabio “Nosotros en el grado siempre creímos
que usted estaba enamorado de la señorita Almita. Todos decían eso, que
usted y ella eran novios en secreto. Sería porque los dos eran tan esmirriados.
O porque estaban siempre tan solos, qué se yo. Parecían amigos, y se
trataban con tanta amabilidad”
ALMITA: Yo me acuerdo de esa chica di Fabio. La madre la traía con la
cabeza hecha un nido de caranchos.
AURORA: Almita, te vas a terminar peleando con todos
ALMITA: ¿Qué me importa? La verdad no ofende. Es la verdad. La madre
era una mujer desprolija, que se creía que porque la chica tenía el cabello
encrespado no había que peinarlo.
ALEJANDRO MONTIEL: Y la verdad, también, es que Almita no era la novia
de Luisito. La muertita era su novia, ¿verdad, Luisito?
LUISITO: Algo así.
ALMITA: Algo así, algo así. No es respuesta para dar. Era una puta o era tu
novia. “Algo así” no existe. Y si vos tuviste algo que ver con lo que le pasó a
esa chica, lo decís.
AURORA: Controlate, Almita.
ALMITA: ¡Que se deje de melindres! ¡Un poco de cojones, de una vez por
todas! ¡Toda la vida colgado de la falda de la madre!
PATRO: ¡Basta, Alma, se acabó!
ALEJANDRO MONTIEL: ¿Otro mensaje? Un mensaje más, señores.
“Hola, Alejandro. Lo felicito por el programa. Lo llamo porque mi mamá dice
que se sabía que el señor Luis andaba con esa mujer que mataron. Que se
pensó que era él, pero que ahora, cuando escuchamos su programa, nos
damos cuenta de que pudo ser Alma, porque Alma estaba enamorada de él, y
quedó con resentimiento. Los celos son malos consejeros, y es posible que”
AURORA: ¡Almita, te están tratando de asesina! (A micrófono)¡Antes de hablar
de mi hermana se lavan la boca! ¡Mi hermana es una mujer muy decente, que
jamás se hubiera ensuciado las manos por una chirusa!
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LUISITO: A ver, señora, ¿con qué autoridad dice usted “chirusa” de alguien a
quien no conoció? ¿Con qué derecho enloda
PATRO: Luisito, por favor, está bien.
LUISITO: Nada bien, nada bien. Que se ocupe de sus asuntos.
AURORA: No irá a comparar a mi hermana Almita con una cualquiera, nosotras
somos de familia.
ISABEL: ¡Qué descaro, esta mujer!
LUISITO: ¿La está oyendo, Patro? Dice “cualquiera” como quien
AURORA: ¿Qué dijo esa? A mi me está dando algo, ¿cuál es el brazo que
duele en el infarto, Almita, el derecho o el izquierdo?
ALEJANDRO MONTIEL: El izquierdo.
ALMITA: Pero, Patro, mire si yo iba a estar celosa de éste.
PATRO: Alma, por favor, no diga más.
ALMITA: No, Patro, mi hermana habla por hablar, perdónenla. No es mala, es
idiota no más.
AURORA: Almita, me duele el brazo.
ALMITA: Tomate la de la presión, Aurora, y dejate de jorobar. (A Patro) Yo seré
lo que seré, pero asesina no. Y Luisito tampoco, vamos. Ninguno de los dos
podría haber tenido nada que ver con eso. ¡Vamos, Patro! Para matar hay que
llevarlo en la sangre.
ISABEL: Patro, necesito su ayuda.
KEVIN corre a abrir la puerta, sale la SRA. ISABEL, llevada por PATROCINIO..
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LUISITO: Carmen era mi novia.
ALEJANDRO MONTIEL: Usted la quería mucho.
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ALMITA: Calmate Luis. Vení, sentate. No seas zonzo, ¿querés? ¡Regaló ese
Perramus que tenía desde que se había casado, porque se compró otro! Y en
la iglesia, cuando lo repartieron, le tocó en suerte a esa chica tuya.
AURORA: Yo era muy menudita, también, cuando me casé. Una cinturita
ALMITA: Y cuando lo diste habías echado trasero de matrona. Pero eras
elegante, hay que reconocer. Y con el perramus nuevo
AURORA: ¡No! Una gabardina de la casa Burberry, igual que la de la película
Casablanca, con sombrero y todo. Pero la conseguí en oferta.
ISABEL: ¡Mmjé!
PATRO: ¿Está bien, acá, señora?
ISABEL: Perfectamente, querida. Gracias.
ALEJANDRO MONTIEL: Ha regresado al estudio la Sra. Isabel de Barrutia,
acompañada por su mucama
ISABEL: Patro no es mi mucama. Es una buena amiga.
PATRO: No, no, dice bien: fui mucama de la señora cuando era jovencita. Ella
me ayudó para que estudiara peluquería, y me instalara.
ISABEL: Es lo que hacen las amigas.
LUISITO: Mucha casualidad que le dieran el perramus.
AURORA: ¿Ves, Almita, ves cómo la sigue?
ALMITA: ¿Qué te ha dado ahora a vos, che?
ALEJANDRO MONTIEL: ¡Qué apasionante historia, señores, ésta de la
muertita -dicho con todo respeto, Luisito-! ¡Qué apasionante! Porque en ella
se entremezclan las memorias más queridas y típicas de Las Lilas. ¿Estamos
en la antesala de resolver un antiguo crimen? Es alguna de estas personas el
asesino de la muertita? Esa pobre muchacha, que falleció como víctima de la
Revolución Libertadora.
ALMITA: Éste, para mí, que se toma. ¿Qué víctima de la Libertadora? No
haga que tenga que ponerme a defender a esos cretinos, por favor.
AURORA: Cuando se supo que habían muerto tantas personas. Hasta chicos.
Yo lloraba abrazada a mis hijos. Yo soy muy sensible. Porque una dice, total,
pasó tan lejos, ¿no? Pero había mucho miedo. De las venganzas, sobre todo.
La gente era muy rencorosa en ese entonces.
ALEJANDRO MONTIEL: Vamos a una pausa comercial y continuamos con
este misterio irresuelto de LAS LILAS.
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Suena ráfaga musical y KEVIN lee la tanda publicitaria:
ESCENA IV
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AURORA: (A Isabel) ¡Mi hermana siempre fue decente y virgen!
ALMITA: Desgraciadamente. Y así tendré que irme de este mundo, a menos
que vos Patro
ISABEL: ¡Las cosas que hay que escuchar, mi Dios, a esta altura de la vida!
PATRO: Yo le juro Señora Isabel que nunca…
ISABEL: Ni hace falta que me lo diga Patro. La degenerada es ella
AURORA: (A Patro) ¡Qué no! Usted la debe haber provocado a mi hermana.
Con esos ojos claros de los que siempre hizo alarde. Mire, se lo voy a decir: un
par de ojos verdes no le alcanzan para tapar que es bastarda.
PATRO: Mi madre era criolla. Pobre, es cierto, pero trabajadora.
AURORA: Sée. Se dejaba trabajar por el estanciero inglés. ¡Bastarda!
ISABEL: No le permito Sra. Que trate así a mi amiga Patro. Y en cuanto a
usted, la virtud no es precisamente herencia familiar.
ALMITA: Nadie puede hablar de virtudes acá. Usted habrá sido muy santita,
pero los cuernos le traban las ruedas de la silla.
ISABEL: ¿Por qué no se hace lavar esa boca llena de culebras?
ALMITA: Pero Señora, no me va a negar que su marido andaba con cualquiera
que se le cruzaba.
AURORA: ¡Almita!
ALMITA: Mucha alcurnia, mucho apellido. El “Señor Barrutia”. Pero ¿sabe
cómo le decían por detrás? “Pinchila de porland”.
AURORA: ¡Por favor! (A todos) No le hagan caso, no está bien. Son todas esas
pastillas que está tomando, se le mezclan.
ALMITA: Así que no sería nada raro que la muertita hubiera caído también en
sus garras. En una de esas, la chica se le pegó, y él queriéndosela sacar de
encima la liquidó.
ISABEL: ¡¿Qué dice?!
AURORA: Callate Almita. Dalmiro no mató a esa chica.
ISABEL: ¿Cómo Dalmiro?¿Con qué derecho menciona a mi finado esposo con
tanta familiaridad?
AURORA: Con el derecho que me gané por haberle brindado una auténtica
pasión. La que usted le negó, abriéndole las piernas nomás para que le haga
hijas. Y cerrándoselas después como ventanas de convento.
ISABEL: ¡No le permito!
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Suenan los teléfonos con insistencia. ALEJANDRO y KEVIN atienden. Están
muy excitados.
Silencio tenso.
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ISABEL tiene un ataque de tos.
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que ya ve, Sra. Isabel. Puede quedarse tranquila. Su marido no tuvo nada que
ver con ese crimen.
ALMITA: A ver, Aurora, fijate si entre todos estos remedios hay algo para la tos.
Mirá cómo la hiciste poner a la Sra. de Barrutia.
PATRO: ¿Quiere que salgamos un momento Sra. Isabel?
ALMITA: Che, ésa está más cerca del arpa que de la guitarra.
ALEJANDRO: Almita, no se olvide
AURORA: ¿Viste cómo se puso? ¡Como si no lo hubiera sabido! ¡Bien que lo
sabía! Me tenía envidia, con ese cuerpito que tenía yo, que ni los embarazos
me arruinaron. Ella estaba segura de que yo se lo iba a quitar. Las otras
fueron otras, pero yo
ALEJANDRO: Perdón, Aurora, pero quiero recordarle
LUISITO: Alejandro, ¿no podremos evitar el tema del señor Barrutia? Sería un
tarambana y un corrupto
AURORA: Era un hombrote. Y ella no lo merecía.
ALMITA: Nadie lo merecía, Aurora. Tiene razón Luisito, Alejandro. Vamos a
terminar todos peleados con todos, y esa vieja va a estirar la pata acá en el
programa, si la seguimos.
LUISITO: Callate, Almita, no seas mufa.
ALMITA: Hacé el favor, se nota que anda con el cajón a cuestas. Siempre
dijeron que era frígida.
ALEJANDRO: ¡Almita, estamos en el aire!
AURORA: Claro que era frígida.
ALEJANDRO: ¡Nuestros oyentes!
LUISITO: (A Almita) De vos decían lo mismo.
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ALMITA: ¿Ý qué? De vos decían que eras marica.
ALEJANDRO: (Gimiendo) ¡Producción! ¡Música! ¡Mensajes! ¡Algo!
KEVIN se apresura a buscar un tema musical para tapar las voces de los
invitados.
ALMITA: Tómese una de estas, hombre, a ver si le da algo todavía.
ESCENA V
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AURORA: Maldita la hora en que lo doné.
ALMITA: Fuiste buena cristiana.
ALEJANDRO MONTIEL: Su nombre queda limpio, Aurora.
AURORA: Es que yo era tan menuda, excepto de busto, claro, pero en lo
demás. No encontraban a quién dárselo
LUISITO: Carmen también era menuda. Tengo una foto, vea.
LUIS saca de uno de sus bolsillos una pequeña foto de CARMEN y se la
muestra a ALEJANDRO MONTIEL. KEVIN corre a verla también.
ALEJANDRO MONTIEL: Hermosa joven.
ALMITA: A ver, che
ALEJANDRO MONTIEL: Luisito, cuéntenos cómo, en qué circunstancias
falleció su novia Carmencita.
ALMITA: ¿Ésta era? Es tan chiquita la foto. Yo no sé cómo ven algo.
LUISITO: Me hace daño hablar de eso, señor.
ALEJANDRO MONTIEL: Pero solamente usted puede dejar limpio el nombre
de su amada, Luisito. Se habló de ella, y hay que terminar con este asunto.
De una vez y para siempre. Y queremos que nuestro programa, “El vals del
recuerdo”, y Radio “El faro de Las Lilas”, sean el vehículo para que esto ingrese
a la historia con el manto de verdad y de justicia que merece. Vamos, Luisito,
hágalo por Carmencita, hágalo por Las Lilas.
KEVIN: -¡Vamos Luisito!¡Usted puede!
PAUSA.
LUISITO: Esa noche me habían invitado. ( Se oyen truenos y lluvia). A la
intendencia y a la casa de tolerancia me habían invitado… con perdón.
AURORA: No había tal cosa, por favor, cuántas veces tengo que decirlo.
Se vuelve a abrir la puerta. Ingresan PATRO y la SRA. ISABEL.
ALMITA: Con todos los problemas que teníamos, los hombres todavía tenían
ganas de pensar en eso.
LUISITO: No, Alma, no era así. Ustedes no saben. En esas casas uno se
reunía para
AURORA: Por favor, qué falta hace
LUISITO: hablar de un tema, como si estuviera en asamblea. O para hacer
negocios, señora. Tal como su marido lo hacía en la Intendencia. Si pudieron
comprar tantas casas en remate, ¿por qué creyó que era? ¿Cómo hizo su
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marido para tener tantas propiedades con una tabaquería?
ALMITA: ¡Ya me parecía!
AURORA: ¡Con trabajo y con decencia, señor! ¡Fiorelli era persona de bien!
ISABEL: (Acercándose al micrófono y aclarando la voz). Por favor, señora.
Todo el mundo sabe lo amigo del intendente que era. Y cómo estaba asociado
con él para “comprar” las casas que se remataban.
AURORA: No he venido a ser insultada.
ALMITA: Te dije, Aurora, que ese hombre no podía ganar tanto con los
cigarros.
ISABEL: Su marido era el testaferro del intendente, “señora“.
ALMITA: Mi hermana era una ingenua.
ISABEL: Una cómoda.
ALMITA: ¿Y usted por qué se quedaba con ese marido suyo que vivía
clavándole las guampas?
LUISITO: ¡Estoy intentando contar una historia, señoras!
SILENCIO.
LUISITO: Esa noche me habían invitado. (KEVIN busca en su computador,
pone sonido de truenos y lluvia.) A la intendencia y a la casa de tolerancia.
Pero yo no iría a ninguna de ambas. Es que esa noche tenía cita con Carmen,
Me iba a encontrar con ella en la casa de citas. La que estaba pegada a la
peluquería de Patrocinio.(Vuelve a sacudir la pierna).
PATRO: Es verdad.
LUISITO: Serían las nueve y cuarto, nueve y veinte. Habíamos quedado en
vernos a las nueve, pero mi madre me retrasó.
ALMITA: La intramuscular.
LUISITO: La intramuscular y la presión. Salí de casa tarde, el tiempo era
malísimo. Me apuré, claro, aunque sabía que Carmen me esperaría. Tanto
como fuera necesario. Así era ella, así me quería. Cuando iba llegando, algo
vi asomar en la vereda, pero no me di cuenta hasta que estuve al lado.
ALMITA: Es que caía la lluvia como pared. Dejá esa pierna quieta hombre, se
te va a salir del cuerpo.
LUISITO: ¡No puedo!
ALMITA: Seguí, yo te la sostengo.
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Cesa el ruido.
ALEJANDRO: ¿Qué vio en esa vereda, Luisito?
LUISITO: Los pies. Sus pies con galochas. No lo entendí hasta llegar a la
puerta, y ver su cuerpo tendido, su espalda manchada por los dos balazos, el
charco oscuro debajo de su cuerpo. (Suena un trueno).
ALEJANDRO: ¿Qué hizo entonces, Luisito?
LUISITO: Creo que… no sé qué hice. Me quedé quieto. Hasta que
PATRO: Dígalo, Luisito. No tiene importancia, ya.
LUISITO: Es que
PATRO: Se quedó quieto hasta que yo le grité.
ALEJANDRO: ¿Qué hacía usted ahí?
PATRO: Yo trabajaba ahí, señor. Tenía mi peluquería ahí.
ALEJANDRO: ¡Pero eran las nueve y veinte de la noche! ¿Hasta qué hora
trabajaba, Patro?
LUISITO: ¡Es cierto! ¿Por qué estabas ahí a esa hora?
PATRO: Peinaba unas pelucas.
AURORA: No se usaban las pelucas. Nadie usaba pelucas.
PATRO: Las pupilas, Aurora. Ellas tenían que ser rubias, pelirrojas, y hasta
morenas, según se lo pidieran. Al principio me negué: “Mire señora” le dije a la
madama “yo podré ser pobre, pero soy decente.” Pero después pensé: “lo que
hagan estas mujeres, no lo hacen con la cabeza”. El dinero era bueno, y decidí
hacerlo de noche, para que nadie supiera. Las pelucas son clientas
silenciosas.
ALEJANDRO: Pero ¿qué pasó esa noche, Patrocinio? Cuéntenos de esa
noche.
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Entonces vi pasar otra silueta.
ALEJANDRO: Otra silueta.
LUISITO: ¡Yo!
PATRO: Sí, usted. Entonces me animé y salí. Y lo vi a usted en un refucilo,
con los ojos como monedas de uno, y vi el cuerpo tendido. Yo sabía que usted
no había sido, que a la pobrecita la habían matado antes. Y pensé “si lo
encuentran acá a este pobre desgraciado, lo mandan preso”. Ahí fue que le
grité, ¿se acuerda?
LUISITO: Sí, claro, me gritó “¡Corra! ¡Corra! ¡Corra!”
ALEJANDRO: ¿Y usted qué hizo?
LUISITO: Corrí. Corrí. Corrí hasta la casa de mi madre y nunca volví a salir.
La lloré. Es la única mujer que lloré, además de mi madre.
ALMITA: Algunos decían que vos tenías que ver con eso. Yo nunca lo creí,
Luisito.
LUISITO: Gracias, gracias. Yo nunca tuve mi conciencia tranquila por haber
huido. Es más, (Pausa) yo estaba seguro de que Patro había tenido que ver
en el asunto. Perdóneme, Patro, pero ¿por qué iba a salvarme, si no? Usted
fue muy buena conmigo. Pero me rompía la cabeza pensando por qué. Por
qué matar a una muchacha que no hacía ningún daño.
ALMITA: Por celos.
AURORA: O por venganza.
PATRO: O por dinero.
ISABEL: O por error. (Tose.)
SILENCIO.
ISABEL: No fueron celos, ni venganza. Mucho menos fue dinero, eso es
seguro. O sí, o fue todo eso. Pero de no haber sido un error, hubiera sido un
crimen perfecto, ¿no? Nadie puede relacionarme con ella. No la conocía.
Jamás la había visto en mi vida.
PATRO: ¡No! ¡Desvaría! La señora Isabel es incapaz de dañar a nadie.
Incapaz de ser grosera. O de
ISABEL: Yo la maté. Yo-la-ma-té. Lo lamento por mis hijas. Yo la maté.
Pobrecita. Y ni siquiera la conocía.
KEVIN corre a cerciorarse de que el micrófono está bien direccionado.
ALMITA: Che, Luisito, ¿te sentís bien?
28
AURORA: Está blanco. ¿Luisito, oís?
ISABEL: ¿Me oye Luis? Esa noche decidí seguir a Dalmiro. (KEVIN,
entusiasmado, vuelve a hacer sonar el trueno). Estaba harta de sus
humillaciones. Tomé el Victory, un Smith & Wesson que Dalmiro compró en un
viaje. Era un arma que él apreciaba mucho, pero que no había mostrado a
nadie. Por eso la elegí. Porque era secreto, como mi rencor. No me importó la
tormenta. Ni siquiera me importó que mi hija del medio estuviera afiebrada.
Salí decidida a matarlos a los dos. Primero a ella. Luego a él. La tormenta
hizo que lo perdiera de vista. Era tan… brutal. Entonces caminé una, dos
cuadras. Hacia la casa de ella. Esperando que él la hubiera ido a buscar. Ya
estaba cerca de la intendencia. Y entonces la vi. Corriendo, bajo la lluvia, con
su perramus mostaza.
Aminoré el paso. Ya no me importaba la tormenta. Seguí su ritmo. No acorté
distancias. Dudé cuando ella entró en la calle de Patro. Tuve el temor de que
me hubiera equivocado de persona. Pensé en vos, Patro. Perdoname. Por
un momento pude creer que vos fueras la mujer que sacaba a mi marido de
casa. Así que fue un alivio cuando pasó por la puerta de tu casa, y siguió de
largo. Entonces, ya no dudé. Era ella, la mujer del cigarrero. No podía ser
nadie más. Y estaba yendo a encontrarse con Dalmiro. Ella luchó con la
cerradura. Imaginé su cara cuando me viera frente a ella y yo le disparara.
Pero algo ocurría, y ella seguía forcejeando. Llegué hasta estar tan cerca que
podía tocarla. Ella por fin pudo abrir la puerta. Y sonó un trueno. (Se oye el
trueno). Y el Victory tuvo vida propia. Yo solamente le presté mi mano. Pero
las balas salieron y fueron dos. Después de la segunda tuve que controlarme.
Ella estaba en el suelo, su sombrero ladeado, su paraguas negro lejos del
cuerpo. Fue un refucilo, como dice Patro. Le ví la cara y no era ella. Entonces
corrí. (Pausa).
Cuando vi que el diario apenas prestaba atención, y que nadie iba preso, pensé
en mis hijas. También pensé en Dalmiro, que se había ido esa mañana hacia
Europa. Era una mañana preciosa. Fría y soleada. Nadie conocía a esa
mujer. Nadie la iba a extrañar. A la siesta todo el mundo hablaba ya de
Buenos Aires, de los aviones, de los muertos. Siempre lo de allá tiene más
importancia. Después... Dalmiro volvió enfermo, y ya no se recuperó. Dios es
justo, a veces. (Aurora se larga a llorar.)
29
El Dr. Aróstegui me trajo las dos balas. No sé cómo supo de la Victory. No sé
cómo se dio cuenta, pero me trajo las dos balas y me dijo que las guardara
bien.
Esa mujer no era nadie. Yo no sabía esto, Luis. No sabía nada, créame. No
supuse que usted sufría. De haberlo sabido
ALMITA: (A Aurora) Vamos, zonza, no llores. Mirá de la que te salvaste.
ALEJANDRO: Don Luis, ¿se siente bien?
PATRO: Yo que usted, llamo a un médico. Está muy quieto este hombre.
ALEJANDRO: ¡Producción!
ISABEL: Fíjese si está respirando.
PATRO: ¿Se ha dado cuenta, señora, que ha dejado de toser?
ISABEL: ¡Es verdad! Je, qué curioso ¿no?
ALEJANDRO: ¡Cortina, producción!
PATRO: Todo está en la cabeza, Isabel.
AURORA: ¿Dijiste algo, Luisito?
ALMITA: Qué va a decir. Morado se está poniendo. Respirá, Luisito, que te va
a hacer mal. ¿Ves cómo la vieja se sacó lo que tenía atragantado, y ahora no
tose? Vos hacé lo mismo, a ver si agarrás color, hombre.
ALEJANDRO MONTIEL: -Producción! ¡La cortina! (KEVIN aprieta botones.
Suena el coro de voces femeninas. Grabada, la voz de ALEJANDRO
MONTIEL: "En este momento decimos adiós. "El vals del recuerdo" ha tocado
su último acorde, y quien les habla (Coro de voces femeninas) Alejandro
Montiel (Coro de voces femeninas) se despide hasta la próxima, siempre
auspiciado por CAMPANITAS la colonia de los astros.
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corren de un lado a otro del estudio. Llaman por teléfono. Se hacen señas
entre sí. Se acercan a Luisito. Le levantan los brazos, uno de cada lado.
Vuelven a llamar por teléfono.
Sirenas in crescendo.
FIN
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