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“Fuck the EU”

Antoni Puigverd

6-8 minutos

14/03/2022 00:30Actualizado a 14/03/2022 10:07

La verdad es un espejo roto, decía Espriu. Cada uno posee de

ella tan solo un pequeño fragmento. Detengámonos hoy,
pensando en la triste historia de Ucrania (y de Europa), en el
que corresponde a Victoria Nuland, fulgurante diplomática
americana. Empezó con los republicanos: asesora del
vicepresidente Cheney durante la ocupación de Irak;
embajadora de EE.UU. ante la OTAN en el segundo mandato
de Bush. Ya entonces propugnaba la expansión de la Alianza
hasta la frontera rusa. Reclamaba “bases permanentes a lo
largo de la frontera oriental de la OTAN”. No todo lo que dice
Putin es falso.

Durante la presidencia de Obama, Nuland se encargaba de

coordinar las embajadas europeas y asiáticas. Habla
fluidamente ruso y francés. Consultados por la revista Foreign
Policy , altos cargos europeos la describían como “temeraria”,
“enérgica”, “brusca”. Después de las manifestaciones de
Maidan (2013-2014), los funcionarios estadounidenses habían
estado presionando al entonces presidente de Ucrania, Víktor
Yanukóvich, para que incorporara miembros de la oposición a
su gobierno. Yanukóvich cedió un poco. La oposición pedía
más, pero la UE dudaba. Fue entonces, en una conversación

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telefónica interceptada, cuando Nuland exclamó: “Fuck the EU”.

¡Que se joda, la UE!

Ya en el 2004, Nuland propugnaba asentar la OTAN en la

frontera rusa

Los europeos rechazaban el apoyo que Nuland daba al envío

de armas a Ucrania para favorecer el clima de tensión con
Rusia. Tampoco Obama lo veía claro. Nuland lo tenía clarísimo.
“Es refrescante escucharla”, afirmaba Eliot Engel, representante
demócrata en el Comité de Asuntos Exteriores, quien sostenía:
“Deberíamos proporcionar a Ucrania armas defensivas. No
acepto el argumento de que Rusia siempre puede vencer a
Ucrania... Creo que esta es una actitud derrotista”. Ahora, con el
presidente Biden, Victoria Nuland es subsecretaria de Estado
para Asuntos Políticos. Es determinante en las decisiones que
EE.UU. toma en la crisis de Ucrania. Su marido es el intelectual
conservador Robert Kagan, cofundador de un think tank que
tiene por objetivo “promover el liderazgo global
estadounidense”.  Kagan se hizo famoso, a principios de siglo,
con las metáforas de su libro Poder y debilidad (Ed.Taurus,
2003).

Victoria Nuland, fulgurante diplomática americana 

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Venus, diosa del amor, es Europa. EE.UU. es Marte, dios de la

guerra. Los americanos –sostenía Kagan– viven en un mundo
regido por el uso de la fuerza; mientras que los europeos
pretenden vivir en un mundo regido por el derecho y las
instituciones. Acabada la guerra fría, los europeos se disponían
a vivir en un mundo feliz. Pero el ataque a las Torres Gemelas
demostraba, según Kagan, que el mundo no había cambiado.
En vez de asumir la realidad, Europa la negaba. Kagan fue uno
de los intelectuales de la guerra de Irak. Y en un artículo del
2017 hablaba de la tercera guerra mundial. Ahora también
Biden habla de ella.

Entrevistada hace pocos días en el Senado por Marco Rubio,

senador por Florida, sobre unos laboratorios de investigación
biológica en Ucrania, Victoria Nuland aceptaba que
efectivamente existen, que los rusos pueden asaltarlos y que
acusarán a EE.UU. de guerra biológica: “Es una técnica clásica
de Rusia culpar al otro de lo que ella está pensando hacer”.
Espejo roto. “Que se joda, la UE”, dijo en el 2014. Expresión
impertinente, ahora profética: la guerra, que ya arde en el este
europeo, nos causará un gran daño. El padre de Nuland era un
médico muy reputado que se cambió el apellido original,
Nudelman. Los abuelos, judíos, habían emigrado a EE.UU. ¿De
dónde procedían? De Ucrania.

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