noviembre‘11 | El Patio de Comares

PIEZA DEL MES

 PIEZA DEL MES | noviembre‘11

“El Patio de Comares”

Por Pilar de Miguel Egea

Profesora de Hª del Arte de la UAM

jueves 10,17 y 24 a las 18.30 h.

Duración 30 minutos

[Asistencia libre]
El Patio de Comares

Este maravilloso patio de la Alhambra de Granada recibe

indistintamente el nombre de Patio de los Arrayanes por el tipo de
arbusto que lo adorna, o Patio de Comares, como ya se llamaba
en el siglo XVI, seguramente debido a la denominación árabe
de “qamariyya” y que se le daba a las vidrieras de colores que
en origen decoraban los vanos del salón de la Torre de Comares.
Se trata de un patio rectangular (36,60 X 23,50 metros) con un
estanque largo y estrecho (34,70 X 7,15 metros) en el centro.
El lado sur del patio tiene un pórtico con seis columnas y dos
pisos (uno cerrado con ventanas pequeñas y el segundo una
galería abierta). Por su parte, el lado norte -el aquí representado-
es justificadamente el más celebrado por su mayor belleza. En
alzado consiste en un pórtico con una pequeña cúpula central,
una nave alargada con torres en las esquinas y, finalmente, la gran
masa de la torre de Comares. La desnuda albañilería de la parte
superior contrasta con la riqueza escultórica de la galería de la
parte baja. Esta galería, con un magnífico techo de marquetería
y nichos muy decorados a ambos extremos, da paso a la llamada
Sala de la Barca y a la Sala de los Embajadores, dos de los lugares
más ricos y emblemáticos del palacio de la Alhambra.
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EL PATIO DE COMARES
 Este patio y sus dependencias forman
una unidad compositiva tanto en
su planta como en su alzado, y su
cronología puede corresponder a la
época de Yusuf I (1333-1354), si bien
la decoración de la arquitectura de la
sala de la Barca y de los Embajadores
pertenece al periodo de Muhamad V
(1354-1391).
La Alberca juega un papel
importantísimo en la definición de
la arquitectura y la estética de este
lugar. Su lámina de agua actúa como
un espejo, reflejando su estructura y
dándole una proyección que rompe la
excesiva horizontalidad del espacio.
En esta composición Sorolla se ha
servido de la Alberca para, a través del
agua, utilizar el juego del espejo y de
ese modo representar doblemente la
belleza de la arquitectura del pórtico,
delimitado en sus formas y difuminado
sobre al agua. Para conseguir este
encuadre escoge un punto de vista
muy bajo, agrandando la superficie
del agua y como si utilizara un
objetivo fotográfico acerca y se centra
en el pórtico y en el juego de pantallas
luminosas del fondo, prescindiendo
totalmente de la visión de la torre de
Comares de la parte superior.
Es precisamente este juego luminoso
del agua un efecto que siempre ha
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seducido a los artistas que a lo largo del
tiempo han representado este lugar de
la Alhambra.
Fueron muchos los viajeros extranjeros
románticos que quedaron fascinados
por las bellezas de la Alhambra y Anders Zorn
dejaron dibujos de este lugar, tales Alhambra, Granada
como David Roberts, John Frederik 1887
Lewis y Gustave Doré. Asimismo
resulta obligado resaltar la similitud
de las composiciones de dos pintores
extranjeros, Anders Zorn (1860-1920)
y John Singer Sargent (1856-1925),
que también visitaron y pintaron este
lugar, al igual que las de otros pintores
españoles -José Mª López Mezquita
(1883-1954), José Mª Rodriguez Acosta
(1878-1941) y Santiago Rusiñol (1861-
1931)-, todos ellos contemporáneos de Sorolla, jugando con los efectos del Tampoco es de extrañar que pintores
Sorolla, quienes asimismo recogieron reflejo de la arquitectura en el agua granadinos como Rodriguez Acosta
con sus pinceles este patio de Comares. pero con una luz dorada y crepuscular en 1903 y López Mezquita en 1904
El primero en dar una visión luminosa mucho más cálida que la empleada por emplearan también sus pinceles para
de las arcadas del patio fue Zorn, en Sorolla, más fría e invernal. reproducir este lugar. Este último con
1887, cuando junto con su mujer Por su parte, no es de extrañar que un punto de vista y una vibración de
pasó casi tres semanas durante el Rusiñol reprodujera este lugar en 1895 la luz sobre el agua muy semejantes
mes de abril alojado en la fonda Siete entre sus célebres Jardines de España, al de Sorolla. A ambos, además de su
Solos en la Alhambra, donde pintó junto con otros jardines granadinos, amor por Granada, les unió la estrecha
intensamente. buena parte de ellos expuestos en relación que mantuvieron con Archer
Sargent, seducido por la arquitectura París en 1898 y depositados en casa Milton Huntington, fundador de la
de la Alhambra, en uno de sus viajes de su amigo Isaac Albéniz, al cual Hispanic Society of América, de New
a España, pinta el patio de los Leones sirvieron de inspiración en su celebrada York.
y también el patio de los Arrayanes, composición musical del mismo Al margen de estas comparaciones
con un punto de vista parecido al de nombre. estéticas, este cuadro es posible
EL PATIO DE COMARES

encuadrarlo dentro de lo que se podría
denominar un paisaje arquitectónico,
ya que la protagonista es la arquitectura,
pero tratándose de una obra de Sorolla
habría que contemplarlo como una de
las muchas pinturas de jardines que a
lo largo de su vida realizó.
La pintura de jardines se configura
como un género distinto al del
paisaje, pues en ella no se recoge un
fenómeno natural de mayor o menor
belleza. Se trata de llevar al lienzo el
retazo de una naturaleza artificial,
trabajada, transformada y manipulada
para conformar un espacio estético y
armónico. Esta naturaleza embellecida
por el hombre es sobre todo un lugar
de refugio y de paz para el ser humano.
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Jhon Singer Sargent
Patio de los Arrayanes de la Alhambra
1879
Colección particular
Un lugar que, según los tratados de
horticultura del siglo XIX, nadie al
entrar en él “deja de sentir una súbita
alegría ni deja de dilatarse su corazón
y experimentar una satisfacción nueva
que no se halla en ninguna otra parte.
Ello es debido a la belleza de las flores,
cuya misión esencial en el mundo es
complacer al hombre”.
Abundando en esta idea de que los
jardines son paisajes diseñados
y construidos por el hombre, su
reproducción en el lienzo constituye
un género singular y específico
dentro del campo de la pintura que
podríamos denominar “jardinismo”.
La reproducción pictórica de un
jardín posibilita una amplia gama
José Mª López Mezquita
Patio de los Arrayanes
1904
Museo de Bellas Artes de Granada
de recursos expresivos y la explotación
estética de la riqueza que proporcionan
elementos tan variados como son los
árboles, las flores, los arbustos, el cielo
y la tierra, amén de fuentes, estanques
y otros elementos arquitectónicos.
Podría decirse que, una vez trasladado
al lienzo, el jardín se convierte en una
naturaleza “viva”, que no muerta.
El artista que pinta jardines va más allá
de la belleza ya creada, pues investiga
y busca la manera de enriquecerla
aún más y gratificar al espectador
reproduciendo el rincón más sugerente,
más colorista o más poético.
Todos estos recursos los ha utilizado
Sorolla en esta composición, dado que
ha buscado el lugar más sugerente del
patio, ha jugado con la luz dorada
que ilumina la arquería proyectando
sus sombras, ha explotado el recurso
cromático de la sombra que produce
el propio patio para permitirle dar dos
tonos distintos de verde a los arbustos
de arrayanes que lo adornan y, aun
sin dejarnos verlo, ha introducido el
cielo azul sobre el agua en un primer
término.
Hay que tener en cuenta otro
componente que no podemos olvidar.
El jardín es casi siempre la expresión
del universo interior del pintor, en
tanto que, además de brindar grandes
posibilidades para el estudio espacial
y cromático, propicia sensaciones de
paz, de tranquilidad y, en definitiva, de
EL PATIO DE COMARES

invitación a la meditación.
Los primeros estudios sobre jardines en
la obra de Sorolla se remontan al otoño
de 1906 , año en que descubre la belleza
de los jardines de la Granja (Segovia).
En el verano del año siguiente tuvo la
oportunidad de estudiar los escenarios
del Real Sitio, donde se instala con
su familia al ser llamado para pintar
el retrato de Alfonso XIII y de la
reina Victoria Eugenia. El encargo
lo materializa en un lienzo cuya
composición muestra al soberano
vestido con uniforme de húsar en
medio de los jardines y a la reina con
mantilla española, y con la sierra de
Guadarrama al fondo.
El éxito alcanzado por este cuadro
hace que la reina solicite de nuevo
sus servicios para que, esta vez en
Sevilla, la retrate vestida con manto de
armiño, encargo que obliga a Sorolla
a desplazarse a la capital hispalense en
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versiones de los jardines de la Granja, fundamentales que los definen y
primeras manifestaciones de jardines singularizan: la variada vegetación,
José Mª Rodriguez Acosta
en las que se siente envarado y, en cierta la riqueza de la arquitectura islámica,
Patio de los Arrayanes
forma, encastrado en temas de playa, al el elemento musical del agua y el
1903
Colección particular
introducir figuras en muchos de ellos”. silencio sugerido mediante los espacios
Efectivamente, a partir de este compartimentados. Aspectos que
momento los jardines andaluces son invitan al olvido de la temporalidad
escrutados, estudiados y reproducidos y la meditación y que Sorolla define
por Sorolla una y otra vez desde distintos así: “los de la Alhambra, son corralitos
rincones y siempre en solitario, sin que melancólicos, casi conventuales”.
ninguna figura distraiga la atención Sabemos por su epistolario las muchas
febrero de 1908. Desde ese momento
del espectador en la contemplación dificultades que tuvo Sorolla para
el pintor se enamora plenamente de
de la belleza y singularidad del propio realizarlos debido al mal tiempo, al frío
Andalucía y muy en espacial de los
jardín . y a la lluvia. El miércoles 7 de febrero
reales jardines del Alcázar que pinta
Inmerso de lleno en el encargo de su de 1907, refiriéndose a las condiciones
reiteradas veces aprovechando las
Visión de España para la Hispanic climatológicas en que empezó a
interrupciones, entre pose y pose,
Society, Sorolla vuelve a Granada trabajar en esta composición, escribe
debido a los compromisos de Victoria
a finales enero de 1917 para pintar en estos términos:
Eugenia.
un retrato de caza al rey, quien a la
Tras triunfar en Estados Unidos,
sazón se encontraba invitado en una ”5 bajo cero hubo ayer a las 9 de
Sorolla inicia una campaña pictórica
cacería en Lachar. El mal tiempo la mañana, así sufrí lo mío. Hoy el
por Andalucía, dedicándose casi
impidió este propósito y, al no ser día es limpio pero el frio es aún más
exclusivamente al estudio de jardines.
cazador, prefirió quedarse en la intenso que ayer. Mis manos están
Visita primero Granada (noviembre
ciudad de Granada donde inició su entumecidas y el tembleque no me
1909), luego Sevilla (enero 1910) y
tercera y última campaña pictórica, lo quito de encima. En el patio era
de nuevo Granada (febrero y marzo de
dedicándose con especial intensidad tan intenso el frío que el agua del
1910), quedando totalmente seducido
a pintar estos jardines andaluces sin estanque no se desheló en toda la
por los jardines de la Alhambra y el
que medie ningún encargo, pintados mañana”.
Generalife.
pues para sí mismo, para su disfrute y
Estos jardines andaluces, en opinión
deleite. La seducción y la capacidad de A pesar de este inconveniente, el
de F. Santa-Ana, ”son las primeras
emocionar que generan estos jardines tiempo despejado le permite empezar
versiones de una nueva temática en
es debido al efecto resultante de una “un estudio grande del Patio de los
la que Sorolla se muestra intimista,
perfecta amalgama de elementos Arrayanes”, que concretará en esta
porque pinta para sí mismo frente a las
EL PATIO DE COMARES
 bellísima composición.
Pintada sobre una preparación blanca,
utiliza ricos contrastes entre empastes
gruesos en el fondo y pintura diluida
que parece resbalar en el lienzo,
dejándolo casi sin cubrir en su primer
término. Factor primordial es la luz, luz
suave y nítida de invierno que realza la
belleza de la arquería y proyecta sobre
el estanque casi helado su reflejo, en un
juego vibrante de pequeñas pinceladas
discontinuas.
En estos jardines, a la belleza de la
vegetación mediterránea, en la que
conviven cipreses, frutales (naranjos,
limoneros, higueros), flores y parterres,
participa y desempeña un papel
primordial el agua. Agua que mana de
fuentes y surtidores, que discurre por
angostos canalillos y que se remansa
en amplias albercas multiplicando así
la belleza de las arquitecturas que allí
se reflejan. Un efecto, este último, que
es buscado de manera explícita por el
pintor en esta composición.
Sorolla fue desde sus inicios un pintor
de la luz, y encontró en Andalucía ,
en sus paisajes y en sus jardines una
cantera inagotable de experiencias
luminosas y de gozos estéticos tal como
confesó en su momento:
”He pasado nueve días en la soleada
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Granada. He gozado mucho. Pues la
sierra está sublime de luz y color. He
pintado mucho”.
Esta atracción de Sorolla por los
jardines hispano-árabes fue compartida
por numerosos artistas y escritores de la
época. Sirva de ejemplo lo escrito en
1904 por Rubén Darío (1867-1916) en
su obra Tierras solares:
“ De todo lo que han contemplado
mis ojos, una de las cosas que más
ha impresionado a mi espíritu son
esos deleitosos y frescos retiros. Ni
las vetustas murallas carcomidas
de siglos, que aún atestiguan el
viejo poderío de los conquistadores
romanos, ni los restos visigodos, ni
la esbelta Giralda mauritana, cuyo
nombre alegra como una banderola,
ni la Torre del Oro a orilla del rio,
ni las magnificencias del Alcázar,
que renueva en mi memoria las
sensaciones experimentadas en la
Alhambra granadina, nada me ha
hecho meditar y soñar como estos
jardines que vieron tantas históricas
grandezas, tantos misterios y tantas
voluptuosidades”.
La seducción que estos jardines
andaluces ejercieron en el espíritu
de Sorolla, le llevaron a intentar de
alguna manera no separarse nunca
de ellos, tratando de reproducirlos
físicamente en los jardines de su casa
madrileña, la cual construye gracias
al dinero obtenido a través del contrato
millonario que había suscrito para
realizar la decoración de la Hispanic
Society of America de Nueva York.
Se tiene constancia, a través de su
correspondencia familiar, y de los
abundantes dibujos que sobre el diseño
de su jardín se conservan en el museo
que lleva su nombre, del interés del
artista en reproducir esos jardines
hispano-árabes en su casa, mezclando
ideas tomadas de los jardines
granadinos y sevillanos que conoció y
pintó hasta la saciedad en sus periplos
por Andalucía. Escapadas viajeras que
también aprovechaba para comprar
objetos destinados a decorar su nuevo
domicilio madrileño, de los que daba
puntual cuenta a su mujer.
”...una fuente pequeña para el patio
de entrada que es una preciosidad
(…) dos columnas magníficas con
capiteles soberbios, una reja, un farol
enorme para la escalera y probables
más columnas para un emparrado
que quiero hacer en el jardín”.
Sorprende como, incluso, se preocupa
hasta de la vegetación con que va
a adornarse el jardín, tal como lo
manifiesta en otra carta:
“He recogido mucha simiente de
arrayán y me llevaré unos cientos
de brotes para ponerlos en el jardín”
(…) “dile a Joaquín que me envíe
las dimensiones del jardín con el
proyecto dibujado para contar el
boj que necesito. Yo quiero que todas
las plantas sean granadinas, aquí
es muy barato todo, quiero llevar
rosales y claveles. He comprado un
naranjo y un limonero”.
Jardines que una vez materializados
le sirvieron para evocar recuerdos de
sus andanzas por Andalucía, para
disfrutar de un remanso de paz en los
últimos años de su vida y como fuente
de inspiración artística, ya que los pintó
una y otra vez hasta su fallecimiento,
confirmando así su plenitud artística y
la sensualidad y voluptuosidad de sus
pinceles.
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 BIBLIOGRAFÍA

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