Está en la página 1de 4

LOS DONES ESPIRITUALES

No hay creyente en Jesucristo que poseyendo en su vida al Espíritu Santo de Dios, no tenga por lo menos un
don de su Espíritu Santo.
Es más, a muchos creyentes, el Espíritu Santo nos provee más de un don a la vez, un conjunto de dones que
juntos son útiles para llevar a cabo alguna obra específica. Pero es probable que hay algunos, si es que no
muchos, que no saben que poseen dones espirituales, y lo que sería peor es que quienes sabiéndolo no lo usen
para los fines que Dios espera.
Entre los Corintios, llegó a suceder que no usaban para la obra de Dios los dones espirituales que habían
recibido, y en muchos casos ni siquiera sabían que tenían dones espirituales. Es por eso que en el capítulo 12 de
la primera epístola de Pablo a los Corintios, les dice:
“No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales” (1 Corintios 12:1). Por eso, en esta
predicación, pretendo animar a quienes teniendo varios o por lo menos un don del Espíritu Santo, y que no lo
están usando, lo usen para servir a Dios en los objetivos de su obra que a nosotros nos ha sido encomendado.
Para este fin, titulé la predicación de este momento, como: EL DESAFÍO DE USAR LOS DONES
ESPIRITUALES.
La primera RAZÓN por la que debemos usar el don o los dones espirituales que hemos recibido del
Espíritu Santo, para compartir el evangelio, es:

I.- PORQUE TODA OBRA DE DIOS NECESITA DONES DEL ESPÍRITU.


Según nuestra lectura de Éxodo 35, Moisés explica a los israelitas cómo Dios hizo aptos a dos hombres, uno
llamado Bezaleel, y el otro Aholiab. Con respecto, a estos dos, les dice: “Mirad, Jehová a nombrado a
Bezaleel, hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; / y lo ha llenado del Espíritu de Dios, …” (Éxodo
35:30b-31a). Lo que en esta frase importa no es de quién es hijo, ni a qué tribu pertenece, sino los detalles que
describen, primero que Bezaleel fue “nombrado” por Jehová, y segundo que “lo ha llenado del Espíritu de
Dios”. Y, además, dice de Bezaleel, pero al mismo tiempo con respecto de Aholiab: “Y ha puesto en su
corazón el que pueda enseñar, así él como Aholiab, hijo de Aisamac, de la tribu de Dan; …” (Éxodo
35:34).
Igual, en este dato, lo que menos importa es de quién es hijo, y de qué tribu es, sino lo que importa es el
comunicado de que “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena
voluntad” (Filipenses 2:13), haciendo que una persona que nunca ha sido maestro de algo, ahora quiera y se
proponga “enseñar”. Desde luego, que esta decisión no nació de sí mismos sino del don que les fue entregado
por Dios mismo.
Esto es lo que también ocurre con nosotros los cristianos cuando somos llamados a la salvación. Recibimos, lo
que el Nuevo Testamento llama ser: “llenos del Espíritu Santo” (cf. Hechos 2:4; 4:31; 6:3; 13:52). Esto viene
a ser como nuestro nombramiento a una labor qué tenemos que realizar en la actual obra redentora de Dios.
En el caso de Bezaleel, esa llenura del Espíritu de Dios, consistió “en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y
en todo arte” (Éxodo 35:31b), para hacer una gran diversidad de trabajos necesarios para la construcción del
tabernáculo que Dios ordenó que se hiciera para su adoración. Aunque para Bezaleel y Aholiab, fueron dones
especiales para llevar a cabo trabajos materiales que van desde diseños hasta invenciones, fue necesaria la
provisión de los dones correspondientes.
Igualmente, a nosotros, es el mismo Espíritu de Dios quien nos provee los dones espirituales que
poseemos todos los cristianos para llevar a cabo tanto los trabajos materiales como los trabajos
propiamente espirituales necesarios en la obra de Dios que esencialmente tienen el objetivo de guiar a
otras personas para conectarse con Dios y edificarse en él por medio de Jesucristo para adorarle y
servirle.
La segunda RAZÓN por la que debemos usar el don o los dones espirituales que hemos recibido del
Espíritu Santo, para compartir el evangelio, es:

II.- PORQUE TODOS TENEMOS POR LO MENOS UN DON ESPIRITUAL.


En los versículos 7 al 11, podemos observar que en el versículo 7 al comenzar a describir cómo el Espíritu
Santo entrega sus dones a los creyentes, dice: “Pero a cada uno…”. No dice: Pero a algunos, sino dice: “a
cada uno”.
Y en los siguientes versículos, a partir del versículo 8, describiendo esta dádiva especial que cada uno recibe,
dice: “a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría”, y luego comienza a usar la expresión: “a otro”. A
partir de la segunda parte del versículo 8 dice: “a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu” (1 Corintios
12:8b). Pasando al versículo 9, en dos ocasiones usa frase “a otro”, diciendo: “a otro, fe por el mismo Espíritu;
y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu” (1 Corintios 12:9). Y, en el versículo 10, en cinco
ocasiones usa la expresión “a otro”, diciendo: “A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento
de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas” (1 Corintios 12:10).
En el versículo 11, concluye diciendo: “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu,
repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (1 Corintios 12:11). Con estas palabras enfáticas y
repetitivas, “a cada uno”, “a este”, y “a otro”, el apóstol Pablo reafirma que todos los creyentes reciben o
recibimos por lo menos un don espiritual para usar según las necesidades específicas que Dios sabe se necesita
cubrir en cada lugar donde se tiene que llevar a cabo la ministración del evangelio, y la salvación de personas.
Eso sí, no es el don que uno quiera o el que más te guste, sino “como él (como Dios) quiere”. Lo que nos debe
quedar claro es que no hay creyente que no esté dotado de algún don espiritual. Usted no puede decir que no
puede hacer nada para la gloria de Dios, pues todos somos dotados de algún don espiritual.
Y aunque todos tengamos cada quien por lo menos un don espiritual, no hay sobrecupo de dones, sino todos los
dones de todos los creyentes, son al mismo tiempo necesarios para lograr que la obra de Dios sea edificada en
cada lugar donde haya una congregación de creyentes. En este caso, son necesarios los dones de todos y “cada
uno” de nosotros que formamos parte de esta amada iglesia. Usted tiene qué descubrir y cultivar el desarrollo
de su don; y aquí estoy junto con otros hermanos para ayudarle a descubrir su don o sus dones espirituales.
La tercera RAZÓN por la que debemos usar el don o los dones espirituales que hemos recibido del
Espíritu Santo, para compartir el evangelio, es:

III.- PORQUE CON LOS DONES HACEMOS EFICAZMENTE NUESTRO MINISTERIO.


Cuando Dios llama a una persona para salvarle de la condenación eterna, al mismo tiempo, idéntico como
ocurre en las instituciones, Dios hace un nombramiento a cada hijo suyo para llevar a cabo una contribución de
trabajo, aunque uno no tenga conocimientos previos acerca de ese trabajo, pero cuando esta persona se
proponga hacer el trabajo que le es encomendado, este lo hará de manera efectiva y eficaz por que Dios le llena
con su Espíritu Santo con las capacidades necesarias.
Esto fue lo que sucedió con los apóstoles, especialmente con Pedro y Juan, quienes, mientras predicaban que no
hay otro nombre bajo el cielo en el cual uno puede ser salvo, sino solamente en el nombre de Jesús, según lo
relata San Lucas, que la gente: “viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y
del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús” (Hechos 4:13).
Cuando alguien intenta imitar con sus propias ideas, imaginaciones, invenciones, innovaciones, la realización
de algo que se supone es para favor de la obra de Dios, sin tener el correspondiente don de Dios, tal proyecto
está destinado al fracaso. No puede ser prosperado por Dios. Pero, cuando Dios provee los dones espirituales
necesarios, hasta la persona que aparentemente no cuenta con el perfil y que nadie lo acredita para ello, su labor
será exitosa en lograr beneficios para la obra de Dios.

La cuarta RAZÓN por la que debemos usar el don o los dones espirituales que hemos recibido del
Espíritu Santo, para compartir el evangelio, es:

IV.- PORQUE CON LOS DONES FORTALECEMOS NUESTRA UNIDAD.


Lamentablemente hay creyentes que piensan como hipotéticamente lo ilustra el apóstol Pablo, quien,
comparando con un cuerpo humano, el uso de los dones, dice que: “Si dijere el pie: Porque no soy mano, no
soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? / Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo,
¿por eso no será del cuerpo?” (1 Corintios 12:15-16). Estas personas piensan que no son parte de la iglesia, y
aunque hayan recibido algún don de Dios, no lo usan para bendecir a otros creyentes, pues no sienten ser parte
de los demás. Estas personas no están conscientes de la necesidad de unidad en la misión de la iglesia.
Hay también quienes piensan que los que actualmente están sirviendo con sus dones en la iglesia y por medio
de ella, son todos los que deben estar al frente del liderazgo de servicio, por lo que los dones y ministerios ya
están completos, y entonces por ello no hay necesidad de uno más, pero la realidad no es así.
A estos dice el apóstol Pablo: “Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído,
¿dónde estaría el olfato?” (1 Corintios 12:17). En toda iglesia como en esta, siempre hay cupo para
complementar los dones y ministerios de los demás creyentes.
A nuestra iglesia, en sentido metafórico, podría estarle faltando el ojo, o el oído. Podría ser usted que no ha
querido hacerse miembro de la iglesia, o que no ha querido usar su don a favor de los demás. Si usted usa su
don o sus dones en los proyectos, planes, y trabajos que tenemos como iglesia, usted estará fortaleciendo
nuestra unidad.
En las iglesias (espero que no estén aquí) también hay personas, que arbitrariamente no aceptan que otros
creyentes cuyas vidas están en orden, ejerzan los dones que han recibido para edificación de la iglesia.
Obviamente, es necesario hacer las cosas “con orden” (cf. 1 Corintios 14:40), pero como explica el apóstol
Pablo en el versículo 21: “Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No
tengo necesidad de vosotros” (1 Corintios 12.21).
Es una realidad que todos nos necesitamos mutuamente, por lo que no podemos excluir arbitrariamente a
otros a quienes Dios les ha concedido algún don, a menos que estén bajo un proceso disciplinario de
restauración. El no rechazar los dones espirituales de otros, es contribuir con la unidad del ministerio de
la iglesia.
Amados hermanos, quienes piensan negativamente: Yo tengo un don, pero no lo voy a compartir en la iglesia;
o que, la iglesia está completa y no necesita el don que yo tengo; o que, no queremos que alguien más venga a
nuestra iglesia a hacer lo que sabemos hacer; no están enfocados en contribuir a la unidad con la que la iglesia
debe realizar su misión. Y, cuando en una iglesia no se usan los dones espirituales, sino cada quien por su
propio esfuerzo humano hace lo que le parece necesario hacer, la iglesia comienza a tener problemas que
evidencian su falta de unidad; pero cuando los dones están activos, la iglesia fortalece su unidad en la
realización de su misión, y entonces hay menos problemas, y más trabajo y resultados.

CONCLUSIÓN:
Amados hermanos, desde que ha existido alguna obra de Dios que llevar a cabo, Dios siempre ha tenido que
proporcionar sus dones para que sus hijos realicemos la tarea correspondiente.
Fue verdad para los israelitas que recién liberados de Egipto pudiesen construir un tabernáculo estando en el
desierto, y sigue siendo verdad para la obra de proclamación del evangelio que ahora llevamos a cabo como
iglesia. Dios siempre provee los dones necesarios, y “cada uno” de nosotros debe haber recibido por lo menos
un don, no para nuestro uso exclusivo, ni para conservarlo sin usarlo, sino para usarlo para la gran comisión que
nos ha sido encomendada.
No hay mejor manera de ser efectivos y eficaces en el cumplimiento de nuestro ministerio si no es mediante el
uso de nuestros dones, pues hacer o intentar hacer algo para la obra de Dios sin sus dones, estaríamos haciendo
cualquier obra humana, menos la de Dios, por lo que sería un fracaso que no lograría alcanzar personas para
salvación, ni cumplir la misión de Dios en general.

Que el poder de Dios nos impulse a no ocultar el don o los dones de Dios que hemos recibido.

También podría gustarte