El objetivo del siguiente documento es reflexionar, y en su caso motivar una discusión acerca del estudio de la muerte. Durante el siglo xv el intento de John Graunt por conocer el porcentaje de niños nacidos vivos que fallecían antes de llegar a la edad de seis años, tomando como base la que en aquel momento elemental clasificación de enfermedades, remite al acento social y al incipiente reconocimiento de la muerte como parte de las transformaciones gestadas en los procesos históricos que permean las condiciones de vida de la población. Hecho que más tarde, hacia principios del siglo xx, sería un planteamiento en el que se recoge la construcción que el hombre hace de su realidad, la construcción social de la realidad (Berger y Luckmann, 1986), y en la que, a pesar de los esfuerzos por automatizar en busca de su expresión científica, el fenómeno de la muerte no es ajeno a su origen y constitución social. De otra forma, la muerte se restringe a la suspensión de todo signo vital, sin importar las causas y las condiciones que conducen a tal desenlace en un espacio y contexto social específico, y por causas de muerte cuya etiología tiene que ver con las condiciones de vida de la población Por otra parte los psicólogos humanistas han ido avanzando en el pensamiento existencial, adaptándolo a una visión empirista individualista o de grupo, la teoría que Víktor Frankl desarrolla, al estar fundamentada sobre la tradición existencialista, toma en cuenta las limitaciones humanas y la dimensión trágica de la existencia. Es un gran optimista, pero no basa ese optimismo en la negación u omisión de las limitaciones sino en la posibilidad de trascenderlas y de encontrar sentido, incluso en la tragedia. Intuye que el sufrimiento puede no ser en vano, puede abrir nuevas y profundas perspectivas en la persona y transformarse en un logro personal. (Frankl,1989) Cuando volvemos atrás y estudiamos las culturas de los pueblos antiguos, constatamos que la muerte siempre ha sido desagradable para el hombre y probablemente siempre lo será. Si bien para nuestro inconsciente, es inconcebible imaginar un verdadero final de nuestra vida aquí en la tierra, y que esta vida nuestra se va terminara que acabara, el final siempre se atribuye a una a una mala decisión , una irresponsabilidad de alguien o de unos mismo, incluso se ha llegado a pensar que la gente que muere sin dolor , sin agonías y solo se quedan dormidos se piensa que esas personas fueron muy buenas y que así lo quiso días y mente a todas las religiones que mas sea su favorita, que la más común es la católica , la cual se le hacen a la personas misas para que el difunto pueda ser perdonado de sus pecados, pueda dirigirse al cielo donde topos citan que los muertos se van. Había un sentido y una recompensa futura en el sufrimiento. Las tradiciones religiosas no suavizan o mitigan la muerte, no la anulan con sus promesas de supervivencia; la asumen con la totalidad de su peso, en toda su masividad indiscutible y sin resquicio. Las tradiciones religiosas utilizan estratégicamente a la muerte para conducir a un conocimiento-sentir que es paz y gozo precisamente porque asumen la muerte lúcidamente y sin paliativos. Así pues, las religiones no ahorran a los hombres enfrentarse con la muerte, por el contrario, afrontarla en toda su irremediable verdad es el comienzo de la sabiduría (Muriá, 2000). A pesar de que la psicoterapia existencial (a la que pertenece la Logoterapia) mantiene relaciones un tanto confusas con la psicología humanista, comparten muchos supuestos básicos y no son pocos los psicólogos humanistas que tienen una orientación existencial. Entre ellos Maslow, Perls, Bugental, Bühler y Rollo May. (Yalom,1984) La muerte nos acompaña a día con día en nuestra vida, nos persigue, e incluso para algunos otros los obsesiona. Es nuestra eterna compañera. No podemos escapar de ella y no porque nos llegará el momento, sino porque la vemos en todas partes por ejemplo a las personas que vemos morir cada día naturalmente, o que las matan o que se quitan la vida ellos mismo, nadie nos prepara para poder afrontar la muerte de un amigo, de hermano, de uno de los padres, de la pareja sentimental o incluso un hijo. Cuando nos toca presenciar la muerte de cerca , ya sea por que asistes a un funeral o por que estuviste en una situación la cual estuviste a punto de morir, es en ese punto donde empiezas a ver a la vida desde otro punto de vista e incluso te empiezas a preparar con la compra de un seguro para gastos si algo te llegara a pasar , pero otras parte hay personas las cuales les es muy indiferente esto, y lo toman como cualquier cosa sin sentido y natural dejando que sus familia decida ,haga y viva la situación a como ellos puedan. Metodológicamente, se tiene el enfoque logo terapéutico, propuesto por Frankl, donde habla de logoterapia como “cura de almas” médica, la cual se preocupa por hacer que el hombre sea capaz de soportar un sufrimiento necesario ineludible. Ella no se preocupa por restablecer la capacidad de trabajar y la capacidad de disfrutar, sino por restablecer la capacidad de soportar. Lo que en estos casos hace falta es: habilitar internamente al enfermo para que aprenda a aceptar lo inevitable, lo que ni somática ni psíquicamente es asequible a un tratamiento, como un auténtico destino, aceptarlo, por tanto, como algo frente a lo que sólo puede importar cómo se asume, cómo se soporta, cómo se sufre su sufrimiento (Frankl, 1988). La muerte es un proceso natural de la vida, tan cotidiano como el nacimiento de un nuevo ser; el problema está cuando nos toca de cerca, pues en ese momento atravesamos por una serie de sentimientos tales como fragilidad, vulnerabilidad y amargura, los cuales no estamos preparados para enfrentarlos y vivir con ellos; la mente reacciona de manera diferente cuando este trágico suceso llega a nuestras vidas, y entonces las reacciones son intensas, con cambios psicológicos, conductuales y emocionales que marcan la vida por lapsos variables. Referencias Bibliográficas:
1. Frankl, V.E. El hombre en busca de sentido. Ed. Herder, Barcelona, 1989.
2. Yalom, I. Psicoterapia Existencial. Ed. Herder, Barcelona, 1984. 3. Muriá Vila, I. (2000). La Concepción Religiosa de la Muerte. Revista Digital No. 1. México D.F. 4. Frankl, V. (1988). La Presencia Ignorada de Dios: Psicoterapia y Religión. Herder: Barcelona, España