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Dámaris Noemí Navarro López

ANTES Y DESPUÉS DEL ÁRBOL


Flor era una niña de ocho años, le gustaba brincar en los charcos, arrastrarse en la
tierra y treparse en un árbol que estaba en la esquina de la calle donde vivía. Un día cuando
iba de camino a casa, se dio cuenta que estaban cortando aquel árbol que trepaba todos los
días, un sentimiento de tristeza llego rápidamente a su rostro, se quedó un par de minutos
ahí parada con la intención de hacer algo; pero uno de esos señores malgeniudos con una
maquina grande en sus manos, vestido con uniforme de esos colores de la reconocida línea
de supermercados tan famosa que hasta salía en anuncios de T.V; al verla ahí parada le
grito:

- ¡niña vete de aquí es peligroso y puedes hacerte daño! -;


 al escuchar los gritos, asustadísima se fue corriendo hasta su casa. Toda despeinada y
fatigada, se tiro en el sillón y boto la mochila, su mamá al escuchar su llegada le pidió que
se acercará, porque la comida estaba lista. Se sentaron y comenzaron a comer. 
La preocupación por lo que había visto en la calle seguía en ella, así que no tardo en
preguntar si alguien sabía lo que estaba pasando. Su papá apresurado en comer no le prestó
mucha atención, mientras su mamá no sabía de qué hablaba Flor, así que les empezó a
contar que en la esquina estaban unos hombres y unas máquinas gigantescas, su papá tomo
la palabra y dijo:
 -Ohh es el nuevo Aurrera, ¡que bueno que lo pondrán más cerca! -.
 Flor no dijo nada y terminando de comer le pidió a su mamá el plato para llevárselo a su
abuela, pues ya era grande de edad y le costaba mucho trabajo acercarse a la mesa. Cuando
Flor llego al cuarto de su abuela se acercó y le dio la comida. Mientras comía la abuela Flor
seguía pensando en lo que había visto en la calle y lo que había dicho su padre, así que le
conto todo lo que estaba pasando. A su abuela se le lleno el rostro de lágrimas, suspiro
profundamente y recordó esa historia que le había contado su abuela cuando ella era una
niña y pensó que era el momento oportuno para compartirla con su nieta. Le pidió que se
sentará a un lado de ella y comenzó a relatar:
Hace mucho tiempo, antes de que tú y yo naciéramos. Cuando los cielos eran tan
azules casi tan azules como el mar, cuando las estrellas brillaban y se les podía ver tan
cerca, como si las pudieras alcanzar con tan solo estirarte un poco. Cuando los campos eran
verdes, cubiertos de todo tipo de flores y de todo tipo de fruta colgando de los hermosos y
grandes árboles que brindaban sombra a cuanto ser posara debajo de ellos. Hace tanto
tiempo ya, que no imaginas la inmensidad de especies de animales que existían. Cuando
cohabitaban todos sin importar el género y la especie compartiendo lo suficiente y lo
necesario para poder vivir. Viviendo con y para los y las otras. 
Cuando todo esto pasaba, una mujer de hermoso semblante vivía en paz y alegre,
derrochando amor y vida para todo ser que habitaba en ella. Su nombre era Tierra, era tan
inmensa y tan llena de vida. Esta mujer le proporcionaba a todos lo necesario para poder
vivir y ella se sentía bien por compartirlo. Tanta era su alegría que todas las noches cantaba
y a este canto se le unían todo tipo de animales e incluso aún el viento y el agua. Una noche
las estrellas admiradas de tan bella canción, le preguntaron a la tierra cuál era el motivo de
tan hermosa melodía. Y ella sin pensarlo les contesto:
 -Es esta tranquilidad y alegría que habita en mí-.
 Las estrellas se sorprendían de la belleza de la Tierra, estaban seguras que casi irradiaba
tanto como el mismo sol.
Con el paso del tiempo el hombre, se convirtió en un ser egoísta, y ya no le bastaba con lo
tanto que le proporcionaba la Tierra quería cada vez más y más sin importar el daño que
ocasionaba a los otros seres que vivían con él. Así que comenzó adueñarse de todo e
incluso quería tomar a la misma Tierra para que le sirviera y le concediera todos sus
caprichos. Utilizo el mismo conocimiento que le había dado la Tierra para inventar armas
que le ayudarían a apropiarse y destruir todo lo que estaba a su paso, pensando que esta era
la única manera de vivir mejor. 
Otra noche se encontraba la luna muy pensativa y preocupada, algo andaba mal. La melodía
de la Tierra ya no se escuchaba, y su belleza se estaba agotando. A lo que no pudo
contenerse e hizo algo. Le pregunto a la Tierra, que qué era lo que estaba pasando. La
Tierra pareciendo una mujer completamente diferente, cansada, maltratada y descuidada,
casi ya sin aliento le contesto a la Luna con una profunda tristeza: 
-el hombre, aquel al que todo le he dado, se ha vuelto egoísta y está acabando con
mi vida. Ya no le importa nada ni nadie, ni aún yo que soy quien le proporciona la vida.
Espero que pronto se dé cuenta de todo el daño que está haciendo. A este paso acabará con
toda la vida que habita en mí, e incluso con su vida misma. Confío en que no se dé cuenta
de esto lo suficientemente tarde, a tal grado de que el daño se irreversible-.
 La Luna compartió su tristeza, y se hizo tan pequeña que esa noche hubo una profunda
obscuridad para todo ser viviente.
El hombre cegado por la ambición del poder y el egoísmo, le arrebato rápidamente la
belleza, la alegría y la poca vida que le quedaba a la Tierra. De esta manera la Tierra dio su
último suspiro y murió. 
Una mañana el Sol entusiasmado de compartir su luz con la tierra y la vida que en ella
habitaba como todos los días, lloró profundamente al darse cuenta que ya no había vida con
quien compartir su luz. El hombre había acabado con todo, incluso con él mismo. 
Al terminar estas palabras, Flor en un mar de lágrimas abrazo fuertemente a su
abuela.

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