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Resistencia: las armas de los débiles

Gustavo Gordillo

Introducción

En este ensayo reflexiono sobre las armas con las que cuentan los débiles para

resistir, en este caso las mujeres, en condiciones de sociedades desestructuradas

donde el estado de derecho es o inexistente o muy débil. La idea argumentada

con maestría por el filósofo italiano Luigi Ferrajoli(1999) sobre cómo los derechos

codificados constituyen, al reforzar la soberanía de persona, la mejor defensa de

los débiles; no se aplica en condiciones donde las garantías a las personas no

existen. Entonces en esas circunstancias, la forma en que el poder no

institucionalizado se expresa, se ejerce, afecta a los demás y termina por reforzar

la desarticulación social -algunos expertos la denominan anomia social-, y bloquea

lo está presente de manera marginal, es decir, el poder constituido -iglesias,

estado, sociedad organizada. Se trata de poderes informales que, en sociedades

desestructuradas -y lo son tanto en Afganistán en este siglo, como Gran Bretaña

en el siglo 18- imponen su ley, que es la ley del más fuerte. Es decir como señala

Ferrajoli, partiendo de Aristóteles, quien en su Política atribuyó al poder, cuando

no está sujeto a la ley, un neto componente de animalidad, se trataría de poderes

salvajes. (Ferrajoli, Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional,

2011)

Para ilustrar estas ideas parto de dos novelas: de Atiq Rahimi, La piedra de la

paciencia (Rahimi, 2009) y de Nell Leyshon, El color de la leche (Leyshon, 2013)

(Cunningham, 1998). Tambien haré breves referencias a la película Las horas,

película dirigida por Stephen Daldry en 2002 y basada en la novela del mismo
título de Michael Cunningham (Cunningham, 1998) que contiene expresiones de

otras formas de resistencia. Resistencia es el tema central de este ensayo que

entiendo como el uso del discurso dominante por parte de las mujeres para

enfrentar el patriarcado y las otras formas de violencia masculina pero sin salir del

modelo de familia tradicional. Al final me refiero a la obra del antropólogo

norteamericano James C. Scott y su comprensión sobre los códigos de resistencia

y las armas de los débiles. (Scott C. J., 1985)

En Afganistán existe una leyenda sobre «la piedra de la paciencia», una piedra

mágica, capaz de escuchar y guardar todos los secretos del ser humano. El día en

que la piedra revienta por la carga de todo los sufrimientos que ha escuchado, de

las angustias, de las pasiones reprimidas, de los deseos escondidos, ese día, el

ser humano queda liberado para siempre de su mal. Una profunda historia, que da

título al libro de Atiq Rahimi, sobre una bella mujer que vela el despertar de su

marido en coma. Los rezos y plegarias de las primeras páginas, las supersticiones

escondidas tras los diferentes nombres de Alá que hay que recitar cientos de

veces, se convertirán, a lo largo del libro, en un grito de denuncia. Las palabras de

la mujer afgana, sus quejas, sus preguntas, se elevan en el texto de Rahimi, a la

categoría de liberación.

Entre los disparos de la guerra, las llamadas a la oración, las pisadas de unos

niños sobre las ruinas, se impone la voz de una mujer valiente que “tiene miedo”.

Hacerse pasar por prostituta para salvar su cuerpo de la violación, reconocer la

verdadera espiritualidad en el anciano desprestigiado de la casa, y confesar los


deseos sexuales reprimidos por el hombre, es lo que descubre la lectura de este

libro. Como señala Jacinta Cremades (2009), “La piedra de la paciencia es un grito

contra el fanatismo, contra las guerras, contra la dominación de unos hombres

sobre otros, y que sólo la literatura consigue hacernos entender mejor que ningún

medio de expresión.”

La piedra de la paciencia cuenta la historia de una mujer que vive sometida a una

cultura en donde ellas son tratadas como animales de carga, sin ninguna

consideración “en alguna parte de Afganistán, o en cualquier otro lugar”, como

indica el autor al inicio de su relato. El machismo institucionalizado, avalado por la

Sharia, ha dejado a este colectivo sin derechos para llevar una vida normal. El

maltrato crónico es una norma que las convierte en seres reprimidos, incapaces

de expresarse, sometidas a sus hombres que disponen de ellas como si fueran

objetos domésticos. Ahí se constata el poder tradicional.

Ninguna escena de la novela es más contundente al respecto que cuando en su

primer acto sexual con un marido con el que se casa sin conocerlo, ella se

encuentra en menstruación y éste guiado por la prejuicios toma la sangre como

signo inequívoco de la virginidad de su mujer:

«¿Pero te acuerdas una noche, al principio de vivir juntos, que llegaste tarde? Completamente

borracho. Habías fumado. Yo estaba dormida. Sin decir una palabra, me bajaste el pantalón. Yo

me desperté. Pero hice como que dormía profundamente. Tú me... penetraste... Gozaste cuanto

quisiste... pero cuando te levantaste para lavarte, ¡te diste cuenta de que tenías sangre en la polla!

Furioso, volviste y me estuviste golpeando hasta bien entrada la noche, porque no te había avisado

de que tenía la regla. ¡Te había ensuciado!», ríe con sarcasmo. «¡Te había convertido en impuro!»

(Rahimi, 2009, pág. 20)


En la historia que narra Rahimi, la protagonista de la novela recupera la voz

debido al silencio forzado de su marido. Él está en coma debido a una bala

incrustada en el cerebro. La incapacidad del hombre permite que florezca una

capacidad ahogada en ella: alejada del mundo, sin testigos que la puedan juzgar o

callar más allá de un marido inerte, esta mujer descubre que hablar tiene una

cualidad terapéutica. De alguna forma reconoce la resistencia que ha tenido que

sobre llevar -incluyendo el nacimiento de sus hijos- para mantenerse en los límites

de la sociedad en la que se inserta.

La atmósfera del relato, finamente dibujada por Rahimi, es densa y claustrofóbica.

La mujer, innombrada, está en una habitación que es una celda, cuidando a un

enfermo que será la cadena que la ata, no a la pared, pero sí a la casa. Dentro de

la habitación hay muy pocas cosas que nos distraigan, el tiempo real está

detenido, la vida ha dado paso a una suerte de agonía compartida, interminable,

desesperante. Poca cosa sucede en este pequeño espacio: se cuida al enfermo,

se lee el Corán, se reza sobre la alfombra y con el rosario, se espera. Y, poco a

poco, forzada por su angustia, la mujer habla.

Antes de recoger su velo, le vienen las palabras: «¡Sangue sabur!». Se sobresalta: «Ése es el

nombre de la piedra: sangue sabur, ¡la piedra de la paciencia!, ¡la piedra mágica!», se acuclilla al

lado del hombre. «Sí, tú, ¡tú eres mi sangue sabur!» Le roza el rostro delicadamente, como si

realmente estuviese tocando una piedra preciosa. «Voy a contártelo todo, mi sangue sabur, todo.

Hasta que me deshaga de mis sufrimientos, de mis desgracias. Hasta que tú, tú...» Calla el resto.

Lo deja a la imaginación del hombre.

Sale de la habitación, del corredor, de la casa. (Rahimi, 2009, pág. 39)


Sin embargo, teniendo en cuenta las limitaciones mencionadas, la mirada del

narrador en tercera persona demuestra una notable riqueza sensorial ya que en

las primeras escenas, a pesar de la pobreza y la austeridad, nos señala el amplio

colorido de los objetos: paredes azul cian, cortinas con un cielo amarillo y azul y

otra cortina de un solo tono verde, el colchón rojo, la foto en blanco y negro, la

camisa azul, la sábana blanca, la túnica púrpura, los ojos negros, el rosario negro.

Y además, sonidos varios: la cadencia de la respiración y de las cuentas del

rosario, los llantos de las niñas, la oración que la mujer pronuncia; y desde el

exterior se oye la llamada del Mulá, el canto del chico en la bici, la presencia del

aguador, el ruido de unos pasos, la tos de la vecina, las bombas que explotan.

Conforme avanza la narración los sonidos exteriores se intensifican: se oyen

carros de combate, los cantos de la vieja, los ruidos de las botas, las voces de

unos niños, etc.

La llegada del muchacho soldado lo cambia todo: la mujer reencuentra su

sensualidad, disfruta y descubre el poder de su cuerpo, al punto que busca a su

marido para hacer con él lo que ha hecho con el soldado, quiere ver si de esa

manera lo trae a una nueva vida. No consigue una reacción de parte de su

hombre, pero su lengua se va soltando. Y el dolor crece, y la rabia se multiplica.

Me sentía culpable... odiaba al mundo, te maldecía, ¡a ti y a tu familia! Y para colmo de


sufrimientos, ¡por las noches tenía que acostarme contigo! Lo más gracioso de todo eso es que,
después de que me quedé embarazada, tu madre iba continuamente a ver al hakim a procurarse
talismanes. (Leyshon, 2013, pág. 64)

Se levanta el día. Regresa la mujer.

Completamente pálida, abre la puerta de la habitación, y se para un momento, buscando el más


mínimo rastro de una visita. Nada. Desvalida, entra a la habitación y se dirige hacia la cortina
verde. La descorre suavemente. El hombre sigue allí. Con los ojos abiertos. La respiración al
mismo ritmo. La bolsa de suero medio vacía. Caen las gotas, como antes, con la misma cadencia
que la respiración, o que las cuentas del rosario negro entre los dedos de la mujer.

Se deja caer en el colchón. «¿Alguien ha arreglado la puerta de la calle?» Una pregunta hecha a
las paredes. Una espera vana. Como siempre.

Se levanta, abandona la habitación y, tan desvalida como antes, examina las otras habitaciones, el
sótano. Sube. Vuelve a entrar. Estupefacta. «¡Pero si no ha venido nadie!» Presa de un cansancio
cada vez mayor, se hunde en el colchón.

Sin palabras.

Ningún gesto a excepción del de desgranar el rosario. Tres vueltas. Doscientas setenta cuentas.
Doscientas setenta respiraciones. Y ninguno de los nombres de Dios.

El prólogo a El color de la leche por parte de Valeria Luiselli (Leyshon, 2013)

orienta de buena manera su lectura. Recurriendo a Michel Foucault y su La vie

des hommes infames señala que “el texto de Foucault funciona como el prólogo a

una «antología de vidas» e «historias minúsculas», de personas que alguna vez

estuvieron atrapadas en las redes de poder de su época”. (pos. 47) Añade que las

“infames denuncias de las lettres de cachet, que no desaparecieron sino hasta la

Revolución Francesa, no se podían apelar, dado que sus acusados eran

iletrados”. insta a pensar que hoy en día sigue siendo pertinente preguntarse por

la relación entre el poder y la escritura como forma individual de resistencia. (pos.

77)

El propio Foucault se refiere a esto en su libro diciendo que

Estamos más bien ante una antología de vidas. Existencias contadas en pocas líneas o en pocas
páginas, desgracias y aventuras infinitas recogidas en un puñado de palabras. Vidas breves,
encontradas al azar en libros y documentos. Exempla que, en contraposición a los que los eruditos
recogían en el decurso de sus lecturas, son espejos que inclinan menos a servir de lecciones de
meditación que a producir efectos breves cuya fuerza se acaba casi al instante. El término de
"avisos" podría servir muy bien para designarlos en razón de la doble referencia que ese término
encierra: brevedad en la narración y realidad de los sucesos consignados; y es que es tal la
concentración de cosas dichas contenidas en estos textos que no se sabe si la intensidad que los
atraviesa se debe más al carácter centelleante de las palabras o a la violencia de los hechos que
bullen en ellos. Vidas singulares convertidas, por oscuros azares, en extraños poemas; tal es lo
que he pretendido reunir en este herbolario. (Foucault, 1977/ s/f )1

La novela que se desenvuelve al ritmo de las estaciones del año, es relatada por

Mary en primera persona en la medida que está escribieno su diario. Nos dice que

tiene 15 años, que no es alta y que su pelo es del color de la leche. La historia

comienza en 1830 y pronto nos enteramos que es la menor de cuatro hijas, que

nació prematuramente con un pie lisiado:

madre dice que ya era así cuando vine al mundo. era como una especie de desperdicio con el pelo
como la leche y nací después de lo que pensaban y por esa razón estaba cubierta de pelo como si
fuera un animal y tenía las uñas lñargas…y dicen que se me torció la pierna con el peso y que ya
nunca más estuvo bien (Leyshon, 2013, pos. 202)

Desde el principio de su existencia Mary sufre violencia simbólica y física derivada

de su defecto de nacimiento. Los intentos por enderezarle la pierna reforzó su idea

que “soy como soy”. Ahí empieza su resistencia que adquiere la forma de una

oralidad poblada con expresiones directas casi sin pensarlas o más bien, diciendo

directamente lo que piensa. Como responde más adelante en la narración a la

esposa del vicario “no puedo esconder nada en mi voz, señora. para que sepa

como soy. no creo que pudiera mentir ni aunque me ordenaran que mintiera. eso

es una virtud. depende de si quiere escuchar lo que digo. supongo que sí, claro.” Y

también cuando le responde al vicario “¿por qué me pregunta preguntas de las


1
Para la versión español utilizo el texto publicado por Editorial Altamira, La Plata, Argentina, s/f
que sabe las respuestas? entonces se rio. realmente tienes la lengua muy afilada,

pequeña.” (2013, pos. 943)

Toda la primera parte del libro que abarca la primere estación y una parte de la

segunda nos introduce a su abuelo que jugara el único papel amable y

comprensivo para Mary. También relata la constante violencia de la que es objeto

por parte del padre.

La historia de Mary cambia radicalmente cuando el padre la entrega como

sirvienta al vicario de la región a cambio de dinero. Originalmente su tarea

consiste en atender a la esposa enferma del vicario. Ella, aún en su dolor, la trata

con cariño y hasta ternura. En el otoño y después varias muestra de insatisfacción

con su estancia en la casa del vicario y hasta que la regresa a rastras el padre, de

su granja, -donde quería permanecer- a la casa del vicario, se desarrolla en Mary

una creciente conciencia de su nueva situación y de cómo podría beneficiarse.

Tanto la confesión de su hermana Violet de que se encuentra encinta -

presumiblemente como resultado de su relación clandestina con Ralph, el hijo del

vicario- hasta la muerte de la esposa del vicario se gatillan sentimientos

encontrados en Mary. Por un lado,lamenta trabajar en una casa ajena; por otro

lado, cada día aprende nuevas cosas como su muy prágmatica filosofía de la vida:

me preocupo por muy pocas cosas. si no puedo hacer nada, entonces no me preocupo. si puedo

hacer algo, entonces lo arreglo y ya no tengo que seguir preocupándome más. ( 2013, pos. 1497)
Su atracción los libros del vicario y por lo que escribía para sus sermones lleva a

Mary a encontrar un propósito en su estancia del cual el vicario se da cuenta

rápidamente. Y así empieza sus clases de lectura y escritura:

muy bien, me dijo. ¿por dónde empezamos?


cogió una hoja de papel y metió la pluma en el tintero, escribió dos rayas en el papel. una que baja
y otra salía del final de ésa.

El punto culminante ocurre en el capítulo intitulado Invierno donde comienza


confesando: “no me gusta contarte todo esto.hay cosas que no quiero decir. Pero
me he dicho que te contaría todo lo que ha pasado. He dicho que lo diría todo y
por eso tengo que decirlo”.

La violencia sexual que ejerce el vicario contra Mary contiene todos elementos
desde entonces conocidos para todas las mujeres que la han sufrido: “pero
entonces su mano empezó a subir y bajar por encima de mi pierna y me
avergüenzo profundamente al decir que no me moví. no sabía que hacer”.
(pos.1864) Mas adelante la violación: “me obligó a abrir las piernas y estaba
encima de mí y se metió dentro de mí. y me dolió. pero no grité. y él estaba
sudando y su respiración era muy fuerte. pero entonces se bajó de encima de mí y
pronto estaba dormido. yo no dormí”. (2013, pos. 1962)

Finalmente el asesinato:
fue entonces. no antes. entonces. noté algo en el bolsillo del delantal. metí la mano y saqué el hilo
de cortar el queso. no pensé nada. lo que pasó después no lo pensé ni lo planeé. y ésa es la
verdad y dios es mi testigo. agarré los dos extremos de madera del hilo de cortar el queso y lo
acerqué a su cuello y no pensé en lo que estaba haciendo y solo apreté con toda la fuerza que
tenía…(2013, pos. 2157)

Desde luego el asesinato ocurre, y he aquí el fuerte atenuante, después de la


violencia y la violación que sufre Mary, pero el momento en que decide que ya no
se puede aguantar mas es cuando siente que ha alcanzado su propósito:
“Entonces fue cuando me di cuenta de que ya había terminado. sabía leer y sabía
escribir. ya había terminado.” (2013, pos. 2085)

3
Las horas, novela de Michael Cinningham (Cunningham, 1998) presenta el temas
de la resistencias de otra manera. La escritora (Virginia), la lectora (Laura) y el
personaje (Clarissa) son mujeres que enfrentan un dilema definido en sus
veinticuatro horas de vida a modo de entramado entre las tres. Esto se vuelve más
obvio en la adaptación de 2002 hecha por D (Elecheguerra, 2019)avid Hare para
ser dirigida por Stephen Daldry e interpretadas por Nicole Kidman, Julianne Moore
y Meryl Streep, respectivamente. Guion y montaje optan por alternar épocas,
sobre todo estableciendo vínculos entre ellas tres a través de objetos claves. El
objeto central para mi es el beso. Eduardo Elecheguerra señala :

los besos entre Virginia y Vanessa (hermanas), Laura y Kitty (vecinas), Clarissa y Sally (novias)
nos están retratando una necesidad de alianzas íntimas en tiempos de incertidumbres. Estas no
son alianzas necesariamente sexuales ni legales, sí afectuosas. Observemos la ternura en los tres
besos y, también, la complicidad pueril en dos de ellos (los niños que observan y callan en medio
de la desolación de estas mujeres). (Elecheguerra, 2019)

No se trata de una resistencia como en las novelas de Rahimi y de Leyshon por


una muy poderosa razón: en las tres épocas narrativas tanto en Gran Bretaña
como en Los Angeles y en Nueva York estamos insertos en sociedades
estructuradas que contienen anque no eliminen a los poderes salvajes. Ninguna
de las tres mujeres sufre violencia sexual directa ni violaciones. Pero las tres son
discriminadas, sufren androcentrismo y se enfrentan no a una persona en concreto
-los dos maridos y la esposa son personajes débiles a veces sensibles- sino a
ambientes opresivos. De ahí que su forma de resistencia adopta otras formas. Una
de las cuales para mi es la del beso.

En cambio Chimamanda Ngozi Adichie reflexiona sobre una manera de resistir a


través del pelo:
Intenta no asociar pelo y dolor. Recuerdo mi infancia y las veces que lloré mientras me trenzaban
la melena larga y tupida”, escribe Chimamanda en uno de sus consejos a una amiga en Querida
Ijeawele. Cómo educar en el feminismo. (Adilchie, Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo.
, Marzo 2017.)La experiencia de peinarse puede ser toda una tortura para muchas mujeres
afrodescendientes, pues durante mucho tiempo la mejor manera que encontraron para evitar la
discriminación en diversos lugares fue llevar el pelo liso, con extensiones y tintes.

En Americanah (2013), Ifemelu, la protagonista, se narra también a través de su

pelo. De la decisión de dejarlo crecer al natural, sin alisados químicos, al dejar

mandárselo trenzar en un salón especializado en el que trabajan mujeres

inmigrantes africanas en Estados Unidos. Es en el país norteamericano donde ella

descubre qué significa ser negra, pues es allá donde aprende que el color de su

piel define cómo la ven.

El pelo puede parecer intrascendente, pero en realidad no lo es, explica

Chimamanda: “Como mujeres negras, cuando crecemos leyendo revistas de moda

con mujeres blancas en la portada, llegamos a conocer todo acerca del cabello de

las mujeres blancas, pero esas revistas no te dicen qué hacer cuando tu pelo es

crespo”.

Mas aún como señala en el festival Hay en Cartagena,desde hace algunos años,

en Colombia y en muchos lugares las nuevas generaciones se han rebelado y

reivindican los crespos, turbantes y trenzas, a lo cual añade en una entrevista a El

País:

Para muchas mujeres negras el que por fin se hable de su propio pelo, y sus propios temas
relacionados con el pelo, es casi una revolución.Una bienvenida forma de resistencia”. (Santiago
Torrado, 2019)

Finalmente pero no al final, quisiera iniciar -lo que continuaré más adelante en

otros texto- un puente entre la literatura feminista relacionada con la resistencia y


la obra de quien me parece uno de los antropólogos mas importantes del siglo XXI

-aunque su obra desde mediados del siglo pasado-. James C. Scott trata sobre las

sociedades campesinas y sus distintas formas de resistencia más allá de los

casos típicos de rebeliones campesinas. Al respecto señala que

se me ocurre que el énfasis puesto sobre las rebeliones campesinas es exagerado. En cambio,
parecería ser más importante comprender lo que podríamos llamar formas cotidianas de
resistencia campesina – la prosaica pero continua lucha entre el campesinado y aquellos que
buscan apropiarse de su trabajo, comida, impuestos, rentas e intereses. … Entender estas formas
comunes de resistencia es entender mucho de lo que el campesinado hace “entre revuelta y
revuelta” para defender sus intereses lo mejor posible….

Pero aún así advierte que :

Sería un grave error, como ocurre con las rebeliones campesinas, idealizar las “armas de los
débiles”. Solo logran afectar marginalmente las variadas formas de explotación que los campesinos
deben soportar…..En algunas ocasiones esta resistencia se ha vuelto activa, incluso violenta. Más
a menudo, sin embargo, adopta la forma de incumplimiento pasivo, sabotaje sutil, evasión y
decepción.

A lo añade Scott que

Para muchas formas de resistencia campesina, tenemos toda la razón para esperar que los
actores permanezcan mudos sobre sus intenciones. Su seguridad puede depender del silencio y el
anonimato; el tipo de resistencia mismo puede depender, para su efectividad, en la apariencia de
conformidad; las intenciones pueden hallarse tan imbricadas en la subcultura campesina y su
rutina, que dan por sentado que deben luchar para proveerse de los medios de subsistencia y
sobrevivencia de su hogar, así como para permanecer inarticulados. El pescado no habla sobre el
agua. (Scott C. J., 1985)

En otro libro más específicamente relacionado con el tema de este ensayo,


resume su argumento central

¿Cómo podemos estudiar las relaciones de poder cuando los que carecen de él se ven obligados
con frecuencia a adoptar una actitud estratégica en presencia de los poderosos y cuando éstos, a
su vez, entienden que les conviene sobreactuar su reputación y su poder? … trato de darle sentido
a un estudio diferente del poder que descubre contradicciones, tensiones y posibilidades
inmanentes. Cada grupo subordinado produce, a partir de su sufrimiento, un discurso oculto que
representa una crítica del poder a espaldas del dominador. El poderoso, por su lado, también
elabora un discurso oculto donde se articulan las prácticas y las exigencias de su poder que no se
pueden expresar abiertamente. Comparando el discurso oculto de los débiles con el de los
poderosos, y ambos con el discurso público de las relaciones de poder, accedemos a una manera
fundamentalmente distinta de entender la resistencia ante el poder. (Scott C. J., 2000)

No deja de sorprender que la profundidad del pensamiento complejo de James C.


Scott no llega sino marginalmente a revisar lo que parece obvio: las relaciones de
género. Quizás por eso, porque parece obvio nos olvidamos del dominio patriarcal
aún en los temas de investigación, y a pesar de la centralidad en los procesos
sociales de la resistencia femenina.

Bibliografía
Leyshon, N. (2013). El color de la leche. México: Sexto piso.
Cremades, J. (22 de mayo de 2009). Atiq Rahimi. Suplemento cultural de El mundo.
Cunningham, M. (1998). The hours. New York: Picador.
Adilchie, C. N. (2013). Americanah . Barcelona: Literatura Random House .
Adilchie, C. N. (Marzo 2017.). Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo. . Barcelona:
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Elecheguerra, E. (27 de diciembre de 2019). Las horas. claves de libros
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Ferrajoli, L. (1999). Derechos y garantías. La ley de más débil. madrid: Trotta.
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Plata, Argentina,: Les Cahiers du Chemin/ Editorial Altamira,.
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Scott, C. J. (1985). Weapons of the Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance. New
York: Yale University Press.
Scott, C. J. (2000). Los dominados y el arte de la resistencia. méxico: Era.
Torrado, S. (4 de febrero de 2019). el pais.

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