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FOUCAULT
Pensamiento y vida
,
CAPITULO
2
Sólo hay a priori histórico
Confidencia de Foucaulr. R.-P. Droit, Michel Foucauft: entretiens, pág. 82. El arte o la literatura
_-itransitivos, «hemos podido librarnos de la idea de que la literatura era el lugar de todos los trán-
1a expresión de las totalidades». El empleo de la palabra «intransitivo», inhabitual en este caso. es.
ocurre a menudo en Foucault, una cita implícita de René Char, Partage forme/, LIV. Un poeta
-io un verbo intransitivo que, según dicen los gramáticos, carece del objeto que lo complete: él hace
"'Or el arte.
Véase DE, vol. IV, pág. 651.
A. Farge y M. Foucault, Le Désordre des /amilles: lettres de cachet de la Bastrlte, Gallimard. 19u2.
11 \'éasc L'Archéologie du savoir, pág. 213.
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llevar lo más lejos posible la investi gación de las diferencias entre acon
tepm1entosgue paree� formar upa misma especie.
e
la mirada médica), Madrid, Siglo XXI, 2007.
16. L'Archéologie du savoir, pág. 61, véase pág. 156.
:!fissance de la clinique, págs. 169 y 171.
18. E9 el sentido inicial de este adjetivo, que Foucault puso de moda y que en francés la moda emplea
como_cd'ntrasentido para designar lo que es imprescindible haber visto o leído si uno quiere vivir con su
propio tiempo, cuando este adjetivo designa, por el contrario, en Foucault lo que nos cubre desgraciada
mente la vista de otra cosa y hace imposible ir más allá. Lo insoslayable es el discurso que nos obliga a vi
vir en nuestro tiempo. Un contrasentido por lo demás revelador de la ceguera del sentido común.
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tes y nosotros mismos no podemos percibir los nuestros.
22. Sobre Edward Said y sobre la condena del orientalismo por unas mentalidades que está claro que
:io sospechaban que existiera una curiosidad desinteresada, gratuita, ya la de un Herodoto, véase B.Lewis,
:Slam, Gallin1ard, col. «Quarro»,2007, págs.1054-1073.
23. DE, vol. III, pág. 160.
24. DE, vol.IV, pág. 828.
25. Sobre la formación ocasional de coberturas ideológicas a partir de los discursos,véase Foucaulr,
D faut défendre la société», Cours au College de France, págs.29-30.
26. Para una crítica de la noción de ideología, me permito remitir a Paul Veyne, Quand notre monde
.:st devenu chrétien, págs.225-248.
27. Como observa Ulrich J. Schneider,Michel Foucault, Darmstadt, 2004, pág. 145.
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28. Se ha reconocido aquí una cita de Nietzsche. Véase DE, vol. II, pág. 1258: «Nosotros necesitamos
[la cursiva es mía], dicen los grandes intelectuales universales, una visión del mundo».
29. Jean-Marie Schaeffer, Adieu ti L'esthétique, CoUege international de philosophie, Presses Univer
sitaires de France, 2000, pág. 4 (trad. cast.: Adiós a la estética, Madrid, A. Machado, 2006).
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tivo) y que lo encarna en la sociedad. El cliscurso constituye la singula
ridad,Ja_ex-tr-añezu;le..la ép_ocaJ el color 1;ca1-del dispositivo.
-
eso. Conocemos ya sus formas extrañas, sus fronteras más históricas que
naturales: esta entidad de época tiene la forma de un tiesto, de un gui
jarro más que de un razonamiento en forma. Nos atreveríamos a hablar
entonces, en términos estoicos, de una materialidad de los incorpóreos. 40
Nos complace ver que Foucault, escapando de los equívocos del lin
guistic turn41 de la década de 1970, ampliaría su doctrina a la sociedad
(«yo, en mis libros, no puedo prescindir de la sociedad», me decía) y a
toda la realidad histórica. Desde hacía mucho tiempo, es cierto, el pen
samiento de una época no tenía ya para Foucault su lugar de elección en
sus formas duplicadas, en la filosofía; la simple historia de las ideas mis
ma estaba lejos de encontrar su lugar de elección en los textos canónicos,
en la filosofía; un reglamento administrativo podía resultar más revela
dor42 que el Discurso del método. El terror nuclear y el control moderno
40. L'Ordre du discours, Gallimard, 1971, pág. 60 (trad. cast.: El orden del discurso, Barcelona, Tus
quets, 1999). El enunciado, que no es más que el producto de un sujeto trascendental que lo anima, se
impone al sujeto conociente con el modo de una cosa bruta y su desglose extraño, absurdo como formas
del azar, no es evidentemente fruto de un Ego intemporal o de una libertad heideggeriana de ver descu
brirse la verdad; véase la «materialidad irrepetible», de L'Archéologie du savoir, pág. 134.
41. El análisis de un discurso, por ejemplo el de la melancolía, no es el estudio léxico de los sentidos
de la palabra «melancolía» (L'Archéologie du savoir, págs. 65-66). ¿Por qué emplear la palabra «discur
so»? Dos o tres explicaciones son ciertas a la vez. Una es heurística: Foucault trabajó primero y sobre
todo con textos (los tratados médicos relativos a la locura); y no supo de entrada adónde iba, tuvo que
creer en primer Jugar que su problema era lingüístico y quiso mantenerse lo más cerca posible de los he
chos, que eran hechos escritos. Además, no quería verse conducido hasta uno de los grandes problemas
consagrados de la filosofía; no por coquetería, sino porque su positivismo profundo le hacía temer todo
lo que pudiera parecer metafísico. Por lo tanto, empleó un vocabulario propio y no términos técnicos de
la filosofía. Otra explicación es que, para ser comprendido y seguido, buscó situm·se en el problema del
momento, que era lingiiístico (L'Archéologie du savoir, libro escrito muy deprisa, lo demuestra a las cla
ras). Esto pudo engañar a muchos lectores. Un título molesto, Les Mots et les Choses, añadió más confu
sión: se creyó que el problema de Foucault era la relación de los vocablos con sus referentes. Foucault
tuvo que acabar intentando disipar la confusión, cosa que hizo en L'Archéologie du savoir, pág. 66, y en
DE, vol. I, pág. 776: en el siglo xvu, escribió, los naturalistas realizaron profusas descripciones de plan
tas y animales. Es tradicional «realizar la historia de estas descripciones de dos maneras. O bien se par
te de las cosas y se dice: siendo lo que los animales son, las plantas son como las vemos, ¿cómo las vie
ron y describieron los individuos del siglo xv11? ¿Qué observaron, qué omitieron? ¿Qué vieron y qué
dejaron de ver? O bien realizaron el análisis en sentido inverso, se ve de qué palabras y de qué concep
tos disponía entonces la ciencia y, a partir de ahí, se ve qué plantilla se utilizaba sobre el conjunto de las
plantas y animales». Foucault, por su parte, se dio cuenta de que, sin saberlo, los naturalistas pensaban
mediante un «discurso» que no era ni los objetos reales ni e.l campo semántico con sus conceptos, sino
que estaba situado, por así decir, más allá y que regulaba correlativamente la formación de los objetos,
por un lado, y de los conceptos, por el otro. El discurso es un tercer elemento, un tertium quid, que, a
espaldas de los interesados, explica «que tal cosa sea vista u omitida, que sea considerada desde tal as
pecto y sea analizada a tal nivel, y qué palabra haya de emplearse con tal significado».
42. DE, vol. I, pág. 548, véase pág. 499; vol. II, págs. 282-284. Véase por ejemplo Htstoire de la folie
d l'áge c!assique, GaUimard, col. «Te!», 1976, pág. 471 (trad. cast.: Historia de la locura en la época clási
ca, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2000).
SÓLO HAY A PR!O/U HISTÓRICO -;,
.tJ. EsLas devadas especulaciones me superan, dijo irónicamente Foucault; «el material muy humilde
..,"'lle yo manipulo no permite un tratamiento tan real»; resultaría difícil elaborar la historia de una forma
.ión hisLórica cualquiera sin tener en cuenta, por ejemplo, los efectos del poder e incluso, a menudo, del
.!l.Scurso del poder central en esta época (DE, vol. U, págs. 409-410).
44. Sécurité, territoire, population, págs. 48-50.
45. DE, vol. IV, págs. 26-.30.
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46. Foucault parece creer que la idea principal de Weber era la racionalización a través de las épocas
y que el tipo ideal era una construcción que permitía «recapturar una esencia» para «comprenderla»,
partiendo «de principios generales» (DE, vol. IV, págs. 26-27).
47. DE, vol. I, págs. 665-666, donde Foucault habla también de «un inconsciente que poseería sus
propias reglas, como el inconsciente del individuo humano posee también sus reglas y sus determina
ciones».
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48. R.-P. Droic, Michel Foucault, entretiens, págs. 22 y 135. Es una idea inspirada por Nietzsche.