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1319
1. Introducción
El Código aporta sistematización respecto de tres figuras que se entremezclaban en el Có-
digo de Vélez, ellas eran: representación, poder y mandato. La regulación del contrato de
mandato, en líneas generales, se basa en el Proyecto de 1998 (arts. 1241 a 1257).
Si bien excede a la finalidad de este comentario ahondar en los numerosos desarrollos
doctrinarios que desde fines de s. XIX vienen delimitando los contenidos y alcances de
estos tres conceptos, es pertinente reseñar el modo en el cual estaban regulados y la
solución que brinda el nuevo ordenamiento.
Se trataba de un contrato de colaboración, que poseía regulación tanto en el Código Civil
(art. 1869 a 1985 CC), como en el Código de Comercio (arts. 221 a 231 CCom.). El Código
Civil en el art. 1869 brindaba una definición de mandato con representación, sin realizar
distinciones entre los institutos del mandato, como negocio base con el cual puede vin-
cularse el apoderamiento y el acto unilateral de apoderamiento del cual emerge la repre-
sentación. (3) La doctrina indicaba que la interpretación armónica entre los artículos 1869
y 1929 del CC daba como resultado que la representación no era un elemento esencial del
contrato mandato, sin perjuicio de lo cual requería de un esfuerzo interpretativo al estar
—los conceptos— utilizados inequívocamente, a lo largo de todo el articulado referido a
la figura contractual bajo análisis.
Así, a partir de Vélez, cada iniciativa de reforma —Anteproyecto de Bibiloni de 1936, el
de 1954, y los proyectos de 1987, 1993 y 1998— coincidió en la conveniencia de propiciar
la regulación diferenciada entre las figuras de mandato (como idea de encargo o ges-
tión) y representación (actuación a nombre de otro), aun cuando previeran normarlas
con diferentes grados de claridad o distinción. Por su parte, el Código de Comercio
también regulaba el mandato definiéndolo como aquel contrato a través del cual una
persona se obligaba a administrar uno o varios negocios lícitos de comercio, que otro
le encomendaba.
(*) Comentarios a los arts. 1319 a 1334 elaborados por María Paula Pontoriero.
(3) Bibiloni, Juan A., Anteproyecto de reformas al Código Civil argentino, t. II, Bs. As., Kraft, 1939, p. 389.
2. Interpretación
El artículo bajo análisis define al mandato como aquel contrato en el cual una parte (man-
datario) se obliga a realizar uno o más actos jurídicos en “interés” de otra (mandante).
De esta definición se desprende una gran diferencia respecto del art. 1869 CC —que es su
antecedente legislativo inmediato—, al no aludirse a la necesidad de otorgamiento de po-
der como requisito de formación del contrato, eliminando de la definición legal la función
representativa por cuanto ésta no es de la esencia del mandato. La definición al referir al
“interés” alude tanto al acto gestionado mediante la representación, como al efectuado
en colaboración de otro. (5)
En este reordenamiento conceptual el CCyC regula —de modo independiente— un man-
dato con representación o sin ella en artículos sucesivos (arts. 1320 y 1321).
El mandato es una típica figura de colaboración, que posee gran desarrollo y proyección
en el tráfico negocial moderno. En cuanto a sus caracteres, el contrato es consensual,
bilateral, no formal y oneroso (conf. art. 1322 CCyC). Parte de la doctrina indica que tiene
—además— carácter preparatorio, en cuanto su finalidad es hacer posible la conclusión
de los actos jurídicos que se encargan por su intermedio. Este tipo de contratos se ce-
lebra como medio para hacer otra cosa: el interés al que alude el concepto de mandato
no se identifica con el de la voluntad, ni con el objeto: se refiere al asunto gestionado
mediante la representación, o a lo buscado mediante la colaboración de otro. (6)
Respecto del objeto, el nuevo ordenamiento, al igual que el CC, alude a actos jurídicos
(art. 259 CCyC), de modo que no recae sobre actos materiales, los cuales se rigen por
normas especiales como el contrato de locación servicios, de obra, el contrato de trabajo,
etc. Por lo demás deben aplicarse, al análisis del objeto del contrato, las reglas generales
para todos los contratos (v. gr. art. 1003 CCyC y ss.)
En su segundo párrafo el art. 1319 CCyC regula acerca de la formación del contrato. In-
dica, en primer lugar, que puede concretarse de modo expreso o tácito, previsión que
debe integrarse en su interpretación con lo normado y comentado en la parte general
del CCyC, especialmente arts. 262, 263 y 264 que contienen los principios generales
sobre manifestación de la voluntad.
En su última parte el art. 1319 CCyC prevé dos supuestos particulares: por un lado, indica
que se entenderá como mandato tácito el supuesto en el cual alguien tome conocimiento
de que otro está realizando un acto jurídico en su interés y, pudiendo impedirlo, no lo
(4) Allí se encuentran definidos aspectos relevantes, como el relativo a la forma pues, como establece
el art. 363, “El apoderamiento debe ser otorgado en la forma prescripta para el acto que el represen-
tante debe realizar”.
(5) Lorenzetti, Ricardo L., Tratado de los contratos, t. II, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni Editores, 2000, p. 224.
(6) Lorenzetti, Ricardo L., Contratos, t. I: Parte especial, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni Editores, 2003, p. 446.
haga; (7) por otro, que se entenderá que la ejecución del mandato implica su aceptación
aun sin mediar declaración expresa. Estas dos últimas previsiones refieren a los efectos
jurígenos de “la inacción o silencio del mandante que sin ser hechos, ‘positivos’, denotan
una conducta concluyente que permite asignarle una voluntad inequívoca de otorgar
mandato a quien está actuando por él”.
1. Introducción
En el derecho romano primitivo no se conocía la idea de la representación, los actos ju-
rídicos eran perfeccionados por quien tenía interés directo y personal en el negocio. El
mundo fue evolucionando y por motivos que fueron desde las guerras —que determina-
ban que los titulares de los derechos se ausentaran dejando en manos de personas de su
confianza la gestión de sus negocios— hasta la actualidad —en que la realidad del tráfico
negocial moderno impone actuar a través de terceros—, la declaración de voluntad no
siempre es expresada por quien desea los efectos jurídicos del negocio. También fue
variando con el correr del tiempo la forma en que los efectos recaen —de modo directo
o no— en el patrimonio de quien tiene interés directo en el acto jurídico que se realiza
en su favor. En el derecho romano, en un primer momento, la persona que actuaba para
otra adquiría para sí los derechos; y luego los transfería al mandante en un procedimiento
extenso que implicaba dos operaciones sucesivas y que conllevaba el riesgo de que la
persona que actuaba en beneficio de otra se volviera insolvente en el intervalo existente
entre la celebración de los dos actos, con lo cual el mandante podía quedar privado de
sus derechos. Esto fue lo que dio origen al concepto de acciones útiles, por las cuales
la segunda operación se consideraba subentendida en el acto y sin necesidad de que
aquella se llevara a cabo efectivamente; el interesado tenía tales acciones fundadas en la
equidad que le permitían obtener de la contraparte el cumplimiento de sus obligaciones.
Esta figura es el antecedente inmediato del funcionamiento de la representación. (8)
(7) Este supuesto debe diferenciarse de la gestión de negocios (art. 1781 CCyC). Algunos autores in-
dican que, para ello, puede tomarse como punto de partida el momento en el cual la persona en favor
de quien se realiza el acto toma conocimiento del obrar de un tercero en su favor. Si es antes de iniciar
la ejecución del acto y —pudiendo impedirlo— no lo hace, se está frente a un supuesto de mandato
tácito. Si, en cambio, toma conocimiento del obrar en su favor una vez iniciado y esta gestión resulta
útil y reúne las condiciones previstas en el art. 1781 y ss., será una gestión de negocios. Como rasgos
diferenciales entre las figuras de mandato y gestión de negocios cabe indicar: a) la estructura del acto
jurídico es diferente en uno y otro caso, en la gestión hablaremos de un acto unilateral; mientras que en
el mandato será uno bilateral como figura contractual que es; b) el objeto, en tanto la gestión de nego-
cios puede comprender tanto en actos materiales como jurídicos, mientras que el mandato solo puede
tener por objeto a estos últimos; c) en la gestión debe mediar un hacer útil (art. 1785 CCyC), es decir,
la realización de una actividad con efectos jurídicos beneficiosa para otro, e) El gestor debe actuar im-
pulsado por un motivo razonable, esto es, merecedor de tutela jurídica, d) la gestión debe ser oficiosa
y no debe de haber sido iniciada en contra de la voluntad del dueño del negocio (cfr. art. 1782 CCyC).
(8) Borda, Guillermo A., Tratado de Derecho Civil, t. II: Contratos, 10a ed., act. por Alejandro Borda,
Bs. As., La Ley, 2012, p. 423. Roca Sastre, Ramón M.; Puig Brutau, José,“La representación voluntaria
El Código de Vélez en su art. 1869 —como se expresara al comentar el art. 1319 CCyC—,
comprendía en su definición un mandato con representación. Este instituto no era ad-
mitido en la época del derecho romano. El titular del interés era el titular de la voluntad
negocial, quien era parte del contrato. Las relaciones eran personalísimas: se establecían
exclusivamente entre quienes contrataban directamente.
La representación es una situación jurídica que nace de diversas fuentes (convencional,
legal). Roca Sastre y Puig Brutau (9) la definen como aquella institución en cuya virtud una
persona, debidamente autorizada, investida de poder, otorga un acto jurídico en nombre
y por cuenta de otra; recayendo sobre ésta los efectos normales consiguientes. De este
modo, los efectos o consecuencias del acto jurídico cumplido por el representante no
gravitan sobre su patrimonio, sino que se proyectan, al decir de Paccione, (10) en un salto
a dos pies sobre el representado.
2. Interpretación
El Código Civil y Comercial, en su art. 358 contempla a la representación como el acto que
permite imputar efectos directos a una persona por la actuación de otra, el cual puede
tener como fuente un origen legal o bien voluntario o convencional. Así, el art. 1320 CCyC
bajo análisis es un supuesto especial de representación voluntaria al cual alude el art. 358
citado.
En el mandato con representación las relaciones activas y pasivas nacen directamente
entre el tercero y el mandante. Se trata de dos negocios jurídicos que confluyen y dos
son las relaciones que coexisten: una es la interna entre mandante y mandatario, ca-
racterizada por el deber de cumplir el encargo conferido y aceptado y regulada por el
contrato de mandato; la otra es la externa entre mandante y tercero, caracterizada por el
poder que permite la actuación en nombre ajeno, regulada por el negocio unilateral de
apoderamiento. (11)
Como se indicó, la representación permite imputar efectos directos a una persona por la
actuación de otra, sea que exista un acto voluntario o un comportamiento objetivado que
autorice a hacerlo. Los actos o hechos que el mandatario ejecuta dentro de los límites
de su poder y a nombre del mandante, así como las obligaciones que en consecuencia
hubiere contraído, “son considerados como hechos por este personalmente”. (12)
El art. 1320 CCyC contiene dos párrafos, el primero refiere a la aplicabilidad al manda-
to representativo de las normas contenidas en los arts. 362 a 381 CCyC, que regulan la
representación voluntaria y a cuyo análisis se remite. Por su parte, el segundo párrafo
contempla el supuesto en el cual no se otorgue la representación, e indica aplicables las
disposiciones generales aludidas (arts. 362 a 381 CC), en tanto no haya disposiciones
específicas en este capítulo que las modifiquen.
En lo referente a los actos jurídicos que pueden ser objeto de representación, la regla es
que puede actuarse por representante en todos los actos jurídicos patrimoniales y entre
1. Introducción
En el Código de Vélez se encontraban regulados —aun con las confusiones concep-
tuales indicadas supra— el mandato con representación y sin representación (en los
arts. 1869 y 1929, respectivamente). Por su parte, en el Código de Comercio, el art 223
definía al mandato como la representación otorgada para uno o más negocios de índole
mercantil, mientras que en el art. 239 se conceptualizaba a la “comisión” como aquel
mandato —ausente de representación— otorgado para uno o más negocios mercantiles
determinados. (14)
2. Interpretación
El art. 1321 CCyC define el mandato sin representación como el supuesto en el cual existe
un encargo, pero el mandatario debe cumplir la realización del o los actos jurídicos en su
propio nombre, aunque en interés ajeno.
Las relaciones activas y pasivas nacen entre mandatario y tercero, a diferencia de lo
que sucede en el mandato con representación en el cual las relaciones se dan de modo
directo entre mandante y tercero, siendo el mandatario un tercero en el negocio ges-
torio. Aquí son dos las relaciones que coexisten: una interna, entre mandante y man-
datario (contrato de mandato); y otra externa, entre el mandatario y el tercero con el
cual contrata.
El mandatario es, en principio, el único responsable frente al tercero por las obligaciones
asumidas en el contrato desde que actúa en nombre propio, pero en interés del mandan-
te (cfr. “Fontanarrosa“), quien no queda obligado directamente respecto del tercero, ni
este respecto de aquel. (15)
Ahora bien, esta relación interna mandante-mandatario (contrato de mandato) que legi-
tima la actuación de este último y determina que no actúe en su propio interés sino en
interés del mandante, determina que el acto celebrado con los terceros no resulte total-
mente indiferente a aquel, encontrando su base jurídica en el art. 1321 in fine CCyC, que lo
autoriza a ejercer la acción subrogatoria (arts. 739 a 742 CCyC) respecto de las acciones
que tenga el mandatario contra el tercero y a este en las acciones que el mandatario
posea contra el mandante.
1. Introducción
El origen del mandato estaba en la oficiosidad y la amistad, los romanos hablaban de
compensación, más no de retribución. De este modo, el carácter esencial del mandato
civil era la gratuidad y el mandatario solo tenía derecho a que se le reembolsaran los
gastos en que había incurrido.
La realidad actual es muy diferente: se privilegia la profesionalidad, la experiencia y en el
ámbito de los negocios los encargos se realizan a personas que —en general— hacen de
la actividad encomendada su profesión habitual. Así, el afán de lucro no resulta ajeno al
mandatario, que hace de esta actividad su medio de vida.
Cuando se estudia una institución jurídica, no hay que limitarse a las reglas que la mo-
tivaron en un momento dado, de modo que —para dar una solución acorde con estos
tiempos— era preciso tener en cuenta que ya no se habla de un contrato de amistad, sino
de gestión y que la presunción sobre el carácter gratuito u oneroso del mandato debía
inclinarse en favor de este último.
El art. 1871 CC presumía la gratuidad, salvo cuando se tratara de trabajos propios de la
profesión lucrativa del mandatario o de su modo de vivir, mientras que el art. 221 CCom.
lo presumía oneroso. El tráfico negocial indicaba que la mayoría de las veces el mandato
era oneroso, independientemente de su naturaleza civil o comercial.
2. Interpretación
El nuevo ordenamiento, receptando la realidad referida, establece la presunción de one-
rosidad como carácter del contrato de mandato. Como toda presunción puede desvir-
tuarse por pacto contrario o acreditando que se trata de un contrato gratuito. La norma
comentada dispone que, en caso de falta de acuerdo sobre la retribución a pagar al
mandatario, se abonará la que establezcan las disposiciones legales o reglamentarias
aplicables; o las que surjan de los usos o; en su defecto, se determinará judicialmente en
caso de ausencia de tales parámetros. Asimismo, puede interpretarse que el mandata-
rio conserva el derecho a una retribución proporcional al servicio prestado en caso de
resolución del mandato sin culpa a él atribuible —a pesar de no existir norma expresa en
términos del anterior art. 1958 CC—, por aplicación de los principios generales contenidos
en el art. 1794 CCyC.
1. Introducción
El tema de la capacidad es de singular importancia en una figura como la del mandato,
pues pone de relevancia el modo en que incide la voluntad de una y otra parte —man-
dante y mandatario—, esto es, si se trata de voluntades que se complementan e integran
o, por el contrario, permanecen aisladas.
El CCyC no se apartó de lo ya previsto por el CC, así como tampoco del Proyecto de 1998,
salvo en el punto en el cual en el art. 1246, se exigía que el incapaz tenga discernimiento
para que el acto produzca efectos.
2. Interpretación
El art. 1323 CCyC, sin distinguir el tipo de mandato del cual se trate —con o sin representa-
ción— mantiene la solución de Vélez (en reemplazo de los arts. 1897 y 1898 CC), en tanto
indica que la eficacia de una declaración de voluntad emitida por un mandatario incapaz
no resulta perjudicada por estar este limitado en su capacidad personal negocial, pues
esa limitación lo es solo en su propia persona y en atención a sus propios intereses. De
este modo, salvo que actúe fuera de los actos sometidos a encargo o límites de la manda
otorgada, o bien pueda atribuírsele haberse enriquecido sin causa en virtud de la gestión
realizada, no será oponible su incapacidad a efectos de invalidar el acto por él realizado.
Sin perjuicio del principio general establecido en el artículo bajo comentario, consideramos
apropiado remitir a la parte pertinente del Código que regula los aspectos generales sobre
capacidad de las personas (arts. 23 a 26 y 32 CCyC), así como los particulares sobre repre-
sentación (art. 358 CCyC y ss.), a efectos de integrar los casos puntuales según corresponda.
La última parte del artículo, repite la solución genérica del art. 1000 CCyC, que refiere a
la nulidad de los contratos y regula los efectos que cabe aplicar a los contratos celebra-
dos por personas incapaces o con capacidad restringida y torna aplicable, asimismo, la
disposición genérica del art. 1794 CCyC.
1. Introducción
El artículo en nueve incisos reúne y regula obligaciones nucleares que, por la naturaleza
misma del contrato de mandato —gestión de negocios ajenos—, resultan inherentes a él.
La regulación es esencialmente similar a la que contenía el CC (arts. 1904 a 1940) y el
Código de Comercio (arts. 225 a 229) y en un acto de simplificación normativa se reúne
—lo referido a las obligaciones del mandatario— en una sola norma, sin perjuicio que
alguna de las previsiones del anterior Código se encuentran reguladas en el capítulo de
representación (ver art. 362 CCyC y ss.).
2. Interpretación
2.1. Modo en que deben cumplirse
los actos comprendidos en el mandato (inc. a)
El inc. a indica, de modo genérico, cómo debe cumplir sus obligaciones el mandatario e
impone un patrón rector de conducta. La norma es análoga a las previsiones contenidas
en los arts. 1904 y 1905 CC y el art. 238 CCom. El mandatario debe cumplir el encargo
satisfaciendo al mandante en su interés legítimo, siguiendo las instrucciones dadas por
este, circunscribiendo su actuación dentro de los límites del mandato conferido y dando
cuenta de su labor en torno a la ejecución de los referidos límites. Respecto al patrón de
conducta, el mandatario debe conducirse de acuerdo a la naturaleza del negocio que
constituye su objeto: se le impone el deber de cuidado que pondría en los asuntos pro-
pios o, en su caso, el exigido por las reglas de su profesión, o por los usos del lugar de
ejecución. De esto se deriva que, en circunstancias en las cuales se aparte del encargo
conferido, será responsable por los daños y perjuicios ocasionados, salvo que acredite
haber adoptado las medidas indispensables o urgentes que, frente a circunstancias im-
previstas, le eran exigibles (cfr. inc. b de la norma comentada). Finalmente, si bien no se
reproduce el art. 1906 CC, consideramos que puede inferirse como válida la regla por la
cual no se considerarán traspasados los límites, si el mandatario ejecutase el encargo de
un modo más ventajoso para el mandante.
2.5. Dar aviso de valores recibidos en ocasión del mandato (inc. e), rendición
de cuentas (inc. f), entrega de ganancias derivadas del negocio (inc. g)
El mandante puede liberar al mandatario del deber de rendir cuentas, pero esto no puede
ser interpretado como dispensa de entregar al mandante lo que hubiera recibido de él o
de terceros con motivo del ejercicio del mandato, ni lo exonera de los cargos que contra
él probare el mandante, ya que la exoneración de la obligación de rendir cuentas no libera
al mandatario de su deber de cumplir fielmente el encargo.
El mandatario debe, también, entregar todas las ganancias resultantes del negocio más
los intereses moratorios, así como todo lo que recibiese de un tercero, aunque lo haga
sin derecho. En este último caso, el mandante puede exigir la entrega de aquello que el
mandatario hubiere recibido sin derecho, ello sin perjuicio de lo pagado indebidamente.
Puede encontrarse como antecedente inmediato lo que preveían los arts. 1909, 1911 y
1913 CC. El mandatario está obligado a restituir todos los bienes que el mandante le hu-
biere entregado para el desempeño de su encargo y no tuviere sentido retener o bien, no
hubiere necesitado utilizar. Como norma complementaria ha de tenerse en cuenta el
art. 372, inc. f, CCyC para mandatos con representación, que indica la obligación del
representante de restituir documentos y demás bienes que le correspondan al represen-
tado al concluirse la gestión.
1. Introducción
El conflicto de intereses es parte de la aplicación de la regla de fidelidad y confianza que
debe primar en este tipo de negocios. Por ello se indicaba en el comentario al art. 1324,
inc. c, CCyC que no se trataba de dar preferencia a la cosa ajena por sobre la propia,
utilizando el tradicional ejemplo del naufragio y la imposición al mandatario de salvar las
cosas del mandante antes que las propias, sino de colisión o conflicto entre intereses que
surjan del seno mismo del contrato.
2. Interpretación
El mandatario tiene que anteponer los intereses del mandante a los suyos, ante un su-
puesto de conflicto de intereses y, como complemento con lo dispuesto en el inc. c del
art. 1324, debe dar aviso inmediato si se presenta tal conflicto, imponiendo como regla
de conducta que debe priorizar los intereses del mandante o, caso contrario, renunciar
al encargo conferido.
El último párrafo del art. 1325 CCyC determina como sanción la pérdida de la retribución
pactada, frente a la percepción por parte del mandatario de un beneficio no autorizado
por el mandante.
1. Introducción
Puede que se otorgue un encargo a una persona (mandato individual) o a varias (manda-
to plural o colectivo). Cuando se trata de un mandato plural y con el objeto de determinar
los efectos y validez de los actos que pueda haber ejecutado uno o varios mandatarios,
deberán observarse los términos en los cuales ha sido otorgado.
2. Interpretación
La pluralidad de mandatarios estaba prevista en el CC entre los arts. 1899 y 1903 y tam-
bién se ocupaban de las relaciones internas entre varios mandatarios y las que nacen
entre estos y el mandante, los arts. 1920 a 1923 CC.
El art. 1899 CC disponía que, ante la falta de previsión expresa, se presumía que la desig-
nación de mandatarios había sido realizada para ser aceptada por uno solo de los desig-
nados, con las excepciones que el mismo precepto admitía.
El CCyC modifica la anterior previsión normativa y prescribe una norma general que
indica que, si no se ha estipulado la forma, alcance o el orden en que deban actuar los
mandatarios, estos podrán hacerlo conjunta o separadamente.
Como se indicara, ante un mandato plural y con el objeto de determinar los efectos y
validez de los actos que pueda haber ejecutado uno o varios mandatarios, deberán ana-
lizarse los términos en los cuales ha sido otorgado.
Así puede que se haya otorgado para una actuación: i) conjunta: deben actuar todos
coordinados para que el acto tenga efectos jurídicos; ii) solidaria: cada uno puede actuar
válidamente por sí solo; iii) fraccionada: cada uno tiene una esfera de actividad exclusi-
va de actuación; iv) sustitutiva o subordinada: cada uno tiene indicada su actuación en
cierto orden o subordinada a determinada situación. Si el contrato no ha sido otorgado
con este nivel de previsión se observará la regla general contenida en el artículo bajo
comentario.
1. Introducción
El mandato, si bien ha perdido la característica de ser un encargo por amistad, sigue te-
niendo como base la confiabilidad, pero su rasgo determinante en estos tiempos lo da la
habilidad, profesionalidad o pericia que pueda tener el mandatario a efectos de cumplir
con la gestión encomendada.
Esta profesionalización, así como el desarrollo de la contratación en masa, determina
como regla que el mandato sea sustituible, salvo prohibición expresa.
2. Interpretación
La sustitución podrá configurarse como un submandato o bien, como una cesión de man-
dato, según sean las características en las que se otorgue el acto. En el caso del sub-
mandato, se aplican las reglas del subcontrato, donde el mandatario originario no queda
desobligado y es responsable de la elección del sustituto, salvo que haya actuado por
indicación del mandante.
En el caso de haberse actuado por indicación este último, se produciría una cesión de la
posición contractual —por delegación perfecta— y el mandante podría ejercer la acción
directa contra el sustituto, prevista en el art. 736 CCy concs.
Finalmente, la norma indica que, de no haber resultado necesaria la sustitución, el mandan-
te no estará obligado a retribuir al sustituto. En este supuesto, el mandatario continúa res-
pondiendo de modo directo ante el mandante sin poder desobligarse del encargo, al igual
que frente a los supuestos en los cuales el mandatario haya carecido de autorización para
sustituir. En ambos supuestos, el mandatario responde de modo directo frente al mandante.
1. Introducción
El CCyC simplifica y reúne en un solo artículo las obligaciones y deberes del mandante
que estaban reguladas en el CC entre los arts. 1941 y 1959 y en el CCom. en el art. 277.
2. Interpretación
2.1. Suministrar lo medios necesarios para la ejecución del mandato
El inc. a indica que, como titular del interés, el mandante debe prestar la colaboración
necesaria —en tiempo y en forma— para que el mandatario pueda ejecutar el mandato.
Ello se refiere a no obstruir la ejecución, así como también brindar lo necesario para que
pueda concretarla (v. gr., bienes, dinero, documentación, anticipar gastos), o compensar
los razonables en los que haya incurrido el mandatario en ocasión de ejecutar su encargo.
Lo previsto de modo genérico en este inciso se encontraba regulado de modo más deta-
llado en varias disposiciones del CC que imponían al mandante la obligación de anticipar
cantidades (art. 1948 CC), de reembolsar al mandatario lo anticipado (arts. 1949, 1950 y
1955 CC) y el derecho de retención a favor del mandatario (art. 1956 CC).
También se trata de una situación que preveía el CC en los arts. 1953 y 1954 y se sustenta
en la regla general de que el mandato no debe perjudicar ni empobrecer al mandatario,
quien tiene derecho a ser indemnizado de todo daño que sufra siempre que no sea atri-
buible a su culpa o dolo.
1. Introducción
El CCyC simplifica la regulación acerca de la extinción del mandato y regula entre el art. 1329
y 1334 CCyC las causales por las cuales puede terminarse el contrato y sus efectos; en
particular, para los mandatos con representación, resulta aplicable el art. 380 CCyC. La
terminación o extinción del mandato significa, asimismo, la cesación de una situación
que legitima la actuación del mandatario en interés del mandante, sea en su nombre o
en el propio (16) y de ello deriva, también que deban observarse las relaciones internas y
externas originadas en ocasión del encargo al momento de su finalización.
2. Interpretación
2.1. Extinción por causas normales
El mandato al igual que todos los contratos se extingue por consecuencia natural del
cumplimiento o agotamiento de su objeto (inc. b), cumplimiento de la condición resolu-
toria (art. 343 CCyC y ss.) o del plazo por el cual fue previsto (inc. a).
2.2. Revocación
Son aplicables las normas generales a todos los contratos contenidas en los arts. 1077
a 1080 CCyC, relativas a la extinción, efectos y eventual obligación de restitución de los
bienes por parte del mandatario al mandante. En cuanto a la forma, no determina un
modo específico, por lo que rige la libertad de formas; de modo que esta manifestación
unilateral de la voluntad podrá darse de modo expreso o tácito y surtirá efectos a futuro.
2.3. Renuncia
Es la contrapartida de la revocación y se rige fundamentalmente por los arts. 944 y
946 CCyC que regulan en el Libro III, Título I de las obligaciones en general —otros mo-
dos de extinción— y contemplan expresamente los supuestos de renuncia. La renuncia
es una manifestación de la voluntad unilateral y recepticia que produce efectos que se
proyectan hacia futuro.
En cuanto al tiempo en que puede darse la renuncia, si se trata de una renuncia con causa
suficiente podrá darse en cualquier momento. Por otra parte, si se trata de una situación
incausada, deberá tener en cuenta la posible aplicación del art. 1332 CCyC, que dispone
las consecuencias que acarrea la renuncia intempestiva. Independientemente de que se
trate de una renuncia con causa o no, el mandatario tiene el deber de no abandonar la
gestión sin dar un plazo razonable al mandante para su reemplazo.
(16) Mosset Iturraspe, Jorge, Mandatos. Rubinzal-Culzoni Editores. Santa Fe, 1996, pág. 366.
1. Introducción
Es válido otorgar un mandato con carácter de irrevocable, situación que puede ser deja-
da sin efecto si mediara justa causa para imponer la extinción del contrato. Respecto al
significado de justa causa, podría ser cualquier supuesto que se encuadrara en el incum-
plimiento de las obligaciones del mandatario (cfr. 1324 CCyC).
2. Interpretación
El artículo prevé el mandato destinado a ser ejecutado con posterioridad a la muerte del
mandante. El CCyC indica que esta previsión será nula si no se pudiera hacer valer como
disposición de última voluntad.
A efectos de su validez debe: a) haber sido otorgado mediante poder especial, para
realizar actos jurídicos específicos y determinados; b) manifestarse expresamente la
voluntad de subsistencia en caso de muerte del poderdante; c) puede tratarse de actos
de administración o de disposición; d) la única limitación que impone, en cuanto en in-
terés de quien se otorga el poder, es que no es válido si ha sido otorgado en el único
interés del poderdante o representado.
1. Introducción
El mandato irrevocable se extingue si se hubiere previsto su subsistencia por un plazo
determinado, al vencimiento de este. También, podría el mandante revocar o resolver por
sin justa causa, pero —en estos casos— debería indemnizar al mandatario.
2. Interpretación
El artículo, que tiene su antecedente en el art. 1970 CC, es una aplicación concreta de la
facultad genérica conferida por el art. 1077 CCyC de extinción de contratos por voluntad
unilateral. Los efectos operan hacia el futuro (art. 1078 CCyC) y en cuanto a la forma de
revocación solo en caso de mandatos con representación se requiere una forma especí-
fica para revocar el poder otorgado. Para la correcta integración de la interpretación de
esta norma se remite a los comentarios de los arts. 1330 y 380, incs. b y c CCyC.
1. Interpretación
Este artículo prevé para la figura particular del mandato la regla general contenida para
las obligaciones en el art. 944 CCyC. Esta regla estaba prevista de modo similar en el
art. 1978 CC, que determinaba que la renuncia del mandatario, en tiempo indebido, de
modo repentino y sin causa justa o suficiente, lo obligaba a resarcir al mandante los da-
ños y perjuicios ocasionados.
Por último, entendemos, el mandatario continúa obligado en términos similares a los que
preveían los arts. 1969 y 1979 CC que establecían la obligación del mandatario de con-
tinuar sus gestiones en caso de extinción del mandato o de renuncia, respectivamente,
hasta que el mandante pudiera adoptar los actos necesarios para suplir la ausencia del
mandatario. Esta regla se relaciona con el art. 380, inc. d, CCyC que exige al representan-
te continuar en sus funciones hasta que notifique su renuncia al representado, excepto
que acredite un impedimento justificado que le impida proseguir la gestión.
1. Introducción
El mandato es tradicionalmente intuito personae, de modo que el fallecimiento o inca-
pacidad sobreviniente de cualquiera de las partes pone fin, por lo general, al contrato.
El art. 1329, inc. e, establece que los supuestos de fallecimiento o incapacidad del man-
dante o del mandatario son causales de extinción del mandato. El art. 1333 CCyC prevé
la conducta y obligaciones que deben cumplirse de inmediato, ante la ocurrencia de
esos supuestos.
2. Interpretación
2.1. Fallecimiento del mandatario
Ante este supuesto, la norma indica que los herederos, representantes o asistentes que
tengan conocimiento del mandato deben comunicar la situación de inmediato al man-
dante y adoptar en interés de este las medidas pertinentes o conservatorias para prote-
ger los intereses del mandante bajo pena de incurrir en responsabilidad civil. La obliga-
ción de comunicar de inmediato al mandante de la situación de fallecimiento se basa en
el perjuicio que el abandono de la gestión podría acarrear al mandante.
él. Todo lo expuesto, sin perjuicio de lo dispuesto en el supuesto normado en el art. 380,
inc. b, a cuyo comentario se remite.
1. Introducción
El mandatario está obligado a rendir cuentas por su gestión. El CC receptaba estas previ-
siones en los arts. 1909, 1911 y 1912, mientras que el CCom. lo preveía en el art. 227.
2. Interpretación
Lo previsto en el presente artículo debe interpretarse y complementarse con lo normado,
no solo en los artículos a los cuales la misma norma remite —art. 858 CCyC y ss.—, sino
también con el relativo a las obligaciones del mandatario contenidas en el 1324 CCyC,
en particular en los incisos relativos al deber de informar, de rendir cuentas, de exhibir
documentación. Aporta por fuera de las normas mencionadas la indicación del lugar
donde debe efectuarse la rendición y la indicación que los gastos que este tipo de ges-
tión demanden son a cargo del mandante. Esto último es consecuente con el deber de
indemnidad a cargo el mandante, que comprende la obligación de retribuir la gestión al
mandatario, como además no generarle ningún gasto por las gestiones que en su favor
este realice.
(*) Comentarios a los arts. 1335 a 1355 elaborados por María Eugenia Rodríguez Pería.
1. Introducción
Siguiendo los lineamientos propuestos en los “Fundamentos” del Anteproyecto con los
que la Comisión Redactora acompañó el Proyecto requerido por el Poder Ejecutivo,
el CCyC reduce la normativa referida al contrato de consignación, que se encontraba
regulado en los arts. 222 y 232 a 281 CCom.
El art. 1135 CCyC denomina “contrato de consignación” a una especie del mandato sin re-
presentación para la venta de cosas muebles. Como consecuencia, señala que se aplican
supletoriamente las disposiciones referidas a aquel contrato. Sigue en esto al Proyecto de
1998 —que, en su art. 1258, contenía un enunciado similar—.
Esta figura contractual recibe, en la nueva regulación, la denominación de “contrato de
consignación”, eliminándose la referencia al contrato de comisión que, en el CCom., se
utilizaba como sinónimo.
2. Interpretación
2.1. Evolución. Definición
La figura de la comisión o consignación, tradicionalmente mercantil, se entendía configu-
rada cuando mediaba encargo de realizar, por cuenta ajena, negocios de comercio indi-
vidualmente determinados, obrando en nombre propio. El art. 222 CCom. establecía “se
llama comisión o consignación, cuando la persona que desempeña por otros, negocios in-
dividualmente determinados, obra a nombre propio o bajo la razón social que representa”.
La consignación se distinguía del mandato, tanto civil como comercial, pues el consigna-
tario no actuaba en nombre y representación del comitente, sino que lo hacía en nombre
propio, quedando directamente obligado hacia las personas con quienes contrataba. Es-
tas no tenían acción contra el consignante ni este contra aquellas, salvo que el consig-
natario cediera derechos a favor de alguno de aquellos (arts. 221, 222 y 233 CCom.). Por
el contrario, el mandatario actuaba en nombre y representación del mandante, lo que
implicaba que los actos llevados a cabo por el mandatario se consideraban celebrados
por aquel (art. 1869 CC y art. 222 CCom.).
El art. 1319 CCyC establece que hay contrato de mandato cuando una parte se obliga a
realizar uno o más actos jurídicos en interés de la otra. El mandante no queda obligado
directamente respecto del tercero ni este respecto del mandante. El mandatario actuará
en representación del mandante solamente cuando expresamente se estipule (arts. 1319
y 1320 CCyC). En concordancia con este lineamiento, se define al contrato de consignación
como mandato sin representación para la venta de cosas muebles, pues no se verifica
la distinción clásica entre mandato y consignación, referida anteriormente. Tal como se
entendía antes de la reforma, el consignatario desarrolla la actividad en nombre propio y
declara la voluntad frente al tercero por sí mismo. El consignante no queda obligado frente
a los terceros, ni estos contraen obligaciones ni derechos directos a su favor o en su contra.
2.2. Requisitos
Para que se verifique el contrato de consignación, el artículo establece ciertos requisitos:
a) La existencia de un mandato, es decir, que una parte se obligue a realizar uno o más
actos jurídicos en interés de la otra (art. 1319 CCyC). Por ese motivo, el art. bajo análisis
remite al Capítulo 8 del Título IV.
En consecuencia, el contrato de consignación podrá ser conferido y aceptado expresa o
tácitamente. Resulta aplicable el art. 1319 CCyC, que establece que si una persona sabe
que alguien está haciendo algo en su interés y, pudiendo hacerlo, no lo impide, se entien-
de que ha conferido tácitamente mandato. La ejecución del mandato implica su acepta-
ción, aun sin que medie declaración expresa sobre ella.
En cuanto a la manifestación de la voluntad, se debe estar a lo previsto en los arts. 262,
263 y 264 CCyC. Cuando regula el contrato de mandato, no reproduce los arts. 1874, 1876,
1877 y 1878 CC; por lo tanto, en los casos en los que el silencio sea opuesto a actos o a una
interrogación, no será considerado como una manifestación de voluntad en conformidad
(art. 263 CCyC).
b) Que ese mandato sea otorgado sin representación, es decir, que el consignante no
haya otorgado poder para ser representado y que el consignatario actúe en nombre
propio, pero en interés del mandante.
c) Que el encargo del contrato sea una venta de cosas muebles.
En cuanto al ámbito de aplicación del contrato, el art. 222 CCom. refería a negocios indi-
vidualmente determinados. La actual redacción se refiere a un terreno concreto, cual es
la venta de cosas muebles. Esta especificación del campo de actuación del contrato se
puede atribuir a lo que sucede en la práctica.
Cuando se reúnan tales exigencias, habrá contrato de consignación, que se regirá por las
disposiciones de los arts. 964 y 1335 a 1344 CCyC; por las estipulaciones válidas acor-
dadas entre las partes; por las normas referidas al mandato, por remisión del presente
artículo —que incluyen las de la representación voluntaria en los actos jurídicos (arts. 362
y ss., y 1320 CCyC)—; y por los usos y prácticas del lugar de celebración del contrato.
1. Introducción
Este artículo tiene su antecedente inmediato en el art. 1259 del Proyecto de 1998, el que
ha sido reproducido textualmente. Esta postura era la que adoptaba el art. 239 CCom.,
con una redacción similar. Ese cuerpo legal contenía otras previsiones referidas a la acep-
tación o la negativa del encargo, al modo en el que aquel se podía rehusar, a las obliga-
ciones que surgían a pesar de la negativa a aceptar el encargo, que fueron eliminadas
(arts. 235 a 237 CCom.).
En este punto, es de aplicación lo referido a la aceptación expresa o tácita del mandato
prevista en el art.1319 CCyC, con las aclaraciones detalladas en el artículo anterior.
2. Interpretación
El principio de la indivisibilidad de la consignación significa que, cuando la comisión, por
ser compleja, no constituye varias comisiones separadas, se la debe cumplir como un
conjunto en sus detalles y condiciones.
Esta norma se refiere a la aceptación y a la ejecución de la consignación. Una vez acep-
tada la consignación, se presume que lo ha sido en el todo. El consignatario, por lo tanto,
deberá ejecutarla en forma íntegra.
Fuentes y antecedentes: art. 1260 del Proyecto de 1998 y art. 233 CCom.
1. Introducción
El art. 1337 es idéntico al art. 1260 del Proyecto de 1998 y reproduce, asimismo, el princi-
pio que establecía el art. 233 CCom.
Este artículo es acorde con el régimen del mandato, aplicable al contrato de consignación,
donde el mandante no tiene relación jurídica directa con los terceros (art. 1321 CCyC).
2. Interpretación
Quien actúa asumiendo el carácter de consignatario queda directamente obligado con
quien contrata. No es relevante si es o no conocida la persona del consignante, ya que
lo relevante es que el consignatario realice la operación a su nombre y se constituya en
responsable directo del adquirente.
Aquí es aplicable el art. 1321 CCyC, por lo tanto, el consignante podrá subrogarse en
las acciones que tiene el consignatario contra el tercero e, igualmente, el tercero, en las
acciones que pueda ejercer el consignatario contra el mandante (arts. 739 a 742 CCyC).
Esto se debe a que la relación entre consignante y consignatario está dada por un con-
trato de consignación que legitima la actuación de este y determina que no actúa frente
a terceros en su propio interés sino en el del consignante. Por lo tanto, el acto celebrado
con los terceros no resulta indiferente ni ajeno a sus intereses, pues el consignatario actúa
a nombre propio por cuenta ajena.
1. Introducción
El art. 1261 del Proyecto de 1998 regulaba la cuestión de modo casi idéntico al artículo en
comentario.
El CCyC fusiona las pautas que preveían los arts. 238 y 242 CCom. El art. 242 CCom. enu-
meraba justificaciones para el caso en el que el consignatario se excediese en la ejecución
de la tarea encomendada, apartándose de las instrucciones dadas por el consignante.
Así, si de la ejecución resultaba una ventaja al comitente; si la operación encargada no
admitía demora o podía resultar daño de la tardanza; o si mediaba aprobación del comi-
tente o ratificación con entero conocimiento de causa, el consignatario no debía respon-
der al consignante por los daños y perjuicios.
2. Interpretación
El consignatario que acepta la consignación está obligado a cumplirla conforme las órde-
nes e instrucciones brindadas por el consignante y la naturaleza del negocio que consti-
tuye su objeto. Debe ejecutarla con el cuidado que pondría en los asuntos propios o, en
su caso, el exigido por las reglas de su profesión, o por los usos del lugar de ejecución,
con fidelidad, lealtad y reserva (arts. 372, incs. a y b, y 1324, inc. a, CCyC). Estas pautas
—establecidas en los capítulos Representación (Libro Primero, Título IV, Capítulo 8) y
Mandato (Libro Tercero, Título IV, Capítulo 8)— suplen las que fijaba, de modo similar, el
art. 238, párr. 2, CCom.
En caso de que se aparte de las instrucciones recibidas, el consignatario responderá al
consignante por los daños ocasionados, conforme a las disposiciones de la responsabili-
dad civil. El art. 1716 CCyC establece que el incumplimiento de una obligación da lugar a
la reparación del daño causado conforme a las disposiciones del CCyC.
En caso de que el consignatario se aparte de las instrucciones recibidas o de la naturaleza
del negocio, afectará solamente a la relación entre aquel y el consignante. El contrato con
el tercero quedará intacto, conforme lo establecido en el art. 1337 CCyC.
El apartamiento de las instrucciones recibidas puede ser subsanado con la ratificación por
parte del consignante conforme las pautas establecidas en los arts. 369, 1320 y 1335 CCyC.
El CCyC reduce la cantidad de artículos referidos a las obligaciones a cargo del consig-
natario. Sin perjuicio de ello, muchas se desprenden de los artículos referidos al modo de
ejecutar el contrato —que se explicarán más adelante— y de la aplicación de las normas
del mandato, representación y disposiciones generales aplicables a los contratos.
En cuanto al deber de conservación, el art. 247 CCom. establecía que el comisionista
respondía por la buena conservación de los efectos —ya sea que le hubiesen sido consig-
nados, que los hubiese comprado o recibido en depósito, o que pretendiese remitirlos a
otro lugar—, salvo caso fortuito o de fuerza mayor, o si el deterioro proviniese de un vicio
inherente a la cosa.
En el art. 1324, última parte, CCyC —referido a las obligaciones del mandatario— se es-
tablece que “si el negocio encargado al mandatario fuese de los que, por su oficio o su
modo de vivir, acepta él regularmente, aun cuando se excuse del encargo, debe tomar
las providencias conservatorias urgentes que requiera el negocio que se le encomienda”.
Esta disposición resulta aplicable en virtud de lo previsto en el art. 1335 CCyC.
1. Introducción
El artículo es una reproducción del art. 1262 del Proyecto de 1998. El art. 257, segunda
parte, CCom. contenía una pauta similar.
2. Interpretación
El CCyC presume, al igual que lo hacía la anterior normativa, que el consignante concedió
al consignatario la potestad de vender a plazos que sean de uso en el lugar donde se
celebra el contrato.
En caso de que el consignante haya impartido instrucciones o que los plazos otor-
gados por el consignatario sean mayores que los de los usos del lugar, este queda
obligado en forma directa al pago del precio o de su saldo, en el momento en que
corresponda.
El CCyC elimina el art. 259 CCom., que establecía que, siempre que vendiese a plazo, el
comisionista debía expresar al comitente los nombres y domicilios de los compradores
y plazos estipulados (caso contrario, se entendía que la venta había sido efectuada al
contado y no se admitía prueba en contrario). En la redacción actual, por aplicación de
las normas del mandato, el consignatario está obligado a informar en cualquier momen-
to, a requerimiento del consignante, sobre la ejecución del negocio encargado, pero no
existe una presunción explícita de las características de la normativa anterior (arts. 1324
y 1335 CCyC).
1. Introducción
La redacción de este artículo fue transcripta textualmente del art. 1263 del Proyecto de
1998. Asimismo, el art. 257 CCom. refería a préstamos, anticipaciones y ventas al fiado. A
estas últimas hace referencia el art. 1340 CCyC.
2. Interpretación
El artículo refiere a los casos en los que el consignatario vende las cosas muebles a ter-
ceros y les permite diferir el pago del precio. El consignatario está habilitado a otorgar
crédito, siempre y cuando esta modalidad no haya sido prohibida por el consignante.
El otorgamiento del crédito requiere de la diligencia del consignatario, quien va a tener
que considerar las circunstancias de tiempo, modo y lugar. En caso de que el consignata-
rio no cumpla con una prohibición impuesta por el consignante o no actúe diligentemen-
te, será responsable frente a aquel.
1. Introducción
El CCyC reproduce íntegramente el art. 1264 del Proyecto de 1998. Se fusionan en un solo
artículo las prohibiciones clásicas que se regulaban en los arts. 262 a 264 CCom., que
prohibían la adquisición —por sí o por interpósita persona— de efectos cuya enajenación
les hubiese sido confiada; ejecutar una adquisición encargada con efectos que tuviese en
su poder, a no ser que mediase consentimiento expreso del comitente. En esos casos, el
comisionista no tenía derecho a percibir el total de la comisión ordinaria, sino la mitad,
salvo expresa estipulación.
2. Interpretación
La imposibilidad del consignatario de comprar y vender para sí las cosas objeto del con-
trato de consignación tiene fundamento en la conveniencia de sustraerlo del conflicto
que se plantearía entre su deber —es decir, lograr el más alto precio posible— y su interés
—adquirir al más bajo precio—.
Tal como establecía el art. 262 CCom., el consignatario no podrá adquirir ni vender por
interpósita persona. En el CCyC esta regla surge de las generales para contratar, en tanto
el art. 1001 CCyC establece que los contratos cuya celebración está prohibida a determi-
nados sujetos tampoco pueden ser otorgados por interpósita persona.
El CCom. autorizaba, en caso de mediar autorización del consignante, a hacer a un lado la
prohibición. Si bien el CCyC no regula expresamente esta cuestión en el contrato de con-
signación, la índole de la materia —regida principalmente por la libertad de contratación
(art. 958 CCyC)— lleva a concluir que, frente a una autorización expresa del consignante,
el consignatario podría adquirir y/o vender para sí.
1. Introducción
Los arts. 1342 y 1343 CCyC regulan el pago al consignatario, y encuentran su antecedente
inmediato en los arts. 1265 y 1266 del Proyecto de 1998, de similar redacción. Estos ar-
tículos tienen, a la vez, correlato en los arts. 256, 274 y 275 CCom., referidos a la comisión
extraordinaria o de garantía que podían pactar las partes y a la obligación del consignan-
te de abonar al consignatario una comisión denominada ordinaria.
2. Interpretación
2.1. Onerosidad
La consignación se presume onerosa. Esto se desprende del juego de los arts. 1322, 1335
y 1342 CCyC.
El primero se refiere a la presunción de onerosidad del mandato. A falta de acuerdo
sobre la retribución, la remuneración es la que establecen las disposiciones legales o
reglamentarias aplicables, o por el uso. A falta de ambos, debe ser determinada por
el juez.
Como ya vimos, el art. 1335 CCyC determina la aplicación supletoria de la normativa del
mandato al contrato de consignación.
El art. 1342 CCyC refiere a la retribución del contrato de consignación que se realiza me-
diante la comisión.
1. Introducción
El Proyecto de 1998 establecía, en el art. 1267, una norma idéntica a la del artículo en comentario.
Si bien no existía norma similar en el CCom., se entendía a la modalidad a la que se refiere
el artículo como contrato estimatorio. Se consideraba comprendido dentro de los contra-
tos innominados previstos en el art. 1143 CC.
2. Interpretación
El CCyC regula, dentro del contrato de consignación, el caso en que el consignante en-
trega una o varias cosas muebles al consignatario, quien se obliga a pagar el precio, salvo
que restituya las cosas en el término pactado. El consignante entrega al consignatario las
cosas muebles cuyo valor se estima en una cantidad cierta, obligándose el último a pro-
curar su venta dentro de un plazo estipulado. Si las devuelve al momento del vencimiento
del plazo, no deberá pagar el valor de las que no vendió.
Mientras esté pendiente el plazo pactado para la restitución de las cosas, el consignante
no puede disponer de ellas. Los acreedores del consignatario no pueden embargar las
cosas consignadas hasta tanto este no haya pagado su precio, pues la propiedad sigue
siendo del consignante.
1. Introducción
El CCom., en un principio, y luego la Ley 25.028 de Régimen Legal de Martilleros y Co-
rredores, entendieron al corredor como un agente auxiliar del comercio. La regulación se
centraba en la actividad subjetiva del corredor, sin brindar ninguna definición del contra-
to de corretaje.
El CCyC regula al corretaje como un contrato típico, consagrando su autonomía y aleján-
dolo de la consideración personal del corredor.
Las normas vinculadas a este contrato se han visto reducidas a fin de permitir su adap-
tación a la evolución de la vida negocial, tal como lo sostenían los “Fundamentos” del
Proyecto de 1998, antecedente inmediato de los artículos de este Capítulo.
El corretaje está regulado por los arts. 1345 a 1355 CCyC; 1 a 35 de la Ley 20.266 de Ejer-
cicio de la Profesión de Martilleros y el art. 77 de la Ley 24.441 de Financiamiento de la
Vivienda y la Construcción. En las provincias, por su parte, este está previsto en las leyes
y demás normas reglamentarias de carácter local, que disciplinan la actividad de los co-
rredores en general o de algunas modalidades de esta figura.
2. Interpretación
El corretaje es un contrato que se celebra entre un sujeto denominado corredor —que
desarrolla la tarea de intermediar entre la oferta y la demanda de cosas, bienes y ser-
vicios— y otro sujeto, el comitente, que la encarga. El corredor se ocupa de acercar a
las partes para que ellas realicen directamente el negocio, es decir que su función es
la de llevar a cabo todos los actos conducentes para que aquel se concrete.
Desde que se eliminó el art. 36 de la ley 20.266 —que, en su inc. d, establecía la forma
escrita para este contrato—, el contrato de corretaje es bilateral, oneroso, consensual,
típico, aleatorio y no formal.
1. Introducción
Esta norma se complementa tanto con los arts. 32 y 33 de la Ley 20.266 de Ejercicio de la
Profesión de Martilleros —que establecen las condiciones habilitantes para ser corredor y
los requisitos para matricularse en la jurisdicción en la que el profesional se desempeñe—
como con el art. 77 de la Ley 24.441 de Financiamiento de la Vivienda y la Construcción
—que determina que, para la matriculación y el desempeño del corredor, no será exigible
hallarse domiciliado en el lugar donde se pretende ejercer—, como así también con las
normas locales que regulan la actividad.
2. Interpretación
El contrato de corretaje se considera concluido por la intervención en el negocio del co-
rredor. El CCyC establece que eso sucederá, salvo que exista protesta expresa que se le
haga saber contemporáneamente con el comienzo de su actuación.
La protesta no podrá ser hecha por el comitente que contrató con el corredor, y refiere
a la manifestación oportuna de la parte que no acepta la intervención de aquel en la
negociación. La protesta tiene como consecuencia la imposibilidad para el corredor de
reclamarle el pago de la comisión al que la manifiesta (art. 1351 CCyC).
El contrato de corretaje se entenderá concluido, asimismo, por la actuación de otro co-
rredor por el otro comitente —es decir, en el caso de que la otra parte de la negociación
contrate un corredor y este comience a realizar conductas de intermediación para acer-
car a las partes—.
El artículo fija como requisito para la conclusión del contrato que el corredor esté habi-
litado para el ejercicio profesional del corretaje. Para actuar como corredor es necesaria
la matriculación, conforme lo establecen el art. 33 de la ley 20.266 —que dispone que
“quien pretenda ejercer la actividad de corredor deberá inscribirse en la matrícula de la
jurisdicción correspondiente”— y el art. 77 de la ley 24.441 —que determina que “para la
matriculación y el desempeño del corredor no será exigible el hallarse domiciliado en el
lugar donde se pretende ejercer”—.
Originariamente, el Proyecto del Código Civil y Comercial preveía la posibilidad de que
un corredor no inscripto concluyera un contrato de corretaje mediante pacto expreso por
escrito. Finalmente, esa opción fue eliminada cuando se elevó a la Cámara de Senadores
de la Nación.
Para ser corredor, además de la matriculación, se requiere ser mayor de edad, no estar
comprendido dentro de alguna inhabilidad y poseer título universitario expedido o reva-
lidado en la República (art. 32 de la ley 20.266).
En caso de que el comitente sea una persona de derecho público —es decir, Estado na-
cional, provincial, municipal o alguna entidad autárquica—, el corredor deberá ajustarse a
las reglas de contratación pertinentes. El CCyC se refiere a las normas aplicables a licita-
ciones, pliegos, etc., que serán aplicables por sobre las del corretaje.
El corretaje puede ser ejercido por personas humanas o jurídicas. El CCyC se condice con
los arts. 31, 15 y 16 de la ley 20.266.
1. Introducción
La ley 26.994 derogó el art. 36 de la Ley 20.266 de Ejercicio de la Profesión de Martilleros.
Este artículo enumeraba las obligaciones de los corredores y fue por el art. 1347 CCyC,
cuya redacción es similar a la del art. 1270 del Proyecto de 1998.
2. Interpretación
La normativa anterior detallaba minuciosamente las obligaciones del corredor. El presen-
te artículo es más escueto; en tal sentido, sigue la idea de los “Fundamentos” del Código
Civil y Comercial en el sentido de ser lo más claro y conciso posible.
Existen otras obligaciones que no están enumeradas en el presente artículo y que se
desprenden de otros sectores de la normativa que se aplica al corretaje, pudiendo surgir
otras de las leyes locales.
2.1. Obligaciones
2.1.3. Confidencialidad
El inc. c refiere a la confidencialidad que debe mantener el corredor respecto de todo lo
que concierne a negociaciones en las que interviene, la que solo debe ceder ante reque-
rimiento judicial o de autoridad pública competente.
El inc. f del art. 36 de la ley 20.266, con una redacción menos precisa, establecía que el
corredor debía guardar secreto en lo concerniente a las operaciones en las que intervi-
niese y que solo podía, en virtud del mandato de autoridad competente, atestiguar sobre
las mismas.
La nueva redacción permite que la confidencialidad sea hecha a un lado en caso de que
ello sea requerido por las autoridades a las que refiere el artículo, sin circunscribirlo úni-
camente al caso de la declaración testimonial.
2.1.4. Asistir
En caso que alguna de las partes lo requiera, el corredor deberá asistir, en las operacio-
nes llevadas a cabo por su intervención, a la firma de los instrumentos conclusivos y a la
entrega de los objetos o valores (inc. e).
Los incs. g y j del artículo derogado preveían la asistencia, pero además que era obligato-
rio para el corredor estar presente en el momento de la firma de los contratos otorgados
por escrito en instrumento privado. Este debía dejar constancia firmada de su interven-
ción y tenía que conservar un ejemplar bajo su responsabilidad.
Distinguían, además, a los contratos que no requieren forma escrita, y estipulaban que el
corredor debía entregar a las partes una minuta de la operación, según las constancias
del Libro de Registro.
Como se observa, en la actual redacción no hace esa distinción entre forma escrita y no es-
crita. La obligatoriedad de la asistencia surgirá del pedido de alguna de las partes. El artícu-
lo elimina el resto de las diligencias que debía realizar el corredor en exceso de la asistencia.
2.1.5. Conservación
El inc. f requiere que el corredor guarde las muestras de los productos que se negocien
con su intervención, mientras subsista la posibilidad de controversia sobre la calidad de
lo entregado. Similar redacción tenía el inc. h del derogado art. 36 de la Ley 20.266 de
Ejercicio de la Profesión de Martilleros.
es aplicable al ejercicio del corretaje lo dispuesto en esa ley respecto de los martilleros, en
todo lo que resulte pertinente y no se encuentre en los artículos referidos al corretaje.
En cuanto al inc. l —“cumplir las demás obligaciones que impongan las leyes especiales y
la reglamentación local”—, su reproducción no era necesaria en tanto es un deber general
el de cumplir las leyes.
1. Introducción
La norma se complementa con el art. 19, inc. b de la ley 20.266, en cuanto prohíbe tener
participación en el precio que se obtenga, no pudiendo celebrar convenios por diferen-
cias a su favor o de terceras personas; comprar por cuenta de terceros, directa o indi-
rectamente, los bienes cuya venta se les hubiere encomendado; y comprar para sí los
mismos bienes, o adjudicarlos o aceptar posturas sobre ellos, respecto de su cónyuge o
parientes dentro del segundo grado, socios, habilitados o empleados.
2. Interpretación
El fundamento de este artículo es el de mantener la imparcialidad del corredor en su
actuación como intermediario, que se vería afectada si pudiese adquirir los bienes ob-
jeto de la negociación o tuviese algún interés en aquella. El inc. b del artículo tiene una
amplitud que permite encuadrar diferentes supuestos donde medie conflicto de interés.
1. Introducción
El precepto se vincula con lo dispuesto por el art. 34 de la ley 20.266, que enumera las
facultades del corredor del siguiente modo: “a) Poner en relación a 2 (dos) o más partes
para la conclusión de negocios sin estar ligado a ninguna de ellas por relaciones de co-
laboración, subordinación o representación. No obstante una de las partes podrá enco-
mendarles que la represente en los actos de ejecución del contrato mediado. b) Informar
sobre el valor venal o de mercado de los bienes que pueden ser objeto de actos jurídicos.
c) Recabar directamente de las oficinas públicas, bancos y entidades oficiales y particula-
res, los informes y certificados necesarios para el cumplimiento de sus deberes. d) Prestar
fianza por una de las partes”.
2. Interpretación
El art. 1349, inc. a, CCyC amplía la facultad contenida en el inc. d del mismo artículo, pues
no solo autoriza al corredor a otorgar fianza, sino a cualquier otra modalidad de garantía
a favor de las partes. La garantía podrá ser otorgada a una o ambas partes.
El inc. b del artículo en comentario autoriza al corredor a representar a una de las partes
en la ejecución del negocio, al igual que el artículo 34, inc. a, CCyC.
1. Introducción
El artículo en comentario se refiere a la retribución del corredor por su labor. A diferencia
del derogado art. 37 de la ley 20.266, que refería a remuneración, el artículo la designa
como comisión, lo que es habitual en la práctica.
2. Interpretación
El corretaje se presume oneroso para el caso de que el negocio se celebre como resultado
de la intervención del corredor. Si el corredor cumplió su labor eficazmente, los arts. 1350
y 1351 CCyC establecen las pautas a seguir a fin de determinar cuál será su paga.
Para que la comisión sea exigible, el corredor deberá estar matriculado, ya que en caso
de no estar inscripto no tendrá la posibilidad de reclamar ningún tipo de retribución (por
aplicación del art. 1346 CCyC). Asimismo, el artículo establece dos requisitos para que el
corredor perciba la comisión: que el contrato mediado se celebre y que esa celebración
haya sido en virtud de la actividad de aquél.
La comisión será la pactada. En caso de no haberse estipulado, el corredor tiene derecho a
la de uso en el lugar de celebración del contrato de corretaje o, en su defecto, a la del lugar
en que principalmente realiza su actividad. A falta de todas ellas, será fijada por el juez.
En caso de que intervenga un solo corredor, todas las partes deberán afrontar la comi-
sión, salvo que hayan pactado algo distinto o haya existido protesta de una de ellas con-
forme lo previsto en el art. 1346 CCyC.
El CCyC establece la pauta de la no solidaridad de las partes respecto del pago de la
comisión, por lo que serán aplicables las pautas para las obligaciones simplemente man-
comunadas (art. 825 CCyC y concs.).
En caso de que intervenga un corredor por cada parte, cada uno podrá exigir retribución
a su comitente y no al del otro corredor.
1. Introducción
El CCyC establece en qué casos el corredor tiene derecho a percibir una retribución por
su labor y en qué casos carece de él. Algunas de las pautas fijadas son las que estaban
previstas en los derogados arts. 37 y 38 de la ley 20.266.
2. Interpretación
Las pautas de estos artículos rigen para el caso de que las partes no hayan estipulado
algo diferente, ya que en esta cuestión prima la libertad contractual (art. 958 CCyC).
el contrato no estará concluido hasta que aquella no se cumpla. Por ese motivo,
hasta que no se produzca el hecho futuro e incierto, la ley no habilita el pago de la
comisión.
b) En caso de que el contrato se anule por ilicitud de su objeto, por incapacidad o falta
de representación de cualquiera de las partes, o por otra circunstancia que haya sido
conocida por el corredor, este no tendrá derecho a percibir comisión.
Este artículo se vincula con el art. 1347 CCyC —en especial, con los incs. a, b y c—, en tanto
prevé obligaciones que debe cumplir el corredor para que el negocio mediado sea válido.
Asimismo, establece que el corredor no podrá reclamar su paga en caso de que el con-
trato se anule por ilicitud del objeto. Por lo tanto, el corredor deberá tomar los recaudos
a fin de verificar tanto la representación y capacidad de las partes como que el objeto
no sea prohibido (art. 1004 CCyC), y ponderar cualquier otra circunstancia que sea de su
conocimiento y pueda llevar a la anulación del contrato.
1. Introducción
Este artículo es similar al art. 37, inc. b, de la ley 20.266, que preveía que el corredor tenía
derecho a percibir del comitente el reintegro de los gastos convenidos y realizados, salvo
pacto o uso contrario.
2. Interpretación
Se entendía que, cuando el artículo refería a “convenidos y realizados”, se había llegado a
un acuerdo entre corredor y comitente para el reintegro de los gastos.
El art. 1354 CCyC es más claro: en caso de que las partes no hagan uso de la libertad de
pactar el reembolso, se entiende que los gastos no se deben por el comitente.
1. Introducción
La fuente directa de este artículo es el art. 1277 del Proyecto de 1998, ya que la ley 20.266
no preveía norma similar.
2. Interpretación
A este artículo se lo debe vincular con el art. 963 CCyC, que establece el siguiente or-
den de prelación cuando concurren sus disposiciones y de alguna ley especial: normas
indisponibles de la ley especial y de este Código; normas particulares del contrato;
normas supletorias de la ley especial; normas supletorias de este Código.