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La idea de cierre categorial

David Alvargonzález

Introducción
En este artículo voy a intentar presentar la idea de cierre categorial del filósofo
Gustavo Bueno (1924.2016). Para ello voy a explicar brevemente cuáles son
los contenidos centrales de esa teoría y, a continuación, reivindicaré la
importancia que puede tener para cualquier filosofía del presente. Gustavo
Bueno es un filósofo español que tiene decenas de miles de seguidores en
Internet y que, en Google Académico, tiene un valor treinta para el índice h. La
teoría del cierre categorial es una de las partes más originales y centrales de la
filosofía de Bueno, y es de esperar que la importancia de esta teoría vaya en
aumento porque la idea de ciencia es relevante para cualquier sistema
filosófico del presente y del futuro, aunque solo sea a efectos polémicos, como
voy a tratar de mostrar. La teoría del cierre categorial es una rectificación de la
teoría de las categorías de Aristóteles y supone establecer una conexión
interna entre la ontología y la filosofía de la ciencia, entre las categorías
ontológicas y los campos de las ciencias.

Es una idea temprana y nuclear de la filosofía de Bueno, pero también de


cualquier filosofía del presente que se precie ya que es una idea que tiene que
ver con la verdad científica: es un intento de determinar qué es la verdad
científica, en qué se diferencia la verdad científica de las verdades del sentido
común, y qué es una ciencia. Esto es un asunto central desde el origen de la
filosofía, pues ya Platón y Aristóteles estaban discutiendo, precisamente, qué
era la geometría. En la época moderna también se discutió profusamente
acerca de lo que es una ciencia, y se sigue discutiendo en la actualidad. Las
verdades científicas son el tipo de verdades más sólidas que tenemos, y sobre
las que hay que construir cualquier sistema filosófico del presente y del futuro,
ya que es imposible hacer un sistema filosófico de espaldas a las verdades
científicas. Por eso, hace falta tener un criterio muy sólido y muy discriminativo
para saber qué son verdades científicas porque los científicos, cuando hablan y
escriben, lo hacen muchas veces en calidad de ciudadanos y es relevante
poder distinguir cuándo están hablando como ciudadanos, o como literatos, o
como filósofos espontáneos, y cuándo están hablando como científicos de
cosas que son verdades científicas. La teoría del cierre categorial es la filosofía
de la ciencia asociada a una ontología hiperrealista, materialista. Esto es una
novedad dado que los filósofos materialistas del siglo XIX y XX no llegaron a
desarrollar una filosofía de la ciencia específica, sino que se contentaron con
seguir a grandes rasgos la filosofía de la ciencia del positivismo.
Gustavo Bueno expuso su teoría en un tratado en cinco volúmenes con más de
mil cuatrocientas páginas, y desde la teoría del cierre categorial se han
realizado más de una docena de tesis doctorales monográficas (Lafuente 1973,
Fernández, T.R. 1980, López 1983, Fuentes 1985, Alvargonzález 1989a,
Hidalgo, 1990, Iglesias 1992, Fernández Treseguerres1993, Baños 1993,
Fernández, S. 1995, Huerga 1997, Álvarez 2002, Madrid 2009, Barbado 2015).

La idea de cierre operatorio


La idea de cierre categorial tiene dos partes, la idea de cierre operatorio y la
idea de categoría. Por lo que hace a la idea de cierre, todo el mundo tiene un
conocimiento práctico de lo que es cerrar una puerta, el concepto técnico de
cerrar algo. Un concepto más específico es el concepto algebraico de cierre
operatorio: en álgebra, una operación es cerrada cuando, dados dos términos
de un conjunto, los operamos, y el término resultante pertenece al mismo
conjunto. Por ejemplo, si tomamos los números naturales y aplicamos la suma,
los resultados son siempre otros números naturales: esa es una operación
cerrada. La operación no cerrada es cuando, dados dos números naturales, por
ejemplo, el uno y el tres, los dividimos y obtenemos el resultado, que en este
caso es un tercio que ya no es un número natural. Esta es la idea de cierre
operatorio, es decir, dos términos de un conjunto que operados dan elementos
del mismo conjunto. Gustavo Bueno tomó está idea y la amplió, aplicándola no
solamente a las ciencias formales, a las matemáticas, o al álgebra, sino a todas
las ciencias. Si cogemos dos compuestos químicos y los operamos, nos sale
otro compuesto químico, no nos sale una célula o un elefante, ya que esos son
términos del campo de la biología. Si operamos con términos del campo de la
química obtenemos términos del campo de la química y, sin embargo, si
cogemos dos organismos biológicos y los cruzamos pues nos aparece otro
organismo biológico, no nos da como resultado ácido sulfúrico. Esa es la idea
de cierre operatorio: cuando estamos en un campo, operamos dentro de ese
campo, y obtenemos nuevos términos de ese mismo campo. De este modo, a
través del propio proceso de las operaciones, el campo se va ordenando y se
va cerrando espontáneamente (cuando esto ocurre).

Las categorías de Aristóteles


El adjetivo “categorial” viene del nombre “categoría”. Categorial es lo que tiene
que ver con las categorías. Con antecedentes en Platón y Parménides, la idea
de categoría es un invento de Aristóteles quien propuso una tabla famosa de
categorías. “Categorein”, en griego, significa “predicar”, y las categorías son las
cosas que se pueden decir del sujeto. Aristóteles supuso que de un sujeto se
pueden predicar cosas acerca de su sustancia, de su cantidad, de su cualidad,
de su relación, del lugar en donde está, del tiempo en el que está, de la
posición, etcétera. Aristóteles hizo una lista y a esas cosas que se predican del
sujeto las llamó categorías. Las categorías desde entonces, por la propia
concepción de la filosofía aristotélica, se entendieron como una especie de
géneros ontológicos máximos. Es un poco parecido, por poner un ejemplo
proporcionado, a lo que ocurre en biología cuando se habla de los géneros
máximos de los organismos biológicos. En ese caso, los géneros máximos son
los reinos: vegetal, animal, los hongos, las moneras, las protoctistas (si nos
referimos a la célebre clasificación, hoy ya superada, de Whitacker). Pues bien,
si nos preguntamos ahora por los géneros máximos, no sólo de la biología, sino
de todo lo existente, de toda la realidad, esos géneros máximos serían las
categorías, y su determinación tiene mucha importancia porque se supone que
esas categorías nos informan acerca de la manera cómo la realidad está
estructurada. Decía Platón que el buen carnicero es el que corta al animal por
las junturas naturales frente al mal carnicero que lo corta de cualquier manera
(Fedro 265a-266c). Pues bien, lo que Aristóteles se estaba preguntando es
cuáles son las junturas naturales, los géneros máximos, para dividir todo lo
real, y esas son las categorías. El asunto de saber cuáles son las categorías,
es decir, los círculos máximos, los géneros máximos de la realidad, es un
asunto central de todo sistema filosófico: toda filosofía que aspire a cierta
sistematicidad tiene que comprometerse con esta tarea, tiene que hacer un
mapa que establezca por dónde están las junturas naturales de la realidad.

¿Por qué Bueno interpreta el cierre operatorio de las ciencias como un


cierre “categorial”?
La teoría del cierre categorial de Gustavo Bueno supone una “vuelta del revés”
de la teoría de Aristóteles, en especial de la interpretación que la filosofía
escolástica cristiana hizo de esa teoría aristotélica. Un fraile dominico, Nicolás
Bonetti, sostuvo que, si las categorías eran géneros máximos, cada uno de
esos géneros tendría que ser estudiado por una ciencia diferente: habría una
ciencia de la cantidad, otra de la cualidad, otra del tiempo, del lugar, etcétera.
Es decir, propuso la idea de que habría tantas ciencias como categorías.
Gustavo Bueno dio la vuelta del revés a este planteamiento: no es que cada
ciencia estudie una categoría determinada previamente, sino que lo que ocurre
es que cada ciencia realmente existente puede interpretarse como una
categoría ontológica. Existe, pues, una categoría física, una categoría química,
una categoría biológica, una categoría psicológica, histórica, lingüística,
etcétera, y esas son las junturas naturales que dividen la realidad en partes.
Ahora bien, la cuestión es justificar por qué se puede dar este paso. Para
explicarlo voy a poner una analogía meteorológica que, manejada con el
debido cuidado, puede resultar de utilidad. Imaginemos un ambiente
atmosférico que está cargado de humedad y supongamos que, en un momento
dado, baja la temperatura, se atraviesa el punto de rocío, y entonces la
humedad se condensa y da lugar a una nube. Si no hay viento y está el
ambiente en calma, la nube que se forma es un estrato, es una nube
homogénea de estructura horizontal, pero, si hay movimientos de aire
ascendentes y descendentes, por ejemplo, porque hay un calentamiento
diferencial del suelo y una parte de ese suelo tiene un albedo más alto o más
bajo, ese calentamiento diferencial hace que se formen, por ejemplo, cumulus
humilis, los llamados cúmulos de buen tiempo, que son la típica nube blanca de
base plana y parte superior redondeada. Pues bien, nuestra especie lleva
operando con las cosas del mundo más o menos desde el paleolítico medio, y
lleva haciendo cosas, y transformando cosas, y mezclando, y separando,
calentando, destilando, componiendo, descomponiendo, rompiendo y volviendo
a unir, y cuando nosotros operamos con las cosas del mundo, lo que ocurre es
que se forman “nubes” operatorias, que son los cierres operatorios. No se
forma una estructura homogénea como la del estrato, o una estructura regular,
como podría ser un cristal de carbono que tuviera todos sus átomos
perfectamente alineados y a la misma distancia, con la misma disposición
geométrica. Lo que se forman son torbellinos operatorios, y torbellinos que
empiezan a tener una independencia unos de otros: el torbellino de la biología
frente al de la física, o frente al de la química. En el ejemplo meteorológico, el
sol tiene que estar calentando, pero no es el único responsable de que se
formen las nubes porque éstas se forman por el calentamiento diferencial del
suelo y por las diferencias de humedad y de energía cinética. En el caso de las
ciencias, nosotros tenemos que estar operando, pero no tenemos control sobre
los torbellinos operatorios, sobre las ciencias que se forman, no sabemos por
qué se forman esos y no otros. Esto es así porque nosotros no podemos
estipular los resultados de las operaciones y esos resultados de esos
torbellinos operatorios dan lugar a estructuras que no dependen de nosotros.
Cuando nosotros mezclamos ácido sulfúrico con hidróxido de sodio para
obtener el sulfato de sodio, el resultado no depende nosotros, ya que ese
resultado depende de la estructura de la materia, de la estructura de la
realidad. Cuando nosotros operamos, los resultados de las operaciones y el
modo cómo se organizan los “cúmulos operatorios”, depende de la estructura
de la realidad, es un resultado “anantrópico”. Nosotros no podemos decir
“vamos a hacer una ciencia aquí” pues no podemos tener la seguridad de que
vaya a resultar así. Tampoco podemos proponernos juntar dos ciencias
existentes. Los físicos llevan dos siglos intentando unificar la física de
partículas con la física de Einstein y muchos dudan incluso que ello sea
posible. Muchísimo menos podemos unificar la física con la biología, es decir,
explicar todos los procesos biológicos desde los principios de la física. La
realidad no funciona así: las leyes de la biología son otras, hay otros principios
diferentes de los de la física, porque la biología es otra categoría, es otra región
de la realidad distinta. Nosotros no podemos dictar la estructura de la realidad;
nosotros operamos, vamos transformando cosas; en el propio proceso de las
transformaciones se van organizando esos cúmulos operatorios; y esos
cúmulos operatorios pueden ser interpretados como categorías ontológicas
porque nos dan las junturas naturales por las que se divide la realidad cuando
se transforma. Este es el interés de la teoría del cierre categorial de Gustavo
Bueno: las ciencias, esos cúmulos operatorios, son el único criterio para
conocer las junturas naturales por donde se rompe la realidad al
codeterminarse sus partes, ya que nosotros no controlamos los cierres de las
ciencias puesto que esos cierres son resultados anantrópicos. Las ciencias
cierran de acuerdo con la estructura operatoria y con la estructura de los
resultados de lo que se está operando: por eso el cierre operatorio puede
interpretarse como un cierre categorial, es decir, el cierre de las ciencias nos da
la pista de la estructura del mundo en categorías. Esto que parece tan sencillo,
supone la vuelta del revés de la teoría de Nicolás Bonetti y de Aristóteles, y
tiene muchísima importancia porque las categorías son algo así como el
“mapa” de la estructura del mundo: la relación entre las ciencias, entre sus
fronteras y entre sus cierres operatorios son las que nos informan que la
legalidad biológica es distinta de la legalidad física, de la química, de la
histórica, de la psicológica, de modo que esas categorías no se reducen unas a
otras. Por mucho que los físicos pretendan hacer teorías del todo y reducirlo
todo a física, la terca realidad es que el mundo no tiene esa estructura
unificada. Es necesario reconocer un pluralismo gnoseológico y ontológico lo
que significa reconocer que unas áreas de la realidad son irreductibles a otras.
Ahora bien, podríamos preguntarnos: ¿por qué la estructura de la realidad es
así? ¿por qué hay física, y química, y biología, como ciencias distintas,
inconmensurables entre sí? La respuesta es que no lo sabemos ya que el
mapa de las ciencias es un resultado anantrópico, es un resultado que se nos
impone. La historia de las ciencias hace que se decanten unas determinadas
ciencias y, en la medida en que esos cierres se imponen al sujeto, no queda
más remedio que interpretarlos como la estructura de la realidad, como
categorías ontológicas.

La importancia de la teoría del cierre categorial y el hiperrealismo


El desarrollo de las ciencias de los últimos cuatro siglos nos permite saber, con
certeza absoluta, que lo que ven nuestros ojos, lo que oyen nuestros oídos, y lo
que perciben los órganos de nuestros sentidos, es decir, nuestro mundo
fenoménico entorno, no es ni la centésima parte de lo que existe. Más allá de
las ondas de luz están las ondas ultravioletas, los infrarrojos, las ondas de
radio, todo el espectro electromagnético. Todo está lleno de cosas y de
transformaciones que no podemos ver porque son minúsculas, o porque tienen
unos tamaños gigantescos o están a grandes distancias. Tampoco podemos
ver los procesos evolutivos de la historia natural, aunque están ahí actuando,
por sus resultados, en nuestros cuerpos. Y lo mismo ocurre con toda la historia
política que está presente en nosotros, ejercitada en el idioma, en las
tradiciones, en la cultura. Todo eso son cosas que no se pueden ver porque
son muy pequeñas o muy grandes, porque están en otras longitudes de onda,
en otras longitudes acústicas, porque están en el pasado al que no se puede ir.
Sin embargo, están determinando nuestro presente. La mayor parte de lo que
sabemos que existe es “hiperreal”, es decir, es una realidad que está ahí, que
nos está determinando íntegramente, que determina nuestras enfermedades y
nuestro nacimiento y nuestra muerte, y que no podemos percibir pues no está a
la escala de nuestras sensaciones. La realidad es mucho más densa de lo que
aparece ante nuestros sentidos: esa es la idea del hiperrealismo. A todo ese
mundo hiperrealista sólo se accede por la ciencia, única y exclusivamente. Por
eso el asunto sobre el que gira la teoría del cierre categorial es un tema central
de cualquier sistema filosófico del presente y del futuro, porque ese mundo
hiperrealista, hiperdenso, que no podemos ver, cada vez crece más, cada vez
aumenta más, cada vez se amplía más, y cada vez es más importante desde
un punto de vista práctico. Y sólo es accesible por las ciencias.

Si admitimos la tesis de que las ciencias son el único modo de acceder a toda
esa hiperrealidad, a toda esa realidad ampliada, tenemos que dejar de ver las
ciencias como si fuesen un mapa de un terreno que pudiéramos recorrer
directamente. En cartografía, nosotros hacemos unas operaciones sobre el
terreno y unas operaciones con lápiz y papel sobre el mapa, de modo que se
puede establecer una correspondencia entre las primeras y las segundas, y
esa correspondencia es la que nos permite hablar de un mapa verdadero. En la
mayoría de las ciencias que van referidas a esa hiperrealidad, no podemos
proceder de ese modo precisamente porque los contenidos de sus teoremas
(las partículas, las ondas, los procesos geológicos y evolutivos, las estructuras
geométricas, etc.) no están dados a la escala de nuestros órganos sensoriales.
No podemos comparar el “mapa” (las teorías científicas) con el terreno (la
realidad de las cosas) porque no hay otra manera de acceder a esa realidad
que no sea a través de esas mismas teorías. Por tanto, la verdad científica no
puede entenderse ya nunca más como una adecuación entre las teorías y los
hechos: es aquí donde la teoría del cierre categorial es capaz de ofrecer una
alternativa que, cuando menos, es necesario discutir.

Referencias bibliográficas

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