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EL MISTERIO DE LAS LILAS

de Laura Coton y María Rosa Pfeiffer

Personajes:

ALEJANDRO MONTIEL : entre 30 y 40 años. Engolado conductor de un


programa de radio de pueblo.
KEVIN: . 25 años. Operador de sonido y ayudante todo terreno de Alejandro,
obsecuente admirador del mismo.
AURORA DORÉ DE FIORELLI: 79 años, viuda, hermana mayor de Almita. Su
finado tenía una tabaquería. Ella se quedó con ansias de ascender más
socialmente.
ALMITA DORÉ: 77 años, soltera, maestra jubilada, de mal carácter. En algún
momento se rumoreó que había sido novia de Luisito.
ISABEL DE BARRUTIA: 80 años, está en silla de ruedas. Viuda desde muy
joven de uno de los hombres más ricos e influyentes del pueblo.
PATROCINIO HERNÁNDEZ: 75 años, peluquera, reservada, ha trabajado de
sirvienta para la Sra. de Barrutia cuando era jovencita.
LUIS BARRAGÁN: 82 años. Fue maestro, luego director de la escuela.
Jubilado. Muy apreciado por todos. Tímido. Salvo los rumores de su romance
con Aurorita, no se le ha conocido mujer.

La historia transcurre en el estudio de radio “EL FARO” de la localidad de LAS


LILAS.
Una gran mesa. Micrófonos colgando y otros colocados en bases sobre la
mesa.

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ESCENA I

ALEJANDRO MONTIEL está de pie, apoyado a la mesa, con actitud atenta. En


un costado AURORA y en el otro ALMITA DORÉ. ALEJANDRO MONTIEL se
coloca los auriculares y hace señas a KEVIN, que está ubicado en la cabina de
sonido.
Se oye una cortina musical con efecto de campanitas.

ALEJANDRO MONTIEL: … Y así damos comienzo a….

La cortina musical se convierte en un valsecito.

ALEJANDRO MONTIEL: “El vals del recuerdo”, en radio “El Faro de las Lilas”
auspiciado por CAMPANITAS, la colonia de los astros, en la voz de quien les
habla (Suena un coro de voces femeninas ): Alejandro Montiel. (Vuelve a
sonar el coro de voces femeninas). Hoy contamos con la presencia de nuestros
nonagenarios, orgullo de LAS LILAS, maestros de vida, para nosotros. A mi
lado tengo a las hermanitas Doré, Adela
AURORA: Aurora
ALEJANDRO MONTIEL: Aurora y Emilita
AURORA: Almita
ALEJANDRO MONTIEL: Almita. Bello nombre por cierto. Aurora y Almita Doré.
AURORA: Aurora Doré, viuda de Fiorelli.
ALEJANDRO MONTIEL: Y Emili…Almita
ALMITA: Almita Doré, viuda de nadie, a Dios gracias.
ALEJANDRO MONTIEL: Dos ilustres damas de nuestra comunidad. La señora
Aurora Doré de Fiorelli es la organizadora de nuestra tradicional kermesse
anual para caridad. ¿Verdad, señora?
AURORA: Todos los años.
ALMITA: Desde el año 1948.

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AURORA: La primera fue en el 49.
ALMITA: 1948. 20 de junio de 1948.
AURORA Y ALMITA: (Al unísono) Día de la Bandera.
ALEJANDRO MONTIEL: Día de la bandera, día muy especial, si se me
permite, para la Señora Emilita.
AURORA: Almita. Al-mi-ta. Y es señorita.
ALEJANDRO MONTIEL: La señorita Almita Doré. Eminente maestra de
nuestra escuela primaria.
AURORA: Quince años en primer grado, quince años en sexto grado.
ALEJANDRO MONTIEL: Tres décadas dedicadas a la educación de nuestros
niños. ¿Verdad, Almita?
ALMITA: Los niños, los niños. Los niños son una porquería.
AURORA: Contenete.
ALEJANDRO MONTIEL: Emili-Almita, lo que quiero decir
ALMITA: Que no me hable de los niños, entonces. Esas sanguijuelas,
parásitos inmundos que cuando no berrean están sucios y cuando no
AURORA: ¡Almita, basta, que el señor te está hablando!
ALMITA: Bendito el nombre del Señor, padre nuestro
AURORA: Éste señor, Almita, no el de la iglesia.
ALMITA: Entonces aclará.
ALEJANDRO MONTIEL: Bueno, bueno, Almita es todo un carácter, ¿eh? Una
mujer de carácter, miembro de la cultura, adalid de la educación.
ALMITA: Seguite metiendo conmigo, basura, vas a ver.
AURORA: Terminala, Almita. No se mete, está hablando bien de vos.
ALMITA: ¿Cómo bien?
AURORA: Almita, ¿Otra vez?

Aurora le arrebata a Almita su cartera. Saca objetos que va apoyando sobre la


mesa: un lápiz de labio metálico, un espejo, una birome, un frasco de remedios,
otro más grande, cajas de remedios varios, blisters sueltos, fotos, papeles
arrugados.
Kevin, entretanto acomoda cables, direcciona micrófonos.

AURORA: ¿Dónde la pusiste? ¿Dónde? Acá está. Ahí tenés. Ponele la pila al

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audífono y dejate de jorobar. Disculpe, Alejandro. Tiene una manía con esto.
ALMITA: Por lo que hay que oir.
ALEJANDRO MONTIEL: Caramba, caramba. Pícara ha resultado nuestra
querida maestra. ¿La recuerdan sus alumnos? Pueden llamar a nuestros
teléfonos, si desean dejar un mensaje para esta anciana docente, que
seguramente instruyó a más de un profesional, a más de un artista, a más de
un funcionario en nuestra querida comunidad.
ALMITA: Todos burros.
AURORA: Ya no sé qué hacer con ella, todo el tiempo peleando. ¡Peleona!

Se abre la puerta haciendo mucho ruido. Entra la Señora Isabel de Barrutia en


silla de ruedas, empujada por Patrocinio.

ALMITA: ¡Éramos pocos!


ALEJANDRO MONTIEL: Aquí se acerca la Señora de Barrutia. Permítame
decirle que es un gran honor para este humilde programa, y para este
conductor.
AURORA: (Seca)¿Qué tal, señora?
ISABEL: (Fría) Muy bien, gracias.
ALMITA: (Con gran alegría)¡Patro!
PATRO: Vengo a acompañar a la señora.

Inmediatamente hace su entrada Luis Barragán.

LUISITO: No hacía falta. Estoy yo para llevar la silla. Si me permite.

Luisito, cortésmente, le quita la silla de ruedas a Patrocinio y la ubica cerca de


la mesa, al lado de Aurora.

AURORA: No, Luisito, la señora preferirá estar allá y no acá. (Luisito cambia a
la Sra. de Barrutia de lugar.) Este muchacho es atolondrado.
ALEJANDRO MONTIEL: Bueno, bueno, bueno. La señora Aurora de Fiorelli se
refiere a otro de nuestros invitados, el señor Luis Barragán, aquí conocido
como Luisito, diminutivo con el que nuestra comunidad revela el gran afecto

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que se le tiene. ¡Bienvenido a nuestro programa! Luisito Barragán ha sido un
maestro excelente, y más tarde director de la Escuela Normal de Maestras, ¿no
es así, Luisito?
LUISITO: (Se acerca al micrófono) Tuve cuarto grado hasta el año 1952, luego
tuve quinto de 1952 hasta el 56, y después en el 60 me dan el nombramiento
como Director Interi
ALEJANDRO MONTIEL: (Interrumpiéndolo) También nos acompaña Patrocinio
Hernández, que conoce las cabezas femeninas de Las Lilas, ¿eh, Patro? Ja,
ja, ja.
PATRO: Luisito, ponga a la señora aquí, por favor, junto a mí.
ALMITA: Patro, vení, sentate acá.
ALEJANDRO MONTIEL: Ya tenemos un programa ¡qué programa! Con
quienes han sido flor y nata de Las Lilas. Flor y nata, ¿eh, Luisito?
LUISITO: ¿Señor?
ALEJANDRO MONTIEL: Digo que es un honor tenerlos aquí a todos reunidos.
Son ustedes las personas más longevas en Las Lilas. Los nonagenarios.
AURORA: Si yo ni cumplí los ochenta.
ALMITA: Dale un sosegate, Aurora, haceme caso. ¡Nonagenarios! Pero qué
atrevido!
ALEJANDRO MONTIEL: ¡Ja, ja, ja! Pero con mucho espíritu ¿eh? ¿A que
podrían participar en la competencia de baile de la kermesse? ¡Claro que sí!
¿Era de bailar, usted, Señora de Barrutia?
ISABEL: De joven, bailé tango.
AURORA: Yo gané dos competencias de baile
ALEJANDRO MONTIEL: ¿Con su marido?
AURORA: El finado no sabía dar un paso
ALEJANDRO MONTIEL: ¿Entonces?
AURORA: Se sorteaban las parejas.
ALMITA: A vos siempre te tocaba con el primo Rodolfo.
AURORA: ¿Y?
ALMITA: Digo
AURORA: Era por sorteo.
ALMITA: También te tocaba de pareja en los carnavales.
AURORA: El destino.

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ALMITA: Y en los bailes del club.
AURORA: ¡Basta Almita!.
PATRO: Yo recuerdo los bailes del club.
ISABEL: Eran preciosos, con orquesta en vivo. TOSE
ALEJANDRO MONTIEL: ¿Le puedo ofrecer un caramelo?
KEVIN le acerca una bolsita con caramelos a ALEJANDRO MONTIEL, quien a
su vez se la da Patrocinio. Ésta toma uno, le quita el papel y se lo da a la Sra.
ISABEL.
ALEJANDRO MONTIEL: Haga circular la bolsita Doña Patro, hay para todos.
AURORA: La orquesta de Osmar Maderna vino dos veces acá.
PATRO: Porque él era de acá nomás. Tenía la familia en Casares.
ALMITA: Pehuajó.
PATRO: Sí, Pehuajó.
LUISITO: También se hacía para la fogata de San Juan.
PATRO: El baile y la carrera de embolsados.
ISABEL: Y el campeonato de canasta.
ALEJANDRO MONTIEL: ¡Un pueblo pletórico de diversión! Luisito: y los
hombres, ¿cómo se divertían?
LUISITO: Bueno, estaba el campeonato de truco.
PAUSA
PATRO: Había unas cuatreras, también
ISABEL: Para el 25 de mayo y el 9 de julio. Pero después ya las hicieron en
Casares.
ALEJANDRO MONTIEL: Y el resto del año, ¿con qué se entretenían los
hombres?
AURORA: Mi marido iba a jugar a los naipes en la intendencia.
PATRO: Algunos iban a la intendencia, otros jugaban en otro lado.
LUISITO: Cosas de la política.
ALEJANDRO MONTIEL: ¿Dónde jugaba usted a los naipes, Luisito?
LUISITO: (Incómodo) No recuerdo.
ALEJANDRO MONTIEL: Luisito Barragán es todo un caballero, y tal vez por
eso no quiere hablar de esos lugares donde solamente ingresaban hombres,
¿eh, Luisito?

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A LUISITO le comienza a temblar la pierna que se sacude contra la mesa,
haciendo ruido.

ALMITA: ¿De qué habla éste?


PATRO: De los peringundines.
AURORA: ¿Qué es eso?
ALMITA: Las casas de tolerancia, Aurora.
AURORA: No había.
ALEJANDRO MONTIEL: En todos lados había, querida señora.
AURORA: Acá no.
PATRO: No recuerdo.
AURORA: No había. Yo sé lo que le digo. No había. Y no se hablaba de eso.
ALEJANDRO MONTIEL: ¿Había o no, Luisito?
LUISITO: (Con voz temblorosa) Había.
ALMITA: ¡Ay, callate, qué sabras vos de eso!¡Y dejá quieta esa pierna hombre
que vas a tirar la mesa al suelo!

LUISITO se sostiene la pierna y el golpeteo cesa.

ALEJANDRO MONTIEL: Bueno, bueno, bueno. Se ha presentado el


interrogante, ¿había o no casas de tolerancia en Las Lilas? Dejemos esta
incógnita para el próximo bloque, y vayamos a una tanda auspiciada por la
colonia de los astros:
KEVIN pasa la tanda:
-POLLERÍA SAN ANDRÉS. DONDE COMEN DOS COMEN TRES. OFERTAS
DE LA SEMANA.PATA MUSLO A PRECIOS INCREÍBLES. DOMINGOS
ABIERTO POR LA MAÑANA, MENOS EL ÚLTIMO DOMINGO DEL MES.
ATENCIÓN ATENCIÓN KIOSCO MICKEY ANEXÓ PRODUCTOS DE
SANTERÍA: ROSARIOS, EVANGELIOS, BIBLIAS, ESTAMPITAS DE MARÍA
AUXILIADORA, DE SAN EXPEDITO, DE LA VIRGEN DESATANUDOS, DEL
PAPA, ETC.TODOS DE LA SANTA IGLESIA CATÓLICA.
SE LARGÓ LA RIFA DEL CLUB ATLÉTICO LAS PANTERAS. SI PASAN POR
SU CASA SEÑORA, CONTRIBUYA COMPRANDO UN NUMERITO.
ABRE SUS PUERTAS UN NUEVO LOCAL DE MODA “MIRÁ QUÉ LINDA SE

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TE VE” DONDE ENCONTRARÁS LA MEJOR ROPA IMPORTADA DE
CAPITAL, PARA VOS MUJER, PARA VOS JOVEN, PARA VOS NIÑA.

ESCENA II

Se oye el valcesito como cortina musical.

ALEJANDRO MONTIEL: Y aquí seguimos. Un placer tenerlos con nosotros.


Para viajar en el tiempo, para transportarnos en alas del recuerdo y traer a
nuestros días el perfume de días lejanos en las palabras de nuestros abuelos…
A ver chicas ¿Había o no casas de tolerancia en las Lilas?
AURORA: No había
ALMITA: Había
PATRO: Pero era una cosa muy discreta. No se sabía.
ALMITA: Enfrente de mi casa sin ir más lejos, donde ahora funciona la Casa de
la Cultura… Antes de la Libertadora la alquilaban un montón de mujeres, se las
veía poco, de noche nomás. Algunas salían a la calle, las pasaban a buscar. Se
veían llegar coches. Y algunos hombres caminando, con el cuello de los sacos
levantados para que no se les vea la cara. Cada vez que se abría la puerta
salía un perfume que tumbaba. Llegaba hasta mi casa. Tenían servicio
doméstico y todo. De día se veía traficar a las sirvientas. Se ve que las mujeres
dormían.
AURORA: Pero no había una profesional señalada. Si había, era un secreto,
no sé qué dice Almita, yo nunca oí hablar de prostíbulos, no existieron.
ALMITA: ¡Qué no! Y dónde creés que se pescaban los hombres las gonorreas?
¡En la Casa de la Cultura! Justito enfrente de mi casa.
ALEJANDRO MONTIEL: A propósito, Luisito, antiguamente ¿cómo se trataban
las enfermedades venéreas? Porque antibióticos no había.
LUISITO: Por lo que yo sé se hacían lavajes con permanganato. Muy doloroso,
solía comentarme el doctor Arostegui. Se inyectaba permanganato en el
conducto.
AURORA: ¿Y es cierto que después les atacaba el cerebro y se volvían locos?
LUISITO: Eso con la sífilis. La historia de la sífilis es terrible. Hubo ejércitos

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franceses que avanzaban sobre Italia por ejemplo y que llevaban mujeres para
atender a los soldados y fue tal la infección, que se demoraron y retrocedieron.
Pero por acá sífilis no, gonorrea sí.
ISABEL: (Desviando el tema) ¡El doctor Aróstegui! ¡Qué médico, qué persona
de bien! Había una placa en la estación en memoria suya.
PATRO: Se la robaron a la placa, porque era de bronce. Todo lo de bronce que
había en la estación se lo robaron. Gente que no es de acá.
ISABEL: Habría que volver a hacer una placa en su honor. Y ponerla en la
plaza. Con más vigilancia. De la plaza no se pueden robar nada. ¿Cómo decía
la que se robaron?... “Al Dr. Luciano Aróstegui, médico y filántropo…la
comunidad a su memoria”.
PATRO: Él iba a cualquier hora y a cualquier lugar. Donde lo llamaban estaba.
Si tenían plata para pagarle, bien. Y si no, no cobraba. Una vez operó a un
chacarero arriba de una mesa nomás.
ALEJANDRO MONTIEL: El Dr. Aróstegui tuvo también una actividad política
muy importante ¿no?
LUISITO: El era radical, de los de la primera hora. Pero en el momento de
atender, no se fijaba en el color político de nadie.
AURORA: Mi finado era peronista, y sin embargo, eran amigos con el doctor.
¡Las veces que habrá ido a la tabaquería!. Hasta una vez lo revisó ahí, en el
mostrador, cuando se le bajó la presión. Y mi marido le pagó con una caja de
cigarros importados. Eran adversarios, pero amigos.
ALMITA: Tu finado se enfiestaba en la intendencia y el doctor en el peringundín
enfrente de mi casa.
AURORA: ¡Almita! (a Alejandro Montiel) ¡Ay! Podría por favor traerle un vasito
de agua. Se emociona con esto de estar en la radio y dice cualquier cosa

KEVIN corre, solícito, acercando una jarra con agua y vasos.

Nuevamente AURORA toma la cartera de ALMITA, la vuelve a vaciar sobre la


emsa, selecciona un frasco.

AURORA: Tomate esta pastilla, la rosadita, que te va a hacer bien.


ALMITA. Ja! Como si las verdades pudieran taparse con pastillas de colores.

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ALEJANDRO MONTIEL: Aquí tiene Señora. (Le sirve un vaso de agua a
ALMITA)
ALMITA. Se-ño-ri-ta!
(ALMITA traga la pastilla. Tose.)
ALEJANDRO MONTIEL: Un caramelo para almita, por favor. (PATROCINIO le
alcanza la bolsita)¿Y Usted Señora Isabel qué dice?
ISABEL: (Se sobresalta.) ¿Respecto a qué? (Tose).
PATRO: ¿Le sirvo un poquito de agua doña Isabel?
PATROCINIO intenta tomar la jarra, pero llega KEVIN corriendo, se la arrebata
y le sirve agua. ISABEL bebe.
ISABEL: Gracias. Ya estoy mejor.
ALEJANDRO MONTIEL: Le preguntaba Señora Isabel qué opinión tenía usted
sobre la actividad política de aquéllos momentos
ISABEL: Ah…la actividad política. En esa época todo era confuso, injusto.
Usted se acordará, Luisito, porque ya estaba dando clases. Las chicas se
recibían de maestras y por más que fueran excelentes personas, no podían
conseguir trabajo.
ALMITA: Yo apenas me recibí tuve el nombramiento
ISABEL: Usted porque habrá tenido un político arriba que le avaló la ficha,
porque así eran las cosas, todo por acomodo. ¨Pero a las que no eran
peronistas, nadie les avalaba la ficha de inscripción, les cerraban las puertas.
ALMITA: Maldita la hora que me nombraron ¡Una tortura! Esos chicos de
porquería
AURORA: ¡Almita! La boca.
ALEJANDRO MONTIEL: Así que los partidos se repartían entre la intendencia y
la casa de enfrente de la Señora Almita.
PATRO: Había también una casa cerca de donde yo tenía la peluquería, por la
transversal. .

Reaparece el golpeteo de la pierna de LUIS contra la mesa.

ALMITA: Pero esa no era prostíbulo, era casa de citas.


AURORA: Ay Almita, estás confundida.
ALMITA: Tu abuela.

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PATRO: Una casa de citas es algo bien distinto que un prostíbulo.
AURORA: Bah, bah, es todo la misma basura.
ALMITA: Luisito ¿no podés dejar esa pierna quieta? ¿Tenés el parkinson?

LUISITO vuelve a aferrarse la pierna y el sonido cesa.

ALEJANDRO MONTIEL: A propósito, se comenta que en aquéllas épocas


había aparecido el cuerpo de una muchacha cerca de esa casa que usted dice
Patro, por la calle transversal.
ALMITA: ¿Cuál?
PATRO: La que había aparecido muerta.
LUISITO: El 15 de junio de 1955.
AURORA: El peor día para morirse, porque como al otro día bombardearon la
plaza de mayo, no se hablaba de otra cosa. ¿Quién iba a recordar a la
muertita, si habían matado 40 chicos? Cuarenta chicos mataron.
ALMITA: Muchos más.
AURORA: No, pero niños, digo. Niños.
LUISITO: Salió así de chiquita la noticia en EL VOCERO DE LAS LILAS.
ALMITA: Tenés razón. Y en el recuadro de al lado salió la noticia de que el Sr.
Dalmiro Barrutia partía para Europa. (A Isabel). Su esposo Sra. ¿Se acuerda?
ISABEL: Dalmiro viajaba tantas veces a Europa, que yo perdí la cuenta.
PATRO: El diario ni decía el nombre, pobre. Fue hallado el cuerpo de una
mujer, decía.
ALMITA: Dieciséis años, una criatura.
AURORA: Después dijeron que tenía veintitrés.
PATRO: Veintitrés también es una criatura. Después se dijo que estaba encinta,
después que era una mujer de la vida.
AURORA: Cosas que se decían. Los hombres ni hablaron de eso.
ISABEL: Cuando hay política o fútbol, ya se sabe.
AURORA: Acá nunca hubo mujeres de la vida.
ALEJANDRO MONTIEL: ¿Alguno de ustedes recuerda el nombre de la
muchacha?
SILENCIO.
LUISITO: (Con tristeza) Carmen. Se llamaba Carmen.

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ALEJANDRO MONTIEL: ¿Y el apellido?
LUISITO: No. El apellido no
ALMITA : ¿Vos estás seguro de que se llamaba Carmen? Si nunca te acordás
de nada.
AURORA: Tiene razón mi hermana, mire que acordarse de una noticia tan
chiquitita… de hace tanto tiempo.
LUISITO: Carmen se llamaba. Estoy seguro.
ALEJANDRO MONTIEL: Así que su marido viajaba seguido a Europa Señora
Isabel. ¿Y usted lo acompañaba?
ISABEL: No. No. Sólo para la luna de miel. Estuvimos en Venecia, Florencia.
Pero después eran viajes de negocio, mucho trajín. Yo prefería quedarme.
Además, ya tenía a las nenas,,, eran chicas.
ALEJANDRO MONTIEL: Volviendo al tema de la muchacha. ¿Alguno de
ustedes la había conocido, o visto quizás alguna vez?

Y otra vez la pierna de LUIS golpeando contra la mesa.

AURORA: Imagínese. Si era una mujer de la vida como se dice, ninguno de


nosotros, personas respetables, pudo haberla conocido.
LUISITO: (Estallando) ¡No era una prostituta!
SILENCIO.
LUISITO: Era una pobre muchacha.
ALMITA: Pero entonces, Luisito… vos la conocías.

Suena un teléfono.

ALEJANDRO MONTIEL: Vamos a una pequeña pausa publicitaria, mientras


atendemos a nuestros radioescuchas que seguramente están siguiendo
apasionados este magnífico programa desde sus hogares.

KEVIN lee la tanda publicitaria:

*¿YA ENCARGÓ SU MATAMBRITO PARA EL DOMINGO? CARNICERÍA “EL


ENTRERRIANO” SE LO PREPARA EN SUS DOS VARIEDADES: EL DULCE

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CON PASAS DE UVA Y EL PICANTE CON AJÍES DE LA MALA PALABRA.
*¡ASÍ SE COMIENZA EL DÍA! NO SALGA DE SU CASA SIN HABER TOMADO
SU CAFÉ CON VAINILLAS “DELICIA BELGA”.
* LA CARRERA DE BICICLETAS A BENEFICIO DE SANTA CECILIA TIENE
ABIERTA SU INSCRIPCIÓN HASTA EL ÚLTIMO DÍA DEL MES. INSCRÍBASE,
Y ENTRE TODOS LOGRAREMOS HACER REALIDAD EL SUEÑO DE UNA
CAMPANA NUEVA.
*JABÓN “CAMPANITAS” TIENE DOS NUEVAS FRAGANCIAS: CÍTRICOS Y
JAZMÍN. ATRÉVASE A PROBARLOS.
*LA INTENDENCIA DE LAS LILAS INFORMA QUE EL IMPUESTO DE
ALUMBRADO, BARRIDO Y LIMPIEZA DE ESTE MES TIENE UN
SUPLEMENTO POR ÚNICA VEZ PARA AYUDAR A PALIAR LOS DAÑOS DEL
TORNADO. COLABORE PAGANDO EN TÉRMINO.

ESCENA III

Suenan dos teléfonos a destiempo. KEVIN se desespera atendiendo uno y


otro.

ALEJANDRO MONTIEL: ¡Nuestros teléfonos están al rojo vivo! Este mensaje


es para usted, Luisito:
VOZ EN OFF: “Sr. Luis Barragán, yo fui su alumna en el año 1957. Quiero
decirle que lo recuerdo con gran afecto, y recuerdo que mi mamá decía
siempre que un solo crimen misterioso hubo en Las Lilas, y que algunas viejas
andaban murmurando que usted y la muertita tenían algo que ver. Pero jamás
creímos en eso, ni mi mamá ni yo. Bueno. Le mando un beso. (Pausa).
Gladys Antolino”.
ALEJANDRO MONTIEL: Qué lindo, Luisito, qué lindo mensaje. ¿Hay otro?
Hay otro, Luisito.
OTRA VOZ EN OFF: “Hola, felicitaciones por el programa. Quiero decir que mi
abuelo siempre dijo que algo raro había en Luis Barragán, que no iba nunca de

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putas. Él decía que a un hombre que no va de putas de vez en cuando, se le
pone espesa la sangre, y después no puede ni trabajar bien, ni nada… Lo
extraño mucho al abuelo.”
ALEJANDRO MONTIEL: Bueno, bueno, bueno. Por favor, producción. Es un
mensaje muy insultante para estas adorables damas. Les pido disculpas,
señoras.

A la vez las cuatro mujeres.

ISABEL: Está bien.


AURORA: Realmente.
ALMITA: Si uno se va a llevar por todo lo que le dicen.
PATRO: Así son los hombres, qué le va a hacer.
AURORA: Luisito, acá nadie piensa mal de vos.
ISABEL: No hace falta que diga nada, por favor.
ALMITA: Pero la conocías, no digas que no.
LUISITO: ¡No niego nada, Alma, no niego nada!
ISABEL: Por favor, Barragán, cálmese.
AURORA: Para mí que te estás confundiendo, Luisito.
PATRO: Tranquilo, nadie lo está acusando, ¿de qué lo van a acusar?
ALMITA: Una muerta es una muerta. Una no se confunde una muerta.
ALEJANDRO MONTIEL: ¡Bueno, bueno, bueno! ¡Calma, por favor!

ALEJANDRO MONTIEL golpea la mesa con contundencia. Todos se callan.

ALEJANDRO MONTIEL: ¡Esto es una revolución! (Transición)¡Ja, ja, ja! ¡Nunca


supe de tanta excitación en Las Lilas!
AURORA: ¡Ni que la muchacha esa fuera de familia! ¡Por favor!
LUISITO: ¡Fue importante para mí, señora! ¡Fue muy importante! ¡La más
importante después de mi madre!

Silencio tenso.

ALMITA: Bueno, che, no hay por qué saberlo, tampoco. Quién se iba imaginar.

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AURORA: Luisito con amores ocultos.
ALMITA: ¡Luisito Barragán, mirá que habías resultado un tapado!
ALEJANDRO MONTIEL: ¡Y siguen llegando los mensajes! Creo, Luisito, que
nos debe una explicación. Aquí hay gente que se preocupa por usted. “Señor
Luisito:” dice la señora Elisa di Fabio “Nosotros en el grado siempre creímos
que usted estaba enamorado de la señorita Almita. Todos decían eso, que
usted y ella eran novios en secreto. Sería porque los dos eran tan esmirriados.
O porque estaban siempre tan solos, qué se yo. Parecían amigos, y se
trataban con tanta amabilidad”
ALMITA: Yo me acuerdo de esa chica di Fabio. La madre la traía con la
cabeza hecha un nido de caranchos.
AURORA: Almita, te vas a terminar peleando con todos
ALMITA: ¿Qué me importa? La verdad no ofende. Es la verdad. La madre
era una mujer desprolija, que se creía que porque la chica tenía el cabello
encrespado no había que peinarlo.
ALEJANDRO MONTIEL: Y la verdad, también, es que Almita no era la novia
de Luisito. La muertita era su novia, ¿verdad, Luisito?
LUISITO: Algo así.
ALMITA: Algo así, algo así. No es respuesta para dar. Era una puta o era tu
novia. “Algo así” no existe. Y si vos tuviste algo que ver con lo que le pasó a
esa chica, lo decís.
AURORA: Controlate, Almita.
ALMITA: ¡Que se deje de melindres! ¡Un poco de cojones, de una vez por
todas! ¡Toda la vida colgado de la falda de la madre!
PATRO: ¡Basta, Alma, se acabó!
ALEJANDRO MONTIEL: ¿Otro mensaje? Un mensaje más, señores.
“Hola, Alejandro. Lo felicito por el programa. Lo llamo porque mi mamá dice
que se sabía que el señor Luis andaba con esa mujer que mataron. Que se
pensó que era él, pero que ahora, cuando escuchamos su programa, nos
damos cuenta de que pudo ser Alma, porque Alma estaba enamorada de él, y
quedó con resentimiento. Los celos son malos consejeros, y es posible que”
AURORA: ¡Almita, te están tratando de asesina! (A micrófono)¡Antes de hablar
de mi hermana se lavan la boca! ¡Mi hermana es una mujer muy decente, que
jamás se hubiera ensuciado las manos por una chirusa!

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LUISITO: A ver, señora, ¿con qué autoridad dice usted “chirusa” de alguien a
quien no conoció? ¿Con qué derecho enloda
PATRO: Luisito, por favor, está bien.
LUISITO: Nada bien, nada bien. Que se ocupe de sus asuntos.
AURORA: No irá a comparar a mi hermana Almita con una cualquiera, nosotras
somos de familia.
ISABEL: ¡Qué descaro, esta mujer!
LUISITO: ¿La está oyendo, Patro? Dice “cualquiera” como quien
AURORA: ¿Qué dijo esa? A mi me está dando algo, ¿cuál es el brazo que
duele en el infarto, Almita, el derecho o el izquierdo?
ALEJANDRO MONTIEL: El izquierdo.
ALMITA: Pero, Patro, mire si yo iba a estar celosa de éste.
PATRO: Alma, por favor, no diga más.
ALMITA: No, Patro, mi hermana habla por hablar, perdónenla. No es mala, es
idiota no más.
AURORA: Almita, me duele el brazo.
ALMITA: Tomate la de la presión, Aurora, y dejate de jorobar. (A Patro) Yo seré
lo que seré, pero asesina no. Y Luisito tampoco, vamos. Ninguno de los dos
podría haber tenido nada que ver con eso. ¡Vamos, Patro! Para matar hay que
llevarlo en la sangre.
ISABEL: Patro, necesito su ayuda.

PATRO retira la silla de ruedas.

PATRO: (Lejos de micrófono) Permítame, señora.


ISABEL. Sacame de aquí Patro.
AURORA: (Gimiendo) Me siento mal.

Ahora es ALMITA quien rebusca y hace un revoltijo de frascos y cajas de


pastillas.

ALMITA: Tomá y no escorchés.

KEVIN corre a abrir la puerta, sale la SRA. ISABEL, llevada por PATROCINIO..

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LUISITO: Carmen era mi novia.
ALEJANDRO MONTIEL: Usted la quería mucho.

AURORA traga la pastilla que le da ALMITA. Se echa para atrás en la silla.


Todo el parlamento de LUISITO se verá acompañado de un ligero temblor con
el golpeteo suave de la pierna contra la mesa.

LUISITO: Muchísimo. Pero… la época, vio, hoy cualquiera tiene relaciones


con cualquiera. En cambio, en esa época, qué se yo. Se podía perder el
puesto.
ALEJANDRO MONTIEL: Un escándalo.
LUISITO: Un escándalo. Yo la ayudé a salir del burdel. Ahí la llamaban “La
Nena”. No era una nena, ¿eh? Pero era chiquita. Menuda, quiero decir. Muy
buena. Yo pagué para que la dejaran salir. Y entonces nos veíamos a
escondidas. Ella era muy humilde. Se vestía con lo que le regalaban en la
iglesia. Buena, muy buena. Tuvo muy mala suerte, nada más. ¡Pero! Si se la
presentaba a mi madre, imagínese, le daba un soponcio. Y alguno la iba a
señalar, señor, porque eran muchos los hombres que iban a estos lugares.
AURORA: ¡Y la sigue! ¡Siguen con ese tema! ¿Pero los hombres no pueden
pensar en otra cosa?
LUISITO: (Da un puñetazo sobre la mesa y se para) ¡No, señora! ¡No se
puede! ¡Porque a ella la mataron, y la mataron cuando venía a encontrarse
conmigo! ¡Y usted, señora, debería callar, porque Carmen llevaba su
impermeable puesto!
AURORA: ¿Qué dice?
LUISITO: Ahí tiene, explique eso.

Vuelve a entrar la SRA. ISABEL en la silla de ruedas, empujada por


PATROCINIO. KEVIN corre a ayudarla.
AURORA: ¡Mire de qué se va a acordar! La policía vino a preguntarme,
porque la muertita andaba con un perramus mío. ¡Pero yo lo había donado!
Por favor, una pavada.
LUISITO: ¡No es pavada!

17
ALMITA: Calmate Luis. Vení, sentate. No seas zonzo, ¿querés? ¡Regaló ese
Perramus que tenía desde que se había casado, porque se compró otro! Y en
la iglesia, cuando lo repartieron, le tocó en suerte a esa chica tuya.
AURORA: Yo era muy menudita, también, cuando me casé. Una cinturita
ALMITA: Y cuando lo diste habías echado trasero de matrona. Pero eras
elegante, hay que reconocer. Y con el perramus nuevo
AURORA: ¡No! Una gabardina de la casa Burberry, igual que la de la película
Casablanca, con sombrero y todo. Pero la conseguí en oferta.
ISABEL: ¡Mmjé!
PATRO: ¿Está bien, acá, señora?
ISABEL: Perfectamente, querida. Gracias.
ALEJANDRO MONTIEL: Ha regresado al estudio la Sra. Isabel de Barrutia,
acompañada por su mucama
ISABEL: Patro no es mi mucama. Es una buena amiga.
PATRO: No, no, dice bien: fui mucama de la señora cuando era jovencita. Ella
me ayudó para que estudiara peluquería, y me instalara.
ISABEL: Es lo que hacen las amigas.
LUISITO: Mucha casualidad que le dieran el perramus.
AURORA: ¿Ves, Almita, ves cómo la sigue?
ALMITA: ¿Qué te ha dado ahora a vos, che?
ALEJANDRO MONTIEL: ¡Qué apasionante historia, señores, ésta de la
muertita -dicho con todo respeto, Luisito-! ¡Qué apasionante! Porque en ella
se entremezclan las memorias más queridas y típicas de Las Lilas. ¿Estamos
en la antesala de resolver un antiguo crimen? Es alguna de estas personas el
asesino de la muertita? Esa pobre muchacha, que falleció como víctima de la
Revolución Libertadora.
ALMITA: Éste, para mí, que se toma. ¿Qué víctima de la Libertadora? No
haga que tenga que ponerme a defender a esos cretinos, por favor.
AURORA: Cuando se supo que habían muerto tantas personas. Hasta chicos.
Yo lloraba abrazada a mis hijos. Yo soy muy sensible. Porque una dice, total,
pasó tan lejos, ¿no? Pero había mucho miedo. De las venganzas, sobre todo.
La gente era muy rencorosa en ese entonces.
ALEJANDRO MONTIEL: Vamos a una pausa comercial y continuamos con
este misterio irresuelto de LAS LILAS.

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Suena ráfaga musical y KEVIN lee la tanda publicitaria:

NUEVO LAVADERO “EL BLANQUITO”. LLEVA SU COCHE SUCIO Y LO SACA


COMO NUEVITO. PIDA SU TURNO AL TELÉFONO 56723.
VERDULERÍA “LA COLA DEL CABALLO” TIENE OFERTAS IN-CRE-Í-BLES,
PAGA UN KILO Y LLEVA TRES. (SUPERPUESTOS, SE OYEN SONAR LOS
TELÉFONOS.)
*JABÓN CAMPANITA ESTÁ HECHO CON ACEITE DE OLIVA. PARA QUE SU
PIEL TENGA LA FRESCURA DE UNA ENSALADA.

ESCENA IV

ALEJANDRO MONTIEL: Y aquí seguimos. Hemos recibido entretanto más


llamados. Prácticamente este programa se ha convertido en un sufragio.
Mucha gente sigue insistiendo con que Almita por amor a Luisito ha cometido
el crimen.
AURORA: (A Almita) Te dije que con esa bocaza te ibas a cargar a todos en
contra. (Acercándose a micrófono). ¡Mi hermana podrá ser todo lo que quieran,
pero no una asesina!
ALMITA. ¡Nunca estuve enamorada de Luis! ¿Quieren que diga la verdad?
PATRO: Almita, por favor, calmate.
ALMITA: Yo tuve siempre un amor imposible, pero que no fue precisamente
Luis.
PATRO: Almita, no hace falta decir ciertas cosas al aire.
ALMITA: Es hora de verdades, Patro. Aunque nunca me llevaste el apunte, es
cierto. Pero vos sabés que mi corazón siempre te perteneció, sólo a vos. Tuve
que conformarme con tus manos en mi cabeza solamente. Aunque soñaba con
que me las pusieras en otro lado.
AURORA: ¡Almita! ¿Qué desvarío es ese?
LUISITO: Con razón tan bien peinada siempre.
ALMITA: Ningún desvarío Aurora. ¡La pura verdad!
ISABEL: ¡Qué tupé! Hablar de “pureza”.
ALMITA: (A Luis) Es cierto, por eso iba a la peluquería tres veces por semana.

19
AURORA: (A Isabel) ¡Mi hermana siempre fue decente y virgen!
ALMITA: Desgraciadamente. Y así tendré que irme de este mundo, a menos
que vos Patro
ISABEL: ¡Las cosas que hay que escuchar, mi Dios, a esta altura de la vida!
PATRO: Yo le juro Señora Isabel que nunca…
ISABEL: Ni hace falta que me lo diga Patro. La degenerada es ella
AURORA: (A Patro) ¡Qué no! Usted la debe haber provocado a mi hermana.
Con esos ojos claros de los que siempre hizo alarde. Mire, se lo voy a decir: un
par de ojos verdes no le alcanzan para tapar que es bastarda.
PATRO: Mi madre era criolla. Pobre, es cierto, pero trabajadora.
AURORA: Sée. Se dejaba trabajar por el estanciero inglés. ¡Bastarda!
ISABEL: No le permito Sra. Que trate así a mi amiga Patro. Y en cuanto a
usted, la virtud no es precisamente herencia familiar.
ALMITA: Nadie puede hablar de virtudes acá. Usted habrá sido muy santita,
pero los cuernos le traban las ruedas de la silla.
ISABEL: ¿Por qué no se hace lavar esa boca llena de culebras?
ALMITA: Pero Señora, no me va a negar que su marido andaba con cualquiera
que se le cruzaba.
AURORA: ¡Almita!
ALMITA: Mucha alcurnia, mucho apellido. El “Señor Barrutia”. Pero ¿sabe
cómo le decían por detrás? “Pinchila de porland”.
AURORA: ¡Por favor! (A todos) No le hagan caso, no está bien. Son todas esas
pastillas que está tomando, se le mezclan.
ALMITA: Así que no sería nada raro que la muertita hubiera caído también en
sus garras. En una de esas, la chica se le pegó, y él queriéndosela sacar de
encima la liquidó.
ISABEL: ¡¿Qué dice?!
AURORA: Callate Almita. Dalmiro no mató a esa chica.
ISABEL: ¿Cómo Dalmiro?¿Con qué derecho menciona a mi finado esposo con
tanta familiaridad?
AURORA: Con el derecho que me gané por haberle brindado una auténtica
pasión. La que usted le negó, abriéndole las piernas nomás para que le haga
hijas. Y cerrándoselas después como ventanas de convento.
ISABEL: ¡No le permito!

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Suenan los teléfonos con insistencia. ALEJANDRO y KEVIN atienden. Están
muy excitados.

ALEJANDRO MONTIE: Y aquí tenemos un llamado que puede aportar algo de


luz a este debate. ¡Hola!¡Hola! ¿Con quién tengo el gusto de hablar?
VOZ EN OFF: No voy a dar mi nombre Alejandrito. Prefiero permanecer en el
anonimato. Pero quería decirle que muchas veces escuché comentar a mi
madre sobre las aventuras de don Dalmiro Barrutia. Era famoso por sus dones
de galán. Según ella decía, él se llevó varias chicas a sus viajes a Europa,
siempre una distinta. Mis cariños y respetos a la Sra. Isabel. Pero bien podría
haber sido él el asesino. Yo no creo que Almita, que fue mi maestra sea la
asesina, por más perra que fuera con nosotros. Mis saludos a todos. Y
felicitaciones por el programa Alejandro! Soy una admiradora tuya.
ALMITA: Esa voz… esa voz. Me suena. Ya la voy a sacar. Las caras se me
olvidan. Pero las voces nunca.
ISABEL: ¡Cobarde! ¿Por qué no da su nombre? Ensuciar así la memoria de
alguien que no puede defenderse.
AURORA: ¡Yo sí lo voy a defender! ¡Dalmiro no fue el asesino! ¡Esa noche
estaba conmigo!

Silencio tenso.

ALMITA: ¡Ja! Y yo que pensaba que nunca lo iba a reconocer.


ALEJANDRO MONTIEL: Muy interesante, Sra. Aurora. Cuente. Cuente qué es
lo que sucedió esa noche …
AURORA: Mi marido se fue temprano para la intendencia, porque con todo el
revuelo lo habían mandado a llamar temprano. Hasta se fue sin cenar. Comería
algo allá, con los compañeros, me dijo. Yo sabía que Dalmiro se iría al día
siguiente para Europa. De su último viaje me había traído el perramus blanco.
ALMITA: ¡Ja! “De un catálogo de Buenos Aires, de la casa Burberry”… Ya me
parecía raro que te lo hubieras comprado vos, con lo amarreta que sos.
LUISITO: No interrumpa Almita. Cada uno es como es.

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ISABEL tiene un ataque de tos.

ALEJANDRO MONTIEL: ¿Otro caramelito Sra. Isabel? (KEVIN corre a servirle


un caramelo) Tome, tome. Es comprensible. Es fuerte esto para usted.
Continúe, Sra. Aurora, por favor.
AURORA: Vino con la excusa de comprar del tabaco que fumaba para no
extrañar en el viaje. Fuimos al negocio. Y no pude resistirme. Dalmiro era tan
seductor, ese perfume, esa media sonrisa que le inclinaba el bigote hacia un
costado. Me agarró ahí, detrás del mostrador.
PATRO: (Intrigada) ¿Y los chicos?
AURORA: Ya estaban acostados. Dormían. O al menos, eso creo.
LUIS: (Nostálgico) Llovía esa noche. A cántaros. Parecía que el cielo se iba a
caer.
AURORA: Cierro los ojos y recuerdo el fru-fru de mi pollera contra el mostrador
y la lluvia golpeando las persianas.
ISABEL: ¡Qué descaro! ¡Dios mío!¡Qué vergüenza!
AURORA : ¡Estoy lavando el nombre de su finado esposo Sra.de Barrutia! ¡Por
si no se dio cuenta!
ALMITA: Más que lavando, yo diría que le estás pasando un trapo sucio.
ALEJANDRO MONTIEL: Por favor, déjenla terminar. La escuchamos Sra.
Aurora, la escuchamos.
AURORA: Dalmiro me estaba prometiendo un vestido de París para su
regreso, me lo susurraba al oído y a mí me hervía la sangre. Estábamos en lo
mejor cuando escuchamos los disparos. Nos asustamos. Pensamos que los
chicos podían despertarse. Entonces tomó su abrigo, su sombrero. Le robé un
último beso y se fue.
ALEJANDRO MONTIEL: ¿Y cómo había sido eso de su impermeable, el que
llevaba puesto la muertita?
AURORA: Ya le dije, yo lo había donado a la iglesia. Se ve que la muchachita
fue a buscar ropa, y se lo dieron. Yo para qué iba a tener dos. Siempre fui
generosa. Era color mostaza. Estaba impecable. Pero el blanco era de mucha
mejor calidad. Importado, imagínese.
ALMITA: De Buenos Aires.
AURORA: Y obsequio del hombre más codiciado del pueblo. (Suspira). Así

22
que ya ve, Sra. Isabel. Puede quedarse tranquila. Su marido no tuvo nada que
ver con ese crimen.

La SRA. ISABEL tose más.


ALMITA toma la cartera. Vuelve a volvcar todo sobre la mesa. Revuelve cajas y
frascos.

ALMITA: A ver, Aurora, fijate si entre todos estos remedios hay algo para la tos.
Mirá cómo la hiciste poner a la Sra. de Barrutia.
PATRO: ¿Quiere que salgamos un momento Sra. Isabel?

La SEÑORA ISABEL asiente. PATRO la lleva hacia atrás. Soícita, le hace


masajes en la espalda.

ALMITA: Che, ésa está más cerca del arpa que de la guitarra.
ALEJANDRO: Almita, no se olvide
AURORA: ¿Viste cómo se puso? ¡Como si no lo hubiera sabido! ¡Bien que lo
sabía! Me tenía envidia, con ese cuerpito que tenía yo, que ni los embarazos
me arruinaron. Ella estaba segura de que yo se lo iba a quitar. Las otras
fueron otras, pero yo
ALEJANDRO: Perdón, Aurora, pero quiero recordarle
LUISITO: Alejandro, ¿no podremos evitar el tema del señor Barrutia? Sería un
tarambana y un corrupto
AURORA: Era un hombrote. Y ella no lo merecía.
ALMITA: Nadie lo merecía, Aurora. Tiene razón Luisito, Alejandro. Vamos a
terminar todos peleados con todos, y esa vieja va a estirar la pata acá en el
programa, si la seguimos.
LUISITO: Callate, Almita, no seas mufa.
ALMITA: Hacé el favor, se nota que anda con el cajón a cuestas. Siempre
dijeron que era frígida.
ALEJANDRO: ¡Almita, estamos en el aire!
AURORA: Claro que era frígida.
ALEJANDRO: ¡Nuestros oyentes!
LUISITO: (A Almita) De vos decían lo mismo.

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ALMITA: ¿Ý qué? De vos decían que eras marica.
ALEJANDRO: (Gimiendo) ¡Producción! ¡Música! ¡Mensajes! ¡Algo!
KEVIN se apresura a buscar un tema musical para tapar las voces de los
invitados.
ALMITA: Tómese una de estas, hombre, a ver si le da algo todavía.

Se oye el tema musical “Qué será será ” de Doris Day.

ESCENA V

ALEJANDRO MONTIEL: Y aquí estamos, nuevamente, con ustedes,


radioescuchas, y con el misterio que conmovió estos parajes hace ya tanto
tiempo. Una muchacha, una humilde muchacha muerta
LUISITO: Asesinada.
ALEJANDRO MONTIEL: Por supuesto, por supuesto. Y contamos en el
estudio con por lo menos tres personas que fueron sospechadas de ser los
responsables. El señor Luis Barragán, novio de la muertita.
LUISITO: Carmen.
ALEJANDRO MONTIEL: Carmen, claro, claro, Carmen. Carmencita, digamos,
ya que nos hemos familiarizado con ella en esta hora, ¿eh? La señorita Alma
Dore, quien por mucho tiempo fuera considerada enamorada secreta del señor
Luis Barragán.
ALMITA: Pero no lo era
ALEJANDRO MONTIEL: Pero no lo fue, Almita, nos ha quedado muy claro
eso.
ALMITA: Siempre estuve loca perdida por la Patro.
AURORA: Mirá que a Dios no le gustan las machorras.
ALMITA: Soy machorra de pensamiento, nomás. (Susurrando al micrófono)
Pero soy virgen.
ALEJANDRO MONTIEL: (Encimándose) Todos lo escuchamos, Almita,
gracias. Y por último la hermana de Almita, la señora Aurora de Fiorelli, que se
relaciona con el crimen por la donación de un perramus mostaza.
AURORA: Donado a la iglesia.
ALEJANDRO MONTIEL: Donado a la iglesia, y entregado a la muertita.

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AURORA: Maldita la hora en que lo doné.
ALMITA: Fuiste buena cristiana.
ALEJANDRO MONTIEL: Su nombre queda limpio, Aurora.
AURORA: Es que yo era tan menuda, excepto de busto, claro, pero en lo
demás. No encontraban a quién dárselo
LUISITO: Carmen también era menuda. Tengo una foto, vea.
LUIS saca de uno de sus bolsillos una pequeña foto de CARMEN y se la
muestra a ALEJANDRO MONTIEL. KEVIN corre a verla también.
ALEJANDRO MONTIEL: Hermosa joven.
ALMITA: A ver, che
ALEJANDRO MONTIEL: Luisito, cuéntenos cómo, en qué circunstancias
falleció su novia Carmencita.
ALMITA: ¿Ésta era? Es tan chiquita la foto. Yo no sé cómo ven algo.
LUISITO: Me hace daño hablar de eso, señor.
ALEJANDRO MONTIEL: Pero solamente usted puede dejar limpio el nombre
de su amada, Luisito. Se habló de ella, y hay que terminar con este asunto.
De una vez y para siempre. Y queremos que nuestro programa, “El vals del
recuerdo”, y Radio “El faro de Las Lilas”, sean el vehículo para que esto ingrese
a la historia con el manto de verdad y de justicia que merece. Vamos, Luisito,
hágalo por Carmencita, hágalo por Las Lilas.
KEVIN: -¡Vamos Luisito!¡Usted puede!
PAUSA.
LUISITO: Esa noche me habían invitado. ( Se oyen truenos y lluvia). A la
intendencia y a la casa de tolerancia me habían invitado… con perdón.
AURORA: No había tal cosa, por favor, cuántas veces tengo que decirlo.
Se vuelve a abrir la puerta. Ingresan PATRO y la SRA. ISABEL.
ALMITA: Con todos los problemas que teníamos, los hombres todavía tenían
ganas de pensar en eso.
LUISITO: No, Alma, no era así. Ustedes no saben. En esas casas uno se
reunía para
AURORA: Por favor, qué falta hace
LUISITO: hablar de un tema, como si estuviera en asamblea. O para hacer
negocios, señora. Tal como su marido lo hacía en la Intendencia. Si pudieron
comprar tantas casas en remate, ¿por qué creyó que era? ¿Cómo hizo su

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marido para tener tantas propiedades con una tabaquería?
ALMITA: ¡Ya me parecía!
AURORA: ¡Con trabajo y con decencia, señor! ¡Fiorelli era persona de bien!
ISABEL: (Acercándose al micrófono y aclarando la voz). Por favor, señora.
Todo el mundo sabe lo amigo del intendente que era. Y cómo estaba asociado
con él para “comprar” las casas que se remataban.
AURORA: No he venido a ser insultada.
ALMITA: Te dije, Aurora, que ese hombre no podía ganar tanto con los
cigarros.
ISABEL: Su marido era el testaferro del intendente, “señora“.
ALMITA: Mi hermana era una ingenua.
ISABEL: Una cómoda.
ALMITA: ¿Y usted por qué se quedaba con ese marido suyo que vivía
clavándole las guampas?
LUISITO: ¡Estoy intentando contar una historia, señoras!
SILENCIO.
LUISITO: Esa noche me habían invitado. (KEVIN busca en su computador,
pone sonido de truenos y lluvia.) A la intendencia y a la casa de tolerancia.
Pero yo no iría a ninguna de ambas. Es que esa noche tenía cita con Carmen,
Me iba a encontrar con ella en la casa de citas. La que estaba pegada a la
peluquería de Patrocinio.(Vuelve a sacudir la pierna).
PATRO: Es verdad.
LUISITO: Serían las nueve y cuarto, nueve y veinte. Habíamos quedado en
vernos a las nueve, pero mi madre me retrasó.
ALMITA: La intramuscular.
LUISITO: La intramuscular y la presión. Salí de casa tarde, el tiempo era
malísimo. Me apuré, claro, aunque sabía que Carmen me esperaría. Tanto
como fuera necesario. Así era ella, así me quería. Cuando iba llegando, algo
vi asomar en la vereda, pero no me di cuenta hasta que estuve al lado.
ALMITA: Es que caía la lluvia como pared. Dejá esa pierna quieta hombre, se
te va a salir del cuerpo.
LUISITO: ¡No puedo!
ALMITA: Seguí, yo te la sostengo.

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Cesa el ruido.
ALEJANDRO: ¿Qué vio en esa vereda, Luisito?
LUISITO: Los pies. Sus pies con galochas. No lo entendí hasta llegar a la
puerta, y ver su cuerpo tendido, su espalda manchada por los dos balazos, el
charco oscuro debajo de su cuerpo. (Suena un trueno).
ALEJANDRO: ¿Qué hizo entonces, Luisito?
LUISITO: Creo que… no sé qué hice. Me quedé quieto. Hasta que
PATRO: Dígalo, Luisito. No tiene importancia, ya.
LUISITO: Es que
PATRO: Se quedó quieto hasta que yo le grité.
ALEJANDRO: ¿Qué hacía usted ahí?
PATRO: Yo trabajaba ahí, señor. Tenía mi peluquería ahí.
ALEJANDRO: ¡Pero eran las nueve y veinte de la noche! ¿Hasta qué hora
trabajaba, Patro?
LUISITO: ¡Es cierto! ¿Por qué estabas ahí a esa hora?
PATRO: Peinaba unas pelucas.
AURORA: No se usaban las pelucas. Nadie usaba pelucas.
PATRO: Las pupilas, Aurora. Ellas tenían que ser rubias, pelirrojas, y hasta
morenas, según se lo pidieran. Al principio me negué: “Mire señora” le dije a la
madama “yo podré ser pobre, pero soy decente.” Pero después pensé: “lo que
hagan estas mujeres, no lo hacen con la cabeza”. El dinero era bueno, y decidí
hacerlo de noche, para que nadie supiera. Las pelucas son clientas
silenciosas.
ALEJANDRO: Pero ¿qué pasó esa noche, Patrocinio? Cuéntenos de esa
noche.

Suena el trueno. Cada vez que KEVIN acierta en poner un sonido-ambiente, se


entusiasma con su logro y se festeja a sí mismo.

PATRO: Esa noche quedamos sin electricidad, después de un trueno. Sabía


que no iba a poder seguir trabajando con velas, que no es lo mismo. En el
resplandor de un rayo vi pasar una silueta rápida por la ventana. Y luego sonó
un trueno. (Suena el trueno). Y después del trueno, como si fuera un eco, un
disparo. (Suena un disparo). Tuve miedo, pero me acerqué a la puerta.

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Entonces vi pasar otra silueta.
ALEJANDRO: Otra silueta.
LUISITO: ¡Yo!
PATRO: Sí, usted. Entonces me animé y salí. Y lo vi a usted en un refucilo,
con los ojos como monedas de uno, y vi el cuerpo tendido. Yo sabía que usted
no había sido, que a la pobrecita la habían matado antes. Y pensé “si lo
encuentran acá a este pobre desgraciado, lo mandan preso”. Ahí fue que le
grité, ¿se acuerda?
LUISITO: Sí, claro, me gritó “¡Corra! ¡Corra! ¡Corra!”
ALEJANDRO: ¿Y usted qué hizo?
LUISITO: Corrí. Corrí. Corrí hasta la casa de mi madre y nunca volví a salir.
La lloré. Es la única mujer que lloré, además de mi madre.
ALMITA: Algunos decían que vos tenías que ver con eso. Yo nunca lo creí,
Luisito.
LUISITO: Gracias, gracias. Yo nunca tuve mi conciencia tranquila por haber
huido. Es más, (Pausa) yo estaba seguro de que Patro había tenido que ver
en el asunto. Perdóneme, Patro, pero ¿por qué iba a salvarme, si no? Usted
fue muy buena conmigo. Pero me rompía la cabeza pensando por qué. Por
qué matar a una muchacha que no hacía ningún daño.
ALMITA: Por celos.
AURORA: O por venganza.
PATRO: O por dinero.
ISABEL: O por error. (Tose.)
SILENCIO.
ISABEL: No fueron celos, ni venganza. Mucho menos fue dinero, eso es
seguro. O sí, o fue todo eso. Pero de no haber sido un error, hubiera sido un
crimen perfecto, ¿no? Nadie puede relacionarme con ella. No la conocía.
Jamás la había visto en mi vida.
PATRO: ¡No! ¡Desvaría! La señora Isabel es incapaz de dañar a nadie.
Incapaz de ser grosera. O de
ISABEL: Yo la maté. Yo-la-ma-té. Lo lamento por mis hijas. Yo la maté.
Pobrecita. Y ni siquiera la conocía.
KEVIN corre a cerciorarse de que el micrófono está bien direccionado.
ALMITA: Che, Luisito, ¿te sentís bien?

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AURORA: Está blanco. ¿Luisito, oís?
ISABEL: ¿Me oye Luis? Esa noche decidí seguir a Dalmiro. (KEVIN,
entusiasmado, vuelve a hacer sonar el trueno). Estaba harta de sus
humillaciones. Tomé el Victory, un Smith & Wesson que Dalmiro compró en un
viaje. Era un arma que él apreciaba mucho, pero que no había mostrado a
nadie. Por eso la elegí. Porque era secreto, como mi rencor. No me importó la
tormenta. Ni siquiera me importó que mi hija del medio estuviera afiebrada.
Salí decidida a matarlos a los dos. Primero a ella. Luego a él. La tormenta
hizo que lo perdiera de vista. Era tan… brutal. Entonces caminé una, dos
cuadras. Hacia la casa de ella. Esperando que él la hubiera ido a buscar. Ya
estaba cerca de la intendencia. Y entonces la vi. Corriendo, bajo la lluvia, con
su perramus mostaza.
Aminoré el paso. Ya no me importaba la tormenta. Seguí su ritmo. No acorté
distancias. Dudé cuando ella entró en la calle de Patro. Tuve el temor de que
me hubiera equivocado de persona. Pensé en vos, Patro. Perdoname. Por
un momento pude creer que vos fueras la mujer que sacaba a mi marido de
casa. Así que fue un alivio cuando pasó por la puerta de tu casa, y siguió de
largo. Entonces, ya no dudé. Era ella, la mujer del cigarrero. No podía ser
nadie más. Y estaba yendo a encontrarse con Dalmiro. Ella luchó con la
cerradura. Imaginé su cara cuando me viera frente a ella y yo le disparara.
Pero algo ocurría, y ella seguía forcejeando. Llegué hasta estar tan cerca que
podía tocarla. Ella por fin pudo abrir la puerta. Y sonó un trueno. (Se oye el
trueno). Y el Victory tuvo vida propia. Yo solamente le presté mi mano. Pero
las balas salieron y fueron dos. Después de la segunda tuve que controlarme.
Ella estaba en el suelo, su sombrero ladeado, su paraguas negro lejos del
cuerpo. Fue un refucilo, como dice Patro. Le ví la cara y no era ella. Entonces
corrí. (Pausa).
Cuando vi que el diario apenas prestaba atención, y que nadie iba preso, pensé
en mis hijas. También pensé en Dalmiro, que se había ido esa mañana hacia
Europa. Era una mañana preciosa. Fría y soleada. Nadie conocía a esa
mujer. Nadie la iba a extrañar. A la siesta todo el mundo hablaba ya de
Buenos Aires, de los aviones, de los muertos. Siempre lo de allá tiene más
importancia. Después... Dalmiro volvió enfermo, y ya no se recuperó. Dios es
justo, a veces. (Aurora se larga a llorar.)

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El Dr. Aróstegui me trajo las dos balas. No sé cómo supo de la Victory. No sé
cómo se dio cuenta, pero me trajo las dos balas y me dijo que las guardara
bien.
Esa mujer no era nadie. Yo no sabía esto, Luis. No sabía nada, créame. No
supuse que usted sufría. De haberlo sabido
ALMITA: (A Aurora) Vamos, zonza, no llores. Mirá de la que te salvaste.
ALEJANDRO: Don Luis, ¿se siente bien?
PATRO: Yo que usted, llamo a un médico. Está muy quieto este hombre.
ALEJANDRO: ¡Producción!
ISABEL: Fíjese si está respirando.
PATRO: ¿Se ha dado cuenta, señora, que ha dejado de toser?
ISABEL: ¡Es verdad! Je, qué curioso ¿no?
ALEJANDRO: ¡Cortina, producción!
PATRO: Todo está en la cabeza, Isabel.
AURORA: ¿Dijiste algo, Luisito?
ALMITA: Qué va a decir. Morado se está poniendo. Respirá, Luisito, que te va
a hacer mal. ¿Ves cómo la vieja se sacó lo que tenía atragantado, y ahora no
tose? Vos hacé lo mismo, a ver si agarrás color, hombre.
ALEJANDRO MONTIEL: -Producción! ¡La cortina! (KEVIN aprieta botones.
Suena el coro de voces femeninas. Grabada, la voz de ALEJANDRO
MONTIEL: "En este momento decimos adiós. "El vals del recuerdo" ha tocado
su último acorde, y quien les habla (Coro de voces femeninas) Alejandro
Montiel (Coro de voces femeninas) se despide hasta la próxima, siempre
auspiciado por CAMPANITAS la colonia de los astros.

Encimada con la grabación sucede la siguiente escena:

ALEJANDRO: ¿Llamaron a la ambulancia?


KEVIN: Sí, ya llamé.
ALMITA: ¿Se murió?
AURORA: Pobre, la impresión, debió ser.
ALMITA: ¿La meterán presa a la vieja?

Comienza a oírse el sonido de una sirena. ALEJANDOR MONTIEL y KEVIN

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corren de un lado a otro del estudio. Llaman por teléfono. Se hacen señas
entre sí. Se acercan a Luisito. Le levantan los brazos, uno de cada lado.
Vuelven a llamar por teléfono.

AURORA: Qué va, si es la dueña de la comisaría, si me descuido.


ALMITA: Che, esa no es la ambulancia.
PATRO: Isabel, no se esfuerce.
AURORA: El patrullero
ISABEL: ¿Habrá sido por mí?
PATRO: A todos nos llega la hora, querida.
ALMITA: Patro ¿me podrás hacer la permanente mañana?

Sirenas in crescendo.

FIN

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