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Lectura Obligatoria 2 Sesión 4
Lectura Obligatoria 2 Sesión 4
En el contexto del desarrollo jurisprudencial peruano, son hasta la fecha cinco las
etapas por las que ha venido atravesando el modelo procesal denominado
amparo contra amparo. Las dos primeras consolidadas bajo el marco de la antigua
y hoy derogada Ley Nº 23506, y las tres últimas, perfiladas tras la puesta en
vigencia del Código Procesal Constitucional.
3). La tercera etapa, inaugurada con las sentencias emitidas en los Expedientes
Nº 2707-2004-AA/TC (Caso: SUNAT) y Nº 3846-2004-AA/TC (Caso: Municipalidad
Provincial de San Pablo) ratifica la existencia del régimen especial, muy a pesar
de lo previsto por el artículo 5º inciso 6) del Código Procesal Constitucional. Sin
embargo, en la misma, no se observa delimitación de criterio alguno a tomar en
1
El presente trabajo se basa en la Ponencia que presentamos para el X Congreso Iberoamericano de Derecho
Constitucional realizado en la ciudad de Lima del 16 al 19 de Septiembre del 2009. Al texto, en su momento
sustentado, le hemos agregado las correspondientes citas bibliográficas así como algunos datos
jurisprudenciales de necesaria actualización.
cuenta, lo que por entonces supuso, un manejo bastante discrecional del modelo.
2
Estas ocho reglas han sido ratificadas en innumerables ocasiones por parte del Tribunal Constitucional,
particularmente desde la resolución emitida en el Exp. Nº 3029-2007-PA/TC (Caso: Proyecto Especial de
Infraestructura de Transporte Nacional. Provías Nacional).
3
Cfr. Huerta Guerrero, Luis Alberto.- “Tribunal Constitucional acaba con la institución del precedente
vinculante y se desconoce a si mismo como intérprete supremo de la Constitución”; en
http://blog.pucp.edu.pe/derechoprocesalconstitucional; 13 de Mayo del 2009; Grández Castro, Pedro.- “El
precedente a la deriva. Dialogo con un crítico del Tribunal Constitucional” en Gaceta Constitucional; Tomo
19; Julio del 2009; Gaceta Jurídica; Lima 2009; Págs. 99 y ss.
II). DE LA SENTENCIA EMITIDA EN EL EXPEDIENTE N° 4853-2004-PA/TC A
LA SENTENCIA EMITIDA EN EL EXPEDIENTE Nº 3908-2007-PA/TC Y LOS
CRITERIOS HOY VIGENTES EN MATERIA DE AMPARO CONTRA AMPARO.
Los criterios o reglas que hoy conocemos en materia de amparo contra amparo los
encontramos desarrollados en lo esencial, en la sentencia recaída en el
Expediente N° 4853-2004-PA/TC (Caso: Dirección Regional de Pesquería de la
Libertad) que, como anteriormente se ha indicado, pertenece a la cuarta etapa de
evolución del citado modelo procesal. Ello no obstante, si se habla de una quinta
etapa es porque uno de los citados criterios quedó reformulado al compás de la
Sentencia emitida en el Expediente Nº 3908-2007-PA/TC (Caso: Proyecto
Especial de Infraestructura de Transporte Nacional. Provías Nacional). A ello, por
lo demás, habría que añadirle el desarrollo jurisprudencial que ha venido operando
desde entonces y que como en su momento veremos, ha ido ofreciendo
interesantes novedades.
Aunque ciertamente, algunos de los elementos de raciocinio que hoy existen, los
encontramos desde anteriores etapas del citado modelo procesal, buena parte de
ellos representan una reformulación absoluta de postulados anteriormente
admitidos así como la adopción de algunas premisas totalmente novedosas en el
ámbito de la jurisprudencia.
Esta regla, ya había sido esbozada como tal desde la Sentencia recaída en el
Expediente N° 200-2002-AA/TC.
4
Un ejemplo de esta premisa lo tenemos en la Sentencia recaída en el Expediente N° 1144-2001-AA/TC
(Caso: Universidad Inca Garcilazo de la Vega).
5
Cfr. Sáenz Dávalos, Luis.- “El Amparo contra el Amparo: Reflexiones sobre la viabilidad o no en la
prosecución del amparo como mecanismo de protección constitucional dirigido a enervar lo resuelto en otro
proceso constitucional” en Carpio Marcos, Edgar & Sáenz Dávalos, Luis; El Amparo contra el Amparo (Dos
Versiones sobre un mismo tema); Asociación No hay Derecho; Ediciones Legales Iberoamericana E.I.R.L.;
Lima 2004; Págs. 47-49.
6
Dicho dispositivo establece que “Si el juez al calificar la demanda de amparo considera que ella resulta
manifiestamente improcedente, lo declarará así expresando los fundamentos de su decisión. Se podrá
rechazar liminarmente una demanda manifiestamente improcedente en los casos previstos por el Artículo 5°
del presente Código”.
7
No debe pasarse por alto que, acorde con las Sentencias recaídas en los Exps. Nº 2707-2002-AA/TC (Caso:
SUNAT) y Nº 3846-2004-AA/TC (Caso: Municipalidad Provincial de San Pablo) la previsión según la cual
se declara la improcedencia de procesos constitucionales cuando “Se cuestione una resolución firme recaída
en otro proceso constitucional” no ha sido declarada inconstitucional, sino interpretada como que tal
improcedencia solo se declara cuando el proceso constitucional cuestionado haya respetado los derechos
Compatible con esta misma lógica y muy a pesar del carácter discrecional que
tiene el juzgador en la determinación de costas y costos regulados en el Artículo
56° del mismo cuerpo normativo procesal, somos de la idea que los casos de
amparos contra amparos, tramitados sin sustento adecuado, deben ser asimilados
como temeridad manifiesta y por consiguiente, ser pasibles de las cargas
económicas a las que se refiere dicho dispositivo8.
Un aspecto que en todo caso vale la pena precisar y que marcha a tono con una
nueva regla que más adelante comentaremos, es el que tiene que ver con los
alcances revisores del amparo contra amparo.
fundamentales. Caso contrario y como se reitera, si procede el amparo contra amparo. En tal contexto y al
margen de que quede condicionada, la citada causal de improcedencia si existe y evidentemente podrá ser
utilizada por el juzgador en supuestos como los antes señalados.
8
El precepto en referencia establece en su parte pertinente que “Si el amparo fuere desestimado por el Juez,
éste podrá condenar al demandante al pago de costas y costos cuando estime que incurrió en manifiesta
temeridad”.
judiciales, sobre todo cuando en los procesos constitucionales se trata de
restablecer situaciones producidas a consecuencia de afectaciones a los derechos
constitucionales; c) El principio de oportunidad y eficacia de la protección de los
derechos. Esto está, además, íntimamente vinculado a los principios de
sumariedad o urgencia que caracteriza a los procesos constitucionales, en la
medida en que dejar abierta la posibilidad de amparos sucesivos, terminaría por
desnaturalizar el carácter mismo de los mecanismos destinados a proteger en
forma oportuna y eficaz los derechos más importantes en la sociedad democrática;
d) Finalmente y, en todo caso, quien considere que, después de haberse resuelto
un proceso de “amparo contra amparo”, persiste una situación de lesión a un
derecho fundamental, puede recurrir a los tribunales u organismos internacionales
constituidos según tratados o convenios de los que el Perú es parte, tal como lo
dispone el artículo 205 de la Constitución y el artículo 114 del Código Procesal
Constitucional” (Fundamento 7).
Si bien puede admitirse que un segundo amparo pueda ser utilizado como
mecanismo corrector de un primer amparo, es evidente que tal esquema no puede
desarrollarse ad infinitum. De ser ello así nos encontraríamos en un escenario
absolutamente paradójico (por lo demás, advertido por los juristas que redactaron
el Código)10 en el que un tercer y nuevo amparo podría instrumentalizarse contra
el segundo, uno cuarto y posterior contra el tercero y así sucesivamente.
Queda naturalmente por analizar si el cierre del comentado régimen por vía de la
jurisprudencia, es dentro de una perspectiva ortodoxa, lo más adecuado.
Nosotros, como ya se ha visto, nos inclinamos por la conveniencia de dicha
alternativa, sin dejar de reconocer que el tema es bastante opinable 11 y quien sabe
si merecedor de un futuro esquema en donde más allá de lo que pueda decir la
casuística, sea la ley la que de modo directo, deba otorgar el respaldo más
certero.
Un detalle que en todo caso si nos merece particular esclarecimiento tiene que ver
con las eventuales excepciones que puedan existir a la regla comentada, bajo
supuestos de hecho atípicos o distintos a los que realmente la inspiran. En tales
casos creemos que bien puede hablarse de verdaderas excepciones que operan
dentro de lo que ya de por si resulta excepcional.
En realidad, cuando se postula prohibir un nuevo amparo contra amparo (un tercer
amparo contra el segundo, o uno cuarto contra el tercero) se hace bajo el
supuesto de que los participantes de este último hayan sido los mismos del
anterior proceso constitucional. No tendría ningún sentido establecer prohibiciones
de articulación procesal cuando por ejemplo una de las partes no ha participado,
en alguno de los procesos, sea porque se ha impedido su ingreso, sea porque ha
desconocido por completo la existencia de los mismos.
Este criterio, por lo demás y de modo independiente a que haya sido contemplado
como regla expresa (según se verá más adelante) ya se ha puesto de relieve por
el Tribunal Constitucional en una reciente sentencia como la recaída en el
Expediente Nº 6356-2006-PA/TC (Caso: Raúl Alvarado Calle)
En este caso tenemos una secuela de tres amparos. En el primero de todos ellos
la Asociación de Trabajadores y Jubilados de la Superintendencia Nacional de
Administración Tributaria (entidad corporativa a donde pertenecía don Raúl
Alvarado Calle y otras personas que tenían la condición de pensionistas) obtuvo
una sentencia favorable ante la Corte Superior de Justicia del Callao, de acuerdo
11
Evidentemente lo es, en tanto nadie puede asegurar al ciento por ciento que un amparo corrector no pueda
devenir también en inconstitucional. Sin embargo creemos (como lo hemos afirmado en otro momento), que
si bien dicha posibilidad no es imposible de acontecer, si se relativiza notoriamente, pues en el caso de un
segundo amparo, la finalidad es doble: Por un lado, tutelar los derechos objeto de reclamo, por otro, evitar que
se vuelvan a producir situaciones como las que dieron origen a la anulación del primer amparo. Cfr. Sáenz
Dávalos, Luis.- “El amparo contra el...” en Ob. Cit.; Pág. 54.
con la cual, se ordenaba a la SUNAT la nivelación de las pensiones de sus
respectivos integrantes. En razón de tal pronunciamiento judicial, supuestamente
lesivo de sus intereses, la misma SUNAT interpuso un nuevo proceso (en este
caso, un segundo amparo) alegando la tesis de que las sentencias
constitucionales tienen carácter meramente declarativo y que por consiguiente, no
era posible la ejecución de la sentencia favorable emitida en el primer proceso.
La presente es, en parte, una de aquellas reglas que puede considerarse como
novedosas en el caso del comentado régimen.
Nos advierte al respecto el Tribunal que “Una de las reglas que se estableció en el
expediente N.° 200-2002-AA/TC, para la procedencia del “amparo contra amparo”,
señalaba que sólo ha de proceder contra sentencias constitucionales definitivas,
siempre que aquellas no tengan carácter favorable para la parte actora, ya que de
lo contrario se contravendría el principio de inmutabilidad de la cosa juzgada. Ésta
fue una regla elaborada conforme a lo dispuesto en el artículo 8 de la Ley N.º
23506, que establecía que “la resolución final constituye cosa juzgada únicamente
si es favorable al recurrente” (Fundamento 8).
Ello no obstante “...el Tribunal considera necesario adecuar esta regla a efectos de
optimizar la defensa del contenido constitucionalmente protegido de los derechos
fundamentales que pudieran verse afectados a consecuencia de la actuación de
los órganos judiciales en un determinado proceso. En efecto, la estimación de una
pretensión en un proceso constitucional no puede llevar a suponer, sin más, que
en la tramitación de este haya desaparecido por completo cualquier posibilidad de
afectación a los derechos fundamentales, generándose de esta manera un ámbito
exento de control por parte del Tribunal Constitucional. En otras palabras, el
“amparo contra amparo” no debe habilitarse en función de que el fallo en el primer
amparo sea estimatorio o desestimatorio, sino en función de si puede acreditarse
o no un agravio manifiesto a los derechos constitucionales a consecuencia de la
actuación de los propios jueces constitucionales y cuya intensidad sea tal que
desnaturalice la propia tutela que deba prestarse a través de su actuación”
(Fundamento 9).
Por consiguiente y a juicio del Colegiado “...es razonable que tratándose de una
sentencia estimatoria de segundo grado, cuando se acredite que en la tramitación
se haya producido una violación manifiesta a un derecho constitucional, el
“amparo contra amparo” resulta una opción válida a efectos de optimizar la
defensa de los derechos fundamentales a través de los procesos constitucionales,
sin que su uso pueda suponer, paradójicamente, una nueva afectación”
(Fundamento 10).
El mensaje que tenemos ahora no deja de ser elocuente. Tras haberse superado
el escollo que en el pasado suponía el estado de cosa juzgada absoluta generado
de conformidad con el Artículo 8° de la Ley N° 23506, hoy en día y ante la
inexistencia de una norma con similares alcances, el Tribunal entiende, que el
cuestionamiento constitucional de lo decidido en un primer amparo, no tiene
porque condicionarse al sentido del fallo adoptado. Por consiguiente y al margen
del carácter estimatorio o no en el que haya podido desembocar un amparo, será
perfectamente viable articular un proceso constitucional cuestionador, si es que el
proceso primigenio, naturalmente devino en inconstitucional.
A este respecto es pertinente recordar que cuando se generó por vez primera la
doctrina amparo contra amparo, en el marco del antiguo caso N° 612-98-AA/TC
(Caso Sindicato Pesquero del Perú S.A.), no existió prohibición alguna tendiente a
cuestionar la posibilidad de promover un proceso constitucional contra decisiones
estimatorias derivadas de otro proceso constitucional. Prueba incuestionable de lo
dicho es que el proceso tramitado en este expediente fue dirigido en forma directa
y expresa contra fallos estimatorios12.
Unos años más tarde el Tribunal volvería a ratificar esta misma línea
jurisprudencial en el Exp. N° 1102-2000-AA/TC (Caso: Asociación de Cesantes y
Jubilados de la Contraloría General de la República). En este caso también se
trató de un amparo dirigido contra otro amparo estimatorio, con la única salvedad
de que lo directamente cuestionable no fue exactamente la sentencia que
declaraba fundada una demanda constitucional (por añadidura, declarada de ese
modo por el propio Tribunal Constitucional) sino una resolución incidental que en
vía de ejecución desnaturalizaba precisamente lo decidido por el supremo
interprete de la Constitución. El Tribunal de esta forma se vio obligado a defender
su propia sentencia, distorsionada por el Poder Judicial en vía de ejecución, con
un resultado no solo favorable sino incluso cuasi sancionatorio14.
El caso sin embargo, es que pese a que tal temperamento parecía ser la fuente de
razonamiento del Tribunal, ello no impidió que en determinadas y muy puntuales
controversias, este último se viera en la necesidad de habilitar el consabido
régimen especial directamente contra estimatorios. Por lo menos habrían dos
ocasiones en las que esto sucedería.
12
Un comentario de esta sentencia lo desarrollamos en nuestro trabajo ya citado. Cfr. Sáenz Dávalos, Luis.-
“El amparo contra el...” en Ob. Cit.; Págs. 55-59.
13
En la lógica del antiguo y hoy derogado Artículo 8° de la Ley N° 23506, era posible que ante la inexistencia
de cosa juzgada en casos de desestimatorios, el quejoso pudiera reintentar su reclamo mediante sucesivos
amparos. Por ello no era raro que quien perdía en una primera oportunidad, ganase en la segunda o en la
tercera, sin que ello fuese considerado un hecho anormal.
14
En efecto, en esta ocasión el Tribunal ordenaría que en aplicación del entonces vigente Artículo 11° de la
Ley N° 23506 (equivalente de alguna forma al Artículo 8° del actual Código Procesal Constitucional) se
disponga la remisión de los actuados al Ministerio Público y al Órgano de Control de la Magistratura, a fin de
que procedan con arreglo a sus atribuciones respecto de la dependencia judicial responsable de la vulneración
invocada (Sala Corporativa Transitoria Especializada de Derecho Público de la Corte Superior de Justicia de
Lima).
Lo que se cuestionaba en rigor, de este último, era el hecho de que una Sala del
Poder Judicial haya resuelto de manera cuasi paralela dos procesos
constitucionales similares de manera totalmente contradictoria, sin que existiera de
por medio ningún apartamiento formal de jurisprudencia. Es ante tal situación y en
la lógica que de por medio existía una vulneración del derecho a la igualdad, que
el Tribunal se inclinaría por considerar fundada la pretensión, dejando sin efecto
aquella sentencia emitida vía proceso de cumplimiento cuya inaplicación
precisamente se solicitaba.
Aunque podría decirse que en este segundo proceso lo que estaba en discusión
no era rigurosamente un estimatorio, sino las resoluciones que lo convertían en
irrecurrible, el hecho concreto es que el Tribunal habilitó el amparo como una
manera de sanear las irregularidades de un proceso anterior que, quiérase o no, si
tenía carácter favorable a la parte que lo promovió15.
Parece ser que el tiempo terminaría por reflejar la urgencia de que por lo menos la
regla concerniente con los estimatorios tuviese que reformularse y es esa la razón
principal, por la que la reciente jurisprudencia, acorde con el nuevo marco
procesal, opta por habilitar el régimen especial contra cualquier tipo de resolución,
independientemente de sus alcances.
15
Con esto tampoco estamos diciendo que el proceso de amparo primigenio no haya sido
inconstitucionalmente tramitado, sino simplemente dejando constancia de un hecho objetivo en relación con
la jurisprudencia por entonces existente.
Queda claro por lo demás, que de manera independiente a lo que hayan podido
significar las ventanas que para casos muy especiales el Tribunal optó por abrir, la
vida práctica patentizó la presencia de casos verdaderamente paradójicos en los
que más de un analista se preguntó, si la prohibición de revisar resoluciones
estimatorias (incluso por vía del entonces llamado recurso extraordinario)
resultaba lo más sensato.
Los ejemplos pueden ser muchos, pero queda claro que no existiendo una
disposición como la contenida en el antiguo y hoy derogado Artículo 8° de la Ley
N° 23506, la real dimensión del amparo contra amparo, adquiere uno de sus más
importantes roles protagónicos en su habilitación contra los estimatorios.
Aunque desde luego, muchos podrían decir, que esta fórmula, es una manera de
desvirtuar los alcances del Artículo 202° inciso 2) de la Constitución, conforme al
cual, el Tribunal Constitucional sólo conoce de las resoluciones denegatorias
expedidas en los procesos de tutela de derechos (habeas corpus, amparo, habeas
16
Nos referimos al amparo interpuesto por American Disco S.A. (propietaria del negocio “The Edge”) y
Merchant Invesment Corporation S.A. (propietaria del negocio “The Piano”) contra la Presidencia del
Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y Protección de la Propiedad Intelectual, cuya sentencia,
emitida por la Sala Corporativa Especializada en Derecho Público, revocando la apelada, declaró fundada la
demanda ordenándole a la citada demandada abstenerse de realizar publicaciones, actos, inspecciones,
investigaciones, procedimientos y sanciones contra las citadas recurrentes (Exp. N° 1720-98). Sobre esta
paradójica sentencia se dirían no pocas cosas. Cfr. Espinoza Espinoza, Juan y Sifuentes Domenack, Hugo.-
“Vamos a la Discoteca Cholito!. El derecho a diferenciar vs. La prohibición de discriminar” en Dialogo con
la Jurisprudencia; N° 11, Gaceta Jurídica Lima 1999; Rivarola Reiz, José Domingo .- “Discriminación por
raza: Un peligroso precedente judicial” en Dialogo con la Jurisprudencia; N° 11, Gaceta Jurídica Lima 1999.
17
Tanto el amparo promovido por la ex Congresista Martha Chávez Cossio (Exp. N° 321-97) como el amparo
interpuesto por el ciudadano Santiago Sanguinetti Galindo (Exp. N° 303-97) buscaban que la sentencia
emitida por el Tribunal Constitucional en el Exp. N° 005-96-AI/TC quedara sin efecto por mandato del Poder
Judicial, lo que evidentemente comportaba un absoluto despropósito y una negación de los roles atribuidos al
Supremo Interprete de la Constitución. Sobre lo que significaron estos cuestionables y maniqueos procesos
puede verse: Landa Arroyo, César.- Tribunal Constitucional y Estado Democrático; Págs. 844 y ss.- Abad
Yupanqui, Samuel.- El Proceso constitucional de amparo; Págs. 335-336.
data, proceso de cumplimiento), creemos que ello no es rigurosamente cierto,
pues no se trata en el caso del amparo contra amparo, de una habilitación a partir
de una lectura contraria a lo dispuesto en la citada cláusula, sino de una
interpretación en función de lo que a contrario sensu se entiende por el llamado
procedimiento regular al que se refiere el Artículo 200° inciso 2) último párrafo de
la misma norma fundamental.
En lo que va del desarrollo del esquema procesal iniciado con la Sentencia 4853-
2004-PA/TC, han sido dos las ocasiones en las que el Tribunal Constitucional se
ha pronunciado anulando sentencias estimatorias, tras considerarlas
inobjetablemente inconstitucionales.
Un segundo proceso de amparo que al hilo del nuevo precedente se dirige contra
estimatorias, es el que ha sido resuelto en el Exp. Nº 6356-2006-PA/TC (Caso.
Raúl Alvarado Calle) que ya ha sido comentado.
Por sobre lo ya señalado, bastará con advertir que en este segundo proceso, se
ha dejado sin efecto, no sólo una medida cautelar favorable expedida por la Corte
Suprema durante la secuela de un proceso constitucional, sino la totalidad del
proceso constitucional en el que se origina dicha providencia.
Al respecto y si como más adelante se verá, una de las nuevas reglas del amparo
contra amparo, establece su procedencia excepcional contra desestimatorios en
los casos en que quien haya sido parte en el proceso, por razones extraordinarias
no haya podido acceder al recurso de agravio constitucional, ello querría significar
que, prima facie, el contra amparo respecto de desestimatorios, ya no sería
posible como regla general. Argumento a favor de dicha postura sería el de que
para tal efecto, existiría ya reservado el recurso de agravio constitucional.
Ello no obstante, es interesante advertir que aunque la descrita parece haber sido
la intención original con la que fue concebida la sentencia recaìda en el Exp. Nº
4853-2004-AA/TC, la práctica jurisprudencial no solo parece haberla rebasado,
sino y por sobre todo, otorgado un desarrollo distinto.
Añade que “Sólo así los derechos fundamentales alcanzan verdadera eficacia
normativa vertical, vinculando a todos los poderes del Estado, incluidos los
órganos del Poder Judicial. Esto además en el entendido de que el ámbito de
protección del proceso constitucional de amparo no se limita solamente a la tutela
del derecho al debido proceso, sino que se extiende de conformidad con el artículo
200.2 de la Constitución a todos aquellos derechos fundamentales que no son
objeto de tutela por el proceso constitucional de hábeas corpus y hábeas data.
Nada justifica por tanto, que el objeto de protección en el “amparo contra amparo”
se reduzca sólo a los aspectos formales del debido proceso” (Fundamento 14).
Lo que sin embargo, pocos parecen haber percibido, es que tras el reconocimiento
de esta nueva regla no se esta diciendo simplemente que los referentes objeto de
enjuiciamiento se refieren a aspectos que rebasan la concepción formal o
procedimental del debido proceso, sino que de ahora en adelante se ingresa a un
escenario de expansión fiscalizadora de alcances no solo amplios, sino en algunos
casos, verdaderamente indeterminados.
Lo primero que habría que precisar es que aunque naturalmente, nadie pretende
colocar en tela de juicio la eficacia de los derechos sobre la totalidad de poderes
públicos, autoridades y sobre todos los individuos o sujetos de derecho de
carácter particular, se omite considerar que la fórmula de fiscalización articulada
para cada caso, no siempre resulta ser la misma.
Si el raciocinio condujera a postular una sola y única técnica de control para todos
los supuestos, ello significaría que el enjuiciamiento de un juez o de una autoridad
corporativo particular, sería prácticamente idéntica, sin tomar en cuenta las
radicales diferencias en el estatus de cada sujeto de control y los principios
propios del marco en el que estos se desenvuelven. Una lógica absolutamente
unilateral, llevaría a extremos como los de postular, por citar un ejemplo, una
misma técnica de control difuso para jueces y autoridades administrativas o
incluso para particulares, cuando se sabe que los escenarios de desenvolvimiento
no son iguales para cada uno de estos casos.
La idea como es obvio, no es negar el control que, quiérase o no, debe darse de
alguna forma (no en vano, la Constitución vincula a todos) sino el tipo de
mecanismos de fiscalización a implementarse. Pero si a la inversa de la lógica
descrita, todos los instrumentos de revisión respondieran a una misma consigna,
sin importar matices ni particularidades, nos podríamos encontrar con verdaderas
paradojas en el camino, empezando por el propio Tribunal Constitucional, quien no
tendría que verse privilegiado, como hasta ahora ha venido sucediendo20.
18
Un comentario a esta interesante aunque (de alguna forma) polémica sentencia, lo encontramos en León
Vásquez, Jorge.- “El control constitucional de las resoluciones judiciales. Notas a la Sentencia 3179-2004-
AA/TC del 02 de Octubre del 2006” en Dialogo con la Jurisprudencia. Actualidad, Análisis y Crítica
Jurisprudencial, Año 12, N° 100; Lima Enero del 2007, Págs. 39 y ss.
19
Posición que por otra parte no es desconocida. Desde hace algún tiempo atrás ha venido siendo impulsada,
por algunos distinguidos colegas en la idea de que tal perspectiva supuestamente permitiría ser más
consecuente con la lógica de vinculatoriedad absoluta que nos ofrece la norma fundamental. Cfr. Carpio
Marcos, Edgar.- “El Amparo contra el Amparo” en Carpio Marcos, Edgar y Sáenz Dávalos, Luis; El Amparo
contra el Amparo (Dos versiones sobre un mismo tema), Págs. 23-26.
20
En efecto, si se insiste en maximizar la idea de un control igualitario para todos, no vemos porque no
tendría que decirse lo mismo del propio Colegiado constitucional, quien bajo ciertos contextos también podría
convertirse en un transgresor de los derechos fundamentales (Cfr. Gonzales Pérez, Jesús.- “Las violaciones
del derecho al Proceso Debido por las jurisdicciones instituidas para su protección” en Ferrer Mac-Gregor,
Eduardo (Coordinador), Derecho Procesal Constitucional, Tomo II, 3º Edición, Colegio de Secretarios de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, Editorial Porrúa, México 2002, Págs. 2061 y ss.). Sin embargo, si se
En dicho contexto y aunque difícilmente se podría cuestionar un control
constitucional sobre las decisiones judiciales, no es por un capricho que la
jurisprudencia y la doctrina, han ideado desde hace mucho tiempo, la presencia de
ciertos criterios. El principal de todos ellos, tiene que ver con su reconducción a
determinados referentes como el debido proceso y la tutela jurisdiccional efectiva,
en la idea de que tales atributos son aquellos que garantizan el adecuado
comportamiento de los jueces al interior de los procesos.
crea un régimen especial para el Tribunal Constitucional (que sigue siendo regla, como lo veremos mas
adelante) es porque se reconocen sobre el mismo determinados principios que le confieren una suerte de
protección especial, de la que paradójicamente (y contra el razonamiento utilizado en el caso Apolonia
Ccollcca) carecen otros organismos.
21
Cfr. Sáenz Dávalos, Luis.- “El debido proceso sustantivo y su aplicación como referente de los procesos
estrictamente judiciales a la luz de una reciente sentencia del Tribunal Constitucional” en Revista Peruana de
Jurisprudencia, N° 35, Lima, Enero del 2004, Págs. 3 y ss.
Muchos pueden preguntarse porque este y no otro es (o ha sido hasta hace poco)
el alcance fiscalizador en el ámbito de la jurisdicción. La respuesta es muy simple.
Porque uno de los principios (y a la par uno de los derechos) que confiere un
sentido de solidez a lo que representa dicha función es la intangibilidad de la cosa
juzgada, atributo que si esta en la Constitución no es por un simple capricho, sino
por la necesidad de consolidar o dotar de ciertas garantías a la responsabilidad
ejercida por los jueces. Dicho principio (y también derecho), va de la mano con la
llamada seguridad jurídica, atributo que siendo implícito en su estructura es a su
vez revelante en el contexto de lo que representa el Estado de Derecho.
Ahora bien, puede que en el fondo la discusión resulte para muchos ociosa, pues
sea que se controle las resoluciones judiciales sobre la base de una invocación a
derechos constitucionales sustantivos o sea que se fiscalice las sentencias
tomando como referencia un ámbito sustantivo en el derecho al debido proceso, el
camino inevitablemente, ha de conducir hacia el mismo resultado (control de lo
directamente resuelto). Sin embargo, no creemos que haya sido descabellado (por
lo menos en la forma en que lo plantea el Tribunal) optar por un modelo
jurisprudencial en el que los referentes siempre fueron los derechos
constitucionales de naturaleza procesal, pues ello ha respondido a un esquema
derivado de la propia Constitución y del cuadro de valores que como ya se ha
visto, aquella propone.
Lo que si nos parece, a despecho de la buena intención que pueda exhibirse por
el Tribunal, es que en la manera como ha quedado diseñado el modelo de control,
pueden generarse ciertos riesgos sobre los que a corto plazo, convendría
reflexionar. En efecto, si una decisión judicial puede cuestionarse por el solo
hecho de vulnerar un derecho constitucional sustantivo (en la lógica de que ello es
22
Nocreemos, por consiguiente, que la alternativa del debido proceso sustantivo haya sido una respuesta
forzada a las supuestas insuficiencias del modelo recogido (Cfr. Carpio Marcos, Edgar.- “El amparo contra el
Amparo”, Ob. Cit.- Pág. 25) sino la manera más sensata de desarrollar la opción a la que conducía un
esquema constitucional (y también legal) en el que se ponderaba la importancia de institutos como la cosa
juzgada y la seguridad jurídica.
también proceso irregular), bastaría que el justiciable invoque cualquier derecho
reconocido en la constitución para traerse abajo, o cuando menos generar
controversia o conflicto, respecto de cualquier proceso ordinario. Como nunca
antes, la cosa juzgada podría verse devaluada en un contexto en que el litigante
(tan propenso a constitucionalizar todo tipo de reclamo) vería en la nueva opción,
una puerta de acceso a las infinitas instancias y desde luego un sacrificio de la
Justicia en manos del tiempo artificialmente ganado.
Nos parece que lo más acertado hubiese sido habilitar el régimen especial, no en
defensa directa de los derechos constitucionales distintos a los procesales, sino en
relación con lo que pueda representar la dimensión sustantiva del debido proceso.
Ello a nuestro entender, hubiera permitido que el ámbito de control, no se viera
como algo desmesurado y peligroso, sino como una técnica que siendo radical en
sus alcances, no signifique tampoco un debilitamiento, cuando no un
desconocimiento total, de la cosa juzgada y el principio de seguridad jurídica.
Añade asimismo que “Todo lo anterior no excluye..., que los jueces del Poder
Judicial, que también son jueces de la Constitución, en la medida en que deben
aplicarla como norma suprema del Estado en los casos que conocen, puedan
también participar en esta labor de integración e interpretación en aras de dar una
mayor y más amplia protección a los derechos fundamentales. En cualquier caso,
las relaciones entre la interpretación del Tribunal Constitucional y la que realice el
juez ordinario deben orientarse, en estos casos, por el principio de mayor
protección y más amplia cobertura que pueda brindar determinada interpretación
en un caso concreto. De este modo, las decisiones del Tribunal Constitucional
alcanzan el máximo grado de vinculación cuando ofrecen una mejor protección a
los derechos en cuestión, mientras que, si es posible que en un caso concreto la
interpretación realizada por el Tribunal puede ser optimizada con la intervención
de los jueces del Poder Judicial, el grado de vinculación disminuye a efectos de
incorporar la mejor interpretación que objetivamente ponga de manifiesto la mayor
protección que pueda brindar a un bien constitucional determinado” (Fundamento
16).
A los efectos de poder entender esta regla en sus verdaderos alcances, conviene
precisar que el propio Colegiado, desde hace ya algún tiempo atrás, nos ha venido
ofreciendo una distinción entre lo que constituye la llamada doctrina constitucional
vinculante y lo que supone el precedente de obligatoria observancia. Mientras que
por la primera se entiende los diversos criterios que el Tribunal desarrolla en los
distintos ámbitos del derecho a consecuencia de su labor en cada caso que va
resolviendo, el segundo implica una capacidad para poder extraer normas de
obligatoria observancia, a partir de determinados casos concretos. Ambas
categorías se encuentran previstas como fórmulas en el Título Preliminar del
Código Procesal Constitucional. La doctrina constitucional vinculante en el Artículo
VI y el precedente en el Artículo VII23.
23
Esta distinción la tenemos desarrollada en la sentencia recaída en el Exp. N° 3741-2004-AA/TC (Caso:
Ramón Hernando Salazar Yarlenque). Por otra parte y desde la perspectiva doctrinaria ha sido también
explicitada en diversos trabajos, entre los que podemos mencionar: Rodríguez Santander, Roger.- “El
precedente constitucional en el Perú: Entre el poder de la historia y la razón de los derechos”; Grandez Castro,
Pedro.- “Las peculiaridades del precedente constitucional en el Perú”; Adrian Coripuna, Javier.- “La
jurisprudencia vinculante de los altos tribunales como límite al principio de independencia judicial”. Cfr.
Carpio Marcos, Edgar & Grandez Castro, Pedro (Coordinadores); Estudios al precedente constitucional;
Palestra Editores, Lima Febrero del 2007. Págs. 58 y ss, 92 y ss, 118 y ss, respectivamente.
En primer lugar, formarían parte de la doctrina constitucional vinculante todas
aquellas interpretaciones que de la Constitución ha realizado el Tribunal tras
conocer de los diversos procesos de defensa de la Constitución, sea que estos
tengan por objeto tutelar su parte dogmática (procesos constitucionales de la
libertad) sea que tengan por finalidad proteger su parte orgánica (procesos
constitucionales orgánicos).
A simple vista, la fórmula utilizada parece ser la acertada. Lo que sin embargo
parece no muy claro de percibir es que aunque nadie puede discutir la importancia
de interpretar toda norma infraconstitucional de conformidad con la Constitución,
24
Sin ánimo de ser exhaustivos, podría verificarse tales situaciones en algunas causas como por ejemplo las
tramitadas en el Exp. N° 2876-2005-PHC/TC (Caso: Nilsen Mallqui Laurence y otro) y el Exp. N° 2086-
2005-PHC/TC (Caso: Jaime Walter Correa Campos), referidas al rechazo liminar en materia de habeas
corpus, o entre el Exp. N° 3179-2004-AA/TC (el ya citado Caso Apolonia Ccollcca) y el Exp. N° 1209-2006-
AA/TC (Caso: Compañía Cervecera Ambev Perú S.A.C.), concernientes con el control constitucional sobre
las resoluciones judiciales ordinarias.
25
Fórmula que se ha visto ratificada a través del Artículo 13° del Reglamento Normativo del Tribunal
Constitucional aprobado mediante Resolución Administrativa N° 095-2004-P/TC del 14 de Septiembre del
2004 (modificado por la Resolución Administrativa N° 016-2006-P/TC del 27 de Enero del 2006) y que a la
letra dice “Los procesos referidos en el artículo 11º, iniciados ante las respectivas Salas de las Cortes
Superiores, y todos los que, al ser resueltos, pueden establecer jurisprudencia constitucional o apartarse de
la precedente, deben ser vistos por el Pleno, a petición de cualquiera de sus miembros. En tales casos se
procede conforme al artículo 5º de la Ley Nº 28301”.
no siempre el auscultamiento que de la ley practica el Tribunal, puede
considerarse la única forma de verificar un resultado legítimamente constitucional.
Dicho de otro modo, aunque pueda existir una lectura de la ley acorde a la norma
fundamental y predicada por el supremo Colegiado, ello no tiene porque excluir
otras eventuales lecturas de la misma norma legal igual de compatibles con lo
señalado por la Constitución.
Acertado si nos parece el segundo párrafo que contempla esta segunda opción.
En efecto, muy distinto es el caso, cuando de las interpretaciones que realice el
Poder Judicial, puedan desprenderse conclusiones opuestas (de una forma o de
otra) a lo sostenido precedentemente por el Tribunal (si por ejemplo y como aquí
se señala, este ha validado una norma). En tal supuesto, no cabe la menor duda
que lo que ha de prevalecer, es lo que a fin de cuentas pueda considerar el
Supremo Colegiado. Contrario sensu y de no respetarse dicha perspectiva, será
perfectamente viable articular el régimen especial.
Una de las novedades más importantes que nos ofrece el nuevo esquema es esta
sexta regla que abarca dos supuestos. El que tiene que ver con la posición
especial del tercero o sujeto extra procesal cuyos derechos puedan verse
afectados a instancias de lo que sucede en un proceso constitucional en el que no
participa y el que se refiere al recurrente que por razones ajenas a su voluntad no
haya podido acceder al recurso de agravio constitucional.
“En este sentido el “amparo contra amparo” habilita al tercero afectado, cuya
participación haya sido rechazada en el primer amparo, o cuando, por
desconocimiento probado, éste no haya tenido ocasión de solicitar su intervención
en el trámite del primer proceso. En estos supuestos, dentro del plazo que
establece el artículo 44 del Código Procesal Constitucional para el caso del
amparo contra resoluciones judiciales, el tercero afectado en el ejercicio de sus
derechos fundamentales a consecuencia de la decisión desestimatoria, puede
presentar un nuevo amparo cuestionando dicha decisión, siempre que esta no
haya sido confirmada por el Tribunal Constitucional, tras haberse interpuesto el
respectivo recurso de agravio constitucional” (Fundamento 19).
“Por ello se puede admitir un nuevo amparo frente a una resolución desestimatoria
de segundo grado en los siguientes supuestos: (1) el caso del tercero que no ha
participado en el primer proceso, bien por no haber sido admitido como parte en el
primer amparo, pese a contar con los presupuestos procesales para ello, bien por
desconocimiento del trámite al no habérsele notificado como correspondía en su
calidad de litisconsorte necesario. En este supuesto, la decisión desestimatoria de
segundo grado le ha producido agravio sin que pueda ejercer su derecho de
defensa; y (2) el caso de quien, habiendo sido parte en el proceso, no ha podido
interponer el recurso de agravio en su oportunidad, sea por no habérsele
notificado oportunamente la sentencia desestimatoria o porque, pese a haber sido
notificado, no ha podido conocer de su contenido por alguna imposibilidad material
debidamente acreditada” (Fundamento 20).
Uno y otro supuesto evidentemente han sido siempre necesarios (y por lo demás,
la jurisprudencia se ha encargado de desarrollarlos y en muchos casos,
perfeccionarlos), pero lo que nunca había sido previsto, era lo que sucedía en
aquellas hipótesis en las que el juez constitucional no reparaba en la necesidad de
habilitar a terceros o reparando en ella no permitía el acceso al proceso. Tampoco
se pensó en lo que ocurría cuando los citados terceros jamás solicitaron su
incorporación fundamentalmente debido a un desconocimiento total del proceso.
En todos estos casos, por lo general, la situación era bastante dramática. Si había
denegatoria en el acceso, el afectado observaba con impotencia y no poca
26
Dice el citado dispositivo “Cuando de la demanda apareciera la necesidad de comprender a terceros que
no han sido emplazados, el juez podrá integrar la relación procesal emplazando a otras personas si de la
demanda o de la contestación aparece evidente que la decisión a recaer en el proceso los va a afectar”.
27
Establece la citada norma que “Quien tuviese interés jurídicamente relevante en el resultado de un proceso,
puede apersonarse solicitando ser declarado litisconsorte facultativo. Si el Juez admite su incorporación
ordenará se le notifique la demanda. Si el proceso estuviera en segundo grado, la solicitud será dirigida al
Juez superior. El litisconsorte facultativo ingresa al proceso en el estado en que se encuentre...”.
desesperación, como se resolvía su situación a sus espaldas. Situación no menos
injusta acontecía en los casos en que el proceso se tramitaba con total
desconocimiento de los terceros. Estos solo se enteraban de la afectación a sus
derechos cuando el proceso había culminado y la sentencia venía siendo
ejecutada. Irónicamente nada podía intentarse en tales situaciones, pues el
circuito procesal había precluido en todas sus fases, sin la posibilidad de
impugnatorio alguno.
El nuevo régimen, como es fácil de apreciar, abre una puerta para corregir tales
excesos y lo hace de la única manera en que de verdad podía intentarse,
mediante el ejercicio de un nuevo proceso constitucional cuestionador de aquel
otro proceso llevado al margen o a las espaldas del tercero.
Agrega sin embargo la sentencia que en los casos en que se intente un amparo
contra amparo dentro de los alcances de esta nueva regla, los afectados lo
tendrán que hacer dentro de ciertos límites. El primero de ellos tiene que ver con
la sujeción al plazo de prescripción previsto en el Artículo 44° del Código Procesal
Constitucional para el caso de los procesos constitucionales contra resoluciones
judiciales (30 días hábiles) y el segundo con el respeto a otra regla del nuevo
régimen que comentaremos más adelante, y que exige que en la decisión
cuestionada, no haya tenido participación el Tribunal Constitucional.
En este caso, el raciocinio se orienta a evitar el perjuicio para quienes tras haber
participado del proceso constitucional en sus primeras etapas, se encuentren con
imprevistos ajenos a su voluntad que dificulten su acceso directo al Tribunal
Constitucional.
Por lo demás y aunque podría pensarse que hipótesis como las descritas con
anterioridad podrían dar lugar a eventuales recursos de queja susceptibles de ser
puestos en conocimiento del supremo Colegiado (de conformidad con el Artículo
19° del Código Procesal Constitucional)28, ha querido la sentencia reparar en la
28
Conforme a dicho dispositivo “Contra la resolución que deniega el recurso de agravio constitucional
procede recurso de queja. Este se interpone ante el Tribunal Constitucional dentro del plazo de cinco días
siguientes a la notificación de la denegatoria. Al escrito que contiene el recurso y su fundamentación, se
magnitud de tales incidencias, con miras a que las mismas, por sus características
especiales, puedan ser analizadas en un nuevo proceso constitucional. De esta
forma, lo que queda reservado para el consabido mecanismo impugnatorio
(recurso de queja) solo estará referido a aspectos de carácter esencialmente
formal.
anexa copia de la resolución recurrida y de la denegatoria, certificadas por abogado, salvo el caso del
proceso de habeas corpus. El recurso será resuelto dentro de los diez días de recibido, sin dar lugar a
trámite. Si el Tribunal Constitucional declara fundada la queja , conoce también el recurso de agravio
constitucional, ordenando al juez superior el envío del expediente dentro del tercer día de oficiado, bajo
responsabilidad”.
Constitucional. Ello según se nos explicaba29, residía en el hecho de que las
reglas constitutivas del precedente no admitían variable interpretativa alguna, sino
que exigían su inmediato cumplimiento. En tales circunstancias, su eventual
vulneración, más que una litis o discusión, debía ser puesta en directo
conocimiento del Supremo Interprete de la Constitución.
Esta perspectiva se considera hoy en día superada y ha sido sustituida por una
totalmente distinta, en la que como ya se ha glosado, se postula que una eventual
violación del precedente constitucional vinculante, no puede ser sino, materia de
un nuevo proceso constitucional.
30
El lector interesado, sin embargo, puede consultar un análisis bastante agudo de ambas posturas en el
reciente trabajo de Castillo Córdova, Luis.- “El adiós al precedente vinculante a favor del precedente” en
Gaceta Constitucional; Tomo 17, Mayo del 2009; Gaceta Jurídica; Lima 2009; Págs. 95 y ss.
31
Cfr. Sáenz Dávalos, Luis.- “Los nuevos derroteros del Amparo contra Amparo…”; Ob. Cit.; Págs. 120-122.
perspectiva de proceder sobre algo tan fundamental a la par que constitucional,
como el procedimiento preestablecido por la ley.
32
Todavía esta fresca la discusión generada por la Sentencia emitida en el Expediente 006-2006-PC/TC,
donde el Tribunal Constitucional, en aras de defender sus precedentes anulo una buena cantidad de sentencias
constitucionales a las que consideró transgresoras de sus precedentes, sin percatarse que muchas de esas
sentencias fueron obtenidas desde mucho antes que existieran tales precedentes. Un inventario crítico de esta
Sentencia y de sus incidencias lo tenemos en Garcia Belaunde, Domingo (Coordinador).- ¿Guerra de las
Cortes? A propósito del proceso competencial entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial; Cuadernos de
Análisis y Crítica a la Jurisprudencia Constitucional; Nº 4; Palestra Editores, Lima 2007.
inadecuada, de lo contrario el propio Tribunal Constitucional no la hubiera
convalidado como lo ha hecho, a través de su jurisprudencia.
Que lo dicho seguramente supondrá una mayor dosis de tiempo, es probable, pero
ello no significa que por evitar el derrotero de tiempo que implica cada proceso, se
pretenda convertir la Justicia Constitucional en un instrumento de actuación
arbitraria, donde el análisis de los temas se sujetan a un simple proceso de cotejo
sobre la observancia o no de una regla, sin tomar en cuenta la controversia que
subyace a la decisión de no aplicar un precedente.
Con el advenimiento de esta nueva tesis, el amparo contra amparo queda pues
ampliado o fortalecido, descartándose con ello un debilitamiento en los
mecanismos de tutela o preservación de la norma constitucional.
Según se refiere en la sentencia “En ningún caso puede ser objeto de una
demanda de “amparo contra amparo” las resoluciones del Tribunal Constitucional,
en tanto instancia de fallo última y definitiva en los procesos constitucionales”
(Fundamento 39, Acápite B, Numeral 1, epígrafe c).
33
Cfr. Sáenz Dávalos, Luis.- “El amparo contra el ...” en Ob. Cit.; Págs. 53-54.
No es este el momento preciso para realizar un análisis pormenorizado de los
aspectos opinables que pueda encerrar la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional peruano, como la de otros tribunales o cortes existentes en el
mundo, pero queda claro que no hay modelo que pueda reputarse perfecto, ni
presunción alguna que permita considerar al ciento por ciento, que un Tribunal de
defensa de la Constitución es incapaz de equivocarse o de no incurrir en excesos
o arbitrariedades34.
Aunque desde luego, muchas veces el derecho esta construido sobre la base de
las consabidas presunciones, las que bajo ciertos contextos adquieren el carácter
de un dogma, nos parece que lo más correcto, no es utilizarlas como un referente
único y excluyente, sino más bien, como uno de los tantos argumentos pasibles de
considerar, sin que tampoco y como es obvio, ello signifique un reconocimiento de
prioridad o mayor importancia.
Mas sugerente (y desde luego más acertado) nos parece estimar que la razón por
la que los fallos del Tribunal no debieran ser susceptibles de revisión mediante el
amparo contra amparo, radicaría en la necesidad de garantizar la seguridad
jurídica, a partir de un momento en el que ya no sea posible dejar abierto el ciclo
de control.
Como es bien sabido, al interior del derecho toda construcción tiene un límite
final, fuera del cual, ya no resulta posible seguir efectuando extensiones. De no
ser así la Constitución no tendría porque ser la norma suprema, sino uno más de
los tantos escalones a los que conducirían interminables construcciones jurídicas.
Con la lógica de que nada es definitivo, ningún tema quedaría resuelto y los
mecanismos jurídicos, más que fórmulas de solución, serían parte de un círculo
eternamente vicioso
34
Comentando sobre la incidencia que tiene la tutela judicial en el comportamiento de los órganos que
administran Justicia, Jesús Gonzáles Pérez nos advierte que “...es en el ámbito de las lesiones de este derecho
donde se manifiesta de modo más evidente la deficiencia de la Justicia constitucional para una eficaz
protección de estos derechos frente a los jueces y tribunales de estos distintos órdenes. Y, lo que es mas grave,
son los propios Tribunales constitucionales los que incurren a veces en flagrantes violaciones.” Cfr. “Las
violaciones del derecho al proceso debido por las jurisdicciones instituidas para su protección” en Ferrer Mac-
Gregor, Eduardo; Ob. Cit.; Tomo II, Pág. 2063.
Bajo tales circunstancias el Tribunal Constitucional, es quien tiene a su cargo (por
lo menos en lo que respecta a la sede interna) oficiar como el órgano de clausura
en materia de control. Suya es la última palabra, no porque se presuma que todo
lo hace bien, sino porque alguien tiene cerrar el circuito y a la par, garantizar la
seguridad jurídica. Su posición en el último de los niveles, no es por tanto un
capricho del sistema, sino una consecuencia lógica de nuestra confianza en el
Estado Constitucional de Derecho y en los roles que este asigna al Tribunal.
Desde luego, hubiese sido pertinente que la sentencia lo dijera de un modo mucho
más preciso y esclarecedor. Sabemos que es el intérprete supremo de la
Constitución, pero a veces es bueno justificarlo ante el ciudadano, antes que
simplemente proclamarlo.
Regla que hay que reconocerlo, no nació del espíritu de la sentencia recaída en el
Exp. Nº 4853-2004-AA/TC, sino que ha sido fruto de la casuística y del desarrollo
estrictamente jurisprudencial que se le ha dispensado, ha sido esta última,
conforme a la cual, se habilita el amparo contra amparo para cuestionar las
inconstitucionalidades acontecidas durante cualquier fase o etapa del proceso
constitucional.
En efecto, con independencia del camino seguido por el amparo contra amparo el
Tribunal emitió en un principio y en dos momentos distintos sendas resoluciones
con las que intento responder a parte de los problemas originalmente suscitados
en fase de ejecución (sentencias que no se cumplen, sentencias que se cumplen
solo parcialmente, sentencias cuyo cumplimiento resulta opuesto a los reales
mandatos con los que fueran establecidas). Así y mediante la resolución recaída
en el Exp. Nº 0168-2007-Q/TC (Caso: Banco Continental) desarrollo la tesis de
que en los casos en los que el juez de ejecución desnaturalice las sentencias del
propio Tribunal, el afectado tendrá la posibilidad de acceder directamente a dicho
órgano colegiado a través del recurso de agravio constitucional. Posteriormente y
mediante la resolución recaída en el Exp. Nº 0201-2007-Q/TC (Caso: Asociación
Pro vivienda Vecinos de la Urbanización Neptuno) amplio el criterio antes descrito
para aquellos supuestos en los que las vulneraciones en vía de ejecución
recaigan, ya no solo respecto de las decisiones del Tribunal, sino de aquellas
provenientes del Poder Judicial. En uno y otro caso y de aceptarse el respectivo
agravio, sería el Tribunal Constitucional el que finalmente verificaría si las
sentencias constitucionales, resultaban o no acatadas.