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Esta exposición estará dividida en dos partes. En la primera intentaremos caracterizar los
fenómenos que nos interesan especialmente y los procedimientos para lograrlos, en diversas
corrientes místicas y diferentes momentos históricos de la humanidad; como así también
describir los fenómenos y procedimientos que caracterizan, hoy, a los cuatro caminos de
acceso a lo Profundo en la Escuela de Silo.
Desde antiguo existieron procedimientos capaces de llevar a las personas hacia estados de
conciencia excepcionales en los que se yuxtaponía la mayor amplitud e inspiración mental con
el entorpecimiento de las facultades habituales. Aquellos estados alterados presentaron
similitudes con el sueño, la embriaguez, algunas intoxicaciones y la demencia.
Frecuentemente, la producción de tales anomalías fue asociada con “entidades” personales o
animales, o bien con “fuerzas” naturales que se manifestaban, precisamente, en esos paisajes
mentales especiales. A medida que se comenzó a comprender la importancia de aquellos
fenómenos se fueron depurando explicaciones y técnicas con la intención de dar dirección a
procesos que, en principio, estaban fuera de control. Ya en épocas históricas, en las distintas
culturas (y con frecuencia a la sombra de las religiones), se desarrollaron escuelas místicas que
fueron ensayando sus vías de acceso hacia lo Profundo.
De los diferentes estados alterados posibles, son del mayor interés para nosotros aquellos que
denominamos estados de inspiración o, más precisamente, estructuras de conciencia
inspirada.
Por ejemplo, en lo referido a bebidas, el Soma (para los indios) y el Haoma (para los iranios), ha
sido la bebida embriagadora más antigua. En los Himnos Védicos, en 730 (2), se lee: “Tú eres el
cantor, tú eres el poeta, tú eres el dulce jugo nacido de la planta. En la embriaguez, tú eres el
dador de todos los bienes”.
En este caso y en diferentes culturas, la entrada al trance ocurre por interiorización del yo y
por una exaltación emotiva en la que está copresente la imagen de un dios, o de una fuerza, o
de un espíritu, que toma y suplanta la personalidad humana.
En los casos de trance, el sujeto se pone a disposición de esa inspiración que le permite captar
realidades y ejercitar poderes desconocidos para él en la vida cotidiana. En la excelente obra
“El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis”, Mircea Eliade pasa revista, entre otras
materias, a las distintas formas de trance chamánico en el Asia Central y Septentrional; en el
Tibet y China; en los antiguos Indoeuropeos; en Norteamérica y Suramérica; en el Sureste
asiático y en Oceanía.
No todos los casos de trance son tan vistosos como los citados. Algunas técnicas indias, las de
los «yantras», permiten llegar al trance por interiorización de triángulos cada vez más
pequeños en una figura geométrica compleja que, ocasionalmente, termina en un punto
central. También, en la técnica de los «mantrams», por repetición de un sonido profundo que
el sujeto va profiriendo, se llega al ensimismamiento. En esas contemplaciones visuales o
auditivas, muchos practicantes occidentales no tienen éxito porque no se preparan
afectivamente limitándose a repetir figuras o sonidos sin interiorizarlos con la fuerza emotiva o
devocional que se requiere para que la representación cenestésica acompañe al
estrechamiento de la atención. Estos ejercicios se repiten tantas veces como sea necesario
hasta que el practicante experimente la sustitución de su personalidad y la inspiración se haga
plena.
Otras técnicas más elaboradas, en el sentido de permitir al sujeto controlar y hacer progresar
su experiencia mística, se han ido depurando a lo largo del tiempo. Las danzas rituales, las
ceremonias repetitivas y agotadoras, los ayunos, las oraciones, los ejercicios de concentración
y meditación han tenido considerable evolución.
Tenemos a mano el ejemplo que nos da la práctica de la “oración del corazón” realizada por
los monjes ortodoxos del monte Athos. Como es sabido, esta práctica a partir de 1782 se
expandió fuera de los monasterios con la publicación de la Philocalie, del monje griego
Nicodemo el Hagiorita, siendo editada en ruso poco después por Paisij Velitchkovsky, bajo el
nombre de Dobrotolubie.
En este sentido, en las prácticas del Yoga se puede pasar también por distintos tipos y niveles
de trance, pero se debe tener en cuenta lo que nos dice Patanjali6 en el Sutra II del Libro I : “ el
yoga aspira a la liberación de las perturbaciones de la mente”. La dirección que lleva ese
sistema de prácticas va hacia la superación del yo habitual, de los trances y de las
disociaciones. En el ensimismamiento avanzado, fuera de todo trance y en plena vigilia se
produce esa «suspensión del yo» de la que tenemos indicadores suficientes. Es evidente que
ya desde el principio de su práctica, el sujeto se orienta hacia la desaparición de sus «ruidos»
de conciencia amortiguando las percepciones externas, las representaciones, los recuerdos y
las espectativas. Algunas prácticas del yoga permiten aquietar la mente y colocar al yo en
estado de suspensión durante un breve lapso.
Un fenómeno de este tipo, denominado por Mircea Eliade “enstasis”, es descripto en su libro
“Yoga, inmortalidad y libertad”7: “Procederíamos en forma errónea al considerar esta
modalidad del Espíritu como un simple «trance» en que la conciencia estuviera vacía de todo
contenido. La enstasis no-diferenciada no es el «vacío absoluto». El «estado» y el
«conocimiento» que ese término expresa a la vez se refieren a la ausencia total de objetos en
la conciencia, y no a una conciencia vaciada en forma absoluta. Porque la conciencia se halla,
en ese momento, saturada por una intuición directa y total del ser. Como lo dice Madhava,
«no debemos imaginar al nirodha (detención definitiva de toda experiencia psicomental) como
una no-existencia, sino más bien como el soporte de una condición particular del Espíritu». Es
la enstasis de la vacuidad total, sin contenido sensorial y sin estructura intelectual, estado
incondicionado que ya no es «experiencia» (porque ya no existe allí relación entre la
conciencia y el mundo), sino «revelación».”
Sin duda que la sustitución del yo por una fuerza, un espíritu, un dios, o la personalidad de un
hechicero o hipnotizador, ha sido algo corriente en la historia. También ha sido algo conocido
aunque no tan corriente, el hecho de suspender el yo evitando toda sustitución, como hemos
visto en algun tipo de yoga y en algunas prácticas místicas avanzadas.
Ahora bien, si alguien pudiera suspender y luego hacer desaparecer a su yo, perdería todo
control estructural de la temporalidad y espacialidad de sus procesos mentales. Se encontraría
en una situación anterior a la del aprendizaje de sus primeros pasos infantiles. No podría
comunicar entre si, ni coordinar sus mecanismos de conciencia; no podría apelar a su
memoria; no podría relacionarse con el mundo y no podría avanzar en su aprendizaje. No
estaríamos en presencia simplemente de un yo disociado en algunos aspectos, como pudiera
ocurrir en ciertas afecciones mentales, sino que nos encontraríamos con alguien en un estado
parecido al de sueño vegetativo.
Por consiguiente, no son posibles esas futilidades de “suprimir el yo”, o de “suprimir el ego” en
la vida cotidiana. Sin embargo, es posible llegar a la situación mental de supresión del yo, no
en la vida cotidiana pero si en determinadas condiciones que parten de la suspensión del yo.
La entrada a los estados profundos ocurre desde la suspensión del yo. Ya desde esa
suspensión, se producen registros significativos de «conciencia lúcida» y comprensión de las
propias limitaciones mentales, lo que constituye un gran avance.
En ese tránsito se debe tener en cuenta algunas condiciones ineludibles: 1.- que el practicante
tenga claro el Propósito de lo que desea lograr como objetivo final de su trabajo; 2.- que
cuente con suficiente energía psicofísica para mantener su atención ensimismada y
concentrada en la suspensión del yo y 3.- que pueda continuar sin solución de continuidad en
la profundización del estado de suspensión hasta que desaparezcan las referencias espaciales y
temporales.
Con respecto al Propósito, se debe considerar a éste como la dirección de todo el proceso pero
sin que ocupe el foco atencional. Estamos diciendo que el Propósito debe ser «grabado» con
suficiente carga afectiva, como para operar copresentemente mientras la atención está
ocupada en la suspensión del yo y en los pasos posteriores. Esta preparación condiciona todo
el trabajo posterior. En cuanto a la energía psicofísica necesaria para el mantenimiento de la
atención en un interesante nivel de concentración, el principal impulso proviene del interés
que forma parte del Propósito. Al comprobar la falta de potencia y permanencia, se debe
revisar la preparación que se ha hecho del Propósito. Se requiere una conciencia despejada de
fatiga y una mínima educación de la reducción del foco atencional sobre un solo objeto.
Continuar en la profundización de la suspensión hasta lograr el registro de «vacío», significa
que nada debe aparecer como representación, ni como registro de sensaciones internas. No
puede, ni debe, haber registro de esa situación mental. Y el regreso a la situación mental de
suspensión o a la vigilia habitual, se produce por los impulsos que delatan la posición y las
incomodidades del cuerpo.
Nada se puede decir de ese “vacío”. El rescate de los significados inspiradores, de los sentidos
profundos que están más allá de los mecanismos y las configuraciones de conciencia, se hace
desde mi yo cuando éste retoma su trabajo vigílico normal. Estamos hablando de
“traducciones” de impulsos profundos, que llegan a mi intracuerpo durante el sueño profundo,
o de impulsos que llegan a mi conciencia en un tipo de percepción diferente a las conocidas en
el momento de “regreso” a la vigilia normal. No podemos hablar de ese mundo porque no
tenemos registro durante la eliminación del yo, solamente contamos con las “reminiscencias”
de ese mundo, como nos comentara Platón en sus mitos.
También consideramos significativa en este mismo sentido, la descripción del Tao realizada por
Lao-Tsé9:
“El Tao que puede expresarse no es el Tao permanente.
El nombre que puede nombrarse no es el nombre permanente.
El no-ser es principio del Cielo y de la Tierra;
el ser, de los infinitos seres es madre.
Estos dos (no-ser y ser) tienen el mismo origen,
aunque diferentes nombres;
tanto al uno como al otro puedes llamarlos misterio.
Misterio de los misterios,
llave de toda mudanza.”
Así, las vías que hoy conocemos se apoyan en los descubrimientos que realizaron diferentes
pueblos en un lapso no mayor a los siete mil años. Es tal la diversidad de fuentes fragmentarias
que no se puede pretender abarcar todo el conocimiento y la práctica de acceso a lo Profundo.
Nuestras Cuatro Disciplinas trabajan con la manipulación de objetos materiales externos (D.
Material), con la energía psicofísica (D. Energética)4, con los objetos mentales (D. Mental) y
con las formas mentales (D. Morfológica). Queda claro que esas Disciplinas no agotan otras
posibles vías.
La Disciplina Material se basa en los trabajos de taoistas y budistas chinos, así como de
babilonios, alejandrinos, bizantinos, árabes y occidentales. A ese conjunto de trabajos en su
continua transformación y deformación se lo conoció con el nombre de “Alquimia”. Hacia fines
del S. XVIII, la Alquimia había declinado irremediablemente, pasando muchos de sus
descubrimientos, procedimientos e instrumental, a manos de la Química naciente.
La Disciplina Energética busca sus raíces en el Asia Menor desde donde el orfismo y el
dionisismo se propagaron hacia Creta y Grecia sufriendo importantes modificaciones hasta que
fueron abolidos por el Cristianismo triunfante. También en algunas líneas sivaítas y del
tantrismo, se pueden rescatar fragmentos de una experiencia extraordinariamente rica.
Las Disciplinas trabajan con rutinas que se repiten en cada momento de proceso (paso), hasta
que el operador obtiene el registro indicado. Todo el proceso está convencionalmente
organizado en doce pasos separados en tres cuaternas. Así como cada paso tiene una
designación que aproxima a la idea del registro buscado, cada cuaterna señala un significativo
cambio de etapa.
Por ejemplo, en la Disciplina Material, las grandes etapas del proceso (cuaternas) pueden
resumirse como en la estructura de varios mitos universales: nacimiento y vida – muerte y
obscuridad – resurrección y ascenso. La materia prima inicial, el cinabrio (un compuesto de
azufre y mercurio), va sufriendo todos los cambios que proponen los pasos de la Disciplina al
tiempo que el operador registra las concomitancias alegóricas del caso. Esta es una Disciplina
que trabaja con un sistema mental de fuerte alegorización y asociación.
B.-Desde el plexo productor al plexo epigástrico, abajo del ombligo (suele registrarse
como aumento de calor y expansión de la energía en todo el cuerpo);
C.-Desde el plexo epigástrico hasta el plexo solar (suele registrarse como tensión y
movimientos en el cuerpo ya que se actúa sobre el centro motriz);
D.-Desde el plexo solar hasta el plexo cardíaco (suele registrarse como movimiento
emotivo, como oleadas de emociones);
E.- Desde el plexo cardíaco hasta el plexo faríngeo, en la mitad del cuello y abajo de la
garganta (suele registrarse como aumento de calor hacia la cabeza);
F.-Desde el plexo faríngeo hasta la cabeza, hacia la mitad, detrás de los ojos
sintiéndolos como referencia (suele registrarse como luz, colores y movimiento de
imágenes). Esta es la primera cuaterna.
En la meditación simple la actitud del pensar va más allá de un reflejo ante algo. La mente
profundiza y busca la raíz de incógnitas o intereses en general. La meditación simple es un
paso más avanzado, va más allá de la “dictadura” del objeto que se presenta ante mis ojos.
Aquí se va más allá de la simple presentación, se busca resolver incógnitas. Esta actitud
inquisitiva y buceadora de la conciencia es un puente a la Disciplina Mental, que es el tercer
tipo de meditación. La meditación simple es indispensable para despejar el terreno meditativo
haciendo, poco a poco, cesar los ensueños, los conflictos y los temas ajenos a esa práctica.
Así, las cuatro Disciplinas en la Escuela de Silo llevan al operador en la dirección de los espacios
profundos. Concluido el proceso Disciplinario se está en condiciones de organizar una Ascesis
despegada de pasos, cuaternas y rutinas; de construir el propio camino hacia lo Profundo, un
camino para toda la vida.
Bibliografía
4. Tao Te Ching – Los libros del Tao – Lao Tsé. Edición y traducción del chino de Iñaki
Preciado Idoeta. Ed. Trotta, 2006.