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EL DESAFÍO DEL PENSAR

Letalidad y mortandad:
diferentes responsables

PAULINA RIVERO WEBER


07.02.2022/00:17

S
i durante la pandemia, en China hubiesen fallecido cinco millones
de personas, hubiera perdido el 0.3% de su población. Si en
Uruguay hubiese fallecido ese mismo número, se hubiera acabado
Uruguay, pues eso es más del total de sus habitantes. Por eso, para poder
hacer una comparación entre la mortandad de un país y otro, es necesario
hacerlo con base en el número total de habitantes.

Claro, no sabemos la mortandad que hubo en los pueblos más recónditos


de India, ni de México ni de muchísimos otros países, ni sabemos de los
que enfermaron en sus casas sin avisar. Todas esas irregularidades existen
en el mundo y afectan las estadísticas. Pero si queremos tener una idea lo
más honesta posible, debemos consultar instrumentos estadísticos que
presenten al menos toda la información con que sí se cuenta.

Yo he encontrado ese instrumento en un colosal estudio de la Universidad


de Oxford: “Nuestro mundo en datos” (Our World in Data). Éste, abierto
en línea a todo el público, permite consultar todo tipo de datos y, a partir
de la pandemia, se dio a la labor de realizar el estudio más serio sobre ella.
Y ¿qué nos dicen esos datos?

Bueno, Oxford considera que México no tiene el primer lugar ni en


mortandad ni en letalidad. Esta última, toma en cuenta el número de
personas que se enfermaron, y sobre ese número busca el porcentaje de
quienes murieron. ¿Qué indica la letalidad? Indica si el sistema de salud
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de un país estaba preparado para atender a sus enfermos, esto es: que tan
bueno o malo era el sistema de salud de un país. No dice nada acerca del
manejo de la pandemia, sino que expone el estado de los servicios de salud
y su capacidad para atender a quienes enfermaron.

La mortandad es otra cosa: toma como número base el total de habitantes


de un país y obtiene el porcentaje del número de muertes. En ese sentido
la mortandad mide cómo se manejó la emergencia sanitaria, para
resguardar al total de sus habitantes.

Entonces debemos aclarar algo: si en letalidad México se llevara el primer


lugar (cosa que de acuerdo a la Universidad de Oxford, no es verdad) lo
que ese dato indicaría sería que el sistema de salud mexicano estaba en
pésimas condiciones. Porque la letalidad no habla del manejo de la
pandemia, sino del estado del sistema de salud que por años se
construyó.

La mortandad, en cambio, habla directamente del manejo de la pandemia:


al tomar en cuenta el 100% de los habitantes de un país, muestra si se
logró o no alargar y achatar la curva, para resguardar a sus habitantes: es
exactamente lo que se hizo en México.

Esto es muy importante por una razón: México tiene una elevada letalidad
y una baja mortandad. Esto es: con servicios de salud muy malos, tuvo un
manejo de la pandemia que evitó un desastre colosal, al grado de que la
gran pregunta debería ser: ¿cómo México, con una letalidad elevada, esto
es, con un sistema de salud tan malo, logró no tener el primer lugar en
mortalidad? La respuesta está en el aplanamiento de la curva: parece
mentira, pero en lugar de sentirse orgullosos de ello, a muchos les
disgusta. Pero les guste o no, se logró. Eso, no se ha reconocido y debería
reconocerse.

Pero no me haga caso: consulte usted Our World in Data en la red y lo


verá. ¿Cómo puede haber sido mucho mayor la mortandad en un país con
un servicio médico como el inglés, que es orgullo nacional? Bueno, en
Inglaterra no intentaron aplanar la curva, consideraron que no era
necesario precisamente por la fortaleza de sus excelentes servicios de
salud: por esos excelentes servicios, su letalidad es tan baja; y por no
haber aplanado la curva, su mortandad es tan elevada.

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Pero si he dicho que México no tiene el primer lugar ni en mortalidad ni


en letalidad, ¿por qué hay quien afirma lo contrario? Porque de manera
grotesca, hay quienes pretenden demandar a una persona por la letalidad
de la pandemia, que es responsabilidad histórica de quienes por años
manejaron los servicios de salud.

Quien esté haciendo este sucio juego, está lucrando políticamente con el
dolor de los deudos, con tal de echarle a otros la tierra que debería cubrir a
quienes en diferentes lugares de la República lucraron por años en puestos
de poder con los recursos del sector salud.

Se olvida a los verdaderos culpables. Como en el Medioevo, se pretende


alabar al culpabe y apedrear al luchador. Es una vergüenza engañar, con
fines políticos, a quienes ya sufrieron bastante.

Paulina Rivero

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