Está en la página 1de 84

~

ª
u
~
O
rJJ.
O
00
Q)r¡j

.s~
~ ~ ~~
Q)~
Q) ~
.~
I
::;j m
~~
~
-P""'4
'(1)
rtj
'(1)
0<
~
O o
m

~ ~ ~J
Biblioteca de filosofia A J. -R Pérouse.
Michel Foucault, Frédéric Gros
<O Presses Universitaires de France, París, 1996
Traducción: Irene Agoff
<O Todos los derechos de la edición en castellano reservados por
Anlorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7° piso - C1057AAS Bue-
nos Aires
Anlorrortu editores España S.L., C/San Andrés, 28 - 28004 Madrid
www.axnorrortueditores.coxn
La reproducción total o parcial de este libro en forxna idéntica o xno-
dificada por cualquier xnedio xnecánico, electrónico o inforxnático,
incluyendo fotocopia, grabación, digitalización o cualquier sistexna
de alxnacenaxniento y recuperación de inforxnación, no autorizada
por los editores, viola derechos reservados.
Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723
Industria argentina. Made in Argentina
ISBN 978-950-518-371-5
ISBN 2130547443, París, edición original

Gros, Frédéric
Michel Foucault - la ed. - Buenos Aires: Anlorrortu, 2007.
168 p. ; 20x12 cxn. - (Biblioteca de filosofia)
Traducción de: Irene Agoff
ISBN 978-950-518-371-5
1. Filosofia. 1. Agoff, Irene, trad. II. Título
CDD 100

Ixnpreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda,


provincia de Buenos Aires, en junio de 2007.

Tirada de esta edición: 2.000 ejexnplares.

7
Índice general

11 Referencias biográficas
1. Una infancia burguesa y provincial, 11; n. El iti-
nerario obligado del brillante intelectual, 13; IlI.
Los países del Norte, 15; IV. El intelectual parisi-
no, 16; V. País del Sur, 18; VI. El redescubrimiento
de lo político, 19; VII. La expatriación como expe-
riencia, 24.

27 1. La arqueología de las ciencias hUIllanas


1. La locura y la muerte, 27; 1. La historia de la lo-
cura, 27; 2. Una arqueología de la mirada médica,
41; n. La experiencia literaria, 45; 1. La ausencia
de obra, 45; 2. Rayrnond Roussel, 50; nI. El análi-
sis de los discursos, 54; 1. Las redes anónimas del
saber, 55; 2. La muerte del hombre, 58; 3. Las cien-
cias humanas, 64; 4. Historia de una polémica, 65;
5. Las prácticas discursivas, 69.

75 2. Poder y gubernaIllentalidad
1. La voluntad de saber, 75; 1. Los procedimientos
de limitación del discurso, 75; 2. La voluntad de
saber de Aristóteles a Nietzsche, 77; 3. Las prácti-
cas judiciales de la Grecia antigua, 78; 4. El naci-
miento de la investigación en Occidente, 81; II. La
sociedad disciplinaria, 83; 1. Las técnicas de casti-
go, 83; 2. Enigma de la prisión, 85; 3. La investidu-
ra política de los cuerpos, 89; 4. La normalización,

9
91; 5. El panoptismo, 97; 6. Sociedad disciplinaria Referencias biográficas1
y capitalismo, 100; 7. Prisión y delincuencia, 102;
lII. El poder y la ley, 103; 1. La guerra de las razas,
105; 2. El dispositivo de sexualidad, 107; IV. Gu-
bernamentalidades y veridicciones, 111; 1. Guber-
namentalidad de las poblaciones (razón de Estado
y liberalismo), 113; 2. Gubernamentalidad de los
individuos (del poder pastoral a las formas de con-
fesión), 117.
l. Una infancia burguesa y provincial
121 3. Las prácticas de subjetivación
1. El enigma del último Foucault, 121; 1. ¿Un re- Michel Foucault nace el 15 de octubre de 1926
torno al sujeto?, 121; 2. ¿Qué es la Ilustración?, en la ciudad de Poitiers, en una familia burguesa
126; lI. El uso de los placeres, 128; 1. Una historia acomodada de tradición católica. Hay generacio-
de las problematizaciones de experiencia, 128; 2. nes de médicos tanto del lado paterno corno del
Los placeres y el dominio, 132; 3. La conyugaliza- materno. El matrimonio Foucault tendrá tres hi-
ción de los placeres, 140; lII. La inquietud de sí, jos: Francine, la mayor, Paul-Michel y Denys, que
144; IV. El coraje de la verdad, 152; 1. La parrhe-
nace en 1933. La señora Foucault posee en Ven-
sia política: decir verdadero y democracia, 152; 2.
El cinismo o la verdad corno escándalo, 158. deuvre-du-Poitou una bella finca a la que Fou-
cault llegará a acudir gustoso, durante las vaca-
ciones, para escribir sus trabajos. Entre 1930 y
161 Conclusión
1940, Paul-Michel Foucault concurre al liceo
Henri-IV de Poitiers, donde se destaca corno un
alumno brillante. Señalemos que este período
quedó marcado, para él, por el asesinato del can-
ciller Dollfuss (<<mi primera gran impresión de es-
panto en vinculación con la muerte»). En 1936,
tiene trato con niños españoles refugiados. El pe-
queño Foucault sorprende a su entorno al anun-

1 Para Illás inforIllaciones, véanse la «Chronologie» (Dits


et écrits de Michel Foucault, t. 1, París: GalliIllard, 1994,
págs. 13-64) de D. Defert (a quien agradezco taIllbién las
precisiones que tuvo la aIllabilidad de proporcionarIlle) y el
libro de D. Éribon (Michel Foucault, París: FlaIllIllarion,
1989).

10 11
ciar que no será cirujano, sino historiador. En 11. El itinerario obligado del brillante
1940, Paul-Michel ingresa al colegio Saint-Sta- intelectual
nislas, dirigido por frailes de las Escuelas Cristia-
nas, en la ciudad ocupada ahora por los aleTIla- En julio de 1946, Foucault es adTIlitido en la
nes. En 1943 obtiene el bachillerato, yen sep- École NOrlllale Supérieure, lo cual constituía por
tieTIlbre, ya en París, bajo los bOTIlbardeos de los aquellos años una consagración capital para una
aliados, ingresa en el curso preparatorio para la TIlente brillante. En oportunidad de la prueba
École NorTIlale Supérieure de la calle de UlTIl. oral de filosofía, traba conocillliento con Georges
Tras un priTIler fracaso, inicia, taTIlbién en París, CanguilheTIl. Foucault ingresa, pues, por cuatro
el que se desarrolla en el liceo Henri -IV. * Dej a, años en la calle de UlTIl. Es la época de la Libera-
pues, Poitiers y el entorno faTIliliar. El cariño por ción, y los TIlodelos culturales norteaTIlericanos
su TIladre seguirá sieTIlpre vivo, y Foucault (tras cOTIlienzan a iTIlponer un TIlagnetisTIlo que no co-
la TIluerte de su padre en 1959) la visitará a TIle- noce líTIlites. Pero la nueva existencia que tiene
nudo en Vendeuvre, donde en 1982 decidirá COTIl- principio así para Foucault estará TIlarcada por
prar una casa. los sufriTIlientos TIlorales. Su hOTIlosexualidad le
Jean Hyppolite (gran traductor y cOTIlentador genera dolorosos conflictos íntiTIlos. La Francia
de Hegel) enseña. filosofía en el liceo Henri-IV. de posguerra es puritana y TIloralista. Foucault
Sus clases son desluTIlbrantes, el pensaTIliento ín- se TIluestra agresivo, intolerante, insociable. En
tegro de Hegel se despliega ante la TIlirada de los 1948 intentará suicidarse. En la enferlllería de la
fascinados aluTIlnos. La filosofía no se presenta Escuela le asignan una habitación aparte, y Fou-
ya COTIlO un juego fOrlllal, sino que parece COTIlpar- cault pide ser atendido por el profesor Delay, del
tir un destino COTIlún con las angustias y las in- Hospital Psiquiátrico Sainte-Anne. Hacia 1950,
quietudes de la historia. Foucault expresará sieTIl- una TIlarcada inclinación al alcohol lo lleva a ini-
pre su deuda para con ese inlllenso profesor al que, ciar una psicoterapia, TIluy pronto interruTIlpida.
según escribirá en una dedicatoria, le «debe todo». Sin eTIlbargo, cOTIlienza a establecer sólidas aTIlis-
tades con algunos condiscípulos: P. Bourdieu, P.
Veyne, J.-C. Passeron, M. Pinguet, entre otros. Se
hace TIluy aTIligo de L. Althusser, répétiteur* de fi-
losofía, bajo cuya influencia se afiliará al Partido
COTIlunista en 1950 (en el que perTIlanecerá hasta
octubre de 1952). El Partido COTIlunista goza en
* Estos cursos preparatorios (denotninados hypokhagne y
khagne) tienen la finalidad de habilitar el ingreso a las tnás * «Caitnán» en el lenguaje estudiantil: encargado de pre-
itnportantes escuelas universitarias de Francia. (N. de la T.) parar a los candidatos para la agregación. (N. de la T.)

12
13
esa época de un enOrIlle prestigio; es el partido de psiquiátricos. Obtiene un diploTIla en psicopatolo-
los fusilados y de la Resistencia. gía en 1952 y otro en psicología experiTIlental en
Pero estos años son taTIlbién de trabajo. Fou- 1953; pero, sobre todo, acude a los servicios del
cault asiste a los cursos de M. Merleau-Ponty y de profesor Delay, precisaTIlente en TIloTIlentos en
J. Beaufret. Navega entre las dos grandes co- que se inicia la revolución de los neurolépticos.
rrientes filosóficas de posguerra: la fenoTIlenolo- Asiste, por poco tieTIlpo, al seTIlinario de J. Lacan
gía y elTIlarxisTIlo, que el existencialisTIlo se es- en el Hospital Sainte-Anne; visita adeTIlás, con J.
fuerza por reconciliar. En 1948 estalla el caso Verdeaux, aL. Binswanger (este viaje le perTIliti-
Lyssenko: las elecciones políticas se hacen en fun- rá concurrir a un festival de locos en el instituto
ción de los probleTIlas científicos. La separación del psiquiatra R. Kuhn), y se interesa en la inter-
entre ciencias burguesas y ciencias proletarias se pretación de las lálllinas de Rorschach. Su priTIle-
iTIlpone entonces con carácter de irrebatible. Fou- ra pequeña obra aparece en abril de 1954. Bajo el
cault devora los textos de Hegel (sobre el cual es- título de Enfermedad mental y personalidad, lle-
cribe su tesina de filosofia), Husserl, Marx y Hei- va todavía la iTIlpronta delTIlarxisTIlo. Foucault se
degger, sin descuidar por ello la literatura (Sade, TIluestra TIlenos inestable: en TIlayo de 1953, ini-
Kafka, Genet, etc.). Obtiene una licenciatura en cia una relación aTIlorosa con elTIlúsico J. Barra-
psicología en 1947, y en 1951 (tras un priTIler qué, que finalizará con su partida a Suecia.
fracaso que provoca escándalo y que es atribuido
a la adhesión de Foucault al Partido COTIlunista
francés) triunfa en las oposiciones a la cátedra de
Filosofia ante un jurado cOTIlpuesto, entre otros, 111. Los países del Norte
por J. Hyppolite y G. CanguilheTIl.
Entre 1952 y 1955, cuando ya sus años de es- Foucault, en efecto, se instala TIluy pronto en
tudiante han terTIlinado, Foucault ejerce funcio- Uppsala COTIlO profesor auxiliar de francés (otoño
nes de répétiteur en la École N orIllale Supérieure de 1955). Aquí va a conocer a G. DUTIlézil, a quien
y de profesor ayudante de Psicología en la Uni- continuará ligado durante toda su vida. Descubre
versidad de Lille. La psicología acaba de hacer su los archivos de TIledicina de la Biblioteca de U p-
entrada en la Universidad, aun cuando, en la tra- psala, que le perTIliten eTIlprender un largo y
dición de los escritos de Politzer, el psicoanálisis docuTIlentado trabajo sobre la locura en la época
inspira gran desconfianza. Son los años delluTIli- clásica. Suecia aparece por entonces COTIlO un TIlO-
noso descubriTIliento de la obra de Nietzsche y de delo social y un país de gran tolerancia. Es el pe-
las lecturas de Beckett, Bataille, Blanchot, Klos- ríodo del Foucault dandy: conduce un Jaguar y
sowski y Charo En esa TIlisTIla época, Foucault fre- TIluestra SUTIlO eSTIlero en su vestiTIlenta. Da una
cuenta cada vez TIlás asiduaTIlente los círculos serie de cursos TIluy apreciados sobre literatura

15
14
francesa (de Sade a Genet, de Chateaubriand a la editorial Plon publicará Locura y sinrazón
Bernanos). Sus funciones le permiten también (1961). La acogida de los críticos es discreta, pe-
invitar a personalidades del mundo intelectual ro figuras prestigiosas como Barthes, Blanchot,
francés. Recibirá así a Albert Camus, J ean Hyp- Mandrou, Braudel (y pronto, M. Serres) recono-
polite y otros. Entre tanto, viaja frecuentemente cen la Historia de la locura (bajo este título, la
a París: en diciembre de 1955 conoce allí a R. Bar- obra será reeditada, unos afios después, por Ga-
thes, con quien traba amistad; en julio de 1957 llimard) como un gran libro. Foucault compone
descubre, en las estanterías de la Librería José en el mismo impulso El nacimiento de la clínica
Corti, la obra de Raymond Roussel; en mayo de (que aparecerá en 1963), pero su interés parece
.1958 asiste a los acontecimientos políticos que concentrarse cada vez más en la literatura. Escri-
ocurren en París. 'Ibdas estas salidas se producen be en esos momentos numerosos artículos sobre
entre prolongados períodos de trabajo y escritura. Bataille, Klossowski, Laporte, Holderlin, Blan-
En Polonia (nuevo puesto de profesor auxiliar: choto Participa en debates con el equipo de la re-
Foucault trabaja esta vez junto al gaullista Burin vista Tel Quel. Escribe su Raymond Roussel, en-
des Roziers), termina de redactar lo que será lue- tra en el consejo de redacción de la revista Criti-
go la Historia de la locura. Estas extensas pági- que, se apasiona por la pintura, trabaja de nuevo
nas sobre el encierro acaban por inquietar a la po- sobre Nietzsche y conoce, en esta oportunidad, a
licía, que consigue forzar su partida. Tras haber G. Deleuze, de quien se hace amigo. Todos estos
hecho la experiencia del liberalismo sueco, Fou- afios están marcados por una intensa actividad
cault hará la del totalitarismo polaco. Se instala de escritura. Breves estancias en Túnez, donde se
por último en Hamburgo, en la primavera de 1960, reúne con D. Defert, le permiten algunas vacacio-
para terminar su tesis secundaria, y allí es tes- nes. Pero pronto se muestra absorbido por la re-
tigo de la lenta reconstrucción de Alemania. De dacción de un «libro sobre los signos»: se trata-
nuevo en Francia, Foucault reingresa en la uni- rá de Las palabras y las cosas, que aparece en
versidad, esta vez en Clermont-Ferrand, donde abril de 1966. El éxito inmediato de esta obra, que
da cursos de psicología. En octubre conoce a Da- anuncia la «muerte del hombre», promueve a
niel Defert. Foucault a la categoría de adalid de los estructu-
ralistas. Comienza la polémica y contra él se cie-
rran filas que pronto mezclarán a cristianos de iz-
quierda, marxistas y existencialistas, todos los
Iv. El intelectual parisino cuales lo acusarán de antihumanismo reacciona-
rio y de desinterés político nihilista.
En mayo de 1961, Foucault defiende en la Sor-
bona su tesis sobre la locura. Muy poco después,

16 17
V. País del Sur de satisfacer las reivindicaciones urgentes y apla-
car a los espíritus caldeados. Foucault es nOII1-
brado aquí profesor de Filosofía, lo que le signifi-
Pero Foucault, víctima de su éxito, no tarda en ca, por primera vez, la reputación de izquierdista.
asustarse del entusiasmo que ha suscitado y deci- En enero de 1969, la Universidad se opone a las
de instalarse en Túnez para enseftar al fin, por fuerzas del orden que quieren impedir una mani-
primera vez, filosofía. Se quedará allí dos aftos festación con motivo de la proyección de películas
(de septiembre de 1966 a septiembre de 1968), y sobre Mayo del 68. Por último, ante el program.a
aprovechará para escribir La arqueología del sa- de estudios que se ha propuesto (psicoanálisis la-
ber, libro de método que decepcionará por su ari- caniano, sociología marxista, etc.), en enero de
dez teórica. Mas esta época le permite, sobre todo, 1970 el gobierno se niega a otorgar habilitación
efectuar su propia apreciación de los problemas nacional a la licenciatura en filosofía de Vincen-
del poder. Enjunio de 1967 tienen lugar en Túnez nes. Foucault, cansado sin duda de tanta agita-
violentas manifestaciones a causa de la Guerra ción, piensa ya en una nominación al College de
de los Seis Días y se llevan a cabo ataques planea- France, donde J. Vuillemin podría apadrinarlo.
dos contra comerciantes judíos. La Universidad En el mismo momento en que su carrera comien-
de Túnez es foco de una tensión creciente. Fou- za a hacerse internacional (en marzo es invitado
cault apoya a los estudiantes en lucha, comienza a Estados Unidos, en septiembre a Japón), es de-
a leer a Rosa Luxemburgo y al Che Guevara, y signado en el mencionado College. Pronuncia su
pronto, los textos norteamericanos de los Pante- lección inaugural el 2 de diciembre de 1970 (El or-
ras Negras. Pero Túnez representa también para den del discurso). F. Ewald se hará pronto su asis-
él la experiencia del Mediterráneo y del sol, suer- tente. Aquí mismo, Foucault dictará todavía sus
te de respuesta al mandato nietzscheano de ser últimos cursos, dos meses antes de morir. De to-
nuevamente griegos. das formas, el sistema de enseftanza en el College
Foucault atraviesa corno un relámpago el Ma- de France le asegurará, más que alumnos, un pú-
yo del 68 parisino, que sin embargo es visto por
blico.
Maurice Clavel corno la ilustración política de
Las palabras y las cosas. Mas Foucault no lo en-
tenderá nunca corno una esperanza revoluciona-
ria defraudada o corno la expresión objetiva de
VI. El redescubrimiento de lo político
una lucha de clases, sino, en continuidad con sus
primeros trabajos, corno la expresión de voces
Los aftos de la década de 1970 son efervescen-
contestatarias múltiples e irreductibles.
tes. La reputación de Foucault no deja de crecer,
Sin embargo, una nueva universidad experi-
sus m.etas de trabajo se diversifican más y más, y
mental se instala en Francia, en Vincennes, a fin

18 19
sus viajes, intervenciones y actividades de todo cárceles nUIllerosas revueltas (en Nancy y Toul).
tipo se Illultiplican. Publica Vigilar y castigar en Se acusa al GIP de haber provocado estas peligro-
1975 y La voluntad de saber un afio después. sas agitaciones. Foucault lee el abruIllador infor-
PodríaIllos aislar en este torbellino una priIlle- Ille de una psiquiatra de la prisión ~entral (la doc-
ra serie consagrada a la prisión. Sobre una idea tora Édith Rose) en el que se denuncian las tortu-
de D. Defert, en febrero de 1971 Foucault anun- ras aplicadas a los prisioneros. TaIllbién visita la
cia la creación de un Grupo de InforInación sobre prisión de Attica, en Estados Unidos. Yel GIP no
las Prisiones (GIP), cuyo principal objetivo no es tarda en decidir su disolución ante unas estructu-
presentar una teoría de la cárcel, sino recoger las ras de expresión totalIllente controladas por los
experiencias de los presos, darles la palabra para detenidos. Las intervenciones políticas de Fou-
que expongan sus reivindicaciones concretas y cault se dirigen taInbién contra los actos racistas.
hagan conocer sus condiciones de vida. Obsérvese El 27 de octubre de 1971, Djellali BenAli es asesi-
que esta sensibilidad a los probleIllas de las cárce- nado en la Goutte d'Or* por el guardia de un edi-
les se explica aIllpliaIllente por los nUIllerosos ficio, lo que provoca inIllediatos Illotines. Fou-
arrestos de carácter político que tienen lugar en cault protesta contra este asesinato y, en COIllpa-
esa época (en particular, los efectuados a causa ñía de Genet y Sartre, participa en las Illanifesta-
de la prohibición de la Gauche prolétarienne, * a ciones. Junto con Claude Mauriac y otros, dirige
la que D. Defert se había incorporado). El propó- el COIllité Djellali. El 16 de dicieIllbre de 1972, un
sito del GIP es realizar una investigación des- obrero inIlligrante, MohaIllIlled Diab, es asesina-
tinada a denunciar los Illil pequeños vejáIllenes, do en una cOIllisaría de Versailles. Durante una
hUIllillaciones, prohibiciones y repriIllendas que Illanifestación de protesta organizada por ellos
forIllan parte de la vida cotidiana del preso. Al . IllisIllOS, Genet, Mauriac y Foucault son deteni-
poco tieIllpo, se otorga a los prisioneros el derecho dos; Illaltratados por las fuerzas del orden, pasan
de escuchar radio y leer periódicos en sus celdas, parte de la noche encerrados. Fuera de esto, y en
lo cual es interpretado COIllO una victoria del G IP. térIllinos Illás globales, las intervenciones de
Pero este triunfo causa inquietud en el gobierno. Foucault tOIllan por blanco todas las irregulari-
Dos prisioneros tOIllan COIllO rehenes a un guar- dades que se perInite el gobierno en nOIllbre de la
dia y una enferInera y, enfurecidos, los Illatan (ca- seguridad, todas las faltas policiales, que son in-
so Buffet y BonteIllps, de septieIllbre de 1971). IllediataIllente blanqueadas: caso del periodista
Durante el invierno de 1971-1972, estallan en las Alain J aubert, Illaltratado por la policía (Illayo de
* Izquierda Proletaria, organización lllaoísta creada des- . * Barrio situado al norte de París, en el distrito 18°, junto
pués de Mayo del 68, que reunía a jóvenes intelectuales a la elevación de Montlllartre, lllUy frecuentado por pobla-
lllarxistas-leninistas, inspirados en parte por el filósofo ción lllayoritarialllente lllagrebí y del África subsahariana.
Louis Althusser. (N. de la T.) (N. de la T.)

20 21
1971); caso de Christian Riss, abatido por los gar- car y analiza la vida política francesa. En sep-
diens de la paix* (agosto de 1971); asesinato del tieIllbre de 1975, durante una conferencia de
Illilitante Illaoísta Pierre Overney por un agente prensa realizada en el Hotel Torre de Madrid,
de seguridad (febrero de 1972); extradición de participa (junto con J. Daniel, C. Mauriac, Costa-
Klaus Croissant en condiciones dudosas (novieIll- Gavras, J. Lacouture, el R. P. Laudouze e Y. Mon-
bre de 1977); detención irregular de los irlande- tand) en la lectura de un Illanifiesto contra las
ses de Vincennes** (agosto de 1982). Es así COIllO, condenas a Illuerte dictadas por el régiIllen fran-
a un ritIllO incesante, Foucault denuncia en las quista. Durante el verano de 1979, organiza una
columnas de Le Nouvel Observateur o de Libéra- conferencia de prensa sobre los boat-people (ya en
tion los abusos de poder de policías y Estados. novieIllbre de 1978 había participado en la opera-
Participa en la edición de un folleto en favor del ción «Un barco para VietnaIll»),* y acoIllpaña a B.
aborto (octubre de 1973), y reiteradaIllente se Kouchner e Y. Montand en un cOIllité internacio-
pronuncia contra la pena de Illuerte. VeIllos taIll- nal de defensa de los boat-people (cabe destacar,
bién a Foucault tentado por la aIllbición de una ! por últiIllO, sus protestas contra el asesinato de
nueva izquierda. Tras haber tOIllado distancia, en George Jackson en prisión, en agosto de 1971).
1971, de las posturas de los «Illaos» que alenta- En dicieIllbre de 1981, interviene en un cOIllité de
ban la fOrIIl.ación de tribunales populares, lo en- apoyo a los polacos creado por la CFDT (Confede-
contraIllOS en el foro de la «segunda izquierda» or- ración Francesa DeIllocrática del Trabajo), en
ganizado por Le Nouvel Observateur (septieIllbre IllOIllentos en que el gobierno socialista se niega a
de 1977), y en Berlín, en los encuentros «Tunix» condenar el estado de guerra iIllpuesto en Polo-
de la izquierda alternativa (Illarzo de 1978). Sa- nia. Foucault firIlla taIllbién nUIllerosos Illani-
beIllos, por últiIllo, que iniciará una serie de refle- fiestos: por la liberación de V. Borissov, internado
xiones con EdIllond Maire acerca de las estrate- en un hospital psiquiátrico de Leningrado (febre-
gias sindicales. Pero Foucault no se liIllita a criti- ro de 1977); contra la represión de obreros italia-
nos «autonoIllistas» (julio de 1977), etc. Pero su
Illás iIllportante experiencia política en el extran-
* Los «guardianes de la paz» pertenecen al cuerpo de con- jero es, a no dudar, la de Irán, país que recorre
trol y aplicación de la policía nacional francesa. Vestidos de
uniforme o de civil según los casos, participan en misiones en el otoño de 1978, enviado COIllO periodista (en
que incumben a los servicios activos de esa institución. (N. el Illarco de un nuevo estilo creado por el Corriere
de la T.)
** En 1982, tres irlandeses que residían en Vincennes fue- * Operación conducida conjuntamente por él y J.-P. Sar-
ron falsamente acusados de terrorismo por agentes de segu- tre, R. Aron yA. Glucksmann. Todos ellos se presentaron en
ridad de la gendarmería nacional. Liberados por la justicia el Palacio del Elíseo demandando al presidente Giscard
al afio siguiente, el proceso tuvo escandalosas derivaciones, d'Estaing 3.000 visados para los refugiados embarcado:3 en
que se prolongaron a lo largo de dos décadas. (N. de la T.) el L'Ue de Lumiere. Sólo obtuvieron 1.000. (N. de la T.)

22 23
della Sera: la «crónica de ideas»), nrientras se pre- a probleInatizar las prácticas de subjetivación.
paraba la revolución iraní y el derrocanriento del ThrInina de escribir los dos tOInOS de Historia de
Sha. Estudia con entusiasIno los InecanisInos de la sexualidad, centrados en la cultura griega an-
levantaIniento de un pueblo contra la opresión de tigua.
un régiInen policíaco autoritario, en nOInbre de Los úl tiInoS años parecen Inarcados por un
los valores espirituales del islaIn. Pero Inuy pron- afán de apartaIniento y ruptura. Foucault com-
to estos apasionados análisis serán juzgados co- prueba que su éxito le iInpide consagrarse por en-
InO un apoyo incondicional de su parte al Ayatolá. tero a sus investigaciones; al InisIno tieInpo, con-
sidera la posibilidad de abandonar el ejercicio de
la escritura y el espacio cerrado de las bibliotecas,
en las que había pasado larguísiInas horas exhu-
VII. La expatriación corno experiencia Inando archivos y gritos anóniInos, olvidados.
Piensa taInbién en dejar la enseñanza del College
Foucault es regularInente invitado a dar con- e instalarse definitivaInente en Estados Unidos.
ferencias y cursos en el exterior: Brasil, Japón, Muere de sida el 25 de junio de 1984.
Canadá y Estados Unidos (principalInente, Ber-
keley). Mas no se trata de siInples viajes. Fou-
cault tiene con los países extranjeros una relación
específica. Cabe observar, ante todo, que sieInpre
Inantuvo el proyecto de instalarse fuera de Fran-
cia. Si continúa enseñando en este país es, sin
duda, especialInente para perInanecer junto a D.
Defert. Foucault vivía esos viajes COInO liberacio-
nes salvadoras y COInO experiencias totales. En
cada uno de ellos intentaba cOInproIneterse con
las cuestiones políticas o culturales de los países
visitados. Nunca se conform.aba con dar conferen-
cias aquí o allá, sino que se involucraba con la
realidad concreta de cada lugar: en Brasil apoya
a la oposición deInocrática; en Japón experiInen-
ta los líInites de la racionalidad occidental; en la
costa californiana descubre una diversidad de co-
Inunidades (vegetarianas, hOInosexuales, etc.) y
la organización de contraculturas que lo inducen

24 25
1. La arqueología de las ciencias
hum.anas

I. La locura y la Illuerte

PodríaInos establecer tres grandes ejes en la


fOrInación intelectual del joven Foucault. Encon-
traríaInOS priInero la filosofía, que constituyó du-
rante Inucho tieInpo su identidad universitaria.
Sin eInbargo, antes de adentrarse en esta disci-
plina, Foucault Inanifestó durante un prolongado
período un fuerte apego por la historia. Ala larga,
se hace conocer priInero COInO especialista en
ciencias humanas y, de Inodo particular, en psico-
logía. De esta diversidad en su forInación iba a
surgir un día el proyecto de escribir una historia
filosófica de las ciencias del hombre.

1. La historia de la locura. 1 A) La locura


corno terna imaginario. La historia cOInienza a fi-
nes de la Edad Media, en el InOInento en que de-
saparece la lepra. Subsistirán tan sólo vastas ex-
tensiones abandonadas en las que otrora había
sido encerrado el Ina!. Grandes espacios vacíos,

1 Histoire de la folie a l'age classique, París: Gallirnard,


«Te!», 1972 [edición castellana (de la que se han tornado to-
das las referencias): Historia de la locura en la época clási-
ca, ts. 1 y n, México: Fondo de Cultura Económica, 1967].

27
habitados todavía por el miedo y propiciados por Empero, en el Renacimiento, la violencia de
una práctica inmemorial: excluir para curar. Pero esta experiencia trágica de la locura parece que-
con esta primera evocación de los leprosarios des- dar mitigada tras una distinta presentación de
mantelados, saturados aún de valores de exclu- esta: la que adquiere ahora en las Letras (locura
sión, se trata apenas de indicar un destino lejano enlazada no ya a la imagen, sino al lenguaje). En
de la locura (págs. 13-8). Para el Renacimiento, la el humanismo de aquel Erasmo que escribe un
locura no es cosa que se esconda: es lo que circula. Elogio de la locura o en el pensamiento escéptico
Gran lugar simbólico de la locura: la Nave de los de Montaigne, la locura no está dada en relación
locos (composición literaria y pictórica referida a con un mundo para el que se sueñan metamorfo-
una práctica real),2 en la cual el loco es imaginado sis fabulosas, sino desde una relación con la ra-
corno ser del tránsito (págs. 21-8). Mas esta exis- zón. Ahora sólo es considerada en términos de un
tencia errante del loco no es signo de una simple y conflicto del hombre consigo mismo. He aquí la
divertida tolerancia. La locura despierta temor y lección de la sabiduría: no hay razón razonable
se nutre incluso de todos los grandes miedos que 11 sin un grano de locura. Si bien es cierto que, en
durante la Edad Media inspiraba la figura de la esa aceptación moderada de cierta presencia de
muerte. Foucault evalúa la capacidad de la locu- la locura en el ejercicio de la razón (experiencia
ra de causar inquietud por su presencia insisten- crítica), lo insensato ha perdido buena parte de
te en los cuadros de Bosch o de Brueghel, pues la sus prestigios imaginarios, la locura sigue encla-
profundidad de la experiencia renaciente .de la vada en un debate continuo con la razón (págs.
locura se despliega en la Imagen. Se explica así lo 49-67).
que ella representó por entonces: angustia de un Si Descartes, un día, lanzado en sus Medita-
crepúsculo de los mundos, amenaza de invasión ciones a una empresa racional de duda radical
por trasmundos terroríficos. En el delirio del loco (conducida con la esperanza de hallar por fin una.
se libera el anuncio del caos (<<el gran sabbat de la verdad primera y cierta), excluye la posibilidad
naturaleza», pág. 40). La locura es entonces una de la locura, será porque la Razón clásica se ha
obsesión imaginaria: el loco es el heraldo de esos negado a compartir con ella su destino. Signo de
otros mundos pesadillescos cuya invasión cerca- otra época y de otra experiencia: a los locos ya no
na y cuyo peligro inminente él anuncia. El Rena- se los embarca, se los encierra (págs. 75-9).3
cimiento hace una experiencia cósmica de la locu-
ra, que será ocultada después durante largo tiem-
po, hasta estallar en los dibujos de Gaya y en las 3 Esta articulación inlllediata del enunciado de Desearles:
telas de Van Gogh (págs. 46-51). «Pero qué, ¡si son locos!», con el encierro de los hOlllbres de
Sinrazón en el Hospital General será problematizada por J.
2 Para librarse de los locos que deambulaban por las ciu- Derrida (cf. «Cogito et histoire de la folie», reproducido en
dades, los ayuntalllientos los confiaban a barqueros. L'écriture et la différence, París: Seuil, 1967, págs. 51-97).

28 29
1
il
.'

1.,
B) La locura encerrada. Foucault aprecia el hom.bres dem.asiado dispendiosos, profanadores,
decreto de fundación del Hospital General de
1656 com.o «la estructura m.ás visible en la expe-
I libertinos, licenciosos (capítulo «El m.undo correc-
cional»). Toda esta población encerrada (cuyas
riencia clásica de la locura» (pág. 80). Para nues- Ir figuras son tan diversas para nosotros: ¿qué tie-
tro autor,~1.~:i.g12~.l i1!y'entª_~l~ªp.ª~:i<?de ~I11ter­ nen en com.ún, para nuestra sensibilidad m.oder-
nación:
'..,,..-........ ...........
~ _~
pronto, todos los vagabundos, desem.plea-
dos, ociosos, m.endigos, pobres y locos errantes
I na, un desocupado y un libertino, un m.endigo y
un brujo, un sodom.ita y un pobre?) posee, para
acabarán encerrados (el 1% de la población pari- Foucault, la coherencia unitaria de un m.undo:
siense). Esta nueva práctica de encierro a total m.undo de la Sinrazón,4 indicador de una región
discreción de las autoridades públicas será anali- de desorden de la conducta, de inadaptación a los
zada por Foucault desde la perspectiva de la sen- valores de la fam.ilia, la religión y la sociedad bur-
sibilidad que tal práctica supone (capítulo «El guesa; m.undo tan uniform.e para la percepción
gran encierro»). La exigencia de internación indi- clásica com.o para quedar inserto en la unidad
ca, en prim.er lugar, que la Pobreza ha cam.biado m.onótona de una práctica m.asiva de encierro. Y
de sentido: ya no rem.ite a la experiencia de lo sa- entre todos esos «provocadores de disturbios» en-
grado que justificaba antes su presencia (el pobre contram.os tam.bién a los insensatos. La locura
com.o personaje erístico), sino a un problem.a de (hasta entonces, sim.ple tem.a de variaciones im.a-
control social. Por otra parte, el encierro de las I ginarias), encerrada y obligada a callarse, co-
poblaciones m.arginales encubre un propósito de I
m.ienza a anudar oscuros parentescos con las fi-
reabsorción artificial del desem.pleo, así com.o de guras de estos «trastornados» y adquiere, poco a
los peligros sociales que este representa. Pero ta- poco, esa identidad consistente desde la cual nos
les lugares de internación lo eran tam.bién de un habla todavía hoy. Las grandes transgresiones
trabajo obligatorio cuyos efectos en la m.oralidad (sodom.ía, blasfem.ia, etc.), percibidas durante lar-
del internado se daban por descontados. Por úl- go tiem.po com.o ataques a lo sagrado y, por ello
tim.o, estos grandes establecim.ientos de encierro m.ism.o, secretam.ente exaltadas, a la vez que se-
realizaban la utopía burguesa de sum.isión forzo- veram.ente castigadas, en la época clásica sólo
sa a las leyes del Bien en «estas prisiones del or- son vistas com.o ataques al orden m.oral de la so-
den m.oral» (pág. 122). ~ªJQ.~!~.2- apresada en los ciedad y la fam.ilia. Y el propio loco, inm.erso en
anillos que circundan el gran problem.a de~...Q: este m.undo de la Sinrazón, em.pieza a ser consi-
\ ~~~,:za,"y:lª"p:1ª~giP.:~lt4ª,ª, deja de ser percibida co-
l m.o sim.ple trascendencia im.aginariá: ha pasado a
4 Foucault entiende por Sinrazón lo que la conciencia m.o-
lser una cuestión de orden público.
Áckrnás·ae·v:-ag~bundos y m:i~-~rables, en esos ral del siglo XVII rechaza por ser contrario a sus valores. Lo
que hoy denOlninam.os «enferm.edad m.ental» form.aba parte
corredores som.bríos no tardarem.os en encontrar de ella, pero entre m.uchos otros «defectos» estigm.atizados.

30 31
derado tan sólo desde una percepción Illoral: la lo- cura en su verdad de enferIlledad Illental. Esta
percepción es deudora (adeIllás de la influencia
cura provoca escándalo, perturba el orden públi-
co, es la vergüenza de la faIllilia, fOrIlla texto con de la cultura árabe) de una vieja tradición ins-
una sexualidad anorIllal. Todas estas grandes cripta en el derecho canónico (y ya en el derecho
rOIllano), según el cual sólo un Illédico tiene auto-
síntesis de la locura con la culpabilidad, con la
ridad para juzgar el estado de locura de un indivi-
sexualidad faIlliliar, y que la psicopatología va a
duo. Esta vieja conciencia jurídico-Illédica de la
presentar COIllO verdades naturales, se fueron
locura (que deterIllina si talo cual es un sujeto de
forIllando lentaIllente entre los Illuros del inter-
derecho) coincide, para la época clásica, con una
naIlliento, en IllOIllentos en que la locura dejaba
nueva conciencia social, que identifica al indivi-
de ser pesadilla cósIllica de nuestros iIllaginarios
duo según su adecuación o inadecuación a las
para convertirse en objeto vergonzante de nues-
nOrIllas Illorales.
tras escandalizadas conciencias Illorales. Se pa-
sa, entonces, a entender que para hundirse en la
C) La locura como delirio. Hasta aquí, Fou-
locura hay que haberlo querido, oscuraIllente sin
cault ha intentado apreciar la percepción de la lo-
duda. Esta percepción de un loco responsable de
cura analizando la práctica Illasiva del encierro,
su locura conecta en secreto la época clásica con
que perIllitió deterIllinar su identidad a partir de
otra que es su exacta inversión: la de una bestiali-
una conciencia Illoral y culpabilizadora. En una
dad del loco (capítulo «Los insensatos»).
segunda parte, eIllprende el estudio de los textos
En el aspecto de las prácticas, preciso es apun-
(Illédicos o filosóficos) que intentan establecer pa-
tar que, para Foucault, el trataIlliento social de la
locura no se asocia con ningún proyecto terapéu- ra ella una naturaleza. Esta aprehensión teórica
de la locura coincide con la serie de gestos sociales
tico: al exaIllinar los gestos concretos que definen
al loco, se advierte que, en el siglo clásico, este es que asedian a los locos. La época clásica encierra
al loco y, por otro lado, estudia la naturaleza de la
objeto de una aprehensión básicaIllente Illoral y
locura, pero sin que estas dos experiencias se co-
social (es visto COIllO provocador de disturbios).
necten entre sí de Illanera directa. Es en el trans-
Su encierro no es presentiIniento de su interna-
curso de este segundo estudio de los textos sobre
ción terapéutica. Foucault reconoce, sin eIllbargo
la locura donde la experiencia clásica, cOIllún a la
(capítulo «Experiencias de la locura»), la existen-
práctica y a la teoría, va a revelarse en toda su
cia de estructuras Illédicas de aIllparo siIllultá-
profundidad.
neaIllente con los espacios de puro encierro, COIllO
Lo que llaIlla la atención en todos los textos
el Hospital General. Es así COIllO el Hótel-Dieu
clásicos consagrados a la locura es su carácter
reserva cierta cantidad de plazas para los locos.
contradictorio, la absoluta vaguedad con que la
Pero tal percepción Illédica no debe tenerse por
caracterizan (capítulos «El loco en el jardín de las
signo de la progresiva tOIlla de conciencia de la 10-

33
32
especies» y «Los rostros de la locura»). Para expli- tructura de lenguaje. Pues el loco razona, pero
car esta impotencia, podría alegarse el desconoci- fundándose en quimeras. El loco utiliza las for-
miento de los teóricos clásicos, enredados en sus mas claras del lenguaje, pero para que estallen
prejuicios, acerca del verdadero ser de la locura. en ellas las visiones irreales del sueño. Las es-
Pero la debilidad de las descripciones y la penna- tructuras luminosas del lenguaje se conjugan con
nente vacilación de las definiciones fueron vistas las imágenes surgidas de las noches más oscuras,
por Foucault como algo más que el efecto negati- y para la época clásica la locura es precisamente
vo de una ignorancia retrospectivamente supues- esto: «Uniendo la visión y la ceguera, la imagen y
ta: en esa vaguedad se expresa toda la experien- el juicio, el fantasma y el lenguaje, el sueño y la
cia clásica de la locura. vigilia, el día y la noche, la locura en el fondo no es
En ~l momento en que la medicina clásica in- nada. Pero esa nada tiene, paradójicamente, la
tenta explicarla, el curso de la reflexión médica función de manifestarla, hacerla estallar en sig-
está entrampado en un extraño remolino. Las nos, en palabras, en gestos» (pág. 378). Mientras
causas de la locura son múltiples, inasequibles: que todo el Renacimiento había vivido la expe-
las denominadas «próximas» se concentran, claro riencia de una locura que hablaba de otros mun-
está, en las alteraciones cerebrales, pero las cau- dos (experiencia cósmica), para la época clásica,
sas «lejanas» pueden abarcarlo todo, desde el más lo que la locura presenta es la nada del Ser (expe-
ligero incidente de la vida personal hasta ínfimas riencia ontológica), una pura ausencia manifes-
perturbaciones climáticas. Estas dos series de tada (he aquí la ceguera: ver que no se ve nada).
causas colaboran en el desarreglo único de las pa- Empero, si para los clásicos la locura no dice otra
siones. Ahora bien, estas últimas son para la locu- cosa que la nada incontrovertible del Ser, se co:m.-
ra una forma de expresión primaria: una pasión prende que todas las definiciones teóricas que
un tanto intensa no indica otra cosa que un esta- pretenden acotarla deban ser aspiradas por ellla-
do leve de locura. Y donde la edad clásica creerá mado de ese vacío central: inmenso y arre:rno-
hallar el secreto de esta última será en el estado linado vals de clasificaciones nosológicas y des-
paroxístico del delirio. Foucault toma el ejemplo cripciones contradictorias. Si la naturaleza de la
siguiente (pág. 363): aquel que se cree muerto no locura parece escapar una y otra vez a los teóri-
está verdaderamente loco, se trata sólo de una cos, no es porque estos no conozcan suficiente-
falsa creencia que puede manifestarse en los sue- mente lo que ella es, sino porque responden se-
ños del hombre más sano; pero aquel que, por cretamente al mandato de una época en la que se
creerse muerto, se niega a comer y urde, a fin de repite que la locura no es nada.
justificarse, largas peroratas referidas a que los
muertos no comen, ese sí está cabalmente loco. Lo D) La locura en el asilo. Esta experiencia onto-
que determina a la locura es, por lo tanto, una es- lógica de la locura quedará pronto enterrada, por

34 35
lo cual se hará dificil cOIllprender lo que significó Illiento de los instintos, confusión de sexo y Illuer-
la Sinrazón para todo el siglo clásico. 5 En la ter- te en la infinita presunción del deseo hUIllano. El
cera parte de su obra, Foucault describe las con- Illarqués de Sade es el testigo Illás cáustico de es-
diciones que, entre la segunda Illitad del siglo ta conversión en el Illodo de iIllaginar la locura.
XVIII y los priIlleros afios del XIX, dieron paso a De este repliegue de su sentido hacia contenidos
una experiencia antropológica de la locura: época vagaIllente hUIllanos darán taIllbién testiIllonio
en la cual quizá todavía estaIllos inIllersos y que las disertaciones antropológicas de finales del si-
ya no ve en la locura el aIllbiguo reláIllpago de glo XVIII, que constituyen una suerte de contra-
una ausencia de Ser, sino la alteración de faculta- punto de las Ciento veinte jornadas de Sade. Pa-
des propiaIllente hUIllanas, la alienación de una ralelaIllente a este Illayúsculo recelo iIllaginario,
verdad antropológica. crece el obsesivo teIllor a una locura percibida co-
HabíaIllos dej ado al loco Illezclado con toda IllO el reverso de una civilización que, a fuerza de
una población de provocadores de disturbios y refinaIllientos, ha perdido su verdadera natura-
siendo objeto de una percepción esencialIllente leza. Mientras que el siglo XVII se inclinaba a ver
Illoral, sin nada que pudiera asociarse con inquie- en el loco la Illarca de una aniIllalidad culpable, el
tud Illédica alguna. Con todo, Foucault observa siglo XVIII presiente en la locura la consecuencia
que a Illediados del siglo XVIII se produce un sur- de una historia que aparta al hOIllbre de su ver-
giIlliento del Illédico entre las Illurallas del inter- dad inIllediata. TaIllbién aquí hay nada Illás que
naIniento. No se trata -¡por fin!- de atender al teIllas iIllaginarios y contenidos teóricos. Es so-
loco súbitaIllente identificado COIllO enferIllo: el bre todo en el espacio IllisIllO del encierro donde el
Illiedo a una epideIllia (fantasIlla de IlliasIllas loco cOIllienza a adquirir una especificidad que
pútridos que no tardarían en invadir la ciudad) lo aleja de todos aquellos descarriados, de todos
exige su presencia (capítulo «El gran Illiedo»). aquellos Illiserables, con los que hasta allí había
HistóricaIllente, pues, el priIller contacto de la lo- cOIllpartido un destino de Sinrazón. Signo Illayor
cura con el Illundo Illédico no respondió al interés de este distingo es la apertura, a Illediados del si-
de prestarle ayuda, sino al apreIllio del terror: no glo XVIII, de una serie de estableciIllientos desti-
se convocó al Illédico para curar al loco, se lo con- nados a recibir exclusivaIllente a los insensatos.
vocó para proteger a los deIllás. La locura recobra Este aislaIlliento tiene valor político: los hijos
entonces sus viejos prestigios iIllaginarios, pero pródigos, libertinos y otros librepensadores ence-
algo ha call1biado: ya no se la iIllagina COIllO un rrados son vistos ahora COIllO víctiIllas de un or-
peligro de otro Illundo, sino COIllO desencadena- den Illonárquico tiránico. La gran unidad de la
Sinrazón se deshace: ya no se soporta verlos equi-
5 El segundo sentido de Sinrazón es (según su aspecto InO-
parados a unos pobres locos, que pronto serán
ral) el de vacío, el de ausencia de la Razón. puestos aparte porque su presencia es franca-

36 37
mente humillante para los demás. Por otro lado, quiatras, de que la verdad de la locura era ser
toda una reflexión económica y social concluye en una enfermedad. La locura no conquistó entonces
la absurdidad de un encuadramiento de la mise- su libertad porque dejó de estar secuestrada en
ria por el encierro (sólo los pobres enfermos debe- sórdidas prisiones, sino porque fue atendida por
rán ser objeto de medidas públicas). Privado de fin en espacios dispuestos específicamente para
sus lazos con el mundo de la miseria y el del cri- ella. Según Foucault, desde el siglo XIX en ade-
men moral, a finales del siglo XVIII el loco se en- lante, toda la historia de la locura debe ser enten-
cuentra liberado, por fin; con miras a una percep- dida corno el acondicionamiento en su derredor
ción nueva. La Revolución Francesa no tarda en de un dispositivo de captura: se la inmoviliza de
suprimir todas las medidas de encierro arbitra- entrada en una identidad médica que le es im-
rio, que considera símbolos de un despotismo su- puesta, y lo único que cambia es el sentido del in-
perado. Estas medidas no concernirán a los locos, ternamiento (ya no se la encierra para corregirla,
para los cuales se intenta acondicionar un espa- sino para atenderla). Esta alienación de la locura
cio específico. Lo que Foucault estudia (capítulo en una estructura objetivadora es descubierta
«Del buen uso de la libertad») son las estructuras por Foucault en los relatos médicos de comienzos
de este reacondicionamiento, a partir del cual del siglo XIX. Toda la operación «terapéutica» de
pronto podrá expresarse una nueva experiencia: esos primeros asilos (lo que se denominará trata-
progresiva medicalización del espacio de interna- miento «moral» de las pasiones, que se estudia en
miento, captura de la locura bajo las especies de el capítulo «Nacinüento del asilo») consiste, para
la objetividad de la mirada científica, síntesis no- Foucault, en una culpabilización. A este objetivo
vedosa que anuda locura y crimen al plantear el apuntan las técnicas de la Amenaza, de la Humi-
problema de la responsabilidad. El minucioso es- llación, del Juicio, de la Vigilancia: para que el 10-
tudio de los textos médicos y políticos aparecidos co deje de presentar comportamientos delirantes,
en la década de 1790 lleva a una conclusión úni- se intenta provocar en él un estado de sufrimien-
ca: por más que la psiquiatría siga asignándose to (en el momento de aparecer esos comporta-
corno fecha de nacimiento el momento en que Pi- mientos) que lo mueva a abandonarlos. Esta divi-
nel suelta a los locos de sus antiguas cadenas, la sión entre locura y razón, que la época clásica im-
Revolución no ha liberado a la locura. Más bien la puso trazando las fronteras exteriores del encie-
ha medicalizado, lo cual significa que la ha ence-. rro, las técnicas psicológicas modernas pretenden
rrado en una definición médica, unívoca, donde la restablecerla como distancia interior entre el loco
locura no halla más verdad que la que le asigna la y él mismo. El loco ya no será el exiliado, aquel a
mirada objetivadora del Otro (el médico). Ajuicio quien se empuja hacia los márgenes de nuestras
de Foucault, no hubo ningún descubrimiento sú- ciudades, sino aquel a quien se vuelve extraño
bito e iluminador, por parte de filantrópicos psi- para sí mismo culpabilizándolo por ser quien es.

38 39
El loco debería terminar sintiendo su propia locu- él IllisIllO COIllO objeto científico. Si cOIllenzó a
ra COIllO una falta. edificarse una ciencia del hOIllbre, fue desde una
experiencia antropológica de la locura.
E) Nacimiento de la psicología. Las últiIllas Las ciencias del hOIllbre se apoyan sieIllpre,
páginas de la gran tesis de Foucault están, sin para constituirse, en experiencias negativas: a
duda, entre las Illás bellas, y taIllbién Illás enig- partir del estudio de la afasia se construye una
Illáticas, de su obra. En el IllOIllento de precisar el ciencia del lenguaje; a partir del exaIllen de las
destino de la locura para el siglo XIX, Foucault aIllnesias se escribe una psicología de la IlleIllO-
cOIllPrueba que, finalIllente, ha escrito la historia ria; a partir del análisis del suicidio se edifica una
de lo que hizo posible la aparición InisIlla de una sociología, etc. Es COIllO si las ciencias hUIllanas,
psicología. Este es el punto que habría que COIll- sean cuales fueren, no pudieran enunciar verda-
prender ahora: el Illodo en que el naciIniento de la des positivas sino sobre el fondo de experiencias
psicología viene a inscribirse en el relato de la ex- en las que precisaIllente se expresa la pérdida de
periencia Illoderna de la locura. Experiencia IllO- las verdades del hOIllbre. Extraña lección, y difícil
derna de la locura que llaIllareIllos antropológica: adeIllás, la que cierra la Historia de la locura. Su
en el sentido de que ya no es captada en una di- propósito es Illostrar la dependencia histórica de
Illensión cósIllica (RenaciIlliento), ni sigue siendo las ciencias psicológicas respecto de una experien-
la Illarca negativa de una Razón desaparecida cia de locura. No es entonces la ciencia psicológi-
(época clásica), sino en el de que se ha convertido ca la que podría explicar la locura, descubrir su
en un revelador de verdades humanas. Lo que la sentido ÚltiIllO; en realidad, es la experiencia IllO-
locura expresa es el naufragio de los atributos hu- derna de la locura la que obra COIllO condición pa-
Illanos, el desorden de un lenguaje venido a pique ra la aparición histórica de las psicologías. Pero la
y de un cOIllportaIlliento desvirtuado (pérdida del revelación de esta dependencia vale inIllediata-
uso nOrInal de la palabra, perturbación del senti- Illente COIllO crítica: pues, ¿CÓIllO pretenderá una
do teIllporal, espacial, etc.). Pero no se trata sola- ciencia enunciar verdades positivas sobre el hom-
Illente de decir que la locura ha adquirido, por fin, bre, cuando saca su relativa claridad de la noche
un rostro humano (esta era ya la tesis de Fou- de la locura, donde toda verdad se pierde? ¿Qué
cault en Enfermedad mental y personalidad, y es valen, entonces, esas verdades positivas sobre el
la tesis de toda la psiquiatría positiva del siglo hOIllbre que sólo adquieren su sentido últiIllo des-
XIX). Hay que ir aún Illás lejos y enfrentarse con de una experiencia de desIlloronaIlliento de toda
un pensaIlliento cOIllplejo. Foucault trata de de- verdad?
cirnos que esta relación histórica con la locura
fue, precisaIllente, lo que le perIllitió al hOIllbre 2. Una arqueología de la IDirada IDédica.
aprehenderse a sí IllisIllO COIllO verdad, tOIllarse El interrogante planteado por Historia de la locu-

40 41
ra era el siguiente: ¿en qué momento adquirió la nes individuales. Otro factor de desarreglo en la
locura el sentido de enfermedad mental? El naci- esencia natural de las enfermedades era el hospi-
miento de la clínica 6 torna corno punto de partida tal, espacio de confusión en el que las enfermeda-
otra interrogación, pero ya veremos hasta qué des terminaban por perder su identidad ideal.
punto la respuesta que da sigue estando próxima La Revolución Francesa va a sacudir profun-
al primer gran trabajo de Foucault: ¿cómo expli- damente estas estructuras, al proclamar por do-
carse el surgimiento de la mirada clínica, de ese quier la exigencia de una libertad de la que se es-
vistazo que escruta los volúmenes del cuerpo pa- peran efectos superlativos: se suprimen entonces
ra descubrir en este las formas del mal? Foucault los hospitales, las corporaciones de médicos y las
nos lo advierte ya en las primeras líneas: «Este li- facultades (capítulo «El campo libre»). Pero la
bro trata del espacio, del lenguaje y de la muerte; nueva política asistencial tarda en instalarse y es
trata de la mirada» (pág. 1). Pues bien: ¿cómo fue así corno, en medio de ese vacío institucional cu-
que esta mirada clínica nueva, la que el médico yos desastrosos efectos no se hacen esperar, len-
del siglo XIX dirige al cuerpo del enfermo, se tamente se organiza un nuevo espacio: un nuevo
constituyó a partir de un espacio, de un juego de hospital, un lugar al que acuden a entremezclar-
lenguaje, del examen de cuerpos muertos, del es- se aprendizaje, enseñanza, observación y práctica
tudio de cadáveres? médica directa. Es la primera vez que la verdad
Para comprender el surgimiento de la mirada médica surge en el punto de encuentro del discur-
clínica (capítulo «Espacios y clases») en su dimen- so pedagógico y la intervención terapéutica direc-
sión de ruptura, Foucault empieza por situar la ta (capítulo «La lección de los hospitales»).
estructura del examen médico tal corno era aún Esta nueva experiencia de un espectáculo de
en el siglo XVIII. Reinaba entonces la «medicina la enfermedad que es preciso traducir de inme-
de las especies», para la cual cada enfermedad diato en conceptos médicos, pronto se lanza a la
constituía una entidad ideal cuyo lugar se halla- búsqueda de estructuras de lenguaje con las que
ba cuidadosamente establecido dentro de un vas- expresarse (capítulo «Signos y casos»). Había que
to y ordenado cuadro. El enfermo era percibido encontrar un lenguaje que no se apoyara, corno la
entonces corno lugar singular de desarrollo para vieja medicina, en clasificaciones esotéricas, sino
una enfermedad pura y esencial, cuyo curso regu- que pudiera articularse directamente sobre el es-
lar y natural podía ser alterado por las complexio- pectáculo visible del mal: la gramática de Condi-
llac suministraba el modelo soñado de una sinta-
6 Naissance de la clinique, París: PUF, 1963, disponible xis cuyas formas se ajustaban perfectamente a
actualmente en la colección «Quadrige» (texto revisado por las de lo visible. Por otra parte, el cálculo de La-
Foucault en 1972) [edición castellana (de la que se han to-
mado todas las referencias): El nacimiento de la clínica. Una
place permite entender al enfermo como caso
arqueología de la mirada médica, México: Siglo XXI, 1966]. analizable de una serie. En definitiva, todo el len-

42 43
guaje clínico tennina por adaptarse a las exigen- prohibía sobre el individuo el discurso científico,
cias míticas de una descripción exhaustiva (capí- ha sido apartada cuando, en el lenguaje, la muer-
tulo «Ver, saber»): el ojo hablador del médico, al te ha encontrado el lugar de su concepto» (pág.
mismo tiempo que recorre los contornos del pai- 242). Desde ese mOlllento, la conclusión de El na-
saje patológico, los dice en un discurso. Pero este cimiento de la clínica puede hacer eco a la de
acuerdo entre la mirada y el discurso iba a cono- Historia de la locura: «El hombre occidental no
cer una última transformación con la anatomía ha podido constituirse a sus propios ojos como ob-
patológica de Bichat (capítulo «Abrid algunos ca- jeto de ciencia, no se ha tomado en el interior de
dáveres»). La nueva clínica del siglo XIX inaugu- su lenguaje y no se ha dado en él y por él una exis-
ra un pensamiento del tejido: ahora, ellllal ya no tencia discursiva, sino en la apertura de su pro-
se deja asir por una mirada de superficie (sosteni- pia supresión: de la experiencia de la Sinrazón
da siempre por fonnas verbales). Se anuda en al- han nacido todas las psicologías y la posibilidad
teraciones tisulares internas y, como tales, invisi- misma de la psicología; de la integración de la
bles (de ahí la nueva iInportancia del tacto con las muerte en el pensaIniento lllédico ha nacido una
palpaciones, y del oído con el estetoscopio). Pero medicina que se da como ciencia del individuo»
sólo la apertura del cadáver y el exalllen directo de (pág. 276). HistóricaIIlente, las ciencias humanas
los tejidos sacados a la luz permitirán hacer visible hallaron sus condiciones de aparición en expe-
la verdad dellllal (capítulo «Lo invisible visible»). riencias en las que el hombre atravesaba la prue-
Pues la descolllposición del cadáver, para Bichat, ba de su desaparición. Las verdades positivas de
obra como una analítica espontánea de la enfer- las ciencias del hombre se asientan sobre puntos
llledad: la putrefacción del cuerpo llluerto, en su de desmoronaIniento.
avance, traza el call1ino de la verdad médica para
el ojo atento del anatomista.
Se comprende entonces hasta qué punto la mi-
rada clínica se deja infonnar esta vez por la expe- 11. La experiencia literaria
riencia de la muerte, al tiempo que las psicologías
encuentran sus condiciones de nacim.iento en la 1. La ausencia de obra. Curiosamente, el
experiencia de la locura. La medicina clínica vie- modelo de estas experiencias, en las que las cien-
ne a ser pensada C01ll0 ciencia del individuo, pero cias humanas encuentran simultáneamente su
Foucault nos hace entender de qué modo, con la espacio de emergencia histórica y su punto de
orden terminante de Bichat (<<¡Abrid algunos ca- desmoronamiento teórico, iba a ser hallado por
dáveres!»), la enunciación de una verdad sobre el Foucault en esa práctica de escritura que él ten-
hombre no puede establecerse sino desde la luz drá por constitutiva de la «literatura». Como Sar-
fría de la muerte: «La vieja ley aristotélica, que tre, Foucault formula nuevamente la pregunta:

44
45
«¿Qué es la literatura?»; e intenta responder Ill.e- (retorno de mises, en la Odisea, tras el m.ás largo
diante una serie de artículos, cOIll.puestos todos de los exilios), o del cum.plim.iento de una proIll.e-
entre 1961 y 1966 (y reunidos en el tOIll.O I de Dits sa priIll.era (forID.a profética de la novela), o de un
et écrits).7 Podría decirse que la literatura repre- reencuentro con el origen (Proust descubriendo
senta para Foucault un ser de lenguaje. Pero este en las últiIll.as páginas de En busca del tiempo
ser de lenguaje no puede ser definido por concep- perdido la posibilidad de escribirla). En la prácti-
tos, pues no es un objeto teórico. Indica Ill.ás bien ca conteIll.poránea de la escritura, los círculos del
la oquedad activa de una experiencia: experien- tiempo están desanudados: ahora, escribir ofrece
cia de la escritura. Esta es la razón por la que, pa- una distancia (págs. 263-7, 273-6, 280-1), s~ co-
ra pensarla, Foucault echará Ill.ano a una serie de necta con un afuera (págs. 521-6, 537-8). Em.pero,
iIll.ágenes, antes que a deterID.inaciones nociona- el espacio ofrecido por el m.oviIll.iento de escribir
les precisas. La priIll.era de estas iIll.ágenes sería es un espacio vacío: es el espacio iIll.aginario que
la del espejo (págs. 254-5, 274-5): la literatura se- se com.pone entre dos espejos enfrentados, el agu-
ñala ese lugar aIll.biguo y abisIll.al en el que las jero provocado por el «yo escribo». En ese espa-
palabras reIll.i ten sólo a palabras, donde el len- cio indefinidam.ente ahuecado del lenguaje litera-
guaje no habla Ill.ás que de lenguaje y se sostiene rio, todo no es Ill.ás que ficción (págs. 280, 524), las
sólo en el Ill.oviID.iento de su propia pro1ifer~ción. cosas no son Ill.ás que simulacros de sí m.isIll.as
Lo infinito de la literatura es esto: lo indefinido de (págs. 275, 326-37). La obra literaria acaba por
su curso. Para Foucault, la literatura es murmu- forIll.ar un volumen (págs. 261, 309, 340) en el que
llo (págs. 255, 257, 299, 336): puro derraIll.e ver- todo ser se desdobla. Porque ya cuando hablába-
bal en el que las cosas yel sentido se apagan para Ill.OS, respecto de la literatura, de un repliegue del
no decir Ill.ás, finahnente, que el vaciado de la tra- lenguaje sobre sí, de un lenguaje condenado inde-
Ill.a. Pero no se debe confundir este Ill.oviIll.iento finidaIll.ente a hablar del lenguaje en el vacío en-
de las palabras con una duración o con un fluir de gullidor de su vocación desnuda, esta insistencia
la conciencia. La literatura (y, para Foucault, esto no debía entenderse com.o el ejercicio esteriliza-
sin duda la distingue del siIll.ple relato) no está dor del cOIll.entario (dirigido a restituir con es-
asociada al tieIll.po sino al espacio (pág. 407), co- fuerzo una significación pura en un juego de re-
Ill.O ya lo indicaba la Ill.etáfora del espejo. Escribir lanzaIll.iento incesante),8 sino com.o la producción
(al Ill.enos después de Sade y MallarID.é) ya no sig- de dobles: frases que presentan estados de cosas
nifica trazar la estructura curva de un retorno com.o sus dobletes verbales y fantasm.ales, o in-
cluso frases que en sí ID.ism.as (y tal será el proce-
7 París: Gallimard, 1994, «Bibliotheque des sciences hu-
maines». De esta obra fueron extraídas todas las citas de ar- 8 Sobre el comentario, véase El nacimiento de la clínica,
tículos, prólogos o entrevistas de Foucault que se incluyen a págs. 10-2; Las palabras y las cosas, pág. 50; El orden del
continuación. discurso, págs. 23-4.

47
46
der de Roussel) son lejano eco de otras frases, etc. Blanchot, desaparición del sujeto en beneficio de
El lenguaje literario no es un lenguaje profundo una ITlonotonía blanca (pág. 521); en Artaud, des-
en el sentido de que en él se reflejaría sieITlpre la garradura del sujeto tras la que se perfila un siITl-
insondable unidad de un significado puro: es un pIe cuerpo ITlúltiple y vociferante (pág. 522); en
lenguaje de ITlultiplicación de superficies. 9 En li- KIossowski, desITlultiplicación del sujeto en sus
teratura no hay ITlás que dobles, pero en ella todo novelas (pág. 337). Pero esta desaparición del su-
es sieITlpre doble de un doble. ÚltiITla serie de jeto en el acto de escritura puede ser sólo conse-
iITlágenes: el asesinato y la transgresión. La lite- cuencia lejana de una ausencia ITlás íntiITla, pre-
ratura arrastra al lenguaje en un ITloviITliento de sente en el corazón ITliSITlO de la obra: la ausencia
consunción, de extinción, ya se trate de decirlo de obra. Proposición cOITlpleja de Foucault: la
todo para iITlposibilitar, después, cualquier eITl- obra estaría aITlenazada por la ausencia de obra,
presa literaria, ya se trate de desITlentir la obra y, sin eITlbargo, la obra llegaría a nosotros sólo
en el propio ITlOITlento de escribirla. La ITluerte no desde esta ausencia. Para Foucault, la escritura
es, para la literatura, sólo una especie de obstácu- literaria moderna no se abastece ya en una pala-
lo constitutivo (en el sentido de que se escribiría bra divina o en una tradición de escritos anterio-
para no morir); ella atraviesa el espesor de la ex- res: proviene exactaITlente de una nada que la
periencia ITloderna de la escritura: literatura co- precede y la sostiene. Holderlin llaITlaba a esto ro-
ITlO asesinato del lenguaje (rechazo del lenguaje deo de los dioses (pág. 201); Laporte, expectativa
acadéITlico en RiITlbaud), de las cosas dichas (el pura y sin objeto (pág. 265), y Blanchot, vacío ITle-
lenguaje poético COITlO anonadación del ITlundo en ticuloso de la ITluerte (pág. 539). Lo que se escribe,
MallarITlé) y, por últiITlo, del sujeto que escribe. se escribe desde una ausencia: la obra se abastece
Pues, en la escritura, el sujeto no hace la expe- en una ausencia de obra. De esta iITlposibilidad
riencia de una realización o de un redescubri- realizada de la literatura, o de esta posibilidad
ITliento del sí ITlisITlo, sino de una desapropiación. desITlentida desde el inicio, Foucault querrá dar
Fractura irreITlisible del sujeto en su unidad cuenta ITlediante el térITlino transgresión (págs.
constitutiva: en Bataille, estallido del sujeto en el 236-8).
éxtasis anóniITlo de las palabras (pág. 243); en Este concepto de ausencia de obra, tan utiliza-
do aquí, COITlO veITlOS, para caracterizar el modo
9 Foucault se opone, en efecto, a una lectura de Roussel de ser de la escritura ITloderna, para Foucault de-
que convierta sus textos en un enigIlla con clave. No hay nada nomina taITlbién, COITlO sabeITlos, a la locura. 10 El
que buscar detrás de los textos de Roussel, el enigIlla defi-
nitivo es el de lo que se deja leer de inInediato: «'lbda interpre-
tación esotérica del lenguaje de Roussel sitúa el "secreto" del 10 Para una deterIninación de la locura COInO ausencia de
lado de una verdad objetiva; pero es un lenguaje que no quie- obra, véase Historia de la locura, t. I1, págs. 302-4; Dits et
re decir ninguna otra cosa que lo que quiere decir» (pág. 210). écrits, t. 1, págs. 162-3,412-21. Esta definición será retOIna-

48 49
punto de encuentro entre la literatura y la locura Illas fue convocada y organizada de Illodo siste-
es una experiencia del lenguaje que Foucault si- Illático para COIllponer la sinfonía de Raymond
túa bajo el signo de la ausencia de obra. Se trata Roussel. 12 De este libro, con su escritura brillante
de un lenguaje vertical que, al miSIllO tieIllpo que y barroca (para no decir exageradaInente precio-
un Illensaje, presenta su principio de descifra- sista), tOIllareIllOS nada Illás que la articulación
Illiento, su código único de lectura. El delirio, al central de los teIllas de la Illuerte y del doble.
Illenos en la experiencia del psicoanálisis, consis- Roussel había redactado un texto que se titulaba
te en alinear vocablos «que enuncian en su enun- Cómo escribí algunos de mis libros, donde expli-
ciado la lengua en la que lo enuncian», Illientras caba ciertos procediIllientos utilizados para la
que la literatura Illoderna «está convirtiéndose cOIllposición de sus obras, pero había prohibido
poco a poco en un lenguaje cuya palabra enuncia, que se publicara antes de su Illuerte. EIllpero,
al IllisIllO tieIllpo que lo que ella dice y en el Illis- Foucault observa (capítulo «El uIllbral y la clave»)
IllO IlloviIlliento, la lengua que la torna descifra- que, lejos de aportar una revelación últiIlla que
ble COIllO palabra» (pág. 418). Este repliegue del inunde sus textos de una luz definitiva, el priIller
enunciado sobre su código de descifraIniento sin- resultado de este trabajo póStUIllO es difundir por
gular hace desaparecer la función de intercaIllbio doquier algo de lo secreto, despertar la lectura de
y circulación de los vocablos, Illientras centellea los libros de Roussel a una inquietud iliIllitada.
la soledad dispersa del delirio de los insensatos y Esta imposibilidad de elevar el libro póStUIllO de
de las escrituras literarias. Roussel a «clave» del conjunto de su obra provie-
ne, en parte, de que actúa priIllero COIllO doble de
2. RayIDond Roussel. En conjunto, los ar- esta: no principio de revelación, sino de Illultipli-
tículos literarios de Foucault diseñan una conste- cación. Pues, al fin y al cabo, si bien revela secre-
lación de teIllas: el espejo, la distancia, el espacio, tos de cOIllposición, ¿no oculta otros tantos, eIllpe-
el vacío, la Illuerte, la transgresión, el asesinato, zando por el suyo propio? ¿No viene a ser una
el doble, la superficie, la locura, la desaparición, traIllpa para la lectura justaIllente cuando pre-
la vigilia nocturna, el siIllulacro, el voluIllen, la tende revelar secretos de escritura? Por otro lado,
ausencia de origen, la fractura del sujeto, etc. 11 recordeIllos que el propio Roussel exigió que el
Hubo una ocasión en que la totalidad de estos te- texto no se publicara sino tras su Illuerte. Roussel
se suicida, y a partir de ese IllOIllento la publica-
ción de Cómo escribí algunos de mis libros pasa a
da como tal por M. Blanchot en L'entretien infini, París:
Gallimard, 1969.
11 Podríamos mencionar también: la laguna (págs. 242, 12 París: Gallimard, 1963, actualmente disponible en la
284), el laberinto (págs. 212, 253), lo lejano (págs. 251, 525), colección «Folio/Essais», con una bella introducción de P.
la flecha (págs. 280, 337), etcétera. Macherey.

50 51
ser posible, COlllO si el principio de transparencia en su texto (capítulo «Rillla y razón»). De estos vo- I
de la obra proviniera únicalllente de la llluerte cablos extrae, por contigüidad de sentido, rn.Últi-
del autor. Talllbién se podría decir que la llluerte pIes otros que a su vez deberán quedar enlazados
de Roussel da a la obra su cOlllpletitud (se ins- por la ficción. O bien tOllla frases preconstruidas
cribe allí COlllO un capítulo clave), al lllislllO tielll- y las descolllpone en elelllentos que el relato de-
po que introduce en ella un equívoco irreductible. berá articular. Por ejelllplo, «.fai du bon tabac
En Roussel, la articulación entre el doble y la dans ma tabatiere» [tengo tabaco del bueno en llli
llluerte no se produce sólo en el plano de la rela- tabaquera] da: «jade [jade]' tube [tubo], onde [on-
ción del texto póStulllO (Cómo escribí algunos de da], aubade [alborada], en [en], mat [lllate], etc.»,
mis libros) con el conjunto de la obra. Foucault que deberán servir al relato, COlllO si sólo se pu-
pretende encontrarla talllbién en la corn.posición diera escribir a partir de esta dislocación, de esta
IllÍsllla de los textos de Roussel. Para escribir sus descolllposición del lenguaje. Estas construccio-
relatos de juventud, por ejelllplo (capítulo «Las nes lllaravillosas (llláquinas verbales estudiadas
bandas del billar»), Roussel se vale de dos frases en el capítulo «Alba, IllÍna, cristal»), estos relatos
que constituirán el incipit y el desinit de la narra- insólitos, no los extrae Roussel de una illlagina-
ción (por ejelllplo: «les lettres du blanc sur les ban- ción fantástica, sino del llleticuloso tejido de pala-
des du vieux billard» [las letras blancas sobre las bras vaciadas y vueltas a entrelazar sobre otras
bandas del viejo billar] y «les lettres du blanc sur traIllas. Es corn.prensible que Foucault pueda ar-
les bandes du vieux pillard» [las cartas del blanco ticular aquí los telllas del doble y de la llluerte.
sobre las pandillas del viejo saqueador]). En cada Efectivalllente, la experiencia de la escritura pa-
una de estas frases, Roussel tOllla las palabras en rece situarse por cOlllpleto bajo el signo de la re-
un sentido diferente y perrn.uta una sola letra de petición: escribir es sielllpre repetir lo ya dicho.
una sola palabra (la prilllera frase nos habla de Nunca se habla en el origen, nunca se dicen las
signos trazados con tiza sobre los bordes de una prillleras palabras del Ser: la literatura no hace
lllesa de billar, y la segunda, del epistolario de un lllás que alisar los pliegues gastados de los voca-
hOlllbre blanco acerca de clanes de piratas). Todo blos. Antes del lenguaje no hay nada lllás que el
eljuego consistirá en escribir un relato que pueda lenguaje lllislllO, y esta clausura (que es lllás bien
llevarnos de la prilllera a la últillla frase: así derrallle indefinido, repliegue incesante) define
pues, el ejercicio de escritura adquirirá volulllen al IllÍSlllO tielllpo, para Foucault, el volulllen de la
en el vacío que separa los dobletes verbales. Pero llluerte. Porque en la escritura literaria el len-
el procedillliento se cOlllplica en las grandes guaje intenta agotarse. Porque el autor se descu-
prosas de Roussel (Locus Solus e Impresiones de bre COlllO sacrificado a la obra. Porque, al final, lo
África). El autor continúa utilizando palabras de que se descubre en la paciencia fascinada de la
doble sentido, pero ya no las hace leer COlllO tales escritura es que los signos no pueden repetirse,

52 53
reflejarse, plegarse, desdoblarse sino desde el va- si, más allá de sus diferendos, marxistas, existen-
cío abierto de la muerte: «Este vacío súbito de la cialistas y católicos hubiesen hallado de pronto
muerte en el lenguaje de siempre, y de inmediato un terreno de entendimiento, a partir de su co-
el nacimiento de estrellas, definen la distancia de mún oposición a una forma nueva de pensamien-
la poesía» (pág. 62).13 to. Complicidad objetiva de los aliados contra lo
que empieza a ser denunciado como «estructura-
lismo», del cual se considera a Foucault, si no el
heraldo, al menos el que más claramente extrae
III. El análisis de los discursos de él conclusiones antihumanistas. Empero, an-
tes de desenredar el ovillo de críticas y malenten-
El éxito le llegó a Foucault gracias a Las pala- didos, habría que ponerse de acuerdo sobre el
bras y las cosas, 14 éxito cuya importancia sólo contenido teórico de Las palabras y las cosas.
puede compararse con la suma de malentendidos
que suscitó. Esta obra de historia de las ciencias 1. Las redes anónhn.as del saber. La obra se
---disciplina que, lo sabemos, no goza de los favo- compone de dos grandes momentos. El primero
res del gran público--, esta obra compleja y de di- recorre el destino del pensamiento occidental del
ficillectura, que remueve cuatro siglos de pensa- siglo XVI al XVIII; el segundo evoca la reestruc-
miento occidental, se ubicó rápidamente entre los turación de ese pensamiento a partir del siglo
libros de mayor venta en ciencias humanas: la XIX y se cierra en la situación de las ciencias hu-
primera edición se agotó en pocos meses. En sus manas dentro de este nuevo dispositivo teórico.
últimas páginas, el anuncio profético-lírico de la ¿De qué se trata, pues, en esta «arqueología» de
muerte del hombre tuvo, sin duda, su influjo so- nuestra cultura? El prólogo habla del intento de
bre espíritus poco provistos de sensaciones teóri- determinar un «espacio de orden» (pág. 7). La ar-
cas, pero el éxito del que hablamos se debió a la queología sería esa empresa ocupada en despejar,
ardiente polémica provocada por la obra. Es como en el fundamento de los saberes, aquello que los
hace posibles, o incluso la nervadura secreta que
13 Unos años después, las escrituras delirantes de J.-P.
ordena su construcción. Hay algo así como un ele-
Brisset ya no aparecerán, sin eIllbargo, ante Foucault COIllO mento de los saberes (en el sentido en que se ha-
la liberación de una ontología negativa, sino COIllO el surgi- bla del «elemento» acuático) que estructura su
Illiento caótico de escenas de guerra (Dits et écrits, t. n, constitución: este elemento impone a los objetos
págs. 13-25). del saber un modo de ser determinado; a los suje-
14 Les mots et les choses, París: GalliIllard, 1966, actual-
Illente disponible en la colección «Tel» [edición castellana (de
tos del saber, modos de posicionamiento precisos,
la que se han tOIllado todas las referencias): Las palabras y ya los conceptos, modos de distribución ordena-
las cosas, México: Siglo XXI, 1968]. dos. Esta sistematicidad de las reglas de cons-

54 55
trucción de objetos, sujetos y conceptos es deno- ron gradualIllente a un conociIlliento científico de
Illinada por Foucault «episteIlle» (págs. 7, 165) Y los procesos de reproducción y conservación de la
constituye el objeto de la arqueología. Este suelo vida. Esta historia de la verdad de lo viviente pu-
prünero de los saberes es histórico o, Illejor dicho, do afirIllarse a través de los siglos a contrapelo de
se confunde con una zona histórica dada. Fou- interdicciones teológicas, iIllaginaciones insensa-
cault deterIllina tres: el RenaciIlliento, la época tas, ignorancias u observaciones descaIllinadas.
clásica (siglos XVII y XVIII) y la época Illoderna SeIllejante análisis descansa en la afirIllación
(a partir del siglo XIX). La investigación de estas. creciente y continua de una racionalidad científi-
regularidades - o exigencias secretas- de los sa- ca capaz de revelar, cada vez con Illayor éxito, los
beres es realizada por Foucault, para cada época, Inisterios de la naturaleza. Pero en Las palabras
explorando sisteIlláticaIllente tres call1pos de ob- y las cosas, Foucault, para explicarse el análisis
jetos del saber: el lenguaje, lo viviente y las rique- del ser vivo según se despliega en el siglo XVII, no
zas. La deterIllinación teórica de objetos se efec- tOIlla COIllO punto de referencia enunciados de la
túa durante el RenaciIlliento en el orden de la se- biología Illoderna que le perIllitirían juzgar la
mejanza; durante la época clásica, en el orden de pertinencia de las proposiciones clásicas, sino
la representación, y durante la época Illoderna, en que se liIllita a COIllparar sisteIlláticaIllente los
el orden de la historia. La arqueología se propone, Illétodos de conociIlliento de lo viviente con los del
pues, deterIllinar para los saberes de una época análisis de las lenguas o de las riquezas contem-
un eleIllento designado siIllultáneaIllente COIllO poráneos de aquel. Ya no se plantea la cuestión de
condición de posibilidad, suelo priIllero, sisteIlla la verdad científica de los saberes exaIllinados, si-
de reglas de construcción y espacio de orden. no de las reglas de construcción de estos en una
Puede cOIllprenderse, así, que el designio ar- época dada, COIllO si, antes que por una voluntad
queológico de Foucault haya chocado de frente consciente de racionalización, se sostuviesen en
con la historia tradicional de los saberes, así COIllO un sisteIlla anóniIllo de reglas vigentes sobre el
con los postulados filosóficos en que esta se apo- conjunto de saberes de una época. RápidaIllente
yaba. La historia tradicional de las ciencias suele se cOIllprobó, pues, que Foucault, en su exposi-
presentarse COIllO un relato del Illodo en que cier- ción histórica de los saberes, no describía tanto
to call1po del saber alcanzó su cientificidad; por IllOIllentos de afirIllación soberana y libre (al Ille-
ejeIllplo, la historia tradicional·de la biología ex- nos, liberadora) de la razón, sino, por el contrario,
pone las diversas concepciones de la vida forjadas una sujeción generalizada del pensaIlliento a sis-
por los teóricos a lo largo del tieIllpo (concepcio- teIllas arbitrarios de reglas. Por añadidura, esta
nes aliIllentadas por prejuicios propios de su épo- diIllensión coactiva de la episteIlle se veía agrava-
ca), así COIllO los grandes descubriIllientos de sa- da por la descripción de Illutaciones, de transfor-
bios ilustres (Mendel, Darwin, etc.) que conduje- maciones súbitas que obligaban bruscaIllente a

56 57
pensar de otra manera la naturaleza del lengua- que Foucault despliega todo su brillo estilístico.
je, el funcionanliento de lo viviente y la circula- Cuando habla de la muerte del hombre, de in-
ción de riquezas. La Razón era presa de sacudi- mediato debe precisarse que esto guarda relación
'1: con la muy reciente aparición de este (<<antes del
mientos monstruosos. La discontinuidad de los 11:

regímenes de pensamiento volvía caduca cual- fin del siglo XVII, el hombre no existía», pág. 300).
quier idea de continuidad y de progreso de la ver- Porque de lo que se trata es del hombre como
dad. En última instancia, para la Razón ya no ha- figura, como pliegue del saber. Foucault señala
bía ni Tiempo ni Historia, sino una superposición esta ausencia del hombre en el saber clásico al
indiferente de estratos de pensamiento cuyas co- analizar el cuadro Las Meninas, de Velázquez, en
ordenadas geográficas el arqueólogo tenía que la apertura de Las palabras y las cosas (capítulo
localizar cada vez. De esa forma, era el viejo suje- «Las siguientes»): toda la composición del cuadro
to de conocimiento el que quedaba despojado de (la posición del pintor, las miradas de los cortesa-
sus poderes de constitución primera: el pensa- nos, las líneas de luz) gravita en torno a un perso-
nliento se veía sometido de entrada a una «confi- naje (el rey) que está ausente de aquel (apenas si
guración» (pág. 80), a una «disposición» (págs. 68, se adivina su tenue figura en un espejo). Todo el '
165), a un «sistema» (pág. 80), otras tantas regu- cuadro se resume en un puro juego de represen-
laridades discursivas anónimas, inconscientes ,15 taciones, en la ausencia de un sujeto de represen-
que conducían la danza de los saberes. tación (que en la tela de Velázquez se da más co-
mo punto de fuga indeterminado que como prin-
2. La :m.uerte del ho:m.bre. La Razón (o el Su- cipio supremo de ordenación). Esta elisión del
jeto racional), con su poder para constituir pro- sujeto en Las Meninas, para exclusivo provecho
gresivamente los saberes (a lo largo de una histo- de la organización interna de las representacio-
ria continua de lo verdadero), se hallaba circun- nes, constituye para Foucault algo así como la
dada, pues, por sistemas coactivos anónimos, por versión pictórica de una ausencia del hombre en
matrices discursivas históricas, por regularida- la teoría clásica del saber. Para la época clásica, el
des que le prescribían pliegues determinados al saber no se despliega en la apertura posibilitada
pensamiento. Y todo ello fue considerado escan- por la afirmación de una humanidad consciente,
daloso por los promotores de la racionalidad sobe- sino desde el movimiento propio, autónomo, de la
rana. Pero un último tema haría estallar la pólvo- representación. El hombre es, a lo sumo, una ins-
ra: el de una muerte del hombre enigmáticamen- tancia funcional en un redoblamiento de las
te enunciada en páginas de aire profético, en las representaciones constitutivo del saber. La natu-
raleza humana es tan sólo un «pliegue de la re-
presentación sobre sí misma» (pág. 301), de la
15 Para la deternrinaci6n de la episteIne como inconsciente misma manera que en el Renacimiento el hom-
del saber, cf. Dits et écrits, t. I1, pág. 9.

58 59
bre era sólo una peculiar voluta en los pliegues de ción es inm.ediatam.ente representación del ser.
las sem.ejanzas (págs. 30, 37). Lo que Foucault de- Esta doble envoltura define la naturaleza del sig-
nom.ina nacimiento del hom.bre es, por lo tanto, no en esa época: «El signo encierra dos ideas: una,
aquel m.om.ento en que el saber m.oderno se orde- la de la cosa que representa; la otra, la de la cosa
na según la figura del hombre. Pero habría que representada» (Lógica de Port-Royal, citada en la
ser m.ás precisos. pág. 70). Así pues, todo signo presenta sim.ultá-
En el Renacim.iento, todo ser se com.unica en neam.ente su ser representativo y el ser represen-
secreto con sus dobles de acuerdo con un sistem.a tado. Y todo ser adviene a su verdad gracias a su
determ.inado de sem.ejanza: 16 por ejem.plo, el acó- redoblam.iento en un signo. Todo saber es saber
nito guarda una relación de sim.patía con el ojo y de y por representaciones. El discurso, com.o re-
ayuda a curar sus m.ales (pág. 34). Estas secretas presentación de representación, análisis espon-
relaciones tejidas entre las cosas (las briznas de táneo de las representaciones,18 encuentra en es-
hierba repiten a las estrellas, las plantas im.itan ta configuración del saber un privilegio decisivo
al anim.al, etc.) resultan legibles para el erudito (pág. 302).
gracias a otros sistem.as de sem.ejanza: así, las se- Pero en el siglo XIX. las cosas irán a reunirse
m.illas de acónito son «pequeños globos oscuros con su verdad fuera de las representaciones (capí-
engarzados en películas blancas que figuran, po- tulo «Los lím.ites de la representación»): pronto,
co m.ás o m.enos, lo que los párpados son respecto cada cosa articula su identidad sobre un núcleo
de los ojos» (pág. 36). La simpatía del acónito y el oculto de historicidad, espesor tenebroso de pro-
ojo queda significada, pues, por una analogía. Del cesos internos del que nuestras representaciones
m.ism.o m.odo, la estructuración interna de las co- nos ofrecen nada m.ás que la superficie. Detrás de
sas se adecua a las form.as de conocim.iento por cada viviente se adivinan largas cadenas irregu-
las que se la aprehende: las sem.ejanzas aseguran lares de la vida enrolladas en procesos orgánicos;
la universal relación de las cosas entre sí y del co- detrás de cada palabra se dibujan estratos caóti-
nocim.iento que se adquiere de ellas. En la época cos de sentidos sedim.entados; detrás de cada in-
clásica,17 esta vez se podría decir que todo no es tercam.bio se adivinan gestos gastados. La Vida,
m.ás que representación. El ser de la representa- el Trabajo y el Lenguaje exigen que sean expues-
tas sus condiciones históricas de posibilidad, irre-
16 Foucault distingue cuatro similitudes: la conveniencia,
ductibles a la m.enor representación clara y ar-
la emulación, la analogía y la simpatía (págs. 26-34). ticulada: condiciones fragm.entarias y sepultadas
17 El ocaso de la semejanza se muestra, para Foucault, en
18 Es así corno la historia natural estudia estructuras visi-
la epopeya tragicómica de Cervantes: Don Quijote ve seme-
janzas por todas partes, pero se quiebra contra ellas, pues bles por medio de cuadros (págs. 126-63), y el análisis de las
ya no constituyen la prosa de lo verdadero, sino los caminos riquezas de los valores en mecanismos de intercambio
del delirio (págs. 53-6). (págs. 164-209).

60 61
(capítulo «Vida, Trabajo, Lenguaje»). Cuando la ta entre dos finitudes que se develan y disfrazan
transparencia del discurso clásico se desvanece, en un cansador juego de ITIíITIicas engañosas.
hace su aparición el hombre (capítulo «El hombre "
Desde este ITIoITIento, las posibilidades de pensar
y sus dobles»), un hOITIbre finito en el cual se ar- )!
11'
de otra manera, fuera del lugar antropológico
ticulan procesos orgánicos, ITIecanisITIos de pro- trazado por el siglo XIX, sólo pueden surgir con el
ducción y sisteITIas de conjugación. La finitud del anuncio·de la desaparición próxiITIa del hOITIbre.
hOITIbre se anuncia priITIero en la positividad de Lo intentaba Nietzsche cuando claITIaba por el
los saberes del ser que vive, habla, trabaja. Pero superhoITIbre, y Foucault se afanaba taITIbién en
este saber sólo puede enunciarse desde ITIi cuerpo ello al describir la experiencia literaria COITIO fun-
orgánico, desde ITIi lenguaje gastado, desde ITIi so- daITIentalmente inhumana (irreductible tanto a
cialidad histórica, desde la apertura de ITIi fini- los principios de un sujeto constituyente COITIO a
tud. Así pues, la finitud caracteriza al objeto tanto los datos de los saberes positivos).
COITIO al sujeto del saber: es siITIultáneaITIente Hay que recordar, no obstante, que esta salida
principio y resultado, apertura y punto de aplas- del lugar antropológico se cUITIple, adeITIás, en el
taITIiento. PensaITIos nada ITIás que objetos fini- caso de Foucault, ITIediante el trabajo efectuado
tos, pero a partir de una apertura finita del pen- en Las palabras y las cosas: exposición ordenada
saIniento. y, COITIO ocurrió otrora con la SeITIejan- de los saberes que ya no da cabida a la afirITIación
za del Mundo, y ITIás cerca de nosotros con la Re- de una razón en progreso. Historia inhumana
presentación de los Signos, lo que constituye aho- taITIbién de los discursos, que ya no canta la epo-
ra el pliegue de los saberes es la Finitud del HOITI- peya de la conciencia cognoscente, sino que se li-
bre: eso que Foucault llaITIa disposición antropo- ITIita a describir los lineaITIientos de un archivo
lógica de dichos saberes (pág. 333). Es verdad que sin sujeto. 19
ITIuy pronto el caITIpo del pensaIniento aparecerá
escindido entre los pensadores de la finitud cons-
tituyente (del lado de una filosoña de lo trascen-
dental) y los eruditos de la finitud constituida (del
lado de los saberes positivos del hOITIbre que vive, 19 En las prim.eras páginas de La arqueología del saber,
Foucault reconoce a la historia francesa de las ciencias (de
trabaja, habla), cada uno de los cuales intenta en- Bachelard a Canguilhem.) y a la nueva historia (Escuela de
volver al otro y «esclarecerlo». Pero, COITIO diría los Anales) el m.érito de haber sido las prim.eras en introdu-
Foucault, aquí no hay ITIás que juegos de niños cir un juego de nociones (discontinuidad, ruptura epistemo-
(falso debate entre la fenoITIenología y el positi- lógica, m.ultiplicidad de las series tem.porales, etc.) que per-
visITIo): todo el pensaITIiento ITIoderno adquiere su m.ite abandonar la gastada concepción de la historia CO!110
voluITIen en esta repetición incesanteITIente re- presencia a sí del pasado, relato continuo de la aventura hu-
!llana, confirm.ación de las funciones trascendentales del su-
lanzada, en esta distancia incesanteITIente abier- jeto constituyente.

62 63
3. Las ciencias hUlD.anas. Debe apuntarse, copartícipes en la producción o en el intercaIllbio»
ade:m.ás, que las ciencias del hOlnbre ocupan, para (pág. 342). Se co:m.prende así que las ciencias hu-
Foucault, una posición particular en el ca:m.po ac- !¡, :m.anas constituyan para Foucault una e:m.presa
tual de los saberes (capítulo «Las ciencias hu:m.a- profunda:m.ente a:m.bigua y confusa. Ellas tratan
nas»).20 He:m.os visto que las filosofias de la fini- de reto:m.ar los :m.ecanis:m.os positivos del inter-
tud intentaban pensar la finitud constituyente ca:m.bio de riquezas, de los funciona:m.ientos orgá-
por ella :m.is:m.a y en el ele:m.ento de lo fundalnen- nicos, de los siste:m.as de signos, para :m.ostrar
tal. Por otro lado, los saberes positivos del ho:m.- cÓ:m.o pueden intervenir para y por el «ho:m.bre».
bre que trabaja, vive y habla se han a:m.plificado Al hacerlo, los desfasan hacia esa estructura de
en ciencias lingüísticas, econó:m.icas y fisiológicas finitud filosófica funda:m.ental que disuelve cual-
que consideran los interca:m.bios sociales, los pro- quier dato positivo y torna inconsistente y vana
cesos biológicos y los siste:m.as de signos co:m.o ele- cualquier objetividad natural. E:m.pero, en las
:m.entos e:m.píricos y susceptibles de un abordaje y ciencias hu:m.anas, el riesgo inherente a esta re-
una siste:m.atización positivos. Para Foucault, las :m.isión queda disi:m.ulado tras la pretensión de
ciencias del hOlnbre (sociologias, psicologias, etc.) cientificidad. Y esta pretensión se afir:m.a, curio-
están en suspenso entre estas dos di:m.ensiones sa:m.ente, apelando a la noción clásica (y supera-
teóricas, ocupan el vacío que las separa. La e:m.- da) de representación: las ciencias humanas se
presa de las ciencias hu:m.anas consiste, efectiva- dan por objeto la representación desde la cual
:m.ente, en referir los ele:m.entos positivos de las ciertos determinismos naturales (analizados en
ciencias econÓ:m.icas, fisiológicas y lingüísticas a sí mismos por ciencias constituidas e indepen-
la finitud que las sostiene o produce (<<el ho:m.- dientes) adquieren sentido para una finitud hu-
bre»). y esta re:m.isión se opera, según Foucault, mana (estudiada por sí misma en una filosofía de
en la vieja di:m.ensión de la representación. Por lo fundamental). Así pues, en la gran red teórica
eje:m.plo, la psicologia ya no se propone estudiar la tejida por el siglo XIX, las ciencias humanas apa-
anato:m.ía de los centros corticales del lenguaje, recen como una curiosidad, una excrecencia un
sino el funciona:m.iento del cerebro en tanto y en tanto monstruosa, un peligroso ejercicio de equi-
cuanto este liberaría, para el sujeto finito, repre- librio intelectual: en la posición que Foucault les
sentaciones del :m.undo y de los otros. De igual :m.o- asigna, las ciencias humanas son esencialmente
do, la sociologia no estudia los circuitos de inter- defectuosas.
ca:m.bio, los :m.ecanis:m.os de distribución de las
riquezas, en sí :m.is:m.os, sino «la :m.anera en que 4. Historia de una poléID.ica. El anuncio de
los individuos o los grupos se representan a sus la muerte del hombre, la aparición de una histo-
20 «Una arqueología de las ciencias hUlllanas»: tal es el ria de los saberes en la que ya no tiene cabida el
subtítulo de Las palabras y las cosas. principio de progreso continuo de una verdad

64
65
conquistada por la Razón y, por últim.o, la crítica 'ralism.o eran, pura y sim.plem.ente,
, aquel viejo
de la vacuidad de las ciencias hum.anas, no po- fondo nietzscheano sobre el cual se escribía una
dían m.enos que suscitar la reprobación general. nueva historia), Foucault reclam.a el rigor de las
La intelligentsia parisina se indigna y Foucault estructuras contra la tibieza del «corazón» (pág.
atiza el fuego en una serie de entrevistas. Podría- 517). Se anuncia un «trabajo político» pesada-
m.os resum.ir su posición del siguiente m.odo: con- m.ente am.biguo: proclam.ar por doquier la no
tra los grandes sacerdotes de la antropología, la existencia del «hom.bre» a fin de atajar las hipo-
significación y la historia reconciliadora (la «ge- cresías y falsas justificaciones hum.anistas de los
neración de Les Temps Modernes», entre otros; «regím.enes del Oeste o del Este» (pág. 516). Pero
Dits et écrits, t. 1, pág. 514),21 Foucault reivindica esta síntesis, que junta por la fuerza luchas con-
la pasión por el «sistem.a», la gaya ciencia de ese cretas y lo que élllam.a «estructura teórica» (pro-
«pensam.iento anónim.o» (pág. 515) que nos atra- ducida por el paciente labrador de un nuevo pen-
viesa y nos constituye, el derecho a afirm.ar, en sam.iento «antidialéctico», pág. 542), causa per-
contra del hom.bre, una «razón analítica contem.- plejidad. Conviene leer nuevam.ente la respuesta
poránea» (pág. 541, donde se m.ezclan en dudoso de Foucault a la pregunta «¿En qué nos concierne
com.bate Lévi-Strauss, Lacan, Russell y Heideg- todo esto?»: «En todas las épocas, la m.anera en
ger). Sartre es presentado com.o el cantor, dem.a- que la gente reflexiona, escribe, juzga, habla
siado viejo desde el inicio, de un hum.anism.o ri- (hasta en la calle, las conversaciones y los escritos
dículo y secretam.ente reaccionario. 22 Pertenecía m.ás cotidianos), e incluso la m.anera en que vive
a la antigua escuela del sentido: su patético apego las cosas, en que su sensibilidad reacciona, toda
al tem.a dialéctico y su pasión obsesiva por un su- su conducta en general, está regida por una es-
jeto libre lo convierten definitivam.ente en un tructura teórica, por un sistema» (pág. 515). Es-
«hom.bre del siglo XIX», en «el últim.o hegeliano, y tas estructuras no son, pues, m.eros indicadores
[... ] el últim.o m.arxista» (pág. 542). Más que sa- teóricos instalados en el cam.po indefinido de los
tisfecho, sin duda, por descubrirse proyectado a saberes históricos, estructuraciones m.ás o m.enos
cabeza de fila de los estructuralistas (entre quie- rigurosas de los polvos del archivo,23 sino que es-
nes jam.ás había pensado contarse: esos grandes tán inscriptas en el ser del m.undo o, para decirlo
tem.as que por precipitación -com.o se dice de m.ejor: en la cabeza de la gente. Lo que sale a la luz
una solución quím.ica- se tom.arán por estructu- no es ya una sistem.ática de lo docum.ental, sino
un inconsciente de la vida de hoy. El conocim.iento
21 Todas las citas de los capítulos 4 y 5, salvo excepción, es- de las estructuras se convierte en saber de aque-
tán to:madas de este volu:men. llo que rige nuestros pensam.ientos y nuestros ac-
22 «Lo que :me crispa contra el hu:manis:mo es ser ahora esa
pantalla tras la que se refugia el pensa:miento :más reaccio- 23 Co:mo lo afir:maba en una pri:mera entrevista con Ray-
nario» (pág. 517). :mond Bellour (págs. 498-9).

66 67
1
tos. El reto de la investigación no es ya recuperar samente las sesiones de la Asamblea revoluciona- 1 1
el «saber» (pág. 498) subyacente tras el archivo de ria. A él, que atravesó con su acero las esencias de
1

una época, sino formular el «diagnóstico» (págs. los psicólogos y la relación del hombre con su de-
i!i'
580-1) de aquello que secretamente actúa en no- mencia, se lo acusa de perder de vista la historia.
sotros. Pero, ¿bastará con conocer el sistema de Pero, una vez lanzado el debate (la abstracta opo-
nuestras vidas para librarnos de él? La episteme sición entre la inmutable estructura teórica y la
pasa a ser una confusa y explosiva combinación historia concreta de los hombres), Godard filma
de infraestructura, de inconsciente y de trascen- La chinoise, donde hace llover tomates sobre el
dental que el arqueólogo blande con el brazo en odioso manifiesto de un estructuralismo antirre-
alto. volucionario y neocapitalista. Pronto, Foucault
Foucault no hace nada, pues, por apaciguar la hace silencio, absorbido como está en la tarea de
polémica. Los comunistas lo acusan de hacerles comprenderse, y empieza a dudar de esta perte-
el juego a las fuerzas conservadoras, al negar las nencia al estructuralismo que quieren endilgarle
condiciones reales del proceso histórico. Sartre Ili
y que él mismo reivindicó en algún momento. G.
salta al ruedo: «Foucault no nos dice lo que sería 11:

Canguilhem no tarda en socorrer a su antiguo


más interesante: de qué modo se construye cada alumno: al final de un riguroso informe sobre Las
pensamiento a partir de esas condiciones, ni có- palabras y las cosas,25 pregunta a los acusadores
mo pasan los hombres de un pensamiento a otro. con qué derecho erigen esas tablas de correspon-
Para eso tendría que hacer participar a la praxis, dencia entre posturas teóricas y luchas políticas,
o sea, a la historia, y esto es precisamente lo que y, ya que está, les recuerda a las «hijas de María
él no acepta. [... ] Aquello contra lo que apunta es del existencialismo» que los actuales defensores
el marxismo. Se trata de edificar una ideología de la libertad y la integridad humanas tal vez no
nueva, la última barrera que la burguesía pueda siempre tuvieron el sentido inmediato de la histo-
alzar todavía contra Marx».24 Se acusa de ignorar ria ni se comprometieron a tiempo en la acción
la práctica al mismo que en Historia de la locura concreta, cuando Cavailles, pensador del concep-
quiso escribir un relato de la Razón occidental to, moría por la Resistencia.
pautado por el abandono de los leprosarios, por la
apertura del Hospital General y por la extraña 5. Las prácticas discursivas. El problema
«liberación» de los locos dispuesta por la Revolu- que se le opone a Foucault sigue siendo, en muy
ción Francesa; al mismo que en El nacimiento de amplia medida, el de las consecuencias políticas
la clínica, para explicar el surgimiento de un co- de sus irritantes principios teóricos. Se lo acusa,
nocimiento clínico del hombre, examinó cuidado- sobre todo, de ignorar la dimensión de las prácti-

24 «Jean-Paul Sartre répond», L'Arc, nO 30, 1966. 25 Critique, nO 242 (junio de 1967), págs. 599-618.

68 69
cas y de considerar, sin excepción, tan sólo la or- teados por la obra examinada), «una pregunta
ganización interna de las capas discursivas de los [que] ataca el fondo mismo de la tarea que me he
saberes. La arqueología del saber26 constituye, :1: propuesto» (ed. franc., pág. 694). Foucault co-
precisamente, una respuesta a estos ataques, es li. mienza por efectuar ciertas rectificaciones termi-
decir, la tentativa política de concebir una articu- nológicas: para dar cuenta de su trabajo no se
lación entre discursos de saber y prácticas extra- puede hablar de un sistema, ya que se trata de
discursivas. Se lo puede comprobar examinando una pluralidad de ellos; ni de una historia «del es-
el modo en que, en dos artículos donde se desplie- píritu», pues se trata de una historia de los dis-
gan los grandes conceptos de esta obra,27 surge el cursos. Eruditas puestas a punto que no tocan to-
discurso del método histórico. davía lo esencial: el problema de la postura políti-
La redacción de la revista Esprit había formu- ca. Foucault procura explicar lo que constituye su
lado varias preguntas a Foucault. Este se detiene máxima preocupación a partir de la Historia de la
en una de ellas: «Un pensamiento que introduce locura, y en estas circunstancias encuentra pala-
en la historia del espíritu la coacción del sistema bras nuevas para designar un proyecto antiguo y,
y la discontinuidad, ¿no le quita todo fundamento sobre todo, un inédito plan de ataque conceptual:
a la intervención política progresista? ¿No de- la existencia de discursos. Se habla del proyecto
semboca en el dilema siguiente: o bien la acepta- de escribir una historia de los saberes que dese-
ción del sistema, o bien la apelación al aconteci- che considerar al discurso teórico como simple su-
miento salvaje, a la irrupción de una violencia ex- perficie de inscripción de las elecciones conscien-
terior, única capaz de echar abajo el sistema?» tes de los hombres, o incluso como expresión ideo-
(ed. franc., pág. 673). Esta es la pregunta que lógica de una práctica social primigenia (otras
Foucault decide afrontar sin rodeos en un largo tantas maneras de reducirlo a mera traducción
artículo que aparecerá en mayo de 1968. Brusca- verbal de actividades espirituales o materiales, y
mente conminado a precisar, si así fuera, la pos- que le niega cualquier eficacia que no sea de re-
tura política de Las palabras y las cosas, Foucault velación, de puesta al día). Por el contrario, Fou-
reconoce, en esa interrogación (que en definitiva cault quisiera pensar el discurso como una exis-
habría podido parecer accesoria, comparada con tencia, como un acontecimiento, como una prácti-
los importantes problemas epistemológicos plan- ca ordenada en función de ciertas reglas (reglas de
formación de los objetos, de las enunciaciones, de
26 L'archéologie du savoir, París: Galli:m.ard, 1969 [edición los conceptos ... ). En el elemento unificador de la
castellana (de la que se han to:m.ado todas las referencias): práctica, elecciones políticas y discursos teóricos
La arqueología del saber, México: Siglo XXI, 1970]. pueden comunicarse directamente sin pasar por
27 Se trata de «Respuesta a una pregunta» y «Sobre la ar- esos intermediarios oscuros y habitualmente con-
queología de las ciencias» (ed. franc., págs. 673-96 y 696- vocados que son las «influencias», las «determi-
731).

70
71
naciones», las «unidades expresivas». Por ejem- traste, en Historia de la locura y El nacimiento de
plo, escribe Foucault, El nacimiento de la clínica la clínica, Foucault apelaba a la historia social y
explicaba cómo la Revolución Francesa había política para dar cuenta de las evoluciones del
alterado directamente las reglas de formación del discurso de saber (la psiquiatría y la medicina).
discurso médico al imponerle nuevos objetos, Hasta tal punto, que inevitablemente surgiría la
nuevas condiciones enunciativas en el interior de pregunta: ¿El saber está determinado por prác-
la institución: se trataba de una nueva práctica ticas sociales, o por la organización de un impen-
discursiva. Es la primera vez que Foucault califi- sado estructural? Las respuestas a Esprit y al
ca su trabajo como estudio de las «reglas de for- Círculo de Epistemología dan la clave: se trata de
mación» de los discursos, y que sin vacilar define un falso debate, ya que para un discurso nunca
el discurso como «práctica». Su tarea ya no se ago- fue cuestión el determinar sus condiciones forma-
ta en la búsqueda de una experiencia anterior y les de posibilidad, ni tampoco el caracterizarlo co-
fundamental (Historia de la locura) o de una dis- mo ideología vinculable a prácticas sociales. Lo
posición anónima y primera de los saberes (Las que se busca son reglas de formación para prácti-
palabras y las cosas): se consagra más bien a de- cas discursivas. Estas reglas de formación de un
terminar reglas de formación inmanentes a los discurso teórico intervienen sin ninguna anterio-
discursos de saber28 como otras tantas prácticas ridad lógica en la inmanencia del saber (no se tra-
regladas. ta de lo trascendental), y se articulan directa-
Sin embargo, en Las palabras y las cosas, la mente con prácticas sociales (a las que, sin em-
episteme hacía gala de una rigurosa autonomía bargo,jamás se reducen: no se trata de ideología).
respecto de las prácticas sociales. 29 Como con- Al introducir este nuevo juego de nociones,
Foucault intenta cerrar el paso a una lectura es-
28 Foucault ro:mpe de este :modo con una e:mpresa de tipo tructuralista de Las palabras y las cosas (lectura
trascendental. Lo trascendental, en efecto, define para el que por momentos autorizaba la letra del texto),
saber condiciones de posibilidad irreductibles al juego de las pero sin caer por ello en un materialismo históri-
prácticas sociales, y rigurosa:mente autóno:mas: en este ni- co ortodoxo. Se esfuerza por impedir el contrasen-
vel es i:mposible enlazar interiormente el saber con las prác-
ticas sociales. Pero este rechazo de lo trascendental no se
tido (prometido a la posteridad inmensa de los
produce en provecho de un :materialis:mo histórico ortodoxo malentendidos) de considerar su obra como la
(aun cuando el discurso teórico sea caracterizado co:mo afirmación de una autonomía esquizofrénica de
«práctica»). La correlación entre saber y política no debe los discursos teóricos, impermeables a toda pra-
co:mprenderse, efectiva:mente, co:mo causalidad unilateral xis y puestos bajo el imperio único de un orden
(el saber deter:minado por lo social. .. ): re:mite a un juego re-
glado de prácticas en el cual el discurso conserva su eficacia
propia en medio de otras prácticas (políticas y sociales). sin sujeto, so:metida algunas veces a enig:máticas transfor-
29 Autono:mía que se dejaba describir co:mo trascendental :maClones.

72 73
Iljl
mudo que decidiría sus formas. Estos dos artícu- 2. Poder y gubernaIllentalidad
los, por más que establezcan con firmeza la con-
ceptualización global de La arqueología del saber
(<<reglas de formación», «prácticas discursivas»,
etc.), proporcionan a este libro tan austero una
luz indispensable y también su sentido: elaborar
instrumentos de análisis que permitan pensar el
discurso como una práctica reglada, específica, en
medio de otras prácticas; tratar de hallar, entre lo 1. La voluntad de saber
trascendental y lo ideológico, una tercera vía pa-
ra describir el discurso de saber como práctica re- 1. Los procedindentos de lindtación del
glada, relativamente independiente sin ser abso- discurso. Después de su nombramiento en el
lutamente autónoma, permeable, en su resisten- College de France, Foucault siente la necesidad
cia misma, a las transformaciones aportadas por de resumir las principales adquisiciones teóricas
las prácticas históricas. de La arqueología del saber y, partiendo de ellas,
Así pues, una extraña operación permite a establecer principios concretos de método. Es así
Foucault librarse de la acusación de apolítico y de como en El orden del discurso 1 (que constituye su
ignorar ciegamente la praxis histórica: la politi- lección inaugural en el College de France, pro-
zación del archivo. Se trata de considerar el dis- nunciada el2 de diciembre de 1970) se propone
curso en su dimensión de existencia, de práctica, formular grandes ejes de investigación, siempre
de acontecimiento. Péro, de este modo, Foucault a partir de una problemática del discurso en-
multiplica los malentendidos en vez de cancelar- tendido como campo de existencia anónimo en el
los, pues los críticos, en lugar de entender esta po- que el sujeto filosófico se pierde con facilidad. Se
litizaCÍón del archivo como intento de articular la trata, en primer término, de enumerar todos los
dimensión discursiva con las prácticas sociales, procedimientos utilizados para conjurar los pode-
la entenderán como la confiscación de toda prác- res y peligros del discurso (enfocado en su dimen-
tica en el discurso (como si nada pudiera advenir sión de materialidad y de acontecimiento). Se dis-
de veras fuera del archivo). tinguirán, por un lado (págs. 11-20), procedimien-
tos externos de exclusión, como la interdicción:
regiones como la sexualidad y la política están so-

1 L'ordre du discours, París: Gallimard, 1971 [edición cas-


tellana (de la que se han tomado todas las referencias): El
orden del discurso, Barcelona: Tusquets, 1999].

74 75
metidas a regímenes de habla sumamente coerci- nuidad sellada por la eventualidad de las explo-
tivos; el reparto y el rechazo: separación entre ra- siones discursivas, esa multiplicidad irreductible
zón y locura, que determina siempre la asfixia de de los acontecimientos de habla. Es que final-
la palabra del loco en su dimensión propia; oposi- mente el discurso, capa anónima y lagunosa, está
ción entre verdadero y falso: la verdad es siempre directamente articulado, al mism.o tiem.po, con
ejercicio de una violencia impuesta a las cosas; y, prácticas históricas, y no puede ser referido ya a
por el otro (págs. 21-32), procedimientos internos un sujeto consciente com.o instancia fundadora,
de limitación, corno el comentario, que piensa el ni tampoco a la prieta unidad de un origen que le
discurso corno simple superficie de inscripción prescribiría su despliegue tem.poral reglado, ya
para un significado puro; la noción de autor, 2 que que toda la historia tradicional de los saberes se
opera corno principio aglutinador de una masa ha escrito en la denegación de la necesidad im-
documental dispersa; las reglas de ciertas «disci- pensada, de la m.aterialidad tem.ible, de los an-
plinas» (historia, botánica, etc.), que distribuyen gustiosos azares de ese discurso sin rostro. Por el
los discursos según juegos de verdad determina- contrario, la «genealogía» de los saberes intenta-
dos. Foucault consigna, por último (págs. 32-8), rá restituirlo en su existencia propia, irreductible
procederes que regulan esta vez la distribución de a síntesis antropológicas.
los sujetos de enunciación y la apropiación social Los primeros cursos de Foucault en el College
de los discursos (impidiendo que cualquiera pue- de France se presentarán com.o la puesta en ac-
da proferir cualquier discurso; el sistema educati- ción concreta de proyectos teóricos cuya vertiente
vo es aquí emblemático),3 y (págs. 38-43) temas fi- negativa había sido expuesta en la lección inau-
losóficos (el sujeto fundacional, la experiencia ori- gural.
ginaria, la universal mediación) que sirven de ga-
rantía teórica suprema para el conjunto de estos 2. La voluntad de saber de Aristóteles a
procedimientos de limitación del discurso. Nietzsche. El tem.a de una «voluntad de saber»
En un punto u otro, se trata siempre de esqui- permite a Foucault pensar el juego de verdad co-
var la materialidad de los discursos, esa disconti- m.o sistem.a de exclusión, m.ostrar su rostro de
sombra. Esta idea de una verdad que obraría co-
2 Sobre este punto, el texto esencial sigue siendo «Qu'est-
m.o designio tiránico de dom.inación nunca había
ce qu'un auteur?», Dits et écrits, t. 1, págs. 789-821. [De las sido considerada por la filosofía. Para Foucault,
diversas traducciones al castellano de este artículo, cabe ci- desde Aristóteles, la filosofía entera descansa
tar «¿Qué es un autor?», Dialéctica (1984), n° 16, págs. 51- precisam.ente en la renegación de esta dim.en-
82, Y «¿Qué es un autor?», Litoral, nO 25/26. (N. de la T.)] sión. Analizando las prim.eras líneas de la Metafí-
3 Sobre una denuncia del sisteIUa educativo COIUO sisteIUa
de exclusión, véase Dits et écrits, t. Il, págs. 185-7, 224-5,
sica de Aristóteles (prim.er curso del año 1970-
786-8. 1971), Foucault describe, com.o reverso de la te-

76 77
matización de un deseo natural y universal de sa- (Nietzsche). 5 Para Foucault, el discurso judicial
ber desinteresado (ya presente en el simple ejer- griego fue, ya desde la época arcaica, 6 lugar para
cicio de la visión), la elisión deliberada de los inte- una afirmación de verdad. Ahora bien: en el mo-
reses del cuerpo, el olvido activo del tema trágico mento de resolverse judicialmente un delito, esa
de un saber prohibido e intimidante, del tema so- afirmación de verdad no consistía en enunciar lo
fistico del discurso como instrumento de lucha. que había ocurrido exactamente (si había habido
Aristóteles inauguraría la idea (¿la ilusión?) filo- o no infracción y quiénes eran sus autores), sino
sófica de una verdad que, lejos de darse en la con- en abrir, para las dos partes en conflicto, un espa-
tinuidad de una relación de fuerzas, estaría pen- cio de riesgo. Prestar juramento durante el proce-
sada como la pacífica tentativa de adecuación a so judicial era exponerse a la futura cólera de los
un contenido sensible. dioses. El ejercicio de la justicia no consistía, en-
Será Nietzsche4 quien vendrá a sacudir el pre- tonces, en determinar lo que había ocurrido efec-
dominio de este modelo filosófico de verdad neu- tivamente y en buscar, si era necesario, testigos
tra, mediante el enunciado de cuatro principios: oculares, sino en exponer a los litigantes (ya sus
un principio de exterioridad (detrás del saber se posibles mentiras) a la venganza de esos dioses.
oculta algo muy distinto del saber: un juego tirá- En otros términos, el sistema judicial arcaico no
nico de instintos), un principio de ficción (la ver- se basaba en la determinación de pruebas de ver-
dad no es sino un caso muy particular del error dad [preuves de vérité] , sino en la implementación
general), un principio de dispersión (la verdad no de una prueba de verdad [épreuve de vérité]. La
depende de la unidad de un sujeto, sino de una verdad debe surgir en ocasión de una confronta-
multiplicidad de síntesis históricas), un principio ción, de una prueba de fuerza [épreuve de force].
de acontecimiento (la verdad no define un conjun- En la Grecia clásica esta vez, el ejercicio de la
to de significaciones originarias, sino que consti- justicia pronto exigirá (cuando se deba establecer
tuye en cada ocasión una invención singular). una verdad con miras a dictar sentencia) la pre-
sencia de testigos que hayan visto. Con su falta de
3. Las prácticas judiciales de la Grecia brillo, el hecho comprobado sustituye, en el de-
antigua. A lo largo de las clases de 1971, Fou-
cault se propone hallar, en la historia del derecho 5 Cf. el resumen del curso «La voluntad de saber» (Dits et
griego, algo así como el relato invertido de ese sal- écrits, t. II, págs. 240-4, y también págs. 555-6). Hallarnos
to teórico de una verdad denominada «apofánti- vestigios de estos estudios en el primero de una serie de cur-
sos inéditos impartidos en Lovaina en la década de 1980
ca» (Aristóteles) hacia una verdad de nuevo tipo (<<Obrar mal, decir la verdad. Funciones de la confesión»).
6 Las referencias claves son los cantos XVIII y XXIII de la
4 Último curso del ciclo 1970-1971. Sobre este punto, véa- llíada, así corno un fragmento de Los trabajos y los días, de
se también Dits et écrits, t. II, págs. 242-3, 542-52. Hesíodo.

78 79
curso de los procesos, al fulgor del aconteci:m.ien- 4. El nachniento de la investigación en
too Huellas de esta evolución de la justicia griega Occidente. Este tránsito, observado en el debate
se muestran en el Edipo rey de Sófocles,7 con la judicial griego, de una verdad arcaica COInO prue-
angustiosa búsqueda de testigos del asesinato de ba [épreuve] y COInO relación de fuerzas a una ver-
Layo por parte de su protagonista. Pero esta tra- dad clásica COInO contenido sensible cOITlProbado,
gedia de Sófocles exhibe taInbién, para Foucault, autenticado por un testigo, vuelve a ser encontra-
la huella de otras grandes transforInaciones cul- do por Foucault en investigaciones efectuadas el
turales: superposición de la categoría de irrlpuro afto siguiente (1971-1972) sobre la historia de la
sobre la de criInen; exigencia de una pureza ini- Edad Media europea. 8 El viejo derecho gerInáni-
cial para quien quiera acceder al saber del orden co que se iInpone en Europa entre los siglos X y XI
de las cosas; reivindicación, por últiITlo, de un po- hace depender la solución del litigio de una rela-
der no tiránico sobre los hOInbres (en este sentido, ción de fuerzas (cf. la ordalía). JaInás se trata de
se condena la forIna de saber-poder encarnada arbitraje, sino de venganza, de reparación belico-
por el tirano Edipo). Freud se equivocó al pensar sa de un dañ.o. Hacer estallar la verdad en la dura
que Edipo rey hablaba de las fOrInas universales prueba judiciaria es sieInpre hacer estallar la
del deseo: debía encontrarse aquí el relato de las fuerza: se lleva la victoria quien dispone del
fOrInas históricas que fue adquiriendo la afirIna- apoyo social Inás relevante, quien soporta ITlejor
ción de verdad. El Edipo rey de Sófocles pone al la tortura, etc. Lo justo y lo verdadero se deciden
descubierto, en este aspecto, el nuevo gran siste- en un cOInbate.
Ina de coacciones que caracteriza al discurso ver- En el siglo XIII aparece una nueva forIna de
dadero en Occidente: discurso que descansa so- justicia, que hará depender la sentencia de testi-
bre el recuerdo claro de un contenido visual pri- Inonios y de una investigación 9 previos. Esta re-
Inigenio, y ligado a la pureza del sujeto que lo volución jurídica es asociada por Foucault a la
enuncia. La verdad filosófica sería hija de estas institución de las priIneras grandes ITlonarquías
prácticas judiciales. Esta postulación de prácti- Inedievales. La concentración de riquezas y ar-
cas sociales en tanto Inatrices de Inétodos de pen-
saIniento caracterizará por un tieInpo la indaga- 8 Se hallará un panorama general de estas investigacio-
ción «genealógica» de Foucault. nes en una conferencia dada en Brasil en 1973 (reproducida
en Dits et écrits, t. Il, págs. 571-88), así como en las últimas
páginas de La voluntad de saber, aunque en este caso de ma-
7 Véase, sobre este punto, Dits et écrits, t. I1, págs. 555-70. nera muy indirecta.
Foucault retomará una vez más el análisis de Edipo rey en 9 Sobre la investigación, véase también Surveiller et pu-
1980 (clases de los días 16 y 23 de enero y 10 de febrero), pero nir, París: Gallimard, 1975, págs. 39-46 [edición castellana
ya no como estudio de los sistemas coactivos del discurso (de la que se han tomado todas las referencias): Vigilar y
verdadero, sino de los regímenes de veridicción. castigar, México: Siglo XXI, 1994, págs. 41-8].

80 81
:mas en :manos de un poder estatal soberano y 11. La sociedad disciplinaria
centralizado conduce pronto a la confiscación (por
el Estado) del poder judicial (el cual asegura la 1. Las técnicas de castigo. Existen, nos dice
circulación de las riquezas): la :monarquía (volun- Foucault, cuatro grandes tipos de sociedad puni-
tad estatal de estabilidad política y de circulación tiva: 10 las sociedades que excluyen (exilio forzoso
reglada de las riquezas) ya no tolera el ejercicio del condenado, al que se expulsa de su tierra de
de una justicia entendida co:mo continuación de origen), las sociedades que establecen un indulto
la guerra entre dos partes. Para establecer nue- (lajusticia adopta la for:m.a de retribución), las so-
vas reglas judiciales, el soberano apela entonces a ciedades que :marcan (la penalidad tiene efecto
un viejo :modelo de control eclesiástico: la inquisi- sobre el cuerpo torturado) y, por últi:mo, las socie-
ción o investigación ad:ministrativa que practica- dades que encierran (la prisión). Cada uno de es-
ban los dignatarios de la Iglesia en sus visitas a tos procedi:mientos penales revela una for:m.a de-
las parroquias y co:munidades. El procurador del ter:m.inada de poder. Justa:mente, para Foucault,
rey to:mará de la Iglesia sus :métodos de investiga- no es cuestión de preguntarse, ante :mecanis:mos
ción para juzgar los delitos e i:mponer por doquier punitivos precisos, de qué teoría penal, siste:ma
el arbitraje del soberano, para :máxi:mo beneficio de representaciones, sensibilidad colectiva o in-
de este últi:mo. Desde entonces, esa for:m.a :mayor cluso estructura social se deducen o son conse-
de saber, que conducirá (en oposición a los viejos cuencia, sino en qué tecnología general de poder
dog:m.as de la Universidad :medieval) de los trata- se inscriben tales :métodos de castigo.
dos enciclopédicos del Renaci:miento a las doctri- Las técnicas pueden ca:mbiar, evolucionar, pe-
nas e:mpiristas del siglo XVII; esa gran tradición ro su punto de aplicación ta:mbién se transfor-
de la investigación, sobre cuyo fondo se desarro- :ma. 11 Para exponer las transfor:maciones de las
llarán todas las :medicinas, botánicas, zoología, for:m.as del poder ya no vale preguntarse, si:mple-
etc.; esos :métodos, por fin, que se darán co:mo la :mente, «¿Có:mo se castiga?», sino «¿Qué se casti-
afir:mación soberana de una razón e:mpírica, en- ga?». Foucault co:mprueba que hoy se castiga :me-
contrarán su condición de naci:miento en la e:mer-
gencia de un Estado soberano que reactivará, 10 Acerca de la tipología de las sociedades punitivas, véase
para su provecho, las viejas técnicas de la Inqui- Dits et écrits, t. n, págs. 203-4, 297, 319, 456-7, Y las clases
sición. del 3 y el 28 de enero de 1973.
11 Sobre la transformación del objeto de las técnicas pe-
nales y su significado e importancia (el problema del indivi-
duo en su carácter de dato psicológico ajuzgar y de objeto de
la prisión en un proceso de normalización), véase Dits et
écrits, t. n, págs. 396, 464, 592-3, 667-8, 717, 724, 742; t. 111,
págs. 294, 378,462,507; Y Vigilar y castigar, págs. 24-37.

82 83
nos un acto que un individuo. El problem.a clásico da por expertos. Ya no se condena una violación:
deljuez era: ¿com.etió efectivam.ente el acusado el se condena a un perverso. Hoy en día, la justicia
delito de que se lo acusa?, ¿cóm.o lo hizo, y quién lo crim.inal sólo castiga, entonces, respaldándose en
vio?, a partir de lo cual caía la sanción correspon- datos de conocim.iento: esta justicia no es tan sólo
diente al crim.en perpetrado. Ahora bien: según una instancia punitiva, sino que quiere funcionar
Foucault, el ejercicio m.oderno de la justicia no se por la verdad. El fallo judicial esquiva su arbitra-
reduce a establecer responsabilidades de autor. riedad inscribiéndose en una cientificidad cada
La justicia ya no pregunta solam.ente al acusado: vez m.ás solicitada. La justicia m.oderna ya no cas-
«¿Com.etió usted el hecho de que se lo acusa?», tiga un acto, una infracción, sino una individuali-
sino: «¿Quién es usted?». La justicia ya no puede dad psicológica, una virtualidad de conductas,
ejer~erse (y esto es válido, sobre todo, para los ca- instintos y anom.alías, una peligrosidad. 12 Ya no
sos crim.inales) de otro m.odo que guarnecida con se castiga un crim.en, sino a un alm.a crim.inal. Y
verdades psicológicas. De ahí el papel que han lo que Foucault quisiera narrar es el nacim.iento
adquirido las «circunstancias atenuantes» (o agra- de esta alm.a, desde una política tecnológica de los
vantes) en las sentencias, y que parecen alterar cuerpos.
incluso la naturaleza del acto. De ahí el principio
de las dism.inuciones de pena que devienen posi- 2. Enigrn.a de la prisión. La interrogación de
bilitadas por el com.portam.iento del condenado Foucault tiene su punto de partida en la exten-
en prisión. sión que ha alcanzado la cárcel en el régim.en de
El antiguo artículo 64 del Código Penal fran- penas, al m.enos en nuestras sociedades occiden-
cés exim.e de responsabilidad al autor de cual- tales . Un violador de niños, un perpetrador de
quier acto crim.inal com.etido en estado de «de- desfalcos, un delincuente m.enor, todos serán con-
m.encia». No se puede ser culpable y loco a la vez. denados a la m.ism.a pena: la prisión. ¿Cóm.o llegó
Sin em.bargo, en la práctica, eljuez no le pregunta esta a im.poner su carácter dom.inante? Porque, al
al perito psiquiatra si el acusado es o no loco, no le fin y al cabo, en la Francia del Ancien Régim.e, por
pregunta si es responsable. Le pregunta si el acu- ejem.plo, el encierro no constituía un castigo en sí,
sado es o no peligroso, si es o no curable. De m.odo sino solam.ente un m.edio para tener bajo custodia
que ya no se convoca al psiquiatra para que deter- el cuerpo del acusado. El Código Crim.inal de Ser-
m.ine si el acusado era o no responsable en el m.o- pillon es m.odélico en este aspecto: «En nuestro
m.ento del crim.en, sino para que evalúe si ciertos derecho civil, la prisión no es considerada COTIlO
actos o conductas eran virtualm.ente posibles. En una pena». Cincuenta años después, la cárcel pa-
definitiva, ya no se juzga un acto ni al autor de sa a ser una técnica punitiva casi exclusiva. Al
ese acto. Se juzga a un individuo cuyos crím.enes
12 En cuanto a la peligrosidad, véase Dits et écrits, t. II,
corresponden a una verdad psicológica enuncia- págs. 593, 664-5; t. III, págs. 295, 308, 341-3.

84 85
hablar ante el Parlalllento en 1831, Rélllusat de- ejemplaridad (la aplicación del castigo tiene que
clara: «¿Cuál es el sistellla de penalidad adlllitido ser pública a fin de desalentar eventuales voca-
por la nueva ley?: el encarcelallliento, en todas ciones hacia el crilllen) y el resarcimiento del da-
sus fOmIas». En la prilllera lllitad del siglo XIX, al fio social causado por la infracción. La técnica pu-
llliSlllO tielllpo que se sefiala la extensión triunfal nitiva debe comprenderse en tanto opera en el
de esta lllodalidad punitiva, se denuncian sus ámbito de las representaciones: es una técnica re-
consecuencias: se sabe ya que la cárcel elllbrutece presentacional orientada a desalentar veleidades
al individuo e illlpide cualquier reintegración de criminales mediante el espectáculo edificante y
quienes salen de ella. 13 calculado de las penas.
En esto se opone a las antiguas ceremonias de
Este enigm.a de la prisión se profundiza aún
suplicio.15 El tormento implicaba, sin duda, la
lllás cuando se consideran las grandes transfor-
misma idea de publicidad del castigo: convertir el
lllaciones producidas en la teoría del derecho pe-
sufrimiento en espectáculo público. También im.-
nal a finales del siglo XVIII.14 En autores COlllO
plicaba la noción de resarcimiento por la herida
Beccaria o Brissot hallalllos una nueva definición
infligida a la soberanía, pero no se trataba de la
del crilllen en tanto infracción, ruptura de la ley
nueva soberanía popular definida Illás tarde por
civil, sin la lllenor referencia a una falta llloral o
el contrato. Quien se consideraba ofendido era el
al pecado religioso. El crilllen es propuesto COlllO
dafio social (ya no COlllO sacrilegio), y el crilllinal, propio rey, y se vengaba de esta ofensa por medio
COlllO enellligo de la sociedad. Esta nueva defini- de la restallante manifestación de su fuerza. El
ción inlllanente del crilllen (no sustentada en va- cuerpo torturado Y sufriente ponía en evidencia
lores lllorales trascendentes), por parte de los ju- la verdad del crimen cometido y la atroz superio-
ridad de la fuerza del rey lastimado por la infrac-
ristas teóricos de la Ilustración, trae aparejada
una re definición de las penas guiada por el crite- ción. Esta ceremonia punitiva ponía en escena,
para Foucault, la venganza simbólica y física del 16
rio de la utilidad social. Los castigos illlaginados
por estos teóricos lllodernos son, por ejelllplo, la Príncipe mortificado contra el criminal infame.
Hemos visto que, tanto los recientes desarro-
deportación, la deshonra, el trabajo forzado, la
pena del talión. Lo que illlporta en cada oportuni- llos en las teorías del contrato corno la noción de
dad para la deterlllinación de las condenas es la 15 Acerca del suplicio como pena, véase Dits et écrits, t. n,
págs. 618, 716, 726-7, 794, 798. El ejemplo privilegiado por
13 Acerca de las primeras críticas de la prisión, véase Dits
Foucault es siempre el suplicio de Damiens (cf. Vigilar y cas-
et écrits, t. n, págs. 458-9, 742. tigar, págs. 38-74).
16 Pero este espectáculo, capaz de causar espanto, era al
14 Sobre la socialización de la pena y el arte punitivo de la
mismo tiempo ocasión para que el pueblo expresara su re-
Ilustración, véase Dits et écrits, t. n, págs. 461-3, 589-92,
chazo del poder y transformara en mártir a la víctima del
726; la clase del 24 de enero de 1973, y Vigilar y castigar,
págs. 108-36. suplicio (ef. Vigilar y castigar, págs. 77-86).

87
86
soberanía popular, conducen a un entendimiento do aparecer con su nueva evidencia punitiva es
del crimen ya no como ataque fisico al cuerpo del porque sus raíces, en la lógica de nuestras socie-
Príncipe, sino como ruptura del pacto social. El dades, eran mucho más profundas. Para dar
castigo será pensado, por lo tanto, bajo la forma cuenta de la prisión, Foucault efectúa una suerte
de un restablecimiento público y aleccionador de de vasto rodeo, que nos llevará a la formación,
la utilidad social mancillada. Ahora bien: en esta durante la época clásica, de las sociedades disci-
perspectiva de análisis, la prisión nunca es men- plinarias. La sumisión de los cuerpos y el control
cionada. y, sin embargo, durante el siglo XIX el de los gestos, el principio de vigilancia exhausti-
encarcelamiento se constituye en el mecanismo va, el propósito de corrección de los comporta-
punitivo capital, hasta el punto de que nada que- mientos y de normalización de las existencias, la
dará de todos aquellos proyectos de reforma pe- institución de un cuerpo útil articulado básica-
nal, de todo ese arte de castigar cuya edificación mente con el instrumento de producción, la for-
había insumido muchísimos afias: la prisión se mación de un saber (ciencias humanas) de indivi-
impondrá con su monotonía gris y su carácter dualidades regladas y sometidas: todo este con-
exclusivo. Encarcelamiento, por lo demás, que ya junto forma parte de una amplia táctica general
ni siquiera responde al criterio de utilidad social, de poder, que se extiende e intensifica gradual-
sino al control y la corrección de los comporta- mente en nuestras sociedades occidentales. La
mientos individuales. Esta presencia masiva de prisión se volverá comprensible sólo sobre la base
la cárcel en Francia sorprende más aún por cuan- de esta reorganización de los mecanismos de po-
to el encarcelamiento continuaba ligado a la idea der iniciada en la época clásica.
de arbitrariedad y abuso del poder monárquico
(en el Ancien Régime, el encierro se concretaba 3. La investidura política de los cuerpos.
con la mera presentación de una orden [lettre de Para Foucault, la disciplina es, ante todo, una
cachet]* firmada por el rey). ¿Cómo comprender, técnica política de los cuerpos.18 Se trate de una
entonces, que la prisión pasara a ser tan rápida y fábrica, una escuela o un cuartel, Foucault obser-
naturabnente el único medio de castigo? ¿Debe va el esfuerzo de repartir los cuerpos, de catalo-
invocarse el prestigio de grandes modelos de en- garlos. De este modo, a los viejos ritos de exclu-
carcelamiento, como los de Amsterdam o Glou- sión suscitados por la lepra podrá oponerles las
cester, en Filadelfia?17 Pues bien: si la cárcel pu- técnicas de vigilancia y divisiones territoriales en

* Lettre de cachet: carta cerrada firmada por el rey, que en 18 Sobre la relación entre disciplina y cuerpo (y, en gene-
la mayoría de los casos contenía una orden de exilio o de pri- ral, entre poder y cuerpo), véase Dits et écrits, t. Il, págs.
sión --dispuestos, en consecuencia, por su mero arbitrio-. 523,617,754-6; t. IlI, págs. 231,470; t. IV, pág. 194; Vigilar
CN. de la T.)
y castigar, págs. 14-9, 31-7, Y la clase del 26 de febrero de
17 ef. Vigilar y castigar, págs. 124-31. 1975.

88
89
el tratamiento de la peste. 19 La disciplina se COIll-
4. La norxnalización. Las técnicas discipli-
narias aplicadas en talleres, escuelas y fábricas
\
prende priInero como una nueva anatomía políti- '1

ca: arte de reparto de los individuos en el espacio instalan siempre una micropenalidad (paralela a
(cada uno debe estar en su sitio, según su rango, los grandes mecanismos judiciales estatales),
sus fuerzas, su función, etc.), control de la activi- constituida por multas, sanciones, etc. Se trata
dad (la dominación debe alcanzar a la interiori- de castigar en cada ocasión al cuerpo rebelde, al
dad misma de la conducta, deberá ejercerse hasta cuerpo indócil. Pero estos pequefios castigos de-
en la Illás íntiIlla Illaterialidad del gesto), organi- ben ser comprendidos en su función correctiva. Se
zación de las génesis (el poder inviste al cuerpo en trata de obtener del cuerpo (mediante un sistema
la dimensión de su duración interna, sometiéndo- de sanciones equilibrado por un sistema inverso
lo a ejercicios progresivos), cOIllposición de fuer- de recompensas) una conducta normalizada . .La
zas (se trata, entonces, de combinar los cuerpos a oposición de Foucault entre ley y norma va en es-
fin de extraerles una utilidad máxima). El poder ta dirección. 21 Tal oposición puede presentarse
22
inviste al cuerpo COIllO pedazo de espacio, COIllO en sus textos en forma de evolución histórica: la
núcleo de comportamientos, como duración inter- forma dominante de poder desde la Edad Media
na y co:m.o suma de fuerzas. 2o Todas estas técni- hasta la época clásica tendría como eje la Ley; en
cas fabrican un cuerpo dócil y sumiso, un cuerpo cambio, nuestras sociedades modernas funciona-
útil. Fabrican pequefias individualidades funcio- rían básicamente por la norma. La penalidadju-
nales y adaptadas. Se co:m.prende que el nivel de dicial según la ley está estructurada por una opo-
análisis requerido por Foucault sea el de una mi- sición binaria (lo permitido y lo prohibido): opera
crofísica del poder: se estudia el poder en relación una división de los actos vinculada a textos. Por
con los procesos menores que circundan e invis- 21 Acerca de esta división, véase Dits et écrits, t. IlI, págs.
ten al cuerpo. No se trata de formular grandes 75,274-5.
22 Pero adopta también la forma de una oposición entre
interrogaciones sobre la génesis del Estado o los
grillas de inteligibilidad del poder: para Foucault, el presti-
derechos naturales, sino de examinar técnicas gio de la ley se mantiene hasta el punto de que todas nues-
meticulosas de pedagogía, reglas meticulosas de tras teorías respecto de aquel están marcadas por esa oposi-
adiestra:m.ien to. ción (aun cuando la ley defina tan sólo una forma histórica
del poder); en cambio, la consideración de la norma permite
apreciarlo mejor en su dimensión de estrategia activa, así
corno su vínculo con el cuerpo. En Foucault, sin embargo, es-
te desdoro de la ley (y, en términos más amplios, del dere-
19 En cuanto a la oposición entre tratamientos de la peste cho) desde la perspectiva de un pensamiento del poder es
y de la lepra corno reveladores de dos formas de poder, cf. Vi-
concomitante, en el plano de las luchas prácticas, con una
gilar y castigar, págs. 201-3, y la primera clase del año 1978. exigencia política de refirmación del derecho contra la doxni-
20 Estas cuatro investiduras están descriptas en Vigilar y
castigar, págs. 141-5. nación solapada de la norma.

91
90
otra parte, la ley se aplica a los individuos, pero cionalidad. COlllO resultado del poder disciplina-
desde el exterior, y esenciallllente con lllotivo de rio, lo que ahora se illlpone es la forma del exa-
una infracción. Por últilllO, la ley delilllita un álll- men. El examen reactiva la investidura política
bito de lo permitido COlllO un espacio de libertad de las individualidades norma1i~adas, pero, en
que no es investido por ella. El dispositivo disci- este caso, para expedir la ficha de filiación. Apa-
plinario genera, en call1bio, una penalidad según rece corno la forma veridiccional del poder disci-
la nOTllla cuyo funcionallliento es irreductible al plinario. Es el examen el que nos fabrica identi-
viejo sistellla de la Ley. En efecto: la norllla se dades conformes con este poder. Ahora bien: pre-
propone alcanzar la interioridad de las conductas cisamente en estas técnicas de examen irán las
individuales a fin de illlponerles una línea deter- ciencias humanas a buscar lo esencial de sus mé-
lllinada. N o aprehende al individuo con lllotivo de todos. La afirmación de un poder disciplinario,
actos precisos y puntuales, sino que pretende in- con su influjo sobre las conductas corporales ínti-
vestir la totalidad de la existencia. Por últilllO, mas, explica así el nacimiento de las ciencias hu-
lllientras que la ley se rodea de todo un ritual tea- IIlanas en el siglo XIX.23 Ya no se trata de decir,
tral tanto en su aplicación COlllO en su rigor, la COIIlO en los años sesenta, que las ciencias hUllla-
norllla es difusa, solapada, indirecta: acaba por nas inscriben su posibilidad en una experiencia
illlponerse después de in terlllinables reprilllen- fundaIIlentalo en una disposición epistémica pri-
das lllezquinas.
IIlera: esta vez encuentran su condición de exis-
La lllicropenalidad de los sistelllas disciplina- tencia en la investidura técnico-política de los
rios constituye, pues, la instancia de inscripción, cOIIlportaIIlientos.
en el cuerpo, de las conductas nOTlllalizadas. Pero En la escuela, el hospital, la fábrica, el examen
viene a tOlllarle la posta un dispositivo de saber asegura la proyección de los cuerpos dóciles sobre
que difunde estas norlllas y las instila; o, lllejor un plano de objetividad. No se trata, empero, de
dicho, que enuncia COlllO verdades naturales con- decir que las ciencias humanas son mero reflejo
ductas prescriptas por el poder disciplinario. Fou- ideológico de un influjo sobre el cuerpo. Poder y
cault parece decirnos que a partir del siglo XIX la saber constituyen en Foucault un sistema histó-
verdad es nOTlllalizadora, y que desde ahora sólo rico COIIlún: hay una realidad del cuerpo dócil au-
la nOTllla define el acceso a lo verídico. COlllO po- tenticada por su objetivación en distintos sabe-
delllos recordar, ya nos había lllostrado que las res; hay una realidad de los saberes cuyo ámbito
técnicas de investigación y, en téTlllinos globales, de objeto es abierto por técnicas de poder. 24 Po-
todo el saber elllpírico de la Alta Edad Media, en
el siglo XVI, debían ser entendidos a partir del 23 Sobre la genealogía de las ciencias humanas con refe-
surgillliento de un Estado centralizado que ponía rencia a la sociedad disciplinaria, véase Dits et écrits, t. n,
los lllecanislllos judiciales bajo su entera discre- págs. 594-5, 619-20, 672.
24 Una tradición sólidamente enraizada, que Foucault

92
93
dría decirse que, para Foucault, el sistema de po- cada vez menos capaz de atenerse a su vieja tarea
der-saber indica un campo de realidad histórica de aliviar el sufrimiento individual. Funciona ca-
que se especifica en verdades objetivas (la norma da vez más como práctica social: 27 la exigencia
Como regla de verdad) y en materialidades corpo- moderna de prevención introduce una medica-
rales (investidura analítica de los cuerpos por la lización indefinida de nuestras existencias. La
disciplina). Debe apuntarse, no obstante, la pre- llledicina debe intervenir incluso antes de que el
sencia objetiva de escrituras rebeldes a sistelllas mal aparezca. La salud pasa a ser un objeto de
de enunciación del saber apoyadas en técnicas de consumo o hasta un derecho a reivindicar: pasa a
poder; por ejelllplo, el informe de Pierre Riviere, ser un principio de existencia que perlllite así una
quien degolló a su madre, su hermana y su her- extensión indefinida del poder médico.
mano,25 y que sUlllirá a jueces y psiquiatras en la La conformación de un ámbito de cOlllporta-
estupefacción. Resistencia por la escritura de las miento anorlllal es tributaria también de la psi-
singularidades.
quiatría. Foucault estudia durante todo un año,
Estas grandes tesis sobre el poder están ar- en el College de France, el «poder psiquiátrico».28
ticuladas en Foucault a lo largo de una paciente Pero lo esencial de este curso es delllostrar la dis-
exposición de contenidos históricos. Para él se ciplinarización de la locura: mostrar de qué lllodo
trata, ante todo, de COlllprender CÓlllO la medicina el asilo psiquiátrico del siglo XIX se instituyó co-
se instituyó progresivalllente COlllO la instancia mo campo de fuerzas entre la voluntad del loco y
capital de difusión de normas. 26 La llledicina es

puesta según principios de vigilancia y clasificación, organi-


combate, postula una incompatibilidad de esencia entre po-
zación de visitas regulares del médico a los enfermos y que
der y saber: un saber auténtico y puro sólo podría desarro- los constituye como otros tantos casos y enseñanzas, etc. (so-
llarse muy lejos de las pasiones políticas, en el desinterés bre el hospital COInO aparato disciplinario, véase Dits et écrits,
absoluto. El poder nunca sería otra cosa que la gangrena del
t. II, págs. 680-2, 697-8; t. III, págs. 24-8, 508-21, 727-40).
saber: sólo podría parir ideologías, es decir, mentiras. Para 27 Foucault distingue, para el siglo XVIII, una medicina
Foucault, en cambio, el poder produce saberes, y saberes de Estado aparecida en Alemania, una medicina urbana que
verdaderos. Sobre la relación poder/saber, cf. Dits et écrits, t. nace en Francia en la InisIna época y, por último, esta vez en
II, págs. 389-90, 752, 757; t. III, págs. 33, 78, 141, 175, 300, Inglaterra, una medicina de la fuerza de trabajo: esta últi-
404, 533; y Vigilar y castigar, págs. 175-98.
Ina, adecuada a las exigencias políticas y sociales, tendrá la
25 Moi, Pierre Riviere, ayant égorgé ma mere, ma sceur et
Inás prolongada descendencia (cf. Dits et écrits, t. III, págs.
mon frere, París: Gallimard/Juillard, 1973, disponible ac-
tualmente en la colección «FoliolHistoire». 207-28; y más aInpliaInente sobre la medicina COInO instan-
cia de difusión de normas, cf. t. II, págs. 317,380-2,469,614;
26 Se entiende por qué Foucault considera entonces al hos-
y t. III, págs. 21-3, 40-58).
pital, según aparece reorganizado a finales del siglo XVIII,
28 M. Foucault, Le pouvoir psychiatrique, ed. J. Lagrange,
como el primer sistema disciplinario completo: distribución París: GalliInard-Le Seuil, 2003 [edición castellana: El poder
rigurosa de los enfermos en el espacio, arquitectura dis-
psiquiátrico, México: Fondo de Cultura EconóInica, 2005].

94
95
Imi
Ili,1
la del psiquiatra -confundiendo la curación con dividuo al que es preciso corregir. Estas tres figu-
el aprendizaje vigoroso de la docilidad en una ras representan un peligro para la sociedad: peli-
pugna cuerpo a cuerpo (clase del 7 de noviembre gro del criminal,30 peligro de los males atribuidos
de 1973)--, y como aparato disciplinario apto pa- i a la masturbación, etc. Al afirmarse como ciencia
ra curar por el mero funcionamiento mecánico de
sus engranajes (clase del 5 de diciembre de 1973);
l
:
.¡::
1:,

.[:
I[~:
de la anormalidad peligrosa, la psiquiatría se
postula como instrumento de higiene social (clase
;1;

de qué manera la locura ya no es percibida como del 12 de febrero de 1975).


error y sinrazón, sino como vicio a corregir; y que
el papel del psiquiatra es responder a la demanda 5. El panoptisIno. Habíamos mencionado la
de la familia de adaptar al individuo enfermo a micropenalidad como instrumento del proceso de
ciertas normas de comportamiento: tener una normalización de conductas. Pero, además, debe
identidad y un nombre propio, saber integrarse apuntarse la insistencia de Foucault sobre los
en un determinado sistema económico, impedir 1111.
principios de vigilancia y control, que garantizan
la expresión de deseos no admisibles, etc. (clase la sumisión de los cuerpos. Esta vigilancia y este
del 12 de diciembre de 1973 y primera clase de control son ejercidos por lnáquinas de poder. El
enero de 1974); estas normas definen a la vez una estudio de la disciplina supone la descripción de
realidad social y el ámbito de verdad, constitu- estas maquinarias, mecánicas, configuraciones
yendo ambos para la psiquiatría, simultánea- arquitectónicas, de estos dispositivos de poder: el
mente, un campo de aplicación y condiciones de comportamiento reglado aparece entonces como
posibilidad teórica. el producto de una mecánica anónima de poder.
Cabe apuntar, no obstante, que el poder de la Conocemos la importancia que otorga Foucault al
psiquiatría en su dimensión de instancia social panóptico de Bentham,31 y la cuidadosa descrip-
de difusión de normas se ejerce, sobre todo, a par- ción que hace de él:
tir de la elaboración de las nociones de anorlnal y
de anolnalías psíquicas. En su curso de 197529 en
el College de France, Foucault estudia las diver- 30 Foucault hace una historia del Illonstruo: durante IllUy
sas figuras que hacia los últimos afios del siglo largo tieIllpo, el Illonstruo fue visto COIllO un error de la natu-
raleza del que resultan probleIllas jurídicos insolubles (¿se
XIX vendrán a reunirse para componer el perfil debe bautizar a un Illonstruo?, etc.); sólo a finales del siglo
del anormal: el monstruo criminal, el onanista XVIII (época de Sade) se eIllpieza a pensar al criIllinal COIllO
degenerado (clase del 5 de marzo de 1975) y el in- Illonstruoso, es decir, COIllO producto de una naturaleza (un
instinto) perverso (clases del 22 y el 29 de enero de 1975).
29 ef. un reSUIllen de este curso en Dits et écrits, t. n, págs. 31 Sobre el panoptisIllO, véase Dits et écrits, t. II, págs. 437,
822-8, y el curso Les anormaux, ed. V. Marchetti y A. Sala- 466,594-5,729; t. III, págs. 35, 190-7,460,474,628; Vigilar
Illoni, París: GalliIllard-Le Seuil, 1999 [edición castellana: y castigar, págs. 199-230, y la últiIlla clase de dicieIllbre de
Los anormales, Madrid: Akal, 2001]. 1973.

96 97
«Conocido es su principio: en la periferia, una dad de su ejercicio; que este aparato arquitectóni-
construcción en forma de anillo; en el centro, una co sea una máquina de crear y de sostener una re-
torre; esta, con anchas ventanas que se abren en lación de poder independiente de aquel que lo
la cara interior del anillo. La construcción perifé- ejerce; en suma, que los detenidos se hallen inser-
rica está dividida en celdas, cada una de las cua- tos en una situación de poder de la que ellos mis-
les atraviesa toda la anchura de la construcción. mos son los portadores». 32
Tienen dos ventanas: una que da al interior, co- Se trata, pues, de disponer una serie de celdas
rrespondiente a las ventanas de la torre, y la otra, espaciales íntegramente visibles desde una torre
que da al exterior, permite que la luz atraviese la central, de modo que sea posible una vigilancia
celda de una parte a otra. Basta, entonces, con continua. Así concebido, este edificio no está nece-
ubicar un vigilante en la torre central y encerrar sariamente destinado a prisión: podrá ser utiliza-
en cada celda a un loco, un enfermo, un condena- do corno hospital, escuela o fábrica. 33 El principal
do, un obrero o un escolar. Por el efecto de la con- efecto de este dispositivo de visibilidad completa
traluz, se pueden percibir desde la torre, recor- es provocar en el preso, quien desde su celda no
tándose perfectamente sobre la luz, las pequeñas puede ver si lo vigilan o no, una interiorización de
siluetas cautivas en las celdas de la periferia. la relación de vigilancia. Esta manipulación del
Tantos pequeños teatros corno celdas, en los que comportamiento se efectúa sin violencia, pero
cada actor está solo, perfectamente individuali- bajo la presión insistente, en cierto modo inmate-
zado y constantemente visible. El dispositivo pa- rial, de una visibilidad constante. Por otra parte,
nóptico dispone unas unidades espaciales que la invisibilidad del vigilante impide que el poder
permiten ver sin cesar y reconocer al puntp. En I
sea identificado con una figura determinada Gefe,
suma, se invierte el principio del calabozo; o, más 11
guardián, etc.): el poder no es ya una persona,
bien, de sus tres funciones --encerrar, privar de sino que abarca una función anónima, automáti-
luz y ocultar- no se conserva más que la primera ca. La máquina disciplinaria es fundamental-
y se suprimen las otras dos. La plena luz y la mi- mente democrática. 34
rada de un vigilante captan mejor que la sombra,
que en último término protegía. La visibilidad es
una trampa. [. .. ] De ahí el efecto mayor del Pa-
nóptico: inducir en el detenido un estado cons- 32 Vigilar y castigar, págs. 203-4.
ciente y permanente de visibilidad, que garantiza 33 El panóptico no remite, para Foucault, a una arquitec-
el funcionamiento automático del poder; hacer tura concreta, sino que constituye, en rigor, la cabal formali-
que la vigilancia sea permanente en sus efectos, zación del poder disciplinario.
34 Sobre la relación disciplina/democracia, véase Dits et
incluso si es discontinua en su acción; que la per- écrits, t. lI, pág. 722; t. IlI, pág. 195, y Vigilar y castigar,
fección del poder tienda a volver inútil la actuali- págs. 225-7.

98 99
6. Sociedad disciplinaria y capitalisID.o. creIllentar sus efectos en extensión, intensidad y
El surgiIniento de una form.a disciplinaria del po- continuidad: suefio de un poder que penetraría el
der, la aparición de un control perIllanente del cuerpo social sin prisa pero sin pausa. De todas
cuerpo, de una norIllalización de las conductas, fOrInas, el poder disciplinario se integra, sobre to-
fueron exaIllinados hasta aquí desde la perspec- do, en los nuevos Illecanism.os de producción de-
tiva de una Illicrofísica del poder. IIllportaba se- sarrollados por el capitalisIllo. 36 Porque, al fin y
fialar las técnicas Illinuciosas y a veces íntiIllas al cabo, ese cuerpo dócil fabricado por la. discipli-
de erradicación de cOIllportaIllientos (sisteIllas na es el cuerpo útil del obrero conectado con la
Illezquinos de recoIllpensas/castigos) y de cons- m.áquina de producción. El poder disciplinario
trucción de saberes norIllalizadores (series de adquiere taIllbién su sentido en la adecuación de
exáIllenes Inédicos, psicológicos, etc.). Sin eIllbar- los cuerpos a las norIllas de aquella. Tal discipli-
go, la aparición de una sociedad disciplinaria de- nariz ación del cuerpo del obrero con fines produc-
be ser entendida taIllbién con referencia a los tivos delata el Illiedo al cuerpo ocioso y gozador
grandes IlloviIllientos históricos de poblaciones y del proletario: la conforIllación de las prim.eras
de riquezas. RecordeIllos que la disciplina consti- barriadas obreras, la aparición de una «cartilla
tuía una nueva econolnía del poder. El poder anti- obrera», * otros tantos instruIllentos de la burgue-
gu035 (de soberanía) presentaba una intrincación sía industrial para im.poner hábitos y sujetar el
de Illúltiples y contradictorias instancias de au- cuerpo del proletario a la m.áquina. 37 La intensi-
toridad, que apenas trazaban un call1po inCOIll- ficación del control social se m.uestra tanto m.ás
pleto de ejercicio. Por otra parte, estos puntos de necesaria cuanto que el capitalism.o naciente per-
autoridad afirIllaban su fuerza, principalIllente, Illite la aparición de una nueva fOrIna de riqueza
en las exacciones de bienes (cosechas, productos, (acuIllulación de enorm.es cantidades de Illercan-
etc.) que se efectuaban bajo aIllenaza arIllada y cías en ciudades y puertos, instalación de Illáqui-
que provocaban frecuentes resistencias, o en los
36 Sobre la relación capitalisll1o/disciplina, véase Dits et
pOIllpOSOS rituales con que se refirIllaba su iIllpe-
écrits, t. Il, págs. 431, 436, 466-7, 622; t. IIl, págs. 65, 233,
rio. Este viejo sisteIlla iIllplicaba un costo elevado 374; t. Iv, págs. 185-9; la clase del 17 de enero de 1973, y VL-
para el poder: perm.anentes conflictos, Illala orga- gilar y castigar, págs. 223-30.
nización, Illanifestaciones ostentosas pero sieIll- * Livret ouvrier: docull1ento instituido por Napoleón en
pre puntuales de este poder. La disciplina se pre- 1803, sin el cual un obrero que iba de una COll1una a otra era
senta, por el contrario, COIllO una tentativa de in- considerado vagabundo y quedaba sujeto a la correspon-
diente condena. (N. de la T.)
37 Respecto de la disciplinarización del obrero en correla-
35 Acerca de la antigua econoll1ía del poder contrapuesta a
ción con la explotación capitalista, véase Dits et écrits, t. n,
la disciplina, cf. Dits et écrits, t. Il, págs. 716, 793; t. IIl, págs. 468, 612, 722; t. IlI, págs. 192, 306, Y las clases del 21
págs. 69, 392; t. Iv, págs. 189-90, y Surveiller et punir, págs.
de febrero y el 7 y el 12 de ll1arzo de 1973.
77-84.

100 101
" ,'
I~ í

1,:
1
:1

nas muy costosas en las fábricas), y también_por- ' 1':' luchas sociales. Para sofocarlo, para marginarlo, l'
I
, "
que la multiplicación de pequeñas propiedades había que hacer surgir otro ilegalismo dominan- JI

en el ámbito rural hace aún más intolerables el te, que se adecuara a los intereses económicos de
vagabundeo y la rapiña. 38 la burguesía. Este ilegalism.o políticamente neu-
'1:,
.1'
j1:
,,'
tralizado,40 y fuente de beneficios económicos, es
7. Prisión y delincuencia. La instauración lii
la delincuencia (que proporciona personal dispo-
II!11'
de la cárcel como técnica de corrección del com- nible para todos los circuitos de dinero de la pros-
portamiento se explica, pues, para Foucault, a 'I)i
titución, del tráfico de arm.as y de la droga, que
partir de la extensión de los procedimientos disci- benefician a la burguesía). La prisión sirve, preci- i
plinarios en la sociedad clásica. 39 Ahora bien: es- ji'
samente, para producir este medio delincuencial,
ta tesis sólo da cuenta de las condiciones de apa- 1;
1
para homogeneizarlo y controlarlo (pues siempre I1

1·li
rición de la prisión. Todavía habría que compren- son los mismos los que vuelven a sus muros regu- I!
der su función positiva en la sociedad del siglo larmente). La función positiva de la cárcel es fa- I
XlX. Tal vez sea aquí donde la respuesta de Fou- bricar delincuencia. 41
cault se muestra más sorprendente. llil
,

La R.evolución Francesa, así como otras revo-


luciones políticas del siglo XlX, puso al descubier-
to el peligro de un nuevo ilegalismo popular para II!. El poder y la ley
las clases dirigentes: el ilegalismo político de las

38 Todos estos análisis suponen una concepción del poder,


Cuando estudia los m.ecanism.os de la sociedad
no COlllO aquello que pretende aplicar la ley, sino COlllO ges- disciplinaria, Foucault propone otra imagen del
tión diferenciada de los ilegalislllOS (cf. Dits et écrits, t. II, poder. 42 Para él,43 el poder no es una sustancia
págs. 435-6, 467-8, 604-5, 689, 719, 723, 730, 743, 745; t. III,
págs. 67, 88, 93, 170; Vigilar y castigar, págs. 86-98, y la 40 Foucault llluestra, por ejelllplo, que los rOlllpehuelgas
clase del 21 de febrero de 1973). eran reclutados en los llledios delictivos.
39 Es así COlllO las condiciones de origen de la prisión serán 41 Sobre el sistellla sociedad disciplinaria/prisión/delin-
buscadas por el lado de sociedades inglesas de control, cuencia, véase Dits et écrits, t. lI, págs. 438-9, 469-70, 531,
grupos laicos de autodefensa, cOlllunidades religiosas, que 689-90, 717-8, 724, 730, 742, 746-8; t. Iv, págs. 93, 393-4, Y
en el siglo XVIII ejercían vigilancia sobre las costulllbres de Vigilar y castigar, págs. 261-99.
la población (en cuanto a este punto, véase Dits et écrits, t. 42 En páginas precedentes helllos lllostrado ya que Fou-
II, págs. 465, 596-600, y las clases del 31 de enero y el 7 de cault se opone a todo pensallliento del poder en térlllinos de
febrero de 1973), o incluso por el lado de la institución fran- representación (el poder actúa sobre los cuerpos) y en térllli-
cesa de las órdenes reales (lettres de cachet), encarcelalllien- nos de lllentiras (el poder produce saberes verdaderos).
to dispuesto por silllple carta del rey, sin pasar por ninguna 43 Para una prilllera deterlllinación del lllodo de ser del
instancia judicial (cf. Dits et écrits, t. II, págs. 600-3; t. III, poder en Foucault, véase Dits et écrits, t. lI, págs. 313, 757,
págs. 246, 340, y las clases del 7 y el 14 de febrero de 1973). 799, 805, 812; y t. lII, págs. 92, 302, 379, 406-7, 425, 533.

102
103
que un núm.ero restringido de privilegiados se re- Adem.ás de un m.odelo sustancial de poder (en-
partiría en detrim.ento de los otros, no es patrim.o- tendido COlllO cosa), Foucault, en una privilegiada
nio exclusivo de una clase social; por el contrario, grilla de lectura de las relaciones que en aquel se
el poder circula por todo el espesor y la extensión establecen, refuta el lllodelo de la Ley.46 Para él,
del tejido social (aunque siga siendo evidente que este tellla de la Ley COlllO lllanifestación radical
estos flujos son controlados y regulados por tecno- del poder sielllbra de obstáculos tanto los enfo-
logías y m.áquinas en el solo provecho de una par- ques contractualistas y jurídicos COlllO los enfo-
te de la sociedad); el poder no es una cosa en m.a- ques lllarxistas. Cuando la problelllática del po-
nos de algunos, sino el elem.ento que pasa entre der se reduce a la afirm.ación de los derechos indi-
todos, enlazándolos y separándolos a la vez, reu- viduales y de los deberes del Estado dentro de un
niéndolos en el conflicto que los opone. Pero estas lllarco republicano, así COlllO cuando se limita a la
relaciones de fuerza no se resum.en en la relación denuncia de la lllentira y la opresión organizadas
unilateral de dom.inación. Se trata, en rigor, de por las clases dirigentes y poseedoras, el que pre-
redes m.últiples que atraviesan las dem.asiado valece es sielllpre ellllodelo de la Ley (en un caso,
com.pactas oposiciones de clase, y se m.uestran COlllO principio de acuerdo interindividual; en el
irreductibles a las m.eras relaciones de produc- otro, COlllO instrulllento represivo).47 En conse-
ción (aunque se apoyen sobre ellas). Hay, aquí y cuencia, los análisis de Foucault tOlllarán dos di-
allá, nudos m.ás o m.enos com.plejos de poder, pero recciones críticas: lllostrar, por un lado (en réplica
en ningún caso el Poder se localiza en institucio- al contractualislllo), que el poder no se confunde
nes o aparatos determ.inados (el Estado, etc.). En- con la instauración de un orden pacificador de la
tre la querida y el am.ante, el capataz y el obrero, Ley, sino que es una guerra perpetua; y, por el
el padre y el hijo, la prostituta y su cliente, el otro (en réplica allllarxislllo), que el poder no re-
m.aestro yel discípulo, se anudan otras tantas re- prillle ni prohíbe, sino que incita y produce.
laciones de poder singulares y m.ultilaterales.44
El tejido social no se sostiene sino de la m.anera 1. La guerra de las razas. Foucault aborda
conflictiva en que estrategias fragm.entadas pue- el problellla de la guerra en su curso de 1976
den apoyarse la una sobre la otra, en que se ex-
46 Obsérvese que, ya en el análisis de la sociedad discipli-
portan tácticas de una relación a la otra. Para naria, el funcionatniento del poder es pensado fundanlental-
Foucault, en consecuencia, el poder no se posee: 45 nlente COnlO gestión, distribución, reparto de ilegalismos, lo
se ejerce. cual volvía secundario el problenla del respeto y la afirnla-
ció n de la Ley.
44 'Ibdos estos tenlasjuegan en contra de una reducción del 47 Debe apuntarse que este privilegio teórico de la Ley en
pensatniento del poder al nlero poder político y al Estado. el pensanliento del poder renlite directanlente, para Fou-
45 y tanlpoco se lo cede: Foucault recusa la teoría del con- cault, a la afirnlación concreta de la soberanía estatal en las
trato. sociedades occidentales desde fines de la Edad Media.

104 105
(<<Hay que defender a la sociedad»).48 Ha podido toda complicidad del rey con ella es interpretada
advertirse que, para él, las relaciones de poder corno una traición a la noble raza franca. Este te-
debían ser pensadas en términos de estrategias, rna de la guerra de razas (clases de febrero y mar-
tácticas, relaciones de fuerza. y, sin embargo, lo zo de 1976), entendida corno matriz de los órde-
que Foucault va a desplegar en este curso no es nes políticos, corno grilla de inteligibilidad de la
una teoría del poder. De lo que se trata es de en- historia, no tardará en eclipsarse para dar paso a
contrar en los textos de los historiadores la idea una exaltación posrevol ucionaria de la unidad
de que «el orden civil es fundamentalmente un nacional. 50
orden de batalla».49 A lo largo del siglo xvn se
plantea en Inglaterra el terna de una sociedad 2. El dispositivo de sexualidad. La segun-
inglesa dividida entre un pueblo sajón autóctono da vía crítica de Foucault (La volonté de savoir,
y una aristocracia guerrera de importación nor- París: Gallimard, 1976) consistirá en no aceptar
manda que impondrá su dominación. Historiado- que el poder sea tan sólo una instancia represiva.
res corno Coke o Selden leen las grandes revolu- La sexualidad fue pensada durante muchísimo
ciones políticas de Inglaterra corno sangrientas tiempo (y hasta por el propio Foucault) corno un
revanchas de los sajones. En Francia, en tiempos ámbito particularmente saturado de prohibicio-
de Luis XIv, un historiador corno Boulainvilliers nes y censuras. La familia burguesa la había so-
(y más tarde Freret, Du Buat-Nan«;ay) describe la metido a un régimen de existencia mínima: de se-
conquista ancestral de tierras pobladas por gale- xo no se habla, y sólo se lo practica rodeándose de
ses y romanos a manos de una aristocracia de ori- la mayor discreción. Esta empresa de frustración
gen germánico. Esta misma raza galo-romana.si- sistemática habría sido cómplice del sistema ca-
gue nutriendo las filas de la burguesía francesa, y
50 Ni siquiera debe pensarse que, para Foucault, el racis-
48 Jl faut défendre la société. Este curso fue editado (París: :mo de Estado puesto en práctica por el nazis:mo constituya
Galli:mard-Le Seuil, col. «Hautes Études», 1994) por A. un resurgi:miento de este te:ma. La últi:ma clase del año 1976
Fontana [edición castellana: Hay que defender la sociedad, (cuyos tópicos se reto:man al final de La voluntad de saber)
Madrid: Akal, 2003].
intenta :más bien co:mprender el racis:mo de Estado co:mo la
49 Sobre la concepción del poder co:mo estrategia y la recu-
:manifestación de un nuevo tipo de poder, poder que consa-
sación del :modelo único, véase Dits et écrits, t. Il, págs. 757, gra co:mo objeto no ya la tierra y las riquezas (caso del anti-
772, 778; t. IIl, págs. 229-32, 257, 423; t. Iv, págs. 183-4; las guo poder de soberanía), ni el cuerpo de los individuos (caso
clases del 3 yel 10 de enero de 1973 y las del 7 y el 14 de del poder disciplinario de la época clásica), sino la vida :mis-
enero de 1976, y el final de La voluntad de saber. Para Fou- :ma de las poblaciones. En este sentido, y quizá por pri:mera
cauIt, la política es la continuación de la guerra por otros vez, el poder no se :manifiesta a través de un derecho de
:medios. Se trata, funda:mental:mente, de una refutación de :muerte, sino de un control de la vida. En el racis:mo de Esta-
las tesis de Hobbes, para quien el Poder soberano se consti- do nazi, este bio-poder se expresará :mediante la tesis de la
tuye desde la conclusión de un estado de guerra. :muerte del otro (el judío) co:mo refuerzo biológico de sí.

106 107
pitalista naciente, que niega al cuerpo el goce yel que particulariza a Occidente ha sido, indudable-
gasto inútil a fin de poder sacarle la máxima po- :mente, considerar :más bien la sexualidad como
tencia de trabajo. He aquí expuesta, en pocas pa- lugar de despliegue de un deseo que obraría, al
labras, la «hipótesis represiva»51 que Foucault :mis:mo tiempo, co:mo revelador de la verdad del
quería combatir. Pues lo que caracteriza a la se- sujeto deseante. «Di:me có:mo y a quién deseas, y
xualidad a partir del siglo XVII es, en realidad, su te diré quién eres»: tal sería el dispositivo occi-
puesta en discurso sistemática (capítulo «La inci- dental de sexualidad. Para nosotros, el sexo no
tación a los discursos»). El sexo ha pasado a ser pone en juego un cuerpo y la intensidad de sus
algo para decir. Más que de censura, habría que placeres, sino un sujeto y la verdad de su deseo
hablar de una vasta incitación al discurso, or- (capítulo «Scientia sexualis»). Pero esto no signifi-
questada por las instituciones más diversas (la ca que tengamos una sexualidad triste y carente
Iglesia, con las confesiones de la carne; la medici- de placer, so:metida sie:mpre a una her:rnenéutica
na; la psiquiatría, respecto de las patologías cau- paciente. Tal vez hemos inventado nuevas formas
sadas por el onanismo; el gobierno y sus políticas de placer: el de la puesta en verbo de nuestro se-
de natalidad; las instituciones pedagógicas y su xo. 52 Debe apuntarse también que esta puesta en
obsesión por las presuntas manifestaciones poli- discurso de la sexualidad en nuestra cultura vino
morfas de una sexualidad infantil, etc.). Frente a acompañada de la persecución sistemática (es de-
esta gigantesca explosión discursiva, que enlaza cir, de una invención) de nuevas for:rnas de aque-
en un solo movimiento la pastoral cristiana y la lla. Pues, a fuerza de querer detectar modos dis-
escritura de Sade, las prohibiciones verbales apa- frazados de dicha sexualidad, se los propicia (ca-
recen como meros dispositivos secundarios. En pítulo «La implantación perversa»). Buscamo~ el
nuestra cultura, el sexo no es algo para hacer, sexo, dice Foucault, en todos aquellos sitios en los
sino para decir. Podríamos presentar las cosas de que podría no alojarse, y acabamos por meterlo
otra manera. Ala pregunta: «¿Qué hacer de nues- en ellos. Hasta el siglo XVIII, los códigos jurídicos
tro sexo?» (o, más bien, de ese exceso de la sexua- sólo catalogaban la sexualidad de la pareja casa-
lidad por el que esta es siempre otra cosa que una da. Aquí era donde actuaban las prohibiciones
simple función reproductiva), muchas civilizacio- más tajantes, las reglas más rigurosas, mientras
nes han creído poder responder: un instrumento el resto se hacía :más confuso y en todo caso me-
de placer (como lo muestra el surgimiento de ar- nos problematizado. Por añadidura, en cuanto a
tes eróticas en ciertas regiones de Oriente). Lo los casos de formas inaceptadas de sexualidad
(zoofilia, sodomía, necrofilia, etc.), no era cuestión
51 Cf., sobre este punto, el primer capítulo de La voluntad
de saber, y también Dits et écrits, t. 111, págs. 90, 103, 259, 52 Sobre este punto, cf. Dits et écrits, t. 111, págs. 102, 132,
396.
316.

108 109
de denunciar desviaciones respecto de una nor- Iv. Gubernrunentalidades y veridicciones
ma, sino de condenar infracciones relacionadas
con un código. El problema del sexo era de índole En 1978, Foucault establece el concepto de
jurídica. En el siglo XIX, por el contrario, se enca- «gubernamentalidad». Inicialmente se trataba,
silla jurídicamente la sexualidad de los locos, los 11'1, para él, de comprender lo que pudo significar en
niños, los criminales, mientras que la pareja ca-
11.
el Renacimiento la simple noción de «gobierno»,
sada tendrá derecho a una mayor discreción. Por en su extensión Y uso. Pero, muy pronto, esta ca-
otra parte, se inventan perversiones en corres- tegoría parece sustituir en sus análisis a la de
pondencia con cierta norma natural: la homose- «poder». Este concepto posibilitará incluso el pa-
xualidad, la infidelidad crónica, ya no son consi- saje a las últimas elaboraciones en materia de
deradas bajo el simple aspecto de la transgresión prácticas de subjetivación (por el sesgo del Alci-
de códigos establecidos, sino en tanto tributarias bíades de Platón, donde se afirma que, para go-
de una naturaleza viciada. Se acabó la gran ges- bernar a los demás, primero hay que saber gober-
tualidad heroica y oscura de quienes desafiaban narse a sí mismo). En una primera aproximación,
las prohibiciones sagradas y para los cuales se las cosas podrían ser presentadas de la manera
disponían hogueras o torturas: ahora es el tiempo siguiente. En el fondo, la noción de poder, según
de la multitud sombría compuesta por pequeños la pensaba Foucault en la primera mitad de los
perversos a quienes sus preocupadas familias en- años setenta, abarcaba saberes y subjetividades
vían a los psiquiatras detentadores de normas. en tanto puntos de inscripción pasivos. Hacer
La sexualidad desviada no es ya competencia del una genealogía era mostrar de qué modo relacio-
juez, sino del médico. Este doble movimiento de nes de poder históricamente determinadas ac-
estallido de sexualidades problematizadas por tuaban como matrices de formas de saberes y de
fuera de la pareja matrimonial y de medicaliza- formas de subjetividades. Por ejemplo, el poder
ción de las sexualidades disidentes, termina por disciplinario produce individuos (en tanto sujetos
engendrar una sociedad de perversión polimorfa. constituidos en relación con la norrna), y se vale
La determinación de estos dos grandes movi- de las ciencias hurnanas corno ritual de verdad.
mientos históricos (una sexualidad habladora y Por el contrario, la problernática de la guber-
perversa) posibilita la doble conclusión siguiente: narnentalidad instalará la idea de una articula-
rechazo de una historia de la sexualidad censura- ción entre forrnas de saber, relaciones de poder y
da, contestación de la imagen de una mecánica procesos de subjetivación, que son planos dis-
represiva del poder. El poder no es una instancia tintos. Se establece un gobierno sobre sujetos y
de interdicción, sino de producción: producción de con la ayuda de saberes. Las formas de saber y de
saberes y de formas de sexualidad. relación consigo rnisrno serán pensadas cada vez
más, antes que corno sirnples pseudópodos del po-

111
110
el sentido más amplio de esta palabra-, se inclu-
der, cozno puntos de articulación de procesos de ye un ele:mento importante: el de la libertad».53
gubernaznentalidad. Lo cual significa que fOrInas
dadas de subjetividad o de saberes deterzninados 1. GubernaID.entalidad de las poblaciones
podrán operar como resistencias a ciertos procedi- Il (razón de Estado Y liberalisIno). Entre 1978 Y
mientos de guberna:mentalidad. De:masiado com- 1979,54 Foucault estudiará principalmente dos
pacta, la noción de poder impedía pensar la resis- grandes formas de guberna:mentalidad: la razón
tencia: esta nunca era otra cosa que una modali- de Estado y el liberalismo. El problema que él
dad de cierta relación de fuerzas. La idea de resis- plantea es el de la racionalidad del gobierno, es
tencia al poder encerraba entonces un contrasen- decir, la :manera en que el gobierno piensa su
:11:
tido: no hay resistencia :más que en el poder, pero práctica. Para Foucault, en la época clásica55
el go-
nada es tan e:xterior al poder que pueda oponerse bierno funciona por la razón de Estado. Esta
a él. En cambio, se puede resistir a fOrInas de go- noción de razón de Estado fue vista muy pronto
bierno. Es posible negarse a ser gobernado de tal como escandalosa, puesto que el gobierno ya no
modo o de tal otro, y oponer a fOrInas de saber o de buscaba su código de conducta en reglas trascen-
subjetividad articuladas con ciertos procedi:mien- dentes (modelo del gobierno de Dios sobre la ciu-
tos de gobierno, otros discursos teóricos o :mane- dad celeste), sino en la inmanencia de su prácti-
ras de relacionarse consigo :mismo. Y es a partir ca. 56 El gobierno por la razón de Estado consiste
de esta nueva noción de gobierno que Foucault en darse como objetivo único su paz Y su integri-
podrá pensar su propio trabajo como introducción dad. Ya no se trata, como en la lógica imperial que
de puntos de resistencia. Por otra parte, la noción había dominado durante toda la Edad Media, de
de gobierno nos per:mite abandonar la oposición dedicarse a conquistar las tierras vecinas a fin de
t. reconstruir la unidad mítica del Imperio Roma-
entre :modelo jurídico y :modelo estratégico, y
abrir las relaciones de poder a los juegos de la li- no. La razón de Estado abarca el conjunto de
bertad: «El :modo de relación propio del poder no
tendría que ser buscado, pues, del lado de la vio- 53 «Le pouvoir, comment s'exerce-t-il», en Dits et écrits, t.
lencia y de la lucha, ni del lado del contrato y del IV, pág. 237.
54 Cf. los cursoS Territoires, sécurité et population Y Nais-
lazo voluntario (que a lo sumo pueden ser tan sólo
sanee de la bio-politique, editados por M. Sennelart en Galli-
sus instrumentos), sino del lado de ese modo de
mard-Le Seuil, 2004.
acción singular -ni guerrero ni jurídico-- que es 55 Sobre la serie razón de Estado, policía, dispositivo di-
el gobierno. Cuando se define el ejercicio del po- plomático-militar, véanse las clases de marzo Y abril de
der co:mo un :modo de acción sobre las acciones de 1978, así como Dits et écrits, t. IV, págs. 149-61, 816-28.
56 En esto se opone al modelo medieval de gobierno: la so-
los de:más, cuando se lo caracteriza como el "go-
bierno" de unos hombres por otros hombres -en beranía.

113
112
prácticas (y la ciencia de estas prácticas: impor- bierno que plantea un principio de limitación in-
tancia de la «estadística» en tanto conocimiento trínseca para la intervención estatal. Véase el
de las fuerzas y recursos estatales) que aseguran ejeIllplo del precio de los cereales: si es objeto de
una conservación del Estado entendida como fi- políticas autoritarias, habrá escasez. Hay que de-
nalidad última del gobierno. Se comprende así jar call1po libre, en call1bio, a la autorregulación
que la razón de Estado pueda dotarse de dos apa- de las cosechas y ventas, única vía para que se es-
ratos principales: un dispositivo diplomático-mi- tablezca un precio natural de los cereales. Gober-
litar y una policía. El primer elemento remite a la ,Ir
J!

nar consistirá en favorecer al Illáximo la libertad


idea de equilibrio europeo. Desde que terminó la de mercado y en intervenir lo Illenos posible a tra-
Guerra de los Treinta Años, los Estados ya no ..Ji vés de decretos de Estado (primeras clases del
quieren comprometerse en lógicas de conquista. año 1978). Podría decirse también que el gobier-
Ahora, todo el problema radica en el equilibrio de no debe permitir que se instaure al fin en los Iller-
Europa. Cada Estado, en su ambición de conser- !I¡
1, cados el precio verdadero de las cosas. Surge en-
varse a sí mismo en su plena integridad, tiende a "
tonces la idea de un gobierno que se apoyaría en
desarrollar una diplomacia (orientada a un siste- la verdad de las cosas a gobernar, de un gobierno
ma de alianzas que lo proteja), un ejército perma- que ya no gobierna profundizando la acción esta-
nente (a fin de hacer respetar sus fronteras), una tal, sino ajustándose a la verdad del mercado (es
lógica de guerra (para prevenir los atentados con- decir, autoliIllitando cada vez Illás sus interven-
tra su soberanía). El problema de la razón de Es- ciones autoritarias). Es la época delliberalisIllo y
tado en sus relaciones Con el exterior es, por lo de la econoIllía política. Pero Foucault no estudia
tanto, un problema de equilibrio de fuerzas. En el siIllpleIllente el nacimiento del liberalismo en el
interior, la razón de Estado se manifestará me- siglo XVIII. Examina también el neoliberalisrno
diante la organización de unapolicía. Entendida alemán y norteaIllericano de posguerra. 57 Hemos
en el sentido clásico, la policía es el organismo visto que el liberalismo del siglo XVIII se presen-
que se da como objeto aquello que los hombres taba como la tentativa de hacer funcionar la na-
hacen, sus actividades (costumbres, producción, turalidad del Illercado (precisaIllente cuando to-
cuerpo), todas las formas de coexistencia y comu- maba por objeto la población en su dimensión de
nicación entre ellos. La policía debe asegurar ese especie viva, es decir, biopolítica), en contraposi-
bienestar de las poblaciones que se plasma, para ción a la diIllensión de artificio introducida por el
el Estado, en las llamadas fuerzas vivas. intervencionisIllo estatal. El neoliberalismo ale-
Pero Foucault observa que el siglo XVIII insta- Illán de posguerra tiene aún sus raíces en una
la una nueva gubernamentalidad. Ya no se trata
de la afirmación ilimitada del Estado como finali-
dad última. Se trata, por el contrario, de un go- 57 Sobre este punto, véanse todas las clases de 1979, de fe-
brero en adelante.

114
115
del mercado no corno dato primero de gobierno,
contestación del superpoder del Estado. Se trata dato en torno al cual establecer instancias correc-
incl uso de de:m.ostrar que el nazis:m.o se explica tivas (en lo referido a los efectos sociales o a la
íntegra:m.ente por una excrecencia :m.onstruosa formación de monopolios) y fOTIlentar la cohesión
del poder estatal. En consecuencia, el proble:m.a social, sino corno modelo formal que permita re-
del gobierno ale:m.án de posguerra será poner en solver los problemas de la sociedad en su conjun-
práctica una guberna:m.entalidad 58 que ya no se to. Para la justicia, el problema será, por ejeTIlplo,
apoye en la afir:m.ación del Estado (para excluir la
intervenir sobre el mercado del crimen con miras
posibilidad de un resurgi:m.iento del espectro na- a reducir aquí la oferta y la demanda. En el hori-
zi), y que pueda fundar una cohesión y una co:m.u- zonte de estas prácticas, señala Foucault, se per-
nidad sociales exclusiva:m.ente sobre las leyes fila una sociedad no ya disciplinaria ni normali-
neutras del :m.ercado. El único Estado que se po- zadora, sino de acción sobre el entorno Y de opti-
drá afir:m.ar es un Estado de derecho en tanto
si:m.ple garantía de respeto de las leyes del :m.erca- :m.ización de las diferencias.
do y que, por lo tanto, no introduzca en lo :m.ás :m.í- 2. Gubernam.entalidad de los individuos
ni:m.o objetivos econó:m.icos precisos. 59 Según los (del poder pastoral a las form.as de confe-
tér:m.inos del neoliberalis:m.o ale:m.án, toda planifi- sión). Las formas de gobierno recién examinadas
cación' todo dirigis:m.o econó:m.ico, entrañan el (razón de Estado Y liberalismos) tenían efectos
riesgo de un desenlace totalitario. Sin duda, el sobre una población sometida a un Estado. Pero
neoliberalis:m.o nortea:m.ericano pondría en evi- Foucault estudia taTIlbién formas de gobierno
dencia, para Foucault, una últi:m.a guberna:m.en- que aspiran a corresponderse con las particulari-
talidad: a partir de la definición de un horno eco- dades individuales. Comienza así refiriéndose al
nomicus en tanto cálculo de intereses, la idea es poder pastoral,60 expresión con que designa una
pensar una guberna:m.entalidad apoyada en la forma de gobierno que torna a su cargo la salva-
racionalidad supuesta de los sujetos. El neolibe- ción de un pueblo en movimiento Y que intenta
ralis:m.o ale:m.án tiende a definir la racionalidad corresponderse con el individuo. El reyes conce-
bido COTIlO pastor vigilante y puntilloso. Este tipo
58 La definición formal de esta nueva gubernamentalidad de poder, que Foucault descubre en antiguas so-
ya había sido enunciada por los liberales alemanes de pre- ciedades orientales, caracterizará también al go-
guerra (reunidos alrededor de la Escuela de Friburgo y de la bierno cristiano de las almas y se distingue fuer-
revista Ordo).
59 Pero el modelo alemán, aun rechazando cualquier in-
temente de la gubernaTIlentalidad griega de la
tervencionismo económico, promueve muy pronto un inter-
60 Sobre el poder pastoral, véanse las clases de la segunda
vencionismo social destinado a compensar los efectos produ-
quincena de febrero de 1978 y, asimismo, Dits et écrits, t. III,
cidos en la sociedad por los mecanismos de autorregulación
del mercado. págs. 548-50,560-3, Y t. IV, págs. 136-48,229-31.

117
116
formes del Otro (el Maligno). Todos estos proce-
ciudad. Será este poder pastoral el que ha de pro- diInientos que regulan, en las instituciones mo-
vocar las primeras grandes resistencias, que rei- násticas, las relaciones del joven monje con el di-
vindicarán el derecho de la subjetividad a adop- rector de conciencia son opuestas en bloque por
tar conductas diferentes. Esta resistencia de los Foucault a las del maestro de virtud con el discí-
sujetos a la gubernamentalidad pastoral es ca- pulo durante el período helenístico. La obedien-
racterizada por Foucault como actitud crítica. 61 cia cristiana al director pasa a ser, por ejemplo,
La gubernamentalidad cristiana de las almas se- un fin en sí, y debe ser absoluta e incondicional,
rá estudiada en detalle en sus clases del año 1980 mientras que, para la sabiduría antigua, repre-
(de febrero en adelante), donde Foucault distin- sentaba sólo una etapa en el camino hacia el au-
guirá dos grandes form.as de confesión. 62 La pri- todominio. También se podría decir que, en la for-
mera de ellas (exomologesis) concierne a todos y ma cristiana de relación con el director de con-
cada uno de los cristianos, por lo mismo que de- ciencia, el discípulo realiza el aprendizaje del re-
ben confesar sus pecados. 63 El reconocimiento de nunciamiento al sí mis:mo, mientras que en la sa-
sus faltas por el cristiano en el marco de una con- biduría antigua debía conducir al establecimien-
fesión exhaustiva, obligada y regular, será esta- to, firme y sólido, de un sí mismo apto para afron-
blecido mucho tiempo después. La confesión de tar eventuales acontecimientos. La prueba de
los pecados en el cristianismo primitivo, prescrip- verdad (ya que en ambos casos los sujetos se es-
ta fundamentalmente en el marco de la peniten- tructuran a través de discursos de verdad) equi-
cia, designa de hecho un acto ritual y dramatiza- vale, en el pri:mero, a la obediencia al Otro y, en el
do. En los monasterios, por el contrario, se impo- segundo, a la libertad del Sí mismo. Estos últi-
ne muy tempranamente una obligación de confe- :mos análisis de Foucault no oponen tan sólo dos
sión (exagoreusis) entre el director de conciencia y for:mas de subjetividad. La noción de guberna-
su discípulo. Pero no se trata aquí de una simple mentalidad, entendida al principio COlllO guber-
confesión de las faltas cometidas, sino de la obli- natnentalidad de sujetos resultante de sus for-
gación de lectura integral, ante el director, de to- tnas particulares, tiende a replegarse en la di-
dos los movimientos secretos del alma, y ello, a tnensión del sí tnistno y a redefinirse a partir de
fin de poner al descubierto las presencias protei- ella. Es la ditnensión del sujeto la que se ha abier-
to para desarrollar fortnas de gubernatnentali-
61 En esencia, tematizada en su comunicación a la Société dad que este recibe puramente de si. Como conse-
Fran~aise de Philosophie (27 de mayo de 1978), «Qu'est-ce cuencia, las prácticas de sí podrán venir a articu-
que la critique?» (Bulletin nO 2, abril-junio de 1990).
62 Sobre estas formas, véase también Dits et écrits, t. IV,
1arse con las relaciones de poder y con los discur-
págs. 125-9, 295-306 Y 805-12. sos verdaderos (tres dimensiones irreductibles)
63 Pero la exomologesis designa también el simple acto de para componer la experiencia histórica.
fe por el cual yo me adhiero a un dogma.

119
118
3. Las prácticas de subjetivación

1. El enigm.a del últim.o Foucault

1. ¿Un retorno al sujeto? Las últimas inves-


tigaciones de Foucault fueron situadas, con fre-
cuencia, bajo el signo de un retorno salvador al
li
;111 11 sujeto, tras las perentorias declaraciones de la
década de 1960 en que anunciaba su erradicación
definitiva. ¿Debe entenderse esto corno un viraje
súbito, corno una contradicción en la obra? Es ver-
dad que los últimos estudios de Foucault sorpren-
den ya por su marco de referencia histórica: la
Antigüedad grecorromana. Todas las obras an-
il' teriores, de Historia de la locura a Vigilar y casti-
gar, se habían centrado en el mundo occidental,
del Renacimiento al siglo XIX. Foucault lo expli-
ili
caba así en una pequeña nota adjuntada a las en-
tregas de los tornos 11 y 111 de su Historia de la se-
xualidad: 1 «Hablar de sexualidad corno de una
experiencia históricamente singular supone em-
prender una genealogía del sujeto deseante y re-

1 L'usage des plaisirs y Le souci de soi, París: Gallimard,


1984 [ediciones castellanas (de las que se han tomado todas
las referencias): Historia de la sexualidad, 2. El uso de los
placeres, México: Siglo XXI, 1984; Historia de la sexualidad,
3. La inquietud de sí, México: Siglo XXI, 1987].

121
:montarse no sólo a los co:mienzos de la tradición ne:mos que incluir aquí un segundo tipo de for:mu-
cristiana, sino a la filosofia antigua». lación, propuesto en uno de los últi:mos textos: el
En sus cursos del College de France (sobre to- ;", prefacio a El uso de los placeres. Foucault se plan-
do los de 1970, 1978 Y 1980), Foucault ya había 1
!:
: I tea esta vez co:mo objeto teórico la «experiencia»
hecho a:mplia referencia a la Antigüedad griega entendida co:mo «la correlación, dentro de una
(estudio del derecho griego, del gobierno de la cultura, entre ca:mpos del saber, tipos de nor:mati-
ciudad, de Edipo rey). Lo que sorprende, pues, no vidad y for:mas de subjetividad».3 Hallaría:mos
es sola:mente la elección de los períodos analiza- '·1'
i'
aquí, pues, una nueva focalización en torno a la
l'
dos. Todos estos estudios, agrupados desde la 11
noción de experiencia. Todo el proyecto de Fou-
perspectiva de una «historia de la sexualidad», cault, según se define al final y teniendo en cuen-
parecen encontrar súbita:mente su gravitación ta lo obtenido durante treinta años de trabajo,
natural en torno a la noción de sujeto. En una lec- Ir consistiría en el análisis de experiencias (la locu-
tura retrospectiva de su obra, Foucault coloca in- ra, el cri:men, la sexualidad, etc.) pensadas co:mo
cluso al sujeto en el centro de todas sus investiga- 1: pliegue histórico entre un juego de verdad (veri-
ciones: «Las palabras y las cosas se preguntaba: dicción), unjuego de poder (jurisdicción) y unjue-
¿a qué precio se puede proble:matizar y analizar ¡II- go de relación consigo :mis:mo (subjetivación). Sin
lo que es el sujeto que habla, el sujeto que trabaja, e:mbargo, estas pacientes for:rnulaciones, aunque
el sujeto que vive? [. .. ] y ade:más he planteado l' a veces desajustadas entre sí, per:rnitirían enten-
I,1'1"
este :mis:mo tipo de pregunta a propósito del cri- i der que, en el :mo:mento de encarar una serie de
:minal y del siste:ma punitivo: ¿có:mo decir la ver- lE! estudios sobre el sujeto, Foucault, lejos de renun-
dad sobre uno :mis:mo cuando uno puede ser un ciar a sus pri:meras postulaciones, encuentra en
sujeto cri:minal? Y esto es lo que voy a hacer a pro- ca:mbio el ca:mino para siste:matizarlas. En los
pósito de la sexualidad, re:montándo:me :mucho años sesenta, cuando denunciaba al sujeto y fun-
:más atrás: ¿có:mo, y a qué precio, puede el sujeto daba en esta sola crítica su relación con el estruc-
decir la verdad sobre sí :mis:mo cuando es sujeto turalis:mo, lo que tenía en :mira era al sujeto co:mo
de placer sexual?».2 El proble:ma que se plantea- !J sustancia lógica ahistórica, operador de síntesis
ría sería el de una constitución histórica del suje- unificadoras, donación de sentido, experiencia
to en su relación con la verdad, toda vez que esta originaria, soporte transhistórico de valores uni-
relación co:mpro:mete fuerte:mente el ser :mis:mo versales. El sujeto convocado por Foucault en sus
del sujeto. Este proble:ma sería pensado sucesiva- últi:mas obras y en sus últi:mos cursos en el Colle-
:mente en la di:mensión de los saberes, de las prác- ge de France (de elocuentes títulos: «Subjetividad
ticas sociales y de la sexualidad. Sin e:mbargo, te- y verdad», «La her:menéutica del sujeto») es un

2 Dits et écrits, t. IV, pág. 443. 3 El uso de los placeres, pág. 8.

122 123
sujeto cuyo modo de ser es histórico de punta a este hace de su sexualidad, sino la problematiza-
punta (ya que se trata precisamente de construir ción general de un sujeto ético. Por «sujeto ético»
su genealogía), y un sujeto, en tanto modalidad no debe entenderse, sin embargo, un sujeto con-
determinada de una relación consigo mismo, pen- frontado con el problema de los valores morales:
sado como constitutivo de una de las tres dimen- de lo que se trata es del sujeto en la instancia de
siones de la experiencia. Las formas históricas de su autoconstitución (las técnicas, las prácticas
subjetividad vienen a contemporizar con unjuego mediante las cuales se instituye una relación con-
de verdad (Saber) y un tipo de normatividad da- sigo mismo determinada). Pero el examen de esta
dos (Poder). Así pues, en estas últimas investiga- cultura de sí mismo, que encuentra en la cultura
ciones no se trata, para Foucault, de una filosofia helenística su máxima extensión, llevaría toda-
del sujeto, sino de la conceptualización de un "Ii vía a Foucault, al examinar el vínculo instaurado
campo de subjetivación como tercera dimensión, entre el director de conciencia y su discípulo, a la
con la que vienen a culminar los estudios arqueo- posición del problema del decir-verdadero y del
lógicos y genealógicos, proporcionándoles su coraje de la verdad. Problema político, esta vez,
principio de clausura. 4 de la enunciación de una verdad dentro de un
Foucault emprende este estudio de las modali- sistema de poder y del espacio de riesgo que se
dades históricas de subjetivación a partir de una abre para el sujeto de enunciación. ¿Cuál será el
interrogación acerca de la sexualidad: se trata de estatus de esa palabra verdadera que se levanta
pensar la historia que conduce del sujeto dueño para enfrentarse al poder vigente? ¿Y cuál será el
de sus placeres de la Grecia clásica al sujeto mo- sujeto de esta palabra? Recordemos las investiga-
derno de una sexualidad medicalizada, pasando ciones llevadas a cabo por Foucault en los años
por el sujeto helenístico que reinscribe los place- setenta: se trataba de analizar las ciencias huma-
res en una ética de la inquietud de sí y por el suje- nas como esos discursos verdaderos que de algún
to cristiano atento a los movimientos discursivos modo acompañan y reconducen un sistema de
de su carne. Esta genealogía del sujeto sexual se poder (la disciplina). Aquí, la palabra verdadera
ve rápidamente desbordada, no obstante, por el obrará como resistencia al poder. Pero también el
estudio más abarcador de las técnicas de existen- sujeto era denunciado antaño, en los estudios ge-
cia. Muy pronto, la cuestión no será comprender nealógicos, como el correlato o el producto de una
la constitución de un sujeto en la experiencia que tecnología de poder. El mecanismo disciplinario
se ajustaba, pues, a los contornos del individuo, lo
4 Con el análisis de dos formulaciones del proyecto hemos investía en la delgada cáscara de sus comporta-
visto que el sujeto desempeñaba, según las veces, el papel de mientos corporales y entregaba su ficha de iden-
principio unificador del conjunto de las investigaciones y el tidad en forma de ciencias humanas. En los años
de uno de los tres ejes que permiten pensar una experiencia
histórica. ochenta, por el contrario, la relación consigo mis-

124 125
!

mo podrá ser pensada corno forma de resistencia tra actualidad no implica solamente una refle-
posible a los sistemas de poder, corno punto de de- xión sobre el juego histórico de las racionalidades.
rrota de un poder antiguo o punto de pasaje de Para Foucault, preguntarse por la Ilustración
una forma de poder a otra. No diremos, sin em- equivalía también a preguntarse «¿Quiénes so-
bargo, que Foucault descubre la dimensión de la mos?».6 Una vez más, este interrogante no puede
subjetividad corno átomo jurídico irreductible a resolverse, en su caso, profundizando en una
las coacciones del poder instalado. Se trata, más naturaleza humana transhistórica poseedora de
bien, de mostrar de qué modo la subjetividad, en verdades esenciales. «¿Quiénes somos?» no es
tanto relación consigo mismo, introduce un juego equivalente de «¿Qué es el hombre?». El proble-
de subjetivación que se complica con un juego de ma que se plantea es más bien el de un modo de
gubernamentalidad y con unjuego de verdad. Pe- ser siempre singular e histórico. Por esta razón,
ro en las complicaciones de estos juegos (en su puede decirse que «¿Quiénes somos?» constituye
juego) irrumpe claramente algo así corno una li- una pregunta crítica: remite, hacia atrás, a una
bertad.
serie de investigaciones históricas orientadas a
recorrer la genealogía de nuestras identidades, a
2. ¿Qué es la Ilustración? Basándose en un :II! poder pensarlas en una precariedad histórica
breve texto de Kant (<<¿Qué es la Ilustración?»),5 :! esencial, y, hacia adelante, a una transformación
FOUcault se propuso efectuar una evaluación de I
'1'
I ética de nosotros mismos, a la invención política
su proyecto teórico, más claramente expresado de nuevas subjetividades. 7 «¿Quiénes somos?»
en los últimos años. La pregunta de Kant se cen- significa, a la vez, ¿de qué síntesis históricas está
tra en su actualidad inmediata: la Ilustración y, constituida nuestra identidad? y ¿cómo podría-
en particular, la Revolución Francesa. En este mos ser de otro modo? La historicidad de nuestro
texto, el pensamiento filosófico no se fija la tarea ser (y Foucault recoge aquí, sin duda, la gran lec-
de determinar esencias suprahistóricas o condi- ción de Nietzsche) no conduce a un relativismo de
ciones formales de lo verdadero, sino la de efec- valores y a un nihilismo de la acción, sino a la pro-
tuar un diagnóstico del presente. Por otra parte, vocación de nuestras libertades, desafiadas por la
la interrogación kantiana sobre las Luces ilustra invención de nuevas modalidades de ser: «Carac-
ese momento en que la razón se descubre simul- terizaré, pues, el ethos filosófico propio de la onto-
táneamente corno razón en la historia y corno ra-
zón de la historia: este doble enmarcado abre pa- 6 Dits et écrits, t. IV, pág. 23l.
ra Foucault el espacio de pensamiento del filoso- 7 En esta línea, el estudio de los Inodos griegos de subjeti-
far moderno. Pero la problematización de nues- vación no debe ser pensado COInO la descripción de Inodelos a
seguir, sino COInO la tentativa de pensar fuera de la subjeti-
5 Para el estudio de este texto por Foucault, véase Dits et vidad cristiana para hacerla aparecer COInO histórica y frá-
écrits, t. Iv, págs. 438, 448, 562-8, 679-88, 755-66. gil (Dits et écrits, t. Iv, págs. 574, 706).

126
127
logía crítica de nosotros InisInoS [... ] COInO traba- pensaIniento del sujeto COInO práctica de subje-
jo nuestro sobre nosotros InisInoS en tanto seres tivación.
libres». 8 La historia foucaultiana de la sexualidad no es
1: ni una historia de los «coInportaInientos» (no se
trata de preguntarse: ¿CÓInO practicó la gente el
.Ii sexo?) ni una historia de las «representaciones»
1I. El uso de los placeres 1:
:1
(taInpoco se trata de preguntarse: ¿CÓInQ pensó la

1I gente el sexo?), sino una historia de aquellas InO-
1. Una historia de las probleID.atizaciones dalidades de la experiencia que tuvieron por re-
de experiencia. A Inediados de la década de sultado un sujeto ético. 9 Por lo tanto, Foucault no
1970, Foucault anunció una historia de la sexua- estudiará ni los archivos que puedan dar razón
lidad. Se trataba de reencontrar las raíces cristia- 1I1
,1
de lo que fueron las prácticas sexuales concretas,
nas del sujeto deseante convocado por nuestras ni las teorías filosóficas del placer, el alIna y el
psicologías y psicoanálisis Inodernos. Sin eInbar- ,11
cuerpo. COInO se trata de una historia de la es-
go, para que apareciera en su diInensión de acon- tructuración ética de la existencia, queda claro
tecimiento histórico el sujeto que Inediatiza la re- cuál será el Inaterial privilegiado por Foucault:
lación con su sexo constituyendo (por la escucha, los pequeños tratados de existencia, los ensayos
la investigación, la enunciación) el discurso de su de buena conducta, las artes de vivir, toda esa li-
deseo, le pareció necesario a Foucault reInontar- 1
teratura «Inenor» en la cual se proponen al sujeto
se hasta antes de la experiencia cristiana de la ',1¡ estilos de vida y donde se elaboran Inodalidades
carne. Tal es el significado priInero del retorno a de experiencia. 10 PrecisaInente, esta literatura
los textos griegos: hacer surgir una experiencia ética era el Inarco donde se planteaba el proble-
de sexualidad no estructurada por una herIne- Ina de las conductas sexuales. Por últiIno, la his-
néutica del deseo, sino por un dOIninio de los pla- toria ascética de Foucault, que no es ni la de las
ceres. Pero ya heInos visto que el desplazaIniento prácticas ni la de las representaciones, Inenos
efectuado por Foucault en la década de 1980 no aún es una historia de los «códigos», historia que
era tan sólo cronológico: se trataba, siInultánea- estudiaría, para cada período histórico, los siste-
Inente, de hallar el Inodo de forInular un nuevo
9 Sobre el rechazo por Foucault de una historia de la se-
xualidad como historia de los comportamientos o de las re-
8 Dits et écrits, t. IV, pág. 575 (véase también, sobre este presentaciones, o historia de las prohibiciones, véase El uso
tema de la libertad, págs. 597, 693, 711, 721, 728, 779; ob- de los placeres, págs. 9-10; Dits et écrits, t. IV, págs. 286, 381,
sérvese que, en Foucault, la libertad nunca es pensada como 397, 610, 618, 674, Y la clase del 3 de febrero de 1981.
modo de ser fundamental, sino como juego de gubernamen- 10 Con relación a estos tratados de existencia, véase la cla-
talidades). se del 14 de enero de 1981.

128 129
mas coactivos impuestos a una sexualidad salva- sentimiento de extrañeza que suscitan los inver-
je. En efecto: aquí sólo hallaríamos una historia tidos sexuales (retrato irónico y nervioso del afe-
negativa de las prohibiciones. Para Foucault no minado), la glorificación de una abstinencia que
se trata principalmente de oponer a una edad de daría el único acceso a la verdad: todos estos te-
oro de la sexualidad griega el régimen represivo mas 13 parecen atravesar toda la historia de Occi-
de la sexualidad cristiana. Por el contrario, no de- dente y repetirse, desde los primeros escritos de
j a de proclamar la mezcolanza de paganismo y los médicos griegos hasta los tratados de la vida
cristianismo l l que aparece cada vez que se adop- devota de San Francisco de Sales, pasando por
ta el punto de vista de las obligaciones y restric- los maestros de virtud del período helenístico y
ciones. La inquietud ante el peligro del acto se- los primeros cristianos. Obsérvese de paso que
xual (miedo al agotamiento progresivo causado estos cuatro grandes temas de austeridad sexual
por el dispendio sexual), la exaltación de la fideli- recortan, al mismo tiempo, cuatro dominios que
dad conyugal (ejemplaridad de la buena sexuali- servirán a Foucault como encabezamiento de ca-
dad del elefante recalcada una y otra vez),12 el pítulo: problema de la relación con el cuerpo, del
régimen médico (la dietética); problema de la re-
lación con la esposa y de la vida matrimonial (lo
11Sobre este punto, véase la clase del 7 de enero de 1981. económico); problema de la relación con los mu-
12 La fábula del elefante es objeto de la primera clase de
1981. Foucault recuerda que el elefante fue presentado co- chachos y de la pedagogía (lo erótico); problema,
mo modelo de virtud sexual: muy rara vez penetra a su com- por último, de la relación con la verdad. Pero, so-
pañera y lo hace con el solo fin de la reproducción; cumple su bre todo, estos cuatro grandes temas de austeri-
deber conyugal siempre en la oscuridad; corre a lavarse ape- dad no recortan, al menos para la cultura an ti-
nas consumado el acto; por otra parte, es un ejemplo de fide- gua, prohibiciones sociales o religiosas. No encon-
lidad y abstinencia (cf. también Dits et écrits, t. IV, págs.
172-3). Esta mitología de una sexualidad elefantina ejem- tramos una codificación de los comportamientos
plar es hallada por Foucault en textos del Renacimiento, de que reglamentaría la sexualidad y distinguiría lo
la Edad Media y hasta en el período helenístico. Como se ve, permitido de lo prohibido. Para la moral antigua,
las fronteras del paganismo y el cristianismo se mezclan se trata de prescripciones que se dirigen a hOIll-
precisamente en el punto de la vida sexual ejemplar. No ten- bres libres -por consiguiente, a aquellos a quie-
dríamos, por un lado, un modelo cristiano de sexualidad res-
tringida opuesto a un paganismo a flor de sexo: la fábula del
nes se reconoce el derecho imprescriptible de una
elefante parece reunir a cristianos y paganos en una misma sexualidad activa-o En lo referido a los controles
exaltación de las virtudes conyugales. En esta clase, Fou- sociales, estaríamos, sin duda, en presencia de
cault anuncia que va a estudiar la conformación, en los dos mecanismos de tolerancia. Pero donde se expre-
primeros siglos de nuestra era, por parte de los moralistas
paganos, de una ética sexual austera que el cristianismo se
limitará a heredar, aunque prestándole significados dife- 13 Expuestos por Foucault en El uso de los placeres, págs.
rentes. 16-26.

130 131
sa la exigencia de restricciones es en el espacio es tomada ya en el inicio desde una perspectiva
abierto por una libertad sexual reconocida. Ahora ética. Para él no se trata de estudiar ni los códigos
bien: esta exigencia no adopta la forma de un có- de comportamiento o sistemas de prohibición tal
digo de prohibiciones, sino de una estilización. como habían sido dictados por instancias sociales
Por ejemplo, la fidelidad será recomendada, no o institucionales, ni las grandes teorías que pu-
porque constituiría una obligación (o porque el dieron dar de la sexualidad una inscripción con-
adulterio estaría prohibido), sino sólo en la medi- ceptual. Tampoco se trata de hacer la historia de
da en que es signo de una bella vida, de una exis- las prácticas sexuales reales de los individuos a lo
tencia correctamente ordenada. N o es según el largo de la historia. Lo que Foucault investiga es
reparto de lo permitido o lo prohibido como se la puesta en forma de la experiencia de los place-
opera la elección de sexualidad, sino según los cá- res, la manera en que un sujeto se constituye en
nones de una estética de la existencia. 14 Se ad- !I:1
i una relación determinada con su sexo. La proble-
vierten, entonces, los límites de una historia que " mática de la sexualidad interviene en el marco
tomó como grilla de inteligibilidad los sistemas de más general de las técnicas de elaboración del sí
prohibición impuestos a una sexualidad salvaje: el mismo. Esta subjetivación 16 de la experiencia se-
problema reside, precisamente, en comprender de xual define el nivel ético de análisis. Para dar ra-
qué modo los puntos de problematización mencio- zón de estos procesos (que constituyen un dato
nados (el acto sexual, el adulterio, la homosexua- histórico), distinguiremos, con Foucault, cuatro
lidad, la abstinencia) se conformaron a lo largo de ángulos de estudio: 17 la sustancia ética, que re-
una experiencia histórica singular (el cristianis- mite a esa parte en el individuo requerida por la
mo), bajo la forma de códigos y prohibiciones. 15 experiencia ética; el modo de sujeción propio del
estilo de obligación desde el cual el individuo ético
2. Los placeres y el do:minio. La pregunta se somete a una regla de comportamiento; el tra-
formulada por Foucault a los placeres carnales, a bajo ético, del que resulta el nivel de las técnicas
su problematización en el pensamiento antiguo, implementadas para la constitución del sujeto
moral; por último, la teleología del sujeto moral,
14 Sobre el tema de una estética de la existencia, véase
Dits et écrits, t. Iv, págs. 384, 671, 731, Y El uso de los place- 16 Además, debería distinguirse entre procesos de subjeti-
res, págs. 13-4,27. vación por parte de instancias exteriores (objetivación de los
15 Es indudable que habría que introducir más matices, sujetos por las ciencias humanas) y procesos de autosubjeti-
puesto que Foucault interpreta finalmente todo el montaje vaci6n como los que Foucault comenzó a tratar examinando
de la verbalización de los pecados por Casiano, no como la las formas de la confesión.
introducción de una codificación de las existencias, sino co- 17 Con respecto a este sistema de cuatro modos de subjeti-
mo la apertura positiva, la invención de un campo nuevo y vación, véase El uso de los placeres, págs. 27-30, y Dits et
de técnicas nuevas (Dits et écrits, t. Iv, págs. 306-7). écrits, t. Iv, págs. 396-400.

132 133
que sefiala el ideal puesto en el horizonte de las ~ ciones particular para los gobernantes. La activi-
conductas éticas. La historicidad de una ética de dad amorosa está regida por un arte de los place-
los placeres se precipitará en el nivel de estas res. Así pues, en materia de buena sexualidad, no
cuatro modalidades de experiencia. Solamente se trata de obedecer a una ley universal que go-
aquí podrá intervenir la oposición entre una expe- bernaría nuestra condición de pecadores, sino de
riencia griega de las afrodisia (cosas del amor)18 perseguir un uso de los placeres ajustado a las ne-
y una experiencia cristiana de la carne. cesidades naturales, a los momentos oportunos,
La experiencia griega postula como «sustancia al estatus social del sujeto. El buen uso de los pla-
ética» las afrodisia. 19 Las afrodisia remiten a ac- ceres exige, además, un trabajo de entrenamien-
tos, y lo que se indaga es la dinámica de tales ac- to en quien los practica: trabajo de autodominio,
tos de amor (la línea divisoria no pasa, pues, en- donde la templanza adquiere aires de victoria,
tre amores homosexuales y amores heterosexua- donde la virtud se comprende como dominación
les, o entre actos permitidos y actos prohibidos, de uno sobre sí. Esta relación consigo mismo se-
sino entre actividad mesurada y descontrolada, o gún el modo del dominio viril está muy alejada de
incluso entre actividad y pasividad en el acto se- lo que propondrá el cristianismo: trabajo de desci-
xual). Estos actos están inscriptos en una natura- framiento de los pensamientos y actos para aco-
lidad primera que los asigna a placeres intensos. rralar en ellos las parcelas de concupiscencia. Por
N o hay, sin embargo, idea alguna de una culpabi- último, todo este trabajo de auto gobierno debía
1idad original. Simplemente, la naturaleza ha de- conducir, en la experiencia griega, a la afirmación
positado en la raíz de estos actos una fuerza, una de una libertad activa como única cosa que per-
energía, siempre susceptibles de exceso. Con esta mite acceder a lo verdadero. Las figuras que el
noción de afrodisia, estamos lejos del tema cris- cristianismo situará en el horizonte de las técni-
tiano de un deseo como marca indeleble de mi fi- cas ascéticas serán muy diferentes de esta asun-
nitud y de mi culpabilidad, como potencia sorda y ción del sí mismo en la rectitud de su conducta: fi-
multiforme. Estos actos acompafiados de placer guras de la renuncia a sí, de la virginidad reen-
dieron lugar, en la Grecia antigua, a técnicas que contrada en un segundo nacimiento. Empero, pa-
regulaban su buen uso: determinación de los jus- ra los griegos, la verdad no es pura: es libre. Así
tos momentos del amor, exigencia de una sexuali- pues, de la Antigüedad griega al cristianismo los
dad que encuentra su medida de estricta necesi- temas permanecen: el mismo temor a los efectos
dad natural, imposición de un régimen de restric- del acto sexual, el mismo estímulo de la fidelidad,
la misma desconfianza hacia los invertidos, la
misma exaltación de la abstinencia. Pero detrás
18 Cf., sobre este punto, Dits et écrits, t. V, págs. 215, 377-
9,672. de esta aparente permanencia se oculta la histo-
19 El uso de los placeres, págs. 35-91. ricidad fundamental de las formas de experiencia

134 135
en las que se involucraban estos regímenes de Mas, sobre todo, es objeto de una problemati-
22
restricción, la historicidad de los sujetos éticos zación marcada el amor a los muchachos. Fou-
que ellos convocaban a tomar cuerpo. La austeri- cault observa cabalmente que el amor por los mu-
dad sexual griega se expresa en la forma capital chachos, objeto de gran tolerancia, nunca es te-
de una estilización de la existencia, y su sujeto matizado por los griegos como tributario de un
ético se caracteriza por el preciso dominio de sus deseo de índole particular. En cambio, parece exi-
placeres. La austeridad cristiana se dejará pen- gir una estilística de existencia propia. Hablar
sar bajo la forma de un corpus rector de lo permi- del amor a los muchachos es evocar, ante todo, la
tido y lo prohibido para un sujeto ético consagra- relación que puede establecerse entre un hombre
do a descifrar las latencias de su deseo. maduro, que ha concluido su formación, Y un jo-
Esta oposición entre la elaboración griega de ven de buena cuna. Sin embargo, el marco de esta
un estilo de existencia y la sumisión cristiana a relación se respalda en principios distintos de los
un código de prohibiciones es retomada por Fou- convocados por el cuidado de su cuerpo Y la rela-
cault en toda su exploración de los cuatro ámbitos ción matrimonial. Foucault demuestra que esta
concretos para los cuales la sexualidad se halla relación homosexual aparece ligada siempre a la
problematizada. La literatura médica griega 20 percepción de un tiempo fugitivo, a la inquietud
no menciona ni un mal moral indefectiblemente por una precariedad que parece esencial. Pero
vinculado a los placeres sexuales, ni una codifica- también se trata aquí de amor. Pues, al fin y al ca-
ción de los actos lícitos e ilícitos, sino que trata de bo, en el matrimonio, entre el marido y la mujer
integrar estos placeres en un cuidado medido del nunca hay otra cosa que un contrato de buen en-
cuerpo, en una técnica de vida que les asegure la tendimiento para el buen gobierno y la prosperi-
justa intensidad y la razonable gestión. Por otra dad de la familia. En el acto sexual consumado
parte,21 sabemos que la sexualidad extraconyu- con esclavas o cortesanas, nunca hay otra cosa
gal no era objeto de prohibición alguna para el va- que la justa satisfacción de una necesidad y el
rón griego. El marido debía, simplemente, velar ejercicio activo de su superioridad sobre sus pose-
por asegurarse una descendencia de su esposa le- siones. Tal vez, sólo en la relación con un mucha-
gítima. De todos modos, Foucault señala que mu- cho se podrá hablar de un juego libre del amor;
chos escritos alientan la fidelidad del marido: no mas en esta relación se trata también de honor y
por deber, sino como signo de una templanza que de vergüenza. La sexualidad del hombre adulto
se expresará, asimismo, en la gestión de sus bie- ya no puede presentarse tan sólo como la prolon-
nes y en su vida política. En cuanto a la n1.ujer, gación de una fuerza activa y controlada, pues el
ella, por su estatus, debe fidelidad a su marido.
20 Ibid., págs. 92-131. 22 Ibid., págs. 172-208; Y también, Dits et écrits, t. IV, págs.
21 Ibid., págs. 132-71. 287,387-8.

137
136
amado resulta ser aquí un hijo de buena familia, bir para el amante todo un sistema de compensa-
llamado más tarde a ejercer importantes funcio- ciones y promesas que no reduzca su rol a la sim.-
nes en la ciudad. Ves este muchacho de origen li- pIe puesta en ejercicio de su superioridad sexual.
bre el que se constituye como objeto de placer. Po- Se ve a las claras en qué podrían separarse la re-
demos recordar que, para Foucault, la experien- flexión moderna sobre la homosexualidad y la
cia griega de los placeres (pensada para uso de los problematización griega. Nuestro interrogante
1: varones de la ciudad) está estructurada por lo apunta más bien al sujeto del deseo: ¿cómo puede
!
que él llama «principio de isomorfismo social». Es un hombre sentir deseo por otro hombre? El pro-
decir que, en la buena relación sexual, la activi- blema de los griegos es diferente hasta en su es-
dad debe ejercerse siempre respetando las jerar- tructura: la inquietud se vincula al estatus del
quías sociales: para un griego adulto y libre es in- objeto del placer.
trínsecamente honroso penetrar a un esclavo o a Como continuidad de estas interrogaciones,
su mujer. Hace entonces un justo uso de su supe- Foucault sitúa el último gran campo de proble-
rioridad activa. En cambio, sería por ejemplo des- matización de la sexualidad: la relación con la
honroso para él ser penetrado por un esclavo, no verdad. 23 La cultura griega intenta pensar el
porque la homosexualidad sea reprensible, sino vínculo entre el uso de los placeres y el acceso a la
porque no se respetaría el principio de isomorfis- verdad en el marco de una relación homosexual,
mo. Ahora bien: eljoven de buena familia no es ni en cierto modo como el cristianismo intentará
un esclavo ni una mujer. Su inferioridad es abso- plantear la relación entre las tentaciones de la
lutamente relativa: se inscribe en una temporali- carne y la apertura a la verdad en la forma del
dad efímera. El joven es llamado a volverse más matrimonio. La gran erótica socrática de El ban-
tarde un hombre activo. Entonces, ¿cómo puede quete consiste en resolver la dificultad griega de
aceptar impunemente el estatus degradante de pensar una relación homosexual que no sea de-
simple objeto de placer? Y el hombre maduro, ¿no gradante para el muchacho: se desplaza la cues-
debe mostrar respeto por la virilidad de un futuro tión del ser del amado al ser del amor, interpreta-
ciudadano libre? Es quizás en el momento en que do este como relación con la verdad. Parece que la
se descubre la posibilidad del amor entre dos se- simple posición del acto sexual, aun acompañado
res cuando surge su imposibilidad. Es en la inten- de un juego de elusiones-consentimientos y de
sidad de esta paradoja cuando nace toda una se- compensaciones diversas, no podía menos que
rie de reflexiones que intentan problematizar es- instaurar una irreductible asimetría entre los
ta relación: describir para el amado un juego de dos participantes. El gesto platónico estriba en la
elusiones y aceptaciones, de consentimientos a posición de una mediación diferente: la de una re-
medias y de rechazos a medias, que le haga pre-
servar su dignidad de futuro hombre libre; descri- 23 El uso de los placeres, págs. 209-25.

138 139
lación con la verdad que restablece entre ambos vigilancia ostensible hacia los ritmos propios del
participantes un equilibrio. Cada uno de los dos cuerpo: además, se exigirá todo un trabajo del al-
amantes deberá reconocer en su amor por el otro ma sobre sus representaciones. Sin embargo, lo
un común amor a la verdad que los supera a más destacable es que en la época helenística se
ambos. Pero el trabajo de despejamiento del amor halla mucho más problematizada la relación m.a-
a lo verdadero deberá pasar por la renuncia al trimonia1. 25 Los textos de Jenofonte, Platón y
placer carnal. Curiosamente, apunta Foucault, la Aristóteles inscribían las obligaciones matrim.o-
problematización del amor homosexual es la pri- niales en el gran entramado de los deberes cívi-
mera en instalar temas que entran inmediata- cos. Se recomendaba la fidelidad del marido por-
mente en resonancia con la ascética cristiana que era signo de un hombre provisto de templan-
(ideal de una abstinencia indefinida). Mas sería za, que sabía administrar sus placeres y, a fortio-
un error ver en esta exigencia de restricción total ri, apto para gobernar a los demás. Por el contra-
,, el efecto de una prohibición mayor proclamada
"

rio, los textos del siglo 11 (a.C.) hasta el siglo III


más allá de las tolerancias de hecho. Lo que susci- (d.C.) parecen definir un arte conyugal irreducti-
ta la renuncia al acto sexual es una estilización a ble a las relaciones sociales. En los textos de Mu-
ultranza del amor a los muchachos.
sonius Rufus o de Jerocles encontramos la idea
de que la estructura matrimonial es cosa profun-
3. La conyugalización de los placeres. En damente natural (el hombre sería por naturaleza
lo tocante a las relaciones con el cuerpo, la esposa un ser conyugal), de que el matrimonio constitu-
y los muchachos, Foucault registra ciertas infle- ye una regla universal (ya no se trata solamente,
xiones decisivas en los primeros siglos de nuestra como en la época clásica, de hacer la lista de sus
era. Parece que ya en la literatura médica los pla- ventajas e inconvenientes; incluso la vida filosófi-
ceres
24
sexuales inspiran una notoria desconfian- ca parece ahora compatible con el matrimonio) y
za. Galeno sitúa el acto sexual en un cruce com- de que la vida de la pareja, por último, supone un
plejo de patologías orgánicas. Se reconocen a la arte de estar juntos. En esta nueva unidad fusio-
abstinencia efectos indiscutibles en materia de nal de la pareja, la sexualidad del marido se ve so-
vitalidad; pero esto no significa que la sexualidad metida a nuevas reglas. Recordemos que, en la
entre en un régimen de interdicciones o que se so- experiencia clásica, la sexualidad extraconyugal
meta progresivamente a una codificación riguro- del marido se confundía, después de todo, con el
sa, sino que simplemente se inserta en precavi- ejercicio activo de un derecho. Sólo el problema de
das técnicas de atención de sí mismo. El régimen los nacimientos ilegítimos y la exigencia de tem-
de los placeres sexuales no supondrá tan sólo una planza venían a limitar este derecho imprescrip-
24 La inquietud de sí, págs. 94-136.
25 [bid., págs. 137-73.

140
141
tibIe. Ahora bien: según Foucault, a todo lo largo proca, muy alejados, según Plutarco, de las asi-
del período helenístico se asiste a una «conyugali- metrías inherentes a la relación del hombre ma-
zación» de las relaciones sexuales: 26 afirmación duro y el joven, generadoras de violencia y enga-
progresiva de que el acto sexual no es legítimo ñ.os.
más que en el marco de la pareja casada. La fide- Encontramos, pues, en la experiencia ética de
lidad, en otro tiempo recomendada al marido e los placeres del período helenístico una serie de
impuesta a la mujer, es pensada ahora como obli- inflexiones decisivas: desconfianza médica cada
gación recíproca. En el marco de esta relación, lo vez más marcada hacia los placeres sexuales,
conveniente es la austeridad sexual: la sexuali- confiscación de los placeres en la exclusiva uni-
dad deberá fijarse como fin único la procreación y dad de la pareja casada, lenta descalificación de
no alienarse nunca en una lógica de placer. Toda los amores homosexuales. Pero este robusteci-
la intensidad de la problematización de los place- miento de los temas de austeridad no debe ser en-
res, que en la época clásica se veía aplicada al tendido en términos de conciencia creciente' de
amor por los muchachos, se concentra ahora en la prohibición. Lo que se transforma entre la época
sexualidad de la pareja casada. En dos textos (el clásica y el período helenístico es la propia estruc-
Diálogo sobre el amor, de Plutarco, y Los amores, turación de la experiencia de los placeres. En
del Pseudo-Luciano), Foucault examina la desca- otros tiempos, sólo desde la valorización del domi-
lificación del amor homosexual,27 que el período nio viril de sus placeres por el ciudadano libre se
clásico había estimado sede de una dialéctica pe- comprendían el temor a la fuerza exponencial de
dagógica de lo verdadero. En estos textos se trata los placeres, la recomendación de fidelidad y el
de combatir primero la idea de que sólo el amor estímulo para conservar nada más que la dimen-
por los muchachos sería auténtico (iniciación en sión pedagógica de la relación con el joven. En el
la virtud y en la verdad), cuando el amor por las período helenístico, puede parecer que sólo en-
mujeres jamás sería otra cosa que la expresión de contramos un reforzamiento de estos temas de
un deseo animal. Se denuncia la hipocresía de austeridad: miedo más pronunciado al acto se-
una relación pedagógica que sirve de máscara a xual, obligación más marcada de fidelidad, con-
debates poco teóricos. La relación matrimonial dena más viva de las relaciones carnales con los
pasa a ser la única capaz de inspirar un amor pu- muchachos (y pronto se dirá, para la experiencia
ro: el placer sexual se da en ella bajo el signo del cristiana: percepción del acto sexual como un mal
consentimiento de la esposa y de la amistad recí- sólo legitimado por la pareja, y con fines de pro-
26 Sobre este punto, véase la clase del 21 de febrero de creación, interdicción inapelable de la relación
1981. con los muchachos). Mas no debe verse en este fe-
27 La inquietud de sí, págs. 174-215, así Como la clase del 4 nómeno una simple variación de intensidad, sino
de marzo de 1981.
el signo de una mutación del sujeto ético. La expe-

142
143
riencia sexual ya no se problematiza alrededor de aforismo lacedemonio. Un día le preguntaron a
un uso de los placeres cuya mesura constituye al- Alexandridas por qué los espartanos confiaban a
go así como la perfección de la actividad, sino de esclavos el cultivo de sus tierras, y él contestó:
una inquietud de sí 28 (y pronto, con el cristianis- «Porque preferimos ocuparnos de nosotros mis-
mo, de una hermenéutica del sujeto). mos». Como se ve, aquí la inquietud de sí es pre-
sentada como una práctica indicadora de una dis-
tinción social, de un privilegio de rango. Esta for-
midable extensión de la inquietud de sí sobre la
III. La inquietud de sí cultura antigua la convierte en principio estruc-
turador del sujeto ético. 29 Foucault observa que
La inquietud de sí parece caracterizar amplia- esta dimensión, inherente a la experiencia moral,
mente la vida filosófica tal como era concebida se atenuó considerablemente en nuestra cultura
por la Antigüedad griega. En la Apología, Sócra- moderna. La temática cristiana de la renuncia a
tes se declara orgulloso de la vida que ha llevado, sí, la denuncia clásica del amor propio, la conde-
enteramente consagrada a despertar en sus con- na kantiana del egoísmo, fueron tornando incom-
ciudadanos una inquietud de sí, misión que le fue patibles los principios de la moral con la afirma-
confiada por los dioses y que él cumple en interés ción de una inquietud de sí. Por otra parte, en el
de los otros y con desinterés propio. Foucault vuel- plano de la experiencia filosófica, Foucault cons-
ve a hallar este principio de inquietud de sí ocho tata el creciente privilegio del tema del conoci-
siglos después, en Grégoire de Nysse, dentro del miento de sí en detrimento del de la inquietud de
marco del ascetismo cristiano. Entre tanto, la exi- sí. 30 En el campo de la vida filosófica, los proble-
gencia de inquietud de sí reinó en todas las escue- mas de método de la verdad terminaron por en-
las, fuesen epicúreas o estoicas, e incluso en la es- globar los de una ética de la vida verdadera. La fi-
piritualidad alejandrina (grupo de los «Terapeu- losofia pregunta por la posibilidad general de la
tas» citado por Filón). Por lo demás, la inquietud verdad, y no ya por el precio que debe pagar un
de sí no caracteriza únicamente un modo de vida sujeto por abrirse a una verdad. 31
filosófico, sino que parece extenderse a una prác-
tica social más vasta. Plutarco cita el siguiente 29 Acerca de todos estos puntos, véase Dits et écrits, t. Iv,
págs. 353-4.
30 Sobre este punto, véase la clase del 6 de enero de 1982
28 Esta reestructuración de la experiencia sexual en torno en M. Foucault, L'herméneutique du sujet Cedo F. Gros, París:
a la inquietud de sí constituye, ciertamente, una respuesta Gallimard-Le Seuil, 2001 [edición castellana: La hermenéu-
estilizada a los grandes cambios históricos sufridos por las tica del sujeto, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica,
prácticas matrimoniales. Cf. La inquietud de sí, págs. 69-78, 2002].
y la clase del 18 de marzo de 1981. 31 Sin embargo, para Foucault, la dimensión ética del

144 145
Ahora bien: esta inquietud de sí tan presente la propia alma en el elemento de lo divino). La in-
en la cultura antigua no es homogénea en todas quietud de sí es diferenciada, además, por Sócra-
sus manifestaciones. Y lo que Foucault pretende tes de la actividad médica (el médico que se in-
recuperar es esa historia de la inquietud de sí cu- quieta de sí se ocupa de su cuerpo), la económica
ya edad de oro se situaría en los dos primeros si- (el buen administrador se ocupa de lo que es suyo
glos de nuestra era. y de lo que no es suyo) y la amorosa (la inquietud
El primer mojón lo constituye el Alcibíades32 amorosa se centra en el cuerpo). Debe apuntarse,
de Platón. En este diálogo, Sócrates se dirige aAI- no obstante, que el ámbito en el que se plantea la
cibíades para anunciarle que, ahora que es adulto problemática de la inquietud de sí, al menos en
y aspira a desempeñar funciones políticas, es este diálogo, es siempre el de la erótica (relación
tiempo de que se inquiete, al fin, por él mismo. entre Sócrates y AIcibíades).
Así pues, el principio de inquietud de sí está plan- El análisis del diálogo de Platón sirve tan sólo
teado en condiciones estrictas. Su pertinencia a Foucault como punto de referencia para fijar los
aparece en una edad crítica (tránsito del estado elementos pertinentes de una problemática de la
dejoven al de adulto). Sócrates recuerda también inquietud de sí en la Grecia clásica. A partir de
a AIcibíades la pobre educación que ha recibido entonces es cuando se manifiesta la profunda
siempre: la urgencia de la inquietud de sí se pre- mutación del período helenístico. 33 La inquietud
cipita en un déficit pedagógico. Por otra parte, Só- será pensada cada vez más como una exigencia
crates afirma que, cuando se pretende gobernar a incondicional. Uno debería inquietarse de sí toda
los demás, primero hay que haber aprendido a su vida. La inquietud de sí pasa a ser una obliga-
gobernarse a sí mismo. Como se ve, la inquietud ción permanente que concierne a todos: jóvenes,
de sí presenta una finalidad estricta: se inquieta viejos, hombres maduros. La forma mayor de la
uno de sí para poder ejercer funciones importan- inquietud de sí ya no está dada por la figura del
tes en la ciudad; la inquietud de sí se dirige exclu- joven ambicioso, sino por la del anciano, que en-
sivamente a la élite política. En este diálogo cono- cuentra en la ociosidad del retiro y en la libera-
cemos también lo que es el sí de la inquietud (el ción respecto de los deseos el modo de llevar la in-
sujeto de la acción) y la forma capital adoptada quietud de sí a su perfección. Ya no aparece, pues,
por la inquietud (conocimiento de sí por reflejo de en el hueco dejado por la educación deficiente de
una élite: es corrección perpetua de la existencia.
Antes que desde el modelo pedagógico, se la con-
conocimiento (problema de la ascesis como condición de ver-
dad) sigue acosando sordamente a la filosofía, tal como lo
acredita gran parte del idealismo alemán poskantiano. 33 Acerca de la estructuración de la inquietud de sí en la
32 Sobre el Alcibíades, véase Dits et écrits, t. Iv, págs. 213- época helenística, véase La inquietud de sí, págs. 38-68, y
4, 355-6, 390, 789-92, Y la clase del 20 de enero de 1982. las clases del 27 de enero y del 3, 10 Y 17 de febrero de 1982.

146 147
cibe a partir del modelo médico. La inquietud de dición preliminar para el gobierno de los otros.
sí experimentará en los primeros siglos de nues- Pero con posterioridad encontramos la idea de
tra era una intensificación: será una obligación una autofinalización de la inquietud de sí: yo
vigente a lo largo de toda la existencia. Foucault debo inquietarme de mí mismo, pero a fin de po-
observa también cómo se generaliza: ya no se di- der gozar de mí mismo, a fin de hallar la salva-
rige a una élite social, sino que se convierte en ción en esta posesión entera. La idea de salvación
principio universal (en teoría, pues de hecho con- de sí por sí mismo no está referida a ninguna pro-
tinúa articulada con un fenómeno sectario). La blemática de existencia de un más allá o de cierta
segunda gran serie de transformaciones de la in- inmortalidad del alma: el cumplimiento de la re-
quietud de sí atañe a la relación con el otro. En el lación consigo mismo se efectúa en la estricta in-
Alcibíades, la inquietud de sí exigía la interven- manencia del presente. La salvación del otro apa-
ción del otro (bajo los rasgos de un maestro de me- rece entonces como continuidad natural de la in-
moria que hiciera regresar el alma hacia verda- quietud de sí exacerbada. Foucault cita la concep-
des olvidadas). En la cultura helenística, la inter- ción epicúrea de la amistad como deseable en sí,
vención del otro sigue siendo planteada como ne- pero ubicando su principio en la utilidad recípro-
cesaria, pues nadie puede salir solo de lo que Sé- ca, y la concepción estoica del ser comunitario
neca llamará la stultitia (negligencia de sí): la confiado a él mismo por los dioses.
constitución de un sí mismo como objeto de traba- Esta perspectiva de una autofinalización de la
jo supone la intervención de un maestro que abra inquietud de sí encuentra su expresión en el teIlla
en nosotros esta dimensión. Tales maestros del sí de una conversión a sí. Es habitual distinguir en-
mismo, operadores de subjetividad, pueden ejer- tre dos grandes tipos de conversión: por un lado,
cer su función en las escuelas. Esta es la forma la platónica, que es el despertar del alma a sus
helénica adoptada por Epicteto. Pero también condiciones de origen, retorno a la fuente priIne-
puede tratarse (forma romana) de un consejero ra, y que se opera, desde la oposición entre un
privado. En este último caso, se pierde la figura mundo sensible y un mundo inteligible, a través
del filósofo de profesión (el Cínico, sucio, de len- del conocimiento; por el otro, la conversión cris-
guaje rudo y áspero). El maestro del sí es presen- tiana, que indica en el renunciamiento a sí una
tado como gran señor de la sabiduría socializada, ruptura total, una mutación súbita, un segundo
y su servicio de alma se inscribe en la trama más nacimiento del alma. Foucault señala que entre
amplia de los deberes sociales. Pero la relación estos dos grandes modelos culturales habría que
con el otro inherente a esta inquietud de sí se insertar una conversión propia del período hele-
transforma también en el sentido de un trastoca- nístico. Esta última implica un retorno a sí corno
miento de la subordinación. En el Alcibíades, la liberación operada en la inmanencia del mundo;
inquietud de sí no era exigida más que como con- no es ruptura sino completamiento, cumplimien-

148 149
to de un retorno a sí: proceso continuo de auto- además, en una serie de ejercicios concretos. 34
subjetivación. Esta conversión de la mirada que Estos ejercicios pueden adoptar la forma de un
acepta volverse hacia sí no adopta por ello la for- régimen de abstinencia y de entrenamiento del
ma de una contemplación narcisista o del doloro- cuerpo para la entereza. Pero existen también ex-
so examen de las propias imperfecciones. Se trata periencias de entrenamiento por el pensamiento.
de una concentración sobre sí de tipo atlético: es- Resaltemos el control de las representaciones en
fuerzo y tensión mantenidos en la trayectoria de Epicteto y la meditación acerca de los males futu-
sí a sí. Esta concentración atlética no significa un ros y de la muerte en otros autores.
desvío absoluto respecto de todas las cosas del Pero la ascesis adopta también la forma de un
mundo, un repliegue sobre sí. Todo este cultivo equipamiento de discursos gracias a los cuales po-
del sí implica, por el contrario, el aprendizaje de dremos afrontar cualquier acontecimiento. N o se
una serie de conocimientos (la fisiología para los trata de reminiscencia: el modo de presencia de
epicúreos, el conocimiento por las causas de las estos discursos verdaderos no es el de recuerdos
Cuestiones naturales de Séneca, etc.). Estos cono- que requieran para su convocación el ejercicio pa-
cimientos necesarios para la inquietud de sí son ciente de la memoria. Y estos discursos verdade-
conocimientos etopoyéticos: se trata de un saber ros tampoco están ligados, como en la exégesis
que encuentra su prolongación inmediata en una cristiana, a técnicas de examen de sí y de confe-
actitud ética. Es así como, en la escuela estoica, el sión. Entre la reminiscencia y la hermenéutica,
estudio de la Naturaleza sólo se justifica porque las escuelas helenísticas inventaron un uso de los
sirve de operador para el perfeccionamiento de la discursos como instrumento de defensa y arma-
inquietud de sí. En Séneca, el recorrido teórico dura.
del mundo supone una visión desde lo alto que si- Estos discursos verdaderos deberán ser inte-
túa nuestra existencia en la verticalidad de un or- grados, asimilados, a fin de operar como protec-
den del mundo. Mientras que el platonismo exi- ciones inmediatas no bien amenace lo imprevisto.
gía una mirada que se apartara de lo sensible pa- Se plantea entonces el problema de las técnicas
ra contemplar las esferas de lo inteligible, el es- para dominar tales discursos. Foucault expone, a
toicismo de Séneca supone, desde el estableci- este respecto, prácticas reglamentadas de escu-
miento de un saber del mundo, un ligero movi- cha (regla del silencio activo) y de escritura (reco-
miento de toma de distancia que me permite si- lección de citas con miras a repetirlas y a la medi-
tuar ahora mi existencia en el curso reglado de tación). En este punto aparece desplegado por
este. primera vez (clase del 10 de marzo de 1982) el
Hemos examinado hasta aquí los ejes de evo- 34 Sobre el conjunto de la ascética de la inquietud de sí,
lución, así como la estructuración interna, de la véanse las clases del 24 de febrero y del 3, 11, 17 Y 24 de
inquietud de sÍ. Pero tal inquietud se especifica, marzo de 1982.

150 151
tema de la parrhesia. * La parrhesia designa, por la adulación ya las sutilezas retóricas. Palabra
el lado del maestro, la obligación de silencio del recta y directa: sólido báculo ofrecido al discípulo
discípulo. El maestro se impone hablarle a este en la ardua senda del autodominio. Otro texto, to-
con toda franqueza [franchisel: decir verdadero mado esta vez de Plutarco, nos presenta una es-
en el camino de la ascesis, distante por su estruc- cena ejemplar de parrhesia. 35 Estamos en Sicilia,
tura de la confesión cristiana. Esta parrhesia, en la corte de Dionisio de Siracusa. Se encuentra
esta franqueza [franc-parlerl, ** del maestro se allí Dión, quien ha hecho venir a Platón con la es-
opone a otras dos figuras: la adulación (dirigida a peranza de inspirar en el tirano principios de vir-
la servidumbre del otro, mientras que la parrhe- tud filosófica. Durante la conversación, Platón
sia apunta a la independencia) y la retórica (para decide, con riesgo de su vida, expresar su despre-
la cual no importa la verdad sino la persuasión). cio por la vida tiránica: Dionisio se enfurece y lo
condena a la esclavitud. La parrhesia es una cier-
ta palabra de verdad. Un decir verdadero que no
responde ni a una estrategia de demostración, ni
Iv. El coraje de la verdad a un arte de la persuasión, ni a una pedagogía.
Hay parrhesia cuando un decir verdadero pre-
1. La parrhesia política: decir verdadero senta un espacio de riesgo para quien lo enuncia
y dem.ocracia. Las investigaciones desplegadas (incluida la muerte). En la parrhesia, además, el
en los últimos dos años de enseñanza en el Colle- que habla se sujeta al contenido verdadero de su
ge de France ya no pudieron ser prolongadas en discurso, pero no (como en la confesión) bajo la
libros o artículos publicados en vida de Foucault. forma de obediencia al Otro y por la esperanza de
Esta es la razón por la cual nos limitaremos a salvación, sino, en el asumido riesgo de su propia
ofrecer aquí un simple panorama de los grandes muerte, para manifestar una relación consigo
temas trabajados en ese período. mismo fundada en la libertad. Vemos surgir en-
La parrhesia caracteriza primeramente el ré- tonces, a través de estos textos, la noción de pa-
gimen de habla del maestro frente al discípulo rrhesia, que podemos verter como la idea de un
atento: palabra franca, opuesta a los arabescos de hablar franco, de un coraje de la verdad, en el
punto de cruce de una obligación de decir verda-
* De este modo aparece mencionado siempre el término en dero, de una problemática de la gubernamentali-
el original. Así se lo transcribe en esta traducción, sin perjui- dad y de una relación consigo mismo --experien-
cio de que en castellano, para designar la misma entidad cia en que vienen a plegarse o componerse las tres
conceptual, se utiliza también «parresia» o «parresía». (N. de grandes dimensiones analizadas por Foucault-.
la T.)
** Traducimos ambos términos, franchise y franc-parler,
por «franqueza». (N. de la T.) 35 Clase del 12 de enero de 1983.

152 153
Tras haber despejado su estructura form.al, Fou- La democracia ateniense encuentra su funda-
cault intenta seguir la evolución histórica de esta mento en dos principios: la isegoria y la parrhe-
noción desde las tragedias de Eurípides hasta las sia. La isegoria es la libertad de palabra y remite
provocaciones cínicas (él indica, incluso, que se a la posibilidad, para todo ciudadano libre de Ate-
podría ir aún más lejos y hallar estructuras pa- nas, sea artesano, guerrero o campesino, de le-
rresiásticas en el discurso que el ministro dirige vantarse en la asamblea para dar su opinión. La
al monarca en nombre de un saber del Estado en parrhesia, en cambio, refiere a otro uso de la pala-
el Renacim.iento, en las denuncias críticas a la bra, igualmente fundamental en una democra-
manera de Voltaire propias de la Ilustración, en cia: coraje de tomar la palabra un hombre desta-
el discurso revolucionario del siglo XIX, etcétera). cado para dirigirle al pueblo un discurso verdade-
Para comprender lo que pudo designar la pa- ro y no complaciente. Toma de palabra mediante
rrhesia en la Grecia clásica, Foucault empieza la cual el enunciador demuestra su superioridad
por estudiar prolijamente el Ión de Eurípides. 36 y su capacidad para tener ascendiente sobre los
Conocemos aquí que, enAtenas, el derecho de pa- demás, siempre y cuando esta palabra esté regi-
rrh:¿sia es recibido de una madre autóctona. Fou- da por la verdad. Los ejemplos de parrhesia serán
cault rescata de la obra de Eurípides la insisten- buscados por el lado de los grandes discursos de
cia de Ión para acreditar su maternidad atenien- Pericles referidos por Tucídides. La parrhesia se
se, lo único que puede dar derecho a la parrhesia. define, entonces, como un decir verdadero demo-
Sin ella, estaría condenado a reinar sobre Atenas crático que manifiesta superioridad y coraje. Esta
como tirano. Se sugiere aquí, por consiguiente, posibilidad de un discurso político no complacien-
que laparrhesia es la franqueza de un gobernan- te constituye uno de los fundamentos de la demo-
te que rechaza la discrecionalidad y las violencias
. .
craCla gnega.
de la tiranía. Remite al ejercicio activo del poder Pero esta posibilidad está siempre amenaza-
por un hombre de cualidades que utiliza la fran- da. En efecto: Foucault observa el contagio pro-
queza. gresivo de una mala parrhesia, denunciada por
Un texto de Polibio estudiado por Foucault se Isócrates. Después de Pericles, la parrhesia se
propone conceptualizar unaparrhesia política li- convierte en una palabra que ya no responde a lo
gada, esta vez, a la democracia ateniense. 37 La verdadero, sino al deseo del populacho; que ya no
democracia puede ser definida como el gobierno manifiesta coraje por la verdad, sino deseo de éxi-
del pueblo por el pueblo, y descripta como un Es- to, y que, por último, no ffidica superioridad del
tado de libertad, derecho e igualdad ante la ley. hombre excepcional apto para gobernar a los
otros, sino voluntad de poder de cualquier adve-
36 Clases del 19 y 26 de enero de 1983. nedizo. Traición de la democracia: todo discurso
37 Clase del 2 de febrero de 1983. político se vuelve adulación inmunda.

154 155
Pronto, laparrhesia deja de problematizarse problema de la relación de la filosofía con la polí-
como relación entre un hombre llevado a ejercer tica. 39 El trabajo sobre este tema impone a Fou-
ascendiente y los demás. En la democracia ate- cault una relectura de las Cartas de Platón. Lla-
niense tardía, en efecto, parece haberse converti- mará especialmente su atención la carta 7. Cuen-
do en lo opuesto: el discurso político refleja.sólo ta aquí Platón el episodio de Sicilia y el motivo
cobardía, deseo vil de complacer y mentira. Pla- por el que decidió seguir a Dión a la corte de Dio-
tón advierte muy bien esto al reproblematizar la nisio el Joven. También por amistad hacia Dión,
parrhesia desprendiéndola del medio democráti- Platón acepta presentarse ante el heredero de un
co en el cual había adquirido volumen. 38 Lapa- tirano: porque hay aquí una coyuntura favorable
rrhesia va a aparecer en el marco de una relación (kairos) que ya no existe en la Atenas que asesinó
privada entre un filósofo y un tirano (recordemos a Sócrates. Pero, fundamentalmente, encuentra
la escena con Dionisio de Sicilia). Pero, en térmi- ahora la oportunidad de no limitarse a los discur-
nos más amplios, todos los grandes temas de la fi- sos. Se plantea el problema de lo real de la filoso-
losofía política de Platón pueden entenderse co- fía: el acto de decir verdadero, de veridicción, por-
mo la tentativa, tras el fracaso de la parrhesia de- tado por la filosofía, ¿se agota en verdad en la
mocrática, de pensar ahora con nuevos costos las constitución de discursos, en la formulación de
relaciones entre verdad y política. En la Repúbli- razones (logoi)? ¿No sugiere Platón, en esta carta
ca (libro VIID, observa que, cuando el alma y la 7, que la realidad de la veridicción filosófica debe
ciudad dejan de medirse por la verdad, están con- ser buscada por el lado de una valiente destina-
denadas a la confusión. La parrhesia (libertad de ción al poder? Mas esto supone que la filosofía en-
palabra) ya no se ejerce entonces más que en su cuentre sus buenos interlocutores, y que los reco-
versión demagógica. En las Leyes (libro lID, Pla- nozca. Thdo este trabajo de escucha y de verifica-
tón cita el reinado de Ciro (reino de los persas): el ción de la escucha define un espacio de prácticas
soberano se asegura de su entorno concediéndole de sí en el que la filosofía encuentra su realidad.
entera libertad de palabra (parrhesia), que apa- Si precisamente Dionisio el Joven se revela inca-
rece entonces como garantía de buen funciona- paz de alcanzar la dimensión filosófica, es porque
miento de un imperio autocrático, como principio comenzó queriendo escribir un tratado de filoso-
de cohesión. La parrhesia pasa a ser una acción fía, como si ser filósofo consistiera en saber orde-
propiamente filosófica ejercida sobre las almas nar en líneas contenidos de conocimiento. 40
en un contexto autocrático.
Empero, más en general, la nueva problemati-
zación de la parrhesia entrañaba para Platón el 39 Clases de febrero y marzo de 1983.
40 Foucault señala entonces que no puede aceptar la lec-
ción de J. Derrida; en efecto: el rechazo de la escritura no es
38 Clase del 9 de febrero de 1983. solidario en Platón de una valorización del logos, sino, al

156 157
2. El cinisIIlo o la verdad COIllO escándalo. tencia específico. La tradición ha conservado el
Foucault anuncia que esta vez intentará determi- recuerdo de Diógenes viviendo en su tonel, mas-
nar la parrhesia no ya en su dimensión política, turbándose en público, lanzando sus aceradas
sino en su dimensión ética. Su punto de partida pullas sobre la muchedumbre y recibiendo a Ale-
es Sócrates. La parrhesia socrática es examinada jandro, rey de reyes, que ha venido a visitarlo, con
básicamente en el ciclo de la muerte (Apología, el tratamiento de bastardo. El filósofo cínico se
Critón, Fedón) y en un diálogo de juventud (el caracteriza primero por un modo de existencia
Laques).41 Foucault se dedica a mostrar el modo rudo, vagabundo, casi animal: es sucio y pobre.
en que Sócrates quiere establecer un decir ver- Profiere discursos provocadores y groseros, mal-
dadero propiamente filosófico, irreductible a la tratando a la masa de transeúntes con sus violen-
parrhesia política. Se trata de una veridicción tas diatribas. Pero esta presentación deja todavía
que se fija como objetivo la inquietud de sí de los en una relativa exterioridad el estilo de existen-
otros. Es una prueba de almas que se ejerce arries- cia y el decir verdadero, como si hubiese aquí dos
gando la propia existencia y manteniéndose lejos elementos característicos del cinismo, pero sepa-
de cúalquier tribuna política. Esta misión de la rados. Para Foucault, más precisamente, el cíni-
inquietud de sí de los otros debe ser autenticada co constituye su propio cuerpo y su vida como tea-
por un modo de existencia que guarde armonía tros de la verdad. 42 Lo que importa es convertir
con los valores del coraje y la firmeza del alma. su vida en testimonio vivo y paradójico de la ver-
Ahora bien: para Foucault, precisamente esta dad. Esta actitud cínica de pliegue sistemático de
articulación de un modo de vida sobre una prácti- la existencia sobre la verdad reaparecerá, según
ca del decir verdadero constituye la médula de la Foucault, tanto en el ascetismo cristiano como en
filosofía cínica, en continuidad con la parrhesia la militancia política o en la exigencia artística (la
socrática. El cinismo es un movimiento filosófico matriz actual del cinismo estaría, sin duda, en el
cuyo contenido doctrinario parece mínimo. N o arte contemporáneo). El cinismo inventa, para
existe una filosofía cínica desplegada en un cuer- Foucault, la «verdadera vida»; pone en existencia
po de proposiciones constituidas. Foucault consi- la verdad, y de ese modo la vuelve inaceptable. Al
dera el cinismo, sobre todo, como una práctica de parecer, lo verdadero es lo que no se esconde: el
la libre palabra pública y como un estilo de exis- cínico hará todo en público (comer, hacer el amor,
etc.). Lo verdadero es también lo que no tiene
mezcla: el cínico llevará una vida enteramente
contrario, de una sospecha generalizada sobre el logos en el despojada, tenderá a una indigencia completa,
sentido de que no agotaría lo real de la filosofia (real que se aun si esto último lo vuelve feo y miserable. Lo
confunde más bien con una práctica de sí sobre sí, en la ar-
ticulaci6n del gobierno de sí y del gobierno de los otros).
42 Clases de marzo de 1984.
41 Clases de febrero de 1984.

158 159
verdadero es lo directo, lo no mediado: el cínico to- Conclusión
mará por guía sólo a la naturaleza, se conducirá
en todo como un animal. Lo verdadero, por últi-
mo, es lo soberano: el cínico se proclamará único
rey sobre la tierra. La operación cínica está muy
clara: hacer de la verdad un escándalo perma-
nente. Esta militancia extremista de la verdad
define, para Foucault, la empresa misma de la fi-
losofía. El filósofo es aquel que exhibe su vida En el fondo, Foucault no dejó de contar histo-
como testimonio escandaloso de la verdad, no por rias: historia de la locura excluida, de la acogida
afán gratuito de provocación, sino para inquietar de la muerte, de los sistemas de pensamiento, de
la conciencia de quienes creen llevar una vida la prisión y las guerras, de la confesión y los suje-
buena y recta. . tos, de los placeres, la carne y los deseos, etc. Afir-
Pero la historia de la parrhesia no se cierra con maba él mismo, sin ironía: «Nunca escribí más
esta figura gesticulante. Foucault quiere trazar que ficciones». En este libro hemos procurado tan
todavía las grandes líneas de evolución de la pa- sólo transmitir lo más fielmente posible esas pe-
rrhesia en el cristianismo: 43 muestra de qué mo- queñas células narrativas, comprender de qué
do ella señala pronto una relación plena con Dios, manera podían articularse en ellas los conceptos.
antes de ser denunciada como signo de insopor- Pero, al abandonar los grandes sistemas especu-
table arrogancia. Sea como fuere, es posible que, lativos, ¿se reducirá la filosofia a la producción de
al definir al cínico griego como ese vigilante uni- relatos un tanto míticos, escritos tras hurgar con
versal, como ese funcionario de la humanidad éti- prisa en materiales históricos a veces mal utiliza-
ca, Foucault haya querido mostrar indirectamen- dos y articulando en su derredor conceptos foIja-
te, pocos meses antes de morir, la tarea que lo dos para defender alguna postura? Sin embargo,
había animado durante tan largo tiempo. en este trabajo de constitución de ficciones, Fou-
El cínico es el perro de la verdad, pero no por- cault creía cumplir su tarea de intelectual «espe-
que la protegería como un fiel guardián, sino por cífico».! Unas pocas consignas nos permiten re-
ladrar palabras verdaderas, y morder con ellas. cordar cómo entendía él la tarea moderna de filo-
Por agredir a las personas con la verdad. sofar: denunciar las relaciones ocultas de poder;
despertar resistencias; permitir la expresión de
voces muy a menudo acalladas; producir saberes

1 Sobre el intelectual específico opuesto al intelectual uni-


43 ÚltiIIla clase del año 1984. versal, véase Dits et écrits, t. III, págs. 109-14.

160 161
verdaderos capaces de enfrentar a las guberna- truir relatos que nos permitirán, en vez de reen-
mentalidades dominantes; posibilitar la inven- contrarnos, inventarnos de nuevo.
ción de nuevas subjetividades; desafiar nuestras Los sistemas metafisicos han dado paso a las
libertades y nuestras facultades de acción; hacer ficciones políticas.
surgir la historicidad de nuestros sistemas de sa-
ber, poder y subjetivación; mostrar que nada es
fatal para nosotros; en definitiva, cambiar nues-
tras vidas. Foucault intentó cumplir esta tarea
contando historias, 2 historias que hablasen de lo
que éramos y de lo que podríamos dejar de ser. Y
se situaba, de este modo, en resonancia con las
provocaciones nietzscheanas.
Nietzsche nos había enseñado la ausencia de
origen y, por ende, la ausencia de cualquier fun-
damento que pudiera asignar a nuestras concien-
cias filosofantes la tarea heroica de recuperar
verdades perdidas, de trazar la curva del retorno
a una patria primera: la de nuestras identidades
sepultadas y la de significados puros; la tarea de
restituir el Ser de inalterados comienzos. Lo que
se precipita entonces, en esa proclamada ausen-
cia de un origen, es la invención del futuro. Sin
duda, Sartre fue de los primeros en comprender-
lo, sólo que intentó reconstruir de inmediato una
ontología a la medida de esa ausencia. Foucault
procede de otra manera. En la ausencia de ori-
gen, lo que adquiere volumen es la multiplicidad
de ficciones. Sin origen ni fundamento, la filosofia
ya no puede aspirar a la unidad de un estableci-
miento de significados últimos. Pero puede cons-

2 Foucault enlaza en un único movimiento crítico los tres


sentidos de historia: como relato, como ámbito de saber y co-
mo registro de acciones.

162 163
Biblioteca de filosofía 'Leszek Kolakowski, La presencia del mito
Leszek Kolakowski, Vigencia y caducidad de las tradiciones
cristianas
Kurt Lenk, El concepto de ideología. Comentario crítico y se-
lección sistemática de textos
Alasdair C. Maclntyre, El concepto de inconciente
Mihailo Markovic, Dialéctica de la praxis
Pierre Masset, El pensamiento de Marcuse
Roland Mousnier, Las jerarquías sociales
Bertell Gllman, Alienación. Marx y su concepción del hOIn-
Theodor W. Adorno, Consignas
bre en la sociedad capitalista
Henri Arvon, La estética marxista Maximilien Rubel, Páginas escogidas de Marx para una ética
Kostas Axelos, Introducción a un pensar futuro
socialista, 2 vols.
Gaston Bachelard, Estudios Anne Sauvagnargues, Deleuze. Del animal al arte
Gaston Bachelard, La filosofia del no Lucien Seve, Marxismo y teoría de la personalidad
Ludwig Binswanger, Tres formas de la existencia frustrada. Wilhelm Szilasi, Fantasía y conocimiento
Exaltación, excentricidad, manerismo Wilhelm Szilasi, Introducción a la fenomenología de Hus-
Gtto F. Bollnow, Introducción a la filosofia del conocimiento
serl
Bernard Bourgeois, El pensamiento político de Hegel Charles Taylor, La libertad de los modernos
Bruce Brown, Marx, Freud y la crítica de la vida cotidiana. Paul Tillich, Teología de la cultura y otros ensayos
Hacia una revolución cultural permanente Peter Winch, Ciencia social y filosofia
Georges Canguilhem, Ideología y racionalidad en la historia Fram;ois Zourabichuili, Deleuze. Una filosofia del aconteci-
de las ciencias de la vida
miento
Gilles Deleuze, Diferencia y repetición
Rolf Denker, Elucidaciones sobre la agresión
Jacques D'Hont, De Hegel a Marx
Jacques D'Hont, Hegel, filósofo de la historia viviente Obras en preparación
Gilbert Durand, La imaginación simbólica
Maurizio Ferraris, Introducción a Derrida Georges Canguilhem, Estudios de historia y de filosofia de
Theodor Geiger, Ideología y verdad las ciencias
Lucien Goldmann, Introducción a la filosofia de Kant. Hom- Leo Strauss, El renacimiento del racionalismo político clá-
bre, comunidad y mundo sico
Lucien Goldmann, Lukács y Heidegger. Hacia una filosofia Leo Strauss, Estudios de filosofia política platónica
nueva
Lucien Goldmann, Marxismo y ciencias humanas
Frédéric Gros, Michel Foucault
Pierre Guglielmina, Leo Strauss y el arte de leer
Max Horkheimer, Teoría crítica
Marc Jimenez, Theodor Adorno. Arte, ideología y teoría del
arte
Leo Kofler, Historia y dialéctica
Colección Mutaciones Colección Nómadas

Fram;ois Balmes, Lo que Lacan dice del ser (1953-1960) Pierre Alféri, Buscar una frase
Georges Canguilhem, Escritos sobre la medicina Alain Badiou, De un desastre oscuro. Sobre el fin de la ver-
Gilles Deleuze, Presentación de Sacher-Masoch. Lo frío y lo dad de Estado
cruel Jean Baudrillard, El complot del arte. Ilusión y desilusión
Roberto Esposito, Bíos. Biopolítica y filosofía estéticas
Roberto Esposito, Communitas. Origen y destino de la co- Georges Charbonnier, Entrevistas con Claude Lévi-Strauss
munidad Hélene Cixous, La llegada a la escritura
Roberto Esposito, Immunitas. Protección y negación de la Jacques Derrida, Aprender por fin a vivir (Entrevista con
vida Jean Birnbaum)
René Guitart, Evidencia y extrañeza. Matemática, psico- Martin Heidegger, La pobreza
análisis, Descartes y Freud Jean-Luc Nancy, El intruso
Jean-Claude Milner, El periplo estructural. Figuras y para- Jean-Luc Nancy, La mirada del retrato
digma Jean-Luc Nancy, La representación prohibida
Jean-Claude Milner, El paso filosófico de Roland Barthes Mario Perniola, Contra la comunicación
Gérard Wajcman, El objeto del siglo J acques Ranciere, El odio a la democracia
Paul Ricreur, El mal. Un desafío a la filosofía y a la teología
Peter Sloterdijk, Derrida, un egipcio. El problema de la pirá-
mide judía

También podría gustarte