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DE LA SALUD
Concepciones de la muerte: convergencias y
divergencias.
Concepciones de la muerte: convergencias y divergencias.
El origen de las religiones que orbitan alrededor de un “más allá” de la muerte subraya
“la revolución cognitiva” del Homo Sapiens que plantea Harari (2011), donde indica
que al Homo Sapiens se distinguirá de los otros homínidos primitivos al reconocer que
dicha revolución, implica un cambio en el lenguaje, la “capacidad de hablar sobre
ficciones” que se manifiesta en sus manifestaciones más antiguas “leyendas, mitos,
dioses y religiones”.
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De acuerdo a Morín (2013), más allá de la técnica y el conocimiento, la gran aportación
del Homo Sapiens se encuentra en los signos de la espiritualidad, tales como la
sepultura y la pintura, ambas creaciones con vínculos hacia lo intangible.
En concordancia con lo expuesto por Abt-Sacks (2006), Harari (2011) y Morín (2013),
Rohde (1938) estudioso de los efectos de la muerte en la concepción del Alma o
psyqué para los griegos, encontró que en la antigüedad el espíritu era definido como el
efecto de la conciencia de muerte en el ser humano. La herencia de estas
concepciones hoy en día se encuentra en el campo de la psicología, la disciplina
encargada de entender el psique o alma, lo que significa que el tema de la muerte está
enmarcado por la salud mental y lo psíquico.
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Otro ejemplo de ello es el mito griego de Edipo, en el
momento que la Esfinge le pregunta el acertijo que
le dijeron las tres Musas ¿Que ser, con una sola voz,
en ocasiones tiene dos pies, en otras tres y en otras
cuatro, y que toda vez que tiene más es más débil? A lo
que Edipo responde El Hombre, ya que se arrastra en
cuatro al ser infante, se yergue en dos rmemente en
su juventud y se apoya en un bastón en su vejez. Ante
tal respuesta la Esfinge le lanza a la muerte.
La respuesta de Edipo no solo toca la mortalidad del ser humano sino el paso del
tiempo lo que nos recuerda como el Tiempo y La Muerte como conceptos o figuras
que se aparecen a los viajeros en los mitos parecen ser figuras en relación.
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Los aspectos culturales enmarcan la
simbolización que cada persona puede hacer de
este fenómeno, hoy en día la socialización de la
muerte deja de lado los rituales mortuorios como
un acto social modificándose a una
institucionalización de la muerte al igual que el
nacimiento pasa del hogar familiar al hospital.
Las aportaciones de Elisabeth Kübler-Ross (1969), sin duda han sido el punto de
partida y siguen siendo un referente en los procesos de acompañamiento en la fase
final de la vida o la disciplina de la Tanatología. Esta psiquiatra desarrolló un modelo
de intervención se ha convertido en la base de los modernos cuidados paliativos o
cuidados a pacientes terminales en la atención contemporánea. La obra de esta
autora subraya tres elementos:
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La negación es una etapa transitoria e incluso puede operar como un mecanismo de
defensa hacia el dolor de la separación, ya que la separación en sí la conoce el ser
humano desde el inicio de la vida como consecuencia de la conciencia de sí y del otro.
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Subrayando que el personal de salud es quien le sobrevive a esa muerte o pérdida
también serían afectado por el afecto depositado en la persona que atendieron
(Sladogna, 2006); incluso hay quienes generan un estado de adormecimiento
emocional a manera de mecanismo de defensa, lo que se ha identificado como señal
del Síndrome de Agotamiento Profesional.
Por otro lado, las pérdidas que generan una reacción de dolor constante, o que incluso
las personas presentan reacciones de duelo sin identificarse una pérdida, como en la
depresión. Dan cuenta de la importancia de la elaboración de los duelos, las
aportaciones de Darian Leader (2011) permiten dar dimensiones a esta adaptación o
elaboración de la pérdida; indica que es muy importante que se entienda que superar
no es sinónimo de olvidar, apunta a propiciar los ajustes necesarios para propiciar una
elaboración en la vida cotidiana.
Como lo indica Winnicott (1959), la elaboración de los duelos se inicia desde edades
tempranas, después de la consolidación de un objeto amoroso; cuando un niño toma
un juguete especial está en elección de un objeto transicional, que le permite
mantener el lazo de amor en el periodo de ausencia o falta del objeto de los afectos.
Los vínculos de afecto no son sólo con la persona o la relación con otras personas,
sino incluso otra forma de relacionarse consigo mismo. Por ello en los procesos de
duelo alterados suele quedarse como vestigios de culpa y daño hacia sí mismo como
en la depresión o en la melancolía.
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Para Winnicott (1959), el vínculo con los objetos transicionales no son fenómenos
exclusivos en la infancia, ya que reconoce tienen las mismas cualidades que el arte, la
cultura, la religión y la ciencia, como objetos (tangibles o intangibles) creados para
reconocer la ausencia ya que sus presencias están en la dimensión simbólica.
Mendoza (2018) resalta la importancia de los cuentos infantiles y películas, como la
película “Up” de PIXAR que brindan una inmersión desde la cultura popular tanto a
niños como adultos, la creación de objetos artísticos para la elaboración de
fenómenos transicionales como el duelo.
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El tercer elemento del duelo concierne a la noción de pérdida del objeto y darse cuenta
de que en el inconsciente ese objeto que amamos siempre estuvo perdido incluso
cuando estaba con nosotros ya que no era sino un vestigio el que nos pertenecía no el
objeto mismo. Es decir, en la elaboración se requiere un proceso de conciencia que lo
perdido deja un vacío que sólo es una representación. El duelo no es sobre dejar ir un
objeto sino sobre restaurar los lazos de la persona con un objeto perdido. Si los lazos
del objeto son restaurados, y simbolizados nuevamente se permitirá que el lugar de
este vacío se abra un espacio para un nuevo objeto distinto.
En este sentido los cuatro elementos de los que habla Leader (2011) remiten tanto a
los momentos o contextos de elaboración como a los personajes que están en
relación, el difunto u objeto y el deudo. Estas elaboraciones serán una constante ya
que la constitución de la identidad se basa en esa relación con la pérdida, de cómo las
personas elaboran sus procesos de duelo y conforman nuevos elementos a su
identidad. Por ello es muy importante reconocer estos procesos ya que cuando
alguien se afecta viendo fotos con la persona perdida, no solo llora al ver al ausente,
sino también al ver lo perdido en sí mismo.
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El acompañar a alguien en el proceso de esa re-creación de identidad es una
experiencia de artefacto, es decir, sólo por medio de este acompañamiento se
permitirá la nueva edición de la personalidad de quien quedó en deuda o doliente por
una pérdida.
Referencias
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DE LA SALUD
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