Está en la página 1de 57

PARO FEMENINO

Comedia musical en cinco cuadros, divisibles en dos actos, estrenada en el Teatro


Municipal de Bogotá por la Compañía Bogotana de Comedias en abril de 1949.
Se la representó como zarzuela, con letra y música del autor. Al imprimirla se la ha
revisado para que sea posible suprimir las partes cantadas e interpretarla, si así
conviene, como simple comedia humorística, inspirada en el mismo tema de la
Lisístrata de Aristófanes; pero con desarrollo totalmente distinto, y motivos de
nuestra época.

PERSONAJES;
DALILA Carlo Uribe
BERTILDA Alicia Morgan
TIMOTEA Aurora Valdivieso
CONCHITA Maruja Galea
SOR CANDIDA Lilia del Mar
ZAZA Marina García
ALEGRIA Beatriz Saavedra
APOLINAR Alfredo Pérez
PLUTARCO Alejandro Barriga
PERUCHO Noel Ramírez
JUANCHO Ernesto Ortiz
PEPE Luis Chiappe
CORNELIO Manuel Meléndez
AGAPITO Leopoldo Valdivieso
LALA Graciela López
LILI Blanca Saavedra
LOLO LiliaYumbelé
LULU Lola Pedraza

Polizontes, Polizontes y barras.

La acción tiene lugar en Bogotá, a mediados del Siglo XX,

PRIMER ACTO

CUADRO PRIMERO
Club femenino. Se levanta el telón con gran alboroto, que se resuelve en coro.
Discuten. DALILA, BERTILDA, TIMOTEA y CONCHITA, rodeadas de una barra de
mujeres charras de distintas edades,

(CORO, alternando voces a juicio del Director)

¡Callen! ¡Qué es ese alboroto, señoras, por Dios!


Si así seguimos, corre peligro este paro de no coronar su aspiración. Sólo la calma
permite poder concretar lo que pedimos. Este bullicio es fatal y nos puede fallar la
insurrección.
Mejor será callar.. ¡Qué ruido atroz!
¡Mejor la lengua atar! ¡Esto es feroz!
Callémonos, callémonos, no hay tiempo que perder,
Callémonos, callémonos. .. ¡Que viva la mujer!
Mejor será callar. . . Lo creo así.
Mejor la lengua atar. .. ¡Me voy de aquí!
¡Por Dios, no más palabras, qué confusión!
¡Callémonos o falla la insurrección!

DALILA.—(tocando el pito desde la mesa presidencial) ¡Por favor! ¡Pido silencio!.


.. ¡Silencio!. . . ¡Silencio!. . .

(Se logra al fin el silencio)

TODAS.—Sh. . .

DALILA.—Repito: todas pueden mover la lengua hasta que se cansen. A nadie se


la vamos a cortar. .. Puede haber cien discursos, pero respetando el turno.

BERTILDA,—Efectivamente.. .

TIMOTEA,—Es que. . .

CONCHITA.—Turno, sí. Turno. . .

(nuevo vocerío)

DALILA.—(pitando desesperadamente) Si no se callan, habrá que abandonar el


proyecto. .. No hacemos nada... Me voy...

TODAS—No, presidenta. . . No. . . No...

BERTILDA.—Le hallo razón. A la mujer le falta práctica parlamentaria.

TIMOTEA.—¿Y acaso no pedí yo la palabra?... Es que no me quieren dejar hablar


.
CONCHITA.-—-Usted es la que no quiere dejar hablar a nadie.

DALILA.—Silencio, por favor. O no vamos a quedar en nada. A ese paso, la


redención femenina se va a ahogar en chismes y alegatos de costurero.

VOZ.—¡Viva la redención femenina!

BARRAS.—¡ Viva!

VOZ.—¡Arriba las mujeres!


BARRAS.—¡ Arriba!

VOZ.—¡Abajo los hombres!

BARRAS.—¡Abajo!

DALILA..—¡No ruego más! ¡Se acabo! Barrenderas: ¡despejen las barras!

(Las barrenderas acometen con las escobas, ante el bullicio general)

TIMOTEA.—Es que no puedo yo abrir la boca, porque al momento empieza esta


señorita a.. .

CONCHITA.—Porque usted habla demasiado y no dice nada. . .

BERTILDA.—¡Por Dios! ¡Profundidad! ¡Profundidad en el debate!

DALILA.—A este paso, ¿cuándo vamos a imponemos al sexo contrario?... ¿De


qué sirve haber organizado la Celiafó, sigla de Centro Libertario Femenino?. " .
¿De qué sirve el gigantesco esfuerzo de la doctora Bertilda para sindicalizar a
todas las mujeres, si no podemos dominar los nervios en vísperas de cantar
victoria?...

TIMOTEA.—Es que estas cosas no resultan con tanto revoltillo. . . Cuando se ha


nacido gente, no es posible codearse con todo el mundo. . .

CONCHITA.-¿A quién se refiere usted?

TIMOTEA.—A quien quiera entenderlo.

BERTILDA.—¡Pido la palabra!...

DALILA.—La tiene, comadre.

TIMOTEA.—La tengo yo. . . ¿No digo? .. . ¿O vamos a sustituír los compadrazgos


con la comadrerías?

DALILA.—Pase la voz.. .

TIMOTEA.—Mmm... Ya empiezan las preferencias. ,.

BERTILDA.—-¡No hay tal! Lo que pasa es que sin la unión de todas las mujeres,
cualquiera que sea su oficio, su cuna y su mentalidad, el paro general femenino es
un imposible, Para imponer nuestra voluntad a los hombres, ni una sola debe
quedar fuera de la C.T.C. Femenina que me honro en presidir. Porque en el
momento en que se declare el paro, todos nuestros servicios deben suspenderse
instantánea y simultáneamente' ni hablarles, ni mecanografiarles,..,
TIMOTEA,—(a CONCHITA) Oiga, oiga...

CONCHITA.—Si no soy sorda.

BERTILDA.—Ni cocinarles, ni lavarles, ni aplancharles...

DALILA.—¡Ni nada!

BERTILDA.—Porque, ¿qué sucedería, señora presidenta, si estuvieran de


acuerdo tan sólo las madres de familia de la clase A, y nos fallaron las de la clase
B y las de la clase C?. .. ¿Qué sucedería si nos secundaran todas las señoritas
caseras, y. .. pongo por ejemplo. .. nos fallaran las mecanógrafas? . . .

TIMOTEA.—¡Qué había de sucede!! ¡Lo de todos los días!

CONCHITA.—¿Qué quiere usted decir?

TIMOTEA.—Sé de muchos hogares que eran felices, y que por fallas de una
mecanógrafa...

CONCHITA.—Si hemos venido aquí a que esa mujer nos insulte. . .

BERTILDA.—¡Y vuelta a las mismas!

CONCHITA,—Si esa señora se atreve una vez más.. .

TIMOTEA.—Señora no. ¡Señorita! ¡Aunque le pese!

CONCHITA.—Al que le hubiera pesado seria al pobre hombre que se hubiera


casado con usted.

DALILA.-(pitando) Continúa la discusión


.
CONCHITA.-No discuto con menores de edad.

TIMOTEA.—Ni yo con personas de medio pelo.

DALILA.—¿Pero no oyen el pito?... ¿O tendré que traer el clarinete? ¡Ahora


verán! (saca un pito enorme)

CONCHITA.—No hay necesidad. Lo mejor es que nos retiremos las


mecanógrafas, o que adelantemos el paro por nuestra cuenta. . .

BERTILDA.—En estos momentos la disidencia o la falta de quorum serían fatales.

DALILA.—¡Unión, compañeras! ¡Unión!... Aunque ustedes no crean, la falta de


unión es la que tiene la culpa de nuestra debilidad.
TIMOTEA.—Es imposible unir el agua y el aceite. Por lo tanto, si ella no se va, me
voy yo, con el Sindicato de Devotas de San Judas.

BERTILDA.—¡Qué horro!! ¡No sé qué les pasa a ustedes dos! ¡Ni las verduleras,
ni las vendedoras ambulantes, ni las sirvientas han creado tanto problema. Hay
que ver con qué facilidad las reuní a todas en el Teatro Municipal; con qué
entusiasmo oyeron mi conferencia; con qué fervor se sindicalizaron, y me
nombraron su representante en este centro.

TIMOTEA.—¡Era lo único que faltaba! ¡Codearnos también con esa clase de


gente!

CONCHITA.—,Ay, qué aristocracia!

BERTILDA.—Insisto, compañeras. No sólo es indispensable la unión de los


sindicatos ya afiliado,, sino también el supremo esfuerzo para vincular a todas las
mujeres que están aún fuera del movimiento. . . y quedan muchas. . . Por lo
pronto, mientras estamos aquí perdiendo el tiempo, hace media hora que espera
en la antesaaa la delegación de las comunidades religiosas.

TIMOTEA.—De veras. No hagamos esperar más a esa santa mujer.

DALILA.—Introdúzcanla.. .

TIMOTEA.—Siga Su Reverencia. .. Siga. . .

(Entra SOR CANDIDA, hermana de los pobres)

CANDIDA.-—(con acento antioqueño) Muy buenos y santos días señoras.

TIMOTEA.—Siéntese Su Reverencia. . .

CANDIDA.—¡Muy formal!.

DALILA.—Nos perdona Su Reverencia que la hubiéramos hecho esperar...

CANDIDA.—¡De más!. . . ¡Si supiera que aguardé con tanto gusto.. . . ¡Y estoy
además tan acostumbrada a eso!. . . Como no hago sino pedir limosna para mis
pobres viejos. , ,

DALILA—Se trata, Su Reverencia, de un movimiento feminista, que tiene por


objeto acabar con los abusos y la corrupción de los hombres.

CANDIDA.—Dios la oiga niña. ¡Eso sería más bueno.... Pero nosotras siempre
tenemos algunos reparitos que hacerles, sabe?

DALILA.—Tiene la palabra Su Reverencia.


CANDIDA.—En caso de que estalle el paro femenino, ¿no podríamos nosotras
seguir atendiendo a nuestros ancianos?. . . Todos son mayores de ochenta
años... Hay que hacerles todo, .. hasta cambiarlos cada rato, como a los recién
nacidos. " . ¡Pobrecitos, si vieran.. ..

DALILA.—Lamento, Su Reverencia, que eso sea imposible. Esos anciano,,


precisamente por su mayor edad, son más culpables de nuestras desgracias que
ningún otro hombre. Y si han vuelto a la infancia hasta ese punto, que paguen así
su despotismo, sus injusticias y sus traiciones.

CANDIDA.—-Bien, pase lo de mis viejos, que al fin y al cabo Dios a nadie


abandona. Pero, ¿es que ustedes no han pensado que los sacerdotes son
hombres? ¿Cómo dejar de oírles la santa misa y pedirles el perdón de nuestros
pecados?

TIMOTEA.—¡No faltaba más!

CANDIDA.—¡Dejar de oír misa? ¡Ni riesgo!

TIMOTEA.—¡Uy, no! Mejor no hacer nada. . .

CANDIDA.—Entre semana pase, porque no es de obligación; aunque nosotras, a


Dios gracias, no perdemos día. Pero, ¿qué hacemos si llega el primer domingo y
no ha triunfado todavía el paro?. . . Recuerden ustedes que la última huelga de
gasolina duró tres meses. . .

DALILA.-Se me ocurre que podríamos iniciar el paro un domingo, después de


misa de doce. Tengo la seguridad de que antes de que llegue el domingo
siguiente, habremos triunfado. Porque, ¿cuál es el hombre que va a soportar dos
fiestas en semejante aislamiento?

CANDIDA.—Bueno: y en definitiva, ¿qué es lo que usted piden pues?

DALILA.—Muchos siglos llevan los hombres, Su Reverencia, mandando en el


mundo; y todo sigue al revés a pesar de los esfuerzos de Lisístrata en Grecia, que
hasta hoy no habían sido secundados. Ni se acaban las guerras, ni mejoran las
costumbres, ni deja la vida de encarecerse.

CANDIDA.—Cuidado, niñas. No se hagan ilusiones; que por ahí dicen las malas
lenguas que si los hombres gobiernan mal es porque las mujeres los aturden. . .
porque el diablo se vale de ellas para tentarlos...

DALILA.—Comadre: sírvase leerle a Su Reverencia el pliego de peticiones.

CANDIDA.—Oigámoslo pues. . . ¡Bien pueda!


BERTILDA,—Cesará nuestra paciencia si entre el hombre y la mujer no se reparte
el poder sin la menor diferencia.
Que haya para los señores rígido control de amores;
y para evitar que el mal nos traiga su mala hora, se nombre una contralora del
pecado original.
Que a la esposa verdadera, y sin ninguna objeción, el hombre, quiera o no quiera,
le entregue plata y chequera, con la llave del portón.
Que el soltero empedernido que anda de brazos cruzados vaya a trabajos
forzados si su deber no ha cumplido; y ya que así nos traiciona, que acepte una
solterona para servir de marido.
Que se indaguen las verdades sin reparo en las edades; y donde haya poligamia,
se cobre por esa infamia exceso de utilidades.
Y aunque a los hombres les duela y aunque esto tenga su acíbar, junto al solio de
Bolívar haya solio de Manuela.

CANDIDA.—Ustedes hablan tan sabroso que convencen... Y ahora díganme:


mientras comienza el paro, ¿no me podrían dar algo de lo que les sobre, para mis
pobres viejos, que están en ayunas?

DALILA.—Siga Su Reverencia a la despenda del centro y llévese todo lo que


quiera.

BERTILDA.—Afortunadamente estamos mejor provistas que en el Congreso.

CANDIDA.—Con razón que las encuentre tan optimistas. . . Entonces, que mi Dios
se lo recompense y que no se arrepientan.

(Sale SOR CANDIDA)

BERTILDA.—Me alegra que haya salido, porque queda pendiente algo


importantísimo, que no podíamos conversar delante de ella.

DALILA.—Continúa la doctora Bertilda en el uso de la palabra.

BERTILDA.—Ahora se trata.. . del extremo opuesto. . . ¿De qué serviría en este


caso la simple unión de las mujeres honradas?. .. ¿A dónde irían los hombres
cuando se quedaran sin servicio en la casa, la oficina y los almacenes, y no
pudieran escalar los muros de un convento?. . , ¿A dónde irían?. .. ¿Alcanzan
ustedes a comprender?

CONCHITA.—¡Claro que sí!

TIMOTEA.—¡Sería espantoso!

DALILA.—¡El desastre!

BERTILDA.—Por fortuna no sólo preví el caso, compañeras, sino que lo resolví.


TIMOTEA.—¿Y eso cómo? CONCHITA.—¿De veras?. . .

BERTILDA.--Por medio de nuestra quinta columna, organicé una requisa en


los bolsillos y carteras de todos los hombres mayores de quince años y menores
de ochenta. ¡Y admírenme ustedes!! ¡Levanté más de cinco mil direcciones!

TIMOTEA.—¡Qué barbaridad!...

DALILA.—¡Cinco mil!

BERTILDA.—Sí. .. ¡Aquí están!

TIMOTEA.—¡San Judas nos asista!

CONCHITA.—Muestre. .. muestre. . .

BERTILDA.—Hay cosas realmente vergonzosas. .. Esta es, por ejemplo, la libreta


de un hombre de setenta años, con diez hijos y no se cuántos nietos. .. y tiene
setenta direcciones, muchas de las cuales coinciden con las de sus descendientes
de dos generaciones.

TIMOTEA.—¡Qué hombres!

DALILA.—¿Y qué hizo usted con esas direcciones, doctora?

BERTILDA,—¿Qué había de hacer?. . . ¡Aprovecharlas todas!

(sorpresa general)

CONCHITA.—¿Y eso cómo?

BERTILDA.—Reuní a todas esas muchachas en el Coliseo Cubierto.

TIMOTEA.—¡Qué horror! ¿Y para qué?

BERTILDA.—Era mi deber; atraerlas, organizarías, redimirlas...

TIMOTEA—Pues si esas mujeres han de tomar parte en el movimiento, yo me


retiro... Hasta allá no voy.

CONCHITA.—¡Ay, tan escrupulosa que la verán.. . .

TIMOTEA.—-Claro: como usted no es más que una... solapada...

DALILA.-—¡Y vuelta a las mismas!


BERTILDA,—Evitemos rodeos. . . La delegada de esas infelices. .. espera
también en la antesala.

TIMOTEA.—¿Aquí?. .. ¡Qué horror.. . . ¿Y si la han visto entrar?. .. ¿Qué irán a


decir de nosotras?. .. ¡Eso es una locura. . .. ¡Protesto!

CONCHITA.—¡Pues yo pido que siga y que la oigamos, qué caray!

TIMOTEA.—¡Claro, porque la cabra tira al monte.!, . .

CONCHITA.—Señora presidenta: me hace usted respetar de esa bruja, o me


retiro con todas las máquinas de escribir y todos los archivos de la república.

TIMOTEA-—¡Insolente!

CONCHITA.—Atrévase. ..

DALILA.—(interponiéndose) Estamos suficientemente enteradas. Se somete el


asunto a votación.

TODAS.—¡Qué venga.... ¡Qué venga!!...

TIMOTEA.—Pues yo digo que no... ¡Rotundamente!.,, Me hallo lejos de aprobarles


a esas mujeres su conducta; y por lo tanto. . .

DALILA.—Lo que estamos aprobando no es su conducta. ¡No faltaba más!. . .


Sino tan sólo la introducción a este recinto.

TIMOTEA.—Peor por ahí. .. Me voy. . . Me voy y las dejo sin quorum...


BERTILDA.—¡No, doña Timotea....

DALILA.—Introdúzcanla. . .

(Unas detienen a TIMOTEA y otras traen a ZAZA, jovencita desparpajada que


tiene también acento antioqueño)

ZAZA.—¡Ay, qué pena, y tan ocupadas como estarán ustedes, no? . .. ¡Eh Ave
María... .

DALILA.—Ocupadas, señorita, en defender a la mujer, sin distinción de colores. . .


de colores. . . ¿cómo se dirá?. ..

BERTILDA.—De matices sociales.

DALILA^—-Nuestro fin es acabar con la violencia, la corrupción y los abusos de


los hombres...
ZAZA.—¡Ah bien pensado! ¡Porque cómo son de violentos, abusivos y
corrompidos! jEh! Si les contara Supieran que anoche nada más. . .

TIMOTEA,—No, no, no no. .. Es mejor que no nos cuente.

DALILA.—Lo que interesa es saber si ustedes están dispuestas a cooperar en el


paro femenino que se aproxima.

ZAZA,—Pues claro que sí. Si a todas nos ha parecido de lo más bueno. Y


estamos dispuestas a ayudarles hasta con plata...

DALILA.—¿De veras?. .. ¿Y cuál sería su. cuota voluntaria?. ..

ZAZA.—Si nos conviene pues lo que sea. Tenemos más de un millón de pesos en
la caja de ahorros de Bogotá, dos en la de Barranquilla, cinco en la de Cali y diez
en la de Medellín.

DALILA.—¿Tanto así?

ZAZA.—Y más si quieren... ¡Eh! Contamos además con congresistas, gerentes y


banqueros. .. No es más sino que digan. Bien pueda.

DALILA.—No está por demás anticipare que, si perseguimos un cambio de


régimen, es también para que todas las mujeres tengan un cambio de vida.

ZAZA.—Pues si el cambio ha de ser para mejorar gracias. . . ¡Muy forma!!

BERTILDA,—¡Que conste en el acta ese propósito de la enmienda

DALILA.—Y puesto que ya tenemos organizadas todas las fuerzas vivas, sólo nos
falta fijar la fecha en que ha de estallar el paro"

ZAZA- Pr nosotras, cuando quiera.. Mientras más pronto, mejo., jEh!

DALILA. Eso lo acordaremos mañana., ". Por lo pronto, se levanta la sesión.

TIMOTEA.—Siquiera. Porque no resisto más la presencia de esa mujer. Juntas,


pero no revueltas.

(Salen todas haciendo bullicio. Por otra puerta regresa SOR CANDIDA arrastrando
un costal lleno.)

CANDIDA.—Vea niña: si me hiciera la caridad de darme una limosna para pagar


un carguero que me lleve esto y otros cuatro bulticos que dejé allí dentro...

ZAZA.—¡De más, hermanita!..,


CANDIDA.—Es para mis ancianitos, sabe?. .

ZAZA -- Bien pueda. (abriéndole la cartera) Saque de aquí todo lo que


encuentre. . .
CANNDIDA.—Dios le ha de pagar su generosidad... ¡Cómo se que es
antioqueña!
.
ZAZA. ¡ Y usted también. .. ¡Qué casualidad, no? ... y mejor que todo quede en
casa.

CANDIDA.-Soy de Santa Rosa... ¿Y usted?

ZAZA.—Casi vecina suya. . . De Yarumal.

CANDIDA.—¡Vea otra casualidad... ¿Y de qué apellido es usted?. . .

ZAZA.—Aunque ahora me llaman Zazá del Monte, mi verdadero apellido es Mejía.


..
CANDIDA.—Yo me llamo ahora Sor Cándida de la Cruz; pero también soy
Mejía. .. ¡Vea pues!. . .

ZAZA.—¿Y usted, hermanita, anda metida en esto de la huelga?. . .

CANDIDA.—Pues. . . si ha de ser para mayor gloria de Dios. . .

ZAZA.—Creo entonces que si las dos nos ponemos de acuerdo para controlar
este asunto, jeh Ave María... ¡Me río de las Andi, de Fiap y de la C.T.C.!

CANDIDA.—Yo estoy sin embargo aterrada, sabe?

ZAZA.—¿Y eso por qué, querida?

CANDIDA.—Piense que, si eso resulta, tengo que abandonar a mis pobres viejos.

ZAZA.-Y si eso dice usted, qué diré yo, hermanita. . .

CANDIDA,—¿Y usted también cuida de los ancianos?

ZAZA.—De lo que caiga. Aunque a mayor edad, mayor beneficio.

CANDIDA.—-¡Qué buen corazón!. .. ¡Dios la está premiando!

(Regresan DALlLA, BERTILDA)

DALILA.-—¡Su Reverencia!

BERTILDA.—¡La buscábamos!
CANDIDA.—Me dijeron que desocupara la despensa y ya ven... ¡Cinco
costaladas, y un apartadito que dejé para cuando venga el camión... Y la
señora ha sido tan generosa, que me dio para los transportes. .. ¡Cómo están de
bien acompañadas no?... (a ZAZA). .. Gracias, pues, otra vez.

DALILA.—(a BERTILDA) .. Sácala, sácala pronto, que ahí viene el sindicato de


Reinas y princesas, que son las más numerosas; y si se enteran de esto, hay
escándalo... Yo me encargo de la monjita.. .

BERTILDA.—Por aquí, Su Reverencia...

CANDIDA.—Muy formal. ..

DALILA.-Por aquí, señorita...

ZAZA..-—Por donde quiera.. . ¡A la orden!

(Confusión de voces. .. TELON rápido)

CUADRO SEGUNDO

Sala en casa de DALILA.

ALEGRÍA habla al teléfono.. PLUTARCO la observa desde el fondo.

ALEGRÍA.—(al teléfono) Sí, mi sol.. . Sí. mi cielo. . . Sí, mi lucero.. .

PLUTARCO.—¡.ja!. .. ¡Conferencia de astronomía!

ALEGRÍA.—-(besando la bocina) Tome sumercé. ..

PLUTARCO.— (tapándole la boca) No más por ahora. . .

ALEGRÍA,—i Ay, papá., .. ¡Quieto!

PLUTARCO.-—Prohibidos esos excesos telefónicos.

ALEGRÍA.—Un momento, mi amor... Es papá, que está molestando, como


siempre.

PLUTARCO.—Quiero evitar un corto circuito. . .

ALEGRÍA.—Llámame dentro de cinco minutos. .. O sí: ven. .. Puedes venir. ..


Mamá no está aquí.

PLUTACO.—¡Claro! ¡El que está es el papá!. . , ¡Y de él pueden abusa!!


ALEGRÍA.-—(abrazándolo) Es que tú.. . no comprendes.

PLUTARCO.—Esto ya no es comprensión, sino exceso de tolerancia.

ALEGRÍA.—¡Pero si dentro de quince días él va a ser mi marido!

PLUTARCO.—No hablemos de cosas tristes.

ALEGRÍA.-—¡Voy a ser tan feliz!

PLUTARCO.—No hay muchas razones para que no lo seas. En eso, como


siempre, opino lo contrario de tu mamá.

ALEGRIA.-No sé por qué mamá le hace tanto la guerra. . . ¿Verdad, que Apolinar
es un hombre perfecto?

PLUTARCO.—Bueno: tanto allá no. . . Hay en él algunos defectos de


construcción. .. comenzando por la fe de bautismo. .. Le sobra prosopopeya y le
falta capillo. . . y hasta peinilla a veces.

ALEGRÍA.—Tiene el mérito de haberse levantado de la nada, por sus propias


fuerzas.

PLUTARCO.—Ello es un mérito, indiscutiblemente. . .; pero trae sus asperezas. ..


Esos héroes son siempre bruscos, malpensados y dominantes.

ALEGRÍA.—Como yo no haré sino lo que él quiera. . .

PLUTARCO.—¿Y así pretendes que tu madre lo mire con simpatía? . .. Van


ustedes a interrumpir una sagrada tradición familiar. . .

(Entra APOLINAR)

APOLINAR.—-(impetuoso, despelucado) Perdón, . . (tropieza con una silla y se le


cae el ramo de flores que trae). . . Perdón.

ALEGRÍA.—-¡Cuidado!. . . ¡Te matas!. . .

APOLINAR.—Le pido mil perdones, don Plutarco, pero...

PLUTARCO.—¿Qué te pasa, hombre?. . .

APOLINAR.—-Supóngase usted que... se me atraviesa un peatón. .. Yo, que


venía distraído, por pisar el freno piso el acelerador. . .

ALEGRÍA.—¡Uy!. . . ¿Lo atropellaste? . . .


APOLINAR.—Por no atropellarlo, tuve que frenar en seco y tropecé con el que
venía detrás. . . Entonces, se me viene el policía de tráfico a quitarme las placas y
a ponerme boleta.. .

PLUTARCO.—¡Gravísimo!

APOLINAR.—Como usted comprenderá. .

PLUTARCO,—Comprendo, comprendo. . y tú debes comprender también que en


este mundo gobierna el factor improvisto.

APOLINAR.—-Le pido excusas también por venir a esta hora; pero resulta que. . .

PLUTARCO.—-Me lo imagino: que aunque estuviste aquí de visita desde las ocho
de la noche hasta la una de la madrugada, no alcanzaron a decírselo todo. .. Me
gusta esa elocuencia. A quien le desagrada es a Dalila. Por lo tanto, abrevien;
porque si ella llega y te encuentra aquí. . .

ALEGRÍA.—No hay peligro. Se fue a la reunión del Centro Femenino.

PLUTARCO.—Con razón; que no encontré jabón ni toalla en el baño, ni me dieron


huevos al desayuno, ni han barrido el patio, . Pero, en fin, si les cae de improviso,
resuelvan ustedes solos su problema. Yo he resuelto no discutir con ella sino
desde las doce en adelante. La mañana es para reajustar los nervios. . .

(Sale PLUTARCO)

ALEGRÍA.—¡Apolo! (se le recarga)

APOLINAR(—(abrazándola) Mi nene. . .

ALEGRÍA,—-Me parece que hace un siglo no te veo. , .

APOLINAR.—Un siglo no es palabra. .. jY pensar que nos faltan todavía quince


días!

ALEGRÍA.—¡Si volaran las horas!

APOLINAR.—Lo peor es que no puedo trabajar, no puedo hacer nada. .. Salgo de


aquí, y en la esquina me viene la obsesión de volveré a ver, .. Ahora, por venir
pensando en tí, casi mato al peatón y estrello el carro nuevo.

ALEGRÍA.—¡Hubieras oído el regaño que me echó mamá cuando te fuiste! ¡Que


era una desconsiderada y una mala hija, y tú un grosero y un abusivo! ¡Que
tenerla hasta la madrugada cuidándonos y cayéndose de sueño!
APOLINAR.—¡Me encanta esa oposición!. . . Yo nací para vencer obstáculos. . .
Perdón: toma tus flores. . . (las recoge).. Se maltrataron todas, con la cuestión del
choque... y del tropezón aquí. . .

ALEGRÍA.—¡Están divinas!...

(Bambuco)

EL. —. .Ayer, cuando estabas brava, por tu amor casi me mato.

ELLA.—Si esa dicha se te acaba. ¿quién es el que paga el pato?

EL. — ..Pero cuando estás de buenas, entono un canto a la vida y traigo las
manos llenas de claveles y azucena,. mi chinitica querida.

DÚO.—Cuando tus ojitos me están mirando y entre tus manos siento las mías;
cuando sospecho en tus labios una estela de ambrosías, siento que vivir es mejor,
siento el esplendor de existir y vuelve mi pecho a latir lleno de alegría...

EL. —. .Cuando tu boquita se está acercando con la dulzura que yo quería.

DUO.—Se derrite como hielo toda mi melancolía y si la tierra es el cielo, mi


chinitica querida...

(Entran DALlLA Y BERTILDA)

DALILA.—-¡Lindo espectáculo!. . . ¡Distinguidísimo!

ALEGRÍA.—Mamá. ,.

DALILA. Ahora comprendo por qué no quisiste ir a la reunión del Centro


Femenino. El señor, no conforme con trasnocharnos, tenía que venir a
desayunarse aquí. . . Eso es ya indelicadeza.. . y un abuso.

APOLINAR.—Permítame, señora, que le explique...

ALEGRÍA.—Mamá: Si fui yo quien lo llamó.

DALILA.—¡No me extrañó! Pero él debería comprender que...

APOLINAR,—vine sólo por un minuto, señora. .. palabra de caballero. .. a


consultarle a Alegría.. .

DALILA.—Para esas consultas se le han concedido horas especiales... Pero...


¡claro!... No se le pueden pedir peras al olmo. . . La discreción no se aprende. . ,
jSe nace con ella!
ALEGRÍA.—¡Mamá!

APOLINARE Efectivamente, señora. . . y como seria por lo tanto inútil enseñársela


a usted, que a pesar de haber nacido con ella es a quien más falta le hace. . .

DALILA.—¿-Qué? . ..

BERTILDA.-¡Qué horror! ¡Qué hombre tan atrevido.

APOLINAR.-Y como estoy cansado de sus impertinencias. .

DALILA.—(la cabeza a dos manos) ¡Oh!

APOLINAR.—No volveré a pisar esta casa antes del día y la hora en que me lleve
a Alegría. .. y ojala salgan al zaguán a entregármela. ..

(Sale APOLINAR tropezando con los muebles)

DALILA.—Pueda ser que ese día no llegue, " . ¡Patán!. . . ¡Plebeyo.... ¡Ay!... ¡Mi
píldora.... ¡Me ahogo.... ¡Lo que hay que sufrir por los hijos!

BERTILDA.—-Cálmese, comadre. . .

DALILA.—¡Y tú impávida! ¡Oyes insultar a tu madre, y como si nada.... ¡Es el


colmo!

ALEGRÍA.—¡Qué desgraciada soy!. . . ¡Me quisiera morir!

BERTILDA.—Tampoco es para tanto, bobita. . .

ALEGRÍA.—Madrinita. . .

DALILA.—¡Ahora ponte a mimarla!.". Esos mimos tuyos son los que la han echado
a perder.

BERTILDA.—Tampoco es buena tanta severidad. . .

ALEGRÍA.—Lo que quisiera es casarme a escondidas, ahora mismo.

DALILA.—¿Lo ves? . . . ¿Lo ves?

BERTILDA.—Tampoco hables así. Todo lo que tu madre haga y diga es por tu


bien.

DALILA.—Pero te he de ver, te he de ver desgraciada, cuando ya no haya


remedio. Y entonces, no vengas a quejarte. . . Figúrense: si con un hombre como
Plutarco, que es un majadero, mi vida es un martirio constante, ¿qué va a ser de
esta criatura con ese bastardo mandón, entrometido, cínico, sinvergüenza. . .?

ALEGRÍA.—¡Mamá! ¡No me tortures más!... ¡O no respondo de lo que haga!

BERTILDA.—Calma. .. Cállate. . . Domínate, mijita. . .

DALILA,—En fin: allá tú. Si te encaprichas, sufre después todas las


consecuencias. .. Pero sea como sea. .. y eso es lo que he venido a decirle con
Bertilda... si te empeñas en casare,, tienes que posponer la fecha del matrimonio.

ALEGRIA.-¿Otra vez?

BERTILDA.—Sí, no hay más remedio.

ALEGRÍA.—¿Por qué, mamá?... ¡Pero si la discutimos por todos los aspectos!

DALILA.—¿Por qué?... ¿Por qué?... ¡Claro! ¡Como no quisiste venir a la reunión


de la Celiafó! ¡Como andas en las nubes! ¡Qué vas a saberlo.. .. ¡Pero tienes que
saberlo! Porque te sindicalizaste, y juraste defender nuestro movimiento.

ALEGRÍA,—¿Quién iba a decirte a tí que no?.. .

DALILA.—Puedes casarte cuando quieras. Allá tú. Pero el día que se escogió al
fin para la boda es el mismo que acabamos de fijar por unanimidad para que
estalle el paro femenino en todo el país,

ALEGRIA.-¡Ay, qué barbaridad!

DALILA.—¿Barbaridad que la mujer se impongo, que pueda decidir de su suerte


y la de toda la sociedad?. .. ¡No pareces hija mía!

ALEGRÍA.—Pero mamá, ¿qué quieres que haga?

BERTILDA.—Nada extraordinario, no te afanes.

DALILA.—Decirle simplemente a ese hombre, si es que persistes en tu absurdo


capricho, que te equivocaste otra vez de fecha, y que no queda más remedio que
cambiarla.

ALEGRÍA,—-Pero. . . ¿para cuándo?

BERTILDA.—Para ocho días más tarde.

DALILA.—El paro no durará más. Y entonces, te casará., si te empeñas aún; pero


ya en condiciones muy distintas.
ALEGRÍA.—Será, pues. . . ¡Qué remedio!. .. ¡Ay, ocho días más!

DALILA.—Llámalo y díselo.

ALEGRÍA.-—(al teléfono) ¿Aló? .


..
BERTILDA.—Fíjate, que al fin y al cabo, ella es dócil. " , Yo defiendo a mi ahijada.

ALEGRÍA.—¿Con Apolo? . . .

DALILA.—¡Ay!. . . ¡Apopo!.. , ¡Apolo.. . . Será por esa cara de estatua griega que
Dios le dio!

ALEGRÍA.—Que. . . que dice mamá...

DALILA.-¡Quien lo dice eres tú, idiota!

ALEGRÍA.— Que, . . en fin. . . oye. . . que ya no es posible casarnos. .. No, no, no.
.. ¡Casarnos en la fecha que habíamos convenido!... (a BERTILDA) Me pregunta
por qué,

BERTILDA.—Que no puedes decírselo por teléfono. . .

DALILA.—¡Es capaz de decírselo!

BERTILDA.—Ni se te ocurra darle a entender de qué se trata. ¡Qué se lo imagine!


Ya sabes que este asunto es como un secreto de confesión, so peligro de que
nuestro movimiento fracase.

DALILA,—Y seria inconcebible que fuera mi hija quien diera la nota falsa.
ALEGRIA.-(al teléfono) Pero. .. escúchame. . . No te enfurezcas así, mi amor. . .
Óyeme. . , Óyeme, Apolo. . . Óyeme. . . ¡Apolo!... jApolo!... Colgó la bocina...

DALILA.—Que con su pan se lo coma.

ALEGRÍA.—(angustiadísima, llamando otra vez) ¿Aló?... Señorita: llámeme a


Apolo... De parte de Alegría... ¿Salió?. . . ¡Ay!. , . ¡Que tiró la bocina y salió como
un rayo. . pisándose un callo a la mecanógrafa. . .!

DALILA.—¿Lo ves?. . . ¿Lo ves?. Me alegra que lo vayas conociendo. .. Eso es lo


que te espera. . . y muchas cosas peores. .. Una madre nunca se equivoca.

ALEGRÍA.—¿Y ahora qué hago?.. .

BERTILDA.-—¡Paciencia!. .. Ya se arreglará todo.

DALILA,—Lo digno es esperar a que él te llame,


BERTILDA.—Y te llamará. . . Ya verás.

ALEGRÍA.—¿Y si no llama? ,..

BERTILDA,—Pues piensa en tal caso que el ser hija de una mujer como Dalila es
honor que merece cualquier sacrificio.

ALEGRÍA.—(rompe a llorar desesperada)

BERTILDA.—¡Bobita! ¡Si no es ese el único hombre que hay en el mundo!

DALILA.—¡Ni que fuera hijo de una marajá!

ALEGRÍA.—¡No va a volver! ¡No va a volver!

BERTILDA.—¡Pero si ahí está ya, bajándose del carro.... ¡Upa, casi se cae con la
prisa que trae!

DALILA.-Vete para adentro. " . Yo me entiendo con éL. . , No me faltan ganas.

ALEGRÍA.—Ahora vas a empeorar la situación.

DALILA.—Lo que voy es a ponerle los puntos sobre las les. Sal de aquí, he
dicho...

BERTILDA.—Obedece, no seas caprichosa.

ALEGRÍA.—No. . .

DALILA.—lSal de aquí, he dicho!...

(Entra APOLINAR, desorbitado)

APOLINAR.—(furibundo) Oye, Alegría... Te advierto que no soy juguete de


nadie.

DALILA.—Ni aquí somos juguetes de usted, para que entre sin anunciarse y
hablando en ese tono.

APOLINAR.—Cualquiera que sea el tono, señora, va usted a oírme. .. y me


agrada que haya testigo..

DALILA.—Respete mi casa. . . y respete a la comadre. .. ¡Qué horror! ¡Si eso es


antes del matrimonio, cómo será después!

APOLINAR.—Oye, Alegría: El hecho de que yo te quiera, no es razón para que


tenga que soportar las impertinencias. los caprichos y los insultos de tu mama.
DALILA.—Oiga usted. . .

BERTILDA.—¿Qué modales son esos? . . .

APOLINAR.—-Óyelo bien, Alegría: ya estoy cansado de aplazar y aplazar fechas


con uno u otro motivo, y no acepto más esa guerra de nervios. .. O nos casamos
como estaba acordado, al fin del mes, o queda roto nuestro compromiso.

DALILA.—¡Admirable! ¡Está roto!

BERTILDA.—¿Pero por qué se precipitan.

ALEGRÍA.—¡Pero déjenme hablar!

APOLINAR.—Efectivamente: no he pedido por fortuna la mano de esas viejas,


sino la tuya.

DALILA.—¡Atrevido! BERTILDA.—¡Insolente!

APOLINAR.—Eres tú por lo tanto quien debe decidir la cuestión. . . Óyelo bien:


¡en este mes, o nunca!

DALILA.-Lárguese usted de aquí ahora mismo.

BERTILDA,—Sí. Merece que lo echen.

ALEGRÍA.—¡No, Apolo!

APOLINAR.—Quien debe echarme eres tú. . . ¡O venirse conmigo de una vez por
todas, qué caray.. . .

(Entra PLUTARCO)

PLUTARCO.—¿Qué alboroto es este?

ALEGRIA.—(abrazándolo) ¡Papá!

DALILA.—Si eres en realidad el jefe de la familia y no un monigote, saca de aquí a


ese hombre, que nos ha irrespetado.

PLUTARCO.—¿A quiénes?

DALILA.—A Bertilda y a mi.

BERTILDA.—Así es, compadre.


PLUTARCO.—¿Delante de Alegría? , .. No creo... ¿A ver? .. . ¿Qué sucede/
Apolinar? . ..

APOLINAR.—Sucede, don Plutarco, y se lo digo bajo mi palabra de caballero...

DALILA.—¡Usted no es caballero!

PLUTARCO.-—¡Calma! Vamos por orden. .

ALEGRIA.—No es nada, papá... ¡Una simple cuestión de... fechas!...

PLUTARCO.—¿Y por eso arman tanto alborotó?

DALILA.—Te repito que ese hombre. . .

PLUTARCO.—¡Calma, calma... que ya vendrá la tempestad!

ALEGRIA.—Es que. .. papá. . . que no puedo casarme tampoco el día que había
acordado.

PLUTARCO.—¿Tampoco?. . . Van a sacar también de sus calcillas al almanaque.

DALILA.—¡Dios mío! ¡Dame fuerzas para no estallar!

PLUTARCO.—¿Y se puede saber por qué,... si no es indiscreción?

TODAS.-—(mirándose unas a otras) No.. .

PLUTARCO.—Y esa determinación. . . ¿es tuya. . . o de tu mamá? . . .

ALEGRIA.—Pues. .. de ambas.

DALILA.-—(furiosa) ¡Ahora vas a meterme a mí en danza!

ALEGRÍA.—Es. .. mía.

APOLINAR.—¡ Tuya!

ALEGRÍA.—Si. .. Pero... es por ocho días nada más.

APOLINAR.-Y yo repito que no espero más tiempo. Me caso a más tardar a fin de
mes, o no me caso.

PLUTARCO.—Pero si no hay problema. . . Tratándose de una semanita nada


más, se están ahogando ustedes en un vaso de agua. ¿Quieren casarse, sí o
no?...
DALILA.—¡Plutarco!

ALEGRÍA.—Yo sí. . .

APOLINAR,—Claro que sí.

PLUTARCO.—Pues entonces nada más fácil. Es el huevo de Colon. En vez


de posponer la fecha, la adelantamos.

DALILA.—¡Por ningún motivo!

PLUTARCO.—¿Y por qué no? . ..

DALILA, ¿Y de dónde voy a sacar tiempo para arreglarlo todo en siete días?

PLUTARCO.—¡Tiempo!. . Pues no es mucho el que tienes comprometido, el


menos aquí en tu casa. Porque acaban de dar las doce, y todavía están las camas
sin. tender, el patio sin barrer, el baño sin asear. . .

DALILA.—¡No admito que me humilles, y menos delante de la gente!

PLUTARCO.—¡Admirable que haya público! Ojalá todo el mundo se entere de tu


terquedad. El querer adelantar una simple fecha contra tu gusto no es motivo para
que vengas a prender aquí la candelada.

DALILA.—Habla una palabra más y te rompo este paraguas en la cabeza.

PLUTARCO.—(agarrando una silla) ¡A un lado, todo el mundo!. . . Despejen la


pista. . . Los muchachos se casan cuando les dé la gana, sin más impertinencias, .
. y déjate de amenazas ridículas; porque en cuanto levantes un milímetro más ese
artefacto, te rompo en las costillas todo el mobiliario de la sala, rasgo las cortinas,
vuelvo picadillo los manteles, no queda un santo en tu cuarto ni un plato en la
vajilla. ,.

DALILA –¡ Sujétenlo Sujétenlo ¡

BERTILDA -- ¿Se volvió loco compadre?

PLUTARCO – A un lado. Comadre, que la pelea es peleando. (A Dalila) ¿Qué


hubo? ¡ Suelta ese paraguas! ¡Ya!

DALILA – (Soltando el arma) ¡Ay! ¡No puedo más! ¡La píldora de la tensión! (Se
desgonza en una silla)

ALEGRIA – (Trae una jarra de agua y un frasco de píldoras)

BERTILDA – (Dándole la píldora) Tome comadre… ¡Evite ante todo un infarto!


DALILA – (Saltando) Déjenme… Me voy, para no pasar más vergüenzas… Y tu,
desgraciada, no cuentes conmigo para nada… Desde hoy no tienes madre.

PLUTARCO – Pero tendrá marido, que es lo importante. Y el derecho a Salir de


ese infierno… que ojala lo tuviera yo también…

DALILA – Vamos, vamos, comadre… ¡Por fortuna, el día de la justicia está cerca!

ACTO SEGUNDO

CUADRO TERCERO

Club de maridoS.

PERUCHO y JUANCHO en una mesa, al fondo, jugando ajedrez.


CORNELIO y PEPE en los divanes, leyendo.

PERUCHO.-Al rey. " . y mate.

JUANCHO.—No juego más.

PERUCHO.—¿Qué hacemos entonces?.". ¿Un chico de billar?

JUANCHO.-—Tampoco.

PERUCHO.—Te noto abstraído. .. ¡Apuesto a que peleaste otra vez con tu


mujer!... Entonces, hablemos mal de tu mujer...

JUANCHO.—Sí, el derecho de pataleos. . Pero que nos sirvan los otros.

PERUCHO.—¡Narciso!. .. ¡Narciso!. . . ¿Qué hubo, Narciso?

(Entra LALA vestida de sirviente)

LALA,—¡,y, qué pena que hayan tenido que llamarme dos veces!. .. ¿Qué se les
ofrece?... ¡Ay, perdonen que no limpié bien la mesita!. " . ¿Me llevo el ajedrez? . ..
¡Ay, cielos. ¡Le dio otra vez mate Don Perucho a Don Juancho.

PERUCHO.—Deja de fisgar y trae otros dos whiskys.

LALA..—En el término de la distancia, y más siendo para ustedes. . .

JUANCHO.—Bueno, bueno.. . Menos política y más administración.

LALA.—(pasando por delante de CORNELIO y PEPE) ¿Ustedes también


deseaban algo?.. .
i
CORNELIO.—.Nada. . .

PEPE.—Absolutamente nada. . .

LALA.—¡Ay, ustedes perdonen!. . .

(Sale LALA)

CORNELIO.—Me fastidia el majadero ese.

PEPE.—Sí, son fastidiosos; pero en cambio, estamos entre hombres.

CORNELIO.—¡Ah, eso sí!

PEPE.—Ahora ya se puede hablar, sin que las camareras vayan a informar a


nuestras mujeres todas las conversaciones del club.

CORNELIO.—así es!

PEPE.-—Yo sí me preguntaba: ¿cómo demonios ha podido saber mi mujer dónde


estuve, qué hice, qué pensé?. . .

CORNELIO.—Lo mismo me preguntaba yo.

PEPE.—Si no es porque ella me relata al pie de la letra la conversación que


tuvimos aquí mismo... y no vengo a tomarte cuentas. .. y no recordamos que la
camarera nos estaba oyendo...

CORNELIO.—Por fortuna descubrimos a tiempo esa quinta columna. De lo


contrario, el Club Unión de Maridos pierde su objeto.

(Entra DON AGAFITO, setentón de barba blanca)

AGAPITO.—¿No han venido a preguntarme?. . .

CORNELIO.—¡Hola, don Agapito!

PEPE.—Ya lo estábamos echando de menos.

JDANCHO.—¡El rival del Aga Khan.... ¿Ya encontró su tesoro? . . .

AGAPITO.—¿Cuál tesoro?

PERUCHO.—.—La libreta de apuntes.


AGAPITO.—Nada. , . Revisé todos los bolsillos. .. todos los rincones de la casa...
y nada...

CORNELIO.—Nos quedamos entonces sin cicerone. ..

AGAPITO.—Pues sí; porque con esta cabeza mía,.. de memoria no recuerdo


nada.. .

PEPE.-¡Qué lástima!

PERUCHO.-¡Una pérdida irreparable!

AGAPITO.—¡Era el directorio femenino más completo que había en Bogotá.. ..

¡Casi cien direcciones, al día!

CORNELIO.-¿Y sin forma de reconstruirlo?...

AGAPITO.—¿Pero cómo?... Puse este aviso en todos los periódicos, como último
recurso.

TODOS.-A ver. .. A ver. . .

AGAPITO.—Se dará muy buena gratificación a quien encuentre una libreta


extraviada, con direcciones que no interesan sino a su. dueño. . .

CORNELIO.—-¡O a todos sus amigos íntimo!! ¡No faltaba más!

PERUCHO.—Se abre una colecta para recompensar con creces el feliz hallazgo. .
.
CORNELIO.—¡Claro!. .. ¡Todos contribuimos!

PEPE.—Aunque tengo para mí que, al quedarse dormido, se la sacaron aquí


mismo del bolsillo las camareras. . .

AGAPITO.—¡Qué broma, caray!. . .

PERUCHO.-Y en ese caso, se perdió definitivamente. . .

AGAPITO.—-¿Por qué? . . . ¿Por qué? . . . Preguntémosles a


ver.. .

JUANCHO.—¿No ve que las botaron a todas? . . .

AGAPITO.—¿Por qué? . .. ¿Por qué?...

CORNELIO.—Pues porque eran espías... ¡Espías de nuestras propias mujeres!


AGAPITO.—Bueno: yo como soy viudo tres veces, ¡qué iba a enterarme!

PEPE.—Ahora todos son camareros. . .

JUANCHO.-Y esos bobalicones que consiguieron tienen además una gran


ventaja: viene uno de su casa de ver malas caras y soportar malos modales, y
explosiones nerviosas, y lo reciben a punta de venias y sonrisas sedantes. ..

AGAPITO.—Bueno: yo ni me había enterado, porque como vivo solo... y además


soy tan miope...

CORNELIO.—Juancho, en cambio, es el que bate aquí el record de las discordias


conyugales.

JUANCHO.—Supieras que ahora no. Y eso es quizá lo que me preocupa; porque


noto una calma sospechosa... Desde hace algunos días, mi mujer ha cambiado
completamente de. . .

PERUCHO.—¿De carácter?...

AGAPITO.—De eso nadie cambia; y menos las mujeres.

PEPE.—¿Entonces? . ..

JUANCHO.—Ha cambiado de táctica,

CORNELIO.—¿Y eso cómo? . .


.
PEPE.—¡A informarnos!

JUANCHOY Ya no se enfurece por todo. Sin embargo, en mi casa hay menos


cordialidad que nunca. Ha optado ella por una sonrisita irónica para todos los
casos; pero una sonrrisita que se me convierte en gotas de ajenjo. Cada vez que
protesto por algo, que doy una orden terminante, que pierdo la paciencia, sonríe
mirando de soslayo, con un aire de superioridad inaguantable. . .

PERUCHO.—¡Qué curioso!

JUANCHO.—Y en seguida murmura sardónicamente: aprovecha . ..


aprovecha. . . que ya es por poco.

CORNELIO.—¡Sorprendente!. . .

JUANCHO.—Pero hay algo más sorprendente: mi hija y las tres sirvientas han
aprendido la misma sonrisa irónica y la misma vuelta de ojos. .. Voy a la oficina,
hago cualquier reparo a la mecanógrafa y. . .
PEPE.—El mismo cuento. ..

JUANCHOL -La misma sonrisa. , , y la misma mirad.. .. y la misma frasecita. ..


como si todas se hubieran estereotipado contra mí.

PERUCHO.—¡Increíble!

JUANCHO.—¿Tú te explicas eso, Perucho?. . .

PERUCHO. Menos que tu. .. porque a mí me ocurre exacta, exactamente lo


mismo. .. Vivo envuelto en esas sonrisitas, como si inspirara lástima
profunda. . .
CORNELIO.—¡Hombre, yo también!

AGAPllO. ¡Apuesto a que están aprendiendo eso en alguna película!

(Entran LALA, LILI Y LOLO, con los elementos de bebida)

LALA.-Perdonen la demora. . pero fue que estos se empeñaron en ayudarme a


traer. .. (coloca dos vasos sobre la mesa de juego)

LILI.—Si, aquí está la soda.

LOLO- Y aquí el hielo. ..

PERUCHO.—¿Y dos vasos nada más, para cinco barbas?...

LALA.—¡Ay Dios. . . Voy a traer los otros.. .. ¿Dobles o sencillos? . . .

JUANCHO.—Trae la botella, para evitar tanto viaje...

(Sale LALA)

AGAPITO.-—Para mí más bien un sandwich.. . .

LILI.—-Allí va precisamente Albertino con los que acaba de preparar...

LALA.—Albertino. .. Albertino. . . ¡Aquí!

(Entra LULU)

LULU.—Son los más exquisitos que he podido hacer hoy... ¡Mi especialidad! ¡Qué
dicha si les gustan!

PERUCHO.—¡De veras, que están provocativos!

PEPE.—¡A embestir!
CORNELIO.—¡Ya lo creo!

PERUCHO.—Pero esto es rarísimo.

JUANCHO.—Inexplicable.

LULU.—¿No les gusta?

PERUCHO.—Están deliciosos. .. pero hablábamos de otra cosa.

LILI.—¡Y hemos venido a interrumpirlos! ¡Qué vergüenza!

LOLO.— Vamonos, Lili.. .

JUANCHO.—Por el contrario. .. Llegan todos muy a tiempo. . . A ver Narciso. .. A


ver, Hermelindo. .. A ver, Bernabé.. . . A ver, Albertino. , . ¿A ustedes no les están
también sonrriendo en forma irónica y diciéndoles entre dientes. . . aprovechen ...
aprovechen? . ,.

LILI.—¡Qué cosas las que se le ocurran a Don Juancho!

LOLO.—¡Qué cosas!

LULU.—De veras. . . ¡Qué cosas!

(Regresa LALA)

LALA.-Aquí está la botella. . .

PERUCHO.—La pregunta es en serio.

LILI.—-Yo como no salgo de aquí.. .

LOLO.-Y yo con tanto oficio. . . Me toca lavar, me toca barrer . . .

LALA.-Y a mí cobrar y ayudar en todo. . .

LULU.—Y a mí cocinar de día y de noche...

LALA.—Y a mí correr para aquí y para allá. . . Miren: allí me están llamando. ..
Voy, voy. . . Hola, acompáñeme. .. Que más sándwiches, Albertino. .. ¡Ay, qué
cansancio!

LULU.—Voy. .. Voy... De veras, qué cansancio, ¿no?. ..

(Salen LALA, LILI, LOLO y LULU)


JUANCHO.—Pero... a pesar de todo, hay un hecho indiscutible. ..

PERUCHO.—¿Cuál? . . .

JUANCHO.—Que la vida sin mujeres sería aburridísima.

CORNELIO.—Detestable. .

PEPE.—Carecería de objeto. . .

AGAPITO.—Disiento. . . Yo prefiero llorarlas por muertas. . .

CORNELIO.—Y entonces, ¿qué tanto afán de encontrar su libreta de direcciones?

AGAPITO.—No es afán de sátiro propiamente, sino de coleccionista . . .

PEPE.—Por mí, cuando oigo hablar a esos pobres diablos, me pregunto si no eran
preferibles las camareras, aunque nos espiaran.

PERUCHO.—Empiezo a pensar lo mismo. Desde que no se ven aquí sino las


faldas del Monserrate, el Club Unión de Maridos me parece insípido,
incompleto. , . ¿Qué tal si fuéramos a divertirnos un poco por fuera? ...

JUANCHO.—¡Ya está!. . .

CORNELIO.—A ver, Don Agapito. . . Usted, como siempre, dirige la comitiva...

AGAPITO.—Pero yo cómo. .. sin libreta y con esta memoria. .

PEPE – Propongo: vamonos a casa de Zaza.

JUANCHO.—; Apruebo!

PERUCHO.—¡Ni piensen!.. . Lo sorprendente es que ella. . . también está


sonriente y capciosa. . . guardando unas distancias mentales que saben a hielo. . .

CORNELIO.—¿De veras? . . .

JUANCHO.—¡No creo!. ..

PERUCHO.—Ya no se siente uno allá en fiesta, sino en expedición al polo sur... y


cuando le preguntan, si es posible firmarle un vale, responde.. . .

PEPE.—¿Qué aprovechen?. . .

PERUCHO.—Exacto... y anoche me dijo: puede que sean los últimos, y que no


esté lejano el día en que sea yo quien te firme vales a tí...
JUANCHO.-—-¿Qué hacemos entonces?. . . ¿Cuál es aquí el hombre de
imaginación?...

(Entra PLUTARCO alarmadísimo)

PLUTARCO.-¿Y usted tan tranquilos?

JUANCHO.—-¡Hola, Plutarco!

PERUCHO.—¡Hacías falta!

CORNELIO-— ¡Te incorporamos!

PEPE.—¡Ya lo creo!...

PLUTARCO.—Pero. . . ¿no se han enterado? . ..

JUANCHO.—¡De qué?

PERUCHO.—-¿Qué pasa?

PLUTARCO.—¡Pues del pato!

PEPE.—¿Otra vez sin gasolina?

PLUTARCO.—La gasolina es juego de niños ante lo que sucede. ..

PEPE.—¿Cayó el gobierno? ¿Golpe de Estado?

PLUTARCO.—-¡Algo peor! ¡Un paro femenino en toda la línea! ¡Decretado hace


pocas horas!

PERUCHO.—¿Cómo?

JUANCHO.—¿Qué?

AGAFITO.-—Un pa. .. un pa, .. un paro femenino?. .. Jua, jua, jua, jua...

PLUTARCO.—¡No se ría, que la cosa es grave!. . .

AGAPITO.—Pero cómo no me voy a reír. ..

PLUTARCO.—¡Es algo increíble! Por segunda vez en la historia, a partir de los


lejanos tiempos de Aristófanes, las mujeres se han puesto de acuerdo contra
nosotros.

AGAPITO.—¿Y cuándo no lo han estado?. ..


CORNELIO.-¿Y qué se proponen?

PLUTARCO..—Suspendernos toda clase de servicios.

AGAPITO.—¡El fin del mundo, pues.. . .

PERUCHO.—¿Y cómo lo sabes?

JUANCHO.—¿Quién te dijo?. . .

AGAPITO.—Eso es paja. .. paja. . .

PLUTARCO.—Que va a ser paja, si quien las ha puesto de acuerdo, con habilidad


de que nunca la creí capaz, es nada menos que esa harpía que en veinte años no
ha estado ni un minuto de acuerdo conmigo.

PERUCHO.—¡Tú mujer!

AGAPITO.—Mis felicitaciones entonces, . .

JUANCHO.—Sóplame un ojo. .. ¿No estarás viendo visiones?

PLUTARCO.-—Estoy en mi sano juicio, y la cosa es muy seria,

CORNELIO.—¡Qué va a ser seria, hombre!

PEPE – Y si lo es, no dura veinticuatro horas.

PLUTARCO.—Las noticias que hay dicen todo lo contrario. Se están cerrando


tiendas, almacenes y fábricas. Las radiodifusoras truenan llamando a los hombres
a desempeñar toda clase de oficios desagradables. . . En la bolsa ya no hay
buenas acciones.

JUANCHO.—Pero es imposible que todas las mujeres, absolutamente todas,


estén en tal lío. . .

PLUTARCO.—¡Todas! ¡Eso es lo sorprendente!. . . ¡Y lo miedoso!

PERUCHO.—¿Hasta tu hija?

PLUTARCO.—Seguramenté.

JUANCHO.—¿No la has visto?

PLUTARCO.—Se casó esta mañana. . , Adelantó la fecha del matrimonio,


harta ya de las impertinencias de mi muier..
PERUCHO.—¿Y dónde está?

PLUTARCO.-Salió de Bogotá con el marido.

CORNELIO.—Entonces, ni él ni ella deben saber nada.

PEPE.—Vayamos a buscarlos.

AGAPITO.—Lo que es yo, no interrumpo.

PLUTARCO.—Dejémoslos que resuelvan ellos su problema como les plazca. Lo


importante es organizar cuanto antes la resistencia. .. y luego la ofensiva, para
desorganizarlas y dominarlas otra vez.

PERUCHO.—Pues manos a la obra.

JUANCHO.—Hay que demostrarles que podemos bastarnos a nosotros mismos.


CORNELIO.—Muy bien pensado.

PEPE.—No perdamos tiempo. . . ¡Albertino!. . . ¡Narciso!. .. ¡Bernabé!. ..


¡Hermelindo!, . , ¡Dagoberto!

(Entran LALA, LlLI, LOLO y LULU)

LALA.—¿Qué pasa? LILI.—¿Qué sucede?

LOLO.—Qué se les ofrece?

LULU.—¿Qué ocurre pueS?

PLUTARCO.—¿Cómo estamos de víveres?

LALA,—Por cada gallina que hayan comprado para el club femenino, aquí hay
dos.

LILI.—Y por cada libra de carne, cuatro. . .

LOLO.—Y por cada arroba de papas, un bulto.

PLUTARCO.—¿Y de bebidas?

LULU.—Desde limonada hasta champaña. ..

PLUTARCO.—¿Y de combustibles?

LULU.—Para todo el mes. . . Pe.. . pero. .. pero qué? ¿Otro nueve de abril?...
¿Otro bogotazo?...
LILI,—¡Qué miedo!

LOLO.—¡Qué pavor!

LALA.—¡Qué espanto!

LULU.—¿Trancamos las puertas?

PLUTARCO.—Al contrario.

JUANCHO.—Hay que dejarlas abiertas de par en par; porque apenas cunda el


pánico, todos los hombres correrán para acá, a recibir órdenes.

LALA.—¿Contra quién?

PLUTARCO.—-¡Contra las mujeres!

LULU-—¡Qué bien!

PLUTARCO.—Se han declarado en huelga. . . y nos tienden una cortina de hierro.

JUANCHO.—-Pues a firmar nosotros aquí el pacto del Tequendama,

LULU. De veras. .. porque toda mujer es un abismo.

LALA.—Yo por eso, ni verlas.

(Salen las cuatro)

PLUTARCO.—No perdamos tiempo. . . Ante todo, no olvidemos que elIas nos


tenían vigiados, que metieron aquí una quinta columna. A responderles en la
misma forma.

JUANCHO.-—¡Sí, a la ofensiva cuanto antes!

CORNELIO.—Sí, a espiarlas nosotros también.

PEPE,—A disociarlas. . .

PERUCHO.—A bombardearlas con toda clase de chismes...

AGAPITO.—Y a descubrirles el lado flaco. . .

JUANCHO.—-¡Eureka!... Los criado,, que son un tanto ambiguos, pueden


servirnos de quintacolumnistas.
PLUTARCO.—¡ Admirable!.. . Ve a proponérselo... y que se disfracen con los
uniformes de las camareras que despedimos.

PEPE.—¡Pero si veo que ya lo están haciendo!

PERUCHO – Sin necesidad de ir a darles la idea, y se les ha ocurrido.

JUANCHO.- Que corran a incorporarse a la C.T.C.F. para que nos tengan al


corriente de todo lo que haga y proyecte el enemigo común.

PEPE.—-La enemiga, querrás decir.

PLUTARCO.- Nosotros en tanto, a hacernos cargo de todos los servicios


domésticos del club.

PERUCHO.—Yo me encargo de la despensa.

JUANCHO.—Yo de la cocina.

PLUTARCO.—Yo del aseo.

PEPE.—Yo del bar, . ,

JUANCHO.—Vayamos echándoles manos a los arreoss

(Se provee cada cual de un instrumento de servicio: escobas, trapos de polvo,


vajilla, cacerolas...)

PLUTARCO.—Por fortuna, no tardará en llegar las primeras reservas, en cuanto


se den cuenta del conflicto.

PERUCHO.-—-¡A trabajar y a vence!! (brindando con lo que tiene a mano) ¡Por el


triunfo de nuestra causa!

JUANCHO.—¡Por el clavo que hemos de sacarnos!

CORNELIO.—(a PLUTARCO) ¡Porque tu mujer no se salga con la suya!

AGAPITO.—¡Porque aparezca mi libreta de apuntes!

TODOS.—¡Ras! ¡Ras! ¡Chis! ¡Pum!

CORO DE HOMBRES
Si la lucha se avecina, no hay temor, por lo que veo. Prenderemos la cocina con
el fuego del deseo. Es fácil de hacer, oriloverán, la carne vencer y amasar el pan.
Con el fuego del deseo se improvisa una tortilla. ¡Cómo prende ese fogón con las
llamas de pasión cuando hay leña entre la hornilla! Es fácil de hacer, oriloverán,
la carne vencer y amasar el pan.

UNO.—Tomo un huevo y lo rompo y se va a la sartén.

OTRO.—Si otro huevo consigo lo parto también.

DUO.—Se bate así...

TODOS.—Ji, ji, ji, ji...

DUO.-Y listo está.

TODOS.-Ja, ja, ja, ja...

DUO,—Con esa tortilla no hay más que ver ¡Nos descartamos de la mujer!

TODOS.—¡Les vamos a ganar!

CORO DE MUJERES, ENTRE BASTDORES

Somos seis tímidas que andamos ávidas de un sueño mítico, de un grande amor.
Y fuimos víctimas de un hombre pérfido. ¡Maldita máscara de seductor!
¡Qué hombres tan cínicos! ¡Qué hombres tan pícaros! ¡Son unos bárbaros sin
corazón! Ahora burlémoslos y traicionémoslos y así cobrémosles nuestra ilusión.

HOMBRES.—¿Qué pasará?... ¿Quién cantará? Si son mujeres, ¿dónde están?

(Entran LALA, LILI, LOLO, LULU y otras más, en bataclán de camareras),

MUJERES,—Somos seis tímidas que andamos ávidas de un sueño mítico, de un


grande amor...
Pero esos hombres nos parecen rústicos y sólo viven de vulgar pasión.

(Los hombres las persiguen, fascinados, los esquivan bailando picarescamente).

Buscamos cándidos de mentes límpidas, de manos trémulas

y gran pudor; y no estos sátiros, de gesto estúpido que son veneno para la
emoción...

HOMBRES.—¿Qué buscarán?... ¿Qué tomarán?

MUJERES.—Nada, señores. . . Voy de afán.

HOMBRES.—Ahora soy cocinero de pura verdad. . .Dame niña un abrazo, te voy


a quemar...
MUJERES.—-Me tengo que marchar.

HOMBRES.-No vamos juntos .

MUJERES.—No señor.

HOMBRES.-—Te doy mi vida. . .

MUJERES.—¡Qué furor!

HOMBRES.—Ven, china del alma, para el diván.

MUJERES.—Cuidao, caballero, no sea patán. . .

HOMBRES.—-¿Pero por qué se van?

MUJERES.—¡Qué se imaginarán!

(Fin de la música)

(Al suprimirse la música, las muchachas entrarán después de las interjecciones


colectivas de los hombres)

PERUCHO.—¡Cómo! ¿Tú no eres Narciso?

LALA,—No, señor... Soy Lalá.

JUANCHO.-—-¿Y este no es Mamerto?

LILI.—Soy Lili, . .

CORNELIO.—¡Y éste es Bernabé!

LOLO.—No señor. . . Loló. . .

PEPE,—-¿Y este no es Hermelindo? . . .

LULU.—No señor. . . Lulú.. .

PLUTARCO.—Pero... ¿Son hombres, o mujeres?...

(Ellas sonríen irónicamente)

PERUCHO..—Mira. .. Mira. . . La sonrisita aquella. . .

JUANCHO.—(aterrado) ¡La misma!


CORNELOO.—¡Son mujeres!

PEPE,—¡ Mujeres!

AGAPITO.—Pues francamente yo no alcanzo a distinguir...

PEPE,—¡Preparábamos quinta columna, y ]a teníamos dentro!

MUSICA ELLAS.-Mujeres somos y nada más No señor.. .

ELLOS.—¡Te doy mi vida!

ELLAS.-—¡-Qué furor!

ELLOS.—Ven china del alma para el diván.

ELLAS.—Cuidao caballero, no sea patán. ¿Pero por qué se van?

ELLAS.—¿Qué se imaginarán?. . .

(Las chicas salen a toda prisa, carcajeándose. Su risa se aleja ante los hombres
atónitos)

PERUCHO.-Imposible que estén haciendo tan bien su papel.

JUANCHO.—Eran mujeres. .. ¡Qué chasco!

PERUCHO.—¡Mujeres auténticas!

PEPE.—¡Y de las buenas!

AGAPITO.-Y ustedes hablando de todo delante de ellas. . .

PLUTARCO.—¡Detengámoslas!...

PERUCHO.—Sí. .. Guardémoslas aquí como rehenes,

JUANCHO.—-No, no. . . ¡Que se vayan. . . y que desaparezcan de aquí hasta las


faldas del Monserrate!. .. Basta que veamos unas faldas para que todo se
desmoralice,,, ¡Y esta batalla hay que ganarla!

PERUCHO.—Entonces, cada uno a su oficio. ..

TODOS,—¡Paso de vencedores!

AGAPITO.-Aunque no haya ninguna dirección. . .


CORO
Si la lucha se avecina, no hay temor por lo que veo...
Prenderemos la cocina con el fuego del deseo. . .
Es fácil de hacer, oriloverán, la carne vencer
y amasar el pan...

(A medida que cantan, cae el TELON)

CUADRO CUARTO

Sala de recién casados.


Entran ALEGRÍA Y APOLINAR en traje de calle.

APOLINAR.—Sigue, mi amor.

ALEGRIA.-¿Aquí es?

APOLINAR.-A Dios gracias... ¡Pobrecita!.. . Tener que pasar todo el día en la


mitad de una carretera. .. ¡Y precisamente el día de tu boda!

ALEGRÍA.—¡Qué importa, si estaba junto a ti!

APOLINAR.—Si no nos hubiéramos casado a escondidas de tu mamá, pensaría


que era ella la que nos había hecho picar las cuatro llantas.

ALEGIA,—¡Exagerado!

APOLINAR.—Es que eso nunca me había pasado: que se me desinflen las cuatro
llantas casi al tiempo, lejos de todo el mundo, y que me toque a mí solo
desmontarlas y parcharlas.

ALEGRÍA.—Desagradecido. .. Bastante te ayude. . . Mira cómo tengo las manos.

APOLINAR.—¡Y yo, que pensaba hacerle pasar un día encantador!

ALEGRÍA.—Mejor estamos aquí. .. Quena conocer pronto nuestro nido.. . Divino


el salón, mi amor. . .

APOLINAR,—¿Quieres ver el resto.... Mira: este es mi cuarto de soltero.

ALEGRÍA.—¿Soltero tú?. .. ¡No te hagas ilusiones!.

APOLINAR.—Me refiero a los muebles que tenía cuando era soltero.

ALEGRÍA.—¡Lo que habrán visto esos muebles, que yo no sé!


APOLINAR.—Tu retrato, nada más.

ALEGRÍA.—Si ellos hablaran. . .

APOLINAR.—Mira: tu tocador.

ALEGRÍA.—¡Qué sueño!

APOLINAR.--Y esa es. . . nuestra alcobita. . .

ALEGRÍA.—¡Apolo!

APOLINAR.—¡ Alegría!

ALEGRÍA.—¿No te irás a aburrir de mí?. . .

APOLINAR.—¡Tonta!. .. ¿Quieres quitarte esa tualet de víaje?

ALEGRIA.—Sí. . .

APOLINAR.—Ve a tu tocador.

ALEGRÍA.—Adiós, entonces.

APOLINAR.—¿Con esa indiferencia?

ALEGRÍA.—¡Apolo!

APOLINAR.—Vuelve pronto.

ALEGRÍA,—Dos minutos nada más. .. (sale botándole besos)

APOLINAR.—Filo. .. Filomena.. .

(Entra FILOMENA, la sirvienta)

FILO.—¿Señor?

APOLINAR.—¿Compraste todo lo que te encargué?

FILO.—Por estarlos esperando no he salido de aquí en todo el día.

APOLINAR.—Prepárame el baño. .. Pero oye. . , oye. .. Trae para acá el whisky.

FILO.—¿Qué más se le ofrece?

APOLINAR.—Nada más por el momento.


(Sale FILOMENA... APOLINAR golpea en la puerta del tocador)

ALEGRIA.—-(dentro) ¿A ver?. . .

APOLINAR¿—¿Todavía existes? . . .

ALEGRÍA.—Ya voy... ya voy...

APOLINAR.—(se pasea nervioso, silbando)

ALEGRÍA.-—(regresando, ya en bata) ¡Impaciente!

APOLINAR.—Temía que te escaparas por la ventana... Como estoy tan de malas.


..
ALEGRÍA.—¡Qué corbata!

APOLINAR,—-¿Para qué la enderezas.... Suelta más bien el nudo.

ALEGRÍA.-—Ya está. ..

APOLINAR.—Yo también voy a quitarme estos arreos. . . y el tizne de tanto trajín.

ALEGRÍA.—Vé, sí. . .

(Entra FILO con la mesita de licores)

APOLINAR.—Pero antes. . . estrenemos el bar. . .

ALEGRÍA.—Yo te sirvo. . .

FILO.—-Ya está servido.

APOLINAR.—(brindando) '" .Por. . .

ALEGRÍA.—¿Por qué, a ver?

(Sale FILO sonriendo maliciosamente)

APOLINAR.—¿Con toda franqueza? . ..

ALEGRIA.—¡Claro que sí!

APOLINAR.—Pues. .. porque tengas muchos hijos. ..

ALEGRIA.—Dios quiera. ..

APOLINAR.—Y por que a tu mamá no se le ocurra venir a conocerlos...


ALEGRIA.—¡Qué aberración!... ¡Olvídate de ella!

APOLINAR.—Prefiero estar en guardia.

ALEGRIA —-Ve pues, a bañarte, que pareces un chofer de camión. APOLINAR*—

APOLINAR - Adiós, entonces

ALEGRÍA.—(batiéndole el pañuelo) Que no me olvides,

APOLINAR – Eso nunca

ALEGRIA. - Adiós. .. Cuidado con ahogarte

APOLINAR/—Voy muy prevenido.. En cuanto el agua pase de la cintura, toco el


timbre de alarma . .

(Sale APOLINAR .. ELLA se mira al espejo y se acaba de arreglar. . Suena el


timbre)

ALEGRÍA.— ¡Filo!

(Entra FILOMENA)

FILO.—Mi señora.

ALEGRÍA,—¿Es Apolo el que llama?

FILO*—No, señora. .. Es en la calle.

ALEGRÍA.—Di que no estamos. .. sea quien sea. ..

(Al ir a salir FILO entra DALILA, CON BERTILDA)

DALILA.—¡AH!. .. ¡Al fin doy contigo!

BERTILD A.— ¡Bendito sea Dios!

ALEGRIA – Mamá!

DALILA - No debiera pisar tu casa. , , pero no habla más remedio.

BERTILDA,—¿Por qué esta locura?. .

ALEGRÍA.—Madrinita* Siéntense . .
DALILA.—¡Estaremos para sentarnos! ¿No te has dado cuenta de que estalla el
paro?

ALEGRIA.—¿Como? * * . ¿No era para la otra semana?

BERTILDA.—Hubo que adelantar la fecha.

DALILA,—Lo decretamos hoy a medio día.

ALEGRIA.—|Ay Dios mió!

FILO.— San Jerónimo bendito!

DALILA -- Y sería vergonzoso que fueras tú, mi propia hija, quien quebrantara la
disciplina.

BERTILDA.— (a FILOMENA) Y usted, ¿por qué no le hizo saber?

FILO.—Yo tampoco sabía nada, mi señora.

DALILA.—Pues ya lo saben. . . Desde las doce, están suspendidos todos los


servicios oficinescos, domésticos, y. . .

ALEGRÍA.—¡Pero mamá!. . .

DALILA.—¡Sin peros!

BERTILDA.—Juraste defender nuestra causa, y tienes que cumplir. . . No hay


más remedio. . .

DALILA.-(a FILO) Y en cuanto a usted, ¡ojo!

FILO.—(aterrada) Sí, mi señora. . .

(Sale FILOMENA)

DALILA.-Y me voy. Quiero permanecer aquí lo menos posible. " . Será la primera y
última vez que ponga los pies en tu casa... ¡Desagradecida!... ¡Mala hija!...

BERTILDA.—Tampoco te extremes de esa manera... A lo hecho, pecho.

ALEGRIA.—Mamá: si crees que hice mal, perdóname; pero. . . ponte en mi


caso. . .
DALILA.—¡No faltaba más!.

ALEGRIA.—Mamá: no te vayas sin darme la bendición. . .


BERTILDA.—Dásela, comadre. . .

DALILA.—Te la daré después del paro. . . Ahora confórmate con el cumplimiento


de tu deber.

ALEGRIA,—Pero mamá...

DALILA.—No hablemos más. .. No quiero encontrarme con ese hombre. ..


Vamos, comadre. . .

(Entra FILOMENA)

BERTILDA.—Por ahora a tu deber, hija. , . que para lo demás ya habrá tiempo...

(Salen DALILA Y BERTILDA)

ALEGRÍA.—¿Qué hacemos, Filo?

FILO.—Ay, no sé, mi señora.

ALEGRÍA.—Prefiero irme. . . Sí, me voy.. .

FILO.—¿En bata?

ALEGRÍA.—Como sea... Dame un abrigo y llámame un taxi...


Cuando salga Apolo, dile que….,

FILO.—Ya no puedo decirle nada.. . Es prohibido hasta explicarles de qué se


trata.

ALEGRÍA,—-Entonces no le digas nada... pero me voy...

(Entra APOLINAR en bata. FILOMENA se retira aterrada)

APO LINAR *— ¿ Quién hablaba?

ALEGRÍA.—Nosotras. . .

APOLINAR.—Es curioso. . , Entre el ruido de la ducha, me pareció oír la voz de tu


mamá.. Me persigue hasta en sueños, tratando de fastidiarnos . Ven acá, mi amor.

ALEGRIA —No,

APOLINAR.—¿Por qué no?.. .

ALEGRÍA,—Porque no.
APOLINAR.—¿Te molesta que hable mal de tu mamá?... No volveré a nombrarla*
ALEGRIA,—Déjame

APOLINAR.—¿Tan seno es el disgusto?

ALEGRÍA—Déjame tranquila,

APOLINAR.—¿Te sientes mal?

ALEGRÍA.—Sí .

APOLIN A R.— ¡Pobrecita!

ALEGRÍA.—No te acerques..' No me toques.

APOLINAR.—Explica: ¿qué te pasa?

ALEGRÍA-—No me preguntes nada. .. Déjame sola... Quiero llorar.

APOLINAR,— ¡Ahí... ¡Son nervios!.,. Bobita... Cálmate* , . Aquí no se hace sino lo


que tú quieras. .. Lo que tú mandes. . . ¿Otro traguito?

ALEGRIA —No.

APOLINAR.—¿Que ordenas entonces?. .. Me basta estar junto a tí para sentirme


contento, (toma el diario) ¿Leemos la pagina roja?

ALEGR I A—No

APOLINAR.-Me conformaré entonces con mirarte... No me asusta la vida


contemplativa. .. ¿A ver?. .. Tu en ese extremo... Yo en este... ¿De acuerdo?... ¿Ni
una miradita siquiera?

ALEGRIA.—¡Qué horror!

APOLINAR.—¿Te espanto?

ALEGRIA.—Hazme un favor. . .

APOLINAR.—El que quieras. ..

ALEGRIA.—Vete.

APOLINAR.—-¿Qué me vaya?... ¿Para dónde?

ALEGRIA,—Para cualquier parte. .. por una semana.


APOLINAR.—¿y por qué?

ALEGRIA.—Porque. .. porque. . . hicimos mal en casarnos hoy.

APOLINAR.—¿Equivocaste otra vez la fecha?

ALEGRIA.—Sí, Apolo.. . Si.. .

APOLINAR.—(malicioso) Es curioso... (se pasea) Muy curioso... La que cambiaba


la fecha cada rato no eras tú, sino tu mamá... y ahora, cuando al cabo de las
últimas vuelve la cuestión de las fechas, oigo la voz de tu mamá. . . ¡Ella estuvo
aquí!

ALEGRIA.—No. . .

APOLINAR.—¿Por qué me mientes?

ALEGRIA.—¿Yo?. ..

APOLINAR.—Ahora recuerdo que sonó el timbre, . . ¡Tu mamá estuvo aquí! A lo


mejor está aquí.. , y esta vez la pelea no va a ser en su casa, sino en la mia... ¡Vas
a ver!... (busca)

ALEGRIA.-Si ya se fue. . .

APOLINAR.—De manera que si vino. . . Nos casamos a escondidas de ella, y sin


embargo ella me seguía los pasos... me picó la llantas. . . y espió la primera
oportunidad para entrar aquí también a escondidas. . .

ALEGRIA,—No me atormentes... Vete, por favor...

APOLINAR.—Aja. . . Comienzo a ver claro.. .

ALEGRIA.—(rompe a llorar)

APOLINAR,—Mira: deja las lagrimitas. .. No creas que con lágrimas me


ofuscas ni me ablandas. , . Dejemos los rodeos... Tu mamá estuvo aquí, y
tenias que ocultármelo. . . ¿Por qué?... ¿Por qué?...

ALEGRÍA*—No sé. . .

APOLINAR,-—-¿No sabes?. ¡Miren a la mosquita muerta!.. Por lo visto, entre


ella y tú hay un secreto, que yo no puedo conocer...

ALEGRÍA*-—Quizá , .
APOLINAR.—Vamos entendiéndonos. .. Un secreto que pensabas revelarme. ..
después de casado. .. con lágrimas que empiezan ya a correr* . , i correctísimo.*
¡Nobilisimo*! Pero mi querida Alegría, no soy de los que caen en esa clase de
trampas.

ALEGRÍA.— Esto es horrible

APOLINAR.^-De acuerdo: ¡horrible!. . . Por lo tanto, creo que quien debe irse de
aquí inmediatamente no soy yo. ,sino tú.

ALEGRÍA.—Muy bien.

APOLINAR*—Y mañana mismo entablaré la demanda de nulidad de nuestro


matrimonio. * * Vete... Ni un minuto más aquí.

ALEGRÍA.—¿Que estás pensando. Apolo?

APOLINAR.-—¿Quieres que te lo diga con claridad meridiana?... ¡Que a mí no me


meten gato por liebre!

ALEGRÍA.-—-No hay necesidad de que me insultes . . Si así me juzgas, me voy


definitivamente para siempre.

APOLINAR*—Conozco el recurso: ¡para siempre!... ¡La eternidad, como madrina


para conmover al incauto. .. (ríe) No faltaba más, sino que te fueras para regresar
al ratico.

ALEGRÍA*—¡Me iré paira siempre! (va a su cuarto)

(Suena el timbre de nuevo)

APOLINAR.—Filo . Filo... Llaman. . . Si es la señora que estuvo aquí hace un


momento» hágala seguir. . Va a ver que conmigo no juegan. .. ¡Admirable
entregársela de una vez por todas!... ¡FILO!.... ¿Pero no oye lo que le digo? . .
*Hola: que vaya a abrir. ,(la trae en rastra)

FILO —(apenas la sueltan se devuelve sin decir nada)

APOLINAR. (trayéndole de nuevo) ¿Tendré que mandárselo a empujones, estoy


en humor para eso. .. (la empuja)

FILO-—(Se deja sacudir como un títere, y cuando la sueltan regresa impasible)

APOLINAR.-¿Qué le pasa a esta idiota?

(Suena, el timbre desesperadamente. APOLINAR abre y entra CONCHITA)


CONCHA.—¡Apolinar!

APOLINAR.—¡Conchita! ¿Tú aquí?, .

CONCHITA,—-Tenía que hablarte.

APOLINAR.—Pero... ¿No podías dejarlo para mañana?

CONCHITA.—Es algo importantísimo.

APOLINAR.—-¿Vienes de la oficina?

CONCHITA.—-Tuve que cerrarla después de almuerzo.

APOLINAR.—¿Por qué?.. . ¿No te advertí que debías despachar hoy mismo toda
la correspondencia pendiente?

CONCHITA.—Lo hice en mi casa, a escondidas, para evitarte cualquier perjuicio...


Aquí está para que la firme.s

APOLINAR.—¿Y por qué en tu casa?. . . ¿Y por qué a escondidas?. . ¡Todo ha


de ser hoy a escondidas!

CONCHITA.—-Porque tú estás para mi por encima de todo... En cambio, apuesto


a que tu mujer se fue. .. ¡Claro! ¡Tenía que ser así!

APOLINAR.—¿Por qué?. . . ¿Qué sabes tú?. . .

CONCHITA,—-¡Si el asunto anda ya en boca de todo el mundo! . . .

APOLINAR.-—¡Lindo papel me han puesto a hacer entonces.... ¿Qué dicen?


¿Qué dicen?. .. ¿Entonces lo que sospecho era vox pópuli?

CONCHITA.—La gente no se ocupa de otra cosa.

APOLINAR.—¿Pero de qué? . ..

APOLINAR.—No entiendo. . .

CONCHITA.—¿No sabes que las mujeres de todo el país, dirigidas por tu suegra,
se declararon hoy a medio día en paro general?

APOLINAR,—-¡Tú también?

CONCHITA,—También... ¿No ves que soy presidenta del sindicato de


mecanógrafas?. .. Pero tú, un jefe tan bueno, tiene que ser la excepción de la
regla. . Tú no te quedas solo, pase lo que pase... No sólo despache la
correspondencia, sino que he venido a ver qué necesitas. .. ¿No te han dado de
comer? . . . Yo prendo la estufa...

APOLINAR.—Gracias, Conchita. . . Gracias. . . No es necesario . .. Basta


con el servicio que acabas de prestarme. . . Por esa misma razón, no quiero que
tus compañeras vayan a considerarte como una desertora. .. Ve a ponerle al frente
de tu sindicato. . .

CONCHITA.-¿Y tú?

APOLINAR.—Me quedo aquí... en mi trinchera... en huelga de hambre. .. Si ha


estallado la guerra de sexos, cada cual debe ocupar el puesto que le corresponde.

CONCHITA,—Pero. .. pero.. .

APOLINAR.—Vete, Conchita. . . Vete. . . Antes de que las mujeres se den cuenta


de que has venido a traicionarlas. . . No acepto tu sacrificio... Si ganas, iré a la
oficina a recibir tus órdenes. Si pierdes, seré el mismo de siempre. . . Vete. . . No
quiero que estés aquí un instante más. .. Ya tendremos tiempo para cambiar
ideas... y para todo lo demás...

(La forza a retirarse. . . Luego se pasea frotándose las manos)

¡Formidable!

(Se amarra bien la bata. Reaparece ALEGRÍA, en traje de calle)

ALEGRÍA.—Adiós, Apolinar.

APOLINAR.—(guasón) ¿Para siempre?

ALEGRÍA.—Sí.

APOLINAR.—¿Con qué permiso?

ALEGRlA. Era lo que faltaba.

APOLINAR.—Ven acá...

ALEGRÍA.—No.

APOLINAR.—¿Serias capaz de faltar a un juramento?

ALEGRÍA.—Precisamente.

APOLINAR,—¿Juraste o no seguir a tu marido?


ALEGRÍA.—(con falsa frialdad) Pues... si.

APOLINAR.—Sígueme entonces.

ALEGRIA.-No puedo.

APOLINAR.-¡Tonta! ¡Si lo sé todo!... ¡Y hasta me cae en gracia!

ALEGRÍA.—¡Insistes en juzgarme mal. . . y te cae en gracia.. .. .Qué horror! ¡Qué


hombres!... ¡Qué desilusión!.,. No, no quiero estar aquí un minuto más, . .

APOLINAR,—Efectivamente. .. ¡Somos terribles!. .. (la abraza

ALEGRIA.—Suéltame.,

APOLINAR.—Bobita: si ya sé que es tu mamá, y nada más que ella quien sigue


complicando las cosas... que resolvió ser no sólo mi suegra, sino la de todos los
hombres. .. Ya sé que has entrado en el paro.

ALEGRÍA.—-¿Y qué podía hacer?. . . ¿Quién le contradice a mamá?

APOLINAR—Le contradigo yo. .. Vamos a discutir eso. . .

ALEGRÍA.-—Imposible. ..

APOLINAR.—¿Por qué no? . . .

ALEGRÍA.—Porque juré...

APOLINAR.—También juraste quererme. .. De todos modos cumplirás un


juramento y faltarás a otro. . . Mejor, mejor que nuestro amor tenga algo de
prohibido. ..

ALEGRÍA.—No. . . Apolo. . . Nooo. ..

APOLINAR.—(riendo la va llevando a la fuerza a la alcoba)

ALEGRÍA.— (resistiendo en vano) Te digo que no. . . que nooo... que noooo,..

(Salen por la puerta de la alcoba. . . En seguida entra FILO a toda prisa y va al


teléfono)

FILO.-—-Mi señora Dalila. . . Mi señora. . . ¡Mi señora!

(Habla a toda prisa en forma ininteligible, mientras cae el TELÓN.)

CUADRO QUINTO
Otra vez el club femenino.
En escena TIMOTEA, BERTILDA, FILOMENA Y comparsas,

OTEA.—¡Es el colmo!. , . ¿Se convencen. ,. . ¿Se convencen ustedes?

BERTILDA.-¿pero está usted segura de lo que dice?... Insisto en suponer que


esa muchacha es inocente.

TIMOTEA.—¡Claro! ¡Como es la hija de la presidenta!

BERTILDA.—Me parece inocua esa suspicacial.. .

TIMOTEA.—¿Pero no lo está oyendo?. . . (a FILO) Repita: ¿que fue lo que


usted vió?

FILO.—Pues... que los novios llegaron y..,

TIMOTEA.—Ya sabemos que llegaron.

FILO.—Después vino la señora presidenta, con la señora, y. . .

BERTILDA.—Sí... Todo eso lo sabemos ya.

FILO.—Me ordenaron que echara ojo...

TIMOTEA.—¿Y qué vio?

FILO.—Que. .. que Don Apolinar echó a la señora,

TIMOTEA.—Y ella tan sinvergüenza que se quedó...

BERTILDA.—No lo creo. . .

FILO.—Ella se iba. . . pero entonces él se arrepintió y no la dejó salir.

BERTILDA.—Entonces, hubo fuerza mayor, . . fuerza bruta. . .

FILO.—Entonces. . . entonces. . ,

BERTILDA.—-¡La encerró!

FILO.—Se encerraron. , .

TIMOTEA.—No siga. .. ¿Para qué?. . . Lo demás se subentiende. ..

(Aspavientos de la barra)
FILO,—Fue entonces cuando llamé por teléfono. . . Poco después llegaron
mujeres armadas, se llevaron a la señora y encostalaron al señor.

(Entra DALILA con la cabeza a dos manos)

DALILA,—¡Ay Dios mío! ¡Qué horror.. .. No puedo más. .. Me ahogo. .. ¡El frasco!.
.. iTodo el frasco!

BERTILDA.—Agua para la mesa de la presidencia. .. ¿Qué más sucede,


comadre?

DALILA.—¿Qué ha de suceder?... Todo el mundo se ha enterado ya... No se


habla de otra cosa en los círculos femeninos, sino de que ha sido mi hija la
primera en quebrantar el juramento sindica.... Ella va a desmoralizar el paro. . . Va
a ser la causa del fracaso.

TIMOTEA.—Yo, en el caso de usted, lo que le daba ahora mismo era una muenda
en público.

BERTILDA.—¡Absurdo! ¿Acaso nos hemos rebelado contra los hombres para


recrudecer la violencia y resucitar la inquisición? ... Mañana, aunque triunfáramos,
ellos nos echarían en cara, con justicia, que rompimos la tradición jurídica de la
república. .. Pido que se la juzgue; pero por normas legales. .. aunque sea por
medio de un consejo verba..

DALILA.—En todo caso, como si se tratara de una extraño. No soy su madre, sino
su juez, .. Las señoras pueden servir de jurado.. , Usted acusa, compañera
Timotea. . . Usted, doctora Bertilda, encárguese de la defensa. .. Introduzcan a
esa mujer. .. ¡Ay, se me va la cabeza!. . . ¡Este golpe no lo resisto!

(Introducen a ALEGRÍA, que Hora)

ALEGRÍA.—Suéltenme.

DALILA.—¿Crees que esto vas a remediarlo con lágrimas?

ALEGRÍA.—Pero mamá...

DALILA.—No soy tu madre, repito, sino la autoridad que ha de condenarte. . . Se


abre la investigación. . . Tiene la palabra la acusadora.

TIMOTEA.—Acuso a esta vil mujer de dos delitos imperdonables: el de perjurio y


el de traición.

LA BARRA.—¡Perjura!. .. ¡Traidora!. . . ¡Indecente!


BERTILDA.—¡Protesto, señora presidenta! Protesto en nombre del derecho pena,,
que he venido aquí a representar. Ese lenguaje no es jurídico, sino arrabalero. No
podemos aceptar que el arrabal se introduzca, como es maña masculina, en los
cuerpos colegiado..

TIMOTEA.—Es lo que merece esa señorita.

ALEGRÍA.—(altiva) ¡Señora!

TIMOTEA.—Fíjese, señora presidenta: reconoce ella misma que ya no es


señorita, sino señora. Por lo tanto, ella misma se acusa.

BERTILDA.—¡Protesto!. .. ¡Protesto y distingo!

TIMOTEA.—¡Tan distinguida que la verán!. . . Por algo dicen que no hay nada
más terrible que las bachilleras.

BERTILDA.—Más terribles aun son las mujeres lenguaraces, como usted.

TIMOTEA.—La lenguaraz es usted, que me quiere arrebatar la palabra... y todo


para hacernos creer que no es cierto lo que salta a la luz del día: que esa mujer,
en el momento decisivo de nuestro movimiento, siguió al enemigo.

BERTILDA.—¡Distingo otra vez! ¡Al enemigo no! ¡Al marido!

TIMOTEA.—Peor por ahí. Los mandos son nuestros mayores enemigos.

BERTILDA.—Pues no tiene usted prueba para demostrarlo. . ya que se quedó


para vestir santos, . La suya es por tanto una despreciable hipótesis.

TIMOTEA.—¡La hipótesis será usted!. . . Fíjese, señora presidenta, quien es la


que tiene lenguaje cíe arrabal.

BERIILIJA. Que puedo contestar. . . . Que me da lástima su ignorancia, señora.

TIMOTEA.—¡Señorita!

BERTILDA,—¿Señorita?... EntonceS, apoyándome en sus mismos argumentos,


declaro que usted está hablando de lo que no entiendo,

TIMOTEA.—Pues me voy a hacer entender... Ahora verá.

(Se lanzan la una contra la otra)

BERTILDA.—¡Atrévase!
DALILA.—¡Sepárenlas, señoras del jurado!. . , ¡Sepárenlas!. . , ¿Qué es esto?

BERTILDA.—¡Atrevida!

TIMOTEA.-— ¡ Grosera!

BERTILDA.—(arreglándose el peinado) Pido la peinllla... Digo, la palabra. . .

DALILA-.—Tiene la palabra la comadre.., Digo; la defensa.

TIMOTEA.—¿Ah, sí?. . . Entonces lo que cuenta aquí son las comadrerías. No


vale la pena discutir.

DALILA.—Desprecio su calumnia, Timotea. Aquí sólo se trata de hacer justicia. . .

TIMOTEA.—Pero si no me han dejado habla.,..

DALILA.—Pronto le tocará el turno otra vez. . .

TIMOTEA.-Sí, lo que quieren es demostrar que ella no ha roto un plato.

BERTILDA.—Lo que se pretende es demostrar la verdad... la absoluta verdad,


limpia de suspicacias... Comencemos por el cargo de perjurio. .. Pregunto:
¿cuándo dejó la acusada de ser señorita?. . . La respuesta se cae de su peso:
¡Cuando comenzó a ser señora!

TIMOTEA.—¡Qué descubrimiento!

BERTILDA.—¿Y cuándo comenzó a ser señora?, , .

TIMOTEA.—Probablemente, cuando dejó de ser señorita. . .

BERTILDA,—Dejó de ser señorita y comenzó a ser señora. . , óiganlo ustedes


bien. .. y que conste en el acta. . . a las seis de la mañana del día de hoy...

TIMOTEA,—-¿Cómo?. .. ¿Tan temprano?

BERTILDA.-A las seis de la mañana salió del templo con su esposo, cuando el
paro femenino no había aun estallad.. . . Desde ese momento señora presidenta,
señoras del jurado, dejó de pertenecer automáticamente al sindicato de señoritas
caseras, al cual había prestado juramento de lealtad.

TÍMÓTEA,—Ha debido entrar entonces automáticamente también al sindicato de


madres de familia.
BERTILDA.—¿Con qué tiempo? De las seis de la mañana a las doce del día, hora
esta última en que estallo el paro, no había tiempo ni para cambiar de sindicato, ni
muchísimo menos para ser madre de familia.

JURADO.—(alega esta vez con vacilación)

BERTILDA.—-Quedaba, pues, ambiguo su primer juramento. En cambio ella


acababa de hacer otro igualmente sagrado: el de seguir a su marido. . Este último
era indiscutible, afirmativo, obligante, contundente. .. y reforzado, señora,, por lo
mismo que estamos defendiendo aquí: la paz y la estabilidad del hogar.

JURADO.—(hablan todas al tiempo)

DALILA.—¡Silencio!

BERTILDA.-—El cargo de perjurio se cae, pues, de su peso. " . y ahora vamos al


de traición. .. ¡Se acusa a Alegría de traición!

TIMOTEA.—¿Y usted se atreve a negarlo?... ¡Qué cinismo!

BERTILDA.—¿Quién vio? . . . ¿Quién constató? . . . ¿Dónde están los testigos de


esa traición? . . .

TIMOTEA.-¿Pero no oyó a esta mujer?

BERTILDA.—Vamos a tomarle indagatoria. . . con permiso de la presidencia. , .

DALILA.—-Proceda, comadre. . .

BERTILDA.—Su nombre. . .

FILO.—Filomena, mi señora...

BERTILDA.—¿Filomena qué? ,..

FILO.—Pacheco, mi señora. .. por mi mamá. , .

BERTILDA.—¿Quiénes estaban en el domicilio de la señora en las primeras horas


de la noche, cuando ella llegó del campo con su esposo?

FILO.—Estaba yo sola. . .

BERTILDA.—¿Puede usted jurar que estaba sola?. . .

FILO.—-(aterrada) ¿Por qué no, mi señora? Yo respeto siempre las casas donde
trabajo,
BERTILDA.—-Usted era, pues, el único testigo. . . Ahora dígame: cuando los
esposos se encerraron. . . ¿vio usted algo?

FILO.—Yo no, mi señora. . . ¡Qué me iba a atrever!

BERTILDA.—Ya lo oye usted, señora presidenta. Ya lo oyen, señoras del jurado. ..


El cargo de traición carece de pruebas. .. Es por lo tanto inaceptable.. .

TIMOTEA.—¡Pero. . . si es de sentido común!

BERTILDA.—¡Lo único que tiene aquí sentido es la ley!. .. Pero aun saltando por
sobre la ley, pido a las señoras del jurado que se pongan la mano sobre el pecho,
si es verdad que las mujeres tienen. . . corazón. . . Que reconstruyan mentalmente
lo que se está llamando traición, y confiesen si todas no hubieran querido estar en
el mismo caso. . .

TIMOTEA.—Yo no. . . Yo no. . .

BERTILDA.—En cuanto a usted, señorita, ni el enfermo quiere, ni hay qué darle. ..


fuera de un remedio para su envidia. . . y un colorete menos exagerado para
disimular su sesenta años.

TIMOTEA.—¿Sesenta años yo?.". Eso sí no se lo tolero.

BERTILDA.—¡Puedo demostrárselo!

TIMOTEA.—¡ Atrévase!

BERTILDA,—¡Impídalo!

TIMOTEA.—¡Usted no me asusta!

BERTILDA.—¡Ni usted a mí!

(Se van a las manos)

DALILA.—Sepárenlas.. . Sepárenlas. . .

(Las separan)

Creo que estamos ya suficientemente enteradas. . . Pido al jurado que proceda a


dictar su sentencia.

(Entra APOLINAR, en medio del alboroto)

ALEGRÍA.—(corriendo a él) ¡Mi amor!


APOLINAR.—¡Mi vida!

DALILA.—-¡Y usted fuera de aquí.. .. ¿Cómo se atreve a allanar nuestra casa?. ..


En vez de entregarse a esas luchas personalistas, señoras, ¡echen de aquí al
enemigo común!

APOLINAR.—¡Adelante, muchachos!

(Entra el grupo de hombres con instrumentos domésticos)

Dense prisa,, señoras..

DALILA.—¡Era lo que faltaba!

APOLINAR.—Traigo orden de captura contra todas ustedes por violación de


domicilio, sustracción de armas, rapto y encostalamiento. .. Además, pongo en sus
manos este decreto del Club de Maridos, declarando ilegal el paro femenino por
todos sus aspecto..

DALILA.-—(a ALEGRÍA) ¡Fíjate! ¡Tu mal ejemplo!

APOLINAR.—De suerte que, muchachos. .. ¡Arreen con ellas!

UNO.—¿Con las más jóvenes?

DALILA.—Comiencen conmigo. .. Quiero dar ejemplo de ente reza en la


derrota. .. La guerra es la guerra. . .

(Entra PLUTARCO)

PLUTARCO.—¡Cuidado con ella!

DALILA.—Faltabas tú, llevándome la contraria hasta en eso.

PLUTARCO.-—Por obligación, hija, porque traigo tu libertad incondicional y la


de todas estas señoras, junto con la segunda resolución de nuestro club, (lee) ...-

CONSIDERANDO:
que la actitud agresiva del sexo femenino contra los maridos legítimamente
constituidos puede llevarnos al caos, y pone en grave peligro la misma
conservación de la especie,

RESUELVE:
Aplíquense la unión conyugal, la paz doméstica, el toque de queda y el Estado
interesante en todos los hogares de la república.

DALILA.—¡ Plutarco!
PLUTARCO.—lDalila!

ALEGRÍA.—¡Mi Apolo!

APOLO.—;Mi Alegría!

HOMBRES.—¿y nosotros qué hacemos?

PLUTARCO.—Imponer la convivencia entre vencedores y vencidas. . .

(Orquesta)

(MARCHA FINAL, en la que deben alternar y combinarse las voces a juicio del
director)

Es el amor de esta negra la sola pasión que me domina. Vente negrita conmigo,
que yo te daré mi corazón. Si tú me quieres mi negra serás mi pasión toda la vida.
Sólo contigo se puede gozar el encanto de la unión.

La unión es un placer... un gran placer cuando él hombre consigue su querer.


Unámonos, unámonos, no hay tiempo qué perder.
Unámonos, unámonos. . . Que viva la mujer. . .
Cuando lo que nos liga es el amor todo se vuelve gloria en derredor. Unámonos,
muchachos, no hay más que hace.. La unión será sin duda nuestro placer.

TELON

También podría gustarte