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CROTALO

Había sido un día caluroso y ahora estaba puesto el tiempo y el viento gemía tristemente y
las ramas de los árboles se agitaban con repentina violencia y se oían los truenos severos
rodando lejos por el cielo. Sin embargo, el suelo permanecía seco y tibio porque no había
llovido en muchos meses y la piedra desde la que vigilaba despedía un calor agradable.
Tan inmóvil como la piedra, ella había estado mirando buen rato hacia la cabaña. No sabía
por qué. Sólo sabía que cuando el hombre bajó los escalones y caminó hacia el galpón y la
mujer se quedó en el corredor con el niño en los brazos, ella tuvo que detenerse en su
excursión de caza y mirar hacia la mujer y el niño, y que su cabeza había comenzado a oscilar
como un fusil que apunta hasta quedar a ras del piso de la cabaña donde estaban los pies
de la mujer. Algo después, cuando la mujer entró, su cuello como de cera fue depositando
lentamente la cabeza sobre la arena tibia. Entonces sintió que en las fauces se le
inquietaban los curvos colmillos y que segregaba con mayor abundancia su veneno en las
bolsitas receptoras que pronto empezó a sentir bastante cargadas.
Así estuvo largo rato vigilando detrás de la piedra, mientras el veneno rezumaba
secretamente. Oía por el suelo el ruido de carpintería que hacía el hombre en el galpón y
por la lengüita bifurcada que palpaba el aire percibía de la cabaña un crepitar inaudible que
ocurría en las maderas que se resecaban en el sol.
Así estuvo largo rato -el cuerpo en 8 y la cabeza sobre la arena mientras la lengua palpaba
el aire intermitentemente.
Poco a poco cesó el viento y los truenos se fueron alejando. El sol comenzó a declinar hacia
las lejanas lomas del oeste y vino un sosiego al lugar y un lado de la cabaña y los árboles
tomó sombra y la hierba seca y la tierra se volvieron del color de su piel.
Y así, con la fatalidad del día que termina, llegó el momento en que desde atrás de la piedra
ella comenzó a ¬huir espesamente y en silencio cruzó el claro de la cabaña con un suavísimo
movimiento que sólo podía vérsele a los costados como el viento cuando pasa sobre los
trigales.
Se desplazó de una manera impecable, y fue sólo cuando llegó a los escalones y se revolvió
en una rápida vuelta y se enrolló apretadamente en el recodo que hacían con el zócalo,
cuando sacudió la punta de la cola donde sus ocho crótalos vibraron con un chischeo seco
y corto, lleno de melancolía y de misterioso imperio.
Mas no se detuvo allí sino el tiempo necesario para tomar respiro y apreciar la nueva
situación.
Subió en seguida por un lado de los escalones, como creciendo, y se deslizó por el piso del
corredor y pasó apretadamente por debajo de la puerta.
Adentro se detuvo completamente.
Aquella sombra fresca le era extraña. Por la lengua y por los ojos percibió la luz que había
en la sombra, el silencio que reposaba entre los muebles quietos, la tenue humedad; separó
los olores que permanecían allí después del almuerzo de ese día y aun captó otros, más
pungentes, que parecían originarse en una habitación contigua; oyó y constató la
inalterabilidad de un goteo de agua que venía de más lejos y que no podía ver y oyó los
últimos truenos que se alejaban. Reunió después todas estas sensaciones dispersas y se las
reservó y las puso a trabajar en su interior hasta que su sangre se tranquilizó y pulsó
acompasadamente otra vez.
Entonces los ojitos opacos le brillaron un poco, como si alguien de un soplo los hubiese
desempolvado, la lengua palpó el aire en los sitios clave y la cola sacudió sus crótalos con
confianza, casi al mismo tiempo que se oyó un suave y acompasado ronquido que venía del
cuarto de al lado.
Avanzó sin proponérselo. Pero esta vez se desplazaba por el piso con el cuello retraído en
una profunda curva, lista para golpear, mientras el resto de su cuerpo se desenvolvía en
una larga línea recta.
La otra habitación parecía tener más cosas adentro y tuvo que detenerse otra vez para
tomar nota del sitio antes de seguir. Se veían muchas patas de muebles y objetos pequeños
por el suelo. Levantó entonces un poco la cabeza, atraída por unas vibraciones muy fuertes,
y vio al niño. Estaba parado y en pañales y se agarraba con las manos al borde de la cuna.
Brincaba sobre el colchoncito cuyos resortes hacían un rítmico chirrido.
Se estaba muy callado un momento y en seguida comenzaba a lalear alegremente, más
recio cada vez, mientras brincaba sobre el colchón y hacía movimientos torpes con un brazo
fuera de la cuna tratando de alcanzar con la mano un osito que estaba patas arriba en el
suelo.
EL GATO NEGRO
El gato negro es acerca de un hombre que amaba a los animales, él se casó con una mujer que los
amaba también. Su casa parecía una granja con muchos animales rondando alrededor de ella, ambos
estaban muy felices y muy enamorados de sus animales. Pero de entre todos ellos el hombre amaba
más a un gato negro llamado Pluto.El tiempo fue pasando, y el hombre se entregó a la bebida y
mientras hacía eso se descuidad ba de los animales, además le gritaba a su esposa, pero a Pluto nunca
lo maltrataba, el hombre seguía amando a su gato. Pero al cabo de un tiempo el gato negro recibe
las mismas consecuencias que los demás animales y la esposa del hombre. Un día llegó muy borracho
a casa, y como siempre el gato negro, sale a recibirle, peros e encuentra con la sorpresa de que el
hombre tenía un cuchillo y le saca un ojo al gato. Cuando se dio cuenta de lo que hizo se arrepintió y
por mucho tiempo siguió tratando bien al gato, hasta que un día lo ahorcó en el jardín. Luego de
repente su casa se quema y él consigue salvarse junto a su familia pero no todos los muros cayeron,
un muro quedó en pie, uno con forma de Pluto.
Más adelante en un bar a donde va a beber se encontró un gato idéntico a Pluto, pero este tenía una
mancha blanca en la cabeza, con el tiempo la mancha blanca se va convirtiendo en la figura de la
horca de Pluto, se asusta y decide matar al gato con un hacha en el sótano. Su mujer intentó
impedirlo, pero su marido falló y en lugar de matar al gato la mató a ella. Cuando la policía empieza
a buscarla y no la encuentran le piden al hombre que les enseñe la casa y al llegar al sótano el hombre
comienza a delirar y a decir a gritos cosas sobre el gato y la pared y su esposa. Ellos entran al sótano
y se encuentran con el cadáver de la mujer y el de un gato negro, pluto.

LA LUZ ES COMO EL AGUA


La historia nos habla de una familia dos padres y dos hijos. Vivían en Madrid, una ciudad
mediterránea donde no había actividades marinas, pese a eso ambos hermanos insistían en que les
compren un bote; sus padres al principio dudaron, pero al final complacieron a sus hijos comprando
el bote, ya que ambos habían obtenido los primeros lugares en sus estudios. Los niños usaron el
bote para navegar en el departamento, inundado de luz, que obtenían rompiendo un foco. Los
padres ignoraban eso, de modo que cuando los niños obtuvieron el premio máximo de la escuela,
les regalaron los equipos de buceo que habían pedido.

Un día miércoles, mientras los padres iban al cine, los niños invitaron a toda su clase a navegar en
la luz. Pero rompieron tantos focos que inundaron completamente la casa de luz, Ahogándose todos
los niños con la excesiva iluminación.

EL TATUAJE
Cuando su prometido regresó del mar, se casaron. En su viaje a las islas orientales, el marido había
aprendido con esmero el arte del tatuaje. La noche misma de la boda, y ante el asombro de su
amada, puso en práctica sus habilidades: armado de agujas, tinta china y colorantes vegetales dibujó
en el vientre de la mujer un hermoso, enigmático y afilado puñal.

La felicidad de la pareja fue intensa, y como ocurre en esos casos: breve. En el cuerpo del hombre
revivió alguna extraña enfermedad contraída en las islas pantanosas del este. Y una tarde, frente al
mar, con la mirada perdida en la línea vaga del horizonte, el marino emprendió el ansiado viaje a la
eternidad. En la soledad de su aposento, la mujer daba rienda suelta a su llanto, y a ratos, como si
en ello encontrase algún consuelo, se acariciaba el vientre adornado por el precioso puñal.

El dolor fue intenso, y también breve. El otro, hombre de tierra firme, comenzó a rondarla. Ella, al
principio esquiva y recatada, fue cediendo terreno. Concertaron una cita. La noche convenida ella
lo aguardó desnuda en la penumbra del cuarto. Y en el fragor del combate, el amante, recio e
impetuoso, se le quedó muerto encima, atravesado por el puñal.

EL MEDICO DE LOS MUERTOS


El médico de los muertos, del escritor Julio Garmendia, escritor venezolano nacido en la hacienda El
Molino, ubicada en el tocuyo, estado Lara, el 9 de enero 1986, quien a corta edad, queda huérfano
de madre dejándolo al cuidado de su abuela materna en Barquisimeto, fue el fundador del colegio
la Salle, este cuento pertenece a la publicación llamada La tuna de oro1 siendo uno delos 8 cuentos
de la misma. El medico de los muertos es un cuento fantástico que ayuda a Garmendia a obtener el
premio municipal de prosa, Garmendia muere el 9 de julio de 1977.La trama del cuento circunda
en que varios muertos, desesperados por el ruido que hacían los vivos al reconstruir la ciudad, les
despertó de su descanso haciendo que estos emigraran a otro cementerio donde buscaron asilo; en
este campo santo el ruido era insoportable y allí los muertos que se despertaban, buscaban al
celador del mismo para hacerle saber sus quejas, pues el cementerio había quedado más arriba de
la calle principal de la ciudad reconstruida y esto causaba al pasar la máquina excavadora que la
tierra se estremeciera y los ruidos fuesen insoportables para los muertos ; buscaron sin parar al
vigilante del cementerio , hasta dar con él ,quien en su condición de muerto se sentía sin voluntad
para darles una respuesta y alentó a todos a buscar al médico allí enterrado , quien en vida fue
abnegado en su profesión , pero ahora trataba indicarle a los muertos que debían volver a su tumba
pues ya no había otra salida, estos reaccionaron en acotarle que él presentaba síntomas de vida
y que al caer en cuenta este decide volver a su tumba de nuevo y así todos lo siguieron sin chistar y
volvieron a su descanso eterno Relación entre el título y el que El médico de los muertos, siempre
demostró su vocación, pues tanto en vida como muerto logró su meta, pues al final todos
entendieron que ya estaban muertos y debían volver a sus tumbas demostrando así que su
compromiso como médico era salvarlos haciendo que volvieran a sus tumbas a descansar

DILES QUE NO ME MATEN


El cuento Diles que no me maten de Juan Rulfo, comienza con un diálogo entre padre e hijo, en el
cual este primero le clama a su vástago Justino que vaya a interceder por su vida, ante aquellos que
quieren terminar con ella. De esta forma, con el ruego “Diles que no me maten”, este condenado
eleva el ruego ante su hijo, pidiéndole que vaya a donde sus verdugos, mientras éste último no
parece muy convencido de querer ayudar a su padre, temiendo por su propia vida, ya que siente el
deber de protegerla, sobre todo por su esposa y ocho hijos. Sin embargo, después de una larga
negativa, Justino acepta ir a interceder por su padre, e ir ante los verdugos de éste a pedir por favor
que no lo maten.

Así mismo, un narrador omnisciente toma el control del cuento para narrar cómo el ahora
condenado fue traído por sus captores muy temprano en la mañana, momento en el que se decidió
amarrarlo a un árbol. Igualmente, el narrador comienza a describir la terrible agonía que sentía el
hombre capturado, quien rogaba a toda costa poder conservar su vida.

De la misma forma, este hombre, en medio de su cautiverio comienza a reflexionar casi asombrado
de cómo un asunto que para él estaba enterrado por el peso del tiempo, lo había perseguido a través
de los años por casi cuatro décadas. Se trataba del asesinato de su compadre Lupe, Don Lupe
Terreros, quien además era el dueño de Puerta Piedra, y que aun viendo cómo los animales del
ahora sentenciado se morían de hambre y encima siendo su compadre, se negó en todo momento
a brindarle una ayuda, permitiéndole a las bestias pastar en sus tierras.
Ni siquiera –recordaba el hombre, ahora amarrado a un árbol- después de la época de sequía, a
Don Lupe pareció importarle que los animales de su compadre murieran uno a uno. Pero éste no
iba a dejar que eso pasara, así que buscó la manera, y logró abrir la cerca, para que sus animales
comieran, pues la muerte de estos, implicaba la de su familia, por física hambre.

Así las cosas, estuvieron un tiempo –recordaba el hombre, angustiado por su condena- rompiendo
y reparando la cerca que impedía el paso de los animales del hombre a los pastos de las tierras de
Don Lupe. Sin embargo, las acciones pasarían a los gritos, y los gritos a las amenazas. Un buen día,
Don Lupe le dijo al hombre –quién por primera vez revela su nombre: Juvencio– que si volvía a ver
un animal suyo en tierra de él, mataría al animal.

El hombre, Juvencio pareció no amilanarse. Cónsono con su amenaza, Don Lupe le mato un
novillo. La próxima parte del cuento narra cómo Juvencio tuvo que esconderse durante 35 años,
pues ni las vacas que le dio al Juez, ni el embargo de su casa podían cubrir su fianza por el crimen
que había cometido. Lo perdió todo, pues los otros se aprovecharon de sus circunstancias para
robarlo. Terminó por abandonar todo, e irse con su hijo a vivir a Palo de Venado.

Treinta y cinco años después, viejo y amarrado a un árbol, no entendía cómo ese asunto volvía al
presente a tomar venganza, si cuando él había matado a Don Lupe, éste sólo tenía una mujer y dos
hijos que andaban a gatas. Al poco tiempo la mujer murió de pena, y los niños fueron llevados lejos
con unos parientes. Sin embargo, no hubo –recuerda el hombre- un momento de paz en su vida,
siempre huyendo, escondiéndose en el monte, y sin poder bajar al pueblo, ni si quiera a buscar a su
mujer, cuando ésta lo abandonó.

Aferrado a la vida, lo encontraron los soldados que fueron a buscarlo, y que lo llevaron por
polvorientos caminos hasta una puerta, donde había alguien adentro, con quien hablaba. Era un
general, quien estaba buscando al Juvencio Nava, de Alima, que hubiese matado a Don Lupe, pues
éste era su padre, sin el cual había tenido que crecer, pues alguien lo había matado de la forma más
cruel posible, y ya era hora que pagara.

Juvencio tuvo tiempo de pedirle que no lo matara, mucho menos ahora que era un viejo aferrado a
la vida. Sólo consiguió que el ahora General le pidiera a sus hombres que lo emborracharan para
que no le dolieran los tiros. Por su parte Juvencio, quien esperaba que su hijo intercediera por
él, solo logró paz después de ejecutada la orden. Fue cuando su hijo regresó, lo montó sobre el
burro, y se lo llevó a su casa, para poder velarlo junto a su mujer y ocho hijos.

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