Está en la página 1de 1

Mi ojo óptico: Como veo el mundo, veo mi futuro

Cierto día, llegada la primavera, después de un violento e implacable invierno, tres amigos
se encontraron en un gran bosque, para observar, durante una semana, la belleza de la
naturaleza. Cada uno logró divisar con “precisión” los cambios que se producían en la
vegetación. Las hojas de los árboles, las flores, los frutos se veían con más vitalidad. Lo
hermoso de la vida es deslumbrante. Aparecían aves y avecillas salidas de sus lugares de
reposo venidas de otros lares. Algunos lejanos, otros un poco más cercanos. Animales de toda especie, insectos también.
El río corría con mayor volumen, limpio y cristalino el color de sus aguas. Todo volvía a la vida, todo cobraba tono de
alegría.

Pasada la semana los tres amigos compartieron sus reportes de todo lo que experimentaron en
el gran bosque. Ángel, es biólogo. Martín trabajaba en una imprenta, y por ese tiempo estaba de
vacaciones. Julissa, era amante de la sabiduría. El amigo de la biología comenzó a mencionar que
había descubierto quince nuevas especies de flores, a las cuales describió en tamaño, tipo de
hojas, dimensión del tallo, especie, etc. Logró descubrir el tipo de tierra en el que crecía cada una
de ellas. Le puso nombres raros e iba a investigar si ya existían en la bitácora de los biólogos.
Tomó muestras de cada una de ellas para examinar sus propiedades y siguió paso a paso de
manera sistemática el crecimiento y la aparición de cada nueva especie.

Martín, que siempre paraba agotado por el trabajo, le había llamado la atención la pureza
del río, en el cual pasaba largos ratos inventando nuevas formas de nadar. Normalmente
salía cuando tenía mucha hambre. Pescaba, prendía la brasa, condimentaba los alimentos
y ¡shuash! a la sartén y ¡plash! al plato para luego devorarse todo lo que preparaba y
calificar ese manjar con el famoso ¡uhm! ¡Qué rico! ¡Esto es un manjar de los dioses! Todo
en el bosque le causaba admiración, y podía divertirse sin ninguna preocupación. Para él
todo era normal. Las cosas crecen y mueren, sirven o no sirven. No hay vuelta que darle.

Mientras tanto, Julissa parecía preocupada, aunque no lo estaba, solo parecía. Ángel y
Martín le preguntaron: Julissa y tú ¿qué hiciste? Todos los días, por el camino; siempre
encontraba algo nuevo, algo que me maravillaba. Un día me encontré un conejo, otro
día divisé un águila, vi unos castores, una mariposa posándose en una flor. Y en todas
ellas me preguntaba ¿Por dónde aparecieron? ¿por qué unos vuelan y otros no? Hasta
que llegué a la cima de la montaña y pude observar la inmensidad del gran bosque. Y
me pregunté admirada ¿Quién ha hecho posible que esto exista? ¿Por qué las cosas son
así y no de otra manera? Realmente he sentido paz, porque logré contemplar lo
grandioso que es nuestra casa, y lo importante que es conservarla, manteniendo su
esplendor.

Martín se echó a reír, y dijo, ¿Nada más hiciste eso?, ¡que aburrido! Hubieses venido conmigo a disfrutar del río y comer
la comida más natural que hayas visto. Mientras que Ángel dijo, lo más divertido es descubrir el origen de las cosas y
eso solo se puede encontrar a través del análisis que hacemos los científicos. Por eso hay que tomar nota de todo
sistemáticamente, para identificar los procesos y las bondades que la naturaleza le puede brindar al hombre. Julissa, se
sonrió, y luego, manifestó: Es cierto lo que ustedes dicen. Pero tampoco me he aburrido. Pero si las cosas no logran tener
sentido, nunca lograré saber cuán importante son para mí, y cómo llegar a ser consciente de su cuidado. Martín dijo:
pero Julissa, eso de pensar es mucho esfuerzo, mejor es disfrutar de las cosas. Tienes razón, dijo Julissa, pero es
importante ponernos a pensar en lo importante que es la naturaleza para la vida del hombre. Sin ella no podríamos
vivir. Ángel que escuchaba atento, se dio cuenta de lo que Julissa decía, y dijo: Es cierto, los seres humanos hemos
perdido esa capacidad de asombrarnos y tomar conciencia de aquello que no es común a nuestra vida. No todo está,
únicamente al servicio del hombre, también el hombre debe de ser consciente que está al servicio del mundo y por eso
debemos de cuidarlo.

(autor: pelópez – JLPL)

También podría gustarte