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Copia de Ito, Toyo - Manifiesto - El Pao de La Muchachas Nómadas de Tokio
Copia de Ito, Toyo - Manifiesto - El Pao de La Muchachas Nómadas de Tokio
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por la inmensa llanura de los media llamada Tokio, es la
que más disfruta de la vida de esta ciudad, pero, ¿qué es
una casa para ella? El concepto de casa para ella está des-
perdigado por toda la ciudad y su vida pasa mientras utili-
za los fragmentos de espacio urbano en forma de collage.
Disfruta de la comida y comenta cosas en los restaurantes
o cafés bar, obtiene nuevas informaciones en los cines o en
los teatros, examina bien la ropa en las boutiques y mueve
su cuerpo en un club deportivo. Para ella, el salón es el ca-
fé bar y el teatro, el comedor es el restaurante, el armario
es la boutique, y el jardín es el club deportivo. La mucha-
cha nómada deambula por estos espacios muy de moda y
pasa la vida cotidiana como en un ensueño.
Su vivienda es una tienda-cabaña, o sea el pao, que se
puede trasladar de un punto a otro, y en cuyo centro está
colocada la cama y otros tres muebles a su alrededor:
1. El mueble inteligente: Un dispositivo para colocar y
guardar el aparato destinado a obtener información de lo
que ocurre en la ciudad y almacenarla. Es una cápsula de
información para navegar por la ciudad.
2. Mueble para el coqueteo: Una combinación de toca-
dor y armario ropero. El espacio urbano es un escenario y
antes de subir a él, ella tiene que maquillarse y arreglarse.
3. Mueble para la comida ligera: Una combinación de
una pequeña mesa y de un armario para guardar la vajilla y
los utensilios necesarios para comer. Lo que le espera a la
muchacha nómada al descender del escenario es un peque-
ño pao frío y poco acogedor. Debajo de esta tienda-cabaña
donde llegan las luces de neón, la muchacha se acuesta
después de haber sorbido la sopa de fideos, sola.
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Tanto los muebles como el pao de la muchacha nóma-
da están hechos de una película translúcida, igual que la
ropa que cubre suavemente su cuerpo. Desde el punto de
vista de su cuerpo, tanto los muebles como la habitación y
la casa, e incluso las fachadas y las calles, no presentan
grandes diferencias entre sí. Todo ello no son más que pe-
lículas que van extendiéndose de forma similar.
Pero lo que crea a duras penas la imagen total de la ca-
sa uniendo los espacios ficticios de la ciudad, no son sólo
las muchachas nómadas. A estas alturas, todos los habitan-
tes de las ciudades grandes están obligados a disfrutar, sin
más ni más, la vida de tipo collage basada en tal experien-
cia simulada. Los actos que se deberían realizar dentro de
la vivienda se van extrapolando al espacio urbano, a la vez
que se fraccionan y nos atraen de forma más diversificada,
más especializada, más individualizada, y con menos senti-
do de la realidad. Por supuesto no solamente el salón de té
y la lavandería, sino también los restaurantes de comida rá-
pida, las tiendas de comida para llevar, los supermercados
y hasta las saunas, están intentando usurpar a la vivienda
espacios tales como la sala de estar, el comedor, e incluso la
cocina y el cuarto de baño; y si exageramos un poco, se
puede decir que como sigamos así, para una vivienda bas-
tará sólo con que haya un televisor y una papelera grande
al lado de una cama. El espacio urbano está absorbiendo al
de la vivienda de tal manera que es posible imaginarse tal
cosa. La mesa del comedor donde se reunía antes la fami-
lia, resulta que ahora es donde se debería encontrar la fa-
milia con alegría. Pero en realidad, la familia reunida así, lo
que hace es irse a un restaurante de la ciudad. Y se portan
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como si fuera la mejor familia confirmando su existencia
ante los ojos del público.
De esta forma los habitantes urbanos, simbolizados por
las muchachas nómadas de Tokio, visten ropas metálicas
por su sensación corporal androidea y reaccionan ante el
espacio con más intensidad que lo que se ve en las panta-
llas. Nuestra piel, sin darnos cuenta, empieza a percibir las
materias inorgánicas y artificiales como el metal o el plásti-
co con más naturalidad que las materias naturales. Asimis-
mo empieza a percibir el espacio ficticio e imaginario como
algo más confortable que el espacio real. La ciudad recurre
a tal cuerpo androide, ofrece un espacio experimental, si-
mulado, fragmentado y cada vez más cerrado, y sigue for-
mando androides adecuados para este escenario.
Esto no se limita solamente al espacio comercial de la
ciudad. Lo mismo ocurre en la vivienda urbana. Los frag-
mentos de la casa, realizada estratégicamente en los espa-
cios comerciales, se reexportan de nuevo a la vivienda y
empieza a formarse la casa como un collage del espacio si-
mulado. La casa también se está fragmentando en mil pe-
dazos. Los pisos piloto de los constructores de viviendas
muestran de forma representativa el aspecto de la casa, y
cómo se ha convertido en un lugar donde se reúnen sólo
los deseos. Incluso dentro de la casa las personas tienen
que comportarse como si fueran unos actores, o si no tie-
nen que actuar como espectadores. Y los androides que in-
terpretan en un escenario llamado ciudad, siguen interpre-
tando también en otro escenario llamado casa; y al final,
agotados, no tienen más remedio que encerrarse en su ha-
bitación, víctimas de autismo esquizofrénico. Cuando se
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les pide a los estudiantes de arquitectura que diseñen una
casa que consideren ideal para ellos mismos, resulta que un
número inesperadamente alto de ellos las diseñan por de-
bajo de la tierra o sin ventanas. Este hecho indica de una
forma muy reveladora lo dicho anteriormente.
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