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Anexo 01

IDEAS

LIBERALES
ANEXO 02
Los efectos del movimiento de independencia de las trece colonias británicas al Norte de
América
Ante las nuevas circunstancias, los habitantes del país recién surgido continuaron con las
acciones para organizar su gobierno, a pesar de varios factores: el resquemor de los
radicales que defendían la autonomía jurídica y económica de las ex colonias
(federalistas) en oposición a quienes se inclinaban por la centralización del gobierno
(republicanos); las naturales dificultades en que se encontraban en ese momento a causa
de la lucha armada; la cuestión de la frontera y la expansión hacia el Oeste, y la división
entre los revolucionarios radicales y quienes se habían mantenido a favor del gobierno
colonial –tories o realistas, que pronto serían expulsados del país o aislados de la vida
política.

Con todo, los habitantes ya habían dado sus primeros pasos a raíz de los Artículos de la
Confederación mediante los cuales los representantes de las colonias habían decidido
establecer una especie de alianza para la defensa común. Cada estado mantenía su propio
gobierno –reflejo de su tradición política colonial- y anualmente enviaría un delegado al
Congreso. Los artículos facultaban a este Congreso para obtener los recursos necesarios,
acuñar moneda, contraer créditos, y fungir como árbitro entre los estados. Sin embargo,
su autoridad era limitada, pues carecía de facultad para imponer aranceles directos,
regular el comercio y controlar de manera exclusiva al ejército, la emisión de moneda y
las relaciones internacionales.
En 1776, el Congreso Continental comenzó a crear un plan para la
formación de un gobierno nacional. Creó un documento conocido
como Los Artículos de la Confederación, ratificados por los trece
Estados para 1781. Establecieron la libertad de cada estado para hacer
sus propias leyes y la ausencia de un gobierno central, lo que propició
poca eficacia a la nueva nación.
Las dificultades que se manifestaron al terminar la guerra de independencia –deudas,
devaluación, relaciones comerciales y políticas arancelarias heterogéneas, disputas
interestatales, problemas de definición de fronteras, reclamaciones territoriales y otras-
pusieron en evidencia la necesidad de un gobierno nacional con mayores facultades, por
lo que algunos líderes políticos como James Madison, George Washington, Alexander
Hamilton y otros más se sumaron a la tarea de realizar una Convención en Filadelfia, en
1787. En ésta, se procedería a la redacción de la constitución política, mediante la cual se
sentaron las bases del gobierno de los Estados Unidos de América, tal como hasta ahora
las conocemos, y de donde surgió el principio fundamental del sistema jurídico de esa
nación: el de la supremacía constitucional, pues a ella quedaron supeditadas las acciones
del gobierno y de los ciudadanos.

La decisión de los trece estados, hasta entonces confederados, de darse una Constitución
escrita común respondía a su tradición política colonial, cuyos rasgos vale la pena
considerar para comprender mejor la construcción política de la nación estadounidense:

Cada colonia se organizaba sobre la base de asambleas políticas, cuyos miembros


auxiliaban a un gobernador representante de la Corona y eran electos por quienes tenían
bienes raíces (Cámara Baja) y por el rey o el gobernador de la colonia (Cámara Alta).
Los gobernadores tenían el derecho de vetar a las asambleas, pero comúnmente se
abstenían de hacerlo porque los asambleístas controlaban su sueldo y les asignaban
recursos financieros.

Aunque los poderes de los cuerpos legislativos no estuvieron claramente definidos, por lo
general tenían autoridad para controlar los asuntos locales y establecer impuestos.

Los colonos desarrollaron un sistema de tribunales similares al del sistema británico y


disfrutaron de los derechos legales de los súbditos británicos como lo ordenaba el derecho
consuetudinario inglés.

Las colonias contaban con una ley fundamental (frame of government) que definía las
autoridades y sus atribuciones. Esto contribuyó a que en el momento de enfrentarse con la
Corona, considerasen necesario darse una Constitución escrita. Antes de 1787, todas las
antiguas colonias ya se habían otorgado constituciones a veces precedidas por una
declaración de derechos y siguiendo el modelo de régimen parlamentario británico.

Tras amplias discusiones, dedicadas a aspectos como la representación equitativa, la


autonomía política y administrativa de los estados, la soberanía popular, la división de
poderes, el comercio, los aranceles, la esclavitud, y otros más, los delegados de la
Convención enviaron el texto de su proyecto al Congreso de la Confederación, aprobado
en septiembre de 1787 y enviado a cada estado para su ratificación mediante
convenciones electas para tal fin. La crítica se centró en aspectos más o menos similares:
se denunciaba que el proyecto carecía de una declaración de las garantías individuales
que evitara el abuso de poder, se alegaba que desaparecía la soberanía de los estados, se
temía que el ejecutivo concentrase en sus manos el control de las fuerzas armadas y se
veía con recelo que se estableciese un sistema de control fiscal estatal y federal.

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