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PSICOLOGÍA

DE LA SALUD
Concepciones de la muerte: convergencias y
divergencias.
Concepciones de la muerte: convergencias y divergencias.

El tema de la muerte es relevante en el campo de


la salud en dos sentidos: en el estricto sentido
biológico y en el sentido del bienestar y salud
mental del ser humano.

La noción de la propia finitud es necesaria para


la forma en la que se construye el pensamiento e
identidad en los seres humanos, tal como lo
menciona el historiador Yuval Harari (2011) “de
todos los problemas insolubles de la humanidad, hay uno que continúa siendo el más
fastidioso, interesante e importantes: el problema de la muerte”.

El origen de las religiones que orbitan alrededor de un “más allá” de la muerte subraya
“la revolución cognitiva” del Homo Sapiens que plantea Harari (2011), donde indica
que al Homo Sapiens se distinguirá de los otros homínidos primitivos al reconocer que
dicha revolución, implica un cambio en el lenguaje, la “capacidad de hablar sobre
ficciones” que se manifiesta en sus manifestaciones más antiguas “leyendas, mitos,
dioses y religiones”.

Por su parte Abt-Sacks (2006) desde la antropología resalta que la “conciencia de


muerte” y el temor a ella son elementos cruciales en el desarrollo del homo sapiens.
Los vestigios que dan cuenta de dicha importancia se encuentran en que las
edificaciones más antiguas son las criptas y los cementerios.

En ese sentido se indica que la revolución cognitiva en la forma de organización,


desarrollo y pensamiento de los homo-sapiens se produce alrededor de la muerte.

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De acuerdo a Morín (2013), más allá de la técnica y el conocimiento, la gran aportación
del Homo Sapiens se encuentra en los signos de la espiritualidad, tales como la
sepultura y la pintura, ambas creaciones con vínculos hacia lo intangible.

En concordancia con lo expuesto por Abt-Sacks (2006), Harari (2011) y Morín (2013),
Rohde (1938) estudioso de los efectos de la muerte en la concepción del Alma o
psyqué para los griegos, encontró que en la antigüedad el espíritu era definido como el
efecto de la conciencia de muerte en el ser humano. La herencia de estas
concepciones hoy en día se encuentra en el campo de la psicología, la disciplina
encargada de entender el psique o alma, lo que significa que el tema de la muerte está
enmarcado por la salud mental y lo psíquico.

La muerte se encuentra en el horizonte en los mitos constitutivos, tal como Gilgamesh


y su gran aventura ante el horror de la muerte, Odiseo en la encrucijada entre regresar
a casa y morir o la eternidad en el mar, mitos del santo Grial de la vida eterna. Ante
esto cabe preguntarse si estos vestigios antropológicos encuentran el origen del ser
humano en la muerte, es decir; que la idea de la muerte abre paso a la conciencia de sí
y la primera gran idea del lenguaje ficticio del homo sapiens, en donde las ficciones
permitían elaborar la relación de un animal con cuerpo que sabe que morirá, lo que le
brinda la preocupación por conservar la vida y más aún se piensa a sí mismo en una
gran narrativa con inicio, plenitud y decadencia.

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Otro ejemplo de ello es el mito griego de Edipo, en el
momento que la Esfinge le pregunta el acertijo que
le dijeron las tres Musas ¿Que ser, con una sola voz,
en ocasiones tiene dos pies, en otras tres y en otras
cuatro, y que toda vez que tiene más es más débil? A lo
que Edipo responde El Hombre, ya que se arrastra en
cuatro al ser infante, se yergue en dos rmemente en
su juventud y se apoya en un bastón en su vejez. Ante
tal respuesta la Esfinge le lanza a la muerte.

La respuesta de Edipo no solo toca la mortalidad del ser humano sino el paso del
tiempo lo que nos recuerda como el Tiempo y La Muerte como conceptos o figuras
que se aparecen a los viajeros en los mitos parecen ser figuras en relación.

Desde el psicoanálisis la muerte afecta a un


cuerpo, el del sobreviviente. Implica elementos de
lo simbólico y de lo imaginario, ya que un cuerpo
afectado por la muerte genera una imagen
especular para quienes le sobreviven, es decir
afecta a quienes tienen afecto por esa muerte.

Para Sladogna (2006) el cuerpo afectado es el


cuerpo de quien está desplegando un duelo no reprimido donde el afecto se expresa
en forma directa mediante el cuerpo.

El ser humano conceptualiza su vida a partir de la idea de la muerte y es en esta


noción de su finitud propia y de los otros, que se desencadena una serie de procesos
psicológicos de los que dan lugar los ritos mortuorios, sepulturas y cementerios.
Dichos rituales muestran el impacto de la muerte en la constitución psíquica, donde el
psicólogo de la salud debe conocer para poder brindar un acompañamiento adecuado
a quien sufre por la muerte de algún ser querido o está en un proceso de duelo por su
propia existencia, como el impacto en las enfermedades terminales.

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Los aspectos culturales enmarcan la
simbolización que cada persona puede hacer de
este fenómeno, hoy en día la socialización de la
muerte deja de lado los rituales mortuorios como
un acto social modificándose a una
institucionalización de la muerte al igual que el
nacimiento pasa del hogar familiar al hospital.

Por ello en muchos casos los únicos acompañantes


de esta despedida son el equipo de salud, de ahí la trascendencia del psicólogo de la
salud en el marco hospitalario.

Las aportaciones de Elisabeth Kübler-Ross (1969), sin duda han sido el punto de
partida y siguen siendo un referente en los procesos de acompañamiento en la fase
final de la vida o la disciplina de la Tanatología. Esta psiquiatra desarrolló un modelo
de intervención se ha convertido en la base de los modernos cuidados paliativos o
cuidados a pacientes terminales en la atención contemporánea. La obra de esta
autora subraya tres elementos:

1. La desmitificación de la muerte y su incorporación en el discurso de la


atención a pacientes.
2. La importancia de la escucha de los propios pacientes y familiares en los
procesos que desencadenan la noticia del diagnóstico de la enfermedad
terminal o el fallecimiento.
3. La importancia del reconocimiento de las fantasías y concepciones que el
personal médico tiene con respecto a la muerte y que afectan el respeto del
proceso del paciente ante ella y su cuidado como ser humano.

El primer aspecto permite establecer la simbólica de la muerte como elemento de vida,


atendiendo al discurso de cada paciente para favorecer la adaptación y mitigar el dolor
de la pérdida.

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La negación es una etapa transitoria e incluso puede operar como un mecanismo de
defensa hacia el dolor de la separación, ya que la separación en sí la conoce el ser
humano desde el inicio de la vida como consecuencia de la conciencia de sí y del otro.

Reconocer el momento del impacto y los afectados es el segundo conjunto de


hallazgos que a lo largo de la obra de Kübler-Ross (1969) y otros expertos permite
hacer hincapié en la preparación del personal de salud para dar un diagnóstico de una
enfermedad o el fallecimiento. Hoy en día existen recomendaciones claves para dar a
conocer una mala noticia a los pacientes y sus familiares, estas recomendaciones
son: procurar un espacio donde la persona esté cómoda y le permita expresarse con
libertad (privacidad), mantener una escucha activa y empática en todo momento,
evitar expresiones artificiales como “todo estará bien” o “no pasa nada”, validar las
emociones que exprese como parte de los procesos que desencadenan la noticia, no
llenar de información si la persona no está en condiciones de escuchar o no entiende
lo que se está indicando, identificar su red de apoyo social es decir quiénes pueden ser
acompañantes durante su día a día. Las reacciones ante las pérdidas son variadas y
dinámicas, por ello se hace énfasis que es un proceso de duelo.

El tercer aspecto retoma al personal de salud que hace la función de acompañante,


reconoce que las fantasías y concepciones que se tengan con respecto a la muerte
afectarán el proceso y cuidado del paciente como ser humano.

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Subrayando que el personal de salud es quien le sobrevive a esa muerte o pérdida
también serían afectado por el afecto depositado en la persona que atendieron
(Sladogna, 2006); incluso hay quienes generan un estado de adormecimiento
emocional a manera de mecanismo de defensa, lo que se ha identificado como señal
del Síndrome de Agotamiento Profesional.

Por otro lado, las pérdidas que generan una reacción de dolor constante, o que incluso
las personas presentan reacciones de duelo sin identificarse una pérdida, como en la
depresión. Dan cuenta de la importancia de la elaboración de los duelos, las
aportaciones de Darian Leader (2011) permiten dar dimensiones a esta adaptación o
elaboración de la pérdida; indica que es muy importante que se entienda que superar
no es sinónimo de olvidar, apunta a propiciar los ajustes necesarios para propiciar una
elaboración en la vida cotidiana.

Como lo indica Winnicott (1959), la elaboración de los duelos se inicia desde edades
tempranas, después de la consolidación de un objeto amoroso; cuando un niño toma
un juguete especial está en elección de un objeto transicional, que le permite
mantener el lazo de amor en el periodo de ausencia o falta del objeto de los afectos.
Los vínculos de afecto no son sólo con la persona o la relación con otras personas,
sino incluso otra forma de relacionarse consigo mismo. Por ello en los procesos de
duelo alterados suele quedarse como vestigios de culpa y daño hacia sí mismo como
en la depresión o en la melancolía.

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Para Winnicott (1959), el vínculo con los objetos transicionales no son fenómenos
exclusivos en la infancia, ya que reconoce tienen las mismas cualidades que el arte, la
cultura, la religión y la ciencia, como objetos (tangibles o intangibles) creados para
reconocer la ausencia ya que sus presencias están en la dimensión simbólica.
Mendoza (2018) resalta la importancia de los cuentos infantiles y películas, como la
película “Up” de PIXAR que brindan una inmersión desde la cultura popular tanto a
niños como adultos, la creación de objetos artísticos para la elaboración de
fenómenos transicionales como el duelo.

Leader (2011) describe los elementos de la


elaboración de un duelo, el primero dar un marco
simbólico al objeto perdido, en ese sentido subraya
que para elaborar un duelo se requiere de un cierto
tipo de artificialidad, es decir; la creación de un
artefacto o un objeto formado por un conjunto de
piezas y fabricado para un fin determinado, un
ejemplo de ello son las creaciones de patchwork
con objetos de la infancia o de una persona
fallecida. Esta dimensión simbólica o hacer cuadro, crea una distancia con respecto al
objeto que deja de ser angustiante.

El segundo elemento, Leader (2011) indica que está en


los sueños. Es común que ocurra que el deudo tenga
sueños donde mata a la misma persona por la que llora
o que en los sueños vuelva a morir. Es una manera de
manifestación de la culpa a partir del proceso de la
separación, pero también permite reafirmar la idea de la
muerte como un punto sin retorno.

Parece confuso para el doliente por los sentimientos de autorreproche, pero al


enlazarlo con los hallazgos antropológicos Leader (2011) da cuenta que en diferentes
culturas una de las características constantes es el aseguramiento que el muerto no
vuelva.

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El tercer elemento del duelo concierne a la noción de pérdida del objeto y darse cuenta
de que en el inconsciente ese objeto que amamos siempre estuvo perdido incluso
cuando estaba con nosotros ya que no era sino un vestigio el que nos pertenecía no el
objeto mismo. Es decir, en la elaboración se requiere un proceso de conciencia que lo
perdido deja un vacío que sólo es una representación. El duelo no es sobre dejar ir un
objeto sino sobre restaurar los lazos de la persona con un objeto perdido. Si los lazos
del objeto son restaurados, y simbolizados nuevamente se permitirá que el lugar de
este vacío se abra un espacio para un nuevo objeto distinto.

El cuarto elemento del proceso de duelo es ante


quien se hace el duelo, Leader (2011) hace
énfasis que no es ante el objeto perdido sino a
la identidad con el objeto perdido. Es decir,
quién era yo para él, cuando amamos a otras
personas, tenemos un lugar en las relaciones
que forjamos con ellos y esto brinda una cierta
identidad. La función de una relación es
mantener una identificación con quien se está
en la relación, pero también consigo mismo.

En este sentido los cuatro elementos de los que habla Leader (2011) remiten tanto a
los momentos o contextos de elaboración como a los personajes que están en
relación, el difunto u objeto y el deudo. Estas elaboraciones serán una constante ya
que la constitución de la identidad se basa en esa relación con la pérdida, de cómo las
personas elaboran sus procesos de duelo y conforman nuevos elementos a su
identidad. Por ello es muy importante reconocer estos procesos ya que cuando
alguien se afecta viendo fotos con la persona perdida, no solo llora al ver al ausente,
sino también al ver lo perdido en sí mismo.

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El acompañar a alguien en el proceso de esa re-creación de identidad es una
experiencia de artefacto, es decir, sólo por medio de este acompañamiento se
permitirá la nueva edición de la personalidad de quien quedó en deuda o doliente por
una pérdida.

Referencias

Abt-Sacks, A. (2006) El hombre ante la muerte. Una mirada antropológica. Segundas


jornadas de psicooncología. XII Congreso Argentino de Oncología.
Erwin, R. (1938) Psique. La idea del alma y la inmortalidad entre los griegos. Fondo de
Cultura Económica. México
Harari, Y. (2011) Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad.
Editorial DEBATE.
Kübler-Ross, E. (1969) Sobre la muerte y los moribundos. Editorial DEBOLSILLO.
Leader, D. (2011) La moda negra. Duelo, melancolía y depresión. Editorial Sexto Piso.
Mendoza, H. (2018) La importancia del duelo en el proceso de recuperación. Facultad
de Psicología, Universidad Autónoma de Nuevo León.
Morín, E. (2013). Educar en la era planetaria. Editorial Gedisa.
Robert Graves (1955). Los Mitos Griegos. Alianza Editorial.
Sladogna, A. (2006) La muerte en los tiempos de la posmodernidad. Revista Digital
Universitaria. Universidad Nacional Autónoma de México, 7 (8).
Winnicott, D. (1959) La realidad y el juego. Editorial Gedisa

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