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La moral por su parte (y aun cuando está estrechamente ligada la ética) obedece a una serie
de principios, preceptos, doctrinas y patrones de conducta establecidos por costumbres,
valores e ideales de lo que consideramos una vida buena. Así pues, la moral establece
códigos que orientan nuestra conducta y guían los actos tendientes al bien.
¿Es posible que los diferentes códigos de ética y los reglamentos elaborados por los
comités de ética dentro de los sectores políticos y públicos contribuyan en la
construcción de una ética civil?
Existe aquí una contradicción entre el espíritu de lo que se legisla o se regla para el
funcionamiento ético de una corporación y lo que se interpreta para hacer cumplir o velar
que se adopte de manera adecuada dicho reglamento, ¿por qué?, sencillamente porque la
interpretación permite ese juego de lo que debería ser y lo que en realidad sea evidenciable
en el acomodar la norma para el beneficio. Si bien el código de ética y el reglamento
buscan establecer unos patrones de conducta y unas normas básicas de convivencia, no es
menos cierto que son orientaciones y ellas implican muchas veces la dependencia de la
disposición de la persona.