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El darwinismo y sus objetores

El estudio de los seres vivos precisa de una ordenación de acuerdo con sus
semejanzas y diferencias estructurales. El sistema linneano tiene un evidente
sentido práctico, pero su vigencia se debe a la interpretación en términos del
principio evolutivo que asigna un parecido mayor hacia aquellos grupos
filogenéticos más próximos.

La unidad clasificatoria básica es la especie, está definida como un conjunto


de individuos que solo pueden reproducirse apareándose entre sí. Todos ellos
comparten varios rasgos diagnósticos invariables, pero los atributos definitorios
de la especie son los que terminan su aislamiento reproductivo con respecto a
otras, y por tanto, su integridad genética. Las categorías taxonómicas del rango
superior al de especie son prácticamente artificiales. Por otra parte, las especias
están compuestas por poblaciones más o menos endógamas que ocupan distintas
zonas geográficas y muestran adaptaciones al medio local, así, la clasificación de
las poblaciones en subespecies, semiespecies… etc., según su grado de
aislamiento reproductivo, vuelve a ser discrecional. En términos evolutivos, lo
esencial es si un grupo puede recibir información genética de otro mediante la
integración reproductiva o si esa transferencia es imposible. A la dimensión
poblaciones se añade una continuidad temporal siempre precaria, de ahí el
concepto de especie fósil.

Los tres procesos: la diferenciación temporal, diversificación espacial y la


adaptación de éstas el medio están exhaustivamente documentadas. La
interpretación neodarwinista propone un mecanismo único (selección natural)
que actúa predominantemente sobre individuos al que se atribuye la adaptación
en su práctica total, así como a los cambios espacio temporales a los que se
añaden las causas por el azar y deriva genética. es indispensable que existan
diferencias entre los individuos que la componen y los genes deben ser
responsables de esas diferencias, además, algunas de esas variantes deben estar
mejor adaptadas al medio que otras y también debe ocurrir que los individuos
que muestran una mejor adaptación sean no se contribuyan con más
descendientes a las futuras generaciones.
Si se acepta que la evolución adaptadora ocurrió por acción de la selección
natural, se sigue que tanto las estructuras morfológicas como las pautas de
comportamiento pueden interpretarse en función de su contribución a la
supervivencia en la reproducción. El estudio empírico puede hacerse atendiendo
a criterios de optimización en el que se considera aisladamente una determinada
faceta del organismo como un problema del que se pretende que tenga una
solución óptima, y una vez obtenida esa solución se investiga si es la adoptada por
la especie, si así fuera, se acepta su naturaleza operadora. Sin embargo, no está
exento de escollos.

La comparación de especies es otro de los procedimientos. F.J Gould ha


sugerido que ambas pueden considerarse consecuencias de un fenómeno
primario llamado neotenia. La razón de esta argumentación se encuentra en la
tasa de crecimiento fetal, Pues el crecimiento cerebral prolongado solo es posible
si retrasa la calcificación del cráneo, pero sin embargo en los simios no ocurre así.
Por otra parte, nuestro rostro muestra facciones juveniles que no son propias de
los simios adultos y, además, el foramen magnum (orificio del cráneo que da
salida a la médula espinal) ocupa una posición basal en los embriones de
mamíferos Pasando luego a orientarse hacia la parte trasera, y nuestra especie es
la única en la que la posición basal inicial se retiene.

En la descripción del medio en que una especie vive intervienen variables físicas
y biológicas por ello la noción de evolución como respuesta del organismo al
cambio del medio externo deben sustituirse por la coevolución de organismos y
ambiente. Buena parte de la evolución humana ha dependido de la modificación
de este medio dirigida a satisfacer los intereses del propio individuo.
Esencialmente nos caracterizamos por ser un animal que aprende, como señala
Gould, la neotenia hace que las distintas fases de la evolución humana ocurran
demasiado tarde. En cierta manera y en términos evolutivos hemos logrado en la
consecución del sueño de Fausto.
Para que la selección de los padres produzca una respuesta en los hijos es preciso
que las diferencias en capacidad replicadora muestren cierto componente
hereditario. El principio darwinista de selección natural ha sido calificado de
tautológico en numerosas ocasiones. Para que la selección natural actúe basta con
que existan diferencias hereditarias en eficacia entre los distintos individuos, no
tiene por qué conducir a una mayor adaptación de los organismos en su entorno.

El razonamiento darwinista analiza cuál de las distintas variantes de una misma


disposición confiere mayor adaptación a sus portadores infiriendo de ellos su
mayor eficacia en términos de prolificidad. esta idea nos lleva a postular una
asociación estadística positiva entre la variación genética de la eficacia y la de las
distintas facetas de la adaptación, de manera que la acción directa de la selección
natural favorece generalmente el incremento de grado de adaptación, aunque no
tiene por qué ocurrir siempre. La selección natural no tiene necesariamente que
favorecer la adaptación y la supervivencia de la especie.

La unidad de selección puede ser cualquiera: genes (se expresa en los gametos),
individuos o grupo de individuos. La consideración del gen como principal
unidad de selección se ha popularizado a través del modelo denominado “gen
egoísta” propuesto por R. Dawkins, en el que el individuo queda relegado al
papel de vehículo temporal utilizado por los genes para hacer máxima su propia
eficacia biológica, su capacidad diferencial de replicación. Pero sin embargo esta
hipótesis parte de supuestos excesivamente simplistas. El darwinismo clásico
mantenía que la selección natural actúa sobre las diferencias heredables en
eficacia biológica existentes entre los individuos de una misma población, pero la
unidad de selección puede ser también el grupo, cuando las eficacias biológicas
de los distintos grupos que componen una población varían hereditariamente de
unos a otros, y para ello, es preciso que los grupos manifiesten cierta permanencia
espacio temporal. Sí también existen diferencias entre la eficacia de los individuos
del mismo grupo en la selección actuara simultáneamente entre individuos y
entre grupos.

El modelo de selección de grupos permite dar explicación evolutiva a la


persistencia de los comportamientos llamados altruistas, aquellos que
aumentan la eficacia biológica del prójimo a costa de reducir la propia, con lo cual
no pueden ser producto de un proceso evolutivo cuya unidad de selección sea el
individuo. Su acción conjunta puede conducir a un equilibrio que garantice la
permanencia de una cierta fracción de altruistas. El componente hereditario de
este comportamiento no ha sido establecido empíricamente.

Distintas variantes de una misma disposición confieren diferentes grados de


adaptación a sus portadores, lo cual puede traducirse en diferencias de eficacia.
Existe una asociación positiva entre eficacia y adaptación, de manera que una
variante que lleve consigo una mayor adaptación implica una mayor eficacia y en
consecuencia será favorecida por la selección natural. Esto necesita que la
variación poblacional de la eficacia y la adaptación presenten cierto componente
hereditario y así pueda pasar a generaciones futuras. Así pues, la condición
necesaria para la eficacia de la variación genética se encuentra en la correlación
entre eficacia y adaptación. El efecto de unos mismos genes sobre distintos
atributos debe ser demostrado en cada caso particular porque no es suficiente con
que determinada característica sea adaptadora sino que la selección natural debe
actuar sobre ella para que tenga transcendencia evolutiva. La variación fenotípica
poblacional de carácter adaptador está relacionada positivamente con la
capacidad de sobrevivir y reproducirse, a la vez que esa variación es en cierta
medida hereditaria.

Bastaría demostrar su naturaleza adaptadora y la existencia de una correlación


genética entre dicho atributo y la eficacia, pero la ejecución del procedimiento
está plagada de dificultades.

Parece que cuando un rasgo se presenta uniformemente en todas las poblaciones


consideradas, su naturaleza genética es la mejor explicación posible del hecho,
puesto que cada una de ellas suele ocupar un medio distinto. La genética ha
considerado que la única fuente de innovación evolutiva era la aparición de
mutaciones más eficaces y adaptadoras, sin embargo, se ha reconocido la
trascendencia de la incorporación a dicho acervo genético de material
originalmente ajeno a él.
El neutralismo mantiene que gran parte de la variación genética que se observa a
nivel molecular está fundamentalmente sujeta a la acción de la deriva y muy poco
o nada la selección, sin negar por ello la importancia de este último mecanismo
como causante de la adaptación. Hoy, ha sido incorporado plenamente al
pensamiento evolutivo al que ha aportado unos métodos de análisis críticos y
rigurosos depurándolo de un arrogante seleccionismo.

Ocurrió entre los años 1930 y 1940 con la llamada síntesis moderna o
neodarwinismo. Las posturas de una y otra parte estuvieron fundamentalmente
determinadas por preferencias ideológicas y el debate se convirtió en una batalla
entre la derecha tradicional y la izquierda progresista. El signo cambió de pronto
cuando la lucha de clases cuestionó la legitimidad del liberalismo en la
continuidad del poder establecido y fue entonces la derecha en la que recurrió al
darwinismo para justificar la permanencia del origen social vigente. Pero el
evolucionismo no solo reemplaza un concepto estático del universo por otro
dinámico, sino que pretende explicarnos lo evocando exclusivamente causas
naturales y por extensión tiene a socavar la confianza en la noción de que el
hombre ha sido especialmente creado para la eternidad. El creacionismo solo
puede prosperar en una sociedad como la norteamericana, cuya gran mayoría
profesa alguna de las múltiples versiones del protestantismo atadas a la letra de
la Biblia.

Si del darwinismo se excluye su aplicación al hombre, aplicación que la ciencia no


justifica en manera alguna, y si se hacen algunas reservas acerca de la creación
del mundo y la más racional, puede caber y cabe dentro de los dogmas católicos.
(Arzobispo de Sevilla)
La hipótesis lamarckista concibe la transformación vivos por la acción de dos
fuerzas de muy distinta naturaleza y consecuencia, ambas normalmente
atribuidas a la circulación de ciertos fluidos entre los que pudieran encontrarse el
calórico y eléctrico. La energía vital conduciría al aumento progresivo de la
complejidad estructural y el impulso interno representan las variables
circunstancias externas a las que están sometidas en los seres vivos. La
consecuencia de la acción conjunta de estas dos fuerzas sería que tras muchas
generaciones sucesivas estos individuos que pertenecían originariamente a otra
especie se encuentran transformados por fin en una especie nueva distinta. Solo
tienen sentido biológico pleno en los grupos taxonómicos del orden superior.

La transmisión hereditaria de los caracteres adquiridos solo se refería a aquellas


modificaciones estructurales de matiz que son consecuencia de la respuesta dada
por el impulso interno individual a la presión de las circunstancias externas, un
siglo después del redescubrimiento de las leyes de Mendel la herencia de los
caracteres adquiridos es insostenible.

Lo que se ha hecho llamar neolamarckismo es un conjunto de teorías diversas


cuyos nexos de Unión son el concepto de herencia de los caracteres adquiridos y
un cierto cariz vitalista. El elemento más original de la teoría de Lamarck es la
consideración de que la adaptación es un proceso en el cual puede participar
activamente el individuo a través de actos de conciencia y voluntad. Puesto que
la adaptación a un medio sujeto a continuación no puede ser perfecta, el signo de
las especies a la larga la extinción, cosa que Lamarck no condebía. el mecanismo
selectivo darwinista depende de la aparición de mutaciones aleatorias para poder
operar y plantea la construcción genética de la población de mañana de acuerdo
con la información que posee sobre el medio de hoy.
Darwin opinaba que el proceso de adaptación de los organismos a su entorno
como consecuencia de la acción de la selección sobre variantes que en su origen
eran adaptivas ocurría con mayor facilidad a través de cambios de pequeña
magnitud. Algunos mostraron preferencias por distintas versiones de lo que se ha
llamado “saltacionismo”, donde se propone que la evolución puede transcurrir
con rapidez y con discontinuidades sin que se produzcan formas intermedias o
eslabones entre las distintas especies.

En 1972 los paleontólogos pusieron en tela de juicio la validez del neodarwinismo


con respecto a la macroevolución o cambio evolutivo correspondiente a las
categorías taxonómicas de rango superior al de especie. Por una parte se afirma
que los linajes fósiles suelen mantenerse con escasas alteraciones durante largos
periodos de tiempo, y por otra se sostiene que los cambios morfológicos
experimentados por un determinado grupo ocurren durante lapsos relativamente
cortos.

Los interrupcionistas sostienen que los cambios macroevolutivos tienen lugar a


través de procesos distintos de los que ocurre a nivel microevolutivo, que la
evolución a gran escala no puede explicarse por la acción de la selección natural
sobre las diferencias genéticas entre individuos sino por algún otro proceso. Los
periodos de estatismo se deberían a los condicionantes internos a que está
sometido el desarrollo embrionario. El que la huella típica de la evolución tal y
como queda plasmado en el registro fósil sea o no la postulada por los
interrupcionistas, es una cuestión de tipo empírico que debe resolverse mediante
el análisis de los datos pertinentes.

La explicación más plausible de la existencia de largos periodos de estatismo,


sería la acción de la selección de tipo estabilizadora en la que los individuos cuyos
valores genotípicos se acercaran más al promedio poblacional del atributo, en
cuestión estarían mejor adaptados. Sin embargo, para los neodarwinistas no es
fácil aceptar que esa justificación del estatismo. La selección puede producir
cambios morfológicos enormes, y en las poblaciones de aquellas especies cuya
distribución cubre amplias zonas geográficas suelen mostrar una gran
diversificación morfológica.

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