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CAPÍTULO I

EL NEOLIBERALISMO*

El neoliberalismo nos propone y promete vivir en un paraíso


material creado por los medios de comunicación bajo una lógica de
consumismo.

El neoliberalismo es una manera de organizar la vida en el


mundo, que consiste en una concepción del capitalismo radical que
absolutiza el mercado y lo convierte en el medio, el método y el fin de
todo comportamiento humano inteligente y racional. El “mercado
absoluto” exige una libertad total, es decir que no haya restricciones
financieras, laborales, tecnológicas o administrativas. El
neoliberalismo se expresa en políticas de ajustes y apertura que con
diversas connotaciones se aplican en los países, que ponen el
crecimiento económico y no la plenitud de todos los hombres y
mujeres en armonía con la creación, como razón de ser de la
economía. Restringen la intervención del Estado hasta despojarlo de
la responsabilidad de garantizar los bienes mínimos que se merece
todo ciudadano como persona. Eliminan los programas generales de
creación de oportunidades para todos y los sustituyen por apoyos
ocasionales a grupos focalizados.

Actualmente, el neoliberalismo al oponerse a la intervención


redistributiva del Estado, perpetúa la desigualdad socioeconómica
tradicional y la acrecienta. Este sistema introduce el criterio de que
solamente el mercado posee la virtud de asignar eficientemente los
recursos y fijar a los diversos actores sociales los niveles de ingresos.
Se abandonan así los esfuerzos por alcanzar la justicia social
mediante una estructura progresiva de impuestos y una asignación
del gasto público que privilegie a los más desfavorecidos; y se dejan
de lado intentos por la democratización de la propiedad accionaria o
la reforma agraria integral.

Estamos peligrosamente empujados por una cultura que


radicaliza la ambición por poseer, acumular y consumir, y que
sustituye la realización de todas las personas en comunidades
participativas y solidarias por el éxito individual en los mercados. El

* Por Kande Mutsaku Kamilamba.


Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

neoliberalismo exacerba esta crisis al llevar a la desaparición el bien


común como objeto central de la política y la economía. El bien
común es sustituido por la búsqueda de equilibrio de las fuerzas del
mercado.

He aquí, en síntesis, algunas características sobresalientes


del neoliberalismo económico:

 Concepción del ser humano como valioso únicamente por su


capacidad de generar ingresos y tener éxito en los mercados.
 Incentivar la carrera por poseer y consumir.
 Exacerbar el individualismo y la competencia llevando al olvido el
sentido de comunidad, y produciendo la destrucción de la
integridad humana y ecológica.
 Expresa política de ajuste y apertura.
 Restringe la intervención del Estado hasta despojarlo de la
posibilidad de garantizar los bienes comunes mínimos que se
merece todo ciudadano por ser persona.
 Elimina los programas generales de creación de oportunidades
para todos y los sustituye por apoyos ocasionales a grupos
focalizados.
 Privatiza empresas bajo la premisa de que la administración
privada es mejor que la pública.
 Abre las fronteras para mercancías, capitales y flujos financieros y
deja sin suficiente protección a los pequeños productores.
 Elimina obstáculos que podrían imponer las legislaciones que
protegen a los obreros.
 Libera de impuestos y de obligaciones a grupos poderosos.

En su conjunto, las características del neoliberalismo


provocan una concentración mayor de la riqueza y del poder
económico en las manos de unos cuantos y dejan sin protección a la
mayoría de la población. Los defensores de este sistema afirman que
todos estos ajustes producirán, a largo plazo, un crecimiento que
elevará los niveles de ingreso y resolverá la situación de los
desfavorecidos.

Aun cuando se han observado cambios positivos con algunas


medidas de ajuste, podemos afirmar que estos efectos no compensan
en nada el desequilibrio y las perturbaciones que causa el
2
Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

neoliberalismo, pues la masa urbana sin trabajo sigue


multiplicándose. Al oponerse a la intervención redistributiva del
Estado, la desigualdad socioeconómica tradicional se acrecienta. Con
ello se profundizan los efectos que genera la pobreza: la inequidad o
la injusticia en la redistribución del ingreso y la riqueza, el escaso
capital social y la exclusión o desigualdad en las relaciones de
intercambio. El bien común ya no es importante, ahora lo es la
búsqueda del equilibrio de las fuerzas del mercado, donde la
comunidad se torna irrelevante y el bien común es inútil; se
incrementa la violencia, así como la producción y consumo de
estupefacientes para olvidarse de este mundo de miseria.

La explotación, pobreza, desempleo, marginación,


competencia desleal, fuga de capitales son, para el neoliberalismo,
episodios necesarios y positivos de la lucha de los ejemplares más
fuertes de la raza humana para conseguir mayor riqueza, mayor
prosperidad, mayor bienestar para la humanidad en general, aunque
no necesariamente para todos y cada uno de los miembros de esa
raza. Lo cual no importa pues la humanidad se considera mejorada
sólo con que algunos de sus miembros alcancen niveles nunca antes
logrados de riqueza. La generación de la pobreza para el sistema
económico neoliberal es señal de que se está marchando por el
rumbo correcto. La pobreza y los padecimientos de las masas tienen
un significado promisorio, las fuerzas del mercado están moviéndose
sin interferencias y la reestructuración económica procede, tal cual
se esperaba una vez que el Estado se hizo a un lado y el instinto
capitalista se puso en marcha, libre de las artificiales regulaciones
caprichosamente establecidas durante décadas por gobernantes
hostiles.

La multiplicación de los pobres y el aumento del sufrimiento


humano no son más que dolorosos mensajes situados al comienzo
del camino, indicando que estamos sobre la senda correcta. Pero no
hay que desesperar pues “son anuncios transitorios”. No tardarán en
aparecer otros, como el pleno empleo, el bienestar popular y la
felicidad individual, siendo las señales de que estamos arribando al
paraíso neoliberal donde se podrán recoger los frutos de tanto
esfuerzo.

3
Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

OBJETO DE ESTUDIO DE LA ECONOMÍA POLÍTICA**

La Economía Política nació en las entrañas de la producción y


fue inicialmente un conjunto de reglas destinadas a su organización
y conducción, al principio dentro de cada unidad económica y luego
en escala del Estado. Su nombre proviene de las palabras griegas
polítikós -estatal, público- y oikonomía (de oikos casa y nómos ley,
conducir). En ese período aún no se había determinado con
exactitud cuál era su objeto de estudio, refiriéndose los antiguos
griegos con este nombre a la administración por parte del Estado de
sus propiedades con la prudencia de un jefe de familia, abarcándose
un cúmulo aún relativamente pequeño de conocimientos sobre la
actividad económica de los hombres.

Esta categoría -Economía Política- desapareció con el


derrumbe de la civilización greco-romana y se olvidó durante el
tenebroso período oscurantista de la edad media. Reapareció hasta
principios del siglo XVII con el nacimiento del capitalismo, cuando el
mercantilista francés Antoine de Montchrétien que defendía los
intereses de la burguesía comercial publicó en 1615 la obra titulada
“Un tratado de Economía Política”, dirigido a los monarcas de
Francia, en el cual advertía los peligros de permitir la competencia de
vendedores extranjeros en el mercado francés, ya que afirmaba que
el comercio libre era la fuente del desastre económico del país,
perdiéndose trabajos y caídas en los ingresos de los productores
nacionales y en las riquezas del gobierno al bajar los ingresos
impositivos, haciéndose necesario el uso del poder del estado, tanto
para prohibir las transacciones con los productores extranjeros,
como para obligar a los productores franceses a manufacturar lo que
el monarca consideraba deseable y venderlo a precios “justos” y
“equitativos” principalmente en el mercado internacional para
mantener saldos superavitarios en la balanza comercial, lo que
representaba aumento de la riqueza acumulada en metales preciosos
y significa mayor grandeza de la nación, lo que no es más que el
pensamiento económico que responde a los intereses de la burguesía
comercial que era la fracción dominante en esos tiempos.

** Elaborado en base al Capítulo II del libro Introducción a la Economía del autor V. A,


Peshejonov, de la Editorial Quipo de Buenos Aires, Argentina, 1977.

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Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

Con el desarrollo del capitalismo industrial, los clásicos del


pensamiento económico burgués –en especial Adam Smith y David
Ricardo- ya intentan delimitar, dentro del conjunto de conocimientos
económicos, el objeto específico de estudio de la economía política, o
sea, la investigación de las leyes internas, “naturales”, que rigen el
desarrollo de la producción, las relaciones que surgen entre los
hombres en la producción, el intercambio y la distribución de los
diversos bienes materiales. Establecen la diferencia existente entre la
Economía Política y la Política Económica del Estado, y la deslindan
de los conocimientos más parciales sobre la organización y el manejo
de la economía, sin embargo al final admitieron que la Economía
Política es la ciencia que estudia las leyes que rigen la distribución 1.

El gran logro de la Economía Política Clásica fue haber creado


la teoría del valor por el trabajo, en el período de lucha contra las
reminiscencias feudales, por lo que fueron pensadores progresistas
que defendían los intereses de la burguesía industrial cuando era
una clase social en ascenso y en lucha contra los terratenientes
feudales por el control del poder del Estado.

Posteriormente cuando se intensificaron las luchas entre las


clases fundamentales del capitalismo, en los enunciados orales y
escritos de la corriente vulgar en economía, se abandonó el estudio
de la Economía Política y fue convertida en un conjunto de
conocimientos de todo tipo sobre la economía nacional y presentada
en tratados amorfos y muchas veces carentes de contenido, “sobre
todas las cosas y algo más”, como reza el proverbio latino.

En honor a la verdad es preciso señalar que después de


Ricardo no en todos los ámbitos de los conocimientos económicos
reinaban las “insulsas trivialidades”. Esto se refiere tan sólo a las
obras que orgullosamente se arrogaban el nombre de
político-económicas. Como contrapartida a esto, las necesidades
prácticas de la administración capitalista estimularon el desarrollo
acelerado y bastante productivo de las investigaciones económicas
aplicadas. Por ejemplo, se dieron caracterizaciones suficientemente
calificadas sobre las peculiaridades de la organización de la
producción en las diferentes ramas de la economía, fue

1 FUENTE: David Ricardo, Economía Política y Tributación, Editorial Fondo de


Cultura Económica, México, 1975, pág. 2.
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Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

evolucionando con éxito la estadística industrial, fundada por


William Petty, aparecieron interesantes trabajos sobre el movimiento
de los precios, la circulación monetaria, la actividad bancaria y otros,
pero eran estudios que no buscaban explicar los nexos internos que
determinan el movimiento histórico de los fenómenos económicos.

Por eso Karl Marx, que había estudiado toda la bibliografía


económica, escribe en 1851 a Engels: “En el fondo, esta ciencia [la
economía política] no ha progresado desde Adam Smith y David
Ricardo, si bien tanto se ha hecho en lo que respecta a
investigaciones especiales y con frecuencia extremadamente
delicadas”.2 Más adelante, también Lenin concedió mucho valor a la
labor de los científicos burgueses en materia de investigaciones
prácticas especiales y subrayó que no se debía dejar de utilizarlas.3

Pero, si bien las distintas disciplinas económicas concretas


llegaron a precisar su objeto (por ejemplo, la estadística o la
organización de la actividad bancaria y de crédito, etc.), precisamente
en los trabajos de los economistas burgueses,4 después de Ricardo se
retrocedió en lo que a Economía Política se refiere.

Por eso uno de los grandes méritos científicos de Karl Marx y


Friedrich Engels consiste en que definieron claramente el objeto de
estudio de la Economía Política, su especificidad y su lugar dentro
del sistema de los conocimientos económicos.

Veamos, entonces, qué estudia la Economía Política. La


exposición anterior hace evidente que su objeto de estudio se
encuentra en la esfera de la producción material. Pero esto no basta
para comprender la particularidad de la Economía Política, puesto
que todas las ciencias económicas estudian, directa o
indirectamente, la producción material. Más aún, muchas ciencias
naturales y tecnológicas también tienen que ver con el estudio de los
procesos productivos como las ingenierías.

2 C. Marx y F. Engels. Obras escogidas. Ed. cit., t. VIII, págs. 38-39.


3 Véase V. I. Lenin. Obras completas. Ed. cit., t. XIV, pág. 360.
4 Se entiende que también en todas las investigaciones concretas aparecía el “sello
burgués”, es decir, que se realizaban para la burguesía y en beneficio suyo.
6
Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

Está claro que para establecer una diferenciación entre los


objetos de las distintas ciencias relacionadas con el estudio de la
producción hay que comenzar por explicar qué es esta última.

Entre los múltiples aspectos de la actividad humana el que


tiene primordial importancia es la creación de los objetos
imprescindibles para la vida del hombre como los alimentos,
vestidos, calzado, vivienda, etc. Todos estos bienes materiales son
creados en el proceso del trabajo humano. Pero para que el proceso
de trabajo pueda realizarse se necesitan algunas condiciones:

Deben existir los instrumentos de trabajo mediante los cuales


el hombre transforma la naturaleza. Tanto las primeras piedras que
alguna vez el hombre tomó en sus manos para obtener alimento,
como las complejas máquinas, aparatos y equipos automáticos
modernos, son instrumentos de trabajo. Los medios de trabajo
constituyen un concepto más amplio en el cual, además de los
instrumentos de trabajo, están incluidas otras condiciones
materiales necesarias para el proceso de producción, por ejemplo, la
tierra, los edificios destinados a la producción, los canales, caminos,
tuberías, etcétera.

El segundo elemento imprescindible para el proceso de


producción son los objetos de trabajo, es decir, todo aquello hacia lo
que está dirigido el trabajo del hombre. Pueden ser dados
directamente por la naturaleza, como el carbón, el petróleo, los
minerales, la madera o bien objetos de una actividad precedente del
hombre (como el petróleo en las refinerías, el carbón en las calderas,
la madera en la fábrica de muebles y otros).

Por último, la tercera y más importante condición para que se


lleve a cabo la producción es el hombre, en tanto que portador de la
capacidad de trabajar, o sea, como ser humano con determinadas
fuerzas físicas y espirituales, de un conjunto de hábitos y
conocimientos, ante todo, el progreso de los conocimientos científicos
y tecnológicos aplicados a los procesos productivos y de servicios,
gracias a los cuales está en condiciones de crear y poner en
movimiento los medios de producción. Esta capacidad de trabajar de
los hombres se denomina fuerza de trabajo. Por perfectos que sean
los modernos sistemas de máquinas, que incluyen equipos de

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Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

dirección automática, computadoras electrónicas, robots


cibernéticos, etc., el hombre fue, es y será la principal figura del
proceso productivo.

El conjunto de los elementos que hemos enumerado, tomados


en su unidad e interconexión recíproca, forman las fuerzas
productivas, la capacidad de transformación productiva con que
cuenta la sociedad.

No obstante, al hablar de los elementos integrantes de las


fuerzas productivas, debemos hacer una advertencia más. Debido a
que el cúmulo de conocimientos científicos y tecnológicos se
acrecienta continuamente y a que se acentúa su papel en el
desarrollo social, es hoy plenamente justo considerar a la ciencia
como fuerza productiva directa. Sin embargo, no corresponde
tomarla como un elemento aislado e independiente de las fuerzas
productivas. Los conocimientos científicos se reflejan y concretan en
las aceleradas modificaciones que se operan en los medios de
producción en su conjunto; se expresan en la elevada calificación de
los hombres que intervienen en la producción, en las nuevas y más
eficaces combinaciones de los diversos elementos del proceso
productivo, en el perfeccionamiento de la dirección de la producción,
etc. Dicho de otro modo, la ciencia interviene “en forma evidente y
con todo su peso” en las fuerzas productivas, pero no como un
elemento diferenciado de éstas, sino como proceso permanente del
perfeccionamiento de los conocimientos sociales del hombre acerca
de la realidad.

Por consiguiente, en base a lo expuesto se puede decir que la


producción es el proceso de la actividad laboral racional del hombre
en el cual éste, apoyándose en los medios de producción existentes y
en sus conocimientos, trasforma y adapta los objetos de la
naturaleza para satisfacer sus diversas necesidades. También se
puede definir la producción de otro modo: como proceso de
interacción del hombre y la naturaleza para transformarla y darle
una forma útil.

Pero éste es sólo un aspecto de la actividad productiva. “En la


producción los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza,
sino que también actúan unos sobre otros. No pueden producir sin

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Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

asociarse de un cierto modo para actuar en común y establecer un


intercambio de actividades. Para producir, los hombres contraen
determinados vínculos y relaciones y a través de estos vínculos y
relaciones sociales, y sólo a través de ellos, es cómo se relacionan
con la naturaleza y cómo se efectúa la producción”, ya que el proceso
de producción siempre es social e histórico. 5

El método predilecto del pensamiento económico burgués,


especialmente de la economía vulgar, es ignorar este segundo
aspecto de la producción. Y esto no es casual, porque precisamente
aquí, en las relaciones que existen entre los hombres en la
producción está incluido lo que los apologistas del capitalismo
quieren ocultar, disimular y tergiversar. Uno de los principales
personajes que trae a colación la economía política burguesa al
analizar la producción es Robinson Cruosoe, quien “enfrentándose
aisladamente con la naturaleza mediante sus fuerzas, no comparte
nada con nadie”.6 Pero, observa Marx “la producción de un solitario
aislado, al margen de la sociedad [...] es tan inconcebible como el
desarrollo del lenguaje sin individuos que vivan en común y hablen
entre ellos”.7 Los hombres realizan siempre la producción
conjuntamente, en comunidades, grupos, colectividades, entablando
inevitablemente unas u otras relaciones entre sí. “En la producción
social de su vida -escribe Marx-, los hombres establecen
determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad,
relaciones de producción, que corresponden a una fase determinada
de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales”. 8

A la vez, para evitar futuros errores, es preciso que señalemos


ya mismo que en la producción se van conformando y existen
relaciones de naturaleza dual. Por una parte, surgen relaciones
ligadas a la organización del proceso productivo, que reflejan la
interacción de los diferentes elementos de las fuerzas productivas,
por ejemplo, la correlación entre la masa de medios de producción y
la cantidad de obreros, la sucesión de los procesos tecnológicos, su
combinación en las distintas ramas de la producción, la distribución
de quienes trabajan en diversos grupos según su oficio y otras. Estas

5 C. Marx y F. Engels. Obras escogidas, Ed. cit., t. IV, págs. 139-140.


6 Ídem, t. VI, pág. 127.
7 C. Marx y F. Engels. Obras, t. 12, pág. 710. (En ruso).
8 C. Marx y F. Engels. Obras escogidas. Ed. cit., t. IV, pág. 384.
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Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

relaciones constituyen una faceta indispensable de cualquier


producción, son ante todo vínculos que existen dentro de las fuerzas
productivas, y en la literatura suele denominárselas relaciones
técnico-organizativas.

Por otra parte, en la producción social surgen entre los


hombres otras relaciones de producción, igualmente objetivas, las
económicas, vinculadas a la apropiación de los medios y de los
resultados de la producción, las cuales se expresan en la división de
los hombres en diferentes clases y grupos, y determinan su situación
en la producción y el carácter de las relaciones mutuas entre ellos.
Cuando en los trabajos de los clásicos de la Economía Política
Socialista se tratan las relaciones de producción, se hace referencia
precisamente a éstas, a las relaciones económicas, que constituyen
la faz fundamental en el segundo aspecto de la producción y definen
su forma social.
Aunque no agotan el contenido de todas las relaciones
sociales, las relaciones de producción constituyen, por su parte, un
sistema muy complejo o un conjunto que puede ser analizado desde
distintos ángulos y dividido en varios elementos. Karl Marx dio la
clave para comprender la estructura interna de las relaciones de
producción sobre todo en su “Introducción” a la obra Contribución a
la crítica de la economía política.

Señala que la producción social no es un acto único fijado en


el tiempo y el espacio, sino un proceso que se efectúa
ininterrumpidamente y se renueva continuamente, pues “cualquier
niño sabe que una nación perecería si detuviera el trabajo no ya
durante un año, sino aunque fuese por algunas semanas”. 9

Por eso la producción social es una unidad inseparable del


proceso de producción de los bienes materiales propiamente dicho,
de la distribución del producto creado, del intercambio de la
producción entre los diferentes productores (ramas, empresas) y, por
último, del consumo (productivo y personal). Al margen de la unidad
de estos cuatro momentos o esferas, la producción social no es
realizable: por eso “producción, distribución, intercambio y consumo

9 C. Marx y F. Engels. Obras, t. 32, pág. 460.


10
Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

[...] forman las partes de un todo, las diferencias dentro de la


unidad”.10

El momento fundamental y definitorio en esta unidad es la


producción, puesto que a partir de ella comienza una y otra vez todo
el proceso, en ella se crean los productos que luego se convierten en
objeto de la distribución, el intercambio y el consumo. Así, el
conjunto de las relaciones económicas entre los hombres, que
existen en todas las esferas mencionadas, es definido por un solo
concepto: relaciones sociales de producción.

Por lo tanto, el sistema de las relaciones de producción


(dejamos de lado las relaciones técnico-organizativas) son relaciones
sociales entre los hombres que se van creando y desarrollando en el
proceso de producción y también en los procesos de distribución,
intercambio y consumo, a la vez que el carácter de las relaciones
establecidas directamente en la producción predetermina el carácter
de las relaciones en todas las otras esferas de la vida económica.

Para dar respuesta a la pregunta: ¿cuál es concretamente el


carácter que tiene todo el sistema de relaciones de producción?, es
necesario hallar, identificar y diferenciar en él el elemento principal y
definitorio. Los fundadores del marxismo descubrieron en sus
trabajos que ese elemento básico y decisivo en cualquier sistema de
relaciones de producción es la forma de propiedad sobre los medios
de producción.

Los hombres llevan a cabo la producción mediante los medios


de producción, y según a quién pertenezcan éstos, quién disponga de
ellos, se crea uno u otro tipo de relaciones entre los hombres en el
proceso de producción y también -consiguientemente- en las otras
esferas de la vida económica. Así, de la propiedad privada capitalista
sobre los medios de producción deriva inevitablemente la
desigualdad situación de obreros y capitalistas en la producción, la
desigualdad en la distribución de los bienes materiales creados, la
gran diferencia en el nivel de consumo personal, etc., es decir, el
carácter de todo el sistema de relaciones de producción inherente al
capitalismo. De ahí que no sea posible cambiar la esencia del
sistema capitalista de relaciones de producción aplicando algunas

10 Marx y F. Engels. Obras, t. 12, pág. 725. (Ambas en ruso).


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Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

medidas parciales como el paso de una forma de salario a otra más


“justa” o la implantación de la venta de mercancías a crédito, etc.;
para cambiar la esencia de las relaciones de producción es
imprescindible cambiar la forma de propiedad sobre los medios de
producción.

La propiedad de los medios de producción es la relación de


producción básica y esencial de la sociedad; las relaciones entre los
hombres (sobre todo entre las distintas clases), que existen en la
producción, la distribución, el intercambio y el consumo, son las
formas en las cuales se pone de manifiesto esta relación
determinante.

Al mismo tiempo, en cada esfera de la vida económica existen,


a su vez, relaciones primarias, es decir, más importantes,
directamente vinculadas con la forma de propiedad de los medios de
producción, y relaciones secundarias, terciarias, etcétera, las que
sólo están ligadas de manera mediata con las relaciones básicas. Por
ejemplo, la producción de plusvalía (excedente económico) y su
apropiación por los capitalistas es una relación de producción
primaria, o sea, una relación entre la clase obrera y la burguesía, en
tanto que las formas de distribución de la plusvalía entre los diversos
grupos de la burguesía es ya una relación derivada.

En consecuencia, el conjunto de relaciones económicas


productivo-sociales constituye un sistema complejo que puede ser
examinado en dos cortes: en el horizontal aparecen las relaciones en
la producción, la distribución, el intercambio y el consumo; en el
vertical (o según círculos concéntricos), la forma de propiedad de los
medios de producción, las relaciones primarias consiguientes en
todas las esferas de la reproducción social y las relaciones derivadas
secundarias, terciarias, etc.11

11 Recordemos una vez más que en la producción y en las otras esferas de la


reproducción, junto a las relaciones económicas existen también las técnico-
organizativas. Su peculiaridad reside en que expresan principalmente los nexos
existentes dentro de las fuerzas productivas, entre sus elementos. Aunque también
ellos están bajo la influencia (llevan el sello) de las relaciones económicas
imperantes en la sociedad, como no determinan las formas ni el carácter de la
producción social, en este análisis las dejamos a un lado.
12
Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

Las fuerzas productivas y las relaciones de producción,


tomadas en su unidad, constituyen el modo de producción, en el cual
las fuerzas productivas son el contenido, en tanto que las relaciones
de producción constituyen la forma social de la producción. El modo
de producción es la base de la interacción y determinación de los
fenómenos sociales y también relativamente en el ambiente.

¿Cuál es la interrelación de estos dos aspectos del modo de


producción? Existe entre ellos una interacción dialéctica, pero el
factor más dinámico y revolucionario de la producción son las
fuerzas productivas, pues a partir de ellas (sobre todo de los
instrumentos de producción) comienzan las modificaciones en el
modo de producción. Las fuerzas productivas materiales, que al
comienzo se desarrollan dentro de la vieja forma social, en
determinada etapa de su evolución “entran en contradicción con las
relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la
expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de
las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de
las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas
suyas. Y se abre así una época de revolución social”.12

Habiendo tratado ya el contenido de los dos aspectos del


modo de producción podemos retomar la cuestión de qué constituye
el objeto de estudio de la economía política. Es evidente que la tesis
general que hemos planteado antes, acerca de que la Economía
Política es la ciencia que trata el desarrollo de la producción social,
debe ser concretada.

El objeto inmediato de estudio de la economía política es el


aspecto social de la producción, es decir, las relaciones de
producción, económicas, materiales, entre los hombres y que se
encuentran determinadas por la forma de propiedad sobre los
medios de producción. “La economía política no se ocupa en modo
alguno de la ‘producción’, sino de las relaciones sociales de los
hombres en la producción, del régimen social de la producción”, 13
escribió Vladimir Ilich Lenin.

12 C. Marx y F. Engels. Obras escogidas. Ed. cit., t. IV, pág. 385.


13 V. I. Lenin. Obras completas. Ed. cit., t. III, pág. 57.
13
Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

La tarea fundamental de la Economía Política consiste en


descubrir por qué y cómo surge uno u otro tipo de relaciones de
producción, en identificar sus rasgos característicos, es decir, en
definir la esencia de cada una de las relaciones de producción dadas
y analizar su estructura interna, el sistema de nexos e
interdependencias entre sus elementos componentes y, por fin, en
señalar la tendencia y el curso de su desarrollo.

A la vez, el principio más importante, que da base y permite


hablar de la Economía Política como de una auténtica ciencia, es
admitir que en la sociedad –lo mismo que en la naturaleza- todo se
halla en movimiento, es decir, todo se desarrolla y se trasforma, y
que el desarrollo trascurre sobre la base de leyes objetivas, que no
dependen de la voluntad, la conciencia, el conocimiento y la
actividad de los hombres.

La fuerza y la debilidad de la escuela clásica de la Economía


Política burguesa consistió en que ésta, por un lado, intentó buscar
las leyes que rigen el desarrollo de la producción capitalista
independientemente de la voluntad de reyes y gobiernos, pero, por
otro lado, no pudo comprender el carácter históricamente transitorio
de esta producción la consideró como un estado “eterno”, “natural”,
de la sociedad. Por eso su doctrina tuvo un carácter limitado, en
cierta medida convencionalmente científica. Sólo Marx y Engels,
basándose en los principios de la dialéctica materialista elaborados
por ellos, convirtieron la Economía Política en una verdadera ciencia.
El objeto de estudio de la economía política son los sistemas (tipo) de
relaciones de producción que históricamente se suceden unos a
otros. “...Las formas económicas en las cuales los hombres
producen, consumen, realizan el intercambio son formas transitorias
e históricas. Al adquirir nuevas fuerzas productivas, los hombres
modifican su modo de producción, y junto con él modifican todas las
relaciones económicas que sólo eran necesarias para el modo de
producción dado”.14

El surgimiento de cada sistema (tipo) de relaciones de


producción y su desarrollo, que conduce, en última instancia, a su
extinción, se opera en base a leyes económicas objetivas,
independientes de la voluntad, la conciencia y actividad de los

14 C. Marx y F. Engels. Obras, t. 27, pág. 403. (En ruso).


14
Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

hombres. Es también tarea de la economía política descubrir y


analizar estas leyes.

Por consiguiente, la Economía Política es la ciencia que trata el


desarrollo de las relaciones productivas-sociales, económicas, entre los
hombres, que estudia las leyes objetivas que rigen estas relaciones en
las distintas etapas del desarrollo de la sociedad humana, sobre la
base de la forma de propiedad sobre los medios de producción.

Por lo tanto, no es esta una ciencia sobre la economía


nacional ni una ciencia sobre la “administración” del Estado, ni
tampoco una recopilación de normas para organizar y dirigir una
rama cualquiera de la economía (de la industria, de la agricultura,
etc.). La Economía Política estudia los nexos e interdependencias
cardinales más generales y a la vez los más importantes que surgen
en la actividad productiva de los hombres, y que abarcan todos los
aspectos de esta actividad, cual fuere la esfera (producción,
distribución, intercambio o consumo) y la rama concreta de la
producción en la que se efectúe esta actividad.

Al ponerse de relieve que la Economía Política no se dedica a


la producción en general, sino al aspecto social de la producción, hay
que tener en cuenta al mismo tiempo que no se pueden estudiar las
relaciones de producción de una sociedad dada deslindadas de las
fuerzas productivas, del nivel y las tendencias de su desarrollo
(porque las relaciones de producción dependen del carácter y grado
de desarrollo de las fuerzas productivas). A eso se debe que la
Economía Política, aunque enfoca directamente las relaciones de
producción, inevitable y constantemente aborda también el estudio
de las fuerzas productivas. Por supuesto que la faz técnica del
desarrollo de los medios y objetos de trabajo, así como el desarrollo
profesional de la fuerza de trabajo escapan al tema de estudio central
de la economía política; sin embargo, esta ciencia debe reflejar
aquellos cambios cualitativos que se operan en la técnica, los
cambios estructurales en las fuerzas productivas, por cuanto
precisamente eso es lo que condiciona los cambios tanto en los
vínculos técnico-organizativos como en las relaciones económicas de
producción que conducen o bien a la sustitución de una forma por
otra, o bien a modificaciones dentro de cada forma de relaciones de
producción.

15
Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

Por ejemplo, el proceso de desarrollo de las relaciones de


producción capitalistas, es decir, la transición constante del
capitalismo de la época de la libre competencia al capitalismo
monopolista y, luego al capitalismo monopolista de Estado, es el
resultado de modificaciones estructurales cualitativas en las fuerzas
productivas.

El papel activo de las fuerzas productivas en la dinámica de


las relaciones de producción se acrecienta especialmente en la
actualidad a raíz del ritmo veloz de la revolución científico-técnica
que ha transformado las relaciones sociales de producción de
ámbitos locales a globales. Por ello, la Economía Política no puede
quedar al margen y no estudiar los procesos que tienen lugar en las
fuerzas productivas. Además, su finalidad consiste no sólo en
estudiar y registrar la influencia que ejercen las fuerzas productivas
en desarrollo sobre las relaciones de producción, sino también en
desentrañar la influencia inversa de las relaciones de producción
sobre el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas. Cada
sistema de relaciones de producción o bien da campo libre para que
progresen con rapidez las fuerzas productivas o, por el contrario, al
no estar en correspondencia con el nivel y el carácter de éstas, frena
su desarrollo. La Economía Política se dedica precisamente al estudio
de estos procesos.

De tal modo que aunque las fuerzas productivas como tales


(las características técnicas de los diversos medios de producción, su
estructura material, etc.) no forman parte del objeto de la Economía
Política, ésta no puede dejar de tener en cuenta (y quizá también
podemos decir no puede dejar de investigar) el nivel general, las
orientaciones y tendencias fundamentales de su desarrollo.

Los trabajos de Marx y Engels permitieron que la Economía


Política adquiriera su propia fisonomía y ocupara un lugar
absolutamente definido en el sistema de las ciencias sociales. Pero
los ideólogos del régimen burgués no han querido y hasta hoy no
aceptan la definición de la economía política como la ciencia que
trata las relaciones económico-sociales entre los hombres, las leyes
que rigen estas relaciones sobre cuya base se ponen de manifiesto
las contradicciones de clase, y se revela el carácter históricamente
transitorio de los distintos modos de producción, incluido el

16
Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

capitalista. Es por eso que después de los torpes intentos de silenciar


los descubrimientos realizados por Marx y Engels en el ámbito de la
ciencia económica, los científicos al servicio de la burguesía hace ya
más de un siglo que se afanan en refutar a la Economía Política
Socialista, incluso la definición marxista del objeto de la Economía
Política.

En su tentativa de rebatir a Karl Marx los portavoces de las


diferentes escuelas y corrientes del pensamiento económico burgués
han promovido literalmente centenares de las más diversas (a
primera vista) definiciones del objeto de la Economía Política. No es
casual que Rosa Luxemburgo en las conferencias que dictara a los
obreros alemanes, haya acotado que “la Economía Política es una
ciencia asombrosa. Las dificultades y divergencias se inician con los
primeros pasos en este terreno, a partir de la cuestión más
elemental: cuál es, en realidad, el objeto de esta ciencia”. 15

No hay necesidad de reproducir la multitud de definiciones de


la Economía Política y de su objeto que aparecen en los distintos
autores. A pesar de la diferencia en las formulaciones que parecen
ser disímiles, algo emparenta a todos los representantes del
pensamiento burgués: es el afán de quitar a la Economía Política su
contenido social y de clase que desemboca en la lucha política.

Los pensadores burgueses quisieran hacer de la economía política


una ciencia inofensiva para la burguesía sobre la “economía
nacional”, la producción y distribución de la riqueza, los “modos de
satisfacer las necesidades vitales del hombre”, la libertad de
mercado, etcétera. A este respecto, Paúl Samuelson, Premio Nóbel en
economía 1970, evadiendo un campo importantísimo de estudio de la
realidad social, escribe: “la economía, o la economía política, como
se la solía llamar … es el estudio de cómo los hombres y la sociedad
deciden, con o sin el uso del dinero, emplear recursos productivos
escasos, que pueden tener aplicaciones alternativas, para producir
diversas mercancías a través del tiempo y distribuirlas para el
consumo, ahora y en el futuro, entre diversas personas y grupos de
la sociedad”16

15 R. Luxemburgo. Introducción a la economía política. Moscú, 1960, pág. 27. (En ruso).
16 Paúl Samuelson, Economía, Un Análisis Introductorio, New York, McGraw Hill,
1967, pág. págs. 1 y 5.
17
Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

En las nebulosas y confusas definiciones de los estudiosos


burgueses se manifiesta el deseo tendencioso de tergiversar la
realidad, de disimular las inadmisibles contradicciones de la
sociedad capitalista.

¿Por qué en Economía Política se irritan tanto los apologistas


del capitalismo comenzado por los primeros pasos, por la definición
del objeto de dicha ciencia? Karl Marx dio una respuesta
extraordinariamente clara en el primer prólogo a El Capital. “En el
terreno de la Economía Política, la libre investigación científica tiene
que luchar con enemigos que otras ciencias no conocen. El carácter
especial de la materia investigada levanta contra ella las pasiones
más violentas, más mezquinas y más repugnantes que anidan en el
corazón humano: las furias del interés privado. La venerable Iglesia
anglicana, por ejemplo, perdona de mejor grado que se nieguen 38 de
sus 39 artículos de fe que se le prive de un 1/39 de sus ingresos
pecuniarios”.17

Al estudiar las relaciones vinculadas con la producción, la


distribución, el intercambio y el consumo de los bienes materiales, la
Economía Política penetra en el “sanctasantorum” de la sociedad
burguesa, en las fuentes que alimentan tanto el poder político de la
burguesía como la “dulce” vida privada de las familias burguesas, su
vana ociosidad. Por eso, los intereses ligados a la obtención de
ingresos no provenientes del propio trabajo, es decir, los intereses
materiales o económicos, son los más importantes para la burguesía,
y ésta moviliza sobre todo las fuerzas de su “cofradía científica” sin
escatimar dádivas para defender estos intereses, para desmentir la
ciencia que pone “el dedo en la llaga” de las clases parasitarias.

Por consiguiente, hemos llegado a la conclusión de que la


Economía Política es una ciencia de clase. Esto significa que sus
objetivos, tareas y métodos de investigación están determinados por
los intereses (económicos y políticos) de las distintas clases sociales;
esto significa, además, que no hay ni puede haber una Economía
Política única para todas las clases, con conclusiones “correctas en
general”, mucho menos que sea imparcial.

17 Karl Marx, El capital, Editorial FCE, México, 1975, pág. XVII.


18
Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

La clase o grupos sociales progresistas, cuyos intereses


coinciden con el movimiento regular de la sociedad de etapas
inferiores a otras superiores, están interesados en poner en evidencia
y utilizar en su actividad práctica las leyes del desarrollo social, ante
todo, las leyes económicas. Por ejemplo, en la lucha contra el
feudalismo caduco surgió la Economía Política Clásica Burguesa.
Pero en cuanto la burguesía se afirmó como clase dominante y se
enfrentó con las acciones revolucionarias del proletariado, sonó la
hora final del carácter científico de la Economía Política Burguesa. A
partir de este momento la burguesía orientó el pensamiento de sus
apologistas científicos no hacia la búsqueda de la verdad sobre el
sistema económico de la sociedad y las leyes de su desarrollo, sino a
enterrar más profundamente esa verdad. De ahí las “insulsas
trivialidades” enunciadas en las teorías de los economistas vulgares
que sustituyeron a la escuela clásica, así como el huero eclecticismo
integrado por retazos de conocimientos de diverso tipo con
apariencia de Economía Política.

La investigación auténticamente científica en el ámbito de la


teoría económica sólo se hizo posible desde las posiciones de la clase
progresista, interesada en sustituir el régimen existente y, en
consecuencia, en elucidar de qué manera, apoyándose en qué leyes
objetivas es posible hacerlo.

Teniendo en cuenta lo enunciado es preciso encarar la


evaluación de las teorías económicas burguesas contemporáneas, en
particular, sus definiciones del objeto de la Economía Política. En
esencia, los economistas burgueses actuales se asemejan, en lo que
respecta a este problema, a los primeros representantes de la
corriente vulgar. Como antes, están en boga los intentos de reducir
la Economía Política a una ciencia sobre la economía nacional, sobre
las necesidades humanas y los modos de satisfacerlas, el
comportamiento de las variables macroeconómicas, etcétera.

Uno de los economistas burgueses más populares, Paúl


Samuelson, de EE.UU., en su manual La economía moderna cita un
conjunto de definiciones del objeto de estudio de la economía política
que se dan en los trabajos de los economistas occidentales:

19
Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

1. La teoría económica es la ciencia sobre la utilización por los


hombres de los recursos productivos raros o limitados (la tierra, el
trabajo, las mercancías destinadas a la producción, por ejemplo,
las máquinas y conocimientos técnicos) para producir diversas
mercancías (tales como trigo, carne de vaca, un tapado,
conciertos, caminos, yates) y distribuirlas entre los miembros de
la sociedad con fines de consumo.

2. La teoría económica es la ciencia sobre las formas de actividad


vinculadas con el intercambio y las transacciones monetarias
entre los hombres.

3. La teoría económica es la ciencia sobre el modo en que la


humanidad logra cumplir sus objetivos en el ámbito del consumo
y la producción.

4. La teoría económica es la ciencia sobre la riqueza.18

Paúl Samuelson considera que las definiciones de los otros


economistas no son suficientemente satisfactorias, y da la suya
propia: “La economía es la ciencia acerca de cuáles de los recursos
productivos raros eligen los hombres y la sociedad con el correr del
tiempo, por medio del dinero o sin su intervención, para producir
distintas mercancías y distribuirlas con fines de consumo en la
actualidad y en el futuro entre los diferentes hombres y grupos de la
sociedad”.19

Las definiciones dadas por otros autores que Samuelson


menciona, al igual que su propia fórmula, se distinguen por una
misma característica: la falta de claridad sobre qué es precisamente
lo que estudia la Economía Política, en qué reside su especificidad
con respecto a otras ciencias sobre la producción. Los economistas
burgueses tratan empeñosamente de desviarla, apartándola del
estudio de las relaciones productivas sociales, y la convierten en una
“doctrina universal” sobre la vida comercial y económica. No es
fortuito que el propio Samuelson diga que los principios o
condiciones de la actividad económica que él deduce tienen un

18 Véase P. Samuelson. La economía, Moscú, 1964, pág. 25. (En ruso).


19 Ídem.
20
Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

carácter universal, que son aplicables tanto en un Estado colectivo


como en una nación industrial capitalista o en una tribu de las islas
de los mares del Sur o para Robinson, e... incluso para un enjambre
de abejas o un conglomerado de monos.20

De esa manera, en lugar de los modos de producción


históricamente determinados, que se suceden unos a otros regidos
por leyes objetivas, los autores burgueses convierten en objeto de
estudio de la teoría económica sólo los principios generales y
abstractos sobre la organización y manejo de la producción. Es cierto
que cualquier proceso de producción dondequiera que se realice y
sean cuales fueren sus condiciones, tiene algunos aspectos comunes
(por ejemplo, la presencia de los tres elementos del proceso de
trabajo, es decir, los medios de trabajo, el objeto de trabajo, la fuerza
de trabajo en acción, tomados en ciertas correlaciones cuantitativas,
etc.). Al hacer notar la necesidad de esas condiciones generales de la
producción, Marx subrayaba que estos son “aspectos abstractos por
medio de los cuales no se puede comprender ninguna etapa histórica
real de la producción”.21

Pero eso es justamente lo que quieren los economistas


burgueses quienes tanto escriben sobre el papel de los diversos
factores de la producción actuantes en todas partes, y que deducen
complejas fórmulas matemáticas de sus interdependencias. ¿Para
qué necesitan hacerlo? Marx observa que es para representar la
producción “como encerrada dentro de los límites de las leyes
eternas de la naturaleza, independientes de la historia, para luego,
en el momento oportuno, hacer pasar las relaciones burguesas, en
forma totalmente inadvertida, como leyes naturales inmutables de
una sociedad in abstracto”.22

De esta manera, al referirnos a la concepción marxista del


objeto de la Economía Política, hay que destacar que dicha ciencia
estudia las relaciones económicas y sus leyes en las distintas etapas
del desarrollo de la sociedad. De esto se deduce que la Economía
Política es una ciencia histórica y debe ser subdividida en una serie
de partes componentes, cada una de las cuales estudia un modo de

20 Ídem, pág. 34.


21 C. Marx y F. Engels. Obras, t. 12, pág. 714. (En ruso).
22 Ídem, pág. 34.
21
Capítulo I
Objeto de Estudio de la Economía Política

producción cualitativamente particular, los diferentes tipos de


relaciones de producción y su desarrollo dentro de un mismo modo
de producción, la transición de un modo de producción a otro
superior y las leyes económicas especiales por su esencia y formas
de manifestación.

Así es como plantearon la cuestión los creadores de la


economía política socialista, Marx y Engels. En su libro Anti-Dúhring,
Engels escribe: “Las condiciones en las cuales los hombres producen
e intercambian lo producido varían con cada país y, dentro de éste,
con cada generación. Por eso, la Economía Política no puede ser la
misma para todos los países ni para todas las épocas históricas”. 23

De tal manera que los portavoces de la ciencia burguesa, que


consideran el capitalismo como un orden social “eterno” y “natural”,
ven con malos ojos cualquier enunciado acerca de que existieron,
existen y pueden existir en el futuro, además de las capitalistas,
otras relaciones económicas y sociales de cualquier tipo y, en
consecuencia, apartados de la ciencia económica que las estudian.
Se comprende que no ignoran el hecho de que las condiciones de
producción e intercambio, por ejemplo, en Egipto durante la época
de Ramsés II o en el Imperio Romano bajo Julio César, se diferencian
esencialmente de la “vida comercial” contemporánea en EE.UU. o
Inglaterra. Pero consideran todo el proceso histórico sólo como una
evolución gradual del capitalismo desde sus formas originarias y más
simples hasta el estado “perfecto” -así lo consideran- en que se
encuentra ahora. Esto explica el afán permanente de los autores
burgueses por establecer o deducir leyes “eternas” e “inmutables” de
la actividad económica, igualmente válidas para todas las épocas y
todos los pueblos, cayendo inevitablemente en el ahistoricismo y, en
consecuencia, fuera del conocimiento científico del movimiento
histórico de la sociedad regido inexorablemente por leyes objetivas.

23 F. Engels. Anti Dühring. (En: C. Marx y F. Engels. Obras escogidas, Ed. cit., t, VI,
pág. 121).
22
CAPÍTULO II

LA PRODUCCIÓN MERCANTIL Y LA MERCANCÍA

LA PRODUCCIÓN MERCANTIL*

La producción mercantil representa una organización de la


economía caracterizada porque la producción de los bienes
materiales no tiene por destino el consumo propio o autoconsumo,
sino el cambio mediante la compra-la venta en los mercados. Es
condición indispensable de su existencia la división social del trabajo
y la propiedad privada sobre los medios de producción.

En la producción mercantil los productos (mercancías) es


realizada por productores formalmente aislados e independientes
unos de otros. Esta forma de organización social de la producción
surgió hace miles de años durante el período más desarrollado de la
comunidad primitiva, ante todo, con la separación de los ganaderos
de los agricultores en lo que se denomina la primera gran división
social del trabajo, la cual se produjo por el desarrollo de las fuerzas
productivas del que resultó un aumento de la productividad del
trabajo que desembocó en la generación del excedente económico.

Este mismo desarrollo de las fuerzas productivas expandió las


relaciones mercantiles, expresándose en la separación de los
artesanos en lo que se conoce como segunda gran división social del
trabajo y, posteriormente, la especialización de ciertos agentes
económicos en actividades comerciales durante la esclavitud, es
decir los comerciantes, en la tercera gran división social del trabajo.

Las formas fundamentales de producción mercantil que se


conocen en la historia económica de la humanidad son la producción
mercantil simple y la producción mercantil desarrollada o capitalista.
Ambas formas económicas tienen como elemento común la
propiedad privada sobre los medios de producción y el destino de los
frutos del trabajo hacia el mercado, para que sean consumidos por
personas diferentes de sus productores mediante un acto de
compra-venta y que siempre se encuentran en competencia en un
proceso anárquico de producción de mercancías en donde cada
unidad económica representa un eslabón dentro de la división social

* Elaborado por Franklin Roberto Valdez Cruz, Coordinador.


Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

del trabajo, aparentemente aislada unas de otras pero que en


realidad están unidas por los hilos invisibles del mercado, lo que
provoca permanentemente diferenciación social.

La producción mercantil simple ha existido en todas las


formaciones económicas y sociales, desde la comunidad primitiva
hasta el socialismo, aunque su carácter ha dependido del modo de
producción dominante, puesto que siempre ha desempeñado un
papel secundario y no preponderante, aún en la fase de transición
del feudalismo al capitalismo en que tuvo un significativo pero
relativo desarrollo. Los representantes típicos de la producción
mercantil simple han sido los campesinos y los artesanos, aunque
también se encuentran otros productores como pequeños ganaderos,
apicultores, pescadores, cunicultores, etc.

La producción mercantil simple es más antigua que la


capitalista, ya que ésta deviene desde el siglo XVI, habiendo nacido
dentro de la estructura económica feudal en su fase de
desintegración. Otras diferencias entre ambas formas de producción
mercantil, consisten en que en la simple los productores directos son
los propietarios de los medios de producción; en tanto que en la
capitalista, los productores directos únicamente cuentan con la
propiedad de su capacidad de trabajo, su fuerza de trabajo.
Asimismo, en la primera los productores se quedan con el fruto del
trabajo, mientras que en la segunda, los creadores de las mercancías
únicamente perciben un salario, ya que hasta sus capacidades
físicas e intelectuales se convierten en mercancías, que compra el
capitalista porque para él tiene una utilidad muy especial, le crea un
valor excedente que se expresa en forma de ganancia.

En la actualidad, en la fase neoimperialista del capitalismo


eufemísticamente conocida como globalización, la economía
mercantil simple constituye una forma de organización económica de
subsistencia que tiende a expandirse entre amplios sectores de la
sociedad no sólo de la producción sino ante todo en los servicios
como el comercio, como consecuencia del dinámico proceso de
exclusión social que desplaza permanentemente a los trabajadores
de todas las actividades empresariales por la materialización de los
progresos del conocimiento científico y tecnológico en máquinas
ultramodernas, lo cual es una necesidad histórica para las empresas
capitalistas que tienen que competir cada vez con mayor intensidad

24
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

en los mercados globales, en una tendencia a convertir no sólo al


planeta entero sino al mismo espacio sideral en un único mercado
libre para el movimiento de los capitales.

LA MERCANCÍA**

1. Los dos factores de la mercancía: valor de uso y valor (sustancia y


magnitud del valor).

La riqueza de las sociedades en que impera el régimen


capitalista de producción se nos aparece como un "inmenso arsenal
de mercancías"1 y la mercancía como su forma elemental. Por eso,
nuestra investigación arranca del análisis de la mercancía.

La mercancía es, en primer término, un objeto externo, una


cosa apta para satisfacer necesidades humanas, de cualquier clase
que ellas sean. El carácter de estas necesidades, el que broten por
ejemplo del estómago o de la fantasía, no interesa en lo más mínimo
para estos efectos.2 Ni interesa tampoco, desde este punto de vista,
cómo ese objeto satisface las necesidades humanas, si directamente,
como medio de vida, es decir como objeto de disfrute, o
indirectamente como medio de producción.

Todo objeto útil, el hierro, el papel, etc., puede considerarse


desde dos puntos de vista: atendiendo a su calidad o a su cantidad.
Cada objeto de éstos representa un conjunto de las más diversas
propiedades y puede emplearse, por tanto, en los más diversos
aspectos. El descubrimiento de estos aspectos y, por tanto, de las
diferentes modalidades de uso de las cosas, constituyen un hecho
histórico.3 Otro tanto acontece con la invención de las medidas

** Tomado del Capital Tomo I, Karl Marx, Fondo de Cultura Económica, México, XIII
impresión, 1978. Págs. 3-47.
1 Carlos Marx, Contribución a la crítica de la economía política. Berlín, 1859, p. 3.
2 “Apetencia implica necesidad; es el apetito del espíritu, tan natural en éste como el

hambre en el cuerpo. La mayoría (de las cosas) tiene un valor por el hecho de
satisfacer las necesidades del espíritu” (Nicolás Barbon, A Discourse on coining the
new money lighter, in answer to Mr. Lock´s Considerations, etc. Londres, 1966, pp.
2, 3.
3 “Las cosas tienen una virtud interna (vertue es, en Barbon, el término específico para

designar el valor de uso), virtud que es siempre y en todas partes la misma, al modo
como la del imán de atraer el hierro”. (Barbon, a discourse on coinign the new
25
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

sociales para expresar la cantidad de los objetos útiles. Unas veces,


la diversidad que se advierte en las medidas de las mercancías
responde a la diversa naturaleza de los objetos que se tratan de
medir; otras veces, es fruto de la convención.

La utilidad de un objeto lo convierte en valor de uso. 4 Pero


esta utilidad de los objetos no flota en el aire. Es algo que está
condicionado por las cualidades materiales de la mercancía y que no
puede existir sin ellas. Lo que constituye un valor de uso o bien es,
por tanto, la materialidad de la mercancía misma, el hierro, el trigo,
el diamante, etc. Y este carácter de la mercancía no depende de que
la apropiación de sus cualidades útiles cueste al hombre mucho o
poco trabajo. Al apreciar un valor de uso, se le supone siempre
concretado en una cantidad, v. gr. una docena de relojes, una vara
de lienzo, una tonelada de hierro, etc. Los valores de uso
suministran los materiales para una disciplina especial: la del
conocimiento pericial de las mercancías.5 El valor de uso sólo toma
cuerpo en el uso o consumo de los objetos. Los valores de uso
forman el contenido material de la riqueza, cualquiera que sea la
forma social de ésta. En el tipo de sociedad que nos proponemos
estudiar, los valores de uso son, además, el soporte material del
valor de cambio.

A primera vista, el valor de cambio aparece como la relación


cuantitativa, la proporción en que se cambian valores de uso de una
clase por valores de uso de otra,6 relación que varía constantemente
con los lugares y los tiempos. Parece, pues, como si el valor de

money lighter, p. 6.) Sin embargo, la propiedad del imán de atraer el hierro no fue
útil hasta que por medio de ella se descubrió la polaridad magnética.
4 “El valor natural (natural worth) de todo objeto consiste en su capacidad para
satisfacer las necesidades elementales de la vida humana o para servir a la
comodidad del hombre” (John Locke, Some Considerations on the Consequences of
the lowering of interest, 1691, en Works, ed. Londres, 1777, vol. II, p. 28). En los
escritores ingleses del siglo XVII, es corriente encontrarse todavía con dos términos
distintos para disignar el valor de uso y el valor de cambio, que son los de “Worth” y
“value” respectivamente, como cuadra al espíritu de una lengua que gusta de
expresar la idea directa con un término germánico y la idea refleja con un término
latino.
5 En la sociedad burguesa, reina la fictio juris de que todo comprador de mercancías
posee conocimientos enciclopédicos acerca de éstas.
6 “El valor consiste en la proporción en que se cambia un objeto por otro, una
determinada cantidad de un producto por una determinada cantidad de otro” (Le
Trosne, De I´intéret social. Physiocrates, ed. Dairc. París, 1846, p. 889).
26
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

cambio fuese algo puramente casual y relativo, como si, por tanto,
fuese una contradictio in adjecto la existencia de un valor de cambio
interno, inmanente a la mercancía (valeur intrinseque).7 Pero,
observemos la cosa más cerca.

Una determinada mercancía, un quarter de trigo por ejemplo,


se cambia en las más diversas proporciones por otras mercancías v.
gr.: por x betún, por y seda, por z oro, etc. Pero como x betún y seda,
z oro, etc. representan el valor de cambio de un quarter de trigo, x
betún, y seda, z oro, etc. Tienen que ser necesariamente valores de
cambio permutables los unos con los otros o iguales entre sí. De
donde se sigue: primero, que los diversos valores de cambio de la
misma mercancía expresan todos ellos algo igual; segundo, que el
valor de cambio no es ni puede ser más que la expresión de un
contenido diferenciable de él, su “forma de manifestarse”.

Tomemos ahora dos mercancías, por ejemplo trigo y hierro.


Cualquiera que sea la proporción en que se cambien, cabrá siempre
representarla por una igualdad en que una determinada cantidad de
trigo equivalga a una cantidad determinada de hierro, v. gr.: 1
quarter de trigo= x quintales de hierro. ¿Qué nos dice esta igualdad?
Que en los dos objetos distintos, o sea, en 1 quarter de trigo y en x
quintales de hierro, se contienen un algo común de magnitud igual.
Ambas cosas son, por tanto, iguales a una tercera, que no es de suyo
ni la una ni la otra. Cada una de ellas debe, por consiguiente, en
cuanto a valor de cambio, poder reducirse a este tercer término.

Un sencillo ejemplo geométrico nos aclarará esto. Para


determinar y comparar las áreas de dos polígonos hay que
convertirlas previamente en triángulos. Luego, los triángulos se
reducen, a su vez, a una expresión completamente distinta de su
figura visible: la mitad del producto de su base por su altura.
Exactamente lo mismo ocurre con los valores de cambio de las
mercancías: hay que reducirlos necesariamente a un algo común
respecto al cual representen un más o un menos.

Este algo común no puede consistir en una propiedad


geométrica, física o química, ni en ninguna otra propiedad natural de

7 “Nada puede encerrar un valor de cambio intrínseco” (N. Barbon, a Discourse an


coining the new money lighter, p. 6. O, como dice Butler: The value of a thing is just
as much as it will bring.
27
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

las mercancías. Las propiedades materiales de las cosas sólo


interesan cuando las consideramos como objetos útiles, es decir,
como valores de uso. Además, lo que caracteriza visiblemente la
relación de cambio de las mercancías es precisamente el hecho de
hacer abstracción de sus valores de uso respectivos. Dentro de ella,
un valor de uso, siempre que se presente en la proporción adecuada,
vale exactamente lo mismo que cualquier otro. Ya lo dice el viejo
Barbon: “Una clase de mercancías vale tanto como otra, siempre que
su valor de cambio sea igual. Entre objetos cuyo valor de cambio es
idéntico, no existe disparidad ni posibilidad de distinguir.”8 Como
valores de uso, las mercancías representan, ante todo, cualidades
distintas; como valores de cambio, sólo se distinguen por la
cantidad: no encierran, por lo tanto, ni un átomo de valor de uso.

Ahora bien, si prescindimos del valor de uso de las


mercancías éstas sólo conservan una cualidad: la de ser productos
del trabajo. Pero no productos de un trabajo real y concreto. Al
prescindir de su valor de uso, prescindimos también de los
elementos materiales y de las formas que los convierten en tal valor
de uso. Dejarán de ser una mesa, una casa, una madeja de hilo o un
objeto útil cualquiera. Todas sus propiedades materiales se habrán
evaporado. Dejarán de ser también productos del trabajo del
ebanista, del carpintero, del tejedor o de otro trabajo productivo
concreto cualquiera. Con el carácter útil de los productos del trabajo,
desaparecerá el carácter útil de los trabajos que representan y
desaparecerán también, por tanto, las diversas formas concretas de
estos trabajos, que dejarán de distinguirse unos de otros para
reducirse todos ellos al mismo trabajo humano, al trabajo humano
abstracto.

¿Cuál es el residuo de los productos así considerados? Es la


misma materialidad espectral, un simple coágulo de trabajo humano
indistinto, es decir, de empleo de fuerza de trabajo, sin atender para
nada a la forma en que esta fuerza se emplee. Estos objetos sólo nos
dicen que en su producción se ha invertido fuerza humana de

8 “One sort of wares are as good as another, if the value be equal. There is no
difference or distinction in things of equal value...” Y Barbon continua: “...100 libras
esterlinas de plomo o de hierro tienen exactamente el mismo valor de cambio que
100 libras esterlinas de plata o de oro.” (“One hundred pounds worths of lead or
iron, is of as great a value as one hundred pounds worths of salver and gold.”) A
Discourse on coining the new money lighter, pp. 53 y 7.
28
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

trabajo, se ha acumulado trabajo humano. Pues bien, considerados


como cristalización de esta sustancia social común a todos ellos,
estos objetos son valores, valores-mercancías.

Fijémonos ahora en la relación de cambio de las mercancías.


Parece como si el valor de cambio en sí fuese algo totalmente
independiente de sus valores de uso. Y en efecto, prescindiendo real
y verdaderamente del valor de uso de los productos del trabajo,
obtendremos el valor tal y como acabamos de definirlo. Aquel algo
común que toma cuerpo en la relación de cambio o valor de cambio
de la mercancía es, por tanto, su valor. En el curso de nuestra
investigación volveremos de nuevo al valor de cambio, como
expresión necesaria o forma obligada de manifestarse el valor, que
por ahora estudiaremos independientemente de esta forma.

Por tanto, un valor de uso, un bien, sólo encierra un valor por


ser encarnación o materialización del trabajo humano abstracto
¿Cómo se mide la magnitud de este valor? Por la cantidad de
“sustancia creadora de valor”, es decir, de trabajo, que encierra. Y, a
su vez, la cantidad de trabajo que encierra se mide por el tiempo de
su duración, y el tiempo de trabajo, tiene, finalmente, su unidad de
medida en las distintas fracciones de tiempo: horas, días, etc.

Se dirá que si el valor de una mercancía se determina por la


cantidad de trabajo invertida en su producción, las mercancías
encerrarán tanto más valor cuanto más holgazán o más torpe sea el
hombre que las produce o, lo que es lo mismo, cuanto más tiempo
tarde en producirlas. Pero no; el trabajo que forma la sustancia de
los valores es trabajo humano igual, inversión de la misma fuerza
humana de trabajo. Es como si toda la fuerza de trabajo de la
sociedad, materializada en la totalidad de los valores que forman el
mundo de las mercancías, representase para estos efectos una
inmensa fuerza humana de trabajo, no obstante ser la suma de un
sinnúmero de fuerzas de trabajo individuales. Cada una de estas
fuerzas individuales de trabajo es una fuerza humana de trabajo
equivalente a las demás, siempre y cuando que represente el carácter
de una fuerza media de trabajo social y dé, además, el rendimiento
que a esa fuerza media de trabajo social corresponde; o lo que es lo
mismo, siempre y cuando que para producir una mercancía no
consuma más que el tiempo de trabajo que representa la media
necesaria, o sea el tiempo de trabajo socialmente necesario. Tiempo

29
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

de trabajo socialmente necesario es aquel que se requiere para


producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de
producción y con el grado medio de destreza e intensidad de trabajo
imperantes en la sociedad. Así, por ejemplo, después de introducirse
en Inglaterra el telar de vapor, el volumen de trabajo necesario para
convertir en tela una determinada cantidad de hilado, seguramente
quedaría reducido a la mitad. El tejedor manual inglés seguía
invirtiendo en esta operación, naturalmente, el mismo tiempo de
trabajo que antes, pero ahora el producto de su trabajo individual
sólo representaba ya media hora de trabajo social, quedando por
tanto limitado a la mitad de su valor primitivo.

Por consiguiente, lo que determina la magnitud de valor de


un objeto no es más que la cantidad de trabajo socialmente
necesario, o sea el tiempo de trabajo socialmente necesario para su
producción.9 Para estos efectos, cada mercancía se considera como
un ejemplar medio de su especie.10 Mercancías que encierran
cantidades de trabajo iguales o que pueden ser producidas en el
mismo tiempo de trabajo representan, por tanto, la misma magnitud
de valor. El valor de una mercancía es al valor de cualquier otra lo
que el tiempo de trabajo necesario para la producción de la primera
es el tiempo necesario para la producción de la segunda.
“Consideradas como valores, las mercancías no son todas ellas más
que determinadas cantidades de tiempo de trabajo cristalizado.” 11

La magnitud de valor de una mercancía permanecería, por


tanto, constante, invariable, si permaneciese también constante el
tiempo de trabajo necesario para su producción. Pero éste cambia al
cambiar la capacidad productiva del trabajo. La capacidad
productiva del trabajo depende de una serie de factores, entre los
cuales se cuentan el grado medio de destreza del obrero, el nivel de

9 Nota a la segunda edición. “The value of them (the necessaries of life) when there
are exchange the one for another, is regulated by the quantity of labour necessarily
required and commonly taken in producing then” (Some Thoughts on the Interest
of Money in general, in particulary in the Public Funds, etc., Londres, p. 36). Esta
notable obra anónima del siglo pasado no lleva fecha de publicación sin embargo,
de su contenido se deduce que debió de ver la luz bajo el reinado de Jorge II, hacia
los años 1739 o 1740.
10 “Los productos del mismo trabajo forman un todo, en rigor, una sola masa, cuyo
precio se determina de un modo general y sin atender a las circunstancias del caso
concreto.” (Le Trosne, De L´Intérét Social, p. 983.)
11 Carlos Marx, Contribución a la crítica de la economía política, p. 6.
30
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

progreso de la ciencia y de sus aplicaciones, la organización social


del proceso de producción, el volumen y la eficacia de los medios de
producción y las condiciones naturales. Así, por ejemplo, la misma
cantidad de trabajo que en años de buena cosecha arroja 8 bushels
de trigo, en años de mala cosecha sólo arroja 4. El rendimiento
obtenido en la extracción de metales con la misma cantidad de
trabajo variará según que se trate de yacimientos ricos o pobres, etc.
Los diamantes son raros en la corteza de la tierra; por eso su
extracción supone, por término medio, mucho tiempo de trabajo, y
ésta es la razón de que representen, en dimensiones pequeñísimas,
cantidades de trabajo enormes. Jacob duda que el oro se pague
nunca por todo su valor. Lo mismo podría decirse, aunque con
mayor razón aún, de los diamantes. Según los cálculos de Eschwege,
en 1823 la extracción en total de las minas de diamantes del Brasil
no alcanzaba, calculada a base de un período de ochenta años, el
precio representado por el producto medio de las plantaciones
brasileñas de azúcar y café durante año y medio, a pesar de suponer
mucho más trabajo y, por tanto, mucho más valor. En minas más
ricas, la misma cantidad de trabajo representaría más diamantes,
con lo cual estos objetos bajarían de valor. Y si el hombre llegase a
conseguir transformar el carbón en diamante con poco trabajo, el
valor de los diamantes descendería por debajo del de los ladrillos.
Dicho en términos generales: cuanto mayor sea la capacidad
productiva del trabajo, tanto más corto será el tiempo de trabajo
necesario para la producción de un artículo, tanto menor la cantidad
de trabajo cristalizada en él y tanto más reducido su valor. Y por el
contrario, cuanto menor sea la cantidad productiva del trabajo, tanto
mayor será el trabajo necesario para la producción de un artículo y
tanto más grande el valor de éste. Por tanto, la magnitud del valor de
una mercancía cambia en razón directa a la cantidad y en razón
inversa a la capacidad productiva del trabajo que en ella se invierte.

Un objeto puede ser de valor de uso sin ser valor. Así


acontece cuando la utilidad que ese objeto encierra para el hombre
no se debe al trabajo. Es el caso del aire, de la tierra virgen, de las
praderas naturales, de los bosques silvestres, etc. Y puede, asimismo
un objeto ser útil y producto del trabajo humano sin ser mercancía.
Los productos del trabajo destinados a satisfacer las necesidades
personales de quien las creas son, indudablemente, valores de uso,
pero no mercancías. Para producir mercancías, no basta producir
valores de uso, sino que es menester producir valores de uso para

31
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

otros, valores de uso sociales. (Y no sólo para otros, pura y


simplemente. El labriego de la Edad Media producía el trigo del
tributo para el señor feudal y el trigo del diezmo para el cura; y, sin
embargo, a pesar de producirlos para otros, ni el trigo del tributo ni
el trigo del diezmo eran mercancías. Para ser mercancía, el producto
ha de pasar a manos de otro, del que lo consuma, por medio de un
acto de cambio).12 Finalmente, ningún objeto puede ser un valor sin
ser a la vez objeto útil. Si es inútil, lo será también el trabajo que
éste encierra; no contará como trabajo ni representará, por tanto, un
valor.

2. Doble carácter del trabajo representado por las mercancías.

Veíamos al comenzar que la mercancía tenía dos caras: la de


valor de uso y la de valor de cambio. Más tarde, hemos vuelto a
encontrarnos con que el trabajo expresado en el valor no presentaba
los mismos caracteres que el trabajo creador de valores de uso.
Nadie, hasta ahora, había puesto de relieve críticamente este
carácter del trabajo representado por la mercancía.13 Y como este
punto es el eje en torno al cual gira la comprensión de la economía
política, hemos de detenernos a examinarlo con cierto cuidado.

Tomemos dos mercancías, v. gr.: una levita y 10 varas de


lienzo. Y digamos que la primera tiene el doble de valor que la
segunda; es decir, que si 10 varas de lienzo = v, 1 levita = 2 v.

La levita es un valor de uso que satisface una necesidad


concreta. Para crearlo, se requiere una determinada clase de
actividad productiva. Esta actividad está determinada por su fin,
modo de operar, objeto, medios y resultados. El trabajo cuya utilidad
viene a materializarse así en el valor de uso de su producto o en el
hecho de que sus productos sean un valor de uso, es lo que
llamamos, resumiendo todo eso, trabajo útil. Considerado desde
este punto de vista, el trabajo se nos revela siempre asociado a su
utilidad.

12 Nota a la 4ª. ed. He añadido lo que aparece entre paréntesis para evitar el error,
bastante frecuente, de los que creen que Marx considera mercancía, sin más, todo
producto consumido por otro que no sea el propio productor. –F. E.
13 Carlos Marx, Contribución a la crítica de la economía, pp. 12, 13 y ss.
32
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

Del mismo modo que la levita y el lienzo son valores de uso


cualitativamente distintos, los trabajos a que deben su existencia -o
sea, el trabajo del sastre y el del tejedor- son también trabajos
cualitativamente distintos. Si no fuesen valores de uso
cualitativamente distintos y, por tanto productos de trabajos útiles
cualitativamente distintos también, aquellos objetos bajo ningún
concepto podrían enfrentarse el uno con el otro como mercancías. No
es práctico cambiar una levita por otra, valores de uso por otros
idénticos.

Bajo el tropel de los diversos valores de uso o mercancías,


desfila ante nosotros un conjunto de trabajos útiles no menos
variados, trabajos que difieren unos de otros en género, especie,
familia, subespecie y variedad: es la división social del trabajo
condición de vida de la producción de mercancías, aunque ésta no lo
sea, a su vez, de la división social del trabajo. Así, por ejemplo, la
comunidad de la India antigua, supone una división social del
trabajo, a pesar de lo cual los productos no se convierten allí en
mercancías. O, para poner otro ejemplo más cercano a nosotros: en
toda fábrica reina una división sistemática del trabajo, pero esta
división no se basa en el hecho de que los obreros cambien entre sí
sus productos individuales. Sólo los productos de trabajos privados
independientes los unos de los otros pueden revestir en sus
relaciones mutuas el carácter de mercancías.

Vemos, pues, que el valor de uso de toda mercancía


representa una determinada actividad productiva encaminada a un
fin o, lo que es lo mismo un determinado trabajo útil. Los valores de
uso no pueden enfrentarse los unos con los otros como mercancías
si no encierran trabajos útiles cualitativamente distintos. En una
sociedad cuyos productos revisten en general la forma de
mercancías, es decir, en una sociedad de productores de mercancías,
esta diferencia cualitativa que se acusa entre los distintos trabajos
útiles realizados independientemente los unos de los otros como
actividades privativas de otros tantos productores independientes, se
va desarrollando hasta formar un complicado sistema, hasta
convertirse en una división social del trabajo.

A la levita, como tal levita, le tiene sin cuidado, por lo demás,


que la vista el sastre o su cliente. En ambos casos cumple su misión
de valor de uso. La relación entre esa prenda y el trabajo que la

33
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

produce no cambia tampoco, en realidad, porque la actividad del


sastre se convierta en profesión especial, en categoría independiente
dentro de la división social de trabajo. Allí donde la necesidad de
vestido le acuciaba, el hombre se pasó largos siglos cortándose
prendas más o menos burdas antes de convertirse de hombre en
sastre. Sin embargo la levita, el lienzo, todos los elementos de la
riqueza material no suministrados por la naturaleza, deben siempre
su existencia a una actividad productiva específica, útil, por medio
de la cual se asimilan a determinadas necesidades humanas
determinadas materias que la naturaleza brinda al hombre. Como
creador de valores de uso, es decir como trabajo útil, el trabajo es,
por tanto, condición de vida del hombre, y condición independiente
de todas las formas de sociedad, una necesidad perenne y natural
sin la que no se concebiría el intercambio orgánico entre el hombre y
la naturaleza ni, por consiguiente, la vida humana.

Los valores de uso, levita, lienzo, etc., o lo que es lo mismo,


las mercancías consideradas como objetos corpóreos, son
combinaciones de dos elementos: la materia, que suministra la
naturaleza, y el trabajo. Si descontamos el conjunto de trabajos
útiles contenidos en la levita, en el lienzo, etc., quedará siempre un
substrato material, que es el que la naturaleza ofrece al hombre sin
intervención de la mano de éste. En su producción, el hombre sólo
puede proceder como procede la misma naturaleza, es decir,
haciendo que la materia cambie de forma.14 Más aún. En este trabajo
de conformación, el hombre se apoya constantemente en las fuerzas
naturales. El trabajo no es, pues, la fuente única y exclusiva de los
valores de uso que produce, de la riqueza material. El trabajo es,

14 “Los fenómenos del universo, ya los provoque la mano del hombre, ya se hallen
regidos por las leyes generales de la naturaleza, no representan nunca una
verdadera creación de la nada, sino una simple transformación de la materia.
Cuando el espíritu humano analiza la idea de la reproducción, se encuentra
siempre, constantemente, como únicos elementos, con las operaciones de
asociación y disociación; exactamente lo mismo acontece con la reproducción del
valor (valore, valor de uso, si bien el autor, en esta su polémica contra los
fisiócratas, no sabe él mismo a ciencia cierta a que clase de valor se refiere) y de la
riqueza, cuando la tierra, el aire y el agua se transforman en trigo sobre el campo o
cuando, bajo la mano del hombre, la secreción viscosa de un insecto se convierte
en seda o unas cuantas piezas de metal se ensamblan para formar un reloj de
repetición” (Pietro Verri, Meditazioni sulla Economía política, obra impresa por vez
primera en 1773, Economistas italianos, ed. Custodi, Parte Moderna, vol XV, p.
22.)
34
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

como ha dicho William Petty, el padre de la riqueza, y la tierra la


madre.

Pasemos ahora de la mercancía considerada como objeto útil


a la mercancía considerada como valor. Partimos del supuesto de
que la levita vale el doble que 10 varas de lienzo. Pero ésta es una
diferencia puramente cuantitativa, que, por el momento, no nos
interesa. Nos limitamos, por tanto, a recordar que si el valor de una
levita es el doble que el de 10 varas de lienzo, 20 varas de lienzo
representarán la misma magnitud de valor que una levita.
Considerados como valores, la levita y el lienzo son objetos que
encierran idénticas sustancias, objetos de igual naturaleza,
expresiones objetivas del mismo tipo de trabajo.

Pero el trabajo del sastre y del tejedor es cualitativamente


distinto. Hay, sin embargo, sociedades en que el mismo hombre
trabaja alternativamente como sastre y tejedor y en que, por tanto,
estas dos modalidades distintas de trabajo no son más que variantes
del trabajo del mismo individuo, en que no representan todavía
funciones fijas y concretas de diferentes personas, del mismo modo
que la levita que hoy corta nuestro sastre y los pantalones que
cortará mañana representan más que modalidades del mismo
trabajo individual. A simple vista se advierte, además, que en
nuestra sociedad capitalista una cantidad concreta de trabajo
humano se aporta alternativamente en forma de trabajo de sastrería
o de trabajo textil, según las fluctuaciones que experimenta la
demanda de trabajo. Es posible que estos cambios de forma del
trabajo no se operen sin resistencia. Pero tienen que operarse
necesariamente.

Si prescindimos del carácter concreto de la actividad


productiva y, por tanto, de la utilidad del trabajo, ¿qué queda en pie
de él? Queda simplemente el ser un gasto de fuerza humana de
trabajo. El trabajo de sastre y de tejedor, aún representando
actividades productivas cualitativamente distintas, tienen de común
el ser un gasto productivo de cerebro humano, de músculo, de
nervios, de brazo, etc.; por tanto en este sentido, ambos son trabajo
humano. No son más que dos formas distintas de aplicar la fuerza de
trabajo del hombre. Claro está que para poder aplicarse bajo tal o
cual forma, es necesario que la fuerza humana de trabajo adquiera
un grado mayor o menor de desarrollo. Pero de suyo, el valor de la

35
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

mercancía sólo representa trabajo humano, gasto de trabajo humano


pura y simplemente. Ocurre con el trabajo humano, en este respecto
lo que en la sociedad burguesa ocurre con el hombre, que como tal
hombre no es apenas nada, pues como se cotiza y representa un
gran papel en esa sociedad es como general o como banquero. 15 El
trabajo humano es el empleo de esa simple fuerza de trabajo que
todo hombre común y corriente, por término medio, posee en su
organismo corpóreo, sin necesidad de una especial educación. El
simple trabajo medio cambia, indudablemente de carácter según los
países y la cultura de cada época, pero existe siempre, dentro de una
sociedad dada. El trabajo complejo no es más que el trabajo simple
potenciado o, mejor dicho, multiplicado: por donde una pequeña
cantidad de trabajo complejo puede equivaler a una cantidad grande
de trabajo simple. Y la experiencia demuestra que esta reducción de
trabajo complejo a trabajo simple es un fenómeno que se da todos
los días y a todas horas. Por muy complejo que sea el trabajo a que
debe su existencia una mercancía, el valor la equipara enseguida al
producto del trabajo simple y como tal valor sólo representa, por
tanto, una determinada cantidad de trabajo simple. 16 Las diversas
proporciones en que diversas clases de trabajo se reducen a la
unidad de medida del trabajo siempre se establecen a través de un
trabajo social que obra a espaldas de los productores, y esto les
mueve a pensar que son el fruto de la costumbre. En lo sucesivo,
para mayor sencillez, consideraremos siempre la fuerza de trabajo,
cualquiera que ella sea, como expresión directa de la fuerza de
trabajo simple, ahorrándonos así la molestia de reducirla a la
unidad.

Del mismo modo que en los valores levita y lienzo se


prescinde de la diferencia existente entre sus valores de uso en los
trabajos que esos valores representan se hace caso omiso de la
diferencia y de sus formas útiles, o sea de la actividad del sastre y la
del tejedor. Y así como los valores de uso lienzo y levita son el fruto
de la combinación de una actividad útil productiva, con la tela y el
hilado respectivamente mientras que considerados como valores la
levita y el lienzo no son, por el contrario, más que simples

15 Ver Hegel, Pholosophie des Rechts, Berlín, 1840, p. 250 190.


16 Advierta el lector que aquí no nos referimos al salario o valor abonado al obrero por
un día de trabajo, supongamos, sino al valor de las mercancías en que su jornada
de trabajo se traduce. En esta primera fase de nuestro estudio, es como si la
categoría del salario no existiese.
36
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

cristalizaciones análogas de trabajo, los trabajos encerrados en estos


valores no son los que son por la relación productiva que guardan
con la tela y el hilado, sino por ser inversiones de fuerza humana de
trabajo pura y simplemente. Los trabajos del sastre y el tejedor son
elementos constitutivos de los valores de uso levita y lienzo gracias
precisamente a sus diversas cualidades; en cambio sólo son
sustancias y base de los valores lienzo y levita en cuanto en ellos se
hace abstracción de sus cualidades específicas para reducirlos a la
misma calidad: la del trabajo humano.

Pero la levita y el lienzo no son solamente valores en general,


sino valores de una determinada magnitud, pues ya hemos dicho
que, según el supuesto de que partimos, la levita vale el doble que 10
varas de lienzo. ¿Cómo se explica esta diferencia de magnitud de
valor? Tiene su explicación el hecho de que las 10 varas de lienzo
sólo encierra la mitad de trabajo que una levita lo cual quiere decir
que para producir ésta, la fuerza de trabajo deberá funcionar doble
tiempo del que se necesita para producir aquellas.

Por tanto, si con relación al valor de uso de trabajo


representado por la mercancía sólo interesa cualitativamente, con
relación a la magnitud del valor interesa sólo en su aspecto
cuantitativo, una vez reducido a trabajo humano puro y simple. En
el primer caso lo que interesa es la clase y calidad de trabajo; en el
segundo caso, su cantidad, su duración. Y como la magnitud de
valor de una mercancía sólo acusa la cantidad de trabajo encerrado
en ella, en determinadas proporciones las mercancías representarán
siempre, necesariamente, valores iguales.

Si la capacidad productiva de todos los trabajos útiles


necesarios para la producción de una levita, supongamos,
permanece invariable, la magnitud de valor de las levitas aumentará
en la medida en que aumente su cantidad. Si por ejemplo una levita
representa x días de trabajo, 2 levitas representarán 2 x días de
trabajo, etc. Pero supóngase que el trabajo necesario para producir
una levita se duplica o bien que se reduce a la mitad. En el primer
caso, una levita tendrá el mismo valor que antes dos, y en el segundo
caso harán falta dos levitas para formar el valor que antes tenía una,
a pesar de que tanto en uno como en otro caso esta prenda sigue
prestando exactamente los mismos servicios y de que el trabajo útil

37
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

que encierra sigue siendo de la misma calidad. Lo que cambia es la


cantidad de trabajo invertida en su producción.

Cuanto mayor sea la cantidad de valor de uso, mayor será de


por sí, la riqueza material: dos levitas encierran más riquezas que
una. Con dos levitas pueden vestirse dos personas; con una de estas
prendas solamente una, etc. Sin embargo, puede ocurrir que a
medida que crece la riqueza material, disminuya la magnitud de
valor que representa. Estas fluctuaciones contradictorias entre sí se
explican por el doble carácter de trabajo. La capacidad productiva es
siempre naturalmente capacidad productiva de trabajo útil, concreto.
Y sólo determina como es lógico, el grado de eficacia de una actividad
productiva útil, encaminada a un fin, dentro de un período de tiempo
dado. Por tanto el trabajo útil rendirá una cantidad más o menos
grande de productos según el ritmo con que aumente o disminuya su
capacidad productiva. Por el contrario los cambios operados en la
capacidad productiva no afectan de suyo el trabajo que el valor
representa. Como la capacidad productiva es siempre función de la
forma concreta y útil de trabajo, es lógico que tan pronto como se
hace caso omiso de su forma concreta, útil, no afecte para nada a
éste. El mismo trabajo rinde, por tanto, durante el mismo tiempo
idéntica cantidad de valor, por mucho que cambie su capacidad
productiva. En cambio, puede arrojar en el mismo tiempo cantidades
distintas de valores de uso, mayores o menores según su capacidad
productiva aumente o disminuya. Como se ve, en el mismo cambio
operado en la capacidad productiva, por virtud de la cual aumente el
rendimiento del trabajo y, por tanto, la masa de los valores de uso
creados por éste, disminuye la magnitud de valor de esta masa total
incrementada, siempre en el supuesto de que se reduzca el tiempo de
trabajo necesario para la producción de esa masa. Y a la inversa.

Todo trabajo es de una parte, gasto de la fuerza humana de


trabajo en el sentido fisiológico y, como tal, trabajo humano igual,
trabajo humano abstracto, forma el valor de la mercancía. Pero todo
trabajo es, de otra parte, gasto de la fuerza humana de trabajo en
una forma especial encaminada a un fin y, como tal, como trabajo
concreto y útil, produce los valores de uso. 17

17 Nota a la 2ª ed. Para probar "que el trabajo es la única medida definitiva y real por
la que puede apreciarse y compararse en todos los tiempos y en todos los lugares
el valor de todas las mercancïas", dice A. Smith: "Cantidades iguales de trabajo
poseen siempre el mismo valor para el obrero, en todos los tiempos y en todos los
38
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

3. La forma del valor o valor de cambio.

Las mercancías vienen al mundo bajo la forma de valores de


uso u objetos materiales: Hierro, tela, trigo, etc. Es su forma prosaica
y natural. Sin embargo si son mercancías es por encerrar una doble
significación: la de objetos útiles y, a la par la de materializaciones
del valor. Por tanto sólo se presentan como mercancías, sólo revisten
el carácter de mercancías cuando poseen esta doble forma: su forma
natural y la forma del valor.

La objetivación de valor de las mercancías se distingue de


Wittib Hurtig, la amiga de Falstaff, en que no se sabe por donde
cogerla. Cabalmente al revés de lo que ocurre con la materialidad de
las mercancías corpóreas, visibles y tangibles, en su valor objetivado
no entra ni un átomo de materia natural. Ya podemos tomar una
mercancía y darle todas las vueltas que queramos: como valor, nos
encontraremos con que es siempre inapreciable. Recordemos sin
embargo que las mercancías sólo se materializan como valores en

lugares. En su estado normal de salud, fuerza y dilingencia y supuesto en él el


grado medio de destreza, el obrero tiene que sacrificar siempre la misma cantidad
de descanso, libertad y dicha." (Wealth of Nations, t. I, cap. 5 (ed. E. G. Wakefield,
Londres, 1836, t. I, pp. 104 s.). De una parte, A. Smith confunde aquí (aunque no
siempre) la determinación del valor por la cantidad de trabajo invertida en la
producción de la mercancía con la determinación de los valores de las mercancías
por el valor del trabajo, pretendiendo por tanto demostrar que a cantidades iguales
de trabajo corresponde siempre un valor igual. De otra parte, presiente que el
trabajo, en cuanto materializado en el valor de las mercancías, sólo interesa como
gasto de fuerza de trabajo, pero vuelve a concebir este acto simplemente como un
sacrificio del descanso, la libertad y la dicha del obrero, y no como una función
normal de vida. Claro está que, al decir esto, se refiere al obrero asalariado
moderno mucho más acertado anda el precursor anónimo de A. Smith citado en la
pág. 44 No. 9, cuando dice: "una persona invierte una semana en producir un
objeto útil... Si otra le da a cambio de él otro objeto, no dispondría de medida
mejor para apreciar la verdadera equivalencia entre los dos objetos que calcular
cuál de los que posee le ha costado el mismo trabajo (labour) y el mismo tiempo.
Lo cual quiere decir, en realidad que el trabajo que una persona ha empleado en
su producto durante un determinado período de tiempo se cambia por el trabajo
que la otra ha invertido en otro objeto durante un período de tiempo igual." (Some
Thoughts of the Interest of money etc., p. 39).

(Nota a la 4ª Ed. El idioma inglés tiene la ventaja de poseer dos términos distintos
para designar estos dos aspectos distintos de trabajo. El trabajo que crea valores
de uso y se determina cualitativamente recibe el nombre de work para distinguirlo
del trabajo que crea valor y sólo se mide cuantitativamente, al que se da el nombre
de labour. Véase nota a la edición inglesa p. 14-F. E).
39
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

cuanto son expresión de la misma unidad social: trabajo humano,


que, por tanto, su materialidad como valores es puramente social y
comprenderemos sin ningún esfuerzo que esa su materialidad como
valores sólo puede revelarse en la relación social de unas mercancías
con otras. En efecto en nuestra investigación comenzamos
estudiando el valor de cambio o relación de cambio de las
mercancías, para descubrir, encerrando en esta relación su valor.
Ahora no tenemos más remedio que retrotraernos nuevamente a esta
forma o manifestación de valor.

Todo el mundo sabe, aunque no sepa más que eso que las
mercancías poseen una forma común de valor que contrasta de una
manera muy ostensible con la abigarrada diversidad de formas
naturales que presentan sus valores de uso: esta forma es el dinero.
Ahora bien es menester que consigamos nosotros lo que la economía
burguesa no ha intentado siquiera poner en claro la génesis de la
forma dinero para lo cual tendremos que investigar el desarrollo de la
expresión del valor que se encierra en la relación del valor de las
mercancías, remontándonos desde esta forma fascinadora hasta sus
manifestaciones más sencillas y más humildes. Con ello, veremos, al
mismo tiempo, como el enigma del dinero se esfuma.

La relación más simple de valor es, evidente, la relación de


valor de una mercancía con otra concreta y distinta, cualquiera que
ella sea. La relación de valor entre dos mercancías constituye, por
tanto, la expresión más simple de valor de una mercancía.

A. FORMA SIMPLE, CONCRETA O FORTUITA DEL VALOR.

X mercancía A = Y mercancía B, o bien: X mercancía A vale


Y mercancía B.

(20 varas lienzo = 1 levita, o bien: 20 varas lienzo valen 1 levita)

1. Los dos polos de la expresión del valor: forma relativa del valor y
forma equivalencial.

40
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

En esta forma simple del valor reside el secreto de todas las


formas del valor. Por eso es en su análisis donde reside la verdadera
dificultad del problema.

Dos mercancías distintas, A y B, en nuestro ejemplo el lienzo


y la levita, desempeñan aquí dos papeles manifiestamente distintos.
El lienzo expresa su valor en la levita; la levita sirve de material para
esta expresión de valor. La primera mercancía desempeña un papel
activo, la segunda un papel pasivo. El valor de la primera mercancía
aparece bajo la forma del valor relativo, o lo que es lo mismo reviste
la forma relativa del valor. La segunda mercancía funciona como
equivalente, o lo que es lo mismo, reviste la forma equivalencial.

Forma relativa del valor y forma equivalencial son dos


aspectos de la misma relación, aspectos inseparables y que se
condicionan mutuamente pero también y a la par dos extremos
opuestos y antagónicos, los dos polos de la misma expresión del
valor; estos dos términos se desdoblan constantemente entre las
diversas mercancías relacionadas entre sí por la expresión del valor.
Así por ejemplo, el valor del lienzo no puede expresarse en lienzo. La
relación de 20 varas de lienzo = 20 varas de lienzo no representaría
expresión ninguna de valor. Esta igualdad sólo nos diría que 20
varas de lienzo no son más que 20 varas de lienzo; es decir, una
determinada cantidad del objeto útil lienzo. Por tanto, el valor del
lienzo sólo puede expresarse en términos relativos es decir
recurriendo a otras mercancías o, lo que es lo mismo, la forma
relativa del valor del lienzo supone como premisa el que otra
mercancía cualquiera desempeñe respecto al lienzo la función de
forma equivalencial. Y a su vez, esta otra mercancía que funciona
como equivalente no puede desempeñar al mismo tiempo el papel de
forma relativa del valor. No es su propio valor lo que ella expresa.
Se limita a suministrar el material para la expresión del valor de otra
mercancía.

Cierto es que la relación 20 varas de lienzo = 1 levita ó 20


varas de lienzo valen 1 levita lleva implícita la forma inversa: 1 levita
= 20 varas de lienzo ó 1 levita vale 20 varas de lienzo. Pero en
realidad, lo que se hace aquí es invertir los términos de la igualdad
para expresar el valor de la levita de un modo relativo; al hacerlo, el
lienzo cede a la levita su puesto de equivalente. Por tanto, una
misma mercancía no puede asumir al mismo tiempo ambas formas

41
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

en la misma expresión de valor. Estas formas se excluyen la una a la


otra como dos polos o los dos extremos de una línea.

El que una mercancía revista la forma relativa del valor o la


forma opuesta, la de equivalente, depende exclusivamente de la
posición que esa mercancía ocupe dentro de la expresión de valor en
un momento dado, es decir, de que sea la mercancía cuyo valor se
expresa o aquella en que se expresa este valor.

2. La forma relativa del valor.

a) Contenido de la forma relativa del valor.

Para averiguar donde reside, en la relación de valor entre dos


mercancías, la expresión simple del valor de una de ellas no hay más
remedio que empezar prescindiendo totalmente del aspecto
cuantitativo de esta relación. Cabalmente al revés de lo que suele
hacerse, pues lo frecuente es no ver en la relación de valor más que
la proporción de equivalencia entre determinadas cantidades de dos
distintas mercancías. Sin advertir que para que las magnitudes de
objetos distintos puedan ser cuantitativamente comparables entre sí,
es necesario ante todo reducirlas a la misma unidad. Sólo
representándonoslas como expresiones de la misma unidad
podremos ver en ellas magnitudes de signo igual y por tanto,
comensurables.18

Cuando decimos que 20 varas de lienzo = 1 levita, o igual 20,


o igual x levitas, en cada una de estas relaciones se sobreentiende
que el lienzo y las levitas, son, como magnitudes de valor,
expresiones distintas de la misma unidad, objetos de igual
naturaleza. Lienzo = levita: he ahí la fórmula que sirve de base a la
relación.

Pero en esta igualdad, las dos mercancías cualitativamente


equiparadas no desempeñan el mismo papel. La igualdad sólo

18 Los pocos economistas que como Samuel Bailey se han ocupado de analizar la
forma del valor, no han conseguido llegar a ningún resultado positivo; en primer
lugar, porque confunden la forma del valor con el valor, y en segundo lugar
porque, influidos burdamente por el criterio del burgués práctico, se limita desde
el primer momento a enfocar exclusivamente la determinabilidad cuantitativa del
valor "la posibilidad de disponer de una cantidad... es lo que constituye el valor"
(Money and its vicissitudes. Londres, 1837, p. 11. Autor, S. Bailey).
42
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

expresa el valor del lienzo. ¿Cómo? Refiriéndolo a la levita como a su


"equivalente" u objeto "permutable" por él. En esta relación, la levita
sólo interesa como exteriorización de valor, como valor materializado,
pues sólo en función de tal puede decirse que exista identidad entre
ella y el lienzo. Por otra parte, de lo que se trata es de hacer resaltar,
de hacer que cobre expresión sustantiva la existencia de valor propia
del lienzo, ya que sólo en cuanto valor puede encontrársele a éste
una relación de equivalencia o cambio con la levita. Un ejemplo. El
ácido butírico es un cuerpo distinto del formiato de propilo. Y sin
embargo, ambos están integrados por las mismas sustancias
químicas: carbono (C) hidrógeno (H) y oxígeno (0) y en idéntica
proporción, o sea C4 H8 02. Pues bien, si dijésemos que el formiato de
propilo es igual al ácido butírico, diríamos dos cosas: primero, que el
formiato de propilo no es más que una modalidad de la fórmula C4
H8 O2; segundo, que el ácido butírico está formado por los mismos
elementos y en igual proporción. Es decir que, equiparando el
formiato de propilo al ácido butírico, expresaríamos la sustancia
química común a estos dos cuerpos de forma diferente.

Al decir que las mercancías, consideradas como valores, no


son más que cristalizaciones de trabajo humano, nuestro análisis las
reduce a la abstracción del valor, pero sin darles una forma de valor
distinta a las formas naturales que revisten. La cosa cambia cuando
se trata de la expresión de valor de una mercancía. Aquí, es su
propia relación con otra mercancía lo que acusa su carácter de valor.

Así por ejemplo, al equiparar la levita, como valor


materializado, al lienzo, lo que hacemos es equiparar el trabajo que
aquélla encierra al trabajo contenido en éste. Ya sabemos que el
trabajo del sastre que hace la levita es un trabajo concreto, distinto
del trabajo del tejedor que produce el lienzo. Pero al equipararlo a
éste, reducimos el trabajo del sastre a lo que hay de igual en ambos
trabajos, a su nota común, que es la de ser trabajo humano. Y de
este modo, por medio de un rodeo, venimos a decir al propio tiempo,
que el trabajo del tejedor, al tejer, su trabajo crea valor, que no
encierra nada que lo diferencie del trabajo del sastre, siendo por
tanto trabajo humano, abstracto. Es la expresión de equivalencia de
diversas mercancías la que pone de manifiesto el carácter específico
del trabajo como fuente de valor, al reducir a su nota común, la de

43
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

trabajo humano puro y simple, los diversos trabajos contenidos en


las diversas mercancías.19

No basta, sin embargo, expresar el carácter específico del


trabajo de que está formado el valor del lienzo. La fuerza humana de
trabajo en su estado fluido, o sea el trabajo humano, crea valor, pero
no es de por sí valor. Se convierte en valor al plasmarse, al cobrar
forma corpórea. Para expresar el valor del lienzo como cristalización
de trabajo humano, tenemos necesariamente que expresarlo como
un "algo objetivo" distinto corporalmente del propio lienzo y a la par
común a éste y al de cualquier otra mercancía. Este problema lo
hemos resuelto ya.

Lo que en la expresión de valor de lienzo permite a la levita


asumir el papel de su igual cualitativo, de objeto de idéntica
naturaleza, es el ser un valor. La levita tiene, pues, para estos
efectos, la consideración de objeto en que toma cuerpo el valor, de
objeto que representa el valor en su forma natural y tangible. Pero
adviértase que la levita, la materialidad de la mercancía levita, es un
simple valor de uso. Realmente, una levita es un objeto tan poco
apto para expresar valor como cualquier pieza de lienzo. Lo cual
prueba que, situada en la relación o razón de valor con el lienzo, la
levita adquiere una importancia que tiene fuera de ella, del mismo
modo que ciertas personas ganan en categoría al embutirse en una
levita galoneada.

En la producción de la levita se ha invertido real y


efectivamente, bajo la forma de trabajo de sastrería, fuerza humana
de trabajo. En ella se acumula, por tanto, trabajo humano. Así
considerada, la levita es "representación de valor", aunque esta
propiedad suya no se trasluzca ni aun a través de la más delgada de
las levitas. En la relación o razón de valor del lienzo, la levita sólo
nos interesa en este aspecto, es decir como valor materializado o
encarnación corpórea de valor. Por mucho que se abroche los
botones, el lienzo descubre en ella el alma palpitante de valor

19 Nota a la 2ª. Ed. Uno de los primeros economistas que comprendió, después de William Petty,
la naturaleza del valor, el famoso Franklin, dice: "Puesto que el comercio no es sino el cambio
de unos trabajos por otros, como más exactamente se determinará el valor de todos los objetos
será tasándolos en trabajo." (The Works of B. Franklin, etc., ed. Sparks, Boston, 1836, vol. II,
pp. 267.) Franklin no se da cuenta de que, al tasar en "trabajo" el valor de todos los objetos,
hace abstracción de la diversidad de los trabajos que se cambian, reduciéndolos a un trabajo
humano igual. No se da cuenta de ello, pero lo dice. Primero, habla de "unos trabajos", luego
de "otros" y por último de "trabajo" en general, como sustancia del valor de todos los objetos.
44
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

hermana de la suya. Sin embargo, para que la levita desempeñe


respecto al lienzo el papel de valor, es imprescindible que el valor
revista ante el lienzo la forma de levita. Es lo mismo que
acontece en otro orden de relaciones, donde el individuo B no puede
asumir ante el individuo A los atributos de la majestad sin que al
mismo tiempo la majestad revista a los ojos de éste la figura corpórea
de B, los rasgos fisonómicos, el color del pelo y muchas otras señas
personales del soberano reinante en un momento dado.

Por tanto, en la relación o razón de valor en que la levita


actúa como equivalente del lienzo, la forma levita es considerada
como forma del valor. El valor de la mercancía lienzo se expresa, por
consiguiente, en la materialidad corpórea de la mercancía levita; o lo
que es lo mismo, el valor de una mercancía se expresa en el valor de
uso de otra. Considerado como valor de uso, el lienzo es un objeto
materialmente distinto de la levita, pero considerado como valor es
algo "igual a la levita" y que presenta, por tanto, la misma fisonomía
de ésta. Esto hace que revista una forma de valor distinta de su
forma natural. En su identidad con la levita se revela su verdadera
naturaleza como valor, del mismo modo que el carácter carneril del
cristiano se revela en su identidad con el cordero de Dios.

Por tanto, todo lo que ya nos había dicho antes el análisis de


valor de la mercancía nos lo repite ahora el propio lienzo, el trabar
contacto con otra mercancía, con la mercancía levita. Lo que ocurre
es que el lienzo expresa sus ideas en su lenguaje peculiar, en el
lenguaje propio de una mercancía. Para decir que el trabajo,
considerado en abstracto, como trabajo humano, crea su propio
valor, nos dice que la levita, en lo que tiene de común con él o, lo que
tanto da, en lo que tiene de valor, está formada por el mismo trabajo
que el lienzo. Para decir que su sublime materialización de valor no
se confunde con su tieso cuerpo de lienzo, nos dice que el valor
presenta la forma de una levita y que por tanto él, el lienzo,
considerado como objeto de valor, se parece a la levita como un
huevo a otro huevo. Diremos incidentalmente que el lenguaje de las
mercancías posee también, aparte de estos giros talmúdicos, otras
muchas maneras más o menos correctas de expresarse. Así por
ejemplo la expresión alemana Wertsein expresa con menos fuerza
que el verbo latino valere, valer, valoir, como la equiparación de la
mercancía B a la mercancía A es la expresión propia de valor de ésta.
París vaut bien une messel.

45
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

Por tanto, la relación o razón de valor hace que la forma


natural de la mercancía B se convierta en la forma de valor de la
mercancía A o que la materialidad corpórea de la primera sirva de
espejo de valor de la segunda.20 Al referirse a la mercancía B como
materialización corpórea de valor, como encarnación material de
trabajo humano, la mercancía A convierte el valor de uso B en
material de su propia expresión de valor. El valor de la mercancía A
expresado así, es decir, expresando el valor de uso de la mercancía B
reviste la forma del valor relativo.

b) Determinabilidad cuantitativa de la forma relativa del valor.

Cuando tratamos de expresar el valor de una mercancía, nos


referimos siempre a determinada cantidad de un objeto de uso: 15
fanegas de trigo, 100 libras de café, etc. Esta cantidad dada de una
mercancía encierra una determinada cantidad de trabajo humano.
Por tanto, la forma del valor no puede limitarse a expresar valor pura
y simplemente sino que ha de expresar un valor cuantitativo
determinado, una cantidad del valor. En la relación o proporción de
valor de la mercancía A con la mercancía B, del lienzo con la levita,
no sólo equiparamos cualitativamente la mercancía levita a lienzo en
cuanto representación del valor en general, sino que establecemos la
proporción con una determinada cantidad de lienzo, por ejemplo
entre 20 varas de lienzo y una determinada cantidad de la
representación corpórea del valor o equivalente, v. gr. 1 levita.

La relación “20 varas de lienzo = 1 levita ó 20 varas de lienzo


valen 1 levita” arranca del supuesto de que en1 levita se contiene la
misma sustancia de valor que en 20 varas de lienzo; es decir, del
supuesto de que ambas cantidades de mercancías cuestan la misma
suma de trabajo o el mismo tiempo de trabajo. Pero como el tiempo
de trabajo necesario para producir 20 varas de lienzo ó 1 levita

20 Al hombre le ocurre en cierto modo lo mismo que a las mercancías. Como no viene
al mundo provisto de un espejo ni proclamando filosóficamente, como Fichte: "Yo
soy yo", sólo se refleja, de primera intención, en un semejante. Para referirse así
mismo como hombre, el hombre Pedro tiene que empezar refiriéndose al hombre
Pablo como a su igual. Y al hacerlo así, el tal Pablo es para él, con pelos y señales,
en su corporeidad paulina, la forma o manifestación que reviste el género hombre.

46
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

cambia al cambiar la capacidad productiva de la industria textil o de


sastrería, conviene que investiguemos más de cerca cómo influyen
estos cambios en la expresión relativa de la magnitud de valor.

I. Supongamos que varía el valor del lienzo21 sin que el valor de la


levita sufra alteración. Al duplicarse el tiempo de trabajo
necesario para producir el lienzo, por efecto, supongamos, del
agotamiento progresivo del suelo en que se cultiva el lino, se
duplica también su valor. En vez de 20 varas de lienzo = levita,
tendremos, por tanto: 20 varas de lienzo = 2 levitas, ya que
ahora una levita sólo encierra la mitad de tiempo de trabajo de
20 varas de lienzo. Y a la inversa, si el tiempo de trabajo
necesario para producir el lienzo queda reducido a la mitad, v.
gr. por los progresos conseguidos en la fabricación de telares, el
valor del lienzo quedará también reducido a la mitad. Por tanto,
ahora: 20 varas de lienzo = 1/2 levita. El valor relativo de la
mercancía A, o sea, su valor expresado en la mercancía B
aumenta y disminuye, por tanto, en razón directa al aumento o
disminución experimentados por la mercancía A, siempre y
cuando que el valor de la segunda permanezca constante.

II. Supóngase que el valor del lienzo no varía y que varía, en


cambio, el valor de la levita. Si, en estas circunstancias, el
tiempo de trabajo necesario para producir la levita se duplica, v.
gr., por el menor rendimiento del esquileo, tendremos, en vez de
20 varas de lienzo = 1 levita 20 varas de lienzo = 1/2 levita. Por
el contrario, si el valor de la levita queda reducido a la mitad, la
relación será: 20 varas de lienzo = 2 levitas. Por tanto,
permaneciendo inalterable el valor de la mercancía A su valor
relativo, expresado en la mercancía B, aumenta o disminuye en
razón inversa a los cambios de valor experimentados por ésta.

Comparando los distintos casos expuestos en los dos apartados


anteriores, vemos que el mismo cambio de magnitud del valor
relativo puede provenir de causas opuestas. Así, por ejemplo, la
igualdad 20 varas de lienzo = 1 levita da origen a: 1º. la ecuación
20 varas de lienzo = 2 levitas, bien porque el valor del lienzo se

21 Empleamos aquí la palabra "valor", como ya lo hemos hecho más arriba alguna que
otra vez, en la concepción de valor cuantitativamente determinado, o sea, como
sinónimo de magnitud de valor
47
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

duplique, bien porque el valor de las levitas quede reducido a la


mitad, y 2º. a la igualdad 20 varas de lienzo = 1/2 levita ya
porque el valor del lienzo se reduzca a la mitad, o porque el valor
de la levita aumente al doble.

III. Más puede también ocurrir que las cantidades de trabajo


necesarias para producir el lienzo y la levita varíen
simultáneamente en el mismo sentido y en la misma proporción.

En este caso, la igualdad, cualesquiera que sean los cambios


experimentados por sus correspondientes valores, seguirá siendo
la misma: 20 varas de lienzo = 1 levita para descubrir los
cambios respectivos de valor de estas mercancías, no hay más
que compararlas con una tercera cuyo valor se mantiene
constante. Si los valores de todas las mercancías aumentasen o
disminuyesen al mismo tiempo y en la misma proporción, sus
valores relativos permanecerían invariables. Su cambio efectivo
de valor se revelaría en el hecho de que en el mismo tiempo de
trabajo se produciría, en términos generales, una cantidad
mayor o menor de mercancías que antes.

IV. Los tiempos de trabajo necesarios respectivamente para producir


el lienzo y la levita, y por tanto sus valores, pueden cambiar al
mismo tiempo y en el mismo sentido, pero en grado desigual y
en sentido opuesto, etc. Para ver cómo todas estas posibles
combinaciones influyen en el valor relativo de una mercancía, no
hay más que aplicar los casos I, II y III.

Como se ve, los cambios efectivos que pueden darse en la


magnitud del valor, no se acusan de un modo inequívoco ni completo
en su expresión relativa o en la magnitud del valor relativo. El valor
relativo de una mercancía puede cambiar aun permaneciendo
constante el valor de esta mercancía. Y viceversa, puede ocurrir que
su valor relativo permanezca constante aunque cambie su valor.
Finalmente, no es necesario que los cambios simultáneos
experimentados por la magnitud de valor de las mercancías

48
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

coincidan con los que afectan a la expresión relativa de esta


magnitud de valor.22

3. La forma equivalencial.

Hemos visto que cuando la mercancía A (el lienzo) expresa su


valor en el valor de uso de otra mercancía, o sea, en la mercancía B,
(en la levita), imprime a ésta una forma peculiar de valor, la forma de
equivalente. La mercancía lienzo revela su propia esencia de valor
por su ecuación con la levita, sin necesidad de que ésta revista una
forma de valor distinta de su forma corporal. Es, por tanto, donde el
lienzo expresa real y verdaderamente su esencia propia de valor en el
hecho de poder cambiarse directamente por la levita. La forma
equivalencial de una mercancía es, por consiguiente, la posibilidad
de cambiarse directamente por otra mercancía.

El que una clase de mercancías, v. gr. levitas, sirva de


equivalente a otra clase de mercancías, v. gr. lienzo; el que, por
tanto, las levitas encierren la propiedad característica de poder
cambiarse directamente por lienzo no indica ni mucho menos la
proporción en que pueden cambiarse uno y otras. Esta proporción

22 Nota a la 2ª. Ed. Esta incongruencia entre la magnitud de valor y su expresión


relativa ha sido explotada por la economía vulgar con la perspicacia a que nos
tiene acostumbrados. Por ejemplo: "Conceded tan sólo que A disminuye al
aumentar B, objeto por el que aquél se cambia, aunque el trabajo invertido en A
sea el mismo, y vuestro principio general de valor se derrumbará... Con sólo
reconocer que por el mero hecho de que el valor de A experimente un aumento
relativo respecto a B el valor de B disminuye relativamente respecto a A, se
desmorona el fundamento en que Ricardo basa toda su tesis de que el valor de una
mercancía depende siempre de la cantidad de trabajo materializado en ella. Pues,
si al cambiar el costo de A no sólo cambia su propio valor en relación a B, o sea, el
objeto por el que se cambia, sino que varía también relativamente el valor de B
respecto al de A, a pesar de no operarse el menor cambio en la cantidad de trabajo
necesario para la producción de B, no sólo se viene a tierra la doctrina que asegura
que el valor de un artículo se regula por la cantidad de trabajo invertida en él, sino
también la doctrina de que es el costo de producción de un artículo lo que regula
su valor" (J. Broadhurst, Treatise on Political Economy, Londres, 1834, páginas 11
y 14).
El señor Broadhurst podría decir, con igual razón: contemplemos los quebrados
10/20, 10/50, 10/100, etc. El numerador 10 permanece invariable, y sin
embargo, su magnitud proporcional, o sea su magnitud con relación a los
denominadores 20, 50, 100, disminuye constantemente. Esto echa por tierra el
gran principio de que la magnitud de un número entero, por ejemplo 10, se
"regula" por el número de unidades que contiene.
49
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

depende, dada la magnitud del valor del lienzo, de la magnitud de


valor de las levitas. Ya se exprese la levita como equivalente y el
lienzo como valor relativo, o a la inversa el lienzo como equivalente y
como valor relativo la levita, su magnitud de valor responde siempre
al tiempo de trabajo necesario para su producción, siendo
independiente, por tanto, de la forma que su valor revista. Pero tan
pronto como la clase de mercancías levita ocupa en la expresión del
valor el lugar de equivalente, su magnitud de valor no cobra
expresión como tal magnitud de valor, sino que figura en la igualdad
como una determinada cantidad de un objeto.

Por ejemplo, 40 varas de lienzo "valen"... ¿qué? 2 levitas.


Como aquí la clase de mercancías representada por las levitas
desempeña el papel de equivalente, es decir como el valor de uso
levita asume respecto al lienzo la función de materializar el valor,
basta una determinada cantidad de levitas para expresar una
determinada cantidad de valor del lienzo. Dos levitas pueden
expresar, por tanto, la magnitud de valor de 40 varas de lienzo, pero
no pueden expresar jamás su propia magnitud de valor, la magnitud
de valor de dos levitas. La observación superficial de este hecho, del
hecho de que en la ecuación de valor el equivalente reviste siempre la
forma de una cantidad simple de un objeto, de un valor de uso,
indujo a Bailey, como a muchos de sus predecesores y sucesores, a
no ver en la expresión de valor más que una relación puramente
cuantitativa. Y no es así, sino que, lejos de ello, la forma
equivalencial de una mercancía no encierra ninguna determinación
cuantitativa de valor.

La primera característica con que tropezamos al estudiar la


forma equivalencial es ésta: en ella, el valor de uso se convierte en
forma o expresión de su antítesis, o sea, del valor.

La forma natural de la mercancía se convierte, pues, en forma


de valor. Pero adviértase que este quid pro quo sólo se da respecto a
una mercancía, a la mercancía B (levita, trigo, hierro, etc.), dentro de
la relación de valor que guarda con ella otra mercancía cualquiera, la
mercancía A (lienzo, etc.), única y exclusivamente en esta relación.
Puesto que ninguna mercancía puede referirse a sí misma como
equivalente, ni por tanto tomar su pelleja natural propia por
expresión de su propio valor, no tiene más remedio que referirse

50
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

como equivalente a otra mercancía, tomar la pelleja natural de otra


mercancía como su forma propia de valor.

El ejemplo de una medida inherente a las mercancías


materiales como tales mercancías materiales, es decir como valores
de uso, nos aclarará esto. Un pilón de azúcar, por el mero hecho de
ser un cuerpo, es pesado, tiene un peso, y sin embargo, ni la vista ni
el tacto acusan en ningún pilón de azúcar esta propiedad. Tomemos
varios trozos de hierro, pesados previamente. La forma física del
hierro no es de por sí, ni mucho menos, signo o manifestación de
la gravedad, como no lo es la del pilón de azúcar. Y sin embargo,
cuando queremos expresar el pilón de azúcar como peso lo
relacionamos con el peso del hierro. En esta relación, el hierro
representa el papel de un cuerpo que no asume más función que la
de la gravedad. Cantidades distintas de hierro sirven, por tanto, de
medida de peso del azúcar, y no tienen, respecto a la materialidad
física del azúcar, más función que la del peso, la de servir de forma y
de manifestación de la gravedad. Pero el hierro sólo desempeña este
papel dentro de la relación que guarda con él el azúcar o el cuerpo,
cualquiera que él sea, que se trata de pesar. Si ambos objetos no
fuesen pesados, no podría establecerse entre ellos esta relación, ni
por tanto tomarse el uno como medida para expresar el peso del otro.
En efecto, si depositamos ambos objetos en el platillo de la balanza,
vemos que, desde el punto de vista de la gravedad, ambos son lo
mismo, ambos comparten en determinada proporción la misma
propiedad del peso. Pues bien, del mismo modo que la materialidad
física del hierro, considerado como medida de peso, no representa
respecto al pilón de azúcar más que gravedad, en nuestra expresión
de valor la materialidad física de la levita no representa respecto a
lienzo más que valor.

Pero la analogía no pasa de ahí. En la expresión del peso del


pilón de azúcar, el hierro representa una propiedad natural común a
ambos cuerpos: su gravedad; en cambio, en la expresión del valor del
lienzo, la levita asume una propiedad sobrenatural de ambos objetos,
algo puramente social: su valor.

Al expresar su esencia de valor como algo perfectamente


distinto de su materialidad corpórea y de sus propiedades físicas, v.
gr. como algo análogo a la levita, la forma relativa de valor de una
mercancía, del lienzo por ejemplo, da ya a entender que esta

51
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

expresión encierra una relación de orden social. Al revés de lo que


ocurre con la forma equivalencial, la cual consiste precisamente en
que la materialidad física de una mercancía, tal como la levita, este
objeto concreto con sus propiedades materiales, exprese valor, es
decir, posea por obra de la naturaleza forma de valor. Claro está que
eso sólo ocurre cuando este cuerpo se halla situado dentro de la
relación de valor en que la mercancía lienzo se refiere a la mercancía
evita como equivalente suyo.23 Pero como las propiedades de un
objeto no brotan de su relación con otros objetos, puesto que esta
relación no hace más que confirmarlas, parece como si la levita
debiera su forma de equivalente, es decir, la propiedad que la hace
susceptible de ser directamente cambiada, a la naturaleza, ni más ni
menos que su propiedad de ser pesada o de guardar calor. De aquí
el carácter misterioso de la forma equivalencial, carácter que la
mirada burguesamente embotada del economista sólo advierte
cuando esta forma se le presenta ya definitivamente materializada en
el dinero. Al encontrarse con el dinero, el economista se esfuerza por
borrar el carácter místico del oro y la plata, colocando en su puesto
mercancías menos fascinadoras y recorriendo con creciente regocijo
el catálogo de toda la chusma de mercaderías a las que en otros
tiempos estuvo reservado el papel de equivalentes de valor. Sin
sospechar siquiera que este misterio de la forma equivalencial se
encierra ya en la expresión más simple del valor, v. gr. en la de 20
varas de lienzo = 1 levita.

La materialidad corpórea de la mercancía que sirve de


equivalente rige siempre como encarnación del trabajo humano
abstracto y es siempre producto de un determinado trabajo concreto,
útil; es decir, que este trabajo concreto se convierte en expresión de
trabajo humano abstracto. La levita, por ejemplo, se considera como
simple materialización, y el trabajo del sastre, que cobra cuerpo de
realidad en esta prenda, como simple forma de realización del trabajo
humano abstracto. En la expresión del valor del lienzo, la utilidad del
trabajo del sastre no consiste en hacer trajes y por tanto hombres,
sino en crear un cuerpo que nos dice con sólo verlo que es valor, y
por consiguiente cristalización de trabajo materializado en el valor
del lienzo. Para poder crear semejante espejo de valor, es necesario

23 Con estas determinaciones por efecto reflejo ocurre siempre una cosa curiosa. Tal
hombre es, por ejemplo, rey porque otros hombres se comportan respecto a él
como súbditos. Pero ellos, a su vez creen ser súbditos porque el otro es rey.
52
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

que el trabajo del sastre no refleje absolutamente nada más que su


cualidad abstracta de trabajo humano.

Bajo la forma del trabajo del sastre, como bajo la forma del
trabajo del tejedor, se despliega fuerza humana de trabajo. Ambas
actividades revisten, por tanto, la propiedad general de ser trabajo
humano, y por consiguiente, en determinados casos, como por
ejemplo en la producción de valor, sólo se las puede enfocar desde
este punto de vista. Todo esto no tiene nada de misterioso. Pero al
llevar a la expresión de valor de la mercancía, la cosa se invierte.
Para expresar, por ejemplo, que el tejer no crea el valor del lienzo en
su forma concreta de actividad textil, sino en su modalidad general
de trabajo humano, se le compara con el trabajo del sastre, con el
trabajo concreto que produce el equivalente del lienzo, como forma
tangible de realización del trabajo humano abstracto.

Es decir, que la segunda característica de la forma


equivalencial es que el trabajo concreto se convierte aquí en forma de
manifestación de su antítesis, o sea, del trabajo humano abstracto.

Pero, considerado como simple expresión del trabajo humano


en general, este trabajo concreto, el trabajo del sastre, reviste formas
de igualdad con otro trabajo, con el trabajo encerrado en el lienzo, y
es por tanto, aunque trabajo privado, como cuantos producen
mercancías, trabajo en forma directamente social. He aquí por qué se
traduce en un producto susceptible de ser directamente cambiado
por otra mercancía. Por tanto, la tercera característica de la forma
equivalencial es que en ella el trabajo privado reviste la forma de su
antítesis, o sea, del trabajo en forma directamente social.

Estas dos últimas características de la forma equivalencial se


nos presentarán todavía con mayor claridad si nos remontamos al
gran pensador que primero analizó la forma del valor, como tantas
otras formas del pensamiento, de la sociedad y de la naturaleza. Nos
referimos a Aristóteles.

Ante todo, Aristóteles dice claramente que la forma-dinero de


la mercancía no hace más que desarrollar la forma simple del valor,
o lo que es lo mismo, la expresión del valor de una mercancía en otra
cualquiera. He aquí sus palabras:

53
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

"5 lechos = 1 casa"


("Klívau révre dvrl olxías")
"no se distingue" de

"5 lechos = tanto o cuánto dinero"


("Klívau révre dvrl...ooov al révre xLívau")

Aristóteles advierte, además, que la relación de valor en que


esta expresión de valor se contiene es, a su vez, una relación
condicionada, pues la casa se equipara cualitativamente a los lechos,
y si no mediase alguna igualdad sustancial, estos objetos
corporalmente distintos no podrían relacionarse entre sí como
magnitudes comensurables. "El cambio -dice Aristóteles- no podría
existir sin la igualdad, ni ésta sin la comensurabilidad" ("ovr' loórns
un ovons ovuuerolas"). Más al llegar aquí, se detiene y renuncia a
seguir analizando la forma del valor. "Pero en rigor -añade- es
imposible ("rñ uev ouv alnveía adúvarov") que objetos tan distintos
sean comensurables", es decir, cualitativamente iguales. Esta
equiparación tiene que ser necesariamente algo ajeno a la verdadera
naturaleza de las cosas, y por tanto un simple "recurso para salir del
paso ante las necesidades de la práctica".

El propio Aristóteles nos dice, pues, en qué tropieza al llevar


adelante su análisis: tropieza en la carencia de un concepto del valor.
¿Dónde está lo igual, la sustancia común que representa la casa
respecto a los lechos, en la expresión de valor de éstos? Semejante
sustancia "no puede existir, en rigor", dice Aristóteles. ¿Por qué? La
casa representa respecto a los lechos un algo igual en la medida en
que representa aquello que hay realmente de igual en ambos objetos,
a saber: trabajo humano.

Aristóteles no podía descifrar por sí mismo, analizando la


forma del valor, el hecho de que en la forma de los valores de las
mercancías todos los trabajos se expresan como trabajo humano
igual, y por tanto como equivalentes, porque la sociedad griega
estaba basada en el trabajo de los esclavos y tenía, por tanto, como
base natural la desigualdad entre los hombres y sus fuerzas de
trabajo. El secreto de la expresión de valor, la igualdad y
equiparación de valor de todos los trabajos, en cuanto son y por el
hecho de ser todos ellos trabajo humano en general, sólo podía ser

54
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

descubierto a partir del momento en que la idea de la igualdad


humana poseyese ya la firmeza de un prejuicio popular. Y para esto
era necesario llegar a una sociedad como la actual, en que la forma
mercancía es la forma general que revisten los productos del trabajo,
en que, por tanto, la relación social preponderante es la relación de
unos hombres con otros como poseedores de mercancías. Lo que
acredita precisamente el genio de Aristóteles es el haber descubierto

en la expresión de valor de las mercancías una relación de igualdad.


Fue la limitación histórica de la sociedad de su tiempo la que le
impidió desentrañar en qué consistía, "en rigor", esta relación de
igualdad.

4. La forma simple del valor, vista en conjunto.

La forma simple del valor de una mercancía va implícita en su


relación de valor con una mercancía distinta o en la relación de
cambio con ésta. El valor de la mercancía A se expresa
cualitativamente en la posibilidad de cambiar directamente la
mercancía B por la mercancía A. Cuantitativamente, se expresa
mediante la posibilidad de cambiar una cantidad determinada de la
mercancía B por una determinada cantidad de la mercancía A. O,
dicho en otros términos: el valor de una mercancía se expresa
independientemente al representársela como "valor de cambio". Al
comienzo de este capítulo decíamos, siguiendo el lenguaje
tradicional: la mercancía es valor de uso y valor de cambio. En rigor,
esta afirmación es falsa. La mercancía es valor de uso, objeto útil, y
"valor". A partir del momento en que su valor reviste una forma
propia de manifestarse, distinta de su forma natural, la mercancía
revela este doble aspecto suyo, pero no reviste jamás aquella forma si
la contemplamos aisladamente: para ello, hemos de situarla en una
relación de valor o cambio con otra mercancía. Sabiendo esto, aquel
modo de expresarse no nos moverá a error y, aunque sea falso,
puede usarse en gracia a la brevedad.

Nuestro análisis ha demostrado que la forma del valor o la


expresión del valor de la mercancía brota de la propia naturaleza del
valor de ésta, y no al revés, el valor y la magnitud del valor de su
modalidad de expresión como valor de cambio. Así se les antoja, en

55
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

efecto, no sólo a los mercantilistas y a sus modernos admiradores,


tales como Ferrier, Ganilh, etc.,24 sino también a sus antípodas, esos
modernos viajantes de comercio del librecambio que son Bastiat y
consortes. Los mercantilistas hacen especial hincapié en el aspecto
cualitativo de la expresión del valor y, por tanto, en la forma
equivalencial de la mercancía, que tiene en el dinero su definitiva
configuración; por el contrario, los modernos buhoneros del
librecambio, dispuestos a dar su mercancía a cualquier precio con
tal de deshacerse de ella, insisten en el aspecto cuantitativo de la
forma relativa del valor. Es decir, que para ellos la mercancía no
tiene valor ni magnitud del valor fuera de la expresión que reviste en
la relación de cambio, o lo que es lo mismo, en los boletines diarios
de cotización de los precios. El escocés MacLeod, esforzándose por
cumplir su cometido, que es sacar el mayor brillo posible de
erudición a las ideas archiconfusas de Lombardstreet, nos brinda la
síntesis más perfecta de los mercantilistas supersticiosos y los
viajantes ilustrados del librecambio.

Analizando de cerca la expresión de valor de la mercancía A,


tal como se contiene en su relación de valor con la mercancía B,
veíamos que, dentro de esta relación, la forma natural de la
mercancía A sólo interesaba en cuanto cristalización de valor de uso;
la forma natural de la mercancía B, en cambio, sólo en cuanto forma
o cristalización de valor. Por tanto, la antítesis interna de valor de
uso y valor que se alberga en la mercancía toma cuerpo en una
antítesis externa, es decir en la relación entre dos mercancías, de las
cuales la una, aquella cuyo valor trata de expresarse, sólo interesa
directamente como valor de uso, mientras que la otra, aquella en que
se expresa el valor, interesa sólo directamente como valor de cambio.
La forma simple del valor de una mercancía es, por tanto, la forma
simple en que se manifiesta la antítesis de valor de uso y de valor
encerrada en ella.

El producto del trabajo es objeto de uso en todos los tipos de


sociedad; sólo en una época históricamente dada de progreso,
aquella que ve en el trabajo invertido para producir un objeto de uso
una propiedad "materializada" de este objeto, o sea su valor, se

24 Nota a la 2ª. Ed. F.D.A. Ferrier (subinspector de aduanas), Du Gouvernement


consideré dans ses rapports avec le commerce, París, 1805, y Charles Ganilh, Des
Systemes de I'économie politique, 2ª. Ed. París, 1821.

56
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

convierte el producto del trabajo en mercancía. De aquí se desprende


que la forma simple del valor de la mercancía es al propio tiempo la
forma simple de mercancía del producto del trabajo; que, por tanto,
el desarrollo de la forma de la mercancía coincide con el desarrollo de
la forma del valor.

A primera vista, se descubre ya cuán insuficiente es la forma


simple del valor, esta forma germinal, que tiene que pasar por una
serie de metamorfosis antes de llegar a convertirse en la forma
precio.

Su expresión en una mercancía cualquiera, en la mercancía


B, no hace más que diferenciar el valor de la mercancía A de su
propio valor de uso; no hace, por tanto, más que ponerla en una
relación de cambio con una clase cualquiera de mercancías distinta
de aquélla, en vez de acusar su igualdad cualitativa y su
proporcionalidad cuantitativa con todas las demás mercancías. A la
forma simple y relativa del valor de una mercancía corresponde la
forma concreta equivalencial de otra. Así por ejemplo, en la expresión
relativa del valor de lienzo, la levita sólo cobra forma de equivalente o
forma de cambiabilidad directa con relación a esta clase especial de
mercancía: el lienzo.

Sin embargo, la forma simple de valor se remonta por sí


misma a formas más complicadas. Por medio de esta forma, el valor
de una mercancía, de la mercancía A, sólo puede expresarse,
indudablemente, en una mercancía de otro género. Cuál sea el
género de esta otra mercancía, si levitas, hierro, trigo, etc., no hace
al caso. Por consiguiente, según que aquella mercancía se encuadre
en una relación de valor con esta o la otra clase de mercancías,
tendremos distintas expresiones simples de valor de la misma
mercancía.25 El número de posibles expresiones de valor de una
mercancía no tropieza con más limitación que la del número de
clases de mercancías distintas de ella que existan. Su expresión
simple de valor se convierte, por tanto, en una serie constantemente
ampliable de diversas expresiones simples de valor.

25 Nota a la 2ª. Ed. En Homero, por ejemplo, el valor de un objeto aparece expresado
en una serie de objetos distintos.

57
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

B. FORMA TOTAL O DESARROLLADA DEL VALOR.

Z mercancía A = u mercancía B, o = v mercancía C,


O = w mercancía D, o = x mercancía E, etc.

(20 varas de lienzo = 1 levita, o = 10 libras de té, o =40 libras


de café, o = 1 quarter de trigo, o = 2 onzas de oro, o = 1/2
tonelada de hierro, etc.)

1. La forma relativa del valor desarrollada.

El valor de una mercancía, del lienzo por ejemplo, se expresa


ahora en otros elementos innumerables del mundo de las
mercancías.26 Aquí es donde se ve verdaderamente cómo este valor
no es más que la cristalización de trabajo humano indistinto. En
efecto, el trabajo creador de valor se representa ahora explícitamente
como un trabajo equiparable a todo otro trabajo humano cualquiera
que sea la forma natural que revista, ya se materialice, por tanto, en
levitas o en trigo, en hierro o en oro, etc. Como se ve, su forma de
valor pone ahora al lienzo en relación, no ya con una determinada
clase de mercancías, sino con el mundo de las mercancías en
general. Considerado como mercancía, el lienzo adquiere carta de
ciudadanía dentro de este mundo. Al mismo tiempo, la serie infinita
de sus expresiones indica que al valor de las mercancías le es
indiferente la forma específica de valor de uso que pueda revestir.

26 Por eso se habla del valor del lienzo en levitas, cuando su valor se representa en
estas prendas, de su valor en trigo, cuando se representa en trigo, etc. Estas
expresiones indican que es su valor el que toma cuerpo en los valores de uso
levita, trigo, etc.
"El valor de toda mercancía expresa su proporción en el cambio; por eso podemos
referirnos a él como a su...valor en trigo o en paño, según la mercancía con que lo
comparemos; y por eso existen mil valores diversos, tantos como mercancías,
valores todos ellos que tienen, por consiguiente, tanto de reales como de
imaginarios." ("A Critical Dissertation on the Nature, Measure and Causes of
Value: chiefly in reference to the writings of Mr. Ricardo and his followers." By the
Author of "Essays on the Formation etc. Of Opinions", Londres, 1825, p. 39). S.
Bailey, autor de esta obra anónima, que en su tiempo levantó una gran polvoreda
en Inglaterra, cree haber descubierto todas las determinaciones conceptuales del
valor con apuntar a las diversas y abigarradas expresiones relativas del valor de
una misma mercancía. Por lo demás, la irritación con que hubo de atacarle la
escuela ricardiana, por ejemplo en la Westminster Review es prueba de que, pese a
sus propias limitaciones, este autor llegó a tocar algunos puntos vulnerables de la
teoría ricardiana.
58
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

En la primera forma, o sea: 20 varas de lienzo = 1 levita, el


que estas dos mercancías sean susceptibles de cambiarse en una
determinada proporción cuantitativa puede ser un hecho puramente
casual. En la segunda forma se vislumbra ya, por el contrario, en
seguida, la existencia de un fundamento sustancialmente distinto de
la manifestación casual y que la preside y determina. El valor del
lienzo es siempre el mismo, ya se exprese en levitas, en café, en
hierro, etc., es decir en innumerables mercancías distintas,
pertenecientes a los más diversos poseedores. El carácter casual de
la relación entre dos poseedores individuales de mercancías ha
desaparecido. Ahora, es evidente que la magnitud de valor de la
mercancía no se regula por el cambio, sino que, al revés, éste se
halla regulado por la magnitud de valor de la mercancía.

2. La forma equivalencial concreta.

Toda mercancía, levita, té, trigo, hierro, etc., desempeña, en


la expresión de valor de lienzo, el papel de equivalente, y por tanto de
materialización del valor. Ahora, la forma natural concreta de cada
una de estas mercancías es una forma equivalencial dada, al lado de
muchas otras. Y lo mismo ocurre con las diversas clases de trabajo
útil, concreto, determinado, que se contienen en las diversas
mercancías materiales: sólo interesan como otras tantas formas
específicas de realización o manifestación del trabajo humano en
general.

3. Defectos de la forma total o desarrollada del valor.

En primer lugar, la expresión relativa del valor de la


mercancía es siempre incompleta, pues la serie en que toma cuerpo
no se acaba nunca. La cadena en que cada ecuación de valor se
articula con las otras puede alargarse constantemente,
empalmándose a ella nuevas y nuevas clases de mercancías, que
suministran los materiales para nuevas y nuevas expresiones de
valor. En segundo lugar, ante nosotros se despliega un mosaico
abigarrado de expresiones de valor dispares y distintas. Y,
finalmente, si el valor relativo de toda mercancía se expresa, como
necesariamente tiene que expresarse, en esta forma desarrollada, la
forma relativa del valor de cada mercancía se representa por una

59
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

serie infinita de expresiones de valor distintas de la forma relativa de


valor de cualquier otra mercancía. Los defectos de la forma relativa
del valor desarrollada se reflejan, a su vez, en la correspondiente
forma equivalencial. Como aquí la forma natural de cada clase
concreta de mercancías es una forma equivalencial determinada al
lado de otras innumerables, sólo existen formas equivalenciales
restringidas, cada una de las cuales excluye a las demás. Y lo mismo
ocurre con la clase de trabajo útil, concreto, determinado, que se
contiene en cada equivalente especial de mercancías: sólo es una
forma especial, y por tanto incompleta, del trabajo humano. Claro
está que éste tiene su forma total o completa de manifestarse en el
conjunto de todas aquellas formas específicas, pero no posee una
forma única y completa en que se nos revele.

Sin embargo, la forma relativa del valor desarrollada sólo


consiste en una suma de expresiones o igualdades relativas y
simples de valor de la primera forma, tales como:

20 varas de lienzo = 1 levita,


20 varas de lienzo = 10 libras de té, etc.

Pero a su vez, cada una de estas ecuaciones encierra,


volviéndola del revés, otra ecuación idéntica, a saber:

1 levita = 20 varas de lienzo,


10 libras de té = 20 varas de lienzo, etc.

En efecto, si una persona cambia su lienzo por muchas otras


mercancías, expresando por tanto el valor de aquélla en toda una
serie de mercancías distintas, es lógico que todos los demás
poseedores de mercancías cambien éstas por lienzo y que, por tanto,
expresen en la misma tercera mercancía, en lienzo, el valor de todas
las suyas, por diversas que ellas sean. Por consiguiente, si
invertimos la serie: 20 varas de lienzo = 1 levita, o =10 libras de té,
etc., es decir, si expresamos la relación invertida que se contiene ya
lógicamente en esa serie, llegamos al siguiente resultado:

60
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

C. FORMA GENERAL DEL VALOR.

1 levita =
10 libras té =
40 libras café =
1 quarter trigo = 20 varas lienzo
2 onzas oro =
½ tonelada hierro =
x mercancía A =
etc. mercancía =

1. Nuevo carácter de la forma del valor.

En primer lugar, las mercancías acusan ahora sus valores de


un modo simple, ya que lo expresan en una sola mercancía, y en
segundo lugar, lo acusan de un modo único, pues lo acusan todas en
la misma mercancía. Su forma de valor es simple y común a todas;
es, por tanto, general.

Las formas I y II sólo conseguían expresar el valor de una


mercancía como algo distinto de su propio valor de uso o de su
materialidad corpórea de mercancía.

La primera forma traducíase en ecuaciones de valor tales


como: 1 levita = 20 varas de lienzo, 10 libras de té = 1/2 tonelada de
hierro, etc. En estas ecuaciones, el valor de la levita se expresa como
algo igual al lienzo, el valor del té como algo igual al hierro, etc. Pero
lo igual al lienzo y lo igual al hierro, expresiones de valor de la levita
y el té, respectivamente, son cosas tan distintas entre sí como el
lienzo y el hierro mismos. Evidentemente, esta forma sólo se
presentaba con un carácter práctico en tiempos muy primitivos,
cuando los productos del trabajo se transformaban en mercancías
por medio de actos de cambios eventuales y episódicos.

La segunda forma distingue más radicalmente que la primera


el valor de una mercancía de su propio valor de uso, pues el valor de
la levita, por ejemplo, se enfrenta aquí con su forma natural bajo
todas las formas posibles, como algo igual al lienzo, al hierro, al té,
etc., es decir, como algo igual a todas las mercancías, con la sola
excepción de la propia levita. Pero, por otra parte, esta forma excluye

61
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

directamente toda expresión común de valor de las mercancías; pues


en la expresión de valor de cada una de éstas, las demás se reducen
todas a la forma de equivalentes. La forma desarrollada del valor
empieza a presentarse en la realidad a partir del momento en que un
producto del trabajo, el ganado por ejemplo, se cambia, pero no
como algo extraordinario, sino habitualmente, por otras diversas
mercancías.

Esta forma nueva a que nos estamos refiriendo, expresa los


valores del mundo de las mercancías en una sola clase de
mercancías destacada de entre ellas, por ejemplo el lienzo, de tal
modo que los valores de todas las mercancías se acusan por su
relación con ésta. Ahora, tal valor de cada mercancía, considerada
como algo igual al lienzo, no sólo se distingue de su propio valor de
uso, sino de todo valor de uso en general, que es precisamente lo que
le permite expresarse como aquello que tiene de común con todas las
mercancías. Esta forma es, pues, la que relaciona y enlaza realmente
a todas las mercancías como valores, la que hace que se manifiesten
como valores de cambio las unas respecto a las otras.

Las dos formas anteriores expresaban el valor de una


determinada mercancía, la primera en una mercancía concreta
distinta de ella, la segunda en una serie de diversas mercancías.
Tanto en uno como en otro caso era, por decirlo así, incumbencia
privativa de cada mercancía el darse una forma de valor, cometido
suyo, que realizaba sin la cooperación de las demás mercancías;
éstas limitábanse a desempeñar respecto a ella el papel puramente
pasivo de equivalentes. No ocurre así con la forma general de valor,
que brota por obra común de todo el mundo de las mercancías. Una
mercancía sólo puede cobrar expresión general de valor si al propio
tiempo las demás expresan todas su valor en el mismo equivalente, y
cada nueva clase de mercancías que aparece tiene necesariamente
que seguir el mismo camino. Esto revela que la materialización del
valor de las mercancías, por ser la mera “existencia social” de estos
objetos, sólo puede expresarse mediante su relación social con todos
los demás, que por tanto su forma de valor ha de ser,
necesariamente, una forma que rija socialmente.

Bajo la forma de algo igual al lienzo, todas las mercancías se


nos revelan ahora, no sólo como factores cualitativamente iguales,
como valores en general, sino también como magnitudes de valor

62
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

cuantitativamente comparables entre sí. Al reflejar sus magnitudes


de valor en el mismo material, en el lienzo, estas magnitudes de valor
se reflejan también recíprocamente las unas a las otras. Así, por
ejemplo, si 10 libras de té = 20 varas de lienzo y 40 libras de café =
20 varas de lienzo, 10 libras de té = 40 libras de café. Con lo cual
decimos que 1 libra de café sólo encierra ¼ de sustancia de valor, de
trabajo, que 1 libra de té.

La forma relativa general de valor del mundo de las


mercancías imprime a la mercancía destacada por ellas como
equivalente, al lienzo, el carácter de equivalente general. Su forma
natural propia es la configuración de valor común a todo este mundo
de mercancías, y ello es lo que permite que el lienzo pueda ser
directamente cambiado por cualquier otra mercancía. La forma
corpórea del lienzo es considerada como encarnación visible, como el
ropaje general que reviste dentro de la sociedad todo el trabajo
humano. El trabajo textil, o sea, el trabajo privado que produce el
lienzo, se halla enlazado al mismo tiempo en una forma social de
carácter general, en una forma de igualdad, con todos los demás
trabajos. Las innumerables ecuaciones que integran la forma general
del valor van equiparando por turno el trabajo realizado en el lienzo a
cada uno de los trabajos contenidos en las demás mercancías,
convirtiendo así el trabajo textil en forma general de manifestación
del trabajo humano, cualquiera que él sea. De este modo, el trabajo
materializado en el valor de las mercancías no se representa tan sólo
de un modo negativo, como trabajo en que se hace abstracción de
todas las formas concretas y cualidades útiles de los trabajos reales,
sino que con ello ponemos de relieve, además, de un modo expreso,
su propio carácter positivo. Lo que hacemos es reducir todos los
trabajos reales al carácter de trabajo humano común a todos ellos, a
la inversión de fuerza humana de trabajo.

La forma general del valor, forma que presenta los productos


del trabajo como simples cristalizaciones de trabajo humano
indistinto, demuestra por su propia estructura que es la expresión
social del mundo de las mercancías. Y revela al mismo tiempo que,
dentro de este mundo, es el carácter general y humano del trabajo el
que forma su carácter específicamente social.

2. Relación entre el desarrollo de la forma relativa del valor y el de la


forma de equivalente.

63
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

Al grado de desarrollo de la forma relativa de valor


corresponde el grado de desarrollo de la forma equivalencial. Pero
hay que tener muy buen cuidado en advertir que el desarrollo de la
forma equivalencial no es más que la expresión y el resultado del
desarrollo de la forma relativa del valor.

La forma relativa simple o aislada del valor de una mercancía


convierte a otra mercancía en equivalente individual suyo. La forma
desarrollada del valor relativo, expresión del valor de una mercancía
en todas las demás, imprime a éstas la forma de diversos
equivalentes concretos. Por último, una forma especial de
mercancías reviste forma de equivalente general cuando todas las
demás la convierten en material de su forma única y general de
valor.

Pero en el mismo grado en que se desarrolla la forma del valor


en general, se desarrolla también la antítesis entre sus dos polos,
entre la forma relativa del valor y la forma equivalencial.

Esta antítesis se contiene ya en la primera forma, en la de 20


varas de lienzo = 1 levita, pero sin plasmar aún. Según que esta
ecuación se lea hacia adelante o hacia atrás, cada una de las
mercancías que forman sus términos, el lienzo y la levita, ocupa el
lugar de la forma relativa del valor o el de la forma equivalencial.
Aquí resulta difícil todavía fijar los dos polos antitéticos.

En la forma II, sólo una de las clases de mercancías puede


desarrollar íntegramente su valor relativo, sólo ella posee en sí
misma la forma relativa de valor desarrollada, ya que todas las
demás revisten respecto a ella forma de equivalentes. Aquí, ya no
cabe invertir los términos de la expresión de valor v. gr. 20 varas de
lienzo = 1 levita, o = 10 libras de té, o = 1 quarter de trigo, etc. sin
cambiar todo su carácter, transformándola de forma total en forma
general del valor.

Finalmente, la última forma, la forma III, imprime al mundo


de las mercancías la forma relativa general-social de valor, ya que
todas las mercancías que lo componen, excepción hecha de una sola,
quedan al margen de la forma de equivalente general. Es una sola
mercancía, el lienzo, la que reviste, por tanto, la forma de objeto

64
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

directamente permutable por todos los demás, la que presenta forma


directamente social, puesto que las demás se hallan todas
imposibilitadas para hacerlo.27

A su vez, la mercancía que figura como equivalente general se


halla excluida de la forma relativa única y por tanto general del valor
del mundo de las mercancías. Si el lienzo, es decir la mercancía que
reviste forma de equivalente general, pudiese compartir además la
forma relativa general del valor, tendría forzosamente que hacer de
equivalente para consigo misma. Y así, llegaríamos a la fórmula de
20 varas de lienzo = 20 varas de lienzo, perogrullada que no
expresaría ni valor ni magnitud de valor. Para expresar el valor
relativo del equivalente general, no tenemos más remedio que volver
los ojos a la forma III. El equivalente general no participa de la forma
relativa del valor de las demás mercancías, sino que su valor se
expresa de un modo relativo en la serie infinita de todas las demás
mercancías materiales. Por donde la forma relativa desarrollada del
valor o forma II, se presenta aquí como forma relativa específica del
valor de la mercancía que hace funciones de equivalente.

3. Tránsito de la forma general del valor a la forma dinero.

La forma de equivalente general es una forma de valor en


abstracto. Puede, por tanto, recaer sobre cualquier mercancía. Por
otra parte, una mercancía sólo ocupa el puesto que corresponde a la
forma de equivalente general (forma III) siempre y cuando que todas

27 La forma de objeto general directamente permutable no presenta al exterior ningún


signo en que se revele la forma antitética de mercancía que en él se encierra, forma
tan inseparable de la de cambiabilidad directa como el carácter positivo de un polo
magnético lo es del carácter negativo del otro polo. Cabría, por tanto, pensar que a
todas las mercancías se puede imprimir a la vez el sello de objetos directamente
permutables, del mismo modo que cabría pensar que todos los católicos pueden
convertirse en papas. Para el pequeño burgués, que ve en la producción de
mercancías el non plus ultra de la libertad humana y de la independencia
individual, sería muy grato, naturalmente, ver remediados los abusos que lleva
consigo esta forma, entre ellos y muy principalmente el de la imposibilidad de que
todos los objetos sean directamente cambiables. A pintar esta utopía de filisteo se
reduce el socialismo de Proudhon, que como hube de demostrar en otro lugar no
puede presumir ni siquiera de originalidad, ya que tal socialismo fue desarrollado
mucho antes de venir él, y bastante mejor, por Gray, Bray y otros. Lo cual no
obsta para que esa sabiduría haga hoy verdaderos estragos entre ciertas gentes,
bajo el nombre de “ciencia”. Jamás ninguna escuela ha prodigado la palabra
“ciencia” más el troche a moche que la proudhoniana, pues sabido es que “a falta
de ideas, se sale del paso con una palabreja”.
65
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

las demás mercancías la destapasen de su seno como equivalente.


Hasta el momento en que esta operación no se concreta
definitivamente en una clase de mercancías específica y
determinada, no adquiere firmeza objetiva ni vigencia general dentro
de la sociedad la forma única y relativa de valor del mundo de las
mercancías.

Ahora bien, la clase específica de mercancías a cuya forma


natural se incorpora socialmente la forma de equivalente, es la que
se convierte en mercancía-dinero o funciona como dinero. Esta
mercancía tiene como función social específica, y por tanto como
monopolio social dentro del mundo de las mercancías, el desempeñar
el papel de equivalente general. Este puesto privilegiado fue
conquistado históricamente por una determinada mercancía, que
figura entre aquellas que en la forma II desfilan como equivalentes
especiales del lienzo y que en la forma III expresan conjuntamente en
éste su valor relativo: el oro. Así pues, con sólo sustituir en la forma
III el lienzo por oro, obtendremos la fórmula siguiente:

D. FORMA DINERO.

20 varas lienzo =
1 levita =
10 libras té =
40 libras café = 2 onzas oro.
1 quarter trigo =
½ tonelada hierro =
x mercancía =

El paso de la forma I a la forma II y el de ésta a la forma III,


entraña cambios sustanciales. Por el contrario, la forma IV no se
distingue de la forma III sino en que aquí es el oro el que viene a
sustituir al lienzo en su papel de forma de equivalente general. En la
forma IV, el oro desempeña la función de equivalente general que, en
la forma III, correspondía al lienzo. El progreso consiste pura y
simplemente en que ahora la forma de cambiabilidad directa y
general, o sea la forma de equivalente general, se adhiere
definitivamente, por la fuerza de la costumbre social, a la forma
natural específica de la mercancía oro.

66
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

Si el oro se enfrenta con las demás mercancías en función de


dinero es, sencillamente, porque ya antes se enfrentaba con ellas en
función de mercancía. Al igual que todas las demás mercancías, el
oro funcionaba respecto a éstas como equivalente: unas veces como
equivalente aislado, en actos sueltos de cambio, otras veces como
equivalente concreto, a la par de otras mercancías también
equivalentes. Poco a poco, el oro va adquiriendo, en proporciones
más o menos extensas, la función de equivalente general. Tan pronto
como conquista el monopolio de estas funciones en la expresión de
valor del mundo de las mercancías, el oro se convierte en la
mercancía dinero, y es entonces, a partir del momento en que se ha
convertido ya en mercancía dinero, cuando la forma IV se distingue
de la forma III, o lo que es lo mismo, cuando la forma general del
valor se convierte en la forma dinero.

La expresión simple y relativa del valor de una mercancía, por


ejemplo del lienzo, en aquella otra mercancía que funciona ya como
mercancía dinero, v. gr. en oro, es la forma precio. Por tanto, la
“forma precio” del lienzo será:

20 varas lienzo = 2 onzas oro,

o bien, suponiendo que las 2 onzas oro, traducidas al lenguaje


monetario, se denominen 2 libras esterlinas,

20 varas lienzo = 2 libras esterlinas.

La dificultad que encierra el concepto de la forma dinero se


limita a comprender lo que es la forma de equivalente general, o sea
la forma general de valor pura y simple, la forma III. Ésta, a su vez,
se reduce por reversión a la forma II, a la forma desarrollada de
valor, cuyo elemento constitutivo es la forma I, o sea, 20 varas lienzo
= 1 levita o x mercancía A = z mercancía B. El germen de la forma
dinero se encierra ya, por tanto, en la forma simple de la mercancía.

4. El fetichismo de la mercancía, y su secreto.

67
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

A primera vista, parece como sí las mercancías fuesen objetos


evidentes y triviales. Pero, analizándolas, vemos, que son objetos
muy intrincados, llenos de sutilezas metafísicas y de resabios
teológicos. Considerada como valor de uso, la mercancía no encierra
nada de misterioso, dando lo mismo que la contemplemos desde el
punto de vista de un objeto apto para satisfacer necesidades del
hombre o que enfoquemos esta propiedad suya como producto del
trabajo humano. Es evidente que la actividad del hombre hace
cambiar a las materias naturales de forma, para servirse de ellas. La
forma de la madera, por ejemplo, cambia al convertirla en una mesa.
No obstante, la mesa sigue siendo madera, sigue siendo un objeto
físico vulgar y corriente. Pero en cuanto empieza a comportarse como
mercancía, la mesa se convierte en un objeto físicamente metafísico.
No sólo se incorpora sobre sus patas encima del suelo, sino que se
pone de cabeza frente a todas las demás mercancías, y de su cabeza
de madera empiezan a salir antojos mucho más peregrinos y
extraños que si de pronto la mesa rompiese a bailar por su propio
impulso.28

Como vemos, el carácter místico de la mercancía no brota de


su valor de uso. Pero tampoco brota del contenido de sus
determinaciones de valor. En primer lugar, porque por mucho que
difieran los trabajos útiles o actividades productivas, es una verdad
fisiológica incontrovertible todas esas actividades son funciones del
organismo humano y que cada una de ellas, cualesquiera que sean
su contenido y su forma, representa un gasto esencial de cerebro
humano, de nervios, músculos, sentidos, etc. En segundo lugar, por
lo que se refiere a la magnitud de valor y a lo que sirve para
determinarla, o sea, la duración en el tiempo de aquel gasto o la
cantidad de trabajo invertido, es evidente que la cantidad se
distingue incluso mediante los sentidos de la calidad del trabajo. El
tiempo de trabajo necesario para producir sus medios de vida tuvo
que interesar por fuerza al hombre en todas las épocas, aunque no le
interesase por igual en las diversas fases de su evolución.29

28 Recuérdese cómo China y las mesas rompieron a bailar cuando todo el resto del
mundo parecía estar tranquilo...pour encourager les autres.
29 Nota a la 2ª. Ed. Los antiguos germanos calculaban las dimensiones de una yugada

de tierra por el trabajo de un día, razón por la cual daban a la fanega el nombre de
Tagwerk (o Tagwanne) (jurnale o jurnalis, terra jurnalis, jurnalis o diornalis, en
latín), Mannwerk, Mannskraft, Mannsmahd, Mannshavet, etc. Véase Jorge Luis von
Maurer, Einleitung zur Geschichte der Mark, -Hof-, usw, Verfassung, Munich, 1854,
pp. 128 s.
68
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

Finalmente, tan pronto como los hombres trabajan los unos para los
otros, de cualquier modo que lo hagan, su trabajo cobra una forma
social.

¿De dónde procede, entonces, el carácter misterioso que


presenta el producto del trabajo, tan pronto como reviste forma de
mercancía? Procede, evidentemente, de esta misma forma. En las
mercancías, la igualdad de los trabajos humanos asume la forma
material de una objetivación igual de valor de los productos del
trabajo; el grado en que se gaste la fuerza humana de trabajo,
medido por el tiempo de su duración, reviste la forma de magnitud
de valor de los productos del trabajo: y, finalmente, las relaciones
entre unos y otros productores, relaciones en que se traduce la
función social de sus trabajos, cobran la forma de una relación social
entre los propios productos de su trabajo.

El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por


tanto, pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el
carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter
material de los propios productos de su trabajo, un don natural
social de estos objetos y como si, por tanto, la relación social que
media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad
fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al
margen de sus productores. Este quid pro quo es lo que convierte a
los productos de trabajo en mercancías, en objetos físicamente
metafísicos o en objetos sociales. Es algo así como lo que sucede con
la sensación luminosa de un objeto en el nervio visual, que parece
como si no fuese una excitación subjetiva de nervio de la vista, sino
la forma material de un objeto situado fuera del ojo. Y, sin embargo,
en este caso hay realmente un objeto, la cosa exterior, que proyecta
luz sobre otro objeto, sobre el ojo. Es una relación física entre objetos
físicos. En cambio, la forma mercancía y la relación de valor de los
productos del trabajo en que esa forma cobra cuerpo, no tiene
absolutamente nada que ver con su carácter físico ni con las
relaciones materiales que de este carácter se derivan. Lo que aquí
reviste, a los ojos de los hombres, la forma fantasmagórica de una
relación entre objetos materiales no es más que una relación social
concreta establecida entre los mismos hombres. Por eso, si queremos
encontrar una analogía a este fenómeno, tenemos que remontarnos a
las regiones nebulosas del mundo de la religión, donde los productos
de la mente humana semejan seres dotados de vida propia, de

69
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

existencia independiente, y relacionados entre sí y con los hombres.


Así acontece en el mundo de las mercancías con los productos de la
mano del hombre. A esto es a lo que yo llamo el fetichismo bajo el
que se presentan los productos del trabajo tan pronto como se crean
en forma de mercancías y que es inseparable, por consiguiente, de
este modo de producción.

Este carácter fetichista del mundo de las mercancías


responde, como lo ha puesto ya de manifiesto el análisis anterior, al
carácter social genuino y peculiar del trabajo productor de
mercancías.

Si los objetos útiles adoptan la forma de mercancías es, pura


y simplemente, porque son productos de trabajos privados
independientes los unos de los otros. El conjunto de estos trabajos
privados forma el trabajo colectivo de la sociedad. Como los
productores entran en contacto social al cambiar entre sí los
productos de su trabajo, es natural que el carácter específicamente
social de sus trabajos privados sólo resalte dentro de este
intercambio. También podríamos decir que los trabajos privados sólo
funcionan como eslabones del trabajo colectivo de la sociedad por
medio de las relaciones que el cambio establece entre los productos
del trabajo y, a través de ellos, entre los productores. Por eso, ante
éstos, las relaciones sociales que se establecen entre sus trabajos
privados aparecen como lo que son; es decir, no como relaciones
directamente sociales de las personas en sus trabajos, sino como
relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre
cosas.

Es en el acto de cambio donde los productos del trabajo


cobran una materialidad de valor socialmente igual e independiente
de su múltiple y diversa materialidad física de objetos útiles. Este
desdoblamiento del producto del trabajo en objeto útil y
materialización de valor sólo se presenta prácticamente allí donde el
cambio adquiere la extensión e importancia suficientes para que se
produzcan objetos útiles con vistas al cambio, donde, por tanto, el
carácter de valor de los objetos se acusa ya en el momento de ser
producidos. A partir de este instante, los trabajos privados de los
productores asumen, de hecho un doble carácter social. De una
parte, considerados como trabajos útiles concretos, tienen
necesariamente que satisfacer una determinada necesidad social y

70
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

encajar, por tanto, dentro del trabajo colectivo de la sociedad, dentro


del sistema elemental de la división social del trabajo. Más, por otra
parte, sólo serán aptos para satisfacer las múltiples necesidades de
sus propios productores en la medida en que cada uno de esos
trabajos privados y útiles concretos sea susceptible de ser cambiado
por cualquier otro trabajo privado útil, o lo que es lo mismo, en la
medida en que represente un equivalente suyo. Para encontrar la
igualdad toto coelo de diversos trabajos, hay que hacer forzosamente
abstracción de su desigualdad real, reducirlos al carácter común a
todos ellos como desgaste de fuerza humana de trabajo, como
trabajo humano abstracto. El cerebro de los productores privados
se limita a reflejar este doble carácter social de sus trabajos
privados en aquellas formas que revela en la práctica del mercado, el
cambio de productos: el carácter socialmente útil de sus trabajos
privados, bajo la forma de que el producto del trabajo ha de ser útil,
y útil para otros; el carácter social de la igualdad de los distintos
trabajos, bajo la forma del carácter de valor común a todos esos
objetos materialmente diversos que son los productos del trabajo.

Por tanto, los hombres no relacionan entre sí los productos


de su trabajo como valores porque estos objetos les parezcan
envolturas simplemente materiales de un trabajo humano igual. Es
al revés. Al equiparar unos con otros en el cambio, como valores, sus
diversos productos, lo que hacen es equiparar entre sí sus diversos
trabajos, como modalidades de trabajo humano. No lo saben, pero lo
hacen.30 Por tanto, el valor no lleva escrito en la frente lo que es.
Lejos de ello, convierte a todos los productos del trabajo en
jeroglíficos sociales. Luego, vienen los hombres y se esfuerzan por
descifrar el sentido de estos jeroglíficos, por descubrir el secreto de
su propio producto social, pues es evidente que el concebir los
objetos útiles como valores es obra social suya, ni más ni menos que
el lenguaje. El descubrimiento científico tardío de que los productos
del trabajo, considerados como valores, no son más que expresiones
materiales del trabajo humano invertido en su producción, es un
descubrimiento que hace época en la historia del progreso humano,
pero que no disipa ni mucho menos la sombra material que

30 Nota a la 2ª. Ed. Por tanto, cuando Galiani dice que el valor es una relación entre
personas (“la ricchezza e una ragione tradue persone”) debería añadir: disfrazada
bajo una envoltura material (Galeani, della moneta, p. 220, t. III de la colección
“Scrittori Classici Italiani di Economía Política”, dirigida por Custodi. Parte
moderna. Milán 1803).
71
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

acompaña al carácter social del trabajo. Y lo que sólo tiene razón de


ser en esta forma concreta de producción, en la producción de
mercancías, a saber: que el carácter específicamente social de los
trabajos privados independientes los unos de los otros reside en lo
que tienen de igual como modalidades que son de trabajo humano,
revistiendo la forma del carácter de valor de los productos del
trabajo, sigue siendo para los espíritus cautivos en las redes de la
producción de mercancías, aún después de hecho aquel
descubrimiento, algo tan perenne y definitivo como la tesis de que la
descomposición científica del aire en sus elementos deja intangible la
forma del aire como forma física material.

Lo que ante todo interesa prácticamente a los que cambian


unos productos con otros, es saber cuántos productos ajenos
obtendrán por el suyo propio, es decir, en qué proporciones, se
cambiarán unos productos por otros. Tan pronto como estas
proporciones cobran, por la fuerza de la costumbre, cierta fijeza
parece como si brotasen de la propia naturaleza inherente a los
productos del trabajo; como si, por ejemplo, una tonelada de hierro
encerrase el mismo valor que dos onzas de oro, del mismo modo que
una libra de oro y una libra de hierro encierran un peso igual, no
obstante sus distintas propiedades físicas y químicas. En realidad, el
carácter de valor de los productos del trabajo sólo se consolida al
funcionar como magnitudes de valor. Estas cambian
constantemente, sin que en ello intervengan la voluntad, el
conocimiento previo ni los actos de las personas entre quienes se
realiza el cambio. Su propio movimiento social cobra a sus ojos la
forma de un movimiento de cosas bajo cuyo control están, en vez de
ser ellos quienes las controlen. Y hace falta que la producción de
mercancías se desarrolle en toda su integridad, para que en la propia
experiencia nazca la conciencia científica de que los trabajos
privados que se realizan independientemente los unos de los otros,
aunque guarden entre sí en todos sus aspectos una relación de
mutua interdependencia, como eslabones elementales que son de la
división social del trabajo, pueden reducirse constantemente a su
grado de proporción social, porque en las proporciones fortuitas y
sin cesar oscilantes de cambio de sus productos se impone siempre
como ley natural reguladora el tiempo de trabajo socialmente
necesario para su producción, al modo como se impone la ley de la

72
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

gravedad cuando se le cae a uno la casa encima. 31 La determinación


de la magnitud de valor por el tiempo de trabajo es, por tanto, el
secreto que se esconde detrás de las oscilaciones aparentes de los
valores relativos de las mercancías. El descubrimiento de este
secreto destruye la apariencia de la determinación puramente casual
de las magnitudes de valor de los productos del trabajo, pero no
destruye, ni mucho menos, su forma material.

La reflexión acerca de las formas de la vida humana,


incluyendo por tanto el análisis científico de ésta, sigue en general
un camino opuesto al curso real de las cosas. Comienza post festum
y arranca, por tanto, de los resultados preestablecidos del proceso
histórico. Las formas que convierten a los productos del trabajo en
mercancías y que, como es natural, presuponen la circulación de
éstas, poseen ya la firmeza de formas naturales de la vida social
antes de que los hombres se esfuercen por explicarse, no el carácter
histórico de estas formas, que consideran ya algo inmutable, sino su
contenido. Así se comprende que fuese simplemente el análisis de los
precios de las mercancías lo que llevó a los hombres a investigar la
determinación de la magnitud del valor, y la expresión colectiva en
dinero de las mercancías lo que les movió a fijar su carácter
valorativo. Pero esta forma acabada del mundo de las mercancías -la
forma dinero-, lejos de revelar el carácter social de los trabajos
privados y, por tanto, las relaciones sociales entre los productores
privados, lo que hace es encubrirlas. Si digo que la levita, las botas,
etc., se refieren a lienzo como a la materialización general de trabajo
humano abstracto, enseguida salta a la vista lo absurdo de este
modo de expresarse. Y sin embargo, cuando los productores de
levitas, botas, etc., refieren estas mercancías al lienzo –o al oro y la
plata, que para el caso es lo mismo- como equivalente general,
refieren sus trabajos privados al trabajo social colectivo bajo la
misma forma absurda y disparatada.

Estas formas son precisamente las que constituyen las


categorías de la economía burguesa. Son formas mentales aceptadas

31 “¿Qué pensar de una ley que sólo puede imponerse a través de revoluciones
periódicas? Trátase, en efecto, de una ley natural basada en la inconsciencia de los
interesados.” (Federico Engels, “Apuntes para una crítica de la economía política”,
en Deutsch Franzosische Jahrbücher, dirigidos por Arnold Ruge y Carlos Marx,
París, 1844).

73
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

por la sociedad, y por tanto objetivas, en que se expresan las


condiciones de producción de este régimen social de producción
históricamente dado que es la producción de mercancías. Por eso,
todo el misticismo del mundo de las mercancías, todo el encanto y el
misterio que nimban los productos del trabajo basados en la
producción de mercancías se esfuman tan pronto como los
desplazamos a otras formas de producción.

Y ya que la economía política gusta tanto de las


robinsonadas,32 observemos ante todo a Robinsón en su isla. Pese a
su innata sobriedad, Robinsón tiene forzosamente que satisfacer
toda una serie de necesidades que se le presentan, y esto le obliga a
ejecutar diversos trabajos útiles: fabrica herramientas, construye
muebles, domestica llamas, pesca, caza, etc. Y no hablamos del rezar
y de otras cosas por el estilo, pues nuestro Robinsón se divierte con
ello y considera esas tareas como un goce. A pesar de toda la
diversidad de sus funciones productivas, él sabe que no son más que
diversas formas o modalidades del mismo Robinsón, es decir,
diversas manifestaciones de trabajo humano. El mismo agobio en
que vive le obliga a distribuir minuciosamente el tiempo entre sus
diversas funciones.

El que unas ocupan más sitio y otras menos, dentro de su


actividad total, depende de las dificultades mayores o menores que
tiene que vencer para alcanzar el resultado útil apetecido. La
experiencia se lo enseña así, y nuestro Robinsón que ha logrado
salvar del naufragio reloj, libro de cuentas, tinta y pluma, se
apresura, como buen inglés, a contabilizar su vida. En su inventario
figura una ración de los objetos útiles que posee, de las diversas
operaciones que reclama su producción y finalmente del tiempo de
trabajo que exige, por término medio, la elaboración de determinadas
cantidades de estos diversos productos. Tan claras y tan sencillas
son las relaciones que median entre Robinsón y los objetos que

32 Nota a la 2ª. ed. Tampoco en Ricardo falta la consabida estampa robinsoniana. “Al
pescador y al cazador primitivos nos los describe inmediatamente cambiando su
pescado y su caza como poseedores de mercancías, con arreglo a la proporción del
tiempo de trabajo materializado en estos valores de cambio. E incurre en el
anacronismo de presentar a su cazador y pescador primitivos calculando el valor
de sus instrumentos de trabajo sobre las tablas de anualidades que solían
utilizarse en 1817 en la Bolsa de Londres. ‘Los paralelogramos del señor Owen’
parecen ser la única forma de sociedad que este autor conoce, fuera de la
burguesa.” (Carlos Marx, Contribución a la crítica, etc., pp. 38 y 39).
74
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

forman riqueza, riqueza salida de sus propias manos, que hasta el


señor M. Wirth podría comprenderlas sin estrujar mucho el caletre.
Y, sin embargo, en esas relaciones se contienen ya todos los factores
sustanciales del valor.

Trasladémonos ahora de la luminosa isla de Robinsón a la


tenebrosa Edad Media europea. Aquí, el hombre independiente ha
desaparecido; todo el mundo vive sojuzgado: siervos y señores de la
gleba, vasallos y señores feudales, seglares y eclesiásticos. La
sujeción personal caracteriza, en esta época, así las condiciones
sociales de la producción material como las relaciones de vidas
cimentadas sobre ella. Pero, precisamente por tratarse de una
sociedad basada en los vínculos personales de sujeción, no es
necesario que los trabajos y los productos revistan en ella una forma
fantástica distinta de su realidad. Aquí, los trabajos y los productos
se incorporan al engranaje social como servicios y prestaciones. Lo
que constituye la forma directamente social del trabajo es la forma
natural de éste, su carácter concreto, y no su carácter general, como
en el régimen de producción de mercancías. El trabajo del vasallo se
mide por tiempo, ni más ni menos que el trabajo productivo de
mercancías, pero el siervo sabe perfectamente que es una
determinada cantidad de su fuerza personal de trabajo la que
invierte al servicio de su señor. El diezmo abonado al clérigo es harto
más claro que las bendiciones de éste. Por tanto, cualquiera que sea
el juicio que nos merezcan los papeles que aquí representan unos
hombres frente a otros, el hecho es que las relaciones sociales de las
personas en sus trabajos se revelan como relaciones personales
suyas, sin disfrazarse de relaciones sociales entre las cosas, entre los
productos de su trabajo.

Para estudiar el trabajo común, es decir, directamente


socializado, no necesitamos remontarnos a la forma primitiva del
trabajo colectivo que se alza en los umbrales históricos de todos los
pueblos civilizados.33 La industria rural y patriarcal de una familia

33 Nota a la 2ª. Ed. “Es un perjuicio ridículo, extendido en estos últimos tiempos, el
de que la forma de la propiedad colectiva natural sea una forma específicamente
eslava, más aún, exclusivamente rusa. Es la forma primitiva que encontramos,
como puede demostrarse, entre los romanos, los germanos y los celtas, y todavía
hoy los indios nos podrían ofrecer todo un mapa con múltiples muestras de esta
forma de propiedad, aunque en estado ruinoso algunas de ellas. Un estudio
minucioso de las formas asiáticas, y especialmente de las formas indias de
propiedad colectiva, demostraría cómo de las distintas formas de la propiedad
75
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

campesina, de esas que producen trigo, ganado, hilado, lienzo,


prendas de vestir, etc., para sus propias necesidades, nos brinda un
ejemplo mucho más al alcance de la mano. Todos esos artículos
producidos por ella representan para la familia, otros tantos
productos de su trabajo familiar, pero no guardan entre sí relación
de mercancías. Los diversos trabajos que engendran estos productos,
la agricultura y la ganadería, el hilar, el tejer y el cortar, etc., son,
por su forma natural, funciones sociales, puesto que son funciones
dentro de una familia en cuyo seno reina una división propia
elemental del trabajo, ni más ni menos que en la producción de
mercancías. Las diferencias del sexo y edad y las condiciones
naturales del trabajo, que cambian al cambiar las estaciones del año,
regulan la distribución de estas funciones de la familia y el tiempo
que los individuos que la componen han de trabajar. Pero aquí, el
gasto de las fuerzas individuales de trabajo graduado por su
duración en el tiempo, reviste la forma lógica y natural de un trabajo
determinado socialmente, ya que en este régimen las fuerzas
individuales de trabajo sólo actúan de por sí como órganos de la
fuerza colectiva de trabajo de la familia.

Finalmente, imaginémonos, para variar, una asociación de


hombres libres que trabajen con medios colectivos de producción y
que se desplieguen sus numerosas fuerzas de trabajo, con plena
conciencia de lo que hacen, como una gran fuerza de trabajo social.
En esta sociedad se repetirán todas las normas que presiden el
trabajo de un Robinsón, pero con carácter social y no individual. Los
productos de Robinsón eran todos producto personal y exclusivo
suyo, y por tanto objetos directamente destinados a su uso. El
producto colectivo de la asociación a que nos referinos es un
producto social. Una parte de este producto vuelve a prestar servicio
bajo la forma de medios de producción. Sigue siendo social. Otra
parte es consumida por los individuos asociados, bajo forma de
medios de vida debe, por tanto, ser distribuida. El carácter de esta
distribución variará según el carácter especial del propio organismo
social de producción y con arreglo al nivel histórico de los
productores. Partiremos, sin embargo, aunque sólo sea título de

colectiva natural se derivan distintas formas de disolución de este régimen. Así por
ejemplo, los diversos tipos originales de propiedad privada romana y germánica
tienen su raíz en diversas formas de la propiedad colectiva india” (Carlos Marx,
Contribución a la crítica, etc., p. 10).
76
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

paralelo con el régimen de producción de mercancías, del supuesto


de que la participación asignada a cada productor en los medios de
vida depende de su tiempo de trabajo. En estas condiciones, el
tiempo de trabajo representaría, como se ve, una doble función. Su
distribución con arreglo a un plan social servirá para regular la
proporción adecuada entre las diversas funciones de trabajo y las
distintas necesidades. De otra parte y simultáneamente, el tiempo de
trabajo serviría para graduar la parte individual del productor en el
trabajo colectivo y, por tanto, en la parte del producto también
colectivo destinada al consumo. Como se ve, aquí las relaciones
sociales de los hombres con su trabajo y los productos de su trabajo
son perfectamente claras y sencillas, tanto en lo tocante a la
producción como en lo que se refiere a la distribución.

Para una sociedad de productores de mercancías, cuyo


régimen social de producción consiste en comportarse respecto a sus
productos como mercancías, es decir como valores, y en relacionar
sus trabajos privados, revestidos de ésta forma material, como
modalidades del mismo trabajo humano, la forma de religión más
adecuada es, indudablemente, el cristianismo, con su culto del
hombre abstracto, sobre todo en su modalidad burguesa, bajo la
forma de protestantismo, deísmo, etc. En los sistemas de producción
de la antigua Asia y de otros países de la antigüedad, la
transformación del producto en la mercancía, por tanto la existencia
del hombre como productor de mercancías, desempeña un papel
secundario, aunque va cobrando un relieve cada vez más acusado a
medida que aquellas comunidades se acercan a su fase de muerte.
Sólo enquistados en los intersticios del mundo antiguo, como los
dioses de Epicuro o los judíos en los poros de la sociedad polaca, nos
encontramos con verdaderos pueblos comerciales. Aquellos antiguos
organismos sociales de producción son extraordinariamente más
sencillos y más claros que el mundo burgués, pero se basan, bien en
el carácter rudimentario del hombre ideal, que aún no se ha
desprendido del cordón umbilical de su enlace natural con otros
seres de la misma especie, bien en un régimen directo del señorío y
esclavitud. Están condicionados con un bajo nivel de progreso de las
fuerzas productivas del trabajo y por la natural falta de desarrollo del
hombre dentro del proceso material de producción de vida, y, por
tanto, de unos hombres con otros y frente a la naturaleza. Esta
timidez real se refleja de un modo ideal en las religiones naturales y
populares de los antiguos. El reflejo religioso del mundo real sólo

77
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

podrá desaparecer por siempre cuando las condiciones de la vida


diaria, laboriosa y activa, representen para los hombres relaciones
claras y racionales entre sí y respecto a la naturaleza. La forma del
proceso social de vida, o lo que es lo mismo, del proceso material de
producción, sólo se despojará de su halo místico cuando ese proceso
sea obra de hombres libremente socializados puesta bajo su mando
consciente y racional. Mas para ello, la sociedad necesitará contar
con una base material o con una serie de condiciones materiales de
existencia que son, a su vez fruto natural de una larga y penosa
evolución.

La economía política ha analizado, indudablemente, aunque


de un modo imperfecto,34 el concepto del valor y su magnitud,
descubriendo el contenido que se escondía bajo estas formas. Pero

34 Cuán insuficiente es el análisis que traza Ricardo de la magnitud del valor –y el


suyo es el menos malo- lo veremos en los libros tercero y cuarto de esta obra. Por
lo que se refiere al valor en general, la economía política clásica no distingue jamás
expresamente y con clara conciencia de lo que hace el trabajo materializado en el
valor y el que toma cuerpo en el valor de uso de su producto. De hecho, traza,
naturalmente, la distinción, puesto que en un caso considera el trabajo
cuantitativamente y en otro caso desde un punto de vista cualitativo. Pero no se le
ocurre pensar que la simple diferencia cuantitativa de varios trabajos presupone
su unidad o igualdad cualitativa, y por tanto, su reducción a trabajo humano
abstracto. Ricardo, por ejemplo, se muestra de acuerdo con Destutt de Tracy,
cuando dice: “Siendo evidente que no tenemos más riqueza originaria que nuestras
capacidades físicas y espirituales, el uso de estas capacidades, una cierta especie
de trabajo, constituye nuestro tesoro originario; este uso es el que crea todas las
cosas a que damos el nombre de riquezas... Además, es evidente que todas esas
cosas no representan más que el trabajo que las ha creado, y si poseen un valor, o
incluso dos valores distintos, es gracias al del (al valor del) trabajo de que brotan.”
[Destutt de Tracy, Eléments d’ideologie, IV y V partes, París, 1826, pp. 35 y 36].
Véase Ricardo, The Principles of Political Economy, 3ª. ed., Londres, 1821, p. 334.)
Advertimos de pasada que Ricardo atribuye a Destutt un sentido profundo que es
ajeno a él. Es cierto que Destutt dice, de una parte, que todas aquellas cosas que
forman la riqueza “representan el trabajo que las ha creado”, pero por otra parte
dice que obtienen sus “dos valores distintos” (el valor de uso y el valor de cambio)
del “valor del trabajo”. Cae por tanto en la simpleza de la economía vulgar, al
presuponer el valor de una mercancía (aquí, el trabajo) para luego determinar,
partiendo de él, el valor de las demás. Ricardo le interpreta en el sentido de que
tanto el valor de uso como el valor de cambio representan trabajo (trabajo y no
valor de éste). Pero ni él mismo distingue el doble carácter del trabajo,
representado de ese doble modo, como lo demuestra el que en todo el capítulo
titulado “El valor y la riqueza, sus características distintivas”, no hace más que
darle vueltas, fatigosamente, a las vulgaridades de un J. B. Say. Por eso, al
terminar, se muestra completamente asombrado de que Destutt esté de acuerdo
con él acerca del trabajo como fuente del valor, entendiéndose al mismo tiempo
con Say al definir el concepto de éste.
78
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

no se le ha ocurrido preguntarse siquiera por qué este contenido


reviste aquella forma, es decir porque el trabajo toma cuerpo en el
valor y por qué la medida del trabajo según el tiempo de su duración
se traduce en la magnitud del valor del producto del trabajo. 35

Trátase de fórmulas que llevan estampado en la frente su


estigma de fórmulas propias de un régimen de sociedad en que es el
proceso de producción el que manda sobre el hombre, y no éste
sobre el proceso de producción; pero la conciencia burguesa de esa
sociedad las considera como algo necesario por naturaleza, lógico y
evidente como el propio trabajo productivo. Por eso, para ella, las
formas preburguesas del organismo social de producción son algo así

35 Uno de los defectos fundamentales de la economía política clásica es el no haber


conseguido jamás desentrañar del análisis de la mercancía, y más especialmente
del valor de ésta, la forma del valor que lo convierte en valor del cambio.
Precisamente en la persona de sus mejores representantes, como Adam Smith y
Ricardo, estudia la forma del valor como algo perfectamente indiferente o exterior a
la propia naturaleza de la mercancía. La razón de esto no está solamente en que el
análisis de la magnitud del valor absorbe por completo su atención. La causa es
más honda. La forma del valor que reviste el producto del trabajo es la forma más
abstracta y, al mismo tiempo, la más general del régimen burgués de producción,
caracterizado así como una modalidad específica de producción social y a la par,
por ello mismo, como una modalidad histórica. Por tanto, quien vea en ella la
forma natural eterna de la producción social, pasará por alto necesariamente lo
que hay de específico en la forma del valor y, por consiguiente, en la forma
mercancía, que, al desarrollarse, conduce a la forma dinero, a la forma capital, etc.
He aquí porque aún en economistas que coinciden totalmente en reconocer el
tiempo de trabajo como medida de la magnitud del valor nos encontramos con las
ideas mas variadas y contradictorias acerca del dinero, es decir, acerca de la forma
definitiva en que se plasma el equivalente general. Así lo revelan, por ejemplo, de
un modo palmario, los estudios acerca de los Bancos, donde no bastan esas
definiciones del dinero hechas de lugares comunes. De aquí que surgiese, por
antítesis, un sistema mercantilista restaurado (Ganilh, etc.), que no ve en el valor
más que la forma social, o más bien su simple apariencia, desnuda de toda
sustancia. Y, para decirlo de una vez por todas, advertiré que yo entiendo por
economía política clásica toda la economía que, desde W. Petty, investiga la
concatenación interna del régimen burgués de producción, a diferencia de la
economía vulgar, que no sabe más que hurgar en las concatenaciones aparentes,
cuidándose tan sólo de explicar y hacer gratos los fenómenos más abultados, si se
nos permite la frase, y mascando hasta convertirlos en papilla para el uso
doméstico de la burguesía los materiales suministrados por la economía científica
desde mucho tiempo atrás, y que por lo demás se contenta con sistematizar,
pedantizar y proclamar como verdades eternas las ideas banales y engreídas que
los agentes del régimen burgués de producción se forman acerca de su mundo,
como el mejor de los mundos posibles.
79
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

como para los padres de la Iglesia, v. gr., las religiones anteriores a


Cristo.36

Hasta qué punto el fetichismo adherido al mundo de las


mercancías, o sea la apariencia material de las condiciones sociales
del trabajo, empañan la mirada de no pocos economistas, lo prueba
entre otras cosas esa aburrida y necia discusión acerca del papel de

36 "Los economistas tienen un modo curioso de proceder. Para ellos, no hay más que
dos clases de instituciones: las artificiales y las naturales. Las instituciones del
feudalismo son instituciones artificiales; las de la burguesía, naturales. En esto se
parecen a los teólogos, que clasifican también las religiones en dos categorías.
Toda religión que no sea la suya propia, es invención humana; la suya, en cambio
revelación divina. Así, habrá podido existir una historia pero ésta termina al llegar
a nuestros días" (Carlos Marx Misére de la Philosophie. Reponse a la philosophic
de la Misére par M. Proudhon, 1847, p. 113). Hombre verdaderamente divertido es
el señor Bastiat, quien se figura que los antiguos griegos y romanos sólo vivían del
robo mas, para poder vivir del robo durante tantos siglos tiene que existir por
fuerza, constantemente, algo que pueda robarse, o reproducirse incesantemente el
objeto del robo. Es de creer, pues, que los griegos y los romanos tendrían también
un proceso de producción y, por tanto, una economía, en que residiría la base
material de su mundo, ni más ni menos que en la economía burguesa reside la
base del mundo actual. ¿O es que Bastiat piensa, acaso, que un régimen de
producción basado en el trabajo de los esclavos es un régimen de producción
erigido sobre el robo como sistema? Si lo piensa así, se situará en un terreno
peligroso. Y si un gigante del pensamiento como Aristóteles se equivocaba al
enjuiciar el trabajo de los esclavos, ¿por qué no ha de equivocarse también al
enjuiciar el trabajo asalariado un pigmeo de la economía como Bastiat?
Aprovecharé la ocasión para contestar brevemente a una objeción que se me hizo
por un periódico alemán de norteamérica al publicarse, en 1859, mi obra
Contribución a la Crítica de la Economía Política. Este periódico decía que mi tesis
según la cual el régimen de producción vigente en una época dada y las relaciones
de producción propias de este régimen, en una palabra "la estructura económica
de la sociedad, es la base real sobre la que se alza la supraestructura jurídica y
política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social" y de
que "el régimen de producción de la vida material condiciona todo el proceso de la
vida social, política y espiritual", era indudablemente exacta respecto al mundo
moderno, en que predominan los intereses materiales pero no podía ser aplicada a
la Edad Media, en que reinaba el catolicismo, ni Atenas y Roma, donde imperaba
la política. En primer lugar, resulta peregrino que haya todavía quien piense que
todos estos tópicos vulgarismos que corren por ahí cerca de la Edad Media y del
mundo antiguo son ignorados de nadie. Es indudable que ni la edad media pudo
vivir del catolicismo ni el mundo antiguo de la política. Lejos de ello, lo que explica
por qué en una era fundamental la política y en la otra el catolicismo es
precisamente el modo como una y otra se ganaban la vida. Por lo demás no hace
falta ser muy versado en la historia de la república romana para saber que su
historia secreta la forma la historia de la propiedad territorial. Ya don Quijote
pagó caro el error de creer que la caballería andante era una institución
compatible con todas las formas económicas de la sociedad.
80
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

la naturaleza en la formación del valor de cambio. El valor de cambio


no es más que una determinada manera social de expresar el trabajo
invertido en un objeto y no puede, por tanto, contener materia
alguna natural, como no puede contenerla, v. gr., la cotización
cambiaria.

La forma mercancía es la forma más general y rudimentaria


de la producción burguesa, razón por la cual aparece en la escena
histórica muy pronto, aunque no con el carácter predominante y
peculiar que hoy día tiene; por eso su fetichismo parece
relativamente fácil de analizar. Pero al asumir formas más concretas,
se borra hasta esta apariencia de sencillez. ¿De dónde provienen las
ilusiones del sistema monetario? El sistema monetario no veía en el
oro y la plata, considerados como dinero, manifestaciones de un
régimen social de producción, sino objetos naturales dotados de
virtudes sociales maravillosas. Y los economistas modernos, que
miran tan por encima del hombro al sistema monetario ¿no caen
también ostensiblemente en la ilusión fetichista, tan pronto como
tratan del capital? ¿Acaso hace tanto tiempo que se ha desvanecido
la ilusión fisiocrática de que la renta del suelo brotaba de la tierra, y
no de la sociedad?

Pero no nos adelantemos y limitémonos a poner aquí un


ejemplo referente a la propia forma de las mercancías. Si éstas
pudiesen hablar, dirían: es posible que nuestro valor de uso interese
al hombre, pero el valor de uso no es atributo material nuestro. Lo
inherente a nosotras, como tales cosas, es nuestro valor. Nuestras
propias relaciones de mercancía lo demuestran. Nosotros sólo nos
relacionamos las unas con las otras como valores de cambio.
Oigamos ahora cómo habla el economista leyendo en el alma de la
mercancía: el valor (valor de cambio) es un atributo de las cosas, la
riqueza (valor de uso) un atributo del hombre. El valor, considerado
en este sentido implica necesariamente el cambio; la riqueza, no. 37
"La riqueza (valor de uso) es atributo del hombre; el valor atributo de
las mercancías. Un hombre o una sociedad son ricos; una perla o
un diamante son valiosos... una perla o un diamante encierran valor

37 "Value is a property of things, riches of men. Value, in this sense, necessarily


implies exchange, riches do not." Observations on certain verbal disputes in
Political Economy, particulary relating to value and to demand and supply.
Londres, 1821, p.16.
81
Capítulo II
La Producción Mercantil y la Mercancía

como tal perla o diamante".38 Hasta hoy, ningún químico ha logrado


descubrir valor de cambio en el diamante o en la perla. Sin embargo,
los descubridores económicos de esta sustancia química, jactándose
de su gran sagacidad crítica, entienden que el valor de uso de las
cosas es independiente de sus cualidades materiales y, en cambio,
su valor inherente a ellas. Y en esta opinión los confirma la peregrina
circunstancia de que el hombre realiza el valor de uso de las cosas
sin cambio, en un plano de relaciones directas con ellas, mientras
que el valor sólo se realiza mediante el cambio, es decir en un
proceso social. Oyendo esto, se acuerda uno de aquel buen Dogberry,
cuando le decía a Seacoal, el sereno: “La traza y la figura las dan las
circunstancias, pero el saber leer y escribir es un don de la
naturaleza”.39

38 "Riches are the atributte of man, value is the atributte of commodities. A man or a
community is rich, a pearl or diamond is valuable... A pearl or a diamond is
valuable as pearl or diamond”. S. Bailey, A Critical Dissertation, etc. p. 165.
39 El autor de las "Observations" y S Bailey reprochan a Ricardo el haber convertido el
valor de cambio de un valor puramente relativo en algo absoluto. Todo lo
contrario. Es él quien reduce la aparente relatividad que poseen estos objetos, los
diamantes y las perlas por ejemplo, considerados como valores de cambio, a la
verdadera relación que se esconde detrás de esa apariencia, y a su relatividad
como simples expresiones que son del trabajo humano. Y si los Ricardianos
contestan a Bailey bastante groseramente, pero sin argumentos decisivos, es
sencillamente porque el propio Ricardo no les orienta acerca del enlace interno que
existe entre el valor y la forma del valor o valor del cambio.
82
CAPÍTULO III

EL DINERO*

1. EL PRECIO

La primera función del dinero consiste en ser medida de


valor, en ofrecer al mundo de las mercancías el material con que se
expresa su valor**.

No es el dinero el que convierte en homogéneas a las


mercancías y hace posible su mutua comparación; sólo porque como
valores son cristalización de trabajo humano, o sea porque ya de por
sí son homogéneas, pueden ser medidas con la misma determinada
mercancía que ellas transforman así en su medida de valor común o
dinero. El dinero como medida de valor es la forma necesaria de
expresión de la medida de valor incorporada en las mercancías, es
decir del tiempo de trabajo.1

* Tomado de Comentarios al Capital. Ediciones de Cultura Popular, México, 1975.


Karl Kautsky.
** Cuando se escribió esta obra circulaban monedas de oro y de plata, o bien, billetes

de banco que representaban determinada cantidad de estos metales, hasta que se


abandonó definitivamente el patrón oro a principios de la década de los años
setenta del pasado siglo XX ya que en la realidad no se estaba dando la
convertivilidad de billete de banco por metal precioso. En Guatemala, un Quetzal
representaba 0.8886 gramo de oro fino al igual que el Dólar de los Estados Unidos
de América. Nota de Franklin Roberto Valdez Cruz, Compilador.
1 A propósito de esta exposición Marx hace una interesante observación acerca de
una utopía que aún hoy ocupa la fantasía de muchos cerebros: “La pregunta”, dice
Marx, “de porqué el dinero no representa directamente el tiempo de trabajo, es decir
de porqué en la producción mercantil los productos del trabajo deben figurar como
mercancías, siendo que la idea de mercancía implica su desdoblamiento en
mercancía y mercancía-dinero. O a la pregunta de porqué el trabajo privado no
puede ser considerado directamente trabajo social, es decir precisamente lo
contrario de aquél. Ya me explayé en otra parte detenidamente acerca del superficial
utopismo que implica un dinero-trabajo” en el sistema de producción de mercancías
(“Crítica de la economía política” 1859, pág. 61 y sig. Este pasaje se halla
reproducido en el suplemento de la edición alemana de la Miseria de la Filosofía de
Marx, 2ª. Ed. Stuttgart 1892. Pág. 165). Aquí agregaremos solamente que el
“dinero-trabajo” de Owen, por ejemplo, no es más “dinero” que un billete de teatro.
Owen presupone un trabajo directamente socializado, una forma de producción
diametralmente opuesta a la producción de mercancías. El certificado de trabajo es
sólo una constancia de la participación individual a una determinada parte del
producto común destinado al consumo. Si Owen hubiera considerado la producción
de mercancías no habría podido eludir las condiciones propias de ese modo de
producción.
Capítulo III
El Dinero

La expresión de valor de una mercancía en la mercancía-


dinero es su forma monetaria o su precio. Por ejemplo:

1 traje = 10 gramos de oro.

El precio de la mercancía es algo enteramente distinto de sus


propiedades naturales. No se revela ni a la vista ni al tacto. El
poseedor de las mercancías debe comunicarlo a los compradores.
Para expresar en oro el valor de una mercancía, es decir para
determinar su precio, no es necesario disponer de dinero efectivo. El
sastre no necesita tener oro en los bolsillos para poder expresar que
el precio del traje que ofrece en venta, es de 10 gramos oro. Es decir
que el dinero como medida de valor se utiliza sólo como dinero
imaginado, representado.

Con todo, el precio depende sólo de la mercancía oro real.


Prescindiendo de todas las circunstancias secundarias
perturbadoras, podemos afirmar que el sastre no puede establecer
un precio de 10 gramos oro para su traje, si en esta cantidad de oro
no se halla incorporada la misma cantidad de trabajo socialmente
necesario en el traje. Y si el sastre no expresa en oro el valor de su
traje, sino en plata o en cobre, también la expresión del precio
cambiará.

Donde dos mercancías distintas funcionan como medidas de


valor, por ejemplo, oro y plata, todas las mercancías, poseen en
consecuencia, dos distintas expresiones de precio, precio oro y precio
plata. Cualquier cambio en la relación del valor del oro con la plata
provoca perturbaciones en los precios. En realidad un doble sistema
de medida de valor no tiene sentido y contradice la función del
dinero como medida de valor. Siempre que se intentó establecer
legalmente dos mercancías como medidas de valor, en el fondo fue
siempre una sola la que actuaba como medida de valor.

Todavía en varios países el oro y la plata poseen vigencia legal


como medidas de valor. Pero la experiencia ha llevado siempre ad
absurdum estas disposiciones legales. Como toda mercancía también
el oro y la plata están expuestos a oscilaciones continuas en su
valor; si la ley establece su igualdad, es decir si se puede pagar a
voluntad con uno de los dos metales, entonces se pagará con aquél
cuyo valor baje, y se venderá el metal cuyo valor suba, allí donde se

84
Capítulo III
El Dinero

pueda vender con más ventaja, en el extranjero. En los países donde


domina el sistema monetario doble, el llamado bimetalismo, en
realidad es siempre una sola de las mercancías dinero la que actúa
como medida de valor, y precisamente aquélla cuyo valor baja; el
precio de la otra, cuyo valor sube, se mide, como el de cualquier otra
mercancía, con el metal supervalorado, es decir que no funciona
como medida de valor, sino como mercancía. Cuanto mayores son las
fluctuaciones del valor relativo del oro y de la plata, tanto más
evidente es el absurdo del bimetalismo.2

En El Capital, por motivos de sencillez, Karl Marx presupone


como única mercancía-dinero el oro. Y en efecto el oro se convirtió en
realidad en la mercancía-dinero de la producción capitalista.3

En el precio las mercancías están representadas como una


determinada cantidad de oro. Naturalmente es necesario poder medir
también las distintas cantidades de oro que expresan los distintos
precios, es decir establecer una medida de los precios. La medida
natural de los metales es su peso. Por eso los nombres de los pesos
de los metales, libra, libra inglesa, talento, etc., fueron también los

2 El hecho de que los agricultores alemanes exijan precisamente ahora, cuando las
oscilaciones del valor del oro y de la plata son tan fuertes, la implantación del
sistema monetario doble, demuestra sólo su ignorancia cuando no algo peor. Casi
todos los estados cuyas finanzas no están en quiebra han pasado al sistema
monetario oro o se disponen a hacerlo. En los Estados Unidos sólo la influencia de
los dueños de las minas de plata conservar todavía nominalmente el sistema
monetario doble. Es de esperar, en consecuencia, una ulterior baja del precio de la
plata: y cuando aquellos estados en los que los partidarios de la plata logran
impedir o postergar la introducción del sistema oro se verán obligados a establecer
el patrón oro, tendrán que pagar el oro a un precio más elevado y vender la plata a
uno más bajo del que sería posible ahora. La mayor ventaja de la conversión de
Alemania al sistema monetario doble la conseguirían quienes, habiendo contraído
deudas durante el sistema oro, pudieran pagarlas luego en plata. La mayor parte de
estas deudas a largos plazos son deudas hipotecarias. De ahí el interés de los
agricultores.
3 Considérense las reservas de dinero (monedas y barras) en metales nobles de los
países donde impera el tipo de producción moderno:
Oro Plata
1831.............. 2.232.000.000 de marcos 8.280.000.000 de marcos
1880.............. 13.170.000.000 “ “ 8.406.000.000 “ “
Como se ve el oro es la mercancía dinero preponderante.

85
Capítulo III
El Dinero

nombres originarios de las unidades del sistema de medida de los


precios.

Al lado de su función como medida de los valores


encontramos aquí una segunda función del dinero: la de medida de
los precios. Como medida de valor el dinero transforma los valores de
las mercancías en determinadas cantidades de oro imaginarias.
Como medidas de los precios, mide las distintas cantidades de oro
con arreglo a una determinada cantidad de oro, que se acepta como
unidad, por ejemplo, una libra de oro.

La diferencia entre medida de valores y medida de precios


resulta más clara si observamos su distinta reacción frente a un
cambio de valor.

Admitamos por ejemplo que la unidad de la medida de los


precios sean 10 gramos de oro. Cualquiera que sea el valor del oro,
20 gramos de oro valdrán siempre el doble de 10 gramos. Es decir
que el alza y baja del valor del oro no influye en la medida de los
precios.

Tomemos ahora el oro como medida de valores. Supongamos


que un traje sea igual a 10 gramos de oro. Pero el valor del oro
cambia; ahora en el mismo tiempo de trabajo socialmente necesario
se produce una cantidad de oro doble de la anterior. Sin embargo en
la productividad del trabajo del sastre no se ha producido cambio
alguno. ¿Qué ocurre entonces? El precio del traje se eleva ahora a
20 gramos de oro. Es decir que en su función de medida de los
valores el cambio de valor del oro se exterioriza de modo sensible.

La unidad de medida de los precios puede ser fijada


arbitrariamente como por ejemplo, las medidas de longitud. Por otra
parte esta medida necesita validez universal. Convencional al
principio y luego determinada por las divisiones corrientes del peso
es regulada finalmente por la ley jurídica. Las distintas partes de
peso de los metales nobles reciben nombres oficiales, distintos de su
peso. No decimos 1/70 libra oro, sino moneda de veinte marcos. Los
precios no se expresan más en peso oro, sino por las denominaciones
numéricas legalmente válidas del sistema de medida áureo.

86
Capítulo III
El Dinero

El precio es la expresión monetaria de la magnitud del valor


de la mercancía. Pero al mismo tiempo es la expresión de la relación
de cambio de la mercancía con la mercancía-dinero, es decir con el
oro. El valor de una mercancía no puede manifestarse nunca aislado,
en sí mismo, sino siempre en relación de cambio con otra mercancía.
Esta relación no es influida sólo por la magnitud del valor, sino
también por otras circunstancias. Con ello surge la posibilidad de
una discordia entre el precio y el valor.

Cuando el sastre afirma que el precio de su traje es igual a 10


gramos de oro o, usando su denominación numérica, a 30 marcos,
quiere expresar que en cualquier momento entregaría su traje por 10
gramos de oro. Pero se apresuraría si dijera que cualquiera le daría
enseguida 10 gramos de oro por su traje. Sin duda la conversión del
traje en oro es indispensable para que cumpla aquel su finalidad de
mercancía. La mercancía suspira por el dinero; los precios son
ardientes miradas de amor que dirige al brillante galán. Pero en el
mercado de las mercancías las cosas no ocurren como en las
novelas. Ellos no siempre se conquistan. Más de una mercancía es
“abandonada” por el oro y tiene que seguir en la tienda una infeliz
existencia.

Observemos ahora más de cerca las aventuras de la


mercancía en su relación con el oro.

2. COMPRA Y VENTA.

Acompañemos ahora al mercado a nuestro viejo conocido el


sastre. Cambia por treinta marcos el traje que ha cosido. Por esta
suma compra un pequeño barril de vino. Tenemos dos
transformaciones opuestas. Primero la transformación de la
mercancía en dinero: luego la nueva transformación del dinero en
mercancía. Pero al final del proceso la mercancía es distinta que al
principio. La primera mercancía no era valor de uso para su
propietario, la segunda en cambio sí es valor de uso para el sastre.

Para él la utilidad de la primera consistía en su carácter de


valor, de producto de trabajo humano en general; en su posibilidad de
cambio con otro producto del trabajo humano en general, el oro. En
cambio, la utilidad de la otra mercancía, el vino, estriba en sus

87
Capítulo III
El Dinero

propiedades naturales, no como producto de trabajo humano en


general, sino como una determinada forma del trabajo, el del
viñador, etc.

La fórmula de la circulación simple de las mercancías dice:


mercancía-dinero-mercancía, la primera es la más difícil de realizar.
Comprar, teniendo dinero, no ofrece dificultades. Pero sí vender para
conseguir dinero. Bajo el dominio de la producción de mercancías,
todo poseedor de mercancías necesita dinero; cuanto más avanzada
es la división social de trabajo, tanto más unilateral se torna el suyo
y se multiplican sus necesidades.

Para la feliz realización del “salto mortal de la mercancía”, de


su transformación en dinero, es necesario ante todo que ésta sea un
valor de uso, que satisfaga una necesidad. Dada esta condición y
realizada su transformación en dinero, es cuando surge la pregunta:
¿en cuánto dinero se convierte?

Por el momento esta cuestión no nos atañe. Su respuesta


pertenece a la investigación de las leyes de los precios. Lo que aquí
nos interesa es la fórmula mercancía-dinero, sin preocuparnos si
dicha transformación se realiza por debajo o por encima de su
magnitud de valor.

El sastre se ha librado de su traje y ha recibido en cambio el


dinero correspondiente. Supongamos que lo haya vendido a un
campesino. El mismo acto que es venta para el sastre, es compra,
para el campesino. Toda venta es una compra recíprocamente. ¿Pero
de dónde saca el campesino su dinero? Lo ha recibido a cambio de
trigo. Si seguimos el camino que ha recorrido la mercancía-dinero, el
oro desde su fuente de producción, el yacimiento aurífero, pasando
de un poseedor de mercancías a otro, vemos que todo cambio de
propietario ha sido siempre el resultado de una venta.

Como hemos visto, la transformación traje-dinero no es el


eslabón de una, sino de dos series de transformaciones: una reza:
traje-dinero-vino. La otra: trigo-dinero-traje. El comienzo de la serie
de transformaciones de una mercancía es a la vez el fin de la serie de
transformaciones de otra mercancía. Y recíprocamente.

88
Capítulo III
El Dinero

Supongamos que por los 30 marcos recibidos por su vino, el


viticultor compre una vasija y carbón. En este caso la transformación
dinero-vino es el último eslabón de la serie traje-dinero-vino, y el
primero de dos otras series, vino-dinero-carbón y vino-dinero-vasija.
Cada una de estas series de transformaciones constituyen un
círculo: mercancía-dinero-mercancía. Empieza y termina con la
forma mercancía. Pero cada círculo de una mercancía se cruza con
los círculos de otras mercancías. El conjunto del movimiento de
estos infinitos círculos que se entrecruzan forma la circulación de las
mercancías.

La circulación de las mercancías es esencialmente distinta del


cambio directo de los productos o del simple trueque que se originó
por el incremento de las fuerzas productivas más allá de los límites
del comunismo primitivo. Por el trueque de los productos el sistema
de trabajo social excedió los límites de la colectividad. Dio origen a
que distintas comunidades y los miembros de distintas comunidades
y los miembros de distintas colectividades trabajaran unos para
otros. Pero el simple trueque de los productos resultó a su vez un
obstáculo, cuando las fuerzas productivas se desarrollaron aún más
y fue superado por la circulación de las mercancías.

El simple trueque exige que yo le acepte sus productos al


comprador de los míos. Este obstáculo queda eliminado en la
circulación de las mercancías. Sin duda toda venta es una compra;
el traje no puede ser vendido por el sastre, sin que lo compre otro,
por ejemplo, el agricultor. Pero, en primer lugar no es necesario que
el sastre vuelva a comprar inmediatamente. Puede guardar el dinero
en el armario y esperar hasta que tenga ganas de comprar algo. Y en
segundo lugar no está obligado ni ahora ni más tarde a comprarle
algo al agricultor que le compró el traje, o a comprar en el mismo
mercado donde vendió. Es decir, que con la circulación de las
mercancías quedan abolidas las limitaciones temporales, locales e
individuales del trueque de los productos.

Existe todavía otra diferencia entre el comercio de trueque y


la circulación de las mercancías. El cambio simple de los productos
no es más que la enajenación de su excedente y deja en un primer
momento intactas las forma de producción del comunismo primitivo,
formas de producción sometidas al control directo de los interesados.

89
Capítulo III
El Dinero

En cambio por el desarrollo de la circulación de las


mercancías, las condiciones de producción se hacen cada vez más
complicadas, complejas e incontrolables. Los productores
individuales se independizan siempre más, pero dependen en mayor
grado de relaciones sociales menos controlables que en el
comunismo primitivo. Las fuerzas naturales ciegas, que impedidas
en su acción o perturbadas en su equilibrio se hacen sentir en forma
de catástrofes, similares a las tormentas y los terremotos.

Y realmente con la circulación de las mercancías surgen ya


los gérmenes de tales catástrofes. La posibilidad que tal circulación
ofrece de vender sin tener que volver a comprar enseguida, lleva en sí
la posibilidad de estancamientos, de crisis. Pero las fuerzas
productivas deben desarrollarse más allá de los límites de la simple
circulación de mercancías antes de que esta posibilidad se convierta
en realidad.

3. EL CURSO DEL DINERO.

Recordemos los movimientos de las mercancías que hemos


seguido en el último párrafo: trigo-dinero-traje-dinero-vino-dinero-
carbón, etc. El desarrollo de estos movimientos imprime su dinámica
también al dinero; pero éste no actúa en círculo, como el de la
mercancía. El dinero que partió del agricultor se aleja siempre más
de él.

“La forma del movimiento transmitida al dinero directamente


por la circulación de las mercancías, es por lo tanto su alejamiento
constante del punto de partida, es su trayectoria de una a otra mano
de los poseedores de mercancías; y esto es lo que se llama curso del
dinero”.

El curso del dinero es la consecuencia de la circulación de las


mercancías y no como a menudo se opina, su causa. En el punto a
que hemos llegado en nuestra investigación de la circulación simple
de mercancías, en que aún no existe el comercio profesional ni la
reventa, la mercancía como valor de uso sale de la circulación ya en
su primer movimiento, para perderse en el consumo y un nuevo
valor de uso, pero de igual valor ocupa su lugar en el círculo. En la
forma trigo, dinero y un valor, pero valor de uso distinto vuelve al

90
Capítulo III
El Dinero

vendedor del trigo: dinero-traje. Pero el dinero como medio de


circulación no sale de la circulación, sino que se mueve
constantemente dentro de su dominio.

Surge ahora la cuestión acerca de la cantidad de dinero que


exige la circulación de mercancías.

Ya sabemos que cualquier mercancía puede ser igualada a


una determinada cantidad de dinero es decir que se puede establecer
su precio antes de su contacto con el dinero efectivo. Es decir, que
suponiendo fijado el valor del oro, el precio exigido por cada
mercancía en particular y la suma de los precios de todas las
mercancías, está ya determinado de antemano. La suma de los
precios de las mercancías es una determinada suma de oro,
imaginaria. Para que las mercancías circulen debe ser posible
transformar en una suma efectiva esa suma de oro imaginaria; es
decir que la masa de oro circulante es determinada por la suma de
los precios de las mercancías circulantes. (Hay que tener presente
que todavía nos hallamos en el campo de la circulación simple de las
mercancías, donde aún son desconocidos los créditos, la cancelación
de los pagos, etc.). Esta suma de los precios, en caso de no sufrir
variaciones los precios, oscila en proporción con la masa de las
mercancías circulantes y en caso de permanecer igual la masa de las
mercancías, la oscilación de dicha suma es proporcional a la
variación de los precios. Es indiferente que esta fluctuación de los
precios sea provocada por una fluctuación en los precios del mercado
o por un cambio en el valor del oro o de las mercancías y es también
indiferente si esta fluctuación de los precios atañe a todas o sólo a
algunas mercancías.

Pero las ventas de las mercancías no siempre son


independientes ni se realizan todas al mismo tiempo.

Volvamos a nuestro ejemplo anterior. Tenemos la serie de


transformaciones: 5 hectolitros de trigo -30 marcos- 1 traje -30
marcos- 40 litros de vino -30 marcos- 20 quintales de carbón -30
marcos-. La suma de los precios de estas mercancías importa 120
marcos; pero para la realización de las 4 ventas bastan 30 marcos,
que cambian cuatro veces su lugar, es decir cumplen cuatro
movimientos sucesivos. Suponiendo que estas ventas se hayan
realizado todas durante el mismo día, tendremos como masa del

91
Capítulo III
El Dinero

dinero actuante, como masa del medio de circulación en un


determinado campo de circulación, precios durante un día 120 = 30
marcos, o en general: suma de los precios de las mercancías = masa
de dinero, número de traspasos de las piezas de moneda del mismo
nombre, actuante como medio de circulación durante un
determinado período de tiempo.

El tiempo de circulación de las distintas monedas en un país


es naturalmente distinto; unas permanecen años y años en un
armario, otras cumplen quizás treinta movimientos en un mismo día.
Sin embargo su velocidad media de circulación es siempre una
magnitud determinada.

La velocidad del curso del dinero es determinada por la


velocidad de la circulación de las mercancías. Cuanto más
rápidamente las mercancías desaparecen de la circulación para ser
consumidas y cuanto más rápidamente son sustituidas por nuevas
mercancías, tanto mayor es la velocidad de la circulación del dinero.
Cuanto más lenta es la circulación de las mercancías, tanto más
lenta es también la del dinero y menos dinero se llega a ver.
Entonces la gente cuyo poder de observación es superficial, cree que
hay pocas existencias de dinero y que es la falta de dinero la que
provoca el estancamiento de la circulación. Este caso es posible, pero
hoy en día casi nunca ocurre por períodos largos.

4. LA MONEDA: EL PAPEL MONEDA.

Naturalmente era muy molesto para el tráfico tener que


verificar en cada venta y compra la graduación y el peso de la pieza
de metal-dinero que se quería cambiar. Esta dificultad podía
eliminarse si una autoridad universalmente reconocida garantizaba
el peso y la graduación exacta de toda pieza de metal. Así fue como el
Estado fabricó con las barras de metal monedas de metal.

El aspecto monetario del dinero, su forma moneda se origina


en su función de medio de circulación. Pero apenas el dinero adquirió
la forma de moneda, ésta recibió en el proceso de la circulación una
existencia autónoma, independiente de su contenido monetario. La
garantía del Estado de que un signo monetario contiene cierta
cantidad de oro o es equivalente a ella, basta pronto, bajo

92
Capítulo III
El Dinero

determinadas circunstancias, para que este signo monetario valga


como medio de circulación igual que la cantidad de oro efectivo
correspondiente.

La sola circulación de las monedas provoca ya este fenómeno.


Al circular, una moneda se gasta y su contenido real se aleja siempre
más del nominal. Una pieza vieja es más liviana que una recién
salida del cuño; sin embargo, en determinadas circunstancias ambas
pueden representar los mismos valores como medio de circulación.

La diferencia entre el contenido real y el nominal se nos revela


aún más aguda en la moneda de vellón. A menudo el primer dinero
fue de metales inferiores, por ejemplo el cobre, que fue luego
desplazado por metales nobles. El cobre, y después de la
introducción del patrón oro, también la plata dejaron de ser medidas
de valor, pero las monedas de cobre y de plata siguieron actuando
como medio de circulación en el tráfico menor. Las monedas de cobre
y plata correspondían ahora a determinadas fracciones de peso del
oro; el valor que ellas representaban variaba en la misma proporción
que al sufrir la influencia de las fluctuaciones del valor del cobre y de
la plata. Es claro que en estas condiciones su contenido metálico no
influye en su función de moneda, ya que el estado puede establecer
arbitrariamente qué cantidad de oro representa una moneda de
cobre o de plata. Desde este instante la moneda metálica reducida a
un signo metálico pudo ser reemplazada por un billete de papel.
Pudo establecerse legalmente la equivalencia de un billete de papel
sin valor con una determinada cantidad de oro.

Así surgió el papel moneda del Estado, que no hay que


confundir con el efecto de comercio que representa el dinero-crédito
que nació de otra función del dinero.

El papel moneda puede sustituir a la moneda oro sólo como


medio de circulación, en cuanto representa determinadas cantidades
de oro, pero no como medida de valor. Para el papel moneda como
medio de circulación valen las mismas leyes que para la moneda
metálica cuyo lugar ocupa. El papel moneda no puede sustituir
nunca una cantidad de oro mayor de la que puede ser absorbida por
la circulación de mercancías. Si la circulación de mercancías de un
país necesita 100 millones de marcos oro y el estado pone en
circulación 200 millones de marcos papel, la consecuencia será que

93
Capítulo III
El Dinero

con dos billetes de veinte marcos, por ejemplo, sólo podrá comprarse
lo que podría adquirirse con una pieza de oro de veinte marcos. En
este caso los precios expresados en papel moneda se elevan al doble
de los precios expresados en oro. El papel moneda se desvaloriza por
un excedente de su emisión esto sucede actualmente en Rusia,
donde el papel moneda del estado emitido en exceso se halla desde
más de 30 años por debajo del valor metálico que debería
representar. El mejor ejemplo para tales desvalorizaciones del papel
moneda como consecuencia de su emisión desmedida, lo ofrece la
revolución francesa, que puso en circulación, durante siete años
(1790 hasta marzo de 1797), más de 45.581 millones de francos y
que motivó la cabal pérdida de su valor.4

5. OTRAS FUNCIONES DEL DINERO.

Hemos seguido el nacimiento de la circulación simple de las


mercancías y vimos que con ésta se desarrollaron también las
funciones del dinero como medida de valor y como medio de
circulación. Sin embargo el dinero no se limita a estas funciones.

La misma circulación de las mercancías provoca la necesidad


y la codicia de adquirir y acumular la mercancía-dinero, el oro.

Las características del dinero corresponden a las


características de la producción mercantil: así como ésta es una
forma de producción social realizada por productores privados
independientes, así también el dinero es un poder social que no
pertenece a la sociedad, sino que puede ser propiedad privada de
cualquiera. Cuanto mayor es la suma de dinero de la que se dispone,
tanto mayor es también el poder social, los bienes, los placeres y los
productos del trabajo de otros, de que se dispone. El oro lo puede
todo, es la única mercancía útil para cualquiera y que cualquiera

4 La desvalorización del papel-dinero, en una escala incomparablemente mayor, tuvo


lugar en la Europa de postguerra, como resultado de la guerra imperialista de 1914-
1918 y de la política ulterior de la burguesía, dirigida en el sentido de la mayor
expoliación de las masas trabajadoras. La emisión del dinero-papel en una serie de
países había llegado a asumir dimensiones astronómicas. Así, por ejemplo, en
Alemania, en el mes de noviembre de 1923, al pasar al sistema del dinero metálico,
un marco oro fue equiparado a mil millones de marcos papel. Nota de la edición
soviética, 1940.
94
Capítulo III
El Dinero

acepta. Así, con la circulación de las mercancías surge y aumenta la


codicia por el oro.

Y en realidad en la producción mercantil, la mercancía de oro


se convierte no sólo en una pasión, sino también en una necesidad.

Cuanto mayor es el número de productos que se convierten


en mercancías, cuanto menos se produce para uso personal, tanto
más necesario se hace poseer dinero, para poder vivir. Debo comprar
continuamente y para poder comprar, debo haber vendido; pero la
producción de las mercancías, que yo vendo, necesita mucho tiempo
y su venta depende de la casualidad.

Para mantener en movimiento la producción de mercancías y


para poder vivir durante su fabricación, tengo que poseer una
reserva de dinero. Esta se hace también necesaria para eliminar
estancamientos eventuales en la circulación, Vimos más arriba que
la cantidad de dinero circulante depende de los precios de las
mercancías, de su cantidad y de la velocidad de su circulación. Cada
uno de estos factores varía constantemente; de ahí las continuas
fluctuaciones en la masa de dinero circulante. ¿De dónde viene el
dinero necesario y adónde afluye el dinero superfluo?

En los lugares más distintos del globo, se atesora dinero en


forma de depósitos, que ora reciben, ora ceden dinero, equilibrando
así las perturbaciones en el proceso de la circulación.

En los comienzos de la circulación de mercancías se realiza


siempre el cambio directo de dos mercancías, al igual que trueque
simple, pero con la diferencia de que una de las mercancías es
siempre el equivalente general, la mercancía-dinero. Pero con el
desarrollo de la circulación de mercancías, surgen circunstancias por
las que la venta de una mercancía, se aleja en el tiempo del momento
de hacer efectivo la suma de dinero correspondiente a su precio. Se
producen condiciones que inducen a pagar una mercancía antes de
recibirla o también a pagarla más tarde, lo que ocurre con mayor
frecuencia. Aclaremos esto con un ejemplo. Tomemos a un tejedor de
seda italiano del siglo XIII. Compra en la vecindad la seda que
trabaja. Pero los géneros que teje, van a Alemania; hasta que llegan a
su destino y son vendidos y el importe vuelve a Italia, transcurren de
3 a 4 meses. El tejedor ha terminado un género de seda; también su

95
Capítulo III
El Dinero

vecino, el hilador, ha hilado cierta cantidad de seda. El hilador vende


inmediatamente su mercancía al tejedor; éste recibe el producto de la
venta de su mercancía recién después de cuatro meses. ¿Qué
sucede? El tejedor compra la seda, pero la paga recién después de
cuatro meses. Comprador y vendedor adquieren ahora otro aspecto.
El vendedor se convierte en acreedor y el comprador en deudor. Pero
también el dinero adquiere una nueva función. En este caso no es
medio de circulación de mercancías sino que cierra automáticamente
su circulación. En esta función no es medio de circulación, sino
medio de pago, un medio para cumplir un compromiso contraído
para la entrega de una suma de valores.

Esta clase de compromiso, sin embargo, no debe surgir


obligatoriamente del proceso de circulación de mercancías. Cuanto
más evoluciona la producción de mercancías, tanto mayor es el ansia
de transformar las entregas de ciertos valores de uso en entregas de
dinero que constituyen la forma general del valor. Las entregas en
especies al Estado se transforman en impuestos en dinero, los pagos
en especie a los empleados en sueldos, en dinero, etc. La función del
dinero como medio de pago, trasciende los límites de la circulación
de mercancías.

Volvamos a nuestro tejedor de seda. Compra seda al hilador


sin poderla pagar en el acto. Pero en asuntos de dinero no existe la
amistad. El hilador piensa: una constancia escrita es una constancia
segura.

Por ello pide al tejedor una promesa escrita en la que éste se


obliga a pagar dentro de cuatro meses una suma de dinero
equivalente al precio de la seda vendida. Pero también el hilador
tiene que efectuar pagos, antes de que transcurran los cuatro meses;
como no posee dinero efectivo, paga con la promesa escrita del
tejedor. Es decir que éste documento actúa ahora como dinero; nace
así una nueva forma de papel moneda, el dinero- crédito, tal como el
pagaré, cheque, letra de cambio, etc. Aún puede producirse otro
caso: el tejedor ha comprado al hilador hilado de seda por valor de 5
florines. Este compró a un joyero un brazalete para su mujer por
valor de 6 florines. Al mismo tiempo el joyero compró al tejedor
géneros de seda por 4 florines. La fecha de vencimiento de estos
pagos es la misma. Los tres, el hilador, el tejedor y el joyero se
reúnen. El primero debe pagarle al último 6 florines, y al mismo

96
Capítulo III
El Dinero

tiempo recibir 5 florines del tejedor. Paga al joyero 1 florín y le remite


al tejedor por el resto. Pero este debe recibir del joyero 4 florines, por
eso le paga sólo uno. Así por recíproca cancelación se han realizado
tres pagos por el importe de 15 florines con sólo 2 florines. Son
pagos por compensación en los que no circula dinero en la misma
cantidad que la suma de los precios de las mercancías.

Naturalmente, en la realidad el proceso no es tan sencillo


como aquí suponemos. Sin embargo los pagos de los vendedores de
mercancías se anulan en parte recíprocamente y en medida creciente
y proporcional al desarrollo de la circulación de mercancías. La
concentración de los pagos en puntos y fechas determinados, da
lugar a instituciones y métodos para esta cancelación, como los
“virements” en la ciudad de Lion, durante la edad media. Todos
conocen las casas de cambio, los “Clearighouse”, las cámaras de
compensación; su finalidad es la misma. Sólo los pagos que no se
compensan deben ser efectuados en dinero efectivo.

El sistema de crédito elimina la constitución de tesoros, como


forma independiente de enriquecimiento. Con el desarrollo del
sistema de créditos, el que desea seguridad para su riqueza, ya no
necesita ocultar su dinero en la tierra o en cajones y baúles. Puede
prestar su dinero. Por otra parte el sistema de créditos obliga a la
formación temporaria de tesoros, para reunir las sumas de dinero
necesarias para pagar las deudas en la fecha de vencimiento.

Sin embargo no siempre es posible realizar este


atesoramiento. Recordemos a nuestro tejedor. Se ha comprometido a
pagar dentro de cuatro meses porque espera que hasta esa fecha
habrá vendido su mercancía. Supongamos que no encuentre
comprador y que por consiguiente no pueda pagar. Pero el hilador
cuenta con este pago; confiando en él, se ha comprometido a su vez
a otros pagos, quizás con el joyero, y éste a su vez con otros. Como
vemos la insolvencia de uno trae consigo la insolvencia de otros y
precisamente en grado tanto mayor cuanto más se ha desarrollado el
sistema de pagos sucesivos y ramificados y su correspondiente
compensación. Admitamos ahora que no un solo productor, sino una
serie de productores, se hallen en la imposibilidad. –Quizás a
consecuencia de una superproducción general-, de vender sus
mercancías. Su insolvencia trae la insolvencia de otros que ya han
vendido sus mercancías. Las letras de pago pierden su valor; todo el

97
Capítulo III
El Dinero

mundo exige dinero en efectivo, el equivalente general; se origina una


falta general de dinero, una crisis monetaria, que en cierto grado de
la evolución del crédito acompaña necesariamente a toda crisis de la
producción o del comercio. Esta es la prueba más evidente, de que
en el sistema de la producción de mercancías el dinero no es
reemplazado por simples documentos.

El dinero tiene dos campos de circulación: el mercado interno


de los distintos estados y el mercado universal. El dinero como
moneda y signo de valor posee validez sólo dentro de un país pero no
en el tráfico de un país con otro. En el mercado mundial, volvía a su
forma originaria, la de barras o lingotes de metales nobles, de oro y
plata. En el mercado mundial valían ambos como medida de valor,
mientras en el campo de la circulación interna de un país, sólo una
mercancía-dinero podía actuar realmente como medida de los
valores. Por lo demás nos parece que desde que Karl Marx escribió El
Capital, el oro revelaba una tendencia indiscutible a convertirse en la
única mercancía-dinero también en el mercado mundial.

La función principal del dinero universal o mundial es la de


medio de pago, para la compensación de los balances
internacionales, excesos y déficit de la importación y de la
exportación, así como para el servicio de la deuda externa.


En la actualidad con la crisis del Dólar de los Estados Unidos de América que tiende
a cotizarse en menor cantidad y a reducir su capacidad de compra, se busca
reemplazarlo por otras monedas más solventes como el Euro o en el futuro por el
ACU, aunque se prefiere el oro por ser materialización de trabajo abstracto o bienes
inmuebles. Nota de Franklin Roberto Valdez Cruz, Compilador.
98
CAPÍTULO IV

¿ORO O PAPEL?*

“DINERO CÓMODO”

En China, país de cultura milenaria, en la época del reinado


de la poderosa dinastía Tan (años 618-907) estaba en circulación
una moneda de cobre llamada “iuan-pao”, cuyo peso era de 2,8
gramos. Sin embargo, algún valor considerable sólo podía
representarlo una enorme cantidad de estas menudas monedas de
cobre. Con el desarrollo de la producción y el intercambio, el
transporte, custodia y muy a menudo el recuento de las moneditas
necesarias para el cierre de alguna cuantiosa transacción se
convirtieron en empresa enojosa. Para facilitar la circulación
mercantil en el año 650 el emperador emitió, impreso en papel de
excelente calidad, papel moneda, llamado “pao-tsao”, con un valor de
10.000 “iuan-pao” cada uno. Este papel moneda se puede considerar
como el primero en la historia. No existía moneda fraccionaria, por
esto el “pao-tsao”, se empleaba solamente para transacciones de
gran cuantía. Entre otras ventajas tenía la de poder ser cambiado
libremente en cualquier momento por la moneda metálica que
estuviera en circulación, además era muy fácil de trasportar, y al
tiempo que representaba gran valor, ocupaba poco espacio, por lo
cual no precisaba contratar gente especial para su custodia. Como
consecuencia de esto, el papel moneda se hizo rápidamente popular
entre los mercaderes.

Cada vez mayor número de personas conservaba su dinero en


forma de “pao-tsao”, y apenas si se presentó el caso en que un billete
fuera cambiado por monedas de cobre. Para los poseedores de estos
billetes era suficiente la seguridad de que en cualquier momento
podían convertirlos en metálico, para no hablar ya de las
comodidades que en la vida cotidiana representaba la circunstancia,
de que por un “pao-tsao” se podía comprar realmente una cantidad
de mercancías, equivalente por su valor a 10.000 “iuan-pao”.

* Tomado de Historia del Dinero, Jozset Robert. Ediciones de Cultura Popular, México.
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

Sin embargo, después de la derrota sufrida frente a los árabes


en el año 751 y de las guerras contra los tibetanos el “pao-tsao”
comenzó a desvalorizarse. Los crecidos impuestos ya no eran
suficientes para cubrir los gastos que demandaba la guerra. Por
disposición del emperador se dio comienzo a una emisión masiva de
papel moneda sin su correspondiente respaldo en mercancía o cobre.
Los mercaderes llevados por el pánico comenzaron a deshacerse del
papel moneda que se encontraba en su poder. Cierto, es que uno de
los emperadores hizo el último intento por salvar al “pao-tsao”,
decretando en el año 806 la pena de muerte para todo aquel que
tuviera en su poder más de 50.000 “iuan-pao”, pero ya era tarde. El
“pao-tsao” ya había perdido el prestigio de otros días. Aquellos, que
habían invertido su fortuna en papel moneda, quedaron en la ruina.

De lo anterior podemos concluir que el papel moneda,


mientras sirvió a los fines para los cuales había sido creado, facilitar
la circulación de mercancías, fue un instrumento necesario y de gran
utilidad. Pero desde el momento en que emitieron más del que era
estrictamente necesario para realizar la circulación de mercancías, el
“pao-tsao” se convirtió ni más ni menos que en un pedazo de papel
sin valor fiduciario alguno.

En el año 970 la dinastía Sun emitió nuevamente papel


moneda: el “pen-tsen”, o “dinero cómodo”. Para garantizar la total
“comodidad”, desde el mismo comienzo fue establecida la
obligatoriedad de su uso bajo la amenaza de muerte para los
contraventores. Al mismo tiempo, el emperador prometió bajo
juramento asegurarle un valor estable. Sin embargo, las leyes que
rigen la circulación del dinero no están subordinadas a los
juramentos imperiales. La escasez de mercancías y por consiguiente
la reducción de su circulación como consecuencia de nuevas
guerras, llevaron al crecimiento de los medios de pago, a la inflación,
a la brusca caída de su valor, vale decir, a la desvalorización del
dinero. Todos los esfuerzos tendientes a salvar la situación fueron
infructuosos, hasta que por fin en el año 1,488 en China, por mucho
tiempo, suspendieron la emisión de cualquier clase de papel moneda.

Por este mismo tiempo, sin embargo, en otros países se


hicieron algunos intentos por emitir papel moneda. En el año 1,294,
el papel moneda paso de los chinos a los persas, y en 1,337 a los
japoneses.

100
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

Un método muy curioso para mantener la circulación


monetaria fue el elegido por el emir Yusuf de Mauritania en el año
1,357. Encontrándose su fortaleza asediada por los enemigos, con
carácter provisional puso en circulación papel moneda. En pedazos
de papel de forma cuadrangular escribió de su puño y letra, que él, el
emir de Mauritania prometía, que después de ser levantado el sitio y
la situación normalizada cambiaría los papeles por dinero en
metálico.

La historia conoce otros casos semejantes, que tuvieron lugar


en los Países Bajos a lo largo de su lucha independentista. Durante
el sito de Midelburgo en el año 1573 fue emitido con carácter
provisional papel moneda. Lo mismo y en circunstancias similares
aconteció en Leyden en el año 1574 y en Kampen en 1595.

En consecuencia, ¿se podría deducir de estos primeros


intentos y fracasos que el dinero en metálico no puede ser sustituido
por el papel moneda?

LOS PAPELILLOS DE JOHN.

… Apenas hacia un instante, que un típico bosque escocés


aún resplandecía a la luz del sol, cuando de un momento a otro se
ensombreció. Varios niños y niñas de doce a catorce años, con ojos
alarmados miraron hacia el cielo. “Habrá tormenta –dijo alguien-.
¡Salgamos presto de aquí! Los niños se arracimaron en grupo y a
todo correr se pusieron camino a casa. Pero ya era tarde. No habían
tenido tiempo de recorrer medio kilómetro cuando ya la tormenta se
les había venido encima.

Espantados hasta la desesperación a causa de los truenos,


rayos y crujidos de los árboles abatidos por el vendaval, los niños,
calados hasta los huesos, se guarecieron del mal tiempo en una
minúscula posada del bosque. El gustoso vino tinto, la comida
caliente, la ropa secada en el hogar de la cocina y, especialmente, el
cielo, ahora limpio y sereno, les hicieron olvidar las emociones
sufridas apenas hacía unos instantes atrás.

101
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

Sólo un puñado de chicos, los mayores del grupo, reunidos en


círculo cuchicheaban con visible preocupación. ¿Con qué iban a
pagar la cuenta? ¿Quién llevaba dinero consigo? Cierto, que todos
eran hijos de ciudadanos acaudalados, pero, ¿dónde se ha oído, que
en la Escocia de 1684 los chicos tomarán consigo dinero al salir de
excursión? Sin él ya no eran pocos los fardos que tenían que llevar:
comida, bebida, etc. Sería el colmo tener que arrastrar también con
dinero.

El honesto, ojo avizor, ya se había plantado frente a ellos.

-Caballeros, por favor, he aquí vuestra cuenta.

Los chicos se miraban unos a otros con aire de impotencia.


De pronto, el penoso silencio fue roto por una voz segura.

-Dámela, buen hombre.

Al instante, todas las cabezas se volvieron en dirección a la


voz.

Un chico enjuto, de fino y bello rostro, un rubiecito, que


aparentaba unos doce años, John Law, hijo de un célebre joyero,
había actuado con seguridad y decisión.

En una hoja de papel había escrito: “Vale por medio


soberano”,1 firmó y pidió al hostelero, presentado al almacenista
principal de su padre, quien le haría entrega del dinero.

Pero la sorpresa pasó de raya, cuando los muchachos vieron


que el hostelero absolutamente satisfecho, dobló cuidadosamente el
papel y lo guardó en su bolsillo. John puso cara de no haber
advertido las miradas llenas de asombro que se habían posado sobre
él, y en general se condujo como si nada extraño hubiese acontecido.
Se despidió cortésmente del hostelero y propuso a la pandilla
continuar el camino.

1 Soberano = moneda de oro equivalente a la libra esterlina (N. del A.).


102
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

El viejo Mason, almacenista de William Law no era la primera


vez que pagaba un vale “por orden” de John. También esta vez, pagó
sin discusión alguna.

En cuanto a lo que concierne a John, hay que decir que por


amor a la comodidad, casi nunca llevaba dinero consigo, y como él,
al hijo del famoso joyero, le aceptaban con gusto los papelillos
avalados con su firma, entonces llegó a la conclusión de que los vales
podían reemplazar al dinero.

John se aficionó a esta manera de pago. Sin embargo, había


una idea que no lo dejaba en paz: ¿por qué, un papel firmado por él
satisfacía a los mercaderes? ¿Por qué los recibían de tan buen grado
como si se tratasen de dinero en efectivo?

Estas preguntas ocupaban su atención desde hacía mucho


tiempo. Últimamente había sabido por intermedio del viejo Mason,
cosas muy interesantes. Sobre la mesa del viejo almacenista se
alzaba una montaña de monedas de oro. Habían sido compradas a
mercaderes llegados a Liverpool, y era preciso comprobar el peso y
pureza de cada moneda por separado. A John le pareció este un
trabajo excesivo e inútil, pero el experto almacenista le explicó su
importancia.

Estas monedas de oro llevaban mucho tiempo en circulación.


Habían pasado por muchas manos a consecuencia de lo cual se
hallaban gastadas, deterioradas.

A más de esto, cada uno de los poderosos del mundo (reyes,


príncipes y a veces hasta los ricos latifundistas) acuñaban nuevas
monedas empleando en la aleación cada vez menos oro y mayor
cantidad de metales de escaso valor. En otras palabras: acuñaban
moneda falsa. En su propio país el bajo valor de las monedas no
obstaculizaba la circulación de mercancías. El dueño de la
mercancía no se preocupa por la pureza de la moneda: dentro de un
par de horas o de días este dinero iba a dar a otras manos. Pero
yendo más allá de las fronteras, esta cuestión –cantidad de oro en
cada moneda- se torna muy importante, pues el país comprador
paga en su moneda una suma equivalente a la cantidad de oro
contenida en la moneda del país vendedor.

103
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

Los razonamientos del viejo Mason vinieron a confirmar los


pensamientos del chico. Vale decir, ¡que la circulación de mercancías
se puede realizar con la ayuda de dinero envilecido! Por ejemplo, hoy
cuando mamá le pagó al modisto dos soberanos por un vestido, al
modisto le fue absolutamente indiferente, saber cuantos gramos de
oro contenía la moneda. A él sólo le importaba recibir a cambio de
ella, tejidos, productos para la alimentación, etc., en una palabra,
obtener, otros artículos por el valor del vestido.

Por consiguiente, el dinero como medio circulante no


necesitaba de un valor real. Así, pues, desde el punto de vista del
modisto, por ejemplo, para él es absolutamente indiferente recibir
por su mercancía una moneda de oro envilecida o un pedazo de
papel. Lo único importante para él, es que este pedazo de papel le de
derecho a adquirir otras mercancías.

John tuvo el presentimiento de que había llegado a descubrir


algo muy importante. “Esto quiere decir, que... si se escribe en un
papel, que este es un bono por valor de un soberano, lo podemos
poner en circulación en calidad de dinero, de la misma manera que
si se tratara de una moneda de oro. En resumidas cuentas, ¡este
papel que viene a reemplazar el oro no será otra cosa que papel
moneda!”.

John lleno de gozo habló a su padre acerca de su


descubrimiento. El viejo Law miró al chico con orgullo, sin embargo
consideró sensato moderar su entusiasmo, no dejarlo caer en ese
nuevo y peligroso mundo de “ideas subversivas”, que a la sazón
flotaban por ahí.

Hijo mío –le dijo en tono protector-, si crees que eres el


primero en pensar en ello, te equivocas de medio a medio. En verdad,
has expresado muchas ideas nuevas e interesantes, sin embargo
hazte cargo de que el papel moneda fue inventado hace ya algunos
siglos atrás. Muchas veces han intentado revivirlo, incorporarlo a la
vida, hacerlo realidad, sin embargo todos los esfuerzos han ido a dar
al traste. El dinero es oro, y a este no lo podemos reemplazar por
mucho tiempo. ¡Reflexiona acerca de esto, hijo mío! Confío en que ya
habrás comprendido, que es necesario devanarse los sesos no
pensando en la manera de reemplazar el oro por papel, sino en cómo
es posible incrementar cada día más sus reservas.

104
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

¿Tenía razón el viejo Law? En realidad, ¿será posible que el


oro sea irreemplazable?

PLANES AVENTUREROS PARA LA SALVACIÓN DEL


MUNDO.

Han transcurrido diez años. El favorito del gran mundo


londinense, el héroe de celebérrimas batallas libradas en el mundo
de las cartas y la ruleta, John Law, iba y venía con pasos nerviosos
por su apartamento espléndidamente amoblado. Tres días atrás
había dejado su última bolsa con oro en la mesa de juego y desde
entonces había girado a sus compañeros de juego 18 “bonos” por un
valor total de 2,500 libras esterlinas.

En realidad su preocupación no era causada por el dinero


perdido. Su madre, desde luego, le haría llegar en esos días la suma
necesaria deducida de los ingresos provenientes de las grandes
propiedades heredadas de su padre. Lo que ocurría era que
nuevamente el viejo problema torturaba el pensamiento del joven
libertino: ¿por qué sus compañeros de juego aceptaban gustosos, en
vez de dinero, los papeles firmados por él? ¿Pensarán, acaso, que
tarde o temprano le sonreirá de nuevo la suerte? ¿O, quizá, no
querrán desairarlo? ¿O lo harán con arreglo a ciertos presupuestos
que era posible excluir todas estas variantes? Conocía muy bien a
sus amigos de juego y tenía razones para no creer en su delicadeza y
generosidad.

Horas, días enteros reflexionó sobre el problema antes de


llegar a la única solución posible: los papeles firmados por él eran
aceptados en calidad de dinero sólo porque era poseedor de rica
hacienda. Es decir, cada bono era considerado por sus acreedores
como dinero, sólo por la circunstancia especial de que en cada
pedazo de papel ellos veían nada menos, pero tampoco nada más,
que sus propiedades. Por consiguiente, él podría girar bonos por una
suma total, igual al valor de su hacienda. Sus reflexiones fueron aún
más lejos. Esto quería decir, que cualquier hacendado o poseedor de
casas, fábricas o minas podría hacer lo mismo. ¡Desde luego! Ahora,
si se diera el caso, en que todos los bienes de una persona
estuviesen totalmente cubiertos por bonos, ¿no sería posible girar
bonos falsos? ¿No podría darse el caso, de que una persona expidiera

105
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

bonos por una cuantía mayor al valor total de sus bienes? Sin
ninguna duda. Sin embargo, hay que tener en cuenta que nadie
puede obligar a otro a aceptar bonos en lugar de dinero. Pero ¿El
Estado? ¿El Rey? ¡Esto ya es otra cosa! El Rey tiene riquezas
incalculables. A él pertenecen castillos, fortalezas, palacios, tierras,
tribunales, etc. Si todas estas riquezas sirvieran para garantizar los
bonos, el Estado podría promulgar una ley sobre la obligatoriedad de
la circulación del papel moneda y la pena de muerte para los
falsificadores.

John saltó de su sitio: ¡Claro, en esto reside todo el secreto! Y


en la medida en que esto era cierto, se encontraba cerca de la
solución del viejo problema. Efectivamente, esto constituyó el primer
paso en el camino que debería llevar al derrocamiento del oro de su
trono.

Transcurrieron aún veinte años más. Ahora, Francia es el


escenario de los acontecimientos.

En el reinado del “Rey Sol”, Luis XIV (1,638-1,715), Francia


se encontraba al borde de la bancarrota, del total fracaso financiero.
La deuda externa alcanzó una cuantía fantástica: tres mil millones
de libras esterlinas. Fénelon (1,651-1,715), escritor y notable filósofo
francés, exclamó: “Es un milagro que aún estemos con vida”.

En una sala de recibo del palacio de Versalles,


suntuosamente amoblada y cubierta con felpudas alfombras, el
regente de Francia, el duque Felipe de Orleans, que gobernaba al
país en nombre del príncipe heredero, Luis XV, que a la sazón
contaba con cinco años de edad, sostenía una charla con un hombre
enjuto, vestido todo de negro.

-¿Quién es ese hombre?– preguntó una dama elegantemente


vestida, que hacía parte de un grupo de cortesanos.

-¿Es posible que no lo conozca usted? Es John Law, conocido


aventurero escocés, apasionado jugador y banquero audaz. En
Inglaterra fue condenado a muerte por haber tomado parte en un
duelo que arrojó un trágico resultado, pero logró escapar. Sus planes
de reforma financiera fueron ridiculizados en Escocia y Austria. El
“Rey Sol” lo deportó de París por tramposo. Dicen, que ahora está

106
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

empeñado en hacernos felices con sus planes para la salvación del


mundo.

Pudo pensarse, que tanto a los oídos del duque como a los del
banquero no había llegado ni una palabra dicha por los
circunstantes. No era para menos. La conversación giraba en torno a
cuestiones de vital importancia para el país.

-Entonces, ¿sostiene usted, que se compromete a poner en


orden las finanzas de Francia?

-¡Me comprometo, Vuestra Alteza! Si mi sistema es aprobado


por usted, yo, sin nuevos impuestos a la población, le proporcionaré
tanto dinero, que dentro de pocos años el erario nacional quedará
libre de toda deuda externa. Permítame usted exponerle a la luz de
un ejemplo la esencia de mi sistema.

Imagínese usted una isla, perteneciente a una persona


determinada. Supongamos, por un momento, que esta isla está
dividida en cien pequeñas parcelas, las cuales se encuentran en
arriendo. Cada una de estas parcelas es trabajada por una familia.
Además, en la isla hay trescientos campesinos pobres. Ellos viven de
la caridad pública. Los arrendatarios venden por oro sus cosechas al
dueño de la tierra y con el oro obtenido pagan los derechos de la
aparcería.

Bien, ahora introducimos en esta isla mi sistema. El


propietario de la isla emite papel moneda, distingue a cada billete
con un número ordinal y una inscripción que certifique que cada
uno de ellos reemplaza a un gramo de oro en la circulación.
Supongamos, también, que solamente posee 10,000 gramos de oro,
por consiguiente emite 10,000 billetes de banco, con los cuales
compra la cosecha a los aparceros. Estos a su vez, pagan con este
dinero los derechos de aparcería, como es natural. Todos convendrán
de buen grado con la introducción de papel moneda, toda vez que
este facilitará la circulación de mercancías y en cualquier momento
podrá ser convertido en oro; además para todos será cosa sabida que
sólo con este dinero podrán ser liquidados todos sus egresos. De esta
manera, el oro quedará en completa disponibilidad del dueño de la
isla, pues sería poco probable que todos desearan al mismo tiempo la
conversión de su papel moneda en oro. Por ello será suficiente y

107
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

necesario tener en caja una suma por el orden de 2,000-3,000


gramos de oro. Con el oro restante, el dueño de la tierra podrá
comprar ahora máquinas y materias primas, organizar una empresa
industrial y dar trabajo a los campesinos pobres de la isla, los
cuales, de esta manera, se convierten en obreros asalariados. Huelga
decir, Vuestra Alteza, que el pago por su trabajo lo obtendrán en
papel moneda y con este dinero tendrán que comprar a los
apareceros los productos alimenticios, los cuales a su turno, y con
este mismo dinero, adquirirán artículos industriales. Como es
natural, para esto ya se hace necesario mayor cantidad de dinero. El
dueño de la isla, entonces, hace una nueva emisión de papel moneda
en cantidad que corresponda al valor de sus bienes, toda vez que
estos tienen un valor equivalente al del respaldo en oro. De esta
suerte, en la isla habrá permanentemente una cantidad suficiente de
dinero. La industria se desarrolla, toma gran incremento. Aparece,
entonces, un excedente de productos industriales, que se vende por
oro a los pueblos continentales. Entonces se da comienzo a una
fuerte inmigración, aparecen nuevos hombres, crece el poderío
económico de la isla y consecuentemente la riqueza de su dueño.
Estas son las ventajas inmediatas de mi sistema, Vuestra Alteza.

... En junio de 1,716 en el edificio de un viejo hotel, fue


fundado el primer banco emisor de Francia, como dependencia
privada, el “Banque Géneral”. Su garante, el duque Felipe de
Orleáns, su director, John Law. La patente real concedida a la
institución bancaria, otorgaba a John Law derecho para la emisión
de papel moneda y obligaba a las cajas del Estado a cambiar los
billetes de banco por oro y a aceptarlos para la liquidación de los
impuestos. Al mismo tiempo, la patente determinaba los fines del
banco: “Aumentar la circulación monetaria, poner fin a la usura,
liquidar el traspaso de dinero entre París y las provincias, conceder a
los extranjeros la posibilidad de un depósito seguro para su dinero
en nuestro país, facilitar a los súbditos la venta de sus mercancías y
el pago de los impuestos”.

Al banco fluyeron en torrente los metales preciosos. Cada vez


era mayor la cantidad de oro y plata que llegaba a la caja del banco
para ser cambiada por papel moneda. El entusiasmo no tenía
límites. Un rico comerciante en sedas de Lyon le dice a John Law:
“¡Señor, esta ha sido una idea maravillosa, genial! Antes, el valor de
la moneda fluctuaba con mucha frecuencia. Todo mundo se negaba

108
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

a concedernos préstamos, pues en realidad nadie estaba seguro de


recibir el dinero con igual contenido de oro o plata. Los extranjeros
se negaban a cerrar con nosotros cualquier transacción. Ahora, de
nuevo confían en nosotros”.

Corría el año de 1,718. La agencia bancaria Law se


transforma en el banco real, bajo el nombre de “Royal Bank”
Director, John Law. El acta real constituyente obliga a todos los
ciudadanos a aceptar el papel moneda y prohíbe la falsificación bajo
la amenaza de pena de muerte. El duque de Noailles, ministro de
finanzas, dimite. Es reemplazado por el ministro de policía, quien
nada entiende en el campo de las finanzas. La única autoridad
financiera en el país: John Law.

El Regente cita a su despacho al director del Banco Real:

-Usted prometió liquidar la deuda externa del país. Espero,


que sabrá cumplir la palabra.

Así, pues, a John Law le había llegado la hora de cumplir su


promesa sin socavar la confianza que el papel moneda había
alcanzado. ¿Qué hacer? Por el momento aún no podía disponer del
dinero depositado en las arcas del Banco Real. Sólo quedaba una
salida: Disminuir el contenido de metal precioso en el dinero
metálico y en consecuencia su valor.

Al día siguiente fue promulgado un nuevo decreto financiero.


El regente de Francia, el duque Felipe de Orleáns, anunciaba la
emisión de una nueva moneda y la obligatoriedad de cambiar la
antigua moneda de oro de cien libras por una nueva, cuyo valor era
de 140 libras. Esta nueva moneda era acuñada empleando la
antigua. Así, pues, en gracia a un decreto correspondía cambiar la
vieja moneda por una nueva con menor contenido de oro.

Gracias a esta medida, John Law, con un medio circulante de


tres mil millones de libras, representado en moneda metálica, en un
dos por tres disminuyó la deuda externa en mil millones doscientos
mil libras (1.200.000.000). De los tres mil millones de libras iniciales
(3.000.000.000), había acuñado 3 X 1,4, es decir cuatro mil millones
doscientos mil nuevas libras (4.200.000.000). Tres mil millones de
libras habían sido devueltas a sus dueños y mil millones doscientos

109
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

mil habían sido consignadas para amortizar la deuda externa. La


confianza depositada en el papel moneda creció de manera
ostensible, ya que estas operaciones financieras no habían afectado -
al menos aparentemente- el valor de la moneda. Nuevos sectores de
la población se convencieron de las ventajas del papel moneda y
acudieron al banco con el fin de cambiar por él sus reservas de oro.

Con todo, Law se había ganado un poderoso y terrible


enemigo: los mil millones doscientos mil libras, al fin y al cabo,
habían sido cubiertos por un grupo de potentados, poseedores de
enormes cantidades de oro.

En la mansión señorial del duque Conti tuvo lugar una


reunión secreta. Además del duque Conti, presidente de la sesión,
tomaron parte importantes financieros de Francia: Samuel Berdand,
los hermanos París y Croase, jefe de la banca.

-¡Habría que retorcerle el pescuezo a ese aventurero escocés!


–gritó fuera de sí el duque. ¡Nos llevará a todos a la catástrofe!

... Y hete aquí que un buen día fue presentado ante la caja del
Banco Real una inaudita cantidad de papel moneda acompañada con
la demanda de ser cambiada por su equivalente en moneda metálica.
El cajero general, con voz trémula, informó al director, que el oro
salía del banco por carretadas.

¿-Quiénes son los demandantes-? interrogó Law con aire


ausente.

-El duque Conti y los banqueros.

-Comprendo. Esto quiere decir, que ya han iniciado la


ofensiva general contra los billetes de banco. Lo esperaba. Puede
retirarse...

Horas más tarde, cuando las operaciones de caja estaban en


pleno apogeo, John Law en persona anunciaba una nueva
devaluación de la moneda metálica (menor contenido de oro).

Al día siguiente, John Law, desde la sala contigua, observaba


con una sonrisa de satisfacción, cómo el oro, al igual que un

110
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

torrente, tornaba al banco. El cajero no tenía tiempo de tomar


aliento. No sólo el duque Conti y los banqueros reembolsaron el oro
al banco: todo el mundo trataba de desembarazarse de las monedas
de oro desvalorizadas para obtener en cambio el seguro papel
moneda.

La victoria obtenida por John Law era completa, sin embargo


no se dio por satisfecho. Se lanzó a una grandiosa empresa: fundó la
“Compañía de la India”, tomando a su cargo las fracasadas empresas
de la corona, dirigidas al aprovechamiento de los territorios de
Francia, allende los mares. Llevado por el deseo de corresponder a la
confianza y apoyo permanente del Regente, mediante sucesivas
emisiones de papel moneda, canceló el resto de la deuda externa.
Además, cuando el Regente necesitaba dinero, John Law ordenaba
nuevas emisiones. Los siguientes datos reflejan fielmente la emisión
desenfrenada de papel moneda: el 5 de enero de 1,719 el medio
circulante alcanzaba la suma de 18 millones de libras, representados
en papel moneda, el 31 de diciembre del mismo año ya había
ascendido a mil ciento veintiocho millones novecientos cincuenta mil
libras (1.128.950.000), y el 23 de diciembre de 1,720 a tres mil
setenta millones setecientos cincuenta mil libras (3.070.750.000). Al
mismo tiempo, con el fin de sustituir definitivamente el dinero
metálico John Law fue disminuyendo paulatinamente la cantidad de
metal noble en las monedas. En el período comprendido entre
septiembre de 1,719 y diciembre de 1,720 el valor de las monedas de
oro habían disminuido 28 veces y el de las de plata, 35. Como
secuela lógica de todas estas medidas financieras, apareció una
espiral alcista sin precedentes. Cada día el poder adquisitivo del
papel moneda, emitido sin control alguno, era menor. El pan, que
antes costaba 60 céntimos de libra, ahora se adquiría por 200 libras;
el kilogramo de carne, por 500. El oro salía del país por quintales
métricos. John Law hizo un esfuerzo desesperado, el último, por
salvar su criatura. En presencia de representantes de ciertos círculos
comerciales de la ciudad, ordenó entregar para su pública
incineración, todo el papel moneda, que, en billetes de 1,000 y
10,000 libras se encontrara en ese momento en las arcas del banco.
La espiral alcista se detuvo. Todo parecía indicar, que el orden se
restablecía, cuando inopinadamente sobrevino el golpe de gracia.

El 15 de julio de 1,721, cediendo a los ruegos del Regente, y


con el fin de aliviar temporalmente las dificultades financieras del

111
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

gobierno, procedió a la emisión de 500 millones de nuevas libras.


Apenas si se había difundido el rumor acerca de la nueva emisión de
papel moneda, cuando ya ante la entrada del Royal Bank se detenían
dos inmensas carretas cargadas hasta los topes con billetes de
banco, para ser cambiados por su equivalente en oro. El dinero
pertenecía a tres conocidos banqueros de París. Al amanecer del 16
de julio ante la entrada del banco se alineaba una cola de más de
16,000 personas, a cual más ansiosas de cambiar el papel moneda
que se encontraba en su poder. En la noche del 17 de julio ya eran
200,000 los demandantes. El papel moneda había perdido todo su
prestigio y el banco emisor se encontraba insolvente, toda vez que
sus arcas no contenían la cantidad de oro suficiente para cambiar el
papel moneda en circulación. De manera febril, todo mundo trataba
de desembarazarse de él. Millones de personas se convirtieron de la
noche a la mañana en miserables. El 17 de julio por un billete de
banco de 100 libras aún daban una libra en oro, el 18 por una libra
era necesario dar un saco lleno de billetes. En la ciudad comenzaron
los disturbios; ciudadanos totalmente arruinados buscaban por
todas partes al banquero en quiebra.

Mientras tanto, el oficial de guardia en el puesto fronterizo de


Valencia reportaba al comandante:

-Un hombre de origen escocés, que dice llamarse John Law,


desea abandonar el país. Porta pasaporte oficial. Por equipaje sólo
lleva consigo una caja con 800 monedas de oro.

La respuesta no se hizo esperar demasiado.

-Dígale que puede continuar su camino. En cuanto a la caja,


decomísela. Si protesta, puede darle en cambio algunos sacos de
papel moneda. ¡Tenemos demasiados!

EL SECRETO DEL PAPEL MONEDA.

¿Quiere decir esto, que a pesar de todo John Law se equivocó


lamentablemente? Es decir, ¿qué de ninguna manera es posible
sustituir el oro por papel? No, John Law tenía razón al pensar, que
en la compra-venta cotidiana, en el proceso de la circulación el oro
puede ser sustituido por cualquier objeto relativamente carente de

112
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

valor, inclusive por un billete de papel. Como en el proceso de la


circulación monetaria el dinero pasa solamente a través de las
manos de ciertos poseedores, que al recibirlo a cambio de su
mercancía en seguida lo entregan por otras mercancías, entonces la
circunstancia de si el dinero tiene en sí algún valor o no, es de poca
importancia.

La gente, por regla general, vende su mercancía no para


guardar después el dinero obtenido, sino para comprar con él otras
mercancías. Así, por ejemplo, supongamos que un campesino ha
comprado un abrigo donde un sastre. Con el dinero obtenido el
sastre compra unos zapatos; con este dinero el zapatero salda sus
cuentas con el curtidor que lo abastece de material; el curtidor a su
vez con el dinero recibido compra al campesino la piel del buey que
acaba de sacrificar. Es claro a todas luces, que tanto para el sastre,
como para el zapatero, curtidor o campesino le es absolutamente
indiferente saber cómo se ha producido este intercambio de
mercancías: si fue mediante una moneda de oro de peso normal o
mediante un pedazo de papel relativamente carente de valor.

Por consiguiente, la circulación de mercancías se puede llevar


a cabo perfectamente con la ayuda de papel moneda, el cual, como
es fácil advertir, no tiene un valor intrínseco elevado, pero puede
actuar en lugar del oro si se observa rigurosamente una condición de
suma importancia: si la emisión de papel moneda se hace en una
cantidad que no sobrepase a la estrictamente necesaria para llevar a
cabo la circulación de mercancías. En este punto, precisamente, se le
deslizó a John Law un error en sus cálculos. Y fue apenas natural
que así aconteciera. John Law no comprendía la ley que rige la
circulación monetaria, no sabía qué cantidad de dinero era necesario
para llevar a cabo la circulación de mercancías. El partía del
presupuesto de que era posible emitir toda la cantidad de papel
moneda, que estuviera respaldada por la cantidad de oro depositado
en el banco; además estimaba también como garantía de los billetes
de banco a todos los bienes de la corona.

Al punto surge la siguiente pregunta: ¿Cuánto papel moneda


es posible emitir? Examinemos detenidamente el ejemplo de la isla,
que John Law presentó al Regente de Francia para explicar con él la
esencia de su sistema. Supongamos, que en el término de un año en
la isla se vendió una cantidad de productos industriales y

113
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

agropecuarios por un valor total de 120,000 gramos de oro.


Entonces, ¿esto quiere decir que para comprar toda esta mercancía
sea necesario disponer de 120,000 gramos de oro? De ninguna
manera. Los aparceros venden su cosecha al dueño de la tierra por
papel moneda y compran con él artículos industrializados.1 Las
fábricas, a su turno, compran con este dinero insumos y productos
alimenticios para sus obreros. En el caso dado, cada unidad
monetaria circula tres veces, es decir, sirve de instrumento para que
se opere la circulación de tres clases de mercancía. Por consiguiente
para llevar a cabo la circulación de mercancías en la isla no se
necesitan 120,000 gramos de oro sino solamente 40,000.

Citaremos otro ejemplo. Imagínese usted un mercado público


en donde se ofrece en venta un abrigo por valor de doscientos pesos,
una mesa por doscientos pesos y un par de zapatos también por
doscientos pesos. ¿Cuánto dinero sería necesario para llevar a cabo
la circulación de estos tres artículos? Supongamos que al mercado
llega un campesino y compra el abrigo por doscientos pesos. Más
tarde otro campesino compra la mesa y un tercero, los zapatos. En
este caso sería necesario 200 X 3, es decir, 600 pesos.

Pero puede suceder de otra manera. Por ejemplo, llega al


mercado un campesino y compra por 200 pesos el abrigo. Los 200
pesos del campesino se encuentran ahora en los bolsillos del sastre.
Con estos 200 pesos el sastre compra al zapatero los zapatos, quien
a su vez compra la mesa. Así, pues, vemos que la circulación de las
mercancías se llevó a cabo y no fue necesario 600 pesos sino sólo
200. ¿Cuántos dueños tuvo cada billete de banco? ¿Cuántas veces
circuló? Tres veces, por consiguiente, para llevar a cabo la
circulación de los artículos fue necesario 600/3 = 200 pesos.

En conclusión: para llevar a cabo la circulación de


mercancías es necesario tanto dinero (cantidad de dinero -masa-),
como la suma constituida por el precio de todos los artículos que se
encuentran en circulación, dividida por el número de transacciones

1 El proceso de cambio de la mercancía se opera, por tanto, mediante dos


metamorfosis antagónicas que se complementan recíprocamente: transformación de
la mercancía en dinero y nueva transformación de este en mercancía. M – D – M
Carlos Marx, El Capital, I parte (N. del t.).

114
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

realizadas por cada unidad monetaria, es decir, por la velocidad de


circulación del dinero.

Volviendo al ejemplo de John Law, por consiguiente, para


llevar a cabo la circulación de mercancías en la isla es necesario
40,000 gramos de oro. ¿Qué ocurriría en el caso de que aparecieran
50,000 gramos de oro en circulación? En realidad nada especial,
pues el oro por sí es una mercancía, cuyo valor personifica la
riqueza. (Si su cantidad es mayor a la que se necesita para llevar a
cabo la circulación de mercancías, entonces ciertos individuos,
personas aisladas, lo depositarán en sus faltriqueras en calidad de
bienes particulares ya que si se mantiene en circulación perderá su
poder adquisitivo por exceder las necesidades de la circulación de las
mercancías. En cambio, si la cantidad en circulación es menor, por
ejemplo si su cuantía es de 30,000 gramos, la circulación de
mercancías correspondientes a 10,000 gramos de oro, se llevara a
cabo mediante el intercambio espontáneo, sin dinero, o bien se
produce una caída de los precios de las mercancías aumentando el
poder de compra del dinero).

¿Cuál sería la situación en el caso de poner en circulación


papel moneda? ¿Qué cantidad de papel moneda debería ser emitida?
El papel moneda sustituye al oro. Independientemente de la cantidad
emitida, el papel moneda sólo reemplaza la cantidad de oro
indispensable para llevar a cabo la circulación de mercancías. Es
decir, si el dueño de la isla anuncia que una unidad monetaria
equivale a un gramo de oro, puede emitir 40,000 billetes de banco.
Pero, ¿si emite 80,000? De todas maneras, los 80,000 remplazarían
solamente a los 40,000 gramos de oro. Supongamos, que en cada
billete se lee: “Equivale a un gramo de oro”, pero como en circulación
se encuentran 80,000, entonces cada billete representa en realidad
sólo 0.5 gramos de oro. En vano el dueño de la isla se ha de consolar
con la idea de que sus bienes valen 80,000 gramos de oro y que en
consecuencia puede emitir papel moneda por esta suma. El papel
moneda sólo representa la cantidad de oro indispensable para llevar
a cabo la circulación de mercancías y en ningún momento expresa el
valor de las mismas.

115
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

En esto consistió el error fatal de John Law. Inscribió en cada


billete de banco un valor arbitrario sin tener en cuenta la cantidad
de oro disponible ni la velocidad de circulación de dinero. 2

2 ... La masa de los medios de circulación está determinada por la suma de los precios
de las mercancías que han de ser realizadas. Partiendo, además, del supuesto de
que el precio de cada clase de mercancía es un factor dado, la suma de precios de
las mercancías dependerá, evidentemente, de la masa de mercancías que se hallen
en circulación.
(...) Suponiendo que la masa de mercancías permanezca constante, la masa de
dinero en circulación aumenta y disminuye a tono con las fluctuaciones de los
precios de las mercancías.
(...) Para que suba o baje la suma de los precios de todas las mercancías en
circulación que hay que realizar, y, por tanto, para que aumente o disminuya la
masa de dinero puesta en circulación, basta con que suban o bajen, según los caos,
los precios de un cierto número de artículos importantes. El cambio experimentado
por los precios de las mercancías actúa siempre del mismo modo sobre la masa de
los medios de circulación, lo mismo cuando refleja un verdadero cambio de valor
que cuando responde a simples oscilaciones de los precios en el mercado.
Tomemos unas cuantas ventas o metamorfosis parciales sin revelación alguna entre
sí y que discurren paralelamente en el tiempo y en el espacio, las ventas v. gr. de un
quarter de trigo, 20 varas de lienzo, 1 biblia y 4 galones de aguardiente. Suponiendo
que el precio de cada uno de estos artículos sea 2 libras esterlinas, y, por tanto, la
suma de precios a realizar 8 libras esterlinas, estas transacciones lanzarán a la
circulación una masa de dinero de 8 libras. En cambio, si todas estas mercancías
representan otros tantos eslabones en la cadena de metamorfosis que ya
conocemos: 1 quarter de trigo = 2 libras esterlinas; 20 varas de lienzo = 2 libras
esterlinas; 1 biblia = 2 libras esterlinas; 4 galones de aguardiente = 2 libras
esterlinas, bastaran 2 libras esterlinas para poner en circulación sucesivamente las
distintas mercancías, realizando por turno sus precios, y por tanto la suma de
éstos, o sea, las 8 libras esterlinas, hasta hacer alto por fin en manos del destilador.
Para ello, darán cuatro vueltas. Este desplazamiento repetido de las mismas piezas
de dinero representa el doble cambio de forma de las mercancías, su movimiento a
través de dos fases contrapuestas de la circulación y el entrelazamiento de las
metamorfosis de diversas mercancías. Es evidente que las fases antagónicas que,
complementándose las unas a las otras, recorre este proceso, no pueden discurrir
paralelamente en el espacio, sino que tienen que sucederse las unas a las otras en
el tiempo. Su duración se mide, pues, por fracciones de tiempo, y el número de
rotaciones de las mismas monedas dentro de un tiempo dado indica la velocidad del
curso del dinero.
Supongamos que el proceso circulatorio de aquellas cuatro mercancías dure un día.
La suma de precios a realizar representará 8 libras esterlinas, el número de
rotaciones de estas monedas al cabo de un día será de cuatro y la masa del dinero
en circulación ascenderá a 2 libras esterlinas; es decir, que en una fracción de
tiempo determinada el proceso de circulación puede representarse así:

116
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

Y el papel moneda no tiene ningún valor, salvo el costo


insignificante de la fabricación del papel y del trabajo tipográfico. El
papel moneda sólo representa al oro y ante todo la cantidad que
reemplaza en el proceso de la circulación. Por eso fue inútil su
alegato en el sentido de que todos los bienes de la corona
respaldaban al papel moneda emitido. Estos bienes no tomaron parte
en la circulación real de las mercancías, toda vez que el papel
moneda no los representaba. Por lo tanto, estos bienes no se podían
considerar como garantía o respaldo del papel moneda. Con todo, el
problema en el caso concreto de John Law no consistió en la falta de
respaldo. Supongamos, que en las arcas del dueño de la isla se
encuentra la suma de 80,000 gramos de oro, y que para la
circulación se requiere solamente 40,000 gramos.
Independientemente de la cantidad de dinero que emita, esta
siempre representará solamente 40,000 gramos.

El fenómeno que consiste en emitir papel moneda en una


cantidad superior a la necesaria para llevar a cabo la circulación, lo
cual produce una brusca elevación de los precios que le disminuye
capacidad de compra al papel moneda, se llama inflación (de la raíz
latina inflatio). La inflación también puede sobrevenir por la
reducción de la oferta de mercancías, la escasez, o, como sucedió en
el caso de John Law, cuando la clase dominante lanza nuevas y
nuevas emisiones de papel moneda para cubrir el déficit del
presupuesto nacional, ocasionado por gastos militares relacionados
por lo general con la carrera armamentista. En tales casos la espiral
alcista se eleva velozmente, los trabajadores pueden adquirir en el
comercio menor cantidad de productos con su salario y su nivel de
vida desciende consecuencialmente.

El fenómeno inverso, o sea cuando la cantidad de papel


moneda se reduce, es decir, cuando se emite en menor cantidad que
la necesaria para llevar a cabo la circulación de mercancías, se llama
deflación (de la raíz latina deflare). Por lo general la deflación se
aplica con el fin de evitar la inflación. En tales casos se observa la
falta de dinero o escasez de la demanda, los precios bajan haciendo

(...) el total de rotaciones de todas las monedas de valor igual qué se hallan en
circulación arroja la cifra media de la rotaciones descritas por cada pieza y la
velocidad media del curso del dinero. Carlos Marx, Tomo I, Cap. III (N. del T.).

117
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

que aumente la capacidad adquisitiva del papel moneda y la


producción se reduce lo cual de nuevo lleva a la desocupación, a la
disminución de los salarios y a la depauperación de los trabajadores.

PAPEL U ORO.

De todos modos la gran aventura financiera de John Law no


fue inútil. Los economistas llegaron a ciertas conclusiones,
desarrollaron y perfeccionaron la idea de John Law y la pusieron a
prueba en sus respectivos países. En el transcurso del siglo XVIII en
la mayoría de los países europeos se introdujo el sistema del papel
moneda. En el imperio Austro-Húngaro, por ejemplo, el papel
moneda fue emitido por primera vez en el año 1,759.

En los siglos XIX y XX el papel moneda se difundió por todo el


mundo. El sueño adorado de John Law se había realizado. En
verdad, el papel como medio para la circulación había desplazado al
oro, pero mientras exista el dinero no será posible bajarlo de su
trono. El medio para la circulación mercantil entre países era el oro,
y además en cada país los billetes de banco cumplían el papel de
sustitutos del dinero de valor pleno: el oro. Acerca del vínculo que
existe entre el papel moneda y el oro, testimonia la circunstancia, de
que cuando en un país cualquiera se emitía papel moneda, entonces
en cada billete de banco se señalaba expresamente su respaldo en
oro, es decir aquella cantidad de oro que este billete remplazaba o
representaba. Por ejemplo, hasta principios de la década de los años
setenta del siglo XX un dólar americano representaba 0.888671
gramos de oro, una libra esterlina inglesa 2.48828 gramos de oro, un
franco francés 0.1800000150 gramos de oro, un franco suizo
0.2032258 gramos de oro, un rublo 0.987412 gramos de oro y un
forint húngaro 0.0757575 gramos de oro.

La emisión de papel moneda sobre la base de las reservas de


oro tuvo un significado de excepcional importancia. Esta medida no
sólo sirvió para confirmar que cada papel estaba respaldado por una
determinada cantidad de oro sino que también al comienzo sirvió
para garantizar que cada billete emitido por la entidad legalmente
autorizada por el Estado podía ser convertido en oro en cualquier
momento. Cualquier ciudadano podía exigir en la caja del banco la

118
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

conversión de su papel moneda en la cantidad de oro señalada en


cada uno de los billetes del banco.

Sin embargo, durante la primera guerra mundial el sistema


de papel moneda como signo de oro o de dinero establecido sobre el
principio de la libre convertibilidad sufrió un serio revés. Para cubrir
los gastos militares los gobiernos imperialistas emitieron enormes
cantidades de papel moneda, que fue imposible respaldar con oro.
Comenzó la inflación. La libre convertibilidad del papel moneda en
oro que regía en todo el mundo se suspendió.

Por los años 1,924-1,928, en los países capitalistas se ensayó


el último intento encaminado a restablecer el sistema del papel
moneda, aunque concebido, ciertamente, en otra forma. Fue
introducido el sistema de las “barras de oro”, cuya esencia consistía
en que el banco emisor, señalaba en la parte superior del billete de
banco una suma determinada y se comprometía a cambiarlo en
cualquier momento por un lingote de oro. Por ejemplo, en Inglaterra
era posible convertir en oro los billetes de banco sólo en el caso de
que su suma total fuera superior a las 1,400 libras esterlinas
(aproximadamente 200,000 pesos). En otras palabras: los poseedores
de papel moneda de poco valor fiduciario no tenían derecho a
convertirlo en oro en cambio los capitalistas que disponían de gran
cantidad de dinero, sí. De esta manera estaban asegurados ante el
peligro permanente de la devaluación. Con todo y con esto, la
inflación hizo fracasar estruendosamente el sistema.

En 1,933 también Estados Unidos de América renunció al


sistema del papel moneda. A partir de esta época, el papel moneda
prácticamente no era cambiado por oro en ninguna parte, a pesar de
que en cada billete de banco se indicaba su respaldo en oro. De esta
manera, los círculos capitalistas dominantes quedaron con mayor
libertad para poner en práctica la política antipopular de la inflación.
En los años de la segunda guerra mundial la devaluación de la
moneda alcanzó tales límites que dejó muy atrás la fantasía más
atrevida de la época. En Hungría, por ejemplo a consecuencia de la
especulación de los capitalistas durante la guerra, la inflación
alcanzó tal magnitud entre los años 1,939-1,946, que después de la
liberación (1 de Agosto de 1,946) cuando se llevó a cabo la reforma
monetaria, 400,000 cuatrillones de pengo se cambiaban por un
forint. ¡Un forint equivalía a

119
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

400,000,000,000,000,000,000,000,000.000 pengo! ¡Tan bajo había


caído el papel moneda en Hungría inmediatamente después de la
guerra!

Así, pues, ya hemos hecho conocimiento con el oro como


mercancía universal, es decir como dinero, y de su secuela lógica: el
papel moneda. Ahora ya estamos en condición de decir que
conocemos los rudimentos indispensables acerca del dinero, lo cual
nos permitirá seguir paso a paso su secreto y enigmático camino: la
formación de inmensas fortunas a través del pillaje, el despojo y
depauperación de millones de hombres en el período inmediatamente
anterior al capitalismo, o sea en el de la acumulación primitiva del
capital, es decir, cuando tuvo lugar la despiadada e implacable
carrera por el dinero.

EL DINERO ELECTRÓNICO**

Actualmente a la par del papel moneda, en varios países ante


todo de la zona del euro, se está popularizando el uso del dinero
electrónico o dinero digital como medio de circulación y de pago. Es
una tecnología revolucionaria que está cambiando completamente
las formas tradicionales de realizar las diferentes transacciones
comerciales y financieras, lo que está en coherencia con el desarrollo
científico y tecnológico de la llamada sociedad de la información, que
se piensa como una forma de organización social sin las monedas,
billetes, cheques y otros documentos que habitualmente se utilizan.

Esta forma dineraria se encuentra contenida en una


tarjeta con un microchip incorporado parecida a la tarjeta de crédito
o las tarjetas del transurbano que pueden recargarse en cualquier
momento.

** NOTA: He agregado este apartado paraintroducir a los estudiantes en el


conocimiento de los nuevos medios monetarios que se están utilizando para realizar
algunas funciones del dinero, lo cual es una necesidad histórica de los capitales
para poderse movilizar y reproducir en escala ampliada en el actual proceso de
globalización que avanza por el mundo entero, creándose espacios económicos
libres para la expansión de las relaciones económicas capitalistas en su última fase
de desarrollo. Franklin Roberto Valdez Cruz, Coordinador.

120
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

Esta nueva forma de manifestación del valor conocida como


dinero electrónico, se utiliza para referirse a las cantidades
monetarias digitales que sustituyen al dinero metálico o de papel
tradicionalmente conocidos, con la ventaja que facilita las
operaciones mercantiles y evita lo molesto que resulta tener en los
bolsillos grandes cantidades de monedas. De esta manera, se
entiende por dinero electrónico el valor monetario almacenado en un
mecanismo de soporte electrónico que se utiliza para realizar
transacciones comerciales y financieras, sin que necesariamente se
encuentren involucradas las entidades financieras, como sucede con
las tarjetas de débito que deben ser respaldadas por cuentas
bancarias, de tal manera que pueden utilizarse en cualquier
comunidad, aún en aquellas en las que no existan entidades
bancarias.

Otra ventaja con la que se cuenta con esta nueva modalidad,


consiste en que la tarjeta permite almacenar distintas monedas, con
un programa de seguridad para proteger el dinero contenido en el
monedero electrónico, con una firma electrónica que se encuentra en
el microprocesador de la tarjeta, lo que permite reconocer la
identidad del usuario y, una vez, insertada la tarjeta en el lector, se
teclea el PIN para que se pueda hacer el pago en cualquier
establecimiento afiliado a este sistema. Además, el dinero electrónico
aporta un elemento adicional de supuesta seguridad, al dar la
impresión de no dejar rastros de la compra de un bien o servicio, ya
que se presenta como anónimo, por lo que nos encontramos en plena
revolución histórica al sustituir el papel moneda por dinero
electrónico, aunque pareciera película de ciencia ficción o
pensamientos de alguna mente fantasiosa.

En esencia, esta nueva forma del valor constituye un sistema


de movilización de la materialización de trabajo abstracto de manera
instantánea y fiable, sustituyendo a las transacciones de dinero
habitual, engorroso y propenso a provocar errores, ya que con este
dinero digital los pagos electrónicos en realidad son sólo
intercambios de información.

Esta forma electrónica del valor está determinada por el


desarrollo científico y tecnológico que impulsa el proceso de
globalización económica desde la segunda mitad del siglo XX, en el
cual las tecnologías de la información están revolucionando la vida
121
Capítulo IV
¿Oro o Papel?

misma, especialmente las operaciones financieras que se realizan a


cada momento sin que existan fronteras políticas para ello, con lo
que esta fuerza social influye poderosamente en las aperturas
económicas expresadas supraestructuralmente en los tratados de
libre comercio, con los que se legaliza progresivamente el movimiento
libre de los capitales en sus formas de mercancías y dinero, como el
caso de los que se suscriben en el continente americano y el resto del
mundo. No obstante, la eliminación del dinero físico representa el fin
de la libertad del hombre, puesto que todas nuestras actividades
mercantiles, por mínimas que sean, serán controladas y
monitoreadas, perdiéndose por completo nuestra privacidad.

122
CAPÍTULO V

LA TRANSFORMACIÓN DEL DINERO EN CAPITAL*

1. ¿QUÉ ES EL CAPITAL?

Anteriormente hemos seguido el desarrollo de la producción


de mercancías, desde sus inicios con el trueque de los productos
excedentes.

Adelantemos un paso más. En la circulación simple de


mercancías, un poseedor de mercancías vende las suyas, para
comprar otras. Pero con el tiempo esta forma de la circulación de las
mercancías da lugar a una nueva forma de movimiento: comprar
para vender. Como sabemos, la fórmula de la circulación simple, era:
mercancía-dinero-mercancía; la fórmula del nuevo modo de
circulación es: dinero-mercancía-dinero.

Confrontemos las dos fórmulas:

La finalidad del movimiento mercancía-dinero-mercancía es el


consumo. Vendo una mercancía que para mí no es un valor de uso,
para poder adquirir otras, que representan para mí valores de uso.
El círculo mercancía-dinero-mercancía es un círculo cerrado. El
dinero recibido por la venta es transformado en una mercancía que
se consume y sale así de la circulación. El dinero mismo ha sido
gastado de una vez por todas, alejándose en su recorrido, siempre
más de su antiguo dueño. En las condiciones normales de la
circulación de las mercancías, y sólo podemos referirnos aquí a
condiciones normales, la mercancía con que termina el círculo es
igual un valor a la mercancía con que éste empezó.

Muy distinto es el movimiento: dinero-mercancía-dinero. Su


finalidad no es el consumo: al terminar el movimiento no hallamos
mercancía, sino dinero. El dinero que se puso en circulación al
principio del movimiento no se gasta, representa sólo un anticipo.
Regresa a su dueño originario. No se trata de un círculo cerrado; el
movimiento supera sus propios límites; el dinero adelantado torna a

* Tomado de Comentarios al Capital. Ediciones de Cultura Popular, México, 1975.


Karl Kautsky.
Capítulo V
La Trasformación del Dinero en Capital

su punto de partida, para ser lanzado nuevamente a la circulación y


regresar otra vez, repitiéndose ese juego al infinito. El movimiento de
dinero producido por la circulación: dinero-mercancía-dinero, es
ilimitado.

¿Cuál es la fuerza motriz de este movimiento? El fundamento


del movimiento: mercancía-dinero-mercancía es evidente; ¿no nos
parece, en cambio, absurda la fórmula: dinero-mercancía-dinero? Si
vendo una biblia, para comprar pan con el producto de la venta, la
mercancía al final de la circulación es otra que al principio, si bien
su valor es el mismo. Una aplaca mi hambre espiritual, pero no me
sirve más cuando la he aplacado; por ejemplo, cuando he aprendido
de memoria la Biblia, y en cambio carezco de medios para aplacar mi
hambre material. Pero si compro papas por 100 marcos, para
venderlas de nuevo por 100 marcos, al final no he adelantado más
que al principio: todo el proceso no tiene sentido ni ofrece ventaja
alguna. Esta existiría sólo si al final de la transacción la suma de
dinero fuera diferente que al principio. Pero una suma de dinero se
diferencia de otra solamente por su magnitud. De modo que la
circulación: dinero-mercancía-dinero posee entonces un sentido si la
suma de dinero con la que termina es mayor de aquella con la que
empieza. Y en efecto este incremento de la suma de dinero es el
motivo propulsor de este tipo de circulación. El que compre para
vender, compra para vender más caro. El movimiento: dinero-
mercancía-dinero, se desarrolla normalmente sólo si al final, la suma
de dinero es mayor que al principio. En cambio, el círculo mercancía-
dinero-mercancía se efectúa normalmente sólo si el valor de la
mercancía con que se cierra es igual al de la mercancía con que se
abre.

Toda compra es una venta y viceversa. De ahí que la fórmula


dinero-mercancía-dinero parezca acabar en el mismo resultado que
la fórmula: mercancía-dinero-mercancía. Pero ahora advertimos que
ambas fórmulas son esencialmente distintas.

Sigamos con nuestro ejemplo: si compro papas por 100


marcos, lo haré con la intención de venderlas más caro, quizás por
110 marcos, es decir por 100 + 10 marcos o en términos generales
por una suma igual a la originaria, más un aumento adicional. Si
designamos la mercancía con M, la suma de dinero originaria con D

124
Capítulo V
La Trasformación del Dinero en Capital

y la suma de dinero adicional con d, podemos establecer así la


fórmula completa:

D – M- (D + d).

A esta d, valor adicional, que se presenta al final del


movimiento al lado del dinero originariamente anticipado, Marx lo
denomina la plusvalía. Así como no debe confundirse el valor con el
precio, tampoco hay que confundir la plusvalía con sus formas de
expresión como ser beneficio, rédito, ganancia, etc. Hasta aquí
estamos tratando en nuestra exposición sobre todo los conceptos
fundamentales de los fenómenos económicos y no de sus
manifestaciones.

Esto de paso, para evitar interpretaciones erróneas.

La plusvalía es la característica determinante del movimiento


D – M – (D + d). El valor que se mueve en esta forma de circulación,
adquiere por medio de la plusvalía un nuevo carácter, se convierte
en: capital. Sólo dentro de este movimiento puede ser
comprendido el capital. El capital es el valor que engendra plusvalía.
El que prescinde de este movimiento y trata de concebir al capital
como objeto estático, chocará siempre con contradicciones. De ahí la
conclusión que encontramos en los libros corrientes en torno al
concepto de capital, cuando se intenta establecer qué objetos deben
ser considerados como capital. Uno le define como herramienta –con
esto llegaríamos al capitalista de la edad de piedra, y hasta el mono
que abre las nueces con una piedra, sería ya un capitalista; y
también el bastón con el que el vagabundo arranca los frutos del
árbol, se convertiría en capital y el vagabundo mismo en capitalista.
Otros definen al capital como trabajo acumulado; lo que significa
conceder a los acaparadores y a las hormigas el honor de figurar al
lado de Rothschild, Bleichöder y Krupp. Algunos economistas
consideran como capital todo lo que favorece el trabajo y lo hace más
producto, el estado, el saber de los hombres, su alma.

Es evidente que estas definiciones generales sólo nos


conducen a lugares comunes, muy agradables cuando se leen en los
libros para niños pero que no contribuyen en lo más mínimo al
conocimiento de las formas de las sociedades humanas, de sus leyes

125
Capítulo V
La Trasformación del Dinero en Capital

y móviles. Marx fue el primero en desterrar completamente de la


economía política estos lugares comunes, que antes de él dominaban
casi absolutamente más de uno de sus campos. Sobre todo en lo que
se refería a la exposición de las características del capital.

Hemos visto que el capital es valor que engendra plusvalía y


que su fórmula general es:

D - M – (D + d)

De ella se desprende, y los hechos lo confirman, que la forma


dinero es la única forma en la que puede empezar su movimiento
todo nuevo capital. También es fácil de advertir que este movimiento
exige la transformación del capital desde la forma dinero en las
distintas formas del mundo de las mercancías y su nueva
transformación en dinero.

Por esta fórmula comprendemos también que ni todo dinero


ni toda mercancía son capital, si no pasan por cierto movimiento
especial. Por su parte también este movimiento presupone
determinadas condiciones históricas previas, de las que nos
ocuparemos más adelante. El dinero que gasto para comprar un
objeto de consumo, un pan o un traje para mi uso personal, no
actúa como capital, como tampoco como capital en esta transacción
la mercancía que he producido yo y que yo vendo.

Sin duda los medios de producción, el trabajo acumulado,


etc. forman la materia del capital, pero sólo en determinadas
circunstancias. Si se prescinde de éstas –es decir si se hace
abstracción de ellas empleando expresión académica para indicar la
omisión de lo esencial-. Se prescinde precisamente de las
características del sistema moderno de producción, ocultándolas en
una penumbra que permite fantasear a gusto. Razón por la cual
tanto los representantes cultos del capitalismo, como los incultos, no
quieren oír hablar ni de la teoría del capital de Marx, ni de la teoría
del valor, en que aquella se fundamenta.

126
Capítulo V
La Trasformación del Dinero en Capital

2. EL ORIGEN DE LA PLUSVALÍA.

Conocemos ahora la fórmula general del capital:

D – M – (D + d).

Pero aún no sabemos de dónde proviene el d, la plusvalía. La


fórmula dada parece indicar que los actos de compra y venta
producen la plusvalía, es decir, que esta nace de la circulación de las
mercancías. Esta es la opinión corriente, que se basa sin embargo, la
mayoría de las veces, en una confusión entre valor de mercancía y
valor de uso. Esto sobre todo en cuanto a la afirmación de que
en un trueque de ambas partes ganan porque cada una da lo
que no necesita y consigue lo que necesita. En otros términos:

“Entrego algo que para mí posee poco valor y recibo en


cambio algo que para mí posee un valor mayor”.

Esta opinión en torno al origen de la plusvalía sólo es posible


donde aún sea nebuloso el concepto del valor. Para contentarse con
esta explicación hay que olvidar, por una parte, que el trueque de las
mercancías se basa en la diferencia de sus valores de uso, pero al
mismo tiempo en la equivalencia de sus valores de cambio. Por otra
parte hay que ser tan ingenuo como lo es la mayoría de los lectores
de los economistas vulgares, para aceptar sin reflexionar como
moneda corriente todo lo que éstos relatan, y creer realmente que las
operaciones comerciales de un hombre de negocios moderno están al
mismo nivel del trueque primitivo entre los salvajes. Nosotros
sabemos, empero, que la plusvalía no nace en el período del trueque,
sino en el de la circulación de las mercancías, realizada por medio de
dinero y que la plusvalía se presenta como más dinero. Es decir que
en una transacción que se presenta con la fórmula: D – M – (D + d),
no puede hablarse de “ganancia” por haber conseguido algo que para
mí posee valor de uso, a cambio de la entrega de algo que para mí no
lo es.

Nos encontramos aquí con una maniobra de la economía


vulgar preferida por ésta cuando se trata de obstaculizar, y es éste
su principal empeño, el conocimiento de las condiciones económicas

127
Capítulo V
La Trasformación del Dinero en Capital

modernas: equiparan los fenómenos modernos a los de los tiempos


pasados.

Aquí no se trata del trueque, sino de la circulación de las


mercancías. En circunstancias normales, ésta igual que aquél, no
pueden crear plusvalía si los valores de las mercancías que se
cambian son equivalentes.

Supongamos sin embargo que se desequilibren las leyes de la


circulación de las mercancías: que los poseedores de mercancías, por
ejemplo, obtuvieran el privilegio de vender sus mercancías con un
aumento del 10 por ciento sobre su valor original. El sastre ya no
vendería su traje por 30 marcos, sino por 33. Pero por desgracia
también el barril de vino que antes podía comprar por 30 marcos,
ahora debe pagarlo 33. Como se ve no ha ganado nada.

Podemos intentar aún explicar el origen de la plusvalía,


suponiendo que sólo algunos de los propietarios de mercancías
logren comprarlas a un precio inferior a su valor y venderlas por
encima de su valor. Un comerciante, por ejemplo, le compra a un
campesino por 90 marcos, 40 quintales de papas, que valen 100
marcos y las vende al sastre por 110 marcos. Sin duda al final del
proceso encontramos en las manos del comerciante un valor mayor
que al principio. Pero la masa total de los valores dados ha quedado
igual. Al principio teníamos valores por 100 marcos (el campesino) +
90 marcos (el comerciante) + 110 marcos (el sastre) = 300 marcos. Al
final tenemos 90 marcos (el campesino) + 110 marcos (el
comerciante) + 100 marcos (el sastre) = 300 marcos.

De modo que el incremento del valor que ahora posee el


comerciante no ha surgido de un aumento de valor, sino de una
disminución de los valores de otros poseedores de mercancías. Si
quiero llamar plusvalía a ese incremento del valor, puedo muy bien
llamar plusvalía al valor que un ratero roba directamente del bolsillo
de otro.

Sin duda el origen histórico de la apropiación de plusvalía


ocurrió en esta forma, con una apropiación de valores ajenos o
mediante la circulación de mercancías por el capital comercial o bien
sin disimulo, directamente, por el capital usurario. Ambas formas de

128
Capítulo V
La Trasformación del Dinero en Capital

capital sólo fueron factibles mediante la violencia de las leyes de la


circulación de las mercancías, por efecto de una evidente y grosera
violación de su ley fundamental, según la cual el cambio de los
valores sólo puede realizarse entre valores equivalentes. Por eso,
mientras el capital fue sólo comercial y usurario, se encontró en
contradicción con la organización económica de su época, y por
consiguiente también en contradicción con la concepción moral de
aquella. En la antigüedad y en la Edad Media el comercio y la usura
gozaban de mala reputación. Fueron censurados por antiguos
filósofos paganos y por padres de la iglesia; por papas y
reformadores.

Si quisiéramos caracterizar a los mamíferos, no


mencionaríamos en primer lugar al ornitorrinco ponedor de huevos.
De la misma manera no podemos, para comprender el capital, que
determina la estructura económica de la sociedad moderna, partir de
sus formas antediluvianas: el capital comercial y el usurario. Una vez
surgida una forma de capital más evolucionada, se constituyen
también instituciones intermedias, que hacen compatibles las
funciones del capital comercial y del capital que produce rédito, con
el sistema de producción de mercancías dominante actualmente. Es
entonces cuando pierden su anterior carácter de simple estafa y
robo. El capital comercial y el usurario pueden ser comprendidos
sólo después de penetrar el sentido de la forma fundamental
moderna del capital.

Tampoco nosotros nos ocuparemos mayormente aquí de las


dos primeras formas de capital más arriba mencionadas. Lo que
estableceremos como resultado de nuestra investigación es el hecho
de que la plusvalía no puede originarse en la circulación de las
mercancías en sí. Ni la compra ni la venta crean plusvalía.

Por otra parte la formación de la plusvalía tampoco puede


operarse fuera del campo de la circulación. Un poseedor de
mercancías puede, mediante el trabajo, modificar una mercancía,
confiriéndole así un nuevo valor, que se determina por la cantidad de
trabajo socialmente necesario empleado para su modificación, pero
con eso no se salva el valor de la mercancía primitiva; esta no
adquiere ninguna plusvalía. Si un tejedor compra seda por valor de
100 marcos, para tejer con ella un género de seda, el valor de éste

129
Capítulo V
La Trasformación del Dinero en Capital

será igual al valor de la seda, más el valor creado por el trabajo del
tejedor. El valor de la seda en sí, no ha aumentado por medio de éste
trabajo.

Nos hallamos frente a un extraño enigma: la plusvalía no es


producida por la circulación de las mercancías. Tampoco es creada
fuera de su campo de acción.

3. LA FUERZA DE TRABAJO COMO MERCANCÍA.

Consideramos más de cerca la fórmula general del capital. Se


expresa como sigue:

D – M – (D + d).

Se compone de dos actos: D – M, compra de la mercancía, M


– (D + d), venta. Según las leyes de la circulación de las mercancías
el valor de D tiene que ser igual a M y M a su vez igual a (D + d). Esto
sólo sería posible si M fuera una mercancía que aumentara
espontáneamente, una mercancía que produjera durante su
consumo un valor mayor del que ella misma posee. El enigma de la
plusvalía se resuelve apenas descubrimos una mercancía cuyo valor
de uso posee la propiedad característica de ser fuente de valor, cuyo
consumo crea valor, de modo que la fórmula D – M (D + d) aplicada a
ella sea: D – M... (M + m) – (D + d).

Sabemos empero que los valores de mercancía sólo son


creados por el trabajo. De suerte que esta fórmula puede realizarse
solamente si la fuerza de trabajo es una mercancía.

“Entendemos por fuerza de trabajo o poder de trabajo –dice


Marx- el conjunto de las facultades físicas y psíquicas que existen en
el cuerpo de un ser humano, en su personalidad viva, y que él pone
en movimiento cuando produce valores de uso de una especie
cualquiera”. (El Capital, Tomo I, pág. 120).

La fuerza de trabajo debe presentarse en el mercado como


mercancía. ¿Qué significa esto? Hemos visto más arriba que el
trueque de las mercancías presupone el absoluto derecho de libre

130
Capítulo V
La Trasformación del Dinero en Capital

disposición del proletario sobre su mercancía. El poseedor de la


fuerza de trabajo, el obrero debe ser un hombre libre para que su
fuerza de trabajo se convierta en mercancía. Su fuerza debe
continuar siendo mercancía no la puede vender por siempre sino
sólo por un determinado período de tiempo pues de lo contrario se
convertiría en un esclavo y ya no sería un poseedor de mercancía
sino su persona misma una mercancía.

Otra condición debe cumplirse para que la fuerza de trabajo


se convierta en mercancía. Hemos visto que para que un valor de uso
se convierta en mercancía no debe ser un valor de uso a su dueño.
De manera que también la fuerza de trabajo para presentarse como
mercancía en el mercado no debe ser valor de uso para el obrero. El
valor de uso de la fuerza de trabajo consiste en la producción de
otros valores de uso ello presupone disponer de los medios de
producción necesarios. Cuando el obrero dispone de los medios de
producción necesarios, no vende su fuerza de trabajo sino que la
utiliza él mismo y vende sus productos. Para que la fuerza de trabajo
se convierta en mercancía el obrero tiene que estar separado de los
medios de producción, sobre todo de los más importantes: la
propiedad de la tierra.

El obrero debe ser completamente libre, libre de todo vasallaje


personal pero también absolutamente libre y carente de todos los
medios de producción necesarios: estas son las condiciones previas
para que el poseedor de dinero pueda convertir su dinero en capital.
Estas condiciones no son dadas por la naturaleza ni son propias de
todas las formas sociales. Son el resultado de una compleja y larga
evolución histórica y sólo transcurrido un tiempo largo la difusión
necesaria para influir decisivamente en la formación de la sociedad.
La biografía moderna del capital empieza recién en el siglo XVI.

Conocemos ahora la mercancía que crea plusvalía: la fuerza


de trabajo. ¿Cuál es pues, el valor de la fuerza de trabajo?

Se determina, como el de toda otra mercancía, por el tiempo


de trabajo socialmente necesario para su producción, y en
consecuencia también para su reproducción.

131
Capítulo V
La Trasformación del Dinero en Capital

La fuerza de trabajo presupone la existencia del obrero. Esta


existencia exige a su vez para su subsistencia cierta suma de medios
de vida. De modo que el tiempo de trabajo socialmente necesario
para la producción de la fuerza de trabajo es igual al tiempo de
trabajo socialmente necesario para producir esta suma de medios de
subsistencia. Un conjunto de circunstancias diversas determina la
magnitud de esta cantidad. Cuanto más fuerza de trabajo gasta el
obrero, cuanto más largo y pesado es su trabajo, tanto mayor es la
cantidad de medios de subsistencia para compensar ese desgaste y
poder trabajar al día siguiente en iguales condiciones físicas. Por otra
parte las necesidades de la clase obrera de los diversos países son
distintas según las características naturales y culturales de cada
país. Un obrero noruego necesita una suma de medios de
subsistencia mayor que un hindú: la alimentación, las prendas de
vestir, la casa, la calefacción, etc., que necesita el primero para poder
vivir exigen más tiempo de trabajo para su producción que los
medios de subsistencia del obrero hindú. Por consiguiente en un
país donde los obreros, por ejemplo, no usan calzado o no leen, sus
necesidades serán menores que allí donde el nivel de vida es
superior, por ejemplo, usen calzado y lean diarios y libros, aún
cuando las condiciones naturales o de clima no sean diferentes.

“Contrariamente a las otras mercancías”, dice Marx, “la


determinación del valor de la fuerza de trabajo contiene un elemento
histórico y moral”.

Además, como todos saben, el obrero es mortal. El capital, en


cambio quiere ser inmortal. Para esto es necesario que la clase
trabajadora sea inmortal, que los obreros se reproduzcan. De modo
que la suma de los medios de subsistencia necesarios para la
conservación de la fuerza de trabajo abarca también los medios de
subsistencia necesarios para mantener a los hijos (a veces también a
las mujeres).

Por fin, entre los costos de producción de la fuerza de trabajo


hay que calcular también los gastos de su instrucción, los gastos que
exige la adquisición de cierta capacidad en una determinada rama
del trabajo. Para la mayoría de los obreros estos gastos se reducen a
un mínimo insignificante.

132
Capítulo V
La Trasformación del Dinero en Capital

Por estos motivos el valor de la fuerza de trabajo de una


determinada clase obrera en un país dado y una época dada, es
siempre una magnitud determinada.

Hasta ahora no nos hemos ocupado del precio, sino del valor;
tampoco del beneficio, sino de la plusvalía. También hay que tener
presente que no se trata aquí del salario, sino del valor de la fuerza
de trabajo. Sin embargo llamaremos ya aquí la atención sobre una
particularidad característica de la remuneración de la fuerza de
trabajo. Según la opinión de los economistas vulgares, el capitalista
adelanta al obrero el salario, porque en la mayoría de los casos el
capitalista paga al obrero antes de vender los productos de su
trabajo. En realidad, sin embargo, es el obrero el que vende al fiado
al capitalista el producto de su trabajo.

Supongamos que yo compré papas para fabricar aguardiente


y que pague las papas recién después de haber producido el
aguardiente, pero antes de haberlo vendido ¿no sería ridículo afirmar
que yo adelanto al agricultor el precio de sus papas, porque las pago
antes de vender el aguardiente? Al contrario, es el agricultor el que
me entrega al fiado sus papas, hasta que haya producido el
aguardiente. Pagar al contado, quiere decir pagar la mercancía en el
momento de comprarla. Los comerciantes se asombrarían
muchísimo si la economía afirmara que aquel que les paga sus
mercancías recién después de haberlas consumido, no sólo las paga
al contado, sino hasta les adelanta a ellos el dinero. Sin embargo los
economistas vulgares se atreven todavía a contarles parecidas
tonterías a los obreros. Si a los obreros se les pagara su mercancía
fuerza de trabajo al contado, ésta debiera ser remunerada en el
momento en que pasa a ser propiedad del capitalista, es decir al
principio de cada semana, no al final de la misma. Bajo el actual
sistema de pagos, los obreros no sólo arriesgan su salario, sino que
están también obligados a vivir a crédito, a soportar en consecuencia
los medios de vida falsificados o descompuestos que les ofrece el
minorista. Cuanto más largo es el período de pago del salario, tanto
peor es la situación de los obreros. Un pago de salario por quincena
o hasta por mes es una de las cargas más opresivas para el
trabajador asalariado.

133
Capítulo V
La Trasformación del Dinero en Capital

De todos modos, cualquiera que sea el sistema de pagos, bajo


circunstancias normales el obrero y el capitalista se enfrentan como
dos poseedores de mercancías, que cambian recíprocamente valores
iguales. El movimiento del capital ya no se realiza en contradicción
con las leyes de la circulación de las mercancías, sino basadas con
ellas. El obrero y el capitalista se enfrentan como poseedores de
mercancías, es decir como personas libres, iguales y recíprocamente
independientes, como tales pertenecen a la misma clase, son
hermanos. El obrero y el capitalista cambian valores iguales: con el
sistema del salario parece nacer el reino de la justicia, de la libertad,
de la igualdad y de la fraternidad; el reino eterno de la felicidad y de
la paz. Ya quedan lejos la infamia de la esclavitud y de la tiranía, de
la explotación y del derecho del más fuerte.

Así nos lo anuncian los eruditos representantes de los


intereses del capitalismo.

134
CAPÍTULO VI

EL PROCESO DE LA PRODUCCIÓN*

Anteriormente nos hemos movido sobre todo en el mercado de


las mercancías; hemos visto cómo se cambian, venden y compran las
mercancías; vimos también cómo el dinero cumple las funciones más
diversas y cómo se convierte en capital en cuanto encuentra en el
mercado la mercancía fuerza de trabajo.

El capitalista ha comprado la fuerza de trabajo y se retira con


su nueva adquisición del mercado, donde por el momento no le sirve
y la conduce allí donde la pueda consumir, utilizar: la fábrica.
Sigámosle para dirigir nuestra mirada al de la producción: es en este
campo donde nos moveremos ahora.

“El uso de la fuerza de trabajo es el trabajo mismo”. El


capitalista consume la fuerza de trabajo que ha comprado, haciendo
trabajar para si al que la vende, haciéndole producir mercancías.

Como hemos visto en el segundo capítulo, el trabajo


productor de mercancías posee dos aspectos: es creador de valores
de uso y valores de cambio. Como creador de valores de uso el
trabajo no es una característica de la producción mercantil, sino una
constante necesidad del género humano, necesidad independiente de
cualquier forma especial de la sociedad. En este aspecto el trabajo
presenta tres momentos: 1. Una actividad humana realizada de
acuerdo con un fin consciente. 2. El objeto del trabajo. 3. Los medios
de trabajo.

El trabajo es una actividad humana realizada de acuerdo con


una finalidad consciente, es una acción del hombre sobre la materia
natural, para darle una forma útil para sus necesidades. Ya en el
reino animal encontramos los elementos de esta actividad, pero
recién en un determinado grado de la evolución del género humano
se libra en una actividad consciente, ningún trabajo es sólo
muscular, sino también cerebral y nervioso.

* Tomado de Comentarios al Capital. Ediciones de Cultura Popular, México, 1975.


Karl Kautsky.
Capítulo VI
El Proceso de la Producción

Justamente señala Marx:

“Además del esfuerzo de los órganos que trabajan, durante


todo el trabajo se requiere una voluntad adecuada, que se manifiesta
como atención, y tanto más cuanto, por su contenido y modo de
ejecución, menos arrastra el trabajo al trabajador, cuanto menos lo
disfruta éste, pues, como juego de sus fuerzas físicas e
intelectuales”.

El obrero actúa sobre un objeto, el objeto del trabajo; en esta


acción se sirve de medios de ayuda, de cosas cuyas propiedades
mecánicas, físicas o químicas él utiliza según sus fines para ejercer
una influencia en el objeto del trabajo: estos medios auxiliares son
los medios de trabajo. El resultado de la aplicación de trabajo al
objeto del trabajo con la ayuda de los medios de trabajo es el
producto. El objeto del trabajo y los medios de trabajo forman los
medios de producción.

En la construcción de una mesa, por ejemplo, el carpintero


utiliza madera. Si el objetivo del trabajo no se encuentra en la
naturaleza, como por ejemplo el árbol en la selva virgen, sino que
para su obtención ha sido necesaria la inversión de cierto trabajo, en
este caso el trabajo de tala de los árboles y el transporte de la
madera, el objeto se llama materia prima. En nuestro ejemplo la
madera es materia prima, igual que la cola, la pintura y el barniz,
empleados en la ejecución de la mesa. La madera es la materia prima
principal: la cola, la pintura y el barniz son materias primas
auxiliares; el cepillo, la sierra, etc., son los medios de trabajo y la
mesa es el producto.

“Como se ve, un valor de uso aparece como materia prima,


medio de trabajo o producto, según su función determinada en el
proceso de trabajo, según el lugar que toma en éste, y con el cambio
de lugar cambian esas determinaciones”.

Una cabeza de ganado puede actuar consecutivamente como


producto (de la industria ganadera), como medio de trabajo, (por

136
Capítulo VI
El Proceso de la Producción

ejemplo, como animal de tracción) y como materia prima (como


ganado de engorde).

Los medios de producción son de suma importancia para la


evolución de la humanidad. De ellos depende en primer término la
modalidad del proceso de la producción; todo sistema de producción
implica relaciones sociales que le son propias, acompañadas de la
correspondiente supraestructura política, jurídica, religiosa,
filosófica y artística.

Bajo cualquier sistema de producción los medios de


producción (el objeto del trabajo y los medios de trabajo) y la fuerza
de trabajo forman los elementos necesarios para la producción de
valores de uso, es decir del proceso de trabajo. Pero el carácter social
de este proceso es distinto en los distintos sistemas de producción.

Investiguemos ahora el proceso de trabajo en el sistema


capitalista de producción.

Para el productor de mercancías, la producción de valores de


uso es sólo un medio cuya finalidad es la producción de valores de
cambio. Pero la mercancía es unidad de valor de uso y valor, de modo
que el productor no puede producir valores sin producir valores de
uso. Las mercancías que fabrica deben satisfacer una necesidad,
deben ser una cosa útil para alguien, de lo contrario no podría
venderlas. Para el productor de mercancías tener que producir
mercancías que sean valores de uso es solamente un mal necesario,
que no constituye la finalidad de su actividad social.

De ahí que en la producción de mercancías el proceso de la


producción es simultáneamente de producción de valores de uso y
valores de cambio; es la unidad de proceso de trabajo y proceso de
producción de valor.

Esto vale en general para la producción mercantil en general.


Ahora se trata de observar el proceso de la producción dentro de un
determinado sistema de la producción de mercancías: la producción

137
Capítulo VI
El Proceso de la Producción

de mercancías por medio de la fuerza de trabajo comprada para


lograr un fin determinado: la plusvalía.

¿Cómo se desarrolla el proceso del trabajo?

Por lo pronto la intervención del capitalista no lo modifica en


su esencia.

Tomemos por ejemplo un tejedor que trabaja por su cuenta.


Su telar le pertenece; compra con sus medios el hilado; puede
trabajar cuando y como le guste; el producto de su trabajo es su
propiedad. Pero empobrece y tiene que vender su telar. ¿Cómo vivirá
ahora? No le queda más remedio que vender su capacidad para
trabajar a un capitalista y tejer para aquél. Este compra su fuerza de
trabajo, compra también el telar y el hilado necesario, y coloca al
tejedor frente a su telar, el del capitalista, para que elabore el hilado
comprado. Quizás el telar que compró el capitalista sea el mismo que
el tejedor en su miseria se vio obligado a vender. De todos modos,
aun no siendo así el tejedor sigue tejiendo como antes; exteriormente
el proceso del trabajo no ha cambiado.

Sin embargo se han producido dos cambios importantes: en


primer término el tejedor no trabaja más para sí, sino para el
capitalista; éste controla ahora al obrero en su trabajo, le vigila para
que no trabaje con lentitud y negligencia. Y en segundo lugar, el
producto del trabajo obrero ya no pertenece más a éste, sino al
capitalista.

Estas son las primeras modificaciones en el proceso del


trabajo que se producen apenas el capital se adueña del proceso de
la producción.

Consideremos ahora el proceso de la creación de valor.

Calculemos por lo pronto el valor del producto que el


capitalista ha hecho fabricar por la fuerza de trabajo comprada y con
medios de trabajo comprados.

138
Capítulo VI
El Proceso de la Producción

Supongamos que el capitalista compre la fuerza de trabajo


por un día, 6 horas de tiempo de trabajo socialmente necesario. Esta
cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario se halla
representada por 3 marcos. El capitalista compra la fuerza de trabajo
al precio de su valor; es decir le paga al obrero 3 marcos por día de
trabajo.1

Supongamos que el capitalista considere el hilado de algodón


un valor de uso muy solicitado y de fácil venta; decide, pues,
producir hilado y compra los útiles de trabajo, que aquí, para mayor
sencillez, reduciremos a los husos y al algodón. Admitamos que una
libra de algodón represente dos horas de trabajo y cueste, en
consecuencia, 1 marco. Con una libra de algodón se puede hilar una
libra de hilado. Por cada 100 libras de algodón hilado, se desgasta
un huso; es decir 1/100 por libra. En cada huso se hallan
incorporadas 20 horas de trabajo = 10 marcos. En una hora de
trabajo se pueden hilar 2 libras de algodón; en 6 horas, 12 libras;

1 Naturalmente estas cifras y las que siguen son arbitrarias, y fueron elegidas para
aclarar la exposición. Esto debería sobreentenderse; sin embargo más de uno de los
que han escrito sobre El Capital, de MARX, han pretendido que Marx presenta como
hechos, ejemplos semejantes a los referidos. Lo que sigue nos puede dar una idea de
lo que son capaces ciertos comentaristas de El Capital. En el volumen 57 de los
Anales Prusianos del señor Von Treitschke, cierto señor Dr. R. Stegemann publicó
en artículo brillante por su superficialidad sobre los “conceptos económicos
fundamentales de Carlos Marx”. Luego de presentar el “principio del valor” como
exigencia fundamental de Marx, no dice (pág. 227):
“Marx afirma que la sociedad humana necesitaría sólo seis horas de trabajo diario
para conseguir los medios de subsistencia indispensables para todos: trabajando
todos y trabajando según sus fuerzas”.
De esto no existe en El Capital ni una palabra. Si el señor Stegemann hubiera
empleado menos fantasía y más atención, hubiera encontrado en la pág. 209 (2ª.
Ed. alemana) de El Capital un pasaje en el cual Marx calcula el trabajo necesario
que debía realizar realmente un tejedor de una determinada hilandería allá por el
año 1860, en base a datos proporcionados por un fabricante de Manchester. Llega a
la conclusión de que las diez horas de trabajo del tejedor sólo cuatro horas escasas
representaban el tiempo de trabajo necesario, y el resto del tiempo de trabajo,
durante el cual producía plusvalía, era de seis horas. Más tarde veremos que el
tiempo de trabajo necesario para la subsistencia del obrero es una magnitud
variable.

139
Capítulo VI
El Proceso de la Producción

siempre presuponiendo que las condiciones de producción


socialmente necesarias sean las normales, término medio.

¿En estas circunstancias, cuál será el valor contenido en una


libra de hilado?

Ante todo el valor del algodón y el de los husos gastados en


su fabricación. Éste se transmite al producto sin reducción o
aumento. El valor de uso del algodón y de los husos ha cambiado,
pero su valor ha quedado intacto. Esto resulta más evidente si se
consideran los procesos de trabajo empleados en la fabricación del
producto definitivo como partes sucesivas de un único proceso de
trabajo. Supongamos que el tejedor es también cultivador de
algodón, e hila el algodón inmediatamente después de haberlo
cosechado; ahora el hilado se nos presenta como el producto de dos
trabajos, el del cultivador y el del tejedor; su valor se mide por el
tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción del
algodón y para su transformación en hilado. El valor del producto no
se modifica si en las mismas condiciones los procesos de trabajo
necesarios para su producción son realizados por distintas personas.
Como se ve, el valor del algodón transformado aparece de nuevo en el
hilado; lo mismo podemos decir del valor de los husos. Por razones
de sencillez omitimos aquí enumerar materiales auxiliares.

A este valor transmitido hay que agregarle el valor que el


trabajo del tejedor añade al algodón. En una hora de trabajo se
producen 2 libras de hilado; supongamos que un marco represente 2
horas de trabajo; entonces una hora de trabajo creará un valor de ½
marco.

Tenemos entonces que el valor de 1 libra de hilado es


equivalente al valor de 1 libra de algodón (1 marco) + 1/100 de huso
(= 1/10 marco) + ½ hora de trabajo (¼ de marco) o expresado en
marcos: 1 + 1/10 + ¼ = 1.35 marcos.

De modo que en 6 horas pueden producirse 12 libras de


hilado, por un valor de 16 marcos y 20 centésimos. Veamos ahora

140
Capítulo VI
El Proceso de la Producción

cual ha sido el gasto del capitalista para lograr este resultado. Tuvo
que invertir 12 libras de algodón = 12 marcos, 12/100 de husos = 1
marco y 20 centésimos y 1 fuerza de trabajo = 3 marcos, en total 16
marcos y 20 centésimos, ni más ni menos que el valor del hilado.

Es decir que hasta ahora ha hecho trabajar al obrero sin


beneficio para él; hasta ahora la mercancía fuerza de trabajo que él
ha comprado no le ha producido ninguna plusvalía.

Pero nuestro capitalista no se deja desconcertar. Ha


comprado para todo el día el valor de uso de la fuerza de trabajo; la
ha comprado honestamente, pagando su justo valor; ahora está en
su derecho de utilizar en todo su rendimiento su valor de uso. No se
le ocurre decirle al obrero:

-He comprado tu fuerza de trabajo por una suma de dinero


que contiene 6 horas de trabajo. Has trabajado para mí 6 horas,
estamos a mano, puedes irte.

Al contrario, le dice:

-He comprado tu fuerza de trabajo para todo el día, me


pertenece durante todo el día; sigue trabajando hasta que puedas,
sin desperdiciar ni un momento de este tiempo que ya no es tuyo,
sino mío.

Y en cambio en 6 horas hace trabajar al obrero 12 horas,


quizás.

Después de otras 6 horas, al final de la jornada, vuelve a


hacer sus cálculos. Posee ahora 24 libras de hilado por el valor de 32
marcos y 40 centésimos. Sus gastos suman: 24 libras de algodón =
24 marcos; 24/100 de husos = 2 marcos y 40 centésimos y 1 fuerza
de trabajo = 3 marcos, en total 29 marcos y 40 centésimos.
Sonriendo aparta su libro de cuentas. Ha adquirido 3 marcos, o,
como él se expresa, los ha “ganado”. Los ha ganado, ha conseguido
una plusvalía, sin violar las leyes del cambio de las mercancías. El

141
Capítulo VI
El Proceso de la Producción

algodón, los husos, la fuerza de trabajo fueron comprados todos de


acuerdo a su valor. Ha obtenido una plusvalía sólo por haber
consumido estas mercancías compradas, sin duda no como medios
de subsistencia, sino como medios de producción y por haber
utilizado más allá de cierto límite el valor de uso de la fuerza de
trabajo comprada por él.

Bajo el sistema de la producción de mercancías el proceso de


la producción es siempre un proceso de creación de valor, sea que se
ejecute con fuerza de trabajo comprada o con la propia; sólo si este
proceso de creación de valor rebasa cierto límite puede engendrar
también plusvalía, convirtiéndose así en proceso de valorización.
Para producir debe sobrepasar el tiempo de trabajo necesario para
reemplazar el valor de la fuerza de trabajo comprada.

También el campesino que cultiva su propio campo o el


artesano que trabaja por su cuenta, pueden trabajar más allá del
tiempo necesario para compensar los gastos de los propios medios de
subsistencia. También ellos pueden producir valor excedente,
convirtiendo su trabajo en proceso de valorización. Pero apenas el
proceso de valorización es realizado por una fuerza de trabajo ajena y
comprada, se torna en proceso de producción capitalista; este es, por
su misma naturaleza, necesaria y conscientemente un proceso de
valorización.

142
CAPÍTULO VII

EL PAPEL DEL CAPITAL EN LA FORMACIÓN DEL VALOR*

En el segundo capítulo de esa obra hemos visto la diferencia


que establece Marx acerca del doble carácter del trabajo creador de
mercancías: por una parte una determinada forma de trabajo útil
creador de valores de uso y por otra parte como trabajo humano en
general creador de valor considerado como simple y según la media
general. De acuerdo a este doble carácter del trabajo, también el
proceso de producción, bajo el dominio de la producción mercantil
presenta un doble aspecto: como la unidad del proceso de trabajo y
del proceso de creación de valor. Como proceso de producción
capitalista es una unidad de proceso de trabajo y proceso de
valorización. En el último capítulo hemos estudiado los dos
elementos del proceso de trabajo: los medios de producción y la
fuerza de trabajo; pero hemos visto también las distintas funciones
que estos elementos representan en el proceso de valorización como
partes del capital. Hemos visto que los medios de producción y la
fuerza de trabajo participan en forma muy distinta en la formación
del valor del producto.

Hallamos que el valor de los medios de producción


consumidos reaparece intacto en el valor del producto. La
transferencia de este valor ocurre durante el proceso del trabajo y
por medio de trabajo. ¿Cómo es posible esto? El trabajo debe realizar
una doble acción simultánea, crear un nuevo valor y conservar un
valor preexistente. Esto sólo puede explicarse por el doble carácter
del trabajo, que acabamos de recordar. En su aspecto de trabajo
humano en general creador de valor, produce nuevo valor; en su
aspecto de forma especial de trabajo útil productora de valores de uso
transfiere al producto el valor de los medios de producción.

Sólo por la forma especial del trabajo de hilado el valor del


algodón y de los husos puede ser transmitido al hilo; el tejedor, en
cambio puede crear también con otro trabajo, por ejemplo como

* Tomado de Comentarios al Capital. Ediciones de Cultura Popular, México, 1975.


Karl Kautsky.
Capítulo VII
El Papel del Capital en la Formación del Valor

carpintero, el mismo valor que crea como tejedor; pero entonces no


produce hilado, no transmite valor de algodón al hilado.

Este doble carácter del trabajo como trabajo creador de valor


y trabajo que transmite valor aparece claramente al observar, por
ejemplo, la influencia de un cambio en la productividad del trabajo
sobre la creación del valor y la transmisión del valor. La magnitud de
valor producida en una hora de trabajo no cambia en igualdad de
condiciones si aumenta o disminuye la productividad del trabajo. Por
el contrario la cantidad de valores de uso producidos durante cierto
lapso aumenta o disminuye con la productividad del trabajo. Y en la
misma medida aumenta o disminuye la capacidad de transmisión de
valor por medio del trabajo.

Supongamos que una invención cualquiera duplique la


productividad del trabajo de hilado, mientras la productividad del
trabajo del cultivo del algodón no se modifica, 1 libra de algodón
contienen 2 horas de trabajo y cuesta, según las cifras supuestas
más arriba, 1 marco. Antes en una hora se elaboraban 2 libras de
algodón, ahora 4. El mismo nuevo valor que el trabajo de una hora
añadía a 2 libras de algodón, se reparte ahora sobre 4 libras, 50
centésimos de acuerdo con nuestra hipótesis. Pero el valor
transmitido al hilado durante 1 hora de trabajo de hilado se ha
duplicado: antes eran 2 marcos, ahora son 4.

Como se ve la propiedad del trabajo de conservar o transmitir


valor es esencialmente distinta de su propiedad creadora de valor.

Ya que no es posible producir sin medios de producción, todo


trabajo que produce mercancías es a la vez creador y conservador de
valor, no sólo porque transfiere al producto los valores de los medios
de producción consumidos, sino también porque conserva el valor de
los mismos. Todo lo terrenal caduca, de modo que tarde o temprano
también los medios de producción perecen aún si no se los utiliza.
Algunos de ellos, muchas máquinas, por ejemplo, se arruinan hasta
con mayor rapidez en la inactividad que cuando están en marcha.
Con el consumo del valor de uso de los medios de producción
desaparece también su valor. Si su desgaste ocurre normalmente
durante el proceso de producción, el valor que ha perdido el medio

144
Capítulo VII
El Papel del Capital en la Formación del Valor

de producción reaparece en el valor del producto. Pero si el medio de


producción se deteriora sin haber sido empleado en el proceso de
producción, su valor desaparece para siempre. Generalmente el
capitalista no ve este aspecto del trabajo, pero lo advierte muy

sensiblemente, cuando a consecuencia de una crisis se ve obligado a


interrumpir el proceso de producción. Marx cita el ejemplo de un
inglés propietario de una hilandería que en 1862 calculaba en
120,000 marcos el costo anual de la paralización de su fábrica a
consecuencia de la crisis algodonera, de los cuales 24,000 marcos
eran por deterioro de maquinarias.

La forma de transmisión del valor es distinta según los


distintos medios de producción. Unos pierden en el proceso del
trabajo su forma propia: la materia prima y las auxiliares, por
ejemplo. Otros conservan su forma original. En el hilado, el algodón
pierde su aspecto original, pero no el huso que lo elabora. En todo
proceso de producción las materias primas transmiten todo su valor
al producto; y los medios de producción sólo partes del mismo. Si
una máquina vale 1,000 marcos, y en condiciones normales se gasta
en 1,000 días, transmite en cada día de trabajo el valor de un marco
al producto elaborado con su ayuda durante este tiempo.

También aquí se nos revela el doble carácter del proceso de


producción. ¿Cómo puede una máquina transmitir a un determinado
producto 1/100 de su valor, si en su fabricación no participa 1/100
de la máquina sino toda la máquina? Esta objeción ha sido hecha
realmente. Su respuesta es que la máquina entra entera en el
proceso de producción, en cuanto éste es proceso de trabajo, en
cambio en cuanto es proceso de valorización el producto, sólo recibe
una determinada fracción del valor de la máquina. Como valor de uso
la máquina entra entera en todo proceso de producción; como valor,
sólo una fracción de ella.

Al contrario, un medio de producción puede transmitir su


valor íntegro a un producto aunque entre en él sólo en parte.
Supongamos que para producir normalmente 100 libras de hilado se
necesiten 115 libras de algodón, pues 15 libras se pierden en

145
Capítulo VII
El Papel del Capital en la Formación del Valor

desechos inutilizables; en 100 libras de hilado entrarán 100 libras de


algodón, pero en el valor de 100 libras de hilado se habrá
transmitido el valor de 115 libras de algodón.

Durante el proceso de trabajo los medios de producción


transmiten al producto el valor que ellos pierden. Nunca pueden
añadir más valor del que ellos mismos poseen, por más grande que

sea su valor de uso. Por consiguiente carece absolutamente de


fundamento derivar la obtención de la plusvalía y sus formas de
expresión: el beneficio, el interés, y la renta del suelo, del valor de
uso de los medios de producción, de sus “servicios”, tal como lo hace
la economía vulgar.

El valor del medio de producción consumido en el proceso de


producción reaparece invariable en el valor del producto.

Pero el trabajo no sólo conserva valor; crea también nuevo


valor. Hasta determinado momento, el trabajo creador de nuevo valor
sólo reemplaza el valor gastado por el capitalista en la compra de la
fuerza de trabajo. Cuando la duración del trabajo rebasa ese límite,
forma valor suplementario, plusvalía.

“La parte del capital –dice Marx- invertida en medios de


producción, es decir, en materia prima, materias auxiliares y medios
de trabajo, no varía pues, de magnitud de valor en el proceso de
producción. Por eso la llamo parte constante del capital, o más corto,
capital constante”.

Por el contrario, la parte del capital invertida en fuerza de


trabajo varía de valor en el proceso de producción. Ella reproduce su
propio equivalente y da además un excedente, la plusvalía, que
puede variar y ser mayor o menor. Esta parte del capital se
transforma sin cesar de magnitud constante en magnitud variable.
Por eso la llamo parte variable del capital o más corto capital
variable. Los mismos elementos del capital que, desde el punto de
vista del proceso de trabajo se distinguen como factores objetivos y
subjetivos, como medios de producción y fuerza de trabajo, desde el

146
Capítulo VII
El Papel del Capital en la Formación del Valor

punto de vista del proceso de valorización, se distinguen como


capital constante y capital variable”. I, (154).

Naturalmente la magnitud del valor del capital constante es


una magnitud estable sólo considerada dentro del proceso de
valorización. La magnitud de valor del capital constante no se
modifica por el proceso de producción, en el que se la emplea, pero
puede muy bien cambiar por otros factores. También la relación
entre el capital constante y el capital variable puede cambiar. Más
adelante volveremos sobre este punto.

147
CAPÍTULO VIII

EL GRADO DE EXPLOTACIÓN DE LA FUERZA DE TRABAJO*

Tomemos un capital de 5,000 marcos. Este se divide en dos


partes: una suma que se gasta para comprar los medios de
producción, el capital constante c, que supondremos de 4,100
marcos, y otra suma que sirve para comprar la fuerza de trabajo
necesaria, el capital variable v igual a 900 marcos. A su vez el capital
constante se subdivide en dos partes: materia prima, etc., cuyo valor
reaparece entero en el producto, y medios de trabajo, etc., que en
todo proceso de producción transmiten al producto sólo una parte de
su valor. En la demostración que sigue, prescindiremos de esta
distinción, que sólo complicaría nuestra tarea, sin modificar por ello
el resultado. Por razones de sencillez admitiremos aquí que el valor
de todo el capital empleado reaparece en el producto.

El capitalista ha comprado los medios de producción y la


fuerza de trabajo y ahora los utiliza. Al terminar el proceso de
producción el valor del capital anticipado se ha acrecentado con una
plusvalía m, que supondremos de 900 marcos. Ahora el capitalista
posee:

c + v + m = 4,100 + 900 + 900 = 5,900 marcos

De estos, 4,100 representan el valor transmitido y 900 + 900


el nuevo valor creado.

Es evidente que la magnitud del valor del capital constante no


influye en la magnitud de la plusvalía producida. Naturalmente no se
puede producir sin medios de producción y la cantidad de estos es
proporcional a la duración de la producción. La producción de una
determinada plusvalía exige la inversión de una determinada
cantidad de medios de producción que depende del carácter técnico
del proceso de trabajo. Pero por grande que sea el valor de esta masa
no influye en la magnitud de la plusvalía.

* Tomado de Comentarios al Capital. Ediciones de Cultura Popular, México, 1975.


Karl Kautsky.
Capítulo VIII
El Grado de Explotación de la Fuerza de Trabajo

Si ocupo a 300 obreros y el valor diario de la fuerza de trabajo


de cada uno es igual a 3 marcos y el valor que cada uno de ellos crea
durante un día es de 6 marcos, estos 300 obreros crearán durante
un día un valor de 1,800 marcos -900 de los cuales representan
plusvalía- siendo indiferente si los medios de producción que
consumen poseen un valor de 2,000, 4,000 u 8,000 marcos. En el
proceso de producción la creación del valor y la transformación del
valor no son afectados por la magnitud del valor del capital constante
anticipado. Por eso en la investigación de los dos procesos desde el
punto de vista teórico podemos prescindir muy bien del capital
constante y suponerlo igual a cero.

De modo que aquí sólo tendremos en cuenta la parte variable


del capital anticipado y en cuanto al valor del producto, sólo el nuevo
valor creado por el trabajo, que es igual al valor del capital variable
invertido más la plusvalía, v + m. En nuestro ejemplo la relación de
la plusvalía con el capital variable anticipado es: 900/900 = 100 %.

Esta valorización proporcional del capital variable o magnitud


proporcional de la plusvalía, Marx la denomina tasa o cuota de la
plusvalía. No hay que confundirla, como a menudo ocurre, con la
tasa o cuota de beneficio o ganancia. El beneficio se deduce de la
plusvalía, pero no es la plusvalía.

Para producir en la jornada de trabajo un valor equivalente al


valor de su fuerza de trabajo, igual a v, el obrero debe trabajar
durante cierto tiempo, que antes supusimos de 6 horas. Este tiempo
de trabajo es necesario para el sustento del obrero. Marx lo llama
tiempo de trabajo necesario y el trabajo invertido en este tiempo se
denomina trabajo necesario. La parte de la jornada de trabajo que
sobrepasa los límites del tiempo de trabajo necesario durante la cual
el obrero no produce valor para compensar su fuerza de trabajo, sino
para crear plusvalía para el capitalista, Marx la llama tiempo de
sobretrabajo, es decir tiempo de trabajo suplementario o tiempo de
trabajo excedente, y llama sobretrabajo al trabajo realizado en este
tiempo.

La relación del sobretrabajo con el trabajo necesario es igual


a la relación de la plusvalía con el capital variable; la tasa de

150
Capítulo VIII
El Grado de Explotación de la Fuerza de Trabajo

plusvalía expresada m/v también puede expresarse por


sobretrabajo/trabajo necesario.

La plusvalía toma realidad en una cantidad de productos que


Marx llama sobreproductos. De modo que la relación de la plusvalía
con el capital variable puede expresarse también por la relación de
algunas partes del producto entre sí. En esta relación, donde no se
trata del nuevo valor creado, sino del producto total fabricado, ya no
podemos prescindir, como antes, del capital constante que
representa una parte del valor del producto. Supongamos que en
una jornada de 12 horas un obrero produce 20 libras de hilado que
valen 30 marcos. El valor del algodón elaborado es de 20 marcos (20
libras a 1 marco cada una), 4 marcos representa el desgaste de los
husos etc.; 3 marcos el valor de la fuerza de trabajo. La tasa de la
plusvalía es de 100 por 100. Tendremos: valor de hilado 30 marcos =
24 marcos (c) + 3 marcos (v) + 3 marcos (m); este valor que existe en
20 libras de hilado se descompone en: 16 libras que representan el
capital constante, 2 libras que representan el capital variable y otras
2 libras, la plusvalía.

Estas 20 libras de hilado son el resultado de 12 horas de


trabajo, es decir que en cada hora se produce 1 2/3 libras de hilado.
Las 16 libras, materialización del valor del capital constante, se
producen durante 9 horas y 36 minutos de hilado; las 2 libras que
contienen el valor del capital variable, en 1 hora y 12 minutos e
igualmente las 2 libras que representan la plusvalía.

Por este cálculo podría parecer que la plusvalía no se produce


durante 6 horas de trabajo, como hemos supuesto, sino en 1 hora y
12 minutos. Y así lo afirman los fabricantes, demostrando con
exactitud matemática que su beneficio es el resultado de la última
hora de trabajo, y que reduciendo la jornada tan sólo en una hora, su
ganancia será nula y la industria se arruinaría. Este argumento fue
esgrimido ya en el año 1836 por los fabricantes ingleses y sus
abogados cultos e incultos bajo la dirección de Senior, en contra de
cualquier limitación legal de la jornada de trabajo. De nuevo fue
sacado a relucir en Alemania y Austria contra la introducción de la
jornada normal, aunque las experiencias de hecho en Inglaterra ya
habían demostrado categóricamente su nulidad. En ese país ha sido
disminuida por vía legal la jornada en numerosas ramas del trabajo,

151
Capítulo VIII
El Grado de Explotación de la Fuerza de Trabajo

-más adelante volveremos sobre este punto-, sin que por ello se
arruinara la industria o quedara perjudicado sensiblemente el
beneficio de los señores fabricantes.

La argumentación se basa en la confusión entre valor de uso


y valor. En la última hora se produce el valor de uso de dos libras de
hilado, pero no su valor. El hilado de dos libras, no se hizo con aire,
2 libras de algodón no representan sólo el trabajo de 1 hora y 12
minutos del hilandero, sino que contienen también el valor de 2
libras de algodón en bruto que según nuestra hipótesis (1 libra de
algodón = 1 marco; 1 marco = 2 horas de trabajo) representan a su
vez 4 horas de trabajo; además el huso ha transmitido a las 2 libras
de hilado un valor equivalente a 48 minutos de tiempo de trabajo
socialmente necesario. Luego para obtener esas 2 libras de hilado,
producidas durante 1 hora y 12 minutos, han sido empleadas en
realidad 6 horas. Si el obrero de nuestro ejemplo creara de veras
durante 1 hora y 12 minutos toda la plusvalía que representa un
producto que incorpora el valor de 6 horas de trabajo, entonces
durante una jornada de 12 horas debería poder crear un valor
correspondiente a 60 horas de trabajo! ¡Parecidos absurdos, sin
embargo, se les creían a los fabricantes!

Como quiera que este argumento aún halla crédito en


numerosos círculos explicaremos aquí también otro aspecto del
mismo. Calcularemos la tasa de la plusvalía con una reducción de la
jornada de 12 a 11 horas, siempre ateniéndonos a las cifras de
nuestro ejemplo anterior.1

El capital constante ya no sería de 24 marcos, sino sólo de


22, pues la elaboración es menor que antes (18 1/3 de algodón = 18
1/3 marcos; desgaste de los husos, etc., 3 1/3 marcos), además un
capital variable de 3 marcos (admitidos para 11 horas el mismo

1 Suponemos que la reducción de la jornada de 12 a 11 horas es acompañada por


una reducción de 1/12 del rendimiento del trabajo. En realidad no se trata de una
consecuencia necesaria; por lo general la reducción del tiempo de trabajo ya
acompañada por un aumento del vigor, presteza, resistencia, atención, inteligencia,
en una palabra, por un aumento de la capacidad de trabajo del obrero, que a veces
puede hasta llegar a superar durante esa jornada de trabajo más corta la
producción anterior. Aquí sin embargo no tendremos en cuenta este aspecto de la
reducción de la jornada, prescindiendo de él por razones de sencillez.

152
Capítulo VIII
El Grado de Explotación de la Fuerza de Trabajo

salario que para 12 horas) y una plusvalía de 2 ½ marcos. La tasa de


la plusvalía no es más 100 por 100, sino 83 1/3 por 100.

Tenemos un producto total de 18 ½ de libras de hilado, por


un valor de 27 ½ marcos; el capital constante está representado por
14 2/3 de libras; el variable por 2 libras; la plusvalía por 1 2/3 de
libras; la primera cantidad de 14 2/3 de libras se produce en 8 horas
y 48 minutos; las 2 libras de hilado en 1 hora y 12 minutos y la
masa de hilado que representa la plusvalía, en 1 hora. Luego por la
reducción de una hora de la jornada el tiempo necesario para la
producción del sobreproducto, que contiene la plusvalía, no ha
disminuido en una hora sino en 12 minutos. El cálculo de los
fabricantes se basa en asombroso concepto de que en 11 horas se
fabrica 1/12 menos de productos, consumiéndose sin embargo, la
misma cantidad de medios de producción (materias primas, etc.) que
en 12 horas.

153
CAPÍTULO IX

LA PLUSVALÍA Y LA GANANCIA*

Entre la plusvalía y la ganancia existe la misma diferencia


que entre el valor y el precio.

El vendedor o el comprador de mercancías se interesa por su


precio. Sólo le interesan las leyes de los precios, puesto que el
conocimiento de las mismas puede ser de utilidad para sus cálculos
comerciales y para sus especulaciones. En cambio, las leyes que se
hallan en las bases de los precios, o sea las del valor, interesan sólo
al teórico, para quien la cuestión se reduce no a la posibilidad de
comprar lo más barato posible y de vender los más caro posible, sino
a la de investigar los vínculos sociales establecidos por la producción
de mercancías.

De la misma manera, al capitalista práctico no le interesa la


plusvalía, sino la ganancia. No le interesa investigar la relación entre
el capital y el trabajo, sino que está animado del deseo de recibir y de
obtener la mayor ganancia posible. Le es completamente indiferente
cuál es la inversión del trabajo mediante el trabajo de él. Pero el
dinero que se invierte ahí le pertenece a él, y en vista de ello,
confronta la plusvalía obtenida no con la cantidad de trabajo que se
gasta durante su producción, sino con la cantidad de dinero que
había invertido para ese fin.

Si el proceso de la creación de la plusvalía es representado


mediante la fórmula:

D – M – (D + d)

el capitalista mide su ganancia mediante la razón aritmética que


existe entre d y D. Dicha razón no es idéntica a la m, esto es lo
v
que existe entre la plusvalía y el capital variable. La cantidad de
dinero que el capitalista tiene que invertir para la producción ha de

* Tomado de Comentarios al Capital. Ediciones de Cultura Popular, México, 1975.


Karl Kautsky.
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

bastar no sólo para cubrir los gastos necesarios para pagar los
jornales sino también para pagar los edificios de la fábrica, la
maquinaria, la materia prima, los materiales auxiliares en una
palabra para todo aquello que Marx denomina capital constante.

Ya en virtud de esa sola circunstancia aún en los pasos en


que la plusvalía coincide del todo con la ganancia la norma de la
ganancia difiere de la de la plusvalía. Si designamos la norma de ésta
con m la de aquélla tendrá por expresión m.
v c+v

Hagamos notar también que en muchas empresas


especialmente en la producción agropecuaria un año es el término
que constituye el período natural de la producción después del cual
la producción vuelve a ser iniciada. Se ha establecido por ello la
costumbre de calcular la norma de la ganancia en forma de relación
entre toda la cantidad de la ganancia anual y la cantidad de capital
invertido durante todo el año transcurrido en la producción.

Se desprende con toda claridad que la norma de la ganancia


ha de diferir de la de la plusvalía.

En el capítulo anterior habíamos tomado a guisa de ejemplo


un capital de 5,000 marcos, de los cuales 4,100 formaban el capital
constante, 900 el variable y 900 la plusvalía. La norma de la
plusvalía formaría, en consecuencia, el número dado por la razón
900, esto es el 100%.
900

En cuanto a la norma de la ganancia, estaría dada de 900 , o sea el


18%. 5,000

Empero, entre las dos normas, o sea entre la de la ganancia y


la de la plusvalía, además de esa diferencia meramente formal
basada en otra clase de cálculos, existe aún otra diferencia.

Es evidente que la misma norma de la plusvalía proporciona


diferentes normas gananciales, en el caso de que varía la
composición del capital esto es, cuando para diferentes cantidades

156
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

invertidas en jornales, corresponden diversas magnitudes de capital


constante. Pero la composición del capital, es, inevitablemente
diferente en las distintas ramas de la producción, en función de las
condiciones de la técnica y del nivel del desarrollo de la misma.

La composición del capital, según su valor, por cuanto es


definido por su composición técnica reflejando a ésta, lo llamamos
composición orgánica del capital. Los capitalistas que contienen un
porcentaje mayor de capital constante y, en consecuencia, menos de
capital variable en comparación con el capital social medio, lo
denominamos de composición superior. En cambio, aquéllos en los
que el porcentaje del capital permanente es inferior, siendo superior
la parte variable en comparación con el capital social, lo llamamos
capitales de composición inferior. Finalmente, llamamos capitales de
composición media a aquéllos cuya composición revela coincidencia
con el capital medio”. (El Capital, III, 93, 107).

Veamos ahora cómo se forma la norma de la ganancia en


función de las diversas composiciones del capital.

Tomemos tres empresas, en tres ramas de la producción.

Supongamos que la primera rama se halla atrasada


técnicamente, y que en la misma se usan pocas máquinas en
relación con el número de obreros, que no hay grandes edificios
destinados a la producción, etc. Aquí se trata de una producción con
un capital orgánicamente inferior por su composición. Admitamos
que la segunda empresa esté edificada sobre un capital de
composición media, y que la tercera está desarrollada hasta tal
punto, que a cada uno de los obreros corresponde una gran cantidad
de los valores en forma de materiales, o de los edificios. En
consecuencia, en esta forma productiva la composición orgánica será
alta.

Para dar mayor sencillez posible al ejemplo, admitiremos que


en las tres ramas de la producción, la norma de la plusvalía es la
misma, que todo el capital invertido hace un giro completo en el
transcurso de un año, esto es que es utilizado íntegramente en la
producción en el transcurso de un año, que el producto se obtiene al
final del período y luego es vendido sin remanentes. Todo ello no son

157
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

más que suposiciones, que apenas si se encuentran en la realidad,


pero es conducente echar mano de las mismas, para evitar
complicaciones superfluas que pueden quitar claridad al ejemplo.

En cada una de las tres empresas están ocupados 100


obreros que reciben al año 1,000 marcos en concepto de jornales, y
la norma de la plusvalía está dada por la razón de 100%. La cantidad
total del jornal pagado es, en consecuencia, igual a 100,000 marcos,
y la plusvalía está dada también por la misma suma de 100,000
marcos. El capital constante en la empresa A es de 100,000 marcos,
en la empresa B es de 300,000 marcos, y finalmente, el de C es de
500,000 marcos; de esta manera se tendrá:

CAPITAL Norma Norma


Empresa Plusvalía de la de la
Plusvalía Ganancia
Constante Variable Total

A 100.000 100.000 200.000 100.000 100% 50.0%

B 300.000 100.000 400.000 100.000 100% 25.0%

C 500.000 100.000 600.000 100.000 100% 16.6%

Total 900.000 300.000 1.200.000 300.000 100% 25.0%

De manera que, aún con la misma norma de plusvalía, la de


la ganancia resulta bien diferente, siempre que las mercaderías se
vendan de acuerdo con su valor exacto.

Pero tales diferencias en las normas de la ganancia


representan un fenómeno que no puede perdurar mucho dentro del
régimen de la producción capitalista. Pues, el empresario-capitalista
produce precisamente para obtener ganancia, y no para dar
satisfacción a ciertas y determinadas necesidades sociales. Le es
completamente indiferente producir agujas de coser, o locomotoras,
betún para el calzado, o agua colonia para las perfumerías, armas o
drogas. Lo que más le importa, es obtener mayor ganancia sobre su
dinero invertido.

¿Y qué es lo que sucederá si en una rama de la producción


las empresas siguieran dando el 50% de la ganancia, y en la otra tan

158
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

sólo el 17%? Pues, el capital comenzará a evitar la producción de la


rama C hasta cuando ello sea posible, y se precipitará, con toda
energía hacia la producción en la que hemos designado con la letra
A. En el seno de ésta surgirá una fuerte competencia, y la
producción de mercaderías en la misma se ampliará muy pronto
hasta el grado que los capitales de nuevo comenzarán a ocuparse de
la rama C.

Aquí pisamos el terreno de la competencia, o sea el ámbito de


la oferta y de la demanda. Ya habíamos visto que el valor y el precio
representan dos cosas distintas, aun cuando el último es
determinado por el primero. Los precios divergen del valor,
hallándose ora por encima, ora por debajo del mismo. Dentro de la
serie de causas que provocan ese fenómeno, la más importante es la
oscilación en la demanda por parte de los compradores, y en la
oferta, por la de los vendedores.

Durante el dominio de la libre competencia, la demanda y la


oferta constituyen los reguladores del método actual en la
producción. Sin las mismas, la producción caería en la anarquía más
desenfrenada, debido al hecho de que aquélla no es llevada de
manera planificada, sino que es realizada en forma de un conjunto
de empresas particulares, individuales, de las que cada una produce
de acuerdo con el parecer de su propietario o del dirigente. La
demanda y la oferta ocasionan también la distribución de las fuerzas
obreras entre las diversas ramas de la producción de tal manera,
que, por lo general, cada una de las mismas produce en la cantidad
requerida por la sociedad, dentro de las condiciones dadas.

Desde luego, todo ello es cierto sólo en términos generales, y


no en casos particulares. Por el contrario: con la ausencia de
planeamiento, dentro del método actual en la producción, ora se
fabrica en demasía, ora en cantidad insuficiente, de esta u otra
mercadería. Y solamente después de ello, es el crecimiento o la
decadencia en la demanda o en la oferta, el alza o la baja de los
precios llevan y acarrean el hecho de que la producción, ora se
reduzca, ora se amplifique, en función de las necesidades, o
requerimientos de la sociedad.

159
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

Supongamos que cierta y determinada mercadería se haya


fabricado en cantidad mayor de las que puedan, o deseen comprar
los miembros solventes de la sociedad, a precio dado que, al final de
cuentas, está determinado por el valor de la mercadería. En este
caso, el precio de la misma baja. Debido a ello, se aumenta el
artículo de los pertenecientes a la sociedad que puedan o quieran
adquirirla.

Pero, al mismo tiempo, junto con el precio, desciende también


la ganancia. Si ella llega a bajar más allá del nivel medio, se notará
inmediatamente la afluencia de capitales hacia otra rama de la
producción, y ésta, o sea la dada, se reduce. Debido a ello, los
precios vuelven a subir hasta el momento de alcanzar el nivel
correspondiente al nivel medio de la ganancia.

Por el contrario, si la cantidad de mercaderías fabricadas es


menor que la que la que responde a la demanda de los compradores,
su precio comienza a subir por encima del nivel medio indicado, y
junto con ello, también sube la ganancia. El capital es atraído hacia
la rama dada de la producción, esto es que los capitales comienzan a
afluir. La producción se ensancha, después de lo cual los precios
vuelven a descender hasta el nivel señalado por la ganancia media.

Esta influencia de la oferta y demanda también tiene que


oponerse a la desigualdad en la norma de la ganancia, la que emana
de la desigualdad en la composición orgánica del capital.

En la rama C, la producción comenzará a reducirse, y los


precios y, junto con ellos, la ganancia empezará a subir. En la rama
A la producción aumentará, mientras que los precios sufrirán un
descenso. Tanto un fenómeno como el otro continuará hasta que las
ganancias se igualen y lleguen a colocarse en la altura media que
corresponde a toda producción social. Habíamos supuesto que la
rama B presuponía una composición orgánica media del capital: en
consecuencia, su norma en la ganancia representará también la
norma media en la ganancia social. En este caso, las ganancias se
distribuirán en las tres empresas de la manera siguiente:

160
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

Capital Norma de la Norma de la


Empresa Plusvalía Ganancia
total Plusvalía Ganancia
A 200.000 100.000 100% 25% 50.000
B 400.000 100.000 100% 25% 100.000
C 600.000 100.000 100% 25% 150.000
Total 1.200.000 300.000 100% 25% 300.000

Tal igualación en la norma de la ganancia resultó posible sólo


por la razón de que los precios de las mercaderías divergían de los
valores. De acuerdo con nuestra suposición, todo el capital invertido
gira en el transcurso de un año, quedando encarnado en el valor de
la producción anual. Y ahora resulta la siguiente correlación entre el
valor y el precio de la producción anual en cada empresa.

Valor del Valor de


Producto producción
Capital
Empresa Plusvalía (gastos de Ganancia total (gastos de
total
producción + fabricación +
plusvalía) ganancia)
A 200.000 100.000 300.000 50.000 250.000
B 400.000 100.000 500.000 100.000 500.000
C 600.000 100.000 700.000 150.000 750.000
Total 1.200.000 300.000 1.500.000 300.000 1.500.000

Supongamos que la producción anual de cada una de las


empresas es igual a 10.000 piezas de cierta mercadería en este caso,
tendremos para cada unidad de las mercaderías.

A B C
Valor 30 marcos 50 marcos 70 marcos
Precio 25 ” 50 ” 75 ”

En realidad, las cosas no suceden de esta manera, digamos,


que cada capitalista recibe al principio la plusvalía en su totalidad, y
los capitalistas en una de las ramas de la producción reciben el 50%
de ganancia, mientras que en la otra tan sólo el 17%. Semejante

161
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

diferencia se observa solamente en los comienzos de la producción


capitalista, y en la actualidad, sólo en aquellos ámbitos y ramas de la
producción de los que el capitalismo se apodera por vez primera.

En una producción capitalista bien desarrollada se va


formando cierto nivel medio habitual, el que está puesto por los
capitalistas como base para sus cálculos al planear un negocio.
Claro está, que ello no excluye que aquéllos dejen de aprovecharse de
toda ocasión para hacer subir los precios más allá de esos límites,
considerando al mismo tiempo como pérdida toda baja de precio y,
en consecuencia, una norma inferior en la ganancia.

Dicho precio, determinado por los gastos de la producción (la


inversión del capital, permanente y variable) a los que se añade la
ganancia “habitual para el país dado”, se le imagina al capitalista, o
es considerado por él, como precio “natural”, Marx la denomina como
precio de la producción. Se compone de los gastos de la producción (la
suma del capital variable y el constante), y de la ganancia media.

No es el valor, sino el precio de la producción el que forma, en


la producción capitalista desarrollada, aquel nivel en torno del cual
oscilan, de manera ondulatoria, los precios en el mercado, bajo la
influencia de la demanda y oferta. Pero el mismo precio de la
producción no cae del cielo, sino que tiene por base el valor.

Los adversarios de la teoría del valor dada por Marx afirman


gustosos que Marx mismo refutó su teoría desarrollada en el primer
tomo de El Capital, habiendo demostrado en el tercer tomo que,
debido a la tendencia de las ganancias a igualarse, dado el método
de producción capitalista bien desarrollado, los precios de la mayor
parte de las mercaderías se apartan durante mucho tiempo de sus
valores, y en ello los precios de una mitad de las mismas
permanecen por encima, y la otra, por debajo de sus valores
verdaderos. Pero, se podría hablar de que Marx mismo refuta su
teoría del valor, sólo en el caso de que él mismo mostrara que los
precios no dependen de los respectivos valores.

Pero la cuestión es que Marx no sólo no lo establece, sino que


el tercer tomo de El Capital, por el contrario, prueba y demuestra que
los precios de la producción, en torno de los cuales oscilan los del

162
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

mercado, se hallan en plena dependencia de la ley del valor, sin la


cual serian completamente inexplicable.

El mismo hecho, el propio factor que provoca la divergencia


entre los precios de la producción y los valores, o sea la ganancia
media, puede ser explicado solamente en base de las leyes de la
plusvalía, las que, a su vez, emanan de las de los valores. De no
admitir que la masa total, que se halla presente, de las plusvalías en
la sociedad es igual a la masa total de ganancia con todas sus
variedades (los intereses, la renta producida por la tierra, en cuya
consideración no entraremos), habremos perdido toda posibilidad
para explicar cuál es la razón de que, en medio de unas
circunstancias dadas, la norma media de la ganancia represente una
determinada magnitud dada.

La ley del valor no queda desvirtuada por la circunstancia de


que, en una producción capitalista bien desarrollada, se interpone
entre el valor y el precio, un nuevo eslabón intermedio en la forma de
norma media de ganancia, y la del precio de la producción que es
función de la misma. Si, en base de ello, reconocemos como
inconsistente la ley del valor, tendríamos que reconocer, también
como tal, la ley de la caída de los cuerpos, puesto que en el agua un
cuerpo encuentra mayor resistencia que en el aire.

La teoría marxista del precio de la producción es inseparable


de sus teorías del valor y de la plusvalía. No sólo no representa la
reducción de aquéllas al absurdo, sino que, por el contrario,
constituye su coronamiento. La teoría de los precios de la producción
nos ofrece la clave para la explicación de una serie de fenómenos que
se hallan en la base de las correlaciones entre las clases dominantes:
contradicciones entre el capital (la ganancia) y la posesión de tierras
(renta sobre la tierra), entre el capital industrial (ganancia industrial)
y el capital financiero (intereses), etc. Algo más: nos proporciona una
clave para la comprensión de una serie de teorías del valor y, al
mismo tiempo, para refutarlas, puesto que ellas representan, en
esencia, sólo teorías de los precios de producción los que son
catalogados por aquéllas, como base final de los precios de mercado.

Es oportuno aquí echar una mirada sobre las teorías del valor
que niegan la definición de éste mediante el trabajo invertido. De

163
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

todas ellas se puede decir lo mismo que de otras, mencionadas


anteriormente, que no tienen nada de teorías del valor, que bajo este
termino, comprenden algo que nada tiene que ver con lo que,
propiamente, es valor: el valor de consumo, el precio de producción,
el precio medio.

Desde luego, se puede objetar: cada uno de los teóricos tiene


el derecho de comprender bajo el término de “valor”, todo lo que le dé
la gana; de manera que habría que considerar solamente si es
correcta su respectiva explicación de lo que él considera como valor,
o si carece de corrección. Y que no tendría importancia que ello fuera
una teoría del valor de consumo, de precio o de cualquier cosa
distinta.

Empero, en ninguna otra ciencia tal opinión jamás fue


tomada en serio, puesto que siempre era rechazada como
anticientífica e ingenua. Tomaremos como ejemplo la teoría atómica.

Sea lo que fuere lo que dijéramos con motivo de una


afirmación de un investigador que está libre de comprender bajo el
término “átomo” todo lo que le dé la gana, aun cuando se tratara de
una molécula, y hasta de una célula; y, siempre que él diera una
teoría correcta de la célula, sería indistinto que llamara su deducción
definitiva con el nombre de teoría atómica, o de cualquier otro modo.
Se le podría replicar al punto que, cuando se habla del átomo, la
cuestión no reside en el mero nombre que, arbitrariamente, se podría
dar a una u otra cosa, sino que se trata de fenómenos bien
determinados, para los que ha de servir de explicación la teoría
atómica, o sea que se trata de fenómenos que, dicho sea de paso, se
hallan en la base de la formación de la molécula, o de la célula. Se
puede admitir o rechazar la teoría atómica, esto es que se pueden
explicar los fenómenos dados mediante esta teoría, o de cualquier
otro modo; pero sería un craso error llamar átomo el producto de los
procesos que, de acuerdo con la teoría dada, son ocasionados por la
disposición de los átomos. Jamás se debe confundir un fenómeno
básico con uno derivado del mismo.

En las ciencias naturales no son posibles las dudas al


respecto. En cambio, los fenómenos considerados por la economía
política, son más complejos, pero también esta ciencia ha de dar

164
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

satisfacción a las exigencias que se le hacen, de la misma manera


que las ciencias naturales. Mediante la ley del valor han de ser
explicados relaciones y fenómenos sociales completamente
determinados, y está fuera de lugar llamar leyes del valor, o tratar
como tales, las leyes de otras relaciones y de otros fenómenos
ocasionados por el valor.

El fenómeno que toda teoría del valor quiere y tiene que


explicar, es el intercambio de dos clases de mercancías. La relación
social que quiere y debe explicar, es la que existe entre dos
poseedores de mercancías que hacen el intercambio de las mismas.
El fenómeno de éste, o sea el que da origen al desarrollo ulterior del
de compra-venta, es un fenómeno fundamental, básico. Es el resorte
que pone en movimiento todo el mecanismo económico de la
sociedad actual. Y, en virtud de ello, toda explicación de dicho
mecanismo ha de emanar de la investigación de la ley que rige el
intercambio de mercancías, y es precisamente ésta la ley del valor.
Si, bajo el nombre de ley de valor, comprendiésemos la explicación de
cualquier otro fenómeno, la que se halla en la base del intercambio
de mercancías, deberíamos de darle una denominación distinta,
especial. Pero ello no lo hace ninguna de las teorías del valor. Por
consiguiente, cada una de éstas trata de explicar precisamente ese
fenómeno.

Empero, si no perdemos de vista el fenómeno que ha de ser


explicado por la ley del valor, comprenderemos fácilmente que, antes
que nada es imprescindible distinguir nítida y rigurosamente el valor
de uso, y el valor de cambio, no considerarlos como equivalentes sólo
en base de que en cada uno de estos conceptos entra el término
valor. Algunas teorías del valor sacan o, más bien, tratan de deducir
el valor de un objeto de su grado de utilidad: cuando más útil es una
cosa, tanto más alto es su valor. Esto sería cierto sí, bajo el concepto
de valor más alto, comprendiésemos su mayor valor de uso, pero
deja de serlo si bajo este concepto comprendemos el valor de cambio,
también mayor.

El valor de uso, o el grado de utilidad de un objeto, significan,


o designa, la relación entre una persona –el consumidor- y dicho
objeto, pero no significa la relación social, o sea la que existe entre
dos personas, la que constituye la esencia de un intercambio. ¿No se

165
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

querrá decir con ello que los objetos igualmente útiles siempre serían
intercambiados entre sí, uno por otro, en cantidades iguales? Pero el
intercambio, o la venta, consiste en su mayor parte, en que cada
vendedor entrega los objetos que carecen para él de valor de uso, que
no le ofrecen ninguna utilidad como tales.

Cuando el panadero y su familia están hartos de pan, el pan


cocido por ellos y que está destinado para la venta, ya no tiene para
ellos ningún valor de uso. En el caso de que dicho panadero no
encontrara para ese pan a ningún comprador, no podría hacer nada
con aquél. Por el contrario: el mismo pan, tendrá un enorme valor de
uso para un obrero que pasa por ahí y que, aún no había probado
bocado ese día. Pero el valor de cambio es el mismo para las dos
partes.

Como se comprende, a las diversas unidades de la misma


especie de mercancías se les puede reconocer mayor o menor grado
de valor de uso. Un par de sólidos zapatos tiene valor de uso, mayor
que uno de aquellos que lo son menos, y yo gustoso pagaría por los
mismos más, siempre que tenga suficiente dinero en el bolsillo. Una
botella de vino de Johannisberg tiene mayor valor de uso y de
cambio, que una de Spandau o de Grüneberg. De manera que se
podría pensar que el valor de uso es, no obstante todo, uno de los
elementos del valor de las mercaderías.

Por ello es sólo aparente. Si el valor mayor de uso ocasionara


al mismo tiempo también el mayor valor de cambio, podría caber la
siguiente pregunta: ¿Por qué, entonces, todo productor no fabrica
mercaderías sólo de categoría mejor? ¿Por qué todo zapatero no
produce un solo calzado de lujo? ¿Por qué cada viñatero no elabora
solamente las mejores clases de vino?

La respuesta es sencilla. La mejor calidad de los zapatos


representa el resultado, ora del mejor material que había costado
mayor cantidad de trabajo y de dinero, ora de mejor trabajo, esto es
que, dada la habilidad media del operario, la inversión de mayor
cantidad de trabajo. Debido a ello, y no como consecuencia de más
alto valor de uso, los zapatos sólidos son más caros. Es harto
conocida la expresión de que las mercancías más caras son siempre
las más baratas, esto es que su valor de consumo supera siempre el

166
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

de las mercaderías de categorías inferiores, en mayor proporción que


lo es su valor con respecto al de los últimos. Un par de zapatos de
doce marcos quizás se pueda llevar el doble tiempo que uno de diez
marcos.

El precio más alto de algunas clases de vino se basa en que


las correspondientes clases de uva se cultivan sólo en determinados
lugares. En este caso, la ley del valor, por lo general, pierde su
fuerza, puesto que aquí tropezamos con el monopolio.1 Y ya es sabido
que dicha ley presupone la presencia de competencia libre.

Por doquiera, donde la diferencia en la calidad de las


mercancías de la misma especie provoca diferencia en los precios,
ésta está ocasionada ora por la distinta inversión de trabajo, ora por
la existencia de un monopolio.

Otras teorías del valor confunden el valor con el precio.


Explican el valor por la relación, que existe entre la demanda y la
oferta. En la realidad, éstas dos sólo explican cuál es la razón por la
que el precio de cierta y determinada mercadería siempre oscila en
trono de su valor (o del precio de producción). Pero no explican por
qué los precios de cierta mercadería, término medio, están siempre
por encima del de otra; por qué -digamos-, a través de milenios, la
libra de oro era, término medio, 13 veces más cara que una de
plata.

1 Esto no es cierto. La ley del valor conserva su vigor aún durante el imperio del
monopolio. Aún dentro de las condiciones del capitalismo premonopolista, Marx
señalaba que “... si la igualación de la plusvalía, reduciéndola a la ganancia media,
hubiera encontrado, dentro de las diversas esferas de la producción, algunos
obstáculos en forma de monopolio de la propiedad sobre la tierra, hasta el punto
que se hubiera hecho posible un precio de monopolio superior al valor de la
producción y al valor de las mercaderías sobre las que se extendiera el efecto del
monopolio: entonces, aún en este caso, no se destruirían las fronteras determinadas
por el valor de las mercaderías. El precio de monopolio de ciertas mercancías sólo
transportaría una parte de la ganancia de los productores, desde otras mercancías,
sobre las que: estuvieran afectadas por el precio de monopolio”. (El Capital, III, pág.
621-622). Es precisamente esto lo que tiene lugar en la época del imperialismo,
cuya esencia económica reside en el imperio de los monopolios. El análisis marxista
del imperialismo, como capitalismo monopolista, fue dado por Lenin y continuado y
desarrollado por Stalin. Nota de la edición soviética.

167
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

No bien una teoría, que explica el valor mediante la demanda


y la oferta, quiere explicar estas diferencias permanentes en los
precios de las diversas mercaderías, no le queda otro remedio que
recurrir púdicamente a la teoría del valor en base del trabajo. A la
pregunta de por qué una mercadería resulta siempre tanta y tantas
veces más cara que otra, dicha teoría contesta que ello se debe a que
aquélla es más rara; y esta última circunstancia provoca el hecho de
que la oferta de dicha mercadería se halla siempre en cantidad
menor que la de otras. Empero, para llevar a la plaza la mercadería
más rara en la misma cantidad que la otra que se encuentra con
mayor frecuencia, se requiere más trabajo.

No constituye un gran adelanto si dijéramos que una libra de


oro es 13 veces más cara que una de plata, porque se lo encuentra
13 veces más raramente, o por la razón de que la obtención de una
libra de oro cuesta 13 veces más trabajo que la de una de plata. Si el
teórico no se coloca en el punto de vista de un simple mercader al
que interesan solamente los precios de las mercaderías en el
mercado, y no de qué manera habían sido adquiridas dichas
mercaderías; si dicho teórico quiere ahondar más en la cuestión e
investigar de qué manera fueron producidas las mercaderías traídas
al mercado, siempre encontrará que los valores de las mercaderías
son determinados por el proceso de la producción, que ellas son
creadas en la empresa productora y no en el mercado. Por supuesto,
que para los teóricos burgueses, el mercado se halla, en la mayoría
de los casos, a menor distancia que la empresa, y por esto, como
regla general, ellos no comprenden de la teoría del valor en base del
trabajo invertido.

En el mercado, el valor se transforma sólo en dinero, en


precio: al principio, en dinero imaginario, al exigir cierto y
determinado precio, y luego en dinero efectivo, real, cuando la
mercancía está vendida. Cuanto más grande es el desarrollo de la
economía capitalista, tanto mayor es la cantidad de eslabones
intermedios entre la empresa y el mercado, entre el productor y el
que vende la mercadería al consumidor; tanto más grandes pueden
ser las divergencias ocasionadas, en virtud de ello, entre el precio
realmente obtenido, y el valor determinado teóricamente. No
obstante, ello no constituye obstáculo alguno para que el valor de la
mercadería, al final de cuentas, fuera determinado por las

168
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

condiciones de la producción, y que el precio permanezca siempre en


calidad de función de ésa, aún cuando dicha función, o dependencia,
no fuera directa, ni con mucho.

Los capitalistas-prácticos determinan, ellos mismos, el valor


de las mercaderías, mediante las condiciones de la producción de
éstas. Por lo demás, bajo esas “condiciones”, ellos comprenden no el
tiempo de trabajo socialmente necesario para la preparación de
aquéllas, sino los gastos requeridos para esto (los jornales, los gastos
para la adquisición de la maquinaria, para la materia prima, etc.),
más la ganancia media.

En pos de ellos, toda una falange de teóricos afirma que el


valor es determinado por los gastos de la producción.

Pero, lo que es correcto desde el punto de vista de un


capitalista-práctico, es absurdo e insensato desde el punto de vista
de la teoría. Pues, el problema de ésta no consiste en calcular el
precio normal en cada uno de los casos aislados, sino en descubrir
las causas finales de los fenómenos sociales del método capitalista
en la producción.

En primer lugar: ¿Qué quiere decir “gastos de la producción”?


Cierta y determinada suma de dinero. En consecuencia, dichos
gastos ya presuponen, de antemano, la existencia del dinero. La
definición del valor y su determinación mediante los gastos de
producción quiere decir, de esta manera, que el valor ha de ser
explicado mediante el dinero, y no viceversa. Y ello significa que
hemos encarado la cuestión desde el extremo opuesto.

Los gastos de producción representan cierta suma de valores:


el de la fuerza obrera (los jornales y salarios), el de los medios de
producción, y la ganancia. De esta suma de valores es de donde sale
la explicación del valor de la mercadería. Vemos así, que esta clase
de definición del valor nos obliga a estar encerrados dentro de un
círculo vicioso.

Tomemos a algún productor de mercaderías, digamos a un


campesino tejedor, del que supondremos que produce para sí todo: él
mismo se procura vituallas, lo mismo que la materia prima: la fibra

169
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

de lino que hilan sus hijas; y es él mismo que se fabrica en telar de


madera, que también es propiedad de él. ¿Cuáles son los gastos de
producción que tiene ese hombre? No tiene ninguno, y su producto le
cuesta solamente trabajo, nada más que trabajo.

Demos el paso siguiente, hacia un grado de producción un


poco más alto, o sea tomaremos a un tejedor profesional. Este ya
tiene que efectuar algunos gastos en dinero efectivo, esto es que ya
tiene gastos de producción. Tiene que adquirir un telar, tiene que
proveerse de hilado, y también tiene que comprar vituallas de
manera que serán éstos los gastos de producción. Pero, ¿acaso será
ésta la base de sus cálculos para averiguar el costo del lienzo que
está preparando? En tal caso, su oficio estaría muy lejos de justificar
el nombre de una “mina de oro”. No le aportará ningún sobrante,
para poder ahorrar. En ello, una parte de los gastos de producción,
precisamente los gastos de subsistencia y para la adquisición de un
telar, serán siempre los mismos, trabaje él 4 horas diarias, ó 12.
¿Acaso, en base de ello, apreciaría más alto el producto de 12 horas
que el de 4, independientemente de la cantidad de materia prima?
Vemos que él agregará a los gastos de material, también su trabajo
invertido, en calidad de factor que forma el valor.

Solamente para el capitalista la cuestión toma otro cariz. El


producto no le cuesta a él ningún trabajo, sino dinero. Mediante
éste, paga no sólo los medios de producción, sino también al
trabajador. En consecuencia, para él todas las condiciones de la
producción quedan reducidas a las erogaciones en dinero, a
inversiones financieras. Y son precisamente los gastos en dinero que
a él le parecen como formativos de los valores. Pero se extrañaría
mucho si se le asegurara que el valor de su producto es igual a la
suma que él invirtió para la producción. El no ha organizado la
producción con el fin de salvar los gastos únicamente: quiere
también obtener ganancia. Es ésta precisamente la causa, el motivo,
en virtud del cual él hizo la inversión de su dinero, haciéndolo girar,
en vez de gastarlo para usufructo directo, para la satisfacción de sus
necesidades personales. Y es por ello que él, a los gastos de la
producción, agrega aún la ganancia “habitual en el país dado”. El
precio determinado de esta manera es el mínimo que él debe obtener,
por lo menos, para “no trabajar (según su expresión) con pérdidas”.

170
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

Según el concepto del capitalista, la ganancia pertenece a los


gastos de producción que determinan el valor del producto. Pero ese
“valor” no resulta otra cosa que aquello que, según la teoría de Marx,
lleva el nombre de precio de la producción. Y ésta, solamente puede
ser comprendida mediante la ley del valor.

El valor de consumo, el precio de mercado, el precio de la


producción tales son las categorías que se proponen en calidad de
“valor” por las teorías distintas a la basada sobre el concepto de
trabajo. Son categorías que, ora están ligadas, igual que el valor de
uso, con el valor de cambio sólo en el sentido de que constituyen su
premisa, pero sin determinar su base; ora emanan del valor del
cambio, como, por ejemplo, el precio de la producción, o el precio de
mercado. Estos últimos no explican las relaciones del cambio, sino,
por el contrario, lo presuponen explicado, con el fin de poder, ellos
mismos, ser explicados.

Dichas teorías se contentan con el hecho de que aceptan los


conceptos de los vendedores y los compradores, esto es de los
capitalistas, referentes a sus operaciones comerciales, como base
real y efectiva de esas operaciones. Dichos teóricos se imaginan dar
una explicación científica del fenómeno, cuando recopilan y repiten
al respecto las opiniones de los practicones. Pero para este objetivo
no es necesario ciencia alguna, pues ésta tiene que revelar y poner al
descubierto los fundamentos más hondos de los fenómenos y
relaciones sociales, que a veces ni siquiera llegan a la conciencia de
los participes, o, en el caso afirmativo, lo hacen en forma sólo
incompleta, y a menudo absolutamente desfigurada.

De las teorías mencionadas, en cuanto al valor, la que más se


acerca a la verdad, es aquélla que busca la base del mismo en los
gastos de producción. Pero fracasa en la cuestión que atañe a la
ganancia media. Ninguna de las teorías del valor, con excepción de la
que está basada en el concepto del trabajo, está en condiciones de
explicar, qué es lo que determina la magnitud de la ganancia media,
ni por qué, dentro de ciertas condiciones dadas, ella representa,
digamos, el 10%, y no el 100%, ó el 1,000%. Otras teorías se dan por
satisfechas con lo que, ora justifican, ora explican psicológicamente
el apropiarse de la ganancia. Pero ni la más sesuda filosofía del

171
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

derecho, ni la psicología más sutil, están en condiciones de explicar


de dónde proviene la ganancia, ni cómo se crea.

La teoría de la ganancia tiene enorme significado para la


comprensión de las relaciones sociales. Con todo, no podemos
ocuparnos de ella por más tiempo en este lugar, puesto que tenemos
que regresar a la teoría de la plusvalía. La teoría de la ganancia, es
aquélla que trata sobre la distribución de la presa –la cual es la
plusvalía- entre las diversas capas de las clases dominantes. Es
precisamente el capitalista industrial, o el agropecuario, el que obliga
crear la plusvalía, pero sin estar en condiciones de retenerla
íntegramente.

Tiene que ceder una parte de la misma a otros capitalistas


que habían invertido sus capitales en las ramas de la producción
caracterizadas por su composición orgánica más alta en cuanto a los
capitales, en el caso de que éstos hacen inversiones en una rama de
la producción cuya composición del capital es inferior
orgánicamente. El primero no se da cuenta de este proceso
igualitario ni se interesa por el mismo. Pero, sí se da cuenta cabal de
que tiene que pagar, de sus ganancias, al capitalista financiero del
que llevó dinero en calidad de préstamo, abonándole intereses sobre
el capital prestado; tiene que entregar una parte al comerciante, en
forma de ganancia comercial; finalmente, en el caso de que posee
una empresa agropecuaria, tiene que ceder una parte de la plusvalía
en calidad de renta sobre la tierra, al terrateniente, en el caso de que
él, el empresario, no es más que un arrendatario del terreno; y en el
caso de que él mismo es el terrateniente, tendrá que abonar los
intereses por el capital que había invertido para comprar su finca, o
estancia.

Con todo, por más importantes que sean todas estas


relaciones, a nosotros nos interesan aquí, en primer lugar, las que
existen entre el capitalista y el obrero. Y en ello, no entre cada
capitalista separado y sus obreros particulares, sino entre la clase
capitalista y la clase obrera. Y para la investigación de estas
relaciones, no es necesaria la teoría de la ganancia; por el contrario,
ella es capaz de embrollar dichas investigaciones, puesto que explica
la dependencia de la magnitud de la ganancia, de una serie de

172
Capítulo IX
La Plusvalía y la Ganancia

circunstancias que nada tienen que ver con las relaciones entre el
capital y el trabajo.

Sin embargo, sea cual fuere el aspecto que pueda adquirir la


ganancia de un capitalista aislado, su magnitud, al final de cuentas,
depende de la de la plusvalía, o sea del grado de explotación de que
se hace objeto a los obreros. Ello se refiere, en primer lugar, al
conjunto de capitalistas, puesto que la ganancia, en su totalidad, es
equivalente a toda la suma de la plusvalía, tomada también en
conjunto.

No es en base de las leyes de la ganancia, sino en la de las


leyes de la plusvalía, donde aprendemos a entender las
contradicciones de clases y la lucha de clases entre el capital y el
trabajo; y también aprendemos a comprender la particularidad del
método capitalista en la producción.

Con que, en lo sucesivo, hablaremos sólo de los valores y de


la plusvalía, partiendo de la hipótesis de que el precio es igual al
valor, y la ganancia, a la plusvalía. Aquí, nos veremos precisados a
dejar de lado la norma media de la ganancia y del precio de la
producción, lo mismo que, durante los cálculos de la ley de la caída
de los cuerpos, no se toma en consideración la resistencia del aire. 2

Desde luego, en la práctica deben ser tenidos en cuenta


también los momentos que se han dejado aquí sin considerar.

2 Esta confrontación, u oposición, de las leyes de la ganancia a las de la plusvalía, y


la afirmación de que la teoría de la ganancia es innecesaria para la explicación de
las relaciones entre la burguesía y el proletariado, es falsa, en su base. Marx señala
que la solidaridad de toda la clase de los capitalistas en la cuestión de la explotación
de la clase obrera, se explica “no solamente en virtud de la simpatía común de
clase, sino, de manera directa, inmediata, o sea de manera económica; pues, al
suponer que sean dadas todas las demás condiciones, entre ellas el valor de todo el
capital constante invertido por adelantado, la norma media de la ganancia depende
del grado de explotación de todo el trabajo, por todo el capital”. (El Capital, III, 132,
ed. ruso). Nota de la edición soviética, 1940.

173
CAPÍTULO X

LA JORNADA DE TRABAJO*

El tiempo de trabajo necesario y el tiempo de sobretrabajo o


tiempo de trabajo excedente forman en conjunto la jornada de
trabajo.

En condiciones determinadas -un grado determinado de la


productividad del trabajo, de las necesidades de la clase obrera, etc.-
el tiempo de trabajo necesario es siempre una magnitud determinada.
En nuestro ejemplo hemos aceptado que esta magnitud sea de 6
horas. Naturalmente en ningún sistema de producción la jornada de
trabajo puede ser más breve que el tiempo de trabajo necesario y en
el sistema de producción capitalista debe ser más largo que éste.
Cuanto más largo es el tiempo de sobretrabajo o tiempo de trabajo
excedente, tanto mayor -en circunstancias iguales- es la tasa de
plusvalía. El capitalista aspira a alargar todo lo posible la jornada de
trabajo. Sería feliz si pudiera hacer trabajar al obrero durante 24
horas seguidas.1

Muy a pesar suyo esto resulta imposible, pues el obrero


acabaría por desfallecer si no se le concediera una pausa para el
descanso, el sueño y la comida. De todos modos el capitalista trata
de abreviar la pausa en lo posible, para ocupar al obrero durante
todo el tiempo sobrante. La fuerza de trabajo no puede separarse de
la persona del obrero, de modo que ésta le pertenece al capitalista
durante todo el tiempo en que le pertenece el valor de uso de su
fuerza de trabajo. Todo minuto de tiempo de trabajo que el obrero
utiliza para sí, le parece al capitalista un robo perpetrado contra su
capital.2

* Tomado de Comentarios al Capital. Ediciones de Cultura Popular, México, 1975.


Karl Kautsky.
1 A raíz de una encuesta parlamentaria sobre las condiciones de trabajo de los
obreros realizada en Austria en el año 1883, pudo constatarse que en varias
hilanderías de Brúnn se trabajaba sin interrupción desde la mañana del sábado
hasta la del domingo. Desgraciadamente esta encantadora costumbre no se limita
sólo a Brúnn y a las hilanderías.
2 Los obreros ingleses, -y sin duda también otros-, saben ridiculizar muy bien el
celo del capitalista para impedir que el obrero le quite un segundo de la jornada
Capítulo X
La Jornada de Trabajo

Pero precisamente porque la fuerza de trabajo y el obrero


están ligados indisolublemente, el interés de éste exige la mayor
reducción posible del tiempo de trabajo. Durante el proceso de
producción el trabajador no es más que una parte del capital; sólo se
convierte en hombre cuando deja de trabajar. Sin embargo al lado de
éste motivo moral a favor de la reducción del tiempo de trabajo,
existe también otro puramente material. El capital aspira a quitarle
al obrero más de lo que le corresponde según las leyes del cambio de
las mercancías.

Comprando el capitalista en su justo valor la fuerza de


trabajo diaria, tiene el derecho de utilizar su valor de uso por un día
es decir puede emplear diariamente la fuerza de trabajo, mientras no
resulte perjudicial para su reproducción. Si alguien compra los
frutos de un manzano y para sacarle una ganancia mayor al árbol,
no corta sólo las manzanas, sino corta también las ramas para
vender la madera, viola el contrato que aceptó pues el árbol no podrá
producir tantos frutos en la estación siguiente como en la anterior.
Lo mismo ocurre si el capitalista hace trabajar demasiado al obrero:
esto se realiza a costa de la capacidad de trabajo del obrero y de la
duración de su vida. Si por el exceso de trabajo la duración de
capacidad de trabajo del obrero se reduce de 40 a 20 años esto
significa simplemente que por término medio el capital ha utilizado
durante un día el valor de uso de dos jornadas; ha pagado al obrero
la fuerza de trabajo de un día, quitándole la fuerza de trabajo de dos
días. El capitalista predica a los obreros la economía y la sabia

de trabajo que él ha comprado. Circula, por ejemplo, entre ellos la siguiente


anécdota acerca del propietario de una cantera.
Un obrero de dicha cantera fue arrojado al aire por una carga de dinamita que
estalló antes de lo previsto, y cayó al suelo asombrosamente ileso. Al pagarle el
salario el patrón le descontó el tiempo que había permanecido en el aire, y por
consiguiente no había trabajado. Se cuenta que algo análogo ha ocurrido realmente
durante la construcción del acueducto Croton en el estado de Nueva York. Se
estaba perforando una montaña. Las minas que estallaban en el túnel producían
olas de gases perjudiciales que a veces aturdían a los obreros, y que hasta les
incapacitaban para trabajar por breves instantes (fracciones de horas). Este tiempo
se les restó de su salario. En Zurcí un fabricante entusiasta del “eterno femenino”
restaba al salario de sus empleadas el tiempo que habían pasado con él en su
oficina.

176
Capítulo X
La Jornada de Trabajo

previsión, y por otra parte los obliga a desperdiciar lo único que


poseen su fuerza de trabajo.3
Aquí no se trata del capitalista como persona privada, sino
del capitalista representante del sistema de producción capitalista
cuyas órdenes él cumple, sin que importe al caso si lo hace
impulsado por codicia personal o por la competencia.

Como vemos, existe una contradicción entre los intereses de


la clase obrera y de la capitalista. La primera aspira a reducir en
todo lo posible la jornada de trabajo; la segunda tiende a prolongarla
todo lo posible. El resultado de esta oposición entre las dos clases es
una lucha que continúa en nuestros días, pero que ya existía desde
siglos atrás y que siempre fue de extraordinaria importancia
histórica. En esta lucha se ha puesto de manifiesto la solidaridad de
los intereses de los proletarios; esta lucha ha promovido la
organización de la clase obrera y la evolución del movimiento obrero
como movimiento político. La más importante de las consecuencias
prácticas de esta lucha es la reglamentación oficial de la jornada de
trabajo, la jornada de trabajo normal.

Antes que en otros países y más agudamente, las condiciones


y causas de esta lucha se han presentado en Inglaterra, cuna de la
industria moderna, donde por consiguiente también se ha
solucionado más rápidamente que en otras partes.

3 Marx cita el siguiente pasaje de un artículo del Dr. Richardson en la “Sociedad


Science Review”, de 1863: “En Marylebone (uno de los barrios más poblados de
Londres) los herreros mueren en un porcentaje anual del 31 por 1,000, es decir el
11 por 1,000 más que la mortalidad media de los hombres adultos en Inglaterra. Su
oficio, que es un arte así instintivo de la humanidad y de por sí irreprochable, se
toma por el sólo exceso de trabajo, es perjudicial y hasta mortífero para el hombre.
Este puede por ejemplo dar todos los días un determinado número de martillazos,
puede caminar tantos pasos, respirar tantas veces el aire, producir cada día cierta
cantidad de trabajo y vivir por termino medio 50 años. En cambio se le obliga a dar
más martillazos, caminar más pasos, respirar más veces para aumentar en una
proporción parte de la producción diaria. Se esfuerza, por lograrlo y el resultado es
que consigue aumentar en una cuarta parte de la producción diaria, pero en vez de
morir a los 50 años, muere a los 37.

177
Capítulo X
La Jornada de Trabajo

Los obreros de la industria inglesa fueron los campeones no


sólo de la clase obrera inglesa sino de todo el proletariado moderno,
así como sus economistas fueron los primeros en atacar la teoría del
capital.
En ninguna parte puede seguirse con mayor claridad la lucha
por la limitación de la jornada de trabajo y sus causas como en
Inglaterra, cuya prensa, debates parlamentarios, comisiones
investigadoras e informes oficiales, sobre todo los de los inspectores
de fábricas, ofrecieron un abundante material, que no puede
encontrase en ningún otro país, material único en la época en que
Marx terminó la primera parte de El Capital (1866).

Por eso Marx ha descrito tan detenidamente la lucha por la


jornada normal de trabajo, tal como se ha desarrollado en Inglaterra.
Su exposición se completa con el libro de Engels La situación de la
clase obrera en Inglaterra. Este libro llega hasta el año 1844; el de
Marx, hasta 1866. Sin embargo su descripción de la lucha por la
jornada normal de trabajo posee aún hoy un interés que no es
meramente histórico. Las condiciones a que se refiere, las tretas, las
intrigas y subterfugios del capital para alargar en lo posible la
jornada de trabajo o convertir en ilusoria su reducción forzada, la
actitud de los partidos políticos y de la clase obrera frente a estas
maquinaciones –todo ello es tan característico- que su ulterior
evolución en el continente parece un plagio de lo acaecido en
Inglaterra.

Las condiciones que Engels describió hace 40 años y Marx


hace 20, pueden hallarse todavía muy vivientes en nuestro medio.
Las escasas investigaciones privadas e informes oficiales que se
conocen acerca de las condiciones de la industria alemana y
austriaca, no son más que una ilustración viviente de las
afirmaciones de El Capital. En el prólogo de su libro Marx afirma que
ha concedido tanto lugar en el primer libro de El Capital a “la
historia, el contenido y los resultados de la legislación industrial
inglesa”, porque una nación puede y debe aprender de otra y porque
su propio interés impone a las clases dominantes la eliminación de
todos los obstáculos controlables legalmente, que impiden el
desarrollo de la clase obrera. Y en realidad las afirmaciones de Marx
no carecieron completamente de éxito. Los hechos que reveló eran
tan evidentes e irrefutables que no dejaron de hacer impresión no

178
Capítulo X
La Jornada de Trabajo

sólo en la clase obrera, sino también en miembros sensatos de las


clases dominantes. Los adelantos en la legislación industrial de
Suiza, Austria y Alemania se deben en gran parte a la influencia de
El Capital.
Pero el número de los miembros sensatos libres de prejuicios
de clase de la burguesía, y la influencia política de la clase obrera,
son aún muy escasos, y la impresión preponderante que se recibe al
leer lo que escribe Marx sobre la legislación industrial, no es de
satisfacción por lo que se ha conquistado, sino de vergüenza por la
enorme ignorancia que domina todavía entre nosotros respecto a la
legislación fabril, que permite que en los parlamentos europeos se
saquen a relucir argumentos cuyo absurdo ha sido demostrado en
Inglaterra por los hechos mismos y que allí en el “país del
manchesterismo”, al que tan frecuentemente se mira con altanería
de fariseos, ya han sido superados.

Resulta imposible reproducir aquí más detalladamente la


exposición de El Capital acerca de la jornada de trabajo. 4
Recordamos a todos los que pueden hacerlo, estudiar directamente
en El Capital los detalles de las condiciones de trabajo en las
distintas ramas de la industria inglesa, donde la jornada de trabajo
no estaba sometida a limitación legal alguna; el trabajo nocturno, del
sistema de los turnos y de la lucha por la jornada normal.5 No
existen mejores armas para la legislación de protección al obrero,
que los capítulos ocho y trece de El Capital.

En la reglamentación estatal de la jornada de trabajo en


Inglaterra podemos constatar dos corrientes opuestas: una que va
desde el siglo XIV al XVII, período en el cual se promulgan leyes para
la prolongación de la jornada de trabajo: otra que empieza en los
comienzos del siglo XIX, con una tenencia legislativa a su reducción.

4 He tratado este tema con mayor profusión de detalles y considerando los


acontecimientos más recientes, en mi folleto: La protección del obrero, en especial la
legislación internacional de protección al obrero y a la jornada de ocho horas.
Núrenberg, 1890.
5 Aquí, y en todas partes en lo sucesivo. “Una jornada normal”, se usa en el sentido
de normalizado, esto es de una jornada limitada por vía legislativa. Nota de la
edición soviética, 1940.

179
Capítulo X
La Jornada de Trabajo

En los comienzos del desarrollo del sistema de producción


capitalista el capital era todavía demasiado débil para arrancarle al
obrero una cantidad considerable de sobretrabajo o trabajo
excedente por la sola fuerza de las condiciones económicas. Todavía
en el siglo XVIII, se daba el caso de quejas contra los trabajadores
industriales de Inglaterra porque trabajaban sólo cuatro días por
semana, porque sólo con esos días de trabajo ganaban lo suficiente
para poder vivir toda la semana.

Para rebajar los salarios y prolongar el tiempo de trabajo se


proyectó en aquella época encerrar a los vagabundos y mendigos en
una casa de trabajos forzados, que debía ser una casa de horror. En
esa casa de horror la jornada de trabajo duraría doce horas.

Cien años después, en 1863, en el “siglo del humanismo”,


una comisión investigadora constató que en las alfarerías de
Staffordshire se hacía trabajar jornadas de quince horas, día tras día,
a niños de siete años.

El capital ya no necesitaba de leyes coercitivas y presidios


para imponer a los obreros el sobretrabajo o trabajo excedente; se
había convertido en un poder económico al que el trabajador debía
someterse indefenso. A partir del último tercio del siglo XVIII se
produjo en Inglaterra una verdadera carrera del sobretrabajo o
trabajo excedente, en la que los capitalistas competían para
superarse recíprocamente en la prolongación desmesurada del
tiempo de trabajo.

La clase obrera decaía con terrible rapidez física y


moralmente; degeneraba visiblemente de año en año; ni la periódica
renovación de la sangre por la afluencia de los trabajadores del
campo hacia los distritos fabriles lograba detener el proceso de
destrucción.

En 1863 un orador de la cámara baja, Ferrand, pudo decir:


“La industria algodonera sólo cuenta noventa años. En tres
generaciones de la raza inglesa ha devorado a nueve generaciones de
obreros del algodón”.

180
Capítulo X
La Jornada de Trabajo

Pero los fabricantes no se dejaban desconectar. Pese al rápido


desgaste de vidas humanas no se producía ninguna merma en las
fuerzas de trabajo disponibles: desde la llanura, desde Escocia,
Irlanda, Alemania, afluían en masa hacia los distritos industriales
ingleses y hacia Londres, los candidatos a la muerte, que emigraban
de su patria ya por la ruina de la industria local o por la
transformación de los campos de cultivo en campos de pastoreo,
etc.

Pero si bien la perspectiva de la decadencia de la población


inglesa no impedía a la clase de los fabricantes como tal, prolongar la
jornada de trabajo, debió despertar sin embargo la preocupación de
los estadistas ingleses y hasta de los miembros más previsores de
esta misma clase. ¿Qué sería de Inglaterra y qué de su industria, si
el capitalismo seguía absorbiendo en tal medida a su población?

Así como se hizo necesario en todos los estados capitalistas


poner coto a la destrucción de los bosques por parte del capital, así
se impuso también la necesidad de limitar la explotación rapaz de la
fuerza de trabajo nacional. Los estadistas que reconocieron esa
necesidad fueron estimulados por el movimiento obrero inglés, el
primer movimiento moderno de este tipo.

Ya Roberto Owen señaló al comienzo de nuestro siglo, la


necesidad de una limitación de la jornada de trabajo e introdujo
realmente en su fábrica y con el mejor éxito la jornada de diez horas
y media. El movimiento obrero, que a partir del año veinte asumió
proporciones siempre más imponentes, y que organizado desde 1835
como Partido Cartista arrancó a las clases dominantes de Inglaterra
una concesión tras otra; se había propuesto como fin principal el
sufragio universal y la jornada de diez horas.

La tenacidad y exasperación con que se desarrolló esta lucha:


la astucia que pusieron en juego capitalistas y juristas para anular
toda concesión conquistada; el coraje y la energía con que los
inspectores de fábrica intervinieron en favor de la clase obrera, hasta
enfrentar a los ministros del Estado, destacándose por sobre todos
ellos Leonardo Horner, cuya memoria debe ser honrada por los
obreros del mundo, las promesas de los librecambistas a los
trabajadores de conceder la jornada de diez horas, mientras los

181
Capítulo X
La Jornada de Trabajo

necesitaron, para romper luego con el más desvergonzado cinismo su


promesa, apenas consiguieron la supresión de los derechos de
importación en fin, la actitud amenazante de los obreros que
impusieron la jornada de diez horas por lo menos para algunas
categorías de trabajadores; todo ello se describe con vivacidad y
abundancia de detalles y citas en El Capital.

Desde el comienzo del año cincuenta el movimiento obrero en


Inglaterra ha entrado en cauces más tranquilos. No pudo sustraerse
a la repercusión de la derrota de la clase obrera en París y de la
represión pasajera de la revolución en todo el continente. Por otra
parte, poco a poco, se realizaron en lo esencial las aspiraciones del
movimiento cartista, a la vez que la industria inglesa tomaba un
colosal incremento a costa de la industria de otros países, en cuyo
torbellino fue arrastrada también la clase obrera inglesa, que por
consiguiente creyó que existía una armonía entre los intereses del
capital y del trabajo ingleses frente al capital y al trabajo extranjeros.

No obstante, la legislación industrial inglesa ha continuado


progresando aún en este período de tranquilidad. Por la ley del 27 de
mayo de 1878 han sido finalmente simplificadas y codificadas todas
las conquistas legislativas desde el año 1802 a 1874, que abarcan
dieciséis diversas leyes de fábrica. La conquista más importante de
esta ley consiste en la anulación de la distinción entre fábrica y
taller. Esta ley de protección del obrero no vale sólo para las fábricas
sino también para los talleres menores y hasta en cierto grado para
la industria doméstica. Es verdad que la protección de la ley no se
extiende a los obreros adultos, sino sólo a los niños, a los jóvenes y a
las mujeres. Los niños menores de diez años están absolutamente
excluidos del trabajo industrial. Los niños de diez a catorce años
pueden trabajar sólo la mitad del horario de los jóvenes (catorce a
dieciocho años) y de las mujeres. Para éstos el trabajo semanal es de
sesenta horas, con excepción de las fábricas textiles en las que sólo
se permite 56 ½ horas. Los domingos, Navidad y Viernes Santo
queda prohibido trabajar a todas las personas comprendidas en esta
ley. Además hay que concederles cuatro días feriados y ocho medio
feriados (que no sean domingos) por año, de los cuales la mitad por
lo menos deben ser en el período señalado entre el 15 de marzo y el
1º. de octubre.

182
Capítulo X
La Jornada de Trabajo

Naturalmente, en la mayoría de los casos se reduce a diez


horas también el tiempo de trabajo de los hombres, en las fábricas
donde éstos trabajan con mujeres y niños. Cuan necesaria es sin
embargo la extensión de esta ley a los hombres adultos lo demuestra
la miserable situación de los obreros ingleses en las ramas del
trabajo no protegido legalmente, que se hallan excluidos de aquel
núcleo privilegiado de trabajadores que merced a una serie de
circunstancias favorables constituyen una aristocracia del
trabajo.

En las filas de estas capas de obreros no protegidos y


explotados ha surgido en los últimos años un poderoso movimiento
que se propaga también a los obreros de mejor posición y domina a
todo el movimiento obrero inglés. Su primera aspiración es la
reducción legal de la jornada de trabajo a ocho horas, sosteniendo
que la protección de la ley no debe abarcar como en el pasado sólo a
las mujeres y a los niños, sino que debe hacerse extensiva también a
los hombres adultos.

Naturalmente, contra el movimiento de las ocho horas se


levantan las mismas objeciones que se presentaban antes contra el
movimiento a favor de las diez horas y que ya entonces se revelaron
como infundadas. Ni una sola de las siniestras profecías de los
adversarios de la jornada normal de diez horas, se ha cumplido.

Al contrario, las consecuencias de la jornada normal fueron


extraordinariamente favorables. La jornada normal ha salvado
efectivamente de su destrucción a la clase obrera de Inglaterra y con
ello de la ruina, a la industria inglesa. Lejos de obstaculizar el
desarrollo de la industria, la introducción de la ley de las diez horas
fue acompañada por un incremento inaudito de la industria inglesa.
En la Inglaterra mercantilizada por el espíritu de Manchester la
jornada normal se ha convertido en una institución nacional, que
nadie se atrevería a atacar. Hasta los fabricantes que otrora trataron
por todos los medios de impedir la introducción y luego la aplicación
de la jornada normal, se vanaglorian ahora de ella y afirman que es
una de las causas principales de la superioridad de la industria
inglesa sobre la europea continental.

183
Capítulo X
La Jornada de Trabajo

El ejemplo de Inglaterra y la evolución del capitalismo con sus


consecuencias en los países del continente, han demostrado a toda
Europa la necesidad de una reglamentación del tiempo de trabajo, la
que ha sido puesta en práctica en mayor o menor escala, según la
importancia del movimiento obrero y el criterio de los partidos
políticos dominantes, es decir, según el grado de superación del
estrecho punto de vista de los fabricantes.

La más adelantada entre las legislaciones de protección al


obrero es, sin duda, la de la Confederación Suiza. La ley federal del
23 de marzo de 1877, que reemplazó las diversas leyes cantonales de
fábrica, existentes en aquel entonces, establece una jornada de once
horas para todos los obreros fabricales. Es más amplia que la ley
inglesa, que no protege a los hombres adultos, pero es más atrasada
en cuanto fija en 11 horas, en vez de 10 el tiempo máximo de trabajo
y no abarca en su radio de acción a los talleres menores y a la
industria doméstica.6

Para los niños menores de 14 años, el trabajo en las fábricas


se halla totalmente prohibido; para los niños de 14 a 16 años el

6 En cuanto a la necesidad de la extensión de la legislación obrera a la industria


doméstica, reproduciremos aquí las disposiciones más importantes de la ley inglesa
de 1878, mencionada más arriba. Dice así: “Dondequiera que se emplee a personas
en casa privada, pieza o local, que aunque sirva de vivienda, se halle comprendido
en esta ley como fábrica o taller por razón de la actividad productiva allí
desarrollada, en cuyo proceso de producción no se utilice ni vapor ni agua, ni otra
fuerza mecánica, y donde las personas ocupadas sean exclusivamente miembros de
la familia que vive allí mismo, no tendrán aplicación las disposiciones legales que
preceden acerca del trabajo de los niños, personas jóvenes y mujeres, sino que
serán observadas en su lugar las reglas que siguen”. Después de esta definición del
taller industrial doméstico siguen las prescripciones que lo rigen: En lo esencial se
establece que: El trabajo de una persona joven (de 14 a 18 años) no debe empezar
antes de las 6 de la mañana, ni terminar después de las 9 de la noche (los sábados
a las 4 de la tarde). Durante este tiempo deben concedérsele por lo menos 4 ½ horas
de pausa para las comidas, etc. (los sábados 2 ½ horas).

El trabajo de los niños (de 10 a 14 años) empieza a las 6 de la mañana y termina a


la 1 de la tarde, o empieza a la 1 de la tarde y termina a las 8 de la noche (los
sábados a las 4 de la tarde). No debe ocuparse a un niño por más de 5 horas
consecutivas, debiéndosele conceder cada vez una pausa de por lo menos ½ hora).

184
Capítulo X
La Jornada de Trabajo

tiempo de instrucción en la escuela y el del trabajo en la fábrica, no


deben pasar en conjunto de las once horas diarias.

Francia obtuvo su primera legislación industrial en 1841.


Fijaba en 8 horas el trabajo diario de los niños entre 8 y 12 años y en
12 horas el de los niños entre 12 y 16 años. Pero hasta esta
miserable ley sólo quedó en el papel, igual que la jornada normal de
12 horas para todos los talleres y fábricas, ley cuya sanción había
sido impuesta bajo la presión de la revolución de 1849. Faltaban
inspectores que vigilasen la aplicación de la ley. Es con la ley del 19
de mayo de 1874 que se dio el primer paso hacia una legislación más
seria de protección al obrero. Esta prohíbe el trabajo de los niños
menores de 12 años en ciertas ramas de la industria y prohíbe
totalmente el trabajo de los niños menores de 10 años. Fija en 6
horas la jornada de trabajo de los niños de 10 a 12 años, y en 12
horas la de los jóvenes de 12 a 16 años. Para la aplicación de esta ley
fueron instituidos inspectores de fábrica, apoyados por comisiones
locales.

En Austria rige desde el 11 de junio de 1885 la jornada


normal de once horas para las fábricas, si bien existe una cláusula
que permite al ministro de hacienda prolongar en una hora la
jornada de trabajo para ciertas ramas de la industria. 7

Los niños menores de 12 años no pueden ser empleados


regularmente en el trabajo industrial (ni en talleres menores). Para
“ayudantes jóvenes” -para los sabios del parlamento austriaco y
también para los otros países, la infancia termina a los 12 años,
edad en la que el niño se convierte ya en una “persona joven”- el
máximo de trabajo diario se establece en 8 horas.

Mucho peor que las legislaciones de protección obrera


consideradas hasta aquí es la de Alemania, aunque es la más
reciente de entre ellas. La ley industrial de protección al obrero,
actualmente en vigor, data de mayo de 1891. Establece que no puede
emplearse en las fábricas a niños menores de 12 años; los niños de
13 a 14 años no pueden trabajar más de 6 horas diarias; los de 14 a
16, no más de 10 horas. Para las obreras de 16 años se establece

7 De toda la ley parece que esta cláusula es la que ha obtenido mayor aplicación.

185
Capítulo X
La Jornada de Trabajo

una jornada normal de 11 horas. En cambio los trabajadores adultos


pueden seguir siendo explotados arbitrariamente como en el pasado.

Las leyes de protección al obrero en los demás países de


Europa son más bien insignificantes. Se refieren casi exclusivamente
a los niños que trabajan.

En los Estados Unidos de América, los estados de Maine,


Nueva Hampshire, Vermont, Massachussets, Rhode Island,
Connecticut, Nueva York, Nueva Jersey, Pensylvania, Maryland y
Ohio poseen leyes de protección a los niños en las fábricas y por lo
general también a las mujeres. La mayoría establece una jornada de
trabajo de diez horas como máximo, para las personas comprendidas
en la ley; sólo Rhode Island establece un máximo de once horas. El
trabajo de los niños menores de 13 años está prohibido en
Pensylvania; el de los menores de 12 años en Rhode Island; el de los
menores de 10 años en Nueva Hampshire, Vermont, Massachussets
y Nueva Jersey. En los demás estados no existe límite de edad. En
general en los Estados Unidos va ganando terreno, si bien no
legalmente, por lo menos de hecho, la jornada de ocho horas. Lo
mismo sucede en Australia.

Por fin en los últimos años están surgiendo y prolongándose


aspiraciones que tratan de transformar la reglamentación de la
jornada de trabajo, hasta ahora circunscripta a las fronteras
nacionales, en una cuestión internacional común a todos los estados
capitalistas. Al principio abogaron en este sentido los obreros de
Suiza, Francia, Alemania y Austria, pero con el tiempo también los
gobiernos se vieron en la necesidad de considerar este problema. El
gobierno federal de Suiza fue el primero en declararse en favor de
una legislación internacional de protección al obrero. Pero sus
esfuerzos para interesar también a otros gobiernos fracasaron frente
a la actitud negativa del gobierno del imperio alemán. La jornada
normal era un tema de horror para Bismark. La caída del Canciller
de Hierro abrió el camino al progreso de la protección obrera en
Alemania; durante un tiempo la nueva tendencia pareció orientarse
decididamente hacia las reformas sociales. Entre otros puntos de su
programa hizo suya también la idea de una legislación internacional
de protección obrera. En marzo de 1890, el emperador Guillermo II
convocó en Berlín una conferencia de representantes de los estados

186
Capítulo X
La Jornada de Trabajo

europeos para la discusión de este proyecto. Como se sabe esta


conferencia no tuvo éxito.
En cambio la acción internacional de la clase obrera a favor
de la jornada de ocho horas, iniciada con el Congreso Internacional
de París de 1889, ha adquirido ya la importancia de un movimiento
histórico mundial. La celebración del 1º. de Mayo, que constituye
una demostración a favor de la protección internacional al obrero, se
ha convertido en una grandiosa manifestación de la victoria del
proletariado internacional en lucha.

187
CAPÍTULO XI

LA PLUSVALÍA DEL “PEQUEÑO PATRONO” Y LA PLUSVALÍA DEL


CAPITALISTA*

Supuesto el valor de la fuerza de trabajo y por consiguiente el


tiempo de trabajo necesario para el sustento del obrero y su familia,
la tasa de la plusvalía determina también la masa de la plusvalía
producida individualmente por un obrero. Si el valor de la fuerza de
trabajo es de 3 marcos y la cuota de la plusvalía es de 100 por 100,
la masa de la plusvalía que esta fuerza produce será igual a 3
marcos. ¿Pero cuál es la masa total de plusvalía que recibe el
capitalista, supuestas determinadas condiciones? Supongamos que
ocupe a 300 obreros en las condiciones más arriba mencionadas,
que el capital variable que invierte diariamente sea igual a 900
marcos, y la tasa de plusvalía 100 por 100. Su masa diaria será
también de 900 marcos.

“La masa de la plusvalía es igual a la cantidad adelantada de


capital variable, multiplicado por la tasa de plusvalía”.

Disminuyendo uno de estos factores y aumentando el otro,


puede sin embargo conservarse igual la masa de la plusvalía. Y
recíprocamente, aumentando uno de esos factores puede obtenerse
una disminución proporcional del otro, sin que se modifique la masa
de la plusvalía. Aclaremos esto con algunos ejemplos. Un capitalista
ocupa a 300 obreros; el tiempo de trabajo necesario es de 6 horas, el
valor de la fuerza de trabajo suma 3 marcos; la jornada de trabajo es
de 12 horas. La masa de plusvalía producida diariamente será igual
a 900 marcos. Supongamos que la docilidad de los obreros le
permita al capitalista elevar a 15 horas el tiempo de trabajo. La tasa
de la plusvalía importará 150 por 100:

9 horas de sobretrabajo
6 horas de trabajo necesario

* Tomado de Comentarios al Capital. Ediciones de Cultura Popular, México, 1975.


Karl Kautsky.
Capítulo XI
La Plusvalía del “Pequeño Patrono” y la Plusvalía del Capitalista

Para producir como antes la misma masa de plusvalía (900


marcos), el capitalista ya no necesita anticipar 900 marcos de capital
variable, sino sólo 600 marcos; en lugar de 300 obreros basta ahora
200.

Pero si los obreros no son dóciles, si por el contrario,


mediante una huelga victoriosa obtienen la reducción del tiempo de
trabajo de 12 a 9 horas, la tasa de la plusvalía importará ahora sólo
el 50 por 100:

3 horas de sobretrabajo
6 horas de trabajo necesario

Para producir la misma masa de plusvalía que antes, el


capitalista debe emplear ahora a 600 obreros, tiene que anticipar
1800 marcos de capital variable.

Ciertamente necesitamos no subrayar que el primer caso le


ha de resultar más agradable. El capitalista aspira a acrecentar al
máximo la masa de la plusvalía; pero le conviene intentarlo elevando
la tasa de la plusvalía, y no incrementar el capital variable
aumentando el número de los obreros empleados.

Sin embargo la tasa de la plusvalía no puede fijarse


arbitrariamente; en determinadas condiciones es siempre una
magnitud más o menos determinada. Dada la tasa de la plusvalía, la
producción de una determinada masa de plusvalía exige la inversión
de una determinada cantidad de capital variable, que la produce y de
una determinada cantidad de capital constante que la absorbe.

Esta circunstancia ha adquirido importancia histórica.

Ya antes del desarrollo del capitalismo se emplearon


trabajadores asalariados, que producían plusvalía. Esto ocurría por
ejemplo en los gremios de artesanos de la Edad Media. Pero el
número de los operarios empleados por un maestro artesano era
pequeño, y por ende también era pequeña la masa de la plusvalía
que el maestro se embolsaba. Por lo general no bastaba para
ofrecerle una entrada adecuada y tenía que meter también él las

190
Capítulo XI
La Plusvalía del “Pequeño Patrono” y la Plusvalía del Capitalista

manos en la obra; el “pequeño” maestro no es un obrero asalariado,


pero tampoco es un capitalista: está en una posición intermedia
entre ambos.

Para que la persona que emplea a trabajadores asalariados se


convierta en un verdadero capitalista debe ocupar a un número de
obreros tal, que la masa de la plusvalía producida por ellos no sólo le
asegure una existencia “decorosa”, sino que le permita también
aumentar constantemente su riqueza, como que bajo el sistema de
producción capitalista, representa, como en seguida veremos, una
necesidad imperiosa.

No toda suma de dinero permite a su poseedor convertirse en


capitalista. Para que un poseedor de dinero se convierta en
capitalista industrial su reserva de dinero debe ser lo bastante
grande como para permitirle comprar una cantidad de fuerzas de
trabajo y de medios de producción que superen el alcance de la
empresa artesana. También debe hallarse libre de todas las trabas
que le prohíben elevar el número de los obreros hasta y más allá de
la medida necesaria. El gremio de artesanos en la Edad Media trató
de impedir la transformación del maestro artesano en capitalista,
limitando el número de obreros asalariados que un solo maestro
tenía derecho a emplear.

“No fue el antiguo maestro artesano sino el comerciante,


quien se convirtió en patrón del moderno taller (capitalista). (Miseria
de la filosofía, ed. alemana, pág. 135).

El maestro artesano adquiere plusvalía, pero todavía no es un


capitalista completo.

El trabajador directo asalariado de los gremios produce


plusvalía, pero aún no es del todo el asalariado proletario.

El maestro artesano trabaja todavía personalmente. El


capitalista, en cambio, sólo dirige y vigila el trabajo de otros.

El oficial emplea aún los medios de producción; éstos están


allí para permitirle y aliviarle el trabajo. Es ayudante y colaborador

191
Capítulo XI
La Plusvalía del “Pequeño Patrono” y la Plusvalía del Capitalista

del maestro; quiere y puede normalmente llegar algún día también él


a ser maestro.

En cambio, en el sistema de producción capitalista, el obrero


asalariado es el único que trabaja en el proceso de producción; es
una fuente de plusvalía que aprovecha el capitalista. Ahora los
medios de producción sirven ante todo para absorber la fuerza de
trabajo del obrero; ya no es el trabajador quien los emplea, sino que
son ellos los que emplean al trabajador, que realmente jamás puede
convertirse en capitalista. Los útiles de trabajo ya no están para
facilitarle al obrero su tarea, sino que contribuyen a encadenarlo.

Echemos un vistazo a una fábrica capitalista: vemos ahí,


miles de husos, miles de quintales de algodón. Han sido comprados
para valorizarse, es decir, para absorber plusvalía. Pero esto sólo es
posible agregándoles trabajo. Por consiguiente, exigen más y más
trabajo. La finalidad de la máquina hiladora no es aliviarle al obrero
su tarea; el hilador se encuentra frente a la máquina para que ésta
se valorice. Los husos corren y necesitan fuerza humana de trabajo:
el obrero tiene hambre, pero el huso sigue moviéndose, y él se ve
obligado a engullir su almuerzo, mientras sirve a la máquina. Sus
fuerzas desfallecen, quiere dormir, pero los husos siguen corriendo
incansables, piden más y más trabajo; porque los husos se mueven,
el obrero no puede dormir.

La máquina muerta ha esclavizado al trabajador viviente.

192
CAPÍTULO XII

LA PLUSVALÍA RELATIVA*

Si el tiempo de trabajo necesario –es decir la parte de la


jornada durante la cual se produce solamente un valor equivalente al
que debe desembolsar el capital para comprar la mercancía fuerza de
trabajo-, es una magnitud determinada, la tasa de la plusvalía sólo
puede aumentarse prolongando la jornada de trabajo. Si, por ejemplo,
el tiempo de trabajo necesario es fijo e importa 6 horas diarias, no
variando las condiciones de producción, sólo puede aumentarse la
tasa de la plusvalía alargando la jornada de labor.

En el capítulo cuarto hemos visto las consecuencias de este


hecho.

Pero la jornada no puede alargarse hasta el infinito. El ansia


del capitalista de prolongarla encuentra límites naturales en la
extenuación del obrero, frenos morales en su derecho a una libre
actividad como ser humano, y obstáculos políticos en la limitación
legal forzosa de la jornada de trabajo, conquistada merced a varias
circunstancias.

Supongamos que la duración de la jornada haya llegado a un


punto tal que ya no pueda prolongarse en las condiciones dadas, y
que este limite sea de 12 horas de trabajo, que el tiempo de trabajo
necesario sea de 6 horas, y la tasa de la plusvalía, por consiguiente,
de 100 por 100.

¿Cómo aumentar esta tasa? Muy sencillamente. Rebajando el


tiempo de trabajo necesario de 6 a 4 horas; la duración de la jornada
es la misma, pero la relación entre las partes de que se compone: el
tiempo de trabajo necesario y el tiempo de trabajo suplementario, ha
cambiado. Con ello se ha modificado también la tasa de trabajo
necesario de 6 a 4 horas, en la jornada de 12 horas, la tasa de la
plusvalía ha subido de 100 a 200, se ha duplicado. Esto se

* Tomado de Comentarios al Capital. Ediciones de Cultura Popular, México, 1975.


Karl Kautsky.
Capítulo XII
La Plusvalía Relativa

comprenderá más fácilmente representando la duración de la


jornada de trabajo y sus partes con segmentos de recta de cierta
longitud. Supongamos que la línea A – B represente una jornada de
trabajo de doce horas, la fracción de línea A – C el tiempo de trabajo
necesario, la fracción C – B el tiempo suplementario:

¿Cómo puede alargar C – B en dos unidades, que representan


horas de trabajo, sin alargar, sin prolongar A – B? Abreviando A – C:

En el primer caso C – B es igual a A + C. En la segunda C – B


es el doble de A – C.

Vemos entonces que es posible obtener plusvalía no sólo por


una prolongación absoluta de la jornada de trabajo, sino también por
una reducción del tiempo de trabajo necesario.

Marx llama plusvalía absoluta a la plusvalía producida por la


prolongación de la jornada de trabajo; y plusvalía relativa a la
plusvalía que proviene de la reducción del tiempo de trabajo
necesario y de la modificación correspondiente en la relación de las
dos partes de que se compone la jornada de trabajo.

194
Capítulo XII
La Plusvalía Relativa

La aspiración del capitalista a aumentar en la última forma la


plusvalía, se revela sin disimulo en sus tentativas de rebajar el
salario. Pero ya que en determinadas condiciones el valor de la
fuerza de trabajo es una magnitud determinada, esta aspiración del
capitalista sólo puede tender a rebajar el precio de la fuerza de
trabajo por debajo de su valor. Por más que este hecho sea de suma
importancia en la práctica, no podemos considerarlo aquí, donde
tratamos los fundamentos del movimiento económico y no sus
manifestaciones exteriores.

Por el momento debemos partir de la hipótesis de que todo se


desenvuelve normalmente, que el precio corresponde al valor, es
decir que el salario es equivalente al valor de la fuerza de trabajo.
Aquí no nos interesa investigar cómo puede rebajarse el salario del
obrero por debajo del valor de la fuerza de trabajo, y las
consecuencias que ello comporta, sino cómo se reduce el valor de la
fuerza de trabajo.

En determinadas condiciones el trabajador tiene ciertas


necesidades; su sustento y el de su familia exige una cantidad de
valores de uso. Estos objetos de uso son mercancías y su valor se
establece por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su
producción. Todo esto ya se halla aclarado y se hacen innecesarias
ulteriores explicaciones. Disminuyendo el tiempo de trabajo medio
necesario para la producción de dichos objetos de uso, baja también
el valor de estos productos y por consiguiente también el valor de la
fuerza de trabajo del obrero y el valor de la parte de la jornada de
trabajo necesaria para la reproducción de este valor, sin reducirse
por ello las necesidades acostumbradas del obrero. En otras
palabras: aumentando la fuerza productiva del trabajo, baja, en
determinadas circunstancias, el valor de la fuerza de trabajo. Pero
sólo en determinadas condiciones, es decir sólo cuando el
crecimiento de la productividad del trabajo reduce el tiempo de
trabajo necesario para la producción de los medios de subsistencia
que necesita normalmente el obrero. Si este acostumbra llevar
zapatos, en lugar de ir descalzo, el valor de la fuerza de trabajo
disminuirá si para la producción de un par de botas ya no se
necesitan 12 horas de trabajo, sino 6. Pero si se duplica la
productividad del trabajo del tallista o del que hace encajes, eso no
influirá en el valor de la fuerza de trabajo del obrero.

195
Capítulo XII
La Plusvalía Relativa

El aumento en la productividad del trabajo sólo puede ser


causado por un cambio en el proceso de producción, por una mejora
de los medios o de los métodos de trabajo. De modo que la producción
de la plusvalía relativa depende de una revolución en el proceso del
trabajo.

Esta revolución y el perfeccionamiento continuo del sistema


de producción constituyen una necesidad natural para el sistema de
producción capitalista.

Sin duda el capitalista aislado no advierte necesariamente


que cuanto más barato produce, tanto más baja el valor de la fuerza
de trabajo y tanto más aumenta, en condiciones iguales la plusvalía.
La competencia le obliga a introducir siempre nuevas mejoras en el
proceso de la producción. El ansia de adelantarse a sus
competidores le mueve a aceptar procedimientos que le permitan
producir en un tiempo de trabajo menor al tiempo medio necesario,
la misma cantidad de mercancías que antes. La competencia obliga,
a su vez, a sus competidores a introducir, ellos también,
procedimientos cada vez más perfeccionados. Las ganancias
excepcionales realizadas mientras fue privilegio de uno solo,
desaparecen apenas los nuevos procedimientos se generalizan, pero
su consecuencia duradera es siempre una baja mayor o menor del
valor de la fuerza de trabajo y un crecimiento proporcional de la
plusvalía relativa, en la medida en que estos procedimientos influyan
en mayor o menor grado sobre la producción de los medios de
subsistencia necesarios.

Esta es una de las causas por las cuales el capitalismo


transforma constantemente el sistema de producción, aumentando
cada vez más la plusvalía relativa.

Acrecentando la productividad del trabajo se eleva también la


tasa de la plusvalía relativa, mientras baja proporcionalmente el
valor de las mercancías producidas. Vemos así desarrollarse la
aparente contradicción según la cual los capitalistas tienden
constantemente a producir más barato, a dar a sus mercancías un
valor cada vez menor, para embolsar un valor cada vez mayor.
Vemos surgir también otra aparente incongruencia: cuanto mayor es

196
Capítulo XII
La Plusvalía Relativa

la producción capitalista, mayor es el sobretrabajo, el tiempo de


trabajo suplementario del obrero. De ahí que el sistema de
producción capitalista aspire a aumentar fabulosamente la
productividad del trabajo, es decir reducir a un mínimo el tiempo de
trabajo necesario y a la vez prolongar hasta su límite máximo la
jornada de trabajo.

LA PLUSVALÍA EXTRAORDINARIA

Una modalidad de la plusvalía relativa es la plusvalía


extraordinaria. Esta clase de plusvalía únicamente es obtenida por
aquellos capitalistas que aplican métodos de producción más
perfeccionados utilizando los progresos de la ciencia y la tecnología,
lo que los hace producir las mercancías con un tiempo individual por
debajo del tiempo de trabajo socialmente necesario, con lo que se
apropian de una parte mayor de trabajo excedente en comparación
con los demás capitalistas de la misma rama industrial que utilizan
mayor tiempo para la producción de la misma clase de mercancías.

Esta plusvalía desaparece cuando se generalizan en toda la


rama industrial los métodos utilizados por el capitalista que obtenía
plusvalía extraordinaria, ya que pierde la ventaja que tenía,
borrándose la diferencia entre el tiempo de trabajo individual y el
tiempo de trabajo socialmente necesario. La plusvalía extraordinaria
volverá a aparecer cuando algún o algunos capitalistas empleen
nuevos métodos derivados de nuevas investigaciones que les permita
reducir el tiempo de trabajo individual por debajo del valor social de
las mercancías.

La plusvalía extraordinaria es la forma fundamental de


plusvalía en la actualidad capitalista conocida como globalización, en
donde la economía de libre mercado avanza por todo el mundo,
constituyendo las empresas transnacionales el principal sujeto de
este proceso, en una aguda competencia monopolística por el
dominio del mercado global, degradando las condiciones naturales
que amenazan potencialmente con destruir las condiciones


Elaborado por Franklin Roberto Valdez Cruz, Coordinador.

197
Capítulo XII
La Plusvalía Relativa

geográficas que permiten subsistir a los seres humanos; asimismo,


las necesidades de las empresas de tecnificar los procesos
productivos y de servicios determina que constantemente se estén
expulsando a los productores directos convirtiéndolos en una
superpoblación relativa inservible para las unidades empresariales,
con lo que se está marginando a éstos de los procesos productivos y
de servicios, en una tendencia a destruir a los elementos que le dan
vida al capital, a menos que el sujeto del proceso histórico pueda
transformar esta forma de propiedad privada burguesa
supranacional y las consecuentes relaciones sociales de producción,
en propiedad social, en donde todas las decisiones en materia
económica, política, social y ambiental converjan en la reproducción
material y espiritual de las condiciones de vida del ser humano que
debe constituirse en el centro y sujeto primordial del desarrollo.

198
CAPÍTULO XIII

PLUSVALÍA Y CAPITALISMO*

Es importante no confundir la producción de mercancías en


general con el capitalismo. Es verdad que sólo bajo el capitalismo
“todos o la mayoría de los productos toman la forma de mercancías”,
de modo que puede decirse, ciertamente, que el capitalismo implica
la producción de mercancías. Pero lo contrario no es verdad: la
producción de mercancías no implica necesariamente el capitalismo.
En realidad, un alto grado de desarrollo de la producción de
mercancías es un prerrequisito necesario para la aparición del
capitalismo. Por consiguiente, a fin de aplicar nuestra teoría del valor
al análisis del capitalismo es necesario ante todo examinar
cuidadosamente los rasgos especiales que separan a esta forma de
producción del concepto general de producción de mercancías.

1. El capitalismo.

Bajo la producción simple de mercancías, a la que


mayormente, hasta ahora, hemos limitado nuestra atención, cada
productor posee y trabaja con sus propios medios de producción;
bajo el capitalismo la propiedad de los medios de producción
corresponde a un conjunto de individuos, mientras que otro realiza
el trabajo. Además, tanto los medios de producción como la fuerza de
trabajo, son mercancías; es decir, unos y otra son objetos de cambio
y, por lo mismo, portadores de valor de cambio. Se sigue que no sólo
las relaciones entre propietarios, sino también las relaciones entre
propietarios y no propietarios tienen el carácter de relaciones de
cambio. Lo primero es característico de la producción de mercancías
en general, lo segundo, del capitalismo solamente. Podemos decir,
por lo tanto, que la compra y venta de la fuerza de trabajo es la
differentia specifica del capitalismo. Como Marx lo expresó:

Las condiciones históricas de su existencia no se dan de


ningún modo con la mera circulación de dinero y mercancías. Sólo
pueden surgir a la vida cuando el propietario de los medios de
producción y subsistencia se encuentra en el mercado con el
trabajador libre que vende su fuerza de trabajo. Y esta condición

* Tomado de Teoría del Desarrollo Capitalista, Capítulo IV, Plusvalía y Capitalismo.


Sweezy P.
Capítulo XIII
Plusvalía y Capitalismo

histórica abarca una historia del mundo. El capital, por lo tanto,


anuncia desde su primera aparición una nueva época en el proceso
de la producción social.*

En la producción simple de mercancías el productor vende su


producto a fin de comprar otros productos que satisfagan sus
necesidades específicas. Empieza con Mercancías, las convierte en
Dinero, y de ahí, una vez más, en Mercancías. Las Mercancías
constituyen el principio y el fin de la transacción que tiene su
fundamento racional en el hecho de que las mercancías recibidas
son cualitativamente diferentes de las entregadas. Marx designa este
circuito, simbólicamente, como M-D-M. Bajo el capitalismo, por otra
parte, el capitalista, actuando en su calidad de tal, se presenta en el
mercado con Dinero, compra Mercancías (fuerza de trabajo y medios
de producción) y entonces, después de cumplido un proceso de
producción, vuelve al mercado con un producto que convierte una
vez más en Dinero. Este proceso se designa como D-M-D. El dinero
es el principio y el fin; falta aquí el fundamento racional de M-D-M,
ya que el dinero es cualitativamente homogéneo y no sirve para
satisfacer necesidades directas. Es, sin duda, evidente que si la D del
comienzo tiene la misma magnitud que la del fin, todo el proceso
carece de sentido. De ahí que el único proceso significativo desde el
punto de vista del capitalista sea D-M-D’, en el que D’ es mayor que
D. La transformación cualitativa del valor de uso es reemplazada
aquí por la expansión cuantitativa del valor de cambio como objetivo
de la producción. En otras palabras, el capitalista sólo tiene por qué

* Esto se expresa a menudo diciendo que el capitalismo, a diferencia de sistemas


económicos anteriores, se basa en el trabajo libre. Al lector puede ocurrírsele
preguntar si, según este criterio, la economía fascista moderna es capitalista. La
respuesta es, ciertamente, en sentido afirmativo. El estudio más completo de la
Alemania nacional-socialista hecho hasta ahora responde a esta cuestión del modo
siguiente: “Libertad de contratación del trabajo significa sobre todo una distinción
clara entre tiempo de trabajo libre, que introduce en las relaciones de trabajo la
posibilidad de calcular y predecir. Significa que el obrero sólo vende su fuerza de
trabajo durante determinado tiempo, que se contrata o se fija por la ley… En
Alemania aún existe esa libertad de contratación del trabajo. La distinción entre
trabajo y ocio es tan neta como en cualquier democracia, si bien el régimen intenta
controlar el trabajo libre que les queda a los obreros… Han fracasado todos los
intentos de los juristas nacional-socialistas para sustituir el contrato de trabajo por
algún otro instrumento legal (tal como las relaciones de comunidad) y…. todas las
relaciones entre patrones y empleados siguen siendo contractuales”. [Ed. de Fondo
de Cultura Económica, 1943, pp. 377-78].

200
Capítulo XIII
Plusvalía y Capitalismo

desembolsar dinero a cambio de fuerza de trabajo y medios de


producción, si en esa forma puede adquirir una cantidad mayor de
dinero. El incremento del dinero, la diferencia entre D’ y D, es lo que
Marx llama plusvalía;* constituye el ingreso del capitalista como tal
y suministra “el fin directo y el incentivo determinante de la
producción”.

Es de la mayor importancia no pasar por alto las


implicaciones de este análisis. Para Marx la importancia decisiva de
la plusvalía se debe a la forma histórica específica de la producción
capitalista. El pasaje que sigue subraya vigorosamente el punto:

La circulación simple de mercancías –vender para comprar-


es un medio de realizar un propósito no conectado con la
circulación, a saber, la apropiación de los valores de uso, la
satisfacción de necesidades. La circulación de dinero como capital
es, por el contrario, un fin en sí misma, puesto que la expansión del
valor sólo tiene lugar en el curso de este movimiento renovado sin
cesar. La circulación de capital, por lo tanto, no tiene límites. De este
modo del representante consciente de este movimiento, el poseedor
de dinero, se convierte en capitalista. Su persona, o más bien su
bolsillo, es el punto del cual parte y al cual regresa el dinero. La
expansión del valor, que es la base objetiva o el resorte principal de la
circulación D-M-D, se convierte en su fin subjetivo, y sólo en la medida
en que la apropiación de más y más riqueza en abstracto se
convierte en el único motivo de sus operaciones, el capitalista actúa
como tal, esto es, como capital personificado y dotado de conciencia
y voluntad. Los valores de uso, por lo tanto, no deben considerarse
nunca como el fin real del capitalista; ni tampoco la ganancia
lograda en una sola transacción. El proceso inacabable y sin
descanso de la obtención de ganancias es el solo fin que persigue.

Basta comparar esta afirmación con la opinión casi universal


de los economistas ortodoxos, de que la adquisición de plusvalía
como incentivo de la producción proviene de una característica
innata de la naturaleza humana (el llamado “móvil de la ganancia”)
para advertir cuán hondo es el abismo que separa la economía
política marxista de la ortodoxa. En capítulos posteriores tendremos
a menudo ocasión de volver sobre este punto; mientras no se le haya

* La palabra alemana es Mebrwert, literalmente “más valor”.

201
Capítulo XIII
Plusvalía y Capitalismo

entendido cabalmente, no puede hablarse de una genuina


comprensión de Marx.

2. El origen de la plusvalía.

Para descubrir el origen de la plusvalía es necesario ante todo


analizar el valor de la mercancía fuerza de trabajo. Cuando decimos
que la fuerza de trabajo es una mercancía la distinción es importante
y debe ser cuidadosamente tomada en consideración; podemos
aclararla como sigue. El capitalista toma a salario al obrero para que
éste vaya cierto día a su fábrica, preparado a realizar cualquier tarea
que se le encomiende. Al hacer esto, compra la capacidad de trabajo
del obrero, su fuerza de trabajo; pero hasta aquí no se trata del gasto
de cerebro y músculo que constituyen el trabajo real. Estos últimos
entran en el cuadro solamente cuando al obrero se le pone en
movimiento, en una tarea específica. El trabajo, en otras palabras, es
el uso de la fuerza de trabajo, exactamente como, empleando la
analogía de Marx, la digestión es el uso del poder de digestión.

En el sentido más estricto, la fuerza de trabajo es el


trabajador mismo. En una sociedad de esclavos esto es obvio, ya que
lo que el comprador adquiere es el esclavo y no su trabajo. Bajo el
capitalismo, sin embargo, el hecho de que el contrato de trabajo sea
legalmente limitado o terminable, o ambas cosas, oscurece la
realidad de que lo que el obrero hace es venderse por un período de
tiempo estipulado. Ésta es, sin embargo, la realidad de la cuestión, y
es probable que el concepto de un día de fuerza de trabajo sea mejor
entendido, simplemente, como un trabajador por un día.

Ahora bien, puesto que la fuerza de trabajo es una mercancía,


debe tener un valor como cualquier otra mercancía. Pero ¿cómo se
determina el valor de “esta mercancía peculiar”? Marx responde a
esta cuestión como sigue:

El valor de la fuerza de trabajo se determina, como en el


caso de cualquiera otra mercancía, por el tiempo de trabajo
necesario para la producción, y, en consecuencia, también para la
reproducción de este artículo especial… Dado el individuo, la
producción de fuerza de trabajo consiste en la reproducción de sí
mismo o su manutención. Por consiguiente, el tiempo de trabajo

202
Capítulo XIII
Plusvalía y Capitalismo

requerido para la producción de fuerza de trabajo se reduce al


necesario para la producción de los medios de subsistencia; en otras
palabras, el valor de la fuerza de trabajo es el valor de los medios de
subsistencia necesarios para el mantenimiento del trabajador… Sus
medios de subsistencia deben… ser suficientes para mantenerlo en
su estado normal como individuo laborante. Sus necesidades
naturales, como el alimento, el vestido, el combustible y el
alojamiento varían según las condiciones climáticas y otras
condiciones físicas de su país. Por otra parte, el número y la
magnitud de sus llamadas necesidades esenciales… son el producto
del desarrollo histórico y dependen por lo tanto, en gran medida, del
grado de civilización de un país…

Volveremos más tarde a este problema; por el momento debe


advertirse en particular lo que sigue: que el valor de la fuerza de
trabajo se reduce al valor de una cantidad más o menos precisa de
mercancías ordinarias.

Ahora estamos listos para pasar al análisis de la plusvalía. El


capitalista llega al mercado con dinero y compra maquinaria,
materiales y fuerza de trabajo. Los combina después en un proceso
de producción del que resulta un volumen de mercancías que son
lanzadas nuevamente al mercado. Marx supone que el capitalista
compra lo que compra a sus valores de equilibrio y vende lo que
vende a su valor de equilibrio. Y sin embargo, al final tiene más
dinero que cuando comenzó. En algún punto del proceso se ha
creado más valor –o plusvalía-. ¿Cómo es esto posible?

Es claro que la plusvalía no puede surgir del mero proceso de


circulación de mercancías. Si todos pretendieran obtener una
ganancia elevando sus precios, digamos en un 10 por ciento, lo que
cada quien ganara como vendedor lo perdería como comprador, y el
único resultado sería la elevación de los precios en general, lo que a
nadie beneficiaría. Parece ser igualmente obvio que los materiales
que entran en el proceso productivo no pueden ser la fuente de la
plusvalía. El valor que los materiales tienen al comienzo es
transferido a los productos al final, pero no hay razón para suponer
que posean el poder oculto de aumentar su valor. Otro tanto pasa,
aunque tal vez de un modo evidente, con los edificios y máquinas
que se utilizan en el proceso productivo. Lo que distingue los
edificios y la maquinaria de los materiales es el hecho de que los

203
Capítulo XIII
Plusvalía y Capitalismo

primeros transfieren su valor al producto final más lentamente, es


decir, en una sucesión de períodos de producción, y no todo de una
vez como en el caso de los materiales. Es verdad, por supuesto, que
de los materiales y la maquinaria se puede decir que son físicamente
productos, en el sentido de que la mano de obra que trabajó con ellos
puede rendir una producción mayor que la mano de obra que trabaja
sin ellos, pero la productividad física en este sentido no debe
confundirse bajo ninguna circunstancia con la productividad de
valor. Desde el punto de vista del valor no hay razón para suponer
que los materiales o la maquinaria puedan transferir finalmente al
producto más de lo que ellos contienen. Esto sólo deja una
posibilidad, a saber, que la fuente de trabajo sea la fuente de la
plusvalía. Examinemos esto más de cerca.

Como ya hemos visto, el capitalista compra la fuerza de


trabajo en su valor, es decir, paga al obrero como salario una suma
correspondiente al valor de los medios de subsistencia del obrero.
Supongamos que este valor es el producto del trabajo de seis horas.
Pero significa que después de seis horas de producción el obrero ha
añadido al valor de los materiales y la maquinaria usados –un valor
que sabemos reaparece en el producto- el valor adicional suficiente
para compensar sus propios medios de subsistencia. Si el proceso
hubiera de interrumpirse en este punto el capitalista podría vender
el producto por lo exactamente suficiente para reembolsar sus
gastos. Pero el obrero se ha vendido al capitalista por un día, y no
hay nada en la naturaleza de las cosas que ordene limitar la jornada
de trabajo a seis horas. Supongamos que la jornada de trabajo es de
doce horas. Entonces, en las últimas seis horas, el obrero continúa
agregando valor, pero ahora es un valor en exceso del necesario para
compensar sus medios de subsistencia; es, en suma, plusvalía que el
capitalista puede tomar para si.

Todas las condiciones del problema se cumplen, en tanto


que las leyes que regulan el cambio de mercancías no han sido en
ninguna forma violadas. Pues el capitalista como comprador pagó
por cada mercancía, por el algodón, por el huso y por la fuerza de
trabajo, su valor completo. Vende su hilaza… en su valor exacto. Sin
embargo, retira… de la circulación más de lo que originalmente
lanzó a ella.

204
Capítulo XIII
Plusvalía y Capitalismo

La llana lógica de este razonamiento puede expresarse de un


modo más sencillo. Con su trabajo de un día el trabajador produce
más que los medios de subsistencia de un día. En consecuencia, la
jornada de trabajo puede dividirse en dos partes, trabajo necesario y
trabajo excedente. Bajo las condiciones de la producción capitalista
el producto del trabajo necesario va a poder del obrero en forma de
salario, mientras que el capitalista se apropia el producto del trabajo
excedente en la forma de plusvalía. Debe notarse que el trabajo
necesario y el trabajo excedente como tales son fenómenos que están
presentes en todas las sociedades en que la productividad del trabajo
humano se ha elevado por encima de cierto mínimo muy bajo, es
decir, en todas las sociedades con excepción de las más primitivas.
Más aún, en diversas sociedades no capitalistas (por ejemplo, la
esclavitud y el feudalismo) el producto del trabajo excedente se lo
apropia una clase especial que por un medio u otro mantiene su
control sobre los medios de producción. Lo específico del capitalismo
es, entonces, no el hecho de la explotación de una parte de la
población por otra, sino la forma que asume esta explotación, a
saber, la producción de plusvalía.

3. Los componentes del valor.

Por el análisis precedente se ve que el valor de cualquier


mercancía producida en las condiciones del capitalismo se puede
dividir en tres partes. La primera, que sólo representa el valor de los
materiales y la maquinaria usados, “no sufre, en el proceso de
producción, ninguna alteración cuantitativa de su valor”, y, por lo
mismo, se la llama “capital constante”. Se la representa
simbólicamente con la letra c. La segunda parte, la que restituye el
valor de la fuerza de trabajo, sufre en cierto sentido una alteración
de su valor, ya que “reproduce el equivalente de su propio valor y
produce, además, un excedente, una plusvalía, que puede variar,
que puede estar más o menos de acuerdo con las circunstancias”.
Esta segunda parte se llama, por consiguiente, “capital variable”, y
se la representa con la letra v. La tercera parte es la plusvalía misma,
que se designa con la letra p. Ciñéndose a esta notación, podemos
formular así el valor de una mercancía:

c + v + p = valor total

205
Capítulo XIII
Plusvalía y Capitalismo

Esta fórmula, además, no se limita en su aplicabilidad al


análisis del valor de una sola mercancía, sino que puede entenderse
y cubrir la producción total durante cierto período, digamos un año,
de una empresa o de cualquier grupo de empresas, llegando hasta
incluir toda la economía.

Dos comentarios hay que hacer a este respecto. Primero, debe


notarse que la fórmula que se acaba de introducir es en realidad una
versión simplificada de los balances modernos de empresas. El valor
total equivale a las entradas brutas por ventas, el capital constante
al desembolso en materiales más depreciación, el capital variable al
desembolso en salarios, y la plusvalía al ingreso disponible para su
distribución como interés y dividendos o para su reinversión en el
negocio. La teoría del valor de Marx tiene así el gran mérito, a
diferencia de algunas otras teorías del valor, de su estrecha relación
con las categorías reales de contabilidad de la empresa capitalista de
negocios.

Segundo, si la fórmula se extiende hasta incluir toda la


economía, nos proporciona un armazón conceptual para el manejo
de lo que usualmente se llama el ingreso nacional. No obstante, es
necesario no pasar por alto las diferencias entre los conceptos
marxistas del ingreso y los que emplean los más modernos
investigadores. Si usamos letras mayúsculas para designar
cantidades totales, podemos decir que los técnicos modernos,
cuando hablan de ingreso nacional bruto, incluyen comúnmente
V + P más esa parte de C que representa la depreciación del capital
fijo, pero excluyen el resto de C. Por ingreso nacional neto entienden
simplemente V + P, lo que incluye todos los pagos a individuos más
los ahorros del negocio. Comparando la terminología marxista con la
clásica encontramos un tipo diferente de discrepancia. Por “entrada
bruta”, Ricardo, por ejemplo, entendía lo que los teóricos modernos
llaman ingreso neto, esto es, V + P, mientras que “entrada neta”
quería decir para Ricardo sólo plusvalía, esto es, la suma de las
ganancias y la renta.

4. La tasa de la plusvalía.

La fórmula c + v + p constituye la espina dorsal analítica, por


decirlo así, de la teoría económica de Marx. En el resto de este

206
Capítulo XIII
Plusvalía y Capitalismo

capítulo definiremos y discutiremos ciertas proporciones que se


derivan de ella.

La primera de estas proporciones lleva el nombre de tasa o


cuota de la plusvalía. Se define como la proporción de la plusvalía
con respecto al capital variable multiplicado por cien, y se designa
con una p’:

p * 100 = p’ = tasa o cuota de la plusvalía.


v

La tasa de la plusvalía es la forma capitalista de lo que Marx


llama la tasa de explotación, es decir, la proporción de trabajo
excedente con respecto al trabajo necesario. Supongamos así que el
día de trabajo es de doce horas, y que seis horas corresponden a
trabajo necesario y seis horas a trabajo excedente. Entonces, en
cualquier sociedad en que una clase explotadora se apropie el
producto del trabajo excedente, tendremos una tasa de explotación
dada por la proporción siguiente:

6 hs. = 100 por ciento.


6 hs.

Bajo el capitalismo el producto del trabajo asume la forma de


valor. Si suponemos que en una hora el obrero produce un valor de
$ 1.00, la tasa de la plusvalía será dada por

$ 6.00 = 100 por ciento.


$ 6.00

Lo que, por supuesto, es numéricamente idéntico a la tasa de


explotación. Los dos conceptos, tasa de explotación y tasa de la
plusvalía, pueden ser usados con frecuencia el uno en lugar del otro,
pero es importante recordar que el primero es el concepto más
general aplicable a todas las sociedades de explotación, mientras que
el segundo sólo se aplica al capitalismo.

La magnitud de la tasa de la plusvalía es directamente


determinada por tres factores: la duración del día de trabajo, la

207
Capítulo XIII
Plusvalía y Capitalismo

cantidad de mercancías que entran en el salario real y la


productividad del trabajo. El primero establece el tiempo total que
debe dividirse entre el trabajo necesario y el trabajo excedente, y el
segundo y tercero juntos determinan cuánto de ese tiempo debe
contarse como trabajo necesario. Cada uno de estos tres factores es
por turno el punto focal de un complejo de fuerzas que debe ser
analizado en el desarrollo ulterior de la teoría. La tasa de la plusvalía
puede elevarse ya sea por una extensión del día de trabajo o por una
rebaja del salario real, o por un aumento de la productividad del
trabajo, o bien, finalmente, por alguna combinación de las tres
operaciones. En caso de aumento en la duración del día de trabajo,
Marx habla de la producción de plusvalía absoluta, en tanto que de
la rebaja del salario real o del aumento de la productividad, que
conducen a una reducción del trabajo necesario, resulta la
producción de plusvalía relativa.

Marx trabaja casi siempre con la suposición simplificada de


que la tasa de la plusvalía es igual en todas las ramas de la industria
y en todas las empresas dentro de cada industria. Esta suposición
implica ciertas condiciones que nunca se dan sino parcialmente en la
práctica. Primero, debe haber una fuerza de trabajo homogénea,
transferible y móvil. Esta condición ha sido ya examinada
extensamente en conexión con el concepto de trabajo abstracto; si se
le satisface podemos hablar de “una competencia entre los
trabajadores y un equilibrio por medio de su emigración continua de
una esfera de la producción a otra”. Segundo, cada industria y todas
las empresas dentro de cada industria deben emplear exactamente la
cantidad de trabajo que sea socialmente necesaria en las
circunstancias existentes. En otras palabras, se supone que ningún
productor opera con un nivel de técnica excepcionalmente alto o
excepcionalmente bajo. En la medida en que esta condición no se
satisfaga, algunos productores tendrán una tasa más alta (o más
baja) de plusvalía, que el promedio social, y estas diferencias no
serán eliminadas por la transferibilidad y movilidad del trabajo entre
industrias y empresas.

Es importante entender que la suposición de tasas iguales de


la plusvalía se basa, en último análisis, en ciertas tendencias muy
reales de la producción capitalista. Los obreros se trasladan de las
zonas de salarios bajos a las de salarios más altos, y los productores

208
Capítulo XIII
Plusvalía y Capitalismo

procuran servirse de los métodos técnicos más avanzados. En


consecuencia, se puede decir que la suposición no es más que una
idealización de las condiciones reales. Como Marx lo expresó:

Tal tasa general de la plusvalía –como una tendencia, al


igual que todas las demás leyes económicas- la hemos supuesto en
obsequio a la simplificación teórica. Pero en los hechos es una
premisa real del modo de producción capitalista, aunque sea más o
menos estorbada por fricciones prácticas que ocasionan localmente
diferencias más o menos considerables, como en el caso de las leyes
de colonización para los trabajadores agrícolas ingleses. Pero en
teoría es costumbre suponer que las leyes de la producción
capitalista evolucionan en su forma pura. En realidad, sin embargo,
no hay sino una aproximación. Esta aproximación es siempre más
grande que la medida en que el modo de producción capitalista se
desarrolla normalmente, y en la medida en que su adulteración por
restos de condiciones económicas anteriores, es sobrepasada.

5. La masa de plusvalía

La masa de plusvalía es una categoría de la economía política


marxista que sirve para determinar el cálculo de la plusvalía en
términos absolutos. Es la cantidad absoluta de plusvalía creada por
todos los obreros de una empresa capitalista. La masa de plusvalía
depende del número de obreros y de la tasa o cuota de plusvalía. Se
designa por una M y su fórmula es la siguiente:

P’ * V = M = masa de plusvalía.

V es la suma de todo el capital variable, el monto de capital invertido


en la compra de las fuerzas de trabajo de todos los obreros.

6. Composición orgánica del capital.

La tercera proporción que se deriva de la fórmula c + v + p es


una medida de la relación del capital constante con el capital
variable, en el capital total usado en la producción, Marx llama a
esta relación: composición orgánica del capital. Varias proporciones
servirán para indicar esta relación, pero la que parece más adecuada
es la proporción del capital constante con respecto al capital variable
o al capital total. Designemos a éste con la letra o.

209
Capítulo XIII
Plusvalía y Capitalismo

c
___= o = composición orgánica del capital
v

c = o = composición orgánica del capital.


c+v

En el lenguaje no técnico la composición orgánica del capital


es una medida de la amplitud en que el trabajo es provisto de
materiales, instrumentos y maquinaria en el proceso productivo.

Como en el caso de la tasa de la plusvalía, los factores que


determinan la composición orgánica del capital en cualquier tiempo
están sujetos a varias influencias causales. Ciertos aspectos
importantes del problema serán examinados adelante. Por el
momento sólo es necesario tomar nota de que la tasa de los salarios
reales, la productividad del trabajo, el nivel común de la técnica
(estrechamente relacionado con la productividad del trabajo) y la
amplitud de la acumulación de capital en el pasado, todo ello entra
en la determinación de la composición orgánica del capital.

Las suposiciones que hace Marx concernientes a la


composición orgánica del capital serán consideradas en la sección
siguiente, en relación con la tasa de la ganancia.

7. La tasa de la ganancia.

Para el capitalista la proporción crucial es la tasa de la


ganancia o, en otras palabras, la proporción de la plusvalía con
respecto al desembolso total de capital. Si designamos a éste con una
g, tenemos:

p = g = tasa de la ganancia.
c+v

Es preciso indicar algunas cosas con respecto a esta


proporción. En primer lugar, identificando directamente la plusvalía
con la ganancia suponemos que no hay que pagar ninguna porción
de la plusvalía al propietario en la forma de renta. Ésta es una
suposición que Marx no hace sino hasta en la parte VI del volumen

210
Capítulo XIII
Plusvalía y Capitalismo

III de El Capital, donde introduce por la primera vez el problema de la


renta. Este procedimiento lo explicó Marx en una carta a Engels en
la que adelantaba un esbozo preliminar de El Capital. “En el
conjunto de esta sección (entonces titulada “El Capital en
General”)… la propiedad de la tierra se toma como = 0; esto es, nada
atañe todavía a la propiedad de la tierra como una relación
económica particular. Éste es el único medio posible de evitar tener
que considerarlo todo bajo cada relación particular”. Puesto que el
intentar una discusión de la teoría de la renta rebasa el plan más
bien limitado de esta obra, nos atendremos en todo a la suposición
de que se trata.

En segundo lugar, la fórmula p/(c + v), hablando


estrictamente, muestra la tasa de la ganancia sobre el capital
realmente empleado en la producción de una mercancía dada. En la
práctica. El capitalista calcula usualmente la tasa de la ganancia
sobre su inversión total por un período de tiempo dado, un año, por
ejemplo. Pero la total inversión no es generalmente igual que el
capital empleado durante un año, ya que el tiempo de rotación de los
distintos elementos de la inversión total varía grandemente. Así, por
ejemplo, un edificio de fábrica puede durar cincuenta años y una
máquina diez, en tanto que el desembolso por salarios vuelve al
capitalista cada tres meses. A fin de simplificar la exposición teórica
y de poder la fórmula de la tasa de la ganancia de acuerdo con el
concepto común de una tasa anual de la ganancia, Marx hace la
suposición de que todo capital tiene un idéntico período de rotación
de un año (o cualquier período unitario que se escoja para los fines
del análisis). Esto implica que el proceso productivo requiere un año,
que los materiales, maquinaria y fuerza de trabajo comprados al
comienzo del año se han concluido al final de éste, y que la
producción se vende entonces y todos los gastos se recuperan con la
adición de la plusvalía. Esto no quiere decir que Marx ignore las
cuestiones relacionadas con los períodos variantes de rotación, como
tampoco que ignore el problema de la renta; por el contrario, una
gran parte del volumen II está dedicada a las complicaciones que
nacen de las diferencias en tiempos de rotación de los distintos
elementos del capital. Pero aquí, una vez más, para restringir el
alcance de la discusión y enfocar la atención en los elementos
esenciales de la teoría, nos sujetaremos en todo este trabajo a la
suposición ya expresada.

211
Capítulo XIII
Plusvalía y Capitalismo

En cuanto a los factores que determinan la tasa de la


ganancia, es fácil demostrar que son idénticos a los factores que
determinan la tasa de la plusvalía y la composición orgánica del
capital. En lenguaje matemático, la tasa de la ganancia es una
función de la tasa de la plusvalía y de la composición orgánica del
capital.

A pesar del hecho de que la tasa de la ganancia es la variable


crucial desde el punto de vista del comportamiento del capitalista,
para fines de análisis teórico debe mirársela como dependiente de las
dos variables más fundamentales, la tasa de la plusvalía y la
composición orgánica del capital.

Como este punto encontramos por primera vez un problema


teórico interesante. Si tanto las tasas de la plusvalía como las tasas
de la ganancia son iguales en todas partes, se sigue entonces que, si
el cambio de mercancías debe realizarse de acuerdo con la ley del
valor, la composición orgánica del capital debe ser también la misma
en todas partes. Esto puede ser fácilmente demostrado suponiendo
dos mercancías con iguales valores e iguales tasas de la plusvalía,
pero con diferentes composiciones orgánicas del capital. Por ejemplo,
el valor de la mercancía A se forma de 10 c + 20 p = 50, y el de la B
está hecho de 30 c + 10 v + 10 p = 50. La tasa de la plusvalía es en
cada caso de 100 por ciento y sus respectivos valores son idénticos;
es de suponerse que deban cambiarse uno por otro sobre la base de
uno a uno. Sin embargo, de ocurrir esto es obvio que el capitalista
productor de A tendría una tasa de ganancia del 66 2/3 por ciento,
mientras que el capitalista productor de B tendría una tasa de
ganancia de sólo el 25 por cierto. Esta situación no podría ser
estable.

Se recordará que la afirmación de la igualdad en las tasas de


la plusvalía y en las tasas de la ganancia la basamos en tendencias
reales existentes en la producción capitalista, tendencias que nacen
de la fuerza de la competencia. ¿Podemos aseverar acaso que hay
también una tendencia real a la igualdad en las composiciones
orgánicas del capital, de modo que pueda salvarse la dificultad
haciendo aquí una suposición semejante? La respuesta es negativa.
Dentro de una industria dada existe indudablemente una tendencia
de las composiciones orgánicas del capital de las diversas firmas a

212
Capítulo XIII
Plusvalía y Capitalismo

ser iguales entre ellas. Pero entre industrias productoras de


mercancías por completo diferentes y con métodos muy variados, tal
tendencia no existe. Por ejemplo, evidentemente no hay nada que
haga coincidir las proporciones del capital constante con respecto al
capital variable, en las industrias del acero y de las confecciones.

Es, por lo tanto, inevitable la conclusión de que en el mundo


real de la producción capitalista, la ley del valor no ejerce un control
directo. De ningún modo se justifica, sin embargo, el deducir de este
hecho, como lo hacen invariablemente los críticos de Marx, que la
teoría del valor debe ser desechada, buscándose una nueva base
para analizar el funcionamiento del sistema capitalista. * Es
perfectamente lícito suponer un sistema capitalista en el cual las
composiciones orgánicas del capital son iguales en todas partes y,
por lo tanto, la ley del valor sigue vigente, y examinar el
funcionamiento de tal sistema. No es posible decidir a priori si este
procedimiento es válido o no; hay que ponerlo a prueba
abandonando la suposición de las composiciones orgánicas iguales e
investigando la medida en que deban modificarse los resultados
obtenidos. Si se demuestra que las modificaciones son de poca
importancia, el análisis basado en la ley del valor quedará
justificado; sí, por otra parte, resultan ser bastante grandes para
alterar el carácter esencial de los resultados, entonces, ciertamente,
tendremos que abandonar la ley del valor y buscar un nuevo punto
de partida.

El método de Marx se ajusta al procedimiento que acabamos


de esbozar. En todos los dos primeros volúmenes de El Capital,
ignora las diferencias en las composiciones orgánicas, lo cual es otra
forma de decir que supone que no existen. Después, en el volumen
III, abandona esta suposición e intenta mostrar que, desde el punto
de vista de los problemas que estaba tratando de resolver, las
modificaciones que resultan son de un carácter relativamente
secundario. No hay duda de que la prueba que Marx ofrece para esta

* En mucho la mejor exposición de este punto de vista es la de Böhm-Bawerk, Karl


Marx and the Close of his System. Difícilmente será una exageración decir que las
críticas subsecuentes a la economía política de Marx han sido meras repeticiones de
los argumentos de Böhm. La única gran excepción es la crítica de Ladislaus von
Bortkiewicz.

213
Capítulo XIII
Plusvalía y Capitalismo

última proposición es en algunos respectos insatisfactoria, pero


sustituyéndola por una prueba adecuada demostraremos que tanto
su método como sus conclusiones son correctos.

El único entre los críticos de la estructura teórica de Marx,


Borthiewicz advirtió toda la importancia de la ley del valor y de su
empleo. Fue Bortkiewicz quien sentó la base para una prueba
lógicamente inobjetable de la justeza del método de Marx, lo que le
da derecho a ser considerado no sólo como un crítico sino también
como un contribuyente de importancia a la teoría marxista. Vale la
pena citar en este punto del análisis la exposición de Bortkiewicz
sobre la cuestión.

El hecho de que la ley del valor no sea válida en el orden


económico capitalista depende, según Marx, de un factor o serie de
factores que no constituye sino más bien oculta la esencia del
capitalismo. Suponiendo que la composición orgánica del capital
fuese la misma en todas las esferas de la producción, la ley del valor
controlaría directamente el cambio de mercancías sin detener la
explotación de los obreros por los capitalistas y sin reemplazar el
deseo de ganancia de los capitalistas por ningún otro motivo en la
determinación del volumen, la dirección y la técnica de la
producción. Aquí tenemos en pocas palabras la razón para suponer
iguales las composiciones orgánicas del capital. Esta suposición, sin
embargo, no debe confundirse con las suposiciones de iguales tasas
de la plusvalía e iguales tasas de la ganancia. Estas últimas tienen
su justificación en tendencias reales existentes en una economía
capitalista de competencia; la primera envuelve una abstracción
deliberada de condiciones que indudablemente existen en el mundo
real.

214
CAPÍTULO XIV

EL SALARIO

1. VARIACIONES DEL PRECIO DE LA FUERZA DE TRABAJO Y DE


LA PLUSVALÍA.

En la unidad pasada hemos considerado sobre todo la


producción de la plusvalía. Veamos ahora las leyes del salario.
Introducción a su estudio y pasaje de la segunda a la tercera parte, a
la vez que lazo de unión entre ambas, es la investigación de las
variaciones del precio de la fuerza de trabajo y de la plusvalía,
causadas por las modificaciones de tres factores que ya hemos
tratado en la segunda parte:

1º. La duración de la jornada de trabajo.


2º. La intensidad normal del trabajo.
3º. Su productividad.

Estos tres factores pueden cambiar y modificarse en la forma


más diversa: ya uno solo, ya dos, ya los tres juntos, variando
además, también el grado de modificación de un mismo factor.
Naturalmente nos llevaría demasiado lejos analizar todas las posibles
combinaciones que pueden resultar de ello; con un poco de reflexión,
dadas las combinaciones principales, se pueden deducir las otras.
De modo que aquí expondremos sólo las primeras. Estudiemos las
variaciones que se producen en la relación entre la plusvalía y el
precio de la fuerza de trabajo, cuando cambia uno de los tres
factores, quedando sin alterar los otros dos.

a) Cuando la duración y la intensidad del trabajo no cambian y la


productividad del trabajo sí. La productividad del trabajo influye
sobre la cantidad de los productos elaborados en un determinado
período de tiempo, pero no sobre el valor de estos productos. Si
por efecto de un nuevo invento el hilador puede elaborar en una
hora 6 libras de algodón, mientras antes en una hora sólo hilaba
1 libra, ahora producirá en una hora una cantidad de hilado seis
veces mayor, pero el mismo valor. El valor que agrega a 1 libra de


Tomado de Comentarios a El Capital, Karl Kautsky, Ediciones de Cultura Popular,
México, 1975.
Capítulo XIV
El Salario

algodón, al transformarla por medio de su trabajo en hilado es


ahora seis veces menor. Esta baja de valor influye a su vez sobre
el valor de los medios de subsistencia del obrero, por ejemplo de
su ropa. Baja el valor de la fuerza de trabajo y aumenta en
proporción la cantidad de plusvalía. Naturalmente una
disminución en la productividad del trabajo provocaría el
fenómeno contrario. El crecimiento o descenso de la plusvalía es
siempre consecuencia y nunca causa del respectivo crecimiento o
descenso del valor de la fuerza de trabajo. Depende de
circunstancias varias, y especialmente del poder de resistencia de
la clase obrera, que a la baja del valor de la fuerza de trabajo
corresponda o no, y en qué proporción, una baja de su precio.
Supongamos que por efecto de una multiplicación de la
productividad del trabajo, el valor diario de la fuerza de trabajo
baja de 3 marcos a 2, pero su precio sólo a 2.50 marcos. Si para
cada obrero la plusvalía diaria ascendía antes a 3 marcos, ahora
no subirá a 4 marcos, sino, con gran indignación del capitalista,
sólo a 3.50 marcos. Por suerte para él es muy raro que se
presente este caso. Presupone no sólo un fuerte poder de
resistencia de los obreros, sino también la invariabilidad de los
otros dos factores: la duración de la jornada de trabajo y la
intensidad del trabajo. Según el procedimiento de Ricardo, los
economistas pasan por alto la influencia de las variaciones de
estos dos elementos. Consideremos separadamente el efecto de la
variación de cada uno de ellos.

b) La jornada y la productividad del trabajo no se modifican; la


intensidad del trabajo sí. Trabajar más intensamente significa
gastar más trabajo en el mismo tiempo, es decir crear más valor
en el mismo período de tiempo. Si el hilador, logra elaborar en
una hora, sin que cambie la productividad del trabajo, por efecto
de un mayor esfuerzo, 1 libra y media de algodón, en lugar de 1
libra, como antes, produce también en una hora un 50 por ciento
de valor más que antes. Si antes producía en 12 horas un valor
de 6 marcos, ahora produce en el mismo tiempo un valor de 9
marcos. Si el precio de su fuerza de trabajo ascendía antes a 3
marcos y ahora sube a 4 marcos, al mismo tiempo la plusvalía
sube de 3 a 5 marcos. Como se ve es falso –como a menudo se
afirma- que un aumento del precio de la fuerza de trabajo sólo es
posible a costa de la plusvalía. Esto es cierto solamente para el

232
Capítulo XIV
El Salario

primero de los casos mencionados, no para el que estamos


considerando. De paso observaremos que aquí una elevación del
precio de la fuerza de trabajo, no significa siempre un aumento
por encima de su valor. Si el aumento del precio no basta para
compensar el desgaste más rápido de la fuerza de trabajo,
entonces en realidad el precio de la fuerza de trabajo ha
disminuido por debajo de su valor.

La intensidad del trabajo es distinta en los diversos países. La


jornada de trabajo más intensa de un país se encarna en más
productos que la menos intensa de igual número de horas de otro
país.

Por regla general en las fábricas inglesas la jornada es más


corta que en las alemanas; sin embargo precisamente por eso en las
primeras el trabajo es mucho más intenso, de modo que el obrero
inglés produce en una hora de trabajo un valor mayor que su colega
en Alemania.

“Una mayor reducción de la jornada de trabajo en las fábricas


continentales, dice Marx, sería el medio más seguro para disminuir
esta diferencia entre la hora de trabajo continental y la inglesa” (I,
405 nota).

c) La productividad y la intensidad del trabajo no se modifican, la


jornada de trabajo sí. Esto puede ocurrir en dos direcciones:

1º. Reducción de la jornada de trabajo.

El valor de la fuerza de trabajo queda intacto: la reducción se


realiza a costa de la plusvalía. Si el capitalista no quiere verla
menguar, debe rebajar por debajo de su valor el precio de la fuerza
de trabajo. Este es uno de los argumentos preferidos por los
adversarios de la jornada normal. Su razonamiento, empero, vale
sólo cuando no se modifican la intensidad y la productividad del
trabajo. Pero en realidad siempre una disminución del tiempo de
trabajo es causa o efecto de un incremento de la intensidad y
productividad del trabajo.

233
Capítulo XIV
El Salario

2o. Prolongación de la jornada de trabajo.

Las consecuencias de este cambio jamás han causado dolores


de cabeza al capitalista. Aumenta la masa de valor de los productos
producidos durante la jornada y aumenta la plusvalía. También el
precio de la fuerza de trabajo puede subir. Pero, como en el
crecimiento de la intensidad del trabajo, también en este caso la
elevación del precio puede significar en realidad una caída por debajo
de su valor, si no es proporcional al desgaste multiplicado de la
fuerza de trabajo.

Es difícil que los casos considerados en a, b y c, se presenten


en toda su pureza. Por regla general el cambio de uno de estos tres
factores trae modificaciones también en los otros dos. Entre otros,
Marx estudia el caso en que, a la vez que aumenta la intensidad y la
productividad del trabajo disminuye la duración de la jornada de
trabajo, y establece el límite de esta reducción. En el modo de
producción capitalista la jornada no puede acortarse hasta el tiempo
de trabajo necesario para el sustento del obrero. Esto significaría
eliminar la plusvalía, fundamento del capitalismo.

La supresión del sistema de producción capitalista permitiría


limitar la jornada al tiempo de trabajo necesario. Sin embargo,
apenas suprimido el modo de producción capitalista, surgiría la
necesidad de prolongar el tiempo de trabajo necesario. Por una
parte, porque crecerían las exigencias de la vida del trabajador, y
luego, porque la acumulación de fondos para el funcionamiento y
la ampliación de la producción correspondería ahora al campo del
trabajo necesario, mientras hoy es adjudicada a la plusvalía.

Por otra parte, con la reducción de la jornada aumentaría la


intensidad del trabajo. El sistema de trabajo socialmente organizado
conduciría, así a una mayor economía de los medios de producción y
a la eliminación de todo trabajo inútil.

“Mientras que el modo de producción capitalista impone la


economía en cada empresa individual, su sistema anárquico de la
competencia, engendra el más desenfrenado desperdicio de los
medios de producción y las fuerzas del trabajo de la sociedad, junto

234
Capítulo XIV
El Salario

con un sinnúmero de funciones ahora indispensables, pero


superfluas por sí mismas.

Dadas la intensidad y la fuerza productiva del trabajo, la


parte del día social de trabajo necesaria para la producción material
es tanto más corta y, por consiguiente, la parte conquistada para la
libre actividad del individuo, intelectual y social, tanto mayor cuanto
más legal es la distribución del trabajo entre todos los miembros
hábiles de la sociedad, cuanto menos posible es que una capa social
se libre de la necesidad natural del trabajo echándosela encima a
otra capa. En este sentido, el límite absoluto del acortamiento de la
jornada de trabajo es la generalización del trabajo. En la sociedad
capitalista, el tiempo límite de una clase se obtiene transformando la
vida entera de las masas en tiempo de trabajo”. (I. 409).

2. TRANSFORMACIÓN DEL PRECIO DE LA FUERZA DE TRABAJO


EN SALARIO.

Hasta ahora nos hemos ocupado del valor y del precio de la


fuerza de trabajo y de su relación con la plusvalía. Lo que en la
sociedad se presenta como salario, no aparece a la observación
superficial como el precio de la fuerza de trabajo, sino del trabajo
mismo.

“Si preguntamos a varios obreros: ¿A cuánto asciende vuestro


salario?” Uno contestaría: “yo recibo de mi patrón 1 marco por la
jornada de trabajo. Otro: “yo recibo 2 marcos”, etc. Según los
distintos oficios a que pertenezcan, radicarán distintas sumas de
dinero que reciben de sus respectivos patrones por un determinado
tiempo de trabajo o por la ejecución de un determinado trabajo, por
ejemplo por tejer una vara de tela o componer una hoja de imprenta.
No obstante la diversidad de sus respuestas, todos estarán de
acuerdo en este punto: el salario es la suma de dinero que el
capitalista paga por un determinado tiempo de trabajo o por la
ejecución de cierto trabajo.1

1 Marx. Trabajo asalariado y capital.

235
Capítulo XIV
El Salario

El precio de una mercancía es la expresión monetaria de su


valor. Entonces, razonaban los economistas, si el trabajo tiene un
precio, debe poseer también un valor. ¿Pero cómo mediremos este
valor? Igual que el de toda otra mercancía está determinado por el
tiempo de trabajo necesario para su producción. ¿Cuántas horas de
trabajo son necesarias para producir el trabajo de 12 horas?
Evidentemente 12 horas.

De acuerdo a este cálculo, si el trabajo es pagado en su justo


valor, el obrero recibe un salario equivalente al valor que añade al
producto; nos encontramos así frente a la alternativa de tener que
admitir como falsa la teoría de la plusvalía o la teoría del valor o
ambas, y vernos obligados a declarar insoluble el enigma de la
producción capitalista. La economía burguesa clásica, que culminó
en Ricardo, fracasó por esta contradicción; la economía vulgar cuya
tarea no consiste en investigar el moderno sistema de producción,
sino en justificarlo y pintarlo de color de rosa, ha utilizado esta
contradicción como uno de sus sofismas más hermosos.

Marx las eliminó todas fijando claramente la diferencia entre


trabajo y fuerza de trabajo, conceptos confundidos por los
economistas burgueses.

En 1847 Marx todavía no había hecho este descubrimiento


fundamental. En su Miseria de la Filosofía así como en sus artículos
Trabajo asalariado y capital, habla aún del valor del trabajo, que
luego se convierte imperceptiblemente en valor de fuerza de trabajo.
Pero nuestros economistas han comprendido tan mal la importancia
de la distinción entre trabajo y fuerza de trabajo que entremezclan,
aún hoy, ambos conceptos y hablan con preferencia de una teoría del
valor de Marx – Rodbertus, a pesar de que Rodbertus ha aceptado la
teoría del valor de Ricardo, con su confusión entre trabajo y fuerza
de trabajo y las contradicciones correspondientes, mientras Marx
precisamente la depura de estas contradicciones en este y en otros
puntos fundamentales: (recordemos la reducción del trabajo creador
de valores al trabajo socialmente necesario; la distinción entre
trabajo creador de valor y trabajo creador de valores de uso, etc.,
haciendo de la doctrina de Ricardo una verdadera teoría del valor,
completa y de rigurosa fundamentación científica.

236
Capítulo XIV
El Salario

Marx ha sido el primero en demostrar que el trabajo no es


una mercancía, y en consecuencia, tampoco posee valor aunque es
fuente y medida de todos los valores. Lo que se aparece en el
mercado es el obrero, quien ofrece su fuerza de trabajo. El trabajo
surge por el consumo de la mercancía fuerza de trabajo, del mismo
modo que el consumo en la mercancía champaña produce cierta
euforia. Así como el capitalista no compra la euforia, sino el
champaña, del mismo modo compra la fuerza de trabajo y no el
trabajo.

Sin embargo la fuerza de trabajo es una mercancía muy


particular; es pagada recién después de ser consumida; el obrero
recibe su salario una vez cumplido el trabajo.

Se compra la fuerza de trabajo, pero en apariencia se paga el


trabajo. El salario no se presenta como precio de la fuerza de trabajo.
Antes de salir del bolsillo del capitalista para llegar al mundo bajo
forma de salario, sufre una transformación y se nos presenta como
precio del trabajo.

Los economistas anteriores a Marx no han podido investigar


científicamente cómo se realiza esta transformación y cuáles son sus
consecuencias, ya que no advirtieron la diferencia entre el precio de
la fuerza de trabajo y el precio del trabajo. Marx nos ha dado la
primera teoría científica del salario obrero. Las dos formas
principales del salario son el salario por tiempo y el salario por pieza.

3. EL SALARIO POR TIEMPO.

Como sabemos, el valor diario de la fuerza de trabajo, en


circunstancias dadas, es una magnitud determinada. Supongamos
que el valor diario de la fuerza de trabajo importe 2,40 marcos y que
la jornada media sea de 12 horas. También aquí, en este libro, donde
no se indique lo contrario, admitimos que el valor y el precio de la
fuerza de trabajo se compensen como el de todas las demás
mercancías. Si el precio del trabajo de 12 horas es igual a 2,40, el
precio del trabajo de 1 hora será igual a 20 pfenning. Este precio de
la hora de trabajo obtenido así, servirá de unidad de medida para el
precio del trabajo.

237
Capítulo XIV
El Salario

De modo que el precio del trabajo se determina dividiendo el


valor diario de la fuerza de trabajo por el número de las horas de
trabajo de la jornada media.

El precio del trabajo y el salario diario o semanal pueden


modificarse en sentidos diversos. Supongamos que el tiempo de
trabajo aumenta de 12 a 15 horas y al mismo tiempo el precio del
trabajo baja de 20 a 18 pfenning. El salario diario se elevará a 2,70
marcos aunque el precio del trabajo haya descendido.

Como acabamos de decir, el precio del trabajo depende del


valor diario de la fuerza de trabajo y de la duración de la jornada
media.

Si por efecto de acontecimientos excepcionales, una crisis, por


ejemplo, el capitalista reduce el tiempo de trabajo porque sus
mercancías no se venden y hace trabajar, supongamos, sólo la mitad
del tiempo, el precio del trabajo no se eleva proporcionalmente. Si
éste es de 20 pfenning, el obrero recibirá por seis horas de
trabajo 1,20 marcos, aunque el valor diario de su fuerza de
trabajo sea mucho más alto: 2,40 marcos de acuerdo a nuestra
hipótesis.2

Si antes hallamos en la prolongación de la jornada una fuente


de sufrimiento para el obrero, ahora su reducción pasajera se
convierte en una nueva causa de sufrimientos.

De ahí que los capitalistas, siempre que se habla de una


reducción legal de la jornada, aprovechan la ocasión para sacar a
reducir contra dicha reducción, su compasión hacia los pobres
obreros.

2 Al mismo tiempo el precio del trabajo puede también descender todavía, pero
entonces ya no sería una consecuencia de la reducción del tiempo de trabajo, sino
de una mayor oferta de fueras de trabajo, etc., fenómenos cuya consideración no
tratamos aquí. Hay que tener presente en todos los casos, que aquí se trata todavía
de los fundamentos de los fenómenos del modo de producción capitalista y no de su
aspecto general.

238
Capítulo XIV
El Salario

“¡Ya estamos obligados a pagar miserables sueldos de hambre


por quince horas de trabajo!” -exclaman-, “ahora, ¿queréis reducir el
tiempo de trabajo a diez horas y sustraerle al indigente obrero aún
un tercio de su salario? ¡Tenemos que protestar enérgicamente
contra semejante acto de barbarie!”.

Estos nobles y humanitarios hombres olvidan que el precio


del trabajo sube al disminuir la duración de la jornada media; el
precio del trabajo es tanto más alto, cuanto más alto es el valor
diario de la fuerza de trabajo y cuanto menos es la duración de la
jornada media. La reducción pasajera de la jornada rebaja el salario,
su reducción duradera lo eleva. Esto pudo observase muy bien en
Inglaterra. De acuerdo al informe de abril de 1860 de los inspectores
de fábricas, en los veinte años, desde 1839 a 1859, el salario obrero
ha aumentado en las fábricas sometidas a la jornada normal de diez
horas, y ha bajado en las fábricas en las que se trabaja 14-15 horas.
Numerosas experiencias hasta nuestros tiempos, confirman esta
regla.

Una prolongación duradera del tiempo de trabajo, rebaja el


precio del trabajo. Un precio de trabajo inferior obliga a su vez al
obrero a someterse a una prolongación de la jornada, para
asegurarse aunque sea un mísero salario diario. El precio bajo del
trabajo y la duración larga de la jornada tienden también a
estabilizarse. Los capitalistas rebajan el salario y prolongan el tiempo
de trabajo, para aumentar sus ganancias. Pero la competencia
mutua los obliga por fin, a rebajar proporcionalmente también los
precios de sus mercancías. Desaparece entonces este beneficio extra,
logrado por medio de la prolongación de la jornada de trabajo y la
rebaja del salario, pero los precios bajos quedan y actúan como
medio coercitivo para mantener el salario en el bajo nivel alcanzado y
la jornada de trabajo exagerada. Los capitalistas sacan de ella una
venta pasajera; los trabajadores, empero, un perjuicio duradero. La
implantación legal de la jornada normal pone enérgicos frenos a este
proceso.

Debemos mencionar aquí otros efectos benéficos de la jornada


normal.

239
Capítulo XIV
El Salario

Ocurre en algunas ramas del trabajo que el capitalista no se


compromete al pago de un determinado salario semanal o diario,
sino que remunera al obrero por horas de trabajo. El trabajador tiene
que estar todo el día a disposición del capitalista, pero este puede
emplearlo a su gusto, una vez excesivamente, y otra sólo por pocas
horas. Sin embargo el precio del trabajo es determinado de acuerdo a
la duración de la jornada media. De este modo, el capitalista,
pagando el precio “normal” del trabajo, tiene a su disposición toda la
fuerza de trabajo del obrero, sin pagarla en todo su valor; esto es
evidente en los días en que lo ocupa por un número de horas inferior
al normal; pero vale también para cuando lo ocupa más allá de la
jornada normal.

El valor de la fuerza de trabajo gastada en una hora no es


igual en cada hora. El desgaste de las primeras horas de la jornada
puede compensarse más fácilmente, que el de las últimas horas. Por
ende, el valor de la fuerza de trabajo desgastada en las primeras
horas de trabajo es menor que el de la décima o duodécima hora
aunque el valor de uso de las últimas pueda ser muy inferior a las
primeras. De ahí que en numerosas empresas ha surgido en forma
natural, no fundamentada en nociones fisiológicas o económicas, la
costumbre de considerar como “normal, una jornada de un
determinado número de horas, y como suplementario el tiempo de
trabajo que sobrepasa este punto, y naturalmente, es mejor
remunerado, aunque con un aumento a menudo irrisorio.

Los capitalistas de quienes hablamos más arriba, que ocupan


al trabajador por horas, se ahorran la remuneración más elevada del
tiempo suplementario.

La distinción entre la jornada “normal” del tipo recién


mencionado, y el tiempo extra, no debe interpretarse en el sentido de
que el precio del trabajo de la jornada normal representa el salario
normal y que en el tiempo extra se paga un salario adicional, que
supera el valor diario de la fuerza de trabajo. Hay fábricas en las que
se trabaja durante años con tiempo extra. En éstas el salario
“normal” es tan bajo que el obrero no puede vivir solamente de él y
está obligado a trabajar horas extras. Donde se trabaja regularmente
en horas extras, la jornada “normal” es sólo una parte de la jornada
de trabajo real y el salario “normal” sólo una parte del salario

240
Capítulo XIV
El Salario

necesario para el sustento del obrero. La remuneración más lata del


tiempo extra es solamente un medio para inducir al obrero a
consentir en una prolongación de la jornada de trabajo. Sin embargo,
como hemos visto, a una prolongación de la jornada corresponde
siempre una baja en el precio del trabajo.

La limitación legal de la jornada aspira a poner término a


todas estas maniobras.

4. EL SALARIO POR PIEZA.

El salario por pieza es la forma transfigurada del precio de la


fuerza de trabajo; el salario por pieza es una forma modificada del
salario por tiempo. Supongamos que la jornada común sea de 12
horas, el valor diario de la fuerza de trabajo sea de 2,40 marcos y
que en un día un obrero ejecute un promedio de 24 piezas de un
determinado artículo. (En las empresas capitalistas es muy fácil
establecer, por experiencia, la capacidad de producción de un obrero
con habilidad e intensidad medias). Puedo emplear al obrero a jornal,
a un precio de 20 pfenning la hora; pero también puedo pagarle por
cada pieza que entrega a razón de 10 pfenning por pieza. En este
caso el salario se llama por pieza o destajo.

Como se ve, el salario por pieza se basa en el valor diario de la


fuerza de trabajo y en la duración media de la jornada, igual que en
el salario por tiempo. En apariencia, el salario por pieza está
determinado por la capacidad del productor; la ilusión se desvanece
en cuanto nos enteramos que el salario por pieza es rebajado
proporcionalmente apenas aumenta la productividad del trabajo. Si,
a raíz del perfeccionamiento de una máquina, un obrero, para
fabricar una pieza del artículo de nuestro ejemplo anterior ya no
necesita media hora por término medio, sino sólo un cuarto de hora,
el capitalista, no variando las demás condiciones, ya no le pagará 10
pfenning por pieza, sino solamente 5 pfenning.

Ocurre a menudo, y cualquiera que se ocupa de cuestiones


obreras, conoce casos análogos, que a algunos obreros o grupos de
obreros, que favorecidos por la suerte lograron entregar una vez una
cantidad extraordinaria de productos, se les redujo arbitrariamente

241
Capítulo XIV
El Salario

el salario por pieza acordado para el caso particular, alegando que la


suma superaba demasiado el salario común. No se puede demostrar
con palabras más claras que el salario por pieza es sólo una forma
modificada del salario por tiempo y que el capitalista aplica
voluntariamente cuando le parece más ventajosa que la forma
anterior del salario por tiempo.

Por regla general el salario por pieza ofrece grandes ventajas


al capitalista. En el salario por tiempo el capitalista paga la fuerza de
trabajo en la forma de la cantidad de trabajo suministrada por ella;
en el salario por pieza la paga en la forma del producto. Puede confiar
en que el obrero, aún sin estímulo exterior, producirá en cada hora
de trabajo en su propio interés, la mayor cantidad de productos
posible. También puede controlar más fácilmente si el obrero ha
entregado un producto de calidad media. El menor defecto es casi y a
menudo sólo pretexto, para retener parte del salario y hasta para
verdaderas expoliaciones al obrero.

En el salario por pieza resulta en gran parte superflua la


vigilancia del capitalista y de sus representantes; el capitalista se
ahorra ente trabajo y sus gastos. En ciertas ramas de la industria el
salario por pieza permite también que el obrero trabaje en su casa, y
el capitalista puede economizar una cantidad de gastos de
instalación y de explotación (calefacción, iluminación, alquiler, etc.),
y disponer así de una parte de capital, que de otro modo hubiera
debido inmovilizar. En las industrias donde está generalizado el
trabajo a domicilio, por ejemplo costura y zapatería, sucede a
menudo que el patrón del taller de obreros quienes en vez de trabajar
en sus propias casas lo hacen en su taller, les exige el pago de un
alquiler por el lugar y por los útiles de trabajo. El trabajador debe
pagar extra el placer de hacerse vejar ante el “ojo del amo”.

En el sistema del salario por pieza el interés personal impele


al obrero a trabajar durante el mayor tiempo posible y lo más
intensamente que puede, para aumentar su salario diario o semanal.
No se da cuenta de que el exceso de trabajo no sólo lo arruina
físicamente -trabajo por pieza, trabajo asesino, reza el refrán- sino
que también tiene a rebajar el precio de su trabajo. Aún cuando lo
comprenda no es capaz de sustraerse a la ley coercitiva de la
competencia con los demás trabajadores. Esta competencia de los

242
Capítulo XIV
El Salario

trabajadores entre sí y la ilusión de libertad e independencia que


despierta el trabajo por pieza, y también su aislamiento (en el trabajo
a domicilio), hace más difícil la organización y la acción colectiva de
estos trabajadores.

Y no son sólo estos los perjuicios que trae para el obrero el


sistema del salario por pieza. Facilita, por ejemplo, la ingerencia de
parásitos entre los trabajadores y el capitalista, de intermediarios
que restan al salario que paga el capitalista una considerable parte
en su propio provecho. Además, cuando el trabajo es ejecutado por
grupos de obreros, le permite al capitalista contratar con los jefes de
los grupos la entrega de los productos a un determinado precio por
pieza, dejando al arbitrio de estos contratistas el pago a los
trabajadores que de ellos dependen.

“La explotación de los obreros por el capital se realiza


entonces mediante la explotación del obrero por el obrero” (I, 429).

Cuando más perjudicial es para el obrero el salario por pieza,


tanto más favorable se hace el capitalista. En efecto, el salario por
pieza es la forma de salario obrero más adecuada al modo de
producción capitalista. No se desconocía del todo en el artesanado.
Sin embargo, recién en el período manufacturero se aplicó en mayor
escala. En la época del surgimiento de la gran industria constituyó
una de las palancas más poderosas para la prolongación de la
jornada y la rebaja del precio del trabajo.

5. DIFERENCIAS NACIONALES EN LOS SALARIOS.

Hemos considerado las combinaciones que pueden sufrir el


valor y el precio de la fuerza de trabajo y su relación con la plusvalía,
determinadas por cambios en la duración de la jornada, en la
intensidad y la productividad del trabajo. Este movimiento se
entrecruza con otro, producido en la masa de los medios de
subsistencia en que se convierta el precio de la fuerza de trabajo.
Todas estas transformaciones implican también mutaciones en la
forma modificada del precio de la fuerza de trabajo, el salario del
trabajo. De ahí que el salario del trabajo en un mismo país está
sometido a un movimiento continuo y es distinto en distintas épocas:

243
Capítulo XIV
El Salario

A esta diferencia temporal corresponde también una especial.


Cualquiera sabe que los salarios en Estados Unidos de América son
más altos que en Alemania y en Alemania más altos que en Polonia.

Sin embargo la comparación de los salarios en los diversos


países no es tan sencilla.

“Al comparar pues, los salarios nacionales –dice Marx-, hay


que pesar todos los elementos determinantes del cambio de la
magnitud del valor de la fuerza de trabajo, el precio y monto de las
primeras necesidades de la vida, naturales y desarrolladas en la
historia, el costo de educación del obrero, el papel del trabajo de las
mujeres y los niños, la productividad del trabajo, su magnitud
extensiva e intensiva. Aún, para la más superficial comparación, es
necesario reducir primero a jornadas de trabajo de igual magnitud, el
salario diario medio para las mismas industrias en los distintos
países. Nivelados así los salarios, hay que traducir a su vez el salario
por el tiempo en salario por pieza, porque sólo éste último es una
medida tanto de la productividad como de la magnitud intensiva del
trabajo”. (I, 433-434).

En un país el precio absoluto del trabajo puede ser


relativamente muy alto y sin embargo pueden ser muy bajos el
salario relativo –es decir el precio del trabajo en relación a la
plusvalía o el valor del producto total-, y el salario real, es decir la
cantidad de medios de subsistencia que el obrero puede adquirir con
su salario.

En los países donde el modo de producción capitalista está


más desarrollado, la productividad e intensidad del trabajo es mayor
que allí donde la evolución de este sistema de producción ha
quedado atrasada. Sin embargo, en el mercado mundial domina, el
trabajo nacional más productivo igual que el más intensivo, por ser
productor de mayor valor.

244
Capítulo XIV
El Salario

Supongamos que en Rusia3 un hilador mal alimentado y mal


desarrollado, extenuado y trabajando con máquinas inferiores,
elabore por término medio en una hora, 1 libra de algodón; un
tejedor inglés, en cambio, 6 libras; en el mercado mundial 1 libra del
hilador ruso no tendrá por supuesto más valor que 1 libra inglesa.
En Inglaterra el trabajo de hilado produce en el mismo tiempo un
valor mayor que en Rusia; el valor del producto en el mismo tiempo
se expresa en Inglaterra en una cantidad de dinero mayor que en
Rusia. De ahí que en un país de acentuado desarrollo capitalista la
expresión monetaria del salario es más alta que en uno más atrasado
y, no obstante, el precio del trabajo en relación a la plusvalía puede
ser mucho más bajo, precisamente porque es más elevado el valor
del producto total.

Pero en un país donde la productividad del trabajo es mayor,


también lo es el valor de la fuerza de trabajo. Por eso, aunque el
precio de la fuerza de trabajo sea más elevado, el obrero no
necesariamente está en condiciones de comprar con su salario más
alto una mayor cantidad de medios de subsistencia o tener un mejor
nivel de vida.

En grandes empresas inglesas fuera de Inglaterra, en la


construcción de los ferrocarriles en Asia, por ejemplo, los
empresarios ingleses se vieron obligados a emplear también a
obreros ingleses más caros, al lado de los trabajadores nativos más
baratos. En estas y otras ocasiones análogas la experiencia demostró
que el trabajo aparentemente más caro resultaba el más económico
en relación al rendimiento del trabajo y a la plusvalía.

La industria rusa4 con sus salarios miserables y su


explotación ilimitada del trabajo se mantiene en una mezquina
existencia gracias a la protección de aranceles prohibitivos. No puede
competir con la industria inglesa, que trabaja con salarios
relativamente elevados, tiempo de trabajo corto, numerosas

3 El autor tiene presente la Rusia zarista de la novena década del siglo XIX, con su
industria técnicamente muy atrasada, con su proletariado cuyos jornales eran de
mendigos. Nota de la edición soviética, 1940.
4 Como más arriba, la cuestión que se trata, es la de la Rusia zarista de los fines del
siglo XIX. Nota de la edición soviética, 1940.

245
Capítulo XIV
El Salario

limitaciones del trabajo de mujeres y niños, disposiciones sanitarias,


etc. El precio absoluto del trabajo ruso, su expresión monetaria es
baja. Su precio relativo, en relación al valor de su producto en el
mercado mundial, es alto.

246
CAPÍTULO XV

EL CICLO Y LA ROTACIÓN DEL CAPITAL*

1. EL CICLO DEL CAPITAL INDUSTRIAL Y SUS TRES FASES.

El propósito y el motivo que rige la producción capitalista es


la obtención de plusvalía.

La plusvalía se crea en la producción. Pero las premisas


necesarias para crearla se encuentran en la circulación, ya que sólo
en ella puede el capitalista conseguir los medios de producción y la
mano de obra que necesita. Es también en la circulación donde el
capitalista vende las mercancías fabricadas por los obreros a fin de
reanudar, con el dinero recaudado, el proceso de elaboración de
plusvalía.

Quiere decirse que este proceso tiene un íntimo vínculo con la


circulación y representa la unidad de dos procesos: el de producción
y el de circulación.

Para crear la plusvalía, el capital tiene que ir de la órbita de la


circulación a la de la producción, y viceversa, pues el capital es
movimiento y no se le debe interpretar como algo inerte.

En su movimiento, el capital atraviesa varias fases y adquiere


formas distintas, ejecutando determinadas funciones en cada una de
ellas.

Es objeto de este tema analizar el capital en su dinámica,


examinar los factores que influyen en la rapidez del movimiento del
capital y mostrar la influencia que ejerce dicha rapidez en la
plusvalía. Nos vamos a referir a la dinámica del capital industrial, es
decir, del capital cuya función consiste en crear la plusvalía.

* Tomado del libro “Curso Superior de Economía Política”, Spiridonova, Atlas y otros,
Editorial Grijalbo, México, 1975.
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

Al decir “capital industrial” nos referimos a todas las ramas


de la producción que se rigen al modo capitalista.

El capital atraviesa tres fases.

Comienza su movimiento en la forma de dinero. Para iniciar


sus actividades encaminadas a obtener plusvalía, todo capitalista
debe desembolsar una determinada suma de dinero invirtiéndola en
adquirir los factores indispensables de la producción: medios de
producción y fuerza de trabajo.

En virtud de ello, el capital-dinero se convierte en los


elementos del capital productivo, o sea del capital ocupado en la
esfera de la producción. Esta primera fase del movimiento del capital
puede ser expresada en la fórmula:

En virtud de ello, el capital-dinero se convierte en los


elementos del capital productivo, o sea del capital ocupado en la
esfera de la producción. Esta primera fase del movimiento del capital
puede ser expresada en la fórmula:

En la primera fase, el movimiento del capital se verifica en la


esfera de la circulación. Lo peculiar de esta fase es la adquisición de
la mercancía fuerza de trabajo. Precisamente esta adquisición, al
unificar la fuerza de trabajo con los medios de producción, es la que
permite que se convierta el valor desembolsado como dinero en
capital, auténtico, en valor que produce plusvalía.

En el acto D - T van implícitas determinadas relaciones de


clase entre el capitalista y el obrero, las cuales se manifiestan
primeramente en la esfera de la circulación, y más tarde en la de la
producción, siendo de notar que, en la circulación, la esencia de las
relaciones entre el capitalista y el obrero va oculta, enmascarada,
puesto que uno y otro actúan aparentemente como dos vendedores
iguales de mercancías, aunque ya aquí el obrero tiene que

230
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

enfrentarse con un capitalista que posee el monopolio de los medios


de producción.

Por tanto, el dinero se convierte en capital no por ser dinero,


sino porque en el mercado se enfrenta con la mercancía fuerza de
trabajo, porque se transforma en expresión de determinadas
relaciones de clase y crea la plusvalía.

La primera fase hace necesario el proceso de producción, ya


que el capital, convertido en elementos de producción, adopta una
forma natural con la cual no puede permanecer en la órbita de la
circulación y debe pasar a la de la producción.

El capitalista consume productivamente las mercancías


adquiridas; los obreros producen nuevas mercancías; y como
resultado de este proceso, el capitalista recibe mercancías cuyo valor
sobrepasa al de los medios de producción y de la fuerza de trabajo
invertidos en dicho proceso. El capitalista recibe mercancías que
encierran plusvalía. En esta fase, el capital productivo se transforma
en capital mercantil, en capital materializado en mercancías. La
segunda fase de la dinámica del capital se expresa en la fórmula:

Los puntos indican que el proceso de circulación es


interrumpido por el de producción. El signo M 1 nos dice que M1 es
superior a M en la magnitud de la plusvalía, que la nueva mercancía
creada se destina a la venta.

La segunda fase de la dinámica del capital es la fase


industrial o de producción. Durante ella, el capital tiene la forma de
capital productivo, que es el que, ocupado en la producción, crea la
plusvalía.

Por sí mismos, los medios de producción y la fuerza de


trabajo no constituyen un capital, sino solamente factores
indispensables de la producción. Adquieren la forma de capital

231
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

productivo tan sólo en determinado momento del desarrollo de la


producción mercantil, cuando la fuerza de trabajo se convierte en
mercancía como resultado de la disociación entre el productor
directo y los medios de producción y crea la plusvalía.

Es función del capital productivo la creación de la plusvalía.


El capital es productivo tan sólo cuando crea plusvalía. Desde el
punto de vista de la creación de la plusvalía, es sabido que sólo el
capital variable es productivo. Sin embargo, la circunstancia de que
la fuerza de trabajo sea tan sólo una parte del capital productivo
transforma las relaciones capitalistas en un fetiche. La plusvalía
aparece como una creación o fruto de todo el capital, con lo cual se
enmascara la esencia de la explotación capitalista.

En el proceso de producción se crean mercancías, y el capital


productivo pasa a ser capital-mercancías. La segunda fase prepara y
hace inevitable la tercera fase: la conversión de la mercancía en
dinero. De la órbita de la producción, el capitalista se reintegra al
mercado como vendedor de la mercancía producida, la realiza allí y
la convierte en dinero, con lo cual el capital-mercancía pasa a ser
capital-dinero.

Esta fase del movimiento del capital se expresa en la fórmula:

M1 - D1

La tercera es la fase de circulación. Las mercancías


producidas en las empresas capitalistas contienen el fruto de la
explotación capitalista: la plusvalía. Por eso, la función del capital-
mercancía consiste en realizar el valor acrecentado del capital, la
primera conversión de la plusvalía en dinero y el reintegro del capital
desembolsado a su forma dinero inicial. Sin realización es imposible
reanudar el proceso de producción y obtener plusvalía. Sin embargo,
la transformación del capital-mercancías en dinero tropieza con
dificultades originadas por el bajo poder adquisitivo de la clase
obrera así como por los efectos de la ley de la competencia y por la
anarquía de la producción. De ahí que esta fase desempeñe un papel
muy importante en el proceso del movimiento del capital.

232
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

Así, pues, el capital industrial, en su movimiento, atraviesa


una vez la fase de producción y dos veces la de circulación. La
dinámica del capital industrial puede expresarse en la fórmula
siguiente:

Hemos examinado las tres fases de la dinámica del capital


industrial, que en cada una de ellas adopta una forma especial:
capital-dinero, capital productivo y capital-mercancías.

La transformación consecutiva del capital de una fase en otra


y su paso por las tres fases llevan el nombre de ciclo de circulación
del capital, y representa la unidad del proceso de producción y del
proceso de circulación.

Como el fin de la producción capitalista consiste en crear


plusvalía, el capitalista no se limita a un solo ciclo del capital; por el
contrario, reanuda sin cesar la producción de plusvalía.

Ello significa que el capital industrial se encuentra en


perenne movimiento, y la fórmula de su ciclo asume la forma de una
espiral infinita:

Para que el proceso de producción no se interrumpa, el


capital debe hallarse, en todo momento, en sus tres formas: capital-
dinero, capital-productivo y capital-mercancías.

Al capitalista le es necesario disponer de dinero en metálico,


es decir, capital-dinero, que es susceptible de ser invertido en la

233
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

adquisición de los elementos de la producción y que constantemente


se reintegra a su forma anterior en virtud de la venta de las
mercancías. Durante el proceso de la producción, el capital
productivo no se consume todo a la vez. Además, siempre conviene
disponer de algunas reservas de materias primas, de combustible y
de materiales auxiliares. Lo mismo cabe decir del capital-mercancías.
Aunque las mercancías se venden a diario, sus reservas van
nutriéndose regularmente mediante la fabricación de nuevos
contingentes.

Condición indispensable para el ciclo ininterrumpido del


capital industrial es no sólo el movimiento simultáneo de aquél en
sus tres formas (capital-dinero, capital-productivo y capital-
mercancías), sino también la existencia de una cierta
proporcionalidad entre estas formas aisladas del capital industrial.

Vemos, pues, que el capital industrial representa la unidad de


las tres formas del capital.

El hecho de que el capital industrial aparezca en tres


variedades determina la existencia de tres formas en su ciclo: ciclo
del capital-dinero, ciclo del capital productivo y ciclo del capital-
mercancías. Examinemos las tres formas.

Indicaremos ya que cada una de las formas cíclicas del


capital pone de relieve determinados rasgos característicos del
capital industrial.

Ciclo del capital-dinero.

La fórmula del ciclo del capital-dinero coincide con la del


capital industrial. En el ciclo del capital-dinero se revela el fin
específico de la producción capitalista: la creación de plusvalía.

234
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

Sin embargo, el proceso de producción en el ciclo del capital-


dinero no es sino un eslabón entre dos fases de la circulación. La
forma productiva del capital es pasajera, efímera. Con esto, la fuente
de la plusvalía se encubre, y el capital-dinero aparece como “dinero
que engendra dinero”, y se da la impresión de que la plusvalía surge
en el proceso de la circulación.

Ciclo del capital productivo.

En el ciclo del capital productivo, el movimiento arranca de la


órbita de la producción, y en ella termina. El proceso de circulación
constituye un eslabón intermedio, y el dinero sirve tan sólo de forma
pasajera del capital. El fin de la producción capitalista se difumina y
enmascara, creándose la falsa impresión de que la producción en sí
representa el objetivo del capitalismo. En virtud de ello, la
producción capitalista aparece como una especie de “producción por
la producción”.

Ciclo del capital-mercancías.

En el ciclo del capital-mercancías, la circulación es el punto


inicial. Con ello se crea la apariencia de que el fin de la producción
capitalista consiste en satisfacer las necesidades sociales. El
capitalista convierte la mercancía en dinero; quiere decirse que el
ciclo del capital-mercancías presupone consumo, con lo cual
adquiere mayor relieve el nexo interno de la producción con el
consumo.

Por consiguiente, las diversas formas del ciclo del capital


industrial exponen los rasgos característicos de este capital.

235
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

El ciclo del capital-dinero revela el crecimiento del valor del


capital como fin y motivo de la producción.

El ciclo del capital productivo promueve a primer plano el


propio proceso de revalorización del capital, el proceso de la creación
de plusvalía.

El ciclo del capital-mercancías revela las condiciones en que


se realiza la revalorización del capital, subrayando el nexo de la
producción con el consumo.

Como cada una de las formas del ciclo del capital industrial le
caracteriza de manera unilateral y al mismo tiempo descubre los
defectos de las otras formas, el capital industrial sólo muestra
su auténtica fisonomía en la unidad de las tres formas del ciclo.

Cada ciclo hace resaltar un rasgo determinado, y solamente


en su unidad reflejan todos ellos el propósito y el motivo de la
producción capitalista. Analizar el capital industrial basándose en
una sola forma de su ciclo induciría inevitablemente a una
interpretación errónea de la realidad capitalista, velando los
antagonismos de clase existentes en la sociedad.

El capital-dinero, el capital productivo y el capital-mercancías


cumplen funciones diferentes en la dinámica del capital industrial.
Al llegar el capitalismo a un cierto grado de desarrollo, sobre la base
de las formas peculiares que adopta el capital industrial en su
dinámica, tiene lugar la formación de tipos diferentes de capital,
aislados unos de otros, y de los correspondientes grupos capitalistas.
Sobre la base del capital-dinero surge el capital de préstamo y los
capitalistas dedicados a estas actividades; sobre la base del capital-
mercancías surge el capital mercantil y los capitalistas mercantiles, y
sobre la base de la forma productiva surgen el capital industrial y los
capitalistas industriales, los empresarios.

En su movimiento, el capital atraviesa una vez la fase


productiva y dos veces la circulante. La revalorización del capital se
verifica en la órbita de la producción, cuando se encuentra en la
forma de capital productivo. Por eso decía Marx que el

236
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

funcionamiento del capital productivo constituía una genuina


metamorfosis del capital. Es en la producción donde se lleva a efecto
la metamorfosis real; en cambio, en la órbita, mientras que su valor
no sufre alteraciones, o sea que se realiza una metamorfosis formal
del capital.

Por tanto, la producción y la circulación desempeñan papeles


distintos en el proceso de revalorización del capital, en el proceso de
la creación de la plusvalía. No conviene, pues, identificar la
producción con la circulación.

La economía burguesa, en aquellos casos en que las


identifica, considera la circulación y su forma especializada –el
comercio- como una de las ramas de la producción, con lo cual se
encubre el papel especialísimo de la producción en el proceso de
creación de plusvalía.

Otro intento de ocultar el papel de la producción en la obra de


crear la plusvalía es la llamada concepción cambista, cuyos adeptos
separan la circulación de la producción, enfocando ésta tan sólo
como una relación entre el hombre y la naturaleza y reduciendo las
relaciones de producción a relaciones de cambio. Los partidarios de
la “concepción cambista” sostienen que, en una economía capitalista
mercantil, las relaciones sociales representan relaciones de cambio;
que, fuera del mercado, en el proceso de la producción, los
poseedores de mercancías se las entienden tan sólo con la naturaleza
y no están ligados entre sí por ningún vínculo. Por tanto, dicen ellos,
el valor no se crea en la producción, sino en la circulación. Partiendo
de esta tesis, los voceros de la concepción cambista reducen también
las relaciones entre los capitalistas y los obreros a simples relaciones
de intercambio, asegurando que en la producción no existen entre
ellos otros vínculos que los puramente técnicos: los capitalistas son
organizadores y dirigentes de la producción, y los obreros sus
ejecutores. Pero como en las relaciones de mercado entre los
capitalistas y los obreros existe una igualdad formal, los portavoces
de la “concepción cambista” niegan la explotación de los obreros por
los capitalistas y predican la armonía de los intereses de las clases.

Cuando Marx demostró la unidad de la producción y la


circulación, poniendo de relieve el diferente papel de ambas en el

237
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

proceso de creación de la plusvalía, desenmascaró el contenido


burgués de la concepción cambista y puso al desnudo sus raíces de
clase.

2. LA ROTACIÓN DEL CAPITAL. CAPITAL FIJO Y CAPITAL


CIRCULANTE.

Como la producción capitalista tiene por objeto extraer


plusvalía, el capital realiza ciclos ininterrumpidos, repitiéndolos sin
cesar.

El ciclo del capital, considerado no como un fenómeno


aislado, sino como un proceso que se reitera y se reanuda
periódicamente, se denomina rotación del capital.

El tiempo que todo el capital necesita para pasar por la


producción y la circulación es el tiempo de rotación del capital.

Dicho de otro modo, el tiempo de rotación es el intervalo entre


el momento de desembolsar un capital en determinada forma y el
momento en que dicho capital retorna a manos del capitalista en la
misma forma, pero acrecentado en una magnitud igual a la de la
plusvalía.

El tiempo de rotación de capitales individuales es distinto, y


depende de las diversas condiciones de producción y de circulación.
Por eso surge la necesidad de una unidad general para calcular y
comparar la rapidez de rotación de distintos capitales individuales.
Esta unidad general de medida del tiempo de la rotación del capital
permite comprobar la celeridad de la circulación de cualquier capital
por el mismo procedimiento, comparar la rapidez con que se efectúa
la rotación de un capital con la de otro.

Como unidad natural para medir las rotaciones del capital en


funcionamiento se ha tomado el año, ya que en la zona templada,
cuna de la producción capitalista, los principales artículos agrícolas
son productos anuales.

238
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

El capital puede circular una vez, dos, tres veces al año. Si


para señalar el año como unidad de tiempo de la rotación nos
valemos del signo O, y expresamos el tiempo de rotación de un
capital dado con el signo o, se determinará de acuerdo con la fórmula
siguiente:

n=O
o

Ejemplos:

1. o = 3 meses. Así, n = 12 = 4. Cuatro rotaciones al año.


3

2. o = 12 meses. Así, n = 12 = 1. Una rotación al año.


12

¿De qué depende el tiempo de rotación de un capital


individual determinado? En su velocidad influyen diversas
circunstancias, la principal de las cuales es la composición del
capital productivo.

Según sabemos ya, el capital productivo comprende el valor


de los medios de producción y el de la fuerza de trabajo.

El valor del capital invertido en adquirir estos factores de la


producción se transfiere, en el transcurso de ésta, al valor del
producto fabricado, y lo hace por diversos procedimientos. Según el
modo como se verifica la transferencia del valor de las diversas
partes integrantes del capital productivo al valor del producto, el
capital productivo se divide en capital fijo y capital circulante.

Una parte de los medios de producción son medios de


trabajo: edificios, maquinaria y aparatos que, comprados por el
capitalista, funcionan durante un período más o menos prolongado,
manteniendo su independencia respecto del producto. Para adquirir
los medios de trabajo hay que desembolsar un capital
inmediatamente. Pero este capital interviene en la circulación

239
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

solamente por partes, en la medida en que se van desgastando los


medios de trabajo, y su valor se reintegra al capitalista en forma de
dinero también por partes, sin abandonar materialmente la órbita de
la producción.

La suma que compensa el desgaste de los medios de trabajo


se destina anualmente a la amortización. La amortización representa,
pues, una restitución paulatina, en forma de dinero, del valor de los
medios de trabajo, a través de asignaciones periódicas que
corresponden a su desgaste.

Supongamos que una máquina valorada en 10.000 dólares y


calculada para trabajar un período de diez años transfiere
anualmente al producto el 10 por 100 de su valor, o sea 1.000
dólares. A medida que la producción vaya vendiéndose, este valor
retornará a manos del capitalista, que lo acumulará como fondo de
amortización.

La parte del capital que el capitalista invierte en construir


locales y en comprar maquinaria e instrumentos que transfiere por
partes su valor al producto fabricado lleva el nombre de capital fijo.

Por consiguiente, el capital fijo es la parte del capital


productivo que, participando plenamente en la producción, transfiere
su propio valor al producto no de una vez, sino por partes, a medida
que se desgasta.

A diferencia del capital fijo, el capital circulante es la parte del


capital productivo cuyo valor se transfiere totalmente a la mercancía
en el transcurso de una rotación para retornar luego a manos del
capitalista en forma de dinero y en toda su plenitud, al ser vendido el
producto. Forma parte del capital circulante la parte del capital
invertida en la adquisición de materias primas, combustible y
materiales auxiliares, y también los recursos que se invierten en la
adquisición de fuerza de trabajo.

Esta se diferencia radicalmente de los restantes elementos del


capital circulante. Al ser utilizada en la producción, la fuerza de
trabajo no transfiere su valor al producto, sino que crea un nuevo
valor que contiene plusvalía. Pero el modo de circulación del valor de

240
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

la fuerza de trabajo resulta ser el mismo que el del valor de las


materias primas, del combustible y de los materiales auxiliares. Por
esa razón, el capital variable es parte del capital circulante. La
división del capital en fijo y circulante queda restringida al capital
productivo. El capital-dinero y el capital-mercancías son capitales en
circulación y no se dividen en fijo y circulante.

Conviene establecer una diferencia nítida entre la división en


capital fijo y circulante, de una parte, y la división en capital
constante y variable, de otra.

Estas dos divisiones del capital pudieran expresarse con el


siguiente esquema:

La división del capital en constante y variable está


determinada por su diferente papel en la producción de valor y de
plusvalía. Semejante división descubre la esencia de la explotación
capitalista; por eso no la reconoce la Economía política burguesa.

En cuanto a la división del capital en fijo y circulante, son las


diferencias de las rotaciones de las partes integrantes del capital las
que la determinan. Esta división oculta que el capital se divide en
constante y variable; el capital variable, única fuente de la plusvalía,
aparece tan sólo como una de las partes del capital circulante. Se
encubre la fuente de la plusvalía, se escamotean las relaciones de
explotación capitalista, y por eso la Economía burguesa sólo
reconoce la división del capital en fijo y circulante.

De lo dicho se desprende que las diversas partes integrantes


del capital productivo circulan de manera distinta.

Con el desarrollo del capitalismo crecen el volumen y la


duración del capital fijo, lo cual influye sobre la rapidez de la

241
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

rotación del capital en su conjunto. La rotación se amortigua y


prolonga, y su amortiguamiento, originado por el crecimiento del
capital fijo, agudiza las contradicciones del capitalismo.

Ello es debido a que el capital fijo se desgasta no sólo


físicamente. Conforme progresa el capitalismo, se verifica un proceso
de desgaste moral del capital fijo particularmente de la maquinaria y
de los instrumentos. Mientras las máquinas funcionan la sociedad
realiza nuevos descubrimientos técnicos e inventos cuya utilización
eleva la productividad del trabajo y abarata los elementos del capital
fijo: la maquinaria y el instrumental, produciendo una
desvalorización del capital fijo. El proceso de desvalorización de las
máquinas en virtud el progreso técnico lleva el nombre de “desgaste
moral” del capital fijo.

El desgaste moral provoca la pérdida del capital invertido; por


tal motivo, los capitalistas se manifiestan, en ciertos casos, contra la
aplicación del proceso técnico. El aumento del capital fijo y el
amortiguamiento de la rotación del capital agravan la amenaza de
desgaste moral del capital fijo. Los capitalistas se esfuerzan por
prevenirse contra dicho peligro. Los medios para evitarlo son la
prolongación de la jornada de trabajo y el aceleramiento
desenfrenado de la intensidad de la labor que realizan los obreros. La
utilización de estos medios agudiza las contradicciones entre las
capitalistas y los obreros.

Por otra parte, los patronos procuran compensar la mayor


lentitud de la circulación del capital elevando la cuota de
amortización. Como resultado de todo ello se encarecen los
productos, surgen dificultades en su venta, se agravan la
competencia y el antagonismo de la propia clase capitalista. Además,
al crecer el volumen del capital fijo, el capital industrial pierde, en
buena medida, su facultad de cambiar rápidamente la producción de
un artículo por la de otro. Esto dificulta la competencia y agrava las
contradicciones entre los capitalistas, las cuales, en última
instancia, siempre se resuelven a costa de la clase obrera.

Hemos visto, pues, que al desarrollarse el capitalismo


aumenta el capital fijo, se amortigua la rotación del capital y, en
virtud de todo ello, se agravan las contradicciones del capitalismo.

242
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

Hay otro factor que influye en el ritmo de la rotación del


capital: la duración del tiempo de producción y del tiempo de
circulación.

El tiempo de producción es el período en que el capital se


encuentra en la esfera de la producción. La parte principal del
tiempo de producción la constituye el período de trabajo, durante el
cual el objeto a elaborar es sometido a la acción directa del
productor. El período de trabajo es el número de jornadas,
necesarias en una rama para obtener un producto completamente
fabricado. La productividad de este período depende de la índole de
la rama en cuestión, de las condiciones técnicas y de las propiedades
específicas del producto elaborado.

Por ejemplo, en una fábrica de hilados, cada operario


convierte parte del algodón en hilatura y cierta porción del producto
manufacturado se pone a la venta diariamente, mientras que en
unos astilleros la construcción de cada barco requiere decenas y
hasta cientos de jornadas de muchos obreros.

La magnitud del capital invertido y la duración de sus


rotaciones dependen directamente de la duración del período de
trabajo. Habitualmente, el tiempo de producción es más largo que el
período de trabajo, ya que, además de éste, incluye el tiempo de la
acción independiente de las fuerzas de la naturaleza sobre el objeto
del trabajo y también el tiempo en que el capital actúa como reserva
de producción.

El tiempo de acción independiente de las fuerzas naturales


sobre el objeto del trabajo es el período durante el cual aquél es
sometido a procesos naturales, interrumpiéndose prácticamente el
del trabajo. Esta porción de tiempo es particularmente grande en
ramas económicas como la agricultura, la vinicultura o la industria
de la madera.

La tercera parte integrante del tiempo de producción es el


período en que el capital se encuentra en su forma de reserva de
producción. Para que el proceso de producción se realice
ininterrumpidamente, es indispensable poseer siempre alguna
reserva de materias primas, de combustible, de instrumentos, etc.

243
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

Por supuesto, cuanto más se prolonga el período en que un


objeto es sometido a la acción directa del trabajo, o a la acción
independiente de las fuerzas naturales, o se encuentra en la forma
de reserva industrial, tanto más lentamente circula el capital
desembolsado. Dicho de otro modo, el ritmo de la rotación de este
capital depende del tiempo de producción y de sus partes
integrantes.

¿De qué modo pueden ser reducidos el tiempo de producción


y sus partes integrantes?

La reducción del período de trabajo se alcanza por los


siguientes procedimientos:

1. Prolongación de la jornada de trabajo.


2. Intensificación de éste.
3. Aumento del número de operarios.
4. Aumento de los turnos.
5. Ampliación de la división social del trabajo y de la
especialización de la producción.
6. Incremento de la productividad del trabajo, que es el
procedimiento decisivo para reducir el período de trabajo.

La reducción del tiempo de la acción independiente de las


fuerzas naturales sobre el objeto en elaboración se obtiene
acelerando los procesos naturales mediante los adelantos de la
ciencia y de la técnica y perfeccionando los métodos de producción:
empleo de catalizadores en la industria química, selección y
mejoramiento de las semillas en la agricultura, selección artificial y
cruce en la ganadería, etcétera.

Para reducir el período en que el capital se encuentra


convertido en reserva industrial hay que reducir las propias reservas.

“La magnitud de esta reserva de producción depende de la


mayor o menor dificultad de su renovación, del mayor o menor
alejamiento de los mercados en que es posible abastecer de esos

244
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

elementos, del desarrollo de los medios de transporte y


comunicación, etc.”1

Hemos examinado el tiempo de producción y los


procedimientos para reducirlos.

Veamos ahora el tiempo de circulación.

El tiempo de circulación es el período durante el cual el


capital, hallándose en la circulación, pasa de la forma dinero a la
productiva y de la forma mercantil a la forma dinero.

El tiempo de circulación depende de las condiciones de


compra de los medios de producción y de venta de las mercancías
fabricadas, de la proximidad y del volumen del mercado, del nivel de
desarrollo de los medios de transporte y de las comunicaciones. A
medida que avanza el capitalismo, el tiempo de circulación sufre una
influencia doble: de una parte, el progreso de los transportes y
comunicaciones lo reduce; de otra, la competencia capitalista, la
lucha por lo menos mercados y las crecientes dificultades para la
venta de las mercancías, originadas por el crecimiento de la miseria
de las masas trabajadoras, contribuyen a prolongar el tiempo de
circulación.

Puede preguntarse a qué se debe el interés de los capitalistas


por acelerar el ritmo de las rotaciones del capital.

Los factores que determinan su rapidez ejercen también


influencia sobre la creación de plusvalía. De por sí, la velocidad del
ritmo de la rotación del capital no crea plusvalía, pero permite
obtener la misma cantidad de plusvalía con menos capital o mayor
cantidad con el mismo capital. Por ejemplo, la reducción del tiempo
de circulación limita el capital-mercancías y el capital-dinero, y
permite, en virtud de ello, incrementar el capital productivo, es decir,
proporciona a los capitalistas la posibilidad de contratar mayor
número de obreros sin aumentar el capital.

1 C. Marx, El Capital, ed. Cit., tomo II, págs. 118-119.

245
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

Por otra parte, el aceleramiento de la rotación de la totalidad


del capital desembolsado implica un aceleramiento de la rotación del
capital variable. De la rapidez con que éste circule dependen la masa
anual de plusvalía y también la cuota de plusvalía.

Examinemos un ejemplo:

Dos capitalistas disponen de capitales idénticos con igual


composición orgánica, que se diferencian tan sólo por el número de
ciclos que efectúan al año (n).

K1 = 2.000 1.500 c + 500 v m’ = 100% n = 1.


K2 = 2.000 1.500 c + 500 v m’ = 100% n = 12.

El primer capitalista obtendrá en un año m = 500.

El segundo obtendrá en un año m = 500 X 12 = 6.000.

Por consiguiente, los dos capitalistas obtendrán en un año


una masa diversa de plusvalía, y la cuota anual de plusvalía será
distinta en cada uno de ellos.

La cuota anual de plusvalía (M1) es la proporción existente


entre toda la masa de plusvalía producida en un año y el capital
variable desembolsado.

En nuestro ejemplo M1 = 500 = 100 por 100.


500

M2 = 6.000 = 1.200 por 100.


500

De tal modo, la masa y la cuota anual de plusvalía se


modifican de manera directamente proporcional al número de
rotaciones del capital variable desembolsado.

Lo dicho más arriba permite comprender por qué, bajo el


capitalismo, la industrialización comienza por el incremento de las

246
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

ramas de la industria ligera. En ella se verifica más rápidamente la


rotación del capital, lo que hace que la cuota anual de plusvalía sea
superior.

Concluyendo, hemos estudiado el capital como un


movimiento que cosiste en una metamorfosis ininterrumpida. En las
tres formas del capital, las relaciones de clase están adulteradas y
encubiertas: el aumento del capital aparece como un resultado de su
dinámico, del cambio de sus formas. Se crea la impresión de que la
plusvalía surge no sólo en la producción, sino también en la
circulación. Y esta falsa creencia se fortalece gracias al hecho de que
cuanto más rápidamente se mueve el capital, con tanta mayor
celeridad crece.

Carlos Marx demostró que la plusvalía se crea solamente en


la producción, que el aceleramiento de la circulación del capital no
crea, de por sí, ni un átomo de nuevo valor, y sólo permite a los
capitalistas, con el mismo capital, explotar a un mayor número de
obreros o a los mismos en más ocasiones, cuyo trabajo crea en el
transcurso del año una mayor masa de plusvalía.

247
CAPÍTULO XVI

LA GANANCIA MEDIA Y EL PRECIO DE PRODUCCIÓN

1. EL PRECIO DE COSTE Y LAS GANANCIAS CAPITALISTAS.

La doctrina de Carlos Marx sobre la ganancia y el precio de


producción representa una continuación de la teoría del valor y de la
plusvalía. El primer tomo de El Capital contiene un análisis científico
del proceso de la creación de la plusvalía. El segundo está dedicado a
revelar el proceso de la circulación del capital. En el tercero se nos
ofrece un análisis de la producción capitalista en general como
proceso de producción y de circulación. Aquí pone Marx de
manifiesto la esencia de las formas concretas del movimiento del
capital y de la plusvalía en que aquél y ésta salen directamente a la
superficie, la influencia mutua de los capitales en el proceso de la
competencia. Durante el movimiento del capital se verifica la
realización y la distribución de la plusvalía entre diversos grupos de
capitalistas. En concordancia con ello, la plusvalía adopta las
siguientes formas: la de ganancia industrial, la de ganancia
comercial, la de interés y la de renta de la tierra.

¿Qué es la ganancia? Es una forma modificada de la


plusvalía. ¿Y cuáles son las circunstancias determinantes de que la
plusvalía adquiera la forma de ganancia? El análisis de este
problema ha de iniciarse aclarando la diferencia entre el valor de la
mercancía y el costo capitalista de producción.

El valor de toda mercancía se determina por el conjunto de


trabajo socialmente necesario invertido en su producción, es decir,
por la cantidad de trabajo vivo y materializado que se ha consumido.
Como en el caso presente se trata de una mercancía producida bajo
el capitalismo, podemos expresar su valor en la siguiente fórmula:

c + v + m, donde c representa los gastos de capital constante y v + m


el nuevo valor creado por el trabajo de los obreros asalariados.


Tomado del libro “Curso Superior de Economía Política”, Spiridonova, Atlas y otros,
Editorial Grijalbo, México, 1975.
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

Pero una cosa es el valor verdadero de una mercancía y otra


cosa el valor de la mercancía para el capitalista. Son dos magnitudes
totalmente distintas, pues el capitalista no paga todo el valor creado
por el obrero (v + m), sino sólo una parte de él, igual al precio de la
fuerza de trabajo consumida. Aquella parte del valor de la mercancía
en que va contenida la plusvalía no le cuesta nada al capitalista, ya
que no se le ha pagado al obrero.

Supongamos que para fabricar un par de zapatos se han


invertido nueve dólares en medios de producción (máquinas,
materias primas y combustible) y que como salario se les ha pagado
a los obreros un dólar. Supongamos, también, que la cuota de
plusvalía equivale a 300 por 100. En tal caso, la plusvalía será igual
a tres dólares.

En el ejemplo aducido, el valor de un par de zapatos será de


trece dólares. Pero los gastos del capitalista se determinan por la
magnitud de los capitales constante y variable utilizados y, por
consiguiente, ascienden a diez dólares, ya que la parte del valor que
el capitalista se ha embolsado como plusvalía equivalente a tres
dólares. Los diez dólares en cuestión representan los gastos del
capitalista para producir un par de zapatos.

“Esta parte del valor de la mercancía, que repone el precio de


los medios de producción consumidos y de la fuerza de trabajo
empleada, no hace más que reponer lo que la mercancía ha costado
al capitalista y representa, por tanto, para él, el precio de costo de la
mercancía”.1

El precio de coste capitalista se calcula por la magnitud del


capital empleado para producir una mercancía; los verdaderos
precios de coste, es decir, el valor de la mercancía, se determinan por
el consumo de trabajo socialmente necesario. Por consiguiente, el
precio de coste capitalista no constituye sino una parte del valor de
la mercancía.

Si expresamos este valor con la fórmula c + v + m, el precio de


coste capitalista será c + v. El precio de coste capitalista es inferior al

1 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 46.

250
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

valor de la mercancía en la magnitud de la plusvalía. La diferencia


entre la magnitud del valor de la mercancía y el precio de coste
constituye la ganancia del capitalista.

Esta es una ganancia que el capitalista obtiene sobre el


capital desembolsado. La peculiaridad de la categoría “precio de
coste” consiste en que en ella desparece la diferencia entre las
inversiones en instrumentos de trabajo, materias primas y
combustible, de una parte, y las inversiones de fuerza de trabajo, de
otra; es decir, que desaparece la diferencia entre el capital constante
y el variable. El dueño de una empresa industrial anticipa un capital
para adquirir los diversos elementos del capital constante y fuerza de
trabajo (la parte variable del capital). Todas estas inversiones forman
parte del precio de coste y deben ser reintegradas al capitalista.

En la categoría “precio coste” se pone de manifiesto la


diferencia entre aquella parte del capital que se invierte en materias
primas, combustible, reparaciones y salarios, parte que se transfiere
totalmente al valor de la mercancía en un ciclo y aquella otra parte
del capital cuyo valor se transfiere al valor de la mercancía
paulatinamente, por partes, a lo largo de una serie de ciclos (el valor
de los edificios y de la maquinaria), es decir, la diferencia entre los
capitales circulante y fijo.

Como en los precios de coste desaparece la diferencia entre


los capitales constante y variable, ocultan la diferencia entre el
proceso de transferencia del valor y el de creación de un valor nuevo.
Los gastos de trabajo en la producción de una mercancía son
encubiertos por los gastos de capital, creándose la falsa idea de que
el capital es el creador del valor, cuando, en realidad, es el trabajo
del obrero asalariado el que lo crea.

El precio de coste constituye una categoría real de la


economía burguesa, determinada por el propio régimen capitalista de
producción. La recuperación de los gastos es una premisa
indispensable de la actividad económica del capitalista, ya que sin
ella no puede reanudar el proceso de producción. De la magnitud del
precio de coste depende la rentabilidad o la irrentabilidad de una
empresa. Si el precio de la mercancía cae por debajo de los gastos
realizados para producirla o si se iguala a los mismos, la producción

251
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

deja de ser ventajosa para el capitalista, por cuanto su interés


estriba en que la recaudación procedente de la venta de las
mercancías sobrepase lo que ha costado producirlas. El precio de
coste permite descubrir e interpretar las leyes de la competencia bajo
el capitalismo. Dentro de los límites del valor de una mercancía
caben diversas fluctuaciones de su precio. Supongamos que el valor
del artículo es trece dólares, y el precio de coste equivale a diez. El
precio del artículo en cuestión podrá ser de once y de doce dólares, y
en ambos casos el capitalista obtendrá beneficio, puesto que el
precio de venta de la mercancía rebasa el precio de coste. Estas
fluctuaciones pueden ser aprovechadas por el capitalista para
arruinar a sus competidores.

Como en el precio de coste desaparece la diferencia entre los


capitales constante y variable, quedando tan sólo la diferencia entre
los capitales fijo y circulante, aquel precio encubre la explotación
capitalista y oculta la verdadera procedencia de los ingresos de los
empresarios.

Y como en el precio de coste no hay diferencia entre los


capitales constante y variable, el aumento del valor, que ser verifica
en el proceso de la producción y en virtud del trabajo que los obreros
asalariados realizan durante el tiempo de trabajo excedente, aparece
como un fruto del capital en general.

Según sabemos ya, la plusvalía constituye la diferencia entre


el valor creado por el trabajo del obrero y el valor de la fuerza de
trabajo de éste. El patrono la percibe cuando las mercancías
fabricadas por la labor de los obreros asalariados van a ser
realizadas, y el dinero procedente de su venta rebasará los gastos
ocasionados por la producción de dichas mercancías. Por
consiguiente, el capitalista percibe su ganancia después de efectuado
el ciclo del capital.

La masa absoluta de esta ganancia dependerá no sólo de las


condiciones de producción, sino también de las condiciones de la
venta de las mercancías, o sea del nivel de los precios en que
aquéllas se realicen. Según estas últimas condiciones, el precio de
venta de la mercancía puede superar al precio de coste en diversas
proporciones. La ganancia del capitalista aparece como la diferencia

252
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

entre el precio de venta de la mercancía y la suma del capital


invertido en su producción, como un fruto del capital.

Teniendo en cuenta que en la producción de un artículo


interviene todo el capital desembolsado, aunque sólo una parte de él
se invierta en la producción de la mercancía, la plusvalía aparece no
sólo como una adición de valor al capital gastado, sino a todo el
capital invertido en la producción, a todo el capital desembolsado.

“Así representada, como vástago del capital global


desembolsado, la plusvalía reviste la forma transfigurada de la
ganancia”.2

Consecuentemente, la ganancia es la forma en que la


plusvalía se manifiesta en la superficie de la sociedad capitalista. Se
presenta no como el resultado de la explotación del los obreros, sino
como un fruto del funcionamiento de todo el capital desembolsado,
como un retoño de éste. En la categoría “ganancia” desaparece el
trabajo no retribuido de los obreros, que es la auténtica fuente de la
plusvalía. Si la plusvalía expresa las relaciones de clase de la
sociedad capitalista, la ganancia las enmascara, convirtiéndolas en
un fetiche. La ganancia aparece como una cualidad y una relación de
las cosas entre sí.

Así, pues, la ganancia es una forma alterada de la plusvalía.


Aunque la ganancia obtenida por algunos capitalistas y la magnitud
de la plusvalía creada por la explotación de los obreros asalariados
pueden no coincidir cualitativamente, en la escala de toda la
sociedad capitalista sí coinciden. La conversión de la plusvalía en
ganancia representa un desarrollo de la fetichización de las
relaciones capitalistas, un desarrollo de la engañosa forma exterior
que crea una falsa impresión sobre la realidad capitalista.

Esa es la razón que aconseja distinguir el contenido de los


procesos económicos y la forma de su manifestación, los procesos
económicos de profundidad y los fenómenos superficiales. Los
científicos burgueses, paladines del capitalismo, pretenden hacer
pasar los fenómenos superficiales por la esencia de las cosas,

2 C. Marx, El Capital, tomo III, pág. 53.

253
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

velando de este modo el antagonismo social que caracteriza las


relaciones de las clases en la sociedad burguesa.

La ganancia es el motivo que impulsa la producción


capitalista. El desarrollo de ésta no tiene como incentivo el de
mejorar la situación económica de los trabajadores, sino el de
garantizar el mayor lucro a costa de la explotación de las masas
laboriosas. No hay delito que los capitalistas no cometan con tal de
obtener el máximo beneficio. Así lo confirma la historia del
capitalismo.

Empeñados en encubrir la auténtica naturaleza del


capitalismo como régimen social asentado sobre la explotación del
trabajo, los economistas burgueses tratan de encontrar las más
diversas explicaciones a la procedencia de la ganancia. Unos afirman
que proviene de la circulación y que es el resultado del ahorro del
capitalista; otros dicen que es engendrada por el propio capital.

Por ejemplo, el economista norteamericano J. B. Clark, en su


libro La distribución de la riqueza, se esfuerza por demostrar que la
ganancia es fruto del capital y que los trabajadores no toman parte
alguno en su creación.

Valiéndose de los más rebuscados artificios, Clark pretende


“demostrar” que el trabajo y el capital son factores iguales en
derecho dentro de la producción y que la riqueza social es producto
del esfuerzo conjunto de estos dos factores. El trabajo crea un
ingreso en forma de salario y el capital crea otro en forma de
ganancia.

Clark sostiene que, bajo el capitalismo, los trabajadores


perciben todo cuanto crean y que, por consiguiente, no existe
injusticia alguna en la distribución de la riqueza. De esta tesis extrae
la conclusión que él mismo desea: la de que, como los trabajadores
crean una suma de riquezas reducida y la perciben en su totalidad,
no tienen por qué ansiar la revolución social.

Todo el sentido de estas especulaciones de Clark y de otros


economistas burgueses se reduce al deseo de demostrar que el

254
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

régimen de producción capitalista garantiza una distribución ideal y


justa de la riqueza.

2. LA CUOTA DE GANANCIA Y LOS FACTORES QUE LA


DETERMINAN.

Al capitalista le interesa no sólo la magnitud absoluta de la


plusvalía obtenida, sino también la proporción existente entre ella y
todo el capital invertido.

Marx daba el nombre de cuota de ganancia a la proporción


entre la plusvalía y todo el capital invertido, en tanto por ciento, y
expresaba la ganancia con la letra p y la cuota de ganancias con p1.
Si expresamos todo el capital invertido con la letra k, podremos
expresar la cuota de ganancia mediante la fórmula siguiente:

p’ = p ; o p’ = k .
k’ c+v

La cuota de ganancia es una categoría real del sistema


capitalista de producción y, para el patrono, representa el índice de
rentabilidad de su empresa, el grado de incremento de su capital.

También es un modo específico de medir la plusvalía en


comparación con todo el capital invertido. La cuota de ganancia
solidifica la idea de la ganancia como “un fruto” de todo el capital
invertido. En ella no aparece ningún vínculo entre la ganancia y el
trabajo: dicha cuota encubre no sólo la explotación del trabajo
asalariado por el capital, sino también su magnitud real.

Tomemos un ejemplo. Supongamos que el capital invertido


asciende a 1.000 unidades monetarias, 800 de las cuales componen
el capital constante y 200 el variable. Supongamos también que la
masa de la plusvalía equivale a 200 unidades. En tal caso, la cuota
de plusvalía, como exponente del grado de explotación, equivale a
100 por 100. La cuota de ganancia será igual a:

255
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

p1 = 200 m , o 200 m = 20 por 100.


1.000 k’ 800c + 200v

La discrepancia cuantitativa entre las cuotas de ganancia y


de plusvalía expresa la diferencia cualitativa existente entre ambas,
diferencia que cosiste en que, si la cuota de plusvalía caracteriza el
grado de explotación del trabajo por el capital, la de ganancia
muestra el grado de rentabilidad del capital. Es una forma
transfigurada de la cuota de plusvalía.

“La cuota de ganancia es el resorte propulsor de la


producción capitalista, que sólo produce lo que puede producirse con
ganancia y en la medida en que ésta puede obtenerse”.3

El capitalista está siempre interesado en que su capital le


proporcione un beneficio mayor, la más alta cuota de ganancia.
Impulsado por este móvil, el capital se dirige a aquellas esferas
donde su aplicación garantiza al propietario la más alta ganancia, ya
que cuanto más alta es la cuota, tanto mayor es la magnitud de la
ganancia (en igualdad de circunstancias).

¿Qué factores influyen en la cuota de ganancia?

El principal de todos es la magnitud de la cuota de plusvalía.

A mayor grado de explotación, mayor masa de plusvalía, y


tanto más alta cuota de ganancia, siempre en igualdad de
circunstancias.

Ilustremos este aserto con un ejemplo:

p1 = 200 m = 200 m = 20 por 100.


800c + 200v 1.000 k

Si el grado de explotación se eleva hasta 200 por 100, la masa


de plusvalía aumentará hasta 400 unidades monetarias y, en virtud
de ello, la cuota de ganancia equivaldrá a:

3 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 256.

256
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

p1 = 400 m = 400 m = 40 por 100.


800c + 200v 1.000 k

Cuanto mayor sea la cuota de plusvalía, tanto mayor será la


de ganancia, si las condiciones restantes permanecen inalterables.

Así se explica que los patronos, deseosos de aumentar la


cuota de ganancia, aprovechen todos los métodos para incrementar
el grado de explotación de los obreros: prolongación de la jornada,
aumento de la intensidad y de la productividad del trabajo, rebaja de
los salarios hasta un nivel inferior al valor de la fuerza de trabajo.

El nivel de la cuota de ganancia también depende de la


economía de capital constante. Esta economía de medios de
producción está determinada por los siguientes factores:

1. El aumento del número de obreros ocupados, la prolongación de


la jornada y el incremento de la intensidad del trabajo no
requieren un aumento proporcional de la parte fija del capital
constante, y ello permite al capitalista producir mayor cantidad
de mercancías y apropiarse más plusvalía con el mismo capital
fijo.

2. La ampliación del volumen de la producción o producción a


escala. La gran producción contribuye a un empleo más completo
y racional de los instrumentos y de las condiciones de trabajo
(disminución de los gastos de local, de combustible, de luz, etc.),
y permite utilizar los residuos de la industria reelaborándolos
como subproductos.

3. La utilización de las materias primas sintéticas, más baratas, y


de diversos sucedáneos, así como la falsificación de los productos
elaborados.

4. El progreso técnico y el incremento de la productividad. Esta


rebaja el valor de los elementos del capital constante; el progreso
de la técnica, que permite utilizar máquinas más perfectas y más
baratas, proporciona al capitalista la posibilidad de explotar

257
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

mayor número de obreros, reducir los gastos de producción y


aumentar la masa y la cuota de plusvalía.

Otro elemento que influye en el nivel de la cuota de ganancia


es la rapidez de la circulación del capital. Si el período necesario para
una rotación del capital se reduce, por ejemplo, de doce meses a seis,
el capital variable hará dos rotaciones en vez de una durante el año.
Esto permite al capitalista explotar con el mismo capital el doble de
obreros y obtener, en el transcurso del año, el doble de plusvalía,
como resultado de lo cual la cuota anual de ganancia del capital se
duplicará también.

La economía de capital constante se realiza, principalmente,


mediante el empeoramiento de las condiciones de trabajo de los
obreros. En un local habilitado para 20 máquinas, el patrono instala
40; donde hay que colocar una valla de seguridad junto a las
máquinas, no la coloca, y donde hay que poner ventilación no la
pone. El resultado es que empeoran las condiciones de trabajo de los
obreros, y esto trae consigo enfermedades, accidentes y otras
desgracias.

En 1938 hubo en la industria de los Estados Unidos


1.376.000 accidentes de trabajo; en 1949 hubo 1.870.000, y en 1960
ocurrieron ya 1.960.000. Según rezan las estadísticas oficiales, en
los doce años que van de 1949 a 1960 inclusive sufrieron lesiones a
causa de accidentes en la producción más de 19 millones de obreros
americanos y perdieron la vida mas de 150.000.

El “ahorro” de recursos en la seguridad del trabajo, que el


capitalista considera un gasto improductivo, da lugar a un
despilfarro de mano de obra, a la pérdida de vidas obreras, pero
aumenta la cuota de ganancia. Esa es la naturaleza rapaz del
capitalismo: crece el lucro a costa de la salud y de la vida de los
obreros.

El nivel de la cuota de ganancia depende también de la


composición orgánica del capital. A causa de la propiedad privada de
los medios de producción, y también en virtud de la anarquía de la
misma, la técnica se desarrolla de manera desigual en la sociedad
capitalista. Unas ramas avanzan más que otras, y esto halla su

258
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

expresión en la diferencia de la composición orgánica del capital en


diversas ramas de la producción. En la diversidad de esta
composición influyen también las peculiaridades del proceso
tecnológico de la producción en las distintas ramas. Cuanto mayor
es la parte correspondiente al capital constante, tanto menor es la
parte que corresponde al capital variable y, por consiguiente, tanto
más alta es la composición orgánica del capital.

Las modificaciones en la técnica de la producción llevan


aparejado un aumento de la composición orgánica del capital. Según
cálculos de S. Vigodski, la composición orgánica del capital en la
industria de la transformación de los Estados Unidos ha variado del
modo siguiente:

1989 ………………… 4,5 : 1


1939 ………………… 6 : 1
1955 ………………… 8 : 1.4

¿Cómo repercute la diversidad de la composición orgánica del


capital en la cuota de ganancia? Cuanto más alta es la composición
del capital, tanto más baja es la cuota de ganancia, y viceversa,
contando siempre con que las restantes condiciones permanecen
inalterables.

Explicaremos esta tesis con el ejemplo siguiente:

Primer caso: p1 = 200 m = 200 m = 20 por 100.


800c + 200v 1.000 k

Segundo caso: p1 = 100 m = 100 m = 10 por 100.


900c + 100v 1.000 k

Examinemos este ejemplo con más detenimiento. La cantidad


de la plusvalía creada se determina por la masa de trabajo no
retribuido de que se apropia, el capitalista. Cuanto más trabajo vivo

4 S. Vigodski, La teoría marxista de la ganancia media y el precio de la producción a la


luz de los datos contemporáneos, pág. 50. Gospolitizdat, Moscú, 1956.

259
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

se emplea con una misma suma de capital, tanto mayor serán la


masa y la cuota de plusvalía (siempre en igualdad de circunstancias).

Pero la cantidad de trabajo vivo empleado con una cierta


suma de capital depende de cómo se distribuya este capital en
constante y en variable. Dicho de otro modo, depende de la
composición orgánica del capital.

La cuota de ganancia en el segundo caso será inferior a la del


primero no porque se explote menos a los obreros, sino porque se
empleará relativamente menos trabajo en comparación con el capital
empleado.

Tomemos varias ramas de la producción capitalista.


Supongamos que todas las condiciones de la actividad de capitales
iguales por su volumen serán también iguales (una cuota idéntica de
plusvalía, por ejemplo, el 100 por 100, y también una rapidez
idéntica de la circulación del capital), excepto una condición: la
composición orgánica del capital. En tal caso obtendremos el cuadro
que damos a continuación:

CUADRO 1

Composición Cuota de Cuota de


Masa de
Sectores Capitales orgánica del plusvalía, ganancia, por
plusvalía
capital por 100 100
I 60c + 40v 1,5 : 1 100 40 40
II 75c + 25v 3 : 1 100 25 25
III 80c + 20v 4 : 1 100 20 20
IV 90c + 10v 9 : 1 100 10 10
V 95c + 5v 19 : 1 100 5 5

Con una cuota idéntica de plusvalía, igual a 100 por 100, la


masa de plusvalía es distinta en diversas ramas de la producción.
¿Por qué? La plusvalía es creada por a parte variable del capital. De
ahí que, con un grado idéntico de explotación, sea mayor donde es
mayor la magnitud del capital variable, y menor donde el capital
variable es menor. Por consiguiente, también será distinta la cuota
de ganancia. Cuanto más alta es la composición orgánica del capital,
tanto más baja es la cuota de ganancia y, al contrario, cuanto más

260
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

baja es la composición orgánica del capital, tanto más alta es la


cuota de ganancia. Vemos, pues, que la magnitud de ésta se halla en
razón inversa a la composición orgánica del capital.
Los factores anteriormente descritos influyen de manera
distinta en la cuota de ganancia. En la aurora del capitalismo, en
diversos sectores de la producción predominaban cuotas desiguales
de ganancia. En cambio, en la época del capitalismo desarrollado, de
la libre competencia y de la libre trasplantación del capital, no es ya
posible la existencia de diversas cuotas durante largo tiempo.

3. FORMACIÓN DE LA CUOTA MEDIA (GENERAL) DE GANANCIA.

Los ejemplos aducidos indican que capitales idénticos


reportan diferentes cuotas de ganancias. Si las mercancías
fabricadas en diversos sectores de la producción se vendiesen por su
valor, en el primer sector, la cuota de ganancia del capital se elevaría
al 40 por 100, mientras que en el quinto sector sólo llegaría al 5 por
100. ¡Desigual provecho para un capital idéntico! Pero es sabido que
cada capitalista tiende a extraer a su dinero el beneficio máximo.

La desigualdad de ganancias con capitales idénticos


contradice al principio capitalista de la “igualdad”, consistente en
que cada capitalista procura obtener con su capital un resultado no
inferior al que obtiene otro capitalista, sea cual fuere la esfera de la
producción en que está invertido su capital.

Si, verdaderamente, los capitalistas no obtuviesen una


ganancia igual con capitales idénticos, no invertirían sus recursos en
sectores de alta composición orgánica del capital como, por ejemplo,
la metalurgia o la fabricación de maquinaria. Pero en virtud de la
división social del trabajo, la sociedad capitalista no podría existir ni
desarrollarse sin los sectores que producen instrumentos de
producción.

Para resolver este problema (el de cómo los capitalistas de


diversos sectores de la industria obtienen beneficios iguales con
capitales idénticos) es indispensable examinar los dos aspectos de la
competencia que existen bajo el capitalismo. La competencia dentro
de un mismo sector es una rivalidad entre capitalistas que fabrican

261
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

mercancías homogéneas. La competencia entre diversos sectores


representa una rivalidad entre capitalistas que producen mercancías
heterogéneas. La lucha entablada entre ellos tiene como objetivo una
cuota más alta de ganancias y una posición más conveniente para la
inversión del capital y la venta de los productos. Una encarnizada
competencia reina en toda la economía capitalista. Las leyes
económicas del capitalismo, leyes que rigen la producción capitalista,
actúan por medio de la competencia.

En cada sector, diversas empresas funcionan en condiciones


desiguales, y se diferencian entre sí por su volumen, por el nivel de
la productividad de su trabajo y por la magnitud de los precios de
costo.

A consecuencia de ello, la magnitud del valor individual de las


mercancías fabricadas en distintas empresas es diferente. Pero el
valor de las mercancías se determina por el tiempo de trabajo
socialmente necesario para fabricarlas en condiciones normales de la
producción social. Este tiempo de trabajo socialmente necesario es el
que determinará el valor social o comercial de las mercancías de un
sector concreto. El precio de la mercancía se basa en el valor social o
comercial no en el valor individual.

La competencia dentro del mismo sector reduce los valores


individuales de las mercancías a su valor social (comercial), que se
determina, según decía Marx, por el valor individual de las
mercancías que se producen en las condiciones medias de su esfera
y que constituyen la gran masa de los productores de la misma.5

Las empresas en que el valor individual de las mercancías es


inferior al social reciben, por encima del beneficio ordinario del
sector en cuestión, una ganancia excedente hasta el momento en que
el valor social descienda y el valor individual de las mercancías de
dicho sector se equipare al valor social. Existen también grupos de
empresas en las que el valor individual sobrepasa al social. Parte de
los propietarios de estas empresas percibirán un beneficio irrisorio, y
los restantes sólo conseguirán compensar su precio de coste. Ello
incita a los dueños de las empresas en cuestión a reducir el valor

5 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 183.

262
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

individual. La reducción del valor de una mercancía se logra


perfeccionando los instrumentos de producción y elevando la
productividad. Para consolidar sus posiciones en el terreno de la
competencia, los capitalistas refuerzan la explotación de la clase
obrera. Aquellos patronos que no consiguen reducir los gastos de
producción de sus mercancías terminan arruinándose.

Por tanto, como resultado de una encarnizada competencia


dentro de un sector, salen triunfantes los dueños de aquellas
empresas en que la técnica y la productividad del trabajo están por
encima del nivel medio del sector en cuestión, y los propietarios de
las empresas modestas, rezagadas del nivel medio, acaban
forzosamente en la ruina.

Este proceso de depauperación de las empresas pequeñas y


medianas se ha acelerado en la época actual, en que las empresas
gigantes, las alianzas monopolistas del capitalismo, desempeñan el
papel decisivo en la vida económica. El escritor americano Stein, en
su libro El mundo del dólar, decía que en el período de 1947 a 1950
se hundieron en diversas ramas de la economía de los Estados
Unidos 1.414.300 empresas pequeñas. Analizando las estadísticas,
Stein llega a la conclusión de que “tres de cada diez pequeñas
empresas subsisten menos de un año; dos de cada diez no existen
más de dos años, y una o dos de cada diez consiguen vivir más de
cuatro años. Tan sólo una cuarta parte de ellas se las ingenia para
mantenerse seis años o más… Esta enorme mortandad, que no cesa
ni siquiera en los períodos de auge, depende directamente de la
existencia de las corporaciones gigantescas”.

Un sociólogo americano, Kart Mayer, en un informe


presentado en 1956 al Congreso Internacional de Sociólogos que se
celebró en Ámsterdam, anotaba la constante disminución del peso de
los patronos independientes en su país. Según los datos que citó, los
llamados “patronos independientes”, junto con sus familiares aptos
para el trabajo, constituían en 1870 el 40,4 por 100 de la población
trabajadora de los Estados Unidos; en 1910, el 27,1; en 1950, el 14,4
y en 1954, el 13,3 por 100.

A consecuencia de la rivalidad dentro del mismo sector,


aumenta en él la composición del capital. El progreso técnico

263
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

contribuye a reducir el tiempo de trabajo socialmente necesario para


producir un determinado tipo de mercancía. Bajo el influjo de la
competencia dentro de un sector, y a través de constantes
fluctuaciones, se llega a la nivelación de la cuota de ganancia en los
límites de una misma órbita de la producción.

Marx indica que las diversas cuotas de ganancia pueden


igualarse –primeramente en los límites de una misma esfera de la
producción, y después en diversas esferas- tan sólo a través de
constantes fluctuaciones. Para esclarecer cómo se verifica la
nivelación de las cuotas de ganancia entre los diferentes sectores de
la producción, observemos el proceso de la competencia entre
distintos sectores, es decir, la competencia entre los capitalistas de
diversas esferas de la producción.

Si observamos el cuadro 1, descubriremos que los que


disfrutan de una situación más favorable son los capitalistas del
primer sector, que obtienen una cuota de ganancia sobre el capital
equivalente al 40 por 100, y los que se hallan en situación peor son
los del quinto sector, donde la cuota es igual al 5 por 100.

Pero el estímulo de la producción capitalista se encierra en la


ganancia, y es perfectamente comprensible que el capital emigre a
aquellos sectores de la producción donde la cuota de ganancia es
alta y huya de aquellos en que es baja.

En suma, la diferencia de la cuota de ganancia en distintos


sectores de la producción determina que el capital de los sectores
donde la ganancia es baja emigre a los sectores donde es alta.

Supongamos que la cuota de ganancia de un capital invertido


en la industria textil resulta más baja que en la del calzado durante
un período considerable. La producción en la industria textil no se
ampliará. Los capitales disponibles serán invertidos en otras ramas.
Y los recursos acumulados por los propietarios de las empresas
textiles se invertirán en la industria del calzado, por ser más
rentable. Los capitales disponibles siempre tenderán a colocarse en
aquellas esferas de la producción donde la cuota de ganancia es alta.

264
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

La emigración de capitales traerá consigo una redistribución


espontánea de los medios de producción y de la mano de obra entre
las diversas ramas de la producción. Los bancos desempeñan un
importantísimo papel en la redistribución de los capitales disponibles
entre los distintos sectores.

¿Cuáles son las consecuencias de esta emigración espontánea


de los capitales?

En aquellas ramas a las que el capital acude se ampliará la


reducción y, a la postre, la oferta de mercancías terminará
superando a la demanda.

Y en aquellas ramas de donde los capitales se han retirado


decrecerá la producción y acabará por crearse una situación en la
que la oferta será superada por la demanda.

Ello repercutirá en los precios. En el primero de los dos casos,


descenderán los precios de las mercancías, y disminuirá la
ganancia; y, por el contrario, en el segundo caso subirán los precios
y la ganancia aumentará. En determinados sectores de la
producción, los artículos habrán de venderse a precios inferiores a
su valor, mientras que en otras los precios de venta superarán al
valor.

El tránsito del capital de un sector a otro, el afán del capital


por escapar de aquellos sectores de la industria donde la cuota de
ganancia es baja y de acudir a colocarse en aquellos donde existe
una alta cuota, trae como consecuencia que las diferentes cuotas de
ganancia terminen equilibrándose y estableciendo una cuota general,
es decir, formando la denominada cuota media de ganancia. La
nivelación de las diversas cuotas de ganancia para constituir una
cuota media (general) transcurre de manera espontánea, a lo largo
del proceso de la competencia entre los capitalistas.

“Estas distintas cuotas de ganancia son compensadas entre sí


por medio de la concurrencia para formar una cuota general de
ganancia, que representa la media de todas aquellas cuotas de
ganancia distinta. La ganancia que, con arreglo a esta cuota general,

265
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

corresponde a un capital de determinada magnitud, cualquiera que


sea su composición orgánica, recibe el nombre de ganancia
media”.6

A la vista de esta definición, volvamos a nuestro ejemplo y


prosigamos su examen en el cuadro II.

Del cuadro expuesto se infiere que si el capital se distribuyera


equitativamente entre todas las ramas de la producción, la
composición orgánica media del capital sería de 4 : 1, y la cuota
media de ganancia equivaldría al 20 por 100.

La cuota media de ganancia corresponde a la cuota de


ganancia en los sectores de composición orgánica media o en las que
caracterizan la composición orgánica del capital social.

La cuota media de ganancia es igual a la relación existente


entre la masa general de plusvalía creada por los obreros asalariados
en toda la sociedad capitalistas y el conjunto del capital social.

CUADRO II

Cuota de Cuota
Cuota de
Masa de ganancia, media de
Sectores Capitales c:v plusvalía,
plusvalía por sector, ganancia,
por 100
por 100 por 100
I 60c + 40v 1,5 :1 100 40 40
II 75c + 25v 3 :1 100 25 25
III 80c + 20v 4 :1 100 20 20 20
IV 90c + 10v 9 :1 100 10 10
V 95c + 5v 19 :1 100 5 5
Todo el
capital 400c + 100v 100 100
social
Condiciones
sociales 80c + 20v 4:1 100 20 20
medias

6 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 164.

266
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

La masa general de plusvalía creada en toda la sociedad


capitalista depende no sólo de la altura a que se halle la cuota de
plusvalía, sino de cómo todo el capital social se distribuye entre los
diversos sectores de la producción. Cuanto más capital se invierta en
un sector de composición orgánica baja, tanto mayor será la masa
general de plusvalía y, por el contrario, cuanto más capital se
invierta en sectores de composición orgánica alta, tanto menor será
la masa general de plusvalía.

Es un proceso muy complejo el de la formación de la cuota


media de ganancia. Sería desacertado pensar que en la vida real, en
el proceso de movimiento del capital, la cuota media (general) es ese
promedio ideal que aparece en nuestros cálculos; que en todas las
ramas de la producción existe absolutamente la misma cuota de
ganancia. La cuota media es el promedio de las diversas cuotas de
ganancia. En su afán de alcanzar una cuota más alta, e impulsados
por la competencia, los capitales se retiran de aquellas esferas donde
durante largo tiempo se mantiene un beneficio inferior al nivel
medio, trasplantándose paulatinamente a aquellas esferas en que la
ganancia supera el nivel medio.

Lo mismo pudiera decirse respecto a la plusvalía capitalizada:


acude a aquellos sectores donde la cuota de ganancia está por
encima del nivel medio. Por consiguiente, la cuota media de ganancia
existe siempre –según señala Marx- tan sólo como una tendencia,
como un movimiento tendente a nivelar las diversas cuotas de
ganancia.

Esta nivelación de las diversas cuotas de ganancia para


formar una cuota media es tanto más rápida cuanto más móvil es el
capital, es decir, cuanto más diligente se muestra para trasladarse
de una esfera de la producción a otra; y, además, es tanto más
rápida cuanto más rápidamente puede ser transferida la mano de
obra de una esfera a otra, de un centro local de producción a otro. La
agilidad del capital necesaria para crear la cuota media de ganancia
presupone un amplio sistema de crédito y completa libertad de
comercio en el interior de la sociedad, es decir, aquellas condiciones
que garantizan a cualquier capital igual posibilidad de acceso a no
importa qué rama de la producción.

267
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

En tales condiciones, las diversas cuotas de ganancia pueden


nivelarse al principio dentro de los límites de una esfera industrial, y
luego en el ámbito de las diversas esferas, pero sólo mediante
fluctuaciones permanentes. No hay que olvidar que las leyes
económicas del capitalismo actúan espontáneamente. En el régimen
capitalista, la ley general sólo se impone, como decía Marx, “como
una tendencia predominante de un modo muy complicado y
aproximativo, como una media jamás susceptible de ser fijada entre
perpetuas fluctuaciones”.7

Cada capitalista tiende a extraer el mayor beneficio a su


capital. El ansia de lucro, de obtener la máxima cuota de ganancia,
impulsa a los capitalistas a transferir sus capitales. Esta
trasplantación, que se verifica en medio de una encarnizada
competencia, acompañada de fluctuaciones espontáneas de los
precios y de las cuotas de ganancia, al margen de la voluntad o de
los deseos subjetivos de los capitalistas aislados, conduce a la
nivelación de las diversas cuotas de ganancia para formar una cuota
medio (general). Ese es el resultado objetivo del proceso de
movimiento de los capitales.

En virtud de la formación de la cuota media de ganancia, se


verifica una redistribución de toda la plusvalía creada en la sociedad
capitalista entre los capitalistas según la magnitud de sus capitales.
Por un capital igual, sea cual fuere el sector en que está invertido y
su composición orgánica, los capitalistas perciben un beneficio igual.
Sin embargo, no está descartado que ciertos capitalistas puedan
percibir una ganancia superior o inferior al promedio.

Con la formación de la cuota media de ganancia aparece una


diferencia cuantitativa ente la plusvalía producida en tal o cual
sector de la industria y la ganancia percibida en él por los
capitalistas. Sólo de manera casual la plusvalía coincide con la
ganancia obtenida por cualquier capital igual en cualquier rama de
la producción. La discrepancia entre la plusvalía y la ganancia media
encubre y oculta la fuente y la naturaleza de la ganancia. Esta
aparece como un fruto de todo el capital.

7 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 167.

268
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

En su teoría de la ganancia media, Carlos Marx descubrió el


mecanismo de la distribución de la plusvalía entre los capitalistas
proporcionalmente a la magnitud de su capital e independientemente
de la órbita de la producción en que funcionan estos capitales y de
su composición orgánica.

En las actuales condiciones de desarrollo del capitalismo, en


toda una serie de sectores industriales, la automatización de las
operaciones ha traído consigo una gran disminución de la parte
correspondiente al trabajo vivo en cada unidad o fracción del capital
invertido. Se observa no sólo una disminución relativa, sino una
disminución absoluta de la parte del capital variable en el total del
capital en funcionamiento.

Los propietarios de las empresas intensamente automatizadas


perciben una enorme masa de beneficios. Sería incorrecto suponer
que toda ganancia colosal es plusvalía creada por los obreros de esas
empresas, de la productividad y de la intensidad del trabajo que en
ellas se realiza.

El manantial de donde procede esta enorme ganancia no es


sólo la creciente masa de plusvalía creada por los obreros que
trabajan en estas empresas, ni tampoco la plusvalía excedente
elaborada por ellos, sino también la plusvalía que se ha creado en
otras empresas, en otras ramas de la industria y en distintos
países y que ha sido obtenida por los propietarios de las
empresas automatizadas como consecuencia de su redistribución
entre los capitalistas a lo largo de un proceso de encarnizada
competencia.

En las condiciones creadas por el capital monopolista, se


hace más complejo el proceso de la formación de la cuota media de
ganancia. El predominio de las alianzas monopolistas dificulta la
transferencia de capitales y debilita la tendencia a la nivelación de
las diversas cuotas.

Este predominio permite conseguir, en una serie de sectores


de la economía capitalista, un beneficio altísimo, de monopolio.

269
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

Pero como el capital monopolista es incapaz de eliminar la


competencia, propia del capitalismo, sino que, por el contrario, hace
la competencia más compleja y más aguda, no puede tampoco
eliminar el proceso de trasplantación espontánea de capitales ni la
tendencia a la nivelación de las diversas cuotas de ganancia
originada por aquel proceso. Lo único que hace es complicar y
agudizar dicho proceso.

4. FORMACIÓN DEL PRECIO DE PRODUCCIÓN. EL PRECIO DE


PRODUCCIÓN Y EL VALOR.

El proceso de formación de la cuota media de ganancia


influye en los precios de las mercancías de la producción capitalista.
Si las mercancías elaboradas en distintas ramas se vendiesen por
precios correspondientes a su valor, capitales iguales producirían
beneficios distintos.

En el proceso real del movimiento de los capitales, los precios


de las mercancías se establecen según un nivel que garantiza la
obtención de una ganancia media. Este nivel es el precio de
producción, el cual incluye el precio de coste y la ganancia media.

Forman parte del precio de coste todas las inversiones en


mano de obra (capital variable) y parte de las inversiones en capital
constante: la parte o magnitud en que dicho capital ha sido
consumido en el proceso de la producción de los artículos. Aquella
parte del capital constante que se invierte en materias primas y
combustible forma parte, en toda su integridad, del precio de coste,
pero aquella que se ha invertido en maquinaria o en locales de
explotación forma parte del mismo tan sólo parcialmente, en la
medida en que se desgastan estos elementos del capital.

Si tomamos los datos de los cuadros expuestos anteriormente


y partimos del supuesto de que sólo el 50 por 100 del capital
constante se incorpora al precio de coste (“desgaste de c”), los precios
de producción serán los siguientes:

270
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

CUADRO III

Bajo el influjo de la competencia, las mercancías no se


venderán por su valor, sino por los precios de producción, los cuales,
en la inmensa mayoría de los casos, no corresponden al valor de la
mercancía, según muestran los datos del cuadro III; en algunos
sectores de la industria, los artículos se venderán a precios
superiores al valor, y en otros sectores, a precios inferiores al mismo.

En aquellas esferas de la industria donde la composición


orgánica del capital es alta, los precios de producción serán
superiores al valor de las mercancías, y allí donde la composición
orgánica del capital sea baja, los precios de producción quedarán por
debajo del valor de las mercancías. El precio de producción se
diferencia del valor tanto por su forma como por su magnitud.

La fórmula del valor de la mercancía es c + v + m. La fórmula


del precio de producción es c + v + ganancia media. El valor de la
mercancía encierra la plusvalía además de c + v. El precio de
producción incluye, aparte el precio de coste, la ganancia media, que
cualitativamente no coincide con la plusvalía. ¿Cuál es la relación
entre el valor y el precio de producción?

En primer lugar, estas dos fórmulas contienen un mismo


elemento: el precio de coste. Y se diferencian en los elementos
últimos. La ganancia media es la plusvalía obtenida en escala de

271
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

toda la producción capitalista y redistribuida entre los capitalistas


según la magnitud del capital.

Y si la ganancia media y la plusvalía creada en una rama


concreta no coinciden, en la escala de toda la sociedad capitalista, la
ganancia media obtenida será igual al total de la plusvalía creada.

En segundo lugar, aunque en determinados sectores de la


industria, y bajo el peso de la competencia, las mercancías no se
vendan por su valor, sino por el precio de producción, que difiere del
valor, en la escala de toda la sociedad, estas desviaciones de los
precios de producción de las mercancías respecto de su valor se
compensan mutuamente. Si examinamos todos los sectores de la
economía social como un conjunto único, el total de los precios de
producción de las mercancías equivale a su valor. Lo demuestran sin
lugar a dudas las cifras que hemos aducido.

En tercer lugar, el precio de coste es parte integrante del


precio de producción; y es también parte del valor. Su magnitud, que
es aquella parte del valor que expresa el consumo del trabajo
materializado y el consumo de una porción de trabajo vivo
(retribuido), depende del nivel de la productividad del trabajo. Toda
modificación del valor repercute en la magnitud de los precios de
producción. La disminución del trabajo socialmente necesario
invertido en la producción de tal o cual mercancía se refleja en la
magnitud del valor y, por consiguiente, en el precio de producción.

“Como el valor total de las mercancías –escribía Marx- regula


la plusvalía total y ésta, a su vez, la magnitud de la ganancia media
y, por tanto, la cuota general de ganancia –como ley general, es decir,
como ley que tiende a sobreponerse a todas las fluctuaciones-,
llegamos a la conclusión de que es la ley del valor la que regula los
precios de producción”.8

Por consiguiente, en las condiciones que crea un régimen


capitalista desarrollado, la ley del valor actúa como ley de los precios
de la producción. El precio de producción representa una forma

8 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 184.

272
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

transfigurada del valor y sólo puede ser explicado científicamente


basándose en los efectos de las leyes del valor y de la plusvalía.

La formación del precio de producción, la transformación del


valor en precio de producción, constituye un nuevo
enmascaramiento de la esencia de las relaciones capitalistas de
producción, ya que en el precio de producción, formado en virtud de
la competencia, se escamotea el hecho innegable de que su base es el
valor. En la teoría de la ganancia media y del precio de producción,
Marx descubrió el vínculo interno existente entre la ganancia media
y la plusvalía, entre el precio de producción y el valor.

Cuando apareció el tercer tomo de El Capital, en el que Marx


presentaba su análisis de la ganancia media y del precio de
producción, economistas burgueses como Boehm Bawerk, Loria y
otros trataron de “refutar” el marxismo levantando un gran alboroto
sobre las supuestas contradicciones entre el primer tomo de El
Capital y el tercero. Veían una “contradicción” en el hecho de que, en
el primer tomo de El Capital, Marx afirmaba que las mercancías se
vendían por su valor, mientras que en el tercero demostraba que se
vendían por el precio de producción, el cual no coincidía con el valor.

Partiendo de aquí, aseguraban que en el tercer tomo había


llegado Marx a conclusiones que rebatían todo lo dicho
anteriormente por él, o sea que derrotaban su teoría del valor y de la
plusvalía. Estas tentativas de encontrar “contradicciones” en El
Capital se veían inspiradas por el afán de rechazar la doctrina
revolucionaria de Marx, que demostraba científicamente la
inevitabilidad del hundimiento del régimen capitalista.

El análisis científico de las leyes económicas del desarrollo del


modo capitalista de producción, realizado por Marx en los tres tomos
de El Capital, pone de manifiesto que la “contradicción” entre el
primero y el tercero es un simple infundio de los economistas
burgueses. No hay contradicción alguna entre el valor y el precio de
producción ni entre las leyes correspondientes. La formación de los
precios de producción sólo puede explicarse a base de la ley del
valor.

273
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

A este respecto, Lenin nos ofrece una admirable característica


en su artículo “Carlos Marx”:

“Por consiguiente, el notorio e incontrovertible hecho de que


los precios se apartan del valor y de que existe una igualdad de
ganancia ha sido explicado perfectamente por Marx sobre la base de
la ley del valor, pues el total de los valores de todas las mercancías
coincide con el total de los precios. Pero la equiparación del valor
(social) a los precios (individuales) no se verifica por un camino
sencillo y directo, sino de una manera muy compleja: es
completamente natural que en una sociedad de productores de
mercancías dispersos, sin otra relación que el mercado, la ley no
pueda manifestarse de otro modo que como una ley media, social,
masiva, compensándose mutuamente las fluctuaciones individuales
en tal o cual dirección”.9

La ley del valor es una ley de la producción mercantil. En las


circunstancias que concurrían bajo la producción mercantil simple,
cuando la fabricación de las mercancías corría a cargo del mismo
propietario de los medios de producción y alcanzaba proporciones
limitadas y, por otra parte, el intercambio de los artículos se llevaba
a cabo con el fin de obtener el equivalente del trabajo propio, con un
mercado limitado, las fluctuaciones de los precios de las mercancías
respecto del valor no podían ser considerables ni duraderas. Las
mercancías vendíanse por su valor o por un precio aproximado a su
valor.

Una cosa muy distinta es la producción mercantil capitalista:


las mercancías son producidas por obreros asalariados; y el
propietario de las mercancías, el capitalista, organiza la producción y
la venta de las mismas con el propósito de extraer ganancias de su
capital.

En la sociedad capitalista desarrollada, la venta de las


mercancías, que son productos del capital, se lleva a cabo en medio
de un trasiego espontáneo del capital, en medio de una competencia
encarnizada. Esa es la razón de que, en la sociedad capitalista

9 V. I. Lenin. Obras, tomo 21, pág. 50.

274
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

desarrollada, la ley del valor se manifieste en una forma compleja, en


la forma de precio de producción.

La teoría de la ganancia media y del precio de producción


muestra cómo va haciéndose más complejo y acentuado el carácter
espontáneo de la ley del valor en la sociedad capitalista, donde “las
mercancías no se cambian simplemente como mercancías, sino como
productos capitales que reclaman una participación proporcionada a
su magnitud en la masa total de la plusvalía, o participación igual si
su magnitud es igual”.10

El proceso de desarrollo y de compilación de la ley del valor,


proceso que se expresa en la transformación del valor de la
mercancía en precio de producción, constituye un resultado del
hecho histórico de la conversión de la producción mercantil simple
en producción mercantil capitalista. Es sabido que la producción
mercantil basada en la propiedad privada de los medios de
producción precedió a la producción capitalista.

Por eso, según decía Marx, era “absolutamente correcto


considerar los valores de las mercancías no sólo teóricamente, sino
históricamente, como el prius de los precios de producicón”.11 El
proceso histórico de formación de la ganancia medida y de la
conversión del valor en precio de producción es también tratado por
F. Engels en su obra La ley del valor y la cuota de ganancia.

5. IMPORTANCIA DE LA TEORÍA DE LA GANANCIA MEDIA PARA


LA LUCHA DEL PROLETARIADO.

En virtud de la competencia y de la emigración del capital,


tiene lugar una nivelación de las diversas cuotas de ganancia,
formando la cuota media. El proceso de su formación es al mismo
tiempo el de la redistribución de la plusvalía en la sociedad
capitalista.

10 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 180.


11 Ibídem, pág. 182.

275
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

De este hecho incontrovertible se deducen conclusiones


importantes:

Primera. El beneficio obtenido por los capitalistas de diversas


ramas de la producción representa una parte del conjunto de la
plusvalía creada por toda la clase de los obreros asalariados.

Segunda. La magnitud de este beneficio depende del grado de


explotación a que está sometida toda la clase obrera, de la magnitud
de la masa general de plusvalía.

Tercera. Cada capitalista está interesado no sólo en acentuar


la explotación de aquellos obreros que trabajan en su empresa, sino
la de toda la clase obrera, puesto que cuanto más alto sea el grado
de explotación, tanto mayor será la masa general de la plusvalía
obtenida por toda la clase capitalista y, por consiguiente, tanto
mayor será la cuota media de ganancia.

La ganancia media expresa no sólo las contradicciones entre


los capitalistas en su pugna por obtener la mayor parte posible de la
plusvalía, sino también el antagonismo entre la clase de los obreros
asalariados, como conjunto, y la clase capitalista.

“De lo dicho se desprende que cada capitalista de por sí, al


igual que la totalidad de los capitalistas de cada esfera especial de
producción, se hallan interesados, no sólo por simpatía general de
clase, sino directamente, por motivos económicos, en la explotación
de la clase obrera en su conjunto por el capital en bloque y en el
grado de esta explotación… La cuota de ganancia media depende del
grado de explotación del trabajo total por el capital total”. 12

Si, por ejemplo, la cuota de plusvalía se elevase de 100 a 200


por 100, permaneciendo inalterables las restantes condiciones, la
cuota media de ganancia aumentaría del 20 al 40 por 100.

La plusvalía producida mediante la explotación de los obreros


asalariados se la apropia cada capitalista por separado y toda la
clase capitalista en su conjunto. Cada capitalista procura extraer lo

12 Ibídem, pág. 199.

276
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

más posible del fondo general de plusvalía. La redistribución de ésta


tiene lugar entre una fuerte competencia de los capitalistas. Pero,
pese a las contradicciones que les separan, les une un interés
común, consistente en la aspiración de que el fondo general de
plusvalía sea lo más cuantioso posible y se vea incrementado sin
cesar.

Por ello, pese a que los capitalistas luchan encarnizadamente


entre sí y a que, en la batalla por las ganancias, serían capaces de
hundirse los unos a los otros, tienen un interés común: extraer a los
obreros el máximo posible de plusvalía, aumentar la suma de sus
ganancias.

“Tenemos, pues, aquí la prueba matemáticamente exacta de


por qué los capitalistas, a pesar de las rencillas que les separan en el
campo de la concurrencia, constituyen una verdadera masonería
cuando se enfrentan en conjunto con la colectividad de la clase
obrera”.13

En el párrafo transcrito encontramos una explicación del


frente único capitalista contra la clase obrera. La lucha de los
trabajadores por más salario y una jornada más corta amenaza con
reducir la masa de plusvalía, lo cual representaría un golpe no sólo
contra el capitalista que tiene contratados a unos obreros, sino
contra toda la clase capitalista. Así se explica que toda esta clase
tenga un interés vital en oponerse a la clase obrera. No obstante la
reñida pugna que sostienen los burgueses entre sí, cuando se trata
de enfrentarse a la clase obrera encuentra siempre un lenguaje
común determinado por el interés económico común.

De donde se sigue que un frente único proletario debe crearse


para contrarrestar la acción del frente único capitalista. La teoría de
la ganancia media contiene una fundamentación científica de la
necesidad de constituir un frente único proletario para combatir a la
clase capitalista en general. Por supuesto, hay una diferencia radical
entre la unidad de la clase capitalista y la unidad de la clase
proletaria. La unidad de la clase capitalista se basa en el común
interés por reforzar la explotación de los trabajadores y por perpetuar

13 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 200.

277
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

el sistema capitalista de producción, que condena a los proletarios a


una situación de esclavos asalariados. Al mismo tiempo, esta
“unidad” lleva aparejada la agudización de la lucha entre los
capitalistas por apoderarse de una parte mayor de las ganancias.

La unidad de intereses de la clase proletaria, determinada por


el puesto que ésta ocupa en la producción social, se consolida en la
batalla contra la burguesía, pues tiene como fin destruir la
explotación del hombre por el hombre y edificar la sociedad
comunista.

La más importante tarea de los partidos progresistas de los


países capitalistas consiste en robustecer la unidad, a cuyo fin sus
afiliados deben luchar junto a las masas, actuar siempre donde ellas
están, fortalecer sus vínculos con las masas para llevarlas tras de sí
en la lucha por sus intereses vitales, por la independencia nacional,
por la democracia real y la paz.

6. LA TENDENCIA AL DESCENSO DE LA CUOTA DE GANANCIA Y


LA AGUDIZACIÓN DE LAS CONTRADICCIONES DEL
CAPITALISMO.

Una de las leyes económicas del capitalismo, descubierta y


fundamentada por Marx, es la tendencia al descenso de la cuota de
ganancia. He aquí las circunstancias que la determinan:

A medida que progresa la acumulación del capital se eleva su


composición orgánica, la cual se expresa en un crecimiento de la
parte constante del capital más rápido que el de la parte variable. Y
como la plusvalía es creada por el capital variable, al elevarse la
composición orgánica del capital ha de reducirse la cuota de
ganancia. En la misma dirección actúa el amortiguamiento de la
circulación del capital. La tendencia de la cuota de ganancia al
descenso representa una ley general del capitalismo.

Disminución de la cuota de ganancia no significa mengua de


la masa de beneficio, ya que la reducción relativa de la masa del
capital variable en comparación con el constante va acompañada de
un aumento absoluto del volumen del capital variable y ello quiere

278
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

decir que crece el ejército de los obreros asalariados, explotados por


el capital, y que se incrementa la masa de plusvalía creada por ellos.

Según cálculos del profesor S. S. Vigodski, la masa de


plusvalía (ganancia) obtenida de 1889 a 1955 en la industria
transformativa norteamericana se elevó en 23 veces. Si tenemos en
cuenta que, en el mismo período, la cuota de plusvalía aumentó en
2,7 veces, el incremento de la plusvalía en nueve veces fue logrado a
expensas del aumento del ejército de obreros explotados.

De cómo crece realmente la masa de la ganancia podemos


juzgar por los siguientes datos:

AUMENTO DE LAS GANANCIAS DE LOS MONOPOLIOS EN LOS


ESTADOS UNIDOS E INGLATERRA

Estados Unidos (en Inglaterra (en miles


Año miles de millones de millones de
de dólares) libras)
1938 3,8 1,0
1954 34,1 3,7
1959 47,0 4,8

La cuota de ganancia es la fuerza motriz de la producción


capitalista. En el capitalismo se produce todo lo que sea para obtener
ganancias. El descenso de la cuota media de ganancia presupone un
menor grado de rentabilidad del capital. De ahí que los capitalistas
aprovechen todos los recursos a su alcance para evitar tal descenso y
para elevar la rentabilidad del capital en funciones. Los recursos en
cuestión se encierran en la propia naturaleza del sistema capitalista
de producción, en la índole del proceso de acumulación de capital,
proceso que, aunque determina la disminución de la cuota de
ganancia, engendra y fortalece los factores que contrarrestan la caída
de la cuota de ganancia y que dan a esta ley general el carácter de
tendencia.

Entre los factores que frenan el descenso de la cuota de


ganancia observamos los siguientes:

279
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

Ante todo, el mayor grado de explotación del trabajo


asalariado. El desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad
capitalista se verifica a base de un aumento de la composición
orgánica del capital. De una parte, el progreso de las fuerzas
productivas y la utilización de las nueva técnica determinan un alza
de la composición orgánica del capital y un descenso de la cuota de
ganancia, y al mismo tiempo, el progreso técnico permite elevar el
grado de explotación mediante el incremento de la productividad, la
intensificación del trabajo, la prolongación de la jornada, etc. Así se
garantiza la elevación de la cuota y el aumento de la masa de
plusvalía, lo que contribuye a frenar el descenso de la cuota de
ganancia.

Según cálculos de expertos economistas, la cuota de plusvalía


aumentó en los Estados Unidos de 122 por 100 en 1889 hasta 289
por 100 en 1959; en Inglaterra, desde 200 por 100 en 1937 hasta
300 en 1959, y en Alemania occidental, desde 350 en 1936 hasta
390 en 1955.

La elevación del grado de explotación constituye un factor


decisivo entre los que contrarrestan la disminución de la cuota de
ganancia. “Este factor –indicaba Marx- no anula la ley general. Pero
sí hace que esta ley actúe más bien como tendencia, es decir, como
una ley cuya vigencia absoluta se ve contenida, entorpecida y
atenuada por causas que la contrarrestan”.14

Otro de los factores que se oponen al descenso de la cuota de


ganancia es la disminución de los salarios hasta un nivel inferior al
valor de la fuerza del trabajo. Con el desarrollo del modo capitalista
de producción, de la acumulación del capital y de su composición
orgánica, se constituye y crece el ejército de reserva de mano de
obra. Quiere decirse que lo característico del régimen capitalista es
que la oferta de mano de obra sobrepase a la demanda, con su
consecuencia inmediata de la disminución de los salarios hasta un
nivel inferior al valor de la fuerza de trabajo.

14 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 234.

280
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

En esta disminución actúan como factores de importancia la


discriminación salarial producto de la distinción de sexo, de
nacionalidad y de color.

El descenso del salario por debajo del valor de la mano de


obra permite:

En primer lugar, disminuir los gastos de capital variable.

En segundo lugar, contratar un mayor número de obreros


con el volumen de capital variable anterior, es decir, poner en
movimiento una mayor masa de trabajo vivo, incrementando con ello
la masa general de plusvalía.

Y en tercero, modificar la relación entre las partes retribuida y


no retribuida del trabajo, aumentando esta segunda, o sea
acrecentando la masa de plusvalía y, con ello, frenando la
disminución de la cuota de ganancia.

Otro factor que contrarresta el descenso de la cuota de


ganancia es la superpoblación relativa.

La superpoblación relativa es un resultado de la acumulación


del capital, del alza de su composición orgánica. El alza de la
composición orgánica del capital determina la disminución de la
cuota de ganancia. Pero, al mismo tiempo, al crear una
superpoblación relativa, determina no sólo la disminución del salario
por debajo del valor de la fuerza de trabajo, sino que, en algunos
casos, y en virtud de la existencia de mano de obra barata, debilita la
tendencia al progreso técnico, posibilita la existencia de una serie de
ramas de la producción que se basan en el empleo de esta mano de
obra barata y que, por consiguiente, funcionan con un capital de
composición orgánica baja. Ello amortigua el alza de la composición
orgánica de todo el capital social, frenando, de este modo, el
descenso de la cuota media (general) de ganancia.

La caída de la cuota de ganancia es también contenida por el


abaratamiento de los elementos del capital constante (máquinas,
mecanismos, materias primas). Con la acumulación del capital y con
el ascenso de su composición orgánica mejora el equipamiento

281
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

técnico del trabajo y crece su productividad. El aumento de ésta en


los sectores que fabrican medios de producción abarata estos
medios, y su abaratamiento implica una disminución del valor del
capital constante en funciones.

Al mismo tiempo, la disminución del valor de los medios de


producción permite a los capitalistas adquirir y emplear, con la
misma suma anterior de capital constante, una masa mayor de
medios de producción, organizar una producción mayor con más
obreros y, por consiguiente, extraer más plusvalía y elevar la cuota
de ganancia.

Entre los factores que contienen el descenso de esta cuota


representa un papel importante el comercio exterior.

El comercio exterior de los países capitalistas industrialmente


adelantados con los países agrarios, económicamente atrasados, y en
particular con aquellos que se encuentran en una situación de
dependencia colonial o semicolonial, permite a las potencias
imperialistas realizar en gran escala un intercambio no equivalencial,
es decir, vender artículos industriales a precios altos, superiores a su
valor, y comprar productos de los países subdesarrollados a precios
inferiores al suyo.

La exportación de capitales a las colonias y países


dependientes, atrasados desde el punto de vista económico,
garantiza también una alta cuota de ganancia. Las pérdidas
generales de los países subdesarrollados, originadas por un
intercambio no equivalencial en el comercio exterior, alcanza
actualmente de 14 a 16.000 millones de dólares al año. Además, los
monopolios de los países imperialistas arrancan a las naciones
subdesarrolladas una suma de 5.000 millones de dólares anuales en
forma de beneficios de los capitales invertidos en ellas. Por
consiguiente, el total de ingresos que perciben los capitalistas
mediante la explotación de los países subdesarrollados equivale
aproximadamente a 20.000 millones de dólares al año.

En la cuota de ganancia ejercen, asimismo, poderosa


influencia la creación y el desarrollo de las compañías anónimas.

282
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

De tal modo, en el propio proceso de la acumulación del


capital aparecen y actúan simultánea y objetivamente factores que
determinan el descenso de la cuota de ganancia y otros factores que
la contrarrestan.

Los factores que se oponen al descenso de la cuota de


ganancia no pueden evitarlo por completo: pueden, tan sólo, frenarlo
o amortiguarlo.

“Por donde resulta –decía Marx-, en general, que las misma


causas que producen la baja de la cuota general de ganancia
provocan efectos contrarios que entorpecen, amortiguan y en parte
paralizan aquella acción. No anulan la ley, pero sí atenúan sus
efectos… Por eso esta ley sólo actúa como una tendencia cuyos
efectos sólo se manifiestan palmariamente en determinadas
circunstancias y en el transcurso de largos períodos”. 15

En la época del capitalismo monopolista, los factores que


contrarrestan la disminución de la cuota de ganancia actúan con
vigor redoblado. El reforzamiento de la acción de estos factores trae
como consecuencia que la cuota de ganancia en algunos países y a lo
largo de un período bastante prolongado, no sólo no descienda, sino
que aumente, lo cual suscita una mayor agudización de las
contradicciones del capitalismo.

El fin y el propósito de la producción capitalista consiste en


incrementar el valor invertido, en aumentar ininterrumpidamente el
capital. Todo capital se pone en movimiento con el único objeto de
que, en el proceso de dicho movimiento, crezca y reporte beneficio.

El afán del capital por garantizar la máxima ganancia


engendra la tendencia a ampliar la producción ilimitadamente.
Conforme se acumula el capital, va concentrándose más y más la
producción, se acentúa el progreso científico y técnico y, en virtud de
ello, aumenta la especialización de las diversas ramas de la
producción, se incrementa la productividad del trabajo y se crea más
valor por medio del trabajo altamente calificado.

15 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 238.

283
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

Sin embargo, en última instancia todos los actos de los


capitalistas individuales terminan por conducir, en última instancia
y en una escala que abarca a toda la sociedad, al descenso de la
cuota media (general) de ganancia. Al descenso de esta cuota, según
las proporciones de los capitales, unos capitalistas responden
perfeccionando los instrumentos de trabajo a fin de lograr una
plusvalía extraordinaria; otros responden reduciendo la acumulación
del capital, cerrando sus empresas y limitando la producción. Por
consiguiente, en las condiciones creadas por el capitalismo, la
producción material se lleva a cabo con el único propósito de
incrementar el capital, pero al mismo tiempo, el capital pone ciertas
trabas a la ampliación de la producción.

Así, pues, de una parte, es propio del capitalismo monopolista


de la actualidad la tendencia al altísimo desarrollo absoluto de las
fuerzas productivas especialmente por medio de las aplicaciones de
los progresos de la ciencia y la tecnología a los procesos productivos
y de servicios, y, de otra, el mismo capital pone límite a este
desarrollo, lo que no es más que una manifestación de que no existe
correspondencia de las relaciones sociales de producción con el
carácter y grado de desarrollo de las fuerzas productivas, abriéndose
las posibilidades para una nueva época económica.

284
CAPÍTULO XVII

LA ACUMULACIÓN Y EL EJÉRCITO DE RESERVA*

1. La reproducción simple.

Es útil y aún necesario, para fines teóricos, imaginar un


sistema capitalista que marche año tras año por los mismos cauces y
sin cambio ninguno. Esto nos permite abarcar la estructura de las
relaciones que prevalecen en el sistema como un todo, en su forma
más clara y simple. Seguir este procedimiento no implica, sin
embargo, pensar que alguna vez haya habido o pudiera haber un
sistema capitalista real que permaneciese inmutable año tras año.
Ciertamente, cuando examinemos el caso en que se supone que no
existe el cambio, se verá que algunos de los elementos más
esenciales del capitalismo, como existe en realidad, han sido
deliberadamente ignorados.

Quesnay, el líder de los Fisiócratas, fue el primer economista


que intentó hacer una presentación sistemática de la estructura de
las relaciones existentes en la producción capitalista. Su famoso
Tableau économique (1758) fue por esta sola razón una piedra
miliaria en el desarrollo del pensamiento económico, y Marx lo llamó
“indiscutiblemente la idea más brillante de que la economía política
había sido culpable hasta entonces”. Marx fue grandemente influido
por Quesnay y consideraba su propio plan para el análisis de la
estructura del capitalismo, que en su forma más elemental llama
“Reproducción Simple”, como una versión mejorada del Tableau.*

La Reproducción Simple se refiere a un sistema capitalista


que conserva indefinidamente las mismas dimensiones y las mismas

* Tomado de la Acumulación y el Ejército de Reserva, Capítulo V. Sweezy, Paúl.


* Una carta de Marx a Engels, fechada el 6 de julio de 1863, comienza como sigue: “Si
te resulta posible con este calor, mira el adjunto Tableau économique, con el que
sustituyo la Tabla de Quesnay, y dime qué objeciones tienes que hacerle. Abarca
todo el proceso de la reproducción”. Correspondencia selecta, p. 153. En El Capital
Marx abandonó la forma diagramático del plan que acompañaba a esta carta, pero
las ideas están allí, con la exposición muy ampliada. Véase particularmente el
volumen I, capítulo XXIII, y el volumen II, capítulo XX. Para un examen de la
relación entre el Tableau de Quesnay y los planes de la reproducción de Marx, véase
el apéndice A.
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

proporciones entre sus diversas partes. Para que se cumplan estas


condiciones es necesario que los capitalistas repongan cada año el
capital gastado o usado y empleen toda su plusvalía en el consumo;
y que los obreros gasten todo su salario en el consumo. Si no se
llenaran estos requisitos tendría lugar una acumulación o bien un
agotamiento de la existencia de medios de producción, y esto está
excluido por hipótesis. Podemos ver más fácilmente la razón de estas
afirmaciones si representamos la Reproducción Simple en el lenguaje
de notación introducido en el capítulo anterior.

Supongamos que toda la industria está dividida en dos


grandes ramas: en la I se producen medios de producción y en la II
se producen artículos de consumo en una productora de artículos de
consumo para obreros (wage goods), y otra productora de artículos
de lujo.* Aunque será deseable trabajar con un plan de dos ramas es
más sencillo y enteramente adecuado a nuestros propósitos actuales.

Hagamos que c1 y c2 sean el capital constante empleado,


respectivamente, en I y II; en forma similar, hagamos que v1 y v2
sean el capital variable, p1 y p2 la plusvalía, y w1 y w2 el producto,
medido en valor, de las dos ramas, respectivamente.

Tendremos entonces la tabla siguiente, que representa la


producción total:

I c1 + v1 + p1 = w1

II c2 + v2 + p2 = w2

Para que se cumplan las condiciones de la Reproducción


Simple, el capital constante usado debe ser igual a la producción
total de la rama de bienes de producción, y el consumo combinado
de capitalistas y obreros debe ser igual a la producción total de la
rama de artículos de consumo. Esto significa que:

* La distinción, como la hace Marx, es entre “artículos necesarios para la vida” y


“artículos de lujo”. El Capital II, capítulo XX, sec. 4.

284
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

c1 + c 2 = c 1 + v 1 + p 1

v1 + p 1 + v 2 + p 2 = c 2 + v2 + p2

Eliminando c1 de ambos términos de la primera ecuación y v2


+ p2 de ambos términos de la segunda ecuación, se verá que las dos
se reducen a la siguiente ecuación única:

c2 = v 1 + p 1

Esta puede llamarse, entonces, la condición básica de la


Reproducción Simple. Quiere decir sencillamente que el valor del
capital constante usado en la rama de artículos de consumo debe ser
igual al valor de las mercancías consumidas por los obreros y
capitalistas dedicados a producir medios de producción. Si se
satisface esta condición, la escala de la producción no cambia de un
año al siguiente.

Antes de seguir adelante, examinemos el plan de


reproducción un poco más en detalle. Quizá su mayor importancia
reside en el hecho de que ofrece un armazón unificado para analizar
las interconexiones de la producción total y del ingreso, un problema
que no fue nunca sistemática o adecuadamente tratado por los
economistas clásicos. La producción se divide en dos amplias
categorías: producción total de medios de producción y producción
total de artículos de consumo. Ambas, tomadas en su conjunto,
constituyen la suma de la oferta social de mercancías. El ingreso, por
otra parte, podemos decir que se divide en tres categorías: el ingreso
del capitalista que éste debe gastar en medios de producción si ha de
mantener su posición como capitalista, el ingreso del capitalista que
éste es libre de gastar en el consumo (plusvalía) y el ingreso del
trabajador (salario). Sin embargo, puesto que hay capitalistas y
obreros en las dos grandes ramas de la producción, quizá sea mejor
decir que el ingreso se divide en seis categorías, tres por cada rama.
Tomadas en su conjunto, éstas constituyen la demanda total de
mercancías. Ahora, es obvio que en situación de equilibrio la suma

285
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

de la oferta y la suma de la demanda deben balancear, pero lo que


no es tan obvio es la interrelación entre los diversos elementos de las
dos sumas que serán exactamente suficientes para crear tal
equilibrio. Es una de las funciones más importantes del plan de
reproducción la de arrojar luz sobre este problema. Cumpliendo esta
función –debe observarse de paso- el plan de reproducción pone los
cimientos para un análisis de las discrepancias entre la suma de la
oferta y la suma de la demanda, que, por supuesto, se manifiestan
en trastornos generales del proceso productivo.

Cada una de las partidas del plan de reproducción tiene un


carácter doble en el sentido de que representa un elemento de
demanda y a la vez un elemento de oferta. Considérese c1; constituye
una parte del valor de la producción total de los medios de
producción y constituye también una parte de los ingresos de los
capitalistas de la sección I derivados de la venta de medios de
producción y normalmente destinados a gastarse en nuevos medios
de producción. Así c1 representa a la vez la oferta y la demanda de
medios de producción. Los cambios requeridos tienen siempre lugar
entre los capitalistas de la sección I; el valor por la cantidad c1
realiza, por así decirlo, un recorrido circular, partiendo de un
extremo de la rama de medios de producción y dando la vuelta para
volver a entrar a la misma rama al comienzo del período de
producción siguiente. La partida que sigue es v1, que representa
aquella parte del valor de la producción total de medios de
producción que reembolsa los salarios; es, de este modo, oferta de
medios de producción. Por otra parte, v1 representa, asimismo, los
salarios de los obreros empelados en producir medios de producción,
y en este sentido, evidentemente, constituye demanda de medios de
consumo. No se equiparan aquí los elementos de la oferta y la
demanda. Lo que es válido para v1, bajo la suposición de la
reproducción simple, lo es también para p1, salvo que aquí se trata
de la plusvalía de los capitalistas de la sección I. Completamos el
análisis de la sección I con una oferta de medios de producción
iguales a v1 + p1, no vendidos, y con una demanda de medios de
consumo de la misma magnitud, no satisfecha. Pasemos ahora a la
sección II, o sea la producción de medios de consumo. Una parte de
la producción total de artículos de consumo igual a c2, que
representa el valor de los medios de producción usados en producir

286
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

artículos de consumo, corresponde a la demanda de nuevos medios


de producción por los capitalistas de la sección II. Aquí tampoco hay
equiparación directa entre oferta y demanda. Es diferente lo que
pasa con v2 y p2; éstos representan oferta y demanda de artículos de
consumo. Como en el caso de c1, los cambios necesarios pueden
tener lugar totalmente dentro de una sección, esta vez la sección II.
La sección II queda así con una oferta “no vendida” de artículos de
consumo iguales a c2 y una demanda no satisfecha de medios de
producción de la misma magnitud.

Refiriéndose ahora a las relaciones entre las dos ramas


advertimos que la I tiene una oferta de medios de producción y una
demanda de medios de consumo iguales a v1 + p1, y la II tiene una
demanda de medios de producción y una oferta de medios de
consumo iguales a c2. Es claro que las dos ramas pueden, por así
decirlo, negociar entre ellas, y siempre que v1 + p1 sea exactamente
igual a c2, su intercambio desembarazará el mercado de medios de
producción y de medios de consumo y establecerá el equilibrio entre
la suma de la oferta y la suma de la demanda.

Este razonamiento nos lleva de nuevo a la condición del


equilibrio de la Reproducción Simple por un método que tiene la
ventaja de poner al desnudo la lógica inherente al plan de
reproducción. El plan de reproducción es en esencia un expediente
para mostrar la estructura de las ofertas y demandas en la economía
capitalista, en términos de las clases de mercancías producidas y de
las funciones de quienes perciben los ingresos. Debe agregarse, sin
embargo, que del plan como tal no es posible hacer ningunas
deducciones causales; el plan provee un armazón, no un sustituto,
para la investigación ulterior.

2. Las raíces de la acumulación.

El lector puede haber discurrido que el capitalista que vive en


el mundo imaginario de la Reproducción Simple no muestra las
características de un capitalista que considera que “los valores de
uso no deben nunca considerarse como el fin real del capitalista”, y,
sin embargo, hemos construido ahora un sistema en el cual los

287
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

capitalistas reciben el mismo ingreso año tras año y lo consumen


siempre hasta el último dólar. Evidentemente, en tales
circunstancias, los valores de uso tendrían que ser considerados
como el fin que persigue el capitalista.

Es inevitable la conclusión de que la Reproducción Simple


implica la abstracción de lo más esencial en el capitalista, a saber,
su interés en ampliar su capital. Realiza esto convirtiendo una parte
–a menudo la mayor- de su plusvalía en capital adicional. Su capital
acrecentado le permite entonces aprovecharse aún más plusvalía,
que a su vez convierte en capital adicional, y así sucesivamente. Este
es el proceso conocido como acumulación del capital; constituye la
fuera motriz del desarrollo capitalista.

El capitalista, como lo observaba Marx, comparte con el avaro


la pasión de la riqueza como tal. Pero lo que en el avaro es una
simple idiosincrasia, en el capitalista es el efecto del mecanismo
social del que él es tan sólo una de las ruedas”. Es de la mayor
importancia comprender este punto. La forma de circulación D-M-D’,
en la que el capitalista ocupa la posición clave, es, objetivamente, un
proceso de expansión del valor. Este hecho se refleja en el fin
subjetivo del capitalista. No es de ningún modo una cuestión de
propensiones o instintos humanos innatos; el deseo del capitalista de
aumentar el valor que controla (de acumular capital) proviene de su
posición especial en una forma particular de organización de la
producción social. Un instante de reflexión mostrará que no podría
ser de otro modo. El capitalista es un capitalista y una figura
importante en la sociedad sólo por ser el propietario y representante
del capital. Privado de su capital, no sería nada. Pero el capital tiene
una sola cualidad, la de poseer magnitud, y de aquí se sigue que un
capitalista puede distinguirse de otro solamente por la magnitud del
capital que representa. El propietario de una gran cantidad de
capital que representa. El propietario de una gran cantidad de
capital ocupa un puesto más alto en la escala social que el
propietario de una cantidad pequeña; posición, prestigio y poder se
reducen a la vara de medir cuantitativa de pesos y centavos. El éxito
en la sociedad capitalista, por lo tanto, consiste en aumentar el
capital propio. “Acumular –como lo expresaba Marx- es conquistar el
mundo de la riqueza social, acrecentar la masa de seres humanos

288
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

explotados por él, y de este modo extender el predominio directo e


indirecto del capitalista”.

Dado el apremio de acumular, un factor adicional apenas


menos importante viene a reforzar los motivos del capitalista. La
mayor cantidad de plusvalía y también, por lo mismo, el mayor poder
de acumulación corresponde al capitalista que emplea los métodos
técnicos más avanzados y eficientes; en consecuencia, el afán de
perfeccionamiento es general. Pero los nuevos y mejores métodos de
producción exigen mayores desembolsos de capital y vuelven
anticuados y, por lo tanto, sin valor los medios de producción
existentes. Con las palabras de Marx,

…el desarrollo de la producción capitalista hace


necesario aumentar constantemente la cantidad de capital
desembolsado en una empresa industrial dada, y la
competencia hace que cada capitalista individual sienta las
leyes inmanentes de la producción capitalista como leyes
extensas coercitivas. Lo obliga a acrecentar constantemente su
capital a fin de conservarlo, pero no puede acrecentarlo si no
es por medio de la acumulación progresiva.

Vemos que el análisis marxista relaciona la acumulación de


capital con la forma histórica específica de la producción capitalista.
El camino del éxito y de la elevación social pasa a través de la
acumulación, y quien se rehúsa a participar en la competencia, está
en peligro de pederlo todo.

Conforme a este análisis de la acumulación, Marx trazó el


esbozo de una teoría del consumo de los capitalistas:

En el amanecer histórico de la producción capitalista


–y todo capitalista advenedizo debe pasar personalmente por
esta etapa histórica-- la avaricia y el deseo de hacerse rico son
las pasiones dominantes. Pero el progreso de la producción
capitalista no sólo crea un mundo de deleites; abre en la
especulación y el sistema de crédito mil posibilidades de
enriquecimiento súbito. Cuando se ha alcanzado cierta etapa
de desarrollo, un grado convencional de prodigalidad que es
también una exhibición de riqueza y, por lo mismo, una fuente
de crédito, se convierte en una necesidad de los negocios para

289
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

el “infortunado” capitalista. El lujo entra en los gastos de


representación del capital… Aunque, por consiguiente, la
prodigalidad del capitalista no tiene nunca el carácter bona
fide de la prodigalidad del señor feudal dadivoso, sino que, por
el contrario, tienen siempre acechando tras ella la más
sórdida avaricia y el cálculo más ansioso, y, sin embargo, sus
gastos crecen con su acumulación, sin que la una restrinja
necesariamente la otra. Pero junto con este crecimiento se
desarrolla a la vez en su pecho un conflicto fáustico entre la
pasión de acumulación y el deseo de disfrute.*

De este modo, aunque la urgencia de acumular sigue


predominando, no excluye un deseo paralelo, y aun en parte
derivado, de aumentar el consumo.

Es interesante comparar las ideas de Marx sobre los motivos


de la acumulación y el consumo de los capitalistas con las teorías
contemporáneas ortodoxas que ponen el acento en la “abstinencia” y
la “espera”. Según la teoría de la abstinencia, es penoso para el
capitalista “abstenerse” de consumir a efecto de acumular, y, por lo
tanto, el interés del capital debe considerarse como el necesario
galardón de tal abstinencia. Contra esto Marx sustenta la opinión de
que acumular capital, es decir, acrecentar la riqueza propia, es un
fin positivo y lleva consigo, tanto como el consumo, ciertos
“placeres”. Sería exactamente tan lógico –indica- ver en el consumo
una abstinencia de la acumulación, como lo contrario:

Nunca le ha ocurrido al economista vulgar hacerse la


sencilla reflexión de que toda acción humana debe
considerarse como “abstinencia” de su contraria. Comer es
abstinencia de ayunar, caminar, abstinencia de estarse quieto,
trabajar, abstinencia de estar ocioso, estar ocioso, abstinencia
de trabajar, etc. Estos caballeros harían bien en reflexionar
sobre la sentencia de Spinoza: Determinatio est negatio.

* El Capital, I, pp. 650-51. La idea de que “el lujo entra en los gastos de
representación del capital” contiene una interesante prefiguración de la doctrina del
“consumo conspicuo”, de Thorstein Veblen, como la expone en su Teoría de la clase
ociosa, cap. IV (ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1944).

290
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

En pocas palabras, los capitalistas quieren a la vez acumular


y consumir; cuando hacen lo uno ello puede considerarse como
abstinencia de lo otro; pero el ver la cuestión de esta manera no
explica nada.

Si pasamos a la teoría de la “espera” –Alfred Marshall fue el


principal exponente de esta doctrina-, las cosas no pueden sino
empeorar. La idea aquí es que, finalmente, los capitalistas desean
consumir todo lo que poseen. No lo hacen desde luego porque
esperan podrán consumirlo con interés en el futuro. Ésta es la
reductio at absurdum de una adhesión consecuente con la suposición
de que todo proceder económico está encaminado a satisfacer
necesidades de consumo. En tanto que la teoría de la abstinencia
simplemente deja de lado la urgencia del capitalista de acumular
riqueza, la teoría de la espera la niega del todo.

No debe pasarse por alto el hecho de que la teoría de la


abstinencia la presentó por primera vez Nassau W. Senior en la
década del 1830, y de que los economistas anteriores habían dado
generalmente por supuesto un motivo independiente para la
acumulación. Así Ricardo escribió una vez a Malthus: “Considero
ilimitados las necesidades y los gastos de la humanidad. Todos
queremos aumentar nuestros goces o nuestro poder. El consumo
aumenta nuestros goces, la acumulación nuestro poder, y ambos
promueven igualmente la demanda”. Como de costumbre, Ricardo
universaliza un rasgo de la producción capitalista, aplicándolo a “la
humanidad” en general, pero no hay aquí ningún vestigio del punto
de vista de la abstinencia. ¿Cómo podemos explicarnos este súbito
cambio de frente de los economistas? La respuesta parece estar en el
hecho de que la teoría de la abstinencia, así como las teorías de la
espera y de la relación en el tiempo, después de ella, operaban como
defensa de la plusvalía y, por lo tanto, del statu quo. Antes de 1830,
más o menos –Marx indica que la revolución de julio en Francia
señala el viraje- el capitalismo, hablando en general, había sido una
fuerza agresiva que atacaba muchos, aunque ciertamente no todos,
de los aspectos del statu quo. Lograda la victoria, sin embargo, fue
necesario pasar del ataque a la defensa. Muchas de las diferencias
entre las doctrinas de los economistas clásicos y las de sus
sucesores, pueden ser comprendidas tan sólo recordando este hecho;

291
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

no fue la menor de tales diferencias la señalada por la aparición de la


teoría de la abstinencia.

3. La acumulación y el valor de la fuerza de trabajo: planteamiento del


problema.

Se podría presentar en este punto un plan de reproducción,


que Marx llama Reproducción Ampliada en contraste con la
Reproducción Simple, mostrando la interrelación de las ofertas y las
demandas cuando la acumulación es tomada en cuenta, es decir,
cuando los capitalistas no consumen ya totalmente la plusvalía, sino
que ésta se divide en tres partes, una que consumen los capitalistas,
otra que se agrega al capital constante y una tercera que se suma al
capital variable. En este capítulo nos interesa investigar los efectos
de la cantidad acrecentada del capital variable, o lo que viene a ser lo
mismo, la demanda acrecentada de fuerza de trabajo, que va
implícita en el proceso de acumulación. Para este fin podemos tomar
simplemente las relaciones cuantitativas de oferta y demanda que
son necesarias para mantener el equilibrio de la Reproducción
Ampliada, sin entrar en la estructura formal del plan.

Partimos, pues, del hecho indudable de que la acumulación


implica un aumento en la demanda de fuerza de trabajo. Ahora bien,
cuando aumenta la demanda de una mercancía cualquiera, su
precio sube asimismo; y esto lleva consigo una desviación del precio
respecto del valor. Sabemos que en el caso de una mercancía
ordinaria, digamos telas de algodón, esto pondrá ciertas fuerzas en
movimiento para poner nuevamente el precio de acuerdo con el valor:
los manufactureros de telas de algodón obtendrán ganancias
anormalmente altas, otros capitalistas serán inducidos a entrar en
esa industria, crecerá la oferta de telas de algodón y el precio bajará
hasta que sea nuevamente igual al valor, y las ganancias, normales.
Habiendo sentado en esta forma el principio general, nos impresiona
en seguida un hecho notable: la fuerza de trabajo no es una
mercancía ordinaria. No hay capitalista que pueda dedicarse a
producir fuerza de trabajo en una empresa en caso de que suba el
precio de ésta; en realidad, no hay ninguna “industria de fuerza de
trabajo” en el sentido en que hay una industria de telas de algodón.

292
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

Sólo en una sociedad esclavista, como el sur de Norteamérica antes


de la Guerra Civil, donde se practicaba la cría de esclavos para
obtener ganancias, se puede hablar propiamente de una industria de
fuerza de trabajo.

Mientras estuvimos ocupándonos de la Reproducción Simple,


fue posible suponer que la fuerza de trabajo se vendía en su valor.
No había contradicción ninguna en tal suposición, ya que no hay
fuerzas actuando para producir una desviación entre el precio de la
fuerza de trabajo y su valor. Tan pronto se toma en cuenta la
acumulación se eleva la demanda de fuerza de trabajo y no es ya
lícito suponer la igualdad entre los salarios y el valor de la fuerza de
trabajo. Además, como acabamos de ver, el mecanismo en que puede
confiarse para el restablecimiento de esta identidad en el caso de
todas las mercancías que se producen para obtener ganancias, es
ineficaz en el caso de la fuerza de trabajo. Parece que hay ciertas
dificultades para la aplicación de la ley del valor a la mercancía
fuerza de trabajo.*

Esto implica algo más que una sutileza de lenguaje. No es en


verdad una exageración decir que queda a discusión la validez de
toda la estructura teórica de Marx. Para advertir el porqué de esto
sólo es necesario recordar que la plusvalía, que es esencial para la

* Los marxistas, generalmente, han pasado por alto la dificultad lógica que envuelve el
aplicar la ley del valor a la mercancía fuerza de trabajo. Y es curioso que los críticos
de Marx, casi con la misma unanimidad, hayan olvidado este punto tan importante.
Bortkiewcz, en este y otros respectos, es un caso especial. Él vio claramente la
dificultad, como lo muestra el pasaje siguiente: “Someter los salarios a la ley del
valor, como lo hace Marx, es inadmisible, ya que esta ley, hasta donde puede
suponerse, para tener validez descansa en la competencia entre productores, la cual
está totalmente excluida en el caso de la mercancía fuerza de trabajo”.
Wertrechnung und Preisrechnung im Marxschen System”. Archiv für
Sozialwissenschaft und Sozialpolitik, septiembre de 1907, p. 483. Bortkiewcz, sin
embargo, creía que era posible evitar la dificultad abandonando la idea de que la
fuerza de trabajo es una mercancía como otras y suponiendo simplemente que el
salario real es fijo. Al parecer no se le ocurrió nunca que tal suposición no se
justifica ya desde el momento en que se introduce la acumulación.
Oskar Lange, recientemente, ha puesto énfasis en la dificultad que envuelve el
aplicar la ley del valor a la mercancía fuerza de trabajo y ha hecho notar, por
primera vez hasta donde yo estoy enterado, las implicaciones del problema con
respecto a la estructura teórica de Marx. “Marxian Economics and Modern
Economic Theory”, Review of Economic Studies, junio de 1935.

293
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

existencia del capitalismo, depende de la diferencia que existe entre


el valor de la fuerza de trabajo y el valor de la mercancía que el
trabajador produce. Si no hay fuerzas en acción que conserven los
salarios iguales al valor de la fuerza de trabajo, ¿qué razón hay para
suponer la existencia de esta brecha esencial entre los salarios y el
valor del producto? ¿No podríamos con igual razón suponer que los
salarios suben bajo el estímulo de la acumulación hasta eliminar
toda la brecha? Antes de examinar la respuesta de Marx a estas
preguntas será necesario analizar brevemente la solución ricardiana
del problema de la relación entre los salarios y el valor de la fuerza
de trabajo, ya que en ésta, como en otras cuestiones de teoría
económica, se puede entender mejor a Marx mediante una
comparación con Ricardo.

La teoría cuantitativa del valor y la ganancia, de Ricardo, es


muy semejante, excepto en materia de terminología, a la de Marx.
Este paralelismo parece extenderse a la teoría de los salarios. “El
trabajo –dice Ricardo- como todas las demás cosas que se compran y
se venden, y que pueden aumentar o disminuir en cantidad, tienen
su precio natural y su precio de mercado. El precio natural del
trabajo es el precio necesario para que los trabajadores, uno con
otro, puedan subsistir y perpetuar su raza, sin aumento ni
disminución”.*

Por mucho que el precio de mercado del trabajo pueda


desviarse de su precio natural, tiene, como las mercancías,
una tendencia a ajustarse a él.

Es cuando el precio de mercado del trabajo excede su


precio natural cuando la condición del trabajador es más
próspera y feliz, cuando tiene la posibilidad de disponer de
una porción más grande de artículos necesarios y goces de la
vida… Sin embargo, cuando por el estímulo que los salarios
altos dan al crecimiento de la población, el número de

* Principles of Political Economy, p. 71. Lo que Ricardo llama el “precio natural del
trabajo” equivale al concepto marxista del “valor de la fuerza de trabajo”. Los
clásicos, y Marx en una de sus primeras obras de economía. Wage, Labor and
Capital (1847), no distinguían entre el trabajo y la fuerza de trabajo; más bien
utilizaba la palabra trabajo en ambos sentidos. La confusión era frecuente como
resultado del uso doble de la palabra trabajo.

294
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

trabajadores aumenta, los salarios bajan de nuevo hasta su


precio natural, y a la verdad, como reacción, caen a veces por
debajo de él.

Para Ricardo, en pocas palabras, el mecanismo necesario


para asegurar que los salarios permanezcan más o menos al nivel
convencional de subsistencia, reside en una teoría de la población.

Además, la teoría demográfica en que pensaba era


evidentemente un caso especial de la famosa teoría maltusiana, que
tan en boga estuvo en Inglaterra durante la primera mitad del siglo
XIX. Así, en el plan clásico la oferta de todas las mercancías
ordinarias es regulada por la competencia entre capitalistas, en tal
forma que se iguala el precio al valor; en el caso de la oferta de
trabajo precisamente la misma función es desempeñada por la teoría
de población. Es en este sentido como la teoría de la población es
parte integrante de la estructura teórica de la economía política
clásica.

Marx no escribió mucho acerca de los factores que


determinan el volumen de la población, pero es evidente, por lo
menos, que no tenía nada que hacer con la teoría maltusiana o
cualquiera de sus variantes. A la teoría de la población la llamaba “el
dogma de los economistas”, y casi no la mencionaba, a no ser para
menospreciarla. Al Essay on Population, de Malthus, lo llamó un
“libelo sobre la raza humana”, y a su doctrina, “la fantasía
maltusiana de la población”. La gran sensación causada por el
Ensayo no se debió de ningún modo a originalidad o interés científico
(pues ambos faltaban en él totalmente) sino “tan sólo a interés de
partido”. Sería probablemente imposible encontrar en todos los
escritos de Marx una referencia favorable a la doctrina clásica de la
población. Evidentemente no estaba dispuesto a adoptar este método
de ajustar la teoría del valor al carácter único de la mercancía fuerza
de trabajo.

4. La solución de Marx: el ejército de reserva del trabajo.

295
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

Marx estaba, por supuesto, bien enterado de la tendencia de


los salarios a subir bajo el impacto de la acumulación de capital.

Las exigencias del capital que se acumula pueden


exceder el aumento de la fuerza de trabajo o del número de
trabajadores; la demanda de trabajadores puede exceder la
oferta y, por consiguiente, los salarios pueden subir. A la
verdad, esto debe ser así finalmente si las condiciones
supuestas antes persisten. Puesto que, si cada año se emplean
más trabajadores que en el anterior, tarde o temprano se
llegará a un punto en que las exigencias de la acumulación
empiecen a sobrepasar la oferta de trabajo acostumbrada y,
por lo tanto, tenga lugar una elevación de salarios.

Estaba completamente seguro, sin embargo, de que tal


elevación de salarios “no puede nunca alcanzar el punto en que
amenazase al sistema mismo”. Tenía que preguntarse, por lo tanto:
¿qué es lo que detiene los salarios, de tal modo que la plusvalía y la
acumulación puedan seguir siendo los rasgos característicos y
esenciales de la producción capitalista? Esta cuestión es el anverso
de la planteada antes - ¿qué es lo que mantiene los salarios iguales
al valor de la fuerza de trabajo? - y, por consiguiente, responder a
una es al mismo tiempo responder a la otra.

La solución de Marx a este problema gira alrededor de su


famoso concepto del “ejército de reserva del trabajo”, o como también
lo llamó, la “población excedente relativa”. El ejército de reserva
consiste de obreros desocupados que, mediante su competencia
activa en el mercado de trabajo, ejercen una presión constante, hacia
abajo, en el nivel del salario.

El ejército industrial de reserva durante los períodos de


estancamiento y de prosperidad media, gravita sobre el
ejército activo de trabajo; durante los períodos de
sobreproducción y paroxismo, pone freno a sus pretensiones.
La población excedente relativa es, por lo tanto, el pivote sobre
el cual opera la ley de la demanda y oferta de trabajo. Ella
confina el campo de acción de esta ley dentro de los límites
absolutamente adecuados a la actividad explotadora y a la
dominación del capital.

296
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

El ejército de reserva se recluta principalmente entre aquellos


que han sido desplazados por la maquinaria, “sin que esto tome la
forma más ostensible del despido de trabajadores empleados ya, o la
forma menos evidente pero no menos real de la más difícil absorción
de la población trabajadora adicional por los cauces usuales”. Que
Marx consideraba la introducción de maquinaria para economizar
trabajo como una respuesta más o menos directa de los capitalistas
a la tendencia ascendente de los salarios, se ve con claridad en el
pasaje siguiente:

Entre 1849 y 1859, tuvo lugar una elevación de


salarios en los distintos distritos agrícolas ingleses… Éste fue
el resultado de un éxodo inusitado de la población agrícola
excedente, ocasionado por las necesidades de la guerra y el
desarrollo enorme de los ferrocarriles, las fábricas, las minas,
etc. En todas partes los agricultores se lamentaban y el London
Economist, refiriéndose a aquellos salarios de hambre,
parloteaba muy seriamente sobre “un progreso general y
sustancial”. Ahora bien, ¿qué hicieron los agricultores?
¿Esperaron hasta que, como resultado de esa brillante
remuneración, los trabajadores agrícolas se hubieran
multiplicado y aumentado a tal punto que sus salarios
debieran bajar de nuevo, según lo prescribía el talento
económico dogmático? Introdujeron más maquinaria y al
instante hubo otra vez trabajadores excedentes, en una
proporción satisfactoria aun para los agricultores. Había
ahora “más capital” que antes empleado en la agricultura, y
en una forma más productiva. Con ello la demanda de trabajo
cayó, no sólo relativa sino absolutamente.

En lo que concierne a los capitalistas individuales, cada cual


da por supuesto el nivel de los salarios y procura obtener las
mayores ventajas posibles. Al introducir maquinaria, por lo tanto, no
hace más que tratar de reducir su nómina de pagos. El efecto neto
de esta conducta general de los capitalistas, sin embargo, es el de
provocar el desempleo, que a su vez actúa sobre el nivel del salario
mismo. De aquí se sigue que mientras más fuerte sea la tendencia de
los salarios a subir, más fuerte será también la presión del ejército
de reserva para contrarrestarla, y viceversa.

297
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

En términos del movimiento del capital social total, la


mecanización significa un alza en la composición orgánica del
capital, es decir, un aumento en los gastos de los capitalistas en
maquinaria y materiales, a expensas del trabajo. Puede significar un
descenso absoluto en la demanda de trabajo, o puede significar
simplemente que la demanda de trabajo se retrasa con respecto al
aumento del capital total. En este último caso, si la población crece –
no importa por qué razones- la ampliación continua del ejército de
reserva, digamos como una proporción más o menos constante de la
fuerza trabajadora total, es una posibilidad perfectamente lógica.
Marx parece haber tenido habitualmente algo de este género en
consideración; las suposiciones subyacentes en este caso eran, en
verdad, las que se le habrían ocurrido de un modo natural a
cualquiera que escribiese a mediados del siglo XIX. Pero el principio
del ejército de reserva es independiente de cualquier suposición
particular sobre la población; opera igualmente bien con una
población estacionaria y aún con una población declinante. En este
hecho tenemos una de las diferencias decisivas entre Marx y sus
predecesores de la escuela clásica.

En relación con esto, conviene advertir que Marx no fue el


primero en descubrir la posibilidad del desplazamiento del trabajo
por la maquinaria, ni aún el primero en exponer la falsedad de la
teoría de la compensación, que era entonces, como es ahora, tan
popular entre los economistas y publicistas ortodoxos. Un trabajo
teórico en extremo importante había sido realizado ya por Ricardo
(entre otros) en el famoso capítulo “Sobre la maquinaria” que
apareció por la primera vez en la tercera edición de los Principios. Allí
Ricardo establecía con argumentos un poco desmañados, pero
lógicamente inatacables, que la maquinaria que ahorra trabajo
“libera” obreros sin liberar el capital variable necesario para su
empleo en otras partes, y, por lo tanto, su reempleo depende
principalmente de la acumulación adicional. Aunque Ricardo no lo
dijo, es consecuente con su razonamiento el suponer que la tasa de
desplazamiento excede la tasa de reabsorción como resultado de la
nueva acumulación. El gran éxito de Marx fue la integración de este
principio en la teoría general de la acumulación del capital, de tal
modo que libera a esta última de la forma fatal dependencia del
dogma maltusiano de la población.

298
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

Sería erróneo, por supuesto, suponer que la tasa de la


acumulación o bien la introducción de maquinaria para ahorrar
trabajo marche a un paso igual, como para mantener un delicado
equilibrio de los salarios con la plusvalía. Por el contrario, “con la
acumulación y el desarrollo de la productividad del trabajo que la
acompaña, crece también el poder de expansión rápida del capital”.
Un estallido súbito de acumulación de capital puede ser el resultado
de la apertura de un nuevo mercado o de una nueva industria. En
tales casos el ejército de reserva se vacía y desaparece el obstáculo
que frena el alza de los salarios; la plusvalía puede, a la verdad,
disminuir seriamente. “Pero tan pronto esta disminución toca el
punto en que el trabajo excedente que nutre al capital no es
suministrado ya en el volumen normal, se produce una reacción: se
capitaliza una parte menor del ingreso, la acumulación se retrasa y
el movimiento de alza de los salarios se detiene”. Marx describe aquí
una de las causas fundamentales de las crisis. Junto a la
eliminación del trabajo por la maquinaria, las crisis y las depresiones
toman su lugar como mecanismo capitalista específico para
reconstruir el ejército de reserva cada vez que éste se ha reducido a
proporciones peligrosamente pequeñas. Aquí sólo necesitamos tomar
nota de que a través de su relación con el ejército de reserva, el
problema de las crisis ocupa una posición central en el sistema
teórico de Marx. En tanto que para los teóricos clásicos el problema
consistía no tanto en explicar las crisis como en explicar su
desaparición, para Marx el capitalismo sin crisis sería, en último
análisis, inconcebible.*

Se puede esclarecer la teoría del ejército de reserva con un


sencillo diagrama. La figura 1 es una representación del proceso
industrial. Arriba está la gran masa de trabajadores en Empleo
Industrial. Esta es alimentada de una parte por la corriente de
nuevos trabajadores que consiguen puestos por la primera vez en la
industria capitalista (A), y de la otra, por los desocupados del Ejército
de Reserva que se incorporan a la industria (D). Abandonan el
Empleo Industrial, primero, los trabajadores retirados que han
concluido su carrera productiva (F), y segundo, aquellos que son

* En el caso del fascismo, este principio sufre una modificación considerable. Véase,
adelante, cap. XVIII, secs. 5 y 6.

299
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

desplazados de la industria (C) y, por lo tanto, pasan al Ejército de


Reserva. Para completar el diagrama, se incluyen dos corrientes más,
a saber, los nuevos trabajadores que, no logrando encontrar empleo,
se incorporan inmediatamente al Ejército de Reserva (B); y aquellos
que, después de un período de desocupación, abandonan la busca de
puestos de trabajo y se agregan a la corriente de trabajadores
retirados (E).

En la fase de prosperidad del ciclo económico el empleo


industrial crece mientras el ejército de reserva disminuye.

Una representación diagramático similar de la noción clásica


del proceso industrial sólo necesitaría mostrar el Empleo Industrial
con la corriente de nuevos trabajadores que ingresan y el flujo de
trabajadores que se retiran. El nivel de los salarios, en este cuadro,
depende principalmente de la magnitud de la corriente de nuevos
trabajadores, la que a su vez es una función del crecimiento de la
población. En esta forma, si consideramos el sistema de producción
como coextenso del campo de Empleo Industrial, la noción clásica
era en el sentido de que los salarios estaban en fin de cuentas
regulados por factores exteriores al sistema (población).

300
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

En la teoría de Marx, sin embargo, el sistema de producción


incluye tanto el Empleo Industrial como el Ejército de Reserva. Sea
cual fuera la suposición que hagamos con respecto a factores
exteriores al sistema (población) queda en pie el hecho de que éste
contiene en sí un mecanismo para regular el nivel de los salarios y,
por lo tanto, para mantener el de las ganancias.*

Más aún, puesto que todas las corrientes de la figura 1 están


concebidas como flujos permanentes, no hay lugar a una crítica
basada en el argumento de que el desempleo tecnológico es
meramente un fenómeno transitorio y, por lo tanto, no puede ser
parte integrante de una teoría del sistema de producción.

5. La naturaleza del proceso capitalista.

La economía política clásica, que tan firmemente se apoya en


la teoría maltusiana de la población, se inclinó siempre a predecir el
fin inminente del progreso económico. El razonamiento era elevado y
convincente en su simplicidad. La acumulación estimula
indirectamente el desarrollo de la población; el aumento del número
de habitantes obliga a recurrir a tierras inferiores; las cosas
necesarias para la vida sólo pueden producirse, por consiguiente, a
un costo sin cesar creciente en términos de horas-hombre. Esto
implica un alza en el valor de la fuerza de trabajo y, en consecuencia,
de los salarios como una proporción del producto total;* y, por lo
mismo, también, un descenso de la ganancia como una proporción
del producto total. Eventualmente parecía seguro que inclusive la
cantidad absoluta de la ganancia comenzaría a descender.
Finalmente, la acumulación por los capitalistas –la fuerza motriz de
todo el proceso- “cesará del todo cuando sus ganancias sean tan
bajas que no representen para ellos una compensación adecuada por
las molestias y los riesgos que necesariamente afrontan empleando
su capital en forma productiva”. Este curso inexorable de la
evolución podría ser detenido temporalmente por descubrimientos

* Con esto no se niega la importancia práctica y teórica de la tasa de crecimiento de la


población. El problema adquiere gran importancia en un nivel de abstracción un
poco más bajo. Véase, adelante, cap. XII, sec. 3, No. 3.
* Ello no implica, por supuesto, ninguna elevación de la tasa del salario real.

301
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

técnicos y científicos que hicieran menos costosa la producción de


artículos necesarios. Pero eventualmente debe efectuarse y alcanzar
su conclusión lógica, el estado estacionario. El progreso económico
debe ser finalmente detenido por dos leyes naturales preponderantes
e inmutables: la ley de la población y la ley de los rendimientos
decrecientes. John Stuart Mill, a este respecto, habla en serio de la
“imposibilidad de evitar en último término el estado estacionario –
esta irresistible necesidad de que la corriente de la actividad humana
desemboque al fin en un mar al parecer estancado”.

Ésta es una teoría de la evolución económica que se deduce


con precisión lógica de algunas premisas iniciales claramente
enunciadas. Como palabra final de la economía política clásica sobre
la tendencia esencial del sistema capitalista, posee una intrepidez
intelectual que, ciertamente, no debe negarse. Pero hacia el final del
siglo XIX, los hechos, minando como termitas los cimientos de la
soberbia mansión, hicieron que todo el edificio se derrumbara con
estrépito. La teoría maltusiana de la población no pudo sobrevivir al
notable descenso en la curva de las tasas de natalidad que comenzó
durante la década del 1870, en los países occidentales más
avanzados. Los economistas, gradualmente y de mala gana, se vieron
obligados a abandonar la teoría de la población y con ella toda la
teoría clásica de la evolución económica.

En aquellas circunstancias, esto era inevitable. Pero los


economistas abandonaron mucho más de lo que era necesario. En
vez de buscar una teoría satisfactoria de la evolución económica para
sustituir la teoría clásica desacreditada, procedieron a excluir las
cuestiones de los procesos evolutivos del campo de la elaboración
teórica sistemática. Desde el punto de vista de la “estática y
dinámica” a las que los teóricos dedicaban ahora su atención,
inclusive el ciclo económico aparecía como un asunto meteorológico
o, en el mejor de los casos, como un producto secundario de la
incapacidad congénita de la mente legislativa para entender los
verdaderos principios del dinero y de la banca.

Tales fueron las tristes consecuencias del colapso de la teoría


clásica.

302
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

El desarrollo de la teoría económica de Marx, sin embargo, no


podía conducir a tales resultados. Rechazando desde el principio
todo tráfico con el malthusianismo, Marx se protegió contra los
perniciosos efectos de su colapso. Más aún, incluyendo en su
estructura teórica el principio del ejército de reserva en vez de la ley
de la población, no sólo rompió categóricamente con la tradición
clásica, sino que puso también la base para un nuevo y
asombrosamente poderoso ataque a los problemas de la evolución
económica.

En tanto que en la teoría clásica los cambios en los métodos


de producción son considerados como dependientes de invenciones y
descubrimientos esencialmente fortuitos, en la teoría de Marx se
convierten en condiciones necesarias para prolongar la existencia de
la producción capitalista. Pues es principalmente por medio de las
innovaciones tecnológicas para economizar trabajo, como se recluta
el ejército de reserva, y sólo por la existencia continua del ejército de
reserva pueden sobrevivir la plusvalía y la clase que ella sostiene.
Pero esto no agota la cuestión. No es ni siquiera necesario aceptar la
teoría del materialismo histórico de Marx para convenir en la tesis de
que los cambios en la técnica de la producción ejercen una profunda
influencia en la estructura institucional e ideológica de la sociedad.
En el Manifiesto Comunista, dijo Marx: “La burguesía no puede
existir sin revolucionar constantemente los instrumentos de
producción y, por este medio, las relaciones de producción y, con
ellas, todas las relaciones de la sociedad”. En El Capital, Marx plantó
esta penetrante visión en el suelo de la teoría económica. De este
modo descubrió una de las más importantes “leyes del movimiento”
del capitalismo, cuya exploración era el propósito expreso de El
Capital

No hemos explicado aún, por supuesto, la teoría de la


evolución económica de Marx en todas sus ramificaciones; lo que
hemos hecho es proveer la base de tal teoría, la noción fundamental
del proceso capitalista como aquel que, en principio, implica la
acumulación incesante acompañada de cambios en los métodos de
producción. Es desde luego claro que esta noción del proceso
capitalista difiere radicalmente de la que está en la base de la teoría
clásica de la evolución económica. Esta última, en principio, no toma

303
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

en cuenta los cambios en los métodos de producción; el desarrollo


económico es considerado exclusivamente en términos de cambios
cuantitativos (graduales) en la población, el capital, los salarios, las
ganancias y la renta. Las relaciones sociales no son afectadas; el
resultado final es simplemente un estado de cosas en el que todas
estas tasas de cambio son iguales a cero. Puesto que la noticia
marxista subraya principalmente los cambios que ocurren en los
métodos de producción, implica el cambio cualitativo en la
organización social y en las relaciones sociales, a la vez que el
cambio cuantitativo en las variables económicas como tales. Así se
abre el camino para considerar el “resultado final” como una
reconstrucción revolucionaria de la sociedad, más bien que como un
mero estado de reposo.*

* Es necesario anotar una excepción importante a la por otra parte válida generalización de que
los economistas modernos no hacen ningún intento de incluir los procesos evolutivos en su
teorización sistemática. Esa excepción es J. A. Schumpeter, cuya Teoría del desenvolvimiento
económico (1ª. ed. alemana, 1912; trad. inglesa, 1936; trad. esp. De Fondo de Cultura
Económica, 1944) representa, a este respecto, una bien definida desviación de lo normal.
La teoría de Schumpeter tiene ciertas notables semejanzas con la de Marx. Comienza con una
demostración de que la ganancia y el interés estarían ausentes de la “Corriente Circular”, un
concepto que corresponde a la Reproducción Simple de Marx. Parece probable que Schumpeter
llegaría hasta mantener que, aún faltando la acumulación, hay fuerzas que actúan para
eliminar el excedente del ingreso sobre el costo del cual se derivan la ganancia del empresario y
el interés. En otras palabras, en ausencia del cambio, el ingreso se atribuirá totalmente a los
factores originales de la producción, las máquinas repondrán exactamente su costo, no dejando
excedente para sus propietarios.
Los empresarios, no obstante, procuran eludir el destino de pobres que les espera en un estado
estacionario de la sociedad, reduciendo los costos descubriendo nuevos mercados, inventando o
popularizando nuevos productos y en general, introduciendo “innovaciones”. Los que tienen
éxito disfrutan de una suerte de posición de monopolio temporal que es la fuente de la ganancia
del empresario. Puesto que el capital en dinero provee los medios para arrancar los recursos de
sus cauces acostumbrados de uso y desviarlos por nuevos cauces –y ésta es la esencia de la
innovación- los empresarios están dispuestos a pagar interés para obtener su control. Una vez
que ha aparecido el interés en algún punto del sistema, siendo exclusivamente un fenómeno
monetario, se extiende a todo el sistema. Cualquier fuente particular de ganancia está destinada
a ser temporal –suponiendo la falta de barreras permanentes a la competencia- pero como las
innovaciones se suceden unas a otras, la ganancia y el interés como tales nunca desaparecen
del todo. Sin duda que la introducción de innovaciones no tiene lugar lenta y continuamente,
sino más bien en grupos o enjambres. Esta discontinuidad en el proceso de la innovación está
en la base del fenómeno conocido por ciclo económico.
El breve esbozo de la teoría de Schumpeter basta a indicar que para él, como para Marx, los
cambios en los métodos de producción son un rasgo básico del capitalismo y no simples
epifenómenos que tocan de manera más o menos azarosa el proceso económico.
A pesar de ciertas semejanzas obvias entre esta noción y la noción marxista –que Schumpeter
mismo reconoce abiertamente- quedan discrepancias teóricos fundamentales. Por ejemplo, no
hay en Schumpeter nada análogo al Ejército de Reserva, y su forma de considerar la relación
capital-trabajo es por completo diferente de la de Marx. Además, Schumpeter niega
expresamente toda intención de pasar de los cambios en los métodos de reproducción a las

304
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

“alteraciones de la organización económica, sus costumbres”, etc. (p. 99 n). Por lo tanto, admite
que “mi estructura cubre sólo una pequeña parte de su campo” [de Marx] (p. 100 n).
Vale la pena advertir que en los círculos ortodoxos la teoría del desenvolvimiento económico, de
Schumpeter, no ha disfrutado nunca de la atención que merece y ha sido muy mal entendida y
muy tergiversada. Sólo ha logrado aceptación, en la medida en que la ha logrado, como teoría
del ciclo económico más bien que como la base de una teoría de la evolución capitalista. En
último análisis, por consiguiente, el ejemplo de Schumpeter sirve sólo para subrayar la falta de
interés del economista ortodoxo moderno en lo que Marx llamó las “leyes del movimiento” del
capitalismo.

305
CAPÍTULO XVIII

NUESTRO PROYECTO DE NUEVA SOCIEDAD EN AMÉRICA


LATINA*

EL PAPEL REGULADOR DEL ESTADO Y LOS PROBLEMAS DE


AUTO-REGULACIÓN DEL MERCADO

El desarrollismo latinoamericano de las décadas de los


cincuenta y los sesenta, percibe la función del Estado como una
función necesaria. Considera que el mercado, a pesar de su
capacidad auto-reguladora, no es capaz de asegurar el desarrollo y
solucionar los graves problemas económico-sociales que han
aparecido en el continente. Se percibe que el mercado distorsiona las
relaciones sociales y que tiende, en las circunstancias de América
Latina, al estancamiento del crecimiento económico.

A partir de los años setenta, y con especial fuerza durante los


años ochenta, aparece una siempre más agresiva denuncia del
Estado y de su papel regulador en la sociedad moderna. Si en las
décadas de los cincuenta y los sesenta al Estado se le asigna una
función clave en el desarrollo económico y social de la sociedad, en
las décadas de los setenta y los ochenta el Estado es designado como
el gran culpable de los mayores problemas que aparecen. Cada vez
más ocurre una fijación negativa en el Estado. Este aparece como el
gran culpable de todo. Si no hay desarrollo, la culpa la tiene el
Estado. Si hay desempleo, también el Estado tiene la culpa. Si hay
destrucción de la naturaleza, los errores del Estado parecen ser el
origen de ella. Ronald Reagan, en su campaña electoral del año
1980, resumió esta actitud con la frase: "No tenemos problemas con
el Estado, el Estado es el problema".

Esta fijación en el Estado como culpable de todos los males,


no es sino la otra cara de una fijación contraria, según la cual el
mercado soluciona todos los problemas. Podríamos variar la
expresión citada, para mostrar el significado de esto: No tenemos que
solucionar problemas, el mercado es la solución de todos los
problemas. Frente al Estado como el Mal. aparece el Bien: el

* Autor: Franz J. Hinkelammert


Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

mercado es considerado ahora como la institución perfecta, cuya


afirmación es suficiente para no tener problemas.

Esta negación maniquea del Estado revela un profundo


estatismo al revés. Si se quiere definir al estatismo como una actitud
que cree encontrar en la acción del Estado la solución de todos los
problemas, en este estatismo al revés lo vemos simplemente invertido
y transformado en el culpable de todo. El Estado lo sigue siendo
todo. De aquí que la negación maniquea no haya cambiado la actitud
profundamente estatista en relación al Estado.

Así apareció el antiestatismo metafísico de las últimas


décadas, que es la otra cara de una afirmación total del mercado.
Este antiestatismo domina la discusión actual sobre el Estado y se
ha transformado en un leitmotiv de la visión del mundo en el
presente. Apareció con las teorías neoliberales sobre la economía y la
sociedad, representando hoy una especie de sentido común de la
opinión pública del mundo entero. Se manifiesta incluso en los
países socialistas, y domina la mayoría de las instituciones
internacionales que toman decisiones políticas.

Pero no se trata simplemente de una ideología de la gente.


Son los Estados los que asumen esta ideología antiestatista y la
promueven. No se trata de un sentido anarquista popular, como ha
existido en todos los tiempos, y que sueña con una sociedad sin
dominación, sin dinero y sin Estado, sino de la definición de una
estrategia estatal a nivel de los poderes públicos mismos. Son los
presidentes, los parlamentos, los ejecutivos de las empresas, los
bancos centrales, las entidades internacionales como el FMI y el
Banco Mundial, los portadores de la ideología antiestatista. Aparecen
las dictaduras de Seguridad Nacional en América Latina, que
legitiman su terrorismo de Estado en nombre de esta misma
ideología antiestatista. Aparecen verdaderos totalitarismos que en
nombre del mercado total propagan el desmantelamiento del Estado,
y que justifican su terrorismo de Estado en nombre de la pretendida
necesidad de la desaparición o minimización de éste. La dictadura de
Pinochet en Chile fue un sistema antiestatista de este tipo, sin
embargo este elemento antiestatista estuvo presente igualmente en
la dictadura militar argentina y en la uruguaya, apareció en los años
ochenta en Brasil, y actualmente tiene una vigencia visible en todas

308
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

las sociedades de América Central.

En ningún caso esta política antiestatista ha disminuido la


actividad estatal. Pero ha reestructurado al Estado. Aumentaron las
fuerzas represivas de éste. Hasta el grado de que el Estado dejó de
cumplir con sus funciones sociales y económicas. En nombre de la
ideología del antiestatismo, el Estado policíaco sustituyó al Estado
social. La ideología antiestatista sirve como pantalla para esconder
un aprovechamiento sin límites del Estado, de parte de los poderes
económicos internacionales y nacionales. Se trata de una tendencia
que comenzó con la ola de dictaduras de Seguridad Nacional de los
años setenta en América Latina, y que sigue vigente hoy a pesar de
todas las democratizaciones. A las dictaduras de Seguridad Nacional,
siguieron democracias de Seguridad Nacional.

1. El Estado en América Central.

En América Latina, la denuncia generalizada del Estado se


realiza en un continente que tiene Estados muy poco desarrollados y
con una institucionalización sumamente precaria. Hay pocos
Estados con la capacidad de una acción racional en todo su
territorio, o en partes de este. Quizás Chile y Uruguay tienen Estados
más desarrollados, no obstante, en el resto del continente el Estado
es poco eficaz. Su presencia nacional es, por un lado, simbólica; por
otro lado, descansa en la presencia de sus fuerzas armadas y
represivas, mientras que la vigencia de las leyes del Estado es en
muchas partes completamente efímera.

Si eso vale para América Latina en general, más vale aún para
América Central, posiblemente con la excepción de Costa Rica. En
Nicaragua, ha habido por primera vez un cierto desarrollo estatal
durante el gobierno sandinista, en tanto que en los otros países el
Estado es una imposición desde arriba, efectuada por las fuerzas
armadas, y simbolizada por la bandera, el himno nacional y la Iglesia
Católica. La situación, en general, corresponde a lo que ya en el siglo
XIX se describió como Estados, en los cuales había solamente dos
instituciones de vigencia nacional: el ejército y la Iglesia Católica.

309
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Aunque la posición de la Iglesia Católica se está debilitando


rápidamente, ella sigue siendo la única representante nacional en el
plano simbólico, al lado del ejército en el plano del ejercicio de la
fuerza. A pesar de las grandes diferencias entre algunos países,
sobre todo con Costa Rica, esta continúa siendo la tendencia general.
Estos Estados precarios tienen una fuerte tendencia al
autoritarismo, y tradicionalmente han sido dominados por
dictaduras militares. Cuando aparecen periódicamente regímenes de
democracia parlamentaria, se trata de democracias oligárquicas, que
en cualquier momento pueden ser arrolladas por nuevas dictaduras
militares, apoyadas por estas mismas oligarquías.

La fuerte presencia del ejército en la institucionalidad del


Estado en América Central —y en América Latina en general—, no
atestigua la existencia de Estados fuertes. Es más bien el resultado
de una situación, en la cual el Estado se haya débilmente
desarrollado. El Estado no cumple con las funciones básicas para la
sociedad, y suple esta carencia con la existencia de un aparato
represivo exageradamente grande.

Esta es la razón de la fuerte tendencia en América Central, a


basar la legitimidad del orden existente en la presencia del ejército.
La incapacidad de cumplir las funciones del Estado. Obliga a éste a
ser un Estado autoritario. Esta falta de desarrollo del Estado se nota
en América Central en muchas partes, aunque con grandes
diferencias entre cada uno de los países. Los Estados no pueden
siquiera formular estrategias económicas o sociales a largo plazo. Allí
donde surgen intentos de formular tales planes de parte de los
ministerios de planificación, no llegan a definir políticas sino que se
limitan a declaraciones de intenciones. Tampoco existen sistemas de
educación que sean capaces de cubrir las necesidades de los países,
ni capacidad de ejecutarlos. Tampoco hay sistemas de salud que
pueden cubrir a la población entera. La economía se desarrolla al
azar, y a falta de una política económica nacional, sigue las pistas de
orientación dadas por los países del centro y las instituciones
internacionales dominadas por ellos. Dada esta ausencia, no es
posible tampoco tener una estrategia de desarrollo científico o
técnico. De todo eso se habla constantemente, pero no hay capacidad
política para realizarlo.

310
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Esta falta de desarrollo estatal se percibe muy visiblemente


en dos aspectos importantes. Los ejércitos centroamericanos no son
capaces de un reclutamiento militar regular, siendo ellos la
institución nacional más presente en la totalidad de la sociedad. El
reclutamiento todavía hoy se hace por secuestro, excepto en
Nicaragua, donde el gobierno sandinista terminó con este
procedimiento. Se recluta a los jóvenes mediante el asalto a los
lugares donde ellos se juntan (salones de baile, cines, carnavales,
cursos de capacitación, etc.). y se los lleva por la fuerza a los
cuarteles. Después de pasados varios días, las familias son
informadas. Si tienen influencias correspondientes, pueden sacar a
su hijo. Los otros, vuelven luego de haber realizado su servicio
militar.

El cobro de los impuestos es parecido. No se cobran donde


hay ingresos, sino donde alguien por alguna razón, tiene que sacar la
billetera o se le presenta alguna situación de urgencia. Por ello, la
enorme importancia para los ingresos del Estado del impuesto de
compra-venta, de las tasas de aduana, de la salida del país y de todo
upo de diligencias estatales que sirven para obligar al ciudadano a
pagar. Sin embargo, los impuestos directos son muy pocos. Se cobra
a los asalariados, pero son casi inexistentes para los ingresos altos.

No obstante, incluso en esta situación del cobro de impuestos


la evasión es la regla, no la excepción. Así como los posibles reclutas
corren para que el ejército no los encuentre, los ingresos también
corren para que el Estado no les cobre; y el Estado no es capaz de
obligar, de ahí que la evasión no es perseguida por medio de castigos
sensibles. Las leyes del Estado son para los que no tienen escape,
pero de ninguna manera tienen vigencia universal.

Ciertamente, en una situación de este tipo el Estado


solamente puede defender el orden existente por la presencia del
ejército, cuya gran importancia y cuya represión, de nuevo,
atestiguan el hecho de un Estado débil y poco desarrollado, y no de
un Estado fuerte.

El caso de Costa Rica es la excepción, que confirma


precisamente esta regla. Costa Rica es el único país de América
Central donde la presencia de los aparatos represivos es poco

311
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

notable, y donde hasta ahora ni siquiera existe un ejército. Sin


embargo. Costa Rica es a la vez el país que tiene más desarrollo
estatal en la región. Esto se evidencia en la existencia de un sistema
escolar que cubre todo el país y que ya tiene cierta diversificación, y
de un sistema de salud de carácter parecido. Con la banca
nacionalizada se dispone de un instrumento que permite efectuar
una política económica orientada por una estrategia, cuyo resultado
ha sido un desarrollo económico mucho más equilibrado entre
campo y ciudad que en el resto de la región. Se ha logrado, por tanto,
un alto grado de legitimidad del orden existente, que descansa sobre
el consenso. En consecuencia, la nación puede existir sin ningún
ejército relevante que supla una falta de desarrollo del Estado por un
régimen autoritario. Este hecho explica la larga tradición
democrática del país, cuya base ha sido: un desarrollo equilibrado
entre campo y ciudad; el cumplimiento de las funciones básicas del
Estado en la definición de una estrategia económica, de educación y
de salud; y una distribución de los ingresos mucho más moderada
que en el resto del área.

En América Central —como en general en América Latina—,


los ejércitos devoran visiblemente a sus países. Consumen
destructivamente el excedente económico, paralizando el desarrollo.
El orden existente, que ellos estabilizan, es un orden sin posibilidad
de futuro, pues las oligarquías, conjuntamente con los ejércitos,
destruyen ese futuro. Por eso, si Costa Rica ha logrado escapar hasta
cierto grado de esta tendencia, eso ha ocurrido porque pudo evitar el
surgimiento de un ejército, y canalizar el excedente económico
mediante el desarrollo del Estado hacia las tareas de desarrollo.

Allí donde el Estado ha desarrollado sus funciones


ampliamente, los aparatos represivos tienen un papel más bien
subsidiario y no dominante, mientras en los casos de un desarrollo
insuficiente del Estado, estos aparatos se han transformado en el
poder dominante del Estado. De eso resulta la tendencia al Estado
autoritario. A falta de un desarrollo suficiente del Estado, en América
Latina como en América Central, la prevalencia de las dictaduras
militares ha asegurado tradicionalmente la continuidad del orden
existente. Sin embargo, en alto grado son los mismos ejércitos que
estabilizan el orden, los que hacen imposible el desarrollo de los
países. Al destruir el excedente económico improductivamente,

312
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

desvirtúan la posibilidad de un desarrollo futuro.

Esta tendencia al orden autoritario no se ha dado únicamente


en América Latina. Una tendencia parecida se observa tanto en la
historia de Europa Occidental, como en la de EE.UU. También en
estos países el débil desarrollo del Estado en los siglos XVIII y XIX
llevó a Estados autoritarios, aunque en este caso en forma
democrática. Estas democracias fueron democracias autoritarias,
hasta por lo menos la Primera Guerra Mundial. Estabilizaron el
orden existente no por el consenso, sino por la simple imposición de
los grupos que sustentaban este orden. Lo hicieron por medio del
voto clasificado, en el cual los votantes, según sus ingresos, tenían
diferente número de votos. Al no existir el voto universal, los grupos
dominantes tenían automáticamente la mayoría, y se disputaban el
gobierno entre ellos. La esclavitud en EE.UU., y la posterior
separación de las razas—una especie de apartheid— tuvo el mismo
efecto. No obstante, en este caso no fueron los ejércitos los que
estabilizaron el orden, sino fuerzas represivas policiales, lo que hizo
más fácil el tránsito a la democracia de voto universal después de la
Primera Guerra Mundial, y es más compatible con el uso del
excedente económico para tareas de desarrollo.

Sin embargo, también en estos países la transición a la


democracia del voto universal impuso la necesidad de establecer un
consenso para poder estabilizar el orden existente. Eso solamente se
pudo lograr por el desarrollo del Estado, el cual ocurrió
paralelamente a esta transición. Por eso, en EE.UU., que es el país
que menos ha logrado desarrollar el Estado, es donde más
lentamente ha progresado el voto universal (de hecho, éste existe
recién desde los años cincuenta de este siglo, como resultado del
Civil Rights Movement), y todavía hoy mantiene mecanismos que
aseguran una muy baja participación en las elecciones (que raras
veces alcanza el 50% de los con derecho al voto). Allí aparecieron, por
tanto, las teorías actuales de la democracia gobernable, dirigida o
controlada, que atestiguan el hecho de que en EE.UU., el precario
desarrollo del Estado no logró establecer un consenso que permita
que el voto universal dirija la determinación del gobierno. Un
consenso eficaz no es simplemente psicológico, sino que consiste en
el desarrollo de una sociedad civil amplia, la que sin la mediación
positiva de un Estado desarrollado, no puede surgir.

313
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

2. El antiestatismo metafísico frente al desarrollo del


Estado: sociedad civil y Estado.

El antiestatismo metafísico es la respuesta surgida en las


décadas de los setenta y los ochenta, al desarrollo de la sociedad civil
y del Estado en las décadas de los cincuenta y los sesenta. Las
décadas de los cincuenta y los sesenta, son décadas de desarrollo en
América Latina. Se trata de un desarrollo económico, social y
político, con miras a establecer un consenso que apoye la estabilidad
del sistema social existente. Para lograr este consenso se fomenta la
industrialización en un marco de planificación estatal global,
desarrollando a la vez el Estado en términos de un Estado social
(leyes laborales, sistema de educación y salud, reforma agraria, etc.).
Este desarrollo estatal estimula un desarrollo de la sociedad civil a
nivel de organizaciones sindicales en la industria y el campo,
vecindades, cooperativas, organizaciones juveniles. Surge entonces
una sociedad civil amplia, con sus exigencias frente al mundo
empresarial y frente al Estado.

La política de industrialización se basa en la substitución de


importaciones, y logra un rápido desarrollo industrial en muchas
partes. Sin embargo, cuando esta política hace crisis y se estanca,
aparecen conflictos a nivel de la sociedad civil, que rápidamente se
extienden al campo político. El aumento tendencial del desempleo y
la concentración del ingreso subvierten el consenso sobre el sistema
social a fines de la década de los sesenta, y la democracia de voto
universal produce mayorías que tienden a la ruptura. Esta crisis se
manifiesta en toda América Latina, pero también en los países del
centro donde la rebelión estudiantil de 1968 hace visible una crisis
de legitimidad, que es crisis del consenso. En los países del centro se
logra superar esta crisis, en tanto que en los países latinoamericanos
la respuesta es extrema y lleva a la ruptura con el sistema
democrático existente. Se abandona la política del consenso y se
pasa a la imposición violenta del capitalismo amenazado.

Aparecen las dictaduras de Seguridad Nacional, que ya no


son del tipo de las dictaduras militares tradicionales de América
Latina. Estas dictaduras son ahora altamente ideológicas y hasta
metafísicas, frente a dictaduras tradicionales simplemente

314
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

continuistas. Las dictaduras de Seguridad Nacional definen una


relación nueva con la sociedad civil y con el Estado a partir del poder
militar, que se apoya en el terrorismo de Estado sistemático.

Estas dictaduras se transforman en portadoras del


antiestatismo metafísico en América Latina, y surgen en los años
ochenta también en América Central (Honduras, Guatemala y El
Salvador). Aunque operen muchas veces con una pantalla
democrática, actúan como lo han hecho las dictaduras de Seguridad
Nacional de los setenta en los países de América del Sur. Apoyadas
en el terrorismo de Estado, imponen por la fuerza un sistema
económico que prescinde del consenso de la población.

En nombre del antiestatismo, estas dictaduras de Seguridad


Nacional actúan en un doble sentido. Por un lado, destruyen la
sociedad civil, tal como se ha configurado en las décadas anteriores.
Por eso, destruyen los movimientos populares en todos sus ámbitos:
sindical, cooperativo, vecinal. Destruyen también la organización
social derivada de las reformas agrarias en el campo. Destruyen
igualmente las organizaciones políticas generadas en vinculación con
esta sociedad civil. Por el otro lado, destruyen las actividades del
Estado que han acompañado y mediatizado esta sociedad civil, o sea
la capacidad del Estado de trazar una estrategia económica, así
como los sistemas de salud y educación.

Toda esta destrucción se realiza en nombre del


desmantelamiento del Estado y de la privatización de sus funciones.
Una línea de acción fundamentada poruña verdadera metafísica
antiestatista de los aparatos de represión.

Por supuesto, el Estado ni desaparece ni disminuye. Lo que


aparece ahora es un Estado distinto del anterior. El anterior Estado
buscaba el consenso popular. Por eso desarrolló funciones que
promovieron a la vez la sociedad civil. Este nuevo Estado es un
Estado de imposición violenta, que ha renunciado al consenso de la
población para destruir la capacidad de la sociedad civil de ejercer
resistencia u oposición frente a las líneas impuestas por la política
estatal, inspirada en la política del mercado total. Es un Estado
enemigo de la sociedad civil, el cual la reduce a la empresa privada
que actúa conforme a las relaciones del mercado.

315
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

El concepto de sociedad civil resultante es muy similar al que


se tenía durante el siglo XIX. El concepto apareció a comienzos de
aquél siglo, y se refería a toda la actividad social no iniciada o
influida directamente por el Estado. Dado el poco desarrollo social de
las sociedades europeas en ese tiempo, prácticamente la sociedad
civil se identificó con el ámbito de actuación de la empresa privada.
Incluso el idioma alemán expresa eso directamente. Se habla allí de
sociedad burguesa: "burgerliche Gesellschaft". Esta concepción de la
sociedad civil correspondía al hecho de la democracia autoritaria
vigente en ese tiempo. Se trataba de una sociedad civil nítidamente
clasista, en la cual sólo la burguesía tenía voz y, por tanto, era
considerada.

Durante el siglo XIX se desarrolla la sociedad civil, y a


comienzos del siglo XX ya no tiene sentido identificarla con la
sociedad burguesa. Al lado de las empresas privadas han surgido un
gran número de organizaciones populares, en especial sindicatos y
cooperativas, las cuales se expresan políticamente en los partidos
socialistas que presionan por el voto universal. La sociedad civil deja
de ser el ámbito de una sola clase, toda vez que ahora aparecen otras
clases organizadas. En su seno brota un conflicto, que es ante todo
un conflicto de clases.

Al considerar el Estado burgués este conflicto como legítimo,


empieza a relacionarse con él desarrollando nuevas funciones del
Estado, que posteriormente logran establecer un nuevo consenso,
que no elimina este conflicto, pero que lo canaliza y lo
institucionaliza. Donde eso no ocurre, surgen los primeros Estados
burgueses violentos con la pretensión de suprimir completamente
este conflicto. Se trata de los Estados fascistas surgidos entre las dos
guerras mundiales. Después de la II Guerra Mundial, el Estado
burgués de reformas se impone en toda Europa Occidental. Las
funciones del Estado y de la sociedad civil se desarrollan
paralelamente, y el cumplimiento de las funciones del Estado
posibilita precisamente el fomento del desarrollo de la sociedad civil.

La relación entre los dos se encuentra en la base del consenso


democrático que las sociedades de Europa Occidental produjeron
después de la II Guerra Mundial, y en la base de su democracia
electoral con voto universal. Se trata del tipo de consenso que

316
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

América Latina intentó realizar en las décadas de los cincuenta y los


sesenta, una línea que todavía la Alianza para el Progreso persiguió.

La metafísica del antiestatismo aparece en las décadas de los


setenta y los ochenta, cuando la sociedad capitalista rompe este
consenso y se vuelve a estabilizar por la imposición pura y llana de
sus relaciones de producción. Aparentemente hay un retomo a los
siglos XVIII y XIX. Efectivamente, los pensadores de la economía
política de ese tiempo, en especial Adam Smith, ya habían
desarrollado las bases teóricas de este antiestatismo, del cual
sacaron como conclusión la exigencia de un Estado mínimo (Estado
Guardián). Se entiende pues la vuelta actual a Adam Smith como
clásico del pensamiento económico, por este regreso a su
antiestatismo. Sin embargo, en la actualidad las mismas tesis del
antiestatismo resultan mucho más extremas de lo que eran en siglos
pasados. En el siglo XVIII la sociedad capitalista se enfrentó con una
sociedad feudal del pasado, a la cual destruyó en nombre de sus
consignas antiestatistas. Esta sociedad no tenía ni fuerza ni
esperanza para poder resistir. La nueva sociedad civil todavía no
había nacido. La burguesía era, de hecho, la única clase social
organizada, y no descubrió la necesidad de un desarrollo estatal
específico. Restringía el Estado a la función de aplicar la ley
burguesa en su interior, y al ejército para sus relaciones con el
exterior.

En esta situación, el antiestatismo no alcanza tampoco los


niveles metafísicos que se muestran hoy, cuando la sociedad
burguesa destruye una sociedad civil que se ha desarrollado dentro
de ella. Cuando las dictaduras de Seguridad Nacional enfrentan a los
movimientos populares para destruirlos, se enfrentan con
organizaciones que surgieron como parte de la propia sociedad
burguesa. Por eso, la agresividad resulta mayor y las formulaciones
del antiestatismo más metafísicas.

3. Mercado y plan: la constitución del antiestatismo.

Cuando la sociedad civil es reducida a la sociedad burguesa,


ella tiende a identificarse con el mercado. Las relaciones sociales de
la sociedad civil se ven entonces exclusivamente en términos de

317
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

relaciones mercantiles, y otras relaciones sociales parecen ser


secundarias, e incluso innecesarias. Esta es la visión de la sociedad
civil de la de los siglos XVIII y XIX, que actualmente retoma en
nombre del antiestatismo neoliberal.

Sí esto se piensa hasta el extremo, entonces la sociedad civil


identificada con el mercado se ve enfrentada con un Estado
innecesario, que hay que abolir. Si sobrevive, lo hace en nombre de
un Estado mínimo inevitable, que asegura el derecho de la propiedad
privada y el cumplimiento de los contratos. Se trata de un Estado
esencialmente represivo. Otra función no tiene. Se trata de una
visión maniquea de la sociedad, en la cual el mercado es el único
polo legítimo de la acción, mientras que el Estado es algo que sobra,
o que es, en el mejor de los casos, un mal necesario. A eso responde
el principio burgués: tanto mercado como sea posible, tanto Estado
como sea inevitable. Por consiguiente, no hay funciones del Estado
fuera de las de ser un guardián represivo del derecho burgués.

Resulta así la visión liberal del Estado, en la cual éste es


esencialmente represivo, y el ejército y la policía son sus
instituciones centrales. No se le concede al Estado ninguna función
positiva. Su única función consiste en asegurar el funcionamiento
del mercado. Luego, la función del Estado es esencialmente negativa,
porque todo el funcionamiento de la sociedad se asegura a través del
mercado.

Con eso, aparentemente, se elimina la misma política. Al ser


el Estado exclusivamente represivo, y al concentrarse su función
exclusivamente en la imposición de las leyes del mercado,
aparentemente la política se disuelve en técnica. Por supuesto, sigue
habiendo política. Pero toda la política s. esconde ahora detrás de
una pantalla, que la hace aparecer como una simple aplicación de
una técnica. El mercado se presenta como una exigencia científica, y
de la ciencia se deriva la técnica de su aplicación.

Esta visión liberal del Estado tiene un trasfondo metafísico,


que la teoría liberal elabora refiriéndose a la fuerza auto-reguladora
del mercado. Portante, es imposible analizar la función del Estado
sin analizar la relación de éste, y de la planificación, con el mercado.
El antiestatismo actual, de hecho, no es más que la sustitución del

318
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Estado por la totalización del mercado. En cuanto el Estado, por


supuesto, sobrevive, es transformado en un aparato represivo que
tiene como única función la represión de cualquier resistencia frente
al mercado. El Estado burgués que hoy resulta, es el Estado policial.

De esto se sigue que tenemos que volver, aunque sea


brevemente, sobre la teoría de la auto-regulación por el mercado, a la
cual se remonta este antiestatismo burgués y su crítica. Como su
clásico es Adam Smith, todo antiestatismo actual comienza con una
recuperación de su pensamiento. En consecuencia, vamos a empezar
con la visión de Adam Smith.

4. La armonía de Adam Smith.

Adam Smith describe a la sociedad burguesa por medio de un


gran mito utópico, el mito del mercado. El mercado es para él la gran
síntesis humana, buscada a través de toda la historia, entre el
interés propio de cada uno de los seres humanos y el interés público,
o interés general, el interés de todos. Comportándose el hombre en
mercados, su persecución del interés propio asegura
automáticamente el interés común de todos. El mercado es una
estructura maravillosa que exime al hombre de toda responsabilidad
por el resultado concreto de sus actos, porque automáticamente
garantiza que este resultado será directa o indirectamente, de
provecho para todos. Cuanto menos el hombre se preocupe de los
otros y de su suerte, más asegura a los otros sus condiciones
humanas de vida. Se constituye así toda una dialéctica de los
contrarios, que ya Mandeville había descrito anteriormente como:
vicios privados, virtudes públicas. Adam Smith da a esta percepción
de Mandeville, su cuerpo teórico.

La irresponsabilidad por el resultado de los actos ya no


parece ser irresponsabilidad, sino verdadera responsabilidad. La
dureza, y hasta brutalidad, en las relaciones humanas ya no parece
ser dureza o brutalidad, sino exactamente lo contrario: la única
forma realista de preocupación por el otro, el realismo del amor al
prójimo. Adam Smith describe este milagro realizado por la
estructura del mercado, como la "mano invisible", verdadera
Providencia que guía los actos humanos armónicamente:

319
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Ninguno, por lo general se propone originariamente promover


el interés público, y acaso ni aun conoce cómo lo fomenta cuando no
abriga tal propósito. Cuando prefiere la industria doméstica a la
extranjera, sólo medita su propia seguridad, y cuando dirige la
primera de forma que su producto sea del mayor valor posible, sólo
piensa en su ganancia propia; pero en este y en otros muchos casos
es conducido, corno por una mano invisible, a promover un fin que
nunca tuvo parte en su intención.

Este es el automatismo: hay un fin, que es el interés general,


que se cumple precisamente porque no se lo tiene como meta.
Instalado el automatismo, el interés de todos se defiende
exclusivamente y mejor, defendiendo este automatismo a ultranza.
Por tanto, se ha sustituido la ética en todos los ámbitos humanos
por la instauración de los valores del mercado: cumplimiento de los
contratos y respeto de la propiedad privada. Estos valores, al
institucionalizarse en estructuras de mercado, expulsan a todos los
otros. El interés de todos, y con él el bien común, se transforma en
una simple tecnología que se aplica asegurando la estabilidad de
esta estructura. En la estructura del mercado se descarga toda
sensación humana, toda capacidad de consideración del otro. La
estructura del mercado, como referencia mítica, desata la completa
irresponsabilidad, dándole el aspecto de la única y verdadera
responsabilidad.

La ética social es sustituida por una técnica. Para cumplir


con lo que las sociedades anteriores pensaban como ética, la
burguesía ahora implanta una simple técnica: imponer los mercados.
Por eso, esta burguesía ya tampoco hace política. ¿Para qué la
política, si hay un medio técnico, que por su propia inercia, asegura
infaliblemente lo que la ética y la política anteriormente apuntaban
ilusoriamente? La burguesía se siente iluminada, con la fórmula
matemática y técnica en las manos, que permite llegar
calculadamente a lo que otros antes de ella querían llegar
ilusoriamente. Los valores de la propiedad privada y del
cumplimiento de los contratos se transforman en esta estructura
mágica, que cumple qua estructura, automáticamente, con todos los
sueños de la humanidad. La destrucción del hombre que la
burguesía lleva a cabo, es vista ahora como verdadera salvación
humana. La historia del colonialismo, de la esclavitud cristiana y

320
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

liberal —el mayor imperio esclavista de toda la historia humana—,


los fascismos del siglo XX y las dictaduras de la Seguridad Nacional,
dan cuenta de las consecuencias que esta visión pretendidamente
científica de la sociedad, tiene.

Aparece un egoísmo que moralmente se entiende


precisamente como lo contrario: preocupación realista por la suerte
del otro. Por eso, la burguesía ni siquiera entiende el reproche de
egoísmo: para ella, la persecución del interés propio equivale a la
promoción de todos los otros, y sería dañino preguntar por los
efectos concretos que la acción tiene sobre el otro. El burgués, al
perseguir exclusivamente su interés propio, está completamente
convencido que está persiguiendo la salvación del otro. El cree en la
identidad de todos los intereses a través del mercado.

Este cálculo del interés propio se transforma en el


pensamiento burgués, incluso en el distintivo del hombre frente a los
animales. Es asunto de animales el pedir protección, ser tomado en
cuenta. El hombre calcula sus intereses:

Cuando aun animal falta alguna cosa que quiere conseguir de


un hombre o de otro animal, no tiene más remedio de persuasión
que granjear con halagos la gracia de aquel de quien él aprende que
ha de recibir lo que busca. Un cachorro acaricia a su madre, y un
perro procura con mil halagüeños movimientos llamarla atención de
su dueño cuando se sienta a comer, si ve que no le dan el alimento
que necesita.

No obstante, el hombre no es un animal. Necesita también a


los otros, pero consigue su colaboración por el cálculo del interés
propio. El mito utópico del mercado, lo defiende en nombre del
realismo. Adam Smith prosigue con las siguientes palabras:

Pero el hombre se halla siempre constituido, según la


ordinaria providencia, en la necesidad de la ayuda de su semejante,
suponiendo siempre la del primer Hacedor, y aun aquella ayuda del
hombre en vano la esperaría siempre de la pura benevolencia de su
prójimo, por lo que la conseguirá con más seguridad interesando en
favor suyo el amor propio de los otros, en cuanto a manifestarles que
por utilidad de ellos también les pide lo que desea obtener.

321
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Cualquiera que en materia de intereses estipula con otro, se propone


hacer esto: "dame tú lo que me hace falta, y yo te daré lo que te falta
a ti". Esta es la inteligencia de semejantes compromisos, y este es el
modo de obtener de otro mayor parte en los buenos oficios de que
necesita en el comercio de la sociedad civil. No de la benevolencia del
carnicero, del vinatero, del panadero, sino de sus mirasol interés
propio es de quien esperamos y debemos esperar nuestro alimento.
No imploramos su humanidad, sino acudimos a su amor propio;
nunca les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas.

Aparece la división social del trabajo como un sistema de


cálculos del interés propio, que no admite ninguna corrección. Hay
una convicción ingenua, de que un mecanismo de este tipo es
benevolente simplemente en cuanto estructura. Ciertamente, nadie
duda que en una división social del trabajo aparezcan, y tienen que
aparecer, estos cálculos del interés propio. Sin embargo, la teoría de
la armonía nos llama a no admitir ni una sola referencia diferente.
Todo tiene que reducirse a este cálculo del interés propio, mientras
sólo la ideología del mercado vigila por el interés ajeno. Uno es
servidor del otro, y la ganancia que logra, es la medida cuantitativa
de la eficacia de este servicio. El mercado parece ser un simple
ámbito de servicios, en el cual el interés propio impulsa a cada uno a
servir al otro lo más y lo mejor posible. El mercado es societas
perfecta que nunca tiene la culpa, pero frente a la cual todos son
culpables. Sustituye a la Iglesia de la Edad Media en esta posición.

Sin embargo, esta teoría de la armonía del mercado va


acompañada por un tenebroso realismo. No sostiene que a todos les
va bien en los mercados. Al contrario, vincula el mercado con un
silencioso y cotidiano genocidio. Lo que celebra en cuanto al
mercado, es que este es capaz de eliminar a todos los hombres que
no tengan la capacidad o iniciativa para imponerse. En el mercado
sólo sobreviven los más aptos, los otros perecen. El mercado es un
sistema de competencia, en el cual no solamente se decide sobre los
productos y su producción, sino igualmente sobre los productores y
su vida. La armonía no sólo es de la oferta y la demanda de
productos, sino igualmente de los productores. El mercado es un
señor sobre la vida y la muerte:

En una sociedad civil, sólo entre las gentes de inferior clase

322
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

del pueblo puede la escasez de alimentos poner límite a la


multiplicación de la especie humana, y esto no puede verificarse de
otro modo que destruyendo aquella escasez una gran parte de los
hijos que producen sus fecundos matrimonios... Así es cómo la
escasez de hombres, al modo que las mercaderías, regula
necesariamente la producción de la especie humana: la aviva cuando
va lenta y la contiene cuando se aviva demasiado. Esta misma
demanda de hombres, o solicitud y busca de manos trabajadoras
que hacen falta para el trabajo, es la que regula y determina el
estado de propagación, en el orden civil, en todos los países del
mundo...

La armonía de Adam Smith no es armónica para todos.


Funciona únicamente para una clase social. Es clasista y celebra
una lucha de clases desde arriba, que la burguesía lleva a cabo
desde el siglo XVIII. Sirviéndose unos a otros, se elimina a aquellos
que no logran hacer un servicio que les permita vivir. No obstante, su
muerte es un logro del interés general y del bien común, un sacrificio
necesario para que el conjunto se desarrolle para el bien de todos. El
individualismo desemboca en un colectivismo cínico sin límites.
Se trata de una visión del mundo que nos puede explicar
adecuadamente el capitalismo del siglo XVIII y de una gran parte del
siglo XIX. Hay ciertos cambios a partir de fines del siglo XIX, que
impregnan el sistema capitalista hasta los años setenta del siglo XX.
En esos años setenta ocurre otra vez un cambio, y los años ochenta
atestiguan la vuelta de un capitalismo, que de nuevo puede ser
interpretado adecuadamente por la visión del mundo de Adam
Smith. Eso precisamente explica por qué hoy Adam Smith
nuevamente es considerado el clásico principal del pensamiento
económico.

Actualmente encontramos la misma visión del mundo que


demostramos en Adam Smith, en autores como, por ejemplo Hayek,
quien durante un viaje a Chile, en uno de los peores momentos de la
dictadura de Seguridad Nacional, dijo:

”Una sociedad libre requiere de ciertas morales que en última


instancia se reducen a la mantención de vidas: no a la mantención de
todas las vidas, porque podría ser necesario sacrificar vidas
individuales para preservar un numero mayor de otras vidas. Por lo

323
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

tanto las únicas reglas morales son las que llevan al "cálculo de
vidas": la propiedad y el contrato”.

Tenemos el mismo argumento: el sacrificio de vidas humanas


es necesario en pos del interés general, expresado esta vez por Hayek
como preservación de un número mayor de vidas en el futuro. La
expresión es vacía y mítica.

Actuar en favor de los desfavorecidos sólo es recomendable si,


al no hacerlo, peligra la estabilidad del sistema. Así lo expresa
Lyotard, en su libro sobre el pensamiento posmoderno:

El derecho no viene del sufrimiento, viene de que el


tratamiento de éste hace al sistema más performativo. Las
necesidades de los más desfavorecidos no deben servir en principio
de regulador del sistema, pues al ser ya conocida la manera de
satisfacerlas, su satisfacción no puede mejorar sus actuaciones, sino
solamente dificultar (aumentar) sus gastos. La única contra-
indicación es que la no-satisfacción puede desestabilizar el conjunto.
Es contrario a la fuerza regularse de acuerdo a la debilidad.

Se trataría en este caso no de reformas sociales, sino de


reformas anti-subversivas. La guerra psicológica se encarga de
producir una situación en la cual la no-satisfacción de las
necesidades» deje de desestabilizar al conjunto. En este caso no hay
ninguna contra-indicación. Es el caso de Adam Smith, en el cual el
mercado regula el número de seres humanos vivientes, condenando
a muerte a los sobrantes. Visiblemente, se trata de una visión del
mundo en la cual no existen siquiera derechos humanos. La
igualdad de los hombres, es el derecho de todos por igual de matar al
otro. Lo que se le impone al hombre, exclusivamente, es hacerlo
dentro de las reglas del mercado.

5. La crítica de Marx: el mercado como sistema auto-


regulado.

La crítica de Marx a Adam Smith, sin embargo, no se limita a


la afirmación de los derechos humanos frente a tal sistema de
automatismo estructural. Marx asume el mismo método científico de

324
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Smith, para llevarlo a consecuencias que éste no previo.


Por eso, Marx acepta que el mercado sea un sistema auto-regulado,
que produce exactamente el tipo de armonía que Smith le imputa.
Pero, Marx busca las explicaciones y las razones. Describe este tipo
de auto-regulación por una característica central:

”En la división de trabajo del taller, la cantidad proporcional


que primero da la práctica y luego la reflexión, gobierna a priori, como
una regla, la masa de obreros asignada a cada función específica. En
la división social del trabajo, sólo actúa a posteriori, como necesidad
fatal, oculta, muda, perceptible nada más que en las variaciones
barométricas de los precios de mercado, que se impone y domina por
medio de catástrofes el capricho arbitrario de los productores de
mercancías”.

Según Marx, el equilibrio resultante es un "equilibrio por el


desequilibrio", un equilibrio que se produce únicamente por
reacciones de los actores a desequilibrios del mercado. Es un
equilibrio que presupone la existencia de desequilibrios, y jamás los
puede eliminar. Esta es la razón de que el proceso de producción sea
un "martirio del productor". El mercado no puede dejar de producir
este martirio, porque sin él no podría producir el equilibrio de la
armonía de Adam Smith.

Marx denuncia, por ende, al mercado como un automatismo


mortal para una clase productora que está continuamente
amenazada por la muerte. Una muerte que, para una parte de los
productores, constantemente se produce de manera efectiva.

Esta muerte es una condición de la eficacia del mercado.


Marx la ve no sólo como muerte efectiva de personas, sino que
extiende la problemática. El mercado, al escogerá los muertos,
subvierte las propias fuentes de la productividad, sobre la cual se
fundamenta su eficacia. Este efecto del mercado lleva a subvertirlo
con un efecto no-intencional de la acción de sus participantes. Al
producir mucho, y cada vez más, socava las bases propias de su
productividad: el hombre y la naturaleza:

”En la agricultura, lo mismo que en la manufactura, la


transformación capitalista de la producción parece no ser otra cosa

325
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

que el martirologio del productor; el medio de trabajo, apenas la forma


de domar, explotar y empobrecer al trabajador; la combinación social
del trabajo, la opresión organizada de su vitalidad, su libertad y su
independencia individuales. La dispersión de los trabajadores
agrícolas en superficies más extensas quiebra su fuerza de
resistencia, en tanto que la concentración aumenta la de los obreros
urbanos. En la agricultura moderna, al igual que en la industria de las
ciudades, el crecimiento de la productividad y el rendimiento superior
del trabajo se adquieren al precio de la destrucción y la aniquilación
de la fuerza de trabajo. Además, cada progreso de la agricultura
capitalista es un progreso, no sólo en el arte de explotar al trabajador,
sino también en el de despojar el suelo. Cada progreso en el arte de
acentuar su fertilidad durante un tiempo, un progreso en la ruina de
sus recursos duraderos de fertilidad. Cuanto más se desarrolla un
país, por ejemplo Estados Unidos, sobre la base de la gran industria,
más rapidez presenta el desarrollo de ese proceso de destrucción. Por
consiguiente, la producción capitalista sólo desarrolla la técnica y la
combinación del proceso social al mismo tiempo que agota las dos
fuentes de las cuales brota riqueza: la tierra y el trabajador”.

Marx descubre detrás de la producción de bienes en el


mercado, con su alta eficacia, un proceso destructivo que lo
acompaña, sin ser un producto de la intención de los actores del
mercado. Estos, al pretender una productividad siempre mayor,
logran su alta eficacia a costo de una destrucción que socava al
mismo proceso productivo. Al producir una riqueza siempre mayor,
las fuentes de la producción de esa riqueza son destruidas.

Adam Smith ya había visto el proceso de destrucción del


hombre, cuando explicaba que la oferta y la demanda deciden sobre
la cantidad de hombres que pueden sobrevivir. Pero Smith no lo
enfoca en su destructividad, sino solamente como fermento de la
productividad de la economía capitalista. Tampoco da cuenta del
hecho de que un proceso de destrucción parecido se lleva a cabo con
la naturaleza. También la sobrevivencia de la naturaleza, es algo que
es decidido por la oferta y la demanda. Recién Marx lo introduce en
su análisis, aunque todavía ni de lejos le da la importancia que hoy,
en el siglo XX, ha llegado a tener.

De esta manera, Marx replantea la tesis del automatismo del

326
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

mercado que Adam Smith había formulado. También Marx ve el


mercado como un automatismo que permite una productividad
nunca vista antes en la historia humana, y como un sistema
auto-regulador que crea un orden por el desorden, un equilibrio por
el desequilibrio. Orden y equilibrio son productos de una reacción
constante en contra del desorden y el desequilibrio, que
constantemente se reproducen en el mercado. No obstante. Marx
descubre que los efectos de este automatismo socavan, también
automáticamente, las fuentes de la riqueza de las cuales depende. El
automatismo del mercado, según Marx, es por tanto una gran
máquina autodestructora a largo plazo. Cuanta más riqueza crea,
más destruye las fuentes de ésta: el hombre y la naturaleza.

Casi todo esto es una simple ampliación del punto de vista


elaborado por Adam Smith, si bien ahora dentro de un marco teórico
más elaborado y sofisticado. Sin embargo, Marx ha añadido un
elemento nuevo, que Smith ni sospechó. Se trata de su tesis de un
aumento acumulativo de la destructividad del capitalismo, que
tendencialmente lleva a la catástrofe del sistema entero. No
solamente analiza la destructividad del mercado en relación a su
productividad, sino que llega al resultado de que esta destructividad
aumenta más rápidamente que la propia productividad. El sistema
se transforma en un peligro para la misma sobrevivencia de la
humanidad.

Marx formula esta tesis en sus leyes de tendencias, entre las


cuales destaca la ley de la pauperización. Sostiene allí que por el
hecho de que el mercado fragmenta todas las decisiones económicas,
crea desequilibrios que desembocan en una pauperización de la
población integrante del sistema capitalista, que tiene una tendencia
automática a extenderse y a profundizarse. Al destruir a los
hombres, expulsándolos de la división social del trabajo, desemboca
en una tendencia creciente y constante a la destrucción. Por
consiguiente, Marx sostiene frente a Smith que el sistema auto-
regulado del mercado, no tiene estabilidad a largo plazo.

Así pues, mientras Smith considera la muerte de los


expulsados y sobrantes como el aceite de la máquina del mercado,
Marx la considera como una destructividad de éste, que se
transforma en el origen de su socavamiento. Ambos parten del

327
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

mismo fenómeno empírico de los sacrificios humanos realizados en el


altar del mercado, cuya fertilidad sacrificial consiste en la alta
eficacia de la producción mercantil. Únicamente que Smith los
interpreta como la razón de una armonía social estable. De hecho, se
inscribe en una sacrificialidad arcaica, y sus argumentos no son más
que secularizaciones de los sacrificios humanos cometidos por la
sociedad arcaica. Al enfrentarse críticamente a eso, Marx llama al
capital un moloc, uno de los dioses antiguos que recibió sacrificios
humanos. Marx, sin embargo, no solamente condena estos sacrificios
humanos de la sociedad burguesa, sino que analiza sus efectos
empíricos. Como resultado sostiene que su consecuencia es la
autodestrucción de la sociedad burguesa por efectos
no-intencionales de la acción humana, guiada exclusivamente por
criterios de mercado, un resultado que es producto del propio
automatismo del mercado.

Luego, Marx no niega que exista un automatismo del mercado


ni que éste sea un sistema auto-regulado. En este sentido, acepta los
argumentos de Adam Smith. Sólo que añade un elemento que
cambia completamente el significado de este automatismo. Se trata
de la destructividad acumulativa, que, como resultado, pone en
peligro el mercado mismo. Por sus análisis hace ver que se trata de
una destructividad auto-destructora, y no como cree Adam Smith, de
una simple destrucción de otros que no repercute sobre el mercado
mismo. Por tanto, Marx dirá que esta destructividad, que ya Smith
imputa al mercado, es, en contra de la opinión de éste, destructiva
para el mercado mismo. Según Marx, el mercado es un automatismo
que automáticamente se socava a sí mismo, y con él a la humanidad
entera, al destruir las fuentes de las riquezas en cuya producción
está empeñado.

En el tiempo en el cual Marx desarrolla su análisis, interpreta


adecuadamente lo que los pueblos europeos están viviendo. Viven la
destructividad antihumana de la sociedad burguesa. No obstante, ya
hacia el fin de la vida de Marx ocurren cambios, los cuales parecen
relativizar o refutar los análisis de Marx. Estos cambios ocurren en la
propia sociedad burguesa. Por un lado, la crueldad desnuda del
pensamiento de Smith choca con corrientes humanistas burguesas,
que empiezan a oponerse a la aceptación de estas consecuencias del
mercado por las sociedades europeas. Por otro lado, el impacto de los

328
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

movimientos socialistas obliga a la burguesía a aceptar reformas


económicas y sociales para amortiguar estos efectos. Aparece el
reformismo de la sociedad burguesa y la reformulación de la teoría
económica en su forma neoclásica. En esta teoría se inspira el
reformismo burgués.

Ella sustituye la armonía sacrificial de Adam Smith por una


imaginación del mercado en términos de un equilibrio perfecto.
Surge pues la teoría de la competencia perfecta, que describe a un
mercado que sea capaz de integrar a todos sus actores en un
intercambio de iguales. Ya no se quiere recordar la armonía de
Smith. En la visión de estos teóricos neoclásicos. Smith no es nada
más que un precursor del pensamiento económico, no su fundador.
Fundadores del pensamiento económico moderno se consideran
ellos, que sostienen haber transformado la teoría económica en
ciencia.

Esta teoría de la competencia perfecta —o teoría general del


equilibrio— es una construcción abstracta, que tiene pocos
antecedentes en la teoría económica anterior. Sin embargo, uno de
sus antecedentes es el modelo de Robinson, tal como fue utilizado
por el pensamiento económico desde el siglo XVIII. Solamente que el
modelo del equilibrio ya no se refiere a una sola persona en relación
a su trabajo con la naturaleza, sino que es una especie de "Robinson
social", una sociedad en la cual todos los hombres, como
participantes del mercado, actúan con una transparencia perfecta
tal, que el mercado permite en cada momento un equilibrio de todos
sus componentes. Hablando con palabras de Marx, se trata de la
construcción de un mercado con una "coordinación a priori” de la
división social del trabajo.

Para poder derivar este modelo de la competencia perfecta, se


le introducen ciertos supuestos teóricos. El principal, es el supuesto
de un conocimiento perfecto de parte de todos los participantes en el
mercado. En consecuencia, se dice: supuesto que todos ellos tengan
un conocimiento perfecto de todos los hechos que ocurren en el
mercado, sus decisiones de consumo y producción llevarán la
economía a un equilibrio, en el cual toda decisión es optimal y
ningún productor es expulsado.

329
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Así, aparentemente, se ha concebido un equilibrio del


mercado completamente humano, en el cual el mercado funciona sin
exigir sacrificios humanos. El reformismo de la sociedad burguesa se
inspira en esta imagen abstracta como su utopía, a la cual se quiere
aproximar. Es la contraparte de la utopía de Marx, que también
concibe una "coordinación a prior” de la división social del trabajo,
elaborando en esta línea su imagen igualmente abstracta del
comunismo, como una "asociación de productores libres", al cual se
trata de aproximar.

De esta utopía de la competencia perfecta, el reformismo


burgués deriva las condiciones de la aproximación. Supone que la
economía de mercado se aproximará tanto más a esta su utopía,
cuanto más asegure una competencia efectiva, acompañándola por
reformas sociales que empujen la integración de todos en el sistema
de la división social de trabajo: reconocimiento de los sindicatos
obreros, seguro social, y, a partir de Keynes, política de pleno
empleo. Después de la Segunda Guerra Mundial, se incluye la
política de desarrollo para los países subdesarrollados. Pero todo eso
se entiende como una política de aproximación al equilibrio del
mercado, sin dudar jamás de que las metas se pueden conseguir
dentro de los límites que el funcionamiento de mercados libres
impone. Aparece así, con el reformismo de la sociedad burguesa, el
intervencionismo estatal, el cual se autointerpreta como una
actividad necesaria para que el mercado pueda encontrar sus metas,
descritas por la utopía de la competencia perfecta. Se habla del
Estado de bienestar.

La sociedad burguesa cree haber refutado la crítica del


capitalismo que Marx había hecho. Pareciera que ya no hay una
pauperización creciente, sino más bien un bienestar compartido que
se extiende a regiones del mundo cada vez mayores. Es la situación
de los años cincuenta y sesenta del siglo XX. El mercado pareciera
ser un medio de compartir las riquezas. La tesis de Marx sobre el
carácter autodestructor del mercado, ya no convence. Pero,
igualmente Adam Smith pierde actualidad. El equilibrio del mercado
parece haber vencido sobre su armonía sacrificial.

Eso repercute decisivamente en el pensamiento marxista


posterior a Marx, y en las sociedades socialistas. Es tas dejan de

330
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

fundar su actuación sobre la crítica del capitalismo que Marx había


hecho. Interpretan la planificación económica siempre como algo
superior al mercado, si bien apunta en la misma dirección en la que
el mercado empuja. En la antigua Unión Soviética se hablaba de
"alcanzar y superar a EE.UU.". El mercado capitalista da las pautas
que orientan a las propias sociedades socialistas. Capitalismo y
socialismo tienen la misma meta, y cada cual trata de llegar con
métodos distintos. No se contraponen destructividad catastrófica del
mercado y sociedad alternativa que ponga en equilibrio a la
humanidad consigo misma y con la naturaleza, sino mercado y
planificación.

Sin embargo, cuando el mercado da las metas por alcanzar,


también el mercado es el mejor, e incluso el único, camino para
alcanzarlas. Si se quiere alcanzar a EE.UU., hay que hacerlo con los
métodos que usa EE.UU. Por ello, los países socialistas entran en
una crisis de la que difícilmente se recuperarán.

No obstante, cuando la sociedad burguesa reformista llega a


su cúspide, a fines de los años sesenta, su imagen de sociedad sin
sacrificios humanos —capitalismo con rostro humano— empieza a
derrumbarse. Varias crisis anuncian los problemas.

En los países del centro aparece un desempleo, frente al cual


la política keynesiana de pleno empleo resulta ineficaz. Se habla
ahora de stagflación. Aunque el presupuesto público ejecute una
política de gastos, no se mejora la situación del empleo, sino que sólo
se refuerza el proceso inflacionario. Stagnación (estancamiento) se
junta con inflación: por eso se habla de stagflación.

Al mismo tiempo ocurre que la política de desarrollo que se


había seguido en América Latina y en otros países del Tercer Mundo,
entra en un proceso de stagnación. Aun cuando se mantengan tasas
de crecimiento positivas, aumenta la parte de la población sin
empleo. Toda la industria se convierte en un gran enclave. La crisis
del desarrollo se hace visible con la deuda externa del Tercer Mundo.
Si bien la deuda no es la causa de la crisis, sus efectos ahora la
perpetúan.

Paralelamente se manifiesta una crisis, que pocos habían

331
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

previsto unas décadas atrás. Se trata de la crisis del ambiente, que


ahora empieza a amenazar la propia sobrevivencia de la humanidad
entera. La tecnología y su uso mercantil resulta destructora de la
naturaleza, cuya sobrevivencia es condición para la sobrevivencia
humana.

Sin embargo, se trata de crisis a las cuales no corresponde


una crisis del capital y del mercado. Los negocios van bien, la tasa de
ganancia está subiendo. El carácter de la crisis ha cambiado en
relación a las crisis cíclicas del siglo XIX. En él, el incremento de las
tasas de ganancia coincidía con el aumento del empleo, y la crisis de
esa tasa y su baja, correspondía a una baja del desempleo. El
desempleo, y con él la pauperización, eran cíclicos. Actualmente no
ocurre eso. El desempleo y la pauperización suben, no obstante, la
dinámica del mundo de los negocios y de la tasa de ganancia, crece
también. Desde el punto de vista del capital, no existe ninguna
crisis. La crisis es de los circuitos de reproducción de la vida
humana y de la naturaleza. Las tasas de ganancia suben, ellas no
indican la crisis. La industria mundial se ha transformado en una
isla —o en un archipiélago—, en una especie de enclave que se
desarrolla tanto mejor, cuanto peor le va a los otros. La destrucción
de los hombres y de la naturaleza coincide con altas ganancias. Hoy
es mucho más visible el hecho de que las tasas de ganancia suben,
en el grado en que el futuro de la humanidad es destruido. Destruir
la naturaleza, destruir el desarrollo del Tercer Mundo, produce
ganancias más altas que cuidarlos. Tasas de ganancia y
sobrevivencia de la humanidad, entran cada vez más visiblemente en
contradicción. El camino de la maximización de las ganancias,
resulta ser un camino que conduce a la muerte de la humanidad.

Por eso decae el optimismo de la sociedad de bienestar


durante los años setenta. El desarrollo de los países
subdesarrollados se estanca, y la destrucción progresiva de la
naturaleza se hace más obvia. Mientras en la década de los sesenta
se había hablado en los países del Tercer Mundo de la necesidad de
medidas para asegurar el desarrollo, que fueran más allá de la
vigencia de la sociedad capitalista, aparecen ahora análisis
preocupantes sobre la crisis ambiental. En 1972 se publica Límites
del crecimiento, del Club de Roma. El presidente Cárter promueve en
EE.UU. una evaluación del ambiente mundial que desemboca en el

332
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

informe Global 2000, que confirma la preocupación del Club de


Roma. No obstante, resulta ahora que las posibles medidas por
tomar, tendrán efectos estructurales profundos sobre el sistema
económico.

Por primera vez en su historia, la sociedad burguesa enfrenta


abiertamente crisis que ya no pueden ser tratadas en términos de
una simple política de reformas en los límites vigentes del libre juego
de mercados. El reformismo burgués, frente a estas metas —política
del desarrollo y política ambiental—, desemboca en una crítica de la
sociedad burguesa misma. No efectúa esta crítica, pero dicha
sociedad está visiblemente expuesta a ella. Tanto el desarrollo como
el ambiente exigen medidas de coordinación del mismo aparato
tecnológico, las cuales no pueden ser tomadas de la lógica misma de
los mercados. Tienen que ser medidas que dirijan la tecnología, antes
de que ella sea usada mercantilmente.

Se trata del retomo de la crítica del capitalismo de Marx.


Efectivamente, el mercado ha resultado ser un automatismo que, al
producir la riqueza, destruye progresivamente las fuentes de todas
las riquezas: el hombre y la naturaleza. Destruye la naturaleza por
sus propios mecanismos, y al destruir a los hombres, destruye más
todavía a la naturaleza. Porque los hombres expulsados de la
división social del trabajo, y condenados a la pauperización, tratan
de salvarse destruyendo aún más la naturaleza.

Vuelven las leyes de tendencia de Marx, que efectivamente


pueden interpretar lo que ocurre ahora. El efecto destructor y
sacrificial del automatismo del mercado, que ya Adam Smith había
demostrado, resulta realmente acumulativo y ascendente, tal como
Marx sostuviera. En la actualidad podemos ver eso con mucha más
intensidad de lo que era posible en el siglo XIX. Tenemos imágenes
de este tipo que aparecen frecuentemente. Se habla de que son cinco
minutos para las doce. Se habla de una bomba de tiempo. Pero se
habla también de un deterioro acumulativo de la destrucción, sobre
todo de la naturaleza, que se acerca a un punto de no retomo a
partir del cual el colapso de la vida ya no es reversible.

Dennis Meadow, el coordinador del estudio del Club de Roma


sobre los Límites del crecimiento, respondió en una entrevista a la

333
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

pregunta de si no querría realizar hoy un estudio de repercusiones


parecidas:

”Suficiente tiempo he tratado de ser un evangelista global, y he


tenido que aprender que no puedo cambiar el mundo. Además, la
humanidad se comporta como un suicida, y ya no tiene sentido
argumentar con un suicida, una vez que haya saltado de la ventana”.

6. El mercado como mecanismo de regulación de la


tecnología.

Tratar la tecnología mercantilmente y calcular su empleo en


términos de criterios de la maximización de las ganancias, implica
usar la tecnología fragmentariamente. Cada introducción de una
tecnología es calculada sobre un sector fragmentario de la naturaleza
y sobre un segmento de la división social del trabajo. Desde el punto
de vista de la empresa que actúa en el mercado, las repercusiones
que tiene una tecnología sobre el conjunto, sea de la división social
del trabajo, sea de la naturaleza, no interesan. Además, para la
empresa es imposible tomar en cuenta estos efectos indirectos de su
acción. La competencia la borraría.

Esta acción fragmentaria se vincula necesariamente con la


orientación según criterios mercantiles, aunque no sea sólo el
producto de estos criterios. Toda acción humana, mercantil o no,
tiende a un comportamiento de este tipo. Sin embargo, un sistema
de mercados hace compulsivo este comportamiento fragmentario. El
mercado arrastra hacia él. El mecanismo competitivo lo impone,
porque, por un lado, la participación en la destrucción promete
ganancias mayores que cualquier otro comportamiento; y por otro,
amenaza con la expulsión del mercado de toda empresa que no se
oriente por la ganancia. No obstante, tanto la división social del
trabajo como la naturaleza forman conjuntos interdependientes. Lo
que hace una acción tecnológica en una parte, repercute en muchas
e, indirectamente, en todas partes. Pero también lo que ocurre en
otras partes se hace notar, por interdependencia, en el lugar de
partida. El conjunto interdependiente resulta ser una red de
causaciones mutuas. Muchos de estos efectos son previsibles, y se
desarrolla un trabajo científico constante para conocer mejor estas

334
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

interdependencias. Sin embargo, el criterio mercantil induce, y


muchas veces obliga, a no evitar tales efectos y más bien
aprovecharlos. Eso lleva a constantes distorsiones (se trata de
distorsiones de parte del mercado, cuyos efectos distorsiona) en estos
conjuntos interdependientes, que hacen desaparecer elementos
necesarios para la reproducción de los conjuntos. Cuanto más
ocurre eso, más se restringe el conjunto interdependiente, pudiendo
llegar hasta al colapso.

Es más fácil ver esto en relación a la naturaleza como


conjunto interdependiente. En el aproche fragmentario se llega a
grados de destrucción que amenazan la sobrevivencia del conjunto,
como un medio para la vida humana. La destrucción de los bosques,
el hoyo de ozono, el envenenamiento del agua potable, muestran
tendencias de este tipo. Ningún criterio de escasez del mercado
anuncia que se está llegando a un límite de lo posible. Únicamente el
colapso podría mostrarlo, pero lo demuestra solamente porque ya se
ha pasado el punto de no retomo. Hasta llegar al colapso, el
comportamiento fragmentario sigue siendo el más rentable—
mercantilmente visto— de todos los comportamientos alternativos
posibles. Antes del colapso el mercado todavía florece, a pesar de que
las condiciones de vida ya se han destruido. El verde del dólar cubre
el verde de la naturaleza, hasta que la muerte de la naturaleza lo
haga palidecer.

Las destrucciones que ocurren, incluso aceleran el mismo


proceso de destrucción. Al intentar sobrepasar los efectos negativos
resultantes, la acción fragmentaria busca febrilmente sustitutos del
elemento natural dañado, y al hacerlo, se ciega frente a los
problemas, agravándolos más todavía. Por eso la velocidad
destructora aumenta con más rapidez que la propia producción de
riquezas. Aparece de este modo la ley tendencial autodestructora—de
la cual Marx había hablado—como producto del propio automatismo
del mercado.

Automatismo de mercado y aplicación fragmentaria de la


técnica forman una unidad inseparable, que resulta destructora
frente a los conjuntos interdependientes. Esta destrucción es
necesariamente acumulativa, con la amenaza de pasar un punto de
no retomo, a partir del cual ya no hay salida. Aunque no se sepa con

335
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

exactitud en qué momento se llega a este punto, se sabe que tal


punto debe existir. El mercado resulta ser efectivamente un
mecanismo autodestructor, un monstruo, como en la película «The
Yellow Submarine» que se devora a sí mismo.

Frente a este fenómeno no se puede reaccionar con un simple


cambio de valores éticos, si bien tales valores son condición
necesaria para que haya un cambio. Y es que cualquier actitud de
valores se estrella con un mercado que compulsivamente impone
actitudes fragmentarias frente a la naturaleza y a cualquier conjunto
interdependiente (división social del trabajo, pero también culturas
autóctonas, religiones, etc.).

Actuar sobre los criterios fragmentarios de la tecnología,


presupone establecer límites a los criterios mismos del mercado,
siempre y cuando aparezca esta tendencia destructora. Toda la
relación con el mercado tendría que cambiar. Tiene que ser puesto
bajo criterios no derivados mercantilmente, capaces de guiar la
tecnología dentro de los límites de los conjuntos interdependientes.
Recién dentro de estos límites pueden regir los criterios del mercado.
En este argumento, las exigencias de nuevos órdenes económicos y
ecológicos tienen su base. Sin embargo, para la ideología burguesa
se trata de un punto crítico.

El reformismo burgués siempre se cuidó de ubicar sus


reformas dentro de límites dados por el mercado, sin fijarle límites a
este. Y aunque a veces ha traspasado esta posición —como, por
ejemplo, en el caso de los ordenamientos del mercado agrario de los
países centrales—, por lo menos respetó ideológicamente este límite.
Pero ahora resulta ser al revés. Para ir más allá de la aplicación
fragmentaria de la tecnología, se necesita establecer un orden que
ponga límites a la acción de los mercados.

Precisamente a este punto llegó el reformismo burgués


durante la década de los setenta. Las fórmulas creadas
anteriormente ya no eran suficientes, y cualquier nueva fórmula
eficiente tendría que llevar a un cambio profundo de la propia
sociedad burguesa, el cual ni aún hoy se sabe hasta dónde tiene que
llegar.
Se trata de un punto en el que la propia teoría económica del

336
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

equilibrio deja de ser explicativa. El reformismo burgués la había


interpretado como una imagen utópica, a la cual uno se puede
aproximar real izando reformas económicas y sociales dentro de los
límites que deja abiertos el libre juego de los mercados.

No obstante, este modelo de equilibrio puede llevar a


interpretaciones bien diferentes. Es una conceptualización circular,
cuyo funcionamiento de competencia perfecta es el resultado de
supuestos teóricos extremos, en especial del supuesto de un
conocimiento perfecto de parte de todos los participantes del
mercado, siendo todos los hombres participantes. Si este es
realmente el supuesto teórico, entonces se sigue más bien que la
economía de mercado no puede tener ninguna tendencia a este
equilibrio, con reformas o sin reformas. Si el mercado puede tener
una tendencia al equilibrio solamente en el caso de que exista tal
conocimiento, se prueba que tal tendencia al equilibrio no resulta del
modelo.

Esta es la conclusión de la teoría económica neoliberal, tal


como la expone Hayek. Por lo tanto, vuelve a la armonía de Adam
Smith, con su concepción del mercado como un sistema auto-
regulado, cuya armonía se produce por el sacrificio de los excluidos,
que son eliminados por la oferta y la demanda. Pero el concepto
tiene ya que ser ampliado. La exclusión por la oferta y la demanda
en la actualidad ya no se refiere únicamente a los seres humanos,
sino también a la naturaleza. La armonía del sistema auto-regulado
se basa ahora visiblemente en el sacrificio, tanto de los productores
como de la naturaleza. No hay otra manera de concebir una
tendencia al equilibrio. La teoría neoliberal la busca, por ende, por el
mismo camino que Adam Smith la había encontrado. Regresa a la
armonía sacrificial de Adam Smith. Sin embargo, sigue en pie la
crítica del capitalismo que Marx había hecho. Expresamente, él se
había referido a este tipo de armonía de los mercados y sostenido
que produce efectos acumulativos que llevan al sistema, por efecto
de su automatismo, a la autodestrucción. Empero, la teoría
neoliberal no contestará jamás.

Si, en cambio, aceptamos esta crítica de Marx, la teoría


general del equilibrio del pensamiento neoclásico puede ser usada
como prueba de lo contrario de lo que pretende comprobar. No

337
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

muestra lo que el mercado puede, sino lo que no puede. Describe un


equilibrio del mercado, y comprueba que por medio de éste, no se
puede llegar ni aproximarse a él. El precio de mercado, como precio
de equilibrio de la oferta y la demanda, no indica de por sí
racionalidad económica alguna. Puede coincidir con esta
racionalidad o no. Que el precio equilibre la oferta y la demanda, no
dice nada sobre su racionalidad económica. Es económicamente
racional solamente si es un precio que, como indicador en los
mercados, asegure un uso tal del hombre y de la naturaleza, que
éstos no sean destruidos. No obstante, ningún precio puede asegurar
eso automáticamente. Por tanto, para que haya racionalidad
económica, hace falta una acción que asegure que los mercados se
mantengan en los límites trazados por la necesaria reproducción de
los conjuntos interdependientes de la división social del mercado y
de la naturaleza.

La teoría económica neoliberal, en cambio, se desentiende del


problema de esta racionalidad económica. Sostiene, por tautología,
que el precio que iguala la oferta y la demanda es el precio racional,
justamente porque iguala la oferta y la demanda. No logra salir de
esta tautología, porque rechaza hablar de los efectos distorsionantes
que el mercado tiene sobre el mundo real.

Resulta una teoría del óptimo de los precios, en la cual los


precios —de oferta y de demanda— describen el camino más corto,
sin rodeos ni desvíos, hacia el abismo, hacia la destrucción del
hombre y de la naturaleza. Lo que la teoría neoclásica llama precios
racionales, no es más que eso. El sistema auto-regulador tiene allí su
fin. Para dar apenas un ejemplo. Los precios de oferta y de demanda
indican hoy la destrucción tanto de la Amazonia como del Himalaya.
Siguiendo esta indicación, el mercado actual efectúa la destrucción.
Pero estos mismos precios de oferta y de demanda, indican ensuciar
el agua y el aire. Indican además, por los pagos de la deuda externa
del Tercer Mundo, la rápida pauperización de su población y la
paralización del desarrollo de tres continentes.

A un concepto de racionalidad económica de este tipo, le falta


completamente coherencia. Porque ahora, cualquier esfuerzo por
salvar la naturaleza, salvar al hombre, evitar el desempleo y la
pauperización, aparece como distorsión del mercado y,

338
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

consecuentemente, de la propia racionalidad. El concepto de


racionalidad implicado, lo resume Kindleberger: "Cuando todos se
vuelven locos, lo racional es, volverse loco también". El que la
humanidad sobreviva, sería una simple distorsión del mercado y una
violación de la racionalidad económica. Los neoliberales son como el
general Castello Branco, que encabezó el golpe militar de 1965 en
Brasil. Después del golpe, dijo: Antes estábamos delante de un
abismo profundo. Con el golpe, dimos un gran paso adelante.

Es el mercado el que distorsiona, por su maximización de un


criterio mercantil cuantitativo y abstracto, el equilibrio del hombre
con el hombre y con la naturaleza. Hay que vigilarlo, para que haya
aquella racionalidad que describe el marco en el cual la humanidad y
la naturaleza pueden seguir existiendo. Ese es el único concepto
coherente de racionalidad económica. En esta visión, las luchas
sindicales, de protección de la naturaleza, la exigencia de desarrollo
del Tercer Mundo, la anulación de la deuda externa del Tercer
Mundo y las actuaciones estatales que de ahí se derivan, son
exigencias no solamente éticas, sino de una racionalidad económica
distorsionada por la lógica del mercado. Acrecientan la racionalidad
económica, si efectivamente logran asegurar pasos concretos en tales
direcciones. Que le vaya bien a la gente y que pueda vivir, es también
una exigencia de la racionalidad económica. No es una simple
exigencia "ética" que distorsiona la racionalidad económica, como los
neoliberales creen.

Esto no significa que haya un automatismo al revés, en el


sentido de que los precios de oferta y de demanda necesariamente
sean distorsionantes. No hay automatismo que pueda asegurar ni la
racionalidad ni la irracionalidad. Si los precios de oferta y de
demanda son racionales o no, ello es resultado de un juicio sobre
esos precios, que se oriente en la racionalidad económica de la
sobrevivencia de la humanidad y de la naturaleza. No existe una
solución "técnica" a priori, no hay una simple deducción de
principios como los del mercado. La política no se reduce a la
técnica, sino que ella es imposible sin sabiduría.

7. El capitalismo salvaje.
En los años setenta de este siglo, el reformismo burgués llegó

339
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

a su límite. Los problemas del desempleo estructural en los países


del centro de la frustración de la política de desarrollo en el Tercer
Mundo y de la crisis del ambiente, no podían ser solucionados con
los métodos tradicionales que había empleado. Si se quería
solucionarlos, se tendría que tomar medidas que chocarían con
principios sagrados de la sociedad burguesa, en especial el principio
según el cual el mercado y sus leyes son la última y la más alta
referencia de cualquier política económica. Aparecía ahora la
necesidad de un nuevo orden económico y de un orden ecológico a
nivel de la economía mundial. El mercado mundial necesitaba un
marco que lo canalizara dentro de los límites de una racionalidad
económica que le impusiera el respeto por las condiciones de la
reproducción, tanto de los seres humanos como de la naturaleza.

Para la sociedad burguesa era un desafío y una provocación.


Tendría que haber enfocado un problema que las sociedades
socialistas no habían solucionado, y en parte ni notado, a pesar de
que tendrían que haber sido ellas las que promovieran una solución.
La provocación consistía en el hecho de que sólo podría enfrentar
este desafío, cambiando sus propias estructuras para adecuarlas a la
solución de estos problemas fundamentales.

Sin embargo, en vez de eso, la sociedad burguesa realizó una


vuelta completa. En vez de encarar los problemas, los negó. Cuando
en 1980 Reagan sube a la presidencia de EE.UU., efectúa una
política de "tabula rasa". Frente al desempleo estructural, opta por el
debilitamiento, e incluso la destrucción, de los sindicatos obreros y
de la política de empleo. Frente a la crisis de la política del
desarrollo, opta por la supresión y paralización del desarrollo del
Tercer Mundo; y frente a la crisis ambiental, simplemente cierra los
ojos. Empieza una de las décadas más agresivas y destructoras de la
historia del capitalismo.

Retorna el capitalismo salvaje. El debilitamiento de los


sindicatos se logra muy rápido. En los países de América Latina, se
pasa por períodos de un terrorismo de Estado incontenible. La
supresión del desarrollo de los países subdesarrollados se logra por
la política del cobro de la deuda externa del Tercer Mundo, que
destruye en gran parte lo logrado por la política de desarrollo de los
años cincuenta y sesenta. En cuanto al ambiente, se abren todos los

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Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

canales de destrucción sin plantear ni una medida de limitación,


excepto dentro de los países del centro mismo. Nunca se ha
destruido tan despiadadamente a la naturaleza como en la década de
los ochenta, que sigue precisamente a la década en la cual con los
Limites del crecimiento, del Club de Roma, y con el plan Global
2000, se había llamado poderosamente la atención sobre ese
fenómeno.

Ha surgido una burguesía salvaje que se lanza a la


destrucción, sin aceptar siquiera argumentos. Un capitalismo
frenético se vuelve en contra de las riquezas del planeta, en el grado
en el que todavía éstas siguen existiendo. Y cuanto más se evidencia
la crisis del socialismo, más salvaje resulta el capitalismo.

Este capitalismo aparece en nombre del antiestatismo y del


anti-intervencionismo estatal, del anti-reformismo y de la denuncia y
persecución de los movimientos populares. Es un capitalismo
desnudo, que llega al poder total y lo usa con arbitrariedad ilimitada.
Transforma la sociedad burguesa en una sociedad militarista, que
impone sus puntos de vista en todas partes por la violencia militar y
policial. Su antiestatismo, por ser una defensa del mercado desnudo
sin ningún límite, se transforma en violencia sin límite. El terrorismo
estatal es su instrumento imprescindible. Donde sea necesario,
instala los regímenes totalitarios de Seguridad Nacional.

Este capitalismo salvaje reencuentra a Adam Smith como su


clásico y lo celebra como su fundador. Descarta a los teóricos del
reformismo burgués, desde John Stuart Mili y Marshall, hasta
Keynes. Su desnudez la defiende en nombre de la "mano invisible".

Sin embargo, ya no se puede volver tan simplemente a Adam


Smith. Este vivió en un mundo bien diferente. Era un mundo que no
conocía todavía los efectos acumulativos de la destructividad del
automatismo del mercado. Smith creía en un mundo en el cual la
eliminación de hombres por la oferta y la demanda en los mercados,
no era más que un sacrificio que fertiliza a la sociedad capitalista. No
obstante, desde Smith hasta hoy, pasando por Marx como su autor
principal, la percepción del carácter acumulativo de esta
destructividad se ha hecho presente. El mundo imaginario semi-
arcaico de Smith ha desaparecido. En la actualidad, el mercado

341
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

contiene visiblemente un automatismo autodestructor. Por eso, la


simple referencia a la mano invisible de Adam Smith, ya no resulta
suficiente en el mundo de hoy.

Actualmente tenemos que ver no solamente con la muerte de


algunos, sino con la tendencia a la muerte de toda la humanidad,
incluidos los neoliberales mismos. Para poder sostener este su
capitalismo salvaje, la misma sociedad burguesa constata esta
tendencia. Con esto ella pasa hoy a la necesidad del heroísmo de un
suicidio colectivo de la humanidad.

Convencida de la crítica del capitalismo de Marx, opta no por


la vida en respuesta al mercado, sino por la mística de la muerte. En
el suicidio colectivo, esta mística se transforma en proyecto. Marx
jamás previo esta posibilidad. Con su optimismo propio del siglo XIX,
él estaba seguro de que al revelar la tendencia destructora del
automatismo del mercado, la reacción humana sería directamente y
sin rodeos en favor de una alternativa. Pero resultó no ser así. El
proyecto del heoísmo del suicidio colectivo resulta muy tentador. El
nazismo alemán fue el primer caso de un pueblo que,
mayoritariamente, se emborrachó con este tipo de heroísmo.

La burguesía tiene antecedentes para este pensamiento. El


reformismo burgués nunca fue su única respuesta a la crítica del
capitalismo de Marx. En los países donde los movimientos socialistas
eran suficientemente fuertes como para poder aspirar al poder, la
burguesía no ha sido predominantemente reformista. Empezó muy
temprano a desarrollar un pensamiento de respuesta salvaje. Eso
ocurrió en especial en la Alemania nazi y en la Italia y la España
fascistas, si bien ha tenido muchas repercusiones en los otros países
burgueses. En la situación actual, la sociedad burguesa recupera
estos pensamientos y les da un desarrollo nuevo.

Ahora, esta burguesía no se puede afirmar sin volver a este


heroísmo del suicidio colectivo. La sociedad burguesa de hoy lo
necesita, porque sabe que la crítica del capitalismo de Marx es cierta.
Si la sociedad del mercado contiene este automatismo autodestructor
que arrastra toda la humanidad detrás de sí, como lo sostiene Marx,
únicamente se la puede afirmar en los términos salvajes actuales,
fomentando esta misma mística de la muerte.

342
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

El autor que primero elaboró esta respuesta, y que sigue


siendo el más fascinante hasta hoy, es Friedrich Nietzsche. A través
de Nietzsche, esta burguesía frenética que se ha desarrollado
paralelamente al reformismo burgués desde fines del siglo pasado, se
ha interpretado a sí misma. Desde esta perspectiva, el reformismo
burgués se ve diferente:

Puede muy bien ser que representantes nobles (aunque no


muy inteligentes) de las clases dirigentes se propongan tratar a todos
los hombres como iguales, reconocerles derechos iguales; en este
sentido, una concepción idealista que descanse en la justicia es
posible, pero como he dicho, sólo en el seno de la clase dirigente, que
en este caso ejerce la justicia por sacrificios y abdicaciones. Por el
contrario, reclamar la igualdad de los derechos, como lo hacen los
socialistas de las clases dirigidas, no es nunca emanación de la
justicia, sino de la codicia. Muéstrense a una fiera pedazos de carne
sangrienta en sus proximidades; retíreselos después, hasta que ruja;
¿este rugido significa justicia?

La imagen que se tiene de los pueblos se ha transformado en


la de una bestia salvaje que ruge, y a la cual se arrojan pedazos de
carne. Son el peligro que amenaza con la muerte. Hay una evidente
inversión de la crítica del capitalismo de Marx. Este reprochaba al
capitalismo destruir con su voracidad las fuentes de todas las
riquezas: el hombre y la naturaleza. Por tanto, le reprochaba que su
eficacia descansa sobre una destructividad, que por los efectos no-
intencionales de la acción humana por los criterios del mercado,
tiende a destruir las bases reales de esta misma eficacia. Tiene una
eficacia a plazo limitado. Sin asegurar la reproducción de estas
fuentes de riqueza, no puede haber un futuro a largo plazo de la
humanidad. En consecuencia, hace falta someter esta eficacia
mercantil a un criterio de sobrevivencia.

En la visión del capitalismo salvaje, esta exigencia por precios


e ingresos que permitan reproducir estas fuentes de riqueza, es
enfocada como el peligro. Los pueblos que piden poder vivir, parecen
ser los voraces que hay que combatir, fieras por domar. Son como los
muestra la película: La gran comilona. El peligro es que sean
reivindicadas las condiciones de reproducción del hombre y de la

343
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

naturaleza. Este criterio se ha extendido en buena parte a los grupos


que se esfuerzan por salvar la naturaleza. En la visión del
capitalismo salvaje, la exigencia de la reproducción del hombre y de
la naturaleza se transforma en un levantamiento en contra de la
racionalidad, definida por las relaciones mercantiles. Para Marx, la
racionalidad económica consistía en asegurar las condiciones de la
reproducción del hombre y la naturaleza, y con eso la sobrevivencia
humana. El capitalismo salvaje ha declarado los precios de la oferta
y la demanda como lo racional, aunque destruya al hombre y a la
naturaleza. La destrucción llega a ser lo racional.

Esta burguesía no responde a la crítica del capitalismo hecha


por Marx, por más que está convencida de que es cierta. La asume
más bien al revés, celebrando la capacidad de auto-destruirse como
su heroísmo. "Vivir peligrosamente" es su lema, prefiriendo esta
libertad mortal a la preocupación por la sobrevivencia humana.
Invierte la crítica del capitalismo de Marx, para desembocar en el
heroísmo del suicidio colectivo de la humanidad. Esto presupone
destruir todo humanismo universalista, y denunciar cualquier
reivindicación concreta de la igualdad de los hombres. La burguesía
celebra su propia barbarie.

8. La metafísica antiestatista y la abolición del Estado.

Como lo mostró Hannah Arendt, el totalitarismo del Estado


no proviene de ideologías estatistas, sino antiestatistas. El
antiestatismo se vuelve totalitario, en cuanto aparece como ideología
del poder que pretende usar el Estado con fines antiestatistas. El
totalitarismo es una política antiestatista que transforma el Estado
en un instrumento para la realización de alguna societas perfecta, en
cuyo nombre surge el antiestatismo. Históricamente han sido las
societas perfecta de la guerra total, de la planificación total y del
mercado total, las que originaron sociedades totalitarias. La
inquisición de la Edad Media es su precursora.

Este antiestatismo, que subyace al terrorismo del Estado


totalitario, es la otra cara de la reducción de la política a una técnica.
Cuando la política se considera una técnica, no se ve ya ninguna
razón para la existencia del Estado. Este tiene ahora la única función

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Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

de imponer esta técnica (sea del mercado, sea de la guerra, sea de la


planificación), para desaparecer o marginarse él mismo como
resultado de esta su propia acción. Es famosa la descripción de este
proceso que hace Stalin:

Nos declaramos en favor de la muerte del Estado y al mismo


tiempo nos alzamos en pro del fortalecimiento de la dictadura del
proletariado, que representa la más poderosa y potente autoridad de
todas las formas del Estado que han existido hasta el día de hoy. El
más elevado desarrollo posible del poder del Estado con objeto de
preparar las condiciones para la muerte del Estado: ésta es la
fórmula marxista. Hayek, cuando se hace un ideólogo de las
dictaduras totalitarias de Seguridad Nacional, se expresa en
términos casi idénticos: Cuando un gobierno está en quiebra, y no
hay reglas conocidas, es necesario crear las reglas para decir lo que
se puede hacer y lo que no se puede hacer. Y en estas circunstancias
es prácticamente inevitable que alguien tenga poderes absortos.
Poderes absolutos que deberían usar justamente para evitar y limitar
todo poder absoluto en el futuro Reagan afirma exactamente lo
mismo, cuando en sus discursos decía: "No tenemos problemas con
el Estado, el Estado es el problema". Es ideología totalitaria en
estado puro. Este mismo antiestatismo lo tenemos entre los
fascistas. Gentile transforma eso en ideología del Estado fascista
italiano: “...en esta concepción el Estado es la voluntad del individuo
mismo en su aspecto universal y absoluto, de modo que el individuo se
traga al Estado, y dado que la autoridad legítima no puede extenderse
más allá de la voluntad real del individuo, la autoridad se resuelve por
completo en la libertad. Así, el absolutismo se invierte y parece
haberse transformado en su opuesto, y la verdadera democracia
absoluta no es la que busca un Estado limitado sino la que no fija
ningún límite al Estado que se desarrolla en lo más profundo del
corazón del individuo, confiriendo a su voluntad la fuerza
absolutamente universal de la ley”

La forma actual del antiestatismo burgués la previo


posiblemente mejor Nietzsche. Sus palabras parecen una adivinanza:
“El socialismo es el fantástico hermano menor del despotismo casi
difunto, cuya herencia quiere recoger; sus esfuerzos son, pues,
reaccionarios. Desea una plenitud del poder del Estado como el propio
despotismo no tuvo jamás; sobrepasa lo que enseña el pasado, porque

345
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

trabaja por reducir a la nada formalmente al individuo: es que éste le


parece un lujo injustificable de la Naturaleza y debe ser corregido por
él un órgano útil de la comunidad. Como consecuencia de esta
afinidad, se deja ver siempre alrededor de todos los desarrollos
excesivos de poder, como el viejo socialista tipo Platón, en la corte del
tirano de Sicilia: anhela (y aun exige en ocasiones) el despotismo
cesáreo de este siglo, porque como he dicho, desearía ser su
heredero... Cuando su ruda voz se mezcla al grito de guerra: 'Lo más
Estado posibles, este grito resultará de pronto más ruidoso que nunca;
pero en seguida estallará con no menor fuerza el grito opuesto: ^Lo
menos Estado posible”.

Desemboca en seguida en la misma abolición del Estado: “La


creencia en un orden divino de las cosas políticas, en un misterio en la
existencia del Estado, es de origen religioso: desaparecida la religión.
el Estado perderá inevitablemente su antiguo velo de Isis y no
recobrará más sus respeto. La soberanía del pueblo, vista de cerca,
servirá para hacer desvanecer hasta la magia y la superstición última
en el dominio de estos sentimientos; la democracia moderna es la
forma histórica de la decadencia del Estado... cuando el Estado no
corresponda y a las exigencias de estas fuerzas, no será por cierto el
caos el que le sucederá en el mundo, sino que será una invención
mucho más apropiada que el Estado la que triunfará del Estado...”

Actualmente vivimos la fantástica unión del triunfalismo


burgués combinado con su antiestatismo extremo. "Fin de la
historia", es su grito. La ambigüedad del lema revela la ambigüedad
de toda la sociedad burguesa actual. Efectivamente, este fin de la
historia puede ser muy bien el fin de la humanidad y del planeta. Los
actuales discursos de la burguesía son sumamente parecidos a los
discursos de los socialistas stalinistas en el congreso de la victoria
del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1927 (XV congreso).
El mismo hegelianismo falso, la misma seguridad de que ya no puede
haber un paso atrás, la misma decisión por el todo. Hoy la burguesía
tiene su congreso de la victoria, más triunfal todavía que aquél de
1927. Se trata de la victoria no sólo en la Unión Soviética, sino en la
tierra entera.

En esta forma ha llegado en la actualidad el antiestatismo a


América Latina y a América Central. Se une en el ejercicio del poder

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Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

político, el triunfalismo prepotente y el antiestatismo, con la visión


del mercado total como su institución perfecta. Esta es precisamente
la combinación totalitaria —poder triunfante, antiestatismo y
sociedad perfecta—, que Hannah Arendt denunció como el peligro
totalitario. Este conjunto engendra al terrorismo de Estado, tan
vigente también hoy en América Latina y en América Central.

9. La determinación futura de la sociedad en América


Latina.

Sin embargo, el problema no es el mercado de por sí, sino la


pretensión de su transformación en sociedad perfecta, en la única
institución legítima en nombre de la cual se destruye a los
movimientos populares y al Estado, en institución totalizadora de la
sociedad. El problema es el antiestatismo, no el mercado como tal. Al
considerar al mercado como institución perfecta, éste lo devora todo
y se transforma en un sujeto totalitario. Al destruir al Estado
destruye a la sociedad civil, y no se puede mantener sino por la
transformación del Estado en Estado terrorista.

Algo parecido ocurrió a las sociedades del socialismo


histórico. Transformaron la planificación en su sociedad perfecta
respectiva. En nombre de la planificación apareció el antiestatismo, y
éste se transformó en terrorismo de Estado. El problema tampoco es
la planificación de por sí, sino la pretensión de su transformación en
sociedad perfecta, en la única institución legítima con el destino de
devorar a todas las otras instituciones. El Estado se hizo inoperante,
y destruyó igualmente la sociedad civil.

Ante estos problemas, vemos cómo no hace falta buscar de


nuevo otra sociedad perfecta en nombre de la cual se totalice la
sociedad. De lo que se trata, es de renunciar a la imposición de
sociedades perfectas. De dejar de pretender abolir el Estado o el
mercado, y reconocer que la concepción de las sociedades perfectas
como principio de la política, destruye a la sociedad misma. No hay,
ni puede haber, una sociedad perfecta. No hay, ni puede haber, una
sola institución que totalice a la sociedad. Decir esto actualmente
sobre el Estado o sobre la planificación, ni siquiera hace falta. Todo
el mundo está convencido de que no pueden ser sociedad perfecta.

347
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Pero sí es necesario decir eso mismo del mercado. Pues éste aparece
nuevamente como el totalizador, como la única legitimidad en la
sociedad, como la institución que tiene el derecho de barrer con
todas las otras instituciones, inclusive con la vida en la tierra.

Lo que hace falta es un pensamiento de síntesis, capaz de


interpretar una política que sepa dar a las instituciones diversas su
lugar y su función, para cumplir con las exigencias de la vida
humana en esta tierra, en la cual todos tienen que poder vivir hoy y
mañana. La base sería el reconocimiento de que en la actualidad los
seres humanos, que trabajan exclusivamente orientados por el
mercado, abandonados a sus fuerzas auto-reguladoras, destruyen
las fuentes de la riqueza que están produciendo. Abandonados a
estas fuerzas, ponen en peligro la vida del planeta. Frente a estos
efectos destructores del mercado, que acompañan, eso sí,
automáticamente sus fuerzas creadoras, aparece, y tiene que
aparecer, la resistencia de la propia sociedad civil que toma la forma
de organizaciones populares de la más diversa índole, tanto de
protección de los seres humanos como de la naturaleza. Estas
organizaciones populares cumplen una función de racionalización
del mercado, al protegerlo mediante su resistencia, frente a las
fuerzas destructoras que él produce. No "distorsionan" al mercado,
sino que actúan frente a distorsiones que el propio mercado produce.

Sin embargo, esta función no la pueden cumplir las


organizaciones populares, si no pueden recurrir al Estado. El Estado,
en sus funciones positivas, es la instancia de poder que puede
universalizar la actuación de las organizaciones populares. Si esta
universalización no ocurre, la resistencia resulta tan fragmentaria
como lo es la actuación humana dentro de los mercados. En ese
caso, ella reproduce los efectos destructores del mercado sin poder
corregirlos.

El Estado es, pues, la instancia de universalización de la


resistencia frente a las distorsiones que el mercado produce en las
relaciones humanas y en la naturaleza. El no tiene por qué intervenir
en los mercados, cuando ellos no producen estas distorsiones. Por
ende, la teoría de las funciones del Estado tiene que partir del
conocimiento de las distorsiones que el mercado produce.
Aparecen las funciones del Estado en dos líneas, es decir,

348
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

como función de promoción de la sociedad civil y como función de


planificación de la economía.

En su función de promoción de la sociedad civil, el Estado


tiene que hacer posible el desarrollo de ésta y abrirle posibilidades.
Al respecto, se trata primero de asegurar legalmente la existencia de
las organizaciones populares y el ejercicio de su resistencia. Pero,
igualmente, se trata de asegurar su capacidad económica de
existencia. Aparecen también funciones que solamente el Estado
puede cumplir, en cuanto determinadas actividades necesitan ser
universalizadas y la actividad privada resulta incapaz de lograrlo.
Eso ocurre especialmente en el campo de la educación y de la salud.
Una atención universal de estas necesidades parece imposible sin el
surgimiento de sistemas de salud y de educación públicos de alto
nivel.

En su función de planificación económica el Estado tiene que


hacer posible, y promover, un desarrollo económico y social capaz de
asegurar la integración económica y social de la población entera, lo
mismo que su compatibilidad con la conservación de la naturaleza.
La necesidad del cumplimiento de esta función quizás es más visible
en las sociedades subdesarrolladas, donde es evidente que la
empresa privada, sola y abandonada a las fuerzas auto-reguladoras
del mercado, únicamente en casos muy excepcionales puede
garantizar algún desarrollo económico, y que es menos capaz todavía
de integrar a la población entera en la división social del trabajo. No
obstante, esta necesidad de la actividad estatal se hace cada vez más
visible en referencia a la conservación de la naturaleza. Solamente
un Estado planificador es capaz de darle a la empresa privada la
posibilidad y el espacio para cumplir con su tarea de desarrollar
económicamente a sus países. Igualmente, sólo un Estado
planificador puede asegurar que el desarrollo económico respete los
límites de la integración humana en la economía y de la conservación
de la naturaleza. También en este caso de la actividad planifícadora
del Estado, su primera función es la promoción y el apoyo a las
empresas. Sin embargo, la necesidad de universalizar el desarrollo, el
respeto a la naturaleza y la necesidad de asegurar esto para todos y
de parte de todos, impone asimismo en lo económico la actividad
directa del Estado, sea a través de empresas públicas, como de la
imposición de líneas y límites de las inversiones.

349
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

De esta manera, el problema del Estado resulta ser un


problema de la sociedad entera, en la cual se interrelacionan e
interpenetran la sociedad civil, el mercado y el Estado. Ninguno de
estos polos puede existir sin el otro, e incluso la posibilidad de la
vida humana y de la misma racionalidad económica es un producto
de los tres y de su interrelación, de tal modo que haya una síntesis
en vez de la negación de un polo en nombre del otro. Solamente en
esta perspectiva será posible enfocar los problemas del desarrollo
pendientes. Se trata de problemas que actualmente ya ni siquiera
pueden ser solucionados por los Estados dentro de sus marcos de
dominación política, sino que implican la necesidad de la creación de
nuevos órdenes mundiales—nuevo orden mundial económico,
financiero, de mercados, ecológico— sin los cuales una política de
desarrollo racional ya no es posible.

El análisis que hemos hecho ha insistido principalmente en el


problema del mercado, por la simple razón que hoy el mercado es el
lugar desde el cual son destruidos la sociedad civil y el Estado. En la
actualidad, el mercado pretende ser la institución perfecta a partir de
la cual se pretende totalizar a la sociedad. Las sociedades del
socialismo histórico, en las cuales se realizaba esta totalización a
partir de la planificación económica, con la subsiguiente subversión
y tendencial destrucción de la sociedad civil y del Estado, están
desapareciendo.

Es cierto que no sólo el mercado distorsiona a las relaciones


humanas y a la naturaleza. También desde la sociedad civil y desde
el Estado, aparecen distorsiones del mercado. No obstante, hoy se
necesita, primariamente, hacer esta crítica al mercado para mostrar
que no hay, y no puede haber, ninguna sociedad perfecta, y por lo
tanto, ninguna institución legitimada a totalizar la sociedad. Se
requiere lomar conciencia de que el resultado no debe ser destruir en
nombre de una institución a todas las otras, sino lograr una
interrelación tal entre ellas, que se complementen en vez de
distorsionarse. Esa es la tarea de la política, y ninguna técnica la
puede hacer desaparecer.

Por eso, no se trata simplemente de defender al Estado como


si algún estatismo fuera la solución para los peligros del

350
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

antiestatismo. Asegurar las funciones del Estado, implica una


determinada posición frente a las funciones del mercado y frente al
desarrollo de la propia sociedad civil. Tiene que ser una respuesta a
la crisis provocada por la política de desmantelamiento del Estado y
de las políticas de desarrollo.

Los períodos de desarrollo vigoroso de América Latina, han


sido períodos de alta actividad estatal y de un importante
intervencionismo estatal, a los cuales ha contestado un significativo
esfuerzo de las empresas privadas. Con el comienzo del
desmantelamiento del Estado, en cambio, empieza el estancamiento
de la economía latinoamericana y su fracaso en desarrollar el
continente. Han subido enormemente las ganancias, pero el
resultado ha sido la alta ineficacia de la tal llamada iniciativa privada
para desarrollar estos países. Eso lleva a la coincidencia de un
rápido desmantelamiento del Estado económico y social en los años
ochenta, con un estancamiento cada vez más notable del desarrollo
económico y de la dinámica de las empresas capitalistas. Esto, sin
embargo, va paralelo a un aumento siempre mayor de las ganancias
de estas mismas empresas. La incapacidad de la empresa privada de
desarrollar los países de América Latina, no reduce sus ganancias,
sino más bien las incrementa.

Cuanto más se evidencia este estancamiento, más se habla de


la necesidad de privatizar aún más las funciones económicas y
sociales del Estado. No puede existir ninguna duda de que de este
desmantelamiento del Estado, resultarán ganancias todavía mayores
de las que se tenían antes. Actividades como la salud, la educación,
pero también la privatización de las empresas públicas, permiten
obtener ganancias privadas en actividades hasta ahora mantenidas
en manos del Estado.

El Estado se transforma ahora en un instrumento de


aprovechamiento económico de parte de las clases dirigentes. Ya no
cumple con sus funciones, si bien sigue siendo aprovechado. Se
pagan subvenciones inauditas, sólo que no a los sectores
postergados sino a los más poderosos. Estas subvenciones se
clasifican como incentivos. El cambio de palabra esconde el hecho de
la reorientación del Estado hacia el Estado de aprovechamiento. Pero
el caso de mayor aprovechamiento se da con el pago de la deuda

351
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

pública, sea interna o externa. Actualmente, de un 30 a un 40% de


los ingresos estatales son para atender el servicio de la deuda, con
una tendencia al aumento. El Estado es sofocado por estos pagos,
que implican una gigantesca redistribución de los ingresos en favor
de los de ingresos altos. Cuanto menos existe un sistema eficaz de
recaudación de impuestos, más pesada y destructora tiene que ser
esta deuda para la economía de los países. Una burguesía que
rechaza el pago de sus impuestos, llevó al Estado a una situación de
bancarrota que lo ha transformado en un simple recaudador de
pagos de parte de los de ingresos bajos en favor de los de ingresos
altos, de los países pobres en favor de los países ricos.

Con este estrangulamiento del Estado, los países mismos son


estrangulados. En el caso de la deuda externa, más de la mitad de
esta deuda ni siquiera fue contratada por los Estados, sino por las
empresas privadas con la banca privada internacional. Cuando al
comienzo de los años cincuenta esta deuda resultó impagable, los
Estados latinoamericanos fueron obligados a asumir estas deudas
como deuda pública, lo que ha constituido la subvención estatal más
grande de la historia del continente.

No obstante, estas mayores ganancias no llevan a un mayor


desarrollo. Más bien lo estancan. La empresa privada, sin un Estado
vigoroso que le abra caminos y que sustente actividades estatales de
apoyo para fomentar su actividad productiva, resulta ser
completamente ineficiente para conducir ella misma el proceso de
desarrollo. Cuanto más penetra la sociedad entera, menos desarrollo
provoca. Desempleo, pauperización y destrucción galopante de la
naturaleza son el resultado, y no aparece un crecimiento económico
significativo. Pero no solamente destruye el desarrollo. Destruye
inclusive la capacidad de acción racional del Estado, y lo corrompe.
Lo corrompe por obtener creciente provecho de la restante actividad
estatal, además de que produce tales problemas sociales, que el
propio aparato estatal tiene que actuar sin tener los medios
adecuados para hacerlo. En consecuencia, la ineficacia de la
empresa privada para desarrollar a estos países, lleva a la inflación
del Estado. Al no poder efectuar ella una política económica de
empleo y una política social de distribución de los ingresos, el Estado
se transforma en la única fuente de ingresos para aquellas personas
que no son empleadas por la empresa privada. Como no saben dónde

352
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

ir, presionan sobre el Estado para conseguir algún empleo. Se trata


de una presión que resulta precisamente de la ineficacia de la
empresa privada para dar empleo a la población. Esto es lo que lleva
a la inflación del Estado. Este, ahora con sus funciones restringidas,
está obligado a contratar mucho más personal del que efectivamente
requiere para el cumplimiento de las funciones que le quedan.
Luego, el Estado se corrompe en ambos sentidos: para la burguesía,
como fuente de ingresos, muchas veces ilícitos; para el pueblo, como
paliativo para el desempleo y la pauperización, pues empieza a
contratar personal al cual no corresponden realmente funciones en
cuyo cumplimiento podría trabajar.

Esta corrupción, desmoralización e ineficiencia del Estado, se


transforma posteriormente en argumento en favor de un
desmantelamiento todavía mayor de éste y de la privatización de sus
funciones. Sin embargo, la privatización empeora la situación
precisamente por el hecho de que el origen del estancamiento es la
propia empresa privada, con su incapacidad para originar por su
cuenta, sin recurrir al Estado, una política de desarrollo adecuada, si
bien se opone a una acción racional del Estado para complementar
su ineficacia. Esto desemboca en un círculo sin fin, del cual
aparentemente no hay salida.

Esta situación no es sostenible sino por medio de una


orientación cada vez más represiva del Estado en América Latina.
Así, un Estado, que ciertamente requiere muchas reformas, no es
racionalizado sino que es puesto al servicio siempre más exclusivo de
los poderes económicos nacionales e internacionales. El
antiestatismo metafísico es la ideología que es-conde esta situación,
y le da su justificación aparente. En todas partes donde este
antiestatismo en nombre del mercado total se ha instituido, ha
desatado crisis económicas y de desarrollo. En nombre del mito de la
capacidad del mercado de solucionar todos los problemas, ha
extremado los problemas existentes.

Ha llevado el desempleo a niveles nunca sospechados, ha


creado distribuciones de ingresos que condenan a la miseria a
segmentos crecientemente mayores de la población, y ha originado la
destrucción de la naturaleza a niveles que superan todo lo anterior.
Haciendo eso, no ha cumplido siquiera con su promesa de un

353
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

crecimiento económico sostenido. Bajo la égida del antiestatismo, la


misma dinámica económica se ha perdido. Se destruye al ser
humano y a la naturaleza, sin por lo menos lograr un crecimiento
económico. La empresa privada, orientada exclusivamente por los
mecanismos del mercado, pierde su eficiencia, a pesar de que
obtiene ganancias siempre mayores.

Eso ha ocurrido incluso en el centro del capitalismo mundial,


en EE.UU., durante los años ochenta. La política antiestatista
destruyó la eficacia de la economía también allí.
Mientras los capitalismos con estados desarrollados, como Europa
Occidental y Japón, tomaron la delantera. Es la tragedia de América
Latina: haber caído en el mito del antiestatismo, únicamente para
confirmar su propio declive.

En América Latina en la actualidad, y especialmente en


América Central, donde hay una sociedad y un Estado muy poco
desarrollados, se requiere constituir la sociedad misma, junto con el
Estado. La tarea es reconstituir la sociedad con una relación
complementaria entre la parte no empresarial de la sociedad civil, el
mercado y el Estado, en la cual sea posible iniciar el camino del
desarrollo nuevamente, pero esta vez dentro del marco de una
integración de toda la población en la división social del trabajo y en
la sociedad, y dentro de los límites que exige la conservación de la
naturaleza. Es necesario revertir el proceso, que la política de
desmantelamiento del Estado ha producido.

Eso implica la necesidad de vigorizar la sociedad civil,


precisamente en sus componentes no empresariales, reprimida
sistemáticamente por el terrorismo del Estado de Seguridad
Nacional. Eso presupone un Estado que no solamente tolere esta
sociedad civil, sino que también la fomente. No obstante, también
implica como condición de la necesaria racionalización del Estado,
originar un nuevo proyecto de desarrollo en el cual el mercado y la
planificación económica estatal sean reconocidos en su
complementariedad, siendo la planificación estatal una parte
imprescindible, pues sin ella el mercado no es capaz de originar un
desarrollo económicamente racional. Si no cumple esta tarea, el
Estado tiene que basarse primordialmente en sus fuerzas represivas
con la tendencia hacia el terrorismo de Estado. Ello por cuanto sin

354
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

esta concentración exclusiva en su fuerza represiva, no podría


contener los reclamos de los desposeídos y desplazados producidos
por las fuerzas del mercado. Como no se pueden dirigir al mercado
directamente, lo harán por vía del Estado. Teniendo el voto universal,
el Estado sólo les puede contestar por la extensión cuantitativa e
irracional del aparato estatal, toda vez que le está prohibido, en
nombre del antiestatismo, buscar la solución en un modelo de
desarrollo que permita su integración en la división social del trabajo
a través de los mercados. Luego, esta inflación del Estado no es más
que el reflejo de la incapacidad del automatismo del mercado de
solucionar los problemas económicos de la población. La
transformación del Estado en un Estado exclusivamente represivo,
en nombre de su racionalización, es el resultado más probable.

Por eso, el lema frente al Estado no puede ser el


antiestatismo. No se trata de desmantelar el Estado, sino de
desmantelar a los ejércitos y a las fuerzas de represión policial para
tenerlos apenas en el grado mínimo necesario. La necesaria reforma
del Estado, por tanto, tiene que sustituir la función represiva de éste
por la constitución de una política de desarrollo que permita tener
un Estado adecuado al cumplimiento de sus funciones, en cuanto
esa política de desarrollo sea capaz de responder a las necesidades
económicas de la población. Tenemos que escoger entre desmantelar
el Estado o desmantelar a los aparatos represivos. El
desmantelamiento del Estado implica la hipertrofia de los aparatos
represivos; el desmantelamiento de estos aparatos, en cambio,
presupone el desarrollo del cumplimiento de las funciones del
Estado.

Esto constituye a la vez un planteo de la democracia posible


en la actualidad. Es la condición para que la democracia sea viable.
El antiestatismo vinculado con la totalización del mercado, exige un:
vivir, y dejar morir. La democracia presupone un: vivir, y dejar vivir.
Lo que, por el contrario, aparece hoy en América Latina, es una
democracia agresiva, sin consenso, con un extremo control de los
medios de comunicación por intereses económicos concentrados, en
la cual la soberanía no reside en los gobiernos civiles, sino en los
ejércitos y, más allá de ellos, en los organismos financieros
internacionales que representan a los gobiernos de los países del
centro. Los gobiernos civiles tienden a constituirse como gobiernos

355
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

autónomos sometidos a la función soberana del ejercicio del poder de


parte de los ejércitos y de la policía y. en nombre del cobro de la
deuda externa, a los dictámenes de los organismos internacionales.
Se trata de democracias controladas, cuyos controladores no están
sometidos a ningún mecanismo democrático.

Notas:

 Ver Hinkelammert, Franz: "Del mercado total al imperio


totalitario", en: Democracia y totalitarismo. Edit DEI. Segunda
Edición San José, 1990; también: Pasos, No. 6, junio 1986.
 Ver Hinkelammert. Franz: "El Estado de Seguridad Nacional, su
democratización y la democracia liberal en América Latina", en:
Democracia y totalitarismo, Op. Cit.
 Smith, Adam: La riqueza de las naciones. Editorial Bosch.
Barcelona, 1983. Reproducido por la UACA. San José. Costa
Rica. 1986. Libro IV. Cap. n. Sección I. Tomo II, pág. 191.
 Max Weber lo afirma: "Este fenómeno: el que una orientación por
la situación de intereses y sonetos, tanto propios como ajenos,
produzca efectos análogos a los que se piensa obtener
coactivamente —muchas veces sin resultado— por una
ordenación normativa, atrajo mucho la atención, sobre todo en el
dominio de la economía; es más, fue precisamente una de las
fuentes del nacimiento de la ciencia económica". Conceptos
sociológicos fundamentales. Weber, Max: Economía y sociedad.
Fondo de Cultura Económica. México, 1944, pág. 24.
 Smith. Op. Cit. Tomo I. pág. 53. Ibíd., pág. 54 (énfasis nuestro).
Ibíd., págs. 124-125 (énfasis nuestro).
 El Mercurio. 19-4-81, Santiago de Chile. Entrevista (énfasis
nuestro). Hayek concedió esta entrevista con ocasión de su visita
a Chile, para participar en un congreso de la sociedad de Moni
Pellerin.
 Lyotard. Jean-Francois: La condición postmoderna. Ediciones
Cátedra. Madrid, 1987. págs. 112-113. En el mismo sentido, ver
Baudntiart: "Si el sistema pudiera funcionar sin alimentar a sus
hombres, no habría siquiera pan para los hombres. Es en este
sentido en el que todos somos, dentro del marco de este sistema,
sobrevivientes. Por lo demás, el propio instinto de conservación

356
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

no es fundamental: es una intolerancia o un imperativo social:


cuando el sistema lo exige, hace que los hombres anulen este
'instinto’ y el morir los exalte (por una causa sublime,
evidentemente)".
 Baudrillard, Jean: Crítica de la economía política del signo. Siglo
XXI, México, 1974, pág. 86. El mismo Locke trata este poder
como legítimo, aunque sea despótico: "El poder paternal no existe
sino donde la minoría de edad hace al niño incapaz de cuidar por
sí mismo de su propiedad; el poder político allí donde los
hombres pueden disponer de sus propiedades; y el poder
despótico no existe sino sobre aquellos hombres que no tienen
propiedad".
 Locke, John: Ensayo sobre el gobierno civil. Agutiar. Madrid,
1969, 174. Estos son los tres poderes legítimos de Locke. Los tres
poderes de Montesquieu, no son sino una subdivisión del poder
político de Locke. Su equilibrio deja funcionar sin control el poder
despótico, que Locke defiende.
 Marx, Carlos: El capital. Cartago, Buenos Aires, 1974. Tomo I.
pág. 349. Ibíd., págs. 482-483.
 Ver: Assmann, Hugo-Hinkelammert, Franz J.: A idolatría do
mercado Ensaio sobre economía e teología. Vozes. Sao Paulo.
1989.
 Der Spiegel. Nr. 29/1989. pág. 118. Hayek traía de escapar al
supuesto de un conocimiento perfecto como condición para la
tendencia al equilibrio, porque se da cuenta que es imposible que
en la realidad empírica se dé o que haya una aproximación a él.
Para seguir sosteniendo esta tendencia al equilibrio, Hayek, hace
un juego. Sostiene que el mercado produce tal tendencia, pero
sin que cada participante tenga aquel conocimiento. El mercado
produce el equilibrio, "como si hubiera conocimiento perfecto". Lo
trata como una institución-computadora, que tiene conocimiento
perfecto en el sentido de que puede actuar como si lo tuviera.
Transforma el mercado en una instancia mágica de omnisciencia
estructural. Se inspira para ello en la filosofía del "como si" de
Vaihinger: Die Philosophie des ais ob. 1912. Sin embargo,
sustituye el equilibrio de la teoría general del equilibrio por la
armonía sacrificial de Adam Smith. Ver Hayek, Friedrich A. von:
Mifibrauch und Verfallder Vernunft. EinFragment. (Abuso y
decadencia de la razón. Un fragmento.), Saizburg, 1979.

357
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

 Ilya Prigogine, en sus análisis de los sistemas auto-regulados en


la naturaleza, llega en la actualidad a resultados que se asemejan
mucho a la vi sien que Marx tiene del mercado como sistema
auto-regulado. Prigogine, Ilya-Stengers, Isabelle: La nueva
alianza. Metamorfosis de la ciencia. Alianza, Madrid, 1983.
 Kindleberger, Charles P.: Manias, Panics and Crashes: A History
of Financial Crises. Basic Books, New York, 1989. pág. 134.
Seguir estas indicaciones de los precios, la teoría liberal lo llama
lo racional Un empresario latinoamericano me dijo una vez en
una conversación "Ciertamente, en las últimas dos décadas se ha
aumentado la pauperización y el desempleo en América Launa.
También la naturaleza se está destruyendo. Pero nadie puede
dudar que la eficiencia de la empresa se ha mejorado
enormemente". Eso es la teoría neoclásica en plena acción.
 Milton Friedman inclusive considera la abolición de la esclavitud
—la prohibición legal de ella— como una imperfección del
mercado, es decir, una falta de racionalidad económica: "...debido
al marco institucional y debido a las imperfecciones del mercado
de capitales, no podemos esperar que el capital humano
responda a presiones e incentivos económicos de la misma forma
que el capital material". Friedman, Milton: Teoría de los precios.
Madrid, 1966, pág. 313. "Estas peculiaridades sólo
desaparecerían en una sociedad de esclavos y, en ella, sólo para
los esclavos", pág. 258. Por eso, el problema no es simplemente el
mercado, como si la planificación fuera su solución automática.
El problema está en el hecho de que el mercado maximiza la
ganancia como criterio cuantitativo, por encima de las exigencias
de la vida concreta que destruye como consecuencia. Si la
planificación económica se orienta por criterios cuantitativos
análogos, tiene los mismos efectos destructores. En los países del
socialismo histórico eso ocurrió sobre todo en la Unión Soviética,
al tomar como su criterio de maximización lataza de crecimiento,
que también es un criterio mercantil abstracto. En países
socialistas donde la orientación de la economía no era tan
exageradamente abstracta —como, por ejemplo, en Cuba o
Nicaragua, en el tiempo del gobierno sandinista—, no ocurrió la
misma destrucción de la naturaleza.
 H. Maucher, Director de la Nestlé, lo expresa así: "Nadie negará
que la 'creatividad destructora’ del mercado crea durezas

358
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

extremas... y con F.A. Von Hayek creo que el concepto ‘justicia’,


en última instancia, es irrelevante para el funcionamiento del
mecanismo del mercado". Innovatio 3/4,1988, citado según
Widerspruch. Beitráge zur sozialistischen Politik. Ztirich, Heft 16-
Dez. 1988, S.4. Maucher expresa esto en Suiza, ante una
campaña que se hizo en contra de la Nestle bajo el lema: "La
Nestle mata bebés". La Nestle querfaprohibirel uso publicitario de
este lema, pero los tribunales suizos esta vez no siguieron la
voluntad de la compañía multinacional y rechazaron prohibir el
lema citado. Maucher declaró la irrelevancia de la Justicia para
los procedimientos del mercado. De hecho, rechaza más: rechaza
ser responsable de los actos que comete. La sociedad burguesa
hace de esta posición su religión, la única que tiene.
Sobre el intento de algunos en Suiza de conseguir una protección
aduanera para sus productos, dice el Neue Zwicher Zeitung,
diario de la gran burguesía suiza: "Aquellos que en otros lugares
no muestran ningún problema en sacar de su molino de oración
confesiones verbales y superficiales en favor de] orden de
competencia, de repente ya no están convencidos de la fuerza de
auto-regulación de una competencia efectiva, que es eficiente y.
en principio orientada por el bien común... En contra de todas
las confesiones verbales, de repente se le niega a la competencia
ilimitada la capacidad de general estructuras de oferta adecuadas
a la demanda... (Hay) discrepancia entre la confesión de los
principios referentes al funcionamiento y al valor de la economía
de mercado, y la disposición de sacar las reales consecuencias de
su afirmación". Neue Ztiricher Zeitung, 11 -12 de noviembre,
1989. Quieren confesiones de fe en el mercado que no sean
simplemente verbales porque la competencia ilimitada asegura el
bien común.
 Nietzsche. Friedrich: "Humano, demasiado humano". Primer libro
Nr. 451, en: Friedrich Nietzsche: Obras inmortales. Visión Libros,
Barcelona, 1985. Tomo IV. pág. 2102. Nietzsche es el autor de
este salvajismo burgués. Ya a fines del siglo XIX pregunta por los
bárbaros del siglo XX, los únicos que pueden salvar al mundo de
la amenaza del humanismo: "Para elevarse, luchando, de este
caos a esta configuración surge una necesidad, hay que elegir: o
perecer o imponerse. Una raza dominante sólo puede
desarrollarse en virtud de principios terribles y violentos.
Debiendo preguntamos: ¿dónde están los bárbaros del siglo XX?

359
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Se harán visibles y se consolidaran después de enormes crisis


socialistas; serán los elementos capaces de la mayor dureza para
consigo mismo, los que puedan garantizar la voluntad más
prolongada". Nietzsche» Friedrich: La voluntad de poderío. EDAF.
Madrid. 1981. Nr. 863. pág. 473. ¡Barbarie o socialismo!, es el
grito de Nietzsche y de la burguesía salvaje. ¡Salvajismo o
socialismo! ¡Muerte o socialismo!, es el grito fascista del "¡Viva la
muerte!", que lleva a los horrores del capitalismo salvaje de los
años treinta y cuarenta en los países europeos fascistas. (Fueron
intelectuales antifascistas en Alemania, quienes invirtieron el
grito en: ¡Socialismo o barbarie! (Benjamín. Horkheimer, Adorno,
etc.). Esta visión del mundo regresa después de la II Guerra
Mundial. Vuelve como una corriente al lado del reformismo
burgués que domina las décadas de los cincuenta y los sesenta.
Al volcarse la burguesía en contra de este reformismo, ella
justifica este anti-reformismo con argumentos ideológicos
tomados de esta tradición.
 Ver Arendt. Hannah: Los orígenes del totalitarismo. Taurus,
Madrid, 1974. Capítulo XI. El movimiento totalitario, págs. 425-
479.
 Citado según Arendt, Hannah: op. cit., págs. 443-444. La cita
proviene de Stalin: Problemas del leninismo.
 El Mercurio, 19-4-81. Santiago de Chile. Entrevista. Citado por
Leonardo Schapiro: El totalitarismo. Brevarios FCE, México.
1972. pág. 59.
 Nietzsche. "Humano, demasiado humano", op. cit., págs. 2114-
2115.
 Ibíd., págs. 2112-2113.
Desde el siglo XVIII, el Occidente se mueve alrededor de diversas
aboliciones de las instituciones. El liberalismo empieza con la
abolición del Estado en nombre del mercado como sociedad
perfecta. Le sigue el anarquismo con la abolición del Estado, la
propiedad y el matrimonio en nombre del orden espontáneo sin
instituciones. Marx lo transforma en abolición del mercado y del
Estado, también en nombre del orden espontáneo futuro (libre
asociación de los productores). Los socialismos históricos lo
llevan a la abolición del Estado y del mercado, en nombre de la
planificación económica. Los fascismos quieren abolir el Estado
en nombre de una dominación ilimitada en la sociedad de guerra,

360
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

y los neoliberales retornan a la abolición del Estado en nombre


del mercado total. Paralelamente a esta constante tendencia de
abolirías instituciones, aparecen las diversas aboliciones en el
pensamiento. Hegel declaró la muerte del arte, Marx insinúa la
superación de la lógica formal; Nielzsche la abolición de la moral
y de la metafísica; Max Weber la abolición de los juicios de valor y
de la ética, Popper la abolición de la dialéctica; Willgenstein la
abolición de los conceptos transcendentales; Fukuyama, junto
con los posmodernos, la abolición de la historia; Prigogine, la
abolición de la física clásica. Por donde se mire, se está aboliendo
algo, que después, en ningún caso desaparece. Todo lo que se ha
abolido en estos siglos, sigue existiendo. No obstante, se sigue
anunciando su abolición. Alas aboliciones las acompañan entes
omniscientes. El socialismo histórico tuvo que concibir una
institución planificadora omnisciente. Hayek, ¿unto con los
neoliberales, concibe el mercado como presencia de la
omnisciencia, aunque ningún hombre sea capaz de tenerla
(según él, el mercado funciona como si tuviera omnisciencia).
Popper divide toda la historia filosófica en "lo que se pensaba
antes y lo que pienso y o", y hasta Wiugenstein anuncia haber
solucionado los principales problemas del pensamiento humano.
Y cuando aparece todo esto, el Papa en Roma resulta infalible.
Existe un nihilismo que está socavando a las instituciones y a la
cultura. Es evidente que posee un delirio de grandeza narciasta,
el cual acompaña la imposibilidad de percibir los límites de lo
posible en un mundo contingente. Todo indica que se trata de un
problema de Occidente, y no de ninguna ideología específica. El
cardenal Ratzinger nos dice: "El Estado moderno es una sociedad
imperfecta, no sólo en el sentido de que sus instituciones
permanecen siempre tan imperfectas como sus habitantes, sino
también en el sentido de que necesita de fuerzas que le vengan
desde fuera, para poder existir como tal". Ratzinger, Joseph: "El
ánimo para con la imperfección y para con el ethos. Lo que habla
contra una Teología Política". Tierra Nueva. Bogotá, julio 1985,
Nr. 54.pág. 65. Aparentemente esto es cierto, pero en el contexto
del texto de Ratzinger es falso. No se trata de que el Estado es
una sociedad imperfecta. Se trata de decir, por fin, que no hay
ninguna sociedad perfecta, y que, por lo lanío, el Estado tampoco
lo es. Toda institución que reinvindica ser sociedad perfecta se
ideologiza, y cae fácilmente en el camino hacia el terrorismo de

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Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Estado. Y si ninguna institución es sociedad perfecta, entonces


tampoco lo es el mercado. No obstante, lo que Ratzinger nos
quiere ofrecer es la tesis de que el Estado no es una sociedad
perfecta, pero que otras instituciones sí lo son. Quiere presentar
de nuevo ala Iglesia como sociedad perfecta, algo que el Concilio
Vaticano n rechazó. La Iglesia, el mercado y el Estado se dan esta
ronda, en la cual cada uno reivindica ser sociedad perfecta,
argumentando que los otros no lo son. Por eso, un totalitarismo
sustituye al otro, sosteniendo siempre que los otros no tienen
esta sociedad perfecta, aunque él sí la tiene. Pero ninguna
institución lo es. Esto explica por qué cualquier pensamiento en
términos de alguna institución perfecta, es antiestatista.
Efectivamente, si suponemos que las relaciones sociales de
producción funcionan perfectamente, no se descubre jamás
función del Estado alguna, excepto su función represiva, que
sobreviva por "egoísmos y estupidez", como lo concluye Berger.
Berger, Peter: El dosel sagrado: elementos para una sociología de
la religión. Amarrortu editores, Buenos Aires, 1971, pág. 44. La
conclusión revela únicamente que se inspira en un pensamiento
de sociedad perfecta. La política de ajuste estructural que hoy se
lleva a cabo en el Tercer Mundo, no es ningún proyecto de
desarrollo. Es la consecuencia de la renuncia a cualquier
proyecto de desarrollo. En el lenguaje orweiliano, se llama a tal
política el resultado de la renuncia a hacer política, de nuevo
política de desarrollo. La guerra es paz, la mentira es verdad.
Los países capitalistas desarrollados responden a este mismo
problema por la creación de un subsidio de desempleo, que forma
una especie de colchón entre los desempleados y el Estado. Sin
embargo, un subsidio de desempleo tiene que cubrir las
necesidades básicas. En los países latinoamericanos los salarios
apenas si cubren las necesidades básicas. Consecuentemente, un
subsidio de desempleo tendría que ser igual a los salarios, o muy
poco inferior. En sociedades donde los salarios son
sustancialmente mayores a este mínimo, este subsidio es posible
porque no le quita al trabajador el incentivo económico de buscar
trabajo. En cambio, un subsidio que sea igual al salario, le quita
al trabajador todo incentivo económico. Por ende, no es posible.
Eso explica por qué en América Latina casi no existe tal subsidio.
Además, cuando el desempleo llega hasta el 40% o el 50% de la
fuerza de trabajo, no hay capacidad económica para pagarlo. Eso

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Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

transforma el capitalismo periférico necesariamente en


capitalismo salvaje, en cuanto no logra establecer un modelo de
desarrollo eficaz. O se tiene empleo, o se cae en la miseria. El
resultado es la formación del sector informal de la economía. Una
política de desarrollo eficaz, aunque no pueda asegurar empleo
formal a todos, tiene que fomentar entonces estas actividades del
sector informal. Sin este fomento, el sector formal se convierte en
un simple receptor de la mi seria producida por la tendencia al
desempleo creada por el automatismo del mercado. El problema
de la viabilidad de la democracia en América Central, está
trabajado especialmente por Torres-Rivas, Edelberto:
Centroamérica: la democracia posible. EDUCA. San José, 1987.

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