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Ensayo Clase Azar
Ensayo Clase Azar
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parte este fenómeno de dispersión es consecuencia de la presión sobre la tierra
y es explicado por Warman (2001) como la traducción de una “resistencia a la
urbanización, una manera de reproducir la vida sin cambiarla... es también
síntoma de pobreza, de falta de oportunidad, que obliga a buscar un nuevo
espacio”. Pero cabe otra explicación sugerida también por Warman y otros
antropólogos como Guillermo Bonfil. Asumiendo a los pequeños poblados
como espacios de refugio de las poblaciones rurales se puede encontrar
causalidad y correlación entre grandes eventos políticos y /o económicos, y el
crecimiento y la reducción en el número de pequeños poblados. Es decir,
cuando hay estabilidad política y/o crecimiento económico los pequeños
poblados tienden a reducirse; cuando hay crisis o rupturas económicas y/o
políticas los pequeños poblados crecen. Asi, los pequeños poblados actúan
como una especie de amortiguador que tiende a estabilizar una región o el país
mismo. (2017)
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de este umbral que el porcentaje de la población trabajando en el sector
primario tiende a abatirse.1
Estas reflexiones tiene mucho que ver con la discusión sobre dos novelas que
he escogido para este ensayo: Al filo del agua de Agustín Yañez y
Temporada de huracanes de Fernanda Melchor. Ambas ubicadas en
pequeños poblados. En el caso de la novela de Yañez en algun lugar de los
Altos de Jalisco -quizás Yahualica-, y en el caso de la segunda novela en
algún poblado entre Misantla y Papantla, quizás cerca de Martínez de la
Torre, en la zona cañera.
En este tejido que son las rancherías, los pequeños poblados y las ciudades de
menos de 15 mil habitantes se desarrollan ambas narrativas. Una, la de Yañez
en lo que es la metrópolis regional de ese entramado de pueblos y rancherías
de los Altos de Jalisco, y en el caso de Melchor, en una ranchería -La Matosa-
cerca de una cabecera de esa región, Villagarbosa.
Ambas se encuentran en el vórtice de un crisis económica y política que
desemboca en el primer caso en la Revolución Mexicana, y en el segundo
caso, me parece que preludia un cambio radical como fueron las elecciones de
2018.
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De la misma manera observamos que varios indicadores sociodemográficos y de características de la
vivienda y acceso a servicios básicos muestran una disminución importante a partir del umbral de 15 mil
habitantes.
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decadente a través de personajes inolvidables no por excepcionales sino,
quizás, por lo contrario: porque son seres reales que habitaron y habitan esos
poblados en cualquier parte del país.
Como señala Bruno Ríos, “La mirada que plantea Al filo del agua es la de ver
el evento fundacional de la Revolución mexicana a tres décadas de su inicio,
como un proceso de transición definitivo a lo que, en el momento de su
publicación, representaría el proyecto nacional de institucionalización de los
ideales revolucionarios.” Según este autor y yo concuerdo, Yañez nos quiere
mostrar en 1947 -cuando publica su obra-, el gran avance de la revolución
institucionalizada exhibiendo la contra cara de lo que existió 50 años antes, a
través del antiguo régimen, y en consecuencia por exclusión la epopeya para
desarmarlo a través del régimen priísta, que sin decirlo ni proponéselo
Fernanda Melchor cien años después, muestra las aristas de su fracaso.
¿Pero qué es lo que nos muestra Yañez en esa sociedad que alguna vez Carlos
Monsiváis denomino la “dictadura parroquial” (2004)?
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coercitivo para controlar cuando sea necesaria a la Iglesia -aplicar las leyes de
Reforma-, y una evidente limitante: su poder es aún más temporal que el del
cura párroco. Pero esa cúspide del poder bajo el dominio de poder eclesíastico,
sólo se sostiene gracias al consenso que genera entre los pudientes como es
evidente con la asistencia a los ejercicios de encierro por un lado, de los ricos
del pueblo: Don Ambrosio, Don Inocencio, Pancho López, y por el otro, de
los tres notorios liberales poseedores de algunos de los instrumentos que
propician el acceso al poder: Don Román el director político, el médico
practicante Don Refugio y el abogado práctico, Don Pascual.
el tono retórico, el ritmo, el paisaje físico y humano, la división del orbe en justos y
pecadores, la irrealidad que arraiga en la moral y las buenas costumbres, la furia de los
impulsos soterrados, el ir y venir entre lo espiritual y lo social.
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sobre del cual, circunstancias providenciales reparten el acabamiento de la existencia,
cuando menos es esperado.(ibid. 163)
Un crimen vulgar… ¡un crimen vulgar! Cuando hace ya casi diez años que no se registraba
un homicidio dentro del pueblo; la hora de Satanás pone a prueba el trabajo de mucho
tiempo; mis pecados, concurran tal vez a derribarla,¡pobre de ti pastor lleno de flaquezas…!
(op.cit. 270)
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Consultar al respecto sobre todo el capítulo intitulado Victoria y Gabriel, pp 177-195.
3
Ver el capítulo La desgracia de Damián Limón pp. 250-277.
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Al contagio de exterior (la cizaña de los norteños) los trabajadores migratorios que regresan
de Norteamérica,a la aplicación de las leyes de Reforma,a la expansión de los que ignoran
al Señor. Al sueño desapacible del anhelo de acoplamiento carnal. (2004)
¡Estamos en el filo del agua! Usted cuídese: pase lo que pase, no se aflija, señor cura; será
una buena tormenta y a usted le darán los primeros granizazos:¡hágase fuerte!
Al final herido de muerte, pero todavía vivo decide oficiar quizás su última
misa con ese alarido tan parecido a la frase célebre lampedusiana -y tan mal
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utilizada-, de Tancredi a su tío Fabrizi: "Si queremos que todo siga como está,
es necesario que todo cambie". El padre Dionisio lo dice a su manera, y en
latín como corresponde: Ad Deum qui laetificat juventutem eam.
la anomia se refiere, señala María del Pilar López Fernández (2009) a la ausencia de un
cuerpo de normas que gobiernen las relaciones entre las diversas funciones sociales …
Dado que la transformación ha sido rápida y profunda, la sociedad se encuentra atravesando
por una crisis transicional debida a que los patrones tradicionales de organización y
reglamentación han quedado atrás y no ha habido tiempo suficiente para que surjan otros
acordes con las nuevas necesidades… en este contexto en el que los límites se encuentran
debilitados o no existen, el individuo se encuentra en una situación complicada debido a
que sus pasiones y deseos se hallan desbocados al perder todo punto de referencia. Este
hecho le genera un constante sentimiento de frustración y malestar, ya que todo aquello que
logra le parece poco, pues siempre quiere algo nuevo que supone le generará un mayor
placer.
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O más aún, como lo propone el sociólogo del conocimiento Karl Mannheim
bajo la figura de un utopía denominada quiliaismo. En ese tipo de utopía se
trata de reflejar la mentalidad de sociedades tradicionales caracterizadas por
una pérdida total de las certidumbres simbólicas y valorativas. Este proceso
las lleva a recrear una visión polar del mundo con cierta orientación
iconoclasta.
Todo el resto de la vida social ocurre intramuros, cada vez -conforme avanza
la novela-, en la más lúgubre y aterradora vida familiar en hogares tan
desarregladas como su personajes. Si en la novela de Yañez todo se construye
a partir del predominio del espacio público, en la novela de Melchor toda la
narrativa se vuelve privada. Es un mundo privado salvaje donde lo que
predomina es la traición, la deslealtad y la violencia en todas sus formas.
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Justo esto es lo que más me llama la atención: la ausencia de cualquier
autoridad constituida -incluso el crimen organizado que aparece a trasmano en
la novela-, y en cambio, la presencia lo que podrían denominarse las
autoridades informales, discrecionales, carentes de normas y reglas; y por
tanto, de legitimidad. Es decir si tomamos la palabra autoridad en sentido
estricto lo que existe es la no-autoridad, el mundo de las caprichosas
decisiones de individuos fragmentados y atomizados.
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Norma la niña de 13 años no se siente violada por su padrastro de menos de
treinta años en tanto experimenta placeres nuevos. Pero conforme avanza esa
relación y sobre todo a partir de que comienza a sentirse embarazada, huye del
padrastro y huye de la casa avergonzada, buscando suicidarse en el mar bravío
del puerto de Veracruz.
Luismi se adentra cada vez más en las drogas y el alcohol para esconderse a si
mismo el hecho incontrovertible de que es gay. Sea con el argumento de que
el ingeniero le promete un puesto en la petrolera o con el pretexto que la Bruja
le financia las drogas, rehúye afrontar su realidad. Su encuentro casual con
Norma le brinda la posibilidad, única en su corta vida, de darse un sentido a
través de un sentimiento difuso de pertenencia. Por eso reacciona con enorme
violencia cuando se entera del aborto, que le induce la Bruja, a Norma.
Brando es más complejo. Es el hijo de mamá -de las pocas personas que va a
la misa del padre Casto-, sistemáticamente ridiculizado por sus compañeros y
casi cómplices de la banca del parque, es el inocente buscando inaugurarse
con una mujer alcoholizada que termina meándolo para regocijo de los demás,
él que tiene que demostrar su hombría apareándose con Leticia, la negrita
nalgona, que le produce asco y repugnancia por su hedor, pero que al mismo
tiempo le proporciona el pretexto para presumir frente a sus cómplices, que
ahora sí es todo un hombre. Una vez hecho lo anterior, y también acicateado
por sus compañeros, incursiona en el ambiguo espacio de los coge-chotos.
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mexicanas donde el que se coge a un choto, no es homosexual, sino -una
categoría definitivamente metafísica-, un mayate4.
Ambas novelas tienen algo en común que las marca: considerar a las mujeres
como una cosa, una mercancía, un no-ser. Dice Monsiváis:
Las mujeres son propiedad de padres, hermanos y esposos; son el pozo de ignorancia que
resguarda la pureza de la fe, son el caudal de resentimiento que al estallar se vuelca siempre
sobre otras mujeres. En Al filo del agua la mayor tragedia es ver cómo, al desaparecer el
albedrío, la catarsis se ajusta a las dimensiones del patetismo, y en ese patetismo se aloja
"la condición femenina" decretada por el clero, que concentra el ejercicio del placer en las
devociones… Salvo las elegidas, todas proceden como si ser mujer fuese, de modo
automático, la eliminación de lo personal, la rebeldía efímera que sólo conduce al vasallaje
permanente.
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Octavio Paz ya había reflexionado sobre el tema en El Laberinto de la soledad: “Así́ pues, el
homosexualismo masculino es tolerado, a condición de que se trate de una violación del agente pasivo. Como
en el caso de las relaciones heterosexuales, lo importante es "no abrirse" y, simultáneamente, rajar, herir al
contrario”.
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En Temporada de huracanes las mujeres son el complemento de la narrativa,
las que mas sufren y más pierden, las que se preñan y abortan, las que se
preñan y cargan el pesado fardo de alimentar a los hijos ante la ausencia del
marido, las madres solteras, los personajes que están al final de esa deleznable
fila de impresentables.
TEXTOS CITADOS
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Emile Durkheim, 1987, La división social del trabajo, Editorial Akal,
Madrid.
Bruno Ríos, 2015, Morirse desde antes: Al filo del agua y la visión
retrospectiva de la Revolución Mexicana, Colloquium Narrando lo
Urgente: A cien años de Los de abajo de Mariano Azuela, Houston,
TX. March 13, 2015.
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