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Los cuatro caminos de acceso a lo Profundo en la Escuela de Silo

Hugo Novotni en San Petersburgo.

Ante todo, quisiera agradecer al Centro de Estudios de Mística y Esoterismo de la Academia


Ruso-Cristiana de Ciencias Sociales y en particular a su presidente el Profesor Sergey
Pakhomov, la invitación a exponer e intercambiar hoy con ustedes.

Esta exposición estará dividida en dos partes. En la primera intentaremos caracterizar los
fenómenos que nos interesan especialmente y los procedimientos para lograrlos, en diversas
corrientes místicas y diferentes momentos históricos de la humanidad; como así también
describir los fenómenos y procedimientos que caracterizan, hoy, a los cuatro caminos de
acceso a lo Profundo en la Escuela de Silo.

En la segunda parte, trataremos acerca del especial ámbito multicultural en el que se


desarrollan los trabajos con estas cuatro Disciplinas: los Parques de Estudio y Reflexión en todo
el mundo.

Entrando entonces en tema.

Desde antiguo existieron procedimientos capaces de llevar a las personas hacia estados de
conciencia excepcionales en los que se yuxtaponía la mayor amplitud e inspiración mental con
el entorpecimiento de las facultades habituales. Aquellos estados alterados presentaron
similitudes con el sueño, la embriaguez, algunas intoxicaciones y la demencia.
Frecuentemente, la producción de tales anomalías fue asociada con “entidades” personales o
animales, o bien con “fuerzas” naturales que se manifestaban, precisamente, en esos paisajes
mentales especiales. A medida que se comenzó a comprender la importancia de aquellos
fenómenos se fueron depurando explicaciones y técnicas con la intención de dar dirección a
procesos que, en principio, estaban fuera de control. Ya en épocas históricas, en las distintas
culturas (y con frecuencia a la sombra de las religiones), se desarrollaron escuelas místicas que
fueron ensayando sus vías de acceso hacia lo Profundo.

De los diferentes estados alterados posibles, son del mayor interés para nosotros aquellos que
denominamos estados de inspiración o, más precisamente, estructuras de conciencia
inspirada.

En la Mística encontramos vastos campos de inspiración. Debemos señalar que cuando


hablamos de «mística» en general, estamos considerando fenómenos psíquicos de
«experiencia de lo sagrado» en sus diversas profundidades y expresiones. Existe una copiosa
literatura que da cuenta de los sueños1, las “visiones” del semisueño2, y las intuiciones
vigílicas3 de los personajes referenciales de religiones, sectas y grupos místicos. Abundan,
además, los estados anormales y los casos extraordinarios de experiencias de lo sagrado que
podemos tipificar como Éxtasis o sea, situaciones mentales en que el sujeto queda absorto,
deslumbrado dentro de sí y suspendido; como Arrebato, por la agitación emotiva y motriz
incontrolable, en la que el sujeto se siente transportado, llevado fuera de sí a otros paisajes
mentales, a otros tiempos y espacios; por último, como «Reconocimiento» en que el sujeto
cree comprenderlo todo en un instante. En este punto estamos considerando a la conciencia
inspirada en su experiencia de lo sagrado que varía en su modo de estar frente al fenómeno
extraordinario, aunque por extensión se han atribuido también esos funcionamientos
mentales a los raptos del poeta o del músico, casos en que «lo sagrado» puede no estar
presente.
Nos estamos refiriendo a diversas estructuras de conciencia, diferenciando aquellas que se
configuran de modo accidental, con aquellas que responden a deseos, o a planes de quien se
«pone» en una particular situación mental para hacer surgir  el fenómeno. Desde luego, tal
cosa a veces funciona y a veces no, como ocurre con el deseo de inspiración artìstica, o con el
deseo de enamoramiento. La conciencia inspirada, o mejor aún, la conciencia dispuesta a
lograr inspiración,  se muestra en la Filosofía, en la Ciencia, en el Arte, y también en la vida
cotidiana con ejemplos variados y sugestivos. Sin embargo, es en la Mística especialmente
donde la búsqueda de inspiración ha hecho surgir prácticas y sistemas psicológicos que han
tenido y tienen desparejo nivel de desarrollo.

Reconocemos a las técnicas de “trance”4 como pertenecientes a la arqueología de la


inspiración mística. Así, al trance lo encontramos en las formas más antiguas de la magia y la
religión. Para provocarlo, los pueblos han apelado a la preparación de bebidas de vegetales
más o menos tóxicos y a la aspiración de humos y vapores.

Por ejemplo, en lo referido a bebidas, el Soma (para los indios) y el Haoma (para los iranios), ha
sido la bebida embriagadora más antigua. En los Himnos Védicos, en 730 (2), se lee: “Tú eres el
cantor, tú eres el poeta, tú eres el dulce jugo nacido de la planta. En la embriaguez, tú eres el
dador de todos los bienes”.

En cuanto a emanaciones, en Delfos la sacerdotiza de Apolo (Pitia o Pitonisa), se sentaba en un


trípode colocado junto a la grieta de una roca de la que salía un vapor intoxicante y comenzaba
a profetizar con palabras incoherentes. En los días anteriores, la Pitia se había sometido al
ayuno y a la masticación de hojas de laurel.

La sibila de Cumas, no queriendo ser tomada por la terrible inspiración se desespera y


retorciéndose, grita: “¡Ya viene, ya viene el dios!” . Y al dios Apolo le cuesta poco bajar desde
su bosquecillo sagrado hasta el antro profundo, en donde se apodera de la profetiza.

En este caso y en diferentes culturas, la entrada al trance ocurre por interiorización del yo y
por una exaltación emotiva en la que está copresente la imagen de un dios, o de una fuerza, o
de un espíritu, que toma y suplanta la personalidad humana.

En los casos de trance, el sujeto se pone a disposición de esa inspiración que le permite captar
realidades y ejercitar poderes desconocidos para él en la vida cotidiana. En la excelente obra
“El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis”, Mircea Eliade pasa revista, entre otras
materias,  a las distintas formas de trance chamánico en el Asia Central y Septentrional; en el
Tibet y China; en los antiguos Indoeuropeos; en Norteamérica y Suramérica; en el Sureste
asiático y en Oceanía.

No todos los casos de trance son tan vistosos como los citados. Algunas técnicas indias, las de
los «yantras», permiten llegar al trance por interiorización de triángulos cada vez más
pequeños en una figura geométrica compleja que, ocasionalmente, termina en un punto
central. También, en la técnica de los «mantrams», por repetición de un sonido profundo que
el sujeto va profiriendo, se llega al ensimismamiento. En esas contemplaciones visuales o
auditivas, muchos practicantes occidentales no tienen éxito porque no se preparan
afectivamente limitándose a repetir figuras o sonidos sin interiorizarlos con la fuerza emotiva o
devocional que se requiere para que la representación cenestésica acompañe al
estrechamiento de la atención. Estos ejercicios se repiten tantas veces como sea necesario
hasta que el practicante experimente la sustitución de su personalidad y la inspiración se haga
plena.
Otras técnicas más elaboradas, en el sentido de permitir al sujeto controlar y hacer progresar
su experiencia mística, se han ido depurando a lo largo del tiempo. Las danzas rituales, las
ceremonias repetitivas y agotadoras, los ayunos, las oraciones, los ejercicios de concentración
y meditación han tenido considerable evolución.

Avanzando hacia el ensimismamiento, podemos llegar a un punto en que los automatismos


queden superados y ya no se trate de desplazamientos ni sustituciones del yo.

Tenemos a mano el ejemplo que nos da la práctica de la “oración del corazón” realizada por
los monjes ortodoxos del monte Athos. Como es sabido, esta práctica a partir de 1782 se
expandió fuera de los monasterios con la publicación de la Philocalie, del monje griego
Nicodemo el Hagiorita,  siendo editada en ruso poco después por Paisij Velitchkovsky, bajo el
nombre de Dobrotolubie.

La recomendación de Evagrio Pontico5, resulta muy adecuada para eludir la representaciones


(por lo menos las de los sentidos externos): “No imagines la divinidad  en ti cuando oras, ni
dejes que tu inteligencia acepte la impresión de una forma cualquiera; mantente inmaterial y
tú comprenderás”. En grandes trazos, la oración funciona así: el practicante en retiro silencioso
se concentra en su corazón y tomando una frase corta inhala suavemente llevando la frase con
el aire hasta el corazón. Cuando ha terminado la inhalación,  “presiona” para que llegue más
adentro. Después va exhalando muy suavemente el aire viciado sin perder la atención en el
corazón. Esta práctica era repetida por los monjes muchas veces al día hasta que aparecían
algunos indicadores de progreso como la “iluminación” (del espacio de representación). 
Siendo precisos, hemos de admitir el pasaje por el estado de trance en algun momento de las
repeticiones de las oraciones usadas. El pasaje por el trance no es muy diferente al que se
produce en los  trabajos con los yantras o mantrams, pero como en la práctica de la “oración
del corazón”, no se tiene la intención de ser “tomado” por entidades que reemplacen la propia
personalidad, el practicante termina superando el trance y “suspendiendo” la actividad del yo.

En este sentido, en las prácticas del Yoga se puede pasar también por distintos tipos y niveles
de trance, pero se debe tener en cuenta lo que nos dice Patanjali6 en el Sutra II del Libro I : “ el
yoga aspira a la liberación de las perturbaciones de la mente”. La dirección que lleva ese
sistema de prácticas va hacia la superación del yo habitual,  de los trances y de las
disociaciones. En el ensimismamiento avanzado, fuera de todo trance y en plena vigilia se
produce esa «suspensión del yo» de la que tenemos indicadores suficientes. Es evidente que
ya desde el principio de su práctica, el sujeto se orienta hacia la desaparición de sus «ruidos»
de conciencia amortiguando las percepciones externas, las representaciones, los recuerdos y
las espectativas. Algunas prácticas del yoga permiten aquietar la mente y colocar al yo en
estado de suspensión  durante un breve lapso.

Un fenómeno de este tipo, denominado por Mircea Eliade “enstasis”, es descripto en su libro
“Yoga, inmortalidad y libertad”7: “Procederíamos en forma errónea al considerar esta
modalidad del Espíritu como un simple «trance» en que la conciencia estuviera vacía de todo
contenido. La enstasis no-diferenciada no es el «vacío absoluto». El «estado» y el
«conocimiento» que ese término expresa a la vez se refieren a la ausencia total de objetos en
la conciencia, y no a una conciencia vaciada en forma absoluta. Porque la conciencia se halla,
en ese momento, saturada por una intuición directa y total del ser. Como lo dice Madhava,
«no debemos imaginar al nirodha (detención definitiva de toda experiencia psicomental) como
una no-existencia, sino más bien como el soporte de una condición particular del Espíritu». Es
la enstasis de la vacuidad total, sin contenido sensorial y sin estructura intelectual, estado
incondicionado que ya no es «experiencia» (porque ya no existe allí relación entre la
conciencia y el mundo), sino «revelación».”

El acceso a los niveles profundos

Sin duda que la sustitución del yo por una fuerza, un espíritu, un dios, o la personalidad de un
hechicero o hipnotizador, ha sido algo corriente en la historia. También ha sido algo conocido
aunque no tan corriente, el hecho de suspender el yo evitando toda sustitución, como hemos
visto en algun tipo de yoga y en algunas prácticas místicas avanzadas.

Ahora bien,  si alguien pudiera suspender y luego hacer desaparecer a su yo, perdería todo
control estructural de la temporalidad y espacialidad de sus procesos mentales. Se encontraría
en una situación anterior a la del aprendizaje de sus primeros pasos infantiles. No podría
comunicar entre si, ni coordinar sus mecanismos de conciencia; no podría apelar a su
memoria; no podría relacionarse con el mundo y no podría avanzar en su aprendizaje. No
estaríamos en presencia simplemente de un yo disociado en algunos aspectos, como pudiera
ocurrir en ciertas afecciones mentales, sino que nos encontraríamos con alguien en un estado
parecido al de sueño vegetativo.

Por consiguiente, no son posibles esas futilidades de “suprimir el yo”, o de “suprimir el ego” en
la vida cotidiana. Sin embargo, es posible llegar a la situación mental de supresión del yo, no
en la vida cotidiana pero si en determinadas condiciones que parten de la suspensión del yo.

Leemos a Lao-Tsé en el Tao-Te-King8:

“Alcanzar la vacuidad es el principio supremo,


conservar el vacío es la norma capital;
apenas los infinitos seres comienzan a desarrollarse,
permanézcase en sosiego esperando su retorno.
Los caminos del Cielo (el Tao del Cielo) son circulares,
todos y cada uno (de los seres) retornan a su raíz.”

La entrada a los estados profundos ocurre desde la suspensión del yo. Ya desde esa
suspensión, se producen registros significativos de «conciencia lúcida» y comprensión de las
propias limitaciones mentales, lo que constituye un gran avance.

En ese tránsito se debe tener en cuenta algunas condiciones ineludibles: 1.- que el practicante
tenga claro el Propósito de lo que desea lograr como objetivo final de su trabajo; 2.- que 
cuente con suficiente energía psicofísica para mantener su atención ensimismada y
concentrada en la suspensión del yo y 3.-  que pueda continuar sin solución de continuidad en
la profundización del estado de suspensión hasta que desaparezcan las referencias espaciales y
temporales.

Con respecto al Propósito, se debe considerar a éste como la dirección de todo el proceso pero
sin que ocupe el foco atencional. Estamos diciendo que el Propósito debe ser «grabado» con
suficiente carga afectiva, como para operar copresentemente mientras la atención está
ocupada en la suspensión del yo y en los pasos posteriores. Esta preparación condiciona todo
el trabajo posterior. En cuanto a la energía psicofísica necesaria para el mantenimiento de la
atención en un interesante nivel de concentración, el principal impulso proviene del interés
que forma parte del Propósito. Al comprobar la falta de potencia y permanencia, se debe
revisar la preparación que se ha hecho del Propósito. Se requiere una conciencia despejada de
fatiga y una mínima educación de la reducción del foco atencional sobre un solo objeto.
Continuar en la profundización de la suspensión hasta lograr el registro de «vacío», significa
que nada debe aparecer como representación, ni como registro de sensaciones internas. No
puede, ni debe, haber registro de esa situación mental. Y el regreso a la situación mental de
suspensión o a la vigilia habitual, se produce por los impulsos que delatan la posición y las
incomodidades del cuerpo.

Nada se puede decir de ese “vacío”. El rescate de los significados inspiradores, de los sentidos
profundos que están más allá de los mecanismos y las configuraciones de conciencia, se hace
desde mi yo cuando éste retoma su trabajo vigílico normal. Estamos hablando de
“traducciones” de impulsos profundos, que llegan a mi intracuerpo durante el sueño profundo,
o de impulsos que llegan a mi conciencia en un tipo de percepción diferente a las conocidas en
el momento de “regreso” a la vigilia normal. No podemos hablar de ese mundo porque no
tenemos registro durante la eliminación del yo, solamente contamos con las “reminiscencias”
de ese mundo, como nos comentara Platón en sus mitos.

También consideramos significativa en este mismo sentido, la descripción del Tao realizada por
Lao-Tsé9:
“El Tao que puede expresarse no es el Tao permanente.
El nombre que puede nombrarse no es el nombre permanente.
El no-ser es principio del Cielo y de la Tierra;
el ser, de los infinitos seres es madre.
Estos dos (no-ser y ser) tienen el mismo origen,
aunque diferentes nombres;
tanto al uno como al otro puedes llamarlos misterio.
Misterio de los misterios,
llave de toda mudanza.”

Las Disciplinas en la Escuela de Silo

Así, las vías que hoy conocemos se apoyan en los descubrimientos que realizaron diferentes
pueblos en un lapso no mayor a los siete mil años. Es tal la diversidad de fuentes fragmentarias
que no se puede pretender abarcar todo el conocimiento y la práctica de acceso a lo Profundo.
Nuestras Cuatro Disciplinas trabajan con la manipulación de objetos materiales externos (D.
Material), con la energía psicofísica (D. Energética)4, con los objetos mentales (D. Mental) y
con las formas mentales (D. Morfológica). Queda claro que esas Disciplinas no agotan otras
posibles vías.

La Disciplina Material se basa en los trabajos de taoistas y budistas chinos, así como de
babilonios, alejandrinos, bizantinos, árabes y occidentales. A ese conjunto de trabajos en su
continua transformación y deformación se lo conoció con el nombre de “Alquimia”. Hacia fines
del S. XVIII, la Alquimia había declinado irremediablemente, pasando muchos de sus
descubrimientos, procedimientos e instrumental, a manos de la Química naciente.

La Disciplina Energética busca sus raíces en el Asia Menor desde donde el orfismo y el
dionisismo se propagaron hacia Creta y Grecia sufriendo importantes modificaciones hasta que
fueron abolidos por el Cristianismo triunfante. También en algunas líneas sivaítas y del
tantrismo, se pueden rescatar fragmentos de una experiencia extraordinariamente rica.

La Disciplina Mental encuentra en el budismo su mayor fuente de conocimiento. Para


favorecer las distinciones entre actos y objetos mentales apela al lenguaje riguroso de alguna
corriente filosófica contemporánea.
La Disciplina Morfológica reconoce antecedentes significativos en algunas corrientes de
pensamiento pre-ático que florecieron bajo las influencia “orientales” de Egipto, Asia Menor y
Mesopotamia, tal el caso de la escuela pitagórica.

Las Disciplinas trabajan con rutinas que se repiten en cada momento de proceso (paso), hasta
que el operador obtiene el registro indicado. Todo el proceso está convencionalmente
organizado en doce pasos separados en tres cuaternas. Así como cada paso tiene una
designación que aproxima a la idea del registro buscado, cada cuaterna señala un significativo
cambio de etapa.

Por ejemplo, en la Disciplina Material, las grandes etapas del proceso (cuaternas) pueden
resumirse como en la estructura de varios mitos universales: nacimiento y vida – muerte y
obscuridad – resurrección y ascenso. La materia prima inicial, el cinabrio (un compuesto de
azufre y mercurio), va sufriendo todos los cambios que proponen los pasos de la Disciplina al
tiempo que el operador registra las concomitancias alegóricas del caso. Esta es una Disciplina
que trabaja con un sistema mental de fuerte alegorización y asociación.

El “cuerpo” que va sufriendo un proceso de transformación es la representación del operador.


Por lo anterior, no basta realizar operaciones con materiales, es necesario que el operador
“resuene” con ellos en un argumento de transformación. A su vez, en la concreción de cada
paso, el operador debe obtener indicadores internos muy precisos.

A modo de ejemplo, en el paso 9 el indicador del paso correctamente realizado es la “fragancia


de la vida” parecido al aroma que exhalan los niños recién nacidos. El suave olor que se
desprende en el lavado del cuerpo con agua densa, sirve muy bien para configurar el
argumento mítico. En el paso 11 la operación fue llamada “el triunfo del antimonio” por la luz
radiante que aparece en el interior del balón de un modo un tanto sorprendente,
acompañando al fenómeno de cambio de cualidad del cuerpo. Este cambio de cualidad ha sido
denominado por los antiguos alquimistas “trasmutación”…

En la Disciplina Energética el trabajo comienza con la acumulación de energía sicofísica en la


zona del plexo nervioso vegetativo-sexual, que denominamos “plexo productor”. Desde el
comienzo del proceso se debe comprender que no son los plexos los que producen energía
psicofísica sino que son usados como fuentes de sensaciones y como referencias atencionales.
El trabajo con los plexos permite la movilidad de imágenes y registros (al principio visuales y
táctiles externas) y posteriormente la movilidad de registros (de imágenes táctiles internas y
cenestésicas).

Tradicionalmente, se siguió la práctica de “subir” energía desde el plexo productor siguiendo el


desplazamiento por la espalda de manera que a distintas alturas de la columna la corriente
nerviosa llegaba hasta los plexos ubicados en la parte delantera del cuerpo. En nuestro caso, se
va elevando la energía  por delante del cuerpo, plexo por plexo, encontrando obstáculos que
deben disolverse hasta llegar a la cúspide y obtener en ella la “luz”.

Una buena secuencia en el paso del Ascenso puede ser la siguiente:

 A.-Producción de la carga desde el plexo productor. El asunto principal consiste en


lograr una carga suficientemente intensa para movilizarla hacia los distintos plexos.

 B.-Desde el plexo productor al plexo epigástrico, abajo del ombligo (suele registrarse
como aumento de calor y expansión de la energía en todo el cuerpo);
 C.-Desde el plexo epigástrico hasta el plexo solar (suele registrarse como tensión y
movimientos en el cuerpo ya que se actúa sobre el centro motriz);

 D.-Desde el plexo solar hasta el plexo cardíaco (suele registrarse como movimiento
emotivo, como oleadas de emociones);

 E.- Desde el plexo cardíaco hasta el plexo faríngeo, en la mitad del cuello y abajo de la
garganta (suele registrarse como aumento de calor hacia la cabeza);

 F.-Desde el plexo faríngeo hasta la cabeza, hacia la mitad, detrás de los ojos
sintiéndolos como referencia (suele registrarse como luz, colores y movimiento de
imágenes). Esta es la primera cuaterna.

El trabajo de la segunda cuaterna es de sensibilización energética, así como la primera


cuaterna fue un trabajo de producción y dirección energética y la tercera cuaterna será el
trabajo de la transformación energética. La transformación energética se produce en el paso
11, al movilizar la máxima carga tolerable. Se registra un cambio en la energía general del
organismo y se observa el cambio de «tono» mental. Fenómenos propios de la Fuerza.
Concomitancias en todos los plexos. Control y circulación de la luz.

Está en la esencia de la Disciplina Mental la búsqueda de aquella libertad que permita al


operador sustraerse de las determinaciones y de los condicionamientos de la propia
conciencia, trascendiendo hacia estructuras universales.

El modus operandi de esta disciplina es la meditación. Podemos distinguir varios tipos de


meditación. Por ejemplo, existe una meditación natural en la que el pensamiento actúa como
reflejo frente a los estímulos; se trata de una actividad reflexiva de la conciencia partiendo de
las cosas que se perciben. No se trata propiamente de un tipo de meditación, sino más bien de
una actividad natural de la conciencia que se propone rescatar las presentaciones que coloca
ante ella la naturaleza o el medio en general.

En la meditación simple la actitud del pensar va más allá de un reflejo ante algo. La mente
profundiza y busca la raíz de incógnitas o intereses en general. La meditación simple es un
paso más avanzado, va más allá de la “dictadura” del objeto que se presenta ante mis ojos.
Aquí se va más allá de la simple presentación, se busca resolver incógnitas. Esta actitud
inquisitiva y buceadora de la conciencia es un puente a la Disciplina Mental, que es el tercer
tipo de meditación. La meditación simple es indispensable para despejar el terreno meditativo
haciendo, poco a poco, cesar los ensueños, los conflictos y los temas ajenos a esa práctica.

La Disciplina Mental enfatiza en los actos de conciencia y no en objetos de conciencia, aunque


necesite referirse a éstos continuamente. El meditador se mueve en un clima de certidumbre y
duda, de certezas y ambigüedades hasta dar con el punto experimental verdadero, es decir
que si bien los pasos están claramente expresados, la experiencia de cada uno es tarea ardua y
se realiza probando por una o varias vías hasta dar con precisión con el significado exacto,
surgiendo la certeza y seguridad de la meditación.

Así entonces, determinada la franja de trabajo mental se comienza por la entrada a la


conciencia para bucear en ésta, descubriendo en el paso 5º la forma mental, y trascender
finalmente hacia estructuras universales. En la experiencia de la última cuaterna de la
Disciplina Mental (pasos 11 y 12) el operador descubre que lo existente y lo no existente,
ambos SON, tienen una misma identidad esencial; desaparece toda distinción entre yo y lo
otro y entre las cosas mismas. Todo “Es”, algo “Es” en todo.
En la Disciplina Morfológica el operador trabaja con objetos mentales, formas, pero
ubicándose en el interior de ellas. El propio “espacio de representación” adquiere
consecutivamente diferentes formas geométricas en el trascurso de la primera cuaterna; y en
la segunda, se trata ya del trabajo con el vacío interno. Mientras que, en la tercera cuaterna, la
tarea está vinculada a la comunicación entre espacios: la vida en el espacio de representación
y el espacio de representación en la vida, el trabajo con el contenido y la perspectiva… Leemos
en el paso 11: “Dada la forma incluyente de la representación y el límite, reconozco una
“distancia” espacial que es la perspectiva desde la cual observo la representación y el límite
porque si me atengo a la representación y luego al límite (o a la inversa), hay siempre una
perspectiva que compara la retención de la representación con el límite (y a la inversa)
resultando la ilusión que la perspectiva es parte de esa representación o ese límite. Por tanto,
reconozco una perspectiva que actúa copresentemente. Para sostener esa “perspectiva” sin
observarla desde otro punto (de manera que no se convierta en un nuevo objeto de un nuevo
acto), aíslo las percepciones y las representaciones llegando al “silencio” de los sentidos
externos e internos y al “silencio” de toda representación (actual, pretérita o imaginaria a
futuro). Procedo en silencio a obscurecer todo impulso quedando simplemente el registro
cenestésico que profundizo hacia “atrás”, hasta el instante en que se detiene toda
representación espacial y temporal. He entrado en “lo Profundo”.”

Así, las cuatro Disciplinas en la Escuela de Silo llevan al operador en la dirección de los espacios
profundos. Concluido el proceso Disciplinario se está en condiciones de organizar una Ascesis
despegada de pasos, cuaternas y rutinas; de construir el propio camino hacia lo Profundo, un
camino para toda la vida.

– Presentación en PPT de los Parques de Estudio y Reflexión.

– Intercambio final y referencias de contacto e inscripción.

Bibliografía

1. Psicología IV – Apuntes de Psicología – Silo. Ed. Ulrica, Rosario, 2006.

2. Las Cuatro Disciplinas – www.silo.net

3. El Yoga, Inmortalidad y libertad – M.Eliade. Ed. La Pléyade, Buenos Aires, 1977.

4. Tao Te Ching – Los libros del Tao – Lao Tsé. Edición y traducción del chino de Iñaki
Preciado Idoeta. Ed. Trotta, 2006.

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