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No hay creyente en Jesucristo que poseyendo en su vida al Espíritu Santo de Dios, no tenga por lo menos un
don de su Espíritu Santo.
Es más, a muchos creyentes, el Espíritu Santo nos provee más de un don a la vez, un conjunto de dones que
juntos son útiles para llevar a cabo alguna obra específica. Pero es probable que hay algunos, si es que no
muchos, que no saben que poseen dones espirituales, y lo que sería peor es que quienes sabiéndolo no lo usen
para los fines que Dios espera.
Entre los Corintios, llegó a suceder que no usaban para la obra de Dios los dones espirituales que habían
recibido, y en muchos casos ni siquiera sabían que tenían dones espirituales. Es por eso que en el capítulo 12 de
la primera epístola de Pablo a los Corintios, les dice:
“No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales” (1 Corintios 12:1). Por eso, en esta
predicación, pretendo animar a quienes teniendo varios o por lo menos un don del Espíritu Santo, y que no lo
están usando, lo usen para servir a Dios en los objetivos de su obra que a nosotros nos ha sido encomendado.
Para este fin, titulé la predicación de este momento, como: EL DESAFÍO DE USAR LOS DONES
ESPIRITUALES.
La primera RAZÓN por la que debemos usar el don o los dones espirituales que hemos recibido del
Espíritu Santo, para compartir el evangelio, es:
La cuarta RAZÓN por la que debemos usar el don o los dones espirituales que hemos recibido del
Espíritu Santo, para compartir el evangelio, es:
CONCLUSIÓN:
Amados hermanos, desde que ha existido alguna obra de Dios que llevar a cabo, Dios siempre ha tenido que
proporcionar sus dones para que sus hijos realicemos la tarea correspondiente.
Fue verdad para los israelitas que recién liberados de Egipto pudiesen construir un tabernáculo estando en el
desierto, y sigue siendo verdad para la obra de proclamación del evangelio que ahora llevamos a cabo como
iglesia. Dios siempre provee los dones necesarios, y “cada uno” de nosotros debe haber recibido por lo menos
un don, no para nuestro uso exclusivo, ni para conservarlo sin usarlo, sino para usarlo para la gran comisión que
nos ha sido encomendada.
No hay mejor manera de ser efectivos y eficaces en el cumplimiento de nuestro ministerio si no es mediante el
uso de nuestros dones, pues hacer o intentar hacer algo para la obra de Dios sin sus dones, estaríamos haciendo
cualquier obra humana, menos la de Dios, por lo que sería un fracaso que no lograría alcanzar personas para
salvación, ni cumplir la misión de Dios en general.
Que el poder de Dios nos impulse a no ocultar el don o los dones de Dios que hemos recibido.