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“Residencia compartida después de la separación de

los padres: Experiencia de niños, niñas y adolescentes


de Santiago de Chile”

Tesis para optar al grado de Magíster en Psicología Clínica: Estudios


Sistémicos Avanzados de la Familia y de la Pareja

Por
María Adriana Fernández Almendras

Profesor Guía
Andrés Donoso

Asesora Metodológica
Tamara Jorquera

Santiago, Chile
2016
Dedicatoria

“Y cuando a ti te preguntan con quién vives, ¿qué dices tú?


Con mi mamá y con mi papá, solamente que en distintas casas”
(Niña 8 años)

A los niños, niñas y adolescentes que participaron en esta investigación

A mi familia por su cariño y paciencia durante este proceso

A Julieta y Adriano que inspiraron este trabajo


AGRADECIMIENTOS

A Andrés Donoso por su apoyo y confianza en mi trabajo.

A Tamara Jorquera por la orientación y guía permanente que fueron


fundamentales para llegar al final de este trabajo.

A Marcela Barraza por el tiempo que generosamente dedicó a leer y comentar mis
avances.

A mis amigas del magister y de la vida, que siempre me han acompañado.


Contenido

Resumen …………………………………………………………….. ………….. 04

I. Antecedentes …………………………………………………………. 05

II. Planteamiento del Problema …………………………………………. 08

III. Objetivos
Objetivo General ……………………………………………………… 11
Objetivos Específicos ………………………………………………………………. 11
IV. Preguntas Directrices ………………………………………………….. 12

V. Marco Teórico ………………………………………………………….. 14

Cambios Sociales y Cambios en la Parentalidad ……………………………. 14


Principios de Corresponsabilidad Parental y Cuidado Personal Compartido… 15
Residencia Compartida o Tiempo Compartido…………………………………… 16
Derechos de los niños y participación en los acuerdos post separación de sus
padres…………………………………………………………………………………. 18
El Concepto de Experiencia ……………………………………………………….. 20

VI. Marco Metodológico ………………………………………………………………… 21

Perspectiva Teórica ……………………………………………………………........ 21


Metodología ………………………………………………………………………..... 21
Muestra …………………………………………………………………………. 22
Producción de Datos ………………………………………………………... 22
Análisis …………………………………………………………………………. 23
Procedimientos ………………………………………………………………… 24
Consideraciones Éticas ……………………………………………………….. 24

VII. Resultados …………………………………………………………………... 26

Resumen de categoría y subcategorías …………………………………………. . 27


Descripción de análisis de las categorías y subcategorías …………………….. 28

 Es un sistema que permite mantener una relación cercana con el padre y la madre.

Lo más importante es mantener la misma relación con ambos padres


después de la separación …………………………………………………………………………. 28

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Comenzando a vivir de esta forma ………………………………………………………………. 30
El sistema de residencia compartida es una decisión que debiera
ser conversada …………………………………………………………………………………. 32

 Equilibrando tiempo y afecto

¿Qué repartimos cuando repartimos el tiempo? …………………………………………… 35


Hacer cambios en los tiempos con cada padre es complejo, puede herir
Sentimientos ………………………………………………………………………………….. 41
Cuando hay conflicto todo es más difícil ………………………………………………………. 46

 Vivir en dos casas es algo que se aprende

No se manifiesta preferencia por ninguna casa …………………………………………… 51


Trasladarse tiene costos, pero se aprende a ser ordenados(as) …………………………. 55
El colegio es tarea de todos ………………………………………………………………………… 57
Permisos y obligaciones en cada casa ……………………………………………………… 59
Amistad y tiempo libre ………………………………………………………………………… 62

 Opiniones de otros acerca del sistema

Está bien, pero no se conversa mucho de esto ………………………………………………65


Este niño se va a quebrar …………………………………………………………………………..66
Para que este sistema funcione es importante tener una relación segura ……………….....67

 Impacto de la residencia compartida en la nueva configuración familiar

Miembros de la familia extensa ……………………………………………………………… 69


Nuevos miembros en la familia ……………………………………………………………… 70

VIII. Discusión ……………………………………………………………………...72

IX. Conclusiones……………………………………………………………………. 80

X. Referencias Bibliográficas …………………………………………… 83

Anexos

Anexo 1: Caracterización de los participantes en la investigación


Anexo 2: Formulario de Asentimiento Informado
Anexo 3: Formulario de Consentimiento Informado

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Resumen

La presente investigación tuvo como objetivo describir la experiencia de niños,


niñas y adolescentes de Santiago de Chile respecto al acuerdo de residencia
compartida. La residencia compartida es definida como un acuerdo entre el padre
y la madre con relación al cuidado de sus hijos(as) en el que los niños(as) pasan
un tiempo similar en la casa de cada uno. La finalidad de este trabajo es contribuir
al conocimiento de los profesionales que trabajan con familias que se encuentran
en proceso de separación o post separación. Específicamente incluir la
perspectiva de los hijos(as) en decisiones que los involucran directamente.
Se empleó un enfoque metodológico cualitativo, realizándose entrevistas
individuales a nueve niños(as) y adolescentes que fueron analizadas utilizando el
modelo de la Teoría Fundamentada.
Se describieron cinco categorías centrales en las que se puede apreciar la
evaluación positiva que los niños, niñas y adolescentes tienen de este sistema, la
búsqueda de equilibrio en la relación con sus padres, el impacto que tiene en sus
vidas el hecho de vivir en dos casas, la opinión de otras personas con respecto a
este acuerdo y la incorporación de nuevos miembros a la familia.
A través de este estudio fue posible percatarse de la dificultad que representa para
los hijos(as) manifestar sus necesidades cuando éstas se contraponen a las de
sus padres y por lo tanto la importancia de seguir realizando investigación en este
tema como una forma de lograr visibilizar sus puntos de vista.

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I. Antecedentes

Los cambios en las leyes que regulan el matrimonio civil en Chile han sido
lentos y complejos. El trámite de modificación de la ley de matrimonio civil (Ley N°
19.947, 2004) se inicia con la moción de un grupo de parlamentarios el año 1995.
En esta moción se argumenta que los cambios políticos, económicos, sociales y
culturales que se han producido en nuestro país requieren de leyes que den
cuenta de ellos, con la finalidad de evitar un distanciamiento entre “(…) los valores
y principios que representa la ley y la práctica social” (Moción de Nueva Ley de
Matrimonio Civil, 1995, p. 6). Es así como, con ciento veinte años de diferencia de
la anterior ley (Ley S/N, 1884), y después de un arduo debate en el parlamento, el
7 de mayo del año 2004 es promulgada la nueva ley de matrimonio civil de nuestro
país (Ley N° 19.947, 2004), que contempla la posibilidad de divorcio de los
cónyuges.

Pese a la inexistencia de leyes que regularan las separaciones o convivencia,


los cambios en la configuración de las familias se han ido desarrollando desde
hace décadas. Los datos estadísticos nacionales del Censo de 2002 muestran una
disminución, en un 6% en 10 años, del porcentaje de personas que contraen
matrimonio; mientras que la categoría de personas convivientes subió en un 3%
en el mismo tiempo (I.N.E., 2002). Además, fenómenos como la mayor
participación laboral femenina, aumento de separaciones, divorcios y de hogares
monoparentales entre otros (Encuesta CASEN, 2013) han generado cambios en la
organización familiar.

Adicionalmente, las formas en que los hombres y las mujeres significan la


paternidad y maternidad han transitado de un modelo tradicional marcado por una
mirada patriarcal con roles de género muy acotados y restringidos para hombres y
mujeres a modelos más flexibles con participación más igualitaria entre los
distintos géneros en las tareas de crianza (Nudler y Romaniuk, 2005). De esta
manera se comienzan a visibilizar en nuestro país diversas formas de

5
organizaciones familiares, que no habían sido contempladas de manera oficial, y
que, por lo mismo al no pertenecer a los discursos oficiales, que naturalizan la
familia hegemónica, corren el riesgo de ser consideradas organizaciones
disfuncionales o patológicas (Giberti, 2007).

Paralelamente, con fecha 21 de junio del año 2013 se promulga la


Ley N° 20.680 conocida como la Ley de Cuidado Personal Compartido, que
incorpora, entre otras modificaciones, un cambio en el régimen participación del
padre y de la madre en el cuidado y crianza de sus hijos(as) después de la
separación. En dicha ley se establece que “En caso de separación de los padres
estos podrán determinar de común acuerdo que el cuidado personal de los hijos
corresponda al padre, a la madre o a ambos en forma compartida” (Art. 225). Se
suprime con esto la preferencia materna que estaba presente en la anterior ley.

Esta transformación en la ley responde, entre otros factores, a la emergencia


de nuevas formas paternidad y maternidad (Molina, 2006; Olavarría, 2001) y a la
demanda explícita de organizaciones de padres interesados en participar de
manera más activa en el cuidado y crianza de sus hijos, que han transitado desde
un modelo de paternidad basado en la jerarquía y en proveer económicamente a
sus hijos a uno más cercano y afectivo (Olavarría, 2001).

En esta misma línea, junto con compartir las decisiones relativas a sus
hijos(as) los padres esperan poder compartir espacios cotidianos y no sólo fines
de semana con ellos. Esto se traduce, en algunos casos, en acuerdos de
residencia compartida después de la separación. La residencia compartida se
define como un acuerdo entre el padre y la madre con relación al cuidado de sus
hijos(as) en el que los niños(as) pasan un tiempo similar en la casa de cada uno
de ellos (Picontó, 2012; Weston, 2011).

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Los sistemas de residencia compartida aún son recientes en nuestro país y
abren un campo por estudiar desde distintos ámbitos, a la luz de las
modificaciones sociales, culturales y legislativas antes mencionadas

7
II. Planteamiento del problema

Como profesionales que trabajamos con familias somos consultados(as)


frecuentemente por padres y madres para orientarlos, durante el proceso de
separación, en la toma de decisiones de temas relacionados con el cuidado y la
crianza de sus hijos. Por lo mismo es importante conocer qué acuerdos son
mejores para los niños, niñas y adolescentes. Es necesario preguntarse por los
efectos que pueden tener en los hijos(as) los acuerdos logrados entre los padres
en relación al sistema de residencia o de tiempo que comparten y de otros temas
relacionados con la crianza.

Esto se hace más relevante después que el año 2013 se dicta ley N° 20.680
que incorpora el Cuidado Personal Compartido. Dicha ley supone que el acuerdo
entre el padre y la madre es lo mejor para los niños en materias de educación y
crianza. Se promueve con esta ley la corresponsabilidad parental. Este concepto
hace referencia al reconocimiento del derecho de ambos padres a tomar
decisiones, distribuir responsabilidades y derechos en los temas vinculados al
cuidado y educación de sus hijos (Acuña, 2013). Sin embargo, en cuanto a la
residencia, esta ley no especifica con quién vivirán los niños en caso de
separación. Propone que se llegue a un acuerdo entre los padres, de no ser este
posible se sugiere realizar un proceso de mediación y en última instancia un juicio
para resolver estos asuntos.

Respecto al lugar en que vivirán los hijos después de la separación de sus


padres, hay estudios en otros países como Suecia, Reino Unido, Estados Unidos,
Noruega y Australia que han investigado el impacto en los niños de diferentes
regímenes de residencia (Bergström et al., 2013; Comerford, 2004; David, 2015;
Haugen, 2010; Parkinson & Smyth, 2003; Smart, 2004), en nuestro país no
existen estudios de este tipo. Y si se considera que la experiencia internacional
muestra que una vez que se dictan leyes de cuidado compartido (sharedcare) el
régimen de cohabitación o residencia compartida aumenta, podríamos esperar

8
que en Chile esta tendencia sea similar. Por lo que se torna central para los(as)
profesionales que trabajamos con familias tener antecedentes que nos permitan
apoyar la toma de decisiones en temas relacionados con el cuidado de los
hijos(as).

Sumado a lo anterior, variadas investigaciones dan cuenta de los beneficios


de escuchar a los hijos(as) en los procesos de separación de los padres y en los
acuerdos de convivencia post divorcio, señalando, entre otras ventajas, el hecho
de que al participar en el proceso, no necesariamente en las decisiones, pero sí al
ser escuchados o consultados sobre sus opiniones al respecto, los niños
muestran menores niveles de ansiedad y aumenta su capacidad para adaptarse a
los cambios que vive junto a su familia. Se desmiente la idea de que su
participación en este proceso podría ser traumática, señalándose incluso que el
hecho de permanecer marginados durante el proceso genera más inconvenientes
que su participación (Goldosn, 2006; Haugen, 2010; Smart, 2002). No obstante, a
pesar del cambio gradual en la mirada de los niños(as) en términos de
considerarlos como sujetos de derecho, más que como receptores pasivos de las
decisiones de los adultos (UNICEF, 1989) siguen existiendo pocas
investigaciones que recojan sus experiencias y opiniones. En sus trabajos acerca
de la residencia compartida o tiempo compartido con ambos padres, post
separación, Sadowski (2015) y Smart (2002) refieren que la mayoría de los
estudios realizados se basan en entrevistas a los padres. Por esto considero
relevante aportar al conocimiento de este tema estudiando la experiencia de
niños, niñas y adolescentes de manera directa.

En referencia a las obligaciones de los padres hacia sus hijos, las normativas
internacionales de derechos de los niños, niñas, adolescentes y sus familias,
señalan que éstos deben brindar las condiciones necesarias que permitan un
óptimo desarrollo físico, emocional y social (Pérez, 2013). Teniendo presente esta
definición, en la formulación de los objetivos de esta investigación se
contemplaron las siguientes dimensiones: Las actividades escolares, las

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obligaciones domésticas y los espacios de diversión, por considerar que estos
ámbitos engloban las tareas parentales de cuidado y educación de los hijos
anteriormente mencionadas.

Finalmente, considerando que no hay estudios de este tipo con población


chilena, el presente estudio se centrará en niños(as) y adolescentes de la ciudad
de Santiago de Chile. La decisión de trabajar exclusivamente con población de
esta ciudad tiene una fundamentación práctica, relacionada con la posibilidad de
acceder a la muestra por parte de la investigadora.

Considerando los antecedentes expuestos se planteó la siguiente pregunta de


investigación:

¿Cómo es la experiencia de niños, niñas y adolescentes que viven en un régimen


de residencia compartida después de la separación de sus padres?

10
III. Objetivos

III.1 Objetivo General

Comprender la experiencia de niños, niñas y adolescentes de Santiago de Chile


que viven en un sistema de residencia compartida después de la separación de
sus padres.

III. 2 Objetivos específicos

1. Describir la experiencia de niños, niñas y adolescentes de Santiago de Chile


respecto al acuerdo de residencia compartida.
2. Conocer su experiencia respecto del desarrollo de sus actividades escolares,
obligaciones domésticas y de diversión durante el tiempo que se encuentran
con su madre.
3. Conocer su experiencia respecto del desarrollo de sus actividades escolares,
obligaciones domésticas y de diversión durante el tiempo que se encuentran
con su padre.
4. Relacionar sus experiencias reconociendo sus dimensiones e implicancias.

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IV. Preguntas directrices

Objetivo específico N°1

Describir la experiencia de niños, niñas y adolescentes de Santiago de Chile


respecto al acuerdo de residencia compartida.

¿Cómo describen niños(as) y adolescentes el sistema de residencia compartida?


¿Cómo evalúan este tipo de acuerdo? ¿Qué grado de satisfacción o insatisfacción
presentan con relación a este acuerdo? ¿Cómo describen este sistema en
comparación a otros tipos de acuerdos?

Objetivo específico N°2

Conocer su experiencia respecto del desarrollo de sus actividades escolares,


obligaciones domésticas y de diversión durante el tiempo que se encuentran con
su madre.

¿Cómo es la experiencia de los niños(as) y adolescentes sobre sus actividades


escolares durante el tiempo que residen en la casa de su madre? ¿De qué manera
este tipo de acuerdo influye en sus actividades escolares? ¿Cómo organizan su
tiempo con relación a las actividades escolares en la casa de su madre? ¿Qué rol
juega su madre en este tipo de actividades?

¿Cómo es la experiencia de los niños(as) y adolescentes sobre las obligaciones


domésticas durante el tiempo que residen en la casa de su madre? ¿De qué
manera este tipo de acuerdo influye en las obligaciones domésticas en la casa de
su madre? ¿Qué rol juega su madre en este tipo de actividades?

¿Cómo es la experiencia de los niños(as) y adolescentes sobre las actividades de


diversión durante el tiempo que residen en la casa de su madre? ¿De qué manera

12
este tipo de acuerdo influye en las actividades de diversión? ¿Qué rol juega su
madre en este tipo de actividades?

Objetivo específico N°3

Conocer su experiencia respecto del desarrollo de sus actividades escolares,


obligaciones domésticas y de diversión durante el tiempo que se encuentran con
su padre.

¿Cómo es la experiencia de los niños(as) y adolescentes sobre sus actividades


escolares durante el tiempo que residen en la casa de su padre? ¿De qué manera
este tipo de acuerdo influye en sus actividades escolares? ¿Cómo organizan su
tiempo con relación a las actividades escolares en la casa de su padre? ¿Qué rol
juega su padre en este tipo de actividades?

¿Cómo es la experiencia de los niños(as) y adolescentes sobre las obligaciones


domésticas durante el tiempo que residen en la casa de su padre? ¿De qué
manera este tipo de acuerdo influye en las obligaciones domésticas en la casa de
su padre? ¿Qué rol juega su padre en este tipo de actividades?

¿Cómo es la experiencia de los niños(as) y adolescentes sobre las actividades de


diversión durante el tiempo que residen en la casa de su padre? ¿De qué manera
este tipo de acuerdo influye en las actividades de diversión? ¿Qué rol juega su
padre en este tipo de actividades?

Objetivo específico N°4


Relacionar sus experiencias reconociendo sus dimensiones e implicancias.
¿Cómo se relacionan estas experiencias? ¿En qué dimensiones influye este tipo
de acuerdo? ¿Qué implicancias tiene este acuerdo en la vida de los niños(as) y
adolescentes entrevistados?

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V. Marco Teórico

A continuación, se exponen los contenidos teóricos abordados en esta


investigación, organizados en cinco ejes temáticos: El primer eje, de carácter más
amplio, trata sobre los cambios sociales y cambios en la parentalidad. El segundo,
aborda el principio de corresponsabilidad parental y cuidado personal compartido
que fundamenta el siguiente eje, más específico, referente a los sistemas de
residencia compartida o tiempo compartido. Luego abordo ciertos aspectos
relevantes de los derechos de los niños y finalmente el concepto de experiencia.

Cambios sociales y cambios en la parentalidad

Durante el siglo XX fue predominante en nuestra sociedad el modelo de


familia moderno-industrial “(…) los hombres trabajaron por un salario y las mujeres
permanecieron en el hogar a cargo de lo doméstico, crianza y cuidado…” (Valdés,
2007, p. 126), todo esto era coherente con las políticas públicas y la articulación
legal que regulaba los asuntos relacionados con la familia y los hijos (San Martín,
2013). Este modelo de familia presentaba una distribución rígida de roles de
hombre y mujer en la crianza de los hijos, los padres estaban encargados de
proveer económicamente a su familia y las madres eran las encargadas de las
labores del hogar y del cuidado y educación de sus hijos. La relación afectiva entre
el padre y sus hijos e hijas estaba marcada por la distancia y el respeto por la
autoridad paterna.

Estudios realizados los últimos años para conocer los cambios en las
representaciones de la paternidad han mostrado de manera consistente una
tendencia a una mayor involucración afectiva de los padres con sus hijos. Muchos
hombres construyen su identidad incorporando la paternidad como una
experiencia satisfactoria y que da sentido a su vida (Caro, 2011; Olavarría, 2001;
Rebolledo, 2008; Valdés, 2011).

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La noción de maternidad también ha presentado cambios a través del
tiempo. Las mujeres ya no se definen solo o mayoritariamente desde su rol de
madres, sino que han comenzado a integrar en su identidad otros aspectos de su
desarrollo personal. “El valor de la mujer deja de estar puesto casi totalmente en la
procreación y la crianza, tareas que empiezan a ser consideradas opciones a las
que puede renunciar” (Molina, 2006, p. 101). Frente a este nuevo escenario De
Singly (1996 citado en Valdés, 2009) propone un nuevo modelo de familia, la
familia relacional, que considera la parentalidad como una labor asumida de
manera conjunta por el padre y la madre, dejando de lados los modelos
autoritarios e incluyendo el interés por el desarrollo personal y profesional tanto del
padre como de la madre.

En sintonía con lo anteriormente expuesto, la nueva ley intenta promover la


corresponsabilidad parental al incorporar la posibilidad de cuidado personal
compartido entre padre y madre después de la separación.

Principio de Corresponsabilidad Parental y Cuidado Personal Compartido

La corresponsabilidad parental es el principio rector de la ley N° 20.680


(2013) conocida como Ley de Cuidado Personal Compartido. San Martín (2013),
define la corresponsabilidad como: “la participación activa, equitativa y
permanente de ambos padres, vivan juntos o separados, en la crianza y educación
de sus hijos, que se aplica siempre, cualquiera sea la forma de distribución del
cuidado personal de los hijos (simétrica o asimétrica)” (p.31)

Es necesario hacer una distinción entre corresponsabilidad parental y


cuidado personal compartido, puesto que este último es una de las formas en las
que se puede cumplir el principio de corresponsabilidad, pero no es la única.

La corresponsabilidad parental tiene relación con el criterio de igualdad


entre hombres y mujeres, no obstante, este no es su objetivo central. El principio

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se basa fundamentalmente en la búsqueda de establecer leyes que favorezcan
tomar decisiones basadas en el interés superior del niño.

Al promulgarse la Ley N°20.680 (2013) se establecen nuevas normativas


tendientes a garantizar el derecho del niño a desarrollar una relación permanente
con ambos padres, salvo situaciones justificadas y detalladas en la misma ley,
puesto que se considera que lo mejor para los hijos es mantener una relación con
ambos padres aun cuando estos se hayan separado. Esta ley establece la
participación equitativa del padre y la madre en la crianza y educación de sus hijos
y crea el cuidado personal compartido.

Uno de los cambios más relevantes de la ley dice relación con el artículo
N°225 que señala que en caso de que los padres vivan separados se podrá
determinar que el cuidado personal de los hijos corresponda al padre, a la madre o
a ambos en forma compartida, a diferencia de la anterior ley que señalaba que
frente a la separación de los padres era la madre quien detentaba el cuidado
personal de los hijos.

Se establece entonces, que el cuidado personal compartido deber procurar


la corresponsabilidad de los padres cuando viven separados, “…en la crianza y
educación de los hijos comunes, mediante un sistema de residencia que asegure
su adecuada estabilidad y continuidad”. (Ley 20.680, Art. N°225), no definiendo la
residencia compartida como un mandato, sino que deja la posibilidad de llegar a
acuerdos de residencia que beneficien el desarrollo y estabilidad de los hijos e
hijas. Se establece además que: “El padre o madre que no tenga el cuidado
personal del hijo tendrá el derecho y el deber de mantener con él una relación
directa y regular” (Ley 20.680, Art. N°229), eliminando el concepto de visitas, en la
lógica anteriormente señalada de un trabajo de crianza y educación conjunta entre
los padres que permita el establecimiento de una relación entre los hijos y el padre
no custodio que se sostenga en el tiempo.

16
Residencia compartida o tiempo compartido

La experiencia de países que han adoptado el modelo legal de custodia


compartida (denominado Cuidado Personal Compartido en Chile), en reemplazo
de la custodia exclusiva, tras la separación de los padres muestra que una vez
que se promulga una ley en este sentido, se produce una mayor demanda de
acuerdos que incluyan un régimen de residencia y tiempo igualitario (Shared-
residence; Shared-Time) por parte de los padres (Bergström, 2013; Comerford,
2004; Haugen, 2010; Parkinson & Smyth, 2003). En algunos países, el porcentaje
de acuerdos de tiempo compartido llega al 32% de los casos (Sadowski, &
McIntosh, 2015).

Davies (2015) señala que en las definiciones de parentalidad compartida


está encapsulada la idea de que ésta implica residencia compartida e igualdad de
tiempo compartido. Los términos residencia compartida (shared-residence),
custodia física conjunta (joint physical custody), residencia alterna (alterning-
residence) doble residencia (dual residence), custodia residencial conjunta (joint
residential custody) tiempo compartido (shared-time) hacen referencia a un tipo
de acuerdo de cuidado de los hijos en el que estos pasan una cantidad similar de
tiempo en la casa de cada uno de los padres (Sadowski & McIntosh, 2015). De
acuerdo a lo señalado por Weston (2011) “El término cuidado compartido se
refiere en general a acuerdos en los que los niños pasan un número similar de
noches con cada padre (…) un porcentaje entre 35-65% de las noches con cada
padre” (p.51-52). Por otra parte, Picontó (2012) define la custodia compartida
(shared custody) como:
(…) un sistema de custodia alterna en el que el niño pasa algunos
períodos de tiempo residiendo con el padre y otros con la madre,
mientras que ambos padres siguen teniendo la responsabilidad
conjunta con respecto a los demás derechos y deberes de
'patriapotestad’ (responsabilidad parental) (p. 379)

17
Frente a esta modalidad de residencia post separación y su impacto en los
hijos hay diversas opiniones. Haugen (2010), estudiando la percepción de niños
noruegos acerca de la residencia compartida, señala que muchas veces los niños
aceptan dichos acuerdos considerando más las necesidades de los padres que las
propias, puesto que en su forma de ver las relaciones, el tiempo que se pasa con
cada uno de los padres reflejaría el afecto o lealtad que tienen hacia ellos, los
niños en muchas ocasiones están preocupados por la repartición equitativa del
tiempo que pasan con cada uno de sus padres como una forma de mantener un
equilibrio en el afecto que demuestran a cada uno de ellos. Esto es coincidente
con lo visto por Parkinson & Smyth (2003) que señalan que en los regímenes de
custodia compartida el padre y la madre dicen estar más satisfechos con la
cantidad de tiempo que pasan con sus hijos. En otro ámbito, Ennew (1994 citado
en Haugen, 2008) plantea que los niños tienen distintas necesidades de acuerdo a
sus etapas de desarrollo y estas diferencias deben ser consideradas por los
adultos cuando se llega a acuerdos sobre el tipo de residencia.

Por lo tanto, es importante considerar que son muchas las variables que
influyen en el éxito o no de este régimen, entre ellas flexibilidad de los acuerdos,
edad de los hijos e hijas, cercanía entre la casa de los padres, nivel socio
económico de la familia, grado de acuerdo y cooperación entre los padres
(Davies, 2015)

Derechos de los niños y participación en los acuerdos post separación de


sus padres

Al hablar de residencia compartida y tiempo compartido, entendidos como


el acuerdo post separación de pasar similar tiempo en la casa del padre y la casa
de la madre, es importante tener presente a los niños, niñas y adolescentes como
actores centrales en estas relaciones, reflexionar en torno al lugar que ellos(as)
ocupan en el contexto social y legal de nuestro país y de sus posibilidades de ser
vistos como sujetos con voz en estas decisiones.

18
Chile, al suscribir el año 1990 la Convención sobre los Derechos del Niño
(UNICEF, 1989), acepta someterse legalmente a sus normativas y tiene el deber
de informar al Comité de derechos del Niño acerca de su cumplimiento. La
Convención sobre los derechos del Niño de la UNICEF (1989) señala que:

Se entiende por niño todo ser humano menor de dieciocho años de edad
(…) miembro de una familia y una comunidad, con derechos y
responsabilidades apropiados para su edad y su madurez. Reconocer
los derechos de la infancia de esta forma permite concentrarse en el
niño como un ser integral (UNICEF, 1989)

Al ser el niño considerado un sujeto de derecho se comienza a discutir en


diversos ámbitos la importancia de aumentar la participación de éstos en las
decisiones que les incumben, siendo una de estas situaciones las que se
presentan por ejemplo cuando los padres se separan y se debe regular, ya sea
por mutuo acuerdo, participando en un proceso de mediación o vía Tribunales de
Familia, la relación que mantendrán los hijos con sus padres después de dicha
separación.

Cuando propone aumentar la participación de los niños en los acuerdos


post separación, surgen diversas opiniones sobre este tema. Algunos autores
plantean que la exposición de los niños(as) a las situaciones de negociación entre
sus padres puede generarles altos niveles de ansiedad y no necesariamente
garantizar acuerdos que vayan en su beneficio (Freeman, 1992; Kjørholt, 2004;
Lee, 1999, citados en Haugen, 2010). Otros investigadores concluyen que la
participación de los niños(as) en las decisiones que los involucran es su derecho y
que éste puede ser garantizado, resguardando las condiciones en que se lleva a
cabo dicha participación. Para esto se debe entregar información suficiente y
adecuada al nivel de desarrollo de los hijos(as) y realizar las conversaciones en un
ambiente de colaboración que brinde a los niños(as) un sentimiento de seguridad
y confianza (Goldson, 2006).

19
El concepto de experiencia

De acuerdo a Maturana (2011) la experiencia humana tiene una doble


dimensión, la experiencia inmediata, que es la experiencia del emocionar y la
experiencia explicada que tiene lugar a través del lenguaje, al ser esta última
“…un evento lingüístico que ocurre dentro de significados establecidos… la
experiencia es tanto colectiva como individual” (Scott, 2001, p.66). Al considerar
estos argumentos se hace relevante tener presente que el relato de la experiencia
de cada individuo se produce en un contexto determinado que además lo
constituye como sujeto. En palabras de Scott (2001) “Ser un sujeto implica estar
‘sujeto a condiciones definidas de existencia (…) que hacen posible elecciones,
aunque éstas no son ilimitadas.” (p.66) Al considerar la experiencia desde esta
perspectiva es necesario tener presente su naturaleza discursiva que se encuentra
en permanente construcción y en esta construcción también está presente el
investigador(a) como un actor y no como un observador neutro de una realidad.
Para acercarnos a la comprensión de la experiencia desde esta mirada es
necesario contar con las herramientas metodológicas adecuadas, que favorezcan
la aparición de los procesos de construcción de relatos, sin constreñirlos o
predefinirlos.

20
VI. Marco Metodológico

Perspectiva Teórico Metodológica

La presente investigación se desarrolla desde un enfoque metodológico


cualitativo. Se adoptó este enfoque, considerando que el objetivo de esta
investigación es comprender la experiencia de los participantes con relación a la
residencia compartida, entendiendo la experiencia como una construcción que se
desarrolla en las relaciones sociales que establecen los sujetos en un
determinado contexto histórico y social. En este sentido, la investigación
cualitativa es el método que mejor se ajusta a este objetivo, puesto que, como
plantea Sánchez (2012) “…se interesa en las interpretaciones que tienen los
sujetos sobre sus experiencias y busca conocer los fenómenos en entornos
reales como reconocimiento de la influencia que tiene el contexto en la
producción del evento” (p. 87) Este modelo metodológico es capaz de dar cuenta
de estas relaciones y significados. De acuerdo a lo planteado por Flick (2004), la
investigación cualitativa es la más apropiada para el estudio de este tipo de
procesos, ya que permite acercarnos a la construcción de significados que las
personas realizan en su interacción con otros sujetos y con el medio social en
general.

Muestra

El estudio se realizó con niños, niñas y adolescentes de entre 7 y 18 años


que viven en Santiago, cuyos padres al separarse hayan acordado un régimen de
residencia compartida, comprendido como un acuerdo en el que los hijos e hijas
duermen un porcentaje entre 35-65% de las noches con cada padre. Se estableció
como edad mínima los 7 años por la capacidad de uso de lenguaje escrito que se
relaciona con el cambio de pensamiento preoperacional a operacional propio de
esta etapa (Delval, 2000) y por otra parte la adolescencia, definida como una

21
etapa de transición a una vida autónoma emocional y económicamente (Micucci,
2005). Por lo mismo se entrevistó a jóvenes que aún se encuentran estudiando en
enseñanza media y viven con sus padres.

Los criterios de variabilidad fueron el sexo y la edad, para lo cual se


establecieron dos tramos de edad de acuerdo a su etapa de desarrollo de 7 a 13
años (infancia intermedia) y de 14 a 18 años (adolescencia).

Criterios de inclusión

Niños, niñas y adolescentes que vivan o hayan vivido durante el último año
en sistema de residencia compartida con sus padres, es decir que duerman en la
casa de su padre y en la casa de su madre de manera alternada entre un 35-65%
del tiempo.

Criterios de exclusión

Niños, niñas y adolescentes que hayan sido pacientes de quien entrevista.


La caracterización de los participantes contempla: sexo, edad; edad al momento
de la separación; edad al comenzar la residencia compartida; años viviendo con
sistema de residencia compartida; modalidad de residencia compartida; de qué
manera se implementa el sistema y quién toma la decisión. Esta caracterización
fue completada con información proporcionada previamente por los padres y por
los(as) participantes durante las entrevistas, y se encuentra sistematizada en el
anexo 1.

Producción de datos

Considerando que el objetivo de esta investigación es comprender las


experiencias de niños, niñas y adolescentes que viven en un sistema de
residencia compartida después de la separación de sus padres, los datos fueron

22
producidos mediante entrevista cualitativa en profundidad. Esta técnica es descrita
por Valles (2014) como una interacción similar a una conversación cotidiana en su
flexibilidad y lenguaje, pero que tiene como propósito la producción de
información. Este tipo de entrevista permite realizar un análisis en profundidad de
la experiencia que tienen los sujetos entrevistados(as) sobre un tema
determinado, puesto que no se limita con un cuestionario previo, sino que va
desarrollándose en torno a los temas contemplados en los objetivos de la
investigación de manera libre (Alonso, 1994).

Análisis

Se utilizó la Teoría Fundamentada (Corbin y Strauss, 2002) debido a su


capacidad de dar cuenta de fenómenos complejos, puesto que en este enfoque
se trabaja con flexibilidad, evitando buscar la correspondencia inmediata de los
datos con teorías ya existentes, permitiendo de esta forma el surgimiento de
nuevas conceptualizaciones que ayuden a generar una teoría emergente y
anclada en los datos.

Después de realizadas las entrevistas fueron íntegramente transcritas por la


entrevistadora. Luego se fue realizando el proceso de microanálisis que se
efectúa analizando línea por línea, para generar categorías iniciales e ir
descubriendo las relaciones entre estas (Flick, 2004).

Posteriormente se realizaron los tres niveles de análisis descritos en la


Teoría Fundamentada. Corbin y Strauss (2002) definen estas categorías de la
siguiente forma: La codificación abierta es un proceso analítico por medio del cual
se identifican los conceptos y se descubren en los datos sus propiedades y
dimensiones. La codificación axial, etapa en la que se relacionan las categorías a
subcategorías, de acuerdo a sus propiedades y dimensiones. Finalmente, la
codificación selectiva en la que se integra la información y se va dando forma a la
teoría.

23
Procedimiento

Para reunir la muestra se recurrió a contactos profesionales de la


entrevistadora. Psicólogos(as), docentes y amistades en general, informándoles
del estudio y de las características de las niñas (os) y adolescentes que
necesitaba entrevistar. Se solicitó un correo o teléfono de contacto de los padres
que estuvieran interesados y la entrevistadora se comunicó de manera directa con
ellos. Después de corroborar el interés por participar del padre, la madre y el hijo o
hija, se acuerda un horario y lugar de entrevista, que en todos los casos fue en la
casa de alguno de los padres. Una vez reunidos se les informa de las
características de la investigación y se les solicita firmar los consentimientos y
asentimientos correspondientes (formatos disponibles en anexos 2 y 3). Las
entrevistas fueron grabadas en audio en su totalidad y desarrolladas con apoyo de
las preguntas directrices. Posteriormente fueron transcritas utilizando seudónimos,
asegurando el anonimato de los(as) participantes durante el manejo de los datos.
Para el análisis se realizaron lecturas sucesivas del material, seleccionando citas y
luego construyendo códigos y categorías de acuerdo a la propuesta de la Teoría
Fundamentada (Strauss y Corbin, 2002).

Consideraciones éticas

En la realización de esta investigación se contemplaron las normas relativas


a la Investigación en Psicología planteadas por el colegio de psicólogos en el
Código de Ética Profesional (Colegio de Psicólogos de Chile, 1999),
resguardando, como se indica en el artículo 15 “… el bienestar y los derechos de
las personas participantes…” (p.15). Además, se envió el proyecto de
investigación a la comisión de ética de la Universidad Alberto Hurtado, con la
finalidad de ser revisado y autorizados los formularios de consentimiento y
asentimiento.

24
Se solicitó a ambos padres y a los niños, niñas y adolescentes su
participación en la investigación de manera voluntaria, garantizando la
confidencialidad de los datos obtenidos de las entrevistas, así como de su
identidad. La entrevista se realizó sólo en los casos en que se contó con la
autorización de ambos padres y sus hijos y además se aclaró que podría ser
interrumpida en cualquier momento que el entrevistado(a) lo requiera. Se les
señaló el objetivo de la investigación, el contexto en el cual se realizaría y se les
informó que se les permitirá el acceso a los resultados de ésta en la medida que
sea de su interés y de una forma que sea adecuada para cada grupo de edad.
Este compromiso quedó establecido en la firma del consentimiento por parte de
los padres y asentimiento en el caso de niños, niñas y adolescentes.

La información obtenida durante las entrevistas fue grabada y transcrita por


la investigadora y este material sólo puede ser consultado por la investigadora, el
director de tesis y la asesora metodológica, manteniéndose en todo momento el
anonimato de los participantes, quienes fueron identificados solamente con el sexo
y la edad.

25
VII. Resultados

Este capítulo se organiza en cinco apartados, que corresponden a las


principales categorías desarrolladas a partir del análisis de los datos.

La primera categoría se denomina: Es un sistema que permite mantener una


relación cercana con el padre y la madre. En este apartado se habla de la
experiencia que tienen los niños(as) y adolescentes sobre el sistema de residencia
compartida. Se exponen dos formas de llegar a este acuerdo y se mencionan
algunas condiciones que pueden favorecer la adaptación de los hijos(as) a esta
modalidad de residencia. En la segunda categoría, Equilibrando tiempo y afecto,
se describe la relación que se establece entre tiempo y afecto, o cercanía afectiva.
Se analiza la forma en que la vinculación de estos dos aspectos afecta a los
entrevistados(as) e influye en las posibilidades que éstos tienen de manejar sus
tiempos o de hacer cambios al sistema. La categoría denominada: Vivir en dos
casas es algo que se aprende, refleja las dimensiones físicas y relacionales del
hecho de vivir en dos casas. Permite conocer cómo enfrentan el traslado
constante entre una casa y otra; el cambio en las costumbres, permisos y
obligaciones en cada lugar y el impacto que puede tener el hecho de vivir en dos
casas en sus actividades escolares, relaciones de amistad y tiempo libre. La
cuarta categoría, Opiniones de otros acerca del sistema, hace referencia a la
evaluación de la residencia compartida por otras personas, familiares y no
familiares. Qué consecuencias consideran que podría tener en el desarrollo de los
niños(as) y adolescentes la adopción de este sistema y qué condiciones serían
necesarias para que sea un acuerdo favorable. Finalmente la quinta categoría,
Nueva configuración familiar, alude a los cambios que se producen en la
estructura familiar después de la separación y de qué forma los entrevistados(as)
experimentan esta situación.

26
Resumen de categorías y subcategorías

1. Es un sistema que permite mantener una relación cercana con el padre y la


madre.

1.1 Lo más importante es mantener la misma relación con ambos padres


después de la separación
1.2 Comenzando a vivir de esta forma
1.3 El sistema de residencia compartida es una decisión que debiera ser
conversada
2. Equilibrando tiempo y afecto
2.1 ¿Qué repartimos cuando repartimos el tiempo?
2.2 Hacer cambios en los tiempos con cada padre es complejo, puede herir
sentimientos
2.3 Cuando hay conflicto todo es más difícil
3. Vivir en dos casas es algo que se aprende
3.1 No se manifiesta preferencia por ninguna casa
3.2 Trasladarse tiene costos, pero se aprende a ser ordenados(as)
3.3 El colegio es tarea de todos
3.4 Permisos y obligaciones en cada casa
3.4.1 Hay diferentes tipos de permisos
3.4.2 No hay muchas obligaciones en ninguna de las dos casas
3.5 Amistad y tiempo libre
4. Opiniones de otros acerca del sistema
4.1 Está bien, pero no se conversa mucho de esto
4.2 Este niño se va a quebrar
4.3 Para que este sistema funcione es importante tener una relación segura
5. Impacto de la residencia compartida en la nueva configuración familiar
5.1 Miembros de la familia extensa
5.2 Nuevos miembros en la familia

27
Descripción y análisis de las categorías y subcategorías.

1. Es un sistema que permite mantener una relación cercana con el padre y


la madre.

En esta categoría se describe cómo experimentan los entrevistados(as) el


sistema de residencia compartida; qué valoran de éste; cómo llegaron a este
acuerdo y quiénes participaron en la toma de decisiones sobre el mismo.

1.1 Lo más importante es mantener la misma relación con ambos padres después
de la separación
Comenzar a vivir con este sistema puede ser confuso al inicio por las
diferencias entre los padres, en cuanto a las costumbres o hábitos. Pero es algo a
lo que es posible acostumbrarse:

“Igual fue raro, porque igual mi papá y mi mamá son distintos, mi mamá era
mucho más así, como que en la mañana antes de irme al colegio, me
preparaba el desayuno, como súper mas mamá… y mi papá no… decía toma
ahí tienes sírvete tu… igual fue raro al principio, pero después ya me
acostumbré…” (Mujer 16 años)

Para los niños(as) y adolescentes entrevistados tener la posibilidad de


compartir el mismo tiempo con ambos padres después de la separación es muy
importante, por lo mismo, aunque sea algo confuso, a lo que se deben
acostumbrar, sigue prevaleciendo el hecho poder ver a ambos padres una
cantidad de tiempo significativa. Con este sistema no dejan de ver a ninguno de
sus padres.

“(…) sería fome… sería penca vivir sólo con uno… Sería fome no ver al otro…
No por vivir solo con uno, si no por no ver al otro papá…” (Mujer 14 años)

28
La entrevistada diferencia entre “vivir con” y “ver” a los padres. Lo importante
para ella es ver a los dos. Compartir tiempo con los dos. Si bien vivir solamente
con uno no le parece, no es el hecho de vivir sólo con uno lo que no le gusta, es
dejar de ver al otro. Compartir residencia es una buena posibilidad de mantener la
cercanía con ambos padres.

Por otra parte, al comparar este acuerdo, de residencia compartida, con la


experiencia de otros niños consideran que este sistema es mejor:

“Yo tengo un compañero que pasa mucho más tiempo con la mamá que con el
papá… Eso a mí no me ha pasado y espero que no me pase, pero debe ser
bien doloroso, me imagino…” (Hombre 10 años)

El sistema tradicional de cuidado personal contempla generalmente que los


hijos(as) vivan con la madre y el padre realiza “visitas”, que implican un menor
tiempo con el padre. Esto es algo que los entrevistados(as) evalúan
negativamente. La totalidad de los entrevistados(as) considera importante
mantener el contacto permanente con ambos padres.

Con relación a la valoración de este sistema, el cambio y la diferencia entre una


y otra casa les parece un aspecto positivo. En cuanto a lo negativo, el adecuarse a
hábitos diferentes es nombrado como una dificultad.

“Es como ir cambiando o rotando, es más entretenido… o más dinámico, como


no estar todos los días en la misma casa… es que como son distintas… no es
lo mismo, entonces igual cambia, o sea igual un poco negativo, porque a veces
hay ciertos hábitos que en la otra casa no podí hacer, no sé…” (Mujer 14 años)

El cambio continuo entre una casa y otra puede ser algo agotador

“(…) era como cuando se cumplía el ciclo, era como un ritual, como un rito…
como algo de costumbre. Pero no sé si extrañaba tanto, o sea con el tiempo se

29
volvió monótono… (¿Monótono?) …un poco más… agotador diría yo…”
(Hombre 18 años)

Al hablar de este sistema también hacen distinciones, es un buen sistema para


ellos(as), pero podría no serlo para otros niños(as) o adolescentes. Esto depende
de la relación que los hijos(as) tengan con sus padres y del grado de cercanía que
existe entre ellos:

“A mí me gusta, pero yo creo que depende de, de la gente yo creo… (¿En qué
sentido?) No sé poh… a lo mejor yo soy así como que puedo pasar la semana
entera sin ver a mi papá o a mi mamá… pero quizá es que yo estoy
acostumbrada, porque si hay un niño más apegado a su mamá y en la semana
la extraña y está con su papá, es como que a él no le va a hacer bien, que este
toda esa semana sin ver a su mamá. Pero yo creo que depende también de
cada uno… (Mujer 15 años)

Al parecer después de una separación es más importante la relación con


los padres que la comodidad o incomodidad con relación a la residencia. Aparece
en el discurso de los entrevistados(as) frecuentemente la importancia de realizar
esfuerzos para continuar con una relación cercana tanto con su madre como con
su padre. Esto se antepone a las dificultades que este sistema puede significar
para ellos.

1.2 Comenzando a vivir de esta forma

Aparecen dos formas generales de implementación del sistema. En una primera


se decide desde el inicio de la separación que los hijos(as) vivirán una cantidad
similar de tiempo en la casa de la madre y del padre.
Esta experiencia de vivir un tiempo con la mamá y otro con el papá es vivenciada
de manera positiva y natural, probablemente porque es lo que conocen desde
siempre.
“Mmm…si me gusta, un día con mi mamá y muchos días con mi papá, o… un
día con mi papá y muchos días con mi mamá, así es la vida para mí…” (Hombre
7 años)

30
La segunda forma de llegar al sistema de residencia compartida es mediante
un proceso que se va dando con el transcurso del tiempo. En algunas ocasiones
relacionado con los horarios o trabajo de alguno de los padres:

“Es que no me acuerdo mucho, pero sí me acuerdo que hubo un tiempo en que
dejé de verlo porque mi papá... es que no sé qué pasó con mi papá en ese
momento de su vida… me acuerdo que mi papá empezó a trabajar en un
mall…y tenía horarios así… terribles, tenía como un día libre en la semana y se
lo iban diciendo en la semana, entonces no dependía de él…entonces lo veía,
eso… como una vez a la semana y fin de semana por medio…y de cuando mi
papá se cambió acá, ahí empezamos a hacerlo semana y semana.” (Mujer 16
años)

En otros casos, la gradualidad está asociada a que el padre o madre cuente


con un lugar donde recibirlos.

“Pero fue como, un año con este, un año con este otro y otro año con
otro…entonces esto fue lo que estuve haciendo mucho tiempo, no sé, hasta
que estuve como en tercero, algo así… Pero de ahí en adelante empecé a venir
acá… porque mi papá no tenía casa así como así. (…) Y en años anteriores
tenía que ver con que al principio mi papá no tenía un departamento (…)
entonces al principio no podía pasar tanto tiempo con mi papá porque no tenía
casa. Y después cuando tenía esta casa, me empecé a quedar más tiempo
aquí…” (Hombre 14 años)

En esta segunda modalidad, al principio de la separación, los hijos(as) viven la


mayor parte del tiempo con la madre y de manera gradual van agregando días de
residencia con el padre hasta llegar al sistema de residencia compartida. En este
caso, los niños(as) y adolescentes valoran positivamente el hecho de haber
llegado a establecer esta modalidad:

31
“(….) Entre todos igual, o sea mi mamá y mi papá como que nos propusieron
esto… pero entre todos lo conversamos y yo creo que era una buena idea que
lo hiciéramos…” (Mujer 16 años)

Independiente de la forma en que los entrevistados(as) llegaron al sistema de


residencia compartida, aparece la idea de que es mejor implementarlo cuando son
más chicos(as).

“Yo creo que mientras más grande eris como que más tarde lo implementai, es
como más difícil sobrellevarlo yo creo (…), por eso yo creo que como era chica
cuando empezamos con el cambio, me acostumbré…” (Mujer 16 años)

Para los entrevistados(as) la residencia compartida es su forma de vivir. Es


lo que conocen desde siempre, independientemente de si el inicio fue gradual o
desde el momento de la separación. En los casos que este acuerdo se va dando
con el tiempo, padres e hijos(as) conversan esta decisión y llegan a la conclusión
que este es un buen sistema. La forma en que llegaron a esta modalidad de
residencia no aparece como un factor relevante en su evaluación de la misma.

1.3 El sistema de residencia compartida es una decisión que debiera ser


conversada

Con relación a la decisión de implementar este acuerdo aparecen dos


posiciones. En algunas familias son los padres quienes deciden el sistema y lo
informan a sus hijos(as):

“O sea, nos contaron que iba a ser así, dos días con mi mamá dos días con mi
papá, después tres días con mi mamá y tres días con mi papá, así.” (Mujer 8
años)

En otras, existe una conversación y acuerdo entre padres e hijos(as) de


compartir la misma cantidad de tiempo con ambos padres:

32
“Los primeros días no me acuerdo, pero después me preguntaron…yo dije que
quería estar una semana y una semana…” (Hombre 18 años)

Un entrevistado habla de la importancia de considerar la edad de los


hijos(as) para tomar decisiones con respecto a la residencia después de la
separación:

“ (…) cuando uno es chico hay muchas cosas que se tienen que imponer,
porque cuando uno es chico, no tiene la capacidad, como de medir todos los
parámetros que determinan con quien quedarse, porque cuando uno es chico,
como que no tiene permiso para nada… Porque hay muchas cosas que es
difícil de explicar para un niño, y como que un niño no tiene la capacidad de
entenderlo… (¿Y quién debiera decidirlo ahí?) En ese caso yo creo que, es que
siempre confiando en que los papás son razonables… pero a veces no creo
que sea tan así… si son razonables los papás. Pero yo también digo que podría
ser un juez. Ahora me refiero a que cuando chico uno debiera ser mitad y mitad
o lo que más convenga a los papás.” (Hombre 14 años)

El permitir la participación de los hijos(as) y brindarles la posibilidad de dar


su opinión es algo valorado por los entrevistados(as). También se menciona que
es necesario considerar las diferentes edades de los hijos(as). Señalan que los
niños(as) pequeños deben ser orientados por los padres de manera que logren
comprender todo lo que implica esta decisión. Al leer el párrafo anterior llama la
atención la claridad con que esto es planteado por el adolescente. Habla de las
necesidades de los niños(as) más pequeñas(os) y señala la importancia de que
los adultos sean más directivos en esa etapa.

También incluye la idea de la participación de un juez, en el caso que los


padres “no sean razonables”. De lo señalado por el entrevistado se puede
reflexionar acerca de la importancia que se le da al lograr buenos acuerdos. Es un
sistema que requiere de voluntad y razón. Está presente en el discurso de los
entrevistados(as) la idea de buscar el bienestar del hijo(a), más que los intereses
de los padres.

33
“Supongo que, como que el hijo esté bien… que tienen que pensar en el hijo y
no en sus intereses propios, que no termine siendo una batalla entre ellos,
porque si ellos están enojados... y que piensen en lo que el hijo quiere también,
si es muy chico, entiendo que no se considere mucho pero que como que con el
tiempo vayan considerando… (Tú dices que si el niño es muy chico, no se
considere mucho lo que él quiere. ¿Por qué piensas eso?) Porque cuando eres
chico como que, todo el mundo piensa que, “eres niño” entonces como que da
lo mismo, si siempre vay a estar bien en cualquier parte. (¿Y tú piensas eso?)
Si…” (Mujer 14 años)

Las afirmaciones que se relacionan con tomar la decisión de este tipo de


sistema tienen cierto grado de contradicción. Por una parte se argumenta que la
opinión de los hijos(as) debe ser escuchada y por otra, se justifica que no se
considere la opinión si el hijo es muy pequeño. Llama la atención que se considere
tan normal que cuando chicos no se tome tanto en cuenta su opinión. Esto se
puede relacionar con una mirada de la infancia que aún está muy presente en la
sociedad. La idea de una edad con menos derechos.

En esta primera categoría podemos observar que la decisión de este


sistema de residencia obedece al deseo de padres e hijos(as) de mantener un
contacto frecuente. Permite satisfacer necesidades de afecto, cercanía y contacto
de padres e hijos(as). La totalidad de los entrevistados(as) mencionaron estar
conformes con este sistema de residencia. No aparece en su discurso una
valoración negativa de este hecho, o algún comentario que dé cuenta de una
sensación de carencia. Es algo a lo que tienen que acostumbrarse, o deben
sobrellevar, pero frente a la separación de los padres, el hecho de poder seguir
viendo a ambos de manera frecuente es un tipo de acuerdo que les resulta
positivo. A pesar de que los padres ya no estén juntos los hijos(as) no pierden la
posibilidad de compartir cotidianamente con cada uno de ellos. Permite mantener
el contacto de manera equivalente con el padre y con la madre.

Tal como se menciona en el nombre de esta categoría, aparece con


claridad la idea de que lo más importante después de la separación es mantener

34
la relación con ambos padres. No se advierte tensión en el discurso en este
sentido. Independientemente de cómo se llega a este acuerdo y de cómo se
implementa, a los entrevistados(as) les parece un hecho positivo el poder vivir con
su madre y con su padre, no sólo verse algunos días en la semana, sino compartir
espacios cotidianos y esto es posible con el sistema de residencia compartida.

2. Equilibrando tiempo y afecto

Esta categoría describe el funcionamiento del sistema con relación a la


cantidad de tiempo que los entrevistados(as) pasan con cada uno de sus padres;
posibilidades de realizar cambios en los acuerdos de distribución del tiempo y
sobre la comunicación entre los miembros del sistema, padre/madre;
padres/hijos(as).

2.1 ¿Qué repartimos cuando repartimos el tiempo?

Con respecto a la división del tiempo, hay diversas formas de determinar


los días que los hijos(as) vivirán con cada padre. En algunos casos son los padres
quienes realizan la distribución del tiempo por medio de calendarios en los que
compatibilizan sus horarios de trabajo y la posibilidad de estar con sus hijas(os)

“Eh… 15 días o sea dividen el mes en dos y paso 15 días y 15 días con cada
uno… (¿15 días de corrido?) No… es que mi papá tiene turnos…entonces
algunos días está de mañana, otros de tarde y otros de noche, entonces…
dependiendo de los turnos, él arma un calendario para que las veces que esté
acá, no esté sola, y podamos pasar más tiempo juntos… entonces, según eso
se organiza los tiempos…” (Mujer 14 años)

En esta forma de distribuir el tiempo los hijos(as) participan sólo en


situaciones puntuales:

35
(¿Tú participas en ese arreglo?) No…hay veces como puntuales, como que si
quiero ir a alguna parte con mi mamá le digo, ‘Dile a mi papá que ese día quiero
estar contigo’… y lo arreglan… y eso… pero ha sido cómodo… no ha sido
ni un drama ni nada…” (Mujer 14 años)

El hecho que los padres sean quienes toman las decisiones acerca de los
tiempos parece aliviador para los hijos(as). Les evita tener que decidir entre uno u
otro. No hay riesgo que el equilibrio se rompa por una acción de ellos. El tiempo
entonces es algo que entregan a sus padres para que éstos lo distribuyan.
Niños(as) y adolescentes parecen naturalizar el hecho que sean los padres
quienes definan los calendarios. Esto podría relacionarse con no querer estar a
cargo de decisiones que tienen un fuerte componente emocional. Escoger por
ellos(as) mismos el tiempo que pasarán con cada padre/madre parece implicar el
riesgo de tener que escoger entre uno y el otro. Por lo anterior se entrega esta
decisión a los padres. Cuando la adolescente señala “no ha sido ni un drama ni
nada” podríamos preguntarnos, ¿Qué puede ser un drama? Escoger pasar más
tiempo con uno(a) que con otro(a) ¿Podría ser un problema?

En otros casos los padres consultan con los hijos(as) las decisiones
relativas a la distribución del tiempo y cambios en los acuerdos.

“(Decisiones acerca de la distribución del tiempo, o cambios en el sistema)


Generalmente las toman mis papás, pero nos afecta o nos vemos involucrados,
nos preguntan sí o sí. Nuestra opinión es fundamental.” (Hombre 10 años)

Considerando lo reflexionado en el punto anterior, acerca de la mantención


del equilibrio entre el tiempo entregado a cada uno de los padres, cabe
preguntarse por el grado de libertad que experimentan los hijos(as) al dar su
opinión. Es posible hipotetizar que, aun cuando sean consultadas(os), podrían
pensar en sus padres antes que en ellos. Si la opinión del hijo(a) implica restar
tiempo a uno de los padres, ¿se sentirán libres de decirlo? Esto no es algo que se
pueda responder a partir de las entrevistas. Siguiendo esta lógica es poco

36
probable que los entrevistados(as) lo manifiesten explícitamente. Puede ser una
vivencia más íntima, menos explicitada.

De lo que señalan en las entrevistas se puede ver que los niños(as) y


adolescentes entrevistados tienen una noción muy clara de cómo es la distribución
del tiempo entre ambas casas. Los hijos(as) procuran que su padre y madre
puedan pasar el mismo tiempo con ellos(as):

“Un poco para ti y un poco para mí (risas). Si a mí también me pasa un poco


eso, como que trato todo el rato de estar ahí, con el equilibrio.” (Mujer 16 años)

Relacionado con lo anterior, aparece la idea de un tiempo que “pertenece” a


los padres, por lo que si se realiza un cambio que implique estar un día menos con
el padre o madre es necesario “recuperar” o “devolver” esos días.

“(…) cuando es necesario… pasamos más tiempo aquí, o sea es que


solamente cuando mi mamá viaja por trabajo, nos quedamos más tiempo aquí
(En la casa del papá) y después vamos a la casa de mi mamá y nos quedamos
lo que haga falta con ella… (¿Lo que haga falta?) Recuperamos el tiempo y
después seguimos normal…” (Mujer 8 años)

La mención de la necesidad de “recuperar” o “devolver” el tiempo que se le


“debe” a uno de los dos, padre o madre es la que lleva a la reflexión acerca del
tiempo “de” los padres. Podríamos pensar que los niños(as) y adolescentes
también desean recuperar ese tiempo, pero no aparece con claridad en su
discurso.

Considerando esto, se puede pensar que junto con equilibrar el tiempo los
hijos(as) estarían equilibrando el afecto o la cercanía hacia sus padres. De aquí la
importancia de que esto sea justo. ¿Pero, justo para quién? Aparece en el
discurso de los hijos(as) claramente la necesidad o deseo de los padres de ver a
sus hijos(as), antepuesta en ocasiones a las necesidades de ellos(as):

37
“Si le digo a mi papá, así como que hoy día me quiero quedar acá… (En la casa
de la mamá) pero yo no lo hago porque, no sé, no me gusta… prefiero pasar
toda la semana donde me toque (Dices que no te gusta) Es que no sé, yo me
siento mal, de decirle eso, porque se supone que esa semana me tocaba estar
con él…(¿Y te sientes mal por qué?) Porque es un día menos sin estar con él
poh… porque es un día que le toca a él conmigo, entonces no me gusta…”
(Mujer 15 años)

En el relato, la adolescente prefiere dejar de lado lo que ella quería y


cumplir con el acuerdo establecido. Pesa más lo que puede suceder con su padre
(madre) que su deseo por hacer un cambio.
Esto no sólo se relaciona con que los padres pidan la devolución del
tiempo, sino que además los niños(as) y adolescentes no se sienten bien con el
hecho de romper el equilibrio. No quieren causar pena a sus padres:

“Eh, no sé, a mí me daría miedo preguntarles, pero sí, creo que tendría más
tiempo con uno o el otro. (¿Y porque te daría miedo preguntarles?) No sé, o
sea... creo que sería complicado preguntarles porque podría darles pena. No
sé, es que nunca he tenido problemas con ambos, con ninguno de los dos…
(¿Les puede dar pena?) Les daría pena, exacto… ese es mi temor, pero creo
que si les pidiera me dejarían…Además yo estoy conforme con los tiempos,
los dos me tratan igual, no es muy distinto.” (Hombre 10 años)

Al hablar de no tener problemas con sus padres, este niño parece


considerar que hacer un cambio en el sistema acordado es en sí un problema. El
tiempo con los padres implica cercanía y permite mantener la relación afectiva.
Por esto es que el tiempo implica más que días u horas. Implica una relación con
cada padre. En este sentido, “quitar” tiempo a uno de los padres es algo complejo
para los entrevistados(as), porque el tiempo representa afecto. Se preocupan de
que sus padres se sientan bien, que no sientan pena. Parece producirse una
inversión en los roles de cuidado y contención. En este caso el hijo está atento a
las posibles necesidades de sus padres.

38
En esta misma línea, aparece la idea de que los hijos(as), deberían hacer
un esfuerzo para estar con los papás.

“Si, sobretodo este año, como mi hermana se fue, como en los momentos de
crisis de mi hermana que me decía ‘No, no puedo cambiarme no sé qué’ porque
ella entraba en crisis… Yo siempre le decía… ‘X, yo sé que estamos en
momentos distintos de la vida y todo pero, yo puedo, no es tan complicado,
¿Por qué a ti se te hace tan complicado, un día en la semana?, onda hacer un
esfuerzo por estar con tu papá y tu mamá cachay’” (Mujer 16 años)

En el relato que sigue el hijo señala que no se hace cargo de la necesidad


de su madre de estar con él, pero dentro de un margen de tiempo breve. Tiene
certeza de que su madre no pasará mucho tiempo sin verlo, por lo tanto no lo
extrañará tanto.

“… entonces no tengo problemas si no estoy una semana entera con mi mamá,


pero ella si me extraña… pero en realidad yo estoy súper cómodo. (¿Y cuando
ellos te extrañan, te lo dicen?) Si, o sea mi mamá me lo dice, pero nunca me
pidió que yo fuera, la verdad que yo nunca pensé en ir si es que ella me
extrañaba… porque o me veía el día siguiente, o me veía el día anterior, o tenía
que esperar un día más, si estábamos en fin de semana, me había visto el día
anterior…no es tanto tiempo, máximo dos días sin verme… o sea que son
cuatro días, pero si este día me ve en la mañana y el otro me ve en la tarde…”
(Hombre 14 años)

El discurso de este entrevistado se sitúa desde la perspectiva de la madre,


desde la necesidad de la madre. No hay una petición explícita por parte de la
madre a su hijo para que esté más tiempo con ella, sin embargo el hijo sabe que
ella lo extraña. Pese a que señala que él no se hace cargo de la necesidad de su
madre, no descuida la petición de ésta. Tiene muy claro cuántos días pasa sin
verlo. Parece estar atento a lo que ella necesita y define que en esta situación no
es necesario hacer cambios. Por lo tanto, no responde a la petición implícita de la
madre, pero la registra y evalúa desde la necesidad de la madre. Habla desde la

39
perspectiva de la madre, no desde él, dice textualmente: “máximo dos días sin
verme”, no “sin verla”.

En otras situaciones los hijos(as) se pueden sentir pasados a llevar. E


incluso se sienten considerados como un objeto que pasa de un lugar a otro. Esto
relacionado con la petición de los padres de “recuperar” los días que le
corresponden.

“(... ) Por ejemplo ya ‘si te vay con tu mamá bacán, pero me debí un día’ (risas)
‘la próxima semana te queday un día más conmigo…’ (¿A ti qué te parece
eso?) Pucha… es que igual lo encuentro como de… ¿Cuál es la palabra? Como
de pendejo así…Igual a veces ha sido como un poco motivo de pelea, como
‘Oye, ya poh weón… como tanto, si no soy un paquete que tiene que estar
tantos días acá y tantos días allá’ pero…me dicen que en fondo es porque a
ellos no les gusta pasar menos tiempo conmigo… cachay, van como a lo
efectivo… (Risas)” (Mujer 16 años)

En el relato de la entrevistada la madre y el padre parecen estar


preocupados por la justicia. Por el tiempo que le corresponde a cada uno con su
hija. En esas situaciones la adolescente se siente pasada a llevar. Lo que sucede
con ella no es considerado. Esto le genera molestia. Pese a lo anterior, la
situación continúa. Las necesidades de la hija quedan en segundo lugar. La
entrevistada en este caso tiene edad como para verbalizar esta situación de
manera clara. Incluso señala sentirse como un objeto. Aun así, frente a una
demanda explícita de su hija los padres nuevamente argumentan en función de
sus necesidades: “van como a lo afectivo”. En este escenario, ¿Cuál es el espacio
para las necesidades de los hijos(as)?

Por otra parte es importante señalar que las necesidades de los padres de
tiempo y cercanía con sus hijos son compartidas por éstos, en el discurso de los
entrevistados(as) también aparece con claridad el deseo de ellos de estar con sus
padres. El pasar tiempo con ambos es una necesidad propia, no sólo una
respuesta a las necesidades de los padres.

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“Si…me resultaría súper difícil, porque obviamente ya tengo una relación con mi
apá demasiado cercana, entonces me costaría mucho no estar con él o lo
mismo con mi mamá poh…sería muy difícil, haría todo lo posible para que no
sucedería.” (Mujer 16 años)

En este párrafo la entrevistada ocupa un rol como sujeto, habla desde su


necesidad. Que vean las necesidades de sus padres, por lo tanto, no
necesariamente significa que no puedan ver las propias. La tensión se produce
cuando hay un conflicto entre ambas necesidades. De lo analizado en las
entrevistas, en estas situaciones parece que los hijos(as) están dispuestos a dejar
sus requerimientos de lado y priorizar lo que los padres piden. ¿Los padres
estarán al tanto de esto? Es importante plantearse de qué manera se puede
favorecer que los hijos(as) sean escuchados.

2.2 Hacer cambios en los tiempos con cada padre es complejo, puede herir
sentimientos

En esta categoría se describe la experiencia de los niños(as) y


adolescentes con relación a la posibilidad de realizar cambios en los acuerdos de
residencia.

Considerando lo comentado anteriormente acerca de la asociación entre


tiempo y afecto, hacer cambios no es un proceso sencillo, hay diversos factores
que influyen en este. Quién solicita el cambio; la relación entre los padres; qué tan
justificado está el cambio; quién puede sentirse herido o afectado por el cambio;
posibilidad o necesidad de recuperar el tiempo que se haya restado a uno de los
padres.

Aparece también la diferencia en la posibilidad e intención de hacer


cambios entre niños(as) y adolescentes.

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De acuerdo a lo señalado en las entrevistas, se aprecia que los hijos(as)
prefieren que los padres conversen entre ellos sobre los cambios, sin participar
ellos(as) en estas negociaciones. Dejar el tema en manos de sus padres es mejor,
puesto que les resulta difícil pedirlo de manera directa.

“(¿Puedes hacer cambios?) Sí poh, o sea mis papás hacen el cambio… o sea
mi papá le dice que yo tengo algo súper importante que hacer con él… le dice a
mi mamá, que podríamos cambiar este día y paso más tiempo con él… Pero él
se lo pide, yo no. O sea igual se lo podría pedir, pero no quiero, me da…. No
me atrevo…” (Mujer 15 años)

Por otra parte, parece que para pedir un cambio debe haber una situación
importante que lo justifique, no hacen mención a algún interés personal. Las
situaciones que lo justifican se relacionan generalmente con actividades familiares.

“Lo otro que era importante era lo de los cumpleaños… lo de los fines de
semana, que, por estar con mi amá, no voy al de allá (Cumpleaños que se
celebra en la casa del papá), y eso… (¿Eso?) O sea, yo tendría que pedirlo no
más, pero… no me atrevo… yo creo que ella igual me dejaría… total es la
familia. Pero no sé tanto si me diría que si se sentiría mal.” (Mujer 15 años)

En este párrafo vemos que a pesar que la situación es importante (actividad


familiar) y que la adolescente cree que es posible que su mamá la autorice, no se
atreve a plantearlo. Más que conseguir o no el cambio, le preocupa cómo se
podría sentir su mamá.

Otro factor presente en la posibilidad de hacer cambios es la relación entre


los padres. Cuando los padres están peleados ésta se dificulta. Da la impresión de
que aceptan de manera pasiva o resignada que no puede hacer cambios cuando
sus padres están peleados. Es preferible no tener dificultades con alguno de ellos.

“O sea, a veces es más complicado, cuando pelean con mi mamá, no se poh, y


está de cumpleaños mi abuelita, igual se supone que podría ir a verla (¿Y la
puedes ir a ver?) Sí, pero después tengo problemas con mi mamá, es

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complicado. Esta semana me ha tocado, estuvieron de cumpleaños dos tíos de
parte de mi papá, y esas dos semanas había estado con mi mamá, entonces no
fui a esos cumpleaños.” (Mujer 15 años)

En ambas situaciones la entrevistada considera que el cambio es una


posibilidad: “yo creo que ella igual me dejaría”; “se supone que podría ir a verla”,
sin embargo, no lo pide. ¿Qué produce esta tensión? Podría existir un discurso
explícito acerca de cambios aceptables y situaciones que obviamente justifican
hacer modificaciones al acuerdo. Pero en otro nivel, no explicitado, la idea de que
para pedir un cambio deben considerar lo que los padres pudieran preferir, aunque
éstos no lo digan de manera abierta.

El menor de los entrevistados expresa directamente la idea que hacer


cambios puede ser algo “malo”, que no debe hacerse y se debe “merecer” lo que
se recibe. En el contexto de la entrevista y con la explicación posterior que da el
niño da la impresión que con “mereces lo que te dan” se refiere a agradecer lo que
se le da. El niño se adapta a la situación y acepta los acuerdos de los padres.

“(¿Si? ¿Y te ha pasado alguna vez que te quieras venir cuando estás en la casa
de tu papá?) Sí (¿Y te has venido?) Es que no hago cosas malas, es que son
cosas, es que nunca lo podrás ver, después cuando está muerto… eso da
mucha tristeza. (¿Y te pasa a veces que no quieres irte a la otra casa?) Sí
algunas veces… (¿Y qué haces cuando no quieres ir?) Digo no, pero igual
voy… (¿Por qué?) Porque algunas veces mereces lo que te dan.” (Hombre 7
años)

Otro factor presente en la posibilidad de hacer cambios es la edad. En la


medida que los hijos(as) crecen tienen más libertad de decidir sobre cómo
distribuir el tiempo que pasan con cada padre/madre.

“Si… eh… como que antes era mucho más controlado por mis papás, era como
ya el domingo te vay a la casa de tu papá el domingo te venís pa’ acá…’ Pero
ahora igual como soy más grande, ponte ahora como estoy de vacaciones,
como que yo manejo más los días que me quiero cambiar cachay, como que

43
‘Oye hoy día me voy a quedar con mi ama, porque vamos a ir a no sé qué y
vamos a llegar tarde’… como ese tipo de cosas ¿Cachay?” (Mujer 16 años)

En general los(as) adolescentes, refieren mayores grados de libertad que


los niños(as). Estos últimos parecen menos preocupados de las posibilidades de
cambios. Probablemente esto se relaciona con un grado de dependencia mayor,
propio de su edad. Cuando son niños(as) la modalidad de residencia compartida
no parece ser un problema, pero al crecer pueden evaluar que este sistema ha
influido en sus vidas.

“No yo nunca lo pensé antes… porque no me parecía que fuera un problema.


Aunque sin duda influía en muchos aspectos de la vida… la rutina que llevaba.”
(Hombre 18 años)

Este adolescente puede reflexionar en torno a lo que ha implicado vivir en


casa de su papá y de su mamá equitativamente. Reconociendo que cuando era
menor lo evaluaba de una manera diferente, y respondía fundamentalmente a su
deseo de estar con su padre y su madre, pero al mirarlo con perspectiva ve
aspectos que cuando era niño podría no haber evaluado.

Pese a que los(as) adolescentes describen mayores grados de libertad con


relación a la distribución de su tiempo, las decisiones con respecto a esto tienen
limitaciones. Por ejemplo es más difícil hacer un cambio permanente en el acuerdo
de residencia compartida:

“Yo hace poco estuve pensando en irme dos semanas y dos semanas… porque
igual a veces me pasa que por ejemplo estoy acá y no sé cómo que recién me
empiezo a acostumbrar estar acá como con mis cosas… como que tengo mis
cosas ordenadas en mi pieza y todo, como cuando ya se está acabando la
semana, y me tengo que cambiar de nuevo cachay… Pero igual a veces me
gustaría estar más tiempo en las dos casas pa, como no sé una cosa práctica…
Pero, se lo plantee a mi mamá y me dijo como no… ‘yo no puedo estar dos
semanas sin ti’, así como mucho… pero eso…” (Mujer 16 años)

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En esta situación la madre plantea que no puede estar tanto tiempo sin
verla y la hija desiste de realizar el cambio. Esto se puede comprender debido al
costo emocional que tiene tomar este tipo de decisiones. Por lo mismo es posible
que en algunos casos estas decisiones sean postergadas:

“Mi papá estaba como triste, un poco. Porque había decidido quedarme en un
lugar. Pero porque se necesitaba echar raíces … en un lugar físico… como en
algún núcleo, con una cantidad de personas (…) pasa que yo creo que por algo
lo mantuve tantos años, debe haber sido algo difícil… claro, despegarme un
poco de uno de ellos.” (Hombre 18 años)

Tomar una decisión que puede entristecer a los padres, es algo complejo.
Los entrevistados(as) en general tienen presente el efecto de los cambios en sus
padres. Están atentos a las consecuencias que éstos pueden tener. Parecen
poner en primer lugar lo que sus padres necesitan o esperan antes que sus
intereses. Por lo mismo en algunas ocasiones no piden un cambio para no herir a
ninguno de los padres, para que no estén tristes. La necesidad de cambio se
manifiesta a sus padres sólo si es debido a alguna situación externa que lo
justifica, tales como vacaciones, cumpleaños de familiares, pruebas, etc. Además,
suelen esperar que los padres se pongan de acuerdo entre ellos con relación al
cambio.

El tiempo que pasan con el padre o la madre se transforma en un bien que


transan los padres, ellos definen los tiempos, las posibilidades de cambios. Los
hijos(as) no participan en estas negociaciones, tratan de mantenerse al margen,
para no verse en la situación de escoger entre uno u otro.

En la adolescencia comienza a hacerse más difícil sostener el sistema,


aparece la necesidad de un lugar propio. Tienen más actividades, por lo que el
traslado de casa es una dificultad que les quita tiempo. Tomar la decisión de
quedarse en un lugar, es difícil, pero se va haciendo necesaria a medida que van
creciendo.

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2.3 Cuando hay conflicto todo es más difícil.

Los entrevistados(as) hablan de la importancia de la comunicación entre los


padres y ojalá que esta sea directa y que logren acuerdos para el beneficio de
ellos(as). Sin embargo, pese a que hablan de los acuerdos entre los padres en
función de las necesidades de sus hijos(as), no ven necesidades propias con
mucha facilidad. Consideran que es importante ser escuchados, pero también
aparece la idea de que es necesario que tengan las cosas muy claras antes de
pedir algo, como si tuvieran que aprender cómo pedir las cosas y pedir cosas
razonables.
“No sé, que necesidad… no, yo creo que nada… (¿No?) …bueno, que me
escucharan…es que casi nunca tengo ningún conflicto con los calendarios que
tienen… bueno, lo único que sería el tema de las vacaciones, como que les
diría que escucharan qué es lo que quiero hacer… (¿Y cómo lo dices?) Es que
pienso antes lo que voy a decir, como, cómo lo voy a decir, que me parece
correcto o que me parece atingente…si es que tengo las ideas claras…” (Mujer
14 años)

Es necesario insistir para que la adolescente identifique alguna necesidad


de ella. Relaciona la pregunta sobre sus necesidades con la distribución del
tiempo que hacen sus padres. Parece ser que este tema del tiempo que pasa en
cada casa predomina por sobre otros temas. No tener conflicto con “los
calendarios” es significativo. Por otra parte, para plantear alguna dificultad o
desacuerdo es importante tener las “ideas claras”. Hay una exigencia, lo que pide
a sus padres debe ser “atingente”. ¿Por qué esta condición? ¿Cuál es el riesgo de
no ser claros?

En términos generales, pensar en distribuir el tiempo de un adolescente


puede sugerir la aparición inmediata de oposición por parte de éste(a). Resulta
natural esperar algún grado de resistencia al hecho de que los padres estén
administrando su tiempo. Sin embargo entre los entrevistados(as) esto no se

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menciona como una dificultad, es como si no existiera esta división del tiempo
entre ambos padres, este cambio de residencia, esta administración de su tiempo
por parte de sus padres.

Otro elemento presente en los relatos, es que cuando hay conflicto entre los
padres se tensiona la relación y esto afecta esta forma de organización, porque es
necesario ponerse de acuerdo en cosas prácticas, que en este sistema tienen un
peso particular, puesto que es necesario coordinar traslados de sus cosas
personales, de ellos mismos, hacer coincidir algunas fechas, etc.

“Caleta, porque como que ahora en estos momentos no se hablan, como que
no se hablan mucho, como que yo tengo que ser como ese canal de
comunicación entre ellos un poco… entonces igual es un poco más complicado
en el sentido como de las cosas prácticas igual…” (Mujer 16 años)

Por lo mismo, cuando los padres presentan dificultades para llegar a


acuerdos, los hijos(as) pueden sentirse sobrepasados. Además de no querer
involucrarse ni tomar partido por uno ni otro.

“Igual ha sido un poco complicado, porque a veces como que me sobrepasa…


Como weon, ‘¿Cómo pueden ser tan pendejos para no solucionar los
problemas juntos y poder sobrellevar estas cosas y no meterme a mí ni a mi
hermana entremedio?’ Y me dicen ‘Ya, pero, es que tú eres grande y teni que
empezar a cachar que… hay cosas como que tú también teni que opinar y
participar ‘… en el fondo, pero por otro lado igual es complicado poh… porque
igual poh, como uno trata de estar en equilibrio entre las dos partes cachay…
como de no, como de no, como se dice… como ponerse al lado de uno más
que del otro.” (Mujer 16 años)

En esta cita se puede analizar que pese al reclamo de la hija por no


participar en la discusión, se le pide opinar. Evita activamente tomar partido para
mantener el equilibrio y valora de manera negativa que sus padres no logren
ponerse de acuerdo, evalúa su comportamiento como de “pendejos”. Ella es quien
plantea la necesidad de llegar a acuerdos de manera razonable. Nuevamente se

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aprecia la capacidad de reflexionar acerca de los conflictos y de proponer
alternativas frente a estos. Al igual que la adolescente que señala la necesidad de
ser razonable en las peticiones que realiza. La idea de negociar y llegar a
acuerdos está presente en el discurso de los entrevistados(as), especialmente de
los(as) adolescentes.

De acuerdo a lo descrito por los entrevistados(as), vemos que las


situaciones conflictivas no sólo se producen entre los padres, también surgen en la
relación de padres e hijos(as) y pueden influir en el acuerdo de residencia
compartida.

Uno de los entrevistados relata una situación, cuando él tenía 10 años, en


la que, producto de una discusión con su padre, decide dejar de ir a su casa por
un tiempo. Pero una vez resuelto el problema vuelve al sistema de residencia
compartida.

“Es que es muy complicado porque, aún es complicado porque los cambios de
horario no fue por… no fue por cambios naturales, tiene que ver por alguna
discusión que hemos tenido, con mi mamá o con mi papá (…) Porque en ese
momento (en quinto básico) yo estaba muy enojado con mi papá, porque así
era para evitarlo lo más de los días que era la mitad del tiempo…(Así no lo
veías todos los días) Si poh… pero era sólo porque estaba muy enojado con mi
papá (…) Después solucionamos el problema y quedamos mitad y mitad”
(Hombre 14 años)

Pese a que decidió dejar de ver a su padre por un tiempo, no cuestiona el


sistema de residencia compartida. Es más, señala que cuando son niños, la
decisión de vivir en una u otra casa no puede quedar en manos de ellos. La deben
tomar los padres o un juez, para evitar que los niños(as) la tomen de manera
ligera.

“Lo de los jueces o sea de los niños(as), es que es muy importante eso de que
ni puede estarse cambiando de una casa… entonces uno debiera evitar eso…

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eso debiera haber una ley, o sea no debiera ser juego del niño… no es que el
niño decida.” (Hombre 14 años)

De acuerdo a lo relatado por el adolescente, pese a que él decidió al menos


en una ocasión dejar de vivir por un tiempo con su padre por una discusión,
considera que las decisiones sobre con quién vivir deben ser tomadas por un
adulto, como una forma de garantizar su seriedad.

En general los entrevistados(as) esperan que sus padres respeten los


tiempos que cada uno tiene con su hijo(a) y que sean maduros; capaces de
superar su conflictos por el bien de los hijos(as); que resuelvan sus conflictos entre
ellos sin involucrarlos, puesto que esto les genera mucha tensión y dificulta
también las actividades cotidianas. Lo anterior favorecería que los hijos(as)
puedan pasar la misma cantidad de tiempo con ambos padres y que se sientan
cómodos y sin conflicto.

“(…) y si se llevan mal probablemente vas a ver al que se fue de la casa cada
cierto tiempo… mucho más largo… a lo mejor no se vuelvan a ver nunca
más…Muchas veces eso (La mala relación entre los padres) interfiere en la
relación del hijo, porque los papás a veces no tienen la madurez suficiente
como para poner a su hijo, como en frente de sus peleas internas, entonces…
hay muchos que también pueden hacerlo y después se ven el mismo tiempo su
papá y su mamá.” (Hombre 15 años)

Es claro que los conflictos entre los padres afectan a los hijos(as) de
manera general. No es una situación particular de familias cuyos padres se han
separado o de familias con acuerdos de residencia compartida. Sin embargo, al
considerar la idea de equilibrio y justicia que se hace presente, de manera muy
central, en esta forma de organización familiar, podría implicar una carga mayor de
estrés para los hijos(as). Este parece ser un sistema que requiere de un alto grado
de acuerdo entre los padres. Por lo mismo se requiere de una relación
suficientemente buena entre éstos como para lograr acuerdos. Este sistema
requiere de negociaciones más frecuentes, puesto que muchas más decisiones se

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toman en conjunto. Ambos padres comparten las actividades cotidianas de sus
hijos(as), tienen la misma responsabilidad en su educación, deberes y tiempo libre
entre otras áreas. Si hay demasiada diferencia entre una casa y la otra puede ser
más difícil de llevar a cabo este acuerdo.

Otro elemento interesante de destacar es la clara petición de los hijos(as) a


sus padres que sean capaces de resolver los conflictos presentes entre ellos, sin
involucrarlos. La necesidad de que dirijan este sistema, al menos en las primeras
etapas del desarrollo. Al parecer, que los adultos (padres y si estos no pueden,
jueces) sean capaces de ofrecerles reglas claras, acuerdos en los que consideren
la opinión de sus hijos(as), pero que finalmente dirijan los padres, es un escenario
esperado y tranquilizador.

Otro aspecto que se puede distinguir es el esfuerzo constante y consciente


por parte de los hijos(as) por mantener una relación equitativa con ambos padres.
El tiempo parece significar más que minutos, horas o días. Parece representar
cercanía, lealtad, afecto. Esto podría explicar que los entrevistados(as) prefieran
que sus padres tomen las decisiones relativas a los tiempos que deben pasar con
cada uno de ellos y eviten realizar cambios en los acuerdos, de manera que sus
padres no interpreten las diferencias en el tiempo que pasan con cada uno como
diferencias en la relación.

Además, en el relato de los entrevistados(as) es posible reconocer una


relación entre el nivel de conflicto de los padres y la posibilidad de negociación en
el acuerdo de residencia compartida. A mayor nivel de conflicto entre ellos, el
hijo(a) tiene menores posibilidades de realizar cambios. Y en la otra dirección, la
petición de cambios por parte de los hijos(as) puede generar conflicto entre los
padres. Frente a esta disyuntiva, los entrevistados(as) parecen optar por silenciar
sus necesidades o deseos a fin de evitar discusiones entre los padres.

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La tensión presente en esta categoría se relaciona con la evaluación
positiva de la posibilidad de pasar la misma cantidad de tiempo con el padre y la
madre y poder compartir las actividades cotidianas con cada uno de ellos. Esto es
algo muy significativo, pero el costo puede ser que surjan conflictos, debido a la
necesidad de continuos acuerdos y negociaciones del tiempo que corresponde a
cada padre. Frente a esto los niños(as) y adolescentes parecen estar muy atentos
a la relación entre sus padres, a las necesidades de éstos y evitan de muchas
maneras generar problemas. La pregunta que surge frente a esto se relaciona con
las necesidades de los hijos(as). ¿Es posible que las expresen? E incluso, más
allá de la expresión, ¿Serán capaces de reconocer sus necesidades si están tan
atentos a las necesidades de sus padres? En esta categoría se genera mayor
tensión, por un lado aparece que es posible equilibrar, esto no es un problema,
pero por otro lado se evita generar conflictos. Es decir el que no se produzcan
muchos problemas parece vinculado con un esfuerzo por parte de los hijos(as) por
evitarlos. Aun a costa de sus deseos. Por lo que parece que lo que se vehicula es
la necesidad de los papás por este equilibrio, más que la de los niños.

3. Vivir en dos casas es algo que se aprende

Vivir en dos casas o “tener” dos casas es la principal característica de este


sistema. En esta categoría se describe cómo experimentan los entrevistados(as)
este hecho. Se analiza el tener dos casas con relación a las diferencias materiales
entre éstas; el tener que trasladarse de una casa a otra. Cómo impacta en las
actividades escolares; las relaciones con sus amistades; los espacios de diversión;
los derechos y deberes en cada casa.

3.1 No se manifiesta preferencia por ninguna casa

En el acuerdo de residencia compartida los hijos(as) transitan de una casa


a otra. Frente a la pregunta de cómo es esto para ellos(as), señalan que es algo

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normal, a lo que están acostumbrados(as), que simplemente viven en dos casas
en lugar de una:

“(Y cuando a ti te preguntan con quién vives, ¿qué dices tú?) Con mi mamá y
con mi papá, solamente que en distintas casas (risas)” (Mujer 8 años)

En el relato de esta niña predomina el hecho de vivir con su papá y su


mamá, por sobre el hecho de vivir en dos casas.

Esta forma de vivir puede ser difícil de comprender para las demás
personas. A algunas personas les causa extrañeza el que tengan dos casas, e
insisten en preguntarles cuál es “su” casa.

“Si, igual varias amigas o gente conocida que les cuento, me preguntan que
como es que tus papás están separados y como lo haci (haces)… ‘no… vivo
mitad y mitad’ y quedan como así, ‘que raro’ ‘Pero ¿cuál es tu casa?’… y yo así
como… ‘Las dos… mitad y mitad...’ ¡Aaaah! Como que quedan así…” (Mujer 16
años)

En las preguntas que le hacen estas personas hay una tendencia a buscar
una definición, parece difícil comprender una forma de vivir que no define un solo
lugar como propio. Pero esto no algo que sólo les sucede a las personas ajenas a
este sistema. También es posible verlo en los entrevistados(as):

“Yo igual, tengo no sé porque, como la idea de que, aunque viva la mayor parte
del tiempo aquí (en la casa de su padre) que, en la casa de mi mamá, como
que, mi casa es la casa de mi mamá… más. O sea, yo aquí igual me siento en
mi casa y todo, pero ponte tú en la casa de mi mamá, yo tengo todas mis cosas
y cuando me vengo para acá, como que me hago un bolso con todas las cosas
que voy a necesitar en la semana…pero ponte tú, yo aquí nunca tengo la ropa,
toda mi ropa acá…siempre me la traigo de la casa de mi mamá.” (Mujer 16
años)

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A la entrevistada le resulta difícil explicar por qué, aunque viva la misma
cantidad de tiempo en cada casa, hay una de estas que siente como “su” casa. En
esta casa es donde tiene la mayoría de sus cosas y desde ésta las lleva a la otra
casa. El lugar en el que tiene sus pertenencias es sentido más propio. Es
interesante ver que entonces, no sólo el tiempo es relevante en la definición del
lugar en donde vive, también sus pertenencias influyen en la percepción del
espacio que siente propio. Sin embargo, cuando se habla de las características
físicas de cada casa, de las cosas que tienen en cada una, en general minimizan
las diferencias y evitan escoger alguna o decir que una les resulta más cómoda
que otra.

“Se parecen (la casa de su papá y la de su mamá) … me gustan ambas, las


encuentro lindas… La casa de mi papá está más cerca del colegio, pero… no,
no, no tengo una preferencia, ni ningún disgusto en las dos localizaciones…”
(Hombre 10 años)

Las similitudes o diferencias con relación a los espacios físicos o bienes


materiales con que cuenten en una casa u otra no parece ser un aspecto relevante
en el discurso de los entrevistados(as). Pueden ver y mencionar las diferencias,
materiales entre ambas casas, pero evitan hacer una evaluación o escoger una
sobre la otra.

El único entrevistado que menciona su preferencia por un lugar, debido a


las comodidades u objetos que tiene, se apresura en aclarar que este hecho, es
decir, que en una casa cuente con algunas cosas que en la otra no tiene, no es
responsabilidad de sus padres:

“(…) diferencias, porque por ejemplo aquí puedo tocar piano… allá no, porque
no hay un piano. Por ejemplo, acá puedo patinar, allá no, porque… o sea la
calle en irregular, y el espacio es súper chiquitito, y acá las calles son planitas y
son cerradas entonces sólo pasan los autos de aquí, entonces… es más fácil
patinar poh. Entonces eso me ha gustado mucho más de estar aquí…Pero
siempre me ha gustado más en todo, entonces… también tenemos impresora…

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eso sería como en el ámbito como… más material, porque no es como que mi
papá o mi mamá tengan que ver con que haya más cosas aquí…” (Hombre 14
años)

Da la impresión que al hacer esta aclaración lo que intenta es desvincular


su preferencia por una casa de una preferencia por uno de sus padres. Lo material
queda como algo que no tiene relación con sus padres, como un hecho fortuito.

En los otros casos, da la impresión que hay una lealtad con ambos padres
al encontrar las casas similares o no tener preferencia por ninguna. Es otro punto
de equilibrio. ¿Qué podría significar relacionalmente el preferir una casa? Si
prefirieran una u otra, ¿Qué grado de libertad pueden tener para decirlo? Por lo
mismo, el espacio físico y los aspectos materiales dejan de ser un tema, no es
algo de lo que se hable mucho, al menos en algunas etapas del desarrollo. Pero al
ir creciendo algunos adolescentes comienzan a sentir la necesidad de un espacio
propio:

“Yo quise quedarme en la casa de mi mamá… (¿Por qué?) Porque sentí que
ahí estaba más mi lugar, ahí estaba más mi núcleo puede ser…” (Hombre 18
años)

Este entrevistado vivió desde los 8 hasta los 18 años con ambos padres en
un sistema de residencia compartida, pero hace tres meses, decidió quedarse en
casa de su mamá. Explica que esto fue una decisión relacionada con la necesidad
de contar con un espacio físico que sintiera más propio. Esto podría relacionarse
con su proceso de crecimiento y cambio. Además la búsqueda de identidad,
característica de esta etapa del desarrollo, puede incluir la necesidad de un
espacio propio, que los identifique y en el que prefieran estar. Se puede reflexionar
en torno a la implicancia de tener o no tener un espacio definido como propio. De
qué manera el espacio físico juega un papel en la experiencia de los niños(as) y
adolescentes que viven en un sistema de residencia compartida. La tensión
observada acá es que pese a que pueden sentir una de las casas como más

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“propia” lo que aparece en el discurso es que ambas son sus casas y que no
prefieren ninguna.

3.2 Trasladarse tiene costos, pero se aprende a ser ordenados(as)

Al vivir en dos casas, trasladarse y trasladar cosas es algo habitual, esto es


visto como un costo que asumen sin quejarse. Implica organizarse para evitar que
se les olviden o pierdan cosas en los traslados. La disposición que tengan los
padres es importante, puesto que pueden facilitar este aspecto. En la mayoría de
los casos los papás se involucran, se organizan y ayudan a resolver el tema del
traslado sistemático de cosas de casa en casa.

“Es que gracias a mi mamá es más práctico igual porque… o sea como más
posible porque mi mamá todos los domingos o a veces los lunes como que me
viene a dejar con las cosas… Los domingos hacemos el cambio… en el auto,
entonces igual no es tan complicado, pero eso es… tiene sus costos. (¿Cuáles
pueden ser esos costos?) El tener como, no sé, como tener ordenadas tus
cosas, para que no se desaparezcan en los cambios y todo eso… cachay, ser
igual como organizá… saber qué es lo que vay a necesitar en la semana, todo
eso.” (Mujer 16 años)

Con relación al traslado también es importante el orden y la organización. El


ser ordenadas(os) parece una consecuencia de este sistema, para no olvidar o
perder cosas entre los traslados. Cuando comienzan a vivir en el sistema de
residencia compartida, muchas veces el traslado no es algo fácil, tienen que
trasladar continuamente muchas cosas. Con el tiempo aprenden a seleccionar lo
que necesitan, se adaptan, se genera un hábito.

“Y supongo que una de las razones que hizo que fuera como yo fuera
ordenado, fue que como tenía que estar todo el rato así, siempre tenía que
tener las cosas ordenadas, no se me podían quedar las zapatillas acá, siendo
que al otro día me tocaba en la casa de mi mamá y ese día me tocaba
educación física.” (Hombre 14 años)

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La distancia entre las casas no es un factor considerado importante. El que
la casa del papá y de la mamá estén cerca ayuda, pero no es un elemento
relevante para los entrevistados(as) en la evaluación del sistema. Lo que parece
importante es contar con la ayuda de los padres en los traslados, esto es algo que
les sirve en términos prácticos, pero en general, no evalúan que el traslado sea
una complicación o algo difícil.

“No es tan complicado, porque la mayoría de las veces que traemos cosas de
allá para acá, como juguetes o cosas que tengamos que hacer para otro día, no
son tantas cosas.” (Mujer 8 años)

Sin embargo, a medida que van creciendo el sistema puede no ser tan
cómodo, cambiarse de una casa a otra se transforma en una dificultad:

“(…) o sea igual, hay gente que le puede costar acomodarse, por ejemplo, a mi
hermana cachay, como que aguantó harto tiempo con esto (residencia
compartida), pero como que le fue bien (en la PSU) y entró a la U y cambió y su
dinámica cambió cachay… (…) sobretodo este año, como mi hermana se fue,
como en los momentos de crisis de mi hermana que me decía ‘No, no puedo
cambiarme no sé qué…’ porque ella entraba en crisis…” (Mujer 16 años)

El trasladarse de una casa a otra requiere organizarse, tener claras las


actividades semanales y anticipar lo que van a necesitar en la otra casa. Además
implica tiempo. Esto no parece tan significativo en los entrevistados(as) de menos
edad, sin embargo al ir creciendo, aumentan sus actividades y el tiempo es más
escaso, lo que hace del traslado una dificultad, llegando en ocasiones a redefinirse
el acuerdo debido a las necesidades de los hijos(as). Llama la atención además
que la entrevistada dice textualmente que su hermana “aguantó harto tiempo con
esto”. Aquí es posible percibir la contradicción entre el discurso que señala que
tener dos casas, cambiarse de una a otra, tener dos espacios no es algo que
cause mayores dificultades y por otra parte esta idea de “aguantar” este tipo de
acuerdo, esto nos habla de tensión y dificultad. El traslado es un costo que los

56
entrevistados(as) asumen logrando finalmente adaptase a esta situación. La
motivación de vivir con ambos padres parece ayudar a enfrentarlo.

3.3 El colegio es tarea de todos

El vivir en el sistema de residencia compartida como se ha visto en los


apartados anteriores tiene impacto en las actividades cotidianas de los niños(as) y
adolescentes entrevistados(as). El trasladarse de una casa a otra implica tiempo y
requiere de planificación y podría influir en diversos ámbitos, incluido el escolar. Al
hablar de este tema señalan que sus padres son un apoyo en este sentido y que
en general manifiestan interés en su proceso de aprendizaje. Incluso en algunos
casos las reuniones del colegio son las únicas instancias en las que los padres se
reúnen:

“Cuando es la entrevista de fin de año, porque en mi colegio hay una entrevista


de fin de año y el profesor te dice cuál es tu meta y eso… ahí estamos todos
juntos (papá, mamá e hija) … Pero además de esa ocasión de colegio, nada
más…” Mujer 14 años

Esta entrevistada menciona que pese a que en general los padres no se


comunican de manera directa, están dispuestos a participar juntos en la
evaluación del año escolar y la planificación del año siguiente. La educación de su
hija es un aspecto del que ambos quieren participar. Esto es congruente con el
hecho de haber adoptado un sistema de residencia compartida después de la
separación, puesto que lo que se pone de manifiesto en esta forma de organizarse
con relación a la crianza de los hijos(as) es la intención de ambos padres de
compartir este proceso de manera igualitaria.

Con relación al nivel de exigencia escolar hacia los hijos(as), los


entrevistados(as) consideran que las diferencias entre el padre y la madre son
mínimas. Esperan que sus hijos(as) se organicen y sean responsables con sus
actividades escolares. Los niños(as) y adolescentes en general estudian, de
manera autónoma e independiente.

57
“Ahora no me dicen, nada… estudio yo sola, no les digo nada a ellos… O sea,
como que a esta hora tienes que estudiar, si no que yo hago eso sola…Yo digo,
tengo una prueba, ya ahora voy a estudiar…o voy a estudiar tantas horas, pero
eso lo veo yo… (¿Y si te sacas buenas o malas notas, te dicen algo?) No, o sea
mi mamá me dice que no me tengo que sacar rojos… aquí hay un rojo, tienes
que subirlo, o sea mi papá me dice que no importa, pero los dos me dicen que
me esfuerce… Mi mamá igual me dice algo por los rojos igual.” (Mujer 15 años)

Además viviendo en este sistema de residencia compartida, los niños(as) y


adolescentes aprenden a organizar sus actividades y materiales escolares.
Planifican lo que necesitan durante la semana, especialmente cuando se cambian
de una casa a otra, para evitar que se les olvide algo que pudieran necesitar en el
colegio:

“(¿Cómo te organizas en la semana con tus tareas?) Claro, claro… tengo mi


horario en mi agenda, en la libreta de comunicaciones del colegio… y esa la
llevo para ambas casas, sino, tengo también en cada casa una hoja pegada con
los días de la semana y las actividades que me tocan los ramos… y siempre
reviso mi mochila, siempre cuando es el último día de estar con mi mamá o
estar con mi papá, hago todo, mi mochila para los días que me quedan de la
semana que estoy con el otro…y organizo mis tareas y… lo que voy a hacer…”
(Hombre 10 años)

Pese a la organización y planificación, en algunas ocasiones pueden olvidar


algo que necesitan en el colegio en la casa de uno de sus padres, cuando esto
sucede, suelen tener el apoyo de éstos para resolver la dificultad:

“Sí, sí, me ha pasado como con cuadernos o con materiales para el colegio
(que se le queden en la casa de uno de sus papás) … (¿Y cómo lo haces
cuando te pasan esas cosas?) Como mi papá vive igual cerca acá o en Ñuñoa,
estoy por ahí, normalmente puedo ir a buscarlas o de repente lo llamo a él para
que me traiga lo que se me quedó… y normalmente lo hace (Y al revés, ¿Si
estuvieras allá y se te queda algo de acá?) No sé, ahí es más complicado
porque igual es como más lejos…” Hombre 15 años

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Con relación al párrafo anterior, aunque la distancia entre las casas o entre
la casa y el colegio no es algo que los niños(as) y adolescentes entrevistados
mencionen como importante, pudiera ser un elemento que influye en las
posibilidades de resolver algunas dificultades vinculadas con sus actividades
escolares, sin embargo, no hacen alusión a esto.

Es llamativo el hecho que la totalidad de los entrevistados(as) refieren que


se organizan de manera autónoma y se responsabilizan de sus quehaceres
escolares. Planifican sus actividades con anticipación, evitando con esto la
necesidad de pedir ayuda a sus padres. Ellos(as) se adaptan a este sistema
desarrollando estrategias para compatibilizar el traslado de una casa a otra con
sus actividades académicas. Por lo mismo se puede concluir que el vivir en dos
casas impacta de alguna forma las actividades escolares, pero, esto se ve
subsanado con el apoyo de los padres y la dedicación de los hijos.

3.4 Permisos y obligaciones en cada casa

Este apartado se relaciona con las similitudes y diferencias en ambas casas


en relación a los permisos y obligaciones. Los entrevistados(as) no hacen
referencia de manera espontánea a esto, es un contenido que aparece al
preguntar directamente acerca de estas áreas.

3.4.1 Hay diferentes tipos de permisos

Con relación a los permisos los entrevistados(as) consideran que sus


padres tienen criterios bastante similares, por lo que no es un ámbito en el que se
produzcan muchos conflictos. Lo que tienen bastante claro es que hay algunos
permisos que se piden sólo al padre(o madre) con quien están viviendo en ese
momento, pero hay otros permisos que deben pedir a ambos padres. Permisos
“pequeños” como ir a la casa de un amigo(a) o salir durante el día pueden ser

59
pedidos sólo a uno de los padres, pero los permisos “grandes”, que implican más
días o dormir en otro lugar en general son consultados con ambos padres.

“Por ejemplo ahora en vacaciones si quiero salir a alguna parte no sé, como a
vacacionar, obviamente le pregunto a los dos… Pero si es que estoy en la
semana con mi papá y quiero salir en la noche o no sé qué, le pregunto a mi
papá nomas poh. (¿Y la cantidad de permisos o los horarios, tienen criterios
parecidos o son diferentes?) Son parecidos, no son tan permisivos ni tan
rígidos, son súper piola. (Mujer 16 años)

Pese a que admiten diferencias entre ambos padres, señalan que éstas son
menores y que prima un criterio similar entre los padres con relación a los
permisos.

Frente a desacuerdos entre los padres con relación a los permisos, algunos
entrevistados(as) prefieren evitar conflictos con sus padres, o que estas
diferencias generen problemas y optan por no insistir en su petición. Subordinan
su posibilidad de salir a mantener la armonía.

“Es que antes, mi papá siempre me decía que le avisara con anticipación, como
que si le decía un día antes, como que no me dejaba, y con mi mamá nunca he
tenido problema con eso… pero creo que eso es como el tiempo, con la
anticipación con la que aviso, o no sé, cosas como piercing… a mi mamá como
que le gusta eso… nunca ha tenido problemas, a mi papá como que no le gusta
mucho… (¿Y qué pasa si tu mamá no tiene problemas y a tu papá no le gusta
mucho, en que quedan?) En nada…” (Mujer 14 años)

En este párrafo se reitera lo comentado en el punto 2.3, que hace


referencia a lo relevante que es para los entrevistados(as) evitar conflictos. Frente
a un desacuerdo de los padres en torno a una norma o permiso los hijos(as)
prefieren no seguir insistiendo, aunque esto implique no lograr lo que deseaban.

Cuando las diferencias en los límites y grados de libertad que tienen en


cada casa son muy marcadas, se genera tensión:

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“Porque ya no vivo en la casa de mi mamá, y ahora estoy viviendo acá… Y eso
fue porque me pelee mucho con mi mamá… y eso fue porque no me dejaba
hacer nada… Por ejemplo, el colegio está aquí al lado y no me dejaba irme
caminando hasta allá, o al Mall solo. No podía ir siendo que estoy en primero
medio. (¿Y tu papá?) Mi papá, me decía que por qué mi mamá no me dejaba
hacer eso, que a esta edad yo tenía que aprender a movilizarme. (Hombre 14
años)

En este párrafo se observa que el padre comenta con el adolescente su


desacuerdo con las normas de la madre. Las reglas en cada casa son muy
diferentes. En la casa del padre tiene mayor libertad por lo que el hijo finalmente
escoge vivir en ésta. Esta es una decisión que puede tener directa relación con su
etapa de desarrollo y búsqueda de autonomía, sin embargo, no hay negociación ni
diálogo entre los padres, es el hijo quien toma la decisión de quedarse en una de
las casas. Frente a esto se puede apreciar el alto impacto que tiene el hecho de
no compartir ciertos criterios entre los padres, el tener diferencias y además
explicitarlas. En esta situación puntal el hijo opta por el lugar en el que tiene más
libertad.

Por lo tanto, mientras las diferencias entre los padres con relación a los
permisos no sean muy marcadas no parece existir dificultades. Los problemas
surgen cuando las diferencias son marcadas y además no negociadas entre los
padres, en estas situaciones los hijos(as) pueden renunciar a su petición, o
escoger una de las dos casas en las situaciones más extremas.

3.4.2 No hay muchas obligaciones en ninguna de las dos casas

Las tareas u obligaciones en cada casa no parece ser un tema relevante


para los entrevistados(as).

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Algunos(as) señalan que no tienen muchas obligaciones en sus casas.
Generalmente deben ordenar sus cosas y ayudar en algunas tareas sencillas de
manera esporádica.

“Mmm, no sé, siempre hago mi pieza en las dos casas, o de repente veo que el
piso está muy sucio y no sé barro o limpio, pero tampoco es como que me
exijan hacer cosas, a veces me piden que lave la loza acá. Y eso es todo.”
(Mujer 14 años)

Y en otros casos aparecen diferencias entre lo que les piden en cada casa.

“Mi mamá me reta, cuando no tengo la pieza ordenada, pero como viene la
señora Paty, ordena toda mi pieza… Y los fines de semana ordeno yo. Y donde
mi papá también va alguien, pero a mi papá como no le importa por ejemplo…
Es que mi papá… es mucho menos estricto en todo… porque es mi pieza, y yo
puedo hacer lo que quiera en mi pieza, en cambio mi mamá me dice es mi casa
así que ordena tu pieza.” (Mujer 15 años)

Pese a que señalan algunas diferencias entre lo que les piden hacer en una
u otra casa, esto no aparece como un factor que determine una evaluación
diferente de cada casa.

Llama la atención que no se le dé importancia a lo que se les pide hacer en


una u otra casa. El tema de los deberes y de las obligaciones en la casa suele ser
un motivo de discusión entre padres e hijos. Sin embargo en los entrevistados(as)
no aparece como una dificultad. No es un tema que genere tensión. Es posible
que frente a tantas situaciones que deben resolver cotidianamente, trasladarse de
una casa a otra; mantener en equilibrio sus tiempos con cada padre evitando
generar conflictos, los quehaceres domésticos no tengan relevancia.

3.5 Amistad y tiempo libre

Con relación a su tiempo libre y relación con amigos, la residencia


compartida puede influir en este ámbito. Al vivir en dos lugares diferentes, la

62
probabilidad de ver a sus amigos en ocasiones se relaciona con la casa en la que
se encuentren y con las posibilidades de ir a la otra casa para juntarse con ellos.

“Pero la mayoría de mis amigos están como más cerca de acá… (¿Te juntas
con ellos fuera del colegio?) Si, a veces… pero también depende de con quien
este, si estoy con mi mamá y me quiero juntar con alguien puedo venir para acá
(casa del papá) y…ahí los veo.” (Mujer 14 años)

Un espacio importante en este aspecto es el colegio, es un lugar de


sociabilización y que en muchas ocasiones permanece estable, frente a los
cambios que las(os) niñas(os) y adolescentes viven como consecuencia de la
separación de sus padres. En este espacio se encuentran sus amigos y
profesores, quienes son valorados por las(os) entrevistadas(os)

“No, el colegio permaneció hasta que yo estaba como en séptimo básico igual…
Si fue muy importante porque tenía muchos amigos desde chico… Los amigos
y el círculo de profesores son importantes para los niños. Yo creo que el colegio
fue como un espacio con mucha estabilidad, en cierta forma no es un espacio
lleno de nostalgia, está más vivo.” (Hombre 18 años)

Para algunos padres es importante que sus hijos(as) tengan amigos, y


tratan de fomentar esto:

“Me cultivaban harto las amistades sí…Mi papá me llevaba también harto.
Porque tenía una amiga, que tenía hijos que eran mis amigos…entonces me
ayudaron a cultivar siempre mis amistades. Mi mamá siempre invitaba a mis
amigos a mi casa, nos hacía comidas ricas.” (Hombre 18 años)

La mayoría de los entrevistados señala que ve a sus amigos en el colegio, y


si alguno de ellos vive cerca de la casa de alguno de sus padres se ven cuando le
corresponde estar en esa casa. Ocasionalmente podrían cambiarse de casa para
estar con esos amigos, sin embargo, esto no es algo que hagan con frecuencia.
Como se había comentado antes, en general prefieren mantener los acuerdos con
sus padres y no hacer cambios en los días que les corresponden en cada casa.

63
Nuevamente se puede observar que los entrevistados(as) se adaptan al hecho de
vivir en dos casas, incluso con relación a su posibilidad de ver a sus amigos. Si es
posible verlos está bien, pero si no es posible, no es algo que les genere
dificultades. Parecen priorizar el cumplir con los horarios y fechas acordados con
su padre y su madre. Evitan hacer modificaciones que puedan alterar el equilibrio.

Finalmente, se puede decir que vivir en dos casas, que es una de las
características centrales de este acuerdo de residencia compartida tiene algunas
implicancias en términos prácticos y de organización.

Los niños(as) y adolescentes deben acostumbrarse a vivir en dos lugares


diferentes; trasladarse de manera continua; adaptar sus actividades escolares a
este sistema; adecuarse a dos tipos de organización en cuanto a derechos y
obligaciones y compatibilizar esta modalidad de residencia con otras actividades y
con la posibilidad de ver a sus amigos.

Frente a todas estas situaciones ellos se adaptan, en términos generales no


las mencionan como dificultades. Son hechos que vienen de la mano de este
acuerdo. Es más, incluso valoran positivamente algunos aprendizajes que esta
experiencia les ha dejado. Aprender a planificar sus actividades, ser autónomos,
hacerse responsables de sus quehaceres escolares. Aprender a vivir en lugares
diferentes.

Para lograr este grado de comodidad señalan como central el apoyo que
reciben de sus padres en los aspectos prácticos. Valoran que les ayuden en los
traslados, o que los apoyen en situaciones en que han olvidado algo que debían
llevar al colegio en la casa de uno de los padres. Esto es algo que facilita sus
actividades.

Otro elemento que vuelve a aparecer en esta categoría es la importancia de


evitar conflictos. Les resulta mucho más fácil adaptarse a todos los aspectos

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prácticos, que lidiar con la tensión que les genera que sus padres puedan discutir
entre ellos, o puedan sentirse mal por algo que ellos soliciten o hagan.

Diversas situaciones van cambiando con el tiempo y en la medida que


ellos(as) crecen. Al ir creciendo comienza a adquirir más importancia el contar con
un lugar estable y que se sienta como propio, además de contar con mayor
libertad para decidir sus tiempos y traslados de un lugar a otro. Esto no es algo
sencillo de reconocer y menos de pedir, pero comienza a aparecer con mayor
fuerza en los entrevistados(as) adolescentes.

4. Opiniones de otros acerca del sistema

En esta categoría se analizan otras voces que aparecen en los relatos de


los entrevistados(as), familia directa y extensa; amigos y profesionales.

4.1 Está bien, pero no se conversa mucho de esto

Al hablar directamente sobre lo que opinan las personas que los rodean
acerca de este sistema, la mayoría de los entrevistados menciona que no es algo
de lo que suelan conversar. Dicen que en general las personas están
acostumbradas a verlos trasladarse de una casa a otra, lo encuentran bien, pero
no les preguntan.

“Lo hemos conversado igual y es como ‘Oh. No sé qué’… pero sus papás están
juntos entonces igual es como un poco tema de conversación como entre
nosotros más que en la familia… como entre los primos…pero también lo
encuentran bacán, como que… no opinan mucho…” (Mujer 16 años)

En esta viñeta se advierte que, con personas de su edad, en ocasiones lo


comentan y lo encuentran “bacán”, sin embargo con familiares mayores no se
suele hablar de esto:

65
“No para nada… para nada… no es tema… Ellos (Los abuelos u otros
familiares) no se involucran, no es tema, ni tampoco nunca ha sido tema”
(Hombre 10 años)

Los abuelos(as) tanto paternos como maternos aparecen frecuentemente


como una red de apoyo. En algunos casos después de la separación se van a vivir
a casa de éstos durante un tiempo, o se visitan con cierta frecuencia, sin embargo
no hay referencias a lo que opinan del sistema de residencia compartida. No dicen
nada, simplemente no se habla de este acuerdo. ¿Por qué no se habla?, surge
esta pregunta puesto que es un tema evidente y relevante en la vida de los
entrevistados(as) y de sus padres. ¿Qué significa este silencio? Se podría esperar
algún tipo de opinión, o evaluación de este sistema, sin embargo prima el silencio.

4.2 Este niño se va a quebrar

Algunas personas fuera del ámbito familiar dan su opinión del sistema
evaluándolo como una forma compleja de vivir y que puede traer consecuencias
en los hijos(as):

“(¿Y cómo fue para ti cambiarte día por medio?) … Si es que era cómodo, era
bastante cómodo… siempre dicen que como que me voy a quebrar. (¿Quien
dice?) La psicóloga, o sea no sólo el psicólogo, y otras personas, que dicen, el
niño se va a partir la cabeza, yendo de un lado pal otro es muy terrible… Pero
yo desde chico que estaba haciendo eso, entonces estaba bien acostumbrado
entonces no tenía ningún problema por eso.” (Hombre 14 años)

En esta situación en particular, no sólo personas cercanas al entrevistado,


sino también su psicóloga considera que es algo que lo puede dañar. En cambio el
entrevistado destaca que para él es menos complejo que como lo ven las otras
personas.

Es importante reflexionar en torno al impacto que pudiera tener la


evaluación que realizan otras personas, especialmente profesionales de la salud

66
mental, en la vivencia de los niños(as) y adolescentes sobre el sistema de
residencia compartida.

4.3 Para que este sistema funcione es importante tener una relación segura

Otra opinión mencionada tiene relación con la necesidad de contar con una
relación segura con el padre y la madre para que este sistema funcione bien:

“Es que estaba tan acostumbrado a no ver a alguno, bueno el psicólogo me dijo
que tenía que ver, con la seguridad, como estoy tan seguro que los voy a ver,
entonces estoy como muy cómodo, me refiero a que estoy como muy seguro de
que no estoy solo, entonces no tengo problemas si no estoy una semana entera
con mi mamá, pero ella si me extraña… pero en realidad yo estoy súper
cómodo.” (Hombre 14 años)

Al hablar de una relación segura que garantice que el hijo(a) no va a


extrañar demasiado a ninguno de los dos padres de alguna manera se presume
un grado de riesgo en el acuerdo de residencia compartida. ¿Si la relación no es
segura, no sería un buen acuerdo?
Desde otra perspectiva, la seguridad a la que alude el psicólogo podría
tener relación con el acuerdo de residencia compartida, que al definir con claridad
los días que verá a cada uno de sus padres disminuye la incertidumbre de los
hijos(as) quienes pueden estar seguros de que verán a ambos padres con
frecuencia y regularidad.

Al registrar otras opiniones acerca del sistema de residencia compartida se


puede ver que no es un tema muy conversado. No se habla mucho de esto con
otras personas, ni familiares ni amigos. Los entrevistados(as) señalan que con
quienes han conversado de este les han dicho que es un sistema un poco extraño,
no es lo más “normal”, pero de todas formas lo evalúan positivamente.

Otras personas lo ven como algo que implica un riesgo, que necesita de
ciertas fortalezas en la relación con los padres para que el hijo(a) se adapte. Pero

67
a la vez lo ven como un sistema que disminuye la incertidumbre y ayuda a que los
hijos(as) tengan la seguridad de seguir viendo a ambos padres.

Frente a estas opiniones podemos reflexionar acerca de lo normativo, lo


que conceptualizamos como “normal” o “anormal” con el peso que estos
conceptos tienen en relación a definir determinadas experiencias.

El sólo hecho de hablar de experiencias “no normativas” tiene en ocasiones


una valoración negativa de dicha experiencia. Lo normal parece estar dado por
una idea hegemónica de cómo se debe constituir una familia.

Con quién hay que vivir y qué tipo de familia garantizaría un mayor
bienestar psicológico a sus miembros. Pese a que la diversidad familiar ya forma
parte del discurso de muchos profesionales de la salud mental, sigue presente en
este ámbito y en otros (educacional, social) la idea de que la familia nuclear,
biparental, heteroparental, es la “normal” y las demás organizaciones familiares
pertenecen a lo distinto, no “normal”.

En esta categoría surge una evidente tensión. Considerarlo un buen


sistema, pero no hablar de él. Lleva a preguntarse por lo no dicho. Tal vez esto
tiene directa relación con el hecho de que es un sistema poco frecuente en
nuestro país y que no se ha visibilizado sino hasta hace pocos años. Es un tipo de
organización familiar que no está del todo organizada o integrada en el discurso
social eso se evidencia en este conflicto del discurso, la ambivalencia o la
negación, es un espacio que es conflictivo. Por lo mismo también aparece cierta
contradicción entre el discurso público y el privado. Las personas más cercanas
parecen responder a la idea de que es una decisión que incumbe sólo quienes
participan y sobre la que no hay que opinar. Y por otra parte, algunos
profesionales, que están de cierta manera “justificados socialmente” para dar su
opinión sobre estos temas muestran la ambivalencia frente a esta forma de

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organización familiar. No es abiertamente evaluado de manera positiva o negativa,
pero es riesgoso, requiere de ciertas condiciones.

5. Impacto de la residencia compartida en la nueva configuración familiar

Después de la separación de los padres la familia cambia. La nueva


estructura familiar no siempre es cómoda, pero en general los entrevistados(as) no
manifiestan dificultades en adaptarse a estos cambios. Las relaciones con la
familia extensa se modifican, pueden hacerse más cercanas o distantes en las
diferentes etapas del proceso de separación y reestructuración familiar.
Gradualmente son capaces de incorporar a nuevos miembros en su familia;
parejas de los padres; hermanastros, medio hermanos. A todos estos cambios se
suma la complejidad del acuerdo de residencia compartida, puesto que implica
adaptarse entonces no sólo a los cambios en la estructura familiar, sino ser
capaces de transitar de una casa a otra con todo lo que esto implica en términos
de las relaciones que establecen con las personas que viven en cada una de las
casas y de las costumbres y actividades que se desarrollan en estos espacios.

5.1 Miembros de la familia extensa

Los abuelos(as) suelen ser una importante red de apoyo después de la


separación, ayudan con el cuidado de sus nietos(as) e incluso pueden ofrecer un
lugar donde vivir durante el proceso de cambio:

“Cuando vivíamos juntos, vivíamos solos. Después (de la separación) mi papá


se fue a vivir solo, y estuvo viviendo solo como cuatro años, y después se fue a
su casa. Y mi mamá se fue a vivir con sus papás… (Con tus abuelos) …sí, y
entre medio con mi mamá vivimos con primas, tíos, que venían a la casa de mis
abuelos también… Que venían a vivir, pero como… no regularmente…”
(Hombre 18 años)

Muchos entrevistados(as) mencionan a sus abuelos como las personas que


los cuidan, o ayudan con sus tareas cuando no está alguno de sus padres.

69
Además es frecuente que los visiten para las festividades o fines de semana. Las
posibilidades de ver a sus abuelos(as) se ven afectadas por el acuerdo de
residencia compartida, puesto que dependiendo de la casa en donde se
encuentren será más o menos probable que puedan reunirse con ellos. Esto fue
mencionado también en el punto 2.2 cuando se hace mención a las posibilidades
de realizar cambios en el acuerdo de residencia compartida.

5.2 Nuevos miembros en la familia

En algunos casos incorporar a las parejas de los padres (madres) no es


difícil, se acepta la relación y se logra una buena convivencia de manera rápida.

“Si en la casa que recién nos cambiamos, fue para vivir con su pareja, porque la
otra casa en la que estábamos estaba muy vieja. (¿Como fue esa experiencia
para ti?) Bien, me gusto porque me cae bien la pareja de mi mamá, así que…
Fue como un acomodo, porque nunca habíamos vivido con alguien más…”
(Mujer 14 años)

Pero también hay situaciones en las que es más difícil aceptar las nuevas
parejas de sus padres, o los hijos de éstas. Son situaciones complejas que
pueden incluso generar sentimientos de rechazo:

“(…) entonces por mucho tiempo, no aceptaba a la pareja de mi papá, y cuando


tenía 12 años tampoco me caía bien… Entonces no me gustaba (que hubiera
nacido su hermana) y mucho menos de que haya sido de ella, entonces eso
significaba que ahora ella iba a tener que quedarse, porque podían haber
terminado y se iba… Pero yo no quería, como nunca hablarle y… nunca la miré
ni nada (a la hermana), hasta cuando tenía como un año, pero después como
que se me pasó… porque no podía estar así como odiándola todo el rato a
ella… Aunque nunca le he comprado ningún regalo.” (Hombre 14 años)

Independientemente de lo fácil o difícil que pueda resultar incorporar a


nuevas personas a su grupo familiar, los entrevistados(as) terminan estableciendo
relaciones armoniosas con sus madrastras o padrastros y con sus hermanos(as) y
70
hermanastros(as). No refieren conflictos o dificultades importantes en estas
relaciones, pero diferencian con claridad los roles que juega cada persona dentro
de la familia.

“(¿En el tema de, de normas qué papel juega tu padrastro?) No se mete mucho,
igual a veces opina, pero no me castiga, no me reta, pero él igual podría
hacerlo, porque siempre he vivido con él, entonces es como un papá…, pero en
lo personal, a mí tampoco me gustaría mucho, lo encontraría como…. Pero no
sé… no es que no le quiera pedir permiso a él, o por que no tenga autoridad ni
algo así… o sea es como… como…” (Hombre 15 años)

El padrastro es aceptado y visto como un papá, pero en el tema de las


normas, prefiere que no participe tan activamente. Se sigue reconociendo al padre
y la madre como los responsables de las decisiones que tienen relacionadas con
ellos. El acuerdo debe ser entre los padres en general.

En esta última categoría es visible, al igual que en las cuatro anteriores, la


capacidad de los niños(as) y adolescentes para adaptarse y enfrentar los cambios
que implica la separación de sus padres y el acuerdo de residencia compartida.
Igualmente se advierte que los miembros de la familia extensa, especialmente los
abuelos(as) cumplen un importante papel de apoyo, especialmente en el primer
período post separación. Con el tiempo su participación parece disminuir y
desempeñan un rol secundario. Incluso, como se describió en el punto 4.1 no
opinan mucho acerca del sistema de residencia compartida ni de las decisiones
que toman sus hijos.

En cuanto a la incorporación de las parejas de sus padres, se produce un


proceso en el que los hijos(as) se adecuan a una nueva forma de organización
familiar, que incluye a estos adultos en un rol de compañía y apoyo, pero el rol
parental sigue siendo de su padre y su madre.

71
VIII. Discusión

Los niños(as) y adolescentes entrevistados hablaron sobre su experiencia


de vivir en el sistema de Residencia Compartida. En general, evalúan
positivamente el sistema, tienden a centrarse en los beneficios de este acuerdo y
a minimizar las dificultades. Esto probablemente tiene directa relación con el
interés de mantener contacto y cercanía con ambos padres después de la
separación, que expresaron la totalidad de ellos(as). El mantener una relación
cercana con ambos padres es un anhelo de estos niños(as) y adolescentes. La
relación que tienen con su padre y con su madre les hace sentir bien. Esta
información reafirma lo encontrado en otros estudios, por ejemplo, Bergström
(2013) en un estudio con niños suecos que vivían en régimen de Custodia física
conjunta (Joint physical custody) señala como conclusión que éstos: “(…)
experimentaron resultados más positivos, en términos de relaciones de bienestar
subjetivo, la vida en familia y con los compañeros, que los niños que viven en su
mayoría o sólo con uno de los padres” (p. 1)

Para los niños(as) y adolescentes de este estudio, es central la relación que


tienen con su padre y su madre, no desean que ésta se vea interferida por la
separación o el divorcio y están dispuestos a realizar esfuerzos para adaptarse a
un sistema que favorezca la cercanía y el contacto frecuente con ambos. Tal vez,
por esta misma razón podría explicarse, que a pesar de señalar que puede ser un
sistema cansador, por los continuos cambios; o confuso al inicio, por las
diferencias entre las costumbres y hábitos de cada casa, no dan importancia a
estos hechos y prevalecen en sus discursos los aspectos positivos. No obstante,
también hacen algunas distinciones que tensionan esta idea de un sistema
absolutamente positivo. Por ejemplo, plantean que tal vez este tipo de acuerdo no
es aplicable a todos los casos de separación; que en la adopción de este sistema
se debería considerar la relación que los hijos(as) tienen con sus padres, el grado
de cercanía afectiva con cada uno de ellos. Por otra parte, hacen referencia a que
es importante que sea una decisión conversada entre hijos(as) y padres y que en

72
general es mejor comenzar con el sistema de residencia compartida cuando son
más pequeños, como una forma de favorecer la adaptación.

Algunas de estas ideas coinciden con lo encontrado en investigaciones en


las que se consulta a niños(as) sobre la experiencia de la Residencia Compartida,
en el sentido de la importancia de considerar las diferencias individuales cuando
se negocia este acuerdo y tomar en cuenta la opinión de los niños(as) (Davies,
2015; Goldson, 2006). La idea de que su opinión sea considerada, sin embargo,
aparece más a nivel de reflexión sobre lo que debería suceder, que lo que sucede
en los hechos, puesto que cuando se ven en situaciones en las que les piden dar
su opinión sobre la distribución del tiempo prefieren que sus padres lleguen a
acuerdos, evitando con esto tomar alguna decisión con relación a la cantidad de
tiempo que pasarían con cada uno. Esto es coincidente con lo señalado por
Haugen (2010) y Smart (2002) quienes refieren que los niños en ocasiones
consideran una carga el tener que tomar decisiones con relación al tiempo que
pasan con cada uno de sus padres, puesto que no existirían argumentos válidos
para no optar por una repartición equitativa entre sus padres, con independencia
de sus deseos o necesidades.

Considerando todo lo anterior, se aprecia que es un sistema que satisface


las necesidades de afecto y cercanía tanto de los padres (Parkinson y Smyth,
2003) como de los hijos, pero es importante considerar, que pese a que en
algunos casos se les pide la opinión sobre la distribución del tiempo a los hijos(as),
éstos tienden a favorecer que sean sus padres quienes finalmente decidan. Por
consiguiente, lograr la participación efectiva de los hijos(as) en estas decisiones
requiere de un trabajo previo, en el que se pueda conversar de manera abierta
sobre los temores, o sentimientos de culpa o responsabilidad que podrían interferir
en la agencia de los niños(as) y adolescentes (Goldson, 2006).
En este punto, siendo coherente con la definición de experiencia expresada
en los antecedentes teóricos, es necesario ir más allá de la lógica de “conversar
de manera abierta con los niños(as) y adolescentes”, y tener presente en el

73
estudio de este tema el carácter discursivo de la experiencia. Al hacer este
ejercicio se complejiza el análisis de la posibilidad de agencia de los niños(as) y
adolescentes, puesto que se debe incluir la pregunta sobre las condiciones en que
se desarrollan los discursos relativos a la familia, necesidades afectivas,
responsabilidades, lealtad y otros. Y la forma en que éstos construyen la
subjetividad e identidad de estos niños(as) y adolescentes con los que
conversamos. La familia como institución sigue presente como el referente central
del desarrollo de los niños. El vínculo afectivo con los padres (padre y madre) se
posiciona como una condición para el equilibrio psicológico de las personas.
Superando en importancia cualquier otro tipo de vínculo. Siendo así, es
compresible que aparezca en el relato de los entrevistados(as) el esfuerzo por
mantener este acuerdo de residencia, desconociendo las dificultades que implica.

En otro ámbito, pero relacionado con la evaluación del sistema de


residencia compartida, algunos autores como Comerford (2004) consideran que
las leyes que favorecen la coparentalidad y este tipo de acuerdo de residencia
compartida, tienen más relación con un intento de lograr mayor igualdad de
género en los derechos de los padres sobre sus hijos, que con favorecer lo que
debiera ser el principio rector de las decisiones en torno a los hijos(as), el interés
superior del niño(a), establecido como una obligación de los padres en el Código
Civil chileno (Art.222). Otros investigadores son más enfáticos, señalando que el
interés de los niños(as) ha quedado postergado. Mason (2002a) afirma que: “(…)
la carrera a la custodia compartida en los EE.UU. durante la década de 1980
cambió el enfoque del mejor interés del niño al mejor interés de los padres o, más
precisamente, a los mejores intereses del padre” (citado en Haugen, 2010, p.112).
Este tipo de cuestionamiento puede ayudar a profundizar la discusión sobre
las ventajas y desventajas de este sistema. Considerando que no se está
hablando solamente de los intereses de los niños(as), sino que están en juego,
con toda validez, los intereses de los padres. Es mejor reconocerlo de manera
abierta para ponderar su impacto en estas decisiones.

74
Otro argumento a favor de este sistema tiene que ver con la importancia
que se da a la cantidad de tiempo que cada padre pasa con los hijos. Dándose por
sentado que la igualdad de tiempo que residen los hijos(as) con cada padre es
necesaria o suficiente para el bienestar de los niños(as), dejando de lado otros
aspectos de la interacción entre éstos. En este sentido se hace necesario
considerar que una relación satisfactoria entre los padres y sus hijos tiene mayor
relación con la calidad, que con la cantidad del tiempo compartido (Davies, 2015).
Un segundo aspecto que aparece en el discurso de los participantes de
esta investigación es el tema del equilibrio y la justicia en la repartición del tiempo
que pasan con sus padres. Los niños(as) y adolescentes hablan abiertamente de
la importancia de repartir equitativamente el tiempo entre su padre y su madre.
Hay aspectos de la relación que se ponen en juego en la dimensión temporal.
Estar más tiempo con uno de sus padres puede significar pasar a llevar los
sentimientos del otro. Se establece una relación bastante directa entre tiempo y
afecto. El tiempo entregado a cada padre por lo tanto parece regirse por mandatos
afectivos y sentimientos de lealtad hacia cada uno de sus padres (Hochschild,
2012; Boszormenyi–Nagy; Spark, 1983). Nuevamente en este punto resulta difícil
distinguir si la voz que aparece en los relatos es la de los hijos o la de los padres.
Cada vez que los entrevistados(as) se refieren al equilibrio lo hacen desde la
perspectiva de sus padres. En concordancia con lo mencionado, es posible notar
que están atentos a los requerimientos de éstos, evalúan las posibilidades de
hacer cambios en el acuerdo de residencia compartida en función de lo que
consideran que sus padres aprobarían. Sus peticiones de cambios en el sistema
en general son fundamentadas y se mantienen dentro de ciertos márgenes que no
están explicitados, pero que operan regulando el equilibrio. En ocasiones esto es
molesto y genera sentimientos de frustración y enojo hacia los padres que son
rápidamente soslayados por el peso de los argumentos a favor de dar prioridad a
los aspectos afectivos, antes que a cualquier otro interés.
En estudios de otros países se ha descrito que los mayores niveles de
insatisfacción con el sistema de residencia compartida se presentan en
situaciones en que el acuerdo es poco flexible y los padres están focalizados en la

75
justicia y equidad entre ellos, más que en los intereses o necesidad de sus hijos.
(Smart, 2002; Mason, 2002a; Moxnes, 2003 citados en Haugen, 2010). Esto es
concordante con lo descrito por una de las entrevistadas y resulta útil para
considerar este aspecto (la flexibilidad) en el momento de establecer acuerdos de
residencia compartida. La dificultad radica en que si se sigue equiparando tiempo
y afecto, la flexibilidad se puede traducir en posibilidad de hacer cambios, pero
manteniendo la exigencia de igualdad de tiempo. Lo que obligaría a llevar un
complejo sistema de cuentas de haberes y deberes con relación al tiempo
entregado a cada padre.
Otro elemento que se relaciona con el tiempo, equilibrio y flexibilidad en
este sistema es la relación entre los padres. Los hijos(as) están dispuestos a
hacer concesiones con la finalidad de evitar conflictos. Tienen muy claro que si la
relación entre los padres no es buena, las posibilidades de negociar cambios en el
acuerdo disminuyen de manera drástica. Lo que esperan los entrevistados(as) en
este aspecto, es que sus padres sean capaces de resolver sus conflictos sin
involucrarlos y que consideren sus necesidades por sobre las diferencias que ellos
puedan tener. La capacidad de reflexión que presentan en este tema es notoria,
toman distancia de las situaciones de conflicto de sus padres y las analizan “desde
fuera”. Se percatan de las dificultades que tienen sus padres para resolver sus
desacuerdos y se resignan a las consecuencias que estas disputas pueden tener
para ellos. En este sentido, los resultados de esta investigación concuerdan con
las apreciaciones de otros autores, el acuerdo de residencia compartida requiere
de un alto grado de acuerdo entre los padres. Es una organización post
separación que no es recomendable para padres con un alto nivel de conflictividad
(Lathrop, 2010).

El acuerdo de residencia compartida implica que los hijos(as) vivan en dos


casas. Independientemente de cómo se distribuya el tiempo que pasan con la
madre y con el padre, los hijos(as) deben trasladarse periódicamente. Al estudiar
estos acuerdos, se ha descrito el impacto que este hecho tiene en los niños(as).
Se han definido ciertas condiciones que favorecerían una mejor adaptación a

76
estos cambios. Entre otras se menciona que factores como los recursos
materiales; la posibilidad de contar con un espacio propio en cada casa, la
distancia entre las casas influyen en el grado de satisfacción de los hijos(as) con
este acuerdo (Davies, 2015; Smart, 2002). Al entrevistar a los niños(as) y
adolescentes que participaron en esta investigación se consideraron algunas de
estas dimensiones para ser exploradas, sin embargo no surgen como factores que
influyan en su evaluación o satisfacción con el sistema. Predomina la idea de
igualdad, y cuando hay diferencias entre las casas, (con relación al espacio físico,
la distancia entre ellas, la distancia entre las casas y el colegio, los permisos, las
obligaciones y las posibilidades de ver a sus amigos) estas se minimizan y se les
resta importancia.
Resulta difícil comprender que ninguno de esos factores sea relevante, o al
menos se considere al hablar de su experiencia de vivir en dos casas. Parece no
tener ninguna importancia si una casa cuenta con más comodidades que la otra, o
tener que organizarse semanalmente para trasladar sus pertenencias de una casa
a otra, o poder ver a sus amigos en ambas casas. El restarle importancia o negar
las diferencias entre las casas y las dificultades que puede implicar este tipo de
acuerdo es coherente con la idea claramente planteada por los entrevistados(as)
de que es un acuerdo favorable, en el que predominan los beneficios por sobre los
costos. El relato sobre lo positivo que es vivir de esta forma de alguna manera
impide que surjan otras opiniones. Se transforma entonces en un relato que
excluye otras posibilidades. No es posible la disidencia o el conflicto, y en las
pocas ocasiones que estos surgen, son rápidamente contrarrestados con
argumentos que dan peso a la importancia de mantener el acuerdo de residencia
compartida por sobre cualquier tipo de dificultad.
Pese a lo homogéneo del discurso se advierten algunas excepciones
relacionadas con la edad. Está presente con mayor fuerza en los niños(as) de
menos edad. En cambio, en el relato de los adolescentes de 16 y 18 años se
vislumbran algunas dificultades. El cambio ya no es tan cómodo y surge el deseo
de establecerse en un lugar de manera más permanente. Pero el peso de la
responsabilidad afectiva hacia sus padres es evidente. Tomar la decisión de dejar

77
este sistema tiene un alto costo emocional. Hochschild (2012) con su concepto de
reglas del sentimiento explica de qué manera somos condicionados por
convenciones sociales acerca de lo que es correcto o no sentir en diversas
circunstancias. Esta definición aporta a la comprensión de la dificultad de tomar la
decisión de dejar de vivir con uno de los padres. Considerando esta
conceptualización podemos concluir que los hijos(as) podrían sentirse presionados
a sentir el mismo afecto por cada padre y al haber vinculado el afecto con el
tiempo y la cercanía física, la decisión de dejar de vivir con uno de ellos adquiere
un significado emocional intenso.
En el relato de los entrevistados(as) también se distinguen las voces de
otras personas, familiares, amigos y profesionales de la salud mental. El primer
aspecto que se advierte en estos relatos es que pese a que se alude al sistema de
residencia compartida como un buen sistema, pese a ser poco común, se habla
muy poco de éste. Predomina el silencio, en especial de la familia extensa. ¿Qué
significado puede tener este silencio? Smart (2002) señala que a la mayoría de los
padres les preocupa el efecto que el divorcio tiene en sus hijos, y frente a esta
preocupación optan por no hablar del tema, como una forma de protegerlos. Pero
en el caso de la residencia compartida no queda claro de qué se intentaría
proteger a los niños(as) y adolescentes.
De manera diferente, los psicólogos que son mencionados por los
entrevistados(as) dan su opinión sobre este sistema, ésta hace referencia a dos
aspectos. En primer lugar se aprecia la percepción de algún nivel de riesgo de
este acuerdo para los hijos(as). Se evalúa como una situación compleja que
deben enfrentar. Y relacionado con esta idea se menciona la importancia de
contar con una relación segura y estable entre el niño y sus padres para que este
tipo de acuerdo sea positivo. Son las únicas personas que mencionan de manera
directa la posibilidad de riesgo y algunas precauciones necesarias para adoptar
este sistema. En general en las investigaciones sobre este tema se mencionan los
aspectos favorables y desfavorables de éste para el desarrollo de los niños. Se
concluye que es un sistema que presenta una serie de ventajas para padres e
hijos(as), pero se hacen distinciones que permiten anticiparse a posibles

78
dificultades y orientar a los padres que quieren adoptar la residencia compartida
con sus hijos(as). En este sentido, las opiniones de los psicólogos reflejan una
perspectiva diferente, pero necesaria. Podrían establecer un puente entre las
necesidades de los niños(as) y adolescentes y sus padres. Favoreciendo el
diálogo y hablando de lo que es difícil hablar en la familia.
En la última categoría descrita en esta investigación se analiza el cambio
estructural de la familia. En la primera etapa después de la separación los
abuelos(as) juegan un papel relevante de apoyo tanto emocional como material.
Los hijos(as) cuentan con la casa de sus padres después de la separación y a la
vez tienen su apoyo en el cuidado de los niños(as). Posteriormente se comienzan
a configurar nuevas organizaciones familiares. En algunos casos los padres
establecen nuevas relaciones de pareja que implican compartir con hermanastros
y hermanos. En esta dimensión surge nuevamente la capacidad de adaptación de
los hijos(as) y la ausencia de algún tipo de crítica o rechazo a los cambios. La
familia se modifica, constituyéndose en familias ensambladas en las que las
parejas de los padres son aceptadas, pero el rol parental principal lo mantienen el
padre y la madre. En este sentido, el régimen de residencia compartida parece
favorecer el ejercicio de la corresponsabilidad parental, que está a la base de las
modificaciones realizadas a las leyes de familia y específicamente de la ley
N°20680 que incorpora el Cuidado Personal Compartido.
Un elemento común en las categorías descritas es el esfuerzo por
adaptarse que realizan los niños(as) y adolescentes. En general no expresan
malestar o críticas a este sistema de residencia. Asumen los costos que puede
tener en diversas áreas de sus vidas el estar continuamente trasladándose de un
lugar a otro. Esta situación requiere de mayor estudio, puesto que puede significar
que el esfuerzo y tensión que implica este tipo de acuerdo recae mayoritariamente
en los hijos(as).

79
IX. Conclusiones

Al preguntar a niños(as) y adolescentes sobre su experiencia en el sistema


de residencia compartida lo primero que surge es una mirada favorable de este
sistema. Los entrevistados(as) valoran positivamente la posibilidad de mantener
una relación cercana con ambos padres después de la separación. Pese a que el
hecho de trasladarse de casa de manera frecuente es considerado confuso y
agotador, en general no dan mayor relevancia a estas dificultades y tienden a
destacar los aspectos positivos del acuerdo.

Los entrevistados(as) también reflexionan en torno a algunas condiciones


que pueden favorecer este tipo de acuerdo. Lo primero que mencionan es la
importancia de que sea una decisión conversada con los hijos. Les interesa dar su
opinión sobre los temas que les involucran, consideran importantes ser
escuchados. Esto no significa que deseen tomar las decisiones, en este sentido,
prefieren que sean sus padres quienes lo hagan. De esta manera ellos se sienten
menos presionados a optar por algún acuerdo que podría implicar un grado de
conflicto con alguno de sus padres.

Otro elemento mencionado es la importancia de considerar las diferencias


individuales antes de optar por este sistema de residencia. Los niños(as) y
adolescentes que participaron en esta investigación consideran que la edad y el
grado de cercanía afectiva con cada uno de los padres deben ser contemplados al
momento de implementar la residencia compartida. Relacionado con lo anterior,
refieren que a menor edad es más fácil la adaptación, sin embargo la cantidad de
días que pueden permanecer sin ver a uno de sus padres es menor. Por otra
parte, a medida que los hijos(as) crecen, especialmente en el período de la
adolescencia tardía, surge la necesidad de mayores grados de flexibilidad en los
acuerdos o de contar con un espacio físico más permanente lo que hace más
difícil sostener este sistema.

80
En tercer lugar se pudo observar la preocupación de parte de los hijos(as)
por mantener el equilibrio en cuanto al tiempo que pasan con su padre y su madre.
Intentan distribuir el tiempo de manera equitativa, por este motivo, en ocasiones
les resulta complejo realizar cambios, puesto que alguno de los padres podría
sentirse pasado a llevar si le restan tiempo con él o ella. El tiempo adquiere un
significado afectivo, es por esto que consideran necesario mantener una cantidad
similar de tiempo en cada casa. Esta situación puede generar tensión en los
hijos(as) debido a los conflictos de lealtad que implica.

Relacionado con lo anterior, se advierte preocupación por evitar situaciones


de conflicto. En ocasiones pueden dejar de lado alguna petición de cambio en los
horarios a fin de evitar discusiones o desacuerdos entre sus padres, o entre
ellos(as) y sus padres. Es llamativo que la atención de los entrevistados(as) esté
puesta en las necesidades de sus padres por sobre las necesidades propias.

Respecto a la opinión de personas de la familia extensa u otras personas


ajenas a la familia, se identifican dos posturas. Una, en la que se evalúa
positivamente la residencia compartida y otra en la que se aprecia preocupación
por las consecuencias que podría tener este sistema en los hijos(as). Pese a que
surgen estas dos perspectivas, en términos generales es posible constatar que no
se habla mucho de este tema.

Dentro de las limitaciones de esta investigación se encuentran: el tamaño


de la muestra limitado y acotado sólo a la ciudad de Santiago, el acceder a la
muestra a través de redes sociales personales y profesionales dificulta la
posibilidad una muestra más heterogénea estructuralmente, que contemple
diferentes niveles socioeconómicos y educacionales, las diferencias en la
capacidad de expresarse verbalmente entre niños(as) pequeños y adolescentes
que puede disminuir la posibilidad de dar a conocer sus experiencias por medio de
la conversación.

Finalmente, considerando lo complejo que es para los niños(as) y


adolescentes reconocer y hablar de sus necesidades cuando éstas se

81
contraponen a las necesidades de sus padres, se estima que los resultados de
esta investigación son sólo un punto de partida en este tema. Es necesario ampliar
y profundizar el estudio de esta área. Se propone realizar trabajos que incorporen
a niños(as) y adolescentes de diferentes localidades y niveles socioeconómicos.
Ampliar el rango de edad de los participantes, incluyendo niños(as) menores de 7
años e incluir técnicas gráficas y lúdicas que favorezcan la comunicación de sus
experiencias.

Es relevante seguir investigando en este tema considerando el contexto


actual de los cambios en las leyes de nuestro país y el aumento de parejas que
deciden compartir de manera más equitativa el cuidado de sus hijos después de la
separación.

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