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SEMINARIO TEÓLOGICO NAZARENO DEL CONO SUR

“LA SEXUALIDAD EN EL MATRIMONIO CRISTIANO”

Por
LUIS EDUARDO QUIÑONES

Trabajo: Monografía

En cumplimiento parcial de los requisitos para aprobar el curso


Psicología Ministerial del Programa de Licenciatura en Teología

Profesor:
Eudo Prado

Bogotá, Colombia
Julio, 2020
Tabla de contenido
Matrimonio y sexualidad....................................................................................................................3
La sexualidad desde la perspectiva bíblica.........................................................................................5
Las relaciones sexuales en el matrimonio......................................................................................8
La sexualidad conforme a las normas de Dios..............................................................................10
Confianza y transparencia desde la perspectiva de la fe..............................................................12
Sanidad basada en el amor..........................................................................................................14
Conclusión........................................................................................................................................17
Bibliografía:......................................................................................................................................18
Matrimonio y sexualidad

Al hablar del matrimonio y sexualidad, por supuesto en el marco de parejas cristianas, que
han trascendido en el conocimiento de la Palabra de Dios y comprendido desde la
perspectiva de que somos nueva creación en Cristo, que necesitamos un enfoque claro
acerca de nuestra intimidad, para que nuestra relación sea genuinamente sana y gratificante
conforme al diseño original de Dios para sus hijos.

Es importante resaltar que, al hablar de matrimonio, estamos hablando de una unión


legítimamente constituida de acuerdo a los parámetros y normas establecidas por la ley y la
constitución de cada país, que hacen que dicha unión sea legal jurídicamente y ante Dios.
¿Por qué esta aclaración? Porque es bien sabido que en los países de habla hispana y claro,
también todos aquellos influenciados por el catolicismo Romano en el mundo, manejan el
concepto de que todos los que involucramos en nuestras creencias a Jesús, somos
cristianos, y por supuesto no pongo en duda que muchos de esos creyentes actúan de buena
fe, sin embargo personalmente pienso que para que una persona pueda llamarse
legítimamente cristiana debe tener el Espíritu Santo, que es quien nos guía a la verdad,
Romanos 8: 9 y 14, de lo contrario nunca alguien bien intencionado y religioso podrá
adquirir un conocimiento puro y claro de lo que es la sexualidad dentro del matrimonio
verdaderamente cristiano, porque solo dos personas unidas en el amor inspirado por Dios,
estarán interesadas en adquirir un profundo conocimiento de sus cuerpos, para despojarse
de inhibiciones tabúes y mitos que impiden a las parejas relacionarse de una manera
apropiada sin el temor de estar pecando y ofendiendo a su Creador.

De otra parte, también se hace necesario, aclarar que, no todo matrimonio, legitimado ante
la ley y bendecido por un pastor evangélico, se puede considerar matrimonio cristiano; ¿a
qué me refiero? a uniones homosexuales realizadas bajo el auspicio de denominaciones
consideradas tradicionalmente cristianas evangélicas, como por ejemplo la iglesia Luterana,
que de una manera deliberada y antibíblica, bien desarrollado este sistema doctrinal hereje,
fundamentándose en la declaración universal del ”Amor de Dios por la humanidad” jn.3:16,
o “Amor inclusivo” planteamiento teológico que no tiene un sustento válido desde la
perspectiva de que Dios ama al pecador, pero le llama al arrepentimiento; como dijera
Benigno Blanco en su conferencia: “Los retos de la familia del siglo XXI”, “La familia no
es un matrimonio homosexual”, estoy de acuerdo, veamos la postura teológica de esta
denominación:

La iglesia debe hacerlo, no por temor sino por su identidad central en Cristo y la nueva creación
iniciada por él. Porque somos el cuerpo de Cristo, se nos hace un llamado a que conformemos
nuestras palabras y obras a su amor sin barreras y a su justicia inclusiva. Cumplir la misión de
Dios en este mundo, de la mejor manera, necesita ser el enfoque principal. Las personas
homosexuales y lesbianas como las personas heterosexuales, también son hijos e hijas de Dios que
necesitan la gracia y la comunidad de fe. Nuestro bautismo nos hace hijos e hijas de Dios. Dios no
revoca nuestro bautismo cuando descubrimos nuestra orientación sexual. Una congregación que
cierra sus puertas a personas de “diferente” orientación sexual, necesita pensar detenidamente
sobre lo que significa ser iglesia. (IGLESIA EVANGELICA LUTERANA EN LOS ESTADOS
UNIDOS DE AMERICA)

Bien, es claro que lo que quiero destacar no es que nosotros como cristianos nazarenos (y
sé que es así) tengamos una postura antagónica u homofóbica, amamos a toda criatura de
Dios, pero para este estudio era imprescindible aclarar lo que es un genuino matrimonio
cristiano a la luz de la Biblia.

Ahora, es también importante resaltar que, para que este estudio que nos ocupa tenga
claridad y cumpla el objetivo trazado, como es el desarrollo de un análisis a la luz de las
Sagradas Escrituras a fin de descubrir el plan de Dios para parejas que disfrutan de su
relación sexual, o por lo menos están interesadas en descubrir la manera correcta de
manejar su intimidad sexual, sin prejuicios ni ambigüedades religiosas o culturales, (sin que
por eso, pueda haber un desenfreno total), de tal manera que deshonremos nuestros cuerpos
o al que lo creó, es necesario tomar conciencia, paso a paso del concepto de lo que es la
verdadera sexualidad en el matrimonio cristiano.

Antes de entrar en materia, debo resaltar que esta investigación acerca de la sexualidad en
el matrimonio cristiano surgió, 1. De la libertad que el Seminario da a cada estudiante de
psicología ministerial, de escoger entre varios temas para desarrollar su conocimiento
teológico de la materia. 2. Del deseo sincero de este servidor de profundizar sobre este
tema, que a la postre ha resultado místico, desconcertante y controversial a través de la
historia de la iglesia. Se logró, gracias a los diferentes medios de comunicación con que
contamos en la actualidad en las ciudades y departamentos de nuestro país, tales como la
Internet, y demás elementos de formación de nuestra denominación Nazarena, como
artículos, ensayos, videos, además de libros de autores cristianos y desde luego una amplia
gama de conceptos recopilados, todos relacionados con el tema, a fin de ampliar y
enriquecer nuestro conocimiento de la sexualidad cristiana, y desde luego partiendo
fundamentalmente del estudio de la Biblia que es el punto de partida necesario para
entender que nos enseña Nuestro Señor respecto del diseño original con que nos creó para
que cumpliésemos su propósito de disfrutar como parejas, deleitarnos en el privilegio que
nos otorgó como seres sexuados, y propender por formar familias que honren y glorifiquen
su nombre.

La sexualidad desde la perspectiva bíblica

Una sexualidad saludable

Dios nos creó como criaturas sexuales, por esta razón el sexo debe considerarse como un
regalo divino de parte de él, que es un Dios bueno. Dice Danie L. Akin “Él diseño el sexo
para que un hombre y una mujer lo disfruten dentro del pacto matrimonial y su intención es
que sea bueno, excitante, embriagador, poderoso y unificador”.

La iglesia del Nazareno considera la sexualidad humana como una expresión de la santidad
y belleza de Dios, que el Creador decidió dar a su creación. Es una de las formas en que se
sella y expresa el pacto entre el esposo y la esposa. Los cristianos deben comprender que,
en el matrimonio, la sexualidad humana puede y debe ser santificada por Dios. La
sexualidad humana se realiza plenamente como una señal de lealtad y amor totales.
(Psicología Ministerial, módulo V)

Al referirnos a una sexualidad saludable, estamos hablando de una relación como su


nombre lo indica, es sana, gratificante desde todo punto de vista, es decir que nace de
corazones íntegros de “almas gemelas”, que han entendido el “milagro del amor”
manifestado en sus corazones, que desean el bien del otro por encima de todo engreimiento
y deseo carnal, que ven la vida con la óptica de Dios, que saben que se necesitan el uno al
otro, y no escatiman esfuerzo alguno por satisfacer las necesidades del otro y unidos en un
mismo espíritu, reconocen que son una sola carne (Efesios 5:31) y transitan por la vida de
la mano de Dios disfrutando plenamente del privilegio de entender su sexualidad como lo
que es, un don de Dios.

Al respecto dice Daniel L. Akin “esta relación por la que nos hacemos una carne (Génesis
2:24), constituye la intimidad física más intensa y la unidad espiritual más profunda
posibles entre un hombre y una mujer y debería traer a la memoria de los cónyuges la
extraordinaria unidad que el espíritu humano puede experimentar con Dios en el nuevo
nacimiento espiritual mediante la fe en Jesucristo (Juan 3).

Dios solamente aprueba las relaciones sexuales dentro del matrimonio, donde marido y
mujer deben servirse el uno al otro y satisfacer las necesidades físicas mediante el acto
sexual (Proverbios 5:15-21). Desde luego que es importante tener en cuenta que una
sexualidad saludable como pareja implica un compromiso claro y sensato de cada una de
las partes, por eso insistimos en la unidad del espíritu para el matrimonio (Efesios 4:2-3),
ya que sólo así, tendremos una sana intencionalidad de vivir el uno para el otro, como
dijéramos “¿andarán dos juntos si no estuvieran de acuerdo?” (Amós 3:3), debe haber un
acuerdo previo, un deseo de vivir bien, de hacernos la vida más amable y llevadera como
dice Pablo: “No mirando cada uno por lo suyo propio sino cada cual también por lo de los
otros” (Filipenses 2:4); entendiendo que el amor no busca lo suyo sino el bien del otro. Pero
por supuesto, es necesario entender que ese “bien del otro” implica reciprocidad, pero una
reciprocidad bien entendida, no que estemos esperando una recompensa por preocuparnos
por quien amamos, sino una identidad cristiana como pareja que corresponda al
mandamiento de ser una sola carne, es decir, que me importa lo que le pasa a mi cónyuge,
que yo necesito que él o ella esté bien, quiero verle feliz, quiero serle útil, quiero dar lo
mejor de mi para que esa persona llegue a la conclusión de que lo nuestro no fue una
equivocación, sino por el contrario, fue lo mejor que nos pudo haber pasado, que tenemos
diferencias, sí, que a veces chocamos, sí, pero aun así nos complementamos, que cuando
Dios dijo “sean uno”, no se equivocó, sino que somos producto de su propósito porque nos
ama y quiere que nosotros nos amemos, nos respetemos, nos valoremos, nos apoyemos, que
salgamos adelante con nuestro proyecto de vida, que nuestro hijos crezcan sanos, sin taras,
sin traumas, porque han crecido en un hogar sano, saludable donde los problemas son
oportunidades para desarrollar nuestra fe, y por lo mismo, ellos son descomplicados,
fuertes, seguros, porque tienen padres que se aman, que arreglan sus diferencias en un
ambiente de ánimo y cordialidad porque saben que tienen una responsabilidad grande como
hijos de Dios y desean corresponder a ese amor y a ese escogimiento soberano que él hizo
con ellos, dándoles la oportunidad de ser ejemplo a futuras generaciones fuera y dentro de
la iglesia, ejerciendo una sana influencia para una sociedad que está enferma y requiere de
la medicina de familias restauradas por Dios para levantarse.

Al tocar estos tópicos de una vida familiar de parejas que valoran lo que tienen en Dios, no
significa que nos estemos alejando de la idea que hemos planteado de una sexualidad sana,
es, como dijera Freud respecto del desarrollo psicosexual: “la sexualidad es el motor del
desarrollo psíquico”, los psicólogos de nuestra era han comprendido que Freud entendía
que la estructuración del aparato psíquico y la personalidad de un sujeto se hallan
impulsadas por la sexualidad, entendiendo este concepto desde un enfoque amplio, que
excede lo que comúnmente se conoce por sexualidad, al concebirlo como la búsqueda de
placer que nos acompaña a lo largo de la vida cursando diferentes fases del desarrollo
psicosexual hasta llegar a la genitalidad. Por supuesto que entendemos que esta es una
teoría del desarrollo psicosexual, lo que quiero que quede claro al citarla, es que cuando
hablamos de una sexualidad sana, no estamos refiriendo no sólo al área físico-sexual de la
pareja, sino al conjunto de elementos que rodean la relación de pareja, que hace que la vida
dentro del matrimonio sea tan especial, incluido por supuesto la relación íntima o coito.

Para que la relación sexual del hombre y la mujer sea genuinamente agradable, gratificante
y hermosa, se deben dar previa, posteriormente y durante la vida, las situaciones que antes
nombré, que surgen de una relación íntima sana y saludable, que ven su sexualidad como
ya lo dijimos, como un regalo de Dios y desde esta perspectiva, se unen sin tapujos ni
prejuicios mal fundados, sino que han partido de una relación de noviazgo puro (aunque no
siempre se da así, porque somos una raza caída), pero una cosa es clara cuando Dios hace
de nosotros nuevas criaturas (2 Corintios 5:17), nace en cada uno de los recién convertidos,
un deseo puro de corregir cualquier error del pasado y al casarse como hijos de Dios, hay
una propuesta clara que toma fuerza por el poder del Espíritu Santo y conduce las vidas
nuevas y llenas de esperanza en Cristo, a la práctica de relaciones puras que honran el
nombre de Dios.

Es desde ahí, desde ese cambio de espíritu moldeado por la Palabra de Dios, que se concibe
una relación sana, que conduce al conocimiento de nuestro cuerpo y de la práctica del
principio de estado de inocencia con que Dios creó al hombre y a la mujer en el Edén; “Y
estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban” (Génesis 2:25), este es el
punto de partida para una sexualidad sana en el matrimonio cristiano, no se puede concebir
de otra manera, es evidente que al verlo desde una perspectiva humana y puramente
sensual, no habría oportunidad para nosotros, raza caída y pervertida, pero al contemplarlo
con los ojos de Dios, y lo que él desea restaurar en nosotros, la imagen de su Hijo que se
perdió en el paraíso (Romanos 8:29; 1 Juan 3:2-3). Como afirma Carol Peters (2017),
“una relación sexual sana permite exponerse, vulnerable, sin ser herido. La relación sexual
no se usa para castigar, para controlar ni para herir. Que te vean por completo, que te
conozcan, y que aun así te amen y acepten, es una experiencia maravillosa y sanadora, que
sana heridas específicas del pasado, o las comunes de la debilidad humana.”

Podemos comprender en su magnitud, que la relación sexual del matrimonio cristiano, no


tiene que ser de ninguna manera traumática, aburrida, ni perversa, sino estimulante, llena de
plenitud, que se da en un marco de la seguridad que Dios nos da, de saber que él aprueba
nuestro amor, que no hay nada malo en acariciarnos y prodigarnos descanso para nuestro
espíritu y satisfacción de nuestras áreas eróticas que vamos descubriendo en la medida que
nos relacionamos en un ambiente de amor sincero y puro, que fluye de ese propósito que
surgió del consejo prematrimonial de nuestro pastor (porque debe haberlo), ya que este es
un buen principio como parejas nacidas de nuevo, que hemos entendido que hay un nuevo
comienzo en Cristo, que todas las cosas son nuevas y que vale la pena esforzarnos por
hacerlo de la mejor manera bíblica, porque así y solo así tendremos hogares como los que
señalé al principio, que, unidos en un mismo espíritu, pueden realizarse en cada una de sus
áreas comenzando por una sexualidad saludable y santa.

Las relaciones sexuales en el matrimonio

Si tomamos como referencia el hecho de que Dios quiere para nosotros como pareja, una
vida sexual saludable y plena, debemos tener claridad de lo que implica concretamente la
relación sexual en el matrimonio cristiano… ¿Por qué creó Dios el sexo? Algunos lo han
relacionado con la procreación, pero pienso que incluso antes de llegar los hijos, Dios tiene
un propósito para la intimidad sexual en el matrimonio.

Al estudiar 1 Tesalonicenses 4:3-5 NVI, podemos ver que Dios quiere matrimonios con una
relación sexual de santidad, pero no está queriéndonos decir que esa relación para que sea
santa debe ser mojigata ni introvertida, sino que honre a Dios, si miramos la enseñanza
bíblica para el matrimonio desde otra óptica que no sea la de Pablo, el autor de Hebreos nos
dice por el Espíritu: honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los
fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios (Hebreos 13:4), la perspectiva teológica es la
misma, santo, honroso, sin mancilla, no significa que si nos desnudamos, estamos
deshonrando nuestro lecho, nuestro hogar, ni a Dios, sino que nuestra relación intima
sexual debe ser agradable a Dios, hay una aclaración en 1 Tesalonicenses 4:5 “no en pasión
de concupiscencia, como hacen los paganos”, es decir, “todo me es lícito pero no todo me
conviene” (1 Corintios 10:23).

Es bella la relación sexual dentro de lo que es licito para Dios, y no daña nuestra comunión
erótica natural, que no cause incomodidad, dolor, insatisfacción, sensación de temor o de
no estar agradando a Dios. Dice la doctora Carol Peters (2017) “parto de la premisa de
que Dios creó el sexo para ser disfrutado entre el hombre y la mujer en un matrimonio
comprometido. El debate tras esa premisa es para otro día. Pero entender cómo está
diseñada esta relación puede ayudar a responder muchas preguntas: Una relación sexual
sana:

1. Es desprendida, no egoísta
2. Es honesta
3. Tiene etapas, temporadas
4. Es relevante, importante
5. Es irregularmente irregular
6. Es exclusiva
7. Es segura y sanadora
8. Es imperfectamente perfecta
9. Es más que física
La sexualidad conforme a las normas de Dios

En este punto tan controvertido respecto de lo que es santo para Dios o que no lo es, está la
sexualidad dentro de las normas de Dios, ¿pero ¿cuál es la norma clara establecida por Dios
para una sana relación sexual dentro del matrimonio, que permita a la pareja el disfrute total
de sus cuerpos, sin que esto produzca un sentimiento de culpabilidad en alguno de los dos o
juntos, por el temor a estar pecando contra él?

Si tomamos como punto de partida 1 Tesalonicenses 4:3-5:



pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación;


que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor;


no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios;

y hacemos un análisis teológico, podemos ver que:

 En el versículo 3 hay un imperativo: la voluntad de Dios es lo que cada pareja debe


estar dispuesta a hacer, la santificación (en griego ἁγιασμὸς), es decir, lo que se
haya practicado antes del matrimonio cristiano como: el sexo prematrimonial, el
incesto, la homosexualidad, el bestialismo y el adulterio.
 En el versículo 4 leemos “sepa tener su propia esposa”, lo que implica fidelidad
mutua, ahora somos uno, el matrimonio es sagrado. De otra parte, “santidad y
honor”, la santificación es un proceso donde se van corrigiendo los errores del
pasado, la santidad es un estado (1 Tesalonicenses 3:13), cuando la pareja propone
en su corazón vivir en santidad, no desviándonos a prácticas perversas como los
gentiles.
 En el versículo 5 están rindiendo honor al matrimonio y al que lo creó, se trata de no
dar rienda suelta a nuestras pasiones, extralimitándonos y permitiendo que quizá
prácticas aprendidas o frustraciones malsanas cobren fuerza y nos conduzcan a
pecar contra Dios voluntariamente. No que no podamos elegir cómo podamos elegir
mayor gratificación de nuestra relación, sino controlarnos para no transgredir la
seguridad del otro, y dañar lo hermoso y encantador del amor y la sexualidad
conforme a las normas de Dios.
Pero por supuesto es importante tener un completo entendimiento, del por qué Dios nos
creó con la necesidad sexual en pareja, y saber que no fue solo la procreación, porque
pensar así, de alguna manera nos limita emocional y espiritualmente, porque si no podemos
tener hijos ¿qué? Y si libremente decidimos no tenerlos ¿nos condenamos? Debemos tener
una concepción clara de nuestra sexualidad para no caer en paradigmas creados por el
hombre y atribuidos a Dios.

Veamos lo que dice la Iglesia del Nazareno al respecto: Dios no quiere limitar nuestra
relación intima sexual, quiere optimizarla, él desea darnos pautas mediante su Palabra para
que esa relación sea irreprensible y sin mancha dentro del marco del matrimonio cristiano.

Dios se quejó en el pasado de su pueblo Israel porque estaban usando excusas para
divorciarse y convertir en libertinaje el matrimonio, no se puede jugar con lo sagrado de
Dios y salir bien librado. Veamos Malaquías 2:13, había inmoralidad en el pueblo de Dios,
una doble moral, una intención deliberada de jugar con lo sagrado: el matrimonio instituido
por Dios para su pueblo, una argumentación, pretender engañar a Dios y hacer pasar por
inepta a la mujer para conformar un hogar, una familia como Dios lo ha planeado; en otras
palabras, buscaban divorciarse legítimamente, invalidar el pacto. La creación pierde su
significado y poder cuando no aplicamos la santidad a nuestra relación delante de Dios (1
Pedro 3:7), se está profanando el santuario de Dios cuando no hay lealtad para con Dios y
para con el cónyuge. El vinculo matrimonial no se limita a lo terrenal o carnal, sino que se
está “arguyendo banalmente contra la obra del Espíritu Santo y su plan de redención, para
sus escogidos” (Versículo 15); Dios aborrece la traición, la deslealtad y la infidelidad en el
matrimonio, y lo que es peor, allí no hay bendición (Versículo 16).

La sexualidad conforme a las normas de Dios infiere un compromiso mutuo de lealtad,


devoción, atención, compañerismo, protección, intimidad, paz y justicia. Dios no está en
contra de una relación sexual sana y gratificante para los casados, solo nos previene para
que esa relación le honre a él y sea lo suficientemente maravillosa como para cuidarla.
Veamos Proverbios 5:15-19:
15 
Bebe el agua de tu misma cisterna,
Y los raudales de tu propio pozo.
16 
¿Se derramarán tus fuentes por las calles,
Y tus corrientes de aguas por las plazas?

17 
Sean para ti solo,
Y no para los extraños contigo.

18 
Sea bendito tu manantial,
Y alégrate con la mujer de tu juventud,

19 
Como cierva amada y graciosa gacela.
Sus caricias te satisfagan en todo tiempo,
Y en su amor recréate siempre.

Pareciera que la advertencia recayera solo sobre el hombre, pero nosotros debemos tomarlo
de una manera genérica para los dos, porque tanto hombre como mujer, son susceptibles de
fallar, y de perder nuestro norte si descuidamos nuestra relación con Dios; pero veamos el
versículo 15, el padre aconseja al hijo (a), el agua alude a la esposa, alude a saciar la sed
sexual (Proverbios 9 :17), el padre ora porque su hijo siempre se alegre con su nuera y se
goce en ella, es decir, que encuentre satisfacción en ella, él no debe buscar su virilidad en
pasiones infructuosas fuera del hogar (Versículo 16), hay dos posibilidades, 1, que al serle
infiel le sean infieles a él ¿para qué jugar con fuego, con lo sagrado del matrimonio? Si
practicamos la fidelidad hay bendición en nuestro hogar, y cada vez estaremos más
enamorados el uno del otro (Versículo 18), estaremos satisfechos y agradecidos con Dios
(Versículo 19), veremos su gloria y su bendición para nuestra sexualidad y estaremos
tranquilos sin ninguna sombra que perturbe nuestro hogar, porque cumplimos con lo
establecido por Dios y disfrutamos a plenitud de nuestra relación de pareja.

Confianza y transparencia desde la perspectiva de la fe

Por cuanto hemos creído en Dios y nos hemos reconciliado con él por medio de Jesucristo,
tenemos bases fundamentales para construir un hogar, una familia dentro de un marco de
confianza y de transparencia partiendo de la fe.

Hemos dicho que para que nuestra relación de pareja pueda ser estable y duradera,
necesitamos ser nuevas criaturas (2ª Corintios 5:17), haber nacido de nuevo (Juan 3:3,8),
esto es vital, porque si los dos hablamos el mismo lenguaje, tenemos el mismo Dios, el
mismo Salvador y estamos en un mismo Espíritu, tenemos todo, absolutamente todo para
ganar, para vivir en perfecta armonía aunque no somos perfectos, pero, en un mismo sentir,
partiendo de la premisa de que para andar juntos tenemos que ponernos de acuerdo (Amós
3:3), entonces aplicaremos a nuestras vidas la Palabra de Dios para prevenirnos contra las
asechanzas del diablo, porque él quiere destruir nuestro hogar (Juan 10:10) usará sus armas
infernales, bombardee nuestro matrimonio con sus dardos destructivos para debilitarnos
¿qué armas usará? Él es sutil, mentiroso, traidor y homicida (Juan 2:11), no podemos
esperar que nos trate con consideración, él no nos ama, él nos ha declarado la guerra desde
que nos perdió (Efesios 2:2-3), no se trata de que como pareja propongamos en nuestro
corazón no meternos con él, hacer un pacto para que no nos ataque y nos deje vivir en paz,
no, él no lo hará, él quiere hacernos desistir de nuestra fe, que retrocedamos, que vivamos
mal, que perdamos la confianza el uno al otro y comencemos la hacernos la guerra, con su
sutileza aprovechará nuestras debilidades, por ejemplo: los celos ¿por qué? Porque los celos
son diabólicos (Santiago 3:14-16), esa es una de sus armas preferidas para dañar nuestra
relación, así nosotros tengamos una muy bonita relación con Dios y nuestra relación sexual
sea excelente, Satanás querrá sembrar duda en nuestro corazón ¿la razón? Le abrimos la
puerta ¿cómo? Dudando del otro, cavilando en nuestra mente, descuidando nuestra
comunión con Dios y con nuestra como pareja, pero no solo es esta arma la que él usará
para pretender enlodar nuestro hogar; usará cualquier cosa que nosotros le proporcionemos
para empañar nuestra relación detrás de los celos viene la desconfianza, la duda, las
discusiones necias, las ofensas, el maltrato, el deseo de venganza, de separación, de
divorcio, tomamos como ejemplo de desconfianza los celos, pero bien puede ser cualquier
otra cosa, la ambición desmedida, los deseos engañosos de la carne (Gálatas 5:16), es decir,
nuestra naturaleza pecaminosa o nuestro amor por el mundo (Santiago 4:4 y Juan 2:15-17),
pero claro, no podemos echarle toda la culpa de lo que nos pasa al diablo porque nosotros
somos responsables como hijos de Dios de mantener nuestra compromiso delante de Dios
de estar unidos hasta la muerte en el sagrado vinculo del matrimonio pase lo que pase.

Una cosa es segura, no podemos permanecer al margen del ataque de las tinieblas, por eso
es necesario que nosotros cimentemos nuestra relación de pareja en un ambiente de
seguridad y confianza con nuestra mirada en Jesucristo, autos y consumador de la fe
(Hechos 12:2), fomentando en primer lugar un dialogo permanente que nos conduzca a
abrir nuestro corazón y expresar sin reservas, nuestras inquietudes, temores, necesidades y
deseos con respeto y dando pautas para escuchar con atención los argumentos y razones del
otro cónyuge, sin dar lugar a la ira ni a ofensas que lejos de unirnos nos pueden aislar
(Efesios 4:26). En segundo lugar, poniendo todo nuestro empeño por desechar toda mala
interpretación de comunicación que nos lleve a dudar y a dar lugar al diablo, a que nos
ataque con pensamientos oscuros y tenebrosos o que use personas para sembrarnos cizaña;
nuestro proceder como verdaderos hijos de Dios es aprender a confiar el uno en el otro, si
de alguna manera hemos fallado, debemos corregir y mostrar un verdadero deseo de
cambio y necesidad de reivindicación con total transparencia de nuestras acciones para
deshacer cualquier tipo de sospecha que pudiéramos haber provocado en nuestra esposa (o).

En tercer lugar, dar pasos concretos para consolidar nuestra relación de pareja,
comprometiéndonos en una búsqueda diaria de Dios, en oración mutua y en familia, dando
libertad al Espíritu Santo para que nos guie a una participación activa y practica de la fe, en
nuestra congregación y hacia la comunidad donde residimos.

Cuando estamos involucrados de una manera apropiada y sana en actividades que honren y
glorifiquen a Dios, sin descuidar nuestras responsabilidades como padres, para criar a
nuestro hijos en el temor de Dios, sacamos tiempo para la recreación en familia y no
descuidamos nuestra relación amorosa, sentimental y sexual, estamos dando pasos seguros
para que reine la confianza y la transparencia en nuestro hogar, y el enemigo tendrá que
desistir porque no hallará argumentos válidos para destruir nuestra sólida relación y nuestro
hijos, nietos, familia, la iglesia y la sociedad lo notará y Dios bendecirá grandemente
nuestro hogar.

Sanidad basada en el amor

Un matrimonio cristiano cimentado en el amor y la verdad, necesariamente tiene que


trascender para desarrollar un ambiente de sanidad espiritual, física y emocional, es decir,
una sanidad integral.

En los miembros de la familia, dice Pablo a los Tesalonicenses: “Y el mismo Dios de paz
os santifique por completo; y todo vuestro ser espíritu, alma y cuerpo sea guardado
irreprensible hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23) y el
apóstol Juan lo reitera: “Amado, yo deseo que seas prosperado en todas las cosas y que
tengas salud, así como prospera tu alma” (3ª Juan 2).

Un hombre que ame sinceramente a su esposa y a sus hijos, va a propender por la sanidad
de ellos, hará cuanto esté de su parte para hacer que ella se sienta amada, respetada,
valorada, segura, libre y deseada (Efesios 5:25-33); es bien claro, que de pasajes y
enseñanzas como estas podemos hacer manuales de sana convivencia para relaciones
armoniosas fortalecidas en la Palabra de Dios. El punto de partida: que el cabeza de hogar
tome la decisión de amar a Dios y a su prójimo (su próximo: su esposa), en realidad, no es
nada difícil cuando el fundamento de su fe es Cristo (hablamos de matrimonios cristianos),
porque el amor ágape nos moverá a cumplir su Palabra, obedeciendo sus preceptos y
mandamientos, entendiendo que éstos no son gravosos (1 Juan 5:3-4), donde el versículo 4
nos exhorta: “porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo y esta es la victoria que
ha vencido al mundo”, nuestra fe, esto significa que para un hombre de Dios que ama a su
familia (amor fileos), será un deleite servir a su esposa (amor eros) y a sus hijos, disfrutará
plenamente de ser el promotor de una relación sana sin barreras para la comunicación, para
hacer sentir a esa mujer lo importante que ella es para Dios y lo agradecido que él está de
que se la haya dado para disfrutarla, cuidarla y hacerla sentir lo importante que es para él y
para sus hijos, lo orgulloso que está de que su familia y amigos sepan que ella es muy
valiosa, como la compañera idónea (ideal), con que Dios lo premió.

Queda claro que en un hogar donde reina el amor, no hay lugar para el maltrato físico,
verbal, ni psicológico, el Señor exhorta al hombre a amar a su esposa, el amor es sufrido, es
benigno, sin envidia, no es jactancioso, no busca lo suyo, ni es rencoroso, es decir, es
incondicional, perdona cuantas veces sea necesario, no busca vengarse (Romanos 12:21),
su Palabra le recuerda al hombre de Dios, no debe ser áspero (grosero), ni descortés con
ella porque es delicada, frágil y susceptible al maltrato (1 Pedro 3:7; Colosenses 3:19).

Un hombre sabio y temeroso de Dios, entenderá que, si trata bien a su esposa y a sus hijos,
como consecuencia, habrá una reciprocidad que redundará en sanidad para todos, y el
bienestar y la prosperidad no se harán esperar en ese hogar (Proverbios 31:28-31).
Así mismo, cuando la esposa es ayuda idónea corresponde a esa disposición de su esposo
de ser fiel, amante y cumplidor de su deber y como mujer sabia edifica su casa (Proverbios
14:1) sobre la base del respeto y la lealtad a su marido en sano sometimiento de amor a
Dios (Efesios 5:22 y 33), que implica no hablar mal de él, ni con su familia ni con nadie,
guardarle la espalda, encomendándole a Dios en oración y cada día, inculcando a sus hijos
ese mismo respeto y amor por su Padre, pasando por alto algunas salidas en falso por parte
de él, y como graciosa gacela, ejerciendo su influencia femenina para seducirlo en amor y
ternura a enamorarse de su hogar, de su familia, de las cosas de Dios, dándole el lugar que
le corresponde como cabeza de familia, esforzándose para complementarse y estar a la
altura de las circunstancias como consejera ideal, buena administradora de su hogar con las
finanzas (Proverbios 31:10-31) y la educación de sus hijos como corresponde a una buena
hija de Dios y desde luego, cumpliendo también el deber conyugal, para que el enemigo no
tome ventaja de nuestras debilidades (1ª Corintios 7:3-5), es decir, que quede claro que en
una relación de pareja sana en todas las áreas debe haber una buena disposición por parte
del hombre y de la mujer a entregarse mutuamente en la relación sexual, sin restricciones y
sin pretender coaccionar al otro, pretendiendo sacar ventaja de la buena voluntad del que ha
demostrado con hechos que quiere darlo todo por su hogar y su familia.

De la manera como la esposa en amor no impone condiciones a su esposo para la relación


íntima, salvo algún problema de salud físico o emocional que en un acuerdo comprensivo y
de armonía podrán resolver los dos y por supuesto, esto compete por igual a la pareja,
porque con el amor no se negocia, fluirá en ese hogar un ambiente de sanidad y amor donde
el Espíritu Santo reinará y juntos de la mano de Dios sortearán cualquier tormenta o
dificultad en la confianza y seguridad de que Dios provee sanidad, cuando nos sometemos
el uno al otro en el amor de Dios y cumplimos así sus mandamientos.

Cuando el hombre y la mujer no lograr disfrutar de una sana intimidad sexual, se produce
una división y surgen inseguridades entre ellos, que el diablo sabe aprovechar muy bien. No
dejemos la sexualidad y el erotismo en manos del mundo sin Cristo, rescatemos el sexo
como creación de Dios para disfrutar dentro del matrimonio. Adueñémonos de lo que nos
pertenece como cristianos, el sexo es un regalo de Dios para el ser humano, una dádiva del
Creador para sus criaturas. Y no olvidemos que la buena comunicación en todas las áreas,
incluida la sexual, es un ingrediente indispensable para la felicidad matrimonial.

Conclusión

Bien, se puede decir que hablar de matrimonio y sexualidad no es fácil condensarlo en un


estudio como este, es muy seguro que, a través del tiempo, muchos escritores y teólogos
eruditos en la materia han tratado de enseñar desde distintos ángulos y puntos de vista su
percepción a la luz de la Biblia de la importancia de la sexualidad dentro del matrimonio
cristiano y que siempre quedarán muchas preguntas sin resolver satisfactoriamente, que se
postergarán quizá hasta otra generación por falta de una información clara o una
investigación más exhaustiva por parte de los estudiosos de la materia, temas como una
sexualidad saludable que encierra tanto tópicos, tantas interpretaciones y tantos malos
entendidos y que sin embargo, aquí intentamos hallarle una respuesta bíblica, quizá no muy
profunda, pero que nos invita a reflexionar sobre lo que implica poder disfrutar como hijos
de Dios de esa sexualidad saludable.

También en razón de esa necesidad, hemos querido investigar e indagar acerca de esas
relaciones sexuales dentro del matrimonio que a través del tiempo ha sido un tema
controversial en el ámbito de la iglesia, porque dada nuestra cultura religiosa y ambigua,
aun no se puede hablar en pleno siglo XXI, donde impera en lo secular el machismo, el
feminismo, tomada de la mano del aborto, los anticonceptivos, la pornografía y la
promiscuidad sexual; desde el pulpito aun el pastor no puede hablar de estos temas sin que
cause controversia y malestar en el común de la feligresía.

Como ministros de la Palabra, necesitamos insistir en que, temas como la sexualidad


conforme a las normas de Dios, la confianza y la transparencia de la fe, son imprescindibles
ventilarlos por todos los medios educativos que disponemos, para concientizar a los padres
y a los hijos que sólo mediante una sana enseñanza de la sexualidad en el matrimonio
cristiano, tendremos hogares sólidos y saludables para la gloria de Dios. De igual manera,
debe predicarse a toda la familia porque no podemos dejar esta materia tan bella y sublime
que compete a toda la cristiandad, en manos de personas irresponsables y sin el Espíritu,
por más que sean intelectuales o catedráticos como hasta ahora lo han hecho (con nuestro
consentimiento), una sexualidad totalmente distorsionada que ha sido nefasta para la iglesia
y la sociedad. Necesitamos impartir desde la perspectiva correcta de la voluntad de Dios
para la familia cristiana, una enseñanza pura bíblicamente que redunde en la sanidad basada
en el amor de Dios para sus hijos.

Bibliografía:

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https://es.9marks.org/articulo/matrimonio-clase-9-sexualidad-biblica/

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https://nazarenovirtual.instructure.com/courses/897/files/107634?
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Peters. C. (2017). 9 rasgos de una vida sexual sana en el matrimonio cristiano: más allá
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https://www.mcusa.org/wp-content/uploads/2015/12/HumanSexuality-PositionPaper-
2015-Spanish.pdf

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