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3.

INSTITUCIONES ECUMENICAS
3.1. El Consejo Ecuménico de Iglesias (CEI)
3.1.1. Un organismo catalizador de los esfuerzos ecuménicos
Es una comunidad de Iglesias -actualmente 350- que representan más de 560 millones
de cristianos - de más de 120 países y de casi todas las tradiciones cristianas. Al CEI
pertenecen Iglesias Ortodoxas, Iglesias de distintas denominaciones del mundo de las
Reformas Protestantes -bautistas, luteranos, reformados y metodistas-, Iglesias
Anglicanas y un gran número de Iglesias unidas e independientes-. El CEI mantiene
relaciones con las grandes familias cristianas (Alianza Reformada Mundial, Federación
Luterana Mundial, etc.).
El CEI no constituye sin embargo la Iglesia Universal, tampoco es una Súper-Iglesia
resultado de una fusión en la que todas las Iglesias se fusionaran perdiendo su
identidad, ni un concilio, ni la Iglesia del futuro. Es un instrumento al servicio de las
Iglesias en orden a alcanzar el objetivo de la unidad visible en una sola fe y una sola
comunión eucarística, promoviendo tanto el diálogo doctrinal como el testimonio
común.
La Iglesia Católica no es miembro del CEI, aunque mantiene una relación de trabajo
regular con este organismo. Desde 1965 existe una Comisión Mixta de Trabajo Iglesia
Católica Romana-CEI. Hay también teólogos católicos participando como miembros de
pleno derecho en Fe y Constitución.
Sus antecedentes se remontan a la Conferencia Misionera Mundial de Edimburgo
(1910), y a los dos movimientos que surgieron de allí, Fe y Constitución y Vida y Acción.
La convicción de que la unidad requería tanto la resolución de los problemas
doctrinales como el testimonio común de los cristianos, pondrá en marcha un
movimiento de acercamiento mutuo entre ambos movimientos que acabará
confluyendo en la creación del CEI. En agosto de 1948, representantes de 147 Iglesias
se reunieron en Ámsterdam en la Asamblea fundacional del CEI.
La pertenencia al CEI está condicionada a la aceptación de su base doctrinal. Adoptada
en la Asamblea de Ámsterdam (1948), dicha base fue, a petición de las Iglesias
Ortodoxas, sustituida en la Asamblea de Nueva Delhi (1961) por una formulación más
amplia y explícita en su fe cristológica y trinitaria. El texto aprobado en Nueva Delhi fue
el siguiente: "El CEI es una asociación fraternal de Iglesias que creen en Nuestro Señor
Jesucristo como Dios y Salvador según las Escrituras y se esfuerzan por responder
conjuntamente a su vocación común para gloria de sólo Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo".
La aceptación de dicha base no implica, sin embargo, por parte de las Iglesias-miembro
la obligación de someterse a las decisiones que este organismo adopte. El CEI
únicamente puede animar e invitar a las Iglesias a asumir las decisiones que se
adopten en su seno, pero carece de capacidad para imponer sus decisiones.
Ser miembro del CEI no implica tampoco la obligación de asumir una eclesiología
específica. En una reunión celebrada en Toronto en 1950, el CEI formuló lo que se
conoce como el "principio de neutralidad eclesiológica".
3.1.2. Organización y programas del CEI
Entre cada seis y ocho años se celebra una Asamblea General -máximo órgano de
decisión- que examina los programas y marca las directrices a seguir durante los
próximos años. Entre las Asambleas, un Comité Central, formado por 158 miembros y
un Comité Ejecutivo formado por 25 miembros, llevan adelante las decisiones
adoptadas en cada Asamblea.
Hasta ahora, se han celebrado diez Asambleas con los siguientes temas: Ámsterdam
(Holanda),1948: El desorden del hombre y el designio de Dios; Evanston (EE.UU.),
1954: Cristo, única esperanza del mundo; Nueva Delhi (India), 1961: Cristo, luz del
mundo; Upsala (Suecia), 1968: Yo hago nuevas todas las cosas; Nairobi (Kenia), 1975:
Jesucristo libera y une; Vancouver (Canadá), 1983: Jesucristo, vida del mundo-,
Canberra (Australia), 1991: Espíritu Santo, renueva toda la creación; Harare
(Zimbabue), 1998: Buscad a Dios con la alegría de la esperanza; Porto Alegre (Brasil),
2006: Dios, en su gracia, transforma el mundo; Busan (Corea del Sur) 2013: Dios de
vida, condúcenos a la justicia y la paz.
Actualmente, el CMI centra su labor en tres áreas programáticas: Unidad, misión y
relaciones ecuménicas, Testimonio público y diaconía, y Formación Ecuménica.
Todos los programas tienen la responsabilidad compartida de reforzar los vínculos
entre las iglesias miembros y los asociados ecuménicos, la vida espiritual, la
participación de los jóvenes, el diálogo y la cooperación interreligiosos, y la
construcción de una comunidad justa de hombres y mujeres.

3.2. El Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los


Cristianos
3.2.1. La idea original de JUAN XXIII
Su origen se remonta a 1959, cuando Juan XXIII anuncia la creación de un Secretariado
Romano para la Promoción de la Unidad, como una de las diez comisiones
preparatorias del Concilio, que se encargaría de ayudar a los cristianos que no se
hallaban en comunión con Roma a seguir de cerca los resultados del concilio y auxiliar
a las Iglesias que no estaban en comunión con la Iglesia Católica a lograr la unidad con
ésta.
El anuncio de su creación fue recibido con esperanza en ámbitos ecuménicos, como
una oportunidad para el diálogo, un cambio de procedimiento y de clima, aunque
siendo igualmente conscientes de que las diferencias de fondo permanecían.
Aunque el inicio del Concilio significó la desaparición de las comisiones preconciliares,
el deseo de asegurar el clima ecuménico durante el transcurso del Concibo, llevó a
Juan XXIII a determinar la continuidad del Secretariado.
3.2.2. Después del Concilio
Tras el Concilio se fijará su estatuto definitivo. El Secretariado se convierte en el
órgano de la Curia Romana encargado de la promoción pastoral de la participación de
la Iglesia en el movimiento ecuménico, al que se le encomiendan las siguientes
funciones: mantener informado al papa de los asuntos de su competencia; fomentar
las relaciones con los hermanos de otras comunidades; ofrecer una interpretación
exacta de los principios católicos del ecumenismo; fomentar y coordinar grupos de
teólogos católicos, nacionales e internacionales, que promuevan desde su área la
unidad cristiana; establecer conversaciones sobre los problemas y actividades
ecuménicas con otras Iglesias; designar observadores católicos para las reuniones de
esas Iglesias e invitar a sus observadores a las reuniones católicas; ejecutar los textos
concíliales en lo referente al ecumenismo, etc.
Hasta el momento, ha tenido cinco presidentes: Agustín Bea (1960-1968), Johannes
Willebrands (1968-1989), Edward I. Cassidy (1989-2001), Walter Kasper (2001-2010) y
Kurt Koch (desde 2010).
Con la reforma de la curia romana en 1989 llevada a cabo por Juan Pablo II, el
Secretariado se transforma en el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad.
Cambio de nombre al que algunos ecumenistas han atribuido un significado más
profundo.
En su funcionamiento se organiza en dos secciones: una encargada del diálogo con el
mundo de la Ortodoxia, y otra responsable del diálogo con las Iglesias Protestantes y
Anglicanas.

3.2.3. La Obra del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad


a) Durante el Concilio: el Decreto Unitatis Redintegratio
Se ha dicho con frecuencia que el resultado del Concilio no habría sido el mismo sin la
presencia en él de los observadores no católicos. Fue la labor del Secretariado la que
hizo que su voz pudiera ser escuchada en el Concilio, iniciando los contactos oficiales
con líderes del mundo anglicano, ortodoxo y protestante y negociando con los cuerpos
confesionales mundiales (Federación Luterana Mundial, Alianza Reformada Mundial,
Comunión Anglicana, etc.) el envío de delegados para participar como observadores en
el Concilio.
Sin duda alguna, la obra más importante durante el período conciliar fue la redacción
del Decreto Conciliar sobre el Ecumenismo. El Secretariado fue responsable también
de la promulgación del documento pastoral sobre libertad religiosa y, en parte, del
documento sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas.

b) Después del Concilio


La incorporación de la Iglesia Católica Romana al movimiento ecuménico ha significado
un incremento notable de los diálogos bilaterales de carácter doctrinal. El Pontificio
Consejo para la Promoción de la Unidad ha sido el órgano encargado de llevar adelante
dichos diálogos. Estos son algunos de los más importantes: con la Federación Luterana
Mundial (desde 1965), con el Consejo Metodista Mundial (desde 1966), con las Iglesias
Vetero-Católicas de la Unión de Utrecht (desde 1966), con la Alianza Reformada
Mundial (desde 1968), con los Pentecostales (desde 1972), con los Discípulos de Cristo
(desde 1977), con la Iglesia Ortodoxa (desde 1979) y con la Alianza Bautista Mundial
(desde 1984).
El Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad es el órgano responsable de las
relaciones con el Consejo Ecuménico de Iglesias. En 1965, el Comité Central del
Consejo Ecuménico de Iglesias y las autoridades de la Iglesia Católica Romana se
comprometieron a una futura colaboración a través de la creación de un Grupo Mixto
de Trabajo CEI-Iglesia Católica. El Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad se
ha encargado de impulsar dicha labor, designando a los miembros católicos que deben
participar en dicho grupo, y también facilitando la relación del Consejo Ecuménico de
Iglesias con otros departamentos de la Curia Romana.
También se encarga de asegurar la relación que vincula a la Iglesia Católico-romana
con Fe y Constitución. Desde que por primera vez en 1960 tres teólogos católicos
recibieran la autorización de Roma para participar en una asamblea de Fe y
Constitución, la participación católica en este órgano se ha incrementado
progresivamente. En 1968 el reglamento de Fe y Constitución admite la participación
de teólogos de Iglesias no miembros del CEI, no ya como observadores, sino como
miembros de pleno derecho.
Junto con la Comisión Fe y Constitución, prepara cada año los materiales de la Semana
de Oración por la Unidad de los Cristianos, que se celebra en todas las Iglesias
Cristianas del 18 al 25 de enero.
Al Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad ha correspondido también la
promulgación de todos aquellos textos que han desarrollado las directrices
ecuménicas establecidas en Unitatis Redintegratio: el Directorio Ecuménico, en sus dos
redacciones (1967-70 y 1993), y el Documento sobre la Formación Ecuménica de los
Pastores (1997).

3.3. Instituciones Ecuménicas en América Latina


3.3.1. CELAM
Merino Beas, Patricio. “El diálogo ecuménico animado desde el Celam”. Theologica
Xaveriana 184 (2017): 387-410. https://doi.org/10.11144/javeriana.tx67-184.deac
a) Antecedentes: La Sección para la Defensa de la Fe y el Comité Latinoamericano
para la Defensa de la Fe, CLAF.
Entre las disposiciones de la Conferencia de Río de Janeiro destaca la creación del
Celam, tal y como aparece en el título XI de las Conclusiones, cuyo punto 6 dice: “…
dependerá del Consejo Episcopal, y más directamente de su Presidencia, un Secretario
General, que tendrá además los siguientes Subsecretariados: I. Preservación y
propagación de la Fe Católica, con cuatro secciones: (a) Defensa de la Fe. (b)
Predicación, Catecismo, Enseñanza religiosa. (c) Misiones e indios. (d) Prensa, radio,
cine, televisión. II. Clero e institutos religiosos. Vocaciones. III. Educación y Juventud.
IV. Apostolado de los laicos. V. Acción Social.
Entre el 5 y el 15 de noviembre de 1956 se celebró la primera Asamblea ordinaria del
Celam en Bogotá. Entre las conclusiones respecto de nuestro tema destacan:
1. La recomendación de fundar un Comité Latinoamericano para la Defensa de la Fe,
CLAF. Recién para 1959 este logró tener sus estatutos con la primera reunión de
representantes de los secretariados nacionales reunidos en Río de Janeiro.
2. Autorización al Secretariado General para crear un Departamento de Sociología
Religiosa. Esta iniciativa nunca logró prosperar, aunque se hicieron varios estudios
en ese sentido.
3. Para la Preservación y Propagación de la Fe Católica, el primer subsecretario fue el
padre Felipe Santiago Benítez (paraguayo) y el encargado de la Defensa de la Fe
frente al protestantismo y movimientos acatólicos fue el padre Eduardo Ospina S. J.
(colombiano). Todo esto bajo el secretariado general de monseñor Julián Mendoza
(colombiano).
Las asambleas ordinarias del Celam de los próximos años siguieron la tónica de la
defensa de la fe y una perspectiva sociológica del estudio de la cuestión religiosa. En la
tercera Asamblea se acordó que el objetivo del Comité Latinoamericano para la
Preservación de la Fe, CLAF fuera el siguiente:
“[Ser] el organismo especializado, con carácter técnico, de estudio, de
información, y ejecución, para planear, sugerir y realizar en la América Latina la
preservación de la fe católica, frente a los movimientos acatólicos,
especialmente del comunismo, protestantismo, espiritismo, masonería y
supersticiones”.
Este organismo será entonces el precursor de los futuros departamentos y secciones
del Celam encargados de promover el diálogo ecuménico, el diálogo interreligioso, el
diálogo con la cultura y el diálogo con los no creyentes. La CLAF acordó, en 1964
(sesión 2 y 3, del 2 al 9 de noviembre), presentar un “modo” sobre ecumenismo en
América Latina en el Capítulo III del esquema sobre ecumenismo del Concilio Vaticano
II, y con las fundamentaciones de dicho modo elaborar un documento que fuera
firmado por los obispos latinoamericanos.
b) El movimiento bíblico y el ecumenismo en el Celam
Es importante constatar que –junto con el impulso dado a los estudios sociorreligiosos
de América Latina– entre las medidas implementadas desde Río de Janeiro estuviera la
promoción del movimiento bíblico. En su promoción, el ecumenismo y el movimiento
bíblico aparecen unidos en la intención de los obispos latinoamericanos. Vale la pena
recoger aquí las palabras de la Conferencia de Río de Janeiro, en su Título VII:
“Protestantismo y movimientos anticatólicos: preservación y defensa de la fe”:
Recomienda encarecidamente la intensificación del movimiento bíblico, de tal
forma que los fieles se habitúen a la lectura frecuente y aun diaria de las
sagradas escrituras, y sobre todo de los santos evangelios, mediante: (a)
Ediciones populares de los libros sagrados debidamente anotadas, procurando
orientar a los fieles sobre el modo de servirse de ellos para su edificación
espiritual, y poniendo de relieve los textos más importantes y fundamentales,
como los relativos al Primado de Pedro, a la infalibilidad del magisterio
eclesiástico, al valor de la tradición, etc. (b) Cursos bíblicos, dados también por
radio y correspondencia. (c) Semanas bíblicas populares (d) La celebración del
día nacional de la Biblia, en el domingo más próximo a la fiesta de San
Jerónimo”.
En la Asamblea ordinaria de 1958 se puede encontrar el fuerte eco de Río de Janeiro:
en las recomendaciones dadas está la urgencia por intensificar en la conciencia católica
el aprecio por la Sagrada Escritura. Esta adhesión al movimiento bíblico propició el
acercamiento a entidades ecuménicas y protestantes ligadas al tema bíblico.
En la novena Asamblea ordinaria del Celam, celebrada en Roma en 1965, se acordó dar
el nihil obstat a una edición ecuménica del Nuevo Testamento hecha con la
colaboración de los monjes de Taizé. La revisión de esta versión la realizó un equipo
hispanoamericano compuesto por el grupo de traductores de Herder, un profesor del
Seminario Mayor de Lima y dos protestantes: uno español y otro portorriqueño.
La CLAF, para 1966, programó toda una estrategia de difusión de la Biblia; la llamó
“Operación esperanza”, y su objetivo era difundir más de un millón de los nuevos
testamentos publicados por Herder. Esta tarea habría de continuar una vez creado el
Departamento de Ecumenismo del Celam, que se convirtió en uno de los mayores
impulsores de la pastoral bíblica, con la colaboración de las Sociedades Bíblicas Unidas,
con el fin de crear una edición de la Biblia con un lenguaje accesible.
c) El impulso ecuménico derivado del Concilio Vaticano II. El Departamento de
Ecumenismo del Celam
El sentir ecuménico irradiado por el acontecimiento del Concilio, tanto por su
ambiente ecuménico en sí mismo como por sus documentos –la constitución Lumen
gentium y el decreto Unitatis redintegratio– tuvieron resonancia en el episcopado
latinoamericano.
En la séptima Asamblea ordinaria del Celam, celebrada en Roma (1963), entre las
sesiones del Concilio, se había decidido descentralizar la estructura del Celam y crear
diez departamentos que sustituyeran las subsecretarías. Con ello, se permitía que
algunos de tales departamentos pudieran funcionar fuera de la sede de la Secretaría
General en Bogotá. De acuerdo con este impulso, en la décima Asamblea ordinaria del
Celam, celebrada en Mar del Plata del 9 al 16 de octubre de 1966, se estudió la
creación en fecha próxima de un Departamento de Ecumenismo, para acoger el
espíritu del ecumenismo emanado del Concilio y dar cuenta de la situación del
continente respecto del tema.
Esta iniciativa se formalizó en la Asamblea ordinaria del año siguiente, celebrada en
Lima, entre el 19 al 26 de noviembre de 1967. Su primer presidente fue monseñor
Antonio Quarracino (argentino). Lo acompañó una comisión compuesta por los
obispos José Castro Pinto (brasileño), Alonso Torris Cobian (mexicano) y Augusto
Salinas Fuensalida (chileno). Su primer secretario ejecutivo fue el presbítero Jorge
Mejía (argentino). Tuvo una subsecretaría encargada de la relación con los judíos
dirigida por el presbítero Luis Rivas (argentino). La sede del Departamento de
Ecumenismo se estableció en Buenos Aires. La primera reunión oficial del
Departamento se realizó en 1970, entre el 19 y el 23 de enero, y su objetivo fue
preparar un encuentro formal de dicho organismo. Entre los objetivos para el
encuentro se consignaron los siguientes:
– La organización definitiva del departamento y sus planes de acción hacia elfuturo.
– Un análisis sobre la situación del trabajo ecuménico en América Latina, mediante el
estudio presentado por monseñor Antonio Quarracino y de los informes de los
delegados nacionales.
– Una presentación y un estudio de recientes documentos sobre el problema de la
misión y el proselitismo por parte del Secretariado para la Unidad de los Cristianos
(Vaticano).
– Finalmente, el estudio del informe que presentó el padre Rivas acerca de las
relaciones con los judíos en América Latina.
El Departamento contó con un buen grupo de expertos: los padres Gerardo Alarcón
(peruano); Carlos de Céspedes (cubano), Buenaventura Kloppenburg (brasileño),
Humberto Muñoz (chileno), Xavier Solís (costarricense) y José Camps (ecuatoriano).
En este nuevo periodo, uno de los temas que más preocupó fue el del proselitismo y su
relación con la misión y la evangelización. En este sentido, fue muy estrecho el trabajo
que se realizó con el Secretariado para la Unidad de los Cristianos, con organismos
ecuménicos y con iglesias cristianas históricas que tenían presencia en el continente.
El Departamento de Ecumenismo, en su primera Asamblea, realizada en Bogotá en
1970, enfatizó en los siguientes puntos:
 Trabajar en conjunto con el Secretariado para la Unidad de los Cristianos sobre el
problema de los movimientos denominados como sectarios. Esta cuestión fue
calificada como la mayor preocupación en América Latina. Se propuso trabajar este
tema en conjunto con el Consejo Mundial de Iglesias y el Episcopado de los Estados
Unidos. En esta época, entre los grupos calificados como sectarios se incluía a los
pentecostales, las asambleas de Dios, los adventistas, bautistas, testigos de Jehová,
espiritistas, el ocultismo y el ubanda. Aún no se veía mayor claridad conceptual ni
un trabajo de acercamiento y estudio diferenciado de los distintos movimientos
cristianos no católicos.
 Procurar acercarse a estos movimientos calificados de sectarios mediante la
atención a los valores positivos que ellos pudieran tener para la misma Iglesia
Católica; intensificar los contactos personales; participar ocasionalmente en los
cultos de dichos movimientos, siempre siguiendo las orientaciones del Directorio
Ecuménico; lograr el acercamiento a la Comisión Provisoria para la Unidad
Evangélica Latinoamericana; examinar la posibilidad de colaboración con los
movimientos no católicos para enfrentar los problemas sociales.
 En el campo bíblico, preparar una reunión continental sobre Biblia, iniciativa
materializada en el primer Encuentro Latinoamericano de Escrituristas, realizado
en San Miguel (Buenos Aires, Argentina), entre el 25 y el 30 de agosto de 1974. Ahí
se reunió un número de treinta especialistas católicos y evangélicos y se abordaron
tres cuestiones principales: (1) Promoción de especialistas y búsqueda de trabajo
conjunto. (2) Estudio de los problemas actuales de hermenéutica, exégesis técnica
y anuncio de la fe; y de temas relativos a la traducción bíblica y la organización
nacional e internacional del apostolado bíblico. (3) La evangelización y la
preparación del Sínodo.
En 1977 hubo un segundo Encuentro, esta vez en Bogotá, entre el 1.º y el 5 de marzo.
Fue tal la conciencia que había en el Departamento de Ecumenismo de la centralidad
de la Palabra de Dios, que en 1970 se consideró la posibilidad de crear una sección de
Biblia al interior de esta instancia.
El Departamento de Ecumenismo mantuvo diálogos con las siguientes tradiciones
cristianas y entidades ecuménicas:
 De manera destacada, con los anglicanos. El primer encuentro se realizó entre el 9
y el 14 de febrero de 1971, promovido por el Departamento de Ecumenismo del
Celam y por la Conferencia Anglicana Latinoamericana. Fue un encuentro de
obispos: diez católicos romanos y diez católicos anglicanos. Entre las conclusiones
del encuentro están las siguientes: (1) Promover la conciencia ecuménica en las
comunidades de base, así como el estudio y análisis de algunos puntos doctrinales
tales como la autoridad de la Iglesia, el sacerdocio ministerial y la eucaristía. (2) La
profundización de la Palabra de Dios, al reconocerla como fuente de unidad y de
verdad, y ver la posibilidad de ampliar esta experiencia con otras confesiones. (3)
Estudiar temas pastorales, como los matrimonios mixtos, el uso común de lugares
de culto, etc.
 La Federación Luterana Mundial invitó al Departamento de Ecumenismo a enviar
observadores a la tercera Conferencia Continental Luterana realizada en Buenos
Aires, en 1969.
 Las Sociedades Bíblicas Unidas. El secretario del Departamento fue invitado como
observador en la Asamblea de las Américas de las Sociedades Bíblicas (en
Oaxtepec, en 1968), de donde salió el documento de cooperación de esta entidad
con la Iglesia Católica. De ahí en adelante, y hasta hoy, la relación ha sido estrecha
y en los últimos diez años se ha canalizado mediante el Centro Bíblico Pastoral del
Celam, Cebipal, actualmente unificado con los otros centros de formación en la
Escuela Bíblica del Cebitepal.
Los miembros del Departamento de Ecumenismo reconocen que en esta primera
etapa existía gran ignorancia mutua y confusión entre los cristianos, sobre todo a la
hora de distinguir entre iglesias, comunidades eclesiales separadas, sectas y
movimientos libres. Además, el incipiente ecumenismo se restringía al nivel de las
jerarquías y pastores, sin la participación del pueblo cristiano. Por último, se refieren al
“peligro de laicización” de la tarea ecuménica, debido a la tentación de ciertos grupo
muy activos de prescindir de toda diferencia y unirse en las tareas de transformación
social y servicio de la comunidad.
En este primer periodo también se comenzó a hablar de que todos los departamentos
del Celam deberían incluir una dimensión ecuménica, como orientación intrínseca de
toda pastoral.
d) La Sección de Ecumenismo, Secum
La decimocuarta Asamblea ordinaria del Celam, realizada en Sucre, en noviembre de
1972, determinó que el Departamento de Ecumenismo se convirtiera en Sección de
Ecumenismo, dependiente de Secretaría General, como una manera de mostrar que
todo el Celam debería tener una dimensión ecuménica. Se organizaría con un obispo
responsable y un secretario ejecutivo. El obispo responsable fue monseñor Samuel
Carter, arzobispo de Kingston (Jamaica). Como secretario ejecutivo continuó el padre
Jorge Mejía (argentino). La nueva estructura no solo pretendía ser simbólica: como
dimensión ecuménica del Celam implicó aspectos muy concretos que se declararon de
la siguiente manera:
 La Sección está a disposición de la Presidencia del Celam para todo lo que se refiere
a las relaciones con otras iglesias y comunidades en América Latina y con el
judaísmo.
 Se relaciona con los departamentos y otras secciones garantizando la perspectiva
ecuménica en todas las acciones y ámbitos.
 Propicia la presencia ecuménica por medio de observadores de otras iglesias y
comunidades en varias reuniones de los departamentos (destaca el encuentro
sobre Ministerios, en Quito, en 1974).
 Se consulta al secretario de la Sección acerca de problemas o dificultades
ecuménicas que plantea la actividad de los otros organismos. Esta coordinación se
da gracias a la reunión de coordinación que el Celam convoca dos veces al año.
 Procura la presencia del secretario de la Sección en las reuniones del equipo de
reflexión teológica del Celam.
La nueva estructura facilitó varias iniciativas, a saber:
 Creación de la comisión mixta Celam-Consejo Anglicano Latinoamericano, CALA.
Cabe destacar que el arzobispo de Canterbury, Michael Ramsey, visitó oficialmente
el Celam el 19 de septiembre de 1974.
 En 1977 se realizó el encuentro del grupo mixto metodista-católico en Buenos
Aires.
 Presencia de un observador del Celam en la Asamblea del Consejo de Iglesias
Evangélicas, Ciemal.
 Organización de cursos nacionales de ecumenismo con el patrocinio de la Sección.
A modo de ejemplo, el secretario participó en el III Curso del Secretariado Nacional
de Ecumenismo de Argentina, en julio 1974.
 Organización de los dos encuentros de biblistas (1974 y 1977).
 Encuentro Latinoamericano de Delegados de Ecumenismo, realizado en Bogotá del
3 al 7 de febrero de 1976. El evento fue muy importante y significativo, porque
tuvo gran asistencia, con representantes de toda América Latina y del Caribe,
quienes presentaron informes de la situación del ecumenismo por país
(desarrollados en torno de dos grandes puntos: realizaciones en el ámbito
ecuménico y dificultades). Tales informes, así como las ponencias del Encuentro, se
encuentran en los archivos del Celam (1976). Los títulos de algunas de las
ponencias nos permiten hacernos una idea de los contenidos del Encuentro:
“Situación del ecumenismo en el plano mundial, desde la perspectiva del
Secretariado para la Unidad Cristiana de la Santa Sede” (padre Pierre de Contenson
O. P.); “La salvación cristiana y el progreso humano temporal en la actual discusión
ecuménica” (padre Buenaventura Kloppenburg, O. F. M.); “Colaboración religiosa
de cristianos separados en América Latina” (doctor Osvaldo Santagada); “Biblia y
ecumenismo en América Latina” (presbítero Jorge Mejía).
El estudio y la identificación de las que se denominaban iglesias libres y los
movimientos religiosos libres fueron impulsados fuertemente durante este periodo,
con la colaboración del Instituto Pastoral del Celam. Cabe señalar la intensa actividad
del entonces director del Instituto Pastoral, el padre Buenaventura Kloppenburg, quien
ya había publicado “El problema de las sectas en América Latina”. Cabe destacar que,
en el Archivo del Celam, en la Sección de Ecumenismo, se encuentran documentos no
publicados de los estudios que de estos grupos se iban haciendo. Este proceso tuvo su
fruto visible con la publicación por parte de la Sección de Ecumenismo de una Guía
Ecuménica y de un Léxico ecuménico (1981).
e) El Departamento de Comunión Eclesial y Diálogo
El cuatrienio comprendido entre 2003 y 2007 estuvo marcado por la reorganización de
los departamentos y secciones del Celam, y por la preparación de la V Conferencia
General del Episcopado a celebrarse en Aparecida (2007).
La Sección de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso se incorporó al recién creado
Departamento de Comunión y Diálogo. El obispo encargado de esta Sección, al interior
del Departamento fue monseñor Oneres Marchiori (brasileño), y el secretario ejecutivo
de todo el Departamento, el padre José Vélez García (colombiano). El objetivo de esta
última instancia se define en los siguientes términos: “Contribuir al fortalecimiento de
la comunión eclesial en sus diferentes niveles y al diálogo con otras confesiones para
que se efectúe la misión universal de la Iglesia y se posibilite la globalización de la
solidaridad”.
La disminución de los recursos del Celam, su reestructuración y la toma de conciencia
sobre el crecimiento del movimiento pentecostal y la disminución de las iglesias
históricas hicieron que las distintas actividades ecuménicas disminuyeran en número,
si las comparamos con la década de los años noventa. No obstante, se dieron otros
pasos importantes al interior de la misma Iglesia Católica, como la implantación de
espacios académicos dedicados al ecumenismo en los seminarios.
La Conferencia de Aparecida habría de marcar la labor pastoral y animar el trabajo del
Celam en los siguientes cuatrienios. Así se reflejaría en sus planes globales.
Con las nuevas fuerzas y herramientas teológicas aportadas por los obispos en
Aparecida, se retomó la idea de que el ecumenismo es un tema transversal que
debería estar presente en los distintos programas del Celam.
En un informe sobre lo logrado por el Departamento de Comunión Eclesial y Diálogo
(http://www.celam.org/Images/img_noticias/doc24f903631e534d_19042012_1058am
.pdf) se señala:
Establecimientos de relaciones con las Iglesias Históricas y Organizaciones No-Católicas
en el continente:
- Realización de un Encuentro con Representantes de Iglesias Históricas, en
Concepción-Chile, en 1996.
- Diálogo con las Iglesias Históricas Evangélicas y sus familias confesionales, planeada y
ejecutada en conjunto con el CLAI (Quito, 19-22 de marzo 2002).
- Participación del Obispo responsable de la Sección y del Secretario Ejecutivo en
Encuentros Ecuménicos (1999-2003).
- Participación en el III Congreso Internacional de la WACC (World Association for
Christian Communication), celebrado en Noordwijkerhout (Holanda), del 4 al 7 de julio
de 2001, sobre el tema: Comunicación-Confrontación-Reconciliación.
- Participación en un Encuentro Católico-Presbiteriano, en Bogotá, el 20 de agosto de
2001.
- Participación del Secretario Ejecutivo y del P. Juan Carlos Urrea, experto de la SECUM,
por invitación oficial, en la reunión de la Junta Directiva del Consejo Latinoamericano
de Iglesias (CLAI), en Quito, Ecuador, del 28 de febrero al 01 de Marzo de 2002, para
reanudar el diálogo interrumpido con motivo de la publicación de la Dominus Iesus.
Análisis y Encuentros con el Pentecostalismo en el Continente:
- Realización en conjunto con el CLAI de un Seminario destinado a analizar el
Pentecostalismo en el continente realizado en mayo de 1998, con el fin de tener una
adecuada visión de este fenómeno religioso. Participaron 40 representantes católicos,
de Iglesias Históricas y pentecostales procedentes de 16 países de América Latina y
Europa.
- Participación como expositor del Secretario Ejecutivo de la Sección, en el Encuentro
Latinoamericano, organizado por la Comisión Evangélica Pentecostal Latinoamericana
(CEPLA), realizado en la Habana en septiembre de 1998.
- Visita a la Comisión Evangélica Pentecostal Latinoamericana (CEPLA), en Maracaibo,
Venezuela del 1 al 6 de octubre de 2001. Se acordó reanudar la preparación de un
Diálogo Teológico Católico Pentecostal para buscar puntos concretos de colaboración y
testimonio común y ver la conveniencia de realizar un Segundo Congreso de
Pentecostalismo.
- Se realizó la Reunión Católico-Pentecostal en Bogotá, Colombia, del 6 al 9 de Octubre
de 2002, con la participación del Equipo de Expertos de la SECUM, el Hermano Jeffrey
Gros, F.S.C., Secretario de Asuntos Ecuménicos e Interreligiosos de la Conferencia
Episcopal de Estados Unidos y 7 representantes pentecostales.
- Encuentro de 6 Expertos Católicos sobre Pentecostalismo y 15 Obispos Responsables
de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso de las CC EE de América Latina y el Caribe.
Medellín, Colombia del 22 al 26 de marzo de 2010.
3.3.2. El Ecumenismo en la Iglesias protestantes en América Latina
Enrique Castro, Ecumenismo en América Latina https://hectorucsar.files.wordpress.
com › ecumenismo-en-amc3a9rica-latina
a) Los inicios del protestantismo en América Latina
América Latina, durante siglos, ha sido un continente católico, cerrado a las ideas de la
Reforma y a otros credos. Las tentativas de implantar el protestantismo en el Brasil
colonia estuvieron vinculadas a las conquistas de naciones enemigas de Portugal, por
ejemplo los holandeses quienes desde 1630 a 1654 ocuparon el territorio de los
Estados de Pernambuco. La introducción del credo calvinista permaneció como un
episodio liquidado con la derrota de los invasores. Pero ya en el siglo XIX las murallas
de la religión oficial comenzaron a desmoronarse en conexión con las luchas por la
independencia de América Latina y con la penetración del ideario liberal en las
camadas de gobernantes e intelectuales. No solo inmigrantes recibieron el permiso
para la práctica de su fe; también empiezan las misiones protestantes, principalmente
por parte de metodistas y presbiterianos. Ellas irían a diversificar el mapa
denominacional en América Latina, aún antes de ser proclamada oficialmente la
libertad religiosa.
b) Las sociedades misioneras protestantes
El advenimiento del protestantismo en América Latina conduciría necesariamente a la
eclosión de la problemática ecuménica. El continente, en términos religiosos, no se
comparaba con África, Asia u Oceanía; con cierta razón, la Conferencia de Edimburgo,
en 1910, la había excluido de la preocupación misionera. América Latina era “católica”,
pero no “pagana”. Desde siglos atrás las misiones católicas habían actuado en el
Continente; naturalmente había grupos todavía no alcanzados por el mensaje
cristiano. Así mismo, la evangelización tendría otra calidad de lo que la tradicional
misión ad gentes (a personas no cristianas). ¿Ella significa “colisión” o concurrencia
denominacional?
Las sociedades misioneras que actuaban en América Latina, predominantemente
norteamericanas, no concordaron con la decisión de Edimburgo. No les faltó a ellos
sensibilidad ecuménica. Y no podían admitir que la evangelización en esa parte del
mundo estuviese concluida. No se conformaron con el monopolio católico, tampoco
con la existencia de lo que juzgaban cristianos solamente nominales. Bajo el liderazgo
del presbiteriano Robert E. Speer fue creado, en 1913, en la ciudad de New York, el
“Comité de Cooperación para América Latina” (CCLA). La entidad preparó y organizó el
Congreso de Panamá, así como los siguientes. El CCLA desarrolló intensas actividades
durante varios decenios, coordinando la misión en el Continente, promoviendo
estudios acerca de áreas misioneras aún no alcanzadas y estimulando la cooperación
de las Iglesias a nivel nacional. “El CCLA proporcionó para las juntas misioneras un foro
donde se discutían la política misionera, las actitudes ante los católicos romanos y la
participación de la Iglesia en la sociedad.” (D. S. Plou).
c) Los congresos misioneros
El deseo de conjugar los esfuerzos misioneros en América Latina se concretizó en 1916,
con el Congreso de Panamá, en plena Primera Guerra Mundial. Otra vez la iniciativa
partió de la preocupación con la misión, y nuevamente fueron los protestantes los que
tomaron la vanguardia del ecumenismo, aunque se tratara de un ecumenismo
exclusivamente “interprotestante”. No hay como negar que en ciertos grupos reinaba
un espíritu altamente crítico frente al catolicismo romano. Denunciaban a América
Latina como siendo el continente del “Cristo muerto”, es decir, “cristiano, pero sin
vida” (J. Prien), una imagen groseramente distorcionada. En esas condiciones no podía
haber cooperación intereclesiástica. Aún así, los organizadores de Congreso cuidaron
de evitar dar la impresión de planear una cruzada anticatólica. El CCLA había invitado
también a observadores católicos; pero el tiempo aún no estaba maduro para tanto. El
Congreso sufrió fuerte oposición por parte del Obispo de Panamá que decretó de
pecado mortal la participación de católicos y prohibió categóricamente la concesión de
edificios y dependencias. Los congresistas tuvieron que retirarse a la zona del canal
bajo jurisdicción norteamericana.
A despecho del pionerismo, el Congreso de Panamá fue más bien un Congreso para
América Latina antes que de América Latina. De los 481 participantes apenas 28 eran
de origen latinoamericano. La lengua oficial fue el inglés. Las misiones tenían su sede
en los Estados Unidos y en el Congreso se registraba poquísima participación de países
europeos. Un fuerte énfasis fue dado en la educación; era una de las más importantes
vías por la cual se promovía la misión protestante en América Latina. Otros temas
abordados fueron la producción de literatura y la cooperación en la promoción de la
unidad. Se deploraba el “denominacionalismo”, que inhibía la cooperación. Un gran
luchador en favor de más diálogo interdenominacional fue el presbiteriano Erasmo
Braga, una de las eminentes figuras del ecumenismo Infelizmente el Congreso no
consideró urgente la creación de un organismo Consejo Latinoamericano de Iglesias
encargado de la promoción de consensos doctrinales; no se produjo algo análogo a “Fe
y Orden”, lo que retardó la aproximación protestante en este Continente.
Se realizaron dos congresos más de esa tipo: uno en 1925, en Montevideo (Uruguay), y
otro en 1929 en La Habana (Cuba). Lo importante es que en esos Congresos la
conducción de los trabajos pasó a las manos de los latinoamericanos. Ello tuvo nítidos
reflejos en la composición de la asistencia. El tema bajo el cual se reunió el Congreso
de Montevideo, fue “La Obra Cristiana en América del Sur”. Ya se veía a la misión
evangélica como abarcando todo el abanico de la actuación cristiana. Entraron en la
mira de la misión los problemas sociales, el avance del secularismo que se hacía sentir
también en este continente, así como la necesidad de la “nacionalización” del
protestantismo y su autonomía con relación a las “iglesias madres” en el Norte.
Las Iglesias de América Latina se estaban emancipando de la dependencia externa y
estaban tomando en sus manos las riendas de su propio destino. En La Habana, por la
primera vez, se articuló el deseo por la creación de una Confederación Internacional de
Iglesias Latinoamericanas, anticipando lo que más tarde llegaría a ser la “Unidad
Evangélica Latinoamericana” (UNELAM) y, finalmente, el Consejo Latinoamericano de
Iglesias (CLAI). El esfuerzo ecuménico trataba de estructurarse en forma análoga a lo
que se estaba construyendo en Europa. Otra decisión tomada en La Habana fue
también de mucha importancia: Se sugirió la constitución de consejos de Iglesias
nacionales. Fue algo en lo que el CCLA ya había insistido desde algún tiempo atrás, a
saber, que la idea ecuménica debería expresarse en la creación de organismos
regionales y, en ese nivel, promover la causa. Pasarían 20 años hasta la próxima
concentración protestante de dimensiones continentales.
d) Las Conferencias Evangélicas Latinoamericanas
El ecumenismo continental recuperó impulso a partir de 1949 con la realización de la
primera Conferencia Evangélica Latinoamericana (CELA I). Poco antes se había fundado
el Consejo Mundial de Iglesia (1948) y se había llevado a cabo otra Conferencia
Internacional sobre Misión, en Whitby (Canadá, 1947); este último evento inspiró la
iniciativa. La nomenclatura demuestra que la Conferencia se consideraba realmente
latinoamericana. Se realizaron tres Conferencias de ese tipo:
1. Conferencia Evangélica Latinoamericana I: en 1949, Buenos Aires (Argentina). La
preocupación giró alrededor de la presencia del protestantismo en América Latina, sus
rumbos y tareas. Un énfasis especial recayó sobre la evangelización. Merece
destacarse también la entusiasta acogida de la “Declaración Universal de los Derechos
Humanos”, aprobada por las Naciones Unidas un año antes, recibiendo un particular
endoso el artículo acerca de la libertad religiosa.
2. Conferencia Evangélica Latinoamericana II: en 1961, Lima (Perú). Se sintió la
necesidad de un organismo que coordinase el diálogo y la cooperación protestante a
nivel continental. Pero fue recién en 1964, en un nuevo encuentro en Montevideo, que
se creó la ya mencionada “Unidad Evangélica Latinoamericana”. Ese organismo
seguramente fue un progreso ecuménico, y preparó la formación del Consejo
Latinoamericano de Iglesias. Pero en la consecución de sus objetivos se vio frenado por
las fuertes controversias teológicas y políticas presentes en las Iglesias y en los
organismos ecuménicos de la época. Antes de la Conferencia Evangélica
Latinoamericana II, pero en el mismo año, por resolución de una consulta preparatoria
en Perú, surgen la “Comisión Evangélica Latinoamericana de Educación Cristiana” e
“Iglesia y Sociedad en América Latina”, dos organismos ecuménicos continentales,
relevantes en las transformaciones sociales en curso en América Latina.
3. Conferencia Evangélica Latinoamericana III: en 1969, Buenos Aires (Argentina).
Estaba previsto que esta Conferencia se realizara en São Paulo, pero fue transferida a
Buenos Aires por causa de la dictadura militar que reinaba en Brasil. La Conferencia se
destacó por una buena representatividad del protestantismo latinoamericano, que la
distinguió de la Conferencia Evangélica Latinoamericana I. El tema escogido fue
“Deudores al Mundo”, lo cual demuestra el crecimiento de la conciencia
latinoamericana de las Iglesias. Los dolores del continente marcaron fuertemente su
presencia, motivando el reclamo por una “misión encarnada”, aunque no hubiese, en
absoluto, consenso en cuanto a las consecuencias decurrentes para la práctica eclesial.
En el período entre las tres Conferencia Evangélica Latinoamericana se dan cambios
incisivos en el escenario ecuménico:
1) Se alteran sustancialmente las relaciones entre protestantes y católicos. El motivo
principal es el Concilio Vaticano II, y la reunión de la Conferencia Episcopal
Latinoamericana (CELAM) de 1968, en Medellín (Colombia), cuyos resultados obligaron
a la revisión de la imagen tradicional del catolicismo. En la Conferencia Evangélica
Latinoamericana III participan, por primera vez, observadores católicos.
2) Se percibe la necesidad de intensificar la cooperación ante la magnitud de los
problemas sociales, políticos y económicos en América Latina.
3) Se acentúa la polarización teológica en las Iglesias, algo que fue claramente sensible
también en la Conferencia Evangélica Latinoamericana III. Se confrontan, de modo
creciente, los “evangelicales” y los “liberadores”, los “conservadores” y los
“progresistas”, las corrientes teológicas que priorizan la conversión individual y otras
que enfatizan la transformación social. El fenómeno tiene naturaleza transconfesional,
y se da al interior de casi todas las Iglesias, no pudiendo exceptuarse ni siquiera la
Iglesia Católica. El conflicto llegaría, de alguna forma, a paralizar la dinámica ecuménica
y provocaría la formación de estructuras paralelas. Basta recordar que en 1969 se
realiza tanto la Conferencia Evangélica Latinoamericana III así como también el primer
Congreso Latinoamericano de Evangelización (CLADE I), promovido por el cristianismo
evangelical. No queda dudas acerca de que en este período el ecumenismo adquirió un
rostro decididamente “latinoamericano”. Pero ello se da acompañado del surgimiento
de nuevos disensos por parte de las tradicionales diferencias confesionales.
e) El Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI)
De las iniciativas ecuménicas de las Conferencias Evangélicas Latinoamericanas nace el
Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI). UNELAM, como organización techo de las
Iglesias protestantes en América Latina, no estaba en condiciones de atender a las
expectativas; entró en crisis en 1973, agudizada con la transferencia de Emilio Castro,
su dinámico Secretario General, a Ginebra (Suiza). Nace la idea de crear un nuevo
organismo ecuménico continental, y como resultado de dos consultas llevadas a cabo
durante 1977, se resuelve proceder a la convocatoria para una “Asamblea de Iglesias”,
que tendría lugar en Oaxtepec (México), en 1978. La convocatoria fue enviada a más
de un centenar de Iglesias de América Latina y el Caribe, recibiendo una mayoritaria
aceptación. Se creó, así, el Consejo Latinoamericano de Iglesias “en formación”. La
Asamblea Constitutiva, con aprobación de la Constitución y del Reglamento, tuvo lugar
cuatro años después, en 1982, en Lima (Perú). En la actualidad el Consejo
Latinoamericano de Iglesias es, sin duda, el más importante organismo ecuménico de
América Latina. Está formado por aproximadamente 180 Iglesias y organismos
ecuménicos; tiene su sede administrativa en Quito (Ecuador), y su trabajo se subdivide
en cinco regiones, en las que desarrolla sus actividades (Mesoamérica, Gran Colombia
y el Caribe, Andina, Río de la Plata y Brasil).
De acuerdo con su Constitución, el principal propósito del Consejo Latinoamericano de
Iglesias consiste en “promover la unidad, solidaridad y cooperación entre los cristianos
latinoamericanos”. La base doctrinal del CLAI es el reconocimiento de Jesucristo como
Señor y Salvador de acuerdo con las Sagradas Escrituras. El Consejo Latinoamericano
de Iglesias se entiende a sí mismo como un organismo estimulador y animador de las
Iglesias para descubrir su identidad y su compromiso en la realidad latinoamericana. El
CLAI pretende apoyar a las Iglesias en su tarea evangelizadora y constructora de
justicia y fraternidad.
Son miembros del CLAI más de ciento cincuenta iglesias bautistas, congregacionales,
episcopales, evangélicas unidas, luteranas, moravas, menonitas, metodistas,
nazarenas, ortodoxas, pentecostales, presbiterianas, reformadas y valdenses, así como
organismos cristianos especializados en áreas de pastoral juvenil, educación teológica,
educación cristiana de veintiún países de América Latina y el Caribe.
Se han realizado cinco Asambleas Generales del CLAI hasta el momento. Además de
Lima (Perú, 1982), hubo Asambleas en Indaiatuba (Brasil, 1988), Concepción (Chile,
1995), Barranquilla (Colombia, 2001) y Buenos Aires (Argentina, 2007). El CLAI
representa apenas una parte de la “ecumene” latinoamericana. La Iglesia Católica no
participa en él, lo que también vale para la gran mayoría de las Iglesias Pentecostales.
En su historia no tan larga, el CLAI ha desempeñado un relevante papel como
articulador de la voz evangélica/protestante en América Latina, como defensor de
minorías oprimidas, y como foro de diálogo y motivador para la renovación y la
ecumenicidad.
f) Otras organizaciones protestantes
Orlando Costas ha subdividido el protestantismo de América Latina en tres categorías:
el histórico, el evangélico y el pentecostal. El Consejo Latinoamericano de Iglesias
representa, en ese cuadro, el ecumenismo del protestantismo histórico, aunque los
límites sean flexibles. El sector “evangélico”, más bien “evangelical”, está representado
por los Congresos Latinoamericanos de Evangelización (CLADE), por la Fraternidad
Teológica Latinoamericana (FTL) y por la Alianza Evangélica Brasileña (AEVB). Mientras
tanto, el ecumenismo entre las Iglesias Pentecostales se encuentra en una etapa
rudimentaria.

3.3.4. CEP: Dentro de la Conferencia Episcopal Peruana el ecumenismo es atendido por


la comisión Doctrina de la Fe.

PREGUNTAS PARA EL ESTUDIO


1. ¿Cómo se entiende a sí mismo el CEI?
2. ¿Qué actitud tuvo el CELAM hacia los cristianos no católicos antes del Concilio?
3. ¿Cómo organizó el CELAM a partir del Concilio su actividad ecuménica?
4. ¿Qué fue el Congreso de Panamá de 1916?
5. ¿Cuál es la finalidad del CLAI?
Por favor, contestar lo más breve posible.

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